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Channel: Club de Traductores Literarios de Buenos Aires
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Ahora que se acercan las Navidades, Vladimir Ehrenhaus, desde los Urales, se pone sentimental

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Desde una cabaña en los Urales nos llega esta larga columna del camarada Andrés Ehrenhaus, escrita mientras untaba unos blinis con los correspondientes huevos de esturión. 

 Por el libre acceso a la cultura: ¡abajo la propiedad (intelectual)!
  
Ahora que estamos nuevamente inmersos en la cuestión de los derechos de autor de los traductores y se proyecta detrás la siempre controvertida sombra de la propiedad intelectual de las obras, cobra renovada vigencia el transitado tema del acceso libre a la cultura y la socialización de esa propiedad que algunos defendemos aparentemente como gato panza arriba ante el inevitable y arrollador empuje de los modelos modernos de circulación de contenidos. Resulta sin duda atractiva la posibilidad de tener todo lo que otros han creado al alcance del dedo índice y poder disfrutar de las innúmeras delicias de la inteligencia humana sin necesidad de pagar por ello. Es una perspectiva tan halagüeña y emancipadora que uno se siente más libre con sólo imaginarla. De hecho, tampoco hay que imaginar mucho: hoy en día se accede con enorme facilidad a un enorme abanico de contenidos. Y sin pagar ni un sope, real, mango, duro, bolívar o sol.

Abajo la propiedad privada, entonces. Cultura para todos. No más barreras de clase. Los traductores, en tanto autores de obras que se inscriben en el campo de la cultura, deberían acogerse alegre y solidariamente a esta corriente liberadora y dejar de poner trabas neoliberales a quienes necesitan y gozan del fruto de su, por otra parte, loable y a menudo desapercibida labor. ¿No comprenden acaso que le están haciendo el juego a sus verdugos, que se empeñan en defender intereses ajenos? ¡Los traductores están del lado del público! ¿O negarán acaso que el acceso libre a infinidad de contenidos beneficia y facilita enormemente su desempeño? Les ahorra tiempo y les ofrece un vasto campo virtual de informaciones, documentos y memoria, la cual cosa redunda evidentemente en la calidad de sus traducciones. Pretender otra cosa es como afirmar que la luna es de queso o la tierra plana. Estamos en otra era, señores, ¡por favor! ¿Y qué posibilita esta panacea? La creciente liberación y socialización de contenidos.

Bien. Es cierto que quedarían por resolver algunos detalles mínimos. Detalles, diríase, antipáticos, fastidiosos, de una índole demasiado prosaica frente a la diáfana espiritualidad de lo que se avecina y en muchos casos ya es una realidad incontestable. La cultura es de todos, caramba. De todos sin excepción. Al menos, de todos aquellos que posean un aparatejo capaz de conectarse a las redes virtuales de información y hayan pagado para acceder a ellas a través de un operador o administrador de frecuencias. Pero, eso sí, de todos ellos sin excepción. Lo cual no deja de ser una nimiedad, porque ¿quién no posee hoy en día un aparatejo y no tiene los escasos céntimos o centavitos que cuesta una conexión? ¡Hay que pagar tan poco por tener tanto que hasta casi parece que nos lo estuvieran regalando! ¿Cómo no pagar con una sonrisa en los labios? ¿Cómo no estar dispuestos a abonar los periódicos aumentos insustanciales, a aceptar las condiciones maravillosas, a entender, compartir y estimular la necesidad de mejorar constantemente la calidad y virtudes de los aparatejos en virtud de una constante mejora de la libertad de acceso? ¿Cómo negarse a adquirir nuevos modelos de artefactos, si son progresiva y alucinantemente más baratos e indescriptiblemente más perfectos? Es increíble que quienes aún defienden los vetustos principios de la propiedad intelectual sean refractarios a argumentos tan poderosos y se opongan tozudamente (¡y pensar que se consideran intelectuales!) al avance emancipador de la historia.

¿Qué decíamos de los detalles sin resolver? Nada de eso. Ante tamaña promesa de bienestar espiritual no hay detallito que valga. Abajo, digámoslo una vez más, las leyes de propiedad intelectual. ¿Qué es eso de poseer un bien del ingenio? ¡Ni hablar! El verdadero creador, el creador pleno, generoso, comprometido con su tiempo, su obra y su don, debe poner lo que produce al abasto de todos sus semejantes y no retenerlo mezquinamente hasta tanto no se le abone a cambio vaya a saber qué ridícula suma. El arte no se negocia. Y la cultura, menos. Es inconcebible, qué digo, es vergonzoso e incluso repugnante ver a un creador convertido en mercachifle de su creatividad, corrompido por el dinero y la vil naturaleza de los intereses más terrenales. ¡Qué asco, señores, qué asco! Creadores supuestamente elevados haciéndole el caldo gordo a los terratenientes de la cultura, a los oligarcas del arte, a los burócratas del espíritu. Qué asco y que gran decepción. Pero esto no es todo. Hay algo más triste aún. Hay algo aún más degradante: los sofismas con los que estos esclavos del capital, estas marionetas al servicio del sistema opresor y deshumanizado pretenden justificar lo injustificable. Argumentos enfermizos que darían risa si no dieran tanta pena. Qué caminos tan retorcidos adopta la miseria humana…

Porque esta gente pretende igualar la propiedad intelectual a la propiedad privada. Pretende comparar la libertad en la cultura al libertinaje de las cosas y los bienes personales. Argumenta que sus creaciones les pertenecen como a uno le pertenecen los artículos que adquiere libremente con su propio dinero. ¡Ja! Habráse visto argumento más infantil. ¡Equiparar un electrodoméstico, por ejemplo, a una obra de creación, un tesoro sin precio que es patrimonio de la humanidad! No, no es casualidad que use este ejemplo, porque en alguna ocasión algún creador engañado ha llegado a decir que si le permitían el libre acceso a los contenidos de las heladeras de los usuarios de su obra, estaría más que dispuesto a permitir el libre acceso a los contenidos de esa obra; he incluso iba más allá, atreviéndose a pedir que le permitieran usar los vehículos, las viviendas, la ropa, ¡las tarjetas de crédito! de quienes aspiraban a acceder gratuitamente a su obra. Qué necedad tan ignominiosa. ¿Qué tendrán que ver los bienes del espíritu con los de la vil materia? Y todo por arañar unos mendrugos… Parece mentira que personas dotadas con la capacidad de generar auténticas obras de arte tengan tan atrofiada la capacidad para entender cuál es su función en la sociedad y actuar en consecuencia. Parece mentira que el destino los haya dotado tanto para una cosa y tan poco para la otra.

Tamaña falta de criterio no hace sino confirmar que no están en condiciones de gestionar esa propiedad que les confieren unas leyes completamente desactualizadas y que lo más sano para todos es que renuncien a poseer aquello que, a pesar de haberlo creado, no alcanzan a saber compartir equitativa y desinteresadamente. ¡Que no esgriman el chantaje emocional de que los artistas, los creadores, los artífices de la cultura también tienen que comer! El verdadero artista es un ser superior, especial, atravesado por un estro divino, que no puede ni debe someterse a los sordos designios y bajos mandatos de la fisiología. Menos aún si es un traductor, cuya tarea es tan delicada, impersonal, etérea y, en la medida de los posible inconsútil si no invisible que cualquier distracción mundana podría desviarlo de la tenue huella del texto original y apartarlo del universo creativo del autor. ¿Qué podemos esperar de un traductor que se preocupa más por el valor monetario de cada palabra que por su valor abstracto? ¿Con qué independencia ética, con qué rigor intelectual, con qué fidelidad puede traducir alguien más preocupado por las papas fritas a caballo que por las ideas? ¿Qué quieren estos tipejos en mi heladera? ¿Con qué derecho se atreven a pedirme el coche? Ciegos ante el paso implacable del progreso, insensibles ante el ejercicio de democracia real que permiten los avances tecnológicos, sordos a los sensatos reclamos de las mayorías, estos altivos personajes prefieren refugiarse cómodamente en sus torres de marfil y vivir a costa de los demás que contribuir como corresponde a la difusión libre y justa de los contenidos culturales. ¡La tarjeta de crédito! ¡Ja! Lo único que faltaba. ¿Con qué pagaríamos entonces los artefactos y las cuotas de conexión con que accederemos gratuitamente a todoslos contenidos. Porque ese momento glorioso llegará, créanme. El momento en que todo esté al alcance del consumidor. Vaya si llegará.

Pensar que cuando empecé a escribir esto no las tenía todas conmigo… Pero como ahora sí las tengo, he decidido purgar mis errores anteriores cediendo todos los derechos de este texto original al mundo, a mis congéneres, al porvenir. No hay nada mejor que predicar con el ejemplo. ¡Yo sí regalo mis palabras! Lo que no regalo ni regalaré nunca es mi computadora, mi casa, mi ropa, mi contrato de banda ancha y, mucho menos, el contenido de mi heladera. Muertos de hambre.



Un poco de justicia para los andaluces

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Acaba de publicarse en España el libro que se anuncia en esta página. Próximamente, más sobre el tema.

¿Es el andaluz un castellano mal hablado?

¿Es el andaluz un castellano mal hablado? Desde luego, así se considera por muchos que ridiculizan la particular forma de expresarse de los andaluces. Nos decían que el buen español era el hablado en Valladolid y a los locutores de los diversos medios de comunicación se les pedía que renunciaran a su acento. Este libro le sorprenderá y le hará reflexionar. ¿Había pensado alguna vez que el actual español puede derivarse de la lengua romance que se hablaba en Al Ándalus y que es conocida como aljamía? ¿Será Andalucía la cuna del actual español? El autor mantiene que las hablas andaluzas —por que son múltiples, pero todas ellas con elementos comunes que las hacen diferenciables— tienen una identidad originaria y una forma especial de pronunciar y construir sus frases. La Bética fue la región más culta y romanizada de la Península. Tambiénla más poblada. Es lógico que en ella tuviera lugar la más influyente evolución del latín, hasta convertirse en romance, enriquecido posteriormente por expresiones árabes hasta dar nacimiento a la aljamía que los llamados mozárabes llevarían al norte de la península. ¿Por qué, si no, el actual español contiene miles de palabras de origen árabe? Tomás Gutier se muestra muy crítico con las autoridades que han perseguido la lengua andaluza y que han condenado al pueblo andaluz a un retraso crónico, a la dependencia y a la permanente humillación.

Tomás Gutier (Tomás Gutiérrez Forero), nace en Andalucía, en el ecuador del siglo pasado, de padre cántabro y madre andaluza. Durante sus estudios toma conciencia de la marginación a la que Andalucía ha sido sometida y no se resigna a ello. Un grito de rebeldía interior le hace bucear en los orígenes de la identidad andaluza. A partir de ahí, abrazó la causa andalucista y la defensa de la nación andaluza. Colaborador en distintas publicaciones. Promotor, desde la Bahía de Cádiz, de medios alternativos de comunicación. Participante activo en cuantas iniciativas se crean a favor del pueblo andaluz, le gusta definirse como un andaluz de conciencia. Compagina su trabajo en empresas de tecnología con su actividad de escritor. Es miembro del Centro de Estudios Históricos de Andalucía. Ha publicado los libros, Sin ánimo de ofender y con Almuzara,Con permiso ¡Viva Andalucía libre! 

Cómo se ordena una biblioteca/discoteca (VII)

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Al cabo de un ciclo que contó con la presencia de Eduardo Stupía, Luis Chitarroni, Diego Fischerman, Sergio Renán, Diana Maffía y Luis Borrero, para la última reunión del año  fueron convocados cuatro grandes coleccionistas de discos de jazz, todos clientes de Minton's, la mayor y más antigua disquería especializada en el género. Se trata de Horacio Barreriro, Martín Carrizo, Sergio Choren y Marcos Hadida, todos ellos poseedores de importantes discotecas. Con ellos, se intentará discutir en forma colectiva sobre órdenes y practicidades, sin perder de vista los discos y su significado en las vidas de sus poseedores.

Jueves 28 de noviembre. 19 hs.
CCEBA - Florida 943 (C.A.B.A.). 

Una de diccionarios

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Traductora española de ensayo y humanidades en lengua francesa, además de profesora de traducción en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid y traductora e intérprete jurada, Alicia Martorell publicó hoy, en El Trujamán, la siguiente columna sobre a un tema que a todos los traductores interesa. Nos regocija saber que no se menciona al DRAE, que, como Borges solía decir, es “un cementerio de palabras”

El orden alfabético

He pasado la mayor parte de mi vida profesional coleccionando diccionarios: las visitas a las secciones especializadas de las librerías y a los libreros de viejo han constituido durante años seña de identidad y signo de reconocimiento entre colegas.

Los tengo de los temas más variados: textiles, arquitectura, matemáticas, cine, meteorología, informática… Llenan más de dos metros lineales de librería.

Sin embargo, tengo que reconocer que ya casi no uso la mayoría de ellos.

Los veo en los estantes acumulando polvo y me duelen las horas pasadas acaparando, descubriendo en rincones ignotos, transportando y clasificando esos sacos cargados de palabras, pero mis hábitos de trabajo han cambiado.

Los bilingües, salvo excepciones (que casi siempre son glosarios normativos o algunos pocos de estructura y calidad excepcional), se quedaron hace mucho en la cuneta. ¿Cómo va a ser posible casar dos términos en dos idiomas sin contexto y sin definiciones, sin fuentes y sin referencias? En otros tiempos, no había otra cosa, así que no me horrorizaba como ahora aceptar que dos términos significaban lo mismo sin saber ni siquiera qué significaban.

Otros simplemente se han quedado obsoletos, pero eso ya es más normal: las técnicas evolucionan o simplemente desaparecen y son sustituidas por otras.

Otros, que quizá fueron mi única guía para un tema determinado, demostraron con el tiempo su carácter cojitranco. Ahora los miro y me pregunto cómo no vi que no valían un pimiento. Quizá por eso: porque no tenía otra cosa.

Algunos los sigo usando tanto como antes: son los diccionarios enciclopédicos, los que son autoridad en un tema determinado, los más especializados. Todos son monolingües sin excepción y tratan de botánica, filosofía, historia, conceptos jurídicos, mitología… Hace mucho que les hice el honor de sacarlos del estante de los diccionarios y colocarlos en el estante de su especialidad, que es donde deben estar.

También conservo y sigo usando todos los días los diccionarios de la lengua pero, salvo el María Moliner, que prefiero en la edición previa al innecesario lavado de cara, todos se pueden consultar en línea. Los de carácter lingüístico: etimológicos, de sinónimos, de anglicismos, de términos griegos o latinos, de topónimos… también son herramientas cotidianas.

Y el más querido, el de todos los días, el que me ayuda a escribir mejor, a ampliar mi vocabulario, a despegarme del original: el Corripio. Ya lo he comprado tres veces porque el uso constante lo desloma, pero si tuviera que llevarme un diccionario a una isla desierta es sin duda el que elegiría.

