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Hachette creó un Conflicto por Asterix en castellano: ¿quiénes son los auténticos majaretas?

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El 20 de febrero pasado, una nota de Cultura InfoBAE informaba que había una polémica por los derechos y la traducción de Asterix en castellano. La bajada de la nota, sin firma, señalaba que “desde la editorial  Libros del Zorzal denuncian que Hachette, la casa francesa que publica la serie en su idioma original, no respetó un acuerdo previo al volver a autorizar a su subsidiaria Salvat la venta en kioscos de la historieta de René Goscinny. Además, difunden grandes inexactitudes de esa primera traducción. Una pelea entre el negocio y la calidad”. En el desarrollo de la nota, Leopoldo Kulesz, director editorial de Libros del Zorzal, comentaba que en 2014 le compraron los derechos a Hachette y por eso pudieron sacar la colección con nueva traducción (coedición de Planeta con Libros del Zorzal). ‘El problema fue que Hachette ahora también le cedió a Salvat los derechos para kioscos. Una operación en kioscos se maneja con un volumen alto y un precio bajo y arrasa con todo lo que encuentra en su camino. Y además, con la traducción anterior que es muy mala y la gente de Hachette lo sabía. En nombre de una operación puntual, Hachette aplasta años de trabajo de instalación de la nueva traducción’”.

Más allá del aspecto económico, se trata de una nueva batalla entre el castellano de Latinoamérica y el de España. Por ello, y para justificar mejor las quejas de Kulesz, se reproduce a continuación parte del artículo incluido en la página web de Libros del Zorzal, donde, con lujo de detalles, se señala el tipo de trabajo realizado en la Argentina y las diferencias con la traducción española.

A Goscinny lo que es de Goscinny

La historieta Asterix el galo fue creada por el guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo en 1959. Conoció un éxito inmediato en Francia, luego en el mundo entero y está traducida a más de 100 idiomas. La traducción que más circuló en castellano es la de Jaime Perich y Víctor Mora, que pasó por varias editoriales como Grijalbo y ahora, Salvat. En Argentina se conocieron traducciones de algunos pocos títulos en los años 1970 (Editorial Abril) y la colección nunca se completó.

En 2015, las editoriales Libros del Zorzal y Planeta suman esfuerzos y encaran la edición con una nueva traducción de los 24 primeros álbumes, los guionados por René Goscinny. Se trata de una traducción hecha desde el original francés sin tomar como referencia ninguna traducción previa. La necesidad de retraducir completamente todos los álbumes surge de la constatación de los innumerables problemas de la traducción española, que enumeramos a continuación:

1)      La traducción de los nombres de los personajes no siguen ninguna lógica, cuando Goscinny se imponía a sí mismo reglas implacables.

2)      Una enorme cantidad de galicismos, imprecisiones y errores notorios. Notamos también una marcada pesadez en el lenguaje, en contraposición con el estilo ágil de Goscinny.

3)      Problemas de coherencia en nombres de personajes y giros lingüísticos a lo largo de toda la colección.

4)      Pérdida casi sistemática de los juegos de palabras, bromas y dobles sentidos.

Es legítimo que un lector que amó esta historieta desde su infancia reciba con escepticismo la noticia de una nueva traducción. En efecto, la traducción española no fue un obstáculo para que a niños, adolescentes y adultos nos apasionaran los 24 álbumes. Pretendemos mostrar, sin embargo, que la traducción española sólo preserva una pizca del genio de Goscinny.

Como veremos, la traducción que conocemos, en el mejor de los casos, es decir, cuando no trastoca el sentido –cosa que sucede muy a menudo- sólo deja aparecer una muy pequeña porción del genio de Goscinny. Ocurre que de la misma manera que un segmento tan pequeño como se desee de una recta infinita sigue conteniendo un número infinito de puntos, una pizca de un genio sigue siendo genial.

La actual traducción argentina fue el resultado de un esfuerzo titánico de un grupo de 12 personas (traductores, correctores y revisores) y pretendió devolverle Goscinny a Asterix.

En este sentido, se trata de una primera edición de la colección y no de una reedición. A continuación detallaremos las decisiones tomadas.

1. Galicismos, imprecisiones y errores
Tal como anticipamos, durante toda la obra encontramos que la traducción española contiene una profusión interminable de galicismos inadecuados, imprecisiones, y errores notorios. En lo que sigue, llamo OF al original en francés, TE a la traducción española y SC al sentido correcto (en el contexto de la historia). Los ejemplos expuestos a continuación no pretenden ser exhaustivos, sólo consideran una porción pequeña del álbum Los laureles del César, elegido al azar:

1.1. Galicismos

Entre el francés y el castellano existen “falsos amigos”, es decir, palabras y expresiones que se escriben igual, pero que significan otra cosa. Más abajo, un detalle de la lista de los “falsos amigos” que aparecen en Los laureles del César y que constituyen una porción pequeña de todos los que se pueden encontrar a lo largo de la colección:

OF: Je suis inquiet, Obélix.
TE: Estoy inquieto, Obelix.
SC: Estoy preocupado, Obelix.

OF: Ce n´est pas la peine, maître.
TE: No vale la pena, maestro.
SC: No vale la pena, amo.

OF: Payez-vous.
TE: Páguese.
SC: Cóbrese.

OF: Il fera une bonne affaire.
TE: Hará un buen asunto.
SC: Hará un buen negocio.

OF: Tu crois que ce sera assez?
TE: ¿Crees que será bastante? SC: ¿Crees que será suficiente?

OF: C´est émouvant.
TE: Es emocionante.
SC: Es conmovedor.

OF: Je vous offre une tournée.
TE: Les ofrezo una ronda.
SC: Les invito una ronda.

OF: Píèce d´or.
TE: Pieza de oro.
SC: Moneda de oro.

OF: C´est juste ce que tu dis.
TE: Es justo lo que dices.
SC: Es correcto lo que dices.
OF: Attention!
TE: ¡Atención!
SC: ¡Cuidado!

1.2. Imprecisiones, errores e interpretación libre del traductor

Goscinny utiliza muchísimas expresiones del argot, el lunfardo francés, y notamos que la traducción española muchas veces elije la traducción literal, perdiendo por completo el sentido. En algunos casos elegimos la expresión correspondiente en castellano y, en caso de no haberla encontrado o de tratarse de fórmulas porteñas demasiado locales, optamos por preservar el sentido. Por ejemplo:

OF: Je peux en placer une, oui!
TE: ¡Puedo colocar algo, sí!
SC: ¿Me dejan decir algo?

El siguiente, es un ejemplo de imprecisiones y errores de la traducción española (siempre considerando sólo Los laureles del César):

OF: Mendiants et démarcheurs assaillent les passants.
TE: Mendigos y representantes asaltan a los transeúntes.
SC: Mendigos y promotores acosan a los transeúntes.

OF: Numides et helvètes.
TE: Numidas y helvetas.
SC: Numidios y helvecios.

Y las interpretaciones libres…

OF: Pour les menhirs, cést la morte saison.
TE: El negocio de los menhires espera una reactivación.
SC: Para los menhires es la temporada baja.

1.3. Pesadez en el lenguaje

En la traducción española encontramos permanentemente formulaciones intrincadas innecesarias que hacen pesada la lectura. Aquí, algunos ejemplos:

OF: Reprenons le tour de notre histoire.
TE: Volvamos a seguir el curso de nuestra historia.
SC: Retomemos el curso de nuestra historia.

OF: Je crois que j´ai trouvé une idée pour nous introduire dans le palais de César.
TE: Me parece que tengo una idea para que nos introduzcamos en el palacio del César.
SC: Creo que tengo una idea para introducirnos en el palacio del César.

OF: Je suis fatigué.
TE: Yo estoy fatigado.
SC: Estoy cansado.

OF: Allez-y de ma part.
TE: Vayan allá de mi parte.
SC: Vayan de mi parte.

OF: Je vais te dire ce que tu vas faire demain.
TE: Te voy a decir lo que vas a hacer mañana.
SC: Te diré lo que harás mañana.

1.4. La puntuación

En esta nueva traducción, respetamos a rajatabla la puntuación de Goscinny, que es muy obsesivo en este aspecto. No vale la pena detallar caso por caso pero la puntuación de Goscinny se ve alterada fuertemente en la traducción española. Los puntos y coma pasan a ser punto seguido, se agregan y se sacan comas, tres signos de exclamación pasan a ser dos o uno, etc. En nuestra traducción, somos irreductibles con estos detalles.

2. Juegos de palabras

Los juegos de palabras y el doble sentido son el rasgo distintivo de Goscinny en Asterix. No ocurre lo mismo en la traducción española que, por lo general, sólo preserva aquellos que, al traducirse literalmente al castellano, siguen funcionando. La tarea de encarar todos y cada uno de los juegos de palabras fue nuestro mayor desafío. Cuando la traducción literal no funciona, elegimos cambiar el juego de palabras por otro juego de palabras coherente con el contexto.

Veamos de cerca el juego de palabras que más nos costó resolver y que quizás se pueda demostrar matemáticamente que se trata de la frase más difícil de traducir del mundo. En Asterix en Hispania, el César vuelve victorioso de sus batallas con bárbaros reducidos a la esclavitud. Entre ellos se destaca un bárbaro pelirrojo y la multitud le pide a César que tenga clemencia con él. El César lo señala con el dedo dejando claro que lo deja libre. Entre la multitud, dos romanos mantienen el siguiente diálogo:

- Que fair César? (¿Qué hace el César?)
- Il affranchit le rubicond (Libera al rubicundo)
Il affranchit le rubicond” es una frase que se pronuncia exactamente igual que la siguiente: “Il a franchi le Rubicon” que significa: Cruzó el Rubicón.

La traducción española, propone en este caso:

- ¿Qué ha hecho César?
- ¡Quién lo hubiera dicho! ¡Negarse a que el rubicundo sea atravesado!

Por un lado, notemos que si se trata de un juego de palabras, no se entiende ni el sentido directo ni el sentido velado. Además, le cambió el tiempo verbal al primer romano que habló en presente describiendo, justamente, una situación presente. En la traducción española habla en pasado de una situación presente. Mantener el presente no era la parte más complicada. Por otra parte, el primer romano hace una pregunta y el segundo romano le contesta con dos exclamaciones. Con todo derecho, el primer romano podría exigir al segundo romano la respuesta a su pregunta y la postergación de sus reflexiones.

En nuestra traducción, luego de dos semanas dedicadas a evaluar alternativas, nos quedamos con la siguiente:

- ¿Qué ha hecho el César?
- Apuesta al colorado.

Consideramos que, si bien no mantiene el nivel del original, al menos se trata de un juego de palabras digno que responde a la situación y que dos semanas en un juego de palabras es suficiente.

3. Nombres de los personajes

3.1. Reglas que se impone Goscinny

- Todos y cada uno de los nombres de personajes provienen de un juego de palabras o, al menos, tienen un sentido en francés.

- Los galos terminan en “ix”, pero no se construyen de cualquier manera. Provienen principalmente de palabras en francés que terminan con “i”, “ique”, “isque” (en castellano “i”, “ico”, “ica”, “isco”). Del mismo modo, no cualquier palabra sirve para generar un nombre de romano, egipcio, griego, bretón, normando, etc.; sólo aquellas cuya terminación pueda asimilarse naturalmente al objetivo deseado.

La traducción española no respeta casi nunca estas reglas.

Por ejemplo:

- En La hoz de oro, el personaje del gobernador romano de Lutecia, en la edición francesa, se llama Gracchus Pleindastus. Proviene de “Plein d´astuce” que significa “Lleno de astucia”. En la edición española, su nombre es “Gracchus Astutus”, haciendo referencia a “astuto”, cuya terminación en “uto” no habilita, según Goscinny, el nombre “Astutus”. El mismo personaje, en nuestra edición, se llama “Gracus Esunalus”.

- Asimismo, en Asterix y los godos, el godo Passemoilric (los nombres godos terminan en “ic”) proviene de “Passe-moi le riz” (pasame el arroz); en la traducción española se llama Abolladic, que viene de “abollado”, ¡¡¡que termina con “ado”!!! En nuestra traducción, este personaje se llama Neurastenic.

Estos fueron dos ejemplos, pero insistimos: la traducción española casi nunca respeta las reglas que se fija Goscinny, por lo general, a niveles exasperantes. En anexo ofrecemos el listado total de los personajes en tres columnas: original francés, traducción española, traducción argentina.

3.2. Los personajes emblemáticos.

Los derechohabientes nos autorizaron a cambiar todos los nombres, con excepción de Asterix y Obelix. Sin embargo, decidimos hacer algunas concesiones, ya que algunos de los personajes ya pasaron a la inmortalidad. Esta inmortalidad la debemos, lamentablemente, a lo que en nuestra opinión fueron malas decisiones de los traductores originales, pero estimamos igualmente que cualquier cambio sería atentar contra los emblemas.

Aquí la lista exhaustiva de aquellos nombres que no cambian y que rompen la regla de Goscinny, en nombre de esa inmortalidad:

- Abraracurcix, el jefe: Abraracourcix proviene del francés “À bras raccourcis”, que significa “a brazo partido”. Abraracurcix no proviene de ningún conjunto de palabras que cobren sentido en castellano. Notemos que el traductor español tomó la iniciativa de cambiar “ou” por “u” cuando, en lugar de esto, debería haber elegido otro nombre. Por ejemplo, en la traducción al inglés, el jefe se llama “Majestix”. Observemos, también, que el traductor español, en uno de los álbumes, se arrepiente y llama al jefe “Abrazopartidix”. En los siguientes álbumes se vuelve a arrepentir y retoma “Abraracurcix”. Difícil decidir cuál de las dos decisiones es la peor.

- Asuranceturix, el bardo: Assurancetourix proviene de “assurance tous risques”, que significa “Seguro a todo riesgo”. Asuranceturix presenta los mismos problemas que Abraracurcix. También, en algún álbum de la traducción española, el bardo se llama “Seguroatodoriesguix”, iniciativa bastante desgraciada que tampoco se mantuvo y se volvió a reemplazar por la iniciativa desgraciada anterior.

Por fuera de los personajes, tampoco modificamos los nombres de los campamentos romanos Petibonum ni Babaorum por considerarlos también emblemáticos, si bien en castellano no cobran ningún sentido. “Petit bonhomme” significa algo así como “chabón” y “Babá au rhum” es esa factura bañada en alcohol, comúnmente llamada “borrachito”.

3.3. Los personajes importantes que sí cambian.
Es difícil establecer la frontera que separa a los personajes cuyos nombres mantenemos a pesar de romper con las reglas de Goscinny y los que no. El criterio fue conservar la menor cantidad posible de personajes cuyos nombres propios son el resultado de la desidia del traductor anterior. Aquí, algunos ejemplos:

- Edadepiedrix, el anciano: la edición original lo llama Agecanonix, del francés “age canonique” (edad canónica). Proviene obviamente de “edad de piedra” que, también obviamente, termina con “dra”, que no se “declina” naturalmente en “ix” (obviamente). Lo llamamos Geriatrix. Notemos que en la traducción española a veces este personaje se llama Vegestorix, nombre que tampoco respeta las reglas de Goscinny.

- Karabella, la mujer del jefe: la edición original la llama Bonemine, del francés “Bonne mine” (buen aspecto). Preferimos llamarla Buenamina. Su diminutivo cariñoso en francés, “Mimine” pasa a “Mimina”.

- Zebigbos: es el jefe bretón en Asterix en Bretaña. En Francia, el artículo “the” se pronuncia fonéticamente como una “z”. El nombre del jefe bretón proviene de “The big boss”, el gran jefe. El problema es que en castellano “the” no se pronuncia como una “z” sino más bien como una “d”. En nuestra traducción, el jefe bretón se llama “Debigbos”. Fin de la intriga para aquellos que durante décadas se preguntaban de dónde venía Zebigbos, que no tenía ninguna gracia.

