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Decíamos ayer...

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 Carlos Díaz, Leonora Djament y Damián Tabarovsky

“En el mundo editorial hay preocupación, especialmente en los sellos independientes. Los editores consultados piden un trabajo desde el Estado para “apalancar la industria editorial en el exterior” y esperan que la Feria les dé un poco de oxígeno”, dice la bajada de la nota que Silvina Friera publicó en Página 12, el pasado 23 de abril.

"Necesitamos que el sector 
y el consumo en general se reactiven"


La situación del mercado editorial argentino es cada vez más alarmante. No hay brotes verdes, ni una luz al final del túnel, a días del comienzo de la 44° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que inaugurará el próximo jueves la escritora Claudia Piñeiro. Aunque en 2017 se publicaron 28.440 novedades –según un informe difundido por la Cámara Argentina del libro (CAL)–, lo que preocupa es el descenso en la cantidad de ejemplares: de 84 millones en 2015, se redujo a 63 millones en 2016 y bajó a 51 millones en 2017. El declive es peor, si se compara con los 129 millones de ejemplares de 2014. El ajuste llegó también a las tiradas, que pasaron de 5.000 a 3.000, de 3.000 a 2.000, pero también de 1.000 a 500, en el caso de los sellos editoriales más pequeños. Los editores Leonora Djament (Eterna Cadencia), Víctor Malumián (Ediciones Godot), Carlos Díaz (Siglo XXI), Damián Tabarovsky (Mardulce), Jorge Gurbanov (Ediciones Continente) y Maximiliano Papandrea (Sigilo) tienen la palabra. Desmienten que haya una reactivación en el sector, piden un trabajo desde el Estado para “apalancar la industria editorial en el exterior”, describen las dificultades para exportar el libro argentino y demandan un poco de oxígeno.

“La caída en las ventas en estos últimos dos años es brutal: algunos informes indican un 25 por ciento promedio de baja. Esto, por supuesto, en el marco de una recesión y baja en el consumo, sumado a una inflación que no termina de bajar”, plantea Djament, directora editorial de Eterna Cadencia, a PáginaI12. “Las ventas de Eterna Cadencia Editora están relativamente estables lo cual, en este contexto, nos alivia, pero no nos alegra. Necesitamos que todo el sector editorial y el consumo en general se reactiven, por un lado, y que el trabajo sobre los libros y la lectura se sostenga. No tengo mucha claridad al respecto; no veo señales claras que marquen un cambio en el rumbo. Mantuvimos la cantidad de títulos, pero somos más cautos con las tiradas iniciales y las reimpresiones”, agrega la editora. Malumián, de Ediciones Godot, advierte que la caída de la tirada promedio “siempre es alarmante”. “La tirada tiene una relación directa con la rentabilidad de la editorial y en esa relación muchas veces se juega la supervivencia”, agrega el editor de Godot. 

Desde Siglo XXI, Carlos Díaz señala que el descenso en la producción de ejemplares es producto de la caída en las ventas. “La situación viene mal, muy difícil, y por supuesto sentimos ese impacto en los últimos años. En cuanto a las novedades, en 2017 no llegamos a cuarenta, un poco menos de lo que venía siendo nuestro promedio, por el contexto adverso de las ventas y la sensación de que había que ser cautelosos. Y vimos que esa estrategia de prudencia, con menos libros y tiradas más chicas, no funcionó” reconoce el editor. “Este año decidimos dar un giro y replantear la estrategia, apostando fuerte con lanzamientos importantes, colecciones nuevas, libros con mucho potencial, y un plan que rondará las cincuenta novedades. Sobre las tiradas, las evaluamos caso por caso, pero en general, salvo algunos títulos puntuales, las mantenemos en ese piso de 2000 o 3000 ejemplares promedio, porque menos que eso implicaría tener costos más altos y por lo tanto encarecer los libros y hacerles más difícil el acceso a los lectores, cuando lo que necesitamos es aumentar las ventas, no alimentar un círculo vicioso”. 

Tabarovsky lamenta el descenso en las ventas. “Mardulce es una editorial pequeña que lanza unos diez a doce libros por año, con tiradas iniciales de entre 1000 a 1500 ejemplares. Con mucho esfuerzo, lo hemos mantenido estos años. En cambio, lo que no pudimos sostener es el nivel de ventas: como le ocurre a casi todas las editoriales, nuestras ventas vienen bajando sostenidamente desde 2016”, admite Tabarovsky. “Sigilo nació hace algo más de tres años; es decir que es una editorial todavía en construcción, más allá de que se haya hecho de un buen nombre bastante pronto, y por lo tanto no conoció tiempos mejores con los que comparar”, recuerda Papandrea. “La contracción general del consumo y la caída en la compra de libros, sumadas a la inflación, con los años pasaron de ser un temor de muchos a una realidad de todos, a juzgar por las cifras de ventas y las estadísticas que se divulgan. Como editores independientes, estamos acostumbrados a ingeniárnoslas de mil maneras para tratar de hacer crecer nuestros proyectos, y eso incluye tanto ajustar las tiradas como ser más cautos o inteligentes a la hora de decidir qué libros publicar o cuántos por año”, añade el editor de Sigilo. 

Jorge Gurbanov, de Ediciones Continente-Peña Lillo Editor, precisa que la reducción de las tiradas osciló entre un 30 a un 50 por ciento de las que tenía hasta 2015. “Esta reducción se debe a dos causas fundamentales: la pérdida del poder adquisitivo de la población en general, pero de las clases populares en particular, y la caída del mercado externo debido a la pérdida de competitividad, por el aumento de los costos internos de las materias primas y de los servicios, no correspondido con un tipo de cambio acorde a la inflación y la no existencia de políticas oficiales que fomenten la exportación”, explica Gurbanov.

Precios más amigables
¿Cómo evolucionaron los precios de estas editoriales respecto de la inflación? ¿Aumentaron igual que la inflación, por encima o por debajo? “Nosotros tocamos dos veces al año los precios, pero siempre estamos debajo de la inflación –dice Malumián, de Ediciones Godot–. De hecho tenemos una gran parte del catálogo en un rango de los 200 pesos y adicionalmente nuestro precio de venta promedio ronda los 300 pesos. Las editoriales más chicas suelen tener los precios más amigables”. Djament, de Eterna Cadencia, confirma que los precios de los libros que publica aumentaron “un poquito menos que la inflación”. Tabarovsky cuenta que el aumento fue igual que la inflación, pero en 2016 quedó por debajo. “El precio de venta al público de Mardulce es uno de los más bajos del mercado, lo que nos obliga a vender más ejemplares para alcanzar un punto de equilibrio. Es una decisión que tomamos cuando comenzamos hace seis años y seguimos siendo consecuentes: no nos gustan los libros caros”, aclara el editor. Papandrea, de Sigilo, indica que “el aumento de los costos de producción nos obliga a actualizar los precios permanentemente una o dos veces por año, pero a nadie le interesa que los libros se vuelvan inalcanzables, de modo que naturalmente van quedando por debajo de la inflación para que los lectores puedan comprarlos”. Díaz, de Siglo XXI, también actualiza los precios dos veces al año, aunque siempre quedan un par de puntos por debajo de la inflación anual. “Cuidamos mucho el precio de venta al público para que los libros no sean prohibitivos”. 

Exportar o imprimir en otros países 
Exportar el libro no es fácil. “El problema es que la producción local es cara, sobre todo por los costos del papel y los insumos básicos –afirma Malumián–. El IVA al papel es un tema que se viene reclamando hace tiempo. Hay que pensar muy bien, dependiendo los volúmenes y los costos, intentar hacer impresiones en los países donde queremos comerciar nuestros libros. Mirar la relación de los precios de venta al público de nuestros libros en su relación con otros libros importados, con la producción local del mercado al cual queremos acceder, y por supuesto entender las problemáticas particulares de ese mercado. En ese sentido los colegas internacionales son nuestros principales aliados para pensar co-ediciones o acciones en conjunto”. Djament revela que Eterna Cadencia exporta, desde el comienzo, a América Latina y España, con cierta dificultad. “Hay razones que tienen que ver con cierta fragilidad de los canales de distribución latinoamericanos, problemas de pagos, transportes todavía costosos; pero a esto se le suma precios argentinos poco atractivos por la disparidad entre la inflación y el precio del dólar. Los libros argentinos resultan caros en el resto de los mercados hispanoparlantes y el único modo de exportarlos es a precios exorbitantes o resignando algún beneficio –admite Djament–. Por otro lado, más allá de la presencia de la Argentina en ferias del libro internacionales, no hay un trabajo desde el Estado para apalancar la industria editorial en el exterior”.

Gurbanov, de Ediciones Continente, repasa el panorama de una década atrás. “Después de 2002 con un tipo de cambio favorable y una producción intelectual y de diseño de primer nivel, Continente producía editorial y gráficamente títulos que además del mercado local se colocaban en cantidades de varios miles en los países de habla hispana y Estados Unidos. Hoy lo poco que podemos exportar son títulos específicos y en cantidades muy reducidas. Continente-Peña Lillo se caracteriza por tener su producción gráfica fundamentalmente orientada a ser manufacturada en Empresas Recuperadas y Autogestionadas, las que en estos momentos están atravesando una situación más que crítica, al borde del cierre, por los descomunales aumentos de los servicios y la reducción de la producción de las editoriales”. 

Para Tabarovsky, la pregunta central hoy no es tanto por la exportación, sino por el mercado interno. “Esta política económica lleva inexorablemente a una crisis fuerte del consumo, y más aún del consumo de libros. La industria editorial –y mucho más el sector independiente– corre graves riesgos ya no a mediano plazo, sino en el corto. Exportar siempre fue difícil y seguramente lo seguirá siendo: el precio del libro argentino es muy alto. Las distancias entre los países hispanoparlantes son grandes, la logística complicada y cara, no es fácil instalar autores argentinos no muy conocidos fuera del país”. Mardulce exporta a Uruguay, Chile y México, pero en pocas cantidades. “En España sí estamos bien presentes porque no exportamos, sino que para ese mercado imprimimos nuestros libros allí”, puntualiza Tabarovsky. Buena parte del catálogo de Siglo XXI, confirma Díaz, es exportable porque se trata de traducciones de autores importantes y obras de referencia. “Trabajamos mucho para tener una buena distribución en toda América Latina, y también en España. Desde hace un tiempo, nuestro crecimiento en el exterior está siendo muy fuerte, en parte porque estamos imprimiendo en distintos países, como México, España y Colombia. Estamos profundizando esta estrategia porque exportar libros desde Argentina es cada vez más difícil por los precios que tenemos”. 

A pocos días del comienzo de La Feria los editores se preparan para ofrecer sus catálogos en La Rural. “En las ferias de estos últimos años se sintió el impacto de la restricción del consumo. No fueron para nada una excepción”, comenta Díaz, de Siglo XXI. “Sin embargo, llegamos a esta feria con novedades muy poderosas, con títulos y autores excelentes, como Mario Wainfeld, Horacio Verbitsky, José Natanson, Gabriel Vommaro, Luis Pescetti, Andrea Giunta, y un largo etcétera que incluye traducciones de clásicos como Pierre Bourdieu, Enzo Traverso, Dario Melossi, Didier Fassin- y con una agenda de actividades que incluye mesas de discusión sobre la coyuntura política, sobre la situación de los derechos humanos, sobre la educación y los desafíos en el aula, sobre la historia argentina reciente. La Feria siempre es un momento de mucha adrenalina por el encuentro con lectores, libreros y colegas. En ese sentido, encaramos esta feria con más entusiasmo que expectativa en las ventas, porque somos muy conscientes de las dificultades”. Djament dice que la Feria suele funcionar con “una lógica propia”. “En las últimas ferias nos fue muy bien independientemente del contexto que estamos atravesando. Esperamos que se repita este año a nivel general para darnos un poco de oxígeno a todos los editores”, añade la editora de Eterna Cadencia. A Mardulce, revela Tabarovsky, le fue “mejor” en la Feria que en las librerías en 2017. “El stand de Los 7 logos –que compartimos con otras seis editoriales independientes– está bastante consolidado, es un lugar de referencia en la feria y creo que hemos conquistado un público. Ojalá nos vaya como el año pasado –desea el editor de  Mardulce–. Siempre espero la feria entre optimista y aterrado”.


De paso por la ciudad, Gustavo Guerrero visita el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

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En la segunda charla del año, Gustavo Guerrero, director del departamento de castellano y portugués de la editorial francesa Gallimard y profesor universitario en la Ecole Normale Superieur y la Université de Cergy-Pontoise, habló sobre la circulación de la literatura latinoamericana en Francia, su trabajo como editor, las razones por las que elige tal o cual título para su publicación y el trabajo conjunto con los traductores. Lo hizo con una enorme elocuencia y una todavía mayor claridad como podrá verse próximamente en el vínculo que se pondrá a disposición de los lectores de este blog.

Gustavo Guerrero (Caracas, 1957) es profesor de literatura y cultura hispanoamericanas contemporáneas en la Universidad de Cergy-Pontoise/Paris Seine y en el Instituto de Estudios Políticos de Saint-Germain-en-Laye. Paralelamente se desempeña como consejero literario de la casa Gallimard para el área hispánica. Estudió letras modernas en la Universidad de Paris III, Nueva Sorbona y se doctoró en historia y teoría literarias con una tesis sobre la poesía renacentista, dirigida por Gérard Genette, en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Durante varios años fue cronista literario de Radio Francia Internacional. Como crítico, ha colaborado con las principales revistas del ámbito hispánico:Vuelta (México),  Insula (Madrid),Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid), Quimera (Barcelona), Diario de Poesía(Buenos Aires), Encuentro de la Cultura Cubana (Madrid) y Letras Libres(México/Madrid). En Francia, es colaborador de la Nouvelle Revue Française. Editó, junto a François Wahl, las Obras completas (Madrid 1999) del cubano Severo Sarduy en la colección Archivos-Unesco. Ha sido asimismo responsable de la edición de los Cuentos completos (Madrid 2006) de Arturo Uslar Pietri, que se publicó en España para conmemorar el centenario del escritor venezolano, y del volumen antológico Conversación con la intemperie (2008), una muestra de la poesía venezolana del siglo XX. También editó Cuerpo plural, antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (Valencia/ Madrid/ Buenos Aires, 2010) y, junto a Fernando Iwasaki, Les bonnes nouvelles de l’Amérique latine, anthologie de la nouvelle latino-américaine contemporaine (2010). Como poeta, es autor de los libros La sombra de otros sueños (Caracas, 1982) y Círculo del adiós (Madrid, 2005); como ensayista, ha publicado La estrategia neobarroca(Barcelona, 1987), Itinerarios (Caracas 1997), Teorías de la Lírica (México, 1998) –obra ésta traducida al francés en la colección Poétique de la editorial Seuil–, La religión del vacío y otros ensayos(México, 2002), finalista del Premio Bartolomé March de Crítica Literaria en Barcelona en 2003, Historia de un encargo: La catira de Camilo José Cela(2008), con la que obtuvo el XXXVI Premio Anagrama de Ensayo, y Paisajes en movimiento, literatura y cambio cultural entre dos siglos (2018). Ha dictado cursos y conferencias en distintas universidades europeas, latinoamericanas y estadunidenses. Fue profesor invitado del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Princeton en 2009 y 2010. Entre 2011 y 2013 dirigió el seminario ALLICCO: Globalización, literatura y cultura en América latina, en la Escuela Normal Superior de Paris. En 2014 fue profesor invitado de la Universidad de Cornell y, en 2015, de la Universidad de Berna. Actualmente dirige el proyecto Mediación editoral, difusión y traducción de la literatura latinoamericana en Francia 1950-2000 (MEDET LAT) en la Escuela Normal Superior de París.

El mal rato de los representantes de Macri en la apertura de la Feria del Libro de Buenos Aires

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Avelluto y estudiantes
El 26 de abril pasado todos los diarios cubrieron el escandaloso comienzo de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. De todas las coberturas, ofrecemos la de Silvia Premat, para el diario La Nación.

Escándalo en la Feria del Libro:
impidieron hablar a funcionarios durante la apertura

Por primera vez en 44 años de historia, la Feria del Libro de Buenos Aires fue inaugurada entre protestas estudiantiles y con la ausencia en el momento del corte de cintas de representantes de los gobiernos nacional y porteño. Un grupo de unos cientos de estudiantes terciarios de la ciudad de Buenos Aires interrumpió el acto, que había comenzado con total normalidad, con fuertes cánticos y gritos en el momento que fue anunciado el ministro de Cultura de la ciudad, Enrique Avogadro, en el uso de la palabra. Expresaban así su rechazo al proyecto de creación de una universidad para docentes en la ciudad de Buenos Aires (Unicaba) y en especial reclamaban "que se retire el proyecto que propone cerrar 29 profesorados".

El pedido del personal de seguridad a los jóvenes de retirarse de la Sala Jorge Luis Borges , donde se desarrollaba el acto, generó unos breves pero firmes forcejeos; los llamados al orden del presidente de la Fundación El Libro, Martín Gremmelspacher, no fueron escuchados. Solo la voz de la escritora Claudia Piñeiro , parada en medio del escenario vestida de verde en favor de la despenalización del aborto y dispuesta a leer su discurso, logró silenciar a los jóvenes. "Yo estudié en un profesorado de la ciudad, el de matemáticas, y también pido que se retire el proyecto", dijo Piñeiro con evidente intención de buscar empatía con la audiencia en rebeldía. "Estamos todos en el mismo colectivo", les dijo al explicar por qué considera, como dijo Graham Greene, que "el lugar del escritor es el lugar del conflicto con la autoridad".

Con rostros tristes y enojo contenido cumplieron rápidamente con el ritual de la inauguración por los organizadores Gremmelspacher y el director de la Feria, Oche Califa, y por Montevideo, ciudad invitada de honor, el embajador de la República del Uruguay en la Argentina, Héctor Lescano, y el director de Artes y Letras de Montevideo, Juan Canessa.

El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto , se había retirado instantes antes, después de haber cedido el micrófono a uno de los manifestantes y ante la imposibilidad de pronunciar algunas palabras. "A los fascistas que están en el fondo les pido que respeten el uso de la palabra", había gritado Avelluto apenas tomó el micrófono, luego del discurso de Piñeiro, cuando los silbidos y abucheos iban in crescendo. "No permitir que alguien haga uso de la palabra es un acto fascista", agregó. En la confusión un joven saltó sobre el escenario y, luego de hablar con el ministro, Avelluto le cedió el micrófono diciendo: "Les damos el uso de la palabra; el mismo uso de la palabra que de forma autoritaria ustedes están impidiendo hacer".

Con una remera blanca del instituto donde es consejero de graduados, el Lenguas Vivas, Juan Manuel Sánchez pidió comprensión y apoyo a su reclamo. "No es chiste. Se quiere cambiar el modelo educativo de los profesorados de la ciudad. Este proyecto miente". Luego, en diálogo con LA NACION, Sánchez dijo que frente a la interrupción de la inauguración de la Feria, considera que "es mucho más avasallador que la ministra [Soledad] Acuña no reciba a los rectores y no responda preguntas".

Sin dudas, la gran vidriera que significa la ocasión de apertura del mayor encuentro cultural del país sirvió para amplificar un reclamo fogoneado por la izquierda política.

Gremmelspacher, por su parte, dijo a La Nación: "Alguna vez hemos tenido algunas discusiones, pero nunca nos han cortado el acto. Es poco democrático. Hemos permitido que se expresen con sus gritos y cánticos y que alguien hable, pero no han permitido que las autoridades hablen. Me parece que no es correcto". ¿Por qué el personal de seguridad no sacó a los manifestantes de la sala? "Hubiese generado más violencia -dice el presidente de la Fundación El Libro-. Sacarlos es lo que buscan. Les dimos el espacio de que gritaran y ellos no nos dieron el espacio a nosotros. Una pena".

Como recordó el presidente de la FEL, no es la primera vez que el acto de apertura de la Feria se hace en medio de tensiones. Sacaron chispas varios años los tiroteos verbales entre el entonces ministro de Educación de la Nación del gobierno kirchnerista Alberto Sileoni y el entonces ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires Hernán Lombardi . También fue bochornosa la reacción de un grupo de intelectuales kirchneristas en contra del discurso de apertura del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa .

En el discurso del presidente de la FEL también hubo reclamos al Gobierno y pedidos concretos. "Hoy, y en ocasión de la apertura de la Feria Internacional del Libro, me veo en la obligación de hacer una descripción del difícil momento que está atravesando toda la industria editorial. A la caída de las ventas de 2016 se suma la de 2017 del 5/10% dependiendo del tipo de editorial. La producción editorial, a su vez, con una caída del 20% según datos del registro del ISBN. Lo que acumulado implica una caída de no menos del 30% en los dos últimos años", dijo. Y continuó: "El aumento de las tarifas, que aún no han llegado a su techo, complica a muchos de los libreros y sobre todo a la industria gráfica. La boleta de luz pasó a ser uno de los principales costos, tornándose en algunos casos impagable".

Sí, la Feria tuvo una primera jornada atravesada por la polémica, pero puertas afuera la música ayudó para apaciguar los ánimos. Pasadas las 20, el cantautor uruguayo Jorge Drexler comenzó el concierto de Noche de la Ciudad.

Sobre la avenida Sarmiento estaba montado el escenario desde donde salían los primeros sonidos de "Al otro lado del río", tema que si bien no es una referencia directa a la Argentina y el Uruguay, se pudo tomar anoche como una licencia poética, ya que Montevideo es la ciudad invitada de honor de esta edición de la feria y Drexler es un músico muy querido de este lado del río, y con una audiencia que siempre aumenta.