Quizá es que ya no busco por orden alfabético las palabras que necesito para trabajar: las trato de capturar allí donde están pastando con sus semejantes, en los manuales, en los croquis, en los libros de consulta: en su contexto.


¿De qué "español" hablan? (1)

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El siguiente trabajo, que se ofrece en este blog en dos días consecutivos, fue presentado por Juan Carlos Moreno Cabrera (1956), lingüista español y catedrático de Lingüística General en la Universidad Autómade Madrid, durante el I Simposi Internacional sobre Situació i Perspectives del Plurilingüisme a Europa (València 2008).

De la cuna a la cuña.
Brevísima relación del nacionalismo lingüístico español
(Primera parte)

1. INTRODUCCIÓN
Las ideologías lingüísticas centradas en la promoción de una lengua determinada crean un discurso de carácter mitológico que intenta presentar la lengua en cuestión como superior a los demás idiomas con los que convive y justificar suposición dominante o ventajosa sobre ellos. En este artículo me voy a ocupar de algunos de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico español, que, lejos de constituir una postura marginal o residual, propia de grupos o personas exaltados, conforma un corpus muy bien articulado y desarrollado de conceptos promovidos por las instituciones del Estado español y presentados como características inherentes, naturales e indiscutibles de la lengua española supuestamente basadas en el sentido común. Voy a mostrar que esos tópicos se apoyan en presupuestos falsos, para lo cual basta echar mano de la ciencia lingüística moderna.

Hay que advertir que, en general, estas ideologías se suelen fundamentar en una serie de hechos empíricos indiscutibles para, sobre su base verificable, construir todo un conjunto de ideas propagandísticas que presentan esos hechos empíricos constatables como naturales e inevitables. El caso más frecuente consiste en que, después de que una lengua, mediante la imposición, ha ampliado su territorio de forma muy importante (como ha ocurrido con el inglés, el francés, el español o el portugués), se toma el hecho objetivamente verificable de que esa lengua goza de un número de hablantes enorme y de un uso muy notable, como patente de corso para asociar esa lengua con una serie de cualidades inherentes, que la hacen intrínsecamente superior a las demás lenguas con las que convive en ese territorio ampliado. De esta manera, las valoraciones ideológicas de la lengua queda aparentemente justificadas y son presentadas como propiedades necesarias e inevitables de ella.

En este artículo voy a examinar cuatro de los tópicos típicos del nacionalismo lingüístico español. En primer lugar, hablaré sobre la idea del nacimiento de la lengua española materializada a través de la metáfora de la cuna. En segundo lugar, examinaré el tópico de la presunta conversión del castellano en español a través de su extensión geográfica, ilustrada mediante la imagen de la cuña. En terce lugar, voy a comentar otro de los tópicos preferidos del nacionalismo lingüístico español: el que hace referencia a las cinco vocales, como garantes de su facilidad de aprendizaje y manejabilidad práctica. En cuarto lugar, trataré lo que es, sin duda, el tópico más importante de la versión moderna del nacionalismo lingüístico español. Se trata del concepto de español como lengua común, en el que se explota de forma más clara el mecanismo de justificación de una ideología lingüística a través de una determinada base empírica, que acabo de esbozar.

2. LA CUNA DEL ESPAÑOL: EL ACTA DE NACIMIENTODE LA LENGUA CASTELLANA

Es un tópico muy extendido dentro de la opinión pública española que los primeros testimonios escritos del castellano –y, por tanto, del español– están en las Glosas Emilianenses. He aquí tres muestras entre muchas otras que sepodrían aportar:

“El castellano, cuyos primeros balbuceos aparecen en las Glosas Emilianenses, en torno a los siglos X y XI, es el idioma común de una veintena de naciones. Forma nuestro patrimonio cultural másextenso y constituye nuestra auténtica patria espiritual.” (VV.AA.,1999:9; cursivas de JCMC)

“Su trabajo [el del glosador] le ha valido una sonora recompensa, pues los siglos quisieron conservarlo hasta llegar a nosotros como el primer testimonio escrito en lengua castellana: las Glosas Emilianenses” (Lozano,2005: 78; cursiva de Lozano, negrita de JCMC)

Nuestra lengua escrita se alumbró en San Millán de la Cogolla.[…] Los inicios del ‘castellano’surgen del valle de San Millán.” (Lamela, 2008: 48; cursivas de JCMC)

En estas breves citas podemos ver una expresión quintaesenciada de la ideología nacionalista del español que, partiendo del dato falso de que en las Glosas Emilianenses encontramos los primeros testimonios del castellano, asocia esta acta de nacimiento con el concepto de lengua común, tal como podemos comprobar en la primera de las citas, que es otro de los principales tópicos de este nacionalismo, que examinaré en la sección quinta del presente artículo.

Además, estas humildes y breves glosas son ensalzadas de forma desproporcionada para dar la máxima importancia a estos supuestos inicios del castellano:

“Pocos casos hay en la historia de la humanidad en que un grupo tan reducido de palabras haya producido semejante torrente de saber y de cultura. Y esto ha sucedido en San Millán de la Cogolla.” (Nieto Viguera, 2007: 87)

No voy a hacer referencia ahora a la falsedad del dato de que las Glosas Emilianenses son el primer testimonio escrito de castellano, porque ya lo he comentado en otro lugar (Moreno Cabrera, 2008: 165-167). Lo importante es constatar que la ideología del nacionalismo español intenta asociar esta lengua con el nacimiento de una nación y, por ello, es fundamental que esa nación sea anterior a cualesquiera de las otras naciones situadas en el Estado español o, si no es anterior, al menos, es lo suficientemente pujante culturalmente para que su lengua sea la primera en aparecer en un escrito. Un pequeño inconveniente, en este caso, es que en estas glosas aparecen también frases en euskera, aunque esto podría ser una ventaja para la ideología del nacionalismo lingüístico español, ya que, dado que el euskera no es una lengua romance, el hecho de que los supuestos primeros testimonios del castellano aparezcan junto a los de una lengua no romance, ni siquiera indoeuropea, son un claro indicio de antigüedad y precocidad sobre otras lenguas romances. En esa dirección parece apuntar el siguiente comentario:

“Pero la gloria de San Millán no acaba ahí. En ese mismo monasterio donde tanto se confiaba en Dios para alcanzar la vida eterna, otro hombre, o tal vez el mismo, copió dos glosas en otra de las lenguas habladas en la zona, el vasco, dejando así de forma imperecedera la huella de su pluma también en los escritos más antiguos, no epigráficos, conservados en esa lengua.” (Lozano, 2005: 78-79)

Ese supuesto carácter de mayor antigüedad y abolengo en la lengua escrita del romance castellano sobre los demás romances de la Penínsulaes un resto ideológico de la teoría del castellano primitivo característica de la etapa renacentista del nacionalismo lingüístico español (Binotti,1995),según la cual el castellano era incluso anterior al latín, supuesto manifiestamente incompatible con nuestros conocimientos lingüísticos actuales. Sin embargo, como acabamos de comprobar, la ideología nacionalista no tiene inconveniente en manipular la interpretación de los primeros testimonios escritos en lengua romance para dar a la lengua española una preeminencia sobre las demás lenguas romances desde los primeros testimonios escritos. Que se trata de una operación puramente propagandística se ve de forma clara en el libro de Nieto Viguera (2007) titulado Glosas Emilianenses. Cuna de la lengua castellana y en el que se afirma lo siguiente:

“Mas las glosas, en su mayoría, ya no son latín, se trata de otras formas, de otros modos de comunicarse, de otra nueva lengua, aunque todavía no sea el ‘castellano’ o el español, como prefieran otros.” (Nieto Viguera, 2007: 75; las comillas son de Nieto Viguera)

Si este autor afirma que las glosas no son todavía castellano o español, el subtítulo del libro en el que se encuentra esta afirmación no tiene más que –suele ocurrir habitualmente con los títulos de los libros– una función puramente propagandístico-educativa que se contradice con lo afirmado en la obra que presenta y que el propio autor caracteriza de forma clarividente al principio del libro:

“Para que usted no se vaya defraudado hemos escrito estas páginas sobre las Glosas. Y al redactarlas hemos pensado en el visitante normal, que no tiene especiales inquietudes lingüísticas o históricas, que ha oído hablar de ‘San Millán, cuna de la lengua’, de las ‘Glosas Emilianenses’ o de la Rioja, como lugar del nacimiento del castellano, y que desea una información cumplida sobre el significado de esta especie de eslogan publicitario que le ha traído hasta San Milán.” (Nieto Viguera, 2007: 4; cursivas de JCMC)

Es una pena que el lector tenga que esperar hasta la página 75 (de las 95 de que consta el libro) para hacerle saber la falsedad de ese eslogan publicitario.Resulta curioso y revelador que, a partir de la página 81 hasta el final del libro, en donde se pondera la importancia de estas Glosas Emilianenses, se habla de nuestra lengua al referirse a esas glosas y se afirma:

“Partamos de una realidad perfectamente verificable: entre nosotros ha sido una constante histórica que nuestra lengua, en momentos críticos de maduración, ha sentido la necesidad de reafirmarse y dejar constancia de su capacidad como medio adecuado de expresión en su forma escrita o gráfica, no hablada.” (Nieto Viguera, 2007: 81)

Es decir, al hablar sobre la importancia de las Glosas Emilianensesse reafirma precisamente uno de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico español: el español tiene una capacidad perfectamente verificable para ser un medio adecuado de expresión escrita desde los primeros testimonios  escritos: da igual que las Glosas Emilianenses no estén escritas en esta lengua, tal como había afirmado el autor unas pocas páginas antes.

3. LA CUÑA YLA SUPUESTA CONVERSIÓN DEL CASTELLANO EN ESPAÑOL
Otro de los tópicos esenciales del nacionalismo lingüístico español es la supuesta conversión de la variedad lingüística castellana en una lengua completa y desarrollada denominada español. Esta idea lleva a decir a algún autor que el castellano ya no existe porque sus hablantes decidieron abandonarlo para usar sólo la lengua española común:

“Por supuesto, el «castellano» también es una lengua española, tristemente ya desaparecida al haber sido sustituida, a lo largo de los tiempos, de manera total y absoluta, por el idioma nacional, el «español» […]. Ha sido una renuncia que no se ha sabido valorar y agradecer todavía a los castellanohablantes y a sus respectivos territorios” (Lamela, 2008: 69-70)

Esta conversión va asociada a la expansión del castellano por toda la Península, a su adopción por poblaciones de habla no castellana y a los procesos de koineización y mezcla que acabaron por convertir el castellano en una nueva entidad lingüística de calidad superior. No voy a aducir aquí las formas concretas que adopta esta visión del español, que abarca desde la metáfora de la cuña de Menéndez Pidal, o ladel abanico de Amado Alonso, hasta el cambio de forma interior del castellano en su presunta transformación lingüística, porque ya lo he hecho en otro lugar (Moreno Cabrera, 2008:87 y siguientes).

Ante ello conviene decir que el castellano medieval no se ha transformado en otra lengua superior, sencillamente porque sigue existiendo en la forma de castellano moderno que, sin duda alguna, procede de ese castellano medieval. Lo que aprovecha aquí la ideología nacionalista española es el hecho de que la lengua estándar española, tal como es adoptada por el Estado español y por sus instituciones educativas y culturales, es una versión cultivada y elaborada del castellano vulgar moderno. Ello hace que la variedad castellana moderna esté muy próxima, si es que no es casi idéntica, a esa lengua española estándar. Pero esto es así, no porque el castellano se haya convertido en español, sino porque la lengua estándar fundamentalmente escrita que denominamos mediante la expresión español estándar o normativo peninsular no es más que una variedad o registro culto elaborado del castellano vulgar moderno. De aquí podemos deducir que no es cierto, como dicen los apóstoles del nacionalismo lingüístico español, que el castellano vulgar moderno es un dialecto del español, sino que ocurre exactamente todo lo contrario: el español estándar normativo no es más que una variedad culta del castellano moderno:

“No tiene sentido, por tanto, decir que las variedades orales empleadas en, pongamos por caso, Soria o La Mancha son «dialectos del español», ya que esto implica una falsa relación histórica entre cada una de esas variedades y el español (esto es, la lengua estándar que tuvo su origen en el dialecto de Burgos, transferido más tarde[con modificaciones] a Toledo durante la Reconquista y finalmente codificado después como la lengua de Castilla y posteriormente del Estado español).” (Penny, 2004: 38)

Tampoco es cierto que el castellano moderno haya desaparecido ni que los castellano hablantes hayan renunciado a su lengua para pasar a ser hablantes del español, como se afirma en la cita que inicia esta sección. Esta absurda idea sólo puede tener un propósito: la indicación de que los hablantes de lenguas distintas del castellano deben también renunciar ausar su lengua propia para adoptar la lengua común, como hicieron supuestamente los castellanos con el español.

(continúa mañana)

¿De que "español" hablan? (2)

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Segunda parte del trabajo publicado ayer,  presentado por Juan Carlos Moreno Cabrera (1956), lingüista español y catedrático de Lingüística General en la Universidad Autóma de Madrid, durante el I Simposi Internacional sobre Situació i Perspectives del Plurilingüisme a Europa (València 2008).

De la cuna a la cuña.
Brevísima relación del nacionalismo lingüístico español
(Segunda parte)

4. LAS CINCO VOCALES DEL ESPAÑOL
Otro de los tópicos más conocidos y utilizados del nacionalismo lingüístico español es la idea de que el sistema pentavocálico del español (surgido del sistema heptavocálico del castellano antiguo; Penny, 2006: 63) estándar facilita grandemente el aprendizaje y uso de esta lengua, lo cual es una característica que puede explicar parte de su extensión y pujanza. Esta idea procede de Menéndez Pidal y, tal como he mostrado recientemente (Moreno Cabrera, 2008: 79), es aceptada sin reservas por algunos filólogos y académicos en la actualidad. Curiosamente, esta característica la comparte el español con el euskera, compañero de glosas, según la ideología del nacionalismo lingüístico español. Sin embargo, en el caso de esta lengua, no parece que este rasgo haya sido esecialmente importante para su expansión. Al contrario, el euskera ha ido viendo reducido su territorio desde la Edad Media y en la actualidad va recuperando hablantes paulatina-mente, pero no tan rápidamente como ocurrió en el caso del español. Es muy revelador que se mencione este aspecto de las cinco vocales y se omitan otros detalles de la estructura lingüística del español que deberían parecernos mucho más decisivos a la hora de juzgar la presunta facilidad de esta lengua. El español comparte con otras lenguas romances unos paradigmas de conjugación verbal realmente complejos, con diversos subgrupos diferenciados cuyos modelos de conjugación siguen los denominados verbos irregulares. En español se podrían contabilizar, al menos, medio millar de estos verbos irregulares (muchos menos que los verbos irregulares del inglés o del alemán, por ejemplo). Comparada con la facilidad de las cinco vocales, esta característica podría ser considerada como un escollo importante, más que como una ventaja. Por esta razón, esta propiedad morfológica del español como lengua romance es oportunamente silenciada en el discurso del nacionalismo lingüístico español.