3.4. Los personajes secundarios

Encontramos a lo largo de toda la obra una profusión de personajes secundarios. Para poder respetar las reglas implacables de Goscinny, cambian todos. Aquí, algunos ejemplos de los personajes que encontrarán los lectores:

Galos: Malcomix, Dividix, Chimichurrix, Frenetix, Guefiltefix, Gintonix.

Romanos: Espinadecactus, Nodijonimus, Trolebus, Mariobaracus, Futlus, Pipicucus, Quelultimoapaguelalus, Tiramisus, Capitanpilus.

Egipcios: Suigeneris, Ginfis, Epidermis.

Griegos: Simplefas, Secalzoloscortos, Elacabos.

Bretones: Telefax, Mac Iavelix.

Normandos: Garraf, Piltraf, Partedelstaf.

Mujeres galas: Pastafrola, Perinola, Agarratecatalina.

3.5. Excepciones

Goscinny se permite romper sus propias reglas solo en casos contadísimos y siempre en nombre de una causa superior. Damos un ejemplo: en Asterix y los normandos, Frenetix, el sobrino luteciano del jefe Abraracurcix (¡y no Gudurix, que en francés proviene de “Goût du risque” -gusto por el riesgo- y en castellano no quiere decir nada, por Dios!), trata a los habitantes de la aldea gala de “Plix”. Proviene del argot francés “plouc” que significa “Pajuerano”. En este caso usamos “Pajueranix”, y esto sólo porque Goscinny se sintió él mismo autorizado a pasar por alto su regla.

Por nuestra parte, en Asterix y los Godosnos permitimos hacer una excepción a la regla de Goscinny en nombre de un guiño al lector. Los dos romanos que cuidan la frontera entre la Galia y Germania se llaman Tulus y Tacuarembus. Unos dicen que Carlos Gardel nación en Toulouse, otros en Tacuarembó…

3.6. Los acentos

Para pronunciar “Astérix”, en francés se necesita poner un acento en la “e”, si no, se pronunciaría de otra manera ya que la “e´” y la “e” son dos vocales diferentes. Pero esto no quiere decir que el acento tónico esté en la “e”, ¡está en la “i” final! En esta traducción, optamos que Asterix conserve el acento en la “i” para que guarde referencia con “asterisco”, palabra de la que proviene el nombre del héroe. En síntesis, tanto “asterisco” como “obelisco” llevan el acento en la “i”, entonces los protagonistas, en nuestra traducción, se llaman Asterix y Obelix, ¡sin tilde, por Tutatis! Además, es sabido que en galo antiguo todas las palabras tienen su acento tónico en la última sílaba.

Para cerrar

Nuestro objetivo aquí no es descalificar la traducción española. En definitiva, fue gracias a esta traducción que conocimos y disfrutamos Asterix. Pero sí es nuestra responsabilidad explicar detalladamente a los lectores las razones de hacer una nueva traducción como la que llevamos adelante, devolviendo a Goscinny lo que es de Goscinny.

NOTA:
Quienes deseen comparar la lista general de nombres propios en las distintas ediciones, pueden recurrir a los anexos incluidos en la nota de la página web de Libros del Zorzal:
http://www.delzorzal.com/editorial/noticias-de-la-editorial/733-goscinny



En el SPET dialogan, se cruzan y contrapuntean

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El tema del próximo encuentro de este mes, que tendrá lugar el jueves 31 de mayo a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas “Juan R. Fernández” (Carlos Pellegrini 1515), será “Diálogos, cruces, contrapuntos: La traducción en Argentina”, en el marco de la presentación del N° 13 de la revista Lenguas Vivas

Estarán con nosotros Roberto Bein, Alejandrina Falcón, Mariana Dimópulos, Claudia Fernández, Marcela Suárez, Ana Eugenia Vázquez, Gabriela Villalba, Georgina Fraser, Silvina Rotemberg, Sofía Ruiz y la Secretaria Académica, Mónica Herrero.

El 13 –como también los N°s. 8-12– y los suplementos se pueden leer en línea o bajar en formato PDF del sitio web Revista Lenguas V;vasLos números anteriores, como el nro. 1, dedicado a Los problemas de la traducción, están en venta en la Cooperadora del Instituto.

Quien tenga previsto solicitar un certificado de asistencia, que por favor no se olvides de firmar después de la reunión en la lista disponible en Cooperadora.


Una gran antología traducida por Jordi Doce

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De acuerdo con su propia publicidad, Ediciones Trea fue fundada en Gijón (Asturias, España) en 1991, y “ha consolidado un prestigioso catálogo con más de un millar de títulos. El eje de su proyecto editorial es el ámbito de las Humanidades y las Ciencias Sociales, atendiendo también a la creación literaria y las ediciones de arte y bibliofilia, entre otras materias como la cultura alimentaria y gastronómica”.

Quienes deseen saber más sobre las actividades de esta prestigiosa editorial española de provincias, puede dirigirse a su sitio web: http://www.trea.es/p/home

Entre muchos otros títulos traducidos, Ediciones Trea cuenta con volúmenes dedicados a los suizos Gustave Roud y Philippe Jaccottet, a los polacos Jósef Baran, Stanislaw Baranczak y Ewa Lipska, a los galeses R.S. Thomas y Menna Elfyn, a los estadounidenes Edgar Allan Poe, Hart Crane, Tess Gallagher, Theodore Roethke y Robert Hass, y ahora suma la muy curiosa antología Libro de los otros, del poeta y traductor español Jordi Doce(Gijón, 1967).

Doce (ver entrada correspondiente al 1 de octubre de 2013, de este blog) es uno de los más talentosos y consecuentes traductores españoles de poesía en lengua inglesa. Además de publicar sus versiones de William Blake, T.S. Eliot, W.H. Auden, Ted Hughes, Charles Tomlinson, Charles Simic, Anne Carson y John Burnside, es autor de numerosos libros de poesía, aforismos, ensayos y entrevistas.

Según señala Ediciones Trea en su portal, “Libro de los otros es a la vez una antología de las muchas versiones de poesía en lengua inglesa que el poeta y traductor Jordi Doce ha ido haciendo desde mediados de los años noventa, un panorama de la poesía moderna en esa lengua —con el añadido de algunas piezas clásicas—, y una lectura crítica que acompaña a los textos y los ilumina desde dentro, pues cada poema va acompañado de un breve comentario que desvela claves de su escritura, proporciona datos sobre su autor y, en general, sirve de guía en el viaje del lector por sus páginas. 

“Este libro es, en suma, una antología comentada de la poesía del siglo xx en lengua inglesa —de Inglaterra a Estados Unidos, de Irlanda a Canadá— que incluye tanto poetas y poemas célebres (Yeats, Pound, Hughes, Plath, etc.) como auténticas revelaciones de grandes poetas que son poco menos que desconocidos en España (Edwin Muir, Robinson Jeffers, Keith Douglas, Dorothea Tanning…). El resultado es una guía informativa, un panorama didáctico que tiene también mucho de cofre del tesoro lleno de hallazgos y bellezas ocultas”.

"La traducción de una emoción más que la traducción literal de las palabras"

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Publicado en Letra Global, el siguiente artículo delpoeta y traductor español Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963) se ocupa de El poema extranjero una colección de poemas traducidos por su compatriota Juan Peña (Paradas, 1961) para la editorial La Isla de Siltolá, obra que ve en sintonía con la de Jordi Doce, comentada en este mismo blog ayer

La traducción de una emoción

Juan Peña
Para ser un pueblo no particularmente grande, Paradas (Sevilla) puede presumir de tener entre sus hijos a dos poetas de fuste: el primero es Javier Salvago; el segundo, (en edad), Juan Peña. Nació este en 1961, y es conocido sobre todo por sus letras flamencas, pero tiene en realidad una obra amplia y polifacética a sus espaldas. En La misma monotonía (2013) reunió una antología de sus versos. Luego ha publicado Destilaciones (2016). Ahora, en la colección Nuevas Traducciones de editorial La Isla de Siltolá, ofrece El poema extranjero, una colección de versiones a partir de poemas en alemán, inglés, francés e italiano. Hace así, ampliando el número de lenguas pero con una muestra mucho más breve, algo parecido a lo realizado por Jordi Doce que quedó comentado aquí no hace mucho.

La citada colección de Siltolá la integraban de momento solo dos volúmenes de Hilario BarreroLengua de madera y A quien pueda interesar. Peña traduce aquí a HölderlinKeatsLeopardi, Baudelaire, Yeats, Kipling, Rilke y Dylan Thomas. Los poemas traducidos son, respectivamente, "A las Parcas"; un fragmento de Endymión, las justamente célebres odas a un ruiseñor y a una urna griega, y "Brillante estrella"; "El infinito" y "A Silvia"; "Correspondencias"; "Innisfree, la isla del lago", "Un aviador irlandés prevé su muerte", "Lo que he vivido" y "El viaje a Bizancio"; "Si"; "Torso de Apolo arcaico"; y, finalmente, "Y la muerte no tendrá dominio". La edición es bilingüe, lo que es casi atrevimiento teniendo en cuenta lo mucho que se apartan a veces las traducciones de los originales

En la Nota del autor, Peña advierte: “En ocasiones, sin premeditación, se me ha impuesto la traducción de una emoción más que la traducción literal de las palabras que crearon esa emoción. De ahí que mis errores se deberán no sólo a mi impericia filológica, sino a que yo, como lector, acaso haya leído una emoción equivocada en un poema extranjero.” Lo cierto es que multiplica a veces el número de versos, añade alguna estrofa, rompe las medidas, estira un soneto.

Sorprende que elija prolongar los endecasílabos de "El infinito", el estremecedor poema leopardiano, cuando tan fácil es emplear ese molde también en español. Cierto que muchos lo han hecho así antes, y que quizá para distinguirse Peña haya optado por esta escansión más libre, a menudo alejandrina. Mucho más ceñido, "A Silvia" tiene la melodía exacta y traidora capaz de llenar de lágrimas los ojos: “¿Aún recuerdas, Silvia, aquel tiempo / de tu vida mortal, / cuando ardía en tus ojos la belleza / de una mirada tímida y risueña, / y alegre y pensativa / iniciabas la breve juventud?”

En "Un aviador irlandés prevé su muerte", este título que tomó prestado Justo Navarro, adopta una solución plausible en un pasaje que incomoda a los traductores, ese waste of breath aplicado a los años transcurridos y a los venideros, que no tiene fácil correspondencia y que en todas las traducciones que conozco me resulta insatisfactorio. Peña vierte: “en los años vividos, inútiles, vacíos, / en los años que aún habría de vivir, / inútiles, vacíos.” Por su parte, el And death shall have no dominion de Thomas se convierte en el algo simple “No vencerá la muerte”, aunque se respeta el título literal de Y la muerte no tendrá dominio

A poco que se hurgue se apreciarán las disparidades, pero también no pocos aciertos. Así, el sylvan historian de Keats se convierte en “inmutable rapsoda”. Lo importante es que los poemas traducidos en este libro se pueden leer de manera autónoma, con olvido de que sean traducciones. El soneto de Rilke es un buen ejemplo de ello. Su primer cuarteto es ya da una musicalidad elegante y evocadora que, de haber escrito en español el poeta praguense de lengua alemana, ya habría querido para sí: “No vemos la cabeza mitológica / con ojos que brillaron como gruta madura. / Pero su torso fulge con un fuego / que ha llegado hasta aquí, intacto y mutilado”.

Dije antes que Peña es autor de letras flamencas. Esto me hace recordar que hace poco se celebró en la Residencia de Estudiantes un homenaje a Federico García Lorca con motivo del 120 aniversario de su nacimiento, en el que se prodigó la música, incluida la de la becqueriana arpa, y se leyeron traducciones del poeta granadino al inglés y al irlandés. Theo Dorganrecitó sus versiones gaélicas, que es un idioma que viene muy bien al estro popular de Lorca, poeta que ha sido muchas veces traducido por sus colegas irlandeses. Son especialmente atinadas las versiones que hizo Michael Hartnett en Gypsy Ballads a partir del Romancero gitano. En la tierra de Yeats, Lorca es muy apreciado, y no es raro al hojear los volúmenes de la sección de poesía de Hodges Figgis, la librería dublinesa citada en Ulises, hallar citas y versiones de nuestro compatriota.

Traducir poesía no es solo atenerse a las palabras, a la métrica. Como bien observa Juan Peña en su preámbulo, tiene mucho que ver con las emociones. Estas podrán mudar de palabras, pero pueden ser equivalentes, un idéntico escalofrío. Al final, la poesía es eso: expresar lo inefable.


"La pérdida de lenguaje supone el final de los conocimientos transmitidos con la sabiduría original de cada pueblo y su historia"

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Publicado en el blog de Eterna Cadencia, el siguiente informe de la periodista Lala Toutonian, publicado el 16 de mayo pasado, da cuenta del estado actual las lenguas en el mundo, con especial acento sobre aquéllas que corren riesgo de desaparecer.

Lenguas en peligro de extinción:
unas 25 desaparecen cada año

Nada más importante que la lengua a la hora de la comunicación. La impronta cultural más destacada, la identidad misma de un pueblo: su idioma. Se cree que actualmente existen casi seis mil en todo el mundo y prácticamente la mitad de ellas corren peligro de extinguirse antes del final de este siglo. Esta derrota cultural tiene diferentes causas, que trataremos en el informe, pero su peor consecuencia es la pérdida de la sabiduría ancestral de quienes nos han precedido.

Según el lingüista francés Claude Hagège, unas veinticinco lenguas desaparecen todos los años mientras que más de 3.000 carecen de escritura. Mientras tanto y a partir de la globalización, el inglés, el español y el chino son las más habladas.

La lengua materna, ese primer idioma que escuchamos, es la transmitida por la madre, de ahí su definición. La primera lengua adquirida, la nativa, esos fonemas torpemente articulados, son los que pedagógica y culturalmente nos guiarán y serán la base de cualquier otro lenguaje que se adquiera a lo largo de la vida. Claro que en un país como Argentina, donde gran parte de su población desciende de inmigrantes, se puede dar la particularidad del bilingüismo (pueblos desterrados como el armenio se mantendrán vivos gracias a la impronta cultural de su idioma y así sus sucesores lo heredarán desde el primer día). Guerras, invasiones y las mal llamadas colonizaciones -más bien conquistas- son las primeras causas de la muerte de la lengua; también la fortuita desaparición de los habitantes de una tierra por las mismas causas. Fenómenos migratorios amenazan tradiciones, sometimientos militares dictatoriales, apuros económicos o empobrecimiento de legislaciones educativas también son algunos de los gérmenes que atentan contra la expresión cultural de un idioma. Como ejemplo: el tsunami de 2004 en el Océano Índico provocó que pequeños grupos étnicos de las islas Andamán prácticamente se extinguieran y con ellos su herencia lingüística.

Las regiones del mundo con más diversidad lingüística –Oceanía, el África Subsahariana y Sudamérica– son las que cuentan con un mayor número de lenguas en peligro de desaparición.