***


Con la misma fecha y la firma de Luciano Sáliche, el suplemento cultural digital de InfoBAE, también realizó la cobertura de la inauguración.

Escándalo, reclamos y literatura:

cronología de la agitada inauguración de la Feria del Libro 2018


La tarde se planchaba sobria hasta que sucedió todo de golpe. La inauguración de la 44° edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires comenzó cerca de las 18:30 de este jueves húmedo y nublado. En la Sala Jorge Luis Borges del predio de La Rural había políticos, editores, periodistas y lectores con las expectativas puestas en los discursos que, más allá de la creciente convocatoria a la Feria, se preguntarían sobre el presente del industria editorial, sobre todo en el del cierre, a cargo de la escritora Claudia Piñeiro. Sin embargo…

"Señor, señora, no sea indiferente…"
La cronología fue así: comenzó el presidente de la Fundación El Libro Martín Gremmelspacher, quien alertó sobre "los altos índices de piratería", destacó la importancia de "las políticas públicas para revertir la caída del consumo"—ya que sigue bajando la producción de libros— y concluyó en que la Feria es "el evento cultural más importante de Latinoamérica". Continuó el director de Artes y Letras de la Intendencia de Montevideo Juan Canessa ya que esa ciudad es la Invitada de Honor. Y cuando la locutada voz de la presentadora anunció que era el turno de que Enrique Avogadro, ministro de Cultura porteño, subiera al escenario, un silbido allá en el fondo de la sala hizo que todos giren la vista: gritos, papelitos al aire, cánticos y carteles en alto que decían "No a la UniCABA", "No al 29×1", "La educación no es un gasto, es un derecho", entre otras consignas.

Faltaban quince minutos para las siete de la tarde cuando de a poco esa masa de activistas tomó por asalto la atención de todo el lugar y duró más de media hora. El reclamo de docentes y estudiantes es contra eso que el macrismo llama la Secundaria del Futuro e incluye, entre otras cosas, la creación de la Universidad de Formación Docente (UniCABA). Tal como le anticipó a Infobae el año pasado la ministra de Educación porteña Soledad Acuña, se trata de "unificar los 29 institutos de formación en una sola oferta de grado universitario". Lo que los manifestantes que irrumpieron esta tarde sostienen es que con el cierre de esos 29 profesorados se pierden puestos de trabajo atentando contra la educación pública.

Ni bien disminuyó el barullo, la interpelación cantaba: "¡Señor, señora, no sea indiferente, nos cierran los terciarios en la cara de la gente!", y más tarde "¡Que retiren el proyecto!, ¡que retiren el proyecto!"

Claudia Piñeiro, discurso magistral
Estaba previsto que Claudia Piñeiro diera su discurso inaugural más adelante, cuando ya todos hayan hablado, sin embargo ella subió, tomó el micrófono del atril y se paró en el borde del escenario con su manojo de hojas envuelta en un saco de seda verde. Frente al público, dijo con firmeza: "Yo hice el profesorado. También estoy de acuerdo con que retiren el proyecto". Aplausos.

Luego leyó el título de su discurso: "¿Qué se espera de un escritor?" y, tras señalar a los activistas, dijo: "Acá está la respuesta". Para la autora de Las viudas de los jueves, Las grietas de Jara y —la última, publicada el año pasado— Las maldiciones, el lugar del escritor es el del "conflicto con la autoridad, entendiendo por autoridad, en nuestro caso, el Estado, la industria editorial y los intolerantes que pretenden imponer cómo debemos vivir"; también "del espíritu crítico" y "de la disidencia como estado de alerta".

"Los escritores somos parte de la industria editorial. Reivindico el ejercicio de la literatura como trabajo y nosotros como trabajadores de la palabra (…) Tenemos plena conciencia de la crisis que atraviesa el sector; somos parte de la cadena de valor tanto como lo son todos los otros eslabones: el accionista que invierte en el negocio, el editor, el imprentero, el librero, el distribuidor, los correctores, los traductores y cada uno de los que trabajan en la industria. Nos gusta lo que hacemos y tal vez, si tuviéramos de qué vivir, lo haríamos gratis. Pero el trabajo se paga. Se nos debe pagar en tiempo y forma lo que vale".

"Queremos ser escuchados", dijo y volvió a señalar a los activistas que escuchaban atentamente sus palabras: "Lo mismo pasa con esta gente, que es lo que está pidiendo".

De a poco Piñeiro fue tocando muchos temas, todos urgentes: "En estos días tuve la suerte y la amarga experiencia de escuchar numerosos ejemplos de discriminación e invisibilización de mujeres en el campo literario (…) Hoy los medios culturales a nivel mundial hablan de la literatura argentina nombrando entre otros pero con mucha mayor frecuencia a Samanta Schewblin, Ariana Harwicz y Mariana Enriquez. Schewblin y Harwicviven en el exterior, pero a Enriquez la tenemos a pocas cuadras. Si quieren oírla no la busquen en el programa de la Feria porque acá no estará. Van a tener que ir al Malba cuando converse con Richard Ford. Un afortunado Richard Ford. Quiero marcar esto no como reproche sino para que se vea. Como el mingitorio de Duchamp cada invisibilización grosera de una mujer trabajadora de la literatura debe ser sacada de su lugar y expuesta para que se tome conciencia".

"Así como hoy creo que a nadie se le escapa lo políticamente incorrecto que resultaría preguntarle a Obama qué siente haber sido presidente de los Estados Unidos siendo negro, o a Johanna Sigundardottr qué se siente ser presidente de Islandia y lesbiana, llegará un día en que dará vergüenza preguntar qué se siente ser mujer y abrir la Feria del Libro", agregó.

También aseguró que "sin lectores no hay literatura", por eso "la promoción de la lectura debe ser una política de Estado" ya que "a democracia necesita ciudadanos y la lectura forma ciudadanos con pensamiento crítico y diverso". Y sobre el final, mencionó a Liliana Bodoc —recientemente fallecida— como "una ferviente trabajadora de la palabra", a la grieta política ("¿éramos una grieta o el lenguaje operó sobre nosotros y nuestras diferencias para que no haya diálogo posible?") y la sentencia de que "en la buena literatura no encontrarán verdad sino puntos de vista".

Tras el punto final, estallaron los aplausos de todos los presentes. Entonces, Claudia Piñeiro dejó las hojas ya leídas en el atril, volvió al borde escenario y levantó con las dos manos el pañuelo verde a favor del aborto seguro, legal y gratuito.

El escándalo continúa…
Cuando la locutada voz de la presentadora anunció que Pablo Avelluto subiría a hablar, los silbidos volvieron. Sin embargo el ministro puso sus dos manos en el atril y, cerca del micrófono, esperó a que bajen los abucheos. Al ver que eso no sucedía, instó: "A los fascistas… nos costó muchos años y mucho sufrimiento llegar a esta democracia", y agregó: "Desde una perspectiva autoritaria, están impidiendo hacer".

Finalmente y de forma consensuada en el momento, dos de los manifestantes subieron a hablar. Avelluto les dio el micrófono para que expusieran su reclamo, y pidieron "que respeten a los 29 profesorados" y "que retiren el proyecto". Pero cuando el ministro volvió a intentar dar su discurso, no pudo. Entonces, antes los gritos, éste los volvió a calificar de "fascistas e intolerantes". Ya sin demasiadas conciliaciones, espetó a uno de los jóvenes manifestantes que le señalaba en voz alta que la actitud del gobierno no era democrática: "Vos no me vas a enseñar a mí lo que es la democracia".

El reclamo docente
Los activistas, que seguían levantando sus carteles, hablaron con Infobae Cultura"Nos están impidiendo emitir títulos, siguen sin reconocer a cientos de docentes y a cientos de estudiantes que no pueden tener su título. Nosotros tenemos que hacer este tipo de intervenciones porque es la única forma para poder revertir esta situación, que es la situación de toda la educación pública", comenta Maximiliano Mozota, de la CEIT y el Bachillerato popular Chilavert.

Otro de los manifestantes, Juan Manuel Santos —quien habló en el escenario— del Lengüitas, como se conoce popularmente a la Escuela Lenguas Vivas, comenta: "Ahora este acto termina y todos volvemos a nuestras casas y seguimos con nuestras vidas, en cambio con la UniCABA, una vez que se apruebe, no vamos a seguir tranquilos porque muchos de los docentes van a perder sus trabajos", y apunta en este breve diálogo contra la ministra de Educación porteña Soledad Acuña, el subsecretario de Planeamiento e Innovación Educativa Diego Meiriño —ex CEO de la editorial Norma, cuando todavía era de capitales colombianos, antes de la venta a Santillana—y la subsecretaria de Coordinación Pedagógica del Ministerio de Educación Andrea Bruzzo: "No reciben a los docentes ni a los estudiantes".

Por último, María Alegre, estudiante del nivel inicial del Normal N°10 en Belgrano, le dijo a Infobae Cultura: "Queríamos que aparezca Larreta y Larreta no apareció".

Las esquirlas de una tarde agitada
"Permitimos que cualquiera se puede expresar —le dice Oche Califa a Infobae Cultura tras la intervención y la palabra del Ministro— pero el acto debió haber tenido la palabra de los dos ministros". "Pensamos que en algún momento se iban a callar, pero no se detenían", agregó.

Ya fuera de La Rural, cuando regresaba a su casa a pie desde el concierto que dio al aire libre Jorge Drexler —evento gratuito de la inauguración de la feria—, Avogadro habló con Infobae Cultura: "Paradójicamente en un espacio en el que se celebra la palabra, no nos dejaron hablar. Ni siquiera cuando Pablo les cedió la palabra a ellos. Nosotros de todos modos estamos muy contentos y celebramos tener una feria que convoque alrededor del libro a más de un millón de personas y de hecho mi discurso tenía que ver con eso, con un espacio de encuentro". Y concluyó: "Pero lo ocurrido me deja un sabor agridulce, es la imposibilidad de mantener un espacio de diálogo basado en el respeto más allá de las diferencias".

Cerca del ministro Avelluto había mucho enojo, sobre todo con la organización de la Feria del Libro porque no se hicieron cargo de la situación. Se los veía tensos, incómodos y fastidiados. Por su parte Claudia Piñeiro, ante los pregunta de todos aquellos que se acercaron a hablarle después del discurso, fue concreta: "Yo hubiera querido que se escucharan los discursos, pero soy una escritora y, como dije en el texto que leí, un escritor siempre está en conflicto con la autoridad. A mí no me pueden pedir que no me ponga del lado de los reclamos".

El discurso de apertura de la Feria del Libro, de Claudia Piñeiro

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Antes que nada quiero agradecer haber sido elegida para dar el discurso de apertura en esta Feria del Libro de Buenos Aires. La Feria es el evento literario más importante de la ciudad, del país y de la región. Y una de las ferias en español más destacadas del mundo. Vengo a esta feria desde antes de ser escritora. Valoro lo que tiene de literario y también lo que tiene de evento social, de lugar de reunión, de cofradía, de territorio por el que transitan infinidad de personas buscando un libro. Desde que fui convocada a dar este discurso me persigue una pregunta: ¿Qué se espera de un escritor? ¿Alguien espera algo de nosotros? Tal vez sí. O tal vez ni siquiera que escribamos un próximo libro.

Cuando hace ocho años Griselda Gambaro tuvo que dar su discurso inaugural en la Feria de Frankfurt citó a Graham Greene quien había dicho: "Debemos admitir que la verdad del escritor y la deslealtad son términos sinónimos (…) El escritor estará siempre, en un momento o en otro, en conflicto con la autoridad". Me atrae ese lugar para el escritor: el de conflicto con la autoridad. Entendiendo por autoridad –en nuestro caso– el Estado, la industria editorial y los intolerantes que pretenden imponer cómo debemos vivir. Me siento cómoda en un colectivo de escritores para los que la lealtad nunca deba ser con la autoridad, sino con el lector, con el ciudadano, con la literatura y con nosotros mismos. Y retomo el concepto tal cual lo expresó Gambaro: "Así debe ser por razones de sano distanciamiento en la preservación del espíritu crítico, de la disidencia como estado de alerta, si bien es preciso no confundir la disidencia – trabajo de pensamiento – con la estéril rutina del antagonismo sistemático." Quiero apropiarme de esa frase de Gambaro: disentir como estado de alerta, no como antagonismo sistemático. La vida está llena de gestos que tienen un significado y tratamos de decodificar. Nosotros, como escritores, estamos atentos a los gestos que nos muestran la industria, el Estado y por supuesto los lectores. Los nuestros también importan pero solemos creer que alcanza con escribir. Sin embargo, hay determinadas circunstancias sociales frente a las cuales la falta de acción o la falta de gesto explícito también trasmite un mensaje.

Quiero señalar algunos de esos gestos.

Los escritores somos parte de la industria editorial. Reivindico el ejercicio de la literatura como trabajo y nosotros como trabajadores de la palabra. Somos trabajadores dentro de una industria, pero a veces ni nosotros mismos tenemos conciencia de ese status. La confusión puede deberse a que trabajamos haciendo lo que más nos importa en la vida: escribir. Hay textos inolvidables de George Orwell, Marguerite Duras, Reinaldo Arenas, acerca de por qué escribimos. Dice Arenas: "Para mí, escribir es una fatalidad, no una razón; una fuerza natural, no una interpretación". Podría suscribir lo que dicen todos ellos, en especial sumarme a lo que dice Arenas porque creo que cualquiera de esas búsquedas del origen de la propia escritura son posteriores al acto. En el acto de escribir hay pulsión, escribimos porque no tenemos más remedio, porque si no escribiéramos no seríamos quienes somos. Creo en la escritura como una marca ontológica.

Nosotros tenemos plena conciencia de la crisis que atraviesa el sector; somos parte de la cadena de valor tanto como lo son todos los otros eslabones: el accionista que invierte en el negocio, el editor, el imprentero, el librero, el distribuidor, los correctores, los traductores y cada uno de los que trabajan en la industria. Nos gusta lo que hacemos y tal vez, si tuviéramos de qué vivir, lo haríamos gratis. Pero el trabajo se paga. Se nos debe pagar en tiempo y forma lo que vale. Algunas editoriales lo hacen, algunas no. No se trata de tamaños: grandes, medianas o independientes, hay quienes hacen las cosas bien y quienes las hacen mal. En ese sentido yo me siento privilegiada. Pero tengo la responsabilidad de hablar no sólo por lo que me pasa a mí sino por mis colegas.

Más allá de que el 10% por derechos de autor – porcentaje que no tiene otra explicación que "porque siempre fue así"– se liquide semestralmente y sin ajuste por inflación, hay editoriales que pudiendo hacerlo no pagan anticipos y otras que proponen contratos infirmables que no resistirían un análisis ni jurídico ni ético. ¿Por qué los firmamos? Porque queremos ser publicados, porque sabemos lo difícil que es conseguirlo, pero también porque estamos convencidos como El mercader de Venecia de Shakespeare, que aunque el contrato diga que deberemos pagar con una libra de carne, llegado el caso Shylock no será capaz de tomar el cuchillo y cortarnos un pedazo del cuerpo: error. Y porque estamos solos. Hay un estado de indefensión ante ciertos usos y costumbres que deberían ser revisados. Algunos tenemos la suerte de contar con un agente que nos defienda. Algunos tenemos la suerte de trabajar con editoriales que cumplen con sus obligaciones. Pero muchos escritores no. Ante esas inequidades hay una ausencia del Estado. Es poco habitual encontrar diputados que estén pensando leyes que nos protejan. Los jueces no entienden nuestros reclamos. Los distintos actores del poder ejecutivo no dan respuestas a preguntas sobre la continuidad de premios nacionales y municipales, la ley del libro o la jubilación de los escritores. No pretendo que nos digan que sí a todo lo que pedimos, pero pretendo un intercambio de opiniones y una respuesta que demuestre que se nos escucha. La ausencia de gesto también es un gesto. Los dramaturgos y guionistas cuentan con Argentores, que con errores y aciertos, defiende sus derechos. El resto de los escritores no tenemos sindicato en el sentido estricto de la palabra. Tal vez porque somos seres muy solitarios y poco afectos a lo gregario es que nos cuesta reclamar en conjunto y este reclamo no puede ser individual. Tal vez porque sentimos que la literatura tiene que estar por encima de cualquier demanda. Y es cierto, la literatura debe estar por encima de cualquier demanda; pero hoy, en el 2018, los escritores somos un engranaje de una industria que genera bienes y servicios y nuestra tarea tiene que ser honrada como lo que es: trabajo.

Algunos gestos novedosos y positivos. Han surgido en los últimos tiempos colectivos con conciencia de la necesidad de visibilizar lo que nos pasa. Por un lado la Unión de Escritores, que en su razón de ser dice : "Somos un grupo de escritoras y escritores interesados en instalar el debate sobre la figura del escritor en tanto trabajador". Un grupo que iniciaron entre otros Selva Almada, Julián López, Enzo Maqueira, Alejandra Zina, y al que hemos adherido muchos más. Con ese debate, la Unión intenta lograr que escritores con menos experiencia adviertan que si alguien pide la libra de carne, no hay que firmar. Por otro lado está el nacimiento de NP literatura, una Asamblea Permanente de Trabajadoras Feministas del Campo Cultural, Literario e Intelectual que gestaron entre otras Cecilia Szperling, Florencia Abatte y Gabriela Cabezón Cámara. Ya adherimos más de trescientas cincuenta escritoras. NP literatura se define así: Nosotras proponemos diez puntos para un compromiso ético y solidario en la búsqueda de la igualdad de espacios, visibilidad y puesta en valor de la mujer en el campo cultural, literario e intelectual".

Soy mujer y he tenido la suerte de hacer una carrera que me llevó a los lugares donde quería estar. Incluso a lugares que no había imaginado. Pero que en un grupo invisibilizado algunas logremos hacernos ver no invalida la oscuridad sino que la potencia. Me han hecho infinidad de entrevistas relacionadas con la Feria del Libro y en muchas me preguntan cómo me siento, dada mi condición de mujer, por abrir esta edición. Mi respuesta: "El año pasado la abrió Luisa Valenzuela". El error o el olvido denota la discriminación: es "exótico" que se le otorgue ese lugar a una mujer.

Cuarenta y cuatro ediciones, cuatro escritoras. En estos días tuve la suerte y la amarga experiencia de escuchar numerosos ejemplos de discriminación e invisibilización de mujeres en el campo literario: en lo académico, en lo editorial, en lo institucional. No en la elección de los lectores. No en el éxito a lo largo del mundo. Voy a dar un solo ejemplo. Hoy los medios culturales a nivel mundial hablan de la literatura argentina nombrando entre otros pero con mucha mayor frecuencia a Samanta Schewblin, Ariana Harwicz –ambas finalistas del Booker Prize– y Mariana Enriquez. Schewblin y Harwicz viven en el exterior, pero a Enriquez la tenemos a pocas cuadras. Si quieren oírla no la busquen en el programa de la Feria porque acá no estará. Van a tener que ir al Malba cuando converse con Richard Ford. Un afortunado Richard Ford. Quiero marcar esto no como reproche sino para que se vea. Como el mingitorio de Duchamp cada invisibilización grosera de una mujer trabajadora de la literatura debe ser sacada de su lugar y expuesta para que se tome conciencia. Los festivales de literatura y las ferias salvo honrosas excepciones están plagadas de mesas para debatir -entre mujeres por supuesto- si existe la literatura femenina, literatura y feminismo, el papel de la mujer en la literatura. Pero en las mesas de cuento, novela, lenguaje, crítica, las mujeres son minoría o no están. Así como hoy creo que a nadie se le escapa lo políticamente incorrecto que resultaría preguntarle a Obama qué siente haber sido presidente de los Estados Unidos siendo negro, o a Johanna Sigundardottr qué se siente ser presidente de Islandia y lesbiana, llegará un día en que dará vergüenza preguntar qué se siente ser mujer y abrir la Feria del Libro.

Pero más allá de los gestos acerca de nuestros derechos particulares, quisiera ahondar en un gesto que me parece trascendental para definir si se le da importancia o no a la literatura: la formación de lectores. Nadie nace lector. Se llega a ser lector transitando un camino de iniciación. ¿Qué estamos haciendo todos, la industria, los promotores culturales, nosotros escritores y especialmente el Estado para que haya cada día más lectores? Sin lectores no hay literatura. Lo dijo Sartre: "La operación de escribir supone la de leer como su correlativo dialéctico (…) Lo que hará surgir ese objeto concreto e imaginario que es la obra del espíritu, será el esfuerzo conjugado del autor y del lector. Sólo hay arte por y para los demás". Permítanme repetirlo, si no hay lectores no hay literatura.

Hace no mucho escuché a Martin Kohan hablando de un autor argentino que él considera de los mejores escritores contemporáneos y a quien lee muy poca gente. Kohan decía que su trabajo en la Universidad es revertir la situación, formar lectores que aprecien esa literatura y quieran leerlo. No se quejó de que muchos no lo lean sino que expresó la conciencia de la necesidad de formar un lector. No cualquier lector se podrá encontrar con cualquier texto si no se lo entrena. Esta misma necesidad se puede transportar a otros niveles de lectura y concluiremos que hay argentinos que no están preparados para leer ningún texto. La democracia necesita ciudadanos y la lectura forma ciudadanos con pensamiento crítico y diverso.

