Quantcast
Channel: Club de Traductores Literarios de Buenos Aires
Viewing all 2864 articles
Browse latest View live

"La incidencia del Estado en la situación del libro en México es total"

$
0
0

Juan Carlos Talavera entrevistó a Tomás Granados Salinas, editor del sello editorial Grano de Sal. La conversación, que tuvo como excusa la publicación de Libros, una historia sobre el libro impreso, se publicó en Excelsior, de México, el pasado 3 de enero.

Historia mínima del libro

“El Estado como editor de libros es un mal necesario. Sin embargo, lo mejor sería que el Estado realizara acciones para favorecer la participación de instituciones académicas y de la iniciativa privada”, aseguró el editor Tomás Granados Salinas, director del sello Grano de Sal y autor de Libros, donde compila una historia mínima sobre el libro impreso, desde el amoxcalli o biblioteca prehispánica, hasta las ferias del libro de nuestro tiempo.

“Lo ideal es que el Estado deje de ser editor y realice acciones para favorecer la iniciativa privada e instituciones académicas que cumplan con la función que hoy nadie más hace. Lo ideal es que el Estado invirtiera en una suerte de infraestructura para fortalecer la publicación y la circulación”, detalló a Excélsior.

Y aunque algunas de sus librerías Educal funcionan de esta manera, ya que son una inversión donde se pierden recursos que ofrecen un punto de venta en cierta población donde no hay otra, “yo creo que ese punto de venta podría generar una pequeña comunidad lectora y el triunfo de esa política pública sería que la librería cerrara porque ya hay un inversionista privado que decidió abrir una librería. Lo ideal es que la acción del estado se dé donde nadie más hace, pero encauzada a producir condiciones que otros pudieran tomar... y luego desaparecer”.

Otra acción gubernamental que se podría considerar, añadió, es el subsidio en el envío de ejemplares por correo, a través de mensajería, “de tal suerte que esa acción beneficie a las librerías de Chiapas, a las que les resultaría barato recibir los ejemplares en el lugar donde se necesitan”.

¿Se debería revisar el modelo de producción de los libros de texto gratuito a nivel primaria? “Creo que debería suceder lo mismo que ya ocurre con los de nivel secundaria, donde el Estado crea las condiciones para que sean gratuitos para los alumnos, los cuales ya no son editados por el Estado. La política debería ser hacia dejar de ser cada vez más editor, favoreciendo las condiciones para que haya otros editores”.

¿Por qué? “Quizá la acción gubernamental no tiene que ser publicar y abrir librerías en Chiapas, sino encontrar ese engrane donde haya un tercero al que se beneficie. Pero en fin, esa es una opinión mía. Lo que queda claro en Libros, desde el capítulo de los códices hasta el Estado editor, es que la incidencia del Estado en la situación del libro en México es total... es el protagonista”.

¿Es una herencia prehispánica? “Los códices eran obras hechas, la mayor parte, por autoridades pero eran para registros estatales y religiosos. Más tarde el estado novohispano participó en la censura del libro, después promovió las leyes en defensa del derecho de autor. En suma, el Estado ha sido esencial y ha acompañado la historia del libro”.

¿Consideras que el Estado como traductor de obras literarias hace lo suficiente mediante su Programa de Apoyo a la Traducción (Protrad)? “Considero que no se hace lo suficiente en materia de traducción. Y aquí hay un tema que tiene que ver con la política pública respecto de la lengua, no sólo de la industria editorial, sino cuál es el papel del español de México en el mundo. Uno puede limitarse a que sea nuestro y a defenderlo del inglés. La pregunta es: ¿por qué no convertir nuestro español en moneda corriente? ¿Por qué el español mexicano no vuelve a ser el canal, como lo fue entre los años 30 y 50, donde las traducciones de obras esenciales se hicieron en el español mexicano? Ahí tenemos otro campo de oportunidad”.

OPTIMISMO RENOVADO
Libros forma parte de la serie Historia Ilustrada de México, coordinada por el historiador Enrique Florescano, aunque la idea original nació hace casi un lustro, cuando Granados Salinas pensó este libro para la serie Biblioteca Mexicana, que coordina Florescano.

El volumen consta de cinco capítulos: Viejos libros de aquí y de allá; Cosa muy útil y conveniente; Cajones, portales, mesas, sitios electrónicos y stands; De la censura a las regalías; y El Estado editor, acompañado por una nota introductoria, una breve presentación e ilustraciones, grabados y fotografías poco conocidas.

¿Cuál es el planteamiento central de Libros?, se le preguntó a Granados Salinas. “El planteamiento del libro es: un editor de hoy trata de dar respuestas históricas a ciertos problemas que tienen una explicación de siglos. Pero mi conclusión, como autor, es que el libro podría servir para renovar nuestro optimismo por el futuro”.

¿Cómo renovar el optimismo en un país con pocos lectores? “Todo diagnóstico que se haga de la industria actual del libro habla de crisis. Tenemos pocos lectores, poco dinero, los libros son caros y no hay suficientes puntos de venta. Uno puede arrancar con ese diagnóstico desolador y quedarse abatido, pero quisiera que este libro nos mostrara las transformaciones en beneficio del libro a lo largo de siglos porque estos cambios no han ocurrido rápido. Hoy podemos preguntar: ¿Estamos bien ahora? No, pero estamos mejor que nunca”.

¿Qué nos hace falta? “Veo un terreno para el optimismo. Uno puede ver las cifras y decir que esto es imposible y que la tarea nos rebasa a todos. Pero tenemos un gran margen de maniobra en el que se puede ir ganando paulatinamente decenas de miles de lectores”.
En esta recuperación sobre la historia del libro, Granados se sorprendió en dos momentos. Primero al descubrir una imagen de la librería Murguía, que data de principios del siglo XX, donde se observa un diseño similar al de una botica, donde los lectores porfirianos compraban sus ejemplares.

“Esa fotografía es muy bonita porque nos muestra la librería como una botica, con su mostrador y los libros en las paredes, donde uno tenía que llegar a pedir su libro como cuando uno iba a la farmacia para que le hicieran su producto químico. Esa imagen habla sobre la transformación de la librería en los últimos 100 años”.

Otra anécdota que aparece en este volumen, destacó, es la de un impresor español del siglo XVI que tras mandar muchos libros a la Nueva España y descubrir que no vendía lo que él quería, le preguntó a su representante qué libros eran los que se venden juntos. “Digamos que esa anécdota es el precedente de lo que hace un librero de nuestro tiempo, una práctica de los editores que asisten a las actuales ferias del libro”.


El autor al que copió Perec y Auster elogió

$
0
0

Joe Brainard (1942/1994) fue un artista y escritor estadounidense asociado con la Escuela de Nueva York. Su trabajo innovador incluyó collages, dibujos y pinturas, así como diseños para portadas de libros y álbumes. Brainard abrió un nuevo camino en el uso de cómics como medio poético en sus colaboraciones con otros poetas de la Escuela de Nueva York. Alcanzó notoriedad por su libro de memorias Me acuerdo.

De ese libro, Georges Perec dijo que era digno de ser copiado, y lo copió. Paul Auster, en cambio, lo calificó de obra maestra y agregó: “Los libros supuestamente más importantes de nuestro tiempo serán olvidados uno tras otro, pero la pequeña y modesta joya de Joe Brainard perdurará. Con frases sencillas y contundentes, traza el mapa del alma humana y altera de forma permanente la manera en que miramos el mundo. Me acuerdo es a la vez increíblemente divertido y profundamente conmovedor... Uno de los pocos libros completamente originales que he leído”.

Ahora, con nueva traducción de Ariel Dilon, y completo por primera vez (hay una edición previa de la editorial Sexto Piso, pero incompleta), que se constituye en la primera novedad de la editorial Eterna Cadencia para 2018.


"Limpieza del objeto y clarificación de la mente"

$
0
0

El escritor Daniel Guebel publicó la columna que sigue en el diario Perfil, del 30 de marzo pasado. No hace falta aclarar nada más.

El zen y la biblioteca

Cuando no puedo escribir ni puedo poner en orden mi mente, recuerdo una actividad que realicé en las épocas en que trabajaba de periodista. Me enviaron para hacer la crónica de una “práctica zen” en un monasterio improvisado en un departamento elegante de Palermo. Era una jornada completa. Los meditantes debíamos permanecer arrodillados, en silencio y con la vista fija en algún punto impreciso o más bien inexistente de la pared blanca. Ese estar quieto era un tormento de por sí, al que se sumaba el dolor creciente de las rodillas y la tensión de la espalda, que el maestro aliviaba golpeándola con una palmeta. Nada que pudiera resultar terrorífico, nada comparable a los relatos legendarios del zen, en los cuales el senseinipón está autorizado a golpear al alumno hasta el desmayo o la muerte, siempre desde la perspectiva última de beneficiarlo con el sacudón lógico que precede a la iluminación. En este caso, las horas se me pasaban entre el fluir anárquico de los pensamientos y los recuerdos y el deseo cada vez más poderoso de levantarme y salir corriendo de ese loquero. Pero antes de que ocurriera, el maestro interrumpió esa parte de la sesión y repartió entre los practicantes una serie de tareas. Algunos debían barrer, otros cocinar, otros ordenar el espacio (no de manera cosmológica sino práctica, corriendo muebles de lugar). A mí el maestro –cuyo nombre no recuerdo– me mandó limpiar una mesa ratona de tamaño mediano. Con cierto desdén imaginé que después de pasarle un repasador quedaría rápidamente liberado para irme a mi casa y escribir la nota. Pero el maestro me dijo: “Tenés una hora para hacer eso y ninguna otra cosa”, y me dio un pedacito de algodón apenas mayor que el que nos aplica la enfermera sobre el brazo luego de extraernos sangre. Lo miré, miré el algodón, y me puse a limpiar. Puedo ahorrarle al lector la descripción objetivista de la mesa ratona, mi mano, el algodón, la tierra, la combinación de todos esos elementos unidos por el paso del tiempo. Simplemente, me entregué a mi propio ritmo al trabajo de desplazamiento y repetición, y al cabo de la hora asignada, cuando el maestro me dijo “suficiente”, yo estaba tirado en el piso, pasando con entusiasmo ese algodoncito roñoso por la parte baja de la mesa, y mi mente se había depurado de todo asunto que no fuera la continuidad de un recorrido.

De algún modo, escribir se parece a eso, solo que el material a limpiar no está dispuesto de antemano y no tiene, que yo sepa, superficie, sino dimensiones imaginarias que van rotando mientras uno, es decir, eso que escribe en uno, se desplaza sobre ellas, examinándolas, combinándolas, dándoles usos distintos de los previstos, ya mejores, ya peores, o simplemente dejándolas de lado por desinterés o falta de capacidad. La forma es la gran aventura de esa disposición en la que escribir es dar curso imaginario a la ficción de una autobiografía que solo surge convertida en asunto a narrar, ya sea literalmente una historia, un hilo, un problema.

Ordenar una biblioteca reúne los requisitos de la limpieza del objeto y la clarificación de la mente, y también es un momento de autobiografía íntima, donde se juegan nuestros gustos del pasado y el presente; las traiciones y los abandonos de los libros que ayer amamos y ya no soportamos (y el dolor de que esto ocurra, la constatación de lo efímeras que son nuestras pasiones); de los libros que uno quisiera abrir pero cuya lectura inevitablemente posterga; de la consideración perpleja acerca de los motivos por los que una vez compramos algún título imposible. Pero sobre todo, en esas noches de insomnio en los cuales esperamos la madrugada contemplando la biblioteca, lo que no deja de pasar por nuestra mente confusa por el desvelo es la certeza de que, aun queriéndolo, la biblioteca es una acumulación y un caos que testimonia que fuimos cambiando y que para leer lo que falta y releer lo que leímos necesitaríamos más años de vida que los que nos quedan. Paradójicamente, ordenar la biblioteca nos permite también elegir aquellos libros que llevaremos a la mesa de luz para suspender el tiempo en la inmortalidad de una lectura.

Todos los años la gente cumple años y la prensa, cuando se trata de alguien célebre, lo recuerda

$
0
0

El pasado 17 de marzo, La Jornada, de México, publicó una nota de Eirnet Gómezdedicada a un nuevo cumpleaños del escritor y traductor Sergio Pitol. El periodista, que se limita a refritar notas anteriores, sin ofrecer una sola idea propia, invoca dos veces a Vila Matas, como si su opinión valiera algo. Lástima.

El escritor Sergio Pitol cumple 85 años

Xalapa, Veracruz.  El escritor, traductor y premio Cervantes de Literatura 2005, Sergio Pitol, cumple 85 años este domingo. Con ese motivo, amigos y familiares rendirán un homenaje al autor de Domar a la divina garza.

En Veracruz, donde reside el autor de El arte de la fuga, el Instituto Veracruzano de Educación y Cultura (IVEC) también prepara un homenaje al reconocido escritor.

Se considera que Sergio Pitol no acudirá, pues desde junio de 2010 anunció su retiro de la vida pública y la literatura, afectado por una enfermedad neurológica progresiva.

Nacido el 18 de marzo de 1933 en Puebla, la capacidad de Sergio Pitol para crear historias, dominar siete idiomas y traducir obras de Anton Chéjov o Joseph Conrad surgió en su niñez, desde la orfandad, una salud precaria y de la mano cariñosa de su abuela.

El remedio infantil para sobrellevar la dureza de la vida fueron los libros, sus compañeros de siempre. Desde niño mi refugio fue la literatura, también el teatro, narró Pitol por correo a Dpa, cuando la enfermedad asomaba hace 10 años.

Dedicación a las letras, la docencia y la lingüística
El tañido de una flauta, obra escrita en 1972, posicionó a Sergio Pitol como novelista.

Con el tiempo, los estantes de las librerías se llenaron con sus obras: Juegos florales, Domar a la divina garza, La vida conyugal, Vals de Mefisto y El mago de Viena, por citar sólo algunas.

El narrador gestó muchas de ellas en parques, cafés o en la privacidad de sus estancias en París, Varsovia, Budapest, Praga y Moscú, ciudades donde también ejerció la diplomacia, y en su hogar en el estado de Veracruz, donde creció y reside.

En la faceta de traductor, sus versiones al español de escritores británicos, checos, polacos, alemanes y rusos alcanzan medio centenar.

Su estilo es contarlo todo, pero no resolver el misterio. Su estilo es distorsionar lo que mira. Su estilo consiste en viajar y perder países y en ellos perder siempre uno o dos anteojos, perderlos todos, perder los anteojos y perder los países y los días lluviosos, perderlo todo: no tener nada y ser mexicano y al mismo tiempo ser extranjero siempre, describió Vila-Matas en la revista Letras Libres.

Después de una vida dedicada a las letras, la docencia, la lingüística y la investigación, varios galardones honran la obra de Sergio Pitol: los premios Herralde 1984, el Juan Rulfo 1999, el Roger Caillois 2006 y otros. Sin embargo, el Cervantes fue lo mejor que me ha pasado en la vida, dijo hace unos años.

Cuando la afasia, trastorno del lenguaje derivado de un daño neuronal, orilló a Pitol a retirarse, lo hizo de manera elegante con un anuncio oficial y con la publicación de Una autobiografía soterrada.

Poco después, por su deteriorada salud y sin familia directa, el autor quedó en medio de un pleito legal por su custodia entre las autoridades de Veracruz y sus parientes maternos, los Demeneghi.

De Pitol, el escritor Carlos Fuentes (1928-2012) elogiaba su gran capacidad literaria, muy cercana a los grandes autores centroeuropeos, para mirar el halo oculto de la Luna con una sonrisa sarcástica.

Y Vila-Matas define a Sergio Pitol como el mejor escritor en lengua española de nuestro tiempo.