5. EL ESPAÑOL COMO LENGUA COMÚN
Llegamos ahora al tópico más importante del nacionalismo lingüístico español. Se trata de que el español es la lengua común de todos los ciudadanos del Estado español, en el sentido de que es la única lengua compartida por todos los ciudadanos de ese estado. Es la idea sobre la que se basa el  Manifiesto por la lengua común presentado en Madrid en junio de 2008, que tanta polvareda levantó. Las concepciones ideológicas que hay detrás de este concepto se pueden ver reflejadas de modo cristalino en las siguientes citas:

“La razón por la que el español es oficialmente el idioma constitucional –a pesar de que se le denomine «castellano»– es por ser la lengua común de todo el territorio nacional, la que conocen todos los españoles , y no por razones políticas impositivas de ningún tipo[…]. El idioma español ha sido aceptado y adoptado en toda España como lengua común de convivencia desde la época medieval...” (Lamela,2008: 129-130; cursivas de JCMC)

En efecto, el español o castellano, como queramos llamarlo, se habla en toda España, incluidas las comunidades bilingües, donde además de ser la lengua oficial del Estado –su aspecto más formal–, es la lengua común de todos los españoles y la única en la que todos pueden comunicarse y cuyo conocimiento por parte de todos los ciudadanos residentes en las comunidades bilingües les permite, en la actualidad, la posibilidad de competir con grandes ventajas en el área más extensa de las comunidades castellanohablantes, precisamente por ser bilingües.” (Herreras, 2006: 376; cursivas de JCMC)

El carácter excluyente del nacionalismo lingüístico español se ve perfectamente en la expresión del segundo de los pasajes según la cual el español es la única [lengua] en la que todos pueden comunicarse.Es posible que sea verdad que el español es la única lengua en la que todos los ciudadanos españoles se comunican de hecho, dado que la educación de muchos de estos ciudadanos, desde hace siglos, ha dado la espalda al reconocimiento de cualquier realidad lingüística del Estado español distinta de la castellana. Sin embargo es palmariamente falso que el español sea la única lengua en la que se pueden comunicar todos los ciudadanos del Estado español. Esto es así porque todas las lenguas de este Estado español menos una (el euskera) son lenguas romances y, por consiguiente, están estrechamente emparentadas. Esto significa que, mediante la vía de una educación adecuada, todo castellano hablante está capacitado para que pueda entender con poco esfuerzo el gallego, el asturiano, el catalán o valenciano o el aragonés. Sabemos que, al menos desde la Edad Media, los gallegos, los valencianos o los aragoneses, partiendo de sus lenguas propias, han sido capaces de entender a los castellano-hablantes; más aún, han sido capaces de hablar castellano. ¿Por qué, entonces, los castellanohablantes no habrían de ser capaces de al menos entender –voy a dejar de lado el hablar– las demás lenguas romances peninsulares? ¿Es que acaso el castellano es más fácil de entender que otras lenguas romances? ¿Es que acaso los castellanos están menos dotados para entender otras lengua romances que los gallegos, catalanes, valencianos, asturianos y aragoneses? Las únicas respuestas no racistas a estas preguntas sólo pueden ser negativas.

Partiendo, entonces, de esa respuesta negativa a la última pregunta formulada, podemos deducir fácilmente que, por ejemplo, el gallego puede ser perfectamente una lengua de comunicación entre todos los ciudadanos españoles en el siguiente sentido. Un gallego o valenciano podría hablar en gallego o en valenciano en todo el territorio del Estado español y ser entendido sin dificultad por todos los castellano-hablantes. Esto es perfectamente posible y factible y hasta socialmente razonable y, desde luego, aconsejable.

Por consiguiente, es falsa la idea de que el español sea la única lengua en la que todos los ciudadanos españoles pueden comunicarse. El gallego, el catalán o valenciano, el asturiano o el aragonés, todas lenguas romances, también tienen esa posibilidad, mal que le pese al nacionalismo lingüístico español, que es, aunque las apariencias parezcan indicar lo contrario, claramente excluyente.

Con todo, el nacionalismo lingüístico español insiste en los siguientes puntos: 

–El castellano nunca se ha impuesto y cuando se intentó imponer, ello fue poco operativo pues ya era la lengua común. 

–Toda acción de promoción y afianzamiento del castellano es legítima y necesaria, porque es la lengua común, la lengua nacional. 

–Ninguna acción a favor del castellano es impositiva, ni vulnera derecho alguno.

El siguiente pasaje insiste en la primera de las ideas:

“Lo que sostengo es que los intentos de imponer el castellano, cuando existieron, llegaron tarde, no fueron ni continuados ni sistemáticos, y se vieron obstaculizados por mil avatares. […] La prueba definitiva de la débil imposición del castellano la dan hoy varios millones de hablantes de catalán, gallego y vasco.” (Lozano,2005: 101-102; cursivas de JCMC)

Las ideas anteriores son el haz de un envés muy tenebroso, que incluye ideas como las siguientes: 

–Las demás lenguas de España son menos entendibles que el castellano. 

–Las demás lenguas de España están menos unificadas y están más dialectalizadas que el castellano. Por ello, dificultan la comunicación de forma más o menos notable. 

–Las demás lenguas de España son menos útiles

 –Las demás lenguas de España limitan, empobrecen y aíslan a las personas. 

–No conocer estas lenguas no es un déficit importante. En todo caso, es un lujo caprichoso prescindible aprenderlas y usarlas.

De las que se derivan las siguientes: 

–Las acciones de promoción de las lenguas diferentes del castellano son siempre impositivas y suponen un atropello de los derechos individuales y un ataque directo e intolerable a la lengua común. 

–La promoción de las lenguas diferentes del castellano es ilegítima, innecesaria, excluyente, particularista y pretende socavar la lengua común. 

–La obligación de conocer esas lenguas es intrínsecamente reprobable y constituye un atropello intolerable.

Las siguientes palabras radican en los anteriores supuestos que consideran que la promoción de las lenguas distintas del castellano es impositiva y excluyente:

“Aprender y usar la lengua local, considerarla lengua propia en exclusiva implica negar que a lo largo de los siglos el castellano también ha formado parte de su cultura. Así se cierra la puerta del bilingüismo […] y se facilita la exclusiónde los otros […] los que no hablan la lengua propia.” (Lozano,2005: 167; cursivas de Lozano, negrita de JCMC)

Según otros autores esto pone en peligro al castellano y crea una situación de extrema gravedad:

“Poner las lenguas comunes en situación de castigo y persecución es caminar hacia atrás, es pura regresión. Es un mal para todos. […] Es crear limitaciones regresivas de grave repercusión.[…] El español tiene problemas en España. Es bien conocido. Ante una situación que ha sido creada artificialmente, ha llegado el momento de exigir una solución al problema. Pero nadie se atreve.” (Lamela, 2008: 130-131)

Las dos citas anteriores son de dos libros escritos por una periodista y un arquitecto, que se tienen aquí en cuenta para mostrar el hecho de que la ideología del nacionalismo lingüístico español está implantada en los ámbitos generales de la opinión pública autorizada y de los medios de comunicación de masas. Sin embargo, podemos encontrar pasajes similares en obras escritas por profesionales de la lingüística. El libro citado de Herreras es un ejemplo paradigmático de cómo ha penetrado este discurso corrosivo del nacionalismo lingüístico español en el ámbito académico moderno. Para mostrarlo voy a citar y comentar algunos párrafos de la conclusión de esta obra:

“Si es cierto que el aprendizaje de la lengua autonómica puede favorecer la integración dentro de la sociedad, no lo es menos que puede ser también un factor de discriminación que dificulte el éxito escolar del alumno en esa comunidad y, por consiguiente, el éxito social, tanto dentro de esa comunidad como fuera de ella.” (Herreras,2006: 364-365; cursivas de JCMC)

Este razonamiento se aplica a la lengua autonómica pero no a la lengua española. Esta última no parece ser ni haber sido nunca un factor de discriminación que dificulte el éxito escolar. ¿No lo ha sido durante los siglos en los que los hablantes nativos gallego hablantes, euskaldunes y catalanohablantes han sido escolarizados en español? El nacionalismo español lo tiene muy claro: el español nunca ha sido lengua de discriminación ni de exclusión, ni ha sido un estorbo para el éxito escolar. La razón es clara: es una lengua superior a las demás lenguas con las que ha convivido tanto en el ámbito lingüístico como en el social. Más adelante dice este autor:

“Por todo ello pensamos que imponer, en la actualidad, una enseñanza monolingüe en lengua autonómica en las comunidades bilingües supondría un engaño, además de un retroceso y una contradicción.” (Herreras, 2006: 374; cursivas de JCMC)

Afirmaciones como ésta se desprenden del ideario del nacionalismo lingüístico español que he apuntado en esta sección. La enseñanza monolingüe de una lengua distinta del español es un engaño, un retroceso y una contradicción. Sin embargo, la enseñanza monolingüe en español es sincera (no es un engaño), es un avance (no un retroceso) y es coherente (no es contradictoria). Se podría argumentar que Herreras se refiere sólo al momento actual. Aun concediendo esto, ¿en qué época o período habría que conceptuar la enseñanza monolingüe en español como un engaño, un retroceso y una contradicción? El nacionalismo lingüístico español lo tiene muy claro: nunca. La lengua española siempre ha sido una lengua sincera, progresiva y coherente y las demás lenguas han ido asociadas al engaño, al atraso y a la contradicción. Un último apunte en la misma dirección lo podemos ver en el siguiente pasaje del libro de Herreras:

“Es cierto que imponer una enseñanza monolingüe en lengua autonómica no hará perder a todos los ciudadanos de las comunidades bilingües este instrumento de comunicación tan importante que es el español. Con toda seguridad, los más dotados económicamente podrán suplir esta carencia del sistema de enseñanza en su comunidad de origen, enviando a sus hijos, como ya se hace, a estudiar a otros lugares de España, pero la inmensa mayoría se verá condenada por sus escasos recursos económicos, a un monolingüismo reductor, hipotecando así en gran parte sus posibilidades de futuro.” (Herreras,2006: 377, cursivas de Herreras, negrita de JCMC)

En este pasaje tenemos un compendio en verdad elocuente de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico  español. Primero, el español es un instrumento de comunicación importante, parece que más o mucho más que el gallego, el euskera o el valenciano. He aquí el tópico de que el español es una lengua más comunicativa, más entendible que las otras lenguas de España. No enseñar español o en español es una carencia grave. No enseñar en catalán o valenciano, gallego, asturiano o euskera no parece una carencia tan grave, incluso no parece una carencia en absoluto. El monolingüismo en las lenguas diferentes del castellano es necesariamente reductor, frente al monolingüismo en español, que parece ser ampliador. El monolingüismo en español es una riqueza, frente al monolingüismo en catalán o valenciano, gallego o vasco, que es una hipoteca.

Queda clara la posición del nacionalismo lingüístico español. Todo lo que no sea predominio absoluto y total del castellano sobre las demás lenguas de España es excluyente, limitador, atentatorio contra los derechos individuales, empobrecedor, particularizador y regresivo. Todo lo que sea la promoción de ese dominio del castellano será beneficioso,  progresivo, liberador, enriquecedor, universalizador y protector de los derechos individuales. Creo que hay razones más que suficientes para expresar en estos términos tan radicales la ideología del nacionalismo lingüístico español en sus formas de manifestación actuales: el examen detenido y crítico de muchos de los discursos públicos informados por esta ideología, tanto los especializados como los dirigidos al público en general, no dejan lugar para una caracterización más moderada.

6. CONCLUSIÓN
A lo largo de las páginas anteriores, he pasado revista a cuatro de los principales tópicos del nacionalismo lingüístico español tal como se formulan en la actualidad. He intentado mostrar, de modo breve, que ninguno de esos cuatro tópicos tiene una base lingüística real, sino que se fundamentan en determinadas manipulaciones interesadas de diversos aspectos empíricamente verificables. Estas manipulaciones, algunas de las cuales he intentado hacer evidentes en este artículo, ponen de manifiesto una ideología profunda-mente nacionalista de carácter excluyente y retrógrado. Siglos de imposición del castellano en todo el territorio del Estado español han propiciado que esta lengua sea la más usada en la actualidad. Este es un hecho objetivo que no se puede negar. Ahora bien, la ideología del nacionalismo lingüístico español lo aprovecha para asignar a la lengua castellana una serie de bondades que, en realidad, se derivan de una convergencia de circunstancias socio históricas contingentes y no de ninguna supuesta superioridad de esa lengua sobre las demás lenguas del Estado español. Esa supuesta superioridad se utiliza para presentar la lengua castellana como fácilmente asimilable y con un alto valor comunicativo (para explicar su supuesta expansión natural), como especialmente progresiva (permite el progreso y el avance social), como especialmente moderna y útil en la sociedad actual (permite la comunicación en todos los ámbitos de la sociedad moderna), como lengua de entendimiento y concordia (permite el entendimiento entre todos y evita los malos entendidos) o como lengua global (permite la comunicación con otros países más allá del Atlántico). Pero esta ideología tiene un reverso extremadamente oscuro, ya que esa caracterización del castellano es inseparable de una concepción de las demás lenguas que va justamente en sentido opuesto. Esas otras lenguas de España son menos fáciles de asimilar y tienen un bajo valor comunicativo (se explica así su ámbito local), son regresivas (no permiten el progreso y el avance social, sino que nos sumen en el localismo y el retroceso cultural), están anticuadas y son poco útiles en la sociedad actual (no permiten la comunicación eficiente en todos los ámbitos de la sociedad moderna), son lenguas de incomprensión y discordia (impiden el entendimiento entre todos y producen malos entendidos) y son lenguas estrictamente locales (no permiten ir  más allá de un pequeño territorio). Las inquietudes, desazones y desvelos, que hemos visto reflejados en las citas que he ido aportando a lo largo de este artículo, ponen de manifiesto este lado oscuro de una ideología que, lejos de luchar en favor de la promoción de las lenguas que se han visto limitadas y reducidas por la imposición contingente del castellano, intenta justificar y contribuir al mantenimiento de esa situación de desequilibrio mediante las supuestas esencias lingüísticas de esa lengua tan privilegiada. La alabanza de la lengua propia, en este caso, sigue sirviendo de coartada para la justificación de un etnocidio lingüístico que, por fortuna, en muchos casos todavía no se ha podido llevar a cabo hasta sus últimas consecuencias.

Que, contra lo que se suele afirmar, este tipo de nacionalismo lingüístico español existe, creo que se puede deducir fácilmente del contenido de muchos discursos de personalidades e instituciones representantes de instancias culturales de gran relevancia en el  Estado español actual (Moreno Cabrera, 2008). En este breve trabajo me he limitado a esbozar algunas pistas para su correcta caracterización y valoración.