Aún sin la competencia con la tv, el cine, series o entretenimientos virtuales, si una persona no está entrenada para leer nunca elegirá esa opción. Está claro que si un chico sale de la escuela primaria sin poder leer de corrido no podrá ser lector. Y no hablo de operaciones básicas de lectura como la elipsis, la anticipación, comprender una metáfora, poder hacer relaciones en base a conocimientos previos. Hablo de leer de corrido. Como primer paso tenemos que exigir que los alumnos terminen la escuela primaria con las habilidades indispensables para ser lectores. Lo tenemos que exigir no por la literatura sino por ellos. De otra manera estarán condenados a la exclusión. Es una deuda de la educación que lleva décadas. Luego buscar la manera de transmitir el entusiasmo por la lectura. Si de verdad un país cree en la importancia de leer, la promoción de la lectura debe ser una política de Estado.

Además de lo mucho que esta Feria hace por la promoción de la lectura, hay tres modelos muy exitosos que me gustaría destacar. Uno es el que desde hace años desarrollan Mempo Giardinelli y Natalia Porta López en el Chaco. No he visto nada igual. Cientos de maestros, profesores y promotores de lectura absorbiendo materiales pero sobre todo energía para contagiarla a nuevos lectores. Es una actividad que emociona. El Estado debería apoyarla con vehemencia. Otro modelo de promoción de la lectura exitoso es la Conabip, tan reconocido que en este momento hay personal de esa institución trabajando en el proceso de paz de Colombia, enseñando el modelo de inclusión social que significan las Bibliotecas Populares. Lo que sucede con la Conabip además de deslumbrarme por su tarea, me conmueve porque es una obra de años que pudo sostenerse a través de distintos gobiernos. Las políticas culturales tienen que ser persistentes en el tiempo para que surtan efecto. Si un nuevo gobierno borra lo que hizo el anterior estamos siempre en la línea de largada. He visto la gran labor de la Conabip desde los años en que estaba María del Carmen Bianchi, hasta hoy que la dirige con tremendo entusiasmo Leandro Sagastizabal. No hubo ruptura por cambio de gobierno, el que llegó lo hizo para sumar. Así debería ser siempre. Por último, el Filba Nacional de la Fundación Filba, que cada año se traslada a una ciudad del interior a llevar literatura. El festival está pensado en cada caso para el público local. No son los lectores quienes deben trasladarse sino los escritores; además de que visibiliza autores de la región. Federalismo puro, eso que vemos tan poco a pesar de lo que dice la Constitución.

Por último la pregunta inicial, ¿qué espera el lector de un escritor? ¿qué espera un ciudadano de nosotros aunque no nos lea? En el mejor de los casos, como dije, un próximo libro que satisfaga lo que cada lector busca: suspenso, manejo del lenguaje, personajes inolvidables, entretenimiento, incomodidad, inteligencia, ampliación del mundo propio. Cada lector exige a su manera. Pero además de un próximo libro, ¿se espera que opinemos sobre determinados asuntos de la realidad? Tenemos la habilidad de ver con un lente más fino y mostrar lo que vemos con palabras. ¿Debemos usar esa herramienta? ¿Esperan que lo hagamos? Hay escritores a los que no les interesa esta intervención. Hay otros a los que sí les interesa pero les da temor. Hay algunos a los que les interesa en exceso, tampoco es necesario opinar de todo. Hace un tiempo Juan Sasturain contó en la contratapa de Página 12 cómo trataba de mantenerse en silencio en reuniones familiares o con amigos para no entrar en discusiones. Hasta que de pronto alguien tocaba un tema y al hacerlo trazaba una línea que lo obligaba a dejar claro de qué lado estaba. Coincido con él. El año pasado vivimos acá, en esta Feria, una experiencia parecida cuando se convocó a una marcha para repudiar el intento de aplicar el cómputo de 2X1 a las condenas de militares por sus crímenes durante la dictadura. Muchos de nosotros y la misma Feria del Libro como institución decidimos suspender nuestras actividades para ir a la marcha. Hace pocos días, nos pasó lo mismo a cuatrocientas escritoras que acordamos defender con nuestra firma y con nuestro cuerpo la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Yo sentí en la calle el agradecimiento por esos gestos en aquella oportunidad y ahora, la confirmación de que eran necesarios. Sin embargo nos cuesta apropiarnos de ese espacio de intervención pública. Tal vez sea porque nos incomoda la palabra "intelectuales", como definición del escritor que interviene en la sociedad.

Lo explica muy bien Carlos Altamirano en su artículo: "Intelectuales: nacimiento y peripecia de un nombre". Dice: "El concepto de intelectual no tiene un significado establecido: es multívoco, se presta a la polémica y tiene límites imprecisos, como el conjunto social que se busca identificar". El uso del término en la cultura contemporánea nace en Francia en el año 1898 con el debate por El caso Dreyfus. En 1894, el capitán del Ejército francés Alfred Dreyfus, alsaciano y de origen judío, fue arrestado bajo la acusación de haber entregado información secreta al agregado militar alemán en París. Con pruebas inexistentes o controvertidas, se lo condenó a cadena perpetua en la Isla del Diablo. Aunque luego quedó claro que era un error, los jefes militares se negaron a revisar el caso, sostenían que admitirlo afectaría la autoridad del Ejército. Pero como diría años después Graham Green el lugar del escritor es el de conflicto con la autoridad y Émile Zola se involucró en el affaire. En enero de 1898 publica en L'Aurore su carta abierta al Presidente de la República francesa, Yo acuso. El título se lo debemos al jefe de redacción Georges Clemenceau. Zolá advierte sobre la violación de las formas jurídicas en el proceso de 1894 y exige una revisión. Muchas firmas de peso lo acompañaron: Anatole France , André Gide, Marcel Proust. También muchísimos desconocidos, profesores, maestros, periodistas. A los pocos días Clemenceau hizo referencia a quienes firmaron como "esos intelectuales que se agrupan en torno de una idea y se mantienen inquebrantables". Un nuevo actor colectivo –en palabras de Altamirano– "proclamaba su incumbencia en lo referente a la verdad, la razón y la justicia, no solo frente a la elite política, el Ejército y las magistraturas del Estado, sino también frente al juicio irrazonado de una multitud arrebatada por el chovinismo y el antisemitismo." En cambio Maurice Barrès, en una editorial de Le Journal los descalificó diciendo: "Estos supuestos intelectuales son un desecho inevitable del esfuerzo que lleva a cabo la sociedad para crear una elite". Vuelvo a citar a Altamirano: "El debate sobre el caso Dreyfus deja ver que la apología del intelectual y el discurso contra el intelectual se desarrollaron juntos, como hermanos-enemigos. El conocimiento social es siempre impuro y la lucidez suele ser interesada."

Quizás sea el elitismo la acusación que más nos incomoda. Pero si la palabra intelectual incomoda la solución puede ser usar otra en lugar de no actuar. ¿Cuándo y cómo hacerlo? Cuándo lo sabrá cada uno. Cómo: con nuestros propios recursos. Los escritores tenemos herramientas literarias y lingüísticas que no todos poseen. No se trata de elite, se trata de oficio. De ser trabajadores de la palabra. Voy a destacar hoy tres: la conciencia lingüística, el punto de vista, la composición de los personajes.

La conciencia lingüística es un término que tomo de Ivonne Bordelois en La palabra amenazada. Dice Bordelois: "Pero si esta cultura ataca la conciencia del lenguaje es, en gran medida, porque de algún modo se adivina que en ella, además de la fuerza refrescante de la poesía, reside la raíz de toda crítica. Para un sistema consumista como el que nos tiraniza, es indispensable la reducción del vocabulario, el aplanamiento y aplastamiento colectivo del lenguaje, la exclusión de los matices".

Nosotros tenemos conciencia lingüística y por lo tanto podemos señalar a la sociedad cuando el uso, la desaparición o la apropiación indebida de una palabra es parte de una operación del lenguaje para manipularnos. Hace poco hablé de la palabra vida en los debates por la legalización del aborto. Hoy quisiera traer otra palabra que creo que fue usada de una manera que nos hizo mucho daño: grieta. Todos sabemos lo que es una grieta. Pero la palabra se usó para definir la división de nuestra sociedad por pensar diferente. Si hay una grieta hay dos territorios separados por un vacío. No hay puentes. No hay comunicación posible. Si uno quiere pasar de un lugar al otro para dialogar se cae en una zanja. Los que no se sienten parte de ninguno de los dos sectores están condenados a desplomarse en ese tajo hecho casi de violencia: una grieta no se piensa, no se planea, desgarra la superficie de forma antojadiza. La democracia es pluralidad de voces viviendo en un mismo conjunto y espacio social. ¿Éramos una grieta o el lenguaje operó sobre nosotros y nuestras diferencias para que no haya diálogo posible? Tal vez, si hubiéramos hecho una advertencia desde la conciencia lingüística la historia sería diferente.

Tenemos otro recurso muy valioso: el punto de vista. Nadie mira el mundo desde la misma ventana y por lo tanto no hay una sola imagen posible. Cuando escribimos elegimos desde qué personaje contaremos la historia y eso es una decisión trascendental. El cuento “En el bosque”, de Akutagawa, nos muestra que, en ciertas ocasiones, ni siquiera en un crimen existe una única verdad. Entender el concepto de punto de vista, en vez de dibujar una grieta, podría ayudar a ponernos en la ventana del otro para mirar el mundo, aunque luego uno termine eligiendo la ventana propia.

Por último la composición de los personajes. Cuando creamos un personaje necesitamos que tenga lo que Mauricio Kartun llama tridimensionalidad, que el personaje no sea plano ni maniqueo. Ese requerimiento nos obliga a hacer un ejercicio de humildad: un personaje no piensa ni actúa como nosotros, lo hace desde su propia identidad. Cuando alguien lee también tiene que hacer ese ejercicio. Caminar con los zapatos de otro ayuda a comprender que ese otro vivirá su vida como lo indique su historia personal y su esencia. Y esa comprensión nos puede enseñar a no juzgar, a abrazar aún después de un acto que no compartimos. En dos de mis novelas y en un cuento toqué la temática del aborto. Pero no me arrogué la vida de mis personajes, no los hice actuar como yo habría actuado. En "Tuya", la adolescente que queda embarazada y concurre a un consultorio clandestino finalmente decide no abortar. En el cuento Basura para las gallinas una madre le hace un aborto a su hija con una aguja de tejer tal como vio a su propia madre hacérselo a su hermana. En "Elena sabe", una mujer es secuestrada por otra en el momento que está por entrar a hacerse un aborto; años después la mujer que no pudo interrumpir el embarazo es una persona gris que no ha superado el trauma que le ocasionó tener un hijo contra su voluntad.

He mencionado muchos libros en esta tarde de apertura de la Feria. Esa tarea, la de prescribir lecturas como una entusiasta receta médica, es algo que aprendí de mi maestro Guillermo Saccomanno. Cuando empecé a trabajar con él me entregó una lista de más de cien libros imprescindibles que aún conservo, y a la que le fue sumando generosas recomendaciones a lo largo de los años. Me gusta recomendar lecturas también. Podría entusiasmarlos con distintos libros ahora mismo. Pero dado el debate que hoy nos atraviesa y en mi rol de escritora que sí desea intervenir en la sociedad, quiero dejarles una pequeña lista de novelas, textos de no ficción y cuentos que plantean el tema no sólo del aborto sino del derecho a la no maternidad, una cuestión clave en ese debate. En la buena literatura no encontrarán verdad sino puntos de vista, personajes que ante un abismo toman decisiones según su esencia y nunca, ojalá, preceptores de moralidad.

Va mi lista. Anoten : Lanús, una novela de Sergio Olguín, Pendiente, una novela de Mariana Dimopulos, Hospital de Ranas, una novela de Lorrie Moore, “Una felicidad repulsiva”, un cuento de Guillermo Martínez, Mátate, amor, una novela de Ariana Harwicz, “Colinas como elefantes blancos”, un cuento de Ernest Hemingway, Los príncipes de Maine, una novela de John Irving, La importancia de no entenderlo todo, un libro de artículos de Grace Paley, A corazón abierto, una novela de Ricardo Coler, “La llave”, un cuento de Liliana Heker, Santa Evita, una novela de Tomás Eloy Martínez, Enero, una novela de Sara Gallardo, Palmeras Salvajes, una novela de William Faulkner, Contra los hijos, un libro de no ficción de Lina Meruane, “El curandero del amor”, un cuento de Washington Cucurto, Vía revolucionaria, una novela de Richard Yates. Sumen los suyos y pásenmelos.

Antes de despedirme mi especial recuerdo para Liliana Bodoc, una ferviente trabajadora de la palabra. Liliana fue una mujer que vivió dando gestos, hermosos gestos. Y en disidencia como estado de alerta. A ella también tendrían que leerla si aún no lo hicieron.

Buenas tardes, disfruten la Feria del Libro de Buenos Aires.

Muchas gracias.

Jorge Aulicino: combinar la tarea de traductor con la de poeta

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Álvarez y Aulicino

Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949) es uno de los mejores poetas contemporáneos y tradujo del italiano, además, a dos verdaderos elefantes de las letras: Dante y Pavese”, dice la bajada de la entrevista que la poeta y narradora Mercedes Álvarez publicó el pasado 20 de abril en el diario Perfil.




“Cada época intenta una traducción distinta”

“Todo lector es un traductor”, dice Jorge Aulicino. Y así empieza a hablar de la Divina Comedia, que tradujo para Edhasa hace algunos años y que ahora revisa para una nueva edición. “Yo no soy bilingüe en italiano; el italiano es una segunda lengua, por eso me veo obligado a traducir. Además, las ediciones que había de la Divina Comedia corresponden a una época. No hay que ser un gran filólogo para darse cuenta. La de Mitre es del siglo XIX, la de Crespo es de mediados del  siglo XX. Y cada época intenta una traducción distinta. Luego hay una de Juan de la Pezuela, también del siglo XIX, pero en un lenguaje muy español”. La Comedia es un texto de gran dificultad de traducción, y en este sentido, Aulicino apunta: “El italiano que usa es un italiano muy antiguo que todavía era toscano. El Paraíso es lo que más complicaciones trae, porque apela a un recurso que está en los tres libros, pero se hace más denso, que es la alusión. No menciona las cosas directamente por su nombre. Dice por ejemplo: “los hijos de Latona”, que son Apolo y Diana, pero no los menciona. Este recurso es abrumador, y casi es una decodificación del texto lo que hay que hacer. O decodificás, y escribís en castellano de manera más directa, o tratás de mantener la alusión hasta donde se pueda. Yo elegí un camino medio. Miré mucho la traducción de Martínez de Merlo, la última que hicieron los españoles, que es muy buena, pero para mi gusto demasiado explicativa”.

¿Cómo traducir la Comedia: en prosa o en verso? “En prosa”, dice Aulicino, “se corre el riesgo de explicar, de traducir explicando. El otro motivo es recrear algún tipo de ritmo, no la tercera rima, pero es necesario que haya algún ritmo. Me interesa poner el acento en el lenguaje, antes que en cualquier otra cosa. Por eso elegí el verso semilibre. A veces se va del endecasílabo, porque me parece que se pierde mucho si esto se respeta, como hace Mitre, por ejemplo. Dante está trabajando con una lengua nueva literariamente, una lengua que no se escribía aunque se hablara. Maneja de manera tal la resonancia de cada palabra que es casi mágica”.

Combinar la tarea de traductor con la de poeta es algo que ha hecho siempre. “Son distintas instancias del lenguaje”, apunta. Aulicino parte siempre de una idea, o de un título. “Idea en un sentido muy vago, algo muy general”. Ocurre con su último libro: Corredores en el parque. “Tengo una obsesión por la gente que corre en la ciudad. Hay una escena en la película Los Cazafantasmas, donde los fantasmas invaden la ciudad y pasa un maratonista fantasma corriendo. Es muy pueril, pero me hizo asociar los fantasmas con los corredores en el parque de noche. Y así surgió el libro”.

La última publicación de Aulicino es su traducción de Pavese para Ediciones del Dock: Trabajar cansa/Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. “La traducción de Alonso tiene sesenta años. Yo la leí cuando tenía veinte años, y era la única que había. Tiempo después lo leí en italiano. No es mala la traducción de Alonso, pero el problema es que no le da mucha importancia a conseguir el estilo coloquial que tiene Pavese”. La fascinación de Aulicino con Pavese empezó con la primera lectura en español, y se afirmó con la posterior lectura en italiano: “Pavese abrió un camino. Más en la generación anterior a la mía. Piglia o Saer siempre citaban a Pavese”. Esta nueva traducción empezó hace diez años, en el mismo bar donde estamos sentados hoy haciendo esta entrevista.


Cinco editores españoles posan para la foto

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Todos los 23 de abril en Cataluña se festeja Sant Jordi. Según La lectora futura, un blog que se autodefine como “un ecosistema y punto de encuentro para lectores y profesionales del mundo del libro”, “es el día que España se dedica a expiar su mala conciencia con la lectura”. Y allí se explica que “en 1923 se instituyó el Día del Libro, por iniciativa del escritor Vicente Clavel Andrés. En 1930 se trasladó al 23 de abril, uniéndose entonces en Cataluña la costumbre de regalar un libro junto a la tradicional rosa que se regalaba desde muy antiguo en el día de Sant Jordi. En el resto de España la admirable costumbre de regalar libros ese día no ha arraigado, pero sí se programan actos e iniciativas que promuevan y extiendan la afición a la lectura y contribuya a que quede en el pasado ese ‘escribir en Madrid es llorar’ que escribió Larra en 1836 -extendido a 'escribir en España es llorar', dado que en 1836 el centralismo cultural era extremo- sea al fin cosa del pasado”. Luego, puestos a evaluar los 88 años del festejo, los escritores anónimos del blog puntualizan: “ Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017 sobre las costumbres lectoras españolas en 2018, un 40% de la población no lee habitualmente, cuando la cifra en países de nuestro entorno es del 30%. Sólo un 59,7% de españoles lee como ocio, en su tiempo libre. Según este estudio, las mujeres leen más libros, revistas y son más activas en redes sociales, mientras que los hombres las superan en lectura de prensa, cómics, webs, blogs y foros online. Casi el 65% de mujeres leen algún libro al año, mientras los varones se quedan en el 54%. Entre 45 y 54 años, las mujeres superan el 73% y los hombres no llegan al 52. Esta diferencia es, sin embargo, muy escasa entre los 14 y los 25 años. Casi el 80% de los niños entre 10 y 14 años son lectores de libros en su tiempo libre, pero el porcentaje se reduce mucho, sobre todo desde los 18 años”.

Toda esta larga introducción tal vez sirva para darle un contexto a la nota que el pasado 22 de abril publicaron Ignacio Orovio y Josep Massot, en La Vanguardia, de Barcelona, donde un seleccionado de lumbreras editoriales de España muestran en manos de quiénes están los libros de la Península.

“Es México y no Madrid quien disputa
a Barcelona la capitalidad editorial”
  
Llega Sant Jordi. El día más importante del año para el sector editorial: libreros, lectores, autores, editores... la calle se llena de libros y gente con ganas de comprarlos. Para hablar de ello, y del estado de salud de este invento único, y en consecuencia del estado de la cultura, La Vanguardia reunió esta semana en torno a una mesa a Elena Ramírez, directora de ficción internacional del Grupo Planeta; Emili Rosales, director editorial de Grup 62; Maria Bohigas, editora de Club Editor; Claudio López de Lamadrid, director de Literatura Random House; y Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama.

¿El día de más trabajo del año?
–Ramírez. Es un sueño. No sólo por las ventas sino por el entusiasmo alrededor del libro.
–Rosales. Y porque cada vez hay más actos alrededor del libro y porque además es primavera. La gente está muy contenta.
–Bohigas. Es cierto, y hay una sensación un poco irracional, los editores tenemos una sensación de ir a jugar al casino, a dar el golpe de dados.
–López. Yo no tengo la sensación de ir a jugar a los dados. Lo bonito es que coincide el entusiasmo de toda la cadena del libro, desde el almacén hasta el jefe de la empresa. Es un día de entusiasmo.
–Sesé. Yo destaco que es un día de encuentro entre lectores y autores, y nosotros en medio. Sientes esa conexión viva y matérica.
–López. ¿Yo puedo preguntar?

Claro.
–López . ¿Esto puede durar siempre? El milagro de es que exista, con miles de personas en la calle.

Mejor, ¿no?
–López. Claro, pero el sector ya está pensando en el 2019, con la idea de llevarlo a paseo de Sant Joan, porque es más ancho.

¿Qué cambiarían?
–López. El año que viene es difícil, porque el 22 es lunes de Pascua.
–Rosales. Sant Jordi no debe cambiar, sería absurdo. Sí podemos expandirlo, generar pequeños santjordis, más repartidos. Y hay otros días que cada año cogen más vuelo, como la Setmana del Llibre en Català o Navidad. Hay que crear más días importantes para el libro.
–Bohigas. No hay que cambiar Sant Jordi, hay que cambiar el resto del año. Que no haya este contraste. Sobre todo para los editores de catalán, que en este día podemos hacer el 20 o 25% del año…
–López. ¿Tanto?
–Bohigas. Sí. Si llueve o hay un lío político te suicidas. La concentración es salvaje. Y la gente espera el descuento, sobe todo en los libros que cuestan más de veinte euros. Tenemos cuatro meses válidos, el resto es el desierto. Por ello, creo que situar la Setmana en septiembre es un pésimo error, porque la gente está sin un duro. Como gremio deberíamos reflexionar al respecto.

