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"Yo soy una lectora con el libro en la mano"

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Los últimos meses del año 2017 nos depararon Citas de lectura, otro magnífico libro de Sylvia Molloy. A causa de ese breve volumen, Silvina Friera la entrevistó para Página 12, diálogo que se publicó el 23 de diciembre pasado. En la bajada, puede leerse “Los ensayos de la escritora y crítica literaria exploran diversos aspectos de su condición de lectora. ‘Yo leo y escribo y para mí son una misma cosa, están inextricablemente ligados’, sostiene”. Probablemente, ésta sea la mejor manera de empezar el año del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires.

“Mi trayectoria de lectura está marcada por el deseo”

El discreto encanto de los encuentros clandestinos nunca desapareció de su imaginación. Robar libros “prohibidos” por su madre –censurados por los pasajes sexuales, referencias a una violación o a la homosexualidad– fue el primer gesto de su identidad en construcción como lectora en tres lenguas: español, inglés y francés. En uno de los ensayos que integran Citas de lectura(Ampersand), Sylvia Molloy revela que fue sensible tempranamente al prestigio de verse y ser vista con un libro en la mano. “Como aquellos cuadros renacentistas donde el sujeto aparece con un objeto que señala su profesión, suerte de metonimia que lo prolonga y lo significa –el médico con su bisturí, el pintor con su pincel, el cazador con su carabina– me imaginaba siempre retratada con un libro y lo sigo haciendo”, confiesa la escritora y crítica literaria que vive en Estados Unidos desde fines de los años 60, donde ha sido catedrática de literatura latinoamericana y comparada en las universidades de Princeton, Yale y en la New York University.

La gota de bromo le quemó el dorso de la mano derecha. Esa cicatriz, muchos años después, es apenas una ínfima rayita que la escritora le muestra a Página 12 como el último trofeo de una guerra que perdió con la carrera de Química, durante su breve paso por la Facultad de Ciencias Exactas. Héctor Pozzi, jefe de trabajos prácticos, la llamó a su oficina: “Se sacó la mejor nota, Molloy, pero usted no está contenta aquí”, le dijo. Y la invitó a irse, le dio ese permiso fundamental, el empujón que necesitaba para estudiar literatura. “Mal que bien, uno vuelve a esos libros que ha leído con cierta frecuencia, y siempre me acuerdo de cosas distintas. Me ha pasado de tener un recuerdo nítido y después volver al texto y encontrarme con otra cosa que no había visto”, plantea la autora de las novelas En breve cárcel y El común olvido. “La palabra cita para mí tenía algo un poco dudoso, cierta ambigüedad, algo clandestino, porque yo le robaba los libros a mi madre, como cuento en uno de los textos, para leerlos. Hasta que me descubrieron”. 

–Quizá varias generaciones de lectores se formaron un poco al calor de esta especie de clandestinidad inicial, de leer a escondidas de los padres, ¿no?

–Escapar a la vigilancia paterna o materna es uno de los placeres de la niñez, ¿no? A través de la lectura se aumenta ese placer porque estás escapando a la vigilancia y estás haciendo algo que sabés que no tendrías que estar haciendo, porque por algo están esos libros semi escondidos en un cajón, en donde sea; entonces esa transgresión se vuelve sumamente deseable. Uno se vuelve más uno mismo al poder tomar algo que se supone que no corresponde.

–Lo prohibido tiene ese encanto particular.
–Totalmente. Además, quiero esto, ¿por qué no? Mi trayectoria de lectura está marcada por el deseo

–En “El libro como artículo de viaje” dice: “El miedo de quedarme sin libro que leer me sigue rondando”. ¿Cómo explica ese miedo?
–Es el miedo no solo a sentirme sola, sino literalmente a estar desamparada. El libro me protege, el libro es un refugio, y si no tengo un libro estoy a la intemperie. Eso me perturba enormemente. Me perturba más no tener un libro que no tener un paraguas (risas). Incluso en este último viaje compré un libro en inglés, pero no me acuerdo cuál era porque no lo leí. Muchas veces los libros que compro en los aeropuertos son libros que no leo en el viaje. Pero sé que están ahí. Como el paraguas.

–En “Un posible comienzo” cuenta que le gustaría creer que el primer libro que leyó de chica fue en español, pero que no sabe si fue así.
–Sé que los primeros cuentos que escuché fueron en español, antes de que supiera leer. Muchos de ellos eran traducciones de cuentos de hadas ingleses o franceses. El primer libro que leí no lo recuerdo. Y es algo que me taladra porque pienso que a lo mejor fue en inglés, pero por otro lado me leían los cuentos en español. No sé… son puras conjeturas y ese comienzo está un poco borroso, lo cual me da rabia. Para consolarme pienso que esa indecisión a lo mejor es una buena cosa porque no importa tanto recordar en qué lengua leíste, sino qué leíste. Para mí, que siento que la lectura me ha moldeado en cualquier lengua, leer fue una manera de devenir yo. 

–“No sólo vivía a través de los libros, vivía los libros, los volvía performance personal”, afirma en uno de los textos. ¿Por qué las escenas de lectura son tan    teatrales?
–Esa teatralidad queda cifrada en la idea del lector o la lectora con el libro en la mano. Ese libro en la mano que leés y que te completa; pero a la vez es una manera de significar algo para el otro que te está mirando. La satisfacción es doble: tener un libro por si quiero leerlo y tener un libro que me completa, que es algo que necesito para ser yo y para que el otro entienda quién soy. Yo soy una lectora con el libro en la mano. De muy chica volvía loca a mis padres porque no era un libro, sino no sé cuántos que quería llevar cuando viajaba. Y tenían que ser libros, no revistas. Yo quería que me vieran con libros. Algo de autoexposición o de jactancia hay sin duda en ese gesto, pero lo veo como algo más esencial, como parte de mí. Yo quiero que me conozcan con el libro en la mano.

–¿Es su primera identidad?
–Sí, exacto. Yo creo que había una frase “legal”, que siempre la recuerdo porque me divierte, que es “fulana de tal, que sí lee y escribe”. Yo leo y escribo y para mí son una misma cosa; están inextricablemente ligados.

–¿En qué sentido su primo, que aparece homenajeado en uno de los textos, cambió la dirección de sus lecturas?
–Mi primo, que era bilingüe como yo, me abrió a otro tipo de lecturas en un momento en que lo necesitaba. Hay dos personas que me abrieron hacia otro tipo de lecturas: mi profesora de francés, que me abrió hacia la literatura francesa, y por otro lado mi primo, que me llevó a leer a T. S. Eliot. Yo  venía de un colegio inglés donde leíamos la literatura del siglo XIX, pero no dábamos ni un paso más adelante. 

–¿Cómo no se leía a ningún autor del siglo XX en ese colegio? 
–A lo más que llegábamos era a Thomas Hardy. Vi una libertad de escritura en Eliot en la que no había reparado anteriormente en las lecturas prescriptas en el colegio.

–Qué escena tremenda que cuenta con Victoria Ocampo, linda manera de conocerla..
–Esa fue una escena de pavor que todavía recuerdo nítidamente porque la arrogancia de Victoria    –a quien conocí después muy bien y llegué a querer mucho– fue temeraria. Yo estaba haciendo un trabajo sobre traducciones de escritores argentinos al francés. Entonces quería hacerle a José Bianco algunas preguntas sobre (Ricardo) Güiraldes. Me di cuenta de que Güiraldes no era un escritor que le interesara demasiado, pero muy amablemente me dijo con quién podía hablar. Y fue entonces cuando irrumpió Victoria diciendo: “¿dónde está mi libro? ¿quién me robó un libro de Jean Giono?”. Ahí se creó una complicidad muy linda con Bianco porque puso los ojos en blanco y dijo: “yo no sé dónde está su libro”. Bianco me dijo a mí: “¿a quién se le ocurre leer a Giono?”. Esa falta de respeto fue liberadora para mí, porque yo había intentado leer a Giono y me parecía ilegible. Esas complicidades son muy lindas en las lecturas. Otro momento muy lindo de complicidad que tuve con “Pepe” Bianco fue a propósito de los cuentos de Katherine Mansfield. En una conversación se hablaba de escritores ingleses y yo dije algo sobre Mansfield y me di cuenta de que la gente no había leído a Mansfield, salvo “Pepe”, que se acordaba del mismo cuento que yo, de un detalle que guardo como quien almacena monedas raras porque sabe que en algún momento van a valer algo y las va a usar en la escritura. Se acordaba de ese cuento donde hay una mujer que anda deambulando por la ciudad buscando un zaguán donde pueda llorar porque acaba de recibir una mala noticia. Los dos nos acordábamos de esa escena; fue un momento de hermandad muy lindo.
Hay otra circunstancia en la que cunde el malentendido con Silvina Ocampo por el título de una novela de Molloy. “Silvina me enseñó muchas cosas, pero ese momento fue increíble –reconoce–. Cuando me preguntó cuál era el título de mi novela, le dije que En breve cárcel. Silvina me dijo que no le gustaba. Y yo con ganas de matarla, aunque reconociendo que tiene derecho a que no le guste un título, me quedé callada. Al rato me preguntó: ‘¿cómo era el título?’ Y se lo repetí. ‘Ah, yo había entendido En breve cáncer’…, me dijo. Me dio un ataque de risa, pero me maravilló que pudiera pensar que una novela se pueda llamar En breve cáncer”.

–En otro de los textos de “Citas de lectura” revela que en la plaza Dorrego compró una primera edición de “Las invitadas”, dedicada a otra persona. ¿Es un gesto de amor hacia Silvina comprar ese libro, tener algo dedicado por ella?
–Debo decir que llegué al amor a través de los celos, porque mi primera reacción fue de celos al descubrir que hay un libro de Silvina dedicado a alguien que era amigo mío. Lo cual añade más celos a los celos que sentí. ¿Por qué había un libro dedicado a Eugenio (Guasta) y no a mí? Yo no tenía ningún libro de Silvina dedicado, no sé por qué… Entonces me dio rabia y lo dejé. Después efectivamente volví porque quería tener un libro de Silvina dedicado, aunque fuera a otra persona. 

–¿Qué le debe a Borges?
–Hay dos momentos en mi lectura de Borges. Una es mi primera lectura, que se hace desde un punto de vista más “escolar”, porque en Francia trabajé con la recepción de los escritores latinoamericanos en francés y Borges era figura central en esa recepción, así que lo trabajé desde el punto de vista académico, leyéndolo y viendo además los malentendidos que se planteaban en esa recepción: cómo el país extranjero siempre le pide al texto que ha sido traducido que coincida con la imagen que ellos tienen. Borges rompía todos los moldes y no coincidía con lo que se esperaba de América Latina. Entonces hubo una serie desencuentros muy interesantes. Ese fue mi primer acercamiento a Borges. Pero más allá de esa experiencia académica, yo empezaba a tantear la escritura y me daba cuenta de que era otro el Borges que me interesaba: no el que entra en diálogo con la literatura francesa, sino el Borges que entraba en diálogo conmigo. A partir de ese momento, cuando empiezo yo misma a escribir, me doy cuenta de aspectos básicos de Borges que marcan mi escritura: la idea de traslado de textos, la idea de que la literatura es algo que se repite y que recontamos y que la literatura refiere. Otra cosa muy importante que me enseñó Borges es que la crítica y la ficción no son ejercicios diferentes. Se contaminan provechosamente y eso lo vivo en mi vida diaria: escribo ficción y escribo crítica al mismo tiempo y muy a menudo lo que no voy a usar en una lo uso en la otra. También me enseñó el uso del fragmento; él tiene una frase que me encanta, que trabaja con “pormenores lacónicos de larga proyección”. Para mí ese trabajar con lo pequeño, con lo menor, y poder proyectarlo es algo muy importante. Para decirlo en una palabra, Borge me enseñó la atención literaria. 

–En todos sus libros hay una suerte de reservorio de palabras, algunas quizá cayeron en desuso o están un tanto olvidadas. En “Citas de lectura”, la más significativa es “mamarrachientos”. ¿Qué función tienen estas palabras?
–Me divierte usarlas, aunque sé que estoy cometiendo un anacronismo. Me gusta recuperar ciertas palabras que se usan menos ahora. Tengo un museo personal de palabras que oí en mi infancia, que les oí a mi madre y a mis tías, que por cierto hablaban de una manera muy linda, a mí me encantaba oírlas y apropiarme de ellas. A pesar de que el castellano es mi lengua de escritura, al hablar otros idiomas de manera cotidiana, el inglés por ejemplo, esas palabras adquieren un aura especial y me gusta ponerlas de vez en cuando en lo que escribo.

–¿Qué otras palabras recuerda de ese museo personal?
–Cuando mi madre hablaba de una vecina que era un tanto arrogante,  me decía: “es una estirada”. Me encanta estirada. También está el vocabulario de amigas mayores que yo, que usan mucho “mangangá”, una persona que habla mucho. Son palabras de las que reconozco su rareza y las uso de manera muy dosificada para que no parezca que estoy haciendo color local.

"Leídos cierto tiempo después son testimonio de un fracaso (o de varios)"

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Con firma de Damián Tabarovsky, el 24 de diciembre de 2017, el diario Perfil publicó la siguiente columna sobre... catálogos editoriales; o sea, listas de libros.

Catálogo de olvidos

Algunos coleccionan libros, yo catálogos. El catálogo de una editorial –cada vez más en crisis en formato papel, en pleno auge de lo digital– cumple varias funciones: sirve de presentación comercial de los libros, de puesta en escena del fondo editorial, de posicionamiento de imagen de una casa editora, a veces incluso de autohomenaje. Son todo eso, pero para mí son también algo más: leídos cierto tiempo después son testimonio de un fracaso (o de varios). La prueba de libros que ya nadie recuerda, de autores olvidados, de textos que quedaron perdidos en la historia. Son como lápidas del mercado editorial. Especies de muertos vivos (vivos en las librerías de viejos, en las bibliotecas privadas, en la memoria de unos pocos), allí se encarna lo más interesante de la literatura: el momento en que un libro se vuelve fantasma. Espectro de una expectativa que nunca se cumplió. Nada en el mundo de los libros me es más cercano que ese vacío, que esa decepción, que es inherente en mí a la literatura, a la lectura, e incluso a la escritura.

