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Discurso de Miguel Sáenz en su entrada en la RAE (V)

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Salman Rushdie
Quinta parte del discurso de Miguel Sáenz en su entrada a la Real Academia Española.

Servidumbre y grandeza de la traducción (V)

Quisiera hacer ahora una breve digresión, también autobiográfica, que sin embargo guarda estrecha relación con el estatus del traductor en la sociedad española, en nuestra sociedad actual. ¿Por qué se supone que un traductor debe ser, al menos idealmente, solo traductor? ¿Por que se piensa que debiera poder vivir exclusivamente de la traducción? ¿No es su situación asimilable, por ejemplo, a la del poeta?

A finales de los años setenta, Jaime Salinas, hijo de Pedro Salinas y gran editor, creó un comité de lectura para la editorial que entonces dirigía. El comité celebraba sus sesiones, de periodicidad irregular, en el edificio Torres Blancas de Madrid, y creo que nadie ha escrito seriamente sobre él, a pesar de que su influencia en la vida cultural española fue importante. La composición del comité era de lo más diverso: además del propio Jaime Salinas formaban parte Luis Goytisolo, que se trasladaba desde Barcelona para asistir a las reuniones, la invencible pareja de juanes (es decir, Juan Benet y Juan García Hortelano), nuevos valores en alza de la literatura española, como un joven Javier Marías y un no menos joven Juan José Millás, críticos como Rafael Conte, traductores como Esther Benítez, Amaya Lacasa, Pablo Sorozábal, Eduardo Naval o yo mismo, una jovencísima Michi Strausfeld (que revolucionó desde allí, con importaciones en lengua alemana, la literatura infantil y juvenil española) y toda clase de escritores y literatos de paso por Madrid que podían ser un Julio Cortázar o un Vicente Molina Foix.

Lo interesante es que los traductores no desempeñaban solo su función de traductores sino que actuaban también como exploradores, críticos, descubridores e informantes. Jaime Salinas, que tenía necesidad de expertos en literatura alemana, decidió un día buenamente convertirme en uno de ellos, por lo que le estaré siempre agradecido. La consecuencia fue que, para estar a la altura de lo que me pedía, estudié filología alemana en la Universidad Complutense, donde tuve como profesor a D. Emilio Lorenzo, a quien debo también un profundo agradecimiento, porque no solo fue un espléndido traductor (ahí están su Cantar de los Nibelungos y sus traducciones de Jonathan Swift) sino también un gran maestro, capaz de hacer compatibles la más profunda erudición con la mayor amenidad.

Mi camino por la germanística me llevó hasta la Deutsche Akademie für Sprache und Dichtung, la academia alemana de lengua y literatura (o, literalmente, poesía). Y al respecto debo expresar asimismo mi reconocimiento a los académicos que fueron mis introductores en ella: el profesor Hans-Martin Gauger de la Universidad de Friburgo, gran romanista, y el profesor Eustaquio Barjau, catedrático emérito de Literatura y Filosofía alemanas de la Un i versidad Complutense de Madrid.

No voy a hablar ahora sobre la Deutsche Akademiefür Sprache und Dichtung, muy distinta de esta Real Academia Española y más centrada en la literatura, pero de composición igualmente heterogénea. Solo quisiera decir que, además de conceder anualmente el premio Büchner, la más alta recompensa de la literatura en lengua alemana, otorga otros premios, como el Sigmund Freud, para prosa científica, el Johann Heinrich Merck, para crítica literaria y el Johann Heinrich Voss, para traducciones al alemán (cuya lista de galardonados incluye a los mejores traductores alemanes). Pero me interesa resaltar especialmente el premio Friedrich Gundolf, que lleva el nombre de este gran germanista y a cuya comisión pertenezco, porque es una recompensa que, destinada originalmente a la difusión de la germanística en el extranjero, es decir, a profesores universitarios, cambió sus estatutos en 1990 y en la actualidad premia simplemente la difusión de la cultura alemana, lo que ha hecho que recaiga en personalidades como Giorgio Strehler, Massimo Cacciari o Imre Kertész... y también, y esto es lo importante ahora, en traductores, como reconocimiento a su labor de divulgación. En 2011 el premio correspondió a Feliu Formosa, por sus traducciones de literatura alemana al castellano y al catalán, y por su labor de difusión del teatro de Bertolt Brecht en España, en unos años difíciles.

***

Las declaraciones positivas o negativas sobre la traducción podrían multiplicarse. Rafael Cansinos-Assens, gran traductor y uno de los pocos españoles a los que Borges admiraba, nos ha dejado testimonios sobre la picaresca de su tiempo, cuando comprendió que podía ganarse (mal) la vida traduciendo: “Yo torcía el gesto... Eso de traducir, de ve rter al propio idioma los sentimientos ajenos, era algo secundario, servil... Yo quería expresar los míos...” (Cansinos-Assens, 1982: pág. 159).

Lo que interesaría más ahora, creo, sería la trágica picaresca actual, pero hablar de ella rebasaría todos los límites de este discurso. Cuando, tras mi época de las Naciones Unidas, volví a España, me dí cuenta de que mi posición como traductor de literatura no era la habitual. Yo tenía otros medios de subsistencia y podía permitirme el lujo de tratar con los editores en pie de igualdad.

En mi ingenuidad, me imaginaba al traductor ideal como al Inca Garcilaso de Vega ante los Diálogos de amorde León Hebreo. Luis Loayza, excelente poeta, novelista y ensayista (¡y traductor!) peruano lo ha descrito así:

Escribe pausadamente, con el libro italiano frente a él. A veces se detiene y pronuncia en voz alta una palabra, apreciando su peso, su color exacto, antes de escribirla cuidadosamente con letra tímida y redonda. Al acabar un párrafo vuelve a leerlo y altera todavía un término asonante, hace más nítido un adjetivo, somete el ritmo al movimiento general del período. No tiene prisa; unas páginas, unas líneas le son resultado suficiente si consigue verter en limpia prosa española ese pensamiento que ha frecuentado durante años. (Loayza, 1974: pág. 81).

O bien, cuando se trataba de traducir clásicos, me inventaba un diálogo con alguna de las mentes más preclaras de la Humanidad. El soneto “Desde la torre” de Quevedo, tan bellamente glosado por D. Darío Villanueva (Villanueva, 2007) me parecía reflejar mi situación: 

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Sin embargo, todo aquello tenía poco que ver con la realidad cotidiana. Y de mis compañeros españoles aprendí. Sobre todo, solidaridad. Quisiera evocar ahora a Esther Benítez, que tanto luchó por los derechos del traductor en España. Gracias a ella, tenemos hoy una Ley de propiedad intelectual que reconoce sin lugar a dudas la condición de autor del traductor.

La lucha con editores poco escrupulosos, la reivindicación de derechos inalienables, la mención del nombre del traductor en la cubierta del libro (que la UNESCOrecomendó en Nairobi, nada menos que en 1976), la fijación de unas tarifas mínimas... deben inscribirse en la lista de las servidumbres de la traducción. Cuántas veces me he sentido inclinado a decir, al conocer el caso lastimoso de algún colega: “¡Dios, qué buen vasallo si oviesse buen señor!”, aunque, como en el propio verso delCantar de Mio Cid, no siempre estuviera claro quién podía ser ese “buen señor” (Menéndez Pidal, 1964).

El contacto con autores que comprenden la importancia de la traducción se sitúa en el otro platillo, el positivo, de la balanza. Personalmente, quisiera mencionar a Günter Grass , cuyas reuniones con sus traductores (su “familia ampliada”, los llama él) son ya legendarias y a quien me honro en llamar amigo, y a Salman Rushdie, uno de los pocos escritores que han reconocido que, si en las traducciones se pierde algo, con frecuencia también se gana. En su novelaShame(Vergüenza), el narrador dice: “Yo también soy un hombretraducido. He sido llevado a través. Por lo general se cree que siempre se pierde algo en la traducción; yo me aferro a la idea –y aduzco, para probarla, el éxito de Fitzgerald- Khayyam– que también puede ganarse algo” (Rushdie,1983: pág. 29). En una conferencia pronunciada en la Universidad de Turín en 1999, sobre las influencias literarias (Rushdie, 2003: pág. 92), Rushdie hablaba de cómo le impresionó el hecho de que Rabindranath Tagore, el premio Nobel bengalí, hubiera tenido una influencia mucho mayo r en Latinoamérica, gracias a su editora argentina, Victoria Ocampo –y a sus traductores españoles Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, hubiera debido añadir–, que en lapropia India.

Por cierto, Rushdie demuestra su cultura cervantina al llamar Benengeli al pueblo en el que transcurre, en parte, la acción de su novela El último suspiro del moro, un pueblo cuyos “burrotaxis” bastan para identificarlo con Mijas, lo que plantea la cuestión de si no habría que incluir este término en el diccionario de la Real Academia Española.

Y a Rushdie se debe también un texto estremecedor sobre la muerte de Hitoshi Igarashi, el traductor japonés de Los versos satánicos asesinado. Dice así: “No conocí al profesor Igarashi, pero él me conocía, porque traducía mi obra. La traducción es una especie de intimidad, una especie de amistad, y por eso lloro su muerte como lloraría la de un amigo” (Rushdie, 2003: págs. 284 y 285).

***

continúa en la entrada de mañana






Discurso de Miguel Sáenz en su entrada a la RAE (VI)

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Sexta y última parte del discurso de entrada en la RAE de Miguel Sáenz.

Servidumbre y grandeza de la traducción (VI)

Aunque quizá sea poco ortodoxo, quisiera hacer ahora, desde aquí, un llamamiento a todos los traductores a la lengua española, al castellano, de ambos lados del Atlántico, para que respeten a sus colegas, es decir, para que se respeten a sí mismos. La historia de las traducciones al español en Hispanoamérica y España es larga y no hay tiempo para exponerla con detalle. Baste decir que, tras una época de traducciones españolas en Latinoamérica (en su mayoría pésimas), en los años veinte y treinta del siglo XX, se produjo, en gran parte como consecuencia de la guerra civil española, un florecimiento de la edición y la traducción en la América Latina, sobre todo en la Argentinay México, y España se alimentó durante veinte años de traducciones de ultramar que, en general, los españoles solían considerar malas. Ya Francisco Ayala, en 1965, se quejaba de que “al traductor se le escatima el respeto que al autor extranjero es concedido sin pena” (Ayala,1965: pág. 14).

Fernando Savater, sin embargo, ha hecho el elogio de aquellas beneméritas editoriales y de aquellos no menos beneméritos traductores: “Sin el Fondo de Cultura Económica, lo hubiéramos ignorado casi todo en el campo de la sociología, la antropología, la economía y buena parte de lo más importante de la filosofía (,Ser y tiempo, La fenomenología del espíritu, etcétera); sin la editorial Losada muchos nos habríamos quedado sin Sartre, Gide, Kafka, Pasolini y un largo y estimulante etcétera; gracias a Sur leímos laDialéctica del iluminismode Adorno y Horkheimer, los primeros ensayos de Walter Benjamin y otros pensadores alemanes relevantes, en las traducciones de H. Murena: ¿qué habría sido de nosotros sin ellas, y sin Joaquín Mortiz, Sudamericana, Emecé o sin lo publicado en Argentina y México por Aguilar...?” (Savater, 1998). Por mi parte, debo a esos traductores de ultramar mi primer Faulkner (Mientras yo agonizo),El lobo estepariode Hermann Hesse y la totalidad del teatro de Eugene O’Neil.

Luego los términos se invirtieron en la industria editorial. España se convirtió en una gran potencia libresca e inundó Latinoamérica de traducciones allí consideradas en gran parte deleznables... lo que prolongó, hasta hoy, los desencuentros (Willson, 2004).

Marcelo Cohen ha descrito con humor y agudeza las tribulaciones de un traductor latinoamericano en España, y en un momento dado dice: “en el futuro cada libro exigirá del traductor, como exige la escritura, no solo una solución parcial, sino una teoría ad hoc, como si la traducción se convirtiera en una rama de la patafísica, esa ciencia de las soluciones imposibles” (Cohen, 2007: págs. 19 y 23).

Los españoles aceptan encantados cualquier obra teatral de Chejov con acento porteño y adoran literalmente el cine argentino. Leen sin dificultad, con inmensa y justificada admiración, a los grandes autores latinoamericanos... ¿Por qué son incapaces de aceptar que una traducción tenga el acento de algún país de América? Y a la inversa: ¿por qué a veces, en América Latina, se califica a una traducción de mala, simplemente por ser española, sin atender más razones?

Creo que en este aspecto, los traductores, lectores y editores de todos los países hispanohablantes deberíamos hacer un acto de contrición. Las traducciones pueden y deben criticarse, pero no es la nacionalidad lo que determina su calidad, su fidelidad (“creadora” o no), su estilo, su ritmo, su credibilidad, su simple sentido común...

El traductor literario, hoy, sigue teniendo en todas partes un serio problema de identidad. No se siente reconocido. Sin embargo, tal vez el desarrollo de la tecnología haga que, un día, también el autor original sea un completo desconocido y que no haya escritores sino textos. Borges lo anticipó en“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” al decir: “se ha establecido que todas las obras son de un solo autor, que es intemporal y es anónimo” (Borges 1979: I, pág. 325). Y en “La flor de Coleridge” cita a Emerson y a Shelley: “«Diríase que una sola persona ha redactado cuantos libros hay en el mundo; tal unidad central hay en ellos que es innegable que son obra de un solo caballero omnisciente» (Emerson: Essays, 2, VIII). Veinte años antes, Shelley dictaminó que todos los poemas del pasado, del presente y del porvenir, son episodios o fragmentos de un solo poema infinito, erigido por todos los poetas del orbe (A Defence of Poetry, 1821)”. Quién sabe, tal vez un día, en Internet, autores y traductores se confundan en la nada.

***

 Al terminar me doy cuenta de que el título de este discurso era redundante, tautológico. La grandeza de la traducción estriba precisamente en su servidumbre. Pero quisiera subrayar esa grandeza con un hermoso texto de John Donne que siempre me ha fascinado. Forma parte de las “De vociones para ocasiones que surgen” y pertenece ala Meditación XVII.Mi traducción, claramente inferior al original, dice así:

Toda la humanidad es de un solo autor y es un solo
volumen: cuando un hombre muere no se arranca un
capítulo al libro sino que se traduce a un lenguaje
mejor; y todos los capítulos serán así traducidos; Dios
emplea varios traductores; algunos capítulos son
traducidos por la vejez, otros por la enfermedad, otros
por la guerra, otros por la justicia; pero la mano de
Dios está en todas las traducciones, y esa mano volverá
a encuadernar nuestras hojas dispersas, para esa
biblioteca, donde cada libro quedará abierto a los
demás (4).

 4 Devotions Upon Emergent Occasions. Meditation XVII.
“[...] all mankind is of one author, and is one volume; when one man dies, one chapter is not torn out of the book, but translated into a better language; and every chapter must be so translated; God employs several translators; some pieces are translated by age, some by sickness, some by war, some by justice; but God’s hand is in every translation, and his hand shall bind up all our scattered leaves again, for that library where every book shall lie open to one another”.

***

Y ahora tengo que dar todas las gracias que me restan y empezaré por mi familia, en gran parte aquí presente. Debo a mi mujer, Grita Loebsack, muchas cosas y no es la menor el haberme guiado con frecuencia por los bosques impenetrables de la sintaxis alemana. Mi hermana Me rcedes y mi cuñado japonés, el profesor Kimio Kase, son los lazos que me unen al Lejano Oriente. De mis cuatro hijos (dos varones, dos hembras) solo puedo decir que son, sin lugar a dudas, mis cuatro mejores traducciones, y de mis innumerables nietos que, sin su entusiasta colaboración, habría terminado unos meses antes de preparar este discurso, aunque nunca hubiera querido prescindir de ella. Debo mucho a Pollux Hernúñez, dramaturgo, ensayista y traductor, y a Carlos Fortea, gran traductor, escritor y decano de la Facultad de Traducción y Documentación de la Universidadde Salamanca. Y quiero expresar mi agradecimiento, muy especialmente, a D. Luis Goytisolo, D.ª Margarita Salas y D. Pe d ro Álvarez de Miranda, que tuvieron la audacia de proponer mi ingreso en esta, así llamada, docta institución. Por ultimo os quiero dar las gracias más sinceras a vosotros, señoras y señores académicos de la Real AcademiaEspañola, que habéis tenido la generosidad de abrir las puertas de esta casa a quien no es en definitiva más que un pobre, aunque orgulloso, traductor.

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"España es una provincia anómala del idioma"

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El 26 de agosto pasado, Ñ digital publicó sin firma la siguiente nota sobre el escritor colombiano Fernando Vallejo, cuya fuente es Carmen Sigenza, de la Agencia EFE.

"La RAEpublicó 22 ediciones de un diccionario
acientífico, monárquico, y clerical"

El autor de La virgen de los sicarios (1990) acaba de publicar en América y España su último libro, Peroratas (Alfaguara) donde se refiere a la lengua española, el amor a los animales, la religión, los políticos y el futuro del libro. Sus libros están allá pese a que el escritor dijo que no volvería a España mientras que el Gobierno pidiera la visa a los colombianos. 

Ahora, el conservador Gobierno español ha decidido que solicitará en septiembre a la Comisión Europeaeliminar los visados para los ciudadanos de Colombia, una medida que a Fernando Vallejo (Medellín, 1942) le da ya igual.

"España devastó en los tres siglos largos de la colonia para llevarse el oro y la plata --argumenta el autor que vive en México desde 1971--. Sometió a los aborígenes de estas tierras y a los negros que trajo de África para sumarlos como esclavos. Eso era acaso una patria", se pregunta. 