7. BIBLIOGRAFÍA
BINOTTI, L. (1995):La teoría del “Castellano Primitivo”. Nacionalismo y reflexión lingüística en el Renacimiento español.Münster: Nodus Publicationen.
HERRERAS, J. C. (2006):  Lenguas y normalización en España. Madrid: Gredos
LAMELA, A.(2008): El idioma español y su futuro. Madrid: Espasa.
LOZANO, I. (2005): Lenguas en guerra. Madrid: Espasa.
MORENOCABRERA, J. C. (2008): El Nacionalismo lingüístico. Una ideología destructiva. Barcelona: Península.
NIETOVIGUERA, J. A. (2007):Glosas Emilianenses. Cuna de la Lengua Castellana. León: Edilesa.
PENNY, R. (2004):Variación y cambio en español. Madrid: Gredos. 
– –(2006):Gramática histórica del español. Barcelona: Ariel.

VV.AA.(1999): Agenda para el año 2000. La lengua castellana y la escritura. La Rioja: Edición y Diseño D&B.

El poeta francés Yves Bonnefoy, premiado en México, habla de la traducción de poesía

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El poeta francés Yves Bonnefoy recibió el Premio de Literatura en Lenguas Romances, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, dotado con 150 mil dólares, de manos del secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet. 

Durante su discurso, este traductor de la obra de William Shakespeare y William Butler Yeats dijo: “Traducir es también una tarea tan difícil como la invención poética original. Transportar a su lengua las significaciones de un texto escrito en otra es pasar al lado de la poesía, ya que ella misma es precisamente la transgresión de la significación conceptual”. Y agregó: “Cuando encontramos un poema en otra lengua, es necesario revivir la lucha que su autor sostuvo con o en contra de las palabras”.

Un cura campechano

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“En su afán de utilizar un lenguaje llano y directo, el papa Francisco recurre a menudo a términos lunfardos o bien porteños, e incluso a neologismos que él mismo crea; L'Ossvervatore Romano se ocupa de explicárselos al mundo”. Así dice la bajada de la nota que firma   en el diario La Nación, de Buenos Aires, del 1 de diciembre pasado. 

 

Bergoglismos: el léxico que impacta a todos

"¿Quién podía decirme, hace cincuenta años, que el más revoltoso de mis alumnos iba a escribir en L'Osservatore Romano? De haberlo sabido, en una de esas, no te mandaba a rendir examen...", le dijo Jorge Bergoglio al santafecino Jorge Milia. "¿Quién podía decirme, hace cincuenta años, que iba a ser recibido por un papa neologista, que reinventa el latín, el español, el italiano...?", retrucó a Francisco su ex alumno.

El diálogo sucedió durante un encuentro que mantuvieron los dos amigos en el Vaticano hace poco más de dos meses. Allí papa Francisco elogió los comentarios de Milia, publicados por el L' Osservatore Romano, sobre sus argentinismos y neologismos. En cuanto asumió el pontificado, Francisco sorprendió con sus gestos y también con sus palabras. No sólo invitó a obispos y sacerdotes a "ser pastores con olor a oveja", sino que también comenzó a usar términos casi propios del lunfardo, del lenguaje popular porteño y de neologismos inventados a propósito de algo que quería acentuar. Cuando Francisco habló de "primerear", sobre todo en el Vaticano muchos se preguntaron qué quería decir. Entonces, Milia escribió el primero de sus artículos para el blog Terre d' America, que lidera Alver Metalli. "Tuvo tanta repercusión que me pidieron que continuara escribiendo sobre lo que llamaron bergoglismos y luego los comenzó a publicar L'Osservatore", cuenta Milia, autor del libro De la edad feliz , publicado en 2006 con prólogo de Bergoglio.

A la lista de términos comentados por él –que incluye las expresiones "primerear", "balconear", "ningunear", "pasarse de rosca", "pescar una idea", "hacer lío", "empacharse" y "misericordiar"–, se podrían sumar muchos otros como "rosquear", "sacar el cuero", tener "cara de vinagre", "salir de la cueva" o cuidarse de los "mercachifles". Consideradas como "la jerga de Bergoglio" o comobergoglismos , las expresiones del Papa provocan dolores de cabeza a los traductores y asombran a todos, excepto a quienes ya lo conocían.

Fueron repetidas las veces que Bergoglio pidió disculpas por pronunciar un término de tono vulgar o popular. Un ejemplo: en la homilía de la misa por la educación que celebró en abril de 2009 y en la que denunció que la droga se vendía en las puertas de los colegios, dijo: "(...) Tenemos que defender la cría, perdonen la palabra, y a veces este mundo de las tinieblas nos hace olvidar de ese instinto de defender la cría". Por eso, el padre Javier Klajner, responsable de la pastoral de la juventud de la arquidiócesis de la ciudad de Buenos Aires, afirmó a La Nación: "Mucho de lo que dice el Papa, sus expresiones y sus modos, nosotros lo vivíamos como una realidad". Y recordó que el ex arzobispo porteño describía a la Virgen como una mujer callejera. "Ustedes tienen que ser como ella, una mujer callejera y estar en la calle", les decía a los sacerdotes.

"Los bergoglianismos son como la síntesis de una catequesis ciento por ciento argentina que el Papa está exportando, está llevando al mundo, y no por fervor localista, sino por fervor misionero", planteó a La Nación VirginiaBonard compiladora de Nuestra fe es revolucionaria , un libro con homilías y mensajes de Bergoglio en sus tiempos como arzobispo porteño. Bonard, que también participó del acompañamiento que hizo la Iglesia a los familiares de las víctimas del incendio de Cromagnon, en la que murieron 194 jóvenes, recordó: "En una misa por el aniversario de esa tragedia, Bergoglio llamó santuario al local Cromagnon. Eso es mucho más que un neologismo. Es considerar que una porción de la ciudad se santuarizó por el dolor vivido por los citadinos, como decía él a veces, en vez de ciudadanos". Y agregó: "El Papa dice que prefiere una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma. Y él también. Es evidente que prefiere accidentarse en el uso de la palabra y los gestos que quedarse con algo en el buche".

Aquí publicamos algunas de las expresiones que despiertan curiosidad en el mundo y a las que en breve se sumarían otras como el "chamuyo de Dios", según anticipó Milia:

Primerear
"El Señor nos primerea, nos está esperando. pecas y te está esperando para perdonarte."
Cuando en Buenos Aires alguien lo escuchaba hablar de "primerear" y lo interrogaba sobre el origen del término, Jorge Bergoglio explicaba que provenía del lenguaje futbolístico porteño. Expresa la acción de llegar antes, ganar de mano a otro o tomar la iniciativa, y fue incorporado por Francisco en su primera exhortación apostólica, que dio a conocer esta semana.

Balconear
"No balconeen la vida. métanse en ella, como hizo jesús."
En uno de sus artículos, Milia explica que en el lunfardo porteño "balconear" quiere decir mirar desde el balcón como un espectador de los demás sin participar de lo que sucede. El ex alumno de Bergoglio recuerda que, en su adolescencia, participaban de una procesión de Corpus Christi por el centro de la ciudad. "Era típico ver muchos balconeros. Personas que se dedicaban a saludar a los procesionantes y hacer comentarios entre ellos", narra. Y agrega: "Y Bergoglio nos señalaba la situación y nos invitaba a no balconear la fe. El cristiano es un protagonista, no un espectador".

Pasarse de rosca
"¡Esta civilización mundial se pasó de rosca! (...) porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos: los jóvenes y los ancianos."
La alusión al "pasarse de rosca" encuentra su explicación en la mecánica, cuando una tuerca se ajusta más de lo debido, se rompe y gira en falso. Y también se usa para decir que alguien transgredió un límite o es vencido por la ansiedad. "Poco importa que la expresión se use para hablar de la droga o del alcohol, que no es demasiado diferente de abusar del poder, del dinero o de las influencias. El resultado es el mismo: ya no ve la realidad, ya no la «agarra» tal como es, la distorsiona exagerándola o la envilece mortificándola", dice Milia.

Hacer lío
"¿Qué espero como consecuencia de la Jornadade la Juventud? Espero lío (...) quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesiasalga a la calle (...)."
Para los argentinos "hacer lío" implica provocar alboroto, desorden, interrupciones, gritos y, como el mismo Francisco dijo: salir de lo preestablecido. Interpreta Milia que no siempre se usa para algo positivo como lo hace el Papa. Por eso, "asombra que todos, más allá de la inevitable instrumentalización política, están seguros de haber comprendido, precisamente por la fuerza y la expresividad de la frase, su significado positivo. Lo dijo el Papa , agregan. Y, por lo tanto, está claro. Por eso la expresión está cambiando de sentido. Es más, ya lo hizo. Más que cambiar, podemos decir que el Papa Francisco la ha transfigurado".

Ningunear
"No ninguneen al que sufre, al que no consigue trabajo o no tiene dinero."
Se "ningunea" a alguien cuando se lo subestima, se lo ignora. El Papa les pidió a los jóvenes que "no se dejen ningunear, vivan la fe" y también que "no ninguneen al que sufre". Al conmemorar su pasado compartido con Bergoglio, Milia comenta: "En aquellos días de colegio no importaba si esa recomendación apuntaba a otro profesor, a algunos compañeros que se suponían mejores que los demás, o a un desesperado amor juvenil que dándonos calabazas nos había hundido en la desesperanza".

Pescar una idea
"Para que vaya pescando lo que piensan los obispos."
Usar el verbo pescar como sinónimo de comprender es propio del lunfardo porteño. El Papa usó esta expresión en su diálogo con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando le obsequió el documento producido por la cumbre de obispos latinoamericanos en Aparecida, Brasil, en 2007.

Misericordiando
"Déjate misericordiar."
El Papa se permitió inventar un verbo luego de constatar las dificultades presentadas para traducir su lema: "Miserando atque eligendo". El lema se refiere a la elección que hizo Jesús de Mateo, un cobrador de impuestos, y se traduce como "lo miró con misericordia y lo eligió" o "amándolo lo eligió". Al ser interrogado por Milia sobre esto, Francisco explicó: "El gerundio latino miserando es intraducible en italiano y en español. A mí se me ocurrió traducirlo con otro gerundio que no existe: Misericordiando". Monseñor Víctor Manuel Fernández, al comentar la invitación de Bergoglio a dejarse "misericordiar", explica: "Invita a las personas que se llenan de culpas y escrúpulos a dejarse perdonar y envolver por la ternura del Padre Dios"



¿Quién traduce los lenguajes ficticios?

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El traductor español Mario Grande (quien con Mercedes Fernández Cuesta formó un tándem de traductores activo desde 1998)publicó la siguiente columna en El Trujamán del jueves 28 de noviembre pasado.

Lenguajes ficticios y traducción: caminos insospechados

Los lenguajes ficticios ocupan un lugar peculiar en libros, cómics, películas y videojuegos. No solo por su función narrativa, sino también por cuestiones asociadas a la traducción. Su presencia suele vincularse a entornos utópicos/distópicos, mundos mágicos, el espacio exterior. En ellos se hablan, se escriben, se leen y se escuchan, entre otros, la neolengua de Orwell (1984), el sindarin de Tolkien (El Señor de los Anillos) y el klingon de Marc Okrand (Star Trek), el nasdat de Burgess (La naranja mecánica) y el sildaviano de Hergé (El cetro de Ottokar), el na’vi de Paul Frommer (Avatar), las siete lenguas mágicas en la saga de Harry Potter de J. K. Rowling, los cerca de ciento cuarenta idiomas de los episodios de La guerra de las galaxias, obra de multitud de creadores, o el valiriano de Juego de tronos, inspirado en las novelas de George R. R. Martin. De algunos lenguajes ficticios solo se tiene vaga noticia o se conocen unas pocas palabras, en tanto que otros se nos presentan con un notable desarrollo histórico, social y gramatical: léxico, alfabeto, morfología y sintaxis, incluso cierta literatura. Los lenguajes ficticios pueden inspirarse en lenguas conocidas —identificándose con ellas, como la neolengua y el inglés de mediados del siglo xx— de las que extraen cualidades que refuerzan su función narrativa. Rasgo común a todos ellos es su potencia comunicadora anterior a la traducción. Por ejemplo, de la neolengua sabemos que es una lengua en continua reelaboración y reescritura (se está redactando la undécima edición del Diccionario) mediante la destrucción de palabras, procedimiento considerado por el Gran Hermano más útil que la traducción (tildada de falsificación) para lograr el objetivo de anular la facultad humana del lenguaje como expresión del pensamiento hacia el año 2050 (dos vueltas de tuerca al lenguaje de Houyhnhnms y Yahoos en la sátira de Swift). El lector difícilmente puede sustraerse al horror de una lengua sin pasado ni futuro. En otros casos, el recurso a lenguas célticas como el galés basta para revestir al relato de la Tierra Mediade un expresivo manto de mítica antigüedad. El nadsat, que se sirve del ruso, funciona eficazmente como argot en plena guerra fría (como el fugaz runglish de Arthur Clarke en2001: una odisea del espacio). Lo mismo que el sildaviano, inspirado en el dialecto holandés de Bruselas), da cuenta de la «Anschluss» de Sildavia por Borduria. Otros lenguajes ficticios van derechos a provocar la emoción mediante la sonoridad, el tono, la frecuencia: el na’vi asociado con la inocencia, igual que el lenguaje de los ewoks (de tonalidad tibetana) o el hutés (de fonética quechua). Como si los lenguajes ficticios llegaran más profundamente. Y más allá de las fronteras del lenguaje humano, sirven de medio de comunicación entre humanos, no humanos y máquinas androides. Su máxima expresión sería C-3PO, el simpático robot dorado de La guerra de las galaxias capaz de traducir seis millones de idiomas (lo que le convertiría en patrono, honra y prez de los traductores electrónicos, siempre que no le extraigan la memoria artificial, claro).

La pregunta es: ¿quién traduce los lenguajes ficticios? Paradójicamente, esta labor no la efectúa el traductor, pues no ha tenido oportunidad de formarse en esos lenguajes. La traducción, cuando procede, (o, quizá mejor, una suerte de metatraducción dentro del texto en cuestión) recae en manos del autor, creador del lenguaje ficticio y único conocedor del mismo, a diferencia del mito de Babel. Al traductor le cabría intervenir en el caso de que fueran precisas adaptaciones. Alguien como Coetzee sugeriría que este tipo de lenguajes son una manifestación autoritaria por cuanto no son interactivos, sociales. Abogaría por el silencio. Alguien como Rushdie lo celebraría por lo que tiene de híbrido o ecléctico. Internet ha modificado los términos del debate, permitiendo la continuación del proceso de creación y traducción de estos idiomas ficticios colectivamente, transformando lo que quizá naciera con voluntad hermética de creación de la imagen del Otro Absoluto en acto de comunicación.