El ser humano se explica con la ficción, necesita la ficción. Si en el siglo XIX la literatura era hegemónica, en el XX surgió el cine y más tarde la TV, hasta hoy, con multitud de canales. ¿Les condiciona, a la hora de editar…?
–Bohigas. No estoy de acuerdo en que antes fuera hegemónica ni en que hoy ya no sirva. La literatura siempre ha sido marginal. Los que mandan, quienes representan el éxito social, no leen. Y hoy, aunque seamos esclavos del audiovisual y de las redes, creo que el libro sigue siendo el lugar donde se transmiten las cosas importantes. Aquel que quiere contar cómo ha superado una enfermedad no lo cuelga en la red, escribe un libro. Un género con gran tirada es la autoficción.
–Ramírez. Pues yo creo que eso tiene que ver precisamente con las redes, donde estamos permanentemente mostrándonos, sin pudor. Creo que las nuevas formas influyen en la forma de leer y también en el contenido. Como el true crime, que viene de las series, de manera directa. Aunque yo no soy tan optimista en cuanto a la relevancia del libro. Creo que esa hegemonía tiene que ver con una determinada edad. Claro que hay chavales que leen, no voy a caer en ese tópico, pero la clave es el número: ¿cuántos serán lectores? Los lectores hemos crecido.

Es un discurso pesimista.
–Ramírez. Es realista.
–Rosales. En el siglo XX, el cine suplió a la literatura como fábrica de ficción, pero la literatura gozó de excelente salud. Y ahora son la series o los videojuegos. Por ello, debemos buscar las interconexiones. Han salido nuevos géneros, como los youtubers o la poesía urbana, que en buena parte es juvenil… Y paradójicamente, la crisis tremenda de estos años la hemos visto más en el lector adulto que en el lector joven. Ha resistido mejor el libro juvenil. Y hay otra cosa: me fascina cómo pese al torrente informativo diario, la influencia del libro sigue vigente. Oímos de Trump cada día, pero un libro sobre él resiste muy bien el paso de los meses.
–Sesé. Entiendo el pesimismo, que vivimos cada día con las cifras. Pero leer siempre ha sido minoritario. Me preocupa que haya perdido el deseo aspiracional que antes tenía para mucha gente ver los libros y la literatura como algo que te situaba.
–Bohigas. Depende del ámbito... creo que el libro de entretenimiento está perdido, pero también creo que hay todo un sector de lectores que en los años de crisis se está girando hacia la literatura. ¡La literatura es un lugar donde no se miente!
–López. Se lee mucho menos. Incluido yo. Perdemos horas y horas en las redes.
–Sesé.¿Y no crees que eso cambiará?
–López. Creo que leemos más que nunca, pero a trozos. Lo que sí que creo es que la literatura conserva el prestigio. Creo que todo el entertainmentde la literatura efectivamente ha migrado a las redes. Y hoy nadie lee 500 páginas de Platón. Te lo dirá cualquier catedrático. Los estudiantes leen resúmenes. Por eso como editores debemos pensar en nuevos formatos.
–Sesé. Es que a mi me preocupa la absoluta disociación entre la universidad y la edición. Es absurdo. Mis amigos profesores están alarmadísimos. Nadie lee un libro. El interés literario en la academia es bastante peregrino.
–Ramírez. Lo que se ha hecho en los últimos diez años con el sistema educativo es terrible.
–Bohigas. Y en otros países. Es general, desgraciadamente.
–Ramírez. Confluyen varias cosas: la irrupción de las tecnologías, los recortes... Estoy en el lado pesimista aunque creo que podemos ver cambios. Las cosas cambian a una velocidad escalofriante. No soy pesimista irreversible, sino pesimista presente.
–López. Como editores debemos adaptarnos. Pongo tres ejemplos: el libro de Jordi Amat, el de Eduardo Mendoza y los de Chimamanda [Ngozi Adichie]. Son libros de 5 euros que la gente lee rápido. Leemos en el móvil, estamos cambiando.¡De Chimamanda vendo mil a la semana!

¿De qué hablan los manuscritos que reciben?
–Ramírez. La literatura del yo es constante. La influenciada por series de TV, el crime… y diría también probablemente tipos de entretenimiento que evadan de una situación política, económica y social de alta inestabilidad.
–López. Y feminismo.
–Sesé. Sí, en un sentido amplio.
–Bohigas. Y el de la relación con la naturaleza. Cognetti, Thoreau… Es interesantísimo que coincide con que todos esos amantes de la naturaleza la aman tanto que la destruyen, con sus visitas. Es muy ilustrador de cómo somos. Creo que el auge responde a otra cuestión: la soledad. El extremo individualismo.
–Rosales. Estoy de acuerdo, pero creo que el crimen lleva años entre nosotros. Porque es una forma de explicar la corrupción. La novela negra ofrece una mirada crítica de la sociedad.
–Sesé. Muchos manuscritos van en esta línea. Más crítica, más rebeldes, en varios aspectos, sobre todo en la relación del individuo con la sociedad y en relación con su cuerpo, con la agresión al cuerpo, en un sentido amplio, casi filosófico. En esto creo que entronca con los libros sobre naturaleza. Cómo encontrar una forma más sana y armónica para vivir en este mundo. Hay mucha literatura de rebelión, de grito.
–Ramírez. Por el contrario, lo que parece interesarnos menos es el género distópico, el apocalipsis.

¿Y el proceso?
Rosales. Nosotros hemos publicado muchísimo sobre ello. Creo que hasta ahora no se han convertido en libros populares. Esta semana el Frankfurter Allgemeine recomendaba al juez del caso Puigdemont que antes de decidir lea Operació urnes. Es un gran éxito. Un reportaje periodístico, no ideológico, sobre la logística de todo el proceso.
–Sesé. Nosotros hemos tenido el de Jordi Amat, que lleva ya cuatro ­ediciones en catalán y otras cuatro en castellano, y sigue vendiéndose, por su nivel de información ypor su calidad literaria.
–Bohigas. Y porque la figura de Amat está cogiendo una gran fuerza.

¿Se han recuperado las librerías?
–Bohigas. Sí. Aunque hay libros que si salen en una semana informativamente fuerte es como si se cerrara un grifo. Pero los picos de ansiedad pasan rápido. Y el proceso ha generado un interés por cuestiones vecinas…
–Sesé. …sí: rebelión, propuesta de acción… Como los de Marina Garcés.
–Rosales. Pero esto vuelve a poner el libro en una posición de privilegio, como generador de ideas.

Barcelona es una capital editorial . ¿Puede hacer más?
–Sesé. Se puede hacer mucho mejor. Creo que tenemos que trabajar unidos y hacer algo potente, quizás un premio a lo Goncourt, con impacto.
–Rosales. Las ciudades y los países pueden singularizarse a través de la cultura. Barcelona y Catalunya y España tienen una oportunidad única con el libro. Es que además está hecho, sólo tienen que aprovecharlo. Barcelona es la gran fábrica de ideas y de imágenes de Europa.
–Sesé. Pero debemos implicarnos.
–Rosales. Claro. Barcelona ya es una capital editorial, eso es un hecho.

¿La o una capital?
–Rosales. A nivel mundial no me atrevo a decir que sea la capital.
–López. Del español sí.

¿Aún?
–Bohigas. Claramente, sí.
–López. Y si algún día deja der serlo, si la llega a compartir con alguien, como la del inglés son a la vez Nueva York y Londres, no la va a compartir con Madrid sino con México, que está cogiendo una potencia brutal.
–Sesé. Las sedes de los dos grupos más potentes están aquí.
–López. Por el contrario, yo creo que sí se hacen cosas. Premios, encuentros… ¿Qué hace Londres que no hagamos nosotros?
–Sesé. Creo que podemos hacer más.
–López. La suerte es que en Barcelona nos llevamos todos más o menos bien. Mirad esta mesa… En Madrid se sacarían los ojos.
–Sesé. Yo me refiero a crear algo… un premio… con una institución neutral, y que eso suponga unas ventas en el mercado relevantes. Eso nos falta absolutamente.

Este diario lo ha propuesto.
–Bohigas. Yo creo que se puede hacer mucho. Lo del premio es una buena idea, pero inaplicable. La situación de los premios también nos define… es un funcionamiento mediterráneo puro. Barcelona podría ser un lugar más estimulante. Por ejemplo, tenemos un patrimonio turisticocultural, y la arquitectura, y somos la capital del anarquismo en el mundo anglosajón. La Barcelona de la época de Picasso es fascinante ¿alguien lo trabaja a nivel tursticocultural? ¡De ninguna manera! El modelo turístico no es apto para acoger valores que nos irían muy bien, que crearían un clima… Estamos huérfanos. Tampoco tenemos un festival literario, en el que pudiéramos tener autores latinoamericanos, españoles y catalanes.
–Sesé. No podemos perder esa relación con América.
–López. La hemos perdido ya.
–Bohigas. No, no, no…
–López. La hemos perdido, se van a México. Por el euro. Aquí no pueden vivir.

¿La capital de la edición en castellano será México?
–López. Es Barcelona, pero con la literatura en el castellano acabará pasando como con el inglés, que tiene dos capitales, Londres y Nueva York. México y Barcelona competirán por la edición española, como en Italia compiten Turín y Milán. México es más barato. Europa tienen un problema de coste de la vida.

Hay una asimetría del mercado: el 75% es castellano y el 25%, catalan. ¿Se sienten rivales?
–Ramírez. No. Somos cómplices. Compartimos gastos, trabajo, precios... Incluso cuando la editorial catalana no es del mismo grupo.
–Rosales. Es cierto. El catalán continua teniendo el problema de que un alto porcentaje prefiere leer en castellano, y ahí hay mucho campo por recorrer. Pero a nivel editorial el catalán se ha adaptado muy bien al hecho de que Barcelona sea capital de la edición en castellano. Hay una estructura de primera magnitud. Si analizamos los grandes sistemas editoriales en Europa, no hay otro de la dimensión del catalán, o mayor, que traduzca tanto. Eso es por creatividad editorial pero también por la colaboración con los editores en castellano.

Hablan de hábitos de lectura, pero sólo en papel. Quizás habría que empezar a pensar en los hábitos de concentración... ¿hace suficiente el sistema educativo?
–Ramírez. No. Lo que estamos constatando es que los hábitos de lectura de los jóvenes chocan con formas de ocio que no tienen nada que ver con la lectura. Es ahí donde hay que actuar. No esperar a que sean mayores y entonces intentar cambiarlos.
–Sesé. Dirigirse a los no lectores a última hora es muy complicado. Acabas haciendo libros no-libros.
–López. A la escuela no llegamos.
–Bohigas. Convertir a una persona que no lee en una que lee es muy complejo.
–Ramírez. Cuando he querido montar actos en los institutos, la primera pregunta es ¿quién paga qué?
–Rosales. Hay profesores admirables, que hacen un trabajo heroico, pero el modelo educativo no favorece el gusto por la lectura.
–Bohigas. Es que a medida que se va desplegando el Plan Bolonia, te das cuenta de que no es que no tengamos un cómplice: es que tenemos un enemigo. El sistema está pensado para crear obreros cualificados, no personas que piensen. Hay una ideología ambiente mecanicista y que concibe el mundo interior de una persona como una máquina. ¿La imaginación dónde está?

La ausencia de diputados en una reunión convocada por el presidente de la comisión de cultura de diputados con referentes del mundo editorial demuestra el interés de los legisladores por el libro y sus alrededores

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El pasado 24 de abril, Daniel Gigena publicó el siguiente artículo en el diario La Nación, de Buenos Aires. Allí se detalla la naturaleza del debate sobre el libro que tuvo lugar en el Congreso argentino. Obsérvese que, más allá de los participantes del mundo editorial, hubo apenas “unasola diputada, del Partido Justicialista de Santa Fe, y asesores del diputado Facundo Suárez Lastra”. Es posible que los demás estuvieran completando su alfabetización en alguna otra parte.

 

Un debate en el Congreso por el libro

y diez propuestas para fortalecer la industria editorial


En el marco del Día Internacional del Libro y el Derecho de Autor, que se celebró ayer, el presidente de la comisión de Cultura, el diputado nacional Daniel Filmus, convocó a varios representantes del sector editorial para debatir las asignaturas pendientes del Congreso para fortalecer una de las industrias creativas que más trabajo crea en el país: la industria editorial. "La ley del libro es una asignatura pendiente del Congreso", reconoció Filmus. Del debate con escritores y representantes del sector, participó una sola diputada, Alejadra Rodenas, del Partido Justicialista de Santa Fe, y asesores del diputado Facundo Suárez Lastra.

Con el lema "Presente y futuro del libro argentino", el encuentro en el edificio anexo de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional contó con la participación de los escritores Claudia Piñeiro, Mempo Giardinelli e Ivana Romero, el presidente de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) Leandro de Sagastizábal, los editores Leonora Djament y Daniel Divinsky y el librero Ecequiel Leder Kremer. El moderador fue el investigador del Conicet Alejandro Dujovne.

La actividad se realizó con el propósito de intercambiar ideas, recoger propuestas, escuchar demandas y avanzar en proyectos que contribuyan a dinamizar el sector editorial argentino. Ante la audiencia, integrada por editores, imprenteros, traductores, correctores y otros integrantes de la cadena de producción del libro, Djament se refirió a la "la reactivación del consumo interno". En ese sentido, dos de sus propuestas fueron que se otorgaran bonos a estudiantes y docentes, canjeables en librerías, y que se ayudara a las editoriales a bajar el costo de los libros. "Los libros en la Argentina son caros", admitió. El costo del papel para editoriales chicas y medianas aumentó en 2017 un 33%, mucho más que la inflación estimada por el Indec para ese año.

La responsabilidad del Estado nacional (y, en particular, del Ministerio de Educación de la Nación), fue el leitmotiv de casi todas las exposiciones. "El Estado bajó las compras de un 14 a un 1% en el último año", dijo la editora de Eterna Cadencia. Actualmente, el Estado solo compra libros de textos, lo que en gran parte beneficia a grupos editoriales de capital extranjero. A su turno los escritores Mempo Giardinelli e Ivana Romero lamentaron que el Estado hubiera dejado de comprar libros de literatura para las escuelas y bibliotecas de zonas periféricas del país. Giardinelli criticó que el Ministerio de Educación de la Nación hubiera cancelado el Plan Nacional de Lectura. "También liquidaron el Programa Conectar Igualdad, que brindaba la posibilidad del libro digital", dijo.

Ecequiel Leder Kremer, de la librería Hernández, señaló que en las librerías porteñas los costos suben y las ventas bajas. "Varias librerías están en una situación agónica", anunció. Claudia Piñeiro, recién llegada de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, se refirió a la precariedad de la situación de los escritores, que pocas veces cobran derechos de autor. Piñeiro recordó la solicitada de la Unión de Escritoras y Escritores dada a conocer en 2017 en la que se denunciaba esa práctica por parte de editoriales independientes. Damián Ríos, del sello Blatt & Ríos, presente en la audiencia, respondió que en ese tipo de denuncias había que indicar el nombre de las editoriales responsables de esas prácticas.

De Sagastizábal, igual que Djament, recordó la fortaleza que el sector editorial argentino había alcanzado a mediados del siglo XX. Luego, el presidente de la Conabip apeló a una sinergia entre todos los actores de la industria, a la profesionalización de los editores y a la promoción de la lectura. "Antes, iban cien personas por día a una biblioteca; ahora van cien en un mes", dijo. Reconoció que las compras de libros por parte del Estado habían caído. "Debemos incorporar a toda la sociedad en un proyecto de cultura", indicó.

Diez propuestas para fortalecer el sector editorial

A continuación, se indican algunas de las propuestas más viables que se realizaron ayer durante la convocatoria del diputado Filmus para dinamizar la industria editorial y promover el libro argentino en el país y el exterior.

·         Eliminar el IVA de la compra de papel para libros para bajar el costo de los ejemplares.
·         Campañas públicas y efectivas de promoción de la lectura por parte del Estado.
·         Desarrollar políticas culturales que dependan del Estado y no del gobierno de turno.
·         Capacitar a los docentes y a otros mediadores de lectura para fortalecer el hábito lector desde la infancia.
·         Reformular el esquema tributario para las editoriales y librerías pequeñas.
·         Facilitar la exportación de bienes culturales.
·         Ayudar a las editoriales pequeñas y medianas a difundir sus catálogos en el mercado hispanoamericano.
·         Involucrar al Estado en el proceso de profesionalización de los editores.
·         Valorizar el papel de las editoriales universitarias nacionales.
·         Impulsar la creación del Instituto del Libro.

Los azares que deparan las librerías de viejos

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El 20 de abril pasado, el novelista Daniel Guebel publicó su columna semanal en el diario Perfil, de Buenos Aires. Trata sobre el director y guionista cinematográfico Billy Wilder (foto). Es esto que sigue.

 

De qué trata

 

Paso ante la puerta de una librería de usados de Belgrano, El Banquete. Lindo nombre. La idea de que la literatura es un goce particular, un modo de la ingesta, me estimula. ¿Qué más lindo que devorarse un libro, amar la lectura y citar a Platón? Si algo falta en el libro (¿podríamos llamarlo novela, relato?) del filósofo griego es precisamente eso, la lectura. Hombres degustando comidas y conversando sobre Eros y amor. Aquello de lo que ellos carecen, en la inmediatez de su conversación, es del efecto de lectura, en tanto que el lector solo tiene sus ojos y su pensamiento para aquilatar el sabor de las comidas y la pimienta de la charla platónica. En fin.

Pegándole una ojeada a la vidriera, encuentro Nadie es perfecto, de Billy Wilder. Es el título de una de las tantas películas que Wilder filmó. Mi amor por el cine se ha reducido sensiblemente en el curso de los años, y solo recuerdo haber visto dos películas de él: Fedora y Sunset Boulevard. No obstante ese decrecimiento, Sunset Boulevard es una de mis películas favoritas y es un modelo narrativo que cito a la hora de recomendar, a la hora de instar a alguien a que se lance a escribir: sobre el plano de una pileta apenas iluminada en la noche flota un cadáver y se escucha una voz en off. El muerto narra su historia. La de un guionista fracasado al que los acreedores quieren cobrarle una deuda reteniéndole el coche. ¿Sacarle el auto a un americano? El guionista escapa a marcha forzada, y para ocultarse de la persecución se mete en el parque de una mansión de aspecto decadente que habita una vieja diva del Holywood del cine mudo, de la época de Cecil B. De Mille. Llega en el momento en que la vieja diva tiene que enterrar a su mono embalsamado, y confunde al guionista con el enterrador... Ese comienzo arbitrario lo convirtió en mi director preferido del que nada sé.

O sí sé algo: una frase y una anécdota. La frase: “Cuando uno está mal, escribe comedias. Cuando uno anda bien, tragedias”. La anécdota: Wilder dormía con un cuaderno y una lapicera en la mesita de luz, alerta siempre ante la posibilidad de que se le ocurriera un argumento. Una noche, despierta de un profundo sueño con el argumento íntegro de una película. Lo anota y luego sigue durmiendo, más que satisfecho, feliz. A la mañana, cuando despierta, se lanza sobre el cuaderno para leer su genialidad con los ojos perspicaces de la crítica matutina, y se encuentra con: “Chico conoce chica”.

Tomo Nadie es perfecto del exhibidor y voy a la contratapa. A cambio de los consabidos elogios y el esquicio biográfico que es de esperar, encuentro este diálogo:

“Samuel Goldwyn: ¿En qué está usted trabajando actualmente?
”Billy Wilder: En mi autobiografía.
”Samuel Goldwyn: ¿Y de qué trata?”

Compro el libro.


Un cortocircuito entre funcionarios del macrismo

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Entre el 17 de abril y el 2 de mayo de este año, tuvo lugar la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Por segunda vez en su ya larga historia, la Argentina fue el país invitado de honor. Por ello, cumpliendo con la responsabilidad que les toca a todos los invitados, las autoridades argentinas idearon un stand que representase aquello que quisieron comunicar. La idea, según parece, fue establecer algo así como un paralelo entre literatura y fútbol, lo cual, se imaginó, permitiría atraer a un público al que desde el Ministerio de Cultura de la Nación se juzgó tan futbolero como el argentino.

Ya casi terminada la FILBO, Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional, quien participó en las actividades con una treintena de escritores e intelectuales argentinos, durante una de sus intervenciones criticó duramente el stand y la idea populista que había detrás de éste, presuntamente surgida de la mente de Pablo Avelutto, actual Ministro de Cultura de Macri, de quien Manguel depende como funcionario. Manguel, en su función de escritor disertante, se sintió obligado a pedirles disculpas a los colombianos en nombre de los argentinos. Dicho de otro modo, criticó las decisiones tomadas por el gobierno al que, al menos hasta ahora, dijo representar.