La editorial chilena LOM publica por primera vez en castellano un libro clásico de Anthony Cronin

$
0
0

El escritor irlandés Anthony Cronin fue lo que suele denominarse «un hombre de letras». Autor de trece libros de poemas, de dos novelas, de ocho colecciones de ensayos, de una pieza teatral, de dos celebradas biografías –No Laughing Matter: The Life and Times of Flann O’Brien (1989, 1998 y 2003) y Samuel Beckett: The Last Modernist (1996)–, es también recordado, desde la aparición de Dead as Doornails [Más que muertos] (1976), como un gran memorialista. En este portentoso libro, los recuerdos de Cronin se centran básicamente en Dublín y Londres durante la década de 1950 y la primera mitad de la década siguiente, con foco en las figuras de los escritores irlandeses Brendan Behan, Patrick Kavanagh y Flann O’Brien, a quienes se suman los pintores escoceses Robert MacBryde y Robert Colquhoun y el novelista británico Julian Maclaren-Ross, todos ellos grandes artistas hoy reconocidos, y en su tiempo bohemios relativamente fracasados. Como telón de fondo de sus aventuras, los pubs y las redacciones de las revistas literarias de una y otra ciudad son la escenografía permanente por donde también transitan Dylan Thomas, Francis Bacon, George Baker, Elizabeth Smart y muchos otros artistas hoy igualmente reconocidos. 

Considerado como un clásico por los lectores irlandeses, Cronin no incurre en el culto a la personalidad –tan frecuente en Latinoamérica, donde los escritores a menudo son próceres de bronce–, sino que confiere a sus pares su verdadera dimensión humana, con sus logros y pequeñeces. Y si por momentos es impiadoso, nunca carece de humanidad, y en más de una ocasión nos hace sonreír.


Esta primera versión en castellano viene acompañada por un gran número de notas que permitirán al lector ajeno a las tradiciones irlandesa y británica reconstruir un abigarrado entramado histórico y cultural.

Una prueba más de cómo la administración de empresas y el mercadeo transforman a los libros en bosta

$
0
0
Paula Conde publicó el siguiente artículo en el diario Clarín, del 3 de abril pasado. La bajada dice: “Las editoriales suben series web con escritores, organizan encuentros vip con ellos y fomentan el vínculo entre jóvenes lectores”. 


Las estrategias del libro 
para dar pelea en las redes

Cinco mujeres comparten una tarde de té: mantel blanco, tetera de porcelana, bandejas de tres pisos con muffins, brownies, macarons, sanguchitos de miga. Sin resistirse a estos manjares, comen, toman limonada, brindan con tacitas diminutas o con mate y charlan. Hablan, por ejemplo, de la inspiración: “La inspiración es una cosa caótica que nunca sé cómo va a venir”, dice Florencia Bonelli, de tierna tonada cordobesa. “¿No les pasa que la inspiración les viene justo cuando no están en eso?”, pregunta Gloria Casañas. “Me ha pasado que en la cola del supermercado se me viene a la cabeza la resolución de una escena. ¡Anoto en el celular!”, confiesa Gabriela Exilart. Las cinco son escritoras de novela romántica y esta charla es apenas una escena de la serie web Hablemos de amor, que la editorial Penguin Random House lanzó en su canal de YouTube para captar lectores, fidelizar otros y promocionar libros.

La serie web es tan sólo uno de los recursos con los que esta editorial busca dar a conocer sus libros y escritores. No es la única que en los últimos años y con el avance de las redes sociales aprovechó las nuevas herramientas digitales para conectarse con los lectores. Con las cifras poco alentadoras del rubro editorial (caída del 25 por ciento en las ventas y en la impresión de libros según datos publicados en 2017 y aumento del 95 por ciento en la importación de libros) a ese sector no le quedó otra que apuntar su energía a desarrollar estrategias de venta de libros para retener lectores y, en lo posible, captar otros nuevos. Ahí entran en juego las redes sociales. ¿Es posible aprovecharlas para vincular libros con lectores o son, por el contrario, duros competidores de aquellos?

Las redes no son competencia si los editores las usamos para acercar lectores a los libros; al contrario, son una herramienta de difusión”, responde Trinidad Vergara, editora y creadora del sello V&R de literatura juvenil. “Es una herramienta más para dar a conocer los libros”, afirma Valeria Fernández Naya, gerenta de Marketing de Penguin Random House. “Se retroalimentan”, resume María José Ferrari, editora de Libros Infantiles y Juveniles de Planeta. Si bien las tres confían en las redes sociales para potenciar sus publicaciones, también coinciden en algo: la competencia no es tanto por el contenido que ofrece lo virtual, sino por captar el tiempo de ocio de las personas. Así, rivalizan con la lectura no sólo las redes, sino todos los entretenimientos para usar ese tiempo libre. ¿Leer un libro o mirar una serie en Netflix, una película o sumergirse en Facebook, Instagram o Twitter? ¿Cómo aprovechar las mismas redes para atraer lectores?

Con estas herramientas, surgió una nueva manera de relacionarse con los escritores: “Los lectores quieren saber todo el tiempo dónde están los autores, qué escriben o hacen, con quiénes se relacionan. Y los editores tenemos que entrar en ese vínculo, es como un triángulo que antes no existía”, explica Vergara. “Hoy, con las redes, los usuarios tienen la sensación de que están en contacto directo con los autores. Entonces, para la difusión de libros, queremos generar ese tipo de cercanía. El usuario quiere que le hablen de una manera cercana y la manera más cercana es que le hable el propio escritor”, acuerda Ferrari.

Desde Planeta, reconocen que en los últimos años cobró gran valor el contacto personal entre el lector y el autor: “Esto se nota en la Feria del Libro donde se forman largas filas para las firmas de escritores o se llenan las charlas especiales”, precisa Ferrari, quien se refiere al libro como “un puente” entre esas partes porque “la web genera esa sensación algo contradictoria de que sentís que estás cerca de la persona a la que seguís, pero en realidad es una relación virtual”. En el último tiempo, la editorial viene organizando los llamados “Meet & Greet” (“Conocer y Saludar”, en inglés), es decir, reuniones, como desayunos, almuerzos, meriendas o charlas, entre escritores y lectores. Hace poco, por ejemplo, organizó un almuerzo en el Hard Rock Café con Benito Taibo, escritor mexicano de literatura juvenil, adonde asistieron lectores y booktubers. “Generamos espacios de encuentro entre los chicos, los recomendadores de libros y los autores”, especifica la editora.

Fue en esa búsqueda por reforzar el vínculo que Penguin lanzó la serie web (diez episodios de corta duración) con Florencia Bonelli, Gloria Casañas, Gabriela Exilart, Fernanda Pérez y Graciela Ramos. Estas escritoras comparten un té íntimo, una charla de chicas, en la que hablan de sus experiencias, el amor, la juventud, la infancia, la escritura: “Es algo inédito en el mundo editorial, es la primera vez que lo hacemos. No es ni un spot publicitario, ni un trailer, ni un comercial, sino que es un contenido que completa la estrategia online y de redes sociales”, detalla Fernández Naya, quien también cuenta que la página “Me gusta leer Argentina” aloja contenidos como podcasts (audios on line) para novelas de no ficción.

Una literatura que ocupa cada vez más espacio en las librerías es la destinada al público infantil y juvenil. “En paralelo a esta supuesta ‘mayor competencia de medios audiovisuales’, los editores hemos visto el surgimiento de lectores que antes ni considerábamos, como los adolescentes o lo que los americanos llaman ‘YA’, o sea, ‘young adults’ o jóvenes adultos”, aclara Vergara, quien explica que fenómenos como la saga de Harry PotterCrepúsculo o Maze Runner ayudaron a derribar el prejuicio de que los chicos de diez años no leen libros y menos si su extensión promedia las 500 páginas.

Incluso, muchos de los autores buscados por los jóvenes llegaron al libro a partir de sus publicaciones en la aplicación Wattpad, una plataforma digital en que los usuarios comparten historias de todo tipo. Y hasta E.L. James, la creadora de la saga 50 sombras de Grey, empezó a escribir la exitosa historia en formato de fanfiction en la web.

El año pasado, el éxito de dos series se trasladó al papel. El mundo audiovisual puede ser también un estímulo para leer. Así, se lanzó la reedición la novela ya clásica El cuento de la criada, que Margaret Atwood publicó en 1985. Por trece razones, libro de Asher Jay, llegó por el buen rendimiento en la TV por streaming.

Además, Planeta acaba de lanzar una revista digital, destinada al público juvenil y cuyo título busca burlarse de un prejuicio: “Los chicos no leen”. De publicación trimestral, retoma reseñas de libros hechas por booktubers y todo el contenido vinculado al mundo editorial para este segmento. Penguin eligió crear un canal de Instagram llamado “Novelas para chicxs”, donde trabaja con influenciadores, booktubers y libreros especialistas.

Es en este punto que los blogueros, booktubers, instagrammers o influenciadores se convierten en actores codiciados por las editoriales: sus opiniones son importantes para sus jóvenes seguidores. “Aparece la credibilidad en el par más que en la autoridad del crítico -considera Vergara-, es decir, le creo más a alguien que ‘es como yo’ que a un señor que dice que sabe todo y que ‘no es como yo’. Es lo que hace Amazon cuando promueve una red de gustos entre pares y dice que a un lector que le gustó tal libro también le gustó tal otro”.

Tiradas más ajustadas ante una crisis que continúa
Aunque todavía no se conoce un informe estadístico preciso, en librerías y editoriales informan que en lo que va del año las ventas de ejemplares siguen en retroceso. El año pasado hubo una baja de “entre un 5 y un 10 por ciento en nuestros asociados, según el caso”, le explicó a este diario Diana Segovia, gerenta de la Cámara Argentina del Libro (CAL).

La novedad del informe anual que esa entidad elabora es la reducción de las tiradas en 2017 en comparación con el año anterior: para el mercado local se imprimieron 51,3 millones de libros frente a los 64 que se registraron un año antes, con una tirada promedio de 2.421 ejemplares. Del total, sólo el 35 por ciento corresponden a libros comerciales: los que se venden en las librerías, dejando de lado textos universitarios, de ONGs o empresas. La literatura infanto-juvenil lidera las temáticas que se publican, un segmento que sostiene el negocio en los últimos años.

Fernando Llera, al frente de la librería Galerna de San Telmo, da un ejemplo del diagnóstico. Dice: “Antes, de un título sacaban 3.000 ejemplares o 5.000 y ahora muchas casas editoriales publican de a mil. Abarrotan la librería buscando cuál puede ser un suceso y después ven. Incluso las grandes editoriales”.

El panorama no es alentador si se toma en cuenta que el año pasado las entidades del sector habían informado una caída en ventas del 25 por ciento durante 2016. Todavía no se publicó una estadística final sobre la variación de 2017.

Una entrevista reciente por el décimo aniversario del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

$
0
0

El 27 de marzo pasado, con motivo del comienzo de las actividades públicas con las que comenzó el décimo año del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, Silvina Friera publicó en Página 12 una entrevista con el Administrador de este blog, que se reproduce a continuación. En la foto, Jorge Fondebrider y Julia Benseñor, los fundadores.

“Sin libros traducidos somos más pobres”

La traducción literaria es (casi) tan necesaria como el aire que respiramos. El Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, creado por Jorge Fondebrider y Julia Benseñor, comenzará su décima temporada hoy a las 19 con una charla sobre “Opera y traducción” a cargo del director teatral Marcelo Lombardero, en la Biblioteca de Goethe-Institut (Corrientes 343), con entrada libre y gratuita. “Diez años del Club son un motivo de alegría, sobre todo porque ha servido para que los traductores nos conociéramos mutuamente mejor, supiéramos cuáles eran nuestros desafíos, deberes y derechos y, juntos, le explicáramos a la sociedad las razones e importancia de nuestro trabajo. A esta altura, hay que ser muy necio para no entender que sin traductores no hay libros traducidos. Y que sin libros traducidos somos mucho más pobres”, plantea Fondebrider a Página 12. “Lombardero es uno de los más importantes directores de ópera y teatro de la actualidad, además de ser alguien muy sensible a la traducción de los textos, algo que ya se vio cuando dirigió el Teatro Colón y el Teatro Argentino de La Plata”, agrega el escritor y traductor.

El Club de Traductores Literarios de Buenos Aires empezó a reunirse en unas oficinas que ofreció Julia Benseñor, la cofundadora, allá por 2009. “Ese mismo año, Ricardo Ramón, entonces director del Centro Cultural de España en Buenos Aires, nos brindó su hospitalidad y estuvimos allí siete años –repasa Fondebrider–. Cumplido ese ciclo, Uwe Mohr y Carla Imbrogno nos permitieron trabajar en la Biblioteca del Goethe-Institut. Por el club pasaron traductores, escritores, historiadores, científicos, editores, actores y directores teatrales y toda la gente sensible a los problemas que involucran la traducción, el estado de la lengua –una de nuestras principales batallas, dada la ridícula avanzada imperial española– y el mundo editorial. Desde Piglia, Beatriz Sarlo, Elvio Gandolfo y Alan Pauls, pasando por Marilú Marini, Rafael Spregelburd e Ingrid Pelicori, hasta los mejores traductores argentinos, consagrados y nóveles, estuvieron con nosotros y siempre en pie de igualdad. Hemos realizado tres simposios internacionales, un gran homenaje a Georges Perec, otro a James Joyce, seminarios con autores y traductores de otros países. Todos juntos hemos trabajado para hacer que la traducción tenga hoy la dignidad que merece”. Los próximos invitados serán Gustavo Guerrero, profesor en l’Ecole Normale Superieur de Francia y director del sector de castellano de la editorial francesa Gallimard, y el escritor Juan Villoro. “Estamos trabajando con la gente del Goethe-Institut en una mesa de traducción alrededor de la figura de Karl Marx, de quien se cumplen 200 años de su nacimiento”, anticipa Fondebrider.

¿Qué desafíos enfrenta el oficio de traductor en este siglo XXI? “Antes de pensar en la traducción, pensaría en el estado de la cultura en general –advierte Fondebrider–. Por ejemplo, dado que Penguin Random House y Planeta se reparten más del 50 por ciento del mercado editorial de la lengua, me preguntaría si la bibliodiversidad es una especie en extinción antes que preocuparme por los traductores. Sin hablar, claro, de la falta de inversión en favor del ‘emprendedurismo’ o como se llamen esas fealdades. Los traductores hemos estado siempre allí, sin ser tenidos demasiado en cuenta, arreglándonos para sobrevivir las muchas crisis y la mucha mayor estupidez”. El proyecto de Ley Nacional de Protección de la Traducción y los Traductores –que presentaron hace tres años un grupo de traductores encabezado por Estela Consigli, Lucila Cordone, Griselda Mársico, Andrés Ehrenhaus y Pablo Ingberg–, apoyado por más de 1300 escritores, docentes e investigadores como Marcelo Cohen, Horacio González, Beatriz Sarlo, Martín Kohan, Germán García y Hebe Uhart, entre otros, “encontró oposición de algunas editoriales con poder de lobby, fue malinterpretado por grupos de traductores generalmente ajenos a la traducción literaria, les pisó los juanetes a los que viven de cacarear las bondades de la enseñanza de la traducción –su negocio, claro– y sufrió los arrebatos personalistas de algún traductor que quiso llevarse los laureles del caso”, resume Fondebrider. “Las intenciones de tener una ley están y hay gente que trabajó muchísimo para sacarla adelante. Hasta ahora no se pudo. Así como en España se asocia la lengua a la marca país y se la trata como commodity y fuente de ingresos –sistemas de aprendizaje, gramáticas, diccionarios, libros en general–, habría que pensar el papel que les cabe a los traductores como participantes necesarios de esa posibilidad. Es un tema de naturaleza política. Los políticos de todos los partidos deberían estar a la altura y por ahora no lo han estado”.