Mis estantes están llenos de catálogos. Luis Chitarroni me regaló mi favorito: Catalogo General, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1950. En formato de 11 x 15 cm, de 208 páginas, se vendía al módico precio de $ 1. El prólogo anuncia que se imprimió “después de cumplirse el décimo aniversario de la editorial” (faltaba todavía más de medio siglo para que Sudamericana se vendiera y pasara a ser un sello –de goma– de una multinacional). Entre los autores incluidos aparecen nombres que nos son cercanos como Virginia Woolf, William Faulkner, Julien Green o Evelyn Waugh, pero también otros perdidos en el abandono, como O.E. Rölvaag, P. Marois o Edna Ferber (que tuvo su momento de éxito cuando su novela Gigante fue llevada al cine con James Dean). En un lugar no muy destacado –página 144– se encuentra una Antología Poética Argentina, compilada por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, con poemas de Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Fernández Moreno, entre otros (nota a mí mismo: buscar en el Borges de Bioy referencias al libro. ¿Se habrán burlado de su propia Antología?).

Más reciente, otro de mis favoritos es el catálogo de Tusquets, 1969-2009 (cuando todavía no había pasado a ser un sello –de plástico– de una multinacional). Ladrillo de 434 páginas en formato 14 cm x 21 cm, además de una impresionante información bibliográfica, contiene al menos dos hallazgos: un hermoso pliego con una selección de las mejores tapas (como la tapa troquelada de Groucho y yo, de Groucho Marx) y otro con fotos de eventos sociales, presentaciones y actos públicos (como la foto de Julio Ramón Ribeyro, cigarrillo en mano derecha y whisky en la izquierda, en la presentación de Crónica de San Gabriely Los geniecillos dominicales, en 1989). La editorial francesa Christian Bourgois tiene dos grandes catálogos, uno por sus 20 años (1966-1986) y otros por sus 50. El primero, además de todo lo que corresponde a un catálogo, trae extractos de notas de prensa y sobre todo facsimilares de cartas a Bourgois de varios de sus autores. Abre con una de Copi, obviamente en francés, continúa con una de William Burroughs, y entre decenas de otras, hay cartas de Gombrowicz, Onetti (comienza con “Mi amiga Carmen Balcells me acaba de enviar ejemplares de mis libros…”) y Peter Handke.

Nueva librería en el barrio de Belgrano

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El 29 de noviembre del año pasado, Daniel Gigena, que está recorriendo sistemáticamente librerías poco tradicionales, publicó en La Nación, de Buenos Aires, el siguiente informe sobre Colastiné, una librería propiedad de Salvador Biedma y Alejandro Larre (foto), que ofrece una alternativa al porteño barrio de Belgrano.

Colastiné: una apuesta
a los buenos libros con sabor nacional

Breve historia de la librerí
Salvador Biedma y Alejandro Larre son amigos desde hace más de veinte años y desde entonces comparten el amor por la literatura y los libros. Se conocieron en el taller literario de Andrés Allegroni cuando todavía estaban en la escuela secundaria. En 2001, los dos fundaron la revista literaria La Mala Palabra y, en 2005, la célebre Mil MamutsBiedma fue editor de Galerna durante un tiempo y, en 2014, cuando ya había dejado esa editorial, en un encuentro con Larre decidió encarar un nuevo proyecto. Primero se les cruzó la idea de fundar un sello propio pero, en noviembre de 2015, abrieron juntos la librería en un local de la calle Mendoza casi esquina Aménabar.

"Fue Alejandro quien propuso la idea de una librería –cuenta Biedma, narrador y poeta, además de librero–. En cuanto al nombre, a los dos nos gusta mucho Juan José Saer. Y nos gusta, además, que sea el nombre de una tribu aborigen (de la que, por cierto, no se sabe mucho) y de un barrio o localidad en Santa Fe." Con frecuencia, se acercan personas a preguntarles si ellos son de allí o les cuentan que solían pasar por el lugar o que conocieron a Saer. "Incluso han venido especialmente algunas personas que viven en Colastiné o cerca a visitarnos", dicen. En Colastiné (la localidad de Santa Fe fundada junto al río del mismo nombre), Saer ambientó gran parte de su ciclo de novelas.

Características de la librería y de los clientes
"Muchas veces nos dicen que tenemos libros raros o difíciles de conseguir –dice Biedma–. No creo que sea muy cierto. Tratamos de tener algunas cosas que tal vez no se encuentren en todos lados, pero quizás haya algo que dé esa idea en la distribución espacial, en el modo de exhibir, en lo que elegimos mostrar." Colastiné ocupa un local pequeño, donde suelen convivir en las mesas o en la vidriera libros de una empresa multinacional y de un sello que crea una persona sola en los ratos libres que le deja otro trabajo.

"Tenemos todo tipo de clientes, personas del barrio o personas de paso y clientes con los que se establece un vínculo más personal, que confían en lo que recomendamos o que saben que, si no tenemos un libro, nos preocupamos por conseguírselo, o que eligen la librería por más que no les quede cómodo llegar", agrega Biedma. Hay personas (en particular escritores y en particular poetas) que ni siquiera viven en Buenos Aires, pero que viajan con cierta frecuencia y en cada viaje incluyen una visita a Colastiné. El trato allí es muy personal. Los clientes que la visitan por primera vez se sorprenden porque enseguida, si los libreros están cebando mate o tomando un café, les ofrecen uno.

"Algo muy lindo que pasa en una librería como la nuestra es que la relación con cada cliente nace y se afianza ciento por ciento sobre la base de la pasión por los libros –dice Larre–. Es una comunicación muy abierta y honesta. El vínculo crece lentamente, de manera casi artesanal, con recomendaciones y comentarios que van de un lado al otro del mostrador."

Relación con las editoriales
En Colastiné hay variedad, tanto en narrativa como en libros para chicos, en poesía y en ciencias sociales. "El gremio del libro es chico y uno tiene muchos amigos o personas cercanas en buena parte de las empresas, sean grandes, medianas o chicas –acota Biedma, que también traduce para editoriales–. Desde nuestra perspectiva, está claro que somos parte de una cadena muy larga en la que lo ideal es tirar todos para el mismo lado, ser socios: las editoriales, las distribuidoras, los autores, los clientes y un montón de personas más que intervienen en ese camino." Con algunas editoriales y con algunas personas, surge mayor afinidad. A veces, cuando llega un proveedor o un corredor, los libreros sienten que cayó un amigo de visita.

Colastiné tiene los catálogos de una amplia gama de sellos de las provincias: Caballo Negro o Alción, de Córdoba; Süd Pol, de Tierra del Fuego; Mulita, de Chaco, y Tres Tercios, de Jujuy.

Libros destacados, los más vendidos y los favoritos
No es una librería especializada en un rubro en particular, pero abundan los títulos de narrativa y poesía. "Seguramente esto tenga que ver con que, como lectores, es lo que más nos interesa", dicen a coro. Y en una librería chica, lo que leen los libreros influye mucho en las ventas. A los clientes les resuena la pasión con la que cada uno habla de los libros que disfrutó. "Eso puede convencerlos más que cualquier otro dato o información", sugieren.

"Las recomendaciones suelen surgir en un ida y vuelta con la otra persona, según lo que ha leído o le puede interesar –puntualiza Biedma–. Algunos libros han resultado ser casi infalibles. Si alguien busca poesía, Tabaco mariposa, de la cordobesa Elena Anníbali, tal vez sea el libro que más he recomendado. A la vez, desde luego, uno se maneja con cuidado e intenta no ser invasivo, sólo recomendar a quien está buscando recomendación o, llegado el caso, a alguien que tiene un interés puntual y quizá no está al tanto de que acaba de salir determinado libro."

Entre los más recomendados por Larre durante 2017, sobresalen Tres luces, de Claire Keegan, Intimidad, de Hanif Kureishi, El idioma materno, de Fabio Morábito, y Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek.

Diagnóstico del sector
Dice Biedma: "El país está viviendo, sin duda, una gravísima crisis que afecta a casi todos los rubros. En este sentido, no hay algo específico para el libro. Para ser muy sintéticos, se sufre una caída importante de las ventas mientras aumentan sideralmente, sin sentido, todas las tarifas." Más allá de que la crisis que se vive (y que se nota en la disminución de la cantidad de novedades, de proyectos frenados y demás), hay editoriales que empezaron hace pocos años y se han instalado con propuestas interesantes. "Todo el tiempo surgen pequeños sellos nuevos, con más o menos estabilidad, más o menos cuidado en la edición, más o menos claridad en las propuestas", concluyen Larre y Biedma.

Actividades en la librería y formas nuevas de llegar a los lectores
Como la librería es chica, Biedma y Larre optan por depositar la energía en que funcione bien como tal y, por ahora, no sumaron otras actividades. "De vez en cuando surge algo más de entrecasa y está buenísimo", cuentan. Colastiné no vende libros por Internet, pero tienen una activa cuenta en Facebook (Colastiné Libros). Por –esa vía, muchos lectores les piden información sobre títulos o reservan ejemplares.

Mendoza 2620 (y Amenábar, a tres cuadras de Cabildo y Juramento)
Teléfono : 4784 1606
De lunes a viernes de 10 a 13.30 y de 14 a 20, sábados de 10 a 14

Una librería dedicada a la filosofía en pleno Centro

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En su serie “Por las librerías”, el 13 de diciembre del año que pasó, Daniel Gigenadedicó una entrada a la librería Philopannyx, de  Marco Antonio Rodríguez. En la bajada de la nota se lee: “Desde un pequeño local en una galería de la calle Corrientes, ofrece textos soñados de filosofía e historia de la Antigüedad que atraen a expertos y captan la atención de lectores curiosos”.

Philopannyx: una ventana 

a la filosofía y los textos clásicos


Ya lo dijo William Shakespeare por medio de Hamlet: "Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que las soñadas en tu filosofía". En un local de veinte metros cuadrados, situado en la galería Corrientes Angosta (avenida Corrientes 753), Philopannyx se especializa en libros soñados de filosofía e historia de la Antigüedad, con foco en los textos clásicos de todas las civilizaciones. China, Japón, India, África, América precolombina y, naturalmente, Grecia y Roma tienen su lugar en el catálogo de Philopannyx. Para los lectores mayores de cincuenta años, esta minúscula cabina del pasado letrado se asemeja a la librería de Juan Blatón, que tuvo su sede en otra galería, a la altura de Florida 641.

Breve historia de la librería:
Después de veinticinco años de trabajar en relación de dependencia en grandes empresas de otros rubros, Marco Antonio Rodríguez tomó la decisión de ligarse al ámbito del que se sentía parte, principalmente como lector. "Soy un gran admirador de la literatura antigua, y la posibilidad de estar en una librería especializada en este tema me brinda la posibilidad de enriquecerme con textos a los que quizá no hubiera llegado de no ser de esta manera -dice a LA NACION-. Recibo muchas recomendaciones de lectura de los clientes, por lo cual me considero un librero en formación."

Philopannyx abrió sus puertas en julio de 2015 y tomó su nombre de un himno órfico dedicado a Afrodita cuya traducción aproximada es "Quien ama la noche entera". Este himno, puntualiza Rodríguez, era cantado por los devotos de la diosa cuando querían tener éxito en las relaciones amorosas. No obstante, hay que aclarar que la librería abre de lunes a viernes de 11 a 19.30.

Los más vendidos:
Aunque se ofrece mucho material importado bilingüe, los dos best sellers de la librería son nacionales. Uno es La invención de la filosofía (Biblos), de Néstor Cordero, y el otro es la nueva traducción de Alcibíades (Mayor) (Miluno), de Platón, realizada por Claudia Mársico. Entre los libros importados, se destacan ediciones de una calidad pocas veces vista: El mito de la diosa (Siruela), de las antropólogas Anne Baring y Jules Chasford; la edición del Popol Vuh hecha por el sello Trotta y el fascinante Hieroglyphica (Akal), de Horapolo, el último sacerdote de la religión de Isis y Osiris, que luego de luchar contra los cristianos terminó por convertirse al cristianismo hacia el año 400 de nuestra era. Ese libro fue revalorizado durante el Renacimiento europeo por facilitar claves de lectura de los jeroglíficos.

En la librería se encuentran ediciones anotadas de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), como las obras completas de Pseudo Dionisio Areopagita, San Agustín y otros padres de la Iglesia; y títulos de Gredos, Herder y Akal. Las vedettes y joyas apreciadas por todos los clientes son los señaladores de la librería, que tienen diseños exclusivos de las artistas plásticas Daniela Kantor y Ana Schprejer.

¿Quiénes frecuentan la librería? 
El público asiduo de la casa se encuentra en estudiantes avanzados y profesores de humanidades en universidades metropolitanas, además de profesionales de disciplinas afines como el derecho, la psicología y actores distinguidos dentro del rubro editorial. "Entre ellos, se pueden destacar las visitas de Daniel Ochoa, que conduce el destino de ECEA publicaciones; Mariano Buscaglia, factótum de Ediciones Ignotas; Claudia Suberbordes, profesora de Letras Clásicas e investigadora de la literatura mística judía, y Arturo Eduardo Agüero, autor del libro Emociones que enferman, único catálogo de enfermedades psicosomáticas", cuenta Rodríguez.

Usos de la vidriera:
"La vidriera de esta librería es fundamental. En este tiempo ha captado la atención del público que, sin ser conocedor del tema, sintió curiosidad, asombro y atracción por algunos de los títulos. Para quienes somos amantes difusores de la poesía y la filosofía, es altamente gratificante cuando alguien nuevo se suma." Luego de que los paseantes de la galería observaran en vidriera el volumen Yambógrafos griegos, publicado por Gredos, muchos entraron en la librería a preguntar qué era un yambo. (La respuesta, aquí.)