En Europa, por ejemplo, existen según la UNESCO, treinta y tres idiomas (muchos ya en calidad de dialecto, por la cantidad de personas que lo hablan) que estarían a punto de desaparecer. Por ejemplo: el idioma alemán denominado gottscheerish es hablado por un grupo étnico alemán poco estudiado que vive en la ciudad de Nómadas en Eslovenia o el ter sami, una forma de ruso del pueblo de Lviv en Ucrania donde actualmente lo hablan menos de diez personas. En Suecia, el pite sami también lo mantienen unos diez habitantes del condado de Arjeplog o el votic, al oeste de San Petersburgo en Rusia. En la Federación rusa ocurre el caso de que los grandes idiomas absorben a los más pequeños por cuestiones de extensión de territorio y la hegemonía que mantuvo durante sus años en el Cáucaso como lo fue con la URSS (algo similar ocurre en China). El gagaúzo en Bulgaria; el walser, un dialecto alemán de Suiza arcaizante que tiene su origen ¡en la Edad Media! Hoy es hablado por menos de trescientas personas. Grecia padece la muerte de varias de las mutaciones idiomáticas que ha sufrido a lo largo de la historia, lo mismo Italia, Francia, Bélgica, Alemania y Croacia. De todas estas lenguas ancestrales prácticamente no queda registro literario. En la Isla de Man en el Reino Unido, el último orador de su lengua primera murió en 1974.El livonio, de origen letón, murió con su último parlante, un hombre que falleció en 2013. En Finlandia se hablan diferentes dialectos lapones que mancomunan a menos de 200 habitantes lo cual presupone una pérdida prácticamente inmediata. Parte de la misma familia urálica, el sami en Noruega y en Suecia corren la misma suerte. Y aunque haya registro de 300.000 parlantes del bretón, la zona de la Alta Bretaña en Francia, también está perdiendo su fuerza.

Cada lenguaje es hacedor y dueño de su propia estructura de valores éticos, una filosofía única que responde a su bagaje atávico y así es como su pérdida supone el final de esos conocimientos transmitidos con la sabiduría original de cada pueblo y su historia.

En el continente americano murieron de modo estrepitoso idiomas y dialectos tras la irrupción y la conquista salvaje de españoles y portugueses. Hoy, las lenguas amenazadas son el creole holandés berbice, mapidiano mawayana en Guyana; el tawahka, tolupan y maya-chortí en Honduras; el kiliwa, ocuilteco, matlatzinca y ópata en México y el rama y miskito en Nicaragua. El caso de Brasil en particular es alarmante: hasta el siglo XIX se hablaban aproximadamente mil variantes dialectales de las cuales se mantienen apenas 200. India hoy conserva una pluralidad de 400 lenguas minoritarias de las que se cree había el doble. Las grandes lenguas amerindias tienen asegurado el futuro por su gran vitalidad: el quechua con ocho millones de hablantes, el guaraní con siete millones (más de 90% de la población paraguaya lo habla), el nahua con un millón o las lenguas mayas con seis millones en sus variantes lingüísticas yucateco, quiché, mamé, cachiquel, y pocas más.

También se han dado casos de lenguas muertas como el hebreo, que dejó de hablarse en el siglo IV aunque seguía utilizándose en la liturgia y fue revitalizada en el siglo XIX convirtiéndose así en lengua oficial de Israel. O como el valor del latín en la misa católica.

También existe la discriminación lingüìstica -precedida por una étnica y cultural- como en el caso del catalán y el vasco durante el franquismo o el de los aborígenes australianos a quienes también se les prohibía el uso y la educación de sus lenguas (se calcula que entre 1910 y 1970 unos cien mil niños aborígenes fueron apartados de sus padres para vivir en casas de colonos blancos con el fin de “adaptarse” a la nueva cultura aunque la verdadera intención era que renunciasen a la suya propia. La “generación perdida”, la llaman con dolor).

Llamamos evolución a la adaptación del medio y no como sinónimo de mejora o crecimiento; entonces, urgen políticas de coyuntura que alberguen y sostengan lenguas minoritarias en sistemas educativos que las fomenten. Eso es supervivencia y no solo cultural sino humana.

Según dice Rafael Spregelburd: "Parece que nos hemos deshecho felizmente de nuestra historia. La hemos cambiado por entusiasmo y alharaca"

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Una vez más, Rafael Spregelburd, esta vez en su columna del diario Perfildel 11 de mayo pasado. 

FILBO, Fulbo, Fútbol

La Argentina fue la invitada de honor de la Feria del Libro de Bogotá, la FILBo, un evento que en gran medida bajo la influencia de las ferias de Buenos Aires y de Frankfurt fue evolucionando hasta el megaevento que es hoy. Hubiera sido genial estar a la altura. Bajo el eslogan “La literatura argentina sale a la cancha” todo el pabellón nacional quedó apoltronado de fútbol: la entrada, una remera, precedía a una manga con ruidos de cancha y papelitos; al llegar, no una sino dos canchas de formas alargadas y dudosas en las que se podía practicar el tiro penal, ya que poco y nada la lectura.

Si forma es contenido y viceversa, habría que ver en qué estaban pensando cuando diseñaron este envase para una cosa que –idealmente– no requiere de ninguno. El ministro de Cultura, Pablo Avelluto, mentor del concepto, lo defendió con penales y una arenga: “El pasado cultural argentino, como el colombiano, es enorme. Nos reconocemos en él. Pero a veces el pasado puede ser opresivo, una mochila demasiado pesada”. Y propuso “encontrarse con la Argentina contemporánea que a partir de ese pasado escribe su propia historia en este presente, con las voces de una treintena de escritores, ilustradores de distintos géneros que nos van a mostrar el nuevo capítulo de ese enorme libro de la historia de la literatura”.

Parece que nos hemos deshecho felizmente de nuestra historia. La hemos cambiado por entusiasmo y alharaca.

En el pabellón, libros se encuentran pocos, pero sí muchas fotos decorativas de escritores. ¿Serán la historia? Y choripanes. Choripanes a rabiar. Pero no es ninguna novedad que las ferias del libro viren a encuentros gastronómicos.

Alberto Manguel pidió disculpas en nombre de todos los argentinos por el absurdo populista. Identificarse con fútbol en países latinoamericanos y futboleros supone, además, dividir por camisetas, competencias y rencores infiltrados por el opio de los pueblos. ¿A quién no le daría algo de tirria por aquí ver a autores brasileños encabezados por Pelé? Mis amigos colombianos (nos aúna la acidez) no lo dejaron pasar. Hago mías las palabras de la gran autora Carolina Sanín: “Los libros también son juegos: juegos más divertidos, más vitales, más bellos que el fútbol. Pero, también, son más peligrosos que el fútbol. En esta descarada macrización del continente, por supuesto que por delante va el fútbol: algo que a todos gusta, que a todos supuestamente nos une, que a todos adormece y en lo que no entran en juego las ideas”.

Ortografía y demagogia en España y América

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En Roma la plebe monoptongaba au en o, lo que se prestó en más de una ocasión al fraude y a la demagogia. Tal fue el caso del nombre del tribuno de la plebe Claudio, representante de la aristocracia, que transformó su nombre en Clodio para fingir su pertenencia a la clase popular. La excusa era facilitar la pronunciación.

Mucho después, en tiempos de la Revolución francesa, los gramáticos franceses eliminaron el presente del subjuntivo de las proposiciones incluidas para imitar la manera de hablar del pueblo, que reemplazaba ese tiempo con el futuro imperfecto. A nadie se le ocurrió educar al pueblo en lugar de simplificar la sintaxis por decreto. Hoy en día, ésa es la norma.

Hace un par de años, aproximadamente, la Real Academia Española, haciendo uso del mismo recurso claramente demagógico, decidió modificar la ortografía de los pronombres demostrativos éste, ése y aquél, eliminando las tildes que los distinguían de los adjetivos este, ese y aquel; otro tanto sucedió con el adverbio sólo al que también se le eliminó la tilde para lograr una perfecta confusión con el adjetivo solo. Y todo en aras de “simplificar” la ortografía al nivel del gente.

En el futuro, dado que a muchos españoles se les presenta el problema psicológico de pronunciar el grupo tl, puede que el océano deje de ser Atlántico para devenir Alántico y que el Atlético de Madrid pase a ser simplemente el Aleti. ¿Qué va a pasar entonces? ¿En América vamos a aceptar la eliminación de tlen aras de "simplificar la ortografía"? O peor aún, si al espárrago parlante que hace las veces de rey de España se le cae un diente y por eso empieza a pronunciar mal algún sonido, ¿vamos a admitir sus problemas odontológicos, aceptando esa variante patrognómica como norma de la lengua?

La cuestión no es nueva, como lo demuestra el siguiente fragmento de un discurso de la lingüista argentina Ofelia Kovacci,quien en la presentación de la Ortografíade la Real Academia Española, el 9 de septiembre de 1999, se refirió a la cuestión, presentando ejemplos de modificaciones ortográficas propuestos a uno y otro lado del Atlántico (que se pronuncia con tl, claro).


La ortografía en la historia del español
(fragmento)

[...] También en América ha habido preocupación por la lengua y la ortografía. Recordamos las ideas de D. Andrés Bello, quien junto con Juan García del Río se refería en 1923 a la importancia de una “escritura uniformada de España y de las naciones americanas”(1). Su fin era el mismo que lo impulsó más tarde a escribir su Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847):

Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres [...] como un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derramadas sobre los dos continentes (Gramática, “Prólogo”).

Por otra parte, en el artículo de 1923 expresaba claramente el “celo por la propagación de las luces en América; único medio de radicar una libertad racional, y con eIla los bienes de la cultura civil y de la prosperidad pública” (p. 87). Lograr este objetivo superior, que concierne a la educación general, requiere instrumentos adecuados; de ahí la necesidad de la reforma ortográfica:

Entre los medios no sólo de pulir la lengua, sino de extender y generalizar todos los ramos de ilustración, pocos habrá más importantes que el simplificar su ortografía, como que de ella depende la adquisición más o menos fácil de los dos artes primeros, que son como los cimientos sobre que descansa todo el edificio de la literatura y de las ciencias(pp. 71-72).

En cuanto a la orientación de las reformas, evidentemente BeIlo seguía las hueIlas de Quintiliano y Nebrija (“escribir como pronunciamos”), y también de la Real Academia Española, en cuanto al principio fonético. Bello defendía la correspondencia unívoca entre cada fonema y cada letra. También tenía un argumento estético: la ortografía, cuanto más sencilla, más beIla será. (2)

El proyecto de reformas de 1823 contemplaba dos etapas. En la primera se proponía:

representar la consonante velar fricativa con la letra jen todos los casos: (jarro, jenio, elejir; joya);

la vocal i siempre con i (mui, voi, leer i escribir);

la vibrante múltiple con rr, siempre que aparece (rrazón, prórroga, enrredo), reservando la r para la vibrante simple (arar, ombre, arte);

la fricativa interdental siempre con z (zorro, zumo, zebo, zineo);

suprimir letras mudas: la h de ombre, abla, onor, y la u después de q como en qe, qema, qinto.

En la segunda etapa:

representar la consonante oclusiva velar sorda siempre con q (qasa, qonqista, quna);

suprimir la u muda en los contextos g-e, g-i (gerra, ginda).

Estas reformas se proponían para “someterlas desde ahora a la discusión”, y en la práctica los autores solo adoptaban las dos primeras de las ocho propuestas, a las que agregaban la sustitución de xfinal de sílaba por s; en el artículo de 1923 escribían, por ejemplo: “estender i generalizar...”.

Las dos primeras propuestas fueron aceptadas ampliamente en Chile, y esta reforma se llamó la “ortografía de Bello”. En 1835 D. Francisco Puente agregaba algunas otras modificaciones a las de Bello, entre las que se aceptó el reemplazo de la letra x por s ante consonante: estremo « extremo) (3). Esta ortografía se llamó “ortografía chilena”.

En 1843, encontrándose Domingo Faustino Sarmiento exiliado en Chile, Bello fue nombrado rector de la Universidad de Chile, recientemente creada. Sarmiento se contaba entre los miembros fundadores de la Facultad de Filosofía y Humanidades, la que también supervisaba las escuelas primarias y secundarias. Preocupado por el problema ortográfico en la preparación de cartillas y silabarios, después de consultas con Bello y de haber sido alentado por él, Sarmiento leyó ese año en la Facultad un proyecto de reforma ortográfica: Memoria sobre ortografía americana. Su propósito era no solo facilitar la alfabetización de la mayoría, sino también lograr la independencia cultural respecto de España.

En la Memoria critica a la Real Academia Española por sus principios ortográficos, y señala el estado de postración de la literatura española de la época. Pretendía que en América se escribiera de acuerdo con la pronunciación americana. Propone eliminar la z -junto con la e ante e, que no se pronuncia como zeta en América, y emplear en su lugar la s; eliminar la v y sustituirla por la b; reemplazar la y por i; la x puede representarse por sus componentes es o gs; reemplazar qu por e, y distinguir r / rrsegún la pronunciación. La Facultad nombró una comisión para estudiar la propuesta, mientras se suscitaba una larga polémica, en la que intervinieron periódicos, profesores y literatos, y en 1844 aprobó la reforma en lo que coincidía con la propuesta de Bello, aunque el estado deliberativo persistía (4).

En 1847 la prensa empezó a abandonar el seguimiento de la polémica, y se manifestaba resistencia a la innovación ortográfica por la anarquía que provocaba en las escuelas. Como consecuencia, a propuesta de Bello se abandonó la reforma en 1851. En la práctica Chile mantuvo por años algunas modificaciones –algunos escritores las empleaban–, mientras las polémicas continuaban. Finalmente, el 12 de octubre de 1927 se determinó adoptar la ortografía de la Real Academia en homenaje a España. La reforma chilena tuvo repercusión temporaria en varios países del continente y Sarmiento, en pleno debate, se vio apoyado por una Academia Literaria i Científica de profesores de Instrucción Primaria de Madrid, que también propugnaba una reforma.

En España en esos momentos no se consideraba obligatorio acatar las disposiciones de la Real Academia. Pero actitudes como la de los maestros madrileños provocaron que en 1844 una Real orden impusiera en la enseñanza las normas académicas, y la Reina pidiera a la Academia que expusiera sus reglas en un manual para la enseñanza. Así se publicó en 1844 el Prontuario de ortografía de la lengua castellana, que tuvo numerosas ediciones hasta 1928, así como otro Prontuario en preguntas y respuestas, de 1870, con reediciones hasta 1928. La edición 31, de 1931, la última aparecida de la obra, varía el título: Prontuario de ortografía de la lengua española.

A reformas del tipo de la chilena se adhirieron algunos escritores; tal el caso de Juan Ramón Jiménez, quien se limitó a la representación de la consonante fricativa velar, para la que eligió la j: (májico, márjenes, jigantesco, frájil, prodijioso) y a la escritura simplificada de algunos grupos consonánticos (istante, esplosión).

Jorge Luis Borges también empleó fugazmente una ortografía heterodoxa. Recuerda en la Autobiografía (5) publicada en 1970, que después de intentar “imitar prolijamente a dos escritores españoles barrocos del siglo XVII, Quevedo y Saavedra Fajardo”, y de haber hecho “todo lo posible por escribir latín en español”, queriendo librarse de ese estilo trató “de ser lo más argentino posible”. Un recurso fue imitar a defensores de la reforma ortográfica americana del siglo anterior en su libro Luna de enfrente, de 1925. Dice Borges en la Autobiografía:

Entre otras tonterías, mi primer nombre aparecía escrito, a la manera chilena del siglo diecinueve, como “Jorje” (un desganado intento de grafía fonética); usaba “i” en vez de “y” tratando de ser lo menos español posible (Sarmiento, nuestro mayor escritor, había hecho lo mismo); y omitía la “d” final en palabras como “autoridá” y “ciudá”. En ediciones posteriores [ ... ] podé las excentricidades (p. 83).

La alusión a la ortografía más reciente y polémica de un escritor famoso, que tuvo amplia resonancia en la prensa, ha sido la de Gabriel García Márquez. La pronunció en abril de 1997 en un Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Zacatecas (México) ante periodistas, escritores, académicos, lingüistas y también el rey de España: pidió “jubilar la ortografía”. No se trató de una propuesta concreta, sino de un enunciado detonante, y sus aclaraciones posteriores no arrojaron mayor luz sobre el alcance de la frase ni sobre su fundamento.