Los sordos hablan sobre del origen de la sordera

$
0
0
Maribel Marín Yarza publicó la siguiente nota en El País, un muy mal diario que se edita en España y que, a fuerza de mentir, sufre un desprestigio creciente. Lo hizo el 6 de abril de este año y alguien puso la siguiente bajada en su artículo: “¿Por qué cuesta encontrar la obra de un autor salvadoreño en Bogotá? ¿Sigue siendo el Atlántico una frontera editorial insalvable? Radiografía de un mercado separado por la lengua”.

 Ahora bien, desde el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires proponemos otra: “¿Por qué miente alevosamente Claudio López de Lamadrid, que dirige un grupo editorial que publica libros en México que no se exportan a la Argentina y viceversa? ¿Qué sentido tiene escuchar lo poco interesante que tiene para decir Julio Ortega, uno de esos intelectuales latinoamericanos afincados en los Estados Unidos y del todo funcionales al establishment español? ¿Por qué considerar lo que dice hipócritamente Pilar Reyes, que no exporta los libros de Alfaguara de un país a otro de Latinoamérica, salvo que sus autores –oh casualidad– ganen premios como el Alfaguara? Para no hablar del inexplicable cortesano Juan Cruz, charlatán de feria siempre dispuesto a contarnos cómo conoció a éste o a aquel y cómo se sentía el día en que los conoció. En síntesis, ¿por qué darles entidad y crédito a todos estos tipos que son precisamente el problema y la razón de que las cosas sean como son?

 El difícil viaje del libro en español 

Al académico Javier Marías no le dieron auténtico crédito como escritor en América Latina hasta que en 1996 estalló en Alemania el éxito de Corazón tan blanco (1992), su séptima novela. Al colombiano Fernando Vallejo llegaron realmente los españoles cuando Francia se rindió en 1997 a su sexta ficción, La Virgen de los sicarios (1994). También les costó reconocer el genio de Ricardo Piglia. Hacía dos décadas que el argentino, fallecido en 2017, era un referente al otro lado del charco para cuando, ya sesentón, su talento cruzó el Atlántico con el cambio de siglo… 

Este suma y sigue de reconocimientos tardíos es el reflejo de un mal que padece desde hace décadas el mercado del libro en español, convertido en uno de los diez más poderosos del mundo, sin acabar de lograr que las literaturas de los países que lo integran se traten como hermanas. Internet, el incipiente negocio del e-book, la eclosión de festivales, premios y ferias, y el innegable empuje de las políticas públicas —leyes del libro, redes de bibliotecas, IVA cero al papel en todos los países salvo en tres, entre ellos España…— han animado la circu¬lación de los autores y sus libros en una región de desarrollo socioeconómico muy desigual. Pero la enfermedad aún no ha remitido. El gran público español rara vez se aventura más allá de los autores del boom; y el latinoamericano, más bien los latinoamericanos, no suelen darse por enterados del potencial de los escritores ocultos tras las listas de más vendidos, sean españoles o de naciones vecinas.

¿Cuál es el origen de esta sordera?

“En España no interesa nada la literatura latinoamericana y en Latino¬américa interesa aún menos la española”, dice Claudio López de Lamadrid, director editorial de Literatura Random House. “Más que de desinterés, hablaría de unas características de los mercados a ambos lados del Atlántico que dificultan la visibilidad, como es la sobreabundancia de títulos que se producen”, disiente Marianne Ponsford, directora del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC). Julio Ortega, profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Brown (EE UU), añade al debate otra perspectiva que interpela a medios y editoriales: “La lógica del mercado se basa hoy en evitar el riesgo, la apuesta, el compromiso con un autor y su obra. Prefiere apostar por los malos libros de un autor de algún renombre y evita el riesgo de los mejores y más jóvenes. Lo más penoso es que la prensa cultural, que acompañó con brío la internacionalidad de las nuevas letras, no tenga una política más crítica de la producción editorial, con lo cual ha perdido la fe del lector. Debería haber espacio para los best sellers y para las pequeñas editoriales, donde está el futuro”. 

 Con epicentro en España, un valor superior a los 3.700 millones de euros, según CERLALC, y una formidable incontinencia editora —publica al año alrededor de 185.000 títulos de todos los géneros, 79.000 en España—, el del libro en español es un mercado interdependiente —editoriales españolas vadearon la crisis gracias a América Latina— que sufre un importante y lógico desequilibrio a ambas orillas del Atlántico. Si en 2015 el 36% de las exportaciones españolas de libros impresos tuvo como destino Hispanoamérica, apenas el 1,2% de las latinoamericanas desembarcó en España —el 59% de lo exportado quedó en la región—. “La cifra es misérrima”, apunta Ponsford, y eso quiere decir “que hay espacio para crecer”. En todos los campos, también en el de la literatura, del que no hay datos desglosados comparables. 

De entrada, hay obstáculos que salvar en la base del negocio: unos paupérrimos índices de lectura, un escaso respeto por los derechos de autor y un irregular despliegue de la industria en Hispanoamérica que a veces hace que el camino más corto entre Colombia y Bolivia pase por España. “El gran reto es que América Latina se conecte entre sí, y México y Argentina tendrían que tomar el protagonismo. Es fundamental pensar en el viaje del libro de norte a sur, no solo cruzando el Atlántico”, dice Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara. A esa asimetría hay que sumar el impacto de barreras arancelarias, dificultades de distribución, elevados precios de transporte y frenos a la importación —la Argentina de Kirchner fue paradigma—, que en naciones muy inestables en lo económico (hiperinflación) y lo político (Venezuela, Cuba) pueden acabar por convertir el libro en objeto de lujo. “Puede darse el caso de que un ejemplar que en España cuesta 10 euros esté en Chile al equivalente a 10 euros si ha llegado a través del distribuidor y a 30 si ha sido importado”, explica Julián Rodríguez Marcos, editor de Periférica. 

 Quizá La uruguaya, de Pedro Mairal, sea una de las novelas recientes que mejor ilustran la fragmentación de este mercado que gobiernan los colosos Planeta y Penguin Random House. Publicada con éxito originalmente por Emecé (Planeta) en Argentina, no llegó a España a manos de la multinacional, sino de Libros del Asteroide. “Hoy, quienes dominan el cotarro quieren lectores-consumidores. Ya no existe alguien que diga: ‘Esta obra va a hacer canon, esta va a romper la tradición”, dice Ana Gallego, profesora de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Granada. “Ahora circulan muy poco los autores más transgresores y si están en el mercado es gracias a las editoriales independientes, que con un lector hiperformado, mucho más culto, están garantizando la bibliodiversidad”. 

Periférica, Alpha Decay, Páginas de Espuma, Laurel, Sexto Piso, Eterna Cadencia, Adriana Hidalgo… Desde los noventa, los sellos independientes se han ido haciendo fuertes. Con apuestas singulares en la lengua y en traducción y acuerdos de coedición y distribución, están contribuyendo a construir el nuevo canon de lo que Carlos Fuentes dio en llamar el territorio de la Mancha. “Si publicamos a tanto latinoamericano es porque hay en ellos un voltaje literario que aquí no es tan evidente. Al no tener una industria como la entendemos aquí, los autores no tienen que hacer caso al mercado, y eso ha generado textos más hondos y atrevidos”, opina el editor de Periférica. 

 El trabajo de estos sellos de nuevo cuño ha venido a complementar el que llevan décadas realizando veteranas como Anagrama y Fondo de Cultura Económica o los grandes conglomerados. Con casas locales en casi todos los países del territorio del español y catálogos con un corpus común y virajes locales, también han creado algunos programas para visibilizar propuestas más literarias enterradas en la jungla de novedades. Alfaguara y Literatura Random House (Bertelsmann) lanzaron en 2015 El mapa de las lenguas, un proyecto por el que cada uno publica cada mes la obra de un autor latinoamericano y la distribuye a la vez en formato e-book y en las librerías más literarias. “Solo con El mapa de las lenguas publicamos tres veces más nuevas voces de literatura latinoamericana que cualquier editorial”, defiende López de Lamadrid. “Pero la realidad es la que es. Hay mucho papanatismo. Si la autora de Black out, en vez de llamarse María Moreno, se llamará Mary Brown, y el libro, en lugar de transcurrir en Buenos Aires, sucediera en Nueva York, aquí sería la bomba. Y allí ocurre lo mismo. Los tres últimos premios de la FIL han reconocido a extranjeros. Está muy bien premiar a Norman Manea, Claudio Magris y Emmanuel Carrère, pero hay autores lo suficientemente importantes en español como para tener que premiarles a ellos. Dejaron que se muriera Piglia sin dárselo”, dice López de Lamadrid. Juan Cruz, periodista de El País y director entre 1992 y 1998 de Alfaguara, más que papanatismo advirtió en esos años una “conspiración perversa” entre las editoriales y los medios. “Si resulta que los periódicos, que siempre estaban proclamando que había que publicar a los nuevos, cuando llegaban los nuevos los dejaban de lado porque no vendían, las editoriales decían: ‘Vamos a traer a los conocidos’. Era un círculo vicioso horrible. Hay que excitar al lector desde las editoriales y los medios” 

 El sector ve en Internet el gran mirlo blanco para estimular la circulación del libro. No hablan sólo de las plataformas de suscripción y el e-book,que, aunque tiene sus problemas —acceso a los terminales, piratería e IVA más elevado que el libro físico en España— en lengua española experimentó el pasado año un crecimiento global del 7%, tiene un coste menor de producción que el papel, un precio más asequible y hace posible el sueño de todo editor de que todos los títulos estén disponibles en cualquier momento en todas partes. Hablan de que la Red ha comenzado a cambiar la relación entre lectores, editores y escritores, y ha hecho, como dice Pilar Reyes, que ya no tenga que “estallar un éxito literario en Francia para que lleguen los ecos de esa información. El lector tiene ahora absoluto acceso a lo que se publica fuera de su país y tiene algo que decir”, observa. “Hoy ya no son solo el crítico o el suplemento literario quienes prescriben. Hay blogs que prescriben, hay un intercambio entre los lectores. Y, además, el editor puede analizar qué le interesa a ese lector. Y eso es importante. No olvidemos que la literatura es ofrecerle a la gente algo que no sabe que quiere y hacer que lo quiera”. 

Hubo un momento, en los sesenta, en que el editor Carlos Barral acertó en ofrecer a los lectores en español lo que no sabían que querían. Animado por el sueño de llegar a un público potencial de hoy 500 millones de personas y el bagaje de la amistad —fue América Latina quien abrió las puertas a editores e intelectuales españoles que huían de la Guerra Civil—, comenzó a publicar desde España a un puñado de autores de aquel continente y los puso a circular por toda la geografía del español con acuerdos con sellos locales. Con el Premio Seix Barral a Vargas Llosa por La ciudad y los perros en 1962 inauguró una nueva era en la que no solo abrió los ojos del lector hacia los autores del boom (García Márquez, Cortázar, Fuentes, Donoso…), sino también hacia sus predecesores. De repente, cuando aún resonaban los ecos de la revolución cubana, la literatura latinoamericana se puso de moda en España y dio el salto a la traducción. “En plena censura, el lector español volvió la mirada hacia América Latina porque había ciertos aires de libertad”, apunta Marisol Schulz, directora de la Feria del Libro de Guadalajara (FIL).

El momento político, en efecto, explica ese acercamiento. Pero tampoco puede obviarse que aquellos autores, muchos residentes en España, rompieron moldes en un momento en el que tampoco había demasiadas propuestas en la lengua. Ahora se produce mucho más y es más difícil hacer que un libro sea visible. “Y hoy, además, la literatura compite con muchas cosas. Pensar hoy que el paradigma es el boom es un error. Hay que juzgar estos tiempos dentro de lo que son, atomizados, dispersos”, afirma Pilar Reyes. Los tiempos han cambiado tanto que, aunque España sigue siendo la puerta de entrada a Europa, ya no se ve desde Latinoamérica como un lugar de consagración, según la periodista argentina Leila Guerriero. “El mercado latinoamericano ahora es importante para el escritor latinoamericano. Y si durante un tiempo algunos autores españoles fueron su referente, ahora beben de otras fuentes; la literatura norteamericana y la propia latinoamericana”. En el otro extremo está el lector que, a juicio de Ana Gallego, ha vivido un proceso paralelo de distanciamiento. “El autor español es poco valorado en Latinoamérica. Se ha quedado la imagen del escritor costumbrista. Por otra parte, el lector común español está poco o nada interesado en el autor latinoamericano actual, sigue pensando en la literatura latinoamericana bajo los estereotipos del boom: literatura exótica y de compromiso político. La cuota de lo exótico la están ocupando ahora los nórdicos o los asiáticos”.

El desapego comenzó con la muerte de Franco (1975), la apertura del país y el florecimiento de la literatura en la Península. Con Antonio Muñoz Molina, Almudena Grandes, Javier Marías, Soledad Puértolas, Luis Landero… España se concentró en lo propio. Y Latinoamérica bastante tenía con asumir su regresión política y los movimientos de la antigua metrópoli, que en un momento de poderío económico generó puntos literarios de consagración —¬premios, suplementos…— y comenzó a absorber sellos en el continente americano, alumbrando entre otros a Alfaguara Global, emblema del panhispanismo editorial. “Una de nuestras obsesiones era que los libros no viajaban en América Latina, y Alfaguara Global, impulsada por Isabel Polanco [de cuya muerte se cumplen ahora 10 años], hizo que al mismo tiempo un escritor chileno tuviera sus libros en México, Nicaragua, Colombia y Argentina”, explica Juan Cruz. Él fue quien recuperó, tras 25 años, e hizo trasatlántico el Premio Alfaguara, galardón que, como dice por experiencia el autor colombiano Juan Gabriel Vásquez —lo ganó en 2011—, “rompe todas las barreras de circulación de los libros”. “Poco a poco, otras editoriales fueron imitando nuestras políticas”, continúa Cruz. “Las cosas han cambiado a mejor y un factor decisivo ha sido la FIL”. 

Decía, pesimista, Ricardo Piglia que en la era del autor-performer, que se mueve de feria en premio y de premio en festival, “viajan los escritores, no viajan sus libros”. Pero la sensacional proliferación de espacios para el debate —que en opinión de Santiago Tobón, de Sexto Piso, es positiva, pero también el “síntoma de la imposibilidad de una oferta permanente”— ha servido para que “la ficción viaje a la zaga de sus autores y se quede en el territorio que visita”, como confirma Cristina Fuentes, directora internacional del Festival Hay. “Siempre nos parecerá poco”, subraya Ponsford, que pide políticas de estímulo a la lectura. “Siempre nos quejaremos porque queremos más, y eso está bien. Pero ese flujo crecerá en la medida en que crezcan nuestras economías, se consoliden los sectores editoriales locales y se abran más las fronteras”.

 Ahí es nada.




Cinco ejemplos de la hipocresía y deshonestidad

$
0
0
En la entrada de ayer, un artículo del diario El País, de Madrid, daba cuenta de la difícil circulación de libros entre España y Latinoamérica. Una serie de especialistas que son parte interesada  (entre los que se contaban el director general de Penguin Random House, la editora general de Alfaguara que es parte del mismo grupo editorial, un cortesano lleno de gracejo que fue ex director de Alfaguara, un profesor lleno de discursos ad hoc, etc.) daban su punto de vista y ofrecían sus diagnósticos, ocultando de esa manera que el problema central es su cortedad de miras y la rapacidad del mundo en el que viven. Por ello, a continuación, el Administrador de este blog ofrece algunos ejemplos que demuestran palmariamente la hipocresía de esta gente.