"Cuando estalló la independencia, al abrigo de la invasión napoleónica de la península, los españoles se fueron con lo que pudieron y san se acabó el asunto, dejándonos en pago un espíritu burocrático de tinterillos públicos y la plaga del cristianismo. Así que al diablo con el cuento de la madre patria. España no es patria nuestra ni nunca ha sido", sostiene el escritor. 

Pero, Vallejo, un furioso de la palabra a la que siempre pone contra las cuerdas en sus novelas, como en sus ensayos, por encima de todo dice detestar todas las patrias. 

"Como decía mi mamá (sin que me quedara claro que quería decir con eso) al que no quiere caldo se le dan dos tazas y a falta de una patria tengo dos: Colombia y México, y como mexicano no tengo que sacar el famoso 'visado', como dicen ustedes, o 'visa', como decimos aquí en América", dice el autor de La virgen de los sicarios.

Este escritor que hace magia con las palabras en sus novelas asegura que no ha vuelto a España por cumplir su promesa, "una cuestión muy vieja, empolvada y olvidada, tanto de este lado del Atlántico como del otro: la del terrorífico honor español, el del teatro del Siglo de Oro". 

"Que es lo que no tienen --continúa-- los otros seis que firmaron conmigo la carta a los gobiernos de Aznar y Rajoy diciendo que no volveríamos a la madre patria si nos ponían la visa, pero que fueron volviendo uno a uno". Vallejo se refiere por este orden a Álvaro Mutis, Darío Jaramillo, Fernando Botero, García Márquez, Willam Ospina y Héctor Abad. 

En el libro que acaba de aparecer en España y América, Peroratas, donde reúne sus conferencias y ensayos, el autor de Años de indulgencia plasma su profundo amor por el castellano.

Y deja claro dos de sus mandamientos. Uno, "no te reproduzcas que la vida es un horror e imponerla el crimen máximo", y dos, "los animales de sistema nervioso complejo, y ante todo, los que el hombre domesticó, también son nuestros prójimos". 

Del idioma español, Vallejo asegura en el libro que está "en bancarrota", pero en la entrevista precisa: "En bancarrota o no --dice--, el español es el de América, el de los 19 países que en él insultamos o rezamos. No el de España que desde hace mucho dejó de ser la metrópoli y hoy es una provincia anómala del idioma, cosa que no saben en España, empezando por la Real Academia, que en estos días está cumpliendo 300 años". 

Y en este sentido, añade que es estos años la RAEha publicado veintidós ediciones de un diccionario "acientífico, monárquico, y clerical, que del español que se habla aquí, en esta tierras, no sabe un carajo, y en el que llama 'americanismo' a las palabras y giros propios del español americano". 

"Se equivocan, señorías --asevera--. De lo que tienen que hablar ustedes es de 'españolismos', porque ustedes son un solo país frente a los diecinueve y no suman sino cuarenta y tanto millones frente a más de trescientos". 

De su amor a lo animales, sostiene que "la educación en la infame religión de Cristo nos pone una venda en los ojos que nos impide ver a los animales como nuestros prójimos". 

Y del Papa Francisco opina que no cree que obre ningún cambio en el mundo. "Qué cambio va a poder provocar ese pobre diablo que no sabe ni latín. Sabrá decir 'patata' en italiano...O sea 'papas', que es como decimos nosotros en América. Nosotros, los dueños del idioma", atiza Vallejo, quien también rescata al filólogo colombiano Rufino José Cuervo, a quien admira por ese amor por el castellano. 




Un recuerdo para Seamus Heaney

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El 30 de agosto pasado murió Seamus Heaney, acaso uno de los poetas de los últimos cincuenta años más renombrados en el mundo entero. Para Irlanda fue una jornada de luto nacional, pero para muchas otras personas en todo el planeta la desaparición física del autor de Wintering Out y de North significó un motivo de tristeza.

Heaney mismo fue traductor de once volúmenes de poesía en gaélico y de una versión del Beowulf, el gran poema épico anglosajón.

A modo de recuerdo, entonces, se destacan aquí las traducciones de su obra que pueden encontrarse en nuestra lengua.

De la emoción a las palabras. Ensayos literarios (traducción de Francesc Parcerisa, Barcelona, Anagrama, 1995) y Al buen entendedor: Ensayos escogidos. (traducción de Pura López Colomé. México: Fondo de Cultura Económica, 2006), son dos excelentes colecciones de ensayos procedentes de diversos libros. 

Asimismo, los poemas de Heaney, publicados en un orden totalmente aleatorio respecto de los libros originales, pueden leerse en Norte (traducción, prólogo y notas de Margarita Ardanaz, Madrid, Hiperión, 1995), La linterna del espino (traducción de Dídac Pujol Morillo, Círculo de lectores, Barcelona, 1995), Muerte de un naturalista (traducción de Margarita Ardanaz, Madrid, Hiperión, 1996), Viendo visiones (traducción de Pura López Colomé, México, Conaculta, 1998), El nível (Traducción de Pura López Colomé, México, Trilce, 2000), Luz eléctrica (traducción de Jordi Doce, Madrid, Visor, 2003), Campo Abierto. Antología poética (1966-1996) (traducción de Jenaro Talens, Madrid, Visor, 2005), Distrito y circular (traducción de Dámaso López García, Madrid, Visor, 2007), Sonetos (traducción, recopilación y prólogo de Pura López Colomé y Luis Roberto Vera; fotografías Martine Frank y Alberto Darzson. México, Equilibrista, 2008), Isla de las Estaciones (traducción de Pura López Colomé, México,  Calamus, 2009) y Cadena humana (traducción de Pura López Colomé, Madrid, Visor, 2012). 

Otra editorial que apunta a los clásicos traducidos

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Según el presente artìculo de Adolfo Torrecilla, publicado por Suma Cultural, de España, el 19 de agosto pasado, Hermida Editores busca profundizar en la tradición europea mediante traducciones.

"Apuntamos hacia traducciones 
de grantes autores"

De Voltaire a la Pardo Bazán, Hermida Editores quiere ahondar en la gran tradición de la literatura europea

Jaime Fernández es, además de escritor, coeditor de Hermida Editores, una joven editorial con dos años y medio de vida fundada por Alejandro Roque Hermida y Mónica Mesa, y que viene a enriquecer el mapa de las pequeñas editoriales que han aflorado en los últimos años en nuestro país.

Hermida Editores comenzó en 2010 con la colección “Artistas Actuales”, en la que han publicado varios títulos. Luego lanzaron “Narrativa Contemporánea”, en la que ha aparecido la novela de Eduardo Iglesias, Cuando se vacían las playas. En los últimos meses han lanzado la colección “El Jardín de Epicuro”, dedicada a los libros de No Ficción, done se han publicado El judaísmo en la música, de Richard Wagner, texto inédito en castellano que se publica con una magnífica introducción a cargo de Rosa Sala Rose, experta en literaturas germánicas y traductora; El pueblo en la guerra, de Sofía Fedórchenko, donde se recuperan diferentes testimonios de soldados rusos en el frente de la Primera Guerra Mundial; y Aforismos, de Voltaire, una selección de textos breves extraídos de su correspondencia. También han publicado dos relatos del escritor ruso Vladimir Korolenko, fallecido en 1921: Yom Kipur y El sueño de Makar, y una antología de los relatos de Emilia Pardo Bazán, Cuentos de amor.

Iniciativas como Hermida Editores, y otras muchas que, menos mal, siguen apareciendo en el movedizo y agitado mercado editorial español, permiten ofrecer una variedad de títulos y autores que los grupos editoriales, interesados principalmente en la industrial del best seller, nunca editarán.

--¿Por qué embarcarse en un proyecto editorial en plena crisis?
--Por supuesto, somos conscientes de que este no es el mejor momento. Nos encontramos ante una doble incertidumbre: mientras la crisis económica va para largo y se prevé una recuperación muy lenta, la crisis del sector editorial no parece tener fin. Hemos decidido que no por ello vamos a cruzarnos de brazos. Tendremos que acostumbrarnos a este cielo lleno de nubarrones y trabajar como se ha hecho toda la vida. Para una editorial como la nuestra, que acaba de dar los primeros pasos, lo importante es la lluvia menuda, ir publicando un título tras otro y mejorando día a día. Todo lo demás son especulaciones que no conducen a nada.

--¿Cómo definirías el perfil de la editorial?
--Aparte de los libros publicados, para nosotros el perfil viene definido por la colección El Jardín de Epicuro que abrimos en otoño pasado con la traducción de El pueblo en la guerra. Testimonios de soldados rusos en la Primera Guerra Mundial, de Sofia Fedórchenko, un libro que por primera vez se ha vertido al español y que fue muy elogiado por Thomas Mann y Canetti. La línea editorial apunta hacia traducciones de grandes autores y de obras que no han sido traducidas o que son poco conocidas en España, y de gran importancia en el pensamiento europeo. De ahí nuestra apuesta por el magnífico escritor ucraniano Vladímir Korolenko, al que ya editamos en eBook en 2009, después de varias décadas ausente en el panorama literario español, o la edición a cargo de la prestigiosa germanista Rosa Sala Rose de El judaísmo en la música, el panfleto antisemita de Wagner que nunca había sido traducido a nuestra lengua y que, sin embargo, es mucho más importante de lo que parece para comprender el universo operístico del compositor alemán del que este año se conmemora el bicentenario de su nacimiento.

--¿En qué medida puede influir en el proyecto la convivencia del papel con la lectura digital?
--La editorial ofrece a los lectores la posibilidad de elegir entre las dos versiones, el libro en papel y la versión digital. Eso no significa que no apostemos por el modelo tradicional, que es nuestro principal objetivo, y por tanto, por la cadena de distribución cuyo destino final es la librería. ¿Por qué no van a seguir conviviendo ambos modelos? Por suerte todavía tenemos un público lector variado. Hay lectores que prefieren continuar con el libro de papel, por costumbre o porque se manejan mejor con él, y que acuden con cierta periodicidad a sus librerías de referencia, y quienes optan por la versión digital, quizá porque también se acostumbrado a este formato.

Una hipótesis interesante y plausible

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Guillermo Piro publicó en el diario Perfil, del 21 de abril de este año, la siguiente columna a propósito de una mítica traducción Los siete pilares de la sabiduría, de T.E. Lawrence, y su hipotética traductora para la editorial Sur.


Victoria Ocampo y los árabes

Hace unos días vi Phil Spector, la película que hizo para televisión David Mamet con Al Pacino y Helen Mirren. Pero no es de la película que quiero hablar. O sí, pero no. En un momento, al comienzo, Al Pacino lleva a Helen Mirren por los pasillos de su mansión (se hablaba poco antes del Minotauro y el laberinto, pero el hedor borgeano dura poco y enseguida se ponen a hablar de cosas más interesantes) y pasa al lado de un retrato de Lawrence de Arabia que conozco muy bien. Es el que Augustus John pintó de Thomas Edward Lawrence en 1919. No el retrato hecho con lápiz, sino el otro. Pacino-Spector dedica alguna breve frase a Lawrence, delante de ese retrato, y sigue su camino. Pero poco después el nombre de Lawrence vuelve al centro de la escena: “Como Lawrence, yo sólo quería privacidad”, dice Spector. (Hay otro grande del rock que también admiraba a Lawrence: Joe Strummer, que imitaba la capacidad de Lawrence para soportar el dolor físico).

Es conocida la historia de Lawrence y los árabes, plasmada muchas veces, incluso en vida del propio Lawrence y, hasta donde sé, en dos filmes: Lawrence de Arabia, de David Lean, con Peter O’Toole en el papel principal, y Lawrence después de Arabia, de Christopher Menaul, con Ralph Fiennes en el papel del más grande guerrero, escritor, traductor y homosexual británico de la historia. Esta última me la prestó Rodrigo Fresán, otro de los pocos lawrenceanos que conozco. Victoria Ocampo es otra, que incluso escribió un libro sobre él (338171 T.E.) y tradujo El troquel. Pero tengo una teoría que creo que –como se dice habitualmente–, ahora que los responsables están muertos, puedo darme el lujo de divulgar.

Desde hace años los especialistas se han devanado los sesos tratando de saber quién es el misterioso traductor de Los siete pilares de la sabiduría, el libro de Lawrence editado por primera vez por Sur en 1944. El nombre del traductor no figura; lo que figura son sus iniciales: “R.A.”. No podía ser Ramón Alcalde, y tampoco Raúl Alfonsín.

Un día, mientras trabajaba en la librería Gandhi, se me ocurrió preguntarle al corredor de la editorial Sur si no era posible que encontrara un ejemplar de alguna edición de Los siete pilares. Una semana después, el corredor apareció con un ejemplar del libro pero en francés. Me dijo que lo había encontrado en una biblioteca de la editorial. Al abrirlo, supe por el ex libris que era el ejemplar de Victoria Ocampo. Pero el ejemplar estaba atiborrado de anotaciones en los márgenes que, Dios me perdone, eran las anotaciones que sólo puede hacer un traductor. Le expliqué al corredor que lo mejor era que volviera a poner ese ejemplar donde lo había encontrado, y desde entonces sostengo que el misterioso “R.A.” no es otro que una Victoria Ocampo evitando reconocer que un libro escrito en inglés había sido traducido por ella del francés.

Lawrence dijo una vez que amaba el desierto porque era limpio. Señora Ocampo, esté donde esté, deje de avergonzarse, su traducción de Lawrence es limpia y además huele bien. Deberían reeditarla.

Viajera Editorial y sus buenas ideas

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Con un consejo editorial integrado por Karina Maccio (también directora) y Cecilia Maugeri, Viajera Editorial es un pequeño sello argentino cuyo objetivo principal consiste en "publicar obras con calidad literaria y una visión original para generar un catálogo representativo de la literatura contemporánea".

A la fecha, lo publicado se divide en tres colecciones: Descubrir, Explorar y Bífida.

Descubrir incluye una gran variedad de estilos y reúne primeras publicaciones de autores nuevos. Explorar, en cambio, presenta algo así como "una cartografía de la literatura contemporánea". Por último, Bífida ofrece libros bilingües y trilingües, como los que pueden ver acá: http://www.viajeraeditorial.com.ar/bifida.htm

Entre estos últimos, las editoras acaban de publicar Sueño con África/Dream of Africa/Réve d'Afrique, del poeta camerunés Alain Lawo-Sukam, originalmente escrito en castellano y luego traducido por su autor al francés y al inglés.


Nuevo libro que reflexiona sobre el oficio

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Con un título que es un derroche de imaginación, Gema Sánchez de la Nieta publicó el siguiente artículo, a propósito de un libro que reúne testimonios de traductores españoles, en Suma Cultural, el 23 de abril del corriente año.



¿Traductor, traidor? Hablan catorce traductores

Ocultos tras los grandes nombres de los autores y condenados a las páginas interiores de los libros, habitualmente preteridos y muchas veces criticados por traicionar la versión original de las obras literarias, catorce traductores reivindican en Hijos de Babel –recién editado por la excelente editora Fórcola– el reconocimiento de su oficio. El relato del Génesis dedicado a la construcción de la Torre de Babel, que inspira el título al libro, considera la importancia de la “lengua original única” y, por consiguiente, la catástrofe que supone la fragmentación lingüística.

Los catorce testimonios demuestran por qué la traducción es pura artesanía, juego de luces y sombras y no mera equivalencia extraída del translator de Google. El libro insta a perder el miedo al texto original sin perderle nunca el respeto y reflexiona sobre las dificultades y escasas gratificaciones de traducir a los autores. “Traducir bien es como conducir bien: no basta con pisar los pedales y girar el volante según aconsejen la trayectoria de la ruta y las señales de circulación. Lo que garantiza el tráfico fluido y seguro es la capacidad del conductor de ver periféricamente, de anticipar lo que va a ocurrir. La traducción es un campo minado: la equivocación, el descuido, lo imprevisto, nos aguardan en todos los rincones”, explica Eduardo Moga, poeta y traductor, entre otros, de Frank O’Hara, Carl Sandburg, Raimon Llull o Charles Bukowski.

“Lo traduje, luego lo reescribí”
Sobre los detalles del oficio, Eduardo Iriarte revela que consiste en una “operación literaria” que transforma al traductor en escritor y convierte la traducción en reescritura que busca impedir la depreciación de la palabra. “Al reconocer plenamente la obra literaria, el traductor la reinventa, la repite con variaciones, arroja nueva luz sobre ella y por ende la reescribe, ofreciendo una versión nueva y sin duda distinta”, dice. Como ejemplo, señala que "hay ocasiones, tal vez no tan frecuentes como sería de desear, en que autor y traductor llegan a ser uno y lo mismo. Stephen Spender, poeta que vertió al inglés obras de autores como Rilke, Altolaguirre y Lorca, lo sintetiza a la perfección en unos versos dedicados a su traductor al japonés", y cita unos versos del autor de Mundo dentro del mundo: "Mi escritura inglesa asciende por tus ojos / luego reaparece por las yemas de tus dedos / [...] A medio camino entre ambos, nuestras lenguas / nos transforman a ti en mí y a mí en ti."

Amelia Pérez de Villar –en más de 20 años de profesión, ha traducido, entre otros, a Dickens, Wharton o Bloom–  destaca, entre las virtudes del traductor, la paciencia y la importancia de saber tomar decisiones rápidas y acertadas. Describe la imagen romántica y nada cierta que se tiene de este oficio: “Normalmente, cuando nos preguntan a qué nos dedicamos y respondemos que somos traductores, nuestro interlocutor nos imagina aislados, siempre en un lugar idílico, por dentro o por fuera: rodeados de libros que de manera inequívoca están ordenados y alineados en una biblioteca de ensueño, en un despacho amplio y luminoso de un enorme piso o de un inmenso chalet que suele tener el mar al fondo, una montaña o unos bosques que invitan a la introspección y al sosiego. Una imagen romántica, en definitiva, que coincide casi al ciento por ciento con la que el gran público tiene de los escritores y casi al cero por ciento con la realidad”, dice. “La traducción pone en juego la creatividad del traductor para tomar decisiones que salven la mayor cantidad de sentidos e intenciones del original” aporta el traductor, poeta y librero Martín López Vega.