"¿Hasta qué extremos se puede llevar el arte de la edición?"

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La revista colombiana El Malpensante, publicó en su número 65, correspondiente a octubre de 2005, la siguiente conferencia de Roberto Calasso, con traducción de Teresa Ramírez Vadillo, que nos envío la traductora mexicana Lucrecia Orensanz. En la bajada se lee: “Resulta fácil saber en qué consiste una mala editorial. Las hay por decenas y todas se parecen mucho en la mezcla de mercantilismo y miopía. En cambio, no existe una fórmula cierta para hacer una buena. El autor de este ensayo, sin embargo, puede hablar del tema con conocimiento de causa, pues la suya ha sido durante años una de las mejores editoriales en lengua italiana”.

La edición como género literario

Quisiera hablarles de algo que generalmente se da por entendido, pero luego no se revela como obvio en absoluto: el arte de publicar libros. Y primero quisiera detenerme un instante en la noción de edición en sí, porque me parece que está envuelta en una notable cantidad de equívocos. Si se le pregunta a alguien: ¿qué es una editorial?, la respuesta habitual, y también la más razonable, es la siguiente: se trata de un ramo secundario de la industria, en el cual se trata de hacer dinero publicando libros. Y ¿qué debería ser una buena editorial? Una buena editorial sería —si se me concede la tautología— la que supuestamente publica, dentro de lo posible, sólo buenos libros. O sea, para usar una definición rápida, libros de los que el editor tienda a estar orgulloso, y no a avergonzarse de ellos. Desde este punto de vista, una editorial semejante difícilmente podría revelarse de particular interés en términos económicos. Publicar buenos libros nunca ha vuelto espantosamente rico a nadie. O, por lo menos, no en una medida comparable con lo que puede suceder abasteciendo al mercado de agua mineral o computadores o bolsas de plástico. Al parecer, una empresa editorial puede producir ganancias notables sólo a condición de que los buenos libros sean sumidos entre muchas otras cosas de calidad muy diferente. Y cuando están sumidos, se pueden anegar fácilmente —y así desaparecer por completo.

Luego, será bueno recordar que la edición en numerosas ocasiones ha demostrado ser una vía rápida y segura para derrochar y chuparse patrimonios sustanciosos. Se podría además agregar que, junto con  roulette y cocottes, fundar una editorial siempre ha sido, para un joven de nobles orígenes, una de las maneras más eficaces de despilfarrar su fortuna. De ser así, la pregunta es cómo es que el papel del editor ha atraído a lo largo de los siglos a un número tan alto de personas —y continúe considerándose fascinante y, en cierto modo, misterioso también hoy—. Por ejemplo, no es difícil darse cuenta de que no hay título más codiciado por ciertos poderosos de la economía, quienes con frecuencia se lo conquistan literalmente a un precio de oro. Si esas personas pudiesen afirmar que publican verduras congeladas, en vez de producirlas, presumiblemente serían felices. Se puede entonces llegar a la conclusión de que, además de ser un ramo de los negocios, la edición siempre ha sido una cuestión de prestigio, no por nada sino porque se trata de un género de negocios que es a la vez un arte. Un arte en todos los sentidos, y seguramente un arte peligroso porque, para practicarlo, el dinero es un elemento esencial. Desde este punto de vista, bien se puede sostener que muy poco ha cambiado desde los tiempos de Gutenberg.

Y sin embargo, si pasamos la mirada por cinco siglos de edición tratando de pensar en la edición misma como un arte, en seguida vemos surgir paradojas de todo tipo. La primera podría ser ésta: ¿con base en qué criterios se puede juzgar la grandeza de un editor? Sobre esta cuestión, como solía decir un amigo mío español, “no hay bibliografía”. Se pueden leer estudios muy doctos y minuciosos sobre la actividad de ciertos editores, pero muy rara vez se encuentra un juicio sobre su grandeza, como en cambio sucede normalmente cuando se trata de escritores o pintores. ¿De qué estará hecha, entonces, la grandeza de un editor?

Trataré de responder a la pregunta con algunos ejemplos. El primero, y quizá el más elocuente, nos remite a los orígenes de la edición. Con la impresión ocurrió un fenómeno que se repetiría más tarde con el nacimiento de la fotografía. Al parecer hemos sido iniciados en estas invenciones por maestros que inmediatamente han alcanzado una excelencia inigualable. Si se quiere entender lo esencial de la fotografía, basta estudiar la obra de Nadar. Si se quiere entender qué puede ser una editorial, basta echar un vistazo a los libros impresos por Aldo Manuzio. Él fue el Nadar de la edición, el primero en imaginar una editorial en términos de forma. Y aquí la palabra “forma” se entiende de muchas y diferentes maneras. En primer lugar, la forma es decisiva en la elección y en la secuencia de los títulos a publicar. Pero la forma tiene que ver también con los textos que acompañan a los libros, además de la manera en que el libro se presenta como objeto. Por eso incluye la portada, el diseño, la compaginación, los caracteres, el papel. El propio Aldo solía escribir bajo la forma de cartas o epistulae aquellos breves textos introductorios que son los precursores no sólo de todas las introducciones, prefacios y epílogos modernos, sino también de todas las solapas de los forros, los textos de presentación a los libretos y la publicidad de hoy. Fue aquél el primer indicio del hecho de que todos los libros publicados por cierto editor podían ser vistos como eslabones de una misma cadena, o segmentos de una serpiente de libros, o fragmentos de un solo libro formado por todos los libros publicados por ese editor. Ésta, obviamente, es la meta más audaz y ambiciosa para un editor, y así ha persistido desde hace quinientos años. Y si les parece que se trata de una empresa impracticable, bastará recordar que también la literatura, si no oculta en su fondo lo imposible, pierde toda magia. Algo similar creo que se puede decir de la edición —o al menos de ese particular modo de ser editor, que ciertamente no ha sido practicado muy a menudo a lo largo de los siglos, pero a veces con resultados memorables—.

Para dar una idea de lo que puede nacer de esta concepción de la edición, me referiré a dos libros impresos por Aldo Manuzio. El primero fue publicado hace quinientos dos años con el abstruso título Hypnerotomachia Poliphili, que significa “Batalla de amor en sueños”. Pero ¿de qué se trata? Era lo que hoy se llamaría una “primera novela”. Y, además, de autor desconocido (y hasta hoy enigmático), escrita en una suerte de lenguaje imaginario, una especie de  Finnegans Wake compuesto sólo de mescolanzas e hibridaciones de palabras latinas e italianas. Una operación más bien arriesgada, se diría. Pero ¿qué aspecto tenía el libro? Era un volumen en folio, ilustrado con magníficos grabados que constituían una perfecta contraparte visual del texto. Lo que es aún más arriesgado. Pero llegados a este punto debemos agregar algo: según la inmensa mayoría de los apasionados de libros, éste es el libro más bello jamás impreso. Lo que puede ser verificado por cada uno de ustedes, si acaso les cayera en las manos una copia de aquella edición o también, en el peor de los casos, un buen facsímile. Aquel libro era obviamente un golpe de genio, único e irrepetible. Y al crearlo, el editor tuvo una función capital. Pero no deben pensar que Manuzio era grande sólo como preparador de tesoros para los bibliófilos de los siglos venideros. El segundo ejemplo que tiene que ver con él va en una dirección completamente distinta: tres años después de la Hypnerotomachia, en 1502, Manuzio publicó una edición de Sófocles en un formato que él quiso definir como parva forma, pequeña forma: es el primer libro de bolsillo de la historia, el primer paperback. Literalmente, el primer libro que se podía meter en un bolsillo. Al inventar un libro de tal formato, Manuzio transformó los gestos que acompañan a la lectura. Así, el acto mismo de leer mutó de manera radical. Observando el frontispicio, se puede admirar la elegancia del caracter griego cur-sivo que aquí es usado por primera vez y en seguida se convirtió en un valioso punto de referencia. Por eso, Manuzio fue capaz de alcanzar dos resultados opuestos: por un lado, crear un libro como la Hyp-nerotomachia Poliphili que jamás tendría igual, y es casi el arquetipo del libro único. Por otro, crear un libro completamente distinto, como el Sófocles, que en cambio sería copiado millones y millones de veces en todas partes, hasta hoy.

No diré más sobre Aldo Manuzio porque ya veo perfilarse una pregunta en su mente, pregunta que se podría formular así: bien, todo eso es fascinante y pertenece a las glorias del renacimiento italiano, pero ¿qué tiene que ver con nosotros y con los editores de hoy, anegados por la marea creciente de CD-ROM, sitios de Internet, e-book y DVD —por no hablar de los diversos incestuosos connubios entre todos estos mecanismos—? Si tuvieran la paciencia de seguirme todavía unos instantes, trataré de dar una respuesta a esta pregunta usando otro ejemplo. En efecto, si les dijera sin medias tintas que a mi parecer un buen editor de nuestros días debería simplemente tratar de hacer lo que hacía Manuzio en Venecia en el primer año del siglo XVI, ustedes podrían pensar que estoy bromeando —aunque no bromeo para nada—. Entonces les hablaré de un editor del siglo XX, precisamente para mostrarles cómo actuó exactamente de ese modo, aunque en un contexto totalmente distinto. Se llamaba Kurt Wolff. Era un joven alemán, elegante, rico, pero tampoco demasiado. Quería publicar nuevos escritores de alta calidad literaria. Entonces inventó para ellos una colección de cuadernos más bien inusitados, de formato vertical, llamada “Der Jüngste Tag”, “El Día del Juicio”, un título que hoy parece completamente apropiado para una colección de libros que salieron en Alemania durante la Primera GuerraMundial. Si dan una ojeada a estos libros de color negro, delgados y austeros, con las etiquetas pegadas encima, como sobre cuadernos de escuela, quizá se pondrán a pensar: ¿es así que debería presentarse un libro de Kafka? Y, en efecto, varios de los relatos de Kafka fueron publicados en esta colección. Entre ellos, La metamorfosis, en 1917, con una bella etiqueta azul y marco negro. En esa época Kafka era un joven escritor poco conocido y extremadamente discreto. Pero, leyendo las cartas que Kurt Wolff le es-cribía, se darán cuenta en seguida, por su exquisito tacto y delicadas atenciones, que el editor simplemente sabía quién era su interlocutor.

Kafka, por lo demás, no era ciertamente el único joven escritor publicado por Kurt Wolff. Ese mismo año 1917, más bien turbulento para la edición, Kurt Wolff recogió en un almanaque, que llevaba por título  Vom Jüngsten Tag, textos de algunos jóvenes autores. He aquí el almanaque y he aquí algunos de los autores: Franz Blei, Albert Ehrenstein, George Heym, Franz Kafka, Else Laske-Schüler, Carl Sternheim, George Trakl, Robert Walser. Son los nombres de los jóvenes escritores que en ese año se encontraron reunidos bajo el techo del mismo joven editor. Y esos mismos nombres, ninguno excluido, vuelven a entrar en la lista de los autores esenciales que un joven hoy debe leer si quiere saber algo de la literatura en lengua alemana de los primeros años del siglo XX.

Llegados a este punto, mi tesis debería mostrarse bastante clara. Aldo Manuzio y Kurt Wolff no hicieron nada sustancialmente distinto, a distancia de cuatrocientos años el uno del otro. De hecho, practicaban el mismo arte de la edición —si bien este arte puede pasar inadvertido a los ojos de los demás, editores incluidos—. Y este arte puede ser juzgado en ambos casos con los mismos criterios, el primero y el último de los cuales es la forma: la capacidad de dar forma a una pluralidad de libros como si fueran los capítulos de un único libro. Y todo ello teniendo cuidado —un cuidado apasionado y obsesivo— de la apariencia de cada volumen, de la manera en que se presenta. Y, finalmente, también —y no es ciertamente el punto de menor importancia— de cómo ese libro puede ser vendido al más alto número de lectores.

Hace aproximadamente cuarenta años Claude Lévi-Strauss propuso considerar una de las actividades fundamentales del género humano —cabe aclarar, la elaboración de mitos— como una forma particular de bricolaje. Después de todo, los mitos están constituidos de elementos ya preparados, muchos de ellos derivados de otros mitos. Llegados a este punto sugiero sumisamente considerar también el arte de la edición como una forma de bricolaje. Traten de imaginar una editorial como un único texto formado no sólo de la suma de todos los libros que ha publicado, sino también de todos sus otros elementos constitutivos, como las portadas, las solapas, la publicidad, la cantidad de copias impresas o vendidas, o las diversas ediciones en las que ha sido presentado el mismo texto. Imaginen una editorial de esta manera y se encontrarán inmersos en un paisaje muy singular, algo que podrían considerar una obra literaria en sí, perteneciente a un género específico. Un género que se jacta de sus clásicos modernos: por ejemplo, los vastos dominios de Gallimard, que de las tenebrosas florestas y de los pantanos de la “Série Noire” se extienden a los altiplanos de la “Pléiade”, pero incluyendo varias graciosas ciudades de provincia o asen-tamientos turísticos que a veces se parecen a los pueblos Potëmkin de cartón, levantados en este caso no por la visita de Catalina, sino por una temporada de premios literarios. Y bien sabemos que, cuando llega a expandirse de esta manera, una editorial puede adquirir un cierto carácter imperial. Así, el nombre Gallimard resuena hasta los limbos más remotos adonde se extiende la lengua francesa. O, en otra vertiente, podríamos encontrarnos en las vastas haciendas de Insel Verlag, que dan la impresión de haber pertenecido por mucho tiempo a un iluminado señor feudal que al final ha dejado sus propiedades a los más devotos y probados intendentes... No quiero insistir más, pero ya ven que de este modo se podrían concebir mapas muy detallados.

Considerando a las editoriales desde esta perspectiva, se mostrará quizá más claro uno de los puntos más misteriosos de nuestro oficio: ¿por qué un editor rechaza cierto libro? Porque se da cuenta de que publicarlo sería como introducir un personaje equivocado en una novela, una figura que arriesgaría desequilibrar al conjunto o desvirtuarlo. Un segundo punto concierne al dinero y a las copias: siguiendo esta línea, se estará obligado a tomar en consideración la idea de que la capacidad de hacer leer (o, por lo menos, comprar) ciertos libros es un elemento esencial de la calidad de una editorial. El mercado —o la relación con ese desconocido, oscuro ser llamado “el público”— es la primera ordalía del editor, en la acepción medieval del término: una prueba de fuego que puede también convertir en humo considerables cantidades de billetes. Por lo tanto, se podría definir a la edición como un género li-terario híbrido, multimediático. E híbrido sin duda lo es. En cuanto a que se mezcla con otros media, se trata de un hecho ya obvio. No obstante, la edición, como juego, sigue siendo fundamentalmente ese mismo viejo juego que Aldo Manuzio practicaba. Y un nuevo autor que se nos viene encima con un libro abstruso es para nosotros parecido al aún elusivo autor de la novela intitulada Hypne-rotomachia Poliphili. Hasta que este juego dure, estoy seguro de que siempre habrá alguien dispuesto a jugarlo con pasión. Pero si un día las reglas tuvieran que cambiar radicalmente, como a veces estamos inducidos a temer, estoy igualmente seguro de que sabremos convertirnos a alguna otra actividad —y podremos también reencontrarnos en torno a una mesa de roulette, o de écarté o de black jack.