Buenos Aires, 2004

El grupo multinacional Planeta acaba de comprar Emecé de la Argentina. Un autor que firmó con la editorial local, de golpe y porrazo se encuentra en el catálogo de una fábrica de hacer chorizos, a la que sólo le interesa la facturación. Escribió su libro a lo largo de cuatro años, después de una larga investigación, pero a los seis meses de publicado, lo encuentra en la mesa de saldos de la librería Dickens. Consulta entonces su contrato y descubre que hay una cláusula que indica que, en caso de saldarse su libro, la editorial deberá ofrecérselo en primer lugar a él antes que liquidarlo en la mesa de una librería de saldos. Llama a la editorial y habla con la persona a cargo de estas cuestiones. Le dicen que no le avisaron nada porque el libro no está técnicamente saldado, sino que fue ofrecido a mitad de precio y, por lo tanto, no es una categoría que pueda equipararse al saldo. "Y, ¿cuánto me van a liquidar a mí?", pregunta interesado. "La mitad de los derechos de autor, claro", le informa la empleada. Furioso, recurre entonces a un abogado que se limita a llamar a Planeta, al cabo de lo cual, sin que medie negociación alguna, al autor se le liquida la totalidad de la edición al precio por el que había firmado su contrato. Sin embargo, hasta el día de hoy, la práctica del medio precio sigue vigente y cualquier puede comprar esos libros en la librería Dickens y en sus subsidiarias. El autor en cuestión recuerda la letra de ese tango que dice: "El que no llora no mama / y el que no mama es un gil". 

Guadalajara 2008

El escritor chileno Pedro Lemebel se presenta a sala llena en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. El público, que mayormente no lo conoce porque sus libros no llegan a México, delira y, terminada la presentación, corre al stand de Planeta, donde están los libros de Seix Barral, sello en el que publica Lemebel. Los vendedores dicen no conocer al autor y, al cabo de una búsqueda exhaustiva, alguien dice que sí, que Planeta de México tiene el catálogo de Seix Barral pero sólo de los libros que se publican en México y de los que se importan de España, pero no de Seix Barral de Chile. ¿Por qué? Porque, como nadie conoce al autor, para qué comprárselo a la filial colega y gastar en el flete. En ese momento, alguien propone visitar el stand de Chile en el sector internacional de la feria. Los dos afortunados que primero llegan se quedan con el par de ejemplares del último libro de Lemebel que, traídos por la Cámara del Libro de Chile, han sido subvencionados por el gobierno chileno en pie de igualdad con los libros de editoriales chilenas, aunque estos, publicados por Seix Barral, sean de una multinacional española. 

La situación de Lemebel es la misma de muchos otros autores que publican en los dos grupos multinacionales con sede en España. Bastaría, por caso, la iniciativa de un gerente editorial de esos que corren a llevarle la escupidera a los directores editoriales, quienes, dicho sea de paso, podrían dejar de invocar la autonomía de sus filiales latinoamericanas, que está ahí cuando les conviene y desaparece cuando se trata de inundar los mercados latinoamericanos de novedades españolas.

Barcelona 2013

La conversación entre amigos comienza en un bar y se continúa a lo largo del trayecto que va desde ese lugar a una de las librerías La Central porque, luego de haber intercambiado nombres de autores, ambos se deciden por regalarse mutuamente algunos de los libros mencionados. Ya en la librería, el español encuentra todo lo que busca, mientras que el argentino, no. Pregunta al vendedor. Éste busca en la computadora. Dice que no conoce a la editorial o dice que tal título lo tuvieron hace mucho, pero que desde hace ya unos años no ha sido vuelto a importar. La mitad de los títulos no importados fueron publicados por las filiales sudamericanas de multinacionales del libro español.

Santiago de Chile, 2015

Interesado en saber qué se publica en Chile, un turista argentino recorre librerías. Le llama la atención que la proporción de libros españoles exhibidos supere con creces la de los libros chilenos. Pregunta a los vendedores. Le contestan: "Es así, po". Inquisidor, pregunta más. Le dicen que el libro español, que es más caro, deja mayor margen de ganancia. Pregunta luego por libros argentinos, peruanos, colombianos o mexicanos. "Casi no hay", le dicen. Sin embargo, en una librería especialmente elegante, observa que los libros de Anagrama no son editados en España, sino en la Argentina. No obstante, su precio no es el argentino (cerca de la mitad del español), sino que se corresponde con lo que cuestan en España. Curioso, ante la deshonesta práctica del vendedor, le pregunta por qué. La respuesta es simple: "Porque es así, po". 

Buenos Aires 2017

Un autor, acaso deslumbrado por la promesa de fama internacional, está por firmar contrato con la filial argentina de Penguin Random House. El contrato dice que cede sus derechos en exclusividad a la editorial. Sin embargo, le preocupa saber si su libro va a circular por el resto del mundo de la lengua castellana. La respuesta es sencilla: si otras filiales lo quieren comprar, sí. Pregunta: ¿y qué pasa si otras filiales no lo compran? La respuesta vuelve a ser sencilla: entonces sólo circula en la Argentina. ¿Por qué entonces la cesión de derechos para todo el mundo? "Bueno, es una política de la casa", dice el editor.  



Las cuentas siguen sin cerrar o más o menos

$
0
0

Daniel Gigena publicó en La Nación, del 4 de abril pasado, este breve artículo que resume el informe estadístico de la Cámara Argentina del Libro para el período 2017.

En 2017, la industria del libro pasó
de terapia intensiva a intermedia

Desde 2001, la Cámara Argentina del Libro (CAL) publica un informe estadístico sobre el mercado editorial local a partir de los datos registrados por el ISBN, el "DNI" de cada libro que se publica y comercializa en suelo argentino. El informe anual incluye la cantidad de títulos y ejemplares registrados, los canales de distribución, las temáticas y los soportes de publicación, como también la producción de novedades y su primera tirada. Pocas semanas antes del inicio de la 44» Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, se conoció el informe de la producción de novedades durante 2017. El panorama que describen las cifras, sin dejar de ser preocupante, es menos dramático que el de 2016. La CAL informó que las editoriales y empresas asociadas notificaron que las ventas de libros suavizaron la caída, que en 2016 había alcanzado el 20%. En 2017, esa merma se ubicó entre el 5 y el 7%.

La producción de ejemplares, sin embargo, sigue cuesta abajo. De 84 millones de ejemplares que se producían en 2015, en 2016 pasaron a ser 63 millones y en 2017, a 51 millones. La caída acumulada de 2015 a 2017 alcanza el 35%. Eso significa que se produce apenas poco más de un libro por habitante en la Argentina. Si bien las novedades se mantienen estables desde 2013, con un total de 28.440 títulos, las tiradas se redujeron. "Pasaron de 5000 a 3000, de 3000 a 2000 y de 2000 a 1000 ejemplares en muchos casos", dijo a La Nación Diana Segovia, gerenta de la CAL. La tirada promedio sobre el total de los libros en papel supera apenas los dos mil ejemplares. Quizás por ese motivo se explica que un libro que vende diez mil ejemplares se convierta en un best seller. La proporción de libros en soporte digital respecto de libros en papel se mantiene constante desde 2012. En 2017 se registraron un total de 4861 libros electrónicos, un 17% sobre el total. En cuento a las temáticas, la literatura infantil y juvenil, la literatura para adultos, las ciencias sociales y los libros de texto encabezan el rankingde los títulos publicados por el Sector Editorial Comercial (SEC), con un 20%, un 19% y un 13%, respectivamente .

El centralismo es otra característica aún invariable del libro argentino. El 80% de la producción proviene de la ciudad de Buenos Aires: nueve de cada diez libros se producen en esta ciudad.

Un elefante que se llama Fondo de Cultura Económica

$
0
0

Felipe Poncees Licenciado en Letras por la Universidad de Guadalajara. Becario del IV Curso de Formación de Editores Iberoamericanos, auspiciado por la Universidad Complutense de Madrid y la Sociedad Iberoamericana de Amigos del Libro y la Edición (2004), es el director fundador de Ediciones Arlequín (1994) y editor de la Editorial Página Seis (2009). El siguiente texto fue publicado por El Diario NTR, en su edición del 9 de abril de este año. La referencia que hace a un artículo del Administrador de este blog está en la entrada “Sobre algunas políticas del F.C.E. de México”, correspondiente al 28 de febrero de 2018.

La silla es mía y no puedo sentarme

Solemos estar satisfechos con aquellas entidades que en apariencia hacen su trabajo bien y que además gozan de prestigio y reconocimiento. Nos acostumbramos a ellas, poco les cuestionamos o regateamos. Pasan los años y siguen allí, sus formas no cambian nada y esas instituciones (¡cómo se ha vuelto peyorativa esa palabra!) continúan con procesos inamovibles, formatos inaccesibles, métodos infalibles… Y todo es costumbre: una anomalía en el paisaje, porque es lo que hay.

Hace poco leí un texto de Jorge Fondebrider que me abrió los ojos acerca de un elefante blanco que tiene librerías. Es de mucha reputación y vive en casa. El elefante no tiene un dueño, es de todos, pero está amaestrado para jugar sólo con sus propios juguetes y con los de los vecinos ricos, que imponen a gran precio. Y los editores mexicanos en pequeño, que también tienen juguetes y que además son en parte dueños del elefante, están excluidos, y cuando se les da un pequeño permiso para mostrar sus juguetes es por poco tiempo y a regañadientes. El elefante caprichoso se llama Fondo de Cultura Económica (FCE).

¡Qué batalla para que los libros de las editoriales independientes estén en sus librerías! En Guadalajara es necesario organizar una presentación que obliga a generar un pedido y poder así vender al momento. De otro modo, los encargados siempre están en inventario o haciendo devoluciones y no pueden atender previas solicitudes.... Los libros que una vez entraron podrían permanecer meses sin encontrar su sitio o quedarse en almacén, y se acabó. En contraste, trasnacionales como Penguin Random House y Planeta son omnipresentes, con mesas y en novedades.

Las estanterías nos muestran con claridad la situación desventajosa donde dominan las reservaciones y los guetos. El primer orden es la reservación del propio FCE, que a mi parecer debería estar exhibido donde corresponda según sus temáticas, con los demás libros de todas las editoriales. El segundo orden es el de los guetos de las trasnacionales, que en parcelas de sus propios sellos editoriales ocupan mesas de tiempo indefinido. Y los editores nacionales independientes, con más de cien sellos y miles de títulos, no están allí ni en su mínima representación.

Para el FCE el emprendedor nacional vale menos que cualquier subproducto trasnacional.

Elvio Gandolfo comenta una novela de Michael McDowell publicada por La Bestia Equilátera

$
0
0

Además de ser un excelente escritor y un muy buen traductor, Elvio Gandolfo es un lector empedernido y sagaz. El 3 de diciembre del año pasado, publicó en el diario La Nación la siguiente reseña de Los elementales, del escritor estadounidense Michael McDowell (foto), que, con traducción de Teresa Arijón, publicó La Bestia Equilátera.



Otra joya secreta del terror

En el terreno de la lisa y llana fama pública, Michael McDowell es relativamente conocido como guionista de dos películas de Tim Burton: Beetlejuice (1987) y El extraño mundo de Jack (1993), películas que desplegaban un manejo muy personal del grotesco y el terror. Es a este último género que McDowell (1950–1999) dedicó sus mayores esfuerzos como narrador, dando a conocer tanto ediciones de bolsillo originales como guiones de series. Su interés iba más allá de la literatura: era famosa su colección de objetos y documentos relacionados con la muerte (fotografías, ataúdes, lápidas de los estadounidenses) en todas sus formas y épocas, un acopio que a menudo consultaban los historiadores
.
En alguna entrevista, McDowell declaró que los principales autores que lo formaron fueron Eudora Welty y H. P. Lovecraft. Ambos mundos (el sur norteamericano de la primera, los monstruos del segundo) se cruzan en Los elementales, novela de 1981 que está considerada su obra principal. La originalidad es notoria: lo macabro de la historia se va entregando de a poco, al mismo tiempo que se recupera y renueva la tradición de la casa embrujada.

La muerte de una matrona sureña, veterana y malvada, provoca ya en las primeras páginas un extraño –también chocante– rito familiar funerario. Después, el grupo de personajes se traslada a una zona donde se alzan, a la vista del golfo de México, tres mansiones góticas victorianas. Dos de ellas, al parecer, inofensivas y habitadas. La tercera, vacía y ominosa. La arena blanca es un elemento añadido, extraño por su particular comportamiento.

La personalidad de los distintos personajes se va afirmando con datos precisos y a la vez singulares. Si hubiera que elegir a quienes luchan con más vigor contra el Mal, podría nombrarse a India, una niña criada por un padre medio hippie, y Odessa, una criada negra conectada con el plano sobrenatural. Dos peligros del lugar común (la densidad asfixiante de las novelas de familias sureñas, aquí los McCray y los Savage, y los lugares comunes del terror) son apartados con buen pulso por McDowell. De hecho, la novela aprovecha a fondo tanto el clima natural extraño (cruce de playa y niebla fugaz, nada inglesa, con lugar vacacional y maldito), que mezcla el calor extremo y la lluvia intensa, como la composición pintoresca y variada del grupo de personajes. En ese sentido, los diversos protagonistas se recortan con la nitidez de naipes de tarot y alcanzan un matiz más delicado en la relación entre India y Luker, padre e hija, venidos ambos de la remota Nueva York.

Los elementos terroríficos, si bien cumplen con la cuota macabra de rigor, operan con un dinamismo similar. Paralelo al tema central se desarrolla otro eje, relacionado con una veterana alcohólica y su marido, político y manipulador, que aparece tardíamente en escena, pero que ya figuraba en los diálogos previos. Se lo veía como un personaje "moderno", y, por lo tanto, desde un punto de vista sureño, perverso.

India y Odessa construyen, por un lado, una típica pareja de luchadoras épicas contra el Mal. Los demás personajes de las dos familias, por otra, se van relacionando entre sí para establecer combinaciones dobles o triples, a veces cargadas por el pasado familiar, lejano o cercano. De todos modos, lo que importa para el lector es sobre todo la acción del presente. El estilo es ágil y pragmático, también sintético y sorpresivo con sus golpes de efecto, a puro susto o emoción.

Resulta casi imposible no ir imaginando, a medida que transcurren las páginas, el film que resultaría de filmarse la novela, y hasta la larga serie de actores que podrían encarnar a los personajes. Pero el ajuste final del círculo de terror, que da nombre al libro, hace olvidar todo lo que no sea la vorágine de movimientos angustiosos de las últimas páginas, que se ocupan de cerrar la mayoría de los hilos sueltos. Alguno, adrede, queda suelto.

Stephen King supo elogiar a McDowell: después de Los elementales dan ganas de conocer sus otras novelas.

A los 85 años, murió en Xalapa el gran escritor mexicano Sergio Pitol

$
0
0

En la edición de Página 12 del viernes 13 de abril, Silvia Friera dio cuenta de la muerte del escritor y traductor mexicano Sergio Pitol, ocurrida un día antes. Lo hizo en los siguientes términos.

Adiós al hombre que no supo nada de fronteras

Cada vez que escuchaba a Luciano Pavarotti en su casa en Xalapa, capital de Veracruz, sonreía. El más excéntrico y políglota de los escritores mexicanos, Sergio Pitol, murió a los 85 años por las complicaciones provocadas por la afasia progresiva que sufría desde 2009. No podía moverse ni hablar a causa de esta enfermedad neurodegenerativa que empezó horadando la producción verbal del autor de El arte de la fuga. Que no pudiera articular palabras es una de las ironías más atroces del destino del Premio Cervantes 2005. Esa sonrisa que esbozaba cuando oía al tenor italiano era su manera de expresar que estaba contento. Todas las tardes la ópera vibraba por las paredes de esa vivienda de la calle Pino Suárez. Hasta Homero y Lola, dos perros que Pitol sacó de un refugio, disfrutaban de esa epifanía musical. De vez en cuando le leían libros y le mostraban imágenes de su vida y de sus amigos, especialmente de Carlos Monsiváis.