Sin embargo, seis meses antes, en octubre de 1996, García Márquez había disertado en la asamblea anual de la Sociedad Interamericana de Prensa, celebrada en California (6), donde también se ocupó de la ortografía; allí, refiriéndose a las “deficiencias flagrantes” de muchos redactores de periódicos en la actualidad, dijo: “Tienen graves problemas de gramática y ortografía”, y agregó que la transcripción de grabaciones “es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en La ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis”. Queda como incógnita cuál es el verdadero pensamiento del celebrado escritor.


Notas:
1“Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar y uniformar la ortografía en América”, en Andrés Bello, Estudios gramaticales, pp. 69-87, ed. cit. (en n. 4), que moderniza la ortografía. En la versión original del artículo, publicado en Biblioteca Americana, Londres, 11 de abril de 1823, los autores escribían: “de Espania i de las naciones americanas”; “hoi”; etc.
2“Ortografía” (1844), en A. Bello, Estudios gramaticales, p. 100.
3 Cf. Lidia Contreras, “Los académicos chilenos ante la cuestión ortogrática”, en su Ortografía y grafémica, Madrid, Visor, 1994, p. 195.
4 Con la ortografía nueva aparecía en 1845 la edición del Facundo de Sarmiento (también publicado en folletín en El Progreso de Santiago de Chile): Civilización i barbarie. Vida de Juan Faculldo Quiroga i aspecto físico. costumbres i ábitos de la República Arjentlina (título); “la vasta estellsión arjentina”; “ella sola esplota las velllajas del comercio estralljero”; etc.
5Jorge Luis Borges con Norman Thomas di Giovanni, Autobiografía 1899-1970; traducción española de Marcial Souto y Norman Thomas di Giovanni de “Autobiographical Essay” (publicado en The New Yorker, 1970), Buenos Aires, El Ateneo, 1999. Las citas corresponden a las pp. 80-83.
6El diario La Nación de Buenos Aires publicó la disertación los días 8 y 9 de octubre de 1996.

¿Quiénes son más imbéciles? ¿Los tipos de la RAE o nosotros que todavía les prestamos atención?

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Según Linkedin (https://www.linkedin.com/company/grey-group-spain) , “GREY España, presidido por Javier Suso, es el tercer grupo de comunicación español. Con oficinas en Madrid y Barcelona y 200 empleados, GREY ofrece servicios de creatividad, desarrollo digital, desarrollo de marca, planificación estratégica y nuevos medios, healthcare, producción, mobile marketing, analytics, social media, RRPP, marketingpromocional, Shoppermarketing, entre otros”.

El rojo que destaca las palabras procedentes del inglés en la presentación institucional de GREY España es del Administrador de este blog, y sirve como curioso contraste con la campaña que esta empresa realizó conjuntamente con la Real Academia Española, de acuerdo con la información presentada en el sitio http://grey.com/spain

Allí, en una entrada correspondiente al 17 de mayo pasado, se lee: “La Real Academia Española y la Academia de la Publicidad se unen para luchar contra los anglicismos en la Publicidad”. (La mayúscula no es nuestra.) Y luego: “La Real Academia Española, RAE, y la Academia de Publicidad, AP, presentan una campaña rompedora con dos anuncios que ponen de manifiesto el abuso de los anglicismos en publicidad”.

Por si hiciera falta, después se aclara: “Una campaña de concienciación que tiene como objetivo fomentar el uso del idioma español no sólo en los spots sino en la sociedad en general. Enric Nel.lo, Director General Creativo de Grey España, agencia encargada de la campaña,  explica cómo se está desarrollando: ‘Luchamos contra los anglicismos con sus propias armas: lanzamos dos productos, un perfume para mujeres y unas gafas de sol para hombres, a través de una campaña de publicidad cuyo objetivo es demostrar los grandes malentendidos que el uso desmedido del inglés en la publicidad provoca en el consumidor’, y añade: ‘Desde la RAE y la Academia de la Publicidad creen que el español está amenazado seriamente por la invasión del inglés en todos los ámbitos, sobre todo en el lenguaje comercial y profesional. La publicidad es uno de los principales sectores implicados, ya que el uso excesivo de los anglicismos en los anuncios que se emiten en España no sólo afecta a las marcas, sino directamente a la población general y a cómo perciben los mensajes comerciales’.”

Como si todo esto no fuera ya bastante triste, Grey España explica en qué consistió su campaña: http://grey.com/spain/work/key/rae/id/12528/

Lo hace en estos términos:

El entorno
La publicidad genera cambios de comportamiento, para bien y para mal. En su afán por diferenciar los productos y hacer que sean percibidos como superiores, más apetecibles, tecnológicos y novedosos, la publicidad ha empezado a hacer un uso indiscriminado del inglés, reemplazando palabras que existen en nuestro idioma por anglicismos que, muchas veces, no todo el mundo conoce.

Esta campaña nace para concienciar respecto de problema, hacer ver el sinsentido de utilizar términos en inglés y dejarnos persuadir por ellos.  En definitiva, para luchar contra la invasión de los anglicismos.

El reto
Lanzamos dos productos (un perfume llamado Swine y unas gafas con blind effect) con un spot un tanto absurdo, plagado de términos en inglés, en el que anunciaba que se podía pedir el perfume a través de la web.

La gente, confundida con los términos, recibió en su casa una muestra del maloliente perfume Swine (que significa CERDO) y y unas inútiles gafas de sol Sunset Style with Blind Effect (que significa efecto ciego)

La estrategia
Resolvíamos la campaña explicando el significado del nombre de los productos del por qué de la campaña. Todo ello para generar debate mediático y social, y calentar el ambiente antes de una jornada organizada por la Real Academia Española para tratar los anglicismos en la publicidad, que tuvo lugar el 18 de mayo en la RAE.

Hay dos melancólicas conclusiones.

La primera es de Borges: ¿para qué hacerle caso a la publicidad, cuando quien la hace es el que promociona el producto que se vende, ya sea porque lo fabrica o porque le pagan para que lo promocione?

La segunda es nuestra: ¿cómo es posible que con ejemplos tan flagrantes de imbecilidad –para no hablar del siempre plagiario Pérez Reverte–, en América todavía se le preste atención a la Real Academia del Orto? ¿Cómo hay aún editoriales o periódicos y revistas en Latinoamérica que, en sus oficinas y redacciones, se guíen por las normas que dictan estos alcornoques? ¿Quién carajo puede tomar como principio de autoridad las sesudas decisiones a las que llega esta cáfila de desquiciados?


Nueva revista argentina sobre estudios eslavos

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Nuestro amigo Alejandro González, eminente y premiado traductor del ruso, nos hace llegar, en nombre de la Sociedad Argentina Dostievski, el primer número de la revista Eslavia. Los que la llevan a cabo, presentan el n°1, de mayo de este año, en los términos que siguen.

Eslavia

La revista semestral Eslavia, iniciativa de la Sociedad Argentina Dostoievski, quiere configurarse como una propuesta de encuentro desde nuestro país con aspectos culturales de los países eslavos en general. Algo remotas en nuestra percepción, estas culturas que conforman la Europa del Este son, sin embargo, motivo de curiosidad y de intercambios con nuestro mundo mucho más estrechos y dinámicos de lo que podría suponerse. En principio porque buena parte de ellas han realizado su aporte al caudal inmigratorio que desde fines del siglo XIX y en distintas y sucesivas oleadas a lo largo del XX configuró nuestro entramado demográfico y sociocultural. Luego, por la influencia o las resonancias que han tenido en nosotros manifestaciones de índole artística y literaria de aquellas culturas, así como las que remiten a su devenir histórico y político y que impactaron e impactan de una manera u otra de este lado del planeta.

Eslavia se propone como un puente más, que reúna y reactualice esos vínculos. Quienes la realizamos tenemos especialización en distintas disciplinas (literatura, lingüística, sociología, traducción, bibliotecología) y en distintos países de la gran familia eslava. La revista, entonces, quiere también fortalecer el encuentro e intercambio entre quienes nos dedicamos al estudio de aspectos diversos de ese mundo, encuentro que originalmente propició la Primera Jornada Nacional de Estudios Eslavos realizada en Buenos Aires en agosto de 2016, de participación abierta y que tendrá su réplica este año 2018.

La propuesta de Eslavia debe comprenderse, además, dentro de un panorama más amplio, que incluye espacios académicos específicos, la insoslayable contribución desde casi el inicio del nuevo milenio de todas las traducciones argentinas realizadas desde originales y que implican la consolidación de toda una generación de traductores de lenguas eslavas, así como las diversas producciones bibliográficas sobre literatura, historia y actualidad, aspecto este que además ha sido el motor de un intercambio directo cada vez más asiduo con instituciones y especialistas de Rusia y de otros países eslavos.


Ver vínculo con la revista: https://eslavia.com.ar/




Macri y la cultura, una vez más

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“El llamado de 2017 lleva más de un año sin respuesta, salvo a los proyectos rechazados. Preparan una nueva ley”. Eso dice la bajada de la nota publicada por Patricia Kolesnicov en el diario Claríndel 1 de junio pasado.


Mecenazgo porteño: la cultura puede esperar

Quienes hayan acuñado algún lindo proyecto y entren a la página del Ministerio de Cultura porteño con la ilusión de conseguir ayuda económica a través del régimen de mecenazgo, tal vez terminen el día frustrados: "Por el momento no se encuentra disponible la fecha de la Convocatoria 2018, es lo que se informa bajo el título "Información para beneficiarios".

En cambio, las instituciones que se presentan todos los años para pedir esos fondos -aportes privados a la cultura que luego se deducen de impuestos- no se sorprenderán: ellos saben que el llamado de abril de 2017 todavía no se resolvió y ven cómo los montos pedidos se devalúan mientras algunos reciben llamados informales comunicando que "está por salir" y otros, cartas de rechazo a sus proyectos. Pasó un año: todos los plazos están vencidos pero hasta ahora no hubo apuro. Los que tienen espalda hacen su obra y recuperan después y los que no, bajan la persiana. La cultura puede esperar.

En la ciudad de Buenos Aires, la Ley de Mecenazgo se aprobó en 2007 y se aplicó dos años más tarde. Si bien nunca fue un trámite dinámico, entró en un tempo cada vez más moroso en los últimos dos años. Su propósito es generar aportes privados para la cultura y eso se logra dándoles a quienes donan beneficios impositivos; es decir que en la práctica el Estado redirige parte de sus recursos -los que cobraría como impuestos- al área de cultura. Quien lo requiere presenta un proyecto y un comité de especialistas aconseja su aprobación o su rechazo: según la ley, a los 60 días de la presentación de un proyecto, el comité tiene que entregar su informe al Ministerio de Cultura.

El monto total otorgado a todos los proyectos no puede superar el 1,1 de lo recaudado por Ingresos Brutos. ¿Mucho o poco? En 2017 la recaudación fue de 91.248 millones de pesos, así que el área podría beneficiarse con 1003 millones, pero, explican desde el Gobierno, en la práctica el número lo decide el Ejecutivo. ¿Mucho o poco? Mucho: para 2018, el presupuesto del ministerio de Cultura porteño es de alrededor de 4.278 millones. ¿Quiere el gobierno porteño aumentar de tal manera el presupuesto de Cultura? Difícil de creer.
La ley porteña, en particular, tiene en cuenta a los pequeños aportantes (algo similar a los monotributistas), que recibirán como compensación todo lo que hubieran pagado por Ingresos Brutos. Y establece que los más grandes, las empresas, puedan dirigir a estos proyectos el 10 por ciento de sus obligaciones con la Ciudad. Aquí hay otras consideraciones: si muestran su marca en el evento u obra que patrocinan, las empresas reciben de vuelta el 50 por ciento de lo que aportaron. Y si no lo hacen, el fisco porteño premia esa discreción devolviéndoles todo.

Los proyectos más diversos se financiaron de este modo: desde el Festival de Teatro Clásico hasta una Fiesta de títeres para adultos. Desde el Festival de Artes Escénicas Konex hasta teatro comunitario en Pompeya. Desde una revista de fotografía -Balam- hasta el catálogo de la feria arteBA. Desde el festival literario FILBA hasta la Bienal de Performance. Y, para asombro de muchos, reformas edilicias de museos públicos -como el Larreta, en Belgrano- y hasta actividades corrientes de esas instituciones, como la celebrada muestra de Tomás Saraceno en el Moderno, de San Telmo.

Es que los museos porteños tienen presupuestos indigentes, explican varios directores, en el más cerrado off the record. Tienen cajas chicas de unos 15.000 pesos que reciben después de llenar cordilleras de papeles. Y para funcionar tienen que gestionar gasto por gasto. Sin la plata de mecenazgo, deslizan, no llegan a fin de año.

Frente a eso, algunos directores optaron por pedir Mecenazgo. "En abril de 2017 -cuenta Delfina Helguera, directora del Larreta- me presenté con un proyecto para terminar las salas. Pedía el arreglo del equipo de climatización del depósito de obras con un humidificador nuevo (indispensable para conservar las obras), arreglar carpinterías y completar la iluminación. Hace unos días me llegó un papel diciendo que no me lo otorgaban". El museo genera recursos: su bellísimo jardín se alquila por 13.000 pesos por día. Pero el dinero no queda en casa sino que va a las arcas generales. Un restaurante que allí funciona paga 39.000 pesos, que siguen el mismo camino.

El problema -cuenta la presidenta de una fundación que ya recibió dos avisos de rechazo de los tres proyectos que presentó en 2017- es que tardan muchísimo y aprueban un 50, 70 por ciento de lo pedido. "Para cuando te llega, termina siendo tan poca plata que es un problema: tenés un compromiso de hacer algo y no te alcanza".

En el gobierno porteño informan que la lista de proyectos aprobados en 2017 está lista y que la darán a conocer en estos días: planean hacer, antes de fin de junio, una feria donde se encuentren creadores y sponsors. Pero respecto de este tema lo que tienen bajo el brazo es un nuevo proyecto de ley, que esperan mandar a la Legislatura en un mes, cuando lo terminen de consensuar con la Jefatura de Gabinete.

La intención principal de este nuevo proyecto sería que los empresarios aporten más. La idea es que ahora no puedan deducir más que el 70 o el 80 por ciento.

Para tentar a las empresas, la nueva ley permitiría que los patrocinadores difundan su imagen y haría más sencillos los trámites. También -si las conversaciones con las áreas que manejan plata prosperan- plantearían que, además de un techo de dinero, Mecenazgo tuviera un piso, el 0,5 por ciento de lo recauda Ingresos Brutos. Pero todo depende de lo que diga, en última instancia, Jefatura de Gabinete. A nivel nacional, un proyecto similar muy anunciado cayó herido en diciembre, por cuestiones de recursos.

Que la cultura genera empleos, que crea una imagen, que es parte de la identidad porteña, argumentan quienes aspiran a los fondos del Mecenazgo. Una demanda que viene demorada.

Un "parate" a nivel nacional
En septiembre de 2016, con acto y alegría se anunció la presentación de una Ley de Mecenazgo a nivel nacional: lo presentó en sociedad el propio Mauricio Macri, con el ministro de Cultura, Pablo Avelluto.

La ley vinculaba la donación al Impuesto a las Ganancias:parte de lo aportado se podía deducir. Un 50 por ciento para proyectos a realizarse en la ciudad de Buenos Aires; 80 por ciento para los del resto del país y 90 por ciento si se trataba de iniciativas para zonas vulnerables o vinculadas a bienes patrimoniales. En el ministerio de Cultura se creó la Dirección de Mecenazgo.

Según los cálculos de quienes pensaron la ley, con esto la cultura ganaría 1.800 millones de pesos el año siguiente.

Sin embargo, cuentan, un sector de Jefatura de Gabinete estimó que el costo era excesivo. El proyecto, que había sido presentado por la senadora Marta Varela, cayó el pasado diciembre. Se volvió a presentar, pero nadie espera que lo defiendan. La Dirección de Mecenazgo no existe más.