Quisiera cerrar con una última pregunta y una última paradoja. ¿Hasta qué extremos se puede llevar el arte de la edición? ¿Es posible aún concebirla en circunstancias en que lleguen a faltar ciertas condiciones esenciales suyas, como el dinero y el mercado? La respuesta —sorprendentemente— es afirmativa. Al menos si observamos un ejemplo que nos ha llegado de Rusia. En plena Revolución de Octubre, en esos días que fueron, en las palabras de Aleksandr Blok, “una mezcla de angustia, horror, penitencia, esperanza”, cuando las imprentas ya habían sido cerradas por tiempo indeterminado y la inflación hacía subir los precios de hora en hora, un grupo de escritores —entre los cuales estaban un poeta como Chodasevic y un pensador como Berdajaev, además del novelista Michail Osorgin, que fue luego el cronista de esos eventos— pensó bien en lanzarse a la empresa aparentemente insensata de abrir una Librería de los Escritores, que permitiera a los libros, y sobre todo a ciertos libros, circular aún. Pronto la Librería de los Escritores se convirtió, en las palabras de Osorgin, en “la única librería en Moscú y en toda Rusia en la que cualquier hijo de vecino podía adquirir un libro ‘sin autorización’ ”.

Lo que Osorgin y sus amigos hubieran querido crear era una pequeña editorial. Pero las circunstancias lo hacían imposible. Entonces usaron la librería como una suerte de doble de una editorial. Ya no un lugar donde se producían libros nuevos, sino donde se trataba de dar hospitalidad y circulación a los libros numerosísimos —a veces preciosos, a veces comunes, con frecuencia dispares, pero, como sea, destinados a estar desperdigados— que el naufragio de la historia hacía arribar al mostrador de su negocio. Lo importante era mantener con vida ciertos gestos: continuar tratando a esos objetos rectangulares de papel, hojearlos, ordenarlos, hablar de ellos, leerlos en los intervalos entre una tarea y otra, en fin, pasarlos a otros. Lo importante era constituir y mantener un orden, una forma: reducido a su definición mínima e irrenunciable, ése es justamente el arte de la edición. Y así fue practicado en Moscú entre 1918 y 1922, en la Librería de los Escritores. Que alcanzó el acmé de su noble historia cuando los fundadores de la librería decidieron, visto que la edición tipográfica era impracticable, iniciar la publicación de una serie de obras en un único ejemplar escrito a mano. El catálogo completo de estos libros literalmente únicos se quedó en la casa de Osorgin en Moscú y al final se perdió. Pero, en su fantasmagoría, queda como el modelo y la estrella polar para quienquiera que trate de ser editor en tiempos difíciles. Y los tiempos siempre son difíciles.
  
Nota del editor - Esta conferencia pertenece al libro La locura que viene de las ninfas y otros ensayos de la editorial Sexto Piso.



Murió el editor independiente André Schiffrin

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La noticia fue publicada ayer, sin firma, en la edición digital de la revista Ñ. Allí se lee que "André Schiffrin, el editor independiente franco-estadounidense que publicó a autores como Michel Foucault, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvo Beauvoir, Marguerite Duras y Günter Grass en los Estados Unidos, murió el domingo en París a los 78 años. Schiffrin, uno de los hombres más importantes del mundo de la las Letras estadounidenses, falleció en la ciudad en la que había nacido en 1935 y de la que emigró a los 6 años, huyendo de la persecución nazi que había invadido Francia. Heredó una editorial pero sobre todo la pasión por el oficio de su padre, pero cuando los resultados económicos no fueron buenos, fue separado de su cargo: decidió entonces fundar una nueva. A la vez, escribió durante su carrera algunos libros con reflexiones sobre su trabajo, como El control de la palabraLa edición sin editoresUna educación política y El dinero y las palabras."

Luego, éste es el artículo que le dedica Wikipedia: "Schiffrin fue hijo de Jacques Schiffrin, un ruso judío que emigró a Francia y brevemente tuvo éxito allí como editor de la Bibliothèque de la Pléiade, que él fundó, y que fue comprada por Gallimard, hasta que fue despedido a causa de las leyes antijudíos impuestas por el  régimen de Vichy. Jacques Schiffrin y su familia tuvieron que huir y finalmente encontraron refugio en los Estados Unidos. Como el más joven, Schiffrin recuerda en su autobiografía, Una educación política: entre París y Nueva York (2008), que experimentó la vida en dos países como el hijo de un intelectual judío.Durante casi 30 años Schiffrin fue director de la editorial Pantheon Books, donde fue parcialmente responsable de la introducción de la obra de Pasternak y Foucault , entre otros. En 1990 Schiffrin fue despedido de Pantheon Books y fundó la organización no lucrativa The New Press, explicando que lo hizo debido a las tendencias económicas que le impedían la publicación de libros serios. Schiffrin analizó lo que consideró como la crisis en la edición occidental en sus libros. Falleció en París el 1 de diciembre de 2013 a los 78 años, a causa de un cáncer de páncreas".


Una nueva traducción casi secreta de T.S. Eliot

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Es sabido que a través de las distintas épocas por las que ha transcurrido no ha sido una de las virtudes de la Academia Argentina de Letras comunicar correctamente lo que hace más allá del limitadísimo ámbito de los académicos. La noticia de la publicación en marzo pasado de una nueva versión de The Waste Land, esta vez traducida por Rolando Costa Picazo se suma a la lista de esas informaciones que no llegan a buen puerto, habida cuenta de que muchos de los participantes de este blog son poetas, lectores y/o traductores de poesía de lengua inglesa y, por lo que pudimos averiguar, nadie estaba enterado. Se transcribe entonces a continuación la noticia de la publicación de ese volumen, según la oficina de prensa que la AAL publicó en su sitio ¡en marzo de este año!.

Novedades Editoriales
de la Academia Argentina de Letras

Obra que consta de un estudio y la traducción completa del poema The Waste Land, del escritor anglo-estadounidense Thomas Stearns Eliot y publicado en 1922.

The Waste Land (La tierra baldía) es considerado uno de los poemas más importantes del siglo XX y es el que consagraría y haría mundialmente célebre a T. S. Eliot. En su diseño final había intervenido su amigo Ezra Pound.

Sobre The Waste Land, Rolando Costa Picazo, responsable de ésta reedición crítica del poema, dice: "Cambió el mapa poético de manera radical. Se trataba de un poema largo, algo poco común en ese momento; de hecho, constituía una vuelta a los poemas extensos de los siglos XVIII y XIX, solo que con diferencias radicales, como una técnica de yuxtaposición y fragmentariedad, el uso de ecos y alusiones, y un despliegue de erudición que lo hacía particularmente difícil y oscuro (...) Es un poema secuencial de estructura cinematográfica, con dominio del montaje, o estructura musical, con recurrencia de imágenes y temas, como melodías que se repiten (...) El poema contiene viñetas narrativas, también descripciones, meditaciones, pasajes líricos, comentarios satíricos, citas (...) Estructuralmente, está dividido en cinco partes. La primera sección tiene que ver con la pérdida de la fe, esperanza y vitalidad; presenta la tierra desolada (el desierto), el jardín y la ciudad, e introduce algunos personajes; la segunda presenta dos ejemplos de relaciones humanas insatisfactorias, una en la clase alta, otra en la baja: contarpunto y contraste; la tercera parte ofrece una serie de crisis y reveses amorosos, traiciones, adulterios, seducciones; la cuarta, brevísima, quizás ambigua por su brevedad misma, sugiere desesperación nihilista, o quizás una esperanza de alivio trascendental; la quinta parte es catástrofe y apocalipsis".

La obra incluye el poema en su original idioma inglés y la traducción en paralelo al español.


ÍNDICE
Estudio preliminar.
La tierra desolada.
Notas de Eliot a The Waste Land.
Notas de Rolando Costa Picazo.
- El título.
- El epígrafe.
- I. El entierro de los muertos.
- II. Una partida de ajedrez.
- III. El sermón del fuego.
- IV. Muerte por agua.
- V. Lo que dijo el trueno.
Bibliografía y obras mencionadas.
- General.
- Sobre Eliot.

Se quedó de pasta de boniato

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En su blog El traductor en la sombra, Isabel García Cutillas (foto) (Traductora autónoma de alemán y catalán a español especializada en textos técnicos y financieros • Traductora-intérprete jurada de alemán nombrada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación español • Correctora ortotipográfica • Licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Alicante con Premio Extraordinario de Licenciatura • Socia de Asetrad) subió el 19 de mayo de 2012 la siguiente entrada, donde habla de los correctores. Su experiencia, delicadamente expresada, es la de todos, por lo que no está de más recordarla.

Cuando el revisor, en vez de corregir, destroza


No hay mejor complemento para un traductor que un buen revisor, ese ser que perfecciona y ratifica la buena calidad de una traducción bien hecha o que enmienda las meteduras de pata de las traducciones mal hechas. No hay mejor garantía de calidad que pasar un texto por las manos de dos profesionales cualificados: uno que trasvasa la información de un idioma a otro y otro avezado en la detección de incorrecciones y ducho en el arte de pulir traducciones ajenas.

Trabajar con un buen revisor es un placer y una de las mejores formas de aprender y de mejorar la calidad de nuestras traducciones. De igual manera, que te toque lidiar con un mal revisor o, peor aún, con un revisor cuyos conocimientos son inferiores a los tuyos, es una de las peores torturas de la humanidad. Que destrocen tu traducción y, además, tengas que justificar por qué los cambios del revisor son incorrectos es una situación que puede desesperar hasta al más templado.

A lo largo de mis seis años de carrera profesional, yo misma he ejercido de revisora en muchas ocasiones, unas veces con más acierto que otras. Asimismo, he tropezado con revisores de todo tipo: revisores excelentes que realmente se dedican a corregir errores y mejorar el resultado final; revisores buenos, pero con el molesto defecto de hacer todo tipo de cambios insustanciales que en nada alteran la traducción (por ejemplo, sustituir no obstante por sin embargo), y revisores desquiciantes que, lejos de mejorar la traducción, la empeoran. El peor de los casos se da cuando un revisor demuestra claramente que no está capacitado para realizar ese trabajo, y a este respecto tengo una anécdota que perdura en mi memoria aun después de mucho tiempo.

Hace varios años, pocos meses antes de terminar la carrera, una empresa de comunicación española se puso en contacto conmigo y me propuso hacer una prueba de traducción de castellano a catalán como antesala para futuras colaboraciones. Como soy prácticamente bilingüe en catalán (valenciano) y la empresa era uno de mis primeros clientes potenciales, acepté encantada. Hice la prueba, que consistía en traducir un breve artículo de prensa, y la envié. Al cabo de unas semanas, tras preguntarles por la prueba, me comunicaron los resultados. Cuál fue mi sorpresa cuando leí esto:

En general, bien.

[...]

No obstante, llama muchísimo la atención el uso de la palabra “hui” como traducción de “hoy”. Diccionario en mano, esta palabra significa, efectivamente, ‘hoy’, aunque se trata de un dialectalismo anticuado, sin que haya absolutamente nada que justifique su uso. En mi opinión, este error desvirtúa toda la traducción. … Quizá se trate simplemente de un error y el traductor quería escribir “avui” (que sería lo correcto).

Me quedé de pasta de boniato. ¿Que hui es un dialectalismo anticuado injustificado? ¿Que lo correcto es avui? ¿Que has tenido que mirarlo en un diccionario? Para que os hagáis una idea, eso es como decirle a un argentino que, diccionario en mano, el vos existe, pero que se trata de un uso anticuado sin justificación a día de hoy, y que lo correcto es decir . Cualquiera que realmente sepa catalán/valenciano o viva en la Comunidad Valenciana sabrá que hui es el adverbio que se utiliza por estos lares para decir hoy, si bien en Cataluña se dice avui. No hay más que echarle un vistazo, por ejemplo, a Canal 9, la televisión autonómica valenciana. Curioso arcaísmo aquel que se utiliza hoy en día en los medios de comunicación… Así pues, el revisor se puso doblemente en evidencia: por un lado, por no saber que hui es un adverbio de uso corriente en valenciano; por otro lado, por haber tenido que recurrir al diccionario para buscarlo, cuando cualquiera que realmente sepa catalán conoce o debería conocer esa palabra. Por aquel entonces yo era demasiado pardilla para replicar y lo dejé correr, pero hoy no lo haría.

En definitiva, mi conclusión basada en la experiencia es que hay que tener paciencia y diplomacia con los malos revisores y agradecer infinitamente el trabajo de los buenos revisores, que son uno de los mejores regalos y una de las mejores fuentes de aprendizaje para un traductor.


¿Sabía usted que en China a los traductores extranjeros se los premia?

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Jorge E. Malena
Es casi el fin de año, por lo que las noticias tardías (ésas que se nos pasaron y que ahora descubrimos) están a la orden del día. La siguiente fue publicada por Xinhua (¿?) en el diario La Estrella, de Panamá, el 2 de julio de este año.

Premian a traductores extranjeros 
por promover cultura china

Ezra Vogel, un experto estadounidense sobre China, junto con otros cinco extranjeros recibieron hoy el Premio Especial del Libro de China por promover la cultura china alrededor del mundo. Los otros ganadores del premio incluyen al sinólogo italiano Lionello Lanciotti, al escritor argentino Jorge E. Malena, al escritor egipcio Mohsen Said Fergani y al editor indonesio Yoza Suryawan, dijo la Administración Generalde Impresión, Edición, Radio, Cine y Televisión de China. 

La traductora sueca Anna Gustafsson Chen, quien ha traducido obras del primer escritor chino ganador del Premio Nobel de Literatura, Mo Yan, también recibió un reconocimiento. El Premio Especial del Libro de China fue establecido en 2005 para reconocer a traductores, escritores y editores extranjeros por su contribución al conocimiento de la cultura china en el mundo. Un total de 33 expertos extranjeros de 14 países han recibido el premio.


Para curiosear

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Silvia Senz Bueno, como siempre infatigable, nos ha enviado un link para acceder al Manual del Traductor, del Servicio de Traducción al Español de la ONU.