La también escritora, además de traductora, Mercedes Cebriánconsidera que en su profesión hay que negociar siempre con el original y el resultado del texto no deja de ser un proceso precedido de trucos, pactos y licencias. “Trabajamos con palabras, que convertimos inmediatamente en teselas de mosaico cuando las agarramos con nuestras pinzas intangibles”, explica Cebrián. “Nos encontramos con situaciones en las que la pérdida de connotaciones que poseía tal o cual fragmento de la obra original es decepcionantemente grande en la versión traducida”, añade. Berta Vias reivindica la labor del traductor, ignorada tantas veces, pero que, al igual que en el arte culinario, revela su grandeza en los pequeños detalles y en el amor al trabajo. “Unos autores contienen más proteínas, otros más féculas, algunos son tan azucarados que a  muchos lectores les cuesta digerirlos. Otros son demasiado salados. Unos traductores cuecen, otros enriquecen…”.

Rafael Carpintero, traductor del premio Nobel de literatura Orhan Pamuk, advierte de los “peligros tan recurrentes como los anacronismo, los estereotipos o los prejuicios culturales en el caso de culturas distintas  o muy diferentes”.  Para ello, resalta la necesidad de ejercitar la honestidad en esta compleja tarea. “Honestidad, en primer lugar, por parte del propio traductor consigo mismo. Para ello es conveniente que adopte una actitud crítica con respecto a la visión que tiene su propia cultura de la otra”, explica. “Dicha visión siempre tendrá sus lagunas culturales, por supuesto, y en ocasiones el traductor, que es un buen conocedor de la otra cultura, tiende a ignorarlas causando una extrañeza en el lector de la traducción que el original no pretendía. Así pues, son dos las misiones que deberíamos asumir: combatir los tópicos y contribuir a un mejor conocimiento de la cultura original”.

En esta profesión, la poesía genera los procesos más complejos en el itinerario del traductor.   “Más que la fidelidad al texto, el traductor de poesía, poeta también debe ser fiel a las tradiciones, es decir, a la cosmovisión tanto del idioma de origen como del idioma de destino”, explica Xavier Farré, poeta y traductor. El poeta italiano Tomas Venclova analiza la existencia de dos escuelas de traducción: la primera, que rige en Occidente, intenta alcanzar con diferente fortuna, la exactitud literal y en su nombre, sacrifica la mayoría de los elementos formales del poema; La segunda escuela considera que el sentido de la composición radica en la armonía de todos sus componentes rítmicos, fonéticos, gramáticos, semánticos y otros.

Moga, también analista de la traducción poética, sugiere la importancia de que el traductor, en constante tensión para encontrar la palabra que retrate la realidad, gane credibilidad. “El traductor debe ser casi tan intuitivo como racional. La intuición le ha de servir para detectar que cierta palabra o expresión alberga un matiz especial o una carga idiomática u obedece a un saber específico, a menudo remoto o completamente ajeno a sus conocimientos”, advierte.

Lucía Sesma, expone la historia del esquizofrénico Louis Wolfson, que es una proyección de la enfermedad que padece todo traductor en el ejercicio de su oficio. “El traductor es un estudiante de uno o varios idiomas y no deja nunca de serlo. Siempre en busca de la epifanía lingüística, de la palabra justa en el momento preciso. Y tras el hallazgo feliz de una palabra se arrastran años de vivencias en otros países y con otras gentes, horas de lecturas, librerías llenas de libros antes desconocidos; todo reducido a un instante colmado de años de trabajo”. En este sentido, señala que “a quien no se dedique con pasión al oficio o a quien no se haya aventurado a ello le costará entender que uno traduce con todo su ser, se expone de tal modo que queda atrapado en una especie de esquizofrenia no apta para pusilánimes”.

La traducción no vive sólo de la literatura. Pablo Sanguinetti –escritor y corresponsal– reflexiona sobre el trabajo del periodista traductor, cuya labor, doblemente invisible, le convierte en “co-creador” del texto que traduce. La responsabilidad de este trabajo consiste en adaptar el significado de las noticias en otros idiomas para que sean entendidas correctamente por el lector del idioma al que se traduzca. “El reportero que debe contar una historia generada en otra lengua se arroja a una doble traducción, da dos saltos simultáneos para salvar dos distancias –de la realidad al papel y del idioma del protagonista al del lector– y superpone en ese instante dos ausencias, tanto más significativas cuanto más arriesgado y violento es cada salto”. Compara un titular de unas pocas palabras: “Extraña flor emana su hedor en el jardín botánico de Berlín” sería una traducción correcta del original “Rare flower unleashes stench in Berlin botanical garden”. Pero el lector preferirá “La flor más grande del mundo se abre en Berlín y huele a cadáver” porque al eliminar un dato prescindible para el lector español (el jardín botánico) suma dos precisiones (la particularidad de la flor y el olor que desprende).

Paula Caballero estudia los clásicos grecolatinos y exige que el traductor, además de filólogo, sea crítico, lector e intérprete respetuoso tanto del idioma de origen como el destino. “Leer a los clásicos grecolatinos no constituye un acto de erudición, como podríamos pensar, sino de búsqueda, comprensión y definición de nuestro lugar en el mundo y de nuestra relación con éste: para comprender quiénes somos y, sobre todo, por qué somos….”. El traductor de lenguas ya no habladas se enfrenta con un duro escollo: el abismal desfase cultural, lingüístico y de forma que presenta el texto de partida respecto a la cultura y la lengua de llegada.

Por su parte, David Paradela –que ha traducido más de 30 libros del inglés y del italiano– reflexiona sobre la tarea de la retraducción -“traducir de nuevo o volver a traducir al idioma primitivo”- en la que se busca el modo de mejorar a sus predecesores. Señala las dificultades y particularidades de las nuevas versiones de una obra ya traducida con anterioridad. “Hay retraductores que trabajan al margen de las traducciones existentes para no ver condicionadas sus decisiones; otros optan por traducir por libre pero revisar cotejando, o al menos teniendo a la vista, las versiones previas; y hay quienes optan por traducir “contra” las traducciones existentes”, explica Paradela. En cualquier caso, defiende la necesidad de que el editor destaque las particularidades de la novela, la versión o versiones de las que procede, para aportar al lector más criterios de selección.

El  libro dedica un capítulo, el de Javier Arnau –experto en las relaciones entre filosofía y traducción– al universo de lo intraducible, que “hace humilde al traductor, pero rescata a las lenguas de la homogeneidad y la redundancia de lo indiferenciado”. En este sentido, Iriarte aporta que “se dan casos de editoriales que aconsejan eludir palabras especialmente difíciles o esquivas en ciertos libros por temor a que el lector tenga problemas para asimilarlas. López Vega advierte que “todo fracaso del traductor es un fracaso del escritor. No encuentro motivos para dudar que cualquier idioma pueda decirlo todo, y si no lo dice, el problema es de la impericia del escritor, no del idioma”.

Este mismo autor afirma que no tiene sentido la aspiración a una lengua universal  porque todo lo que se puede decir en una lengua se puede decir en otra. Demanda la tarea del traductor como escritor, y en este sentido, advierte que demostrará su talento cuanto mejor escritor sea. “Una nota a pie de página en una traducción es una constatación de un fracaso del traductor, pero también lo es añadir demasiados elementos que no estén de forma explícita en el original”.


Por último, Marina Bornas –que traduce del alemán y el japonés contenidos audiovisuales y literarios– aporta interesantes reflexiones sobre la traducción en el mundo del cómic y de los formatos audiovisuales, donde su traducción debe fluir con total facilidad. “La regla de oro del traductor audiovisual es que la imagen prevalece siempre por encima del guión, es decir, la imagen manda. “Otro gran escollo que debe superar el traductor audiovisual  para que su presencia pase inadvertida es el “referente cultural”, cualquier palabra, expresión o nombre propio de la lengua de partida que nos remite a un concepto inexistente o prácticamente desconocido en nuestra cultura y que, por tanto, no tienen ningún equivalente en la lengua de llegada. Señala como factor indispensable para que el proceso de doblaje obtenga buenos resultados que la traducción audiovisual y el ajuste son trabajos en los que no basta con traducir un guión. Deben implicarse en el argumento, saber interpretar las expresiones de los actores, leer entre líneas y observar todos los detalles de todas las escenas.

Para recordar a los traductores peruanos

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Breve historia de la traducción en el Perú

En marzo de este año, 2013, vio la luz el libro Breve historia de la traducción en el Perú de Ricardo Silva Santisteban. En el mismo el autor hace un recuento de las traducciones realizadas tanto en el Perú, como por peruanos en otras latitudes. Históricamente abarca desde la conquista, a través de la colonia y la República, hasta desembocar en el último libro, publicado ya en el 2013. Nos habla de las traducciones, tanto del quechua al castellano y viceversa, así como de traducciones de lenguas extranjeras al castellano. La temática principal son obras literarias en todos sus géneros, incluida la literatura oral andina y aguaruna, aunque también incluye historia y filosofía. De las diversas lenguas vertidas al castellano, las más comunes son el francés, inglés, alemán y portugués, sobre todo por la traducción de autores brasileños. Pero también se mencionan traducciones de tales idiomas como el chino, japonés, sánscrito, latín, griego, sueco, italiano, finés, danés y polaco. Entre los traductores mencionados están tales maestros del idioma como el Inca Garcilaso de la Vega, cuyo nombre aparece en la carátula del libro, Mariano Melgar, José María Arguedas, César Vallejo, César Moro o Javier Sologuren. Estos son tan sólo unos cuantos de los muchos nombres mencionados. Finalmente el autor se lamenta, comentando que hay cada vez menos traductores literarios en el Perú, debido a la falta de cursos dedicados al tema en las universidades del país. El texto va seguido de una bibliografía detallada, tanto de estudios y antologías de la traducción literaria en el Perú, así como de las publicaciones de los diferentes traductores.

Soñar con la categoría de coautor

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El 29 de agosto de 2013, Olga Sánchez Guevara publicó en Cuba Literaria el siguiente artículo sobre traducciones de textos poéticos del alemán al castellano. Lo reproducimos a  continuación

Algunas consideraciones sobre la traducción de textos poéticos*

La traducción es una empresa difícil. Me pregunto si no es más difícil que escribir literatura y ser original. Escribir versos o prosa se le da a uno, o no se le da; la traducción es un escrutinio constante y un cacheo pesado de los conocimientos, de la imaginación y de la honradez intelectual. (…)

Sería fácil multiplicar los ejemplos e insistir en las dificultades con que se enfrenta cualquier traductor. Sólo señalaré dos problemas comunes y fáciles de comprender. Las traducciones de versos tropiezan con el escollo, a veces insalvable, de la fidelidad a la forma métrica del original, acrecentado con otro escollo mayor, que es la fidelidad a la rima. Esta doble dificultad desespera a todos los poetas, incluso a los que escriben en su propia lengua, de modo que me parece inútil insistir. (…)

Afortunadamente, hay muchos grandes traductores. Los grandes traductores son siempre los que ejecutan un trabajo que les ha prendado y sueñan con llegar a la categoría de coautores.1

He citado in extenso a Alejandro Cioranescu —quien, además de investigador y especialista en literatura comparada, fue traductor y profesor universitario en España— porque sus palabras honran a quienes compartimos este mester de mediación intercultural que es la traducción, y sirven para introducir el tema particular de la traducción de poesía.

Por sus peculiares características y las dificultades que surgen en el proceso de su realización, la traducción de textos poéticos requiere una cierta flexibilidad metódica; ello significa, entre otras cosas, que en esta modalidad traduccional se pueden permitir determinadas libertades, como, por ejemplo, la neutralización u omisión de palabras, así como la adición de palabras que permitan mantener el ritmo o la rima, todo ello, procurando apegarse lo más posible al texto de partida. La sola creatividad no basta: es necesaria la intuición de un lector profundo y comprometido, la experiencia de un profesional competente que sepa decidir lo más conveniente en cada caso.

Para traducir poesía
Ante todo, el traductor deberá poseer conocimientos sobre las formas y peculiaridades de la escritura poética en ambos idiomas, el de partida y el de llegada. Además, es importante tomar en cuenta lo siguiente:

Realizar un análisis profundo y detallado del texto de partida: se debe analizar el poema desde diferentes puntos de vista, leerlo varias veces para poder entenderlo e interpretarlo.

Identificar expresiones que pueden conducir a problemas específicos de traducción: hay que atender a todas las sutilezas lingüísticas, alusiones culturales, formas de expresión, etc. En el análisis del contenido se debe prestar atención a las palabras claves.

Atender a la forma (estructura, división en versos y estrofas, esquema métrico, ritmo, sonoridad): en el análisis formal, se debe tratar de abarcar todas las características formales del poema.

Como antes de toda traducción de literatura, debe ubicarse el poema en tiempo y espacio, buscar datos biográficos del autor: solo dentro de su contexto histórico-cultural, se podrá traducir correctamente un texto literario.

Problemas relacionados con recursos literarios, rima y ritmo

Las metáforas
Uno de los recursos más usados en la poesía es la metáfora. Para algunos autores, las metáforas son símiles abreviados (el símil sin el como). María Moliner plantea que la metáfora «consiste en usar las palabras con sentido distinto del que tienen propiamente, pero que guarda con éste una relación descubierta por la imaginación: perlas de rocío, la primavera de la vida».2

El teórico literario Rolf Kloepfer3 afirma que las metáforas se pueden traducir sin mayores complicaciones: «Mientras más audaz y libre, mientras más original sea una metáfora, más fácilmente se puede repetir en otras lenguas». Por supuesto, esto puede ser cierto cuando en el poema aparecen metáforas que tienen una equivalencia directa en la lengua de llegada y «se dejan traducir» fácilmente. Pero hay metáforas muy problemáticas, porque no aparece para ellas una equivalencia correcta en la lengua de llegada: se sirven de imágenes con distintos significados en las culturas de partida y de llegada, y comportan el riesgo de conducir a errores o malentendidos.

Los símbolos
María Moliner define el símbolo como una «cosa que representa a otra convencionalmente», y cita como ejemplos: «La azucena es símbolo de la pureza, la rama de olivo es símbolo de la paz».4 En concordancia con su significado originario, un símbolo como signo consta de dos partes: la primera es una imagen, algo visible o imaginable (digamos, la azucena, la paloma). Esa imagen adquiere su sentido o significación porque está referida a una segunda cosa que puede ser una idea, un concepto abstracto, una afirmación o algo que es imposible expresar y que es «sensorializado» por la imagen (la pureza, la paz).

La inadecuada traducción de un símbolo puede conducir a un malentendido del poema (u otro texto) en otras culturas, pues los símbolos se pueden interpretar de múltiples formas. Los hay que son comprensibles para todos, porque son parte de un acervo común: por ejemplo, la simbología de los colores, el negro para el luto, el verde para la esperanza. Esto es común a las culturas occidentales; sin embargo, para los chinos el negro no es un color luctuoso y sí lo es el blanco. Es importante tomar en cuenta que un mismo símbolo puede tener diversas interpretaciones en distintas culturas.

Rima y ritmo.
Según algunos teóricos, si en un poema rimado no se traduce la rima, se traiciona el texto original y se engaña al receptor que no conoce la lengua de partida. Sin suscribir tales extremos —cualquiera que haya traducido poesía alguna vez sabe que, en ocasiones, hay que llegar a un «compromiso» entre el contenido y la forma del poema—, diremos que el traductor debe intentar reproducir, en el texto de llegada, al menos un ritmo semejante al del original, en caso de que no sea posible mantener la estructura rimada. Para esto hay que apoyarse en el conocimiento y la aplicación de la métrica y otros recursos poéticos. A continuación traemos dos ejemplos de poemas rimados traducidos, en los cuales se han empleado diferentes vías para solucionar las dificultades mencionadas.

Imitación y traducción
En el siglo XIX se les llamó imitaciones a aquellas versiones en las que el traductor, como vía para resolver los problemas planteados por la traducción poética, optaba por recrear muy libremente el poema original. Veamos la que realizara el intelectual cubano Enrique José Varona sobre un poema de Goethe:5

Gefunden (Ich ging im Walde)
Ich ging im Walde
So für michhin,
Um nichts zu suchen,
Das war mein Sinn.
Im Schatten sah´ich
Ein Blümchen stehn,
Wie Sterne leuchtend,
Wie Äuglein schön.
Ich wollt´es brechen,
Da sagt´es fein:
“Soll ich zum Welken.
Gebrochen sein?”
Ich grub´s mit allem
Den Würzlein aus,
Zum Garten trug ich´s
Am hübschen Haus.
Und pflanzt es wieder
Am stillen Ort;
Nun zweigt es immer
Und blüht so fort.


Ich ging im Walde
Fuime a la selva,
No sé por qué:
Nada buscaba,
Mucho encontré.
En un boscaje
Hallé una flor
Que me miraba
Con luz de amor.
Quise arrancarla;
Díjome así:
“¿Mustia me quieres?
Déjame aquí”.
Toda la planta 
Desarraigué,
Junto a mis rejas
La coloqué.
Como en la calma
De esta mansión, 
Crece y perfuma
Mi corazón.

El esquema de rima del poema en alemán es abcb y la cantidad de sílabas es 5/4/5/4. El traductor cubano se propuso reproducir el mismo esquema de la rima del texto original. En el texto de llegada, la cantidad de sílabas por estrofa es como sigue: primera estrofa, 6/5/5/5; segunda, 4/5/5/5; y en las tres últimas, 5/5/5/5. La estructura del texto de llegada es muy similar a la del de partida, aunque algunas palabras del poema en español sean más largas que en alemán.En cuanto a la forma, la traducción de Varona procura mantener la medida del original en sus versos, de arte menor, distribuidos en cuartetas con rima consonante, donde el segundo verso rima con el cuarto.