Dos razones de Tabarovsky para reeditar un libro

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Louis Althusser

El pasado 2 de junio, en su columna del diario PerfilDamián Tabarovsky, el narrador y director de la editorial Mardulce, se dedicó a reflexionar sobre los libros que vale la pena reeditar, afirmando, no se sabe si en serio o en chiste, que él no es editor. Esto es lo que escribió.

Libros a reeditar

Envejecer es darse cuenta tarde de que hay libros que están en falta. Me entero de que tal libro está agotado. ¿Cómo agotado? Si yo lo compré hace poco. Pero ese hace poco fue hace veinte años, y hay toda una generación que no lo leyó y que en muchos casos ni siquiera está enterada de su existencia. ¿Los libros se reeditan para subsanar ese problema? Supongo que debe haber más de una razón. A veces un autor algo olvidado, por alguna causa se pone de moda y raudamente se reeditan sus libros viejos. Otras veces una editorial, en un gesto casi de política literaria, decide reeditar un libro porque supone que hay todavía allí un yacimiento de ideas susceptibles de generar efectos críticos en el presente. También a veces aparece la idea del rescate (palabra que francamente detesto), la de ir en busca de un autor, de una obra poco presente en la actualidad, para sacarlo del injusto olvido en el que habría caído. De vez en cuando, lisa y llanamente, no hay explicación. Quiero decir, no hay explicación no para que un libro se reedite, sino al revés, para que no se lo haga. Muchas veces me pregunto por qué tal o cual libro no se reedita y no encuentro razón. No me refiero, por supuesto, solamente al Borges de Bioy Casares, libro hoy inhallable y clave no solo para acceder a Borges, sino para comprender cierto tipo específico de relación con la literatura, el campo literario e incluso la política argentina durante décadas, texto sobre el que creo que se abaten (no estoy seguro: toda aclaración es bienvenida) problemas legales, sino a otros, con menos polémica (entre nosotros, en Francia su aparición bordeó el escándalo), como El porvenir es largo, de Louis Althusser, publicado en castellano en 1992 por la editorial Destino, que no se consigue en librerías desde hace mucho.

Si pudiera, reeditaría ese libro por dos razones. La primera, menor: para ponerle un nuevo título, más justo con el sentido del texto en francés (no solo el sentido de la frase del título, sino la del propio texto). Al traducir L’avenir dure longtemps como El porvenir es largo se le da un toque optimista al título, la idea de que todavía hay mucho por delante, mucho por cambiar, mucho que podría pasar, cuando el concepto del libro es totalmente el contrario. El futuro es un tormento, un pesar, algo que no pasa, que no acaba nunca. El futuro dura mucho, dura demasiado, es tan eterno que no llegará nunca a paliar lo terrible ocurrido en el pasado. El futuro es una condena.

Pero sobre todo, si fuese editor, reeditaría ese libro porque es un texto mayor en la tradición de la confesión, de la que Rousseau es su maestro máximo, y que Althusser lleva a un extremo sin retorno. No solo por el comienzo del libro, la escena en la que Althusser ahorca a Hélène, su mujer; no solo por la necesidad de hablar después del “no ha lugar” judicial con el que fue beneficiado; sino también por la descripción de su vida de infancia, juventud y madurez llevada a cabo como un potente ejercicio de autoanálisis. Althusser realiza un ejercicio de lectura sintomática de su vida, con las mismas herramientas con las que lee, sintomáticamente, el corte epistemológico en la obra del joven Marx, aún idealista, y el segundo Marx, ya científico, en sus libros teóricos. Bajo el modo de la confesión, Althusser lleva la teoría hasta un momento desgarrador.

"Giros, expresiones, palabras, modismos que nos hablan sin que los entendamos del todo"

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Dado el éxito de La Divina Comedia por Twitter, el 1 de junio, Pablo Maurette–autor de la idea y asimismo del artículo que se ofrece a continuación, aparecido en esa misma fecha en el diario Clarín– presenta la lectura de Don Quijotepor Twitter. 

Twitter, la nueva República de las Letras


Los comienzos de la literatura están perdidos inexorablemente en el abismo del tiempo. Los textos más arcaicos que han llegado hasta nuestros días (Gilgamesh, los poemas homéricos, el Antiguo Testamento, por ejemplo) no tienen más de cinco milenios, mientras que el Homo Sapiens lleva unos 300 mil años en la tierra. Sabemos que las primeras épicas de las que hay noticia están inspiradas en mitos e historias aún más antiguas. Y sabemos también que los orígenes de la literatura son orales, la escritura es una tecnología relativamente reciente. Imaginamos, entonces, a grupos de hombres y mujeres reunidos alrededor del fuego en cuevas, o en la orilla de mares y de lagos y de ríos, contándose cuentos.

Podemos incluso adivinar temas, los temas que sobrevivirían y poblarían las mitologías de los pueblos más arcaicos. Deidades del trueno y del relámpago, la creación del fuego, extraños seres mezcla de hombre y animal con poderes mágicos, héroes y heroínas, raptos, guerras, tribulaciones, milagros, prodigios, bendiciones, maldiciones, muertes, amores. Pero, además, la oralidad en los comienzos de la narración y de la poesía es prueba de que la literatura nace como una actividad comunal. Esto implica algo que, acostumbrados a la lectura silenciosa y a la escritura como un acto proverbialmente solitario, quizás nos resulte antiintuitivo: la literatura es esencialmente una actividad grupal. Contar historias es contárselas a alguien y escuchar (o leer) cuentos es algo que se hace siempre en compañía: además de nosotros siempre hay un otro que cuenta el cuento, pero existe también una línea invisible de otros que ya lo escucharon o que ya lo contaron, cuyo eco resuena en cada palabra. Es normal que esto sea así. El lenguaje es la facultad gregaria por excelencia y acaso la nota fundamental de nuestra especie.

Por esto es que no sorprende que a comienzos de este año se haya generado una vasta comunidad virtual que se congregó sobre todo en Twitter y en Facebook, pero también en diversos eventos presenciales, para leer y discutir La Divina Comedia. Uno de los comentarios más prevalentes entre los participantes de #Dante2018 fue que, solos, no habrían jamás leído esta obra que es a un tiempo intimidante, difícil y apasionante. #Dante2018 demostró no solo que los clásicos todavía ejercen un poderoso atractivo, sino que la literatura tiene un impacto mucho mayor cuando se la disfruta en compañía. Este proyecto de lectura compartida, que convocó a gente de todo el mundo, de todas las edades, extractos sociales, orientaciones políticas, profesiones, se renueva esta semana con el inicio de otra iniciativa: #Cervantes2018.

El Quijote comparte con La Divina Comedia algunas de las características que hicieron que la lectura dantesca tuviera éxito. Es una obra que todos conocen de nombre, pero pocos han leído entera. Es una obra que, quien la ha leído, sabe que con una sola lectura no basta. Es una obra vasta, ecléctica, polifónica, que recoge distintos registros, que va de lo más alto a lo más bajo, de lo sacro a lo profano, de lo ejemplar a lo escatológico. Una obra que conjuga los más diversos niveles de sentido y que invita a los más variados acercamientos interpretativos. Es una obra transformadora, que inauguró una forma de entender la literatura y la ficción. Es una obra que cambió la manera de ver el mundo tanto de quienes la leyeron como de quienes no la leyeron. Es, en otras palabras, una obra universal en la que hay lugar para todo y para todos.

Pero no todo son coincidencias en esta nueva aventura virtual. La mayor diferencia es, sin duda, la lengua. Mientras que la gran mayoría de los lectores de #Dante2018 dependía de traducciones (en prosa, en verso, buenas, malas, anticuadas, ajustadas, fieles, infieles), en el caso de #Cervantes2018 el grueso de los participantes accederá a la obra en lengua original. Nos podremos concentrar en el idioma, en el riquísimo vocabulario cervantino, en sus extrañas evocaciones, en sus modismos desopilantes, en su claridad descarnada y en la sonoridad explosiva de ese español que, a un tiempo, es y no es nuestra lengua. Cuando Cervantes habla de “adobar los candiles” o de “dar papilla”, cuando describe el rostro de alguien como “amondongado”, cuando dice que algo está “a tiro de ballesta”, y menciona la “notomía” y al “sobrebarbero”, entendemos sin entender del todo.

Durante una entrevista en la que intenta explicar el mecanismo fundamental de su poesía, Robert Frost invita a su interlocutor a imaginar la siguiente situación: Estamos en una habitación y escuchamos el sonido de una conversación que se está desarrollando en la habitación contigua. Apoyamos la oreja contra la pared, pero no logramos distinguir lo que se dice. Sin embargo, gracias a la entonación, a las pausas, al volumen de las voces y demás variaciones sónicas, nos podemos dar una idea, si bien quizá no del tema, sí del pathos general de la charla. Podemos discernir si se habla en broma o en serio, si se comparten secretos, si se discute, si se narra, si se confiesa, etcétera. Frost llama a esto “el sonido del sentido” y lo entiende como la esencia misma de la poesía: el sonido de las palabras precede al sentido y lo determina.

Uno de los grandes atractivos de la lectura del Quijote son estos momentos de encuentro con giros, expresiones, palabras, modismos que nos hablan sin que los entendamos del todo. En ellos, nos reconocemos a la vez partícipes de la lengua y observadores externos. En ellos, se conjugan la familiaridad y la extrañeza, pero el efecto no es siniestro (pienso en Freud y su definición de lo Unheimlich), sino agradable, gracioso, estimulante incluso. Y son estas curiosas anagnórisis las que aderezan la lectura y, lejos de alienar al lector moderno, lo invitan a entrar.

Hay otra gran diferencia entre las obras capitales de Cervantes y de Dante. Mientras que La Divina Comedia pertenece a un género que ha sido prácticamente abandonado desde hace siglos por la literatura (el poema épico/sacro), el Quijote es una novela, el género que todavía domina el mundo de la ficción literaria –un dominio que no da señal alguna de declive y que, sospecho, prevalecerá por el resto de este siglo y más allá–. Pero el Quijote no es simplemente una novela, es la primera novela moderna y su trama, perfectamente original, un milagro o un absurdo de la imaginación humana (no hay originalidad en el arte, ¡cómo puede ser!), es la piedra fundamental de la literatura de los últimos 400 años. Hasta Cervantes, la literatura narraba historias. A Cervantes se le ocurrió narrar el acto de narrar y que sus protagonistas fuesen libros y lectores. Hoy el escritor debe optar por una de estas dos opciones narrativas. No hay tercera vía. Y no se puede volver atrás. Este cruce del Rubicón literario acaso sea uno de los mayores prodigios de la cultura universal. De esta y otras cuestiones se ocupará #Cervantes2018.

Clásicos en pocos caracteres
Es casi imposible saber cuánta gente participó en Twitter de #Dante2018. En la lectura de un canto por día de la Divina Comedia llegó a haber unas 5 mil personas en esa red y en Facebook, gente de más de 20 países. Al final hubo una votación para decidir la próxima obra: votaron 13 mil personas. #Cervantes2018: El Quijote, un capítulo por día, llevará 128 días y empieza el 1 de junio.

Emilio Quintana Pareja lleva un blog dedicado a la poesía escandinava traducida al castellano

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Emilio Quintana Pareja (Granada, 1964) es profesor en el Instituto Cervantes de Estocolmo, Suecia. Entre otras cosas, tradujo por primera vez directamente del polaco al aforista Stanislaw Jerzy Lec (susPensamientos despeinados fueron publicados en Barcelona, por Península, en 1997).  

En este momento se dedica a la traducción de poesía de la primera vanguardia europea, en diferentes lenguas, así como a la traducción del sueco al castellano. Ha publicado las siguientes traducciones de libros de la primera vanguardia europea:

Henry Parland. Liquidación de ideales, Granada, El Genio Maligno, 2014

Pierre Albert.-Biror. Poemas cotidianos, Sevilla, Renacimiento, 2014 (con prólogo de Juan Manuel Bonet).

Próximamente aparecerán sus traducciones de poetas vanguardistas daneses, letones, polacos y flamencos.

Su actividad en relación con la poesía sueca puede seguirse en su blog El cuaderno nórdico: http://www.emilioquintana.com/cuadernonordico

¿Sigue vivo el Proyecto de Ley de Traducción Autoral o ya pasó de moda defender de verdad los derechos de los traductores literarios argentinos?

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Andrés Ehrenhausvive en Barcelona desde hace más de cuarenta años. Allá desarrolló su carrera de escritor y traductor. Respecto de esta última, desde muy temprano se interesó en el trabajo de sus colegas y acaso por ello se dedicó a defender sus derechos en cuanto foro tuvo a su disposición. A fuerza de militar, llegó a vicepresidente de ACEtt –la asociación que en otras épocas defendía a los traductores españoles–, en la época en que la presidencia de esa institución estuvo a cargo del también argentino Mario Merlino. Todo este largo preámbulo es para explicar que su vida profesional transcurrió fundamentalmente en otra parte y que, por lo tanto, no necesitaba en modo alguno acogerse a ninguna institución argentina para hacer valer su labor como traductor. Sin embargo, se preocupó por los derechos de sus colegas argentinos. Y no fue porque él, personalmente, pudiera sacar provecho de las eventuales conquistas laborales de estos. Así, formó parte del reducido grupo de traductores que impulsó primero el Proyecto de Ley de Traducción Autoral para la República Argentina y que instó a sus compañeros a crear un frente común que ampliara la discusión y, finalmente, se transformara en ley. El primer Proyecto, luego de diversos avatares, perdió su status en el Congreso. El segundo nunca llegó a prosperar, diluido por intereses espurios de aquéllos a quienes no les conviene que los traductores hagan valer sus derechos y por las mezquindades ajenas. Pero también por las propias, que Ehrenhaus se negó a aceptar. Estas últimas, acaso más dolorosas que las primeras, terminaron de alejarlo. Explicó su decisión en la entrada de correspondiente al 27 de septiembre de 2017 de este blog. Lejos de hacer progresar el proyecto, el alejamiento de Andrés coincide con el ominoso silencio que hoy existe alrededor del Proyecto de la Ley de Traducción Autoral, del que, lamentablemente, ya casi nadie habla. Sobre ese silencio trata el texto que sigue.

¿Un proyecto más invisible 
que los propios traductores?

¿Qué fue del Proyecto de Ley de Protección de los Traductores? ¿Qué pasó con el Frente de Apoyo al ídem? ¿Qué se hizo de quienes reclamaron para sí las riendas de esa generosa y necesaria iniciativa? ¿Qué pasó con el esfuerzo de largos y duros años de elaboración e impulso político de un marco digno para el ejercicio de la profesión? ¿Dónde quedó todo eso? ¿Por qué no se habla abiertamente del estado de la cuestión? ¿Quién se responsabiliza de la desinformación reinante? ¿De cuándo datan las últimas noticias? ¿Sabremos algo alguna vez?

Este blog, entre otros muchos espacios, se hizo eco en numerosas ocasiones de lo que se perfiló desde su inicio en 2013 como una de las iniciativas más significativas y halagüeñas para una actividad laboral seriamente estigmatizada por la precariedad y la incertidumbre económica como la traducción sujeta a derechos de autor. También la prensa especializada acogió con entusiasmo la noticia. Por fin algo parecía moverse en un sector tan vapuleado materialmente como piropeado moralmente, sobre todo en los últimos tiempos. Por fin se hablaba de la traducción en términos de realidad y no sólo de metáfora o metonimia. Por fin los traductores literarios argentinos parecían despertar de su letargo y decidirse a hacer frente juntos a sus necesidades y reclamos históricos.