Más allá de las fuentes usadas para su confección (que, por supuesto, son mejorables), acaso preste algún servicio y disipe alguna duda. Por eso, juntamente con el Índice, se pega el vínculo a continuación:

Presentación
Preámbulo
Índice:

La Documentación en la Secretaría
Introducción | La Traducción en el Departamento | Distribución de
los trabajos dentro del Servicio | Identificación de los documentos

Normas Generales
Mayúsculas: ONU | Mayúsculas: Ortografía de la lengua española |
Cursiva (itálica) | Numerales | Abreviaturas | Símbolos | Fechas |
Horas | Señas | Latinismos | Novedades ortográficas (RAE)

Normas Particulares
Elementos que no se traducen | Orden alfabético | Nombres
geográficos | Nombres propios | Capítulos y demás divisiones |
Notas de pie de página | Forma de citar las resoluciones | Reunión,
sesión, período de sesiones (session/meeting) | Programa,
orden del día o agenda (agenda) | Revisiones, enmiendas y
correciones | Mención de páginas | Citas textuales y glosas |
Textos presentados en español | Publicaciones de las Naciones
Unidas | Títulos | Leyes, partidos políticos, cargos o entidades |
Nombres de organizaciones no gubernamentales | Votaciones |
Tratamientos | Nota de género

Tipos de Documentos
Introducción | Modelos | Memorias de traducción | Programa de la
Asamblea General | Documentos presupuestarios | Diario | Notas
para el Presidente | Pink tickets | Resoluciones y decisiones de la
Asamblea General | Resoluciones y declaraciones de la Presidencia
del Consejo de Seguridad | Otras resoluciones | Actas resumidas |
Cartas | Notas verbales | Documentos sin signatura | Respuestas
recibidas de gobiernos y organizaciones

Link:
http://conf-dts1.unog.ch/1%20SPA/Tradutek/NY/00-ManualDelTraductor.Oct2012.pdf

La larga marcha de Don Quijote en China

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“El Quijote es uno de los libros más traducidos de nuestra lengua. Pero las diferentes versiones al chino son una historia en sí misma.” Así dice la bajada de la nota publicada el 11 de noviembre pasado en la edición digital de la revista Ñ, con firma de Guillermo Bravo.






El Quijote y Sancho recorren China

La primera traducción del Quijote fue de 1612, siete años después de que fuera editado en Madrid por Francisco Robles. Desde la primera publicación de la obra en español, el inglés Thomas Shelton, especialista en lenguas romances, se sintió  atraído por la historia del caballero loco y publicó The History of the Valorous and Wittie Knight-Errant, Don Quixote of the Mancha .

Para ese año, el libro era ya un éxito en España, se perfilaba como un clásico popular y comenzaba a iniciar un camino que lo llevaría a conquistar Europa en una década. La traducción de Shelton llamó la atención del francés César Oudin, secretario y traductor oficial –del español, italiano y portugués– de Enrique IV. Oudin viajó a Madrid y se hizo de un ejemplar de la obra cuya primera parte publicaría en francés en 1614.

Pero la marcha del Quijote hacia otros continentes se hizo más larga, especialmente en Asia. Mientras Shelton y Oudin compartían en sus países las travesías del hidalgo caballero, China estaba bajo el mando del emperador Wanli, quien sería seguido por el emperador Tianqi en 1620, y se acercaba al fin de la Dinastía Ming (1368 - 1644), cuando Tianqi diera poder absoluto a Wei Zhongxian, el eunuco más poderoso que ha visto China y quien impondría un régimen de terror, en medio de una crisis económica y grandes hambrunas.

Si bien China fue uno de los primeros países asiáticos en tener una versión del Quijote, debió esperar hasta 1922, cuando apareció la primera versión aproximativa, convirtiéndose además en el primer libro de la literatura española traducida al mandarín.

Durante siglos, China fue un imperio cerrado culturalmente al occidente, más preocupado por mantener su equilibrio interno y beneficiarse del comercio internacional. A partir de fines del siglo XVII, con la continua llegada de misioneros europeos, se iniciaron algunas actividades de traducción en colaboración de letrados nativos.

La primera versión del Quijote en mandarín tradicional llevó el título de Moxiazhuan, literalmente "Biografía del Caballero Loco" . Fue publicada en Shanghai y fue traducida desde el inglés por el escritor Lin Shu y su ayudante Chen Jialin.

Ninguno de los dos sabía español y sólo Chen entendía inglés. Por lo que diseñaron un modelo de trabajo conjunto: Chen leía, y traducía en voz alta, y Lin Shu, anotaba reinterpretando a su manera.

Esta versión puede considerarse una traducción de una traducción de una traducción: del español al inglés, del inglés al chino hablado y del mandarín hablado al mandarín antiguo.

El primer error que se le señala a esta versión –además de su traducción aproximativa– es la supresión del prefacio, en donde Cervantes da el tono a la obra y anuncia su plan. No contentos con eso, también se tomaron la libertad de agregar pasajes de su propia autoría cuando lo creyeron necesario.

El dúo de traductores se encargó sólo del primer tomo y en China no supieron, por mucho tiempo, que existía una segunda parte. A esta primera edición, durante los años treinta, le siguieron varias publicaciones piratas, que fueron de aparición fugaz, incluyendo la del escritor He Yubo quien se hizo eco de la historia general y sin leer el libro escribió un Quijote a su manera. De la historia general, esa versión conserva la locura del Caballero y el dúo con Sancho, pero las historias que atraviesan son completamente diferentes.

El libro de He Yubo muestra que el Quijote ya era popular en China y que el libro era ya una imagen bien definida: la de un hombre viejo loco alto y flaco buscando aventuras seguido por un hombre bajo, fiel y bastante bruto.

Esa popularidad hizo que en 1939, aunque el país estuviera sumido en la guerra con Japón, se presentara una nueva versión de la primera parte del traductor Fu Donghua.

Aunque la traducción también fue hecha del inglés, fue una versión más cuidada y completa, en la que se incluía el prefacio y las partes eliminadas por Lin Shu, y se restituyeron a la versión original las adiciones voluntarias de los dos traductores.

Esa versión circuló por muchos años, pero aún faltaba la segunda parte y tener una traducción desde el español. El poeta y traductor Dai Wangshu, fue el primero en emprender esta tarea. El fundador de la Escuela Modernista de China, comenzó la traducción completa del Quijote hacia 1940. Era mucho mejor conocedor del francés que del español, pues había estudiado en Lyon. Pero gracias a sus numerosos viajes por España y su previa experiencia, la tarea estaba a su altura.

Dai Wangshu ya había traducido entre otros a Chateaubriand, Remy de Gourmont, Julien Green, Radiguet, Supervielle, Paul Valéry,  Aragón, Eluard y Sartre desde el francés, y a García Lorca, Ibáñez, Azorín, desde el español, cuando encaró la novela de Cervantes.

Trabajó durante un año y quienes tuvieron acceso al manuscrito aseguraron que se trataba de una excelente versión, en la que se respiraba el estilo conciso y claro del poeta. Sin embargo, el destino le jugaría una mala pasada. Durante la guerra sino-japonesa que duró desde julio de 1937 hasta septiembre de 1945, Dai trabajó como editor en Hong Kong, donde fue encarcelado por los japoneses y el manuscrito con la traducción se perdió, según parece, para siempre.

Otras versiones aseguran que el manuscrito se perdió en realidad en la Guerra Civil Española, en donde el poeta participó como combatiente voluntario para los republicanos. Pero poco pudo saberse del manuscrito, pues Dai murió en Shanghai, poco después de terminada la guerra sino-japonesa, por una “sobredosis accidental de efedrina”.

El Quijote era ya uno de los libros occidentales más populares en China y para 1959, se celebró el 350 aniversario de la publicación del Quijote con una edición de los dos tomos, traducidos igualmente por Fu Donghua, convirtiéndose en la primera traducción íntegra de la novela publicada en mandarín.

Poco después de la muerte de “El Gran Timonel” y a la reorganización y modernización que llevó adelante su sucesor, Deng Xiaoping, se presentó en 1979 una edición de la editorial de Literatura del Pueblo.

Se trataba de la mayor editorial del país y esta edición, surgida al final de la Revolución Culturaltuvo un gran impacto y es, aún hoy, la versión más leída en China. Su traductora, Yang Jiang, tardó once años en aprender español tan sólo para poder acometer la traducción de la obra cervantina. Sin embargo el español que aprendió Yang estaba teñido de su conocimiento del inglés y el francés, lenguas que sí manejaba perfectamente.

La traducción se vio plagada de errores que han sido señalados estos años por algunos hispanistas chinos. Por ejemplo cuando Cervantes dice “sujeto”, la traductora, incapaz de manejar la polisemia de esta palabra, piensa en el “subject” inglés y el “sujet” francés y así lo traslada al chino, usando el significado “tema”, produciendo en muchos casos -cuando el autor se refiere a la persona- errores que hacen casi incomprensible la versión china.

En otras ocasiones “les faux amis” de las lenguas europeas que ella manejaba, la llevaban a producir entuertos de difícil solución. Por ejemplo cuando le tocó traducir la palabra  “parientes”, ella lo interpretó como “parents”, que en francés y en inglés llevan el significado de “padres”, produciendo familias bien extrañas que se habrán considerado entre los lectores asiáticos como extravagancias españolas.

A pesar de estas torpezas, la obra pudo hacerse el lugar que se ha hecho gracias a la pluma ágil de la traductora.

Dong Yansheng es quien tradujo la obra de Cervantes a más de 3 millones de caracteres del chino simplificado y cuya versión es hoy la más aceptada por los hispanistas chinos.

Leyó el Quijote en su juventud, en la versión de Fu Donghua, y se quedó admirado con la historia del Caballero de la Triste Figura, al punto que Cervantes se convirtió en su autor favorito junto con Dostoievski, quien también fue muy traducido en China.

Dong empezó a estudiar español a los 17 años por completa casualidad. El había elegido ruso, pero su mejor amigo se había inscrito en español, por lo que cambió de parecer y decidió compartir los cursos y las nuevas experiencias de la vida académica con ese compañero que conocía desde la infancia.

Apenas recibido y después de haber viajado por España, empezó a trabajar como profesor de español en la Universidad de Beijing, la más distinguida universidad de China. Pero eran malos tiempos, comenzaba la Revolución Cultural de Mao –a quien Dong considera “el demonio”– y estuvo casi diez años sin trabajar.

Después, volvió a la vida universitaria, alternada con traducciones varias desde el español, hasta que un día, a finales de 1993, llegaría la propuesta que modificaría su carrera. “Un editor se presentó en mi casa y me planteó si estaba dispuesto a sacar una nueva versión del Quijote. La propuesta me dejó totalmente pasmado, porque nunca había pensado en eso, suponiendo que se trataba de un cometido arduo que sólo estarían en condiciones de arremeter los grandes genios.

“Luego de reflexionar un poco, me dije, con probar, no perderé nada”, recuerda, contando que sólo empezó a trabajar cuando obtuvo del editor la condición de que le daría el tiempo necesario para el trabajo. “Fue así como se inició mi martirio. La cosa no se me ocurrió, sino que sencillamente me ocurrió”, añade.

Se entregó entonces a la lectura de la versión de Yang Jiang, la más conocida de aquel entonces, confrontándola, además, con el texto original. Esa experiencia lo armó de valor, ya que estaba seguro de que “por lo menos no cometería los muchos errores que pululaban por ahí”, cuenta.

Este traductor quijotesco ha ido siempre contra la corriente. En un país en el que la familia es un valor fundamental, ha decidido no casarse. Además, se permite dudar del Partido y sobre todo maldice contra Mao.

Dong es un experto en las diferentes versiones del Quijote y en encontrar desaguisados de los traductores aquí y allá. “Hay traductores demasiado alegres que justifican su chapucería diciendo que se trata de una recreación. No se puede negar que se encierra cierta dosis de creatividad en la traducción, sobre todo la efectuada entre el chino y cualquiera de las lenguas europeas. Pero se entiende la creatividad en este caso por los ingentes esfuerzos que haya que hacer por vencer los obstáculos aparentemente insuperables y de ninguna manera se tiene que utilizar como excusa de la irresponsabilidad”.

Ahora Dong espera que se haga una nueva traducción al chino de la obra de Cervantes. “Siempre fui partidario de que se renueven cada cierto tiempo las traducciones de las obras monumentales de la literatura universal. ¿Acaso no van renovándose la mentalidad, el lenguaje y el gusto estético?”.


Cuánto ingenio y qué gracejo que tienen los que titulan las películas en castellano, ¿no?

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Existe una suerte de consenso por el que el cambio del título de los libros traducidos es prerrogativa de los editores, cuyas razones, a la hora de vender, están por encima de cualquier otra circunstancia. Otro tanto sucede con las películas, aunque aquí la cosa se pone sensiblemente peor. De acuerdo con la nota anónima publicada en el diario Clarín, de Buenos Aires, del día 13 de diciembre pasado, hay un sitio en Internet, dedicado al cine, donde armaron la siguiente lista que, dado el calor que estamos padeciendo en la Argentina, cumple muy bien con ser la entrada del día de hoy.

Los 30 títulos de películas peor traducidos

En el sitio buzzfeed.com armaron un ranking divertido y solo apto para cinéfilos. Del 1° al 30° puesto, estas son las películas que, según ellos, sufrieron un curioso traspaso del inglés al español.

1.   The hangover = ¿Qué pasó ayer?
2.   I love you Phillip Morris = Una pareja despareja
3.   28 days later = Exterminio
4.   Pulp Fiction = Tiempos violentos
5.   16 candles = Se busca novio
6.   Home alone = Mi pobre angelito
7.   The game = Al filo de la muerte
8.   A bug’s life = Bichos
9.   Scream = Scream, vigila quien llama
10. The Breakfast Club = El Club de los Cinco
11. The nightmare before Christmas = El extraño mundo de Jack
12. The green mile = Milagros inesperados
13. Saw 2 = El juego del miedo 2
14. The sound of music = La novicia rebelde
15. 50 first dates = Como si fuera la primera vez
16. Superbad = Supercool
17. Posession = Personalidad múltiple
18. The hurt locker = Vivir al limite
19. Kingdom of heaven = Cruzada
20. Pineapple express = Superfumados
21. Along came Polly = Mi novia Polly
22. City of angels = Un ángel enamorado
23. The kids are all right = Mi familia
24. Death becomes her = La muerte le sienta bien
25. Sleepless in Seattle = Sintonía de amor
26. The American = El ocaso de un asesino
27. There will be blood = Petróleo sangriento
28. Lost in Translation = Perdidos en Tokio
29. Walk the line = Johnny & June pasión y locura
30. 101 dalmatians = La noche de las narices frías


"Tuve que inventar mucho"

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Ioram Melcer
Publicada el jueves 5 de diciembre último en El Universal, de Caracas, la siguiente nota sin firma se refiere a la traducción del castellano al hebreo y viceversa. Para que todo resulte más claro, todavía no había terminado la última Feria Internacional del Libro de Guadalajara, este año con Israel como país invitado.




¿Cómo suena la literatura hispana 
en el milenario y bíblico hebreo?