El audio de esas críticas y disculpas se filtró y, como era de esperarse, fue reproducido en varios diarios colombianos, rebotando luego en los medios argentinos Así, todos los diarios nacionales (y algunos canales de televisión) recogieron la cuestión. Quien desee enterarse, pueden leer los siguientes links:

Cultura Infobae: https://www.infobae.com/cultura/2018/05/01/en-colombia-alberto-manguel-critico-el-pabellon-argentino-en-la-feria-del-libro-de-bogota/

La Nación: https://www.lanacion.com.ar/2130547-manguel-critico-duramente-el-pabellon-argentino-en-la-filbo

Clarín: https://www.clarin.com/cultura/director-biblioteca-nacional-pidio-perdon-argentina-puso-estadio-feria-libro-bogota_0_r1csDE86M.html

Página 12: https://www.pagina12.com.ar/111829-manguel-vs-avelluto

El Día: https://www.eldia.com/nota/2018-5-2-14-8-0-escandalo-por-el-stand-de-la-argentina-en-la-feria-del-libro-de-bogota-informacion-general

Minuto uno: https://www.minutouno.com/notas/3071041-el-director-la-biblioteca-nacional-pidio-perdon-el-stand-populista-la-argentina-bogota

Lejos de agotarse la cuestión, comenzaron a multiplicarse los apoyos a Manguel así como las críticas a su actitud, que algunos leyeron como un cortocircuito entre el escritor funcionario y el Ministro de Cultura, quien, unos meses antes, el 21 de marzo de 2018, proclamaba a los cuatro vientos que Manguel era un verdadero lujo para la cultura argentina y, por lo tanto, la persona más idónea para ocupar el cargo de director de la Biblioteca Nacional: 
https://www.youtube.com/watch?v=86jwCBd9q14

El suplemento cultural on line de InfoBAE fue más lejos que el resto de los diarios colegas y el 2 de mayo pasado, publicó una nota firmada por Juan Batalla, en la que varios de los escritores argentinos invitados a la FILBO manifestaron su apoyo a la idea de mezclar lo "popular con lo intelectual" :  
(https://www.infobae.com/cultura/2018/05/02/sigue-la-polemica-los-autores-defendieron-el-stand-futbolero-argentino-en-la-feria-del-libro-de-bogota/)

Tal vez el eje del debate debiera ser otro y tuviera que girar alrededor de la manera en que el país desea presentar su literatura. Recuérdese que, cuando la Argentina fue país invitado a otras ferias internacionales del libro, las autoridades eligieron una representación más bien iletrada que, como en el caso que ahora nos ocupa, abundaba en íconos y símbolos ajenos a la literatura: fotos de Evita, el Che Guevara, Maradona y paisajes argentinos, como si algo de todo eso tuviera más pertinencia que concentrarse en las posibilidades de presentar un laberinto borgeano, una rayuela como la propuesta por Cortázar o los personajes de Quino o Fontanarrosa. La cancha de fútbol y la alfombra que semejaba el césped de un estadio, además del kiosko donde se despachaban empanadas, alfajores de maicena y otras delicias del ingenio culinario argentino, no son mejores que los engendros ideados en otras ferias. 

Tanto las gestiones anteriores, como ésta, tal vez deberían haber consensuado sus ideas con los escritores invitados y, asimismo, hacer público el gasto realizado en cada oportunidad para que el público pueda evaluar en cada caso el sentido de la inversión, sus resultados y los eventuales beneficios. De otro modo, la sensación de incomodidad que sigue a estos eventos se vuelve acumulativa. Basta con leer los comentarios de los lectores al final de cada una de las notas que se publican más arriba para hacerse una idea de la desconfianza que el actual Ministerio de Cultura se supo granjear incluso entre los propios votantes de la fuerza política a la que ideológicamente representan.



El Ministro de Cultura y el director de la Biblioteca Nacional tienen problemas con la sintonía fina

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La entrada subida a este blog el día 4 de mayo, referida a la polémica suscitada por el stand argentino en la Feria Internacional del Libro de Colombia, concluía con estas palabras: "Tanto las gestiones anteriores, como ésta, tal vez deberían haber consensuado sus ideas con los escritores invitados y, asimismo, hacer público el gasto realizado en cada oportunidad para que el público pueda evaluar en cada caso el sentido de la inversión, sus resultados y los eventuales beneficios". Y luego se afirmaba: "De otro modo, la sensación de incomodidad que sigue a estos eventos se vuelve acumulativa. Basta con leer los comentarios de los lectores al final de cada una de las notas que se publican más arriba para hacerse una idea de la desconfianza que el actual Ministerio de Cultura se supo granjear incluso entre los propios votantes de la fuerza política a la que ideológicamente representa".

Un día antes, la periodista Hinde Pomeraniec entrevistaba a Pablo Avelutto para Cultura InfoBAE, medio que ella dirige, y allí se discutían diversos temas; entre otros, el "escrache" en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, los anuncios que no pudieron hacerse, la reacción del Ministro ante la irrupción de los docentes (ver entradas en este blog del día 28 de abril pasado) y su opinión sobre los comentarios de Alberto Manguel en la FILBO. Todo eso puede leerse acá:
https://www.infobae.com/cultura/2018/05/03/pablo-avelluto-manguel-tiene-una-concepcion-de-la-cultura-que-deja-afuera-algunos-fenomenos-populares/

Lo que relaciona el párrafo resaltado en rojo con lo que dice Avelutto en la mentada entrevista son estos párrafos:

1) El primer tema tiene por protagonistas al Ministro de Cultura y a Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional de Argentina y funcionario dependiente del Ministerio de Cultura. Así, cuando Pomeraniec quiere saber por qué Manguel dice lo que dice en el lugar donde lo dice y si Avelutto ya habló con él, éste responde: "Sí, nos escribimos ayer mismo por mail. Somos muy amigos con Alberto (...). Yo creo que a él lo tomó por sorpresa, creo que claramente lo tomó por sorpresa y no le gustó y está todo bien que no le guste. Tenés todo el derecho del mundo a que no te guste". La periodista entonces quiere saber si Manguel ya se lo había manifestado al Ministro: "No, no. No, si me lo hubiera dicho, lo hubiéramos hablado. Yo creo que él ni sabía que yo tenía algo que ver con eso. Creo que él tiene una concepción que deja afuera algunos fenómenos populares, que yo creo que es equivocada pero que eso no implica que no podemos trabajar juntos y que yo siento una profunda admiración por él y que tengamos un excelente vínculo personal. Digo, me parece que al contrario, no le gustó pero dio su charla igual y era lo que a mí me importaba. Y la semana que viene vamos a estar juntos en Ottawa, yo presentándolo en un encuentro internacional de cultura". Pomeraniec entonces insistió preguntándo qué le había dicho Avelutto a Manguel: "Le dije que no sólo no estaba de acuerdo, porque no tengo que acordar con su posición, sino que además el stand había sido un éxito extraordinario, que se había vendido todo. La Asociación de Libreros Independientes de Colombia dice que nunca vendieron tantos libros. Se vendieron, para que te des una idea, 13.589 ejemplares: es un número. (...) Quedamos en discutirlo largo cuando él volviera. Yo ahora me voy pero seguramente lo vamos a discutir la semana que viene en Canadá. Él creo que tenía una visión un poco literaria, para llamarla de algún modo, y por ahí estos elementos que yo te cuento que tienen que ver con el estudio del público, con hacer algo disruptivo que no se pareciera a lo que estás esperando ver, el público es diferente…".  

2) Cuando la periodista le pregunta a Avelutto si el stand fue idea suya, éste contesta que no, pero rápidamente señala que conceptualmente sí. Luego, Pomeraniec insiste: "Y eso, ¿con cuánta gente lo habló, ministro?". A lo que Avelutto responde: "¿Por qué tenía que hablarlo? A ver: lo hablé con mi equipo dentro del Ministerio. Lo hablé con el presidente. Lo hablé con el jefe de Gabinete. Lo hablé con quienes era necesario, para chequear que la idea les pareciera buena, asociar con el fútbol. ¿Por qué? Porque éste es un año de Mundial de Fútbol, porque lo estábamos llevando a Sacheri, porque había una lógica… El truco era hacer entrar a la gente al stand y que la gente en su recorrido tuviera una experiencia. No es que adentro entrabas y estaban jugando un picado, ¿entendés? Adentro entrabas y tenías una cierta atmósfera futbolera que rápidamente se convertía y, cuando te querías acordar, ya estabas adentro de una librería, o escuchando un grupo de tango, qué sé yo. Uno toma las decisiones, este tipo de decisiones conceptuales, conversándolas con otra gente y poniéndolas a prueba para ver si se va a entender. Pero yo entendía algo básico, que siempre me preocupó, y es que esto era una feria popular, parecida a la nuestra, la gente que va ahí no va la semana que viene a comprar un libro en una librería, por ahí no vuelve nunca más hasta la feria del año que viene". 

Todo esto lleva a nuevas preguntas: a) ¿quiénes eran las personas del Ministerio de Cultura a las cuales la idea del ministro les pareció buena?, b) ¿desde cuándo el presidente, de quien nada se sabe sobre su afición a los libros y su conocimiento de los escritores argentinos, está capacitado a opinar sobre este tipo de temas? La misma reflexión cabe para el jefe de Gabinete, y c) en la nota se habla de "los números de la FILBO", pero nada dice el Ministro sobre el dinero invertido por el Ministerio de Cultura, el de Relaciones Exteriores y el de Turismo, que, como es de público conocimiento, sale del erario público. De hecho, fuentes bien informadas, estiman que el gasto efectuado para alfombrar de pasto sintético el ámbito del stand supera los U$S 400.000, lo que en todas partes es mucho dinero que, tal vez, podría haberse utilizado con otros fines. 

CODA
Por su parte, Manguel, quien fue el que comenzó con toda la cuestión, entrevistado por Flavia Pittela y Patricio Zunini en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, recordó en qué circunstancias declaró lo que declaró"En Colombia di dos conferencias. Al final de una, un señor me hace una pregunta sobre este stand y yo le dí una opinión y por supuesto, lo tengo que hacer. Este no es un gobierno de censura, Pablo Avelluto nunca me ha dicho 'no des tu opinión en público' (...) Yo no critiqué la presencia de la Argentina en la Filbo. La Argentina era el país invitado. Di una opinión sobre la elección de convertir el stand argentino en una cancha de fútbol, como lo hubiese hecho si lo hubiesen convertido en una pizzería, en un lugar de asado, en un campo de polo. Todas son actividades nobles, pero es una feria del libro. ¿Los jugadores argentinos que vayan al Mundial van a llevar las obras de Borges?, ¿van a leer poemas en la cancha?" Y coronó su discurso diciendo: "Soy muy amigo de Avelluto, él tuvo la generosidad de ofrecerme este puesto sin conocerme y yo no lo conocía a él, y me ha apoyado en todo lo que la biblioteca ha hecho. Podemos tener diferencias de opinión, sobre todo de opinión sobre un símbolo, sobre un acto estético, sobre una presentación. Estamos tan desacostumbrados al diálogo en Argentina que si uno no dice 'sí' a algo o 'no' a algo, sino que simplemente emite una opinión, causa una revolución"
(En https://www.infobae.com/cultura/2018/05/03/alberto-manguel-estamos-tan-desacostumbrados-al-dialogo-en-argentina-que-si-uno-emite-una-opinion-causa-una-revolucion/). 

Sin embargo, contrastando con las declaraciones de la primera nota de Cultura InfoBAE, en la que Avelutto se regodeaaba explicando lo bien que funciona la Biblioteca Nacional bajo la dirección de Manguel, éste, en la transcripción de una entrevista con Matilde Sánchez, que recoge un diálogo entre la directora de la revista Ñ y el autor de Historia natural de la curiosidad, y que, para más datos, se publicó el pasado 3 de mayo, señala: "'La verdad es que en la Biblioteca Nacional no tenemos un mango ni para comprar café'. El comentario fue en respuesta a una pregunta sobre la adquisición de la biblioteca personal de Bioy Casares; él aclaró que no había sido comprada sino aceptada en donación, pues no tenían un peso para hacer compras".
(En https://www.clarin.com/cultura/manguel-sincera-pide-recursos-biblioteca_0_HJ0eRMFTf.html

Cabe entonces preguntarse si la falta de muñeca política de Manguel es mera ingenuidad. También, si las declaraciones del Ministro, que ve todo color de rosa, no chocan con las del intelectual devenido en funcionario, quien aporta una cuota de realismo a la gestión. Por último, si efectivamente Avelutto y Manguel se hablan realmente y trabajan sobre una base común. Son misterios que el tiempo ira develando... 






Juan Villoro: un itinerario de la traducción

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En el día de ayer, el escritor mexicano Juan Villoro visitó el Club de Traductores Literarios de Buenos Airesy habló sobre su propia experiencia como traductor, refiriéndose a los distintos pasos que siguió y a su valoración del oficio. Lo hizo con la brillantez acostumbrada, que hace  de él uno de los más talentosos y elocuentes escritores de la lengua castellana. 
En los próximos días, se subirá el video de esta reunión.

Juan Villoro (D.F. 1956) es uno de los más importantes escritores mexicanos de la actualidad.  Estudió Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana. Condujo el programa de Radio Educación, “El lado oscuro de la luna” de 1977 a 1981 y fue agregado cultural en la Embajada de México en Berlín Oriental, dentro de la entonces República Democrática Alemana, de 1981 a 1984. Ha ejercido como director del suplemento “La Jornada Semanal” de 1995 a 1998, además de impartir talleres de creación y cursos en instituciones como el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Universidad Nacional Autónoma de México. Como redactor ha colaborado en las revistas Cambio, Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Universidad de México, Crisis, La Orquesta, La Palabra y el Hombre, Nexos, Vuelta, Siempre!, Proceso y Pauta, de la cual fue jefe de redacción, así como en los periódicos y suplementos La Jornada, Uno más uno, Diorama de la Cultura, El Gallo Ilustrado, Sábado, entre otros.
Desde 1976 a 1977 fue becario del INBA en el área de narrativa y del Sistema Nacional de Creadores Artísticos de 1994 a 1996. Villoro ha sido profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, en Yale, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y Princeton.
En 1991 publicó su primera novela El disparo de argón pero su éxito como novelista llegó en 2004 con El testigo, Premio Herralde. Su obra se completa con las novelas Materia dispuesta, 1997, Llamadas de Ámsterdam, 2007 y Arrecife, 2012, los cuentos incluidos en las colecciones  La noche navegable, 1980. Albercas, 1985, La alcoba dormida, 1992. La casa pierde, 1999. Los culpables, 2007 y Forward: Kioto, 2010, las piezas teatrales  Muerte parcial, 2008, El filósofo declara, 2010 y Conferencia sobre la lluvia 2013, los ensayos Efectos personales, 2001,  Roberto Bolaño: la escritura como tauromaquia 2002, El eterno retorno a la mujer barbuda: el viaje a México, La voz en el desierto, 2009 y La máquina desnuda, 2009,  las crónicas y ensayos periodísticos   (Crónicas imaginarias), 1986 Palmeras de la brisa rápida: Un viaje a Yucatán, 1989 Los once de la tribu, crónicas de rock, fútbol, arte y más...; 1995 Safari accidental, 2005 Dios es redondo, ensayos y crónicas sobre fútbol, 2006 Vida y muerte de Diego Armando Maradona, 2012, De eso se trata, 2015) y La utilidad del deseo, 2017, además de una importante serie de libros de literatura infanto-juvenil. 

"Hacer el ganso en grupo es siempre más cobarde que a solas"

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Andrés Ehrenhausreflexiona en la siguiente columna a propósito de la cacareada “invisibilidad de los traductores”, en sus palabras, “un oxímoron mal entendido para justificar nuestra pereza gremial y nuestra frustración laboral”.


Y dale con el verso de la invisibilidad

Me voy a poner irreverente, casi desagradable. Más, si cabe, de lo que me puse alguna otra vez. Estoy hasta las notas al pie del llanto sobre la invisibilidad de los traductores. Me parece fácil, pusilánime, inconducente. No puedo leer un artículo más en el que se le eche la culpa de nuestra precariedad laboral a la presunción de que, pobrecitos, somos invisibles. Cada vez que un traductor abunda en este solecismo, ya sea en una entrevista, un coloquio, desde el púlpito asociacionista, ante un grupo de alumnos o en el bar de la esquina, el estereotipo del traductor como piltrafa flamea un poco más arriba en el pabellón de las fantasías culturales. Es triste que nos agarremos a un oxímoron mal entendido (quizás más aún desde que L. Venutti abriera la caja de los truenos) para justificar nuestra pereza gremial y nuestra frustración laboral. Acabemos de una vez con ese latiguillo.

No somos invisibles. Repito: no somos invisibles. Ni física ni simbólicamente. Que nuestro nombre no figure en muchos de los libros que se tradujeron (y se traducirán) no nos invisibiliza; en todo caso, nos ningunea, que no es lo mismo. Que los ignaros de los reseñistas hagan como si no existiera otra lengua que la que ellos torpemente dominan no nos invisibiliza, nos disfraza. Que los lectores crean estar leyendo originales en vez de traducciones no nos invisibiliza, nos distorsiona y, en cierto modo,hasta nos honra. Y que algunos editores hayan empezado a colocarnos decorosamente en la portadilla o la portada  de los libros no nos garantiza un aumento en la tarifa, a veces incluso al revés. El asunto crucial no es dónde estamos grabados en molde sino cuánto se nos paga, cómo, cuándo, y a cambio de qué.

Así que cortémosla con el llanto del patito feo que, encima, nadie puede o sabe ver. Ese cuento de hadas sólo puede acabar mal, en las fauces de algún editor sin escrúpulos o en las galeradas de una nave pirata.

Para empezar, la invisibilidad del traductor es una metáfora poco feliz. Las metáforas de la traducción son infelices por naturaleza pero esta se lleva el premio. Porque, además de alimentarla consuetudinariamente, la pergeñamos nosotros mismos. Somos nosotros los que, en un momento de la historia de la traducción, nos impusimos el deber de invisibilizarnos como sinecuánon de la cosa, y todavía nos lo seguimos creyendo a medias, a pesar de que no hay traducción donde no sea necesariamentevisible la manaza manchada en sangre de su perpetrador. En alguno de nuestros fueros más íntimos nos pusimos la capucha del verdugo, que prefiere el anonimato a la ignominia de que se sepa quién es el carnicero imperturbable que la acomete. Sabedores de que espachurramos lo que nos entregan intacto, el pudor nos impide sacar pecho y decir: sí, lo hice, soy un verdugo, pero alguien tenía que hacerlo.

Sí, soy un verdugo, pero alguien tenía que hacerlo. Y hacerlo bien, sin que el condenado sufra inútil o gratuitamente. Y pretendo que se me pague precisamente por eso, por esa tarea que todos denigran pero nadie se atreve a hacer porque casi nadie sabe cómo, aunque crea saberlo. Y que se me pague bien también. Si no, que la sangría la emprendan otros, los que suponen que cambiar hache por be es un gran hallazgo de la crítica de las ejecuciones. Críticos, si no saben leer una traducción, callen de una vez. Tengan algo de respeto y de vergüenza y asuman que no podrán traducir en su vida, porque les faltan agallas. Ni con la capucha puesta podrían. Cuando hayan cortado su primera cabeza, quizá nos sentemos a tomar un café amargo en una terraza. Aunque, claro, antes de atreverse siquiera a empuñar el hacha tendrían que aprender a fondo y con rigor algunas lenguas, incluida la propia.

En cualquier caso, y puesto que la invisibilidad del traductor es necesariamente imposible, y desactivado de una vez el mecanismo de la infértil metáfora, convendría que, al menos nosotros mismos, empleásemos el vocabulario óptico con algo más de precisión. De lo que se trata no es de ser o no lo que nunca podremos ser sino de entender que el ejercicio de la traducción exige, además de entereza, saber hacer, estómago y mano firme, altas dosis de traslucidez. La verdadera dicotomía a la que nos enfrentamos día sí y día también es, entonces, cuán traslúcidos u opacos podemos ser. Ojo: no confundamos traslucidez con transparencia, porque volveríamos a las andadas. Y de ahí rapidito al llanto y la justificación de nuestras desgracias. Tampoco confundamos opacidad con falta de fluidez, porque estaríamos mezclando conceptos que pertenecen a dos universos distintos. Pero aún aceptando la mestización, la fluidez no depende (es decir, no debería depender) de la traducción sino del original; el grado de opacidad, en cambio, sí.

A mayor opacidad de la traducción, mayor yo del traductor. Paradójicamente, el tamaño del yo del traductor es directamente proporcional a su sensación de invisibilidad… y, por tanto, a su contribución a la teoría de la ídem. En cambio, el traductor traslúcido contribuye a que su visión no sea digna de ocultarse y, a la larga, será mejor visto. ¡Y mejor pagado! Si es capaz de pelear por ello y defenderlo, y no temblar demasiado con el hacha en la mano. Lanzo desde aquí mi endeble advertencia: el próximo de nosotros que insista o se escude en la injusticia de la invisibilidad o, peor aún, se la vaticine con malicia a sus incipientes colegas, tendrá más culpa que el resto de la mierda de tarifas que nos pagan. Y esto vale tanto para individuos como agrupamientos de ellos, en cualesquiera de sus modalidades, aunque en puridad opino que hacer el ganso en grupo es siempre más cobarde que a solas. ¡No lloren, traductores, que se nos ve!

Michael Cronin, nuevo director del Trinity Centre for Literary and Cultural Translation

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Michael Cronin es profesor de francés en el Trinity College de Dublín y el flamante director del Trinity Centre for Literary and Cultural Translation. El siguiente artículo fue publicado en The Irish Times, el 25 de abril pasado. Aquí se reproduce gracias a la traducción realizada por Julia Benseñor

La traducción literaria acerca
el mundo a Irlanda e Irlanda al mundo

“Necesitamos mantener esta conversación cosmopolita más que nunca. A los traductores lesinteresa más levantar puentes que quemarlos, derribar paredes que levantar muros.”

La famosa ocurrencia de Umberto Eco de que "la lengua de Europa es la traducción" adquiere una resonancia particular en la actualidad cuando el futuro de Europa está puesto en cuestión dada la presencia cada vez más explícita de un exclusivismo étnico en todo el continente.