Ventas y diagnóstico del sector: "Ha servido mantener la promoción del 10% de descuento en efectivo para los estudiantes, para lograr fidelidad al libro impreso. Este punto es central, debido al contexto económico en nuestro país", dice Rodríguez. Si bien las ventas por Internet crearon un nuevo paradigma de relación entre la librería y el cliente lector, no es significativa dentro del volumen mensual. "Sirve para acercar al público del resto del país que, en el caso del material que se ofrece desde esta librería, no podría acceder de otra manera." Philophannyx tiene página en Facebook.

Para este librero, debido a que los rubros ligados al mercado editorial atraviesan un momento delicado, es fundamental favorecer o incentivar al cliente de alguna manera para no seguir retrocediendo posiciones. "Para mejorar hace falta que el Estado apoye y que las empresas del sector se jueguen con las ediciones nacionales para no llenar la plaza de saldos de España."

Dirección: 
Av. Corrientes 753 (galería Corrientes Angosta)

Horario: 
De lunes a viernes de 11 a 19,30.



Una librería en el barrio porteño de Colegiales

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Siguiendo con su serie “Por las librerías”, el 22 de diciembre del año pasado, Daniel Gigena dedicó un espacio a la librería Céspedes, de Cecilia Fanti, ubicada en el bario porteño de Colegiales.

Céspedes: la literatura como punto de encuentro


Breve historia de la librería
Cuando Cecilia Fanti se hizo cargo de Céspedes, la librería ya se llamaba así. – Céspedes está ubicada en la arbolada calle Céspedes, en el barrio de Colegiales. Fundada en 2016, la dueña anterior había decidido cerrar el local para encarar nuevos proyectos. "La noticia vino de la mano de una editora y con la noticia tuve también una corazonada –cuenta Fanti, que trabajó en Penguin Random House varios años–. Quise ver qué era lo que pasaba y si era posible hacerme cargo. Así que en ese momento conseguí su teléfono, la llamé y en horas era la dueña de la librería."

Fanti, autora de La chica del milagro (Rosa Iceberg), asegura que se está convirtiendo en librera, porque lleva apenas cuatro meses al frente de Céspedes. "Es muy estimulante todo lo que se puede hacer: aprender, conocer a autores, nuevas editoriales, reglas de negocios", dice.

¿Qué libros se encuentran? 
Céspedes es una pequeña librería literaria. "Tenemos una selección de sellos que reflejan ese tipo de lecturas: Ediciones Universidad Diego Portales, Hueders, Literatura Random House, Anagrama, Adriana Hidalgo, dentro del espectro de las grandes –detalla–. Dentro del mundo de la literatura independiente son muy requeridos los libros de Blatt y Ríos, Tenemos las Máquinas, La Bestia Equilátera, Mansalva, Fiordo, Entropía, Caja Negra, Sigilo, Mar Dulce, Odelia, El Cuenco del Plata, Alto Pogo y Godot." Los sellos de poesía favoritos de los lectores que van a Céspedes son Del Dock, Pánico el Pánico y Caleta Olivia.

Los libros más buscados: 
Los clientes requieren títulos por su cuenta o a través de una recomendación. Existe en el local una gran oferta de literatura infantil porque muchos pequeños lectores visitan la librería todas las semanas (algunos todos los días). "Vienen a buscar y leer los libros álbum de Limonero, Niño, Ojoreja, Calibroscopio, Pípala, Pequeño Editor, La Brujita de Papel, Periplo, Fondo de Cultura Económica. Todos funcionan maravillosamente bien, porque tienen autores e ilustradores talentosísimos trabajando en los libros", comenta Fanti.

Héctor el hombre extraordinariamente fuerte (Pípala) es el hit junto a toda la serie de Había una vez un niño (Fondo de Cultura Económica) de Oliver Jeffers. Otro título de muchísimo éxito es la colección Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes(Planeta) y hay clásicos que se mantienen siempre entre los favoritos, como la serie Lola y Federico (Sudamericana). "Los niños son grandes clientes y amigos de la librería –confiesa la joven librera–. Saben lo que les gusta y también se dejan sorprender. Son cariñosos y son mis favoritos."

La autora estrella de Céspedes es Romina Paula, con Acá todavía, Agosto y ¿Vos me querés a mí? (publicados por Entropía). Otros libros muy solicitados son  Dónde está Perón, de Antolin Olgiatti (Galería Editorial), y Desarticulaciones, Vivir entre lenguas y El común olvido, de Sylvia Molloy, publicados por Eterna Cadencia. Los mejores días, de Magalí Etchebarne, editado por Tenemos las Máquinas, es otro best seller, así como también los firmados por Mariana Enríquez y Hebe Uhart. "El estreno del documental de Joan Didion en Netflix desató un pequeño boom, así que El año del pensamiento mágico y Noches azules –ambos de Literatura Random House– están entre los más vendidos de estos meses", apunta Fanti.

En primera persona: 
"Decidí convertirme en librera porque mi relación con los libros es vital. Básicamente, leer y escribir son las cosas que más me gustan, y pocas cosas me gustan más que recomendar lo leído. Ser librero permite recomendar todos los libros que te cambiaron la vida, te hicieron feliz, o llorar o te salvaron. Es un vínculo muy íntimo y muy hermoso el del librero con el lector. Es un trabajo profundamente satisfactorio y de pura experiencia. Estar rodeada de libros e invitar a los lectores a conocer esos mundos, que quizás los cambien para siempre."

Los vecinos de Céspedes:
Aunque todavía la librería no cuenta con una vidriera definitiva, Fanti señala que su importancia es fundamental. "Es lindísimo escuchar los comentarios que hace la gente mientras mira los libros. Estar atrás de este mostrador es una ventana indiscreta maravillosa. Las promociones, cuando las hay, son geniales. Cambia bastante en el volumen de la venta."

Se organizan eventos casi todas las semanas. 
A Fanti le gusta que Céspedes sea un espacio de encuentro donde pasan otras cosas. Hay muestras de artes visuales, lecturas, presentaciones de libros. "Siempre encontramos alguna situación que amerite el brindis y el encuentro entre lectores", dice.

Un diagnóstico sobre el sector de librerías y el mercado editorial: 
"En 2017 estuve en ambos sectores –remarca Fanti–. Trabajé hasta la primera mitad del año en una editorial y ahora trabajo en una librería. Fue un año difícil, creo que –y esto sonará un poco obvio– sobre todo porque lo que marca el pulso del consumo es el bolsillo. Y también los libros, como todo en general, se encarecieron muchísimo. También creo que es el tiempo de los libros para lectores, que son los que siempre necesitan el libro y que siempre lo necesitan a mano, incluso antes de terminar el que estaban leyendo. Para ellos, el libro es un objeto preciado y no se reemplaza por otro tipo de consumo de ocio."

¿Hubo cambios en la forma de vender debido a Internet? 
"No lo sé. Céspedes todavía no tiene la estructura para ingresar en el mundo online desde la venta –responde Fanti–. Me parece que se complementan, hay una manera de comprar desde casa sin moverse que es provechosa, yo lo hago todo el tiempo en todo tipo de rubros, desde el supermercado hasta zapatos. Sin embargo, cuando la fantasía de tener una librería empezó a calar hondo, allá por febrero de este año, hubo una entrevista del Huffington Post a Emma Straub (una escritora joven estadounidense que abrió su librería –Books Are Magic– en Brooklyn) que fue determinante para mí. Ahí ella hablaba del sentido de pertenencia que un barrio tiene con su librería como lugar de encuentro y también de cómo, para un lector, el algoritmo nunca va a reemplazar la experiencia de recorrer las bibliotecas y mesas de una librería y descubrir nuevos autores, o nuevos libros de viejos autores."

Dirección: 
Céspedes 3065

Horario: 
de lunes a sábados de 11 a 20. Durante diciembre estará abierta de lunes a sábados de 10:30 a 20:30 y los domingos de 16:30 a 20:00.

En Facebook: 

En Almagro también tienen librería independiente

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Publicada el pasado 10 de enero, en el marco de la serie que Daniel Gigena viene realizando sobre librerías para el diario La Nación, llegó el turno de La Coop, una inteligente asociación de editoriales independientes.

La Coop, o donde la unión
(de sellos independientes) hace la fuerza

Ubicada en el barrio de Almagro, La Coop es uno de los efectos deseados del proyecto cooperativo que aglutina catorce editoriales independientes: Alto Pogo, Añosluz, Audisea, Azul, Conejos, China, Espacio Hudson, Mágicas Naranjas, Paisainta, Qué diría Víctor Hugo?, Santos Locos, Clubcinco, Evaristo Editorial y Clase Turista. La cooperativa también cuenta con distribuidora y participa en conjunto en ferias del libro de alcance internacional, nacional, provincial y municipal.

De la cooperativa a la librería. 
"La Coop nació con la idea de unir esfuerzos para generar más visibilidad, difusión y presencia en el mercado editorial -cuentan los editores asociados-. Hemos logrado tener presencia en más cien ferias y festivales a lo largo del país, participamos con un stand permanente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y en 2017 nos sumamos al circuito de las ferias internacionales, con presencia en muchas ferias en toda Latinoamérica". La Coop estuvo presente en 2017 en la ascendente Feria Internacional del Libro de Lima y este año será la tercera vez que participe de la FIL de Buenos Aires.

Con una red de distribución en todo el país, Uruguay y Chile, a la que suman libros de otros sellos colegas, La Coop creó una red de 24 editoriales independientes y autogestivas. Una vez resuelta la presencia en ferias, la distribución y la generación de contenidos, decidieron que era necesaria la creación de un lugar propio para vender los libros y desarrollar actividades culturales. En diciembre de 2016, editores de Alto Pogo, Santos Locos, Conejos, Audisea y otros sellos abrieron la librería en Bulnes 640. Allí atienden de lunes a viernes de 15.30 a 20.30.

Favoritos de los lectores y best sellers. La Coop Librería se especializa en editoriales independientes de la Argentina y de América Latina. "Tenemos libros de editoriales de todo el país y un sector latinoamericano donde pueden encontrarse sellos de casi toda la región, junto a las editoriales comerciales más reconocidas", cuenta la librera encargada del local.

Los títulos más vendidos del año que acaba de irse fueron Hay gente que no sabe lo que hace, relatos de Alejandra Zina publicados por Paisanita, Los enfermos, la inquietante novela de Natalia Rozenblum (Alto Pogo), Nunca corrí siempre cobré, cuentos de Leonardo Oyola (Evaristo Editorial), Las canciones de los boliches, best seller indie del poeta y editor Gustavo Yuste (Santos Locos), y Los Wachos, cuentos del narrador, poeta y periodista cultural Walter Lezcano (Conejos).

En La Coop atiende Laura Forni, especialista en literatura infantil y cabal representante del espíritu amable que recorre la librería. "Se maneja un estilo informal, que trata de acercar el mundo editorial a todo el público -dice Marcos Almada, editor de Alto Pogo y alma máter (o páter) del proyecto cooperativo-. Muchas veces los lectores entran a buscar un libro determinado y terminan llevándose otros de editoriales nuevas, voces emergentes contemporáneas".

Forni agrega que los lectores buscan con frecuencia recomendaciones hechas por otras personas. "Así se genera un fluido intercambio -dice-. Tenemos tres grandes frentes: una colección de poesía muy amplia, una sección de narrativa que incluye sellos de Uruguay, Venezuela, Perú, Chile y Bolivia y un sector infantil a tono con la literatura emergente". De la mano de Forni, ese sector en auge se ha convertido en un espacio fundamental de La Coop Librería. Allí se encuentran títulos de Mágicas Naranjas, el catálogo del sello Calibroscopio, de la editorial rosarina Libros Silvestres y de Taller Azul Arte Infantil, de Salta.

Un lugar de encuentro. 
"Desde un principio sabíamos que la librería tenía que oficiar como un lugar de encuentro -dicen los responsables de La Coop-. Durante el verano pasado tuvimos un ciclo de escritores que actuaban como libreros invitados por un día. En doce noches participaron Selva Almada, Jorge Consiglio y Mariano Quirós, entre otros. Tuvimos tres Encuentros de Editores Latinoamericanos y fuimos sede del Primer Encuentro de Editoras. Participamos también de la Noche de las Librerías con un homenaje a Alberto Laiseca". En la librería se hicieron más de setenta actividades con escritores y editores nacionales y latinoamericanos en 2017, talleres de lectura, charlas, presentaciones de libros, lecturas de poesía y hasta algún que otro acústico.

"Nuestro local tiene la particularidad de ser centro de reunión de varios editores y escritores -agrega Forni-. Eso hace que, en muchas ocasiones, el cliente de la librería se encuentre charlando con autores y editores sobre los libros que piensa comprar. De estos intercambios casuales se han gestado pequeños proyectos editoriales". La Coop, además, es vecina de Espacio Moebius, ubicado en Bulnes 658, donde venden y exponen cómics, novelas gráficas y otras joyas del "noveno arte".

Diagnóstico del sector de librerías y del mercado editorial. 
Según los socios de La Coop, la librería no ha sufrido tanto el impacto inflacionario de la Argentina en 2017. "Eso se debe en parte a que las editoriales independientes hacen un particular esfuerzo por manejar precios muy competitivos -aseguran-. Aun así se nota una merma en las ventas. Para facilitar la situación de nuestros clientes, hicimos en dos oportunidades La Barata, un evento semestral en el que la librería absorbe el margen de los descuentos ofrecidos." Durante enero, se hace un descuento del 10% en la compra de un ejemplar y del 20% con la compra de dos o más libros.

En la Web. 
Por el momento, la librería no hace ventas por Internet, excepto pedidos por su página de Facebook. No obstante, La Coop trabaja en un nuevo proyecto cooperativo: el lanzamiento de una plataforma digital que se llamará Nube de Letras. "De todos modos, apuntamos a que el espíritu del 'librero amigo' siga instalado en nuestros clientes y no dejen nunca de visitarnos", dicen.