Durante unos años, con sus vaivenes, avatares políticos, alegrías y desengaños, el proyecto gozó de una mala salud de hierro, como suele decirse: el camino estaba plagado de espinas pero nada lo hacía desfallecer, ni siquiera la necesidad forzosa de reinventarse, reelaborarse, reformularse, renegociarse. Los reveses fueron duros pero la ilusión no conocía desmayo; las resistencias, tanto internas (e inesperadas: colegas de otras ramas de la traducción no sólo no apoyaron la iniciativa sino que la boicotearon abiertamente) como externas, fueron ásperas; sin embargo, los apoyos tampoco decayeron y el proyecto salió fortalecido de los reveses. O eso parecía.

Ahora el silencio lo tiñe todo. Ahora que la precarización laboral está en su punto más álgido en todo el país, ahora que la situación de los traductores literarios es quizás más difícil que nunca, ahora es cuando el proyecto ha dejado de ocupar un espacio en nuestros horizontes y se ha difuminado junto con nuestras expectativas. Si acudimos a los órganos de difusión, a los blogs, la página web, la página de FB del frente de apoyo, encontramos entradas antiguas, desactualizadas, marchitas. La última alusión al proyecto en prensa data de septiembre de 2017 (en una nota de Perfil) y tampoco ahí se acaba de entender si está vivo o ya boqueaba para entonces. En la última Feria del Libro de Buenos Aires, CADRA celebró sus ya tradicionales jornadas sobre propiedad intelectual: ninguna ponencia incluye a traductores, ninguna mesa alude al proyecto.

Hace ya casi un año, AATI, la única asociación de ámbito nacional que se percató de que la traducción autoral también existe, modificó de manera halagüeña sus estatutos. Lo más significativo de ese cambio fue la posibilidad de que quienes no tuvieran un título habilitante pero sí méritos equitativos (esto es, traducciones publicadas) pudieran asociarse como miembros plenos, cuando los antiguos estatutos los consideraban socios de segunda clase. El cambio quizás llegó tarde pero llegó, y los traductores profesionales nos congratulamos de ello. Entre otras cosas, porque suponíamos que AATI recogería el testigo del grupo redactor del proyecto y el del posterior Frente de apoyo y haría suya la lucha. No obstante, en sus comunicaciones el proyecto de ley brilla, y de qué modo, por su ausencia. Hay referencias a todo, desde la vetusta Ley 11.723 hasta las Recomendaciones, Convenios y Declaraciones más novedosos menos a “eso”. ¿Acaso siguen atenazados y atemorizados bajo los aún poderosos tentáculos corporativistas del Colegio de Traductores Públicos o los de la aún más oronda FAT? Hoy que la asociación ya habla de derechos autorales de los traductores, la militancia por el proyecto parece haber pasado al pasado. ¿Es así? ¿Hay alguien ahí que pueda esbozar una postura clara al respecto?

La traducción literaria o sujeta a derechos de autor está, como ya se ha dicho en este blog, de moda. Hablar de traducción luce. Investigar acerca de la traducción es cool. Simpatizar con la penuria y la inestabilidad laboral de los traductores profesionales es de obligado recibo. Hasta los editores se hacen eco de esta ola de empatía y no dejan de enmarmolar en público a quienes, en privado, aprietan hasta que la cuerda se rompe. Estamos, incluso, en los albores de un hito inédito: la UBA ha abierto la inscripción para una maestría dedicada a esta disciplina, una Carrera de Especialización en Traducción Literaria. Congratulémonos, era hora que así fuera. Aunque no dejamos de preguntarnos si los profesionales seguiremos siendo libélulas y mosquitas de la fruta en frascos de estudio o se nos dará bola y tiraremos algún centro, e incluso podremos subir a cabecearlo. ¿Se pondrá de una vez por todas la enseñanza de la traducción en manos de quienes se pelan los nudillos para que esa máquina siga echando humo y no pare o continuará todo en manos de titulados con escasísimas horas de vuelo real? ¿Se abrirá la academia a los profesionales de tomo y lomo? ¿O Mahoma seguirá sin ir a esa montaña? Pero esto es carne de otro asado, así que retomo y acabo.

Hay mucha gente que ha dejado en esa militancia de la que hablábamos una dosis descomunal de energía; hay personas con nombre y apellido que han puesto en ese proyecto tan necesario cuerpo, cabeza y alma, y se han vaciado con honestidad en el camino. Más de mil quinientas personas de todos los estamentos de la cultura y decenas de instituciones de éste y otros países aportaron su adhesión explícita al proyecto. Esa gente merece una explicación, merece que quienes asumieron la continuidad de la aventura expliquen si la enterraron ya, si la mantienen viva en algún subsuelo, si está momificada y próxima a exhibirse en un museo o si han desensillado hasta que aclare. Es una curiosidad legítima y alguien debería hacerse cargo de satisfacerla sin rodeos. ¿O se fueron todos y el último no apagó la luz? No lloremos invisibilidades si los invisibles somos nosotros mismos.

Presupuesto 2018: la cultura cada vez más devaluada por el gobierno de Macri

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Si al presidente Macri le interesaran mínimamente la educación y la cultura, tal vez habría tenido la delicadeza de invitar a la Casa de Gobierno al rector de la Universidad de Buenos Aires para felicitarlo por la destacada ubicación que en el ranking internacional de universidades ocupó la casa de estudios porteña, primera respecto de todas las otras instituciones colegas de Latinoamérica. Esa invitación, de la que gozan las selecciones deportivas nacionales y no pocos curiosos visitantes –como los Rolling Stones y los sobrevivientes de Queen, cuando era Jefe de Gobierno, no tuvo lugar. Sin embargo, cuando se hace mención pública de esto, muchos integrantes del partido gobernante se ofenden y tienden a minimizar la cuestión, acaso por provenir de universidades privadas de ésas que no figuran en los rankings de excelencia. 

Hace exactamente una semana (para mayor precisión, en la entrada del pasado 4 de junio de este blog), la periodista Patricia Kolesnicovcriticaba, desde las páginas del diario Clarín, una publicación que raramente se opone al gobierno actual, la falta de voluntad política para poner en marcha la tan cacareada Ley de Mecenazgo, anunciada con bombos y platillos por Macri, la vicepresidente Gabriela Michetti, el jefe del gabinete de ministros Marcos Peña y el ministro de Cultura Pablo Avelluto al principio de su gestión. En la misma línea, pero el pasado 6 de junio, Kolesnicov volvió a la carga para señalar el gigantesco “ajuste ejemplificador” previsto para el presupuesto de este año y las quejas de varios de los responsables de instituciones dependientes del Ministerio de Cultura a los cuales la gestión diaria se les hace cada vez más difícil por falta de fondos.

Hasta dónde apretarle la billetera a la cultura

La primera piedra la lanzó, como distraídamente, el ministro Nicolás Dujovne. El proyecto era secreto pero llegó a oídos del periodista Nicolás Wiñazki, quien este lunes lo publicó con el nombre de “plan tijeras”. En pocas palabras, se trataba de recortar 10 mil millones de pesos adicionales al sector público, además de los 20.000 ya anunciados. En esa volteada caían organismos culturales como el Teatro Cervantes y la Biblioteca Nacional. No habían pasado doce horas de conocida la noticia cuando desde Hacienda se dejaba saber otra cosa: que el “ajuste ejemplificador” estaba suspendido hasta que se terminara la negociación con el FMI.

Chistes aparte –seguro que el FMI exigirá mayor presupuesto para Cultura, ya la vemos a Lagarde aullando “¡plata para el Cervantes, plata para el Cervantes!”– en el sector tomaron nota de lo que se viene. O para ser más precisos, de lo que ya se vino. No por nada, hace unas semanas Alberto Manguel, el director de la Biblioteca, decía que el custodio del patrimonio libresco de la nación no tenía “ni para café”. Y no por nada los proyectos que esperaban ser financiados por la Ley de Mecenazgo porteña –que está vigente– descansan cómodamente en los cajones o han sido directamente rechazados mientras el gobierno porteño prepara una nueva ley. Es que el dinero que va a la cultura por mecenazgo se resta de lo que entra por impuestos. ¿Hace falta explicar más?

Anécdotas hay muchas: como que hacía frío el viernes 1 en el Museo de la Lengua –que depende de la Biblioteca– cuando se presentó la lectura del Quijote en Twitter y los guardas deslizaban que no había calefacción. O que por segundo año consecutivo no se compró ninguna obra para el Museo Nacional de Bellas Artes en arteBA.

¿Por qué no hubo plata para obras nuevas si los cuadros los paga la Asociación Amigos del Museo y no el Estado? Fácil: porque la Asociación está pagando gastos corrientes, armado de muestras. En 2017, la Asociación aportó al mayor museo argentino 15 millones de pesos y para este año la estimación son 17,5. ¿Mucho o poco? Bastante, si se tiene en cuenta que el presupuesto 2018 del Museo es de unos 113 millones pero el operativo –el que se usa efectivamente para montar las exposiciones– alcanza los 35.

El Ministerio de Cultura no necesita que Dujovne le recorte: ya lo hizo. En 2017, gastó sólo el 88,1 por ciento de lo que tenía. Es decir, que si partió de los casi 3.300 millones de pesos –exactamente, 3.298.217.302–, ahorró algo más de 375 millones de pesos. ¿Mucho o poco? Bueno, el Cervantes –que Hacienda quiere achicar– tiene en 2018 un presupuesto de casi 331 millones. Es decir, lo que se ahorró en Cultura en 2017 es más que lo que se otorgó al teatro para todo 2018.

La inflación también hizo lo suyo. “Cada vez tenemos menos plata”, susurran en la Biblioteca. Los números dicen que es así: el presupuesto 2016 fue de unos 417 millones de pesos y, tras una inflación que tocó el 40 por ciento ese año, el de 2017 fue de algo más de 473: el aumento no alcanzó al 14 por ciento. Por ahí se quedó lo del café.

En este contexto no hay que esperar que prospere la Ley de Mecenazgo nacional, que con foto y alegría presentaron Mauricio Macri, Gabriela Michetti y Marcos Peña –y el ministro de Cultura Pablo Avelluto– en septiembre de 2016. La ley establecía una quita de impuestos de hasta el 50 por ciento para proyectos realizados en Buenos Aires, hasta el 80 para el resto del país y hasta el 90 para los que se declararan “de interés especial”. En definitiva, destina a la cultura parte de los impuestos de un donante y lo obliga a poner de su bolsillo otra parte. Además, ese proyecto impide pedir fondos de mecenazgo a instituciones vinculadas a empresas –para que no se donen a sí mismas– y establece que cualquier adquisición que se haga con esta plata deberá ir a una institución o espacio público. Todo muy lindo pero la ley cayó en diciembre en el Senado y, aunque fue vuelta a presentar, nadie espera que encuentre defensores. Tiempos de “ajuste ejemplificador”.

¿Por qué el Estado debería pagar la cultura? Esta idea se remonta a la Revolución Francesa, la que derribó a los reyes y llevó a la burguesía, la gente común, al poder. “El 'proyecto de ilustración'–dice el pensador francés Zygmunt Bauman en su libro La cultura en en el mundo de la modernidad líquida– otorgaba a la cultura el estatus de herramienta básica para la construcción de una nación, un Estado y un Estado nación, a la vez que confiaba esa herramienta a las manos de la clase instruida”.

De otra manera, algo parecido decía, hace algunos años, Juergen Boos, presidente de la Feria del Libro de Frankfurt, la más importante del mundo. Le preguntaron para qué hacía falta leer, por qué tanto esfuerzo. El alemán no dudó: “Para formar ciudadanos críticos”, dijo. Todo esto para formar ciudadanos críticos.

En eso hay que pensar antes de apretar la billetera.


Como Groucho Marx, el presidente de la RAE tiene principios que, si no gustan, los cambia por otros

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El 8 de junio pasado, el diario Clarín, de Buenos Aires, reprodujo una noticia aparecida en el diario La Vanguardia, de Barcelona, donde se referían los patéticos cambios de opinión del pelele Darío Villanueva, actual presidente de la cada vez más desacreditada Real Academia Española. Se recuerda que no hace mucho, el mismo personaje se bajó los lienzos ante los empresarios (ver entrada del 16 de marzo pasado, en este blog) y ahora, sin demasiados preámbulos, hace lo mismo con la clase política. Faltan el Opus Dei, los bomberos voluntarios de Pontevedra y la Unión de Residentes Españoles de Filipinas y cartón lleno.

El lenguaje inclusivo le gana la primera batalla
a la Real Academia

El flamante presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, nombró once ministras y seis ministros en su gabinete. Ellas son mayoría y esa realidad devolvió al centro del debate el lenguaje inclusivo. En las redes sociales, los usuarios españoles empezaron a preguntarse si había llegado la hora de hablar de un ”Consejo de Ministras”, a secas y usando el femenino como genérico. O, en todo caso, de referirse al “Consejo de Ministras y Ministros”. En ese marco, la Real Academia Española (RAE) siempre acusada de demasiado conservadora– quedó en el medio de la discusión. El miércoles, la institución salió al cruce al señalar que era incorrecto señalar al de España como un “Consejo de Ministras y Ministros”. Pero en las últimas horas su presidente, Darío Villanueva, cambió de idea y catalogó como “correcta” esta última fórmula, la misma que eligieron los políticos en su toma de posesión. Finalmente, Consejo de Ministras y Ministros ¡vale!

“Yo por ejemplo cuando comienzo una conferencia suelo decir ‘señoras y señores’. En ese sentido no hay ningún problema”, ha expresado Villanueva en declaraciones a la agencia Europa Press para ofrecer su postura sobre el debate. Aún así ha hecho hincapié en que no debe llamarse únicamente “Consejo de Ministras”, ya que “este recurso induce a la confusión”.

La propia RAE señalaba hace unos días en su página web que desdoblamientos como Consejo de Ministras y Ministros “son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico” e instaba a usar el género masculino para designar a los individuos de un colectivo sin distinción de sexos. Ahora, tras el revuelo, parece que Villanueva aceptó lo que se había convertido en un reclamo público.

Son muchos los usuarios de las redes sociales que calentaron el debate en los últimos días a través de Twitter, con la etiqueta #RAEconsultas. Ante la catarata de preguntas, desde la institución española habían contestado: “El uso de ‘Consejo de Ministras’ no es aceptable, pues el femenino, como término marcado de la oposición de género, sólo incluye en la referencia a las mujeres”.

En un interesante hilo en la red social del pajarito, la RAE respondió a diferentes hipótesis. “¿No sería lo más correcto decir ‘Consejo de Ministerios’ porque así no se excluye ningún sexo?”, se lanzó una consulta. “El consejo lo integran personas, no organismos”, respondieron los encargados del diccionario. “Si el consejo lo integran personas, ¿por qué no puede ser un Consejo de (personas) Ministras?”, planteó otro. “Porque la palabra ‘ministro,–tra’ es un sustantivo, no un adjetivo, es decir, no se puede usar como modificador del sustantivo ‘persona’”, aclaró de nuevo la RAE.