A los traductores, por su parte, les interesa más levantar puentes que quemarlos, derribar paredes que levantar muros. Y en una época en la que sectores enteros de la humanidad pueden ser desechados con un simple rótulo (de migrantes), los traductores pueden a través de su trabajo darles voz a quienes no la tienen, darles nombre a quienes son anónimos.Lo hacen a través de la meticulosa tarea de volcar los escritos de otros realizados en las diferentes lenguasque existen en el mundo a otra lengua que pueda ser entendida. En otras palabras, contribuyen de manera concreta al desarrollo de la imaginación empática, a la capacidad de poder imaginar lo que significa ser otra persona, alguien diferente de uno mismo.

A medida que aumentan las interacciones globales, que miramos la cooperación ecológica coordinada a través del planeta y nuestras ciudades se vuelven más multiculturales y multilingüísticas, necesitamos esta forma de imaginación como nunca antes.

Los traductores literarios, al darles la bienvenida a los escritos de otros en su propia lengua y cultura, practican una forma indispensable de hospitalidad, una apertura al mundo que significa que continuaremos teniendo un planeta en el que se pueda vivir y celebrar. Por supuesto, a lo largo del proceso, los traductores también contribuyen poderosamente con su propia lengua y cultura. Lutero le abrió las puertas al alemán moderno con sus traducciones. Los traductores de la Biblia del rey James alteraron radicalmente el destino del inglés y los traductores franciscanos irlandeses que trabajaron en Louvain y en otros lugares tuvieron una influencia decisiva en la aparición del irlandés moderno.

Ayer celebramos la inauguración de una nueva sede del Trinity Centre for Literary and Cultural Translation en un casa georgiana bellamente restaurada de la calle Fenian, en Dublín. En una asociación entre la Escuela de Lenguas y Literatura y Estudios Culturales del Trinity, de Literature Ireland y de Dalkey Archive Press, este nuevo centro promoverá a los traductores literarios y culturales como profesionales creativos al servicio de conectar lenguas y culturas del mundo, acercando lo mejor de la literatura internacional a los lectores irlandeses y  llevando lo mejor de la literatura irlandesa a los lectores de todo el mundo.

El evento, que incluyó lecturas de la poesía de Seamus Heaney en ruso, húngaro, polaco y español de México, rindió tributo a las contribuciones de Heaney a la literatura en su doble rol de escritor y traductor así como reconoció suimportante apoyo para el desarrollo del Trinity Centre for Literary and Cultural Translation.

Cuando Irlanda se prepara para una Europa post-Brexit, la labor del traductor literario se vuelve más importante que nunca. Necesitamos saber más sobre la vida, la historia y la cultura de nuestros vecinos europeos si queremos desarrollar relaciones resilientes y duraderas que sobrevivan a las dificultades de la desconexión.  

Nuestros vecinos necesitan conocer el rico legado literario de la isla de Irlanda así como las riquezas que podemos poner sobre la mesa europea. Literature Ireland ha sido notablemente exitosa en su objetivo de hacer traducir más de 2.500 obras de literatura irlandesa a las lenguas del mundo. El país necesita los servicios de esas mujeres y esos hombres que tan diligentemente promueven lo mejor de nuestra literatura en sus diversas lenguas.

Ahora que nuestra isla se ha convertido en el nuevo hogar de hablantes de más de 160 idiomas que traen consigo sus diferentes historias y culturas, debemos ver a la traducción literaria como una parte indispensable de nuestra ciudadanía común. Dado que es deseable pero no siempre posible aprender las lenguas de quienes arriban a nuestra isla, podemos siempre recurrir a los servicios del traductor literario para comprender la historia, los orígenes y la profundidad cultural de los recién y no tan recién llegados a la sociedad irlandesa. La traducción literaria acerca el mundo a Irlanda e Irlanda al mundo. Sin duda, necesitamos esta conversación cosmopolita más que nunca.


Ver el original en
https://www.irishtimes.com/culture/books/literary-translation-brings-the-world-to-ireland-and-ireland-to-the-world-1.3472951

Enrique Redel, editor y dueño de Impedimenta: el mismo barro, pero de este lado del charco

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El editor y abogado Enrique Redel, director de la editorial española Impedimenta, pasó por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Por lo menos, fue entrevistado dos veces por distintos medios. Por un lado, la poeta y narradora Valeria Tentoni conversó con él para el blog de Eterna Cadencia; por otro, participó de una charla colectiva para Cultura InfoBAE, con el periodista Diego Rojas, conjuntamente con Santiago Tobón, editor de Sexo Piso de España, y con Silvia Salgado, de Nórdica.

En la charla con Tentoni, titulada “La buena literatura es la expresión de una insatisfacción”, cuando se le pregunta cómo selecciona a los traductores y qué valor le dan a su trabajo en Impedimenta, responde: “Lo primero que hay que decir es que son todas traducciones directas. Aquella traducción de Cărtărescu de la que hablé fue una traducción indirecta del alemán, y eso se notaba mucho; había partes que se perdían, partes que se interpretaban de manera diferente. Ahora con él trabaja la traductora Marian Ochoa de Eribe, que es una traductora que está entre las mejores en nuestra lengua. Logra darle una altura y una fuerza a los textos de Cărtărescu que hacen que sea emocionante. No es una traductora todavía premiada, porque no está en los círculos de poder de los traductores; es una profesora de instituto en Bilbao, que es una excelente narradora también. Y ahí tuvimos suerte. Luego, tenemos otros muy buenos traductores, pero creo que como Marian Ochoa no existe nadie. Es alguien que es capaz de transmitir esa sensibilidad, al punto de que conoce a Cărtărescu casi mejor que él mismo. En Impedimenta no hay ninguna traducción indirecta. Del japonés, del polaco... Del checo, Patricia Gonzalo de Jesús, maravillosa, increíble; del estonio, Consuelo Rubio Alcover, la única traductora del estonio. Yo nunca contrato un traductor al que no le guste la obra. Necesito que haya esa especie de plus. Las traducciones indirectas son poco honestas, porque ahora mismo existen buenos traductores en cualquier idioma, entonces ¿qué ocurre? Que traducir del inglés, del francés o de cualquier idioma más usual es más barato. Aparte de que se pierde parte del sentido, es una traducción como de prestado. Creemos además que es lo correcto, porque si no es una falta de respeto al lector”.

Otro dato interesante de esa misma entrevista es cuando Tentoni le pregunta a Redel si se le da por escribir: “Se me da bien redactar, pero no soy escritor. Escribí un par de cuentos, plagiados completamente, de Georges Perec, por ejemplo”.

En cuanto a la nota de Diego Rojas, titulada “Editoriales españolas independientes: cómo es el trabajo artesanal para conquistar lectores a ambos lados del Atlántico”, en un momento de la charla el periodista pregunta: “¿Cómo se maneja en España esta relación de la cadena de producción del libro?”. A lo que Redel responde: “Todas las partes tienen su servidumbre pero también su privilegio. Si se ahorran los derechos de autor o se ahorra en pagar al traductor o al ilustrador, se está jugando con ese equilibrio. Si alguna editorial lo hace, el resto de los miembros del campo editorial los debería penalizar. La librería debería ser consciente de que no puede hacer trampas, así como la prensa, como las editoriales, Conozco muchos autores que cuando empiezan dicen: ‘Hombre, que esta editorial me va a publicar, ¿por qué cobrarles?’ y yo les digo: ‘Nunca hagas eso, tienes que cobrar por tu trabajo, como yo por el mío’. Los autores, como los traductores e ilustradores, son los eslabones más frágiles de la cadena. Si se establecen buenas prácticas la cuestión se clarificará y no dependerá de un editor más listo o más pícaro la ruptura de ese equilibrio”.

Todo lo que se lee estaría muy bien, si no existiera el antecedente de lo sucedido con la  traducción de Me acuerdo, de Georges Perec, publicada por Impedimenta en versión de Mercedes Cebrián, de la cual, hasta el día de hoy, existen severas sospechas de plagio en relación con la traducción previa de Yolanda Morató. Y el punto es que Redel, luego de plantear la posibilidad de que ACEtt de España, entidad que reúne a los traductores de la Península, llevara a cabo una comparación para juzgar si había o no plagio, a pedido de Cebrián se echó atrás, sembrando de dudas la validez de esa traducción y la seriedad de su editorial. Más todavía, cuando la lectura, ya no del texto, sino del prólogo de Morató revela que muchas de las ideas allí expuestas fueron usadas posteriormente en el texto de contratapa de la edición de Cebrián. Como la práctica de escribir solapas y contratapas no compete a los traductores, pero sí a los editores, cabe la posibilidad de que el mismo Redel haya sido autor de ese segundo plagio.

Nada de eso ha sido probado hasta la fecha por lo oneroso que es comenzar un juicio por plagio en España, pero toda la secuencia de acusaciones y sospechas, con sus respectivas idas y venidas, y la opinión de varios intelectuales españoles, puede ser leída en este mismo blog, en las entradas correspondientes a los días 9, 19 y 26 de febrero, y 5 y 6 de marzo de 2017. Con esa luz, las palabras del Redel cobran otro color y se ven sujetas a una interpretación que, generosamente, podríamos calificar de ambigua. Y en la medida que esta situación –que de ninguna manera cae en el olvido– siga sin aclararse, sus dichos no se ven respaldados por la seriedad que acaso les correspondería; algo que él mismo, de tener voluntad de hacerlo, podría remediar. De no hacerlo, se hace muy difícil creerle y las dudas que pesan sobre lo que Impedimenta le ofrece a los lectores persisten.

Esther Allen, traductora de Di Benedetto al inglés, habla con Natalia Gellos

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El blog de Eterna Cadencia, en una entrada del 4 de mayo pasado, reproduce un diálogo por mail entre Natalia Gelós, a quien se debe Antonio Di Benedetto, periodista, y Esther Allen, traductora de Zama al inglés.  






Una espera de 60 años para que la obra
de Di Benedetto llegue al inglés

Durante su primer año de trabajo sobre la traducción de Zama, de Antonio Di Benedetto, Esther Allen leyó un artículo en el New York Times sobre Google Translate. En síntesis, la nota trataba de poner a prueba las primeras líneas de algunas novelas famosas. “Una prueba absurda –advierte Allen–. Google Translate, como el mismo artículo explicó, es un motor de búsqueda”. Desde entonces, la traductora inició un juego: cada año, pone en el Google la primera oración de la novela: “Salí de la ciudad, ribera abajo, al encuentro solitario del barco que aguardaba, sin saber cuándo vendría”, para ver qué devuelve ese inglés sin aura. 

“La primera vez salió muy mal, por supuesto – cuenta desde Estados Unidos, en uno de los tantos mails que fueron y vinieron para esta nota–. Y un año después puse otra vez la misma oración y salió tan mal como la primera, pero distinta. Lo raro era que mientras los periódicos no dejaban de decir que Google estaba mejorando increíblemente, de manera casi mágica, y que bien pronto no habría barreras de idioma ni nada, lo que hizo el motor de búsqueda con estas palabras de Di Benedetto fue de peor en peor, año tras año”.

El resultado fue así:

"I left the city, river bottom, to meet the boat alone waiting, not knowing when to come."
"I left the city, riverside down to meet the boat alone waiting, not knowing when it would come."
"I left the city, riverside below, solitaire game boat waiting, not knowing when to come."
"I left the city, banks down, the lone meeting the boat waiting, not knowing when he would come."

Allen acaba de ganar la beca Guggenheim y está contenta. Podrá pasar más tiempo en Argentina en septiembre, cuando venga, porque no tendrá que dar cursos y demás. Podrá dedicarse de lleno a la traducción de El Silenciero, que será The Silentiary y  que aguarda en puerta para ser leído por el público anglosajón. Luego será el turno de Los Suicidas.

Como muchas de las cuestiones vinculadas al universo de quien dedicó su novela a “las víctimas de la espera”, la traducción de Zama llevó sus años. Allen cuenta: “Di Benedetto dice que sólo tardó algunas semanas, menos de un mes, en escribir la novela original. Esto me ha llevado a pensar en cómo el tiempo de la traducción y de la escritura pueden ser muy distintos. Un libro que toma años y años para escribirse a veces está traducido en un abrir y cerrar de ojos, inmediatamente después de la salida en lengua original. Este libro, que se escribió tan rápidamente, tardó exactamente sesenta años en traducirse al inglés”. Desde que ella leyó por primera vez el nombre Di Benedetto hasta que la novela estuvo en las librerías, pasaron unos seis años. Un trabajo que, a la traductora, le abrió la puerta a un universo que la fascinó.
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¿Cuál fue tu primera sensación al leer Zama? Esos minutos posteriores a pasar la página.... 
–Lucrecia Martel cuenta que su primera reacción después de leer Zama fue de euforia. No describiría lo que sentí como euforia, aunque esa fue sin dudas mi reacción a la película de Martel, pero el libro me inspiró una emoción muy fuerte. Escribí toda mi reacción inicial en un largo mail a Edwin Frank, editor del New York Review Books Classics. La primera línea de ese texto largo es muy  sencilla: "It's a masterpiece" (una obra maestra)… Después describí la trama de la novela, y finalmente, su lenguaje. En realidad sentí que había leído algo que sólo empezaba a conocer, algo que me dejó trastornada y llena de admiración, de dolor –el dolor histórico de este libro, de su contenido y de su contexto en la vida del autor – y de temor ante lo que iba a ser uno de los grandes desafíos de mi vida.

¿Cómo llegaste a Zama? ¿O cómo llegó ella a vos? ¿Qué vínculo tenías con la literatura argentina? 
–Había colaborado con Eliot Weinberger en la traducción de Jorge Luis Borges: Selected Non-Fictions. Tiempo después, la Fundación TyPA me invitó a participar en su Semana de Editores y Traductores de Buenos Aires, y pasé diez días extraordinarios en Buenos Aires en 2005. Esa fue mi primera visita a Argentina. Lo que aprendí entonces fue que la literatura Argentina vista del interior del país es muy distinta a lo que se ve desde el exterior, aún más distinta de lo que uno pensaría, tal vez a causa de la larga historia de exilios. Me sentí muy ignorante. Los editores y críticos con los que nos reunimos en Buenos Aires hablaron de un montón de autores cuyos nombres no reconocía, incluso un tal Antonio di Benedetto. Volví a casa con decenas de libros, pero sin Zama; nadie había tenido una copia disponible. En cambio, sí tenía El silenciero y Los suicidas y los leí, pero no me parecieron las indicadas para introducir a este autor al público estadounidense por primera vez.

La Fundación tenía la costumbre de sólo invitar a los que podían comunicar bien en español. Gabriela Adamo entonces era la persona que coordinaba la Semana de Editores, y ella ya había visto que con respecto a ciertos países esto limitaba su impacto; en Estados Unidos, por ejemplo, el número de editores que hablan o leen español es pequeño – demasiado pequeño. Le sugerí que invitara a dos editores: Barbara Epler, de New Directions, y Edwin Frank, de New York Review Books Classics. En los años siguientes, ellos fueron a Buenos Aires para la semana de Editores, y Edwin volvió con una copia de Zama, que me mandó a su vuelta,  en 2009, para ver qué opinaba.

¿Cómo fue el proceso de traducción? ¿En etapas? ¿De un tirón y luego reescritura? 
–Fue un proceso bastante raro porque al principio había muchísima prisa. Después de recibir mi nota sobre Zama, Edwin contrató los derechos y estaba la idea de tenerla lista para la Feria de Frankfurt de 2010, donde Argentina era huésped de honor. Pero cuando empecé supe inmediatamente que trabajar con prisa no era una opción; esto era un desafío muy grande y había que darle su tiempo. Trabajé dos años en la primera versión y terminé de entregar la tercera parte del manuscrito en 2012. Al mismo tiempo, había leído que Martel estaba dirigiendo una película de Zama  y se lo comenté a Edwin. Y entonces la idea llegó a ser que publicáramos la novela para coincidir con el estreno. Pero la película tardó mucho en salir y como mi traducción todavía estaba en proceso, durante todo este tiempo, volví y empecé a revisar el manuscrito de nuevo. Entregué una versión en 2014, y otra en 2015 y finalmente otra más en 2016, incorporando las sugerencias editoriales de Edwin Frank. Después de cuatro años se abandonó la idea de esperar la película. Resultó ser exactamente un año antes del estreno estadounidense en el New York Film Festival.

¿A quiénes consultaste durante el trabajo? Libros, personas, textos... todo lo que haya servido para completarlo. 
La lista es muy larga. Di Benedetto hizo muchos investigaciones antes de ponerse a escribir. Malva Filer, mi colega en City University of New York, publicó un libro en 1982 sobre sus fuentes: la biografía de Miguel Gregorio de Zamalloa de Efraían Bischoff, el geógrafo Felix de Azara, que describió Paraguay, descripciones de varios viajeros a la ciudad de Asunción. En mi caso, no era necesario rehacer las investigaciones históricas del autor; lo que si tenía que hacer era construir una voz en inglés que pudiera comunicar esta novela. Así que yo también busqué entre exploradores del Cono Sur en el siglo XVIII, pero entre los que publicaron en inglés o fueron traducidos rápidamente al inglés: Antonio de Ulloa; el vice-almirante John Byron, abuelo del famoso poeta británico; Martin Dobrizhoffer, misionero austriaco a Paraguay que escribió su libro en Latín. Y más que nadie, James Boswell y su Life of Samuel Johnson, que era otro modelo en inglés para esa voz altanera y casi arcaica que tiene Don Diego.  (Samuel Beckett era el modelo para la parte contemporánea de la voz). Aparte de estas fuentes históricas, lo que más me ayudó fue el libro imprescindible de Jimena Néspolo, Ejercicios de pudor. Y leí cuánto pude de toda la obra de Di Benedetto — las otras novelas, los cuentos, etc. Roberto Bolaño también tuvo su impacto: es de cierta manera a través de Bolaño que el lector anglófono llega a Di Benedetto.

¿Cómo fue este trabajo en comparación con otras traducciones?
–Era sumamente difícil captar esta voz, sin dudas, e intentar comunicar todas las ambigüedades del idioma y de la trama sin disminuirlas o aplastarlas. Pero lo que hizo que la traducción de Zama fuera muy distinta era el nivel de responsabilidad que sentí: ser la primera en traducir una gran obra, y sobre todo, una que tardó mucho en ser traducida. Se puede matar muy fácilmente una obra en su primera traducción, se puede dejarla sin lectores para siempre. Muy consciente de lo que significa Zama para tantos lectores ya y del nivel de importancia que ha llegado a tener la novela dentro de la historia literaria latinoamericana, trabajaba al principio con una especie de temor de dañar el original. Tuve que poner todo eso fuera de mi cabeza y pensar sólo en la página que tenía delante y lo que ella significaba para mí.

¿Qué fue lo más difícil? 
–Bueno, había dificultades que nunca superé. Por ejemplo, Di Benedetto juega con el sonido del nombre del personaje principal, utilizando palabras con z y a, o hasta con "zama": zamarrear, zalamería, zalema. Que Zama emplee un vocabulario que insiste a veces en los sonidos de su propio nombre es otro aspecto de su solipsismo, de su auto-construcción a través de su propio lenguaje. Pero, aunque mi traducción no es monolingüe— incluye las palabras guaraníes que Di Benedetto utiliza y también muchas palabras en español, no pude encontrar una manera que no fuera muy torpe de incorporar términos como zamarrear. 

¿Alguna otra frase que haya llevado mucho tiempo hasta que logró tomar el espíritu justo? 
–A decirte la verdad, lo que más esfuerzo me costó era una sola palabra que recurre a través de la novela, la palabra más sencilla del mundo: americano. ¿Cómo traducir esto para lectores que tienen una idea muy particular (y a lo mejor muy equivocada) de lo que es un "American"? Y que se toman por los únicos "Americans" que hay.  Traducirlo como "American" no podía funcionar; mis compatriotas son a veces tan limitados en su concepto de esta palabra que me temía que algunos lectores tomaran a Don Diego de Zama por un Yanqui. "Americano" con mayúscula tampoco funcionaba – es el nombre de una bebida, un tipo de café vendido en Starbucks. Alvaro Enrigue me preguntó por qué no puse "criollo", pero criollo, palabra que existe en inglés, no se entiende bien en inglés; la gente la confunde con Creole, o sea "mixto" o "mestizo," cuando en este caso es todo el contrario. Por fin, escogí dejarlo tal cual, "americano," y sin mayúscula, exactamente como se escribe en español. Spaniard, en cambio, se traduce al inglés y se escribe con mayúscula en mi traducción. Así, la posición inferior del americano con respecto al Spaniard está allí, visible, manifiesta. La prueba que tengo del impacto de esta decisión es la reseña de Benjamin Kunkel de la novela, que salió en el New Yorker, y que dice que Zama podría ser the Great American Novel. O sea, propone esa visión más amplia de lo que es América que mi traducción buscó apoyar.


"La lectura multitudinaria de #Dante2018 ha sido sobre todo argentina"

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El 1 de marzo de este año, el escritor mexicano Aurelio Asiain (foto) publicó en la revista Letras Libres, de su país, un artículo a propósito de la gran cruzada llevada a cabo por Pablo Maurette, quien propuso y realizó una lectura de la Divina Comedia por Twitter, a razón de un canto por día. Como es de dominio público, esa cruzada terminó en el anexo de la Biblioteca Nacional con la presencia de varios oradores calificados y mucho público. Pero antes de que ello ocurriera, las siguientes reflexiones.