Dirección: Bulnes 640, CABA.
Lunes a viernes de 15.30 a 20.30





"Existe la creencia de que todo aquel que sabe leer es lector pero, en realidad, estamos todo el tiempo con el teléfono, todo el tiempo con Twitter"

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Existe una superstición ampliamente difundida en el mundo editorial a propósito de la ficción. Así, se cree que la novela –no los cuentos–, vende mucho más que cualquier otro género. Como las estadísticas no suelen ser oficiales, el mito se mantiene. Sin embargo, en Gran Bretaña las cifras revelan otra cosa. Con este tema, Alison Flood publicó en The Guardian del 15 de diciembre del año pasado el siguiente artículo sobre la crisis de la ficción y los escritores de ficción en Gran Bretaña. En la bajada se lee: “Las nuevas cifras indican que son cada vez menos los escritores del Reino Unido que ganan lo suficiente para mantenerse, mientras que el Council atribuye la caída de las ventas a la recesión y al auge de los teléfonos inteligentes.” La traducción de este artículo fue realizada por Julia Benseñor.

La ficción literaria, en crisis debido a la drástica
Caída en las ventas, informa el Arts Council England

La imagen del escritor empobrecido que escribe con dificultad su obra maestra en una helada buhardilla es tan válida hoy como hace un siglo, según un nuevo informe encargado por el Arts Council England(ACE), que reveló que la caída de las ventas, del precio de los libros y de los anticipos hace que sean pocos los que puedan vivir sólo de la escritura.

De acuerdo con el informe, la ventas de ficción literaria impresa se encuentran sustancialmente por debajo de lo que estaban a mediados de la década de 2000 y el precio promedio de un libro de ficción literaria se redujo en al menos un 15% en términos reales.

Todo esto produce un efecto en la diversidad de escritores: estamos perdiendo voces.

Sarah Crown, Arts Council England
El aumento de las ventas de libros electrónicos de géneros como el policial y el romántico no ha compensado la escasez de ficción literaria, lo que llevó a ACE a diseñar mecanismos para apoyar a los autores afectados.

“A principios de los años 90, sin duda habría sido innecesario que el Arts Council considerara intervenir en el sector literario, pero es mucho lo que cambió desde entonces —Internet, Amazon, el fin del acuerdo británico que fijaba el precio de los libros—, modificaciones que siguen en curso y que tuvieron un efecto profundo”, dijo la directora de literatura de ACE, Sarah Crown. “Hoy en día, hay un sistema mucho más implacable para los autores de ficción. Inevitablemente terminamos en una situación en la que los que están en mejores condiciones de escribir ficción literaria son aquellos que no tienen una necesidad imperiosa de ganarse la vida con eso. Esto ha tenido un efecto sobre la diversidad de quienes escriben: estamos perdiendo voces y no queremos que sea así”.

El informe, realizado por la editorial digital Canelo, analizó los datos sobre ventas de libros que publica Nielsen Book Scany constató que, entre 2007 y 2011, las ventas de ediciones de tapa dura se desplomaron en 10 millones de libras. Las ediciones de ficción en rústica experimentaron una baja más estrepitosa, ya que cayeron casi todos los años desde 2008. En 2011, las ventas de ediciones en rústica fueron de 162,6 millones de libras, mientras que en 2012 equivalieron a 119,8 millones de libras.

Entre las pocas obras literarias que han vendido más de un millón de copias se encuentran Expiación, de Ian McEwan; Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini; La mujer del viajero en el tiempo, de Audrey Niffenegger, y La vida de Pi, de Yann Martel. La novela literaria que fue bestsellerel año pasado Un Dios en ruinas, de Kate Atkinson, vendió 187.000 copias, aproximadamente la mitad que Elizabeth ha desaparecido, de Emma Healey, la más vendida en 2015.

Los investigadores analizaron los 10.000 títulos de ficción más vendidos en los últimos cinco años y llegaron a la siguiente conclusión: “Más allá de los 1.000 autores principales (como mucho), la venta de libros impresos por sí sola no ofrece un ingreso decente. Si bien hace tiempo que se sospechaba esto, los datos lo confirman de manera inequívoca... Es más, ésta es una evaluación generosa. Una vez que el minorista, el distribuidor, el editor y el agente se quedan con su parte, 3.000 copias del título que ocupa el milésimo lugar en cuanto a ventas no dejarán mucho dinero. El hecho de que estemos retrocediendo a un contexto en el que sólo los escritores más favorecidos pueden mantenerse debería ser una fuente de mucha preocupación”.

La novelista Kit de Waal, cuyo debut My Name Is Leon, publicado en 2016, se convirtió en bestseller, fue una se los muchos autores entrevistados para el informe. “Dedicarse a escribir como carrera es muy pero muy difícil”, dijo. “Para mucha gente, las probabilidades de pasarse dos años de la vida concentrándose en escribir son nulas. La gran pregunta que se hacen los escritores de mi entorno se relaciona con escribir en los ratos libres. Si tenés que dedicar tiempo para escribir, vivís en la línea de la pobreza. Todo aquello que te nutre como escritor —las conferencias o los grupos de escritores— cuesta dinero. Si realmente estás en la bancarrota, cuesta demasiado”.

Una de las causas de la caída en las ventas de ficción literaria, según indica el informe, es la recesión, que coincide en el tiempo con el auge del entretenimiento fácil y barato. “En comparación con nuestros teléfonos inteligentes, la ficción literaria suele ser ‘difícil’ y cara: no es gratis y exige más concentración que Facebook o el videojuego Candy Crush,” escriben los autores del informe.

ACE dijo que “históricamente, se ha supuesto que la ficción literaria forma parte de la categoría de las ediciones comerciales, por lo que requería poca intervención del Arts Council”. Ahora, el Consejo propone apoyar a más autores individuales con su programa de subvenciones para las artes, priorizar el financiamiento que otorga a diversas organizaciones, sobre todo ubicadas fuera de Londres, y aumentar su apoyo a los editores independientes de ficción literaria, con esta última como una de las pocas ideas brillantes destacadas por el informe, que apunta al “desarrollo de nuevas imprentas independientes dedicadas a la ficción literaria”.

Asimismo, tiene la intención de iniciar conversaciones con el gobierno sobre la introducción de una reducción impositiva para las editoriales pequeñas, así como respaldar las oportunidades para desarrollar lectores.

“Existe la creencia de que todo aquel que sabe leer es lector pero, en realidad, estamos todo el tiempo con el teléfono, todo el tiempo con Twitter”, manifestó Crown. “Debemos reconocer que hay otras cosas que le demandan tiempo a la gente, y afirmamos que hay algo tan singular e importante y necesario y fundamental en la ficción literaria en particular que hace que tengamos que centrarnos en ella y apoyarla”.

Sin embargo, el novelista literario Will Self no se mostró optimista sobre el futuro del sector. “La ficción literaria ya está subsidiada: recordemos a todos los autores que siguen ganándose la vida enseñado escritura creativa. Ellos representan un cambio que se está dando en la literatura… Es como hacer una colcha con retazos”, agregó en referencia a los libros escritos en cursos de escritura creativa, a los que llama “emprendimientos colectivos”.

“En mi opinión, los programas de escritura creativa son una fuerza que instala el conformismo y la falta de experimentación”, agregó Self. Predijo que “a medida que quede claro que la enorme cantidad de escritores que están inscribiéndose en estos cursos no llegarán a nada [ficción seria], terminarán siendo una forma de ‘conservatorio’ practicada por hombres y mujeres jóvenes y seguida por un grupo selecto… como sucede con la música clásica o la pintura en caballete”.

La industria de las ediciones impresas se animó en 2015 cuando se reveló que las ventas de libros físicos habían aumentado por primera vez en cuatro años. Este cambio, que continuó en 2016 con una reducción de 4% en las ventas de libros electrónicos y un alza del 2% en las de libros impresos, se atribuyó a un mayor interés de los consumidores en libros de cocina y libros para colorear.

"A diferencia de las artes escénicas, la industria editorial siempre ha sido un sector comercial que ha tenido que encontrar la cuadratura de sus círculos."

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También el 15 de diciembre pasado, y sobre el mismo tema del día de ayer, Claire Armitstead escribió en The Guardian un segundo artículo sobre la situación de los escritores de ficción en Gran Bretaña. Se reproduce aquí, traducido por Julia Benseñor.

La ficción literaria está en crisis.
Debe comenzar un nuevo capítulo en el
financiamiento de autores

Finalmente, la noticia es oficial: la ficción literaria se encuentra en crisis y los escritores de todo el país se pasan la noche en vela en sus buhardillas, dan clases o trabajan duro en empleos ajenos a la escritura para que el fuego siga ardiendo en el hogar. Esta imagen al estilo de Dickens fue revelada por el Arts Council England hoy en un informe que indica que es probable que deba modificar sus prioridades de financiamiento con el fin de salvar a una población suya solvencia económica y cultural se ha ido debilitando con el correr de los años.

¿Por qué se ha llegado a esta situación y cuán importante es? Lo primero que hay que aclarar es que la gente no está necesariamente leyendo menos: la venta de libros impresos entre ficción, no ficción y títulos infantiles aumentó casi el 9% en el Reino Unido el año pasado, mientras que el jueves los analistas del mercado Nielsen Book Scan revelarán que las ventas durante el importantísimo período navideño han crecido el 20% desde 2013.

Pero lo que resulta indudablemente cierto es que en la era del teléfono inteligente y los servicios de streaming, los libros enfrentan una competencia sin precedentes por atraer nuestra atención, y que cuando preferimos un libro en lugar de una película o contenidos de redes sociales, estamos corriendo menos riesgos. El año pasado, encabezó las listas el guión de la obra de teatro Harry Potter y el legado maldito, de J. K. Rowling (y Jack Thorne). Rowling también ocupó los puestos 12, 28, 64 y 95, el último como su álter ego, el escritor del género negro Robert Galbraith, un éxito debido a la combinación de marketing y familiaridad que puede mantener viva una tendencia por años, si no décadas. El libro de Philip Pullman que siguió a la serie de La materia oscura, La bella salvaje, vendió casi un cuarto de millón de copias desde octubre.

A los autores que se han vuelto intergeneracionales a medida que sus lectores jóvenes fueron creciendo les va particularmente bien con esta tendencia de familiaridad para crear afecto. Pero esto no ocurre sólo con escritores de libros infantiles. El último volumen de la muy literaria y muy adulta trilogía sobre Thomas Cromwell de Hilary Mantel tendrá megaventas garantizadas cuando llegue a las librerías.

Este imperativo de la continuidad ha formado parte desde hace mucho tiempo de los cimientos de los editores comerciales, que esperan que muchos de sus escritores más exitosos “escupan” un libro por año. Y a medida que la industria editorial se ha centralizado más y ahora concentra mucho de su poder en tres conglomerados gigantescos, se ha vuelto más despiadada.

La cruel verdad es que a los largo de las décadas del ochenta y del noventa, los novelistas literarios podían vivir de los anticipos que no generaban ganancias extra. Eran apoyados por un sistema de valores pasado de moda que autorizaba el paso a pérdidas y ganancias por el prestigio que significaba que lo asociaran con un escritor “importante” y por la creencia de que el valor literario podía compensarse con las utilidades de ediciones más pragmáticas.

Pero es fácil volverse nostálgico. Si analizamos las novelas literarias que según el Arts Council vendieron más de un millón de copias en el último par de décadas, se pone en evidencia otra tendencia: Expiación, de Ian McEwan, Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini, La vida de Pi, de Yann Martel y La mujer del viajero en el tiempo, de Audrey Niffenegger pueden no deber su éxito original a las películas que se basaron en ellas, pero han obtenido beneficios del lucrativo mercado de los productos licenciados.

A diferencia de las artes escénicas, la industria editorial siempre ha sido un sector comercial que ha tenido que encontrar la cuadratura de sus círculos. Esto se refleja en el hecho de que recibe sólo el 7% de la torta financiera que reparte el Arts Council, a diferencia del teatro, que recibe el 23%, y la danza, que recibe el 11%.

La mayor parte de ese dinero se ha utilizado para financiar a editores que producen poesía y literatura traducida, que nunca han podido abrirse su propio camino financieramente. De modo que habrá sangre en la alfombra si los recursos existentes se vuelcan a brindar apoyo a los novelistas.

Algunos argumentarán que esto sencillamente demuestra que la ficción literaria es resaca del pasado y que los pobres autores deberán ponerse las pilas y resignarse a escribir lo que la gente quiere leer realmente. Pero pocos se atreverían a decir lo mismo sobre el teatro o la danza experimental. Y esto no tiene en cuenta el hecho de que —como sucedió con Pullmany Mantel— a los escritores puede llevarles décadas lograr el éxito.

Es más, investigaciones realizadas por la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales de Nueva York el último año indicaron que la ficción literaria tiene un valor social medible, que aumenta los niveles de empatía a diferencia de otros géneros de ficción.

De modo que, suponiendo que no vamos a decirles a los escritores qué deben escribir, y que tampoco queremos que la literatura se convierta en el dominio exclusivo de aquellos que no necesitan ganarse la vida, es preciso encontrar maneras de permitir que los demás tipos de novelistas continúen escribiendo.

Esto no quiere decir que, simplemente, haya que cortar el actual trozo de la torta en porciones más pequeñas o diferentes; implica que hay que hablar con más fuerza y convicción para que se agrande el tamaño de la porción. Aun si desconocemos su valor intrínseco, ¿dónde estarían los mundos de las películas u obras de teatro si no existieran todas esas novelas literarias y cuentos para adaptar?


•Claire Armitstead es editora asociada de cultura de The Guardian.