«Ich ging im Walde / So für mich hin, / Um nichts zu suchen, / Das war mein Sinn». «Wald»: ¿selva o bosque? El sentido del último verso de esta primera estrofa no es transmitido por la traducción; la variante «Mucho encontré» ha sido añadida; pero, de ese modo, se logra mantener la rima y no varía el sentido del poema en su totalidad.

En español, se sustituye «Im Schatten» por «En un boscaje», mientras que los últimos dos versos: «Wie Sterne leuchtend / Wie Äuglein schön» se vierten en «Que me miraba / Con luz de amor». En ambos casos, el traductor ha recurrido a aproximaciones muy libres y creativas que mantienen rima y ritmo semejantes a los del original.

Las equivalencias para la estrofa «Ich wollt’ es brechen, / Da sagt’ es fein: / “Soll ich zum Welken / Gebrochen sein?”» se acercan más al texto de partida: «Quise arrancarla; / Díjome así: / “¿Mustia me quieres? / Déjame aquí”». «Ich grub’s mit allen / Den Würzlein aus, /Zum Garten trug ich’s / Am hübschen Haus».

El traductor elige el verbo «desarraigar», que le permite prescindir del sustantivo «Würzlein» (raicilla), mientras que «Zum Garten trug ich´s / Am hübschen Haus» se sustituye en por «Junto a mis rejas / La coloqué», otra aproximación en que se relacionan rejas y jardín (imaginando el jardín rodeado por una verja).

«Und pflanzt es wieder / Am stillen Ort; / Nun zweigt es immer / Und blüht so fort». Aquí desaparecen los verbos «pflanzen», «zweigen» y «blühen», cuyo sentido es resumido en «Crece y perfuma», y «Ort» se concreta en «mansión», añadiéndose «Mi corazón», por razones de ritmo y rima.

La traducción es tan libre que puede ser considerada como una imitación o un nuevo poema («Nachdichtung», se dice acertadamente en alemán) inspirado en la idea de Goethe, pero que no deja de reflejar el sentido profundo del original, manteniendo, además, una estructura poética muy similar a la de aquel.

Por su parte, el poeta y traductor español Federico Bermúdez-Cañete realiza una versión del «Liebes-Lied» de Rilke:

Liebes-lied6
Wie soll ich meine Seele halten, dass
sie nicht an deine rührt? Wie soll ich sie
hinheben über dich zu andern Dingen?
Ach gerne möcht ich sie bei irgendwas
verlorenem im Dunkel unterbringen
in einer fremden stillen Stelle, die
nicht weiterschwingt, wenn deine Tiefen schwingen.
Doch alles, was uns anrührt, dich und mich,
nimmt uns zusammen wie ein Bogenstrich,
der aus zwei Saiten eine Stimme zieht.
Auf welches Instrument sind wir gespannt?
Und welcher Geiger hat uns in der Hand?
O süsses Lied.


Canción de amor
¿Cómo he de sujetar el alma, para
que no roce la tuya? ¿Cómo alzarla
por encima de ti, hacia otras cosas?
Ay, quisiera ocultarla cerca de algo
perdido por lo oscuro, en un extraño
paraje silencioso, que no vibre
cuando tu hondura vibra.
Pero cuanto nos roza, a ti y a mí,
nos arrastra a los dos, igual que un golpe de arco
sacando de dos cuerdas una nota.
¿En qué instrumento se nos ha tensado?
¿Cuál es el violinista que nos pulsa?
Oh dulce canción.

En su versión, Bermúdez-Cañete opta por trasladar con un máximo de fidelidad el contenido del poema original. Alterna endecasílabos con heptasílabos, y renuncia a la rima pero conserva el ritmo; para ello, en los versos (5-6-7) mueve de uno a otro verso la forma verbal «vibre» y los adjetivos «extraño» y «silencioso», mientras evita la reiteración del «que» en dos versos seguidos, al introducir con acierto en (10) el gerundio «sacando». Solo en (11), al traducir «Und welcher Geiger hat uns in der Hand?» por «¿Cuál es el violinista que nos pulsa?», creo que se aleja innecesariamente del original; sería más exacto: «¿Qué violinista nos tiene en su mano?», y seguiría manteniéndose el ritmo del poema, cuya versión considero muy bien lograda, a pesar del detalle señalado.

Notas:
* Mi agradecimiento a la Lic. Eilyn Perdomo por permitirme utilizar fragmentos de su trabajo de curso del 4º año de la licenciatura en Lengua Alemana.

1- Alejandro Cioranescu, en: httpdescargas.cervantesvirtual.
2- María Moliner: Diccionario de uso del español, Editorial Gredos, Madrid, 1987.
3- Rolf Klöpfer: Die Theorie der literarischen Übersetzung. Romanisch-deutscher Sprachbereich, Fink Verlag, Munich, 1967.
4- María Moliner: : ob. cit.
5- Tomado de Francisco Díaz Solar: Las letras alemanas en el siglo XIX cubano, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2004.

6- El poema y su traducción fueron tomados de Rainer Maria Rilke: Poesía amorosa (edición bilingüe con selección, traducción, prólogo y notas de Federico Bermúdez-Cañete), Ediciones Hiperión, Madrid, 2000.

"Para mí, los poetas eslovenos son increíblemente buenos"

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En el número correspondiente a septiembre-octubre del blog Bazar Americano, el poeta, crítico y traductor Santiago Venturini entrevista aJulia Sarachu (La Plata, 1976). Escritora, editora y traductora, dirige, junto con Laura Lobov, Miguel Ángel Petrecca y Vanina Colagiovanni la editorial Gog y Magog, que se inició en Buenos Aires hace una década y cuenta con un catálogo orientado casi exclusivamente a la poesía. Julia es autora de Transformaciones  (2004), Cuatro ojos ven más que dos (2005), Las bellezas del lobo (2007) y Muñequitas rusas (2009). Como traductora de esloveno, ha traducido a Simon Gregorčič, Edvard Kocbek, Alojzij Gradnik y Svetlana Makarovič. Administra el blog “Los poetas en off”.

"Mis traducciones son parte de mi obra"

Los orígenes
--Mi primera pregunta tiene que ver con el surgimiento de Gog y Magog y su recorrido hasta la actualidad. Hay un consenso en señalar que desde finales de los ’90 y principios del 2000 surgieron un conjunto de “editoriales independientes” o “pequeñas editoriales literarias” –la denominación es discutible­– que tuvieron un rol centrar para la poesía. Me interesaba saber cuál es tu visión sobre este proceso y cómo entra en ese panorama Gog y Magog.
--Conocí a Laura (Lobov) y a Miguel Ángel (Petrecca) en el año 2000. Los tres habíamos escrito nuestros primeros libros, queríamos publicarlos y no teníamos dónde hacerlo. A esto se sumó la crisis de 2001 en Argentina. Ante semejante crisis económica nos dimos cuenta de que no podíamos esperar subsidios de un Estado en ruinas, ni apoyo de ningún particular para financiar la publicación, por lo que decidimos juntarnos y hacerlo por nuestra cuenta. Atravesábamos, por un lado, un momento de mucha creatividad, una explosión general de creatividad. Había muchísima producción en la escena literaria: ciclos de lectura de poemas, talleres, discusiones fervientes –no sólo literarias sino también políticas– e incluso peleas (risas). Había un clima de mucha efervescencia y debido a la crisis no había canales materiales para poder concretar las publicaciones. Eso fue lo que marcó el surgimiento de Gog y Magog. Que coincidió además con la masificación del uso de las computadoras, yo tuve mi primera computadora en el año 2000; teníamos tecnología disponible que hacía más barata la fabricación de libros en medio de una crisis tremenda en la que no podíamos esperar que nadie nos ayudara. Al principio nos juntábamos en una casa que alquilaba Miguel Ángel con unos amigos en el barrio de Montserrat, una casa antigua y gélida. Me acuerdo que pasamos todo el invierno de 2003, congelados, intercalando las páginas de la primera serie de libros.

--¿Cuáles fueron los primeros títulos que publicaron?
 --Los primeros fueron nuestros libros (Transformaciones, Julia Sarachu; El gran furcio, Miguel Ángel Petrecca y Las cosas a descansar, Laura Lobov). Teníamos la idea no sólo de publicar lo nuestro sino de difundir los libros de otros autores que nos gustaban y que leíamos en ese momento. Además, la idea era difundir no sólo la poesía de Buenos Aires sino también la del interior, por eso en la primera colección salió un libro de Francisco Garamona (Pequeñas urnas), que en ese momento vivía en Rosario, y un libro de Lucía Bianco (Preinsectario), que es de Bahía Blanca. Esos fueron los primeros cinco títulos. Tardamos mucho en poder terminarlos: empezamos a principios de 2003 e hicimos la presentación en octubre de 2004.

--¿Tuvieron algún modelo en el momento de proyectar el diseño de los libros?
--Nos gustaban mucho los libros de Ediciones Del Dock. Quizás esa predilección haya influido en los primeros libros de Gog y Magog, con la tapa de cartulina rústica sin imágenes. En cuanto al diseño, estábamos un poco perdidos y tuvimos la ayuda de Pablo Font, un muy buen diseñador. Queríamos que los libros expresaran su pertenencia a una colección pero que al mismo tiempo fueran diferentes. Y a Pablo se le ocurrió la idea de hacerlos muy simples pero utilizando diferentes colores en la guarda. Posteriormente, en 2007, Vanina (Colagiovanni) se incorporó al grupo y como su marido, Akira Patiño, es fotógrafo,  decidimos  incorporar imágenes en la tapa de los libros. En este momento cada tapa exhibe una obra de un fotógrafo contemporáneo diferente. Akira realiza la selección, digamos que es el curador, pues la colección se ha transformado en una serie de obras de fotografía. Deberíamos hacer una muestra solo con las tapas, porque la verdad es que son increíbles, muy hermosas. Este cambio en el diseño nos permitió también solucionar un problema que teníamos con el papel rústico de las primeras ediciones, el tema de las devoluciones: las librerías nos devolvían los libros muy deteriorados. Hoy en día las tapas son plastificadas, lo que les da mayor durabilidad.  


Poesía traducida
 --El catálogo de Gog y Magog tiene una colección interesante de traducciones. ¿Qué importancia le dan a la traducción desde la editorial y por qué consideran que es importante publicar poesía traducida?
--Primero, porque es difícil conseguir traducciones de algunas obras y de determinados autores. La poesía no es muy rentable, no representa un gran negocio para las editoriales y se consiguen casi exclusivamente traducciones de clásicos de poesía, muy poco de poesía contemporánea. Nuestra idea fue volver accesible una cantidad de material –de autores y de textos­– que son difíciles de conseguir. Pero además, la idea es enriquecer la propia lengua y la poesía contemporánea argentina a través de la incorporación de otras poéticas, del contacto con otras poéticas.

--Más allá de las traducciones de poesía que vienen publicando desde hace tiempo algunas editoriales argentinas, muchos poetas extranjeros circulan en nuestro país en traducciones españolas que, además de ser caras, están escritas en una variedad de lengua que no es la nuestra. Esta cuestión, que en principio no tiene por qué ser negativa –al fin y al cabo es como leer la literatura escrita en otros países hispanohablantes– genera, no obstante, en muchos lectores, cierto distanciamiento en el momento de la lectura. ¿Qué posición tienen con respecto a esta cuestión?
--Nosotros decidimos que todas las traducciones sean al español rioplatense, porque tomamos la traducción como una reescritura: en mi caso, cuando traduzco a los poetas eslovenos realmente siento que estoy escribiendo un libro y considero a las traducciones como parte de mi obra poética. Esta decisión también plantea algunos problemas. Hace un tiempo atrás vino alguien que compraba libros para México: le encantaron nuestras traducciones pero nos dijo que en México no podían venderse traducciones hechas al rioplatense. Ahora nos pidieron los derechos para publicar en Chile nuestras antologías de poesía eslovena (Poesía eslovena contemporánea, 2006) y de poesía china (Un país mental: 100 poemas chinos contemporáneos, 2011). Se los dimos, pero en mi caso tuve que modificar y corregir la antología –eliminando el “vos”, por ejemplo– para que puedan ser publicadas en ese país. O sea, la elección impone algunas limitaciones. De todas maneras fue bueno tener que corregirla, porque al final incorporé nuevas traducciones, cambié algunos autores y poemas, escribí un prólogo, de modo que será una antología diferente después de todo, pensada exclusivamente para Chile, y eso me gusta, me parece bueno. Pero en general creo que la mejor calidad literaria, sobre todo en poesía, se logra con la reescritura. Y cuando reescribís lo hacés desde vos, es como si estuvieras escribiendo tu propia poesía: es un poco forzado aspirar a una lengua neutra. Eso no tiene marca personal, no tiene mucha poesía, en mi opinión.

--Más allá de la poesía eslovena –que es un caso especial dentro del catálogo de Gog y Magog– me interesaba saber cómo funciona la inclusión de los autores: ­ pienso en Pasolini, Larkin, Schuyler y tantos otros. ¿Son ustedes los que buscan los autores o son los traductores los que los ofrecen?
--Nosotros trabajamos con un grupo de poetas traductores amigos. Elegimos a los autores pero solo hasta cierto punto: es más que nada la relación personal con los traductores la que nos lleva a los poetas.

--¿No encargan traducciones?
 --He encargado traducciones de poesía eslovena, las que a mí me interesan –para mi investigación de doctorado, por ejemplo–, o de los autores eslovenos que más me gustan. Como no puedo traducir todo, estoy obligada a encargarlas.

--¿Y la elección de los títulos siempre se somete a la opinión de todos los miembros de la editorial?
--Sí, tenemos que llegar a un acuerdo: es una bolsa de gatos, nos peleamos todo el tiempo porque es difícil llegar a un acuerdo total para publicar a alguien. Además está el hecho de que contamos con pocos recursos. Nunca ganamos un centavo con la editorial, es más, muchas veces ponemos dinero de nuestro bolsillo, o tiempo y trabajo, que es lo mismo. Es mucho el material y no tenemos dinero suficiente para editarlo, por lo tanto tenemos que ponernos de acuerdo y elegir solo una parte de todo lo que nos envían.

La preferencia eslovena
--Sos traductora de esloveno y tradujiste algunos de los títulos de poetas en esta lengua que aparecen en el catálogo de la editorial (El imán del poeta, de SimonGregorčič; Poesía en holograma, Edvard Kocbek; La tierra desolada, Alojzij Gradnik; Mujer ajenjo de Svetlana Makarovic). ¿Cuál es la principal apuesta de Gog y Magog al traducir poesía eslovena? ¿Tiene que ver sólo con tu interés personal o hay algo más?
--Para mí los poetas eslovenos son increíblemente buenos. Creo que pasa, en general, con los eslavos: los eslavos tienen una poesía muy potente. La cultura eslava es una cultura lejana para nosotros y todavía no ha llegado a su clímax de plenitud, es una cultura que está en desarrollo, algo que también le pasa a la cultura latinoamericana. En ese sentido, tenemos muchas similitudes y por eso me parece interesante poner en comunicación esos dos mundos. Tanto Latinoamérica como los países de Europa del Este tienen una historia parecida con respecto a los países centrales –una historia de sometimiento, de colonización, una historia de subdesarrollo, en cierta medida– y no son culturas muertas que ya han tenido su epifanía, su auge y han desaparecido (como la cultura griega o la romana, o como la cultura anglosajona, que ha llegado a su plenitud y ahora inicia su etapa de declinación, desde hace bastante tiempo el paradigma anglosajón está comenzando a resquebrajarse). Me parece que es interesante entrar en contacto con poéticas en crecimiento.

--Imagino que el panorama de la poesía en ese país debe ser heterogéneo. ¿Hay ciertos criterios que influyan en la selección de los autores? ¿Hay una determinada línea de la poesía eslovena que Gog y Magog intenta promocionar o difundir a expensas de otras?
--Sí. Los eslovenos tienen una importante tradición poética. Al haber estado dominados durante tantos siglos por otros imperios –se independizaron recién en los ‘90–, mantuvieron su cultura oral prácticamente hasta el siglo XX. Y como no constituían una nación-estado, para ellos la lengua fue su patria. Por eso la poesía es muy fuerte, es mucho más importante la poesía para los eslovenos que para nosotros. Todos los héroes nacionales eslovenos son poetas. Su tradición poética es impresionante. Además, como es un país que se encuentra casi en el centro de Europa, desde fines del siglo XIX y casi hasta la actualidad Eslovenia estuvo muy marcada por el conflicto entre el capitalismo y el comunismo. Durante la Segunda GuerraMundial atravesaron una guerra civil, entre partisanos y colaboracionistas del nazismo. Esta cuestión generó dos líneas dentro de la poesía: una, más cercana a los países nórdicos y anglosajones –poetas que escriben una poesía más formal, conservadora, clásica– y otra, relacionada con poetas como Brane Mozetič. Mozetič, que tiene un vínculo muy fuerte con lo latino y con poetas africanos francoparlantes, es uno de los principales representantes de una corriente literaria más relacionada con la experiencia personal, con la expresión de la subjetividad, una poesía menos retórica y formal, con mayor expresión de los sentimientos, la subjetividad. Svetlana Makarovič  es otra de las representantes de esta línea. Makarovič es la poeta eslovena viva más importante de la actualidad, una poeta que no se define ni comunista ni tampoco de derecha, simplemente “ultra” individualista: está en contra de todas las instituciones sociales y políticas tradicionales, contra todo lo que atente contra la individualidad (desde un matrimonio hasta un partido político). Pero esto no hay que entenderlo como apología del egoísmo, justamente eso es lo raro de la poesía eslava: la subjetividad es un fondo oscuro del que brota el nosotros, que no es partidista sino colectivista y humanista, una mezcla aún desconocida en la poesía anglosajona. Gog y Magog, o al menos yo, me siento más cerca de estos poetas que de los otros.