El contagio de Dante

Muchos medios lo han reseñado y a estas alturas el lector de estas líneas ya estará enterado: a principios de noviembre de 2017 el ensayista y filósofo argentino Pablo Maurette, profesor de la Universidad de Chicago, anunció en Twitter su propósito de leer, a partir del primero de enero de este año, un canto de la Comedia de Dante cada día, invitó a los usuarios de la red a acompañarlo en su lectura y sugirió varios modos de hacerlo: leyendo, en primer lugar, pero también participando en “un comentario masivo al texto de la Comedia. Los lectores contribuirán con sus tuits. Puede ser una cita, una reflexión, un dato, una anécdota, un link, una foto. Basta agregar el hashtag y la cita (por ej. Inf.12, Purg.28, Par.15, etc.)”.

Se entiende pues como comentario a la Comedia cualquier tuitcon la etiqueta #Dante2018. No está mal, si se trata de incitar a la participación masiva. La mera cita de unos versos lleva implícito el mensaje “me llamó la atención esto”, y muchas veces puede además deducirse que eso significa “me encantó”, “me extrañó”, “me maravilló”. En la reproducción de un conocidísimo grabado de Doré, sin texto alguno, incluso sin crédito al autor como por desgracia es frecuente, puede sobreentenderse el comentario: “¡miren esta imagen de eso que leímos hoy!”. Lo mismo cabe decir de ciertos comentarios crípticos: “Insinuación de la luz. Avance y retroceso. Suspensión del ánimo. La alusión a Lucano, clave...” en los que hay que entender que hay que entender, aunque a veces no sepamos bien qué. Entre uno y otro extremo, cabe toda clase de cosas, útiles o inútiles, novedosas o predecibles, pensadas o impulsivas, pertinentes o fuera de lugar.

Mientras llegaba enero, Maurette fue calentando el ambiente con otras sugerencias, publicando fotos de cuadros, grabados y libros relacionados con el tema, anunciando que especialistas y aficionados pertinaces se sumaban a la iniciativa, y reiterando la invitación. La respuesta superó sus expectativas, que habrán sido de decenas o cientos de lectores, no de miles. Su cuenta de Twitter pasó, en un mes, de unos dos mil a más de diez mil suscriptores; la cuenta @autodante, que otro usuario argentino abrió para publicar cada día el canto correspondiente, llegó casi a cinco mil. Otro argentino, Pablo Williams, buen conocedor de Dante que abrió su interesantísima cuenta para responder a la convocatoria, y todos los días publica sinopsis del canto, pistas para interpretar el texto, preguntas pertinentes y, sobre todo, ecos literarios y plásticos de la Comedia, ha merecido una atención más modesta: mil ochocientos seguidores.

El 5 de febrero de 2017, según la herramienta Tweet Binder, 792 usuarios publicaron 1,989 tuits con la etiqueta #Dante2018, de los cuales el 54% fueron retuits, el 12% respuestas, el 20% tuits con texto y el 16% tuits con imágenes. (Supongo que el 102% que da la suma se debe a que los tuits con imágenes suelen llevar texto, pero no está claro.) Descontando los retuits, nos quedan 915 tuits. Si nos limitamos a los tuits de texto, cuatrocientos. Suponiendo que todos esos tuits agotaran el número de caracteres disponible, serían 112,000 caracteres. Treinta páginas de Letras Libres. Un poco más que El coronel no tiene quien le escriba. Nada que no pudiera surcarse en una noche, pero inconexo, repetitivo, mayormente inútil y en lenguas de Babel.

O no tanto. Respondiendo a una iniciativa del propio Maurette, en diversas partes del mundo los lectores tuiteros se reunieron en persona a celebrar el fin de la lectura del Infierno. Al Teatro de la Usina en Buenos Aires acudieron mil personas; al Museo Soumaya de la Ciudad de México, tres.

Mucho tendrán que ver la ascendencia italiana de los argentinos, las traducciones argentinas de la Comedia (de Bartolomé Mitre, Ángel Battistessa, Francisco Soto y Calvo, Antonio Milano y Jorge Aulicino), la afición a Dante de Borges, Victoria Ocampo, Mujica Láinez... pero sospecho que también la nacionalidad argentina de Pablo Maurette. (Lo he anotado en otro momento: aunque Twitter es una red mundial, los hilos que siguen los usuarios tienden a ser locales; siguen y son seguidos por compañeros de estudio y de trabajo, colegas de profesión, y se suscriben a cuentas de medios informativos locales, nacionales, mucho menos internacionales.)

De modo que, con ser un fenómeno latinoamericano, la lectura multitudinaria de #Dante2018 ha sido sobre todo argentina, y uno lo nota, siguiendo la discusión, por el español de los tuitsy de las traducciones que se citan (“Oh tú a quien dirijo / la voz, y que recién hablabas en lombardo”, traduce Jorge Aulicino), aunque también se cruzan de pronto colombianos, venezolanos, cubanos. Algunos italianos, claro. Pocos españoles.

Me recuerda los principios de Twitter, cuando era una red sin prensa ni televisión y en lugar de leer noticias nos leíamos unos a otros, y yo tenía más conversación con argentinos. Ahora he vuelto a hacerlo. Inevitablemente. De los treinta mil usuarios que siguen mi cuenta de Twitter, apenas 36 siguen la de Pablo Maurette, y entre ellos están los veinte suscritos a la de autodante (que publica el canto correspondiente cada día); los ocho, a la de Pablo Williams, y los veintidós, a la de Humberto Ballesteros, que son algunos de los más constantes.

Para leer todo lo que se publica con la etiqueta #Dante2018 habría que invertir el día completo, y quedaría uno exhausto y odiando a la afición. Pero, ¿quién tiene tiempo? Habrá, quizá y ojalá, algún desocupado siguiendo la etiqueta y sus variaciones, desechando la paja, separando y clasificando el grano con nuevas etiquetas: #síntesis, #interpretación, #conexión, #chiste, #traducción, #postcolonialcritique, etc., de lo cual podría salir un bonito libro. Sin muchas novedades seguramente, quizá ninguna para los especialistas, porque los estudios sobre Dante llenan bibliotecas enteras y cualquier observación que se haga es improbable que no la haya hecho alguien hace años o siglos, con notas, bibliografía y dictámenes, y que antes o después otro, con conciencia o no, la haya refutado con rigor implacable. Aunque con muchas novedades, sin duda, para el lector neófito, o el que se interna en la Comedia apenas por segunda o tercera vez. Y sobre todo con la gran novedad que es siempre la Comedia para cada lector.

No todos lo han hecho, pero yo me he apegado al ritmo de un canto al día. Que sería perfecto, si ya conociera uno pasablemente bien la Comedia, o tuviera un par de horas para leer la traducción preferida, repasar el original con calma, deteniéndose en las notas y resolviendo dudas en diccionarios y enciclopedias, quizá consultando algún estudioso y volver a leerlo de corrido.

No es mi caso. De mi primera lectura infantil recuerdo imágenes que con seguridad provienen de los grabados de Doré, pero ni una línea del texto, ni desde luego la identidad del traductor. La traducción de Ángel Crespo, en cambio, la he leído mucho desde que apareció, a mediados de los setenta, un par de veces de principio a fin. Conozco bien algunos cantos y de otros tengo un recuerdo muy borroso. Y para colmo las lecturas a las que estoy entregado desde hace años no tienen nada que ver con Dante. Así que emprendo la del canto cotidiano con un placer convenientemente culposo, porque me distrae de obligaciones. Como me he impuesto la regla de leer al ritmo del resto, hago la primera lectura en la noche (si la hiciera en la mañana me adelantaría varias horas, por la diferencia horaria), muchas veces cansado y con la cabeza algo nebulosa. La relectura de la mañana, en cambio, la hago con la mente despejada, y es entonces cuando publico algunos comentarios. No muchos, porque dispongo de unos minutos, y por supuesto ancilares: el ritmo de un verso, tal rasgo de un personaje, ciertos paralelismos, contrastes, repeticiones. Los vínculos con otras obras. A veces cosas observadas o leídas hace años, a veces hallazgos del momento. La disciplina de no volver sobre un canto una vez pasado su día, ni adelantarse, tiene desventajas. Me ha ocurrido estar ocupadísimo precisamente los días dedicados a cantos que conozco bien, sobre los que habría tenido cosas muy pensadas que decir, y no tener tiempo sino de lanzar algún comentario al vuelo.

Pero rara vez tengo tiempo de leer mucho de lo que publican los demás, fuera del puñado que sigo con atención. Supongo que los demás tampoco. No importa. Pablo Maurette nos ha puesto a leer rítmicamente a Dante, no con un reto como han entendido muchos periódicos, sino con entusiasmo contagioso que hay que agradecer.

Algunas observaciones para la inmensa minoría

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Hace muchos años, cuando acaso el mundo era más leve (o, al menos eso parece desde el presente) e Hispanoamerica todavía no se había contagiado de los modos de hacer de los Estados Unidos, ser editor era una forma de vida y no un negocio. 

José Luis Mangieri, el célebre editor de La Rosa Blindada, Ediciones Caldén y Libros de Tierra Firme, quien, careciendo de toda estructura, a lo largo de cuarenta años publicó más de 800 títulos, solía decir en público que cuando una editorial se convierte en una empresa editorial, forzosamente la parte de empresa empieza a pesar más que la meramente editorial y de ese modo desvirtúa su razón de ser. 

Eran otros tiempos, porque después, efectivamente llegaron la administración de empresas, el marketing, los cálculos de rentabilidad a expensas del valor, los agentes, la preeminencia de la novela por encima de cualquier otro género, el ordenamiento de los libros en las librerías por editorial, y muchas otras cosas que hoy conforman lo que no sin cierta pretensión se suele nombrar "el negocio editorial", pretexto detrás del cual, en los grandes grupos transnacionales se esconden la desgravación impositiva y otras trampas igualmente redituables –para no mencionar el pensamiento único, y en las medianas y pequeñas editoriales, la confusión y, en ocasiones, los diversos modos de la estupidez.  

"El problema, la decadencia –me comentaba, luego de leer alguna de las últimas entradas de este blog, un experimentado amigo editor, con más de cuarenta años de labor– se inicia cuando el escritor ha pasado a ser autor y el autor antes que lectores se ha lanzado a ganar público. Yo no dejo de recordar las sabias palabras de Juan Ramón Jiménez: escribo para lectores no para el público, o cuando nos recordaba que los lectores gustosos constituimos una inmensa minoría."


Jorge Fondebrider

"La Feria es una vidriera que visibiliza y potencia los conflictos políticos que atraviesan a la sociedad argentina"

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Terminada la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires de este año, viene la hora de los balances. Según la bajada de la nota publicada el 15 de mayo pasado por Silvina Friera, en el diario para el que trabaja, “La frase de uno de los editores consultados por Página12 sincera los números a la baja que ofreció la Feria. Muchos expositores señalaron, además, que el carácter masivo del encuentro no es parámetro para medir lo que sucede el resto del año.

“Tenemos un mercado deprimido.
No le pidamos peras al olmo”

Nadie se salva de la crisis económica. Los grandes grupos editoriales y los sellos medianos y pequeños están preocupados. Los primeros tienen más espaldas para amortiguar el impacto que los eslabones más débiles de la cadena. Que el dólar haya superado la barrera de los 25 pesos añade más incertidumbre al horizonte de una industria en la que el papel, el principal insumo, cotiza a la par del dólar. No hay razones para festejar, aunque la 44° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que terminó ayer, con menos público y ventas muy dispares, podría haber sido peor. Las malas expectativas iniciales compensan lo que se temía que fuera un hundimiento mayor. Pero el Titanic editorial –más allá que algunas voces hablen de un “efecto burbuja” respecto de lo que sucede en La Rural– empieza a “sincerar” números a la baja y reconoce que la “excepcionalidad” de la Feria no es parámetro para medir lo que sucede el resto del año.

Disidencia y movilización
“El lugar del escritor es el conflicto con la autoridad”. En la memoria de esta edición quedará el histórico discurso de Claudia Piñeiro, uno de los mejores de los últimos años, no solo porque alzó el pañuelo verde de la lucha por la legalización del aborto y puso el dedo en la llaga de la invisibilización de la mujer trabajadora en la literatura, sino porque su palabra logró conectar políticamente con el grupo de estudiantes, docentes y trabajadores de los Institutos de Formación Docente (IFS) de la Ciudad que se manifestaron en contra del proyecto de la Universidad de Formación Docente (Unicaba), impulsada por el gobierno porteño, que implicaría el cierre de 29 profesorados. La escritora se solidarizó con la protesta y pidió que retiren ese proyecto. No era fácil hablar en medio de los cantitos de los manifestantes. Pero logró ser escuchada. Y fue ovacionada. En cambio, las autoridades políticas no pudieron dar respuestas. Enrique Avogadro, el ministro de cultura de la Ciudad, no pronunció palabra. Su mudez –el hecho de no haber dicho ni siquiera “buenas tardes”– resulta inquietante. Pablo Avelluto tomó el micrófono para derrapar y decir que los que protestan son “fascistas”. Los representantes culturales de Cambiemos cuestionaron a Piñeiro “por no haberse solidarizado con los que no pudieron hablar”. La Feria podrá ser una “burbuja” desde la perspectiva de las ventas, pero también es una gran vidriera que visibiliza y potencia los conflictos políticos que atraviesan a la sociedad argentina.

“La suba del dólar no se la podemos adjudicar a la Feria”, ironiza Oche Califa, director de la Feria, cuando se le recuerda que el jueves 26 de abril, cuando se inauguró esta edición, el dólar estaba a 20 pesos y ayer cerró 25,52. “La Feria provoca un momento de mucha vitalidad. De ninguna manera lo que ocurre acá puede ser testigo de lo que pasa el resto del año en el mundo del libro. Uno ve una masividad entusiasta y ve gente saliendo con bolsas con libros. Sabemos que eso ayuda, por eso hacemos la Feria, pero no es indicativo de lo que está ocurriendo. El balance que hacemos en lo inmediato es que nos sentimos muy consolidados como un acontecimiento cultural de masas, más allá de cualquier tipo de circunstancias, tanto económica como climática. Este año tuvimos una Feria atravesada por lluvias en la mayor parte de los días. Creo que llegamos casi al número del año pasado en circulación de personas. Y aumentamos muchísimo la oferta cultural diversa, dirigiéndonos con mucha precisión y efectividad a los diferentes intereses lectores”, plantea Califa a Página12. 

“La iniciativa de abrir un espacio para la Diversidad Sexual hubiese tenido éxito en cualquier lugar. Lo pusimos en la entrada misma de la Feria, en la entrada de Plaza Italia, por donde pasó el 70 por ciento de los que ingresaron a La Rural. El auditorio del espacio estuvo con actividades repletas todo el tiempo. Los colectivos de la diversidad que convocamos estaban maravillados de encontrarse por primera vez con un público masivo”, cuenta el director de la Feria y agrega que Montevideo, la ciudad invitada, desplegó “una propuesta cultural muy creativa”, con invitados notables como la poeta Ida Vitale y los narradores Gustavo Espinosa, Felipe Polleri, Mercedes Estramil y Natalia Mardero, entre otros. La programación de esta edición incluyó charlas y presentaciones de libros con los escritores estadounidenses Paul Auster y Richard Ford, dos premios Nobel de Literatura, el sudafricano J.M. Coetzee y el peruano Mario Vargas Llosa, la narradora y dramaturga francesa Yasmina Reza y la poeta española Elvira Sastre. Entre los actos más concurridos, más de 1100 personas, estuvo la presentación del libro de conversaciones de Luiz Inácio Lula da Silva, La verdad vencerá, publicado por Página12, Editorial Octubre, Editorial Boitempo y El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, con la presencia de la ex mandataria brasileña Dilma Rousseff. La Fundación El libro canceló la proyección del documental Será venganza, una apología del terrorismo de Estado, planteando el límite ético del Nunca más.

Martín Gremmelspacher, el presidente de la Fundación El Libro, puso sobre la mesa la compleja situación de la industria durante la inauguración. Habló de una caída, en los últimos dos años, del 30 por ciento, y precisó que la merma en las ventas está relacionada con la caída del poder adquisitivo: “Siete de cada diez argentinos redujeron sus gastos en los últimos meses”. También se refirió al aumento de tarifas que “están complicando a muchos de los libreros y sobre todo a la industria gráfica”. Como lo viene haciendo inauguración tras inauguración, pidió exceptuar del pago del IVA al papel en la edición de libros. “Hay que entender que en la Argentina nuestra 1.200 librerías son comparables como patrimonio cultural al teatro Colón o al Museo Nacional de Bellas Artes –sugiere Califa–. No se puede jugar con un canal de esa naturaleza; las librerías son parte de nuestra riqueza. Los países hermanos inmediatos tienen apenas el 10 por ciento de ese número. El canal de librerías es importante que sea ayudado para poder sostenerse. Además, la mayoría de las librerías son independientes. En la Argentina no hay una hegemonía de las cadenas; hay una presencia fuerte de varias cadenas que tienen muchos locales, pero la enorme mayoría de librerías son independientes: es un librero, en un local que a veces alquila, tratando de sostener eso que es un bien cultural, más allá del negocio”.

¿Isla o burbuja?
“La Feria no es una isla; estamos con un mercado deprimido, en unas semanas difíciles, no le podemos pedir peras al olmo”, dice Juan Manuel Pampín de Corregidor. “Creo que vamos a terminar con un saldo positivo de un 5 por ciento en ejemplares, pero tuvimos que trabajar mucho para lograrlo. Lo que también notamos es que los libros que se están vendiendo son de menor precio, de 150 a 200, cuando hoy las novedades en el mercado editorial están entre 350 a 400 pesos”, explica Pampín y precisa que la última vez que la editorial subió los precios fue en octubre del año pasado. Por el aumento del dólar de las últimas semanas supone que en junio habrá un incremento de precios en las novedades de la editorial. “El tema es que el mercado tampoco aguanta que se aumente mucho más. Lo que es material de fondo vamos a tratar de mantener el mismo precio. El mercado viene con una caída importante: de 2015 a 2016 fue de un 25 por ciento y de 2016 a 2017 más o menos fue un 8 por ciento. Se están vendiendo menos libros porque la gente tiene menos recursos y destina sus ingresos a pagar los aumentos de la luz y el gas”. 

Martín Badell, de Biblos, dice que esta edición fue parecida en ventas a la de 2017. “Vamos a estar en las mismas cifras, quizá apenas un poco más que el año pasado. Pero 2017 ya fue malo. No hay que generar falsas expectativas. El sector editorial está mal”, aclara y señala que en esta edición las compras de las bibliotecas populares de la Conabip, que siempre ayudaban a subir las ventas, fueron malas porque los bibliotecarios recibieron “la misma plata que el año pasado”. Fernando Petz, de Mandrake, librería de saldos, traza un diagnóstico similar. “El año pasado vendimos bien, pero no alcanzó para dar ganancias –reconoce el expositor–. Tengo la impresión de que este año las ventas fueron menores. El año pasado teníamos una mesa con libros por 40 pesos, que era la mesa más económica. Este año no pusimos esa mesa porque no nos sirve. Necesitamos que la venta mínima por persona sea de 150 o 200 pesos, porque los gastos del espacio son altísimos. Los números de la Feria, según la gente de la Feria, siempre dan para arriba. Después hay que ver cuál es la realidad puntual de cada stand, ¿no?”.

Martín Latorraca, del colectivo de la revista Sudestada, que tuvo stand propio por primera vez en NuevoBarrio, lanza un chiste para aportar una dosis de humor a un asunto que complica el panorama: “La última vez que vimos el sol el dólar estaba a 19 pesos”. La experiencia de estar en La Rural ha sido positiva para esta revista y editorial que funciona “casi como una cooperativa; lo que recaudamos va para reimprimir o sacar nuevos materiales”, revela el periodista. Aunque no tiene una cifra exacta en cuanto a las ventas, dice que entregaron unas 5.000 bolsitas con libros y revistas vendidos. José Juan Fernández Reguera, presidente de Losada, va directo al grano. “Vendimos apenas un 10 por ciento más en pesos en comparación con el año pasado. O sea que nos fue peor que en 2017 por el costo de los empleados más lo que cobra la Fundación. Está clara la cosa, ¿no? La caída la sentimos principalmente en las compras de la Conabip”, sintetiza Fernández Reguera. Facundo Fontanela, del stand del CIN y REUN, que aglutina el catálogo de unas 35 editoriales universitarias de todo el país, comenta que vendieron “un poquito más de ejemplares, pero menos en pesos” que el año pasado.

A Graciela Rosenberg, de Lugar Editorial y presidenta de la CAL (Cámara Argentina del Libro), no le fue tan mal en esta edición. “Estamos un 7 por ciento arriba en unidades, cerca de un 30 por ciento más en pesos. Hubo días de mucha caída en relación al año pasado, pero fueron esos días horribles de lluvia. Este año publicamos más libros, pero más económicos”, asegura la editora y se refiere al impacto que ya está teniendo el aumento del dólar en el sector. “El papel nacional aumentó un 8 por ciento la semana pasada. La resma de papel está cerca de 1000 pesos”, puntualiza Rosenberg. 

–¿Cuánto cuesta hacer un libro de 192 páginas, una edición de mil ejemplares?
–Unos 12 mil pesos –calcula la presidenta de la CAL.