Un ejemplo de mala traducción periodística

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¿Un hombre en control de los giros de su
vida? ¿O uno que trata de entender lo que
éste artículo dice sobre él?
El 30 de diciembre del año pasado, el diario Clarín reprodujo el siguiente artículo de Julie Ho, publicado originariamente en The New York Timesa propósito de la “precisión” cuando se traduce. En ninguna parte aparece el nombre de quien lo tradujo, pero su lectura revela que, justamente, en la versión al castellano, la “precisión” brilla por su ausencia. Puesto a investigar, el Administrador descubrió que este mismo texto –digámoslo– mal traducido, en el que el castellano se parece a esos folletos de instrucciones de electrodomésticos traducidos en Taiwán,  circula impunemente por diversos diarios de Latinoamérica que se nutren  de dudosos artículos de color, resumidos del diario estadounidense. Las preguntas persisten: ¿los editores periodísticos ya no leen lo que publican? O dicho de otra forma, ¿leen tan mal que todo les da un poco lo mismo? ¿ Era necesario ahorrarse unos pesos en traductores y en correctores (esta última, especie en franca extinción)? Estos engendros constituyen la mejor respuesta.

Cómo traducir la voz de un artista

Mantener una traducción fiel al original, así se trate de un libro o un filme, podría no ser suficiente. Podemos tener acceso a cintas extranjeras más rápido que nunca, pero qué tan profundamente nos identificamos con ellas tiene mucho que ver con la traducción.

Los servicios de streaming de video como Netflix están tratando de mejorar la calidad de los subtítulos para satisfacer la demanda del público. Para ayudar, el sitio de anime Crunchyroll ha recurrido al público mismo, colocando a fans en su personal de subtítulos. La idea se remonta a los días de piratería antes de que existiera Crunchyroll, cuando los fansrealizaban mejores traducciones que los estudios.

“La creación oficial de subtítulos era un poco más parecida a una línea de ensamblado”, dijo Colin Decker, de Crunchyroll, a The New York Times. “Y los fans dijeron que importa la precisión. El medio los atrajo para esforzarse por entender la cultura extranjera, lo que elevó el estándar de la calidad de la traducción”.

Es un problema con profundas raíces históricas. La Odisea, de Homero, escrita originalmente en griego antiguo, ha visto cientos de años de interpretaciones y, sin embargo, hay espacio para más. La clasicista Emily Wilson descubrió un nuevo enfoque a la famosa primera línea que describe a Ulises, el rey y héroe de la historia, como politropo.

En la interpretación literal de la palabra, poli significa “muchos” y tropos significa “giro”. Pero si Ulises es un hombre de “muchos giros”, ¿acaso es un hombre en control de los giros de su vida o está a merced de éstos? Wilson nos dio: “cuéntame sobre un hombre complicado”.

“De las traducciones existentes, me parece que ninguna le transmite a un lector sin el griego la interrogante abierta que, de hecho, es la pregunta con la que abre ‘La Odisea’”, escribió Wyatt Mason, en The New York Times Magazine, sobre la traducción de Wilson. “¿Qué tipo de hombre es Ulises?”.

La interpretación de Wilson ofrece una idea distinta sobre qué tipo de hombre era Ulises.

“Quieres tener un sentido de ansiedad respecto a este personaje y de que vamos a ver cómo se desdoblan capas”, explicó Wilson. “Aún no sabemos bien cuáles son las capas. Así que, quería que se le dijera al lector: esté atento a un texto que no va a ser interpretativamente directo”.

Para Wilson, recalibrar las palabras originales no significa que pierden algún significado.

“¿El hecho de que sea posible traducir las mismas líneas de 100 maneras distintas y que todas ellas sean defendibles de maneras totalmente diferentes? Eso te dice algo”, comentó.

En su traducción de Ulises como un “hombre complicado”, la opción de palabras se siente moderna, hablando directamente al lector de hoy.

Cuando Carina del Valle Schorske, una traductora en Nueva York, considera un texto, lo disfruta por lo que es: una interpretación.

“Ciertas palabras se mantienen empecinadas a ambos lados de una frontera y parecen no querer revelarse”, escribió en The Times Magazine. “Tomo eso como un recordatorio de que conocer a alguien, y conocerme a mí misma, es siempre un asunto inconcluso”.

Para Wilson, los términos precisos pueden ser infieles siempre y cuando sean veraces. Explica que una interpretación aún menos tradicional de politroposería “infiel”.

“Podría haber dicho, ‘cuéntame sobre un esposo infiel’. Y ésa es una traducción viable”, apuntó. “Pero le daría una perspectiva totalmente diferente”.

"Se impone un respiro, un alivio a una realidad demasiado agobiante"

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La bajada de la nota publicada por Silvina Friera el pasado 2 de enero en Página 12 lo dice todo: “La política oficial incidió en el deterioro del sector, ya de por sí complicado con el desplome del consumo de libros. Las compras estatales se redujeron significativamente, se incentivaron las importaciones y se suspendieron los premios nacionales”.

La odisea de publicar libros 
en medio de la crisis general

“Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes”, escribió Antonio Gramsci. Es imposible pensar lo que sucedió el año pasado sin tomar partido y poner los pies sobre la tierra de un mercado editorial cada vez más complicado, tras dos años consecutivos de desplomes más que significativos del consumo de libros: descensos en las ventas de un 40 por ciento (2016) y un 25 por ciento en 2017. Si hubiera que adaptar el título de una película, el balance podría llamarse 2017: Odisea editorial. De no cambiar el rumbo de las políticas económicas, la impresión es que el hundimiento será cada vez más profundo. El libro no es un artículo de primera necesidad. Si no se lo puede comprar hoy, se lo comprará dentro de dos o tres meses, o cuando se pueda. Si se lo compra… Un informe reciente del Cuica (Centro Universitario de las Industrias Culturales Argentinas) señala que la producción de ejemplares impresos disminuyó un 25 por ciento: de 83,5 millones en 2015 a 62,6 millones en 2016, más de veinte millones menos, según datos del ISBN (International Standard Book Number). Hasta noviembre del año pasado, según cifras suministradas por la Cámara Argentina del Libro, se imprimieron 47.819.525 millones de ejemplares. Si se compara con el 2014 –año del récord histórico de producción de ejemplares, con más de 128,9 millones de ejemplares impresos– el descenso es superior al 50 por ciento.

Pero la magnitud del desastre no se detiene ahí. Las compras estatales, que fueron tan importantes para muchas pequeñas y medianas editoriales, se redujeron tanto que basta con ver el número para comprobar que no hay exageración posible: de 1150 millones de pesos en 2015 pasó a sólo 100 millones de pesos en 2016, un descenso del 91,3 por ciento. “La política de compras del Estado nacional había tomado impulso a partir de la sanción, en 2006, de la Ley de Educación Nacional, donde los libros tenían como destino ser material de promoción de lectura en escuelas públicas de los niveles inicial, primario y secundario.

Esta política de adquisiciones fue suspendida en su totalidad y, pese al anuncio del lanzamiento de nuevas compras en 2017, estas quedaron restringidas, y en muy menor volumen, a un segmento de 10/12 sellos que se dedican a producir manuales escolares de grado, en la mayoría de los casos grandes empresas multinacionales con capacidad de lobby”, advierte Nicolás Sticotti, autor del informe del Cuica. El Ministerio de Educación compró en 2016 alrededor de 6,3 millones de ejemplares y en 2017 4,1 millones de ejemplares. Cuando la Cámara Argentina del Libro (CAL) presentó el informe editorial para el primer semestre de 2017, la gerenta de la CAL, Diana Segovia, subrayó que hay políticas de promoción de la lectura que son responsabilidad del Estado. “Cualquier país necesita una política continua de promoción de la lectura que acá no la vemos”, dijo Segovia.

A los pocos días de asumir el actual gobierno, se anunció que se levantarían algunas restricciones sobre la importación de servicios gráficos que había regido durante la gestión de la ex presidenta Cristina Fernández. El ministerio de Cultura de la Nación celebró esta decisión en las redes sociales a través del hashtag #libroslibres. Las importaciones de 2016 duplicaron las de 2015 pasando de 40,3 millones a 78, 5 millones de dólares. En el primer semestre de 2017 las importaciones alcanzaron los 51,4 millones de dólares. El déficit en la balanza comercial aumentó un 387 por ciento, de un rojo de 13,1 millones de dólares a 50,7 millones. Ni siquiera queda el “premio consuelo” de exportar el libro argentino, que resulta sumamente costoso para los países de la región. Luis Quevedo, vicepresidente segundo de la CAL, explicó por qué cuesta exportar. “Hay muchos factores como el tipo de cambio y los costos de producción interna. ¿Por qué se imprime en China un libro infantil de tapa dura? Porque es muchísimo más barato –planteaba Quevedo–. Otro tema es el IVA al papel. Nosotros pagamos IVA al papel como costo; pero los libros que vienen de afuera no pagan ningún tributo. Ahí hay una inequidad para la producción interna que hace todavía más caro producir. Nosotros estamos reclamando insistentemente la exención del IVA al papel.”

Llueve sobre mojado. Aunque no se trató “de apuro” en la cámara de Diputados el proyecto de Ley sobre Regulación de Proveedores de Servicios de Internet –presentado por los senadores Federico Pinedo (Pro) y Liliana Fellner (Frente para la Victoria)–, escritores, editores, músicos, artistas plásticos, cineastas y diversas instituciones de la industria cultural temen que insistan en convertirlo en ley cuando se abra el período de sesiones ordinarias, este año. La llamada Ley Pinedo-Fellner establece que los proveedores de Internet no son responsables por los contenidos generados por terceros, excepto cuando hayan sido notificados por una orden judicial que los intime a alguna acción en concreto para eliminar un enlace específico publicado. Este es el punto de confrontación entre las cámaras y entidades de gestión, que solicitan utilizar el sistema de notificación implementado en Estados Unidos bajo la Digital Millennium Copyright Act (DMCA) para sacar contenidos de la web, y aquellas instituciones como la Fundación Vía Libre, que defiende la libertad de expresión y circulación, o plataformas y empresas como Taringa, que están a favor de la intervención judicial. “Las grandes plataformas han encontrado un blindaje que las habilita para explotar los derechos de autor y la propiedad intelectual que no les pertenece”, alertó el librero Ecequiel Leder Kremer, vicepresidente de la Cámara Argentina de Papeleras, Librerías y Afines (Capla) durante una conferencia de prensa en la que participaron representantes de más de 25 sociedades de gestión que rechazan el proyecto. “Los mecanismos que se prevén para ejercer la defensa de la propiedad intelectual son absolutamente improcedentes. La velocidad a la cual se publican los contenidos es escalofriante. Los tiempos de la justicia son otros”, planteó Leder Kremer.

Se impone un respiro, un alivio a una realidad demasiado agobiante. En un año durísimo, marcado fuertemente por la muerte de dos grandísimos escritores, Ricardo Piglia y Abelardo Castillo, hubo un puñado de buenas noticias. La Feria de Editores tuvo su sexta edición con la participación de más de 140 editoriales de Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela. En el ámbito de los festivales literarios, el Filba Internacional, que celebrará diez años en 2018, y el Filba Nacional –con seis ediciones– vienen consolidando una propuesta que pone la literatura del mundo y del país en circulación. Otro hecho auspicioso fue la primera edición del festival de no ficción “Basado en  hechos reales”.

Los escritores argentinos tienen dos importantes razones para estar profundamente indignados: la suspensión de los premios nacionales –que desde que asumió Pablo Avelluto en la cartera cultural de la Nación no se han convocado–; y el retraso de tres bienios en los premios municipales. “No hay riesgo de que se suspendan (los premios nacionales), pero aún no podemos informar cómo serán –afirmó Enrique Avogadro, entonces secretario de Cultura y Creatividad, al diario La Nación, el 24 de marzo pasado–. Quisimos revisar el sentido de los premios hoy, en función de que hay una diferencia entre su origen y la actualidad. En el escenario actual hay otros premios, como los del Fondo Nacional de las Artes o los de la Fundación Konex, con lo cual los nacionales quedan un poco desdibujados”. ¿Desdibujados? Avogadro, actual ministro de Cultura de la Ciudad, confunde lo público con lo privado; confusión que está en el ideario político del macrismo. La Unión de Escritoras y Escritores –un nuevo colectivo de escritores integrado por Selva Almada, Clara Anich, Julián López, María Inés Krimer y Enzo Maqueira, entre otros– recordó en una nota que publicaron a fines de noviembre que Hebe Uhart recibió en Chile, nada menos que de manos de la presidenta Michelle Bachelet, el Premio Iberoamericano Manuel Rojas. “Que la Argentina discontinúe o directamente no tenga políticas decididas de apoyo y promoción de la cultura y que el Estado se retire o cuestione la validez histórica y social de un galardón porque existen iniciativas privadas –como los premios Konex a los que se refirió Avogadro– resulta incomprensible.”

Una "nuez" donde debería haber una "avellana"

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El 19 de noviembre del año que pasó, el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán publicó en el diario La Tercera, de Chile, una entrevista con la escritora estadounidense Lydia Davis, también traductora de una de las más celebradas versiones de Madame Bovary al inglés.

Lydia Davis, traductora

En el mundo hispanoamericano Lydia Davis es conocida sobre todo como una cuentista excepcional que ha renovado las formas del género y una estilista admirable. No se sabe mucho del hecho de que es también una traductora de peso que ha llevado al inglés la obra de Blanchot y las cumbres de Flaubert (Madame Bovary) y Proust (el primer volumen de En busca del tiempo perdido). La semana pasada estuvo de visita en Cornell, para hablar de traducción y de los múltiples problemas técnicos asociados a esta.

Delgada y de gafas, Davis parece más una académica jubilada que una escritora. Apenas se pone a hablar, uno descubre que no está tan errado: su obsesivo interés en la traducción une la pasión por el lenguaje con el trabajo riguroso del filólogo. A los 20 años ella ya hablaba seis idiomas; hoy, con 70, se ha puesto a aprender el occitano y también traduce para The Paris Review textos de autores holandeses (A. L. Snijders) y suizos (Peter Bichsel) que le interesan particularmente. Para traducir Madame Bovary leyó trece de las veintidós traducciones al inglés que existen (“lo bueno de traducir una novela como esa es que así puedes escribir un clásico”). Después de que se publicara su traducción de Proust, hizo 1500 correcciones para la edición de bolsillo y 800 más para una edición inglesa. Publicar un libro no la detiene: hace poco revisó una reciente y muy celebrada traducción de Madame Bovary, la de Adam Thorpe, para ver en qué había mejorado él la de ella (“no quiero sonar muy posesiva”).