--¿Qué recepción crees que tuvo y tienen los autores eslovenos entre los lectores de poesía de nuestro país, teniendo en cuenta que ya llevan publicados varios títulos?
--Pienso que los críticos y los especialistas en literatura, por ahora, no le han dado mucha bola a los poetas eslovenos, aunque se publicaron algunas reseñas (que se pueden encontrar en gogymagog.com). Pero la gente común, sí: lectores que no se especializan en poesía, o especialistas en poesía que no forman parte de la “elite  crítica”. Todo el tiempo pasan cosas que me sorprenden en relación con las traducciones eslovenas. Miguel Ángel, por ejemplo, viajó a Bahía Blanca para presentar su antología de poesía china y se acercaron tres chicas a preguntarle si no tenía algo nuevo de Brane Mozetič, porque habían leído Metulji (Mariposas, 2006) y les había copado. Con Makarovič me  pasa  que  todas  las personas que la leen –poetas mujeres, en su mayoría– me escriben para decirme que están fascinadas porque es un tipo de voz poética que acá no existe. Paula Peyseré por ejemplo me dijo que musicalizó unos poemas de Makarovič que le  gustaron. También un artista plástico me pidió la traducción de Kocbek (Poesía en holograma, 2011) para integrarla al montaje de una instalación. Creo que a la gente le gustan los poetas eslovenos. Pero pienso que hay un prejuicio: los ambientes intelectuales siempre son conservadores, se rehúsan a aceptar algo que no forma parte de su horizonte mental, es más difícil que les guste algo nuevo. Los grupos de intelectuales son siempre los últimos en aceptar lo diferente y los que más tarde modifican su punto de vista, hasta que no tienen la revolución en la puerta de su casa… no se enteran. Pero ya se van a enterar. En algún momento se van a redescubrir las traducciones de poesía eslovena que publicamos. Por otro lado, creo que hay otro prejuicio que sostiene que la práctica de la traducción es en sí misma un poco extranjerizante, que hay que prestar atención a lo que pasa acá en Argentina y en Latinoamérica, porque seguir mirando a Europa es como seguir siendo dependiente de una posición colonial. Creo que eso es una estupidez. Primero, porque con la experiencia de internet a veces nos pasa que estamos más cerca de gente que vive a 20.000 kilómetrosde distancia que de alguien que está acá a la vuelta de casa. Nos guste o no, la globalización económica y la interpenetración cultural son hechos consumados. Y segundo, porque no veo en la traducción ninguna amenaza; al contrario, se trata de enriquecer, de democratizar la poesía para, de alguna manera, presentar más opciones.

--Todos los volúmenes que publicaron de poesía eslovena hacen mención a un subsidio que recibieron de algunos organismos oficiales, como por ejemplo la Fundación Trubar.Como la cuestión del mecenazgo es muy importante para pensar la traducción, me interesaba preguntarte si este subsidio implicó o implica algún condicionamiento en la elección de los títulos o simplemente es una ayuda.
--Nada, ningún condicionamiento. Ellos prefieren publicar poesía contemporánea, antes que poetas muertos. Los europeos tienen esa política de promover a los vivos. Y sin embargo a mí se me ocurrió traducir a poetas del siglo XIX como Gregorčič (1844), Alojzij Gradnik (1882) o traducir a Edvard Kocbek (1904-1981), que es un poeta muerto de mediados del siglo XX. Jamás me exigieron nada o me condicionaron de algún modo, al contrario. Primero conseguimos la financiación de la traducción y luego cuando ya está otorgada pedimos la beca para la publicación. Eso se dio con todos los autores menos con Simon Gregorčič, al que lo traduje a pulmón, sin ningún tipo de subsidio.

--A esta altura de la entrevista es una obviedad preguntarte si considerás que la poesía eslovena tuvo y tiene un impacto en tu propia escritura, pero de todos modos lo hago.
--Sí, totalmente, ni hablar. Gregorčič influyó mucho en mi escritura de Las bellezas del lobo (2007) y Makarovič me cambió la cabeza, directamente, porque es un tipo de escritura femenina, una voz de mujer que en nuestro país no existe. Acá la poesía de mujeres está mucho más marcada por el género. Makarovič, en cambio, escribe desde un yo-espíritu que incluye al género, pero va más allá del género, e interpela a un otro-nosotros que es el pueblo esloveno.  El otro en la poesía contemporánea argentina en general es un vos individualizado, un individuo particular, no se da esa fluctuación yo-ustedes-nosotros entre individuo y comunidad. Eso me resulta interesante.

Alberto Girri: "Ni la ansiedad perfeccionista, ni la quimera de la versión definitiva"

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En el blog de Javier Barreiro hay una entrevista realizada con el poeta Alberto Girri durante el verano austral de 1988. Originariamente, fue publicada en el número 2 de la revista El Bosque, correspondiente a los meses mayo-agosto de 1992. Si bien no es específicamente sobre traducción, hay ahí un párrafo que obra como poética y que vale la pena rescatar. Se transcribe a continuación.

Alberto Girri: un fragmento de entrevista

Traducir es, aproximadamente, intentar una casi inapresable equivalencia del tipo de lenguaje, imágenes, detalles específicos del original, su forma mentis. En mi caso, trato de eludir lo que llamaríamos una traducción “personal”, una forma de interpretar el texto elegido, tan a menudo arbitraria, que puede llegar a convertir el original en su caricatura; y trato también de evitar la “recreación” o mera imitación poética. Mi criterio no es brillante pero sí honesto: traduzco sin exagerar la literalidad pero a la vez sin excesivo temor de lo literal. Ni caer en la ansiedad perfeccionista ni en la quimera de la versión definitiva, ambas desproporcionadas.



Otra opinión entre las muchas posibles

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“A partir de la investigación y de su propia experiencia como traductor, el autor de este artículo reflexiona sobre las variadas formas que puede adquirir el delicado arte de expresar en una lengua lo que está escrito en otra, y destaca la importancia que ha tenido esa tarea en la constitución de la identidad cultural del país”, dice la bajada del artículo que Alejandro Patat* (foto) publicó en ADN, del diario La Naciónde Buenos Aires, el viernes 11 de octubre pasado.

La Argentina, una inmensa traducción

La traducción literaria en la Argentina–afirman en los últimos años casi por unanimidad todos aquellos que la han estudiado o practicado– no es un factor al margen de la identidad cultural del país, sino uno de los pilares sobre los que se funda tal identidad. Sin traducciones pensadas, programadas y elaboradas por argentinos a lo largo de dos siglos, nuestra cultura sería otra o probablemente no sería. Anna Gargatagli y Patricia Willson han ejemplificado de manera magistral cómo la busca de un estilo propio de nuestros escritores ha sido y es inescindible de la vasta experiencia en el campo de la traducción.

Dos ideas inconciliables
Si se me permite una síntesis brutal, creo que es posible reducir todos los debates modernos sobre la traducción, fuera y dentro de nuestro país, a dos grandes polos inconciliables. A la primera posición, férrea en su afán totalitario, la llamaría "semiótica", porque considera la traducción un acto comunicativo, susceptible de ser catalogado minuciosamente en una serie finita de fenómenos. Quienes levantan esa bandera están persuadidos de que la traducción es una práctica codificada, que implica determinados procedimientos y estrategias, aplicables en los distintos casos que todo texto presenta. Para ellos, el traductor es un técnico que ejercita una labor mecánica con mayor o menor desenvoltura. Hoy existen asociaciones, colegios de traductores públicos, carreras específicas, publicaciones y congresos de traductología en universidades de todo el mundo. En estas instituciones han nacido verdaderos grupos "fundamentalistas", que excluyen de la órbita de la "buena" traducción a quienquiera no haya recibido su formación, y que congelan, por lo tanto, el concepto de la traducción como profesión.

Del otro lado, en continua posición de combate o, peor aún, con agresiva indiferencia a la idea de la profesionalización, se ubican los que defienden la perspectiva de la traducción como un hecho que yo llamaría "estético". Como es razonable, quienes sostienen este otro postulado ahondan sus raíces en los primeros debates filosóficos y religiosos para llegar a la idea de traducción como producto artístico, con sus propias convenciones y poéticas. Para estos últimos, es inútil que un traductor conozca las abstrusas taxonomías que la tradición académica difunde sin cesar y que cambia según los caprichos de las modas universitarias. El acto de traducir, argumentan, se basa en un trabajo de excavación en la propia lengua, con agotadoras intuiciones explorativas y experimentales. La traducción esconde las mismas insidias de cualquier actividad artística, y el traductor enfrenta plenamente los desafíos de la escritura.

Problemas
Dado que he optado por la brutalidad, espero se me conceda otra síntesis. La ya casi infinita biblioteca acerca de la traducción guarda en realidad un engaño. Como la filosofía, la traducción vuelve siempre a los primeros interrogantes, que, son, desde ya, irresolubles. Según Franco Buffoni, el mayor estudioso de la traducción en Italia, director de la magnífica revista Testo a Fronte, todos esos interrogantes se han presentado a lo largo de la historia como ejes binarios de carácter opositivo. Libertad/sumisión; traición/fidelidad; estilización/literalidad; sentido/palabra; domesticación/extranjerización son algunos de los ejes claves que dieron lugar a las diversas tipologías traductivas que Antione Berman ha examinado en su brillante ensayo La traduction et la lettre ou l'auberge du lointain . Más allá de estos excelentes materiales, propongo –modestísimamente– otro camino.

Un estudio por casos
En distintas oportunidades, ya sea en el café o en las aulas universitarias, me he visto obligado a discutir acaloradamente sobre uno de los lugares comunes más difundidos en nuestro país: el hecho de que la cultura argentina es el resultado de una conmixtión original de ideas y soluciones que provienen de Francia o de Inglaterra. La idea de una élite cultural filofrancesa y filoinglesa ya en el siglo XIX no me parece discutible. Demasiados testimonios lo confirman.

Ahora bien, si en vez de concebir las traducciones argentinas del inglés y del francés como hegemónicas y paradigmáticas nos detuviéramos a pensar aquello que deriva del contacto de nuestra literatura con otras lenguas, obtendríamos nuevas perspectivas y cuestiones. Dada mi limitado conocimiento, querría ilustrar sólo algunos fenómenos que resultan del contacto entre la literatura italiana con las tradición traductora de nuestro país.

Insisto, todavía no existe una historia de la traducción en la Argentina, pero si existiera, debería organizarse por "casos", y debería tener en cuenta esas otras empresas no tan marginales que los argentinos emprendieron más allá de las literaturas inglesa y francesa. Los "casos" son simplemente los distintos modos de haber entendido y ejecutado la práctica de traducción.

La traducción política
Los románticos, se sabe, abrazaron la idea de la traducción como gesto iluminista, como arma capaz de borrar las fronteras y de universalizar las ideas fundacionales de la modernidad. En la Argentina, la traducción de las tragedias de Alfieri o de las novelas de Foscolo y Manzoni significó dar a conocer la catástrofe italiana, especular de la argentina, en cuanto naciones en busca de una auténtica libertad. La apropiación política de esos textos claves de la literatura italiana del siglo XIX fue fundamental también para la generación del 80, que vio a Italia no como nación-modelo, sino como nación-hermana. Quizás éste sea uno de los motivos por los cuales los lectores argentinos de hoy siguen leyendo las grandes obras inglesas y francesas del siglo XIX como obras "maestras" de mundos acabados, pero desconocen en general esas obras italianas. Porque fue su circulación en traducciones políticas, demasiado apegadas a las urgencias históricas de nuestro país, la que no permitió ni siquiera entrever los motivos por los que esas mismas obras son imprescindibles en Italia: su innovación formal y su grandiosa experimentación lingüística.

No será la primera ni la última vez que los textos italianos entrarán por la puerta de la política (Gramsci, por mencionar el caso más importante del siglo XX), para desatender la imponente grandeza estética de sus escritos.

La traducción demiúrgica
La traducción de La Divina Comedia , hecha por Bartolomé Mitre, sufrió los embates violentos de los irreverentes jovencitos reunidos en torno a la revista Martín Fierro , allá por los años veinte. Desde entonces, la versión del poema dantesco ha sido injustamente olvidada o denigrada. Sin embargo, la traducción de Mitre ha tenido un rol imprescindible en nuestro país, nos guste o no nos guste su versión. ¿Por qué? Porque al cabo de largos años de trabajo, que van desde 1891 hasta 1897, considera su propia versión a la par del original. Es más, antepone al texto una "Teoría del traductor" e incluye cientos de notas a la traducción (y no al texto). Todo eso implica que estamos leyendo La Divina Comedia de Mitre, más que la de Dante.

Traducción demiúrgica significa que el traductor se sobrepone al autor. Porque si éste construye y crea, el segundo se sumerge y penetra en el misterio de la creación.

La traducción por identificación
"La tarea del escritor no es imaginar sino percibir", sentenció Proust. Propongo que el predicado se aplique plenamente a la tarea del traductor. "Un traductor debe primeramente perder y luego recuperar su propia identidad", afirmaba Elsa Gress, escritora danesa, en ese precioso volumen sobre la traducción que la revista Sur publicó en 1977. La Argentinaofrece muchos casos de escritores abocados a la percepción sutil de una obra imaginada por otro. La llamaré traducción por identificación. A tal punto que un traductor de este tipo sufre una especie de ensimismamiento y apropiación de una identidad ajena, cuyo síntoma final consiste en transformarse en álter ego del autor. Permítaseme contar una anécdota curiosa. Cuando en 1997 traduje junto con Carlos Ripso una antología de Montale, no preví que esa acción, efectivamente audaz y osada, despertaría las justas sospechas de Horacio Armani, el famoso traductor de Montale en la Argentina. Nuestraoperación no guardaba ningún rencor contra aquel texto excelente que había circulado y sigue circulando notablemente en nuestro país. Armani, sin embargo, no concebía que existieran dos versiones simultáneas. La paradoja –lo descubro después de años– es que muchas veces la nueva identidad del traductor es tan perfecta que termina por velar la del escritor mismo, y no viceversa.

La traducción que da voz
En aquel número inolvidable de Sur, tres textos subyacen a las discusiones de los latinoamericanos que participaron del volumen: la famosa diatriba Newman-Arnold en torno a la intraducibilidad de Homero, el artículo "Miserias y esplendores de la traducción", de Ortega y Gasset, de 1937, y el notable ensayo de Octavio Paz, Traducción: literatura y literalidad , publicado en Barcelona en 1970.

Ortega había esclarecido la diatriba acerca de la intraducibilidad de todo texto, desplazando la imagen banal de la inadecuación de los códigos retórico-semánticos de una obra clásica hacia una disquisición mucho más fina acerca de lo que una lengua manifiesta o acalla.

Cada lengua es una ecuación diferente entre manifestaciones y silencios. Cada pueblo calla unas cosas para poder decir otras. Porque todo sería indecible. De aquí la enorme dificultad de la traducción: en ella se trata de decir en un idioma precisamente lo que este idioma tiende a silenciar.

A estas alturas, habría que pensar el rol esencial que cumplieron en la dictadura argentina algunos textos de Pavese, escritos también ellos en clave durante el fascismo. La influencia de Pavese entre la generación de escritores como Piglia o Saer es notoria, pero todavía no se ha hecho hincapié en todo lo que la literatura argentina "dijo" a partir de los escritos de Pavese. O si se quiere, basta con leer muchas de las versiones de Rodolfo Alonso y Pablo Anadón para comprender cuántas más cosas dijo nuestra poesía a partir de la poesía italiana del siglo XX.

La traducción reivindicativa
Digamos que la reivindicación del estatuto de las lenguas coloniales respecto de la lengua de la madre patria acompaña los debates desde la Independencia hasta nuestros días, con las posiciones que ya conocemos, y que van de un extremo al otro.

Lo cierto es que la industria editorial de los últimos años en lengua castellana, como resulta del hermoso volumen La traducción literaria en América Latina , compilado por Gabriela Adamo, ha privilegiado la variedad ibérica a la hora de difundir textos en lenguas extranjeras. No se trata sólo de una política lingüística normativa, ciega ante un público masivo latinoamericano que tiene problemas tangibles para digerir las traducciones españolas. Con el pase de las grandes editoriales argentinas a manos españolas, se trata más bien de una cuestión de política editorial. Uno de los más espinosos es la circulación inquietante de traducciones argentinas manipuladas. Como señala Gargatagli en el volumen recién citado, "a partir de 1976, se trasladaron a España catálogos enteros de las empresas argentinas que iban desapareciendo y las traducciones nacionales pasaron a ser un inmenso borrador que podía corregirse, plagiarse, editarse, denigrarse, peninsularizarse y enviarse otra vez a la Argentina".

A este propósito resulta imperdible el ensayo de Andrés Ehrenhaus, incluido en el volumen. Argentino exiliado y radicado en España desde hace décadas, Ehrenhaus, se reconoce traductor "huésped" en la lengua de España. A las objeciones de sus connacionales por la adaptación de la propia variedad lingüística replica que, a fin de cuentas, cualquier manipulación o sumisión de la propia variedad a la normativa peninsular implica siempre un desborde, una filtración, un desangrarse de la lengua materna, que deja sus huellas y sus manchas.

Cuando en los años noventa Antonio Aliberti, poeta argentino nacido en Sicilia, concluyó sus traducciones de Leopardi, confesándome que ese enorme trabajo lo había purificado y lo había preparado para su muerte inminente, no imaginaba quizá que su versión del monumental poeta italiano nos quedaría como testimonio maravilloso de esa lengua particular que los argentinos construyeron con el aporte de los inmigrantes italianos.