A un año de haber asumido, una entrevista con Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama

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Publicada el 4 de junio pasado en el diario chileno La Tercera, la siguiente entrevista del periodista trasandino Gonzalo León con la editora Silvia Sesé (cfr. en este blog, entradas del19 de mayo de 2010,19 de abril de 2011 y 1 de mayo de 2018), tuvo lugar durante la reciente visita de la actual directora editorial de Anagrama, de España, a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

“Siento realmente una tristeza
porque Bolaño no esté en el catálogo”

Silvia Sesé se hizo conocida en el mundo editorial de lengua castellana cuando como editora del sello Destino, del Grupo Editorial Planeta, descubrió al escritor sueco Stieg Larsson y su saga Millennium. Rápidamente la saga se convirtió en el mayor éxito de ventas de los últimos años del Grupo Editorial Planeta, del que Destino forma parte. Desde ahí los ojos del mundo editorial pusieron los ojos sobre ella, por eso no fue extraño que tras la adquisición de casi todas las acciones de Anagrama por parte de editorial Fetrinelli fuera designada como directora editorial, reemplazando a su fundador y mítico editor, Jorge Herralde, quien se quedó con el 1%. Desde comienzos del año pasado ocupa tal cargo y Herralde asesora al sello que, durante su dirección, dio a conocer en América Latina y España a una vasta generación de escritores de otras lenguas, como Charles Bukowski, Amélie Nothomb, John Kennedy Toole, Richard Ford y Jane Bowles, y también autores de lengua castellana, que tuvo en Roberto Bolaño su caso más emblemático. Hoy Anagrama, pronto a conmemorar el medio siglo de existencia, se prepara para el futuro, de ahí que Silvia Sesé esté muy atenta a las innovaciones de la industria editorial, que tiene en los audiolibros un mercado a explorar y en franco crecimiento, pero también no descuida las traducciones ni menos el mercado latinoamericano, del que quiere incorporar autores nuevos. Esta charla ocurrió en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA).

–Llevas casi un año y medio al frente de Anagrama, ¿cómo ha sido el desafío de suceder a Jorge Herralde?
–En realidad Jorge viene todos los días a la editorial. Yo estoy al frente de la dirección editorial, pero con la ventaja enorme y el privilegio de tenerle a él ahí cada día para para charlar, para intercambiar opiniones, para pedirle consejo, para todo. Entonces digamos que es la manera más fácil de asumir una responsabilidad como ésta y la más natural es tenerle allí; por otro lado trabajo con el mismo equipo con el que ya trabajaba Jorge, aunque con algunas pocas incorporaciones.

–¿No hay complicaciones entonces?
–A ver, tiene su complicación, porque estamos en un momento para el mundo editorial que es difícil, de una crisis superada en cierta parte pero con una bajada de ventas y de número de ejemplares por libro, es decir de tirada, que ya no va remontar, que no va a volver a los años anteriores. Es un momento de cambio, donde cualquier pequeña cosa desestabiliza lo que es el catálogo y el resultado.

–Las industrias del libro de España y Argentina han vivido crisis. Según algunos, le pega menos a las editoriales pequeñas y medianas y más a las grandes, porque las grandes apelan más al lector ocasional y ese terreno ahora está en disputa con Netflix, internet y los videojuegos. ¿Estás de acuerdo con eso?
–De alguna forma sí, es cierto que está el gran lector que podemos contar, que es el lector de literatura, pero también ese lector tiene otros intereses y digamos que sus necesidades son cubiertos por muchísima más competencia, y en ese sentido es fantástico el nacimiento de un montón de editoriales independientes muy interesantes, que de verdad cubren un amplio espectro, pero la verdad es que el número de lectores no ha crecido, al contrario, se ha empequeñecido. Entonces sí, la crisis puede pegar más fuerte a las grandes cifras y las cifras pequeñas son más sostenidas y no hay variaciones tan enormes, pero por otro lado yo creo que en general sí ha disminuido la compra de libros de este grupo de lectores, que también está interesado en muchas otras cosas.

–Tradicionalmente Anagrama ha apelado a un lector de literatura…
–Pero Anagrama también ha conseguido durante sus casi cincuenta años grandes hitos, tanto para llegar como para crear lectores, con un tipo de propuestas literarias que han ido desde la literatura más sofisticada hasta la más nueva en algunos momentos, pero también con títulos que se han convertido en clásicos contemporáneos. Entonces yo creo que es un catálogo muy sólido, con clásicos grandes, que de alguna manera ha popularizado la editorial, pero también con éxitos enormes, que no solamente han ido a un lector específicamente literario, sino a un público más amplio.

–En una entrevista de hace algún tiempo Jorge Herralde destacaba como éxito de ventas La conjura de los necios, de John Kennedy Toole.
–Lo que sucede con un tipo de éxitos como éste es que cuando trasciende este número de lectores que nosotros pensamos que son los lectores literarios, la editorial crea una necesidad en un público menos sofisticado quizá que no esperaba comprar ese libro, entonces efectivamente se crean lectores al provocar el deseo de tener ese conocimiento. Y conseguir darle forma a ese deseo y de una forma continuada, durante años y con un catálogo sostenido, es una de las mejores cosas que ha hecho Anagrama, y también es lo que querríamos continuar.

–Las traducciones son muy importantes para la editorial, sobre todo de autores contemporáneos, en algunos casos rupturistas, que han abierto una línea de lectura para nuevas generaciones, pero por otro lado, está la literatura en lengua castellana, donde hay autores españoles y latinoamericanos. ¿Cómo se ecualiza estos dos mundos hoy?
–Para Anagrama, para Herralde y para lo que queremos hacer también, es muy importante estar atentos a literaturas que traen nuevas propuestas en todas las lenguas y Panorama de Narrativas es la colección amarilla ha abierto camino, sobre todo en literatura norteamericana, francesa, inglesa, italiana, y además lo ha hecho de forma sólida, sustentable, apostando por autores a largo plazo, que me parece es la forma real de crear ese interés entre los lectores, porque no suceden las cosas con un libro, con dos; con Richard Ford por ejemplo, Anagrama ha publicado todos sus libros y le ha seguido hasta que se consiguió una consolidación del autor en el público en español. Hace un año le dieron el Príncipe de Asturias, lo que demuestra que además de ser un autor muy querido por el público en español y a veces más conocido, puede que sea más apreciado y más vendido en español que quizá en su propia lengua.

–Eso es lo que hace cualquier editorial en un punto, ¿no? ¿Mover a sus autores?
–Sí, pero por otro lado es muy importante para cualquier proyecto editorial con voluntad de incidir es básico publicar en la lengua propia, porque realmente es ahí donde se juega el compromiso con la propia literatura, ahí está esa especie de interconexión entre el creador y la industria. Yo creo que el hecho de empezar con la colección de Narrativas Hispánicas y el estar comprometido con la publicación de autores españoles y latinoamericanos y darlos a conocer en los distintos países es lo que nos caracteriza.

–Kurt Wolff, el gran editor de Kafka, decía que había que publicar primero a los autores de la lengua a la que pertenecía.
–Es que es ahí donde se juega realmente el compromiso con la literatura. Además el editor es el primer lector: la traducción es fantástica y muchísimos lectores en España hemos conocido autores de afuera gracias a colecciones como las de Anagrama, pero realmente donde incides y donde más te la juegas es en la literatura en tu propia idioma, donde decides qué línea seguir, por dónde apostar, a quién apoyar. Ése es el trabajo más de editor.

–Anagrama está muy presente en el mercado latinoamericano, no solamente con las traducciones, sino con autores argentinos, chilenos, de todas las nacionalidades casi.
–Ricardo Piglia, que se publicó en otras editoriales pero creo que para muchísimos lectores, como yo, lo conocimos cuando apareció en la colección Narrativas Hispánicas, lo mismo con otros autores argentinos, chilenos y mexicanos. Y bueno, es lógico: el Premio Herralde de Novela tiene una gran tradición de latinoamericanos que lo ganaron, ahora mismo no recuerdo el número exacto que lo ganaron pero te diría que es fifty/fifty en latinoamericanos/españoles.

–A propósito de latinoamericanos y de autores que descubrió Anagrama y que supo vender muy bien, ¿cuál es la evaluación que haces del fenómeno Roberto Bolaño, que ya no lo publican ustedes, sino Alfaguara, y del que están editando cosas que había escrito en los 80, con lo que su obra póstuma podría alcanzar o superar la cantidad de títulos publicados en vida?
–Bueno, eso la verdad es complicado comentar con argumentos realmente de peso, porque tampoco conozco bien su obra, conozco los dos últimos libros que se publicaron, pero también nosotros apostamos por publicar póstumos. Ahora a mí Bolaño me parece un autor fundamental, importantísimo, siento realmente una tristeza porque no esté en el catálogo de Anagrama, pero esas cosas pasan y la vida sigue. Y por otro lado creo que Anagrama hubiese hecho lo mismo publicando esas dos obras, por lo menos, las que leí, porque me parecen suficientemente importantes para publicarlas. En ese sentido creo que Random House ha hecho lo lógico.

–¿Crees que Bolaño fue un escritor chileno, mexicano o español?
–A mí Bolaño me parece un escritor en lengua española. Yo lo he leído sin tener la exacta percepción de su nacionalidad, pese a que la sabía, pero esas cosas de pronto uno las olvida. Lo he leído como un escritor, repito, importantísimo en nuestra lengua, y no me ha importado si es chileno o mexicano; evidentemente es un escritor que aglutina muchísimas tradiciones y que pertenece a todos estos lugares.

–¿Qué tanto interés hay ahora en España por los autores latinoamericanos?
–Yo creo que vivimos un poquito de espaldas, quizá ahora no tanto: entonces ni aquí interesan tanto los autores españoles ni en España interesan tanto los autores latinoamericanos, tanto como debería, por importancia, por talento y por número. Pese a ello creo que hay muchos editores en España absolutamente atentos a la obra de muchos escritores de acá, como no puede ser de otra manera, porque hay verdaderos talentos y gente muy interesante. No sé por qué pasa, pero imagino que hay un tema con las diferentes modalidades de la lengua.

–¿Es sólo una impresión o parece que las traducciones que están haciendo las editoriales españolas no están, como se suele decir, tan “gallegas”, tan llenas de españolismos?
–Es verdad que los traductores y las editoriales están buscando maneras más neutras para soluciones posibles, en este sentido sí creo que hay una atención mayor hacia ello, pero también depende mucho de los libros. Porque hay novelas en las que se utiliza mucho slang y en ellas quizá es muy complicado que acabe siendo la mejor opción la más neutra, porque realmente tienes que poner un poco de carácter ahí, y ahí es donde más se juega en terreno resbaladizo, donde más se ve lo local y evidentemente las “gallegadas” o lo que sea, aunque también es verdad a veces se hace demasiado problema cuando nosotros hemos leído, y esto lo comenta Herralde a menudo, libros de Monte Ávila, de Sudamericana, con soluciones que no son las habituales en el español de España y no ha pasado nada: todos comprendemos, así que no lo veo tan problemático.

–¿Pero en esta traducción un poco más neutra de las editoriales españolas hay decisión editorial o un adecuamiento de los mismos traductores?
–No, hay una atención editorial, un trabajo interno para pensar cuál es la mejor opción.

–Hace unos años, cuando España aún no salía de la crisis editorial (hoy parece que lo ha hecho), el director editorial de Planeta Cono Sur, Ignacio Iraola, comentaba en una entrevista que a las sedes de Planeta en Colombia, Argentina y México se les pedía un mayor esfuerzo en las ventas de parte de la casa matriz. Anagrama, si bien no es una trasnacional, ¿qué espera de estos mercados?
–Directrices no hay, pero es cierto que ha crecido la parte que corresponde a la facturación total de países latinoamericanos con respecto a otros momentos de la editorial, por eso seguimos muy atentos a un mercado, porque no es solamente un tema de facturación sino un tema de voluntad, de presencia, de amplitud y de compromiso con las propias literaturas de nuestra lengua. Creo que siempre hemos estado muy cerca. De hecho Herralde ha estado cerquísima de Argentina y de México, especialmente. Lo que sí tenemos es una voluntad de estar más presentes con mejores precios, con una política de llevar autores a los distintos festivales.

–¿Cuáles han sido en tu experiencia los cambios que ha sufrido Anagrama desde que fue comprada por Fetrinelli?
–Fetrinelli es una editorial que sentimental e ideológicamente está muy cercana a Anagrama, pero además hay relaciones de amistad, personal y familiar, muy cercanas al propio Jorge. Por otro lado, Carlo Fetrinelli siente una fascinación por Anagrama, le ha gustado desde siempre, y quiere llevarla al futuro con un carácter que se mantenga y darle también todas las posibilidades tanto tecnológicas como de futuro para que se desarrolle. Y yo también las noto cerca, nada inclusivos en lo que sería catálogos, con mucho diálogo. En cuanto a la metodología de trabajo tenemos más apoyo, un editor con posibilidades de apoyarnos si queremos desarrollar más el mercado latinoamericano, de apoyar más algunas cosas que solos quizá no podríamos, pero en cuanto a decisiones en cuanto al catálogo eso sigue siendo nuestra.

–Por último, ¿qué proyectos están desarrollando?
–El año que viene cumplimos cincuenta años y queremos celebrarlos con proyectos, por un lado, conmemorativos pero también con proyectos de futuro y para eso ya hemos empezado con dos colecciones de alguna manera nuevas, aunque en realidad se trataba de revitalizar una colección que ya estaba: los cuadernos. Y, por otro lado, Anagrama Gráfica. Pero además estamos muy atentos al tema del audiolibro, sobre todo viendo distintas opciones, viendo cómo lo podríamos desarrollar. Estamos atentos a cómo podemos mejorar nuestra presencia en Latinoamérica, con solidez estamos trabajando en este sentido, y bueno, hay proyectos de asentar y de hacer más sólida la editorial, incorporando autores nuevos.

Will Vanderhyden ganó el premio a la mejor traducción por un libro de Rodrigo Fresán

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El pasado 4 de junio, Daniel Gigena publicó en La Nación un artículo a propósito del reciente premio recibido por la traducción de una de las últimas novelas de Rodrigo Fresán al inglés. Esto es lo que dice.

Una novela de Rodrigo Fresán 
fue premiada en Nueva York

El jueves pasado, en Nueva York, se anunciaron los nombres de los ganadores de la 11ª edición de los Best Translated Book Awards, el prestigioso premio literario estadounidense que reconoce la mejor traducción original al inglés publicada en los Estados Unidos en 2017. The Invented Part La parte inventada), de Rodrigo Fresán, con traducción de Will Vanderhyden, ganó el premio a la mejor novela traducida al inglés. Y en poesía, el premio fue para un libro de la poeta griega Eleni Vakalo, que falleció en 2001 en Atenas (Before Lyricism fue traducido por Karen Emmerich al inglés).

Con La parte inventada Fresán inició en 2014 una trilogía en curso, que concluirá en 2019, cuando se publique La parte recordadaLa parte soñada, de 2017, también fue publicada por Literatura Random House. Fresán nació en Buenos Aires en 1963 y vive en Barcelona desde 1999. Es autor de un destacado primer libro de cuentos Historia argentina, que lo impuso en el panorama literario nacional. Entre sus obras, figuranVidas de santosTrabajos manualesEsperantoLa velocidad de las cosasMantra yJardines de Kensington. Sus libros se publicaron en varios idiomas con éxito de crítica. El escritor argentino, además, colabora en medios periodísticos nacionales y extranjeros, y tradujo, prologó y editó libros de Anne Beattie, Roberto Bolaño, John Cheever, Denis Johnson y Carson McCullers, entre otros autores.

"La parte inventada entrelaza lo intelectual, lo emocional y lo estético al crear una historia entretenida, triste y optimista a la vez, que muestra que hay un nuevo territorio en la novela y nuevas estructuras por construir. Encontrar estas estructuras y asumir los riesgos narrativos y estilísticos de Fresán es un desafío", declaró el jurado al dar a conocer el fallo el jueves pasado. "Este libro es tan generoso como desafiante, tan nostálgico como esperanzador. Rodrigo Fresán es un genio, y el traductor Will Vanderhyden traslada esa maestría y todos los matices de su obra al inglés", agrega el comunicado oficial. Cada año, el jurado está integrado por académicos, narradores, poetas y críticos estadounidenses.

Como es evidente, el premio no solo tiene en cuenta la calidad de la traducción, sino también el trabajo del autor y de la editorial. Fue concebido para honrar y celebrar el trabajo de los traductores, editores y otros agentes literarios que contribuyen a difundir la literatura de otras culturas. Tanto el traductor como el autor reciben un premio de 5000 dólares. No existe en la Argentina un premio de esa índole para los traductores y editoriales que dan a conocer nuevos nombres de la literatura extranjera.