Traducir es para Davis desaparecer en el estilo de un autor y regresar con una sensibilidad alterada por la visita: no se sale indemne de Flaubert o Proust. Davis respeta incluso los errores en el texto (hay un momento en Madame Bovaryen que Flaubert menciona a cuatro personajes que van de viaje, pero luego, en las descripciones, solo habla de tres). Proust es más difícil de traducir; una sola de sus frases monumentales podía tomarle un día entero. De Flaubert descubrió su amor por las aliteraciones y el punto y coma, su brillantez para modular el punto de vista y para usar el imperfecto (esto se pierde en inglés, pues para evitar el uso frecuente de “would” hay que cambiar el tiempo al pasado simple).

La escritura de Davis es también una reacción a sus traducciones. Alguna vez tradujo una mediocre biografía de Marie Curie (“¡tantas maravillosas frases pésimas!”), y luego separó las frases pésimas que más le gustaban y las fue uniendo hasta convertirlas en un cuento. Sus microrrelatos de una frase pueden leerse como reacciones a los estilos opulentos de un Proust. En Ni puedo ni quiero (Eterna Cadencia, 2015) hay trece cuentos que partieron como traducciones literales de fragmentos de las cartas de Flaubert a Louise Colet, para luego ser modificados levemente por Davis y convertidos en sus propios cuentos (Davis se arrepiente de algunas de estas modificaciones: en “La lección de la cocinera”, el “triple imbécil” de Flaubert se convirtió en “imbécil”, pero ahora cree que debió ser “tres veces imbécil”).

Davis reconoce que en sus traducciones hay errores todavía no corregidos (en Madame Bovary hay una “nuez” donde debería decir “avellana”). Cuando revisa su labor, la frase que la guía es: “podía haberme acercado más al original”. No es tanto confesar una derrota como aceptar que la traducción es solo una interpretación, un acercamiento, y que siempre hay espacio para las mejoras, sobre todo si quien se encarga de la labor es una perfeccionista.

Cuando los clásicos huelen a estafa

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En la cadena de  Yenny-El Ateneo y en la cadena Cúspide, del Grupo Clarín –que son a las librerías lo que MacDonalds a los restaurantes– pueden verse los libros que ilustran esta entrada.

Se trata de obras escogidas de autores clásicos, todos muertos hace más de setenta años, por lo que para publicarlos no hay que pagar derechos de autor. Son de Edimat Libros, casa española, fundada en 1991, "como continuación del negocio familiar que don Augusto Mateos López inició hace más de cincuenta años en la calle General Álvarez de Castro, 14, sita en Madrid, España", según se lee en la presentación que la editorial hace de sí misma en su sitio web (http://www.edimat.es/sobre_nosotros.php).

Siempre según la publicidad, "en estos casi veinticinco años, Edimat Libros ha publicado más de cuatro millones de ejemplares de un fondo de aproximadamente tres mil títulos, estando presentes tanto en España como en todos los países de Latinoamérica y en Estados Unidos. Para ello cuenta con una activa red de distribuidores nacionales en los diferentes países o bien mediante relación directa desde la central de Madrid, España, con los clientes finales (librerías, grandes cadenas, etc.)".

No es todo. El texto continúa así: "Desde su inicio, la meta que Edimat Libros se propuso fue crear colecciones populares en las que tuviesen cabida los temas más variados: los clásicos universales de la literatura, donde la narrativa, el teatro, la poesía, la filosofía y el ensayo nos acerquen  a sus autores. En ellos podemos encontrar desde los clásicos Homero y Virgilio hasta autores de nuestros días como Federico García Lorca. Los libros ilustrados de las más diversas materias: enciclopedias de automóviles, barcos, motocicletas, pistolas, de animales, todos ellos con magníficas ilustraciones y fotografías a todo color". 

Si el lector no vomitó hasta ahora, puede hacerlo cuando, después de hojear la página de los créditos de las obras traducidas que publica Edimat Libros se tope con la siguiente leyenda sobre la traducción: "Realizada o adquirida por equipo editorial". 


El detalle en cuestión es que en ninguna parte se menciona quiénes forman parte del "equipo editorial", lo que permite sospechar que se trata de una traducción "fusilada"; vale decir,  copiada de una fuente que se nos oculta deliberadamente, o levemente adaptada a partir de otras traducciones  que existen en el mercado, cuidando de cambiar aquí o allá alguna palabra para evitar demandas judiciales. La práctica no es nueva, pero sí deshonesta, y condena a los traductores al más absoluto anonimato... para no decir que es una manera de publicar el trabajo ajeno sin pagarlo.

Lo que sí consta es el nombre de Francisco Caudet Yarza (foto), pintoresco autor de la introducción de las antologías de Flaubert, Jack London, Lewis Carroll, Tolstoi y todos los demás.

Puesto a buscar en Internet, uno descubre que Francisco Caudet Yarza (Barcelona, 1939) "ya en la infancia manifiesta su inclinación hacia la literatura y se apasiona con la lectura de clásicos franceses y rusos (Dumas, Tolstoi, Verne), autores que simultánea con los españoles de la novela de kiosco como Mallorquí, Donald Curtins, Mark Halloran y otros, en especial Guillermo López Hipkiss con el que se identifica de tal modo que, pasado el tiempo y siendo ya un profesional de la novela popular, reconoce que él ha sido el auténtico detonante de su vocación literaria". Cuando uno piensa que ya leyó mucho disparate todo junto se sorprende al enterarse de que hay más: Caudet Yarza "debuta en 1965 en el mundo de los 'bolsilibros' con la madrileña Editorial Rollán que le publica su primer original en la legendaria serie FBI, con el título de Enigma. Dos años después, la barcelonesa Bruguera le ofrece un contrato de colaboración en exclusiva para novelas de bolsillo, empresa que comercializa durante años sus originales que  rozan los cuatrocientos títulos y que firma con el más conocido de sus seudónimos: Frank Caudett. Con el devenir del tiempo incursiona en otros ámbitos literarios y publica con diferentes editoras, entre ellas Edimat, Libsa, Planeta, Ediciones Obelisco, etc. Algunas de sus obras más significadas son Al correr del tiempo..., Generaciones castradas, Historia Política de Cataluña 1880-1936, Las profecías de Nostradamus, Franco: resumen biográfico y es autor, junto con su esposa, la documentalista María José Llorens, del primero libro sobre la Ouija que se publica en la España de la transición. Desde varios años colabora con un holding editorial sudamericano". 

Para quien desee enterarse, Caudet Yarza, alias Frank Caudett, es también Frankie Cauyarz, Kyle Brown, Michael Bannister, Montana Blake, Ariel Sinclair y Winston McNeil. En una de ésas, en sus ratos libres también puede que sea Mariano Rajoy.

Ahora bien, todo esto sería simplemente grotesco si no contribuyera a la deshonestidad de los responsables de estos engendros. En todo el mundo existen ejemplos de ediciones populares honestas, prologadas por especialistas y con el debido crédito dado sus traductores. Pero aquí todo suena a estafa: libros prologados por una misma persona que tanto puede ocuparse de Flaubert como de Nostradamus y Franco (para no hablar de los "galanes míticos del cine", de "los mejores refranes", de las "leyendas de Japón", etc., etc., etc.), en ediciones en las que no se consigna traductor ni el nombre del "equipo editorial", expuestas en los supermercados de libros como ristras de chorizos a precios falsamente bajos porque, de hecho, comprar una buena traducción no cuesta mucho más que los A$R 349 (unos € 17) que valen en las cadenas .

En síntesis, una porquería por donde se lo vea. Y ojalá todo esto no perturbe la ilustre memoria de don Augusto Mateo López, que en paz descanse ya sea que esté vivo o muerto.



Nuevos autores entran en el dominio público

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“Los libros de Carson McCullers, Dorothy Parker, H.P. Lovecraft, Edith Wharton y Aleister Crowley pueden ser impresos sin pagar derechos. La propiedad intelectual en la Argentina tiene vigencia por 70 años desde el año siguiente a la muerte del autor.” De esto que dice la bajada trata la nota publicada por Silvina Friera, el 10 de enero pasado, en el diario Página 12.

Los límites del copyright

La ceremonia se repite, sólo cambian los protagonistas. Todos los 1º de enero las obras de distintos escritores pasan a dominio público, esa especie de “shock póstumo” por tiempo ilimitado que permite que una constelación textual ecléctica esté disponible sin pagar derechos. La ley de derechos de autor, que establece cuándo expira el copyright de un creador, varía entre los 50 y los 80 años, dependiendo del país y la fecha en la que haya muerto el titular de los derechos. La propiedad intelectual en la Argentina tiene vigencia por 70 años a partir del 1º de enero del año siguiente a la muerte del autor, según dispone el artículo quinto de la ley 11.723. Los editores, lectores y usuarios pueden editar, subir y compartir El corazón es un cazador solitario, Frankie y la boda y La balada del café triste de la escritora estadounidense Carson McCullers (1917-1967), cuya obra está en dominio público desde que comenzó 2018, junto con los libros de Dorothy Parker (1917-1967). H.P. Lovecraft (1890-1937) pasa a dominio público sólo en España –como murió antes de 1987, se rige por la anterior ley que establecía un plazo de 80 años–; también Edith Wharton (1862-1937), la primera autora que ganó un Premio Pulitzer, y el británico Aleister Crowley (1875-1947), escritor, pornógrafo, místico y “mago negro”.

El Convenio de Berna estipula que los derechos caducan 50 años después de la muerte del escritor, como sucede en Uruguay, Canadá, Panamá, Filipinas, El Salvador y República Dominicana y Cuba. En el caso de España, mantuvo la Ley de Propiedad Intelectual de 1879, que fijaba el plazo en 80 años, hasta 1987, cuando la modificó para equiparar a la mayoría de los países. Los escritores que murieron antes del 7 de diciembre de 1987 se rigen por la anterior ley, que protegía los derechos de autor hasta 80 años después de su muerte. Conviene recordar que, aunque la obra de un autor entre en dominio público, las traducciones son consideradas como una obra propia y dependen del traductor. Las viejas traducciones de los años ‘40, ‘50 y en adelante siguen protegidas. Pero nada impide que se puedan multiplicar nuevas traducciones de McCullers, Parker, Wharton, Lovecraft y Crowley. El año pasado habían ingresado al dominio público las obras de la estadounidense Gertrude Stein, del británico H.G. Wells y de los españoles Federico García Lorca, Ramón María del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno.

“El mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y oídos”. Esta especie de credo fue uno de los legados de Wharton, la autora de La edad de la inocencia (1920), su novela más conocida, con la que ganó el Premio Pulitzer en 1921. El eco de una conmovedora belleza emerge con una potencia volcánica en un mundo demasiado violento. McCullers puso su mirada –y su oído– al servicio de los frágiles, los desesperados, los rechazados, los deformes, los mudos, los “raros”, esas criaturas que casi nunca son observadas ni escuchadas, para aproximar el desamparo vital de sus personajes desde una escritura envolvente, como un hechizo del que no se puede ni se quiere escapar. Parker, que se proclamó socialista hasta que murió, es una de las escritoras más mordaces de short stories de Estados Unidos. En cualquiera de sus relatos de mediados de los años ‘20 despliega la máxima agudeza y síntesis para mostrar a una sociedad ambigua que intenta recomponerse como puede después de la Primera Guerra Mundial. Además de unos relatos formidables, Parker escribió poesía, comedias y el guión de una película.

Lovecraft es uno de los autores más influyentes de la literatura fantástica del siglo XX. En la nouvelleLa llamada de Cthulhu comienza la saga de los Mitos de Cthulhu, tal vez su propuesta más original, donde delineó una fantástica cosmogonía paranoide. Casi nadie pudo escapar a la seducción que supo ejercer. Desde Fernando Pessoa, pasando por Rainer Maria Rilke, Xul Solar, los Beatles y hasta Marilyn Manson, todos se encandilaron con Crowley, llamado por su propia familia y la prensa británica “La Bestia del Apocalipsis”. El escritor británico fue conocido por sus escritos sobre magia, especialmente por El libro de la ley, aunque también escribió ficción y poesía. Prohibido, venerado, odiado y reverenciado en todo el mundo, Crowley encabeza las curiosidades que alienta el dominio público.


"Cambiemos-Pro no se lleva bien con la cultura"

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“Los Premios Nacionales no fueron convocados desde la asunción de Macri, aunque el ministro de Cultura Pablo Avelluto ‘calcula’ que se anunciarán en la próxima Feria del Libro. Los Municipales llevan dos bienios sin fallos, pese a que se presentan las obras.” Así es la bajada del artículo que el 11 de enero pasado publicó Silvina Friera en el diario Página 12.

Cuando el estímulo a la creación 
deja de ser prioridad

En el engranaje kafkiano de Cambiemos siempre falta algo. Puede ser un papelito, una firma, o una revisión que se extiende por dos años y genera el temor de que los “desdibujados” Premios Nacionales –calificación de Enrique Avogadro cuando todavía no era ministro de Cultura de la Ciudad– estén más cerca de la suspensión definitiva que de su regreso. Los estímulos a la creación, los subsidios a los artistas –escritores, músicos, teatristas, artistas plásticos– están en la antípodas del “emprendedurismo” que propicia el gobierno. Hace dos años que no se convocan los Premios Nacionales; la última vez que se entregaron fue en diciembre de 2015, cuando la ministra de Cultura era Teresa Parodi. Entonces los primeros premios –Jorge Aulicino en poesía y Pilar Calveiro en ensayo político, entre otros– recibieron 50.000 pesos en efectivo y una pensión vitalicia al momento de jubilarse. El segundo premio obtuvo 30.000 pesos y el tercero, 17.000 pesos. Aunque se convocan y se presentan las obras, hace dos bienios que no se fallan los Premios Municipales. El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, “calcula” que se anunciará la convocatoria de los PN para la Feria del Libro, “con una modalidad nueva, con una simplificación de las categorías que las estamos terminando de definir”.