Guadalajara.- En Israel, país invitado de honor en la mexicana Feria del Libro de Guadalajara, las traducciones de la literatura hispana al milenario y bíblico hebreo son tan apreciadas como bizarras: sin casi vocales, ni subjuntivo y con sus características frases cortas alejadas de las florituras.

Si uno toma la versión hebrea de Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez, no sólo la empezará a leer desde atrás hacia adelante y de derecha a izquierda, sino que en seguida se dará cuenta de que todas las expresiones de duda habrán desaparecido y de que la novela eludirá muchos giros lingüísticos combinando apenas dos tiempos verbales con muchos adverbios.

"No hay absolutamente nada semejante entre el español y el hebreo, nada", confiesa a la AFP entre risas el israelí Ioram Melcer, traductor de una cincuentena de títulos hispanos y de autores como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Arturo Pérez Reverte o Horacio Castellanos Moya.

Aunque se ha modernizado, esta lengua con más de 3.000 años de historia y en la que fueron escritos los textos del Antiguo Testamento "tiene mucho de la Biblia y esto no significa que demos un sermón constantemente. Es una lengua muy poética que también utilizamos para hablar de fútbol", ironiza Melcer.

Para este apasionado escritor y periodista de 50 años, cada libro en castellano que cae en sus manos para traducir es un verdadero reto, pero recuerda especialmente los sudores que le dio Rayuela, del argentino Julio Cortázar, una traducción que habían abandonado antes dos traductores por su complejidad.

"Rayuela es un texto dificilísimo en español, que tiene muchas capas, muchas alusiones, muchos estilos diferentes y el hebreo es mucho más directo. Usamos frases muy cortas y había que dividir las frases, poner muchos adverbios para compensar que no tenemos subjuntivo. Tuve que inventar mucho", confiesa este judío de origen argentino y director de contenidos de medios electrónicos de la Biblioteca Nacional de Israel. "Me dije, o muero haciéndolo o ya me retiro", bromea.

Pero no sólo las diferencias gramaticales y morfológicas influyen en las traducciones españolas al hebreo, sino también la connotación de las palabras. Por ejemplo, Melcer relata sus dificultades con la traducción de Historia de la destrucción de las Indias del fraile español Bartolomé de las Casas (1484-1566) sobre la conquista española de América Latina y sus atroces métodos contra los indígenas.

"En el libro se habla de masacres de indios, violaciones, decapitaciones... Nosotros utilizamos mucho los términos masacre, desastre, catástrofes, violaciones, quemados cuando hablamos de la shoah (holocausto) así que tengo que evitar los lugares comunes porque sino le estoy poniendo intenciones políticas y este libro escrito en el s. XVI no puede ser como un relato del holocausto", afirma.

Otro aspecto que interviene a la hora de traducir al hebreo es la longitud de los manuscritos. Por la casi ausencia de vocales en su abecedario, un libro de 300 páginas puede quedar reducido a 220, asegura el autor de El hombre que fue enterrado dos veces y Nieve en Albania.

"Esto tiene una influencia negativa en cuanto a los libros que en español ya son cortos porque se vuelven en libros no viables en hebreo", afirma Melcer al explicar que esto ha hecho inviable la traducción de El coronel no tiene quien le escriba de García Márquez, por lo que se propuso hacer una antología con varios libros del autor.

Grandes amantes del llamado boom de los 60 y 70 y del realismo mágico, la literatura latinoamericana es una de las favoritas de los israelíes porque "no viene de Europa, por toda la problemática histórica que todos sabemos, ni de Estados Unidos".

Entretanto, en el sentido inverso, el español es el quinto idioma con más traducciones de obras hebreas, con 66 libros de Amos Oz y 29 de David Grossman, una de las grandes figuras presentes en la Feriade Guadalajara, que cierra el domingo.


"No es imposible traducir incluso los textos más complicados mientras tengas el traductor adecuado", afirma Nilli Cohen, directora del Instituto de Traducción de Literatura Hebrea, fundado en 1962 para la promoción de la literatura hebrea.

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El 13 de diciembre pasado, en ADN, el suplemento cultural del diario La Nación, de Buenos Aires, el escritor, crítico y editor Luis Chitarroni publicó el siguiente comentario a propósito de una nueva edición de Giacomo Joyce. En la bajada del artículo se lee: “La pasión por una de sus alumnas le inspiró a James Joyce el misterioso cuaderno de notas que sigue desvelando a sus admiradores. Una nueva versión argentina recuerda hasta qué punto esos apuntes son la prueba suplementaria de un talento babélico".

 

Giacomo Joyce, la irrupción fulgurante del genio


 Tal vez la introducción más efusiva y veloz al genio de Joyce es el Giacomo Joyce, el cuaderno en el que el escritor redactó nuevas epifanías y criptografió –literalmente– su deseo adúltero por una alumna triestina, Amalia Popper. Escribí "al genio" con deliberación. No quiero decir a la obra ni al estilo –los estilos– de Joyce. El genio es algo reacio, no se manifiesta a primera vista (¿Rimbaud, Van Gogh, Mozart?) casi en ningún caso. El genio es una lengua que debe hablar fluida y convincentemente a quienes están habituados a ella y a quienes la oyen la primera vez sin entender del todo. Es un destello, una irrupción fulgurante. Debe dirigirse al lego sin requisitos ni antecedentes –no los reconocería– y al lector experimentado, que los exige más de la cuenta, con simulada falta de intención. Por eso la expresión de genio tiene algo exagerado, como un trazo sumiyé, un círculo de Giotto, un ataque de Paganini o de Gould, un arranque de Joyce: "largos labios lanzados lascivos", traduce Pablo Ingberg en una nueva versión del Giacomo (que acaba de editar Losada): "moluscos sangrioscuros". Y el "sangrios" de la síntesis afortunada precipita nuestra perplejidad carrolliana, ¿son moluscos los congrios?

A pesar de ser una lengua habitada con abundancia por el genio –acaso por eso mismo–, la inglesa actúa como un reactivo violento, que rechaza la competencia idónea y la prosapia de un estilo tradicional ejecutado con maestría, tanto como "el engaño" de una torpe originalidad indicial. A mí no me tocará detectar el genio en D. H. Lawrence ni el de Jack Kerouac; tampoco, el de Tennyson ni el de Whitman. A los últimos los protege la larga y generosa tradición del pentámetro yámbico, que uno se propuso con denuedo respetar y el otro, sin darse cuenta, también; a los primeros, la vocación no menos reincidente de una espontaneidad artificial, que acaso es un desplante instructivo. Romper un pie prosódico o simular con el lector una familiaridad previa (que altera sólo las reglas de hospitalidad retóricas) no son, finalmente, sino propiedades transitorias que sintetizan o simulan las alarmas de cierto estado de lengua. El genio verdadero exige más.

El Giacomo lo demuestra. Como se trata de un cuaderno encontrado, editado y puesto en circulación por el biógrafo y exégeta de Joyce, Richard Ellmann, la sospecha alcanza su ápice: es la supremacía, el predominio genial de Joyce el que nos ofrece, como prueba suplementaria, un botón. Es necesario detenerse también en el año de la primera edición de Giacomo Joyce, 1968, para advertir la oportuna emergencia de esta espina en la conceptuosa y conmemorativa celebración irrestricta del autor de Ulysses y Finnegans Wake. Como otro dato, la iconografía reunida en el volumen traducido por Ingberg alcanza: está Amalia Popper con su belleza rafaelita; está el muy austrohúngaro padre de Amalia Popper ("la mia figlia ha una grandissima ammirazione per il suo maestro inglese"); está, como prueba definitiva, el Joyce de ojos patológicos [bajo las lentes] y en actitud de toga que descubrió Pound (que se cansó de recomendarle oftalmólogos).

A menudo el trabajo que acarrea traducir a Joyce declina ante la tarea –no por prevista menos indigesta– de arrimarse en puntas de pie o de rodillas a su reputación de campeón olímpico, de clásico inalcanzable del siglo veinte. Hay que acumular puntos. Títulos, en este caso. Y una vez que se haya accedido al atrio, qué digo, al altar, mostrarse a la altura de las circunstancias. Joyce somete a los traductores al menos a las dos modalidades que el autor supo transmitir a sus extremos: la transparencia solícita y la oscuridad total. Para sintetizar: al estilo de scrupulous meanness de Dubliners complementa, no se opone, el torneo en Babel del Finnegans. Además, el desafío de traducir a Joyce depende en menor grado del talento del traductor cuando el dublinés estrena farolerías –como le gustaría a Borges– que cuando finge pobreza o cuando –es uno de los peores casos– permanece, como en este cuaderno criptográfico, uno o dos renglones en estado de apnea antes de irrumpir con (como traduce Ingberg): "Un gorrión bajo las ruedas del Monstruo, estremecido estremecedor de la tierra. Por favor Don Dios, gran don Dios, ¡adiós gran mundo!..Aber das ist eine Schweinerei!" Juggernaut podría abusar de una explicación adjetival: monstruo mecánico, pero el sentido de la economía es siempre una virtud paulina. Aparte, con una educadísima fruición, el Giacomo conserva por las bastardillas –itálicas– de los otros idiomas una indiscriminada –pero discriminadora (Adorno)– ecuanimidad, que el Finnegans descalabra. [El alemán, por lo demás, no era el idioma favorito de Jim, pero sí de el de dos de sus parodiados preferidos: Coleridge y Carlyle.]

Traducido al castellano dos veces antes, el Giacomo le proporciona a Pablo Ingberg la compasiva oportunidad de olvidarlo. Para encarar la prosa oceánica de Joyce y llevar a cabo la tarea de verterla al castellano, descartada la ignorancia, es preciso, como para muchas tareas menores, una vanidad no exenta de pedantería (evidencia incuestionable: Salas Subirat, que encaró la primera traducción al castellano del Ulysses con prepotencia de futuro de clase). La pedantería (no lejos del poeta anda el pedante, demostró otro exégeta de Joyce, el novelista y músico Anthony Burgess) debe demostrar al lector su eficacia como actitud y como método. Consiste en ofrecer el andamiaje crítico digno de la investigación que un trabajo de esta laya acarrea y el sistema regulador y para detectar en la intención y la contumacia un sistema alusivo, que hoy parece significar nada, pero que constituía para el primer modernismo –Monsieur Teste, Prufrock [and Other Observations], Hugh Selwyn Mauberley y la consecuente audiencia–, al que sin duda elGiacomo pertenece con rústica y exclusiva felicidad, el punto de mira más alto y el grado menos previsto y accesible de concentración. Admirables misiones que el traductor, en este caso, no rechaza sino que cumple con sobrada, soberbia suficiencia.


El silencio forzado de las lenguas colonizadas

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El muy experimentado traductor español Mario Grande publicó la siguiente columna en El Trujamán del 18 de diciembre pasado.

Traducciones vitaminadas

Los contactos entre lenguas, como parte de procesos de transferencia cultural, han sido históricamente desiguales: en unas ocasiones ha habido intercambio, en otras se ha impuesto una dinámica de dominación/resistencia. Ejemplo de lo primero es el vasto y fecundo movimiento renacentista de traducción-imitación del latín y el italiano en castellano (Garcilaso, Fray Luis) y catalán (Bernat Metge). De lo segundo: los ejemplares de literatura aljamiado-morisca ocultados antes de la expulsión decretada en 1609 y sacados a la luz muchos años después, con ocasión de obras en casas antiguas del valle del Jalón, donde estaban «emparedados». Es el caso del manuscrito de La doncella Carcayona, salvado del fuego en Almonacid de la Sierra a finales del siglo xix tras siglos de emparedamiento.

Así ocurrió también con las lenguas de los imperios coloniales:

Los Inkas no conocían papel, escritura; cuando el tataycha quería darles papel, ellos rechazaron; porque se enviaban noticias no en papeles, sino en hilos de vicuña; para malas noticias eran hilos negros; para buenas noticias eran hilos blancos. Estos hilos eran como libros, pero los españas no querían que existiesen y le habían dado al Inka un papel:
 —Este papel habla —diciendo.
—¿Dónde está que habla? Sonseras; quieren engañarme.
 Y había botado el papel al suelo. El Inka no entendía de papeles.
 (Gregorio Condori Mamani, Autobiografía, Cusco, 1982; edición bilingüe y traducción del quechua: Ricardo Valderrama y Carmen Escalante).

El silencio forzado de las lenguas colonizadas por el inglés, el francés, el portugués o el castellano adoptó diversas formas: muchos textos quedaron sin traducir a estas lenguas o fueron destruidos y los que se tradujeron experimentaron muchas veces toda suerte de injertos, supresiones y aclaraciones para adaptarlos al gusto imperial. En sentido inverso, hubo un aluvión de traducciones de textos catequéticos a las lenguas colonizadas.

Este tipo de traducción, distinto del practicado por los humanistas con respecto a la Antigüedad clásica, ha sido muy cuestionado desde la segunda mitad del siglo xx. Tanto por los escritores como por los traductores. Entre los escritores de las antiguas colonias se ha pasado de la mera resistencia al multilingüismo, hibridizando el texto, poniendo en cuestión la distinción jerárquica entre original y copia. En cierta forma, estos autores no solo revisitan, como Chinua Achebe (1975) el personaje conradiano de Kurtz, sino que se autotraducen.

«Fui yo quien transcribió, en portugués visible, las cosas que aquí se dicen», afirma el traductor de Tizangara, narrador de El último vuelo del flamenco (2000), del mozambiqueño Mia Couto (traducido por Mario Merlino). En «A viagem da cozinheira lagrimosa» (Contos do Nascer da Terra, 1997), las lágrimas de la negra Felizminha en los platos que cocina dan nueva vida al sargento colonial Antunes Correia, «mutilado de guerra e incapacitado de paz», en una bella metáfora de la inviabilidad de que una sola lengua abarque y unifique toda la experiencia humana. Sus obras suelen ir acompañadas de un glosario de voces propias de Mozambique. O el nigeriano Ken Saro-Wiwa y su opción por el «rotten English» en Sozaboy(1985), basado en el pidgin nigeriano, más sencillo, práctico, cercano y unificador que el inglés. El martiniqués Patrick Chamoiseau (Biblique des derniers gestes, 2002) refleja la identidad criolla de las Américas y su lenguaje es un precipitado del francés de los colonos del siglo xvii y sus propios acrolecto y basilecto criollos, que desbordan cualquier diccionario, incluso especializado, por los arduos problemas de traducción que plantea. Y en español tenemos la obra del mexicano Carlos Fuentes, brillante expresión de mestizaje.

Traducir a estos autores plantea problemas nuevos. El traductor brasileño Haroldo de Campos y el profesor George Steiner podrían discutir eternamente sobre si la traducción de sus textos exige su canibalización o más bien su penetración. Tal vez pueda ser útil rescatar, como T. S. Eliot en el título de la última sección de La tierra baldía, la noción de anuvad, en sánscrito ‘traducción’, en el sentido de «decir después, repetir, explicar».


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