La traducción como compensación
Sin embargo, los argentinos no deberíamos olvidar tan a menudo que la lengua que hablamos tiene una larga historia, que no está hecha sólo de glorias, "el bronce de Francisco de Quevedo", según rezan los versos de Borges. En 1971, en Nueva York, el político, periodista e historiador catalán Víctor Alba (1916-2003), militante del Partido Comunista español, preso por el franquismo en Alicante y luego en Barcelona, exiliado en México y luego en Estados Unidos, fue invitado a participar de unas importantes jornadas sobre traducción. El original escrito de Alba, recogido por Sur, razona en torno a un tema ajeno a la cultura norteamericana, pero impelente en el caso de la lengua española: nuestra lengua ha hecho siempre las cuentas con contextos dictatoriales, dominados por el control y la censura de Estado. El traductor no ha sido indemne a los juegos acrobáticos de la lengua y a las paráfrasis disuasivas.

La traducción ideológica
Los años setenta fueron propicios para la ideologización de la práctica de traducción, cuyo principal problema pasó a ser la cuestión de la traducibilidad cultural. En esos años, la revista Pasado y Presente , en Córdoba, al traducir los Cuadernos de la cárcel , de Gramsci, planteó el siguiente problema: ¿hasta qué punto los postulados y las ideas relativas a la realidad italiana son traducibles en América Latina? ¿Conceptos como "hegemonía" o "intelectual orgánico" significan la misma cosa de un lado y del otro del Atlántico? El debate no era otra cosa que la traducción del propio debate que Gramsci había generado en sus Cuadernos , donde se preguntaba si las literaturas populares francesa y rusa del siglo XIX eran del todo traducibles en la Italia del mismo período. La historia de las ideas en América Latina ha sido, de por sí, una respuesta a la cuestión.

La traducción como experimentación
Patricia Willson, en La Constelacióndel Sur, ha trazado un panorama de las traducciones argentinas del grupo Sur, analizando las soluciones de Victoria Ocampo, José Bianco y Jorges Luis Borges. De las innumerables intuiciones críticas de la ensayista, rescato aquí una en particular: la idea de que la traducción fue y es en la Argentina un laboratorio estilístico, cuyo ejercicio de reescritura traductiva termina por filtrarse en las obras.

A los tres modelos que Willson propone, yo les sumaría las soberbias interpretaciones de Enrique Pezzoni de algunos textos italianos, que no han recibido hasta ahora la misma atención que sus textos críticos. Porque no habría que olvidar la bella metáfora de Jaime Rest en su ensayo "Reflexiones de un traductor": “El texto original es siempre una partitura que atesora en su silencio la forma ideal de la composición: el traductor no en vano es un intérprete, un ejecutante de la partitura”.

La traducción como saqueo
He dejado deliberadamente para el final la visión de la traducción como saqueo, idea que Borges ha injertado en nuestra cultura. Para Ricardo Piglia, el germen de las ideas borgeanas se halla en la traducción desviada del epígrafe " On ne tue point les idées " del Facundo , que Sarmiento atribuye equívocamente a Fortoul en vez de Diderot, y que traduce "mal" en la edición de 1845: "A los hombres se los degüella, a las ideas no". Allí estaría la vocación apócrifa de nuestra literatura.

Las distintas posiciones de Borges en torno a la traducción han sido analizadas puntualmente por Sergio Waisman. Así, la célebre frase de Borges "el concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio", hoy incluida en Discusión, lo llevó a afirmar que "la superstición de la inferioridad de las traducciones –amonedada en el consabido adagio italiano– procede de una distraída experiencia". Éstos serían los corolarios que conducen a la idea de traducción como falsificación, distorsión, desdoblamiento, apropiación, saqueo. Al final de su carrera, en "El oficio de traducir", en 1975, Borges afirma –expandiendo aún más las infinitas posibilidades de la traducción– que ésta no es sino una forma de "sentir el universo".

Si Borges se apropió de una gran cantidad de textos escritos en otras lenguas, será útil saber que en 1965 se negó a aceptar la invitación de los intelectuales latinoamericanos a traducir La Divina Comedia . Claudia Fernández Greco, estudiosa de la Universidad de Buenos Aires, está llevando a cabo un análisis titánico de las traducciones de Dante en la Argentina y acaba de aportar una interesante interpretación de esa negativa. Porque una literatura está hecha también de textos que nunca existieron.

Final
En 1958, Juan Rodolfo Wilcock se encuentra en Londres, lugar que había elegido para escapar de la Argentina reducida al enfrentamiento entre peronismo y antiperonismo. Desde su exilio voluntario, escribe cartas desesperadas a Miguel Murmis, a quien había conocido y frecuentado en Buenos Aires. Y entre notas personales, agrega críptico: "Veo la Argentinacomo una inmensa traducción". Wilcock, el amigo íntimo de Silvina Ocampo, que se había enemistado con Victoria, deja suspendida esta idea. Creo que con esta frase Wilcock quiso subrayar que lo que más añoraba de Buenos Aires era el espíritu cosmopolita de esos años, visible en la vocación omnívora por la traducción. La suya era una consideración elegíaca de aquello que había dejado para siempre. Su destino romano, así como su pasaje deslumbrante a la literatura italiana en breves años, no hubieran sido posibles sin ese recurrente sueño argentino, que consiste ante todo en traducir.


*Alejandro Patat ha sido Responsable de la Dirección Didácticade la Asociación Dante Alighieri de Buenos Aires y Coordinador para América Latina del “Progetto Lingua Italiana” de la Società DanteAlighieri di Roma. Ha traducido a Montale en castellano y está cuidando la edición argentina de la Historia de la literatura italiana de Alberto Asor Rosa. Ha escrito algunos ensayos sobre la relación entre la cultura italiana y la cultura latinoamericana y ha publicado L’italiano in Argentina (Guerra, Perugia 2004) y Un destino sudamericano. La letteratura italiana in Argentina, 1910-1970 (Guerra, Perugia 2005).  En Italia está por salir el volumen Patria e psiche. Saggio su Ippolito Nievo (Quodlibet, 2009). Es docente de Literatura Italiana en la Universidadde Buenos Aires e investigador en la Università per Stranieri di Siena. Ha dictado cursos y seminarios en Argentina, Italia, Serbia, Túnez y Suiza.

Discutir los destinos de la lengua

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La siguiente columna, firmada por Maximiliano Tomas (foto), se publicó ayer en el diario La Nación, de Buenos Aires. La referencia al “día peronista” –aclaración para los lectores extranjeros– se relaciona con que el 17 de octubre de 1945 los peronistas conmemoran la irrupción de los sectores populares en el Centro de la ciudad para manifestarse ante el encarcelamiento de Juan Domingo Perón en la isla Martín García.  

Aldous Huxley, la traducción
y la soberanía idiomática

¿Hoy es un día peronista, no? Y nosotros hablando una vez más de libros y literatura. ¿Hasta cuándo nos ocuparemos de estos temas ociosos? Ya llegan las elecciones legislativas, ya se desparraman las últimas chicanas y nosotros acá, hablando de cuentos y novelas, en lugar de proponer sesudos análisis de la actualidad. ¿Será porque no imaginamos un mundo sin libros y sí uno sin partidos políticos? En fin, seguro que cuando llegue el día del juicio final nos agarrará anarquistas y distraídos, hablando de ficciones. Así somos.

Aunque quien piense que la literatura (y la lengua) es un terreno de sosiego, exento de cualquier tipo de disputas, está equivocado. Más bien, todo lo contrario. Miren ustedes sino, por ejemplo, las recientes controversias sobre traducción (las traducciones: esa batalla permanente por el sentido): desde hace un buen tiempo escritores, editores y lectores vienen quejándose de las versiones literarias importadas desde España. Si a ese malestar le sumamos la crisis europea, la ventaja de los precios comparativos y ciertos planes de subsidios, volver a traducir en la Argentina no solo se constituyó en una situación deseable sino, incluso, como un negocio rentable. Que hayan aparecido, en un mismo mes, libros de Alfred Hayes, Aldous Huxley y Jack Kerouac traducidos al castellano rioplatense por Martín Schifino, Matías Serra Bradford y Pablo Gianera no puede ser una casualidad. Y no lo es. Hay muchos más traductores argentinos de primer nivel que han visto cómo los encargos volvían a llegar: Marcelo Cohen, Carlos Gardini, Laura Wittner, Jorge Fondebrider, Gonzalo Aguilar y Guillermo Piro son solo algunos de ellos.

Es por eso que los traductores argentinos creen que es el momento propicio para reclamar un nuevo marco legal para su oficio. Hasta ahora, los traductores literarios están regidos por la Ley de Propiedad Intelectual 11.723, sancionada hace unos 80 años. A diferencia de lo que sucede en otros países, cobran un honorario fijo por única vez, más allá de la suerte comercial que corra el libro que tradujeron. Ese es uno de los puntos que busca cambiar el nuevo proyecto de ley, que también propone modificar otra serie de asuntos, y hasta crear un premio a la traducción (como también existe en otras partes del mundo, donde el oficio tiene la misma consideración que la del autor de ficciones, cuando no más).

Y no es la única discusión planteada en los últimos tiempos sobre la lengua. Hace un mes se difundió una solicitada que lleva la firma de decenas de escritores e intelectuales, y que en reclamo de una "soberanía idiomática" propone la creación en la Argentina de foros de debates específicos y de un Instituto Borges (en oposición al Instituto Cervantes español). Dice el documento, en algunos pasajes, en referencia a la lengua como capital económico, político y simbólico: "El 90 por ciento del idioma español se habla en América, pero ese 90 acata, con más o menos resistencia, las directivas que se articulan en España, donde lo habla menos del 10 por ciento restante. Estos números bastan para comprender el interés en discutir los destinos de la lengua: sus usos, su comercialización, su forma de ser enseñada en el mundo (...) La idea de un 'castellano neutro', usada en los medios de comunicación y en algunos tramos de la legislación, termina situando una variedad -en general la culta de las ciudades- en ese lugar sin comprender su propia condición relativa y arbitraria. En la oralidad borra las diferencias regionales y en la escritura funciona como llamado a un aplanamiento de la capacidad expresiva en nombre de la comunicación instrumental".

El campo cultural, como se ve, dista de ser un lugar tranquilo. Pero dejemos por ahora estas batallas, que sirven como muestra, y prometen actualizaciones permanentes (el español es en la actualidad la segunda lengua del mundo por número de hablantes, y el segundo idioma de comunicación internacional). ¿Podemos volver a la literatura? Podemos. Y a Aldous Huxley, cuya mención quedó suelta por allá arriba. Hace algunos años apareció un libro de ensayos del autor de Contrapunto y Un mundo feliz, que llevaba el título Si mi biblioteca ardiera esta noche y que demostraba, por si hiciera falta, que Huxley podía pensar de manera interesante sobre casi cualquier cosa: literatura, artes, música y también drogas. El artículo que le daba nombre al volumen era un ensayo donde Huxley imaginaba una situación desastrosa (el supuesto incendio de su biblioteca), y cuáles serían, en ese caso, los primeros libros que repondría en sus estantes: "El fuego, los amigos y las mudanzas nunca podrán despojarlo a uno de nada que no pueda, como los hijos, camellos y mulas de Job, reemplazarse en su completa medida". Cuando el inglés escribía esto no podía imaginar que diez años después, el 12 de mayo de 1961, su casa de Los Angeles se incendiaría, reduciendo a cenizas su biblioteca pero también sus cartas y hasta algunos manuscritos.

Ahora, a cinco décadas de su muerte, Edhasa distribuye parte de la obra menos difundida del inglés, sus narraciones breves. Cuentos selectos es una antología reciente de ocho relatos, muchos de ellos ambientados en Italia y escritos entre los veintiocho y los treinta y dos años. Si bien el estilo narrativo es convencional, y en general se trata de cuentos realistas (no hay aquí distopías ni misticismo), el volumen contiene al menos tres pequeñas joyas del género: "Túneles verdes", "Monjas a la mesa" (un cuento cuya trama se interroga a la vez acerca de cómo escribir un cuento) y "El pequeño mexicano". En 2004, Edhasa había publicado juntos Un mundo feliz y Nueva visita a un mundo feliz, en versiones españolas de Ramón Hernández y Miguel de Hernani. Algunos años después, para los ensayos y los cuentos, dejó la selección, la traducción y el prólogo en manos de Serra Bradford. En la guerra por la lengua (por la imposición de una lengua o de varias, sobre otras) ya hay algunas batallas en las que ganaron los buenos. Los lectores, los primeros agradecidos.

La pampa tiene el ombú

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El 16 de octubre pasado, Silvina Friera publicó en Página 12 el siguiente artículo sobre la traducción realizada por el francés Mathias de Breyne de una historieta escrita por Julio Cortázar e ilustrada por Alberto Cedrón.





“Cortázar es libertad pura”

Una frase ilumina un desgarrador retazo de la realidad: “Un auto, lo mismo que un país, puede echarse a perder en cualquier momento”. Julio Cortázar y el artista plástico Alberto Cedrón –“el brujo que pintaba”, como lo bautizó para siempre Miguel Briante– exorcizaron los monstruos verdaderos y los asesinos de carne y hueso en La raíz del ombú, una historieta que trabajaron a cuatro manos, entre París y Roma, en 1977; palabras e imágenes imbricadas en la genealogía familiar de Cedrón, desde la llegada de su bisabuelo, procedente de Italia, hasta el asesinato de uno de sus hermanos durante la última dictadura militar. Un relato hecho con el humus de memorias personales –el recuerdo del gran ombú frente a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)–, que va de 1930 a fines de la década del 70, bajo el imperio de la urgencia por las desapariciones, el miedo, el horror del genocidio. Aunque estuvo lista en 1981, recién se publicó por primera vez en 2004, en el marco de la muestra itinerante Presencias, sobre la vida del autor de Rayuela, que recorrió América latina y Europa. El escritor y traductor francés Mathias de Breyne estaba justo en Buenos Aires, tramando una antología de autores contemporáneos argentinos, cuando se encontró con los “dibujos insólitos, increíbles” de Cedrón y las palabras “tan nítidas” de Cortázar. Entonces supo, impulsado por el impacto de una lectura inolvidable, que se entregaría a la faena de traducir la historieta al francés y conseguir un editor. Y lo hizo: La racine de l’ombú se publica en Francia, en la editorial CMDE.

El escritor y traductor francés vivió en Argentina en una época que lo conmovió y que coincidió con la anulación de las leyes de impunidad: obediencia debida y punto final. “Sentí un respiro enorme alrededor. Ahí la gente me habló de la dictadura y supe más. Leía bastante sobre el tema, pero hacía falta hablarlo. Lo hablé con artistas, escritores, músicos, arqueólogos, kiosqueros, mozos... Fue durísimo escuchar, sigo con escalofríos cuando lo pienso. Y de eso se trataba La raíz del ombú: dictadura, hombres-larvas como los llama Cedrón, a quien tuve la suerte de conocer. Pero, además, esta obra termina con un dibujo y una palabra de esperanza. Cedrón y Cortázar, en su obra lúgubre, tenían fe, y tenían razón.” Ante una obra “genial”, “macabra”, “delirante”, “reoriginal” –adjetivaciones que lanza un De Breyne dichoso y entusiasta– sintió la necesidad de compartirla con los lectores franceses. “La historieta fue escrita en París; Cedrón y Cortázar estarían felices de que por fin salga en Francia. Es un libro inédito que se quedó 35 años sin traducción, sin versión francesa; la editorial hizo un trabajo maravilloso. Y es un libro de actualidad: se habló mucho en Argentina, en Francia y en el mundo de la última dictadura en estos últimos años; y todavía hay dictaduras en el mundo”, subraya el traductor y agrega que los temas de esta historieta son universales.

“La traducción fue un placer, una buena experiencia. Aparte de unas palabras raras que tuve que preguntar a mis amigos argentinos, no tuve que abrir el diccionario de lunfardo. Tuve que elegir la palabra justa y en algunos casos nos juntamos con los editores, algunos son traductores, y elegimos unas palabras francesas juntos, para que sonara bien y para que el sentido sea lo más cercano posible a lo que quería decir Cortázar.” Historia de cronopios y de famas fue el primer libro que leyó. “Lo tenía en mi valija cuando hice mi primer viaje a la Argentina, en 2002. El plan era quedarme dos meses –recuerda De Breyne–. Me quedé hasta fines de 2008, con idas y vueltas. Fue un coup de foudre, un flechazo; aunque en francés foudre se traduce por ‘rayo’. Un amor total con Argentina y su cultura. De joven llegué a su obra porque mi papá –un poeta– y su mejor amigo siempre usaban la palabra cronopio como adjetivo. Para ellos era algo evidente; había (hay) cronopios en este mundo. ‘Ce type est un cronope’, me decía mi papá. Hasta que un día entendí por qué, saqué el libro de su biblioteca y lo leí. En Argentina, leí todo Cortázar en castellano, claro. Lamento haber dejado toda la colección porque no entraba en mi valija. Así que acá en Francia sólo tengo La raíz del ombú, ahora en francés.”