Pitol –nacido en Puebla el 18 de marzo de 1933– perdió a su madre (ahogada en el río Atoyac) a los cuatro años. Al poco tiempo murieron su padre y su hermana, y estuvo enfermo de malaria de los seis a los doce años. Como no podía salir de su casa, la vida que pensaba que era real fue la de los libros. Su abuela, que lo cuidó y educó, era una lectora de tiempo completo. Pronto iniciaría un largo camino de la mano de Julio Verne, en cuyas historias había muchos huérfanos que van a buscar a sus padres o se pierden en el mundo. Después llegarían R. L. Stevenson, Mark Twain y Charles Dickens. De la lectura como “medicina” a la palabra escrita había apenas un par de pasos. Los dio en la adolescencia, cuando se animó a escribir. Los dos escritores que más le interesaban, que admiraba con devoción, eran Borges y William Faulkner. “Si me acercaba demasiado a Borges, sería un esclavo de ese lenguaje, una mera copia”, recordó en 2005 en una entrevista con Página 12. Leer, escribir y viajar formaban parte de un mismo núcleo vital. A los 20 años salió de México y en Caracas garabateó poemas. “Decir que eran deleznables sería elogiarlos”, admitía con esa ironía que cultivaba para huir de la solemnidad. Durante dos décadas publicó cuentos: Tiempo cercado (1959), No hay tal lugar (1967) y Del encuentro nupcial (1970).

Miembro del Servicio Exterior mexicano desde 1960, se desempeñó como agregado cultural en París, Varsovia, Budapest, Moscú –donde consolidó su afición por la literatura en general y por Antón Chéjov en particular– y Praga. También vivió en Roma, Pekín y Barcelona, donde entre 1969 y 1972 tradujo para varias editoriales, del chino, inglés, húngaro, italiano, polaco y ruso. Una de sus traducciones más reconocidas es El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad; también tradujo a Witold Gombrowicz (Cosmos, Transatlántico, Bakakai y Diario argentino), a Jerzy Andrejewski (Las puertas del paraíso), a Henry James (Las bostonianas, Una vuelta de tuercay Los papeles de Aspern), a Ronald Firbank (En torno a las excentricidades del cardenal Pirelli), a Chéjov (Un drama de caza) y a Vladimir Nabokov (La defensa), entre otros. Adicto a la invención de historias, acaso el más chejoviano de los narradores mexicanos, invitaba a sus amigos en los restaurantes a imaginar las vidas de comensales vecinos, y apelaba al juego, al dislate, una jubilosa ferocidad en la que ponía a prueba esos procedimientos narrativos que caracterizan su prosa, especialmente la intuición más radicalizada y la libertad para aventurarse a escribir distinto a la tradición en la que se habita. Jamás se sublevó ante la etiqueta de escritor “raro” o excéntrico. Esa rareza –la libertad de escribir diferente, casi de espaldas a eso que se podría llamar “sistema literario mexicano”– cristalizó en el hecho de que fue un narrador secreto o poco reconocido por sus pares mexicanos hasta mediados de los ‘80. Su prestigio empezó a crecer cuando ganó el Premio Herralde de novela en 1984 con El desfile del amor, “una comedia de enredos donde la parodia, lo esperpéntico y lo grotesco juegan un papel esencial”, definía Pitol a esta novela, la primera de Tríptico del Carnaval, que incluye Domar a la divina garza (1989) y La vida conyugal (1991).

“La parodia es un procedimiento literario que surge de mi personalidad, de mi modo de mirar el mundo”, explicaba. “Desde niño vivo, hablo y escribo la parodia. Thomas Mann decía que todas sus novelas eran paródicas. Cuando leía un trabajo académico sobre uno de sus libros o su presencia literaria, Mann sentía que ese lenguaje era serio y que estaba mutilado porque en todas sus novelas, hasta el Doctor Faustus, utilizó las formas paródicas. Para mí la parodia es el carnaval; son formas de mi organismo mental que ayudan a compensar y a equilibrar mis neuronas. La literatura paródica es vital en Latinoamérica, pero hubo épocas tan tenebrosas en nuestros países, las dictaduras militares, que hicieron casi imposible hacer algo cómico”. El arte pitoliano distorsiona lo que mira y desconfía de géneros literarios. Enrique Vila-Matas, que prologó Los mejores cuentos del mexicano, advierte que el estilo Pitol “consiste en contarlo todo pero no resolver el misterio”. 

El autor de Trilogía de la memoriaEl arte de la fuga (1996), El viaje(2001) y El mago de Viena (2005)– fue el gran alquimista que difuminó las fronteras entre realidad y ficción con ensayos que devienen relatos y novelas que se transforman en ensayos. Entre sus premios destacan el Xavier Villaurrutia (1981) por Nocturno de Bujara–reeditado por Anagrama, la editorial que publicó toda su obra–, el Juan Rulfo (1999), el Cervantes (2005) y el Alfonso Reyes (2015). Pitol era un enamorado de las literaturas periféricas. “Las modas literarias, las supereditoriales, las grandes metrópolis aniquilan cualquier posibilidad creadora”, advertía. “Mi formación está situada en culturas periféricas. Vivir en un enclave lingüístico donde la vida cotidiana transcurre en medio de tres o cuatro lenguas es apasionante y enriquecedor. Algunos de los logros literarios de este siglo surgen de esta vibración que se establece entre una cultura lejana y la metrópoli: Irlanda, Austria, Polonia... O los escritores rusos del XIX: ellos también son literatura periférica.”

“Tengo como orgullo y privilegio el que mi vida se haya cruzado, al menos por un día, con la obra de Pitol: fui miembro del jurado que le otorgó el Premio Cervantes una luminosa mañana de diciembre”, recuerda Rodrigo Fresán. “Salí de allí muy contento y entré en internet (ese aleph inequívocamente pitoliano) para ver qué se decía sobre el flamante ganador. Los comentarios eran unánimes en su alegría y, por ahí, flotando en el ámbar de la electricidad, reparé en una frase de Pitol: ‘La inspiración es el fruto más delicado de la memoria’. De ser esto cierto –y creo que sí lo es– entonces Pitol es uno de los frutos más delicados de la inspiración.”


Primeras repercusiones de la muerte de Sergio Pitol en la prensa hispanoamericana

$
0
0

El 12 de abril pasado, El Universal, de México, con el título “Juan Villoro se despide de su maestro Sergio Pitol, publicó las siguientes reflexiones:

“Sergio Pitol fue una gente extraordinariamente alegre, se enfrentó al sufrimiento y a los dolores de la vida con una alegría rebelde y desafiante”, asegura Juan Villoro de su amigo y maestro de la vida y las letras. “Una de las cosas más importantes en la literatura de Pitol es esa pasión carnavalesca por la vida y creo que debemos recordarlo así, no en clave dramática sino en la clave festiva que siempre quiso impregnarle a sus libros”.
Villoro lo conoció a Pitol a los veinte años y desde el principio, dice, lo trató como si fueran cómplices del mismo oficio y hubieran vivido muchas cosas juntos. “Se convirtió en un maestro vital para mí no solamente como escritor sino con esa actitud poco frecuente entre los artistas y los escritores de entender que la alegría y la dicha son formas de la rebeldía, de la disidencia. Fue una persona llena de sentido del humor, con gran gusto por los viajes, por los animales, la música, la comida, una persona extraordinariamente vital.”
Juan vio a Sergio por última vez en noviembre del año pasado. Lo visitó en su casa de Xalapa, donde hoy falleció a los 85 años. “Lo encontré escuchando música y pude estar otra vez ante su sonrisa. No hablaba, pero todavía se comunicaba con el signo que definió su vida, que fue la alegría y su actitud sonriente y desafiante incluso en los momentos más difíciles.”

***

Por su parte, en El País, de Madrid, del mismo día, luego de la semblanza de rigor, hay un recuadro que, con el título “Una despedida discreta”, comenta las primeras repercusiones de la muerte de Pitol:

México se ha despedido discretamente de uno de sus tesoros literarios mejor guardados. Sergio Pitol, fallecido la mañana del jueves en su casa de Xalapa, Veracruz, ha sido despedido principalmente por profesionales de las letras y las autoridades culturales mexicanas. “Celebramos su vida y legado literario, en el cual aportó a las letras universales una obra narrativa original, traducciones y ensayos que perdurarán a través de los años”, se lamentó la secretaria mexicana de Cultura, María Cristina García Cepeda. La ministra dijo que convocará a instituciones, amigos y familiares a un homenaje nacional al escritor.

Pitol ha sido saludado a su partida una última vez por escritores e intelectuales mexicanos de diversas generaciones. El historiador, editor y ensayista Enrique Krauze dijo que Pitol fue “siempre apreciado y respetado”. Jorge Volpi, el más reciente recipiente del Premio Alfaguara de novela, lo calificó como “uno de los mayores escritores de nuestra lengua” y recomendó dos obras “perfectas”, El desfile del amor y El arte de la fuga.

Valeria Luiselli, de 34 años, aprovechó el fallecimiento para recordar a la extinta triada de cronistas que parodiaron las contradicciones de la sociedad mexicana: José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y elpropio Pitol. “Ya andan de pachanga (fiesta) otra vez. Gracias por iluminar partes oscuras de nuestras almas, por hacernos reír de nosotros mismos y por recordarnos siempre que la libertad de pensamiento no es canjeable por nada”, escribió en Twitter la autora de Los ingrávidos.

Los políticos también dijeron adiós al Premio Cervantes 2005. En medio de la campaña electoral rumbo a las presidenciales del 1 de julio, los principales candidatos presidenciales dedicaron unas palabras al autor de El mago de Viena. “Lamento el fallecimiento de Sergio Pitol, siempre solidario con nosotros como Fernando del Paso y Elenita Poniatowska, los tres grandes escritores y ciudadanos de buenos sentimientos”, dijo Andrés Manuel López Obrador, el puntero de las encuestas. El candidato de Por México al Frente, Ricardo Anaya, destacó la “extraordinaria inteligencia y humor” de Pitol. Aurelio Nuño, el jefe de campaña del candidato del PRI, José Antonio Meade, destacó el carácter de viajero infatigable que deja a los mexicanos “obras maravillosas”. Todo un legado que el gran público aún está por descubrir.


***


En Córdoba al día del 13 de abril y con el título “Sergio Pitol reúne en su muerte a los contrarios”, el periodista Álvaro Belín Andrade resume las repercusiones “políticas” de la muerte de Pitol en los siguientes términos:


Aunque ninguno de ellos debió haber leído alguno de sus libros, tres candidatos presidenciales expresaron su pesar por la partida de Sergio Pitol, escritor veracruzano (nacido accidentalmente en Puebla) quien este jueves por la mañana abandonó Xalapa, la ciudad donde decidió amarrar su nave, luego de recorrer intensamente el mundo y haber residido en París, Varsovia, Budapest, Moscú y Praga (donde fue agregado cultural de México), y de Roma, Pekín y Barcelona, además de la Ciudad de México.

El candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, por el que Pitol tenía una clara afinidad política, escribió en su cuenta de Twitter: “Lamento el fallecimiento de Sergio Pitol, siempre solidario con nosotros como Fernando del Paso y Elenita Poniatowska; los tres, grandes escritores y ciudadanos de buenos sentimientos y dimensión social”.

Por su parte, José Antonio Meade, candidato del PRI a la Presidencia, también se refirió a este hecho en su cuenta en Twitter: “Lamento la muy sensible pérdida del Maestro Sergio Pitol, hombre y escritor profundo, de espléndida narrativa e impecables traducciones. Las letras y la comunidad cultural están de luto. El país lo está”.

Ricardo Anaya, candidato presidencial del PAN, también usó esa red social para manifestar su pesar por la muerte del autor de novelas, cuentos y ensayos, y aunque algunos internautas comentaron que seguramente nunca lo había leído, escribió: “Lamento el fallecimiento de Sergio Pitol, uno de los grandes narradores de nuestro país, escritor de extraordinaria inteligencia y humor. Envío mis condolencias y solidaridad a sus familiares y amigos”.

El presidente Enrique Peña Nietoescribió en su cuenta: “Sergio Pitol aportó talento, imaginación y creatividad a México. Su obra forma parte del gran legado cultural que nuestro país comparte con el mundo. Mi más sentido pésame a su familia y a la comunidad cultural. Descanse en paz”.

Hasta la tarde de este jueves, la candidata independiente Margarita Zavala, muy ocupada en preparar una transmisión por Twitter, que ocurriría a partir de las siete de la noche, no había comentado nada al respecto de Pitol. Tampoco, por supuesto, el candidato independiente, renacido por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Jaime Rodríguez, El Bronco, quien no ha establecido nunca sus coordenadas en materia cultural.

La comunidad cultural lo despidió
La secretaria de Cultura del gobierno federal María Cristina García Cepeda, escribió en su cuenta en Twitter: “Lamentamos la partida de Sergio Pitol. Celebramos su vida y su legado literario, en el cual aportó a las letras universales una obra narrativa original, traducciones y ensayos que perdurarán a través de los años. Mis condolencias a sus familiares, amigos y a la comunidad cultural”.

La Universidad Nacional Autónoma de México, en su cuenta oficial en Twitter, publicó: “¡Hasta siempre Sergio Pitol! La UNAM lamenta el fallecimiento del gran escritor, egresado de la #UNAM y ganador del Premio Cervantes en 2005”. Concluye su mensaje con una liga al perfil del escritor, del que menciona sus libros de cuentos: Infierno de todos (1964), Los climas (1966), No hay tal lugar (1967), Cementerio de tordos (1982) y Vals de Mefisto(1989); sus novelas El tañido de una flauta (1982), Juegos florales(1982), El desfile del amor (1984), Domar a la divina garza (1988) y La vida conyugal (1991), y sus libros de ensayos, en que destacan El arte de la fuga (1996), Pasión por la trama(1998) y Soñar la realidad (1998).

También hace referencia a los autores que fueron traducidos magistralmente por Pitol (Joseph Conrad, Henry James o Witold Gombrowicz) y las distinciones que le fueron entregadas, como el Gran Premio de la Asociación de Cultura Europea de Polonia (1998), el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1999) y el Premio de Literatura y Lengua Castellana Miguel de Cervantes (2005).

La Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM le dedicó un hermoso mensaje: “Despedimos con tristeza a aquel que nos deja una prosa de fuego, de agua, de Ícaros: Sergio Pitol”, en un tuit en que anexó el Material de Lectura dedicado a su prosa, con los breves textos narrativos “Semejante a los dioses”, “Ícaro” y “Mephisto-Waltzer”, con el prólogo “El asedio del fuego” de Juan Villoro, gran amigo del escritor laureado con el Premio Cervantes en 2005.

La UNAM, por cierto, ha anunciado que rendirá un homenaje póstumo al escritor, que se realizará en la que fue su casa, la Facultad de Filosofía y Letras. Pitol fue un distinguido universitario, egresado de la UNAM, profesor de literatura eslava en la Facultad de Filosofía y Letras y coordinador de Extensión Universitaria.

También planea un homenaje el Instituto Nacional de Bellas Artes, donde ya se había planeado un acto para el 6 de junio, junto con la Universidad Veracruzana y la familia de Pitol, por sus 85 años. Ahora, el INBA evalúa con la familia si se mantiene esa fecha o se adelanta.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) publicó: “Sergio Pitol fue un destacado escritor y ensayista del siglo XX y un espléndido representante de la literatura mexicana. Descanse en paz”.

La UNESCO expresó: “Hoy ha fallecido el escritor mexicano Sergio Pitol, uno de los más grandes autores de la literatura latinoamericana. Buen vieja, maestro, gracias por sus libros”. El Hay Festival España escribió: “Lamentamos profundamente la muerte de un amigo como Sergio Pitol. Descanse en paz, maestro”.