En Capital Intelectual, Esteban Zabaljáuregui declara un incremento del 20 por ciento en la cantidad de ejemplares, lo que asciende a un 40 por ciento en pesos. “El mercado editorial afuera de la Feria no está bien –reconoce–. Acá hay un público cautivo que siempre viene, se da un fenómeno más de burbuja”. Ignacio Iraola, director editorial de Planeta, afirma que las ventas “superaron las expectativas dentro de un escenario de crisis que viene golpeando fuerte al mundo editorial hace ya dos años”. Planeta estuvo un 30 por ciento arriba en pesos, un 8 a un 10 por ciento en venta de ejemplares. “Si bien sabemos que la Feria es un ‘micromundo’ donde todas las editoriales ponen en la mesa lo mejor que tienen en el mercado y el público no es necesariamente un público de librerías, si no un público que compra más por impulso, no cerrar por debajo o empatar es una buena noticia –admite Iraola–. Por otra parte, las compras de la Conabip de este año fueron bajas. No lloro como otros editores, porque no me gusta depender de las compras del Estado, pero esa compra de siempre este año no acompañó, lo cual agiganta la performance de nuestros libros”.

Guido Indij, de La Marca Editora, vendió un 60 por ciento más en pesos, un 30 arriba en cantidad de ejemplares. “Los primeros días empezamos con ventas 100 por ciento arriba, pero después caímos en picada. Las compras de la Conabip fueron flojas: los mismos bibliotecarios, pero con menos guita”, resume el editor. “La Feria es un oasis, nosotros lo sentimos así. Me preocupa porque es el único momento del año en que tengo saldos positivos en el banco. Ahora no sé si tengo que correr a comprar dólares para pagar las facturas. Durante el resto del año estamos recontrajustados. El mes de Feria no es bueno para nuestro canal de librerías en la capital. Las librerías están afectadas por el resto de los aumentos: la luz, el agua, las cargas sociales, los convenios… Es muy preocupante. Nosotros les consignamos a las librerías miles de libros y la librería te va informando las ventas; pero muchas librerías cierran y nunca cobrás eso y uno se lo tiene que pagar a los autores como libros vendidos. Un buen índice de la salud del negocio sería si las librerías pudieran pagar a los 30 días. Pero están pagando a 120 o 180 días, que es mucho tiempo en un país con un 35 por ciento de inflación”. Masiva y ecléctica, la Feria –que se prepara para recibir en 2019 a Barcelona como próxima ciudad invitada– es un espacio de encuentro, disidencias y conflictos.

Carlos Gamerro reflexiona sobre la lengua

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Como es de dominio común, el año que viene padeceremos otro Congreso de la Lengua. Esta vez el contubernio tendrá lugar en la ciudad de Córdoba (Argentina), que alegremente, junto con la nación entera, dilapidará varios millones de dólares para que un risible rey extranjero se pasee por nuestro país, mientras una serie de académicos a la violeta lleven a cabo sus negocios con otros tantos aprovechados locales. Mucho antes de eso, el narrador, ensayista y traductor Carlos Gamerro leyó el siguiente texto en la presentación del CILE 2019, que tuvo lugar en la Feria del Libro de Buenos Aires, el pasado 11 de mayo.

Seis palabras para el Congreso de la Lengua.

Como cuento con poco tiempo, voy a proponer apenas seis palabras – ya que de palabras se trata – para el próximo congreso de la lengua. Cada palabra irá acompañada de una breve glosa, eso sí. Primera palabra, entonces:

MODESTIA. “Siendo la nuestra una de las lenguas más hermosas y poderosas y eficaces del mundo”, dijo Camilo José Cela en su discurso de apertura del primero de estos congresos, dando, con el gerundio, por sentado el hecho. “Yo creo profundamente que es la lengua española la que con mayor elocuencia y belleza nos da el repertorio más amplio del alma humana, de la personalidad individual y de su proyección social” dijo a su vez Carlos Fuentes en la apertura del tercero. Para no dejarnos arrastrar por tan contagioso entusiasmo, propongo, como antídoto, esta límpida frase de Borges, de “El idioma analítico de John Wilkins”: “todos los idiomas del mundo son igualmente inexpresivos”, idea que completa, en el mismo ensayo, con una frase de Chesterton: “El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables, y más anónimos que los colores de una selva otoñal… cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos.” El idioma no es un cuadro de fútbol: para quererlo no hace falta pensar que es el mejor. Cuando Darwin pasó por estas costas, más precisamente por Tierra del Fuego, se topó con los yámanas, que se le figuraron los hombres más primitivos del orbe, y asumió que su lengua constaría a lo sumo de cien vocablos, pues no necesitarían más para su ruda vida. Cuando su compatriota el reverendo Thomas Bridges se tomó el trabajo de preguntarles, pudo compilar un diccionario de más de treinta y dos mil palabras. Lo cierto es que todas las lenguas del mundo son igualmente hermosas, eficaces, bellas y elocuentes o, como quería Borges, deficientes. Ningún carácter intrínseco convierte a una u otra en instrumento más o menos adecuado para dar cuenta de la realidad, de las emociones y del pensamiento. Cito a Borges una vez más, para no perder la costumbre: “No hay edición de la Gramática de la Real Academia que no pondere ‘el envidiado tesoro de voces pintorescas, felices y expresivas de la riquísima lengua española’, pero se trata de una mera jactancia, sin corroboración”. En lo que sí acierta Cela es en lo de la potencia: hay lenguas más poderosas que otras, pero eso se debe a factores externos, como el poderío militar o económico de los pueblos que las hablan, como él mismo se ocupa de recordarnos, en el mismo discurso, al citar la conocida frase de Nebrija: “siempre la lengua fue compañera del imperio.” Hay, sí, un factor específicamente lingüístico, que es también técnico, que influye: la escritura. Una lengua se vuelve más poderosa al acumular una tradición, para lo cual precisa de una escritura: las lenguas no escritas no tienen historia, pues su pasado constantemente se está perdiendo, y están condenadas al puro presente. El español actual, en cambio, es el español que se habla hoy en todo el mundo hispano y es también el español de Fernando de Rojas, de Cervantes, de Sor Juana. El español de ayer es también el español de hoy, y el lugar de ese encuentro es la literatura. En el momento actual, el poder de imponer bien puede dar paso al poder de ayudar: el español puede compartir esta riqueza acumulada con todas las lenguas vecinas, puede y debe ayudar a dar escritura, y así literatura y tradición de largo plazo a aquellas que no la tienen. Lo cual me lleva a la segunda de nuestras palabras:

SOLIDARIDAD. “El español,” dijo Octavio Paz en su discurso inaugural del primer congreso, “no es muchos árboles, es un solo árbol pero inmenso, con un follaje rico y variado bajo el que verdean y florecen muchas ramas y ramajes”. Confieso que la frase me confunde: no acabo de entender si las ramas y ramajes que verdean bajo el árbol son parte del árbol o no, no entiendo si Paz está hablando de las variedades del español o de las lenguas con las que el español se codea. Si se trata de esto último, que es lo que la metáfora parece sugerir, su imagen nos mete en problemas: parece decir que son lenguas que deben sobrevivir o vegetar como mejor puedan a la sombra de ese gran árbol del español. Este árbol del español, lo sabemos, creció en América sobre las cenizas de las lenguas originarias. Lenguas que en muchos casos habían desarrollado o estaban desarrollando una escritura, y por lo tanto una historia, acompañando, también, a sus respectivos imperios: una escritura que la conquista española en algunos casos destruyó, una historia que también borró. No se trata de lamentar el pasado, ni de invocar culpas históricas; sí de descubrir nuevas maneras de abrir el diálogo entre estas lenguas, para lo cual es necesario fomentar el uso y desarrollo de las lenguas locales. Este uso no debilitará el del español, sino todo lo contrario. El español siempre se ha nutrido y enriquecido de todas las lenguas con las que ha entrado en contacto: el árabe, el hebreo, el catalán, el euskera, el vasco, el valenciano, el portugués, las innumerables lenguas originarias de América, las lenguas de África, tanto en África y en América, las numerosas lenguas de la inmigración, y el inglés, en los Estados Unidos y el Caribe. Estas lenguas le han aportado sus vocabularios y también sus ritmos, sus músicas, sus sintaxis, sus pronunciaciones: su aliento, en suma, que también es su alma. Dónde estaría el espléndido español de José María Arguedas sin el quechua, el de Nicolás Guillén sin el afrocubano, el de Miguel Angel Asturias sin las lenguas mayas, el de Roa Bastos sin el guaraní. A la tercera edición de este congreso, realizada en Rosario, se le contestó con el simultáneo Congreso de laS LenguaS, que reivindicó “el derecho a la autodeterminación lingüística de cada pueblo” y proponía “superar el estigma de Babel, para que diferencia no sea sinónimo de destrucción e incomunicación.” El español es y seguirá siendo por mucho tiempo la lengua franca de esta vasta geografía, yes mucho los que puede hacer para fomentar el desarrollo de todas estas lenguas que vincula.

VARIEDAD: El estatuto de la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española) promueve “velar porque la lengua española no quiebre su esencial unidad.” ¿En que radicará esta ‘esencial unidad’, me pregunto?  Así como las instituciones que se nuclean alrededor de este congreso pueden cultivar la relación con lenguas vecinas, no deberían asustarse y asustarnos con el cuco de una eventual fragmentación del español. Se dice, con razón, que todos los hablantes del español pueden entenderse entre sí. Pero la mutua comprensión es solo uno de los ejes para definir la ‘unidad esencial’ de una lengua. Los hablantes del danés, del sueco y del noruego se entienden entre sí, pero afirman hablar lenguas distintas, porque cada una se corresponde con los límites nacionales. Los hablantes de las distintas lenguas de Italia dicen no entenderse entre sí, pero muchos afirman que hablan dialectos de una misma lengua, para que estos corresponden a sus límites nacionales. La ‘unidad’ de la lengua es una decisión o una ficción a veces más política, simbólica y emotiva que objetivamente lingüística. 

EMOTIVIDAD. Porque hay más en juego que la comprensión. “¿Qué zanja insuperable hay entre el español de los españoles y el de nuestra conversación argentina?” se preguntaba Borges en “El idioma de los argentinos” y se respondía: “Yo les respondo que ninguna, venturosamente, para la entendibilidad general de nuestro decir. Un matiz de diferenciación sí hay: […] Pienso en el ambiente distinto de nuestra voz, en la valoración irónica o cariñosa que damos a determinadas palabras, en su temperatura no igual. […] No hemos variado el sentido intrínseco de las palabras, pero sí su connotación. Esa divergencia, nula en la prosa argumentativa o en la didáctica, es grande en lo que mira a las emociones.” Debemos entonces recordar que además de la mutua entendibilidad, hay que atender a la mutua tolerabilidad. El fenómeno es conocido por todos: podemos deleitamos, aquí en Argentina, con una novela española o una película española rebosantes de españolismos; pero si los mogollones y gilipollas aparecen en una novela de Djuna o de Julian Barnes pueden producirnos dolor de vientre, y si cae en nuestras manos una película en lengua extranjera doblada al español peninsular, preferimos no verla. Entenderemos todo, pero las sensaciones se volverán sutilmente anómalas: lo erótico nos resultará gracioso, lo dramático afectado, etcétera. Lo mismo, presumo, le pasará a un lector o espectador español si la novela traducida o la película doblada les llega en español mejicano o rioplatense. Pero esto no sucede, no se levanta esta barrera emotiva, o no se levanta tan alto, si la obra traducida en Méjico es leída en Argentina o viceversa. La razón es simple: los traductores latinoamericanos traducen para todos los hablantes del español, los españoles sólo para los de España. Pero como los centros del poder editorial están en España, no podemos circular las traducciones hechas en Latinoamérica, no ya hacia España, sino ni siquiera entre nosotros: sobre todo en el caso de autores que son de uso exclusivo, por no haber entrado aún en dominio público. Si hay una brecha que crece entre el español de España y el de América es ciertamente ésta: el mercado está convirtiendo el Atlántico en abismo. Las instituciones y las academias no son responsables de este estado de cosas, pero pueden hacer mucho por modificarlo, si tienen la voluntad de hacerlo. Lo cual me lleva a la palabra:

HERMANDAD. “Recuerdo a los americanos que habláis el español que esta es la lengua común de todos, ni mas ni menos nuestra que vuestra” dijo Camilo José Cela en su discurso inaugural, opinión refrendada en la misma ocasión por Octavio Paz: “El idioma que haban los argentinos no es menos legítimo que el de los españoles, los peruanos, los venezolanos o los cubanos.” Todos estamos tan de acuerdo en esto que decirlo, hoy, parece una perogrullada; además, decir otra cosa sería políticamente incorrecto. Y sin embargo, es un principio más fácil de predicar que de practicar. El corrector Word de mi computadora, cuando lo pongo en “Español argentino” me señala como errores absolutamente todas las formas del voseo. La Real Academia ha elaborado un diccionario de americanismos, pero no un diccionario de españolismos. O sí, pero le han puesto por título Diccionario de la lengua española. Decimos la igualdad, pero seguimos actuando como si el español de España fuera la lengua, y los españoles americanos sus dialectos. Hay síntomas preocupantes: El diario El Mundo publica una lista de las cien mejores novelas en castellano del siglo XX: 70 son españolas y solo 30 de América. Es comprensible que todos tengamos cierta parcialidad hacia los productos de nuestra tierra: pero estoy bastante seguro de que ningún sondeo mejicano, colombiano o peruano daría como resultado 70 novelas propias y 30 del resto del mundo hispanohablante. La lista es de 2001, y podría haber quedado como una curiosidad histórica salvo que es la que se replica en las redes, empezando por Wikipedia, lo cual plantea otro tema de interés: qué español, y qué ideas sobre el español, circulan de las redes. El año pasado, el diario El País difundió una lista de traducciones canónicas, elaborada por la asociación española de traductores ACETT. De las veinte que incluyen, una sola fue realizada por una traductora americana – residente en España. Todas las demás son españolas. Una curiosidad, y un ejemplo significativo: la primera recomendada es la traducción de Lolita de Francesc Roca, muy inferior a la primera y excelente traducción de Enrique Pezzoni, a la cual ni los argentinos, ni el resto de los latinoamericanos podemos acceder: el mercado español nos impone la suya y nos veda la propia. Hay, empero, señales alentadoras: Hace algunos años me tocó participar en el proyecto de traducción “Shakespeare por escritores” dirigido por Marcelo Cohen desde Argentina y publicado por editorial Norma de Colombia. Se trataba de un proyecto panhispánico en el sentido más pleno: escritores de todo el mundo de habla hispana, americanos y españoles todos mezclados y confundidos, traducían las obras de Shakespeare. Y volviendo al ámbito de este congreso, el Instituto Cervantes, que toma su nombre de un escritor que todos los hablantes de la lengua sentimos como propio, que ha perdido toda connotación exclusivamente nacional, promueve en sus filiales del mundo entero la participación de escritores de todo el mundo de habla hispana, sin preferencias ni privilegios. La radicación de este congreso, siete veces en tierras de América, una en España, atiende al mismo principio. Pero no son tan claras las señales que emiten las academias de la lengua. La estructura actual de la ASALE, con una Real Academia española, y una constelación de academias nacionales, hace perdurar la idea, conciente o inconciente, de una jerarquía y una preeminencia. Creo que con el siglo XXI bien avanzado ha llegado la hora de hacer a un lado las metáforas de paternidad o maternidad y hablar únicamente de países hermanos. España y América ya no mantienen lazos coloniales ni en lo político ni en lo económico: es anacrónico pretender que perduren, así sea como fantasmas, en la lengua y la cultura. En lugar de una Real academia, es hora de tener una Academia real, de las lenguas españolas, verdaderamente horizontal y fraterna. Creo que será una ocasión de júbilo para todos, y de alivio para España, a la cual ya le debe estar pesando este inverosímil rol de madre adoptiva.  

CADUCIDAD. “La lengua es más vasta que la literatura” dijo Octavio Paz en Zacatecas, pero también cabe recordar que es más efímera. El griego antiguo ha muerto, pero leemos a Homero; y leemos a Virgilio a pesar de que ya nadie habla el latín. Y no solo se trata de la extinción completa. Las lenguas mueren muchas veces en el curso de sus vidas. Los cuentos de Canterbury están escritos en inglés, pero ningún hablante nativo puede leerlos hoy en su forma original, a no ser que aprendan la lengua de Chaucer, casi como una lengua extranjera. Lo mismo está pasando, o pasará en breve, con el español de El libro del buen amor, el de El conde Lucanor,el de La Celestina. En 2015 Andrés Trapiello dio a conocer su traducción del Quijote– al español contemporáneo. La barrera, una vez más, no es tanto de comprensión referencial o intelectual, sino de participación emotiva. A muchos lectores actuales ‘no les llega’ el español cervantino. No es mi caso, yo disfruto del español de Cervantes, Góngora y Quevedo tan intensamente como de todos los actuales, pero lo percibo en mis alumnos, jóvenes y adultos. Tarde o temprano, todos los monumentos literarios deberán ser traducidos a los nuevos españoles, además de a otras lenguas. Es un horizonte lejano, sin duda, pero no por ello menos cierto. Los sucesivos congresos de la lengua deberán velar, también, por la suerte de una compleja y riquísima literatura que sobrevivirá a la muerte de la lengua en que fue escrita.

4ª Semana del Libro Argentino en Barcelona

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"Entre los días 1 y 7 de junio se realizará la II Semana Argentina en Barcelona. La fecha coincide con la estadía de entrenamiento que la selección de fútbol de Argentina estará realizando en Barcelona". Así dice la bajada de la nota ad hoc, publicada por el diario deportivo Sport, de Barcelona. 

La nota informa que “La fecha coincide con la estadía de entrenamiento que la Selección de fútbol de Argentina estará realizando en Barcelona previo a viajar al Mundial de Rusia.” Luego se aclara que "La presencia de la selección en la ciudad genera mucha expectativa en la colectividad argentina que vive en la región y en este contexto se organiza esta actividad para canalizar el apoyo al equipo nacional, promover la integración entre la ciudad de Barcelona y Argentina, y promocionar al país". Y continúa: "Para ello, durante esa Semana se realizarán múltiples actividades culturales y deportivas para toda la familia en distintos puntos de la ciudad: presentaciones de libros, espectáculos en el espacio público y hasta una 'rua argentina'". 

Esas "múltiples actividades culturales y deportivas" cuentan con el apoyo del Consulado de Argentina en Barcelona, institución que, a lo largo de los últimos años, jamás le prestó ni ayuda ni atención a las actividades dedicadas a la edición y la literatura argentinas que, apenas una semana antes, realiza la Llibrería Calders, como puede leerse en la gacetilla que sigue. Dicho de otro modo, lo de "pan y circo" excede cumplidamente a los gobiernos populistas y también es aplicable a los de centro derecha. 

4ª Semana del Libro Argentino en Barcelona


Como cada año desde 2015, la Llibrería Calders celebra del 22 al 26 de mayo de 2018 su semana dedicada a la edición y la literatura argentinas. Se trata de un espacio abierto al debate y la difusión de la cultura libresca argentina en el que se presentan novedades y proyectos editoriales, con la idea de que el público barcelonés se acerque a lo que se está produciendo al otro lado del Atlántico y tenga acceso a autores y editoriales menos conocidos a este lado.

Si en ediciones anteriores hemos hablado de la importante presencia de la edición ilustrada y los ilustradores, de la edición de poesía, de la explosión de narradoras jóvenes, de los autores malditos que pasaron por Barcelona, etc., la presente está dedicada a los aspectos más terrenales de la producción editorial, tanto desde una perspectiva histórica como desde la más cotidiana y ligada a la experiencia de libreros, distribuidores, lectores. A esto como broche festivo un ecléctico homenaje coral al músico Luis Alberto Spinetta, con motivo de la reedición de Guitarra negra (La Marca Editora), su mítico libro de poemas.

Asimismo, como en anteriores ediciones, la Semana se desplaza a otras librerías y cierra sus actividades, a la hora del vermut, en la librería Barra/Llibre de Sants, con la presentación de un libro sobre la vida de Llull (El perro infinito, Editorial TEGE) escrito por un argentino residente en Alemania. Además, dos nóveles editoras de aquí y allá conversarán frente a frente acerca de las delicias de publicar libros y sobrevivir con alegría.

Programa
del 22 al 25 de mayo, todos los días a partir de las 19:30 en la Llibrería Calders
26 de mayo, 13:00 en la Llibrería Barra/Llibre

martes 22 de mayo
Editar ahora, aquí y allá. Julieta Mortati de Tenemos Las Máquinas y Eugènia Broggi de L’Altra Editorial hablan del reto de lanzarse a hacer libros. Modera Isabel Sucunza.

miércoles 23 de mayo
La edición, pasado, presente ¿y futuro? Alejandro Dujovne presenta Una historia del libro judío (Siglo Veintiuno Editores) y charla con Edgardo Dobry y Marina Cañardo (Fábrica de músicas, Gourmet Musical) acerca de los avatares de la edición.

jueves 24 de mayo
El libro argentino a pie de calle. Libreros barceloneses hablan de su particular cánon de autores y libros argentinos. Con Carlos Acevedo (Laie), Pedro Vizán Carralcázar (Barra/Lllibre), Josep Cots (Documenta) y Abel Cutillas (Calders). Modera Andrés Ehrenhaus.

viernes 25 de mayo
El flaco, genio y figura. Presentación coral y ecléctica de la reedición de Guitarra Negra seguida de karaoke espontáneo de canciones de Luis Alberto Spinetta, a cargo del DJ Overrated SoundSystem. Con la presencia de Alberto Hojman, Jonio González, Alejandro Di Constanzo, Ale Matus, Elenio Pico, Raúl Carlevaro, Matías Néspolo y muchos otros.

sábado 26 de mayo
Cierre y vermut (en Barra/Llibre)
Presentación de El perro infinito. La vida de Ramón Llull (Editorial Tege), de Rodrigo Díaz, con Ignacio Aguirre.

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