De Breyne nació en Lyon, en 1973. No llegó a conocer a Cortázar, pero dice que tiene una cierta intimidad con él, una amistad literaria que cultiva con muchos escritores y escritoras que ha leído y traducido, como la cordobesa Perla Suez, flamante Premio Nacional de Literatura. “Cortázar son muchos departamentos y barrios de Buenos Aires donde viví, el primero cerquita de la Plaza Cortázar; lo leía y estaba literalmente con él. Me leí casi todos los clásicos argentinos y de a poquito llegué a nuestra época. Cortázar, además, es un vínculo entre Francia y Argentina. Esa relación cultural y de fraternidad me dio mucha alegría”, confiesa. “Cortázar es para mí, como lector, como traductor, como escritor, libertad, escritura libre, libertad pura.” La raíz del ombú termina con el nacimiento de un pollito, el único toque de color en un cuadro en blanco y negro. “Horror y esperanza”, como señaló Cortázar en el prólogo de este comic que él mismo calificó como una “crónica y una visión actual del infierno”. El traductor plantea que es algo lógico que este libro salga justo antes de 2014, cuando se celebrará el centenario del nacimiento del autor de Bestiario. “No estaría completa la obra de Cortázar en francés sin La raíz del ombú. Lo lindo sería hacer unos eventos musicales con Juan ‘Tata’ Cedrón, para festejar esta edición en francés y para conmemorar también a Alberto Cedrón y su obra genial.”



Qué lindo y empalogoso, ¿no?

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Siempre hay gente a la que le gusta este tipo de cosas y que las considera "tiernas". Por eso, porque ellos también son seres humanos y, aunque compren postales para los cumpleaños y llamen excitados el día del amigo (o el del traductor...) tienen derechos, copiamos esta entrada, firmada por Ella Frances Sanders y publicada el 31/08/2013 en El Huff Post (http://www.huffingtonpost.es). Allí, a propósito de lo posteado se lee:  Este post se publicó originalmente en Maptia Blog

11 palabras intraducibles

La relación entre las palabras y su significado es fascinante, y los lingüistas han pasado innumerables años deconstruyéndolas, separándolas letra por letra, y tratando de averiguar por qué hay tantos sentimientos e ideas que no se pueden plasmar con palabras, y que nuestras lenguas no consiguen identificar.

Se ha escrito mucho sobre la idea de que las palabras no siempre pueden expresarlo todo. Como dijo Friedrich Nietzsche: "Las palabras son símbolos para la relación entre las cosas y entre estas y nosotros; en ningún lugar consiguen abarcar la verdad absoluta".  Sin duda, el mejor libro que hemos leído sobre este tema es Through The Language Glass, de Guy Deutscher, que examina y analiza estos resquicios, la brecha que implica que haya palabras sin traducción y conceptos que no pueden explicarse bien entre distintas culturas.

Reduciéndolo al mínimo, hemos ilustrado 11 de estas palabras maravillosas, intraducibles y ligeramente esquivas. Vamos a intentar incorporar unas cuantas en nuestras conversaciones diarias, y esperamos que disfrutes reconociendo uno o dos sentimientos de entre ellas.

1 | Alemán: Waldeinsamkeit
Un sentimiento de soledad, de estar solo en el bosque y conectado con la naturaleza. Ralph Waldo Emerson incluso escribió un poema sobre esto.


2 | Italiano: Culaccino
La marca que deja un vaso frío en una mesa. ¿Quién iba a decir que la condensación podría sonar tan poética?


3 | Esquimal: Iktsuarpok
La sensación de anticipación que te empuja a salir fuera y ver si viene alguien, y que probablemente indica impaciencia.


4 | Japonés: Komorebi
Esta es la palabra que los japoneses usan cuando los rayos de sol se filtran a través de los árboles; la interacción entre la luz y las hojas.


5 | Ruso: Pochemuchka
Alguien que pregunta mucho. De hecho, probablemente demasiadas preguntas. Todos conocemos a algunas personas así.


6 | Castellano: Sobremesa
Esta palabra describe el periodo de tiempo tras la comida en la que se conversa con la gente con la que has compartido la mesa.


7 | Indonesio: Jayus
Es una palabra coloquial que describe a alguien que cuenta un chiste tan mal, con tan poca gracia, que no puedes evitar reírte a carcajadas.


8 | Hawaiano: Pana Poʻo
¿Sabes cuando no te acuerdas de dónde has puesto las llaves y te rascas la cabeza porque de alguna forma eso parece que te ayuda a acordarte? Esta es la palabra para eso.


9 | Francés: Dépaysement
El sentimiento que sobreviene cuando uno no está en su país; sentirse extranjero, emigrante, o estar de alguna forma desplazado de su origen.


10 | Urdu: Goya
Urdu es el idioma oficial de Pakistán, pero también el idioma oficial de 5 de los estados de la India. Este vocablo en concreto expresa ese momento en que se deja de lado la distancia y uno percibe lo ficticio como real, lo que a menudo pasa con las buenas historias.


11 | Sueco: Mångata
Es la palabra para el surco luminoso, con forma de camino, que crea la luna sobre el agua.




¿De quién es el castellano? (2da. parte)

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Dos años después del número especial preparado por el Administrador de este blog y publicado en el mes de septiembre de 2011, la revista Ñnuevamente se ocupa de dilucidar de quién es el castellano. Ahora, en vísperas del actual Congreso de la Lengua, publica una vez más una serie de reflexiones sobre la cuestión. El encargado en la oportunidad es Guido Carelli Lynch, quien firma la nota de tapa del número correspondiente al sábado 19 de octubre de este año. En la bajada de éste se lee: “VI Congreso de la Lengua. En la víspera del encuentro más importante del español, voces de uno y otro lado del Atlántico discuten cuál es el valor, el poder y los intereses reales de las academias”.

La conquista del idioma

“Desde el Cantar de Mío Cid, España es un país de vasallos arrodillados al zángano de turno que tengan de rey y un país de lameculos de cura y de torturadores de animales. España no vale la pena. Me alegro de que esté en bancarrota, económica, política, moral... Ojalá que la deriva continental que descubrió Wegener nos acabe de separar de ellos. Que el mar se ensanche”, contesta, vomita y dispara vía mail el escritor colombiano Fernando Vallejo. La pregunta es simple y un poco tramposa, quizás porque invita a una respuesta: “¿Cree que España todavía ejerce dominación a través de la normativa del idioma?”.

Con ánimos mucho menos encendidos que los del autor de La virgen de los sicarios, no son pocos quienes creen que la relación con Madrid es asimétrica y que desde la capital española todavía pretenden regir la norma de la lengua, controlar su expansión y sus beneficios.

En España se apuran en negarlo; Víctor García de la Concha–ex director de la Real Academia y actual mandamás del Instituto Cervantes– a la cabeza. La voluntad cooperativista de la academia española –aseguran, palabras más, palabras menos– está a la vista desde el lema: “unidad en la diversidad”. (El anterior “limpia, fija y da esplendor”, aunque más estricto, parecía el eslogan de una marca de champú, pero eso ya no importa). “La norma del español es pluricéntrica”, insisten en cambio. Sin embargo, la mayoría de los errores que se marcan en el Diccionario Panhispánico de Dudas responde a malos usos de americanismos.

Mientras tanto, el español crece. La oficina del Censo de los Estados Unidos prevé que en 2030 el 7,5 por ciento de la población mundial será hispanohablante. Si la tendencia se mantiene, en tres o cuatro generaciones, una de cada diez personas sobre la faz de la Tierratendrá como lengua nativa la misma que Borges y Cervantes. Pero no es por curiosidad ni filantropía que Washington toma nota: en 2050 Estados Unidos será el país donde más se hable español incluso por encima de México. Hoy más de 450 millones de personas lo hablan en todos los rincones del planeta y más de 50 millones lo estudian. Esa discusión subterránea y algunas más incómodas difícilmente se cuelen en los pasillos del VI Congreso de la Lengua, que tiene lugar por estos días en Panamá. “El gran debate debería ser la necesidad de una lengua común, sin vacas sagradas y sin autoridades centrales. Una lengua cuyos congresos no sean presididos por el monarca de la antigua potencia colonial y de los que se supriman anacrónicos rituales dieciochescos. El gran debate, que las academias nacionales no se están planteando, es una norma en la que se respeten las variedades nacionales, que no sea discursivamente pluricéntrica y en los hechos, centralista y autoritaria”, dispara el periodista y lingüista uruguayo, Ricardo Soca, administrador del popular sitio www.elcastellano.org que ya lleva libradas varias batallas contra la Real Academia.

Para Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Nacional de Educación, trescientos años de vida, malcrían a cualquiera. “Para los españoles, habituados a ser el eje de la lengua por tres siglos, se les ha hecho difícil el cambio de postura. Pero lo van logrando con inteligencia y comprensión. Pero, por las dudas, debemos dormir como Argos, con 50 ojos abiertos, para evitar los avances, las más de las veces inqueridos, hijos de una tendencia natural y secular, de España sobre el resto de los países de la comunidad idiomática”, explica el también ex presidente de la Academia Argentina de Letras. La historia de la academia nacional representa en buena medida algunas de las tensiones latentes. El decreto de su fundación en 1931 lleva la firma del golpista y nacionalista José Felix Uriburu, quien atendió un reclamo de larga data que excedía su voluntad de poder: crear una institución independiente a los designios de la Real AcademiaEspañola (RAE). Su antecesora, la Academia Argentina de la Lengua Castellana, era correspondiente por lo que se ganó el mote de “la sucursal”. La discusión se mantuvo siempre en el seno de la academia, sin embargo la nueva institución fue –junto a su par uruguaya– la única academia asociada a la RAE. En 1999 aceptó el pedido de Madrid y se convirtió en correspondiente.

El ejemplo más brutal entre las asimetrías lo constituye –además de los recursos económicos– el hecho de que la Asociación de Academias de la Lengua Españolaque agrupa a las veintidós academias que la integran funciona en la mismísima sede de la RAE y, para peor, que –por estatuto– su director es el mismo que la tricentenaria institución. Precisamente, tres siglos de vida, como apuntaba Barcia, y el respeto que inspira la obra lexicográfica y normativa de la RAE y su reflejo en el imaginario colectivo, explican cierta actitud de veneración hacia la entidad española.

Disparen contra el panhispanismo Mientras promueve una política panhispánica, colaborativa y pluricéntrica, la RAEbaja línea y advierte que quórum se escribe con “c” y no con “q”. Meses atrás, por ejemplo, recomendó no insistir con algunos sintagmas que emergieron al calor de la última década como “argentinos y argentinas” y “todos y todas”. En el informe “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, de Ignacio Bosque y aprobado por la academia, se concluye que con esas expresiones se está forzando al castellano en pos de no ser sexista. “No deja de resultar inquietante que, desde dependencias oficiales (...) se sugiera la conveniencia de extender un conjunto de variantes lingüísticas que anulan distinciones sintácticas y léxicas conocidas”, explica Bosque.

Ese tipo de actitudes unilaterales son las que más perturban por lo bajo a los habitantes que representan a los 21 países americanos donde viven, por cierto, el noventa por ciento de los hablantes nativos. Pero las críticas también se escuchan entre los lingüistas españoles. Para Juan Carlos Moreno Cabrera, profesor de lingüística general en la Universidad Autónoma de Madrid, los nacionalismos también pesan a la hora de los debates. “A pesar de sus pomposas y altisonantes declaraciones de panhispanismo, la política de la RAE consiste en asegurar un lugar privilegiado y rector a la variedad europea del español dentro de las demás variedades lingüísticas, lo que supone también un papel dirigente indiscutible para la propia RAE, que representa esa variedad. La actual ortografía española, basada en la variedad castellana, es un reflejo directo de este lugar privilegiado. Por eso esa ortografía ha sido y es intocable e indiscutible”, explica Moreno Cabrera.

La representatividad de las academias también es objeto de debates, porque la discusión no se da entre los estados. Y el mentado panhispanismo no tiene la aprobación de ningún país. “Ese carácter paraestatal es un rasgo interesante porque define una estrategia de recuperación neocolonial que pudo ser compartida por gobiernos españoles de diferente signo. Se trata de una idea predemocrática y antirepublicana porque desplaza a los ciudadanos del orden de lo legal, de lo público, al universo de la lengua española cuyos destinos rige un rey y la RAE”, le explica a Ñ Ana María Gargatagli, doctora en filología hispánica.

No todos piensan igual, Gerardo Piña Rosales –nacido en Andalucía– es el director de la Academia Norteamericanade la Lengua Española, la más joven de las asociaciones americanas, y sostiene que si bien España solía mirar con ojos displicentes a las demás academias, se dieron cuenta de que el futuro de la lengua no estaba en España sino en América. Piña Rosales va más allá, para él, el futuro del idioma reside en Estados Unidos. “Ahora bien, ¿quién duda que nos avala el prestigio de la RAE? ¿Es como si tuviéramos que avergonzarnos por pertenecer a una institución que tanto ha hecho por ese bien común que es la lengua española?” se contesta a pesar de que las academias no “pertenecen” a la RAE.

Pero todo debe ser dicho. Y fue un latinoamericano, el director de la academia chilena Alfredo Matos, el primero que propuso hablar de panhispanismo. Por otra parte, a pesar de las acusaciones silenciosas de algunas academias americanas, el aporte económico y profesional de España para favorecer el desarrollo de las entidades de los países más pobres de la región ha sido determinante.

Castellano Sociedad Anónima Cada vez son más los millones de hispanohablantes y cada vez son más también los millones de dólares que mueve la lengua. ¿Quién rige ese mercado? ¿Quién rige las normas? En una sociedad de mercado, ¿quién tiene el copyright del castellano? El español representa el 16 por ciento del Producto Bruto Interno de España, según estudios del Instituto Cervantes y de Fundación Teléfonica, dos bastiones de la Marca España. La colección de ensayos La economía del español , editado por Fundación Telefónica y Ariel desentraña las diferentes aristas del negocio (a veces un tanto exagerado) del idioma. Entre las conclusiones de ese libro –que incluye un capítulo dedicado a la experiencia argentina y su propio Certificado de Español como Lengua Extranjera– señala sin eufemismos que España debe decidir si quiere ser un actor cooperativo (y hasta dónde quiere serlo) o si quiere o puede ser un actor dominante imponiendo sus estándares.

Los autores consideran que, en el largo plazo, las actuaciones cooperativas serían más beneficiosas para el estatus internacional del español, aunque en el corto plazo España puede aprovechar su ventaja en determinados ámbitos, aunque esto genere reacciones en el resto de la comunidad hispanohablante. “La enseñanza del idioma es la más primigenia de las industrias del español , como lo son las industrias culturales, y de un modo indiscutible la industria editorial. Pero todas las ramas del sistema económico dependen de una u otra forma de la lengua, y cada una de ellas, además, tiene un peso distinto en el PBI de cada país”, señala el profesor José Luis García Delgado, director de la colección.

Lejos de la agresividad que mostró alguna vez el Instituto Cervantes, con presencia en 44 países y la voluntad de acordar un examen de español de certificación única, la Argentina pasó de recibir 10 mil estudiantes de español en 2004 a más de 25 mil en 2007. Los precios más competitivos ayudan y también la cercanía con Brasil.

“La lengua no es un negocio, pero a menudo se la trata como tal, y entre algunas corporaciones españolas, por ejemplo, cunde la metáfora de compararla con el petróleo. Los negocios vinculados a la lengua –traducciones, editoriales, comunicaciones, audiovisuales– constituyen alrededor del 15 % del PBI español. El Instituto Cervantes, como difusor de la cultura hispanohablante y la enseñanza del idioma, es un dispositivo central de esa configuración mercantil. Y la atribución de la capacidad normativa a la Real Academiaespañola convierte a la variedad considerada estándar por la misma como norte para todas las industrias vinculadas a la lengua. Por ejemplo, cuando cualquier latinoamericano usa el procesador de textos Word y elige su variedad –español de Argentina–, el diccionario contra el cual confronta la corrección está producido por la RAEy no reconoce los usos habituales de la variedad argentina. Eso implica dos cuestiones: inseguridad lingüística del escritor local y cuantiosos convenios económicos entre la RAEy Microsoft”, ejemplifica María Pía López, directora del Museo de la Lengua y una de las promotoras del documento “Por una soberanía idiomática”, que firmaron medio centenar de lingüistas, escritores y académicos argentinos el 17 de septiembre en Página12. En él, proponen, entre otras medidas, la creación de un Instituto Borges (¿un Cervantes argentino?) -que sirva para plantear el discurso político de la lengua- y para más adelante la creación de una Asociación Latinoamericana de la Lengua.

Nacionalismos, colonialismo, paranoia e ideologemas anacrónicos: la discusión se actualiza con cada nueva edición del diccionario, con cada Nuevo Congreso. Si hay polémica, bienvenida.


Cuatro puntos de vista sobre la cosa

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Las siguientes apostillas, acompañan la nota central de Guido Carelli Lynch publicada en Ñ el sábado 19 de octubre y reproducida en este blog en la entrada de ayer. Como podrá apreciarse, plantean diferentes visiones sobre el problema de la lengua y las pretensiones de supremacía sobre la misma. 













José Luis Moure: 
“Contra los fantasmas inducidos”

Es el nuevo presidente de la Academia Argentinade Letras (AAL), una institución que nació en 1931 “asociada” a la Real AcademiaEspañola, pero que a fines del siglo pasado cambió su estatus a “correspondiente”. José Luis Moure –de él se trata– no pierde las formas, pero tampoco es amigo de la corrección política. “El carácter de correspondiente parecería colocar a la academia (argentina) en cierta situación de mayor dependencia de la que tenía. Explícitamente nadie admite tal cosa, pero entonces ¿por qué y para qué se cambió la calificación? No tengo una respuesta clara para eso”, asegura en su despacho de la calle Bustamente, en la sede de la AAL.

–¿Son asimétricas la RAE y el resto de las academias americanas?
–En la corporación española ha habido un cambio en el sentido de admitir públicamente que todas las academias americanas de la lengua están con ella en un plano de igualdad. Objetivamente, me parece que los hechos no son así. La circunstancia histórica de que la Real AcademiaEspañola tenga 300 años explica algo de esto.