La parte inventada es el primer volumen de la trilogía en que Fresán bucea en la mente de un escritor contemporáneo. Narra la historia de un autor que tuvo cierto éxito hace unos años, pero que en el siglo XXI descubre que ya no hay lugar para él. "Si bien no hay algo de despedida, hay una cosa más crepuscular, museológica, en la novela", declaró el autor cuando su libro fue publicado en la Argentina. Como en gran parte de la literatura de Fresán, en la novela premiada hay constantes referencias a la cultura del siglo XX, que el autor supo leer con lucidez, y al método que requiere el propio género novelesco. Francis Scott Fitzgerald, Pink Floyd, Bob Dylan y Jorge Luis Borges conviven en La parte inventada. Excelsa y extrema, la trilogía de Fresán se verá coronada el año que viene.


La diputada Carrió, ¿es tonta, estúpida o imbécil?

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A partir de hoy, y con la frecuencia que sea posible, este blog va a incorporar una nueva sección en la que los traductores puedan reflexionar sobre algún tema referido al oficio, a la lengua y sus usos, y al mundo editorial en general. Esta nueva serie de columnas de opinión se abre con el texto que sigue, firmado por el Administrador del blog. Tiene por objeto señalar el frecuente error de suponer que el Diccionario de la Real Academia es el único que tiene todas las definiciones y respuestas posibles, agotando de ese modo el léxico de la lengua castellana. Apunta igualmente a demostrar el error en el que se cae cuando se lo considera “autoridad” y la gravedad de incurrir en ese error cuando se tienen responsabilidades dentro del Estado.

No lean el diccionario 
de la Real Academia Española

En un artículo de la lingüista española Elena Álvarez Mellado (Madrid, 1987) que, con el título “El mito de las palabras que no están en la RAE”, fue publicado en eldiario.es, se lee: “Nos han educado para creer que la RAE es el tao. De hecho, hablamos de El Diccionario como si solo hubiera uno, cuando existen multitud de ellos, algunos notablemente más explicativos o actualizados que el de la RAE. Pero la RAE es mucha institución y nos parece que de alguna manera el suyo es la fuente oficial, el oráculo de Delfos al que consultar para poner fin a las discusiones de sobremesa. El RAE seal of approval valida o condena definitivamente. Si una palabra no aparece en el diccionario de la RAE, será que está defectuosa por algo. Será que está mal.

Álvarez Mellado continúa: “Nos han educado para creer que la RAE es el tao. De hecho, hablamos de El Diccionario como si sólo hubiera uno, cuando existen multitud de ellos, algunos notablemente más explicativos o actualizados que el de la RAE. Pero la RAE es mucha institución y nos parece que de alguna manera el suyo es la fuente oficial, el oráculo de Delfos al que consultar para poner fin a las discusiones de sobremesa. El RAE seal of approval valida o condena definitivamente. Si una palabra no aparece en el diccionario de la RAE, será que está defectuosa por algo. Será que está mal”. Y luego aclara: “Pero el caso es que la labor lexicográfica (esto es, el noble arte de hacer diccionarios) no funciona así. Las palabras no pertenecen a la RAE ni a los diccionarios, pertenecen a los hablantes. Los hablantes crean, producen, inventan palabras, y los diccionarios las recogen. Nunca al revés. Todas las palabras que aparecen hoy en el diccionario fueron acuñadas en algún momento y estuvieron fuera. Aun así, tenemos tan interiorizada la idea de que es el diccionario el que crea la lengua que decimos alegremente que una palabra no existe cuando no la encontramos en el diccionario”.

En este punto, Álvarez Mellado cita a Javier López Facal, Doctor en Filología Griega por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, quien es además el autor de La presunta autoridad de los diccionarios (2010). Allí se lee: “Si alguien va por el campo, ve una hierba, consulta un libro de botánica y no viene, no se le ocurre decir que esa hierba no existe, sino que esa hierba no está en su libro de botánica. Nadie puede decir a un hispanoparlante “esta palabra no existe”. Se puede decir que no está en el diccionario… pero la culpa no la tengo yo por usar la palabra sino el diccionario por no reflejar bien el léxico. Mucha gente cree que el diccionario de la RAE es como los mandamientos de la ley mosaica y que si los incumples vas al infierno’.”

 

Tal vez parezca excesivo, pero todo este largo preámbulo sirve para contextualizar la presunta idoneidad intelectual de la diputada Lilita Carrió, líder de la Coalición Cívica,  quien el 8 de noviembre de 2017, trató a los diputados Margarita Stolbizer y Federico Masso, ambos de Libres del Sur y contrarios a su proyecto de donación de alimentos, de estúpidos. Frente a las críticas de las que fue objeto, twiteó lo siguiente: “Estúpido/da es una persona necia o falta de inteligencia. Lean el diccionario de la Real Academia Española. No es un insulto”. Y efectivamente ésa es la definición de ese diccionario al que la diputada Carrió alude como principio de autoridad.

 

El DRAE presenta la siguiente sinonimia para la palabra “estúpido”: “tonto, imbécil”. Ahora bien, cuando se busca la definición de “tonto” en el mismo diccionario uno encuentra diversas acepciones. Importan acá la primera y la tercera: “Dicho de una persona falta o escasa de entendimiento o de razón” y “Dicho de una persona que padece una deficiencia mental”. Y respecto de la palabra “imbécil” se lee claramente: “Tonto o falto de inteligencia”, sólo que acá, se añade que se trata de un insulto. Habría entonces algo así como una gradación que, de menor a mayor, comprendería las palabras “tonto”, “estúpido” e “imbécil” para designar a aquellos que son necios o faltos de inteligencia. Pero como las lenguas son sistemas que no se limitan a los signos ortográficos habría que agregar también otras posibilidades semánticas, así como la entonación que, convengamos, no es la misma cuando se tilda a alguien de “tonto”, de “estúpido” y de “imbécil”.

 

Si ejemplificáramos esto mismo con la mismísima diputada Carrió, bien podríamos decir que cuando supone que el DRAE es el non plus ultra de la lengua castellana es tonta. Pero cuando se plantea a sí misma como la última defensa de la moral republicana es estúpida. Ahora bien, cuando se niega a despenalizar la práctica del aborto y condenar a miles de mujeres a un verdadero calvario por el solo hecho de ser pobres es, cuanto menos, imbécil (y eso, con una calificación benévola). ¿Se ve la gradación que se esconde detrás de la sinonimia? Para ser del todo claro, al entender todos estos adjetivos, por cierto nada simpáticos, de manera uniforme y pasteurizada, la diputada Carrió demuestra ser tonta, si no estúpida o imbécil. Considerando su manejo de la lengua, si alguna vez por una remota casualidad lee estas palabras, no habrá motivo para que se sienta ofendida.


"En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, enseguida detectas que es muy arcaico"

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En la entrada del viernes 15 de junio pasado, se hablaba del filólogo e investigador español Javier López Facal y se citaba La presunta autoridad de los diccionarios, uno de sus libros más conocidos, justamente para refutar las invocaciones incultas o malintencionadas a la autoridad del DRAE. Tal vez, considerando todo eso, valga la pena volver a leer la entrevista que Alicia Riverale hizo para el diario madrileño El País, en su edición del 4 de marzo de 2011.

"La Real Academia sigue haciendo un diccionario
arcaico, como del siglo XVIII"
   
En los libros, a menudo, las más gratas sorpresas llegan cuando uno no espera demasiado. ¿Un libro sobre diccionarios? ¿Son interesantes los diccionarios en sí mismos? Pese a las dudas, tres datos inclinan la balanza hacia la curiosidad ante La presunta autoridad de los diccionarios editado recientemente por el CSIC. Uno es el mismo título, con ese apunte de provocación condensada en la "presunta autoridad", como si se pusiera en duda algo que normalmente se acepta sin muchas sospechas; otro punto es que el libro es corto, un centenar de páginas, así que no se pierde nada por probar; el tercer punto a favor de intentarlo es el autor: Javier López Facal, un ameno, agudo e inteligente autor de tantos textos. También en este caso la curiosidad resulta premiada al saborear un libro lleno de conocimiento y sorpresas para los no expertos en diccionarios, y con sentido del humor cuando hace falta. López Facal demuestra ser un auténtico erudito, sin pedantería, y abarcando los diccionarios desde la antigüedad hasta la Wikipedia. Al final resulta que las cien páginas sobre los diccionarios se te quedan cortas.

López Facal, doctor en filología griega, profesor de investigación del CSIC y experto en política científica y gestión de la I+D, trabaja en un pequeño despacho (en la sede central del CSIC en Madrid), cuya única decoración son los libros, incluidos los diccionarios alineados en una estantería dedicada a ellos. Durante 15 años trabajó en la elaboración de un diccionario griego-español.

–¿Le gustan los diccionarios?
–Sí, con locura. Algunas personas tenemos el defecto de ser verbívoros –una palabra que se inventó hace poco, por cierto– y nos divierten las palabras, conocer su origen, sus usos, sus significados... Aquí, en el despacho tengo unos poquitos diccionarios, pero en casa tengo muchos más.

–En su libro incluso recomienda una tienda de diccionarios en Madrid
–Si, la única exclusivamente dedicada a diccionarios que hay en el mundo (que yo conozca), solo hay otra pequeña en París.

–¿Cuántas palabras utiliza normalmente una persona para expresarse?
–Usa tres o cuatro mil, nada más. Puede conocer unas 25.000 si es muy culto, cuando el léxico patrimonial español rondará los pocos cientos de miles de palabras y el número que pueden manejar la suma de los hispanoparlantes será de cuatro o cinco millones.

–¿Cuándo se inventa las palabras? ¿Cuando surgieron los diccionarios?
–Las palabras las inventó el ser humano. Los hombres y mujeres llevaban hablando muchos miles de años antes de que aparecieran los gramáticos y los diccionarios. Los protolexicólogos y protogramáticos son algo reciente. Hace cuatro o cinco mil años aparecen ya una serie de personas que se ocupan de las palabras; por ejemplo en Egipto... hay unas esculturas preciosas de señores escribiendo, los escribas. En cuanto a los diccionarios, como muchas otras cosas (la astronomía, la física, la medicina) fue en Grecia donde se empezó a reflexionar sobre ellos. Los griegos asumieron influencias de países cercanos y crearon los términos lexicografía y gramática. Pero el invento del diccionario es como el del abanico, que tuvo lugar en varios lugares a la vez, sencillamente porque había que abanicarse cuando hacía calor o para apartar las moscas.

–Pero siguen surgiendo palabras constantemente. ¿Quién las inventa?
–Hay de todo. Algunas las crean líderes sociales, puede ser un político, un religioso, un artista... También surgen por la base social. Es un proceso constante. Hace diez años no conocíamos el término wiki y ahora tenemos Wikipedia, Wikileaks, etcétera. Wiki se inventa a partir de un acrónimo del inglés (What I Know Is, o Lo que sé es) y funciona como prefijo con el que podemos componer muchas palabras.

–¿Le gusta la Wikipedia?
–Sí. Es una enciclopedia y hay que tener en cuenta que es muy desigual según lenguas y artículos. La wiki alemana es generalmente impecable, la inglesa también. La tercera que se hizo fue la catalana y se ha quedado un poco corta. La española es muy desigual, con artículos muy buenos y otros que no...

–En su libro, cuando cita la Wikipedia indica la fecha de la entrada.
–Claro, hay que hacerlo porque si lo cambian ya no está la referencia a la que tú aludes. Además hay que indicar el idioma porque no son todas iguales. La wiki en inglés tiene unos siete millones de artículos, que es mucho más que cualquier enciclopedia impresa, incluida la Británica.

–¿Qué recomendaría a la gente que usa la Wikipedia?
–Lo mismo que cuando se usan los diccionarios: fiarse de los expertos y nunca fiarse del todo. La wiki es una primera aproximación que resuelve muchos problemas, pero también hay que tener cuidado porque hay columpiadas... pero también la Enciclopedia Británica las tiene a veces.

–Los diccionarios, las palabras... ¿dicen algo de la gente que las usa o hay que ir al lenguaje, incluso a la literatura para encontrar la personalidad de los parlantes?
–En los diccionarios, si uno está atento, nota bajo todos ellos una ideología y una cultura. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, por ejemplo, enseguida detectas que es muy arcaico, incluso en ese "dícese..." con que empiezan muchas entradas; que ya no se habla así. Otro diccionario, para mi gusto el mejor, que es el de Manuel Seco, es muy diferente. Por ejemplo, la palabra "marrón", el Seco recoge varias acepciones muy habituales en el uso y relacionadas con causa criminal, condena, año de cárcel, culpa... ya desde su primera edición 1999. El diccionario de la RAE incorpora tímidamente la acepción de "marrón" como "contratiempo" solo a partir de sus 22ª edición, de 2001, y con muchos menos sentidos de los que ofrece el de Seco. Es lo que ocurre con los simples imitadores frente a los innovadores, que suelen ir a remolque y siempre llegan tarde.

–No habrá ningún diccionario que recoja todas las palabras y acepciones.
–No, claro. Los diccionarios tienen que ser selectivos. La cuestión está en los criterios de selección. Muchos españoles creen que el diccionario de la RAE es el mejor que hay, pues bien, es exactamente el peor. Es peor comparado con el equivalente francés, italiano, portugués, alemán inglés... no así la gramática ni la base de datos de la RAE, que son probablemente mejores que las equivalentes de otros países, o al menos equiparables.

–¿Es pública la base de datos de la RAE?
– Sí. En ella hay unos 90 millones de registros distintos y se puede consultar por Internet. En realidad son dos bases de datos. CORDE, que es histórica, y Crea (Corpus de referencia del espacial actual). La Academia viene haciendo el Crea desde hace tiempo con financiación pública y un equipo de lexicógrafos e informáticos excelentes, así que con esta base podría hacer un diccionario extraordinario. Sin embargo, sigue rehaciendo continuamente el diccionario del siglo XVIII.

–Si una persona utiliza en un examen la acepción de la palabra marrón que recoge el diccionario de Seco pero no el de la RAE, ¿Cabe considerar que no es castellano correcto?
–Es un vicio contra el que vengo luchando desde hace años. Explico en el libro que si alguien va por el campo, ve una hierba, consulta un libro de botánica y no viene, no se le ocurre decir que esa hierba no existe, sino que esa hierba no está en su libro de botánica. Nadie puede decir a un hispanoparlante "esta palabra no existe". Se puede decir que no está en el diccionario... pero la culpa no la tengo yo por usar la palabra sino el diccionario por no reflejar bien el léxico. Mucha gente cree que el diccionario de la RAE es como los mandamientos de la ley mosaica y que si los incumples vas al infierno.

–¿Plantean un problema especial los términos científicos? La ciencia va muy rápido y además los científicos hablan en inglés como antes se hacía en latín.
–Efectivamente. En las universidades europeas se hablaba antes latín y ahora la lengua de la ciencia es el inglés. La verdad es que se ha creado una versión artificial del inglés que permite a la gente de ciencia entenderse, y de eso se trata. En cuanto a los diccionarios de ciencia, es complicado estar al día y siempre van por detrás, pero hay departamentos de terminología que funcionan muy bien, como los de la UE.

¿Por qué el CSIC publica un libro sobre diccionarios en esta colección, ¿Qué sabemos de?, casi exclusivamente dedicada a temas de ciencia?
–Es una colección de divulgación, inspirada en una que hizo el CNRS francés [el CSIC galo]hace años. Trata diferentes temas: de física, de química, de biología... pero también de ciencias humanas y sociales, y me encargaron a mí el primero que se publica de este ámbito.

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