Una forma absurda de ahorrar
El anuncio, sin demasiadas precisiones, no tranquiliza a los escritores y artistas afectados por estas dilaciones. ¿Por qué no se convocaron los Premios Nacionales durante dos años? ¿Por qué si se convocan los Premios Municipales no se fallan? “En el mejor de los casos, los premios se postergan porque se considera que no son una prioridad, como si se tratara de un lujo, cuando en realidad la erogación es insignificante dentro de los presupuestos nacionales y municipales –responde Tamara Kamenszain, Premio Municipal en 1999 en la categoría ensayo con La edad de la poesía–. En el peor de los casos, directamente se los ignora y se considera que no son un asunto de Estado y no se entiende para qué existen”. 

Ana María Shua dice que es una forma “un poco absurda” de ahorrarle dinero al Estado. “No hay que pagar a los jurados, no hay que pagar los premios, no hay que pagar los subsidios. Digo absurda porque los premiados son poquísimos, un minúsculo grupo de personas. Lo paradójico es que los Premios Nacionales en Plástica se han seguido entregando, a través del Palais de Glace. De todos modos, acaba de informar el ministro de Cultura que se anunciarían los nuevos Premios Nacionales en la Feria del Libro, con algunos cambios. Veremos cuáles son esos cambios. Los escritores tememos una reducción de los subsidios, que consisten en cinco jubilaciones mínimas a partir de los 60 años. Y qué, recordémoslo una vez más, se entregan a poquísimas personas: es un premio y no una jubilación de privilegio”, aclara Shua, ganadora de los dos premios.

Selva Almada precisa que el premio Municipal se viene convocando cada dos años puntualmente, pero hace dos bienios que no se falla. “Según nos explicó Daniel Couto, el funcionario a cargo, el presupuesto está desactualizado tanto para el premio en sí como para los jurados. De todos modos, el material fue recibido y allí está, en la dulce espera”, advierte Almada, integrante de la Unión de Escritoras y Escritores. “La jubilación que se otorga cuando los premiados alcanzan la edad jubilatoria es una ayuda económica muy importante para un oficio la mayoría de las veces mal pago –cuando se paga; hay una idea de que el trabajo del escritor no es un trabajo si no un lujo que nos damos unos pocos–, que se ejerce de manera informal, sacándole tiempo a trabajos formales. Pienso en (Alberto) Laiseca, a un año de su muerte: uno de los escritores más importantes de nuestro país tuvo que hacer malabares para poder pagar sus cuentas los últimos años de su vida. Muchos escritores y escritoras llegan a esa situación en la vejez y la posibilidad del Premio Nacional se presenta como una gran ayuda”, reconoce la autora de El viento que arrasa.

Mala costumbre
Desde Artistas Premiados Argentinos (APA), institución que nuclea a los ganadores de los Premios Municipales, su presidenta Nydia Sroulevich señala que la falta de convocatoria en término para los premios Municipales y Nacionales es una “mala costumbre” que perdura en el tiempo. “El hecho de dilatar las convocatorias, y a veces aunque estén convocados los concursos, no convalidar los resultados obtenidos a través de los jurados, hace que pasen largos períodos sin que se concrete el resultado de los mismos. No se abonan los premios ni, en caso que corresponda, los subsidios y no se pagan los honorarios de los jurados. En el caso de los primeros premios tanto municipales como los nacionales reciben un subsidio mensual vitalicio. Hubo períodos acumulados de hasta ocho bienios sin que se regularizaran. Entiendo que el motivo es la reasignación de las partidas que se destinan a esos rubros”, comenta Sroulevich.

“Si convenimos que la cultura para un país no es lujo sino una producción más que lo posiciona ante el resto de las naciones, incluso económicamente, las consecuencias de postergar los premios son graves”, subraya Kamenszain. “Cuando en la crisis de 2001 los premios Nacionales se suspendieron por unos años, quedaron en la estratósfera cientos de libros perdidos que no tuvieron la oportunidad de concursar. Le propongo a Marta Minujín que haga con esos libros otro Partenón, ya que haberles quitado la posibilidad de concursar puede entenderse como otro modo de censura”, agrega la poeta. Shua recuerda que los premios Municipales están sostenidos por una ley de la legislatura de la ciudad. “Tarde o temprano tendrán que darlos, porque la ley no se puede modificar retroactivamente. En cambio, no hay una ley de Premios Nacionales, con lo que no se trata de un atraso sino de una suspensión por tiempo indefinido –compara la autora de Los amores de Laurita–. La gente que produjo sus obras en esos años puede quedar en situación de no poder presentarlos nunca, como le pasó a muchísimos escritores durante los casi diez años a partir de la crisis del 2001. Quizás en el momento en que produjeron sus mejores obras, no pudieron presentarlas. Para muchos escritores, sobre todo para los que escriben una literatura prestigiosa pero poco comercial, ganar un premio con subsidio es, simplemente, la posibilidad de una supervivencia digna. La mayor parte de la gente no sabe que a los escritores nos toca solamente el 10 por ciento de lo que se paga por un libro”.

Sroulevich sostiene que los concursos son un medio para difundir la obra de los creadores. “El Estado debe mantener una política cultural de apoyo a toda manifestación artística, una decisión pública destinada a que el artista que ha demostrado sus talentos no resigne, por necesidad, su actividad creadora en beneficio de la comunidad a la que pertenece. Un Estado sabio valora el concepto de riesgo artístico, acepta la posibilidad de descubrir y apoyar nuevos talentos, y la necesidad de proporcionar una enseñanza artística de alta calidad. También acepta la posibilidad de premiar a sus artistas y a sus obras, y debe velar por el cumplimiento de la legislación vigente en materia de estímulos y premios a la creación”.

El imprudente
Desde el 24 de marzo de 2017, muchos escritores están molestos con lo que declaró el actual ministro de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro, entonces secretario de Cultura y Creatividad del ministerio de Cultura de la Nación. “En el escenario actual hay otros premios, como los del Fondo Nacional de las Artes o los de la Fundación Konex, con lo cual los nacionales quedan un poco desdibujados”, dijo al diario La Nación. PáginaI12 intentó comunicarse con Avogadro y desde el área de comunicación del ministerio de Cultura de la ciudad aseguraron que consideran “imprudente” que el ministro hable cuando lleva unas dos semanas hábiles al frente del ministerio. Almada dice que no entiende que le resulte “desdibujado” el premio Nacional frente a otros premios que nombra y que son del ámbito privado, como los Konex. “Creo que sí habría que lograr que el premio nacional se convierta en ley: eso aseguraría su continuidad más allá de los gobiernos y de las políticas culturales de turno”, propone Almada. “Me resulta incomprensible lo que quiso decir Avogadro”, admite Shua. “No, desdibujados, en este caso, significa ‘poco importantes’. El Premio de la Fundación Konex es un premio maravilloso para la Fundación Konex, prestigia y aporta a la Fundación Konex. A los premiados no se les da nada. Prensa y prestigio, pero ni un centavo. Yo recibí con mucha alegría y emoción el Konex de Platino, pero en el mismo acto tuve que pagar a la Fundación Konex por una botella de agua. Los premios del Fondo Nacional de las Artes son extraordinarios, sirven para descubrir nuevos talentos, son premios honestos, valiosos, importantes y hay que defenderlos a toda costa. Pero, salvo en el caso de los poetas, no son para premiar autores de trayectoria, sino para gente joven que quiere empezar a publicar”. Para Kamenszain, “la afirmación del ministro muestra no tanto un desinterés o un intento de dilación sino una verdadera ignorancia”. “¿Qué tendrán que ver los premios Konex, que no suponen ninguna erogación económica sino que son un estímulo simbólico, con los Nacionales? Sin desmerecer a los Konex en lo más mínimo, es como decir que el valor de consignar en un currículum vitae que se presenta al exterior que uno tiene un premio Nacional de un país o consignar que fue merecedor de un Konex es lo mismo, cuando en realidad el Konex es un premio que en el exterior no es significativo y tampoco pretende serlo. Los premios Nacionales de Literatura y Arte se dan en la mayor parte de los países del mundo y no necesitan traducción ni explicación; son un pasaporte contundente y universal”.

Vueltas y cálculos
El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, intenta justificar la demora de dos años para convocar los Premios Nacionales. “La sensación que teníamos es que debíamos revisar los premios porque había un montón de subcategorías en ensayo, filosófico, político, psicológico... Pero también queríamos discutir el modelo de los premios en relación con la pensión no contributiva que reciben los ganadores. Cuando uno estudia la historia de los Premios Nacionales, tiene que ver más con el apoyo a los creadores en su vejez. ¿Alcanza una obra para otorgar un Premio Nacional que implica una jubilación en el futuro para su autor? Me parece que es un tema que requiere una cierta reflexión. Estuvimos dando vueltas, discutiendo; primero el tema lo tuvo Enrique (Avogadro) y después lo tomé yo. Calculo que para la Feria del Libro los vamos a estar convocando para este año”, anuncia Avelluto.

–¿Por qué no se convocan los premios que están atrasados: 2016 y 2017?
–Cuando no hubo premios, no se convocó para atrás, hubo muchos años en los que no hubo premios y hubo muchos cambios de categorías a lo largo de la historia. No hay una obligación legal de llamar a los Premios Nacionales todos los años. Sí está reglamentado el tema de las pensiones que reciben los ganadores, pero no la obligatoriedad del llamado. No es que nosotros adeudamos premios de dos años. Eso no es así. Vamos a llamar a este año, seguramente con una modalidad nueva, con una simplificación de las categorías, que las estamos terminando de definir, para que sean convocados y otorgados en el transcurso de este año. Y así después todos los años.

–¿Cuál será el monto de los premios?
–Va a ser mayor del que había, pero todavía no lo podemos definir. Vamos a destinar una inversión para la organización, los premios y los jurados, de alrededor de 5.000.000 de pesos para este año, que es mucho más de lo que se había destinado en la última entrega.

Alpargatas y libros
Cambiemos-Pro no se lleva bien con la “cosa pública”, y prefiere que muchas funciones y acciones que son competencia del Estado queden en manos de los privados. ¿Cómo afecta esto a las escritoras y escritores? “Para mí, no tiene nada de malo que se busque la colaboración entre los privados y el Estado. Al contrario, es una muy buena tendencia, que las mejores democracias del bienestar llevan adelante. Habría que seguir estimulando el mecenazgo, por ejemplo”, sugiere Shua. “Yo diría que Cambiemos-Pro no se lleva bien con la cultura. Es curioso, la Cultura –o Kultura, como diría Cortázar–, que antes estaba en manos de las capas más altas de la sociedad, ahora ha quedado del lado del peronismo –plantea la escritora que ganó el Premio Nacional con el libro de cuentos Fenómenos de circo–. En ese sentido, creo que se ha producido una degradación de nuestra clase alta, que ahora parece tener más dinero que nunca pero mucho menos interés en la cultura. ¿Serán todos parvenues? Una parte muy importante de los intelectuales de nuestro país hoy son peronistas. Alpargatas sí y libros también.”


La correspondencia entera de Flaubert, on line

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Yvan Leclerc y Danielle Girard son dos de los más importantes especialistas en Gustave Flaubert de Francia, lo que en un país de especialistas es mucho decir. Ambos, al cabo de una  tarea gigantesca, pusieron en línea la correspondencia completa del autor de Madame Bovary, lo que incluye los cinco volúmenes ya publicados por la colección La Pléiade, más unas 200 cartas más nunca antes recogidas en libro.

 

La correspondencia completa puede ser consultada en el sitio de la Universidad de Rouen y, vínculos mediante, puede buscarse lo que uno desee por destinatario, fecha y, afinando la búsqueda, tema. Todo esto se hace en forma absolutamente gratuita yendo al sitio

http://flaubert.univ-rouen.fr/correspondance/edition/

 

La noticia llegó al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires a través del traductor Matías Battiston, quien en su mail aclaraba: “En ‘Recherche’ podés incluso buscar en dos patadas cualquier palabra, nombre o frase en toda la correspondencia, está muy, muy bueno. No tiene el aparato crítico y las notas de La Pléiade, eso sí. Tampoco el señalador de tela, son puntos a mejorar”.

Nos preocupa, claro, la omisión del señalador de tela.


La poesía de Pavese traducida por Aulicino

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El viernes 23 de febrero, a las 19 hs., las editoriales asociadas para la publicación de Trabajar cansa y Vendra la muerte y tendrá tus ojos, de Cesare Pavese, realizarán una presentación y preventa del volumen, traducido por Jorge Aulicino, en El Salvador 4410, Palermo (CABA). 

Asimismo se anuncia que quienes asistan y compren su ejemplar, podrán llevarse otro sin cargo de la Obra poética, de Raúl Gustavo Aguirre, publicada oportunamente por Ediciones del Dock.

La española Carlota Pérez-Reverte Mañas plagió traducción de Alfredo Michel Modenessi

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Como lo ha demostrado el caso de la reciente retraducción de Georges Perec realizado por la española Mercedes Cebrián para la editorial Impedimenta, sospechada de haberse inspirado en la realizada por la traductora también española Yolanda Morató, resulta muy difícil –y oneroso– demostrar palmariamente un plagio.

Sin embargo, el mexicano Alfredo Michel Modenessi (foto), prestigioso catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, parece haberlo logrado. Reputado especialista en Shakespeare, acaba de denunciar el uso indebido de su traducción de The Comedy of Errors, de William Shakespeare, intitulada La comedia de los enredos (2012), por parte de Carlota Pérez-Reverte Mañas –hija del escritor del mismo apellido, historiadora y arqueóloga subacuática y máster en Gestión de Empresas Culturales– para hacer una “versión” y adaptación con idéntico título, escenificada en múltiples ocasiones en España entre 2016 y 2017, bajo la dirección de Alberto Castrillo Ferrer. 