La Editorial Almadía lo despidió con el siguiente texto: “Hoy emprende su viaje que escribirá con Monsiváis y Pacheco. Uno de cavilaciones y aventuras. Uno que haría Sergio Pitol. “Soy hijo de todo lo visto y lo soñado, de lo que amo y aborrezco, pero aún más ampliamente de la lectura”. Almadía lamenta el fallecimiento de nuestro maestro”.

El escritor veracruzano José Homeroescribió en su cuenta de Twitter: “Sergio Pitol fue un ser humano extraordinario, un escritor de excepción y un amigo sin par. Lamento mucho la noticia de su muerte y me abruma la tristeza. Nos queda sin embargo el don de su conversación, de su talento y de su inagotable sabiduría a través de sus libros. D.e.p.”.

Los políticos locales y Sergio Pitol
En el ámbito local, hasta la tarde del jueves, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares tenía congelada su cuenta de Twitter en la conferencia de prensa del miércoles, donde se refirió a los bienes incautados por la PGR a Javier Duarte y entregados a su gobierno.

El candidato del PRI al Gobierno de Veracruz, José Francisco Yunes Zorrilla, escribió desde la mañana: “Muy lamentable noticia el fallecimiento de un excelente escritor, traductor, diplomático, y ganador del Premio Cervantes, Sergio Pitol Demeneghi. Descanse en paz mi estimado amigo”. Por su parte, el dirigente estatal del PRI, Américo Zúñiga, escribió: “Nos despedimos hoy de un hombre universal, escritor prolífico, siempre cercano y querido para Veracruz. Hasta siempre maestro. Descanse en paz Sergio Pitol”.

Sara Ladrón de Guevara, rectora de la Universidad Veracruzana, donde Sergio Pitol fue docente e investigador, escribió un largo mensaje: “Con profundo pesar me entero del fallecimiento del maestro Sergio Pitol, el más distinguido integrante de nuestro claustro académico. Los integrantes de la comunidad UV nos encontramos de luto. Descanse en paz”.

El Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) publicó en Twitter: “El IVEC lamenta profundamente el sensible fallecimiento del literato Sergio Pitol (1933-2018). Enviamos sinceras condolencias y pronto resignación a sus familiares. Una gran pérdida del campo literario. QDEP”.

El Ayuntamiento de Xalapa publicó: “Hoy despedimos a un gran escritor, pieza clave de la literatura latinoamericana del siglo XX. Descanse en paz Sergio Pitol”.

La Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas (CEAPP) también se manifestó este jueves: “Lamenta CEAPP y se une a la pena que embarga a la familia del escritor Sergio Pitol Demeneghi, Premio Cervantes 2005, quien falleció este jueves, a los 85 años de edad”.

También lo hizo el Grupo Legislativo del PAN en el Congreso local: “Las diputadas y diputados del Grupo Legislativo del PAN, nos unimos a la pena por el fallecimiento de Sergio Pitol, hombre que aportó su talento y visión del mundo a la literatura y cultura mexicana. Descanse en paz”.

El SPET se despierta en abril con Patricia Willson

$
0
0
Griselda Mársico y Uwe Schoor, han hecho llegar al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires la siguiente información:

En el primer encuentro del año, que tendrá lugar el Miércoles 25 de abril a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515), tendremos el placer de entrevistar a Patricia Willson, fundadora del SPET. La actividad tiene por título “’... pero sí sé que se reflexiona más’. Cambios en los Estudios de Traducción entre las dos ediciones de La Constelación del Sur (2004, 2017)”
  
Patricia Willson es doctora en letras por la UBA y traductora por el IES en Lenguas Vivas “Juan R. Fernández”. Es autora de La constelación del Sur. Traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX (Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2017, 2ª ed.) y coeditora con Andrea Pagni y Gertrudis Payàs de Traductores y traducciones en la historia cultural de América Latina (México, UNAM, 2011). Ha traducido, entre otros autores, a Roland Barthes, Paul Ricœur, Gustave Flaubert, Jean-Paul Sartre, Richard Rorty, Mary Shelley, Mark Twain, H.P. Lovecraft, Jack London. Fue docente del IES en Lenguas Vivas y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y profesora-investigadora en El Colegio de México. Actualmente enseña en la Universidad de Liège, Bélgica. Es miembro fundador de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Traducción e Interpretación (ALAETI) y de la Asociación Internacional de Estudios de Traducción e Interculturales (IATIS).


"Ha llegado la hora aciaga de un cambio de estilo"

$
0
0

Decir que Rafael Spregelburd(actor de teatro y de cine, director teatral, escritor y traductor) es un tipo de genio es no decir nada. O mejor, es apenas una formulación que necesita algún respaldo. Para demostrarlo, sin embargo, bastaría con leer la columna que publicó el pasado 13 de abril en el diario Perfil, de Buenos Aires, donde plantea algo así como la pantomima de diálogo entre el juez Sérgio Moro, apenas un accesorio del establishmentbrasileño, y el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, nuevamente candidato a la presidencia de su país, con el objeto de encarcelar a este último e impedirle participar en las próximas elecciones. Cabe entonces preguntarse no sólo a qué lengua se traduce –como solemos hacer en este blog–, sino también cómo, cuándo y por qué. En este caso, para dar testimonio de una infamia.

Negociaciones conversacionales

Harold Pinter se adelantó medio siglo a esto que hoy es vox pópuli: el lenguaje es poder. Quien pregunta no tiene el mismo estatuto que quien responde, quien obedece una orden no goza de las mismas posibilidades que quien las da, etcétera. Pero extraña y afortunadamente quien da una orden imposible (como decirle “Siéntese” a alguien que ya está sentado) no siempre tendrá éxito, ni quien pretende arribar a una verdad lo logrará solo por su autoridad.

El diálogo del juez Sérgio Moro para encarcelar a Lula da Silva se me torna más pintoresco que real. Es más, dudo que sea real, pero creo inspirador replicar por escrito esta versión muy difundida:
“–¿El departamento es suyo?
–No.
–¿Seguro?
–Seguro.
 –¿Entonces no es suyo?
–No.
–¿Ni un poquito?
–No.
–¿O sea que usted niega que sea suyo?
–Lo niego.
–¿Y cuándo lo compró?
–Nunca.
–¿Y cuánto le costó?
–Nada.
–¿Y desde cuándo lo tiene?
–Desde nunca.
–¿O sea que no es suyo?
–No.
–¿Está seguro?
–Lo estoy.
–Y, dígame: ¿por qué eligió ese departamento y no otro?
–No lo elegí.
–¿Lo eligió su mujer?
–No.
–¿Quién lo eligió?
–Nadie.
–¿Y entonces por qué lo compró?
–No lo compré. 
–Se lo regalaron...
–No.
–¿Y cómo lo consiguió?
–No es mío.
–¿Niega que sea suyo?
–Ya se lo dije.
–Responda la pregunta.
–Ya la respondí.
–¿Lo niega?
–Lo niego.
–O sea que no es suyo. (...)
–Señor juez, ¿usted tiene alguna prueba de que el departamento sea mío, que yo haya vivido ahí, que haya pasado ahí alguna noche, que mi familia se haya mudado; o tiene algún contrato, una firma mía, un recibo, una transferencia bancaria, algo?
–No, por eso le pregunto.
–Ya le respondí”.

El Brasil no solo se hunde en la negrura sino que además inaugura una instancia preocupante: si la política regional siguió siempre el sucundún del realismo mágico, nos ha llegado la hora aciaga de un cambio de estilo hacia el “teatro de amenaza”, un mote con el cual los detractores de Pinter pretendían minimizar la potencia –la verdad– de su obra.

Uno de los libros más importantes del año en traducción mexicana

$
0
0
Jean Starobinski (Ginebra, Suiza, 1920) es un historiador de las ideas y un crítico literario poseedor de una merecida fama internacional. De su vastísima obra, importa destacar acá que fue uno de los iniciadores en la segunda mitad del siglo XX de los estudios médico-culturales sobre la melancolía, que sólo concluyó en 2012. A este respecto, su trabajo sobre este tema específico fue dado a conocer a través de diversas obras; entre otras, Histoire du traitement de la mélancolie, des origines à 1900 (Basilea, Geigy, 1960), La mélancolie au miroir. Trois lectures de Baudelaire (París, Julliard, 1989), y L'encre de la mélancolie, (París, Seuil, 2012). Esta última obra, publicada como La tinta de la melancolía, fue traducida por el editor y traductor mexicano Alejandro Merlin (Durango, 1988) y revisada por traductor y revisor Fausto José Trejo, para su publicación en el Fondo de Cultura Económica, de México, en 2017, y sólo recientemente acaba de ser distribuida en Argentina, Chile y Uruguay. Se trata, a no dudarlo, de un trabajo mayor de uno de los mayores críticos que nos legó el siglo XX y probablemente sea uno de los más importantes libros que circulen en Latinoamérica este año.

Jean Starobinski
Según señala la gacetilla de prensa, “Este libro recopila medio siglo de investigaciones producidas por Jean Starobinski relacionadas con el tema de la melancolía, desde su aspecto clínico y su evolución histórica hasta su relación con la literatura. Comenzando con su tesis sobre la historia del tratamiento de la enfermedad, presentada en 1959 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lausana, La tinta de la melancolía es una oportunidad para conocer los matices de esta enfermedad, ese estado de ánimo que acompaña al ser humano en lo que se conocen como las letras negras y los nidos del sentido, y que ha captado la atención de médicos, escritores, pintores, filósofos y psicólogos desde la Antigüedad hasta nuestra época.” Y luego, describiendo el contenido: “El médico, crítico y escritor Jean Starobinski rastrea los orígenes del tratamiento clínico de la melancolía y examina el concepto en cada una de sus mutaciones: enfermedad, esencia creativa o explosión del ingenio pesimista. Su análisis abarca los trabajos de Robert Burton y Søren Kierkegaard, el diagnóstico de la crisis que sufría Van Gogh, el spleen de Baudelaire y el relato de la destrucción de Troya, entre otros temas, conjuntando los trabajos que por medio siglo le ha dedicado a esta dolencia, materia de reflexión para médicos, artistas y filósofos”.

Jesús Anaya Rosique: las armas por los libros

$
0
0
“‘Soy un francotirador. No tengo compromiso con nadie’, ratifica a sus casi 72 años el editor, traductor y catedrático Jesús Anaya Rosique, quien gracias a su pasión por los libros logró pasar de la clandestinidad de la lucha armada y el exilio a la investigación y a la academia”, dice la bajada de la nota publicada por Virginia Bautista, el 11 de febrero pasado, en el diario mexicano Excelsior.

Jesús Anaya Rosique: “Soy un francotirador”

Soy un francotirador. No tengo compromiso con nadie”, ratifica a sus casi 72 años el editor, traductor y catedrático Jesús Anaya Rosique, quien gracias a su pasión por los libros logró pasar de la clandestinidad de la lucha armada y el exilio a la investigación y a la academia.

La letra impresa, en libros, periódicos o revistas, ha sido el caldo de cultivo en el que ha navegado este ensayista desde hace más de 50 años y la industria editorial —desde diversos frentes: corrector, investigador, vendedor y editor— ha sido su casa.

“Así que lo que digo está fundamentado. Esta es una industria que no ha madurado, que sigue teniendo una serie de debilidades y de cuestiones que le impiden ser el sector editorial más importante en lengua española”, afirma en entrevista con Excélsior.

Quien ha trabajado en editoriales de México, Italia y España, entre ellas los grupos Feltrinelli y Planeta, lamenta que el país haya perdido el liderazgo que tenía en este sector durante los años 50 y 60 de la centuria pasada.

No hubo un impulso del gobierno mexicano, sobre todo para la exportación. Hubo decisiones de política económica que no midieron cómo apoyar el desarrollo de la industria editorial. Y, luego, en 1976, España regresa a la democracia, se integra a Europa, mejora sus condiciones de vida y en poco tiempo nos quitó la primacía”, explica.

En su casa de la colonia Toriello Guerra, al sur de la capital mexicana, donde nació el 5 de abril de 1946, Jesús Anaya evoca las dos pasiones que lo han guiado: la búsqueda de la justicia y de la cultura, a las que sucumbió sin límites y experimentó de manera intensa.

Colaborador de la sección internacional del periódico El Día en 1964 y después corrector en los recién nacidos sellos Era y Siglo XXI, al actual profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México le cambió la vida la lucha de los jóvenes contra la censura del gobierno mexicano que comenzó en 1966, cuando tenía 20 años y estudiaba Filosofía de la UNAM.

Tras la matanza estudiantil de Tlatelolco en 1968 se integró a “un grupo subterráneo paralelo a este movimiento que se preparaba para la lucha armada”, y abandonó el país.

Antes de reencontrarse en 1975 con el mundo editorial en Italia, el ensayista secuestró un avión en 1969, estuvo en Cuba en campos de trabajo, vivió unos meses en las montañas de Venezuela, regresó a México y fue apresado en 1972 y encarcelado 18 meses en Lecumberri, hasta que obtuvo una libertad negociada.

He sido testigo y partícipe no sólo del desarrollo de la industria editorial mexicana, sino del cambio político más importante del país”, dice quien regresó a México en 1982, tras siete años de exilio en Italia, amparado por la amnistía que ofreció el gobierno en 1979.

Y, desde hace 35 años, se ha entregado de llenó al mundo editorial, tanto como editor de publicaciones como formador de nuevas generaciones de editores y libreros, y confeccionador de cursos y talleres para capacitar al personal del gremio.

El fundador de la primera Maestría en Edición de Latinoamérica, que se impartió en la Universidad de Guadalajara de 1991 a 1997, se niega a creer que México no logre retomar el liderazgo de la industria editorial en español.

El mercado real es América Latina. Cuatro de cada cinco hispanoparlantes está aquí. El obstáculo mayor es el acceso a los libros. Tenemos sólo unas mil librerías, contra las tres mil de España. Y nosotros tenemos el triple de población”, sentencia.

Piensa que el crecimiento de las editoriales independientes y el apoyo del Estado para que se abran diversas “librerías de barrio”, que tengan una mayor interacción con su entorno, podría allanar el camino para que la industria editorial del país retome el liderazgo que tenía.

Y, con la idea de precisamente formar cuadros de profesionistas que generen nuevos proyectos editoriales, Anaya trabaja con el equipo que está detrás del Centro de Innovación y Formación Profesional para la Industria Editorial, que acaba de presentar la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana en la FIL Guadalajara, donde se ofrecerán diversos talleres, cursos y diplomados.

CLANDESTINIDAD
Jesús Anaya está convencido de que “un editor tiene que haber pasado todas las fases para entender cada uno de los trabajos”. Y cree que todo lo que ha vivido le sirvió para su formación, empezando por su trabajo en El Día en octubre de 1964, cuando el escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja (1931-2015) editaba la sección internacional.

Luego de ocho meses, la inestabilidad laboral de El Día lo llevó a trabajar a la Casa del Lago, donde presentaba películas. “En eso me tocó la huelga de 1966 en la UNAM. Vivimos tres meses en la facultad. Era una huelga que no se entendía desde afuera. Pero en realidad fue la que permitió la organización y fortaleció la presencia de la izquierda universitaria”.

Quien fue director editorial del Grupo Planeta en México (de 1997 a 2006) agrega que, de hecho, 1966 fue el ensayo de lo que sería 1968. “En 68 logramos algo muy importante: que se perdiera la rivalidad entre el área técnica o científica y la izquierda, y además se diera la unidad con el Politécnico. El Consejo Nacional de Huelga era representativo de todos los estudiantes”.

En el verano de 1968, narra, se fundó la Agencia Mexicana de Noticias (Amex), a donde entró a trabajar. “Lo de Tlatelolco, por un problema de salud llegué tarde a la plaza y no pude entrar y eso me salvó, me afectó tanto que le dije al director de la Amex, don Paco F. Álvarez, que quería irme de México. En ese momento se estaban armando las corresponsalías en el extranjero. Me dijo que sólo le quedaban Paraguay y Ecuador. Y escogí Ecuador, donde tenía amigos”.