–Usted ha lamentado la dificultad para incorporar argentinismos al diccionario de la RAE.
–Se incorporan muy pocos y no encuentro razones para que no se incorporen todos, con la debida indicación del alcance y el registro al que corresponden. Si estamos hablando de un diccionario total empleado por la veintena de naciones que hablamos ese idioma, todo debería estar allí. Eso llevaría a un diccionario de proporciones gigantescas, porque lo mismo que uno puede pedir para la Argentina, lo podría reclamar cualquiera de los otros países, con lo cual construiríamos un diccionario que por su volumen resultaría casi inmanejable. Pero honestamente me parece una inconsecuencia que la RAE seleccione nuestro vocabulario e incluya en el Diccionario regionalismos peninsulares minúsculos y deja fuera términos empleados por millones de hablantes. Se trata de una discriminación que no está claramente explicada.

–En lo personal, ¿qué fantasmas lo preocupan con respecto al idioma?
–Absolutamente ninguno. Si un organismo vivo (como es la lengua), de acuerdo a lo que dice el propio Instituto Cervantes, está llegando a los 500 millones de hablantes y nos dicen que es el segundo en el número de hablantes nativos ¿de qué temor estamos hablando? Se habla también de la defensa del idioma, lo que me parece una contradicción difícilmente zanjable. ¿Cómo se puede hablar de la defensa de un idioma que tiene 500 millones de hablantes? Yo nunca he oído ese tipo de alarmas referido a un idioma como el inglés, que se habla en todo el mundo, en todas las variedades y registros, y que no tiene ninguna academia ni centro rector; y nunca he oído hablar de que corra peligro. Yo creo que ese sí es un fantasma inducido, con el propósito de que se puedan llevar adelante ciertos planes de unificación del idioma, que considero absolutamente ajenos a la lingüística.

–Esa es la política panhispánica: ¿a usted no le parece practicable?
–No soy enemigo del panhispanismo, simplemente creo que es una campaña que no va a ninguna parte. Tengo la impresión de que se trata de una empresa que se va a ir debilitando, porque no tiene qué cosa construir. Los hablantes en nuestros países van a seguir hablando sus modalidades y en la medida en que sean conscientes y deseen pertenecer a un mundo cultural común, lo que llamamos mundo hispanoamericano, la lengua va a tener la unidad que tuvo desde siempre. Cualquiera de nosotros tiene idea de que está hablando castellano, no lo pone en duda. Si hubiese algún peligro, se hablaría de esto hasta con un cierto temor.













Víctor García de la Concha
“No tratamos de hacer las Américas”

Doce años al frente de la Real AcademiaEspañola desgastan a cualquiera. Bajo su mandato se presentaron una nueva Gramática y una nueva Ortografía, dos trabajos conjuntos entre la Real Academiay las veintiún asociaciones de la Lengua Española, fruto –en sus palabras– de una política lingüística “panhispánica”. A sus 78 años, Víctor García de la Concha creyó que ya le había llegado la hora de descansar, pero Mariano Rajoy lo convocó para dirigir el bastión de diplomacia cultural más potente de habla hispana. “El gran proyecto por el que yo dirijo el Institituto Cervantes después de haber dirigido la Academiaes para iberoamericanizarlo”, explica solícito por teléfono desde Madrid.

–¿Qué significa iberoamericanizar el Instituto Cervantes?
–El Cervantes nació como un impulso del gobierno de España y de todos los partidos políticos pues echábamos en falta un centro, una entidad, una institución que se encargara de la promoción, de la difusión, del estudio del español y de las culturas hispánicas. En un momento el Cervantes se extendió por Europa, el norte de Africa, Estados Unidos y Brasil, pero ahora quiere que todos los países iberoamericanos lo sientan como una cosa suya. Y por tanto –en pie de igualdad, como hemos hecho con las academias– tratamos que las instituciones de los distintos países participen en los grandes objetivos del Instituto Cervantes. Y la presentación de este proyecto también será objeto de tratamiento en el Congreso de Panamá.

–Se ha criticado en el pasado la pretensión del Cervantes de estandarizar a su favor los exámenes de español como lengua extranjera.
–Bastante más de la mitad de la cultura que se proyecta – música, teatro, cine– en los ochenta y siete Cervantes que hay en los cuarenta y cuatro países del mundo en estos momentos, es latinoamericana. Desde hace años, no desde que soy director. Evidentemente en cada país hispanohablante se enseñará la variedad del español que allí se habla y se escribe, que se habla porque en escritura las diferencias son tanto menores. Cada uno va a seguir haciendo lo que está haciendo. Si nos ponemos de acuerdo en cuáles son los parámetros que debe tener, sabremos qué diploma tiene valor.

–La política panhispánica es vista desde América como una nueva estrategia de expansión española.
–No tratamos con ello de ir a América o de hacer las Américas. Hemos firmado con el gobierno de México un acuerdo mediante el cual les cedemos todos los centros Cervantes para que proyecten en ellos la cultura mexicana y el gobierno mexicano nos cede a su vez sus centros en todo el mundo para lo mismo. Además, en los 14 centros mexicanos en Estados Unidos vamos a realizar actividades conjuntas, para enseñar la cultura y la lengua española con todas sus variedades. Del mismo modo, en el Cervantes de Madrid hay un centro de estudios mexicanos que naturalmente va a proyectar toda su cultura. Hemos firmado acuerdos lingüísticos y estamos negociando con Colombia, Chile y Perú. De tal manera que en el edificio de Cervantes en Madrid todas estas variedades americanas buscan su propio espacio físico de expansión.

–Cómo juzgó la carta “Por la soberanía idiomática” que firmaron escritores y académicos argentinos?
–No me sorprende porque conozco al núcleo que lo impulsa. Es una actitud respetable pero es contradictorio desde el título, porque nosotros desde España no estamos reclamando ninguna soberanía idiomática. Si alguien la reclama, es su línea programática y su responsabilidad. Lo que sí hay es una inteligencia poco rigurosa.


Fernando Vallejo: “Nosotros somos el idioma”

Las diferencias entre el español de América y el de España se aumentan cada día. Cada día estamos más alejados nosotros de ellos. En general son diferencias de vocabulario y pronunciación. Como nosotros somos 21 países y ellos uno solo, diré que el español es el hispanoamericano y no el peninsular. España es una provincia anómala del idioma, de la que podemos olvidarnos, a ver si consumamos así nuestra independencia de ellos, que nunca ha sido completa.

La Real Academia y las asociaciones de la lengua de cada país no cuentan para nada, podrían no existir.En cuanto al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, que va para la vigésima segunda edición, es acientífico, católico, monárquico, mezquino. Es un diccionario casi siempre equivocado de lo que es propio de los países hispanoamericanos. La palabra "americanismo" debe desaparecer porque nosotros somos el idioma. La que tenemos que introducir entonces es "españolismo" para designar lo que es propio de España, o sea lo anómalo.


Sergio Ramírez: “En lo anómalo está la creatividad”

Las academias lo que hacen es certificar que las palabras y los giros del lenguaje son moneda corriente en la calle, o en la literatura. No se trata de una policía del idioma, sino de una entidad que “limpia, fija y da esplendor”. La lengua es algo vivo, que se mueve sin permiso de nadie, muta, inventa, traspasa fronteras, y se nutre de otras lenguas.

Las nuevas reglas ortográficas no se impusieron a nadie, simplemente han buscado la economía en la expresión, y la gente las ha aceptado porque tienen sentido, aunque a mí se me dificulte el cambio, pero la fuerza de la costumbre es muy poderosa. Si algo hemos ganado es que el español que se habla en la península y en América tienen ahora pie de igualdad.

Antes, frente a la Real Academia en tiempos del franquismo, había una categoría bastarda de americanismos, y lo legítimo era lo “castizo”. Eso se acabó. Hoy hay “peninsularismos” y todas las maneras de hablar el español son legítimas. Todos nuestros países son provincias anómalas del idioma, y en lo anómalo está la creatividad.




Panamá: se inicia el VI Congreso de la Lengua

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Vargas Llosa, Blecua y el hijo del cazador de elefantes
Guido Carelli Lynch, de Ñ, viajó a Panamá a cubrir el VI Congreso de la Lengua. Labajada de la primera nota que envía, y que se publicó en el suplemento digital del 21 de octubre pasado, dice: “En la apertura, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez arrancó aplausos con una mirada política sobre el idioma. Con la presencia de Vargas Llosa y el Príncipe Felipe de Borbón empezó el Congreso de la Lengua”.

“El español es la lengua que emigra,
clandestina, subversiva”

Imposible saber en qué pensaba el príncipe Felipe de Borbón, cuando el aplauso de casi tres mil asistentes interrumpió las palabras del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Lo único cierto es que el heredero de la corona española no acompañó el aplauso espontáneo más fuerte que se escuchó ayer en el centro de convenciones ATLAPA de la capital panameña. Es imposible también imaginar si Mario Vargas Llosa, que acababa de terminar su discurso, no sintió un cosquilleo al que no ha de estar acostumbrado: envidia. Es que en un acto regado de ministros y funcionarios de la lengua, el ex vicepresidente de Nicaragua, que ayudó a derrotar al dictador Anastasio Somoza, pronunció el discurso más político de la apertura del VI Congreso de la Lengua Española.

En vez de jactarse de los 50 millones de hispanohablantes que hay en Estados Unidos, Ramírez reflexionó sobre quiénes son, de dónde vienen, cómo viven y qué lengua hablan. “Es una lengua mojada, que viaja colgada en ese tren monstruoso, que traspasa el muro inteligente, burla los detectores infrarrojos, huye de los perros de presa, de los rancheros de Arizona armados de fusiles automáticos para detenerla”, explicó el autor de Sombras nada más cuando los aplausos se multiplicaron. “Es la lengua que emigra, clandestina y por eso subversiva, es la lengua de los pobres, masacrada por los Zetas, la miseria y el dolor (…) que crea neologismos. Es una invasión cultural”, insistió. Felipe de Borbón no aplaudió y nadie sabrá si él pensaba en los inmigrantes ilegales en España, sobre todo en aquellos que hablan su mismo idioma.

Pero las palabras del ex combatiente sandinista fueron nada más que un cachetazo despertador, porque el programa oficial ya lo advertía: “solemne inauguración”. Por eso, las aposiciones rimbombantes no faltaron: “Excelentísimo señor presidente”, “Su alteza real”, “Honorables señores y ministros”, “Nobel”. Sólo cuando un centenar de chicos de escuelas panameñas desplegaron un muestrario del folklore, la música, los colores, la riqueza cultural y –hay que decirlo– el estereotipo panameño, los tres mil asistentes pensaron que la formalidad podía quedar de lado. Pero al final –la lengua se trata de palabras– los organizadores cumplieron con la propia, solemnes.

El presidente anfitrión, Ricardo Martinelli; el príncipe; el secretario general iberoamericano –el uruguayo Enrique Iglesias–; el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha; el director de la Real AcademiaEspañola y –por estatuto– director de la Asociación de Academias de la Lengua, José Manuel Blecua; el Nobel peruano; el citado Ramírez y el escritor panameño Juan David Morgan fueron los oradores. El objetivo formal era el mismo, pero cada intervención provocó diferentes ideas.

Por ejemplo Vargas Llosa, notable orador –fue el único que no leyó– sostuvo: “Necesitamos defender y cuidar nuestra lengua, no cerrándonos a lenguas extranjeras, sino abriendo nuestro idioma para enriquecernos de otros lenguajes, tal y como ellos lo hacen con nosotros. Pero debemos mantener la cohesión y protegerla para mantener la unidad y fecundidad del idioma”. El escritor es tal vez el tótem más acabado del panhispanismo, que es el espíritu o fantasma que impregna estos encuentros y que fue el centro de la política que García de la Concha implementó en sus doce años de mandato en la RAEy que ahora pretende llevar al Cervantes.

El Nobel, ciudadano peruano y español, recordó al Inca Garcilaso de la Vega, hijo de una princesa inca y un conquistador ibérico. En el Congreso de la Lengua de Valladolid, en 2001, también había hablado del autor de Los comentarios reales.

El príncipe se sumó a las loas al panhispanismo y entregó una visión de la historia y la conquista un tanto curiosa o pasteurizada. Al referirse a Ñúñez de Balboa, que llegó a estas costas hace quinientos años, dijo: “Tomó posesión, impulsando la primera globalización” e insistió con esa visión al recordar que a Carlos Fuentes le gustaba decir que “la conquista de las Indias fue a sangre y fuego, pero también a palabra y cruz”; toda una declaración de principios. Morgan recordó a que para no hablar de conquista, en el país se habla del “avistamiento” de Balboa, palabra que la Real Academiatodavía no incluyó en su diccionario.

Para el presidente panameño, este congreso –como el de Jefes de Estado Iberoamericanos, que concluyó también ayer– representa la posibilidad de proyectar la imagen del país, que el año que viene deberá elegir a su sucesor. Por eso se hizo cargo de los  3,5 millones de dólares que costará oficialmente el encuentro, un detalle que quizás haya ayudado para que Blecua entregara ayer el Premio de la Asociación de Academias a la Red de Docentes de español de Panamá.

Para eso también sirve un Congreso de la Lengua.


¿Qué tú dices?

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Mientras en el VI Congreso de la Lengua el escritor colombiano William Ospina señalaba que “"los más cordiales enemigos de la lectura son la academia y la industria editorial" y el filólogo argentino José Luis Moure abordaba el tema de la autonomía de la lengua citando a Juan Bautista Alberdi –“Una lengua es una facultad inherente a la personalidad de cada nación, y no puede haber identidad de lenguas, porque Dios no se plagia en la creación de las naciones–, Guido Carelli Lynch, enviado del diario Clarín a Panamá, se ocupaba de investigar qué ocurre con el castellano en los Estados Unidos. La bajada de su artículo del día 22 de octubre pasado reza: “En EE. UU. hay 46,3 millones de hablantes de castellano. ¿Están elaborando una variedad propia del idioma?”

Te llamo pa’trás:
el español que están creando los “hispanounidenses”

“Lengua mojada, clandestina y subversiva”: las palabras de Sergio Ramírez para referirse al castellano que se habla en los Estados Unidos de la mano de los inmigrantes retumbaron fuerte en la inauguración del VI Congreso de la Lengua que se realiza hasta el miércoles en Panamá. La definición del escritor nicaragüense puede ser más precisa que los números, que cada tanto no dicen la verdad. Se repite sin pensar que en el país del Norte viven 50,5 millones de hispanohablantes, cifra que lo convierte en la nación con más hispanohablantes después de México, pero el dato no es del todo cierto, porque no todos los hispanos hablan español.

Según el último censo de los Estados Unidos, sólo 36,9 millones de los hispanos hablan el idioma de Cervantes, pero no tiene en cuenta a los 9,4 millones de inmigrantes ilegales latinoamericanos que estira la cifra hasta 46,3, lo que coloca a ese país en el tercer lugar, detrás de España. “Dada la baja tasa de natalidad en España será segundo, pero nunca superará a México”, pronostica Kim Potowski, profesora de Lingüística Hispánica de la Universidad de Illinois, Chicago.

Para esta especialista en la relación entre lengua e identidad, la imposibilidad de “alcanzar” a México radica en el “desplazamiento del español hacia el inglés”: muchos inmigrantes latinoamericanos dejan de hablar español para ser aceptados socialmente, para no ser diferentes, para pertenecer. “El español se mantiene como lengua muy viva por el flujo migratorio, pero el inglés de los hijos de los inmigrantes, que muchas veces nacen en Estados Unidos, supera a su español en tercer grado. Y los nietos de los que inmigraron muy pocas veces mantienen niveles productivos en español, aunque entienden”, señala Potowski. La falta de práctica y una fuerte presión hegemónica tienen la culpa. “La meta principal es que aprendan inglés”, agrega.

¿Pero qué clase de español hablan los hispanoudinenses? Potowski rechaza la idea del spanglish, porque es una forma de decirles a esas millones de personas que lo que hablan no es español, de frustrarlos y estigmatizarlos. “Si los puristas insisten demasiado acabarán perdiendo, porque un chico cuando se siente regañado deja de hablar el idioma”, explica.

El castellano, en contacto cotidiano con un vecino poderoso, cambia. Incorpora palabras del inglés como “voy a tomar un  break ”. O, a veces, una palabra toma nuevos significados como “he realizado”, usada para indicar que se ha comprendido, que viene del verbo to realize . Por último, a veces se traduce literalmente expresiones del inglés como “te llamo para atrás” ( I call you back ) o “correr para presidente” ( run for president ).

En esas formas híbridas no todos ven vitalidad. “Hay que estar muy alerta para no dejarse llevar por las sirénidas voces anglicadas, por no caer en burdas traducciones”, advierte Gerardo Piña-Rosales, andaluz y director de la Academia Norteamericanade la Lengua, la más joven de las 22 academias que participan del Congreso.

Todos los expertos coinciden en un punto: Estados Unidos es el verdadero laboratorio del español en el mundo. No por el contacto con el inglés, sino por las relaciones entre los expatriados de todos los países latinoamericanos. A pesar de que el 65 por ciento viene de México, no existe una norma de la lengua. “En Nueva York, los caribeños –que usan un 75 por ciento de las veces el pronombre antes del verbo (“yo como” en vez de simplemente “como”)– están bajando su uso, mientras los mexicanos (que los usan sólo un 30 por ciento), lo están aumentando.

Se van igualando, explica Francisco Moreno-Fernández, director del flamante Observatorio de la lengua en los Estados Unidos que el Instituto Cervantes acaba de inaugurar en Harvard. Para Potowski, es como un experimento de química: los dialectos se pueden desarrollar y afectar mutuamente. Los salvadoreños, que debilitan la ese al final y vosean, rodeados de mexicanos, abandonan sus modismos.

Mientras Moreno-Fernández cree que el español que se habla en Estados Unidos puede convertirse en una variedad dialectal más, la experta es tajante: “No hay un español estadounidense y nunca lo habrá”.


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