Cuenta que estuvo trabajando unos meses en el país sudamericano hasta que, reflexionando sobre lo que había pasado con los estudiantes en Tlatelolco, decidió quemar sus naves. “Y, entonces, me llevé un avión peruano, que venía de Montevideo con una excursión de estudiantes, en un programa de la Alianza para el Progreso, y me lo llevé a La Habana. Lo desvié antes de llegar a Miami. Y, claro, con ese acto ilegal pasé a la clandestinidad en enero de 1969.

Llevaba una pistola desarmada en la funda de una grabadora, y un cuchillo. Y resulta que en el vuelo iban todos estos muchachos que siempre estaban en el baño, así que no podía armar mi pistola. Hasta que al final ya salió todo. En Cuba me tuvieron tres semanas internado en una casa, con un guardia que cambiaban cada 24 horas. Me dijeron que estaban analizando mi situación”, añade.

Anaya advierte que en Cuba sí sabían quién era. “Yo había hecho dos años antes la revista Hora Cero, una de las primeras publicaciones sobre lucha armada. La portada del número uno la hizo Vicente Rojo, la segunda Rius. Y el último número se quedó encerrado en una cajuela de auto el 26 de julio, cerca de la Alameda, porque llegó la policía. En 1967 había sido invitado a la Conferencia Latinoamericana de Solidaridad en La Habana. Y en 1968 yo estaba en contacto con el grupo de Genaro Vázquez y otras personas que con el tiempo dieron origen a varios grupos”, especifica.

En ese momento, aclara el autor del ensayo Editar en la universidad. Paradojas y retos, la relación de Cuba con México había llegado a su nivel más bajo, con Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.

“Los cubanos decidieron no comprometerse, no reprimir ese caso. Me dejaron salir a París, vía Praga, esperando que la Interpol me regresara a México. Pero era febrero de 1969 y en Europa no estaban interesados en un mexicano. Así que de ahí me fui a Medio Oriente, a un campamento en Jordania, ayudado por mis amigos periodistas”, señala.

Yo estaba dispuesto a hacer mi peregrinación hacia la lucha armada, buscar instrucción militar. Luego pasé varios meses en la montaña en Venezuela y regresé a México en 1971, de manera clandestina”, indica.

En enero de 1972, la policía lo detuvo. “Estuve desaparecido durante tres semanas, en el Campo Militar número 1, en un lugar donde normalmente se da el tratamiento especial del pocito. Y luego me aparecieron en Lecumberri, donde estuve 18 meses preso, entre 1972 y 1973”.

Entonces, prosigue, “compañeros del Frente Revolucionario Armado del Pueblo, de Guadalajara, secuestraron al cónsul estadunidense en la capital jalisciense y a cambio de soltarlo pidieron la libertad de 30 presos políticos. Me tocó ir en ese contingente. El canje se dio el 6 de mayo de 1973. Por lo tanto, ni modo, valgo la treintésima parte de un cónsul gringo. El único error fue que aceptaron que nos llevaran otra vez a Cuba”.

Recuerda que el gobierno cubano los declaró “huéspedes incómodos”. “Hicimos una gira por la isla, para que ellos vieran cómo era cada uno de los 30 y nos pidieron que dijéramos que éramos estudiantes, no guerrilleros. Solicitamos que nos dejaran salir, que nos dieran documentos o que nos permitieran trabajar. Se negaron. Nos mandaron a un campo de trabajo, a limpiar la caca de las vacas. Desde mayo de 1973 hasta octubre de 1975, que logramos salir algunos, fue una situación muy difícil. Este año llegó un embajador mexicano a Cuba, don Edmundo Flores, a preparar un viaje del presidente Echeverría. Nos juntó a los 50 que estábamos ahí de tres viajes y dijo que nos ayudaría. Nos ofrecieron pasaporte limitado de un año a países de Europa Oriental. Muchos no aceptaron, pero unos 13 sí quisimos irnos. Yo acepté el pasaporte a Bulgaria y saqué una visa para Budapest, a espaldas de los cubanos. Con esa visa logré ir a Viena y me seguí a Italia, donde había ido en 1970 y tenía una red de amigos de la izquierda extraparlamentaria”, explica.

VUELTA A LOS LIBROS
El profesor de la maestría en Diseño y Producción Editorial de la UAM Xochimilco relata que ya en Italia trabajó en lo que sabía. “Llegué a Milán y me contacté con la editorial Feltrinelli, donde estuve casi 10 años. Sabía poco italiano, pero hice un gran esfuerzo y me gané el reconocimiento. El consejo de la empresa le pidió a los directivos que buscaran cómo podía estar yo legal en el país. Y a la larga conseguí la residencia legal, pero casi de manera paralela a la amnistía en México. Trabajé muy bien. Me hice cargo de una colección. Pero en 1982 hubo un recorte y me tocó. Me regresé a México, pues quería estar con mi familia”.

Antes, tras la amnistía del 79, Anaya convenció a los editores de Feltrinelli de llevar sus libros a la Feria del Libro del Palacio de Minería. “Me traje los títulos de izquierda en italiano, todo se vendió, era un momento especial. Y no sólo vendí todo, sino que me llevé pedidos. Regresé al año siguiente”.

Ya establecido en México, hizo ediciones para la Secretaría de Trabajo, cuando Porfirio Muñoz Ledo era el titular. “Tenía reticencia, porque no quería ningún tipo de relación con el Estado. Pero era una oportunidad. Hicimos un programa de humanidades. Tirajes grandes. Publicamos unos 10 títulos y luego, con el cambio de sexenio y la crisis, se acabó el proyecto”.

Después trabajó de forma independiente, fundó una revista en el ITAM, dirigió los Talleres Gráficos de Tabasco, con Enrique González Pedrero como gobernador, impartió diversos seminarios, hizo el Boletín de Editores en la Caniem y fundó la Maestría en Edición en Guadalajara.

Quien ha impartido cursos de formación profesional para editores y libreros en México, Chile, Argentina, Colombia y Guatemala consolidó su carrera como editor hace 21 años, cuando se convirtió en director editorial de Planeta en México.

La última década, confiesa, la ha dedicado a la docencia, a la observación crítica de la industria editorial mexicana y al análisis del mercado. “Penguin Random House, que ha sido comprado por los alemanes, ingleses y estadunidenses, y Planeta, que es el único grupo grande que sigue siendo español, dominan 80 por ciento del mercado de interés general en México. Las editoriales mexicanas han quedado reducidas a 20 por ciento, por eso es vital que crezcan los sellos independientes”, asegura.

La formación de cuadros competitivos para la edición es otra de las cosas que se deben reforzar, detalla, por lo que participa en la creación del Centro de Innovación y Formación Profesional para la Industria Editorial, que en marzo próximo se presentará a los socios de la Caniem.

Jesús Anaya concluye que la idea es que la oferta de cursos, talleres y diplomados que la Caniem ha tenido a lo largo de su historia se integre en un programa académico muy estructurado.

Se firmarán gradualmente acuerdos de colaboración. Las materias serán en todos los rubros: producción, edición, comercialización, mercadotecnia, distribución, derechos de autor e innovación tecnológica. “Creo que de esa forma podemos encubar empresas y hacer que crezcan y compitan”, indica.

Tras pensarlo un poco, el editor sonríe para confirmar que realmente cambió las armas por los libros.

AUTOR Y DOCENTE

Desde 2009 es profesor-investigador en la Academia de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Es profesor de la maestría de Diseño y Producción Editorial de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Ha organizado e impartido cursos de formación profesional para editores y libreros en México, Chile, Colombia y Guatemala. Es miembro del Consejo Académico de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. A partir de 2007, junto con José Luis Caballero, ha impartido el curso para editores Negociación de derechos de autor en ferias internacionales del libro, en Bogotá, Colombia, Santiago de Chile y México. Fundó en la Universidad de Guadalajara la primera maestría en edición de Latinoamérica (1991-1997). Fundó la revista del ITAM Es autor del ensayo Editar en la universidad. Paradojas y retos. Es coautor del libro Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Roger Chartier y publicó el texto de Roger Chartier El libro y sus poderes.

Museo del Libro y de la Lengua: sospechas de cierre y desmentida de Alberto Manguel

$
0
0
En los últimos días ha cobrado impulso la noticia de que el Museo del Libro y de la Lengua, creado en 2011 puede cerrar sus puertas. Así lo indica un comunicado de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) de la Biblioteca Nacional, que circula por las redes y que se reproduce en esta entrada. La noticia –que tuvo gran repercusión en los días previos a la llegada de Mariano Rajoy a la Argentina– tal vez podría relacionarse con el enojo que le causó en su momento a la Embajada de España la inauguración de esta institución “sin que le hubiesen avisado” y con la prepotente adscripción de la lengua castellana a la risible Marca España.

Todo esto ha motivado que Alberto Manguel, actual director de la Biblioteca Nacional, lanzara un comunicado que reproduce el diario La Nación, de Buenos Aires, el 11 de abril pasado.

A continuación, ofrecemos al juicio de los lectores el comunicado de ATE y la desmentida de Manguel, en ese orden.

No al desguace del Museo del Libro y de la Lengua

La semana previa a las pascuas el Director Alberto Manguel comunicó a lxs trabajadorxs que desempeñan sus tareas en el Museo del Libro y de la Lengua la decisión de iniciar una serie de drásticos cambios en el sector. El plan que la gestión informó incluye la disolución del equipo que desarrolla cada una de las tareas que competen al anexo, de modo tal que sólo habría una muestra permanente de la historia de libro en la planta baja. El resto del mismo quedaría librado a una serie de “centros” ajenos a los objetivos para los cuales el museo fue creado. Estamos frente a una intempestiva decisión que apunta al liso y llano desarme del Museo del Libro y de la Lengua.

Esta determinación del Director desconoce que el edificio de Las Heras fue inaugurado en Septiembre de 2011 con el propósito de que nuestra Biblioteca Nacional posea una entidad específicamente dirigida a la difusión y reflexión entorno a nuestra lengua y el libro como temáticas nodales de la discusión cultural de nuestro país y su interrelación con la cultura universal. Su creación no responde a un capricho episódico de una autoridad de turno. Lo que Manguel parece ignorar, es que se trata de una política pública einstitucional que debiera trascender a las gestiones, las cuales siempre están de paso.

La decisión del Director se da en el contexto del achique de las políticas públicas, despidos y cotidiana pérdida del poder adquisitivo del conjunto de lxs trabajadorxs. En nuestra Biblioteca Nacional, esto se viene sucediendo sistemáticamente desde diciembre de 2015 cuando asumieron las autoridades de“Cambiemos”. En todo aquello que compete a la Dirección de Cultura, lxs laburantxs venimos sufriendo desarme de sectores, reducción de áreas, achiques presupuestarios y progresivo abandono de políticas culturales, todas esencialespara hacer de la BN una institución que además de preservar el acervo patrimonial también sea capaz de colocarlo al alcance de todos los lectores, investigadores y público en general de nuestro país, que se llama Argentina. El Museo del Libro y de la Lengua en particular viene sufriendo distintosataques por parte de la actual gestión y ahora parecieran querer darle la estocada final a su existencia.

Desde la Junta Interna de ATE BN nos ponemos a la cabeza del conflicto y convocamos a todxs lxs trabajadorxs de la institución a brindar su apoyo alxs compañerxs del museo. Asimismo hacemos un llamado a la reflexión al Director para desandar esta injusta decisión. Una vez más estaremos donde tenemos que estar, defendiendo las políticas públicas y los puestos de trabajo.

 

Desmienten el cierre del Museo del Libro,

que abre nuevas salas

 

En medio de fuertes rumores alrededor del cierre del Museo del Libro y de la Lengua, Alberto Manguel , director de la Biblioteca Nacional , desmintió ayer el cese de actividades en el edificio inaugurado en 2011. Además, anunció nuevos proyectos: una muestra permanente sobre la historia del libro, la creación de un Centro de Documentación de los Pueblos Originarios y de un espacio de lectura infantil y juvenil que se llamará Dailan Kifki, en homenaje al clásico de María Elena Walsh.

En el texto de su comunicado, Manguel asegura que “de ninguna manera” piensa cerrar el museo. “Estamos generando las acciones necesarias para darle el prestigio y las funciones esenciales que merece”. Así respondió a las versiones que circularon en las redes sociales en los últimos días como responsable de la Biblioteca de la que depende el museo. Un cartel pegado en la entrada de Av. Las Heras 2555 con la frase “No al cierre del Museo del libro y de la Lengua”, escrita con fibra y firmada por ATE, había encendido la alerta y generado el runrún por Twitter y Facebook.

Unas horas antes de participar del acto final de la lectura colectiva de la Divina Comedia, de Dante Alighieri, que comenzó en enero y concluyó ayer, Manguel firmó el comunicado. Con el trasfondo de alerta de los delegados sindicales por posibles despidos, el director salió a desmentir la versión y anticipó los cambios. Se propone, por un lado, “optimizar el uso de ese espacio”, ya que según asegura, “las características propias del edificio no se prestan adecuadamente para realizar muestras temporales”. En los últimos años, el museo albergó exhibiciones importantes como un recorrido por los 50 años del Centro Editor de América Latina y un homenaje a Roberto Fontanarrosa con la muestra “Archivos clasificados”.

Manguel cuenta que el proyecto de renovación apunta a “albergar, en la planta baja, una gran muestra permanente de la historia del libro, que va a tener una función fundamentalmente pedagógica y en la cual están trabajando desde hace un tiempo, el director de investigaciones Javier Planas con cuatro de las personas que realizaban tareas en el museo”. La inauguración sería en dos meses, después de encarar algunas obras en el edificio.

En el primer piso se alojará el Centro de Documentación de los Pueblos Originarios, un espacio de consulta del material que “está catalogado en la biblioteca a partir de códigos europeos del siglo XIX”. Ya en la primera conferencia de prensa, al asumir el cargo, Manguel manifestó su interés por incluir el tema en la agenda de la BN.

Al lado del auditorio David Viñas, en el subsuelo, se inaugurará el Centro de Lectura Infantil y Juvenil Dailan Kifki, un espacio para que los libros estén al alcance de los chicos.

La contribución del gobierno de Macri a la ficción de la cultura argentina, en vísperas de una nueva Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

$
0
0
La Argentina es un país que ha pasado sensiblemente de la realidad al “como si”. De hecho, vivimos como si la cultura tuviera la misma importancia que en otras partes del mundo, pero nadie está demasiado dispuesto a pagar por ella. El Estado la financia cada vez menos, y cuando lo hace crea una ficción de gratuidad que termina por desalentar a los empresarios y productores, logrando en ese trámite, producir en los usuarios la ilusión de que es gratuita y que no vale la pena el esfuerzo de sostenerla.

Cada rubro de las llamadas industrias culturales tiene lo suyo. Y el sector del libro, también. De hecho, el escritor y periodista chileno Gonzalo León, en el artículo publicado en el diario Perfil el pasado 21 de abril –y que se reproduce a continuación–, da cuenta de ello. En la bajada se dice: “Las cifras preliminares no logran poner de acuerdo a los distintos actores, aunque todos coinciden en que 2017 fue otro mal año para el libro. La llegada de Amazon complicaría aun más la situación”.

 

¿Una crisis sin frenos?

 

El panorama de la industria editorial no es sencillo: algunos señalan que desde 2016, con las primeras medidas económicas del gobierno de Mauricio Macri, se frenó el consumo y comenzó la caída en las ventas de libros, mientras que otros indican que esto había arrancado en 2015. Sea como sea, la industria del libro lleva dos o tres años de caída. Si se observa, por ejemplo, el informe de la Cámara Argentina del Libro (CAL), que reúne a más de quinientos editores, libreros y distribuidores, el total de libros impresos, vale decir la oferta, viene cayendo sostenidamente desde 2015: de 129 millones en 2014 pasó bruscamente a 84, luego en 2016 a 63 millones y en 2017 a 51. En números, hay una caída de un 60% de la oferta. Algunos se precipitarán a decir que se debe a que el Estado, desde el último año de gobierno de Cristina Fernández, dejó de comprar libros de la manera que lo venía haciendo, fenómeno que se agudizó durante el primer año de gobierno de Macri. Sea cual fuere la razón, la industria del libro parece estar contra las cuerdas y no se explica cómo no cierran más librerías o más editoriales, ya que a la caída de la oferta se ha experimentado otra caída, la de la demanda, que en sólo dos años acumula un desplome de un 30%, según Martín Gremmelspacher, presidente de la Fundación El Libro, organizadora de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Sin embargo, y a diferencia de otros años, se estaría produciendo una divergencia acentuada entre los datos que miden la CAL y la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), las dos cámaras que entregan informes sobre el sector; una divergencia que se extiende a la percepción de las grandes, medianas y pequeñas editoriales.

Rodolfo Reyna, presidente de la CAP y director de Catapulta Ediciones, señala que en la Argentina no hay datos publicados de consumo en los puntos de venta como en otros países, por eso “es bastante más difícil procesar los datos y no queremos cometer errores”. De esta manera explica el retraso de la publicación del Libro Blanco de la Industria Editorial, que encargan a la consultora Promage y que debió salir antes del comienzo de la FIL.

De todos modos, se pueden comentar algunos datos o apreciaciones, entre ellos el más relevante “no sólo desde mi función en la cámara, sino como director de mi propia editorial, es que en los pasados dos años hubo una caída de la venta que acumula un 20%. Ese 20% se produce 15% en 2016 y 5% en 2017; si tú lo mides mes a mes es una curva que se atenúa y pareciera que hemos tocado una base sólida y que la caída no continuará”. Los primeros números de este año son bastante similares a los del año pasado, por lo que, de persistir la tendencia, “no creemos que haya ni crecimiento ni decrecimiento, en mi creencia deseo que hubiera más ejemplares vendidos. En Argentina, que tiene una enorme cantidad de puntos de venta, esa caída no va a continuar”. Algunos datos indican que 2018 sería un año “más predecible que los dos años anteriores”, porque tanto en Europa como en Estados Unidos ha habido una retracción del mercado del libro en un 20%, que, según Reyna, “tiene que ver con un cambio en el consumo cultural, que casi digo que combatimos más con Netflix que con otras editoriales. Hay un cambio en el paradigma de la lectura y por tanto de la compra”.

Por alguna razón Fernando Zambra, director de la consultora Promage que provee de datos a la CAP para la confección del Libro Blanco, es en algunas cosas más optimista que Reyna. Para él, pese a las quejas sobre todo de las grandes editoriales, 2017 estará más cercano a una caída del 5% que del 10%, “eso siempre en mercado interno, y puede ser que las grandes editoriales se quejen más porque ahora les tocó más a ellas: 2016 golpeó a todos, pero las grandes lograron pasarlo mejor, y 2017 fue al revés”. Ya desde finales del año pasado las grandes editoriales –Planeta y Random House– señalaban que su caída estaría por encima del 10%. Esta percepción se debe, según Zambra, a que “fue un año en el que no hubo grandes éxitos editoriales, y eso les pega especialmente a las grandes, probablemente las pequeñas y medianas tuvieron mayor capacidad de reacción”.

Pese al buen arranque del año, Zambra discrepa con Reyna en el sentido de que, para él, la incertidumbre persiste y frente a esa incertidumbre, “de dos años donde no hubo buenas noticias”, los grandes grupos han decidido ser más precavidos (las editoriales pequeñas ya habían tomado sus precauciones): “Todavía estamos en un período inestable: mientras la inflación no se controle y persista la incertidumbre, especialmente por las tarifas y por si se mantendrá el trabajo, las personas cuidarán más lo que consumen”.

El presidente de la CAP, por su lado, cree que el hecho de que 2017 les haya pegado a las grandes editoriales se debe a que cuando hay una disminución de los consumos y volúmenes las grandes son más lentas en responder: “Lo que pasa es que si vos tenés una estructura de edición con ciclos –pensá que desde la decisión editorial y hasta que el libro está en el mercado pasan más de doce meses– y seguís adelante sin tomar adecuadamente lo que te están diciendo las ventas, cuando te das cuenta ya es tarde, o se acusa el golpe con mayor fuerza”.

Ignacio Iraola, director editorial del Grupo Planeta, estima de partida que la caída para ellos fue de un 10% y observa que “siempre cuando viene una crisis afecta primero a las pequeñas y medianas y luego a las grandes. ¡Eso es lógico!”. Aunque observa que los primeros en advertirla fueron los libreros en 2016: “El problema básicamente es que la gente no tiene plata. Y el libro es la última cosa que se le pasa por la cabeza a la gente cuando tiene que consumir. Vos tenés librerías que están absolutamente agobiadas porque les subieron las tarifas de los servicios y hay una baja del consumo y una inflación que no para. Ahora imaginá que si el año pasado bajó la cantidad de gente que fue al supermercado, a partir de ahí te muestra la crisis que hay en el país”.

En cuanto a los números que entregan la CAP y la CAL, Iraola dice que desde su óptica pueden servir, pero “también sabemos que los números se pueden dibujar como pasó con el Indec, entonces ya desde el momento que digan que la caída fue del 5% cuando para nosotros fue el doble, hay una cosa que no calza”.

Para afrontar la crisis, y sobre todo la incertidumbre, Planeta ha hecho un ajuste, que se traduce  en una disminución de 150 títulos de un año para otro, porque no se puede mantener la oferta si la demanda no crece, “tratando siempre de ser certeros, de afinar al lápiz, de intentar vender más, pero así y todo nuestro plan editorial se redujo en un 15%”. Además se redujeron las tiradas, pese a lo cual siguen apostando a los best-seller: “Somos más cautelosos, porque precisamente no sabemos si tocamos fondo. Esta crisis, como la de 2001, siempre te obliga a estar un poco más atento, pero no podemos dejar de apostar, Planeta es así”.

Los datos que maneja Iraola con respecto a las ventas que permanentemente monitorea el grupo editorial indican que efectivamente enero y febrero fueron mejores que el año pasado, pero marzo ya no; según él, porque la gente “optó por salir en Semana Santa: ir a la playa o salir a comer, etcétera. Esa semana fue una lágrima, una de las peores semanas en años”. Marzo le hace dudar de que la caída de las ventas haya tocado fondo, y por eso más bien es escéptico. Si se toca fondo y se sale del hoyo, mejor. Observa que cuando hay un daño en el mercado, la cicatriz queda, por eso no cree que el mercado se recupere tal como estaba en 2014 o 2015: “Quizá haya que asumir que hay público que perdimos, tal como sucedió en España”.

Juan Manuel Pampín, tesorero de la CAL y gerente de Ediciones Corregidor, comparte con Iraola que no se va a recuperar mercado, pero no se refiere a 2014 o 2015, sino a 2011 o 2012, “después si comparamos 2017 contra 2016 la caída fue menor, es cierto, pero si la comparamos contra 2015 es espantosa”. Aquí coincide también con la apreciación del presidente de la Fundación El Libro de un 30%. Con respecto a que 2016 les pegó más a las pequeñas y medianas y 2017 a las grandes, disiente con ese diagnóstico, porque lo que pasa “es que las chicas y medianas sentimos más la crisis porque una editorial más grande puede achicar un departamento, poner diez empleados menos, pero la realidad de una empresa es distinta, trabajamos con un plantel mínimo, que ronda entre las tres y ocho personas”.

Esta apreciación la comparte Víctor Malumián, uno de las cabezas de Ediciones Godot, que este año arranca, al igual que otras editoriales pequeñas y medianas (Blatt & Ríos y Bajo la Luna, la primera retiró la distribución de Waldhuter en 2016 y la segunda de Galerna el año pasado), con distribución propia: “No sé si pegó más en las pequeñas o en las grandes, lo que es seguro es que nosotros no tenemos la espalda financiera para resistir la caída constante en las ventas. La distribución propia ayuda a mejorar la logística del libro, personalizar el trato con el librero y optimizar el volumen de títulos que tenés para que no estén en los lugares incorrectos. No creo que sea la solución a todo, pero creo que alianzas entre editores para reducir costos y aprender más rápido son un camino a recorrer”. Malumián aclara que la decisión de tener distribución propia fue una decisión muy meditada y que coincidió con la crisis del sector.

El cambio de conducta en los patrones de consumo también está afectando, según Pampín, al sector, ya que “hoy competimos por tiempo libre, competimos contra Netflix, contra Spotify, contra Facebook, y hace unos años eso no pasaba, porque vos competías contra las novedades de Planeta y Sudamericana”. A eso hay que sumarle la importación indiscriminada, la cual se observa principalmente de títulos de editoriales extranjeras, que son “rezagos, y eso es peligroso, porque el mercado español, por ejemplo, tiene tiradas mucho más grandes que las nuestras, entonces si envían tres mil ejemplares de un título, que a todo esto ya dieron por perdido, el daño que genera en cuanto a la competencia es muy grande”. Pampín observa que esta importación puede que esté llegando a un techo, pero la importación ligada a la producción local no, porque antes cuando uno pensaba hacer una producción en China o en India no pensabas en menos de cinco mil ejemplares de tirada, hoy en cambio “se hacen tiradas muchísimo más pequeñas”.

Las importaciones han crecido velozmente desde que asumió Mauricio Macri y se derogó la restricción al ingreso del libro extranjero, que según muchos había afectado la bibliodiversidad. El informe de la CAL consigna que en 2017 las importaciones representaron US$ 128 millones, mientras que las exportaciones tan solo US% 26,5 millones. Es decir que hubo libro importado que no le dejó lugar al libro argentino, y por otra parte el libro local aún no encuentra el modo de salir al mundo y ser competitivo.

Para Rodolfo Reyna, tanto las políticas de intercambio internacional como el valor de nuestra moneda impidieron la participación en los mercados internacionales: “Y en el caso del libro, si por varios años pierdes el cliente, el desafío luego es recuperar a ese cliente. Con el dólar a $ 20 recién estamos entrando a hablar, por eso creemos que el precio interno del dólar tiene que acompañar a la inflación, y eso por meses no sucedió, recién ahora hay una relación peso/dólar que nos hace más competitivos. Pero hoy, prácticamente, Argentina no exporta libros”.

El panorama del sector no es ni sencillo ni alentador, pero podría ser peor. La creencia de que se ha tocado fondo opera en dos frentes: por un lado como una declaración de optimismo y por otro como un modo de detener las estrategias para navegar en estas tormentosas aguas. Mientras no se toque fondo objetivamente, lo mejor será pensar como si la tormenta continuara. Mientras tanto, mañana lunes se conmemora el Día Internacional del Libro y arrancan las Jornadas Profesionales de la FIL, que inaugura al público este jueves. Tal vez esta feria pueda dar una muy buena noticia para la industria editorial.

Amazon, el fantasma que viene
La instalación de Amazon en Argentina es otra de las grandes amenazas para la industria editorial, una amenaza que podría darle una nueva configuración al sector. Si bien es el gran jugador del e-commerce, por el momento no está en ese negocio, lo que no quiere decir, según Fernando Zambra, que en un tiempo esté: “Creo que tendremos Amazon en Argentina dentro de un año o dos. Argentina, para la industria del libro, es uno de los mercados más grandes de América Latina, y si hay una idea de un país integrado al mundo y con una economía más abierta, va a ser de interés para alguien que quiera hacer un negocio en el mercado del libro”.

El presidente de la CAP cree algo similar a Zambra y especula que si Amazon tiene una oficina aquí, “necesariamente debe haber un plan estratégico detrás. De hecho habría que hacer la pregunta al revés: por qué Amazon no entró antes en Argentina. Y a mi modo de entender fue por el elevado costo del negocio de la distribución, ya sea en parcelas o por carteles”.

Juan Manuel Pampín señala que con el cambio de política que hay en Mercado Libre hacia el libro es claro que hay actores que se están preparando “muy fuertemente para la llegada de Amazon en el e-commerce, y la mayor ventaja que tiene Mercado Libre para competir es el precio único de los libros, entonces como eso es fijo, vas a competir por el servicio que tarde menos tiempo en despachar el producto, y Mercado Libre es más rápido. Las librerías que ya llevan un tiempo vendiendo por ese portal han demostrado mucha eficiencia”.
Amazon trabaja bastante con la autoedición y, de acuerdo al informe de la CAL, de todo lo que se publicó el año pasado 13% fueron autoediciones y otro 10% servicios editoriales, es decir que en conjunto forman un 23%, que constituye un apetitoso mercado para Amazon, que en Brasil entró no solo al negocio del e-commerce, sino al de la autoedición y los servicios editoriales.

“Caída de casi un 30% en los últimos dos años”
El año pasado, el presidente de la Fundación El Libro protagonizó un duro cruce con el ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, en medio de la ceremonia de inauguración de la FIL, cuando señaló que el sector editorial estaba viviendo momentos muy delicados y que de concretarse el gravamen del IVA al libro, que planeaba el Gobierno, sería un “tiro de gracia”. La respuesta del ministro fue un seco “Conmigo no, Martín”, y agregó que no era el peor momento de la industria, que la industria había vivido momentos peores, como las dictaduras y las hiperinflaciones. Después de un año de ese cruce, Gremmelspacher no se arrepiente de nada:

—Mi descripción fue hecha con datos duros de la realidad, por tal motivo no me arrepiento. Independientemente de esto nuestras relaciones personales e institucionales son buenas y van más allá de los días de la Feria. En el año no es poco lo que logramos acordar, como el apoyo a los libreros que vienen a las Jornadas Profesionales y el Programa Libro% de Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). Pero, justamente, la Fundación organiza el mayor encuentro anual de negocios, que son las Jornadas Profesionales, y eso solo indica que nos importa la situación. Además, todas las cámaras y federaciones del libro que nos conforman nos llegan con la preocupación de la caída en la producción y las ventas.

—Según los datos preliminares de Promage, la caída del sector será de un 5% en las ventas. ¿Cree que la industria editorial tocó fondo y que de aquí en adelante volverá a crecer?

—La caída respecto de 2016 está entre un 5 y un 10%, lo que da en los dos últimos años una caída aproximada de 30%.

—¿Cuáles son las estrategias comerciales que ha implementado la Fundación para promover el consumo de libros durante los días de la Feria? ¿Se puede promover la compra en una economía afectada por el consumo transversalmente?

—Respondiendo primero la segunda inquietud, nosotros trabajamos contra viento y marea, no bajamos los brazos, ni nos ponemos a pensar en un “para qué”, porque es peor. Salimos hacia adelante siempre. Luego, en la Feria hacemos varias acciones. Para los profesionales (libreros y bibliotecarios, sobre todo) tenemos los programas Librero/Bibliotecario Amigo, por el que pueden comprar al 50% (el margen habitual es un 10%, o más, menor para ellos); el envío gratuito para compras a interior o exterior; damos ayudas para viajar a los que vienen a hacer negocios, entre otras iniciativas. En los días de público, tenemos los chequelibros que damos a los visitantes, y que se pueden utilizar en librerías una vez terminada la Feria, y también hacemos acuerdos de promoción para descuentos con bancos y tarjetas (Ciudad, Provincia, tarjeta Naranja). Luego están las compras de Conabip, que por suerte se sostienen.

—¿Entre el año pasado y este ha ocurrido algo para que el desgravamen del IVA a los libros se vea afectado o el Gobierno desistió de esa iniciativa?

—Lo que sabemos hasta ahora es que el Gobierno desistió de gravar al libro con el IVA.


Viewing all 2864 articles
Browse latest View live


<script src="https://jsc.adskeeper.com/r/s/rssing.com.1596347.js" async> </script>