Según él mismo informa al blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, la traducción de Modenessi fue utilizada sin previo aviso ni solicitud y, lógicamente, sin su autorización ni la de Espasa, casa editorial en la que fue publicada en 2012.

Todo puede leerse con sumo detalle en la página Los enredos de un plagio (https://enredos-plagiados.webnode.mx/), donde no queda lugar a dudas del proceder de Carlota Pérez-Reverte Mañas.

Según pudo saberse, no sería ésta la primera vez que alguien con el apellido Pérez-Reverte se dedica a plagiar a alguien (ver, en este mismo blog, la entrada correspondiente al 18 de julio de 2013). O sea que de tal palo, tal astilla, mañas agregadas.

Por último, ¿quién carajo se creen estos cosos para actuar con tal descaro y aparente impunidad? ¿O suponen que nadie se va a dar cuenta? Tal vez deberían seguir pergeñando esas novelas horribles que les publica Alfaguara o simplemente continuar recorriendo el fondo de océanos silenciosos, dejando de sumar indecencia a la falta de talento. Dicho esto con todo respeto, claro.

Elisa Díaz Castelo, traductora de Ocean Vuong

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Elisa Díaz Castelo(Ciudad de México, 1986) es una joven poeta y traductora mexicana, que ganó el Premio Nacional de poesía Alonso Vidal 2017 con su primer poemario, Principia.  Asimismo, con el apoyo de las becas Fulbright-COMEXUS y Goldwater, cursó una maestría en escritura creativa en la Universidad de Nueva York. Sus poemas en inglés han aparecido en Border Crossing, Tupelo Quarterly y Poetry International, entre otros medios. Por otra parte, ganó primer lugar en el premio Poetry International del 2016, el segundo lugar del premio Literal Latté 2015 y quedó entre los semifinalistas del premio Tupelo Quarterly 2016.  Poemas suyos en castellano han aparecido en Tierra Adentro, Este País, y Periódico de Poesía, han sido incluidos en la  antología de poetas jóvenes españoles y mexicanos Fuego de dos fraguas, en la antología Voces Nuevas 2017 de la Editorial Torremozas y próximamente en la antología ABC de la poesía mexicana de la editorial Elperroalado. Fue becaria del FONCA en el periodo 2015-2016 y actualmente tiene la beca de la Fundación Para las Letras Mexicanas. En esta última institución, en el marco de una serie de charlas sobre traducción literaria, impartidas durante la segunda semana de febrero, el Administrador de este blog tuvo la oportunidad de conocerla. Así descubrió que ella es la traductora de Ocean Vuong (Ho Chi Ming City, 1988), poeta estadounidense de origen vietnamita, flamante ganador del Premio T.S. Eliot, acaso el más prestigioso que se otorga en la actualidad a la poesía escrita en inglés. Lo que sigue es precisamente una charla sobre el tema.

–¿Cuándo y cómo conociste a Ocean Vuong?
–Conocí a Ocean en 2014, en la fiesta de bienvenida a los nuevos alumnos de la Maestría en Escritura Creativa de NYU. Ambos estábamos en el área de poesía y, a pesar de que no coincidí en clases con él, una amiga en común me mostró uno de sus poemas y desde entonces me interesó mucho su escritura.

–¿Qué te atrajo de su poesía?
–Todavía recuerdo dónde estaba la primera vez que leí ese poema suyo: me acababa de mudar a un nuevo departamento en Astoria, Queens, donde estaba descalibrado el radiador y, a pesar de hacer un frío tremendo en el invierno del vértice polar de Nueva York, adentro de mi casa el calor era casi tropical. El poema que leí fue Algún día amaré a OceanVuong. Me atrajo su voz a la vez arrojada y sutil, el virtuosismo con el que combina imágenes poderosas con detalles cotidianos para crear una mitología propia e inconfundible.

–¿Conoce él tus versiones al castellano?
–En el proceso de traducir sus poemas, sostuvimos una correspondencia asidua en la que discutimos cada poema con minuciosidad. Gracias a ese privilegiado contacto directo que tuve con él, virtud poco común en la traducción, me fue posible plantearle mis dudas y llegar a acuerdos sobre el sentido y el tono de las versiones en español. Un compañero bilingüede la maestría ha leído mis traducciones. Ocean no habla español, por lo que sólo conoce mi trabajo de forma indirecta, a través de nuestro diálogo.

–¿Cómo fue que terminaste llevándole el libro a Vaso Roto?
–Antes de que saliera Night Sky With Exit Wounds, traduje tres poemas de Oceanque se publicaron en México en la revista Cuadrivio. Poco después de que Copper Canyon Press publicó el libro, le dije a Ocean que yo deseaba traducirlo, y él se mostró muy entusiasmado con el prospecto, así que me puse manos a la obra a buscar editoriales que pudieran estar interesadas. Yo acababa de volver de Nueva York y no conocía a casi nadie en México. Vaso Roto, que es una editorial comprometida con la publicación de poesía, en libros muy bellos y con traducciones cuidadas, era una de las opciones ideales, y me puse en contacto con ellos porque me pareció un hogar espléndido para el libro de Ocean. Jeannette Lozano Clariond, que encabeza Vaso Roto, respondió interesada y poco después acordamos realizar la traducción. Ella tiene un interés particular por difundir el trabajo de traductoras mexicanas, por lo cual estoy agradecida.

–¿Conocían previamente ellos a Ocean Vuong?
–No estoy al tanto de ello.

–Compraron sus derechos a partir de que vos les acercaste tus traducciones?
–Así es, puse en contacto a los editores de Vaso Roto con los representantes de Ocean.

–Sos la editora del libro además de su traductora, o interviene alguien más?
–Colaboradores de la editorial en España realizarán propuestas para que el lenguaje resulte familiar a todos los hispanohablantes; será importante encontrar un equilibrio en el que se conserve el tono coloquial de muchos giros de Ocean sin perder la inteligibilidad para los lectores de distintas latitudes. A partir de esas sugerencias afinaremos la versión final.

–¿Cuándo va a aparecer el libro?
–Al parecer será muy pronto, en mayo. Me alegra mucho que los lectores del español pronto podránconocer este libro tan singular y poderoso.

Una traducción que desató una polémica

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La historia que se refiere a continuación tiene varios pasos que necesitan cada uno de ellos su correspondiente aclaración.

Desde hace ya varios años los coreanos, a partir de su Instituto de Literatura, están invirtiendo verdaderas fortunas con el objeto de que sus libros circulen por el mundo traducidos a las más diversas lenguas. El objetivo es lograr que su cultura no sea adscripta a la de China o Japón, los dos vecinos gigantes, con los que la mayoría de la gente suele confundirlos.


Han Kang es una autora surcoreana que publicó una novela, editada en la Argentina por la editorial Bajo la luna, como La vegetariana 

Posteriormente, ese mismo libro fue traducido en Gran Bretaña por Deborah Smith, una especialista en  ficción coreana, quien, además, en 2015, había fundadoTilted Axis Press, una editorial sin fines de lucro, que se centra en la ficción contemporánea específicamente de Asia. Asimismo, su ensayo sobre la traducción de libros, Fidelity, será publicado en el Reino Unido por Peninsula Press.



Por su traducción, Smith recibió, junto a su autora (foto), el Premio Man Booker International en 2016. 

Acto seguido, se desató una curiosa polémica en Corea del Sur a propósito de la calidad de la traducción que, según los especialistas de ese país, difería notablemente del original. La polémica fue levantada por el diario británico The Guardian, en un artículo publicado por Claire Armistead (https://www.theguardian.com/books/booksblog/2018/jan/15/lost-in-mistranslation-english-take-on-korean-novel-has-critics-up-in-arms)

Acto seguido, Deborah Smith publicó el siguiente artículo en Los Angeles Review of Books, que se ofrece a continuación en traducción de Silvia Camerotto


De qué hablamos cuando hablamos de traducción

En los últimos años, la traducción literaria ha tenido su auge en los Estados Unidos y, en especial, en el Reino Unido, y este nuevo estado de las cosas se renovó gracia sal Premio Internacional Man Broker que dio igual reconocimiento tanto al autor y como al traductor. Cuando premiaron a La vegetariana, de Han Kang, la traducción literaria también se convirtió en el centro de atención en Corea del Sur. Por supuesto, no hay consenso, y algunos críticos surcoreanos se quejaron de esta tendencia a tratar los premios extranjeros como una especie de referéndum sobre la calidad de la literatura coreana en su conjunto.

Pero hay dos cuestiones en juego ante la llegada de La vegetariana a nuestro país y al extranjero: la política cultural de los premios, y la naturaleza y el estado de la traducción. La creciente atención y aprecio que recibieron la traducción y el traductor socavó el mito del acceso al original sin mediación, una fantasía en la que tanto los lectores de una traducción como los del original tienen que ver. Lisa y llanamente, la gente piensa que han leído Guerra y Paz, y no una traducción inglesa de “Guerra y Paz, y que esa cosa que aman, -ya sea un libro particular o una cultura- es en realidad aquello realmente aclamado. Todas estas ansiedades surgen de que la traducción es un arte profundamente extraño y a menudo, contradictorio. También, quizás, el único arte que puede no ser solo malo, sino incorrecto, y siempre tendrá fallas.

Decir que mi traducción de La vegetariana es un “libro completamente diferente” del original coreano es, por supuesto, en un sentido, en todo correcto. Ya que no existe una traducción en verdad literal –no coinciden las gramáticas, el vocabulario difiere, incluso la puntuación tiene otro valor- no existe una traducción que no sea “creativa”. Y mientras muchos de nosotros, traductores, nos creemos “fieles”, las definiciones de fidelidad difieren. Porque las lenguas funcionan de modo diferente, mucho en la traducción es una cuestión de lograr un efecto similar por medios diferentes; no solo la diferencia, el cambio y la interpretación son normales, sino que son, además, parte integral de la fidelidad.

Creer que La vegetariana fue mejorado por la traducción porque el original no tuvo el mismo nivel de éxito implica un cierto nivel de pensamiento selectivo. Al fin y al cabo, su parte central obtuvo el Premio Literario Yi Sang, el premio más prestigioso de Corea del Sur. Más que nada, en realidad, no existe éxito comparable al otorgado por Man Brooker; el establishement literario coreano valora más los premios literarios internacionales antes que los nacionales. Según el resto de los estándares, Chaesikjuuija (el título coreano de La vegetariana) fue un éxito, con 20.000 copias vendidas (y en su 14º reimpresión) cuando se publicó mi traducción al inglés, siete años después que el original coreano. En ese momento, se publicaron traducciones en China, Argentina, Polonia y Vietnam, algo inusual para un libro coreano. Una vez más, el imperialismo cultural implica que ninguna de esas traducciones no inglesas, por bien recibidas que sean, podrían catapultar el libro al éxito internacional. Lo más significativo para mí fue que cada una de ellas surgió, así como mi versión inglesa, de un amor tan grande de un traductor por un libro como para querer dedicarle su tiempo.

Algo más sucedió en el transcurso de esos siete años: Corea del Sur criminalizó la violación marital. Entonces no es tan difícil entender por qué un libro que expone esta violencia estructural pudo haber sido recibido de otro modo por el establishment literario (mayormente masculino) antes que por muchas mujeres coreanas que no lo consideraron ‘extremista y estrafalario’ de ningún modo. Quizás el enfoque abrumador sobre la estética del La vegetariana es una manera de evitar hablar sobre su política.

Han Kang ha sido elogiada altamente por cosas que no tienen nada que ver con el traductor, como las ‘potentes imágenes’ (The Guardian),’(brillante) estructura tripartita’ y ‘climax demoledor, fantasmagórico, aunque emocionalmente verdadero’ (Publishers Weekly). La estructura, el argumento, temas, caracterización, etcétera, son todos obra de la autora. Los traductores, en su mayoría, se ocupan de la lengua: estilo, tono, ritmo. Y los lectores coreanos de Han Kang siempre han destacado su estilo ‘poético’. Una nota del 2011 la presenta como aquella que obtuvo notoriedad ‘por su lirismo y estructura detallada’; un artículo del 2017 del Kyunghyang Shinmun sostiene que la ficción en Han ‘parece poesía’, lo que es apropiado para la prosa de alguien que es poeta édito, y menciona también su ‘estilo delicado y sensual’. Es cierto que este lirismo es menos marcado en La vegetariana que en Actos humanos y especialmente en su último trabajo, El libro blanco, que es casi una serie de poemas en prosa, pero aun está allí –un sutil estilo poético que es sobrio y discreto. Por cierto, no era mi intención producir un estilo pretencioso y florido en inglés (aunque las novelas tienden a no ser monocordes, tienen momentos de mayor o menor intensidad), y tampoco creo que ocurriera inconscientemente. Lectores y críticos describieron el estilo de la traducción como ‘sutil’ (Independent), ‘preciso y discreto’ (Irish Times), y ‘discreto hasta la médula’ (New Statesman). Ellos se refieren a su poesía también, sin implicar que estos pudieran ser mutuamente excluyentes- el autor Deborah Levy lo llamó ‘poético pero realista’.

Aun así, algunos creen que mi traducción ‘sobre poetizó’ un original que era sobrio y discreto antes que poético. Como traductores, somos por lo general nuestros críticos más duros; creo que hay mucho qué criticar en mi traducción. Lo que me preocupa es cuando el deseo de demostrar una idea en particular sobre una traducción alienta a una visión engañosa sobre el original –en este caso, pasando por alto la poesía que yo y muchos otros ven en la escritura de Han. El estilo literario no es tan solo una marca de identidad, como una huella digital –también tiene una función y un sentido. La función es la parte más sencilla:la prosa fría y discreta de La vegetariana sirve para contrarrestar la violencia febril, para evitar que parezca sensacionalista y excesiva, un recordatorio de los horrores más oscuros de la vida cotidiana. El sentido es más complejo porque dependerá del contexto: ¿qué estilos usan los contemporáneos del autor? ¿Cuál es la corriente dominante? ¿Qué es lo que se elogia: ser etiquetado como ‘moderno’, ‘original’, ‘experimental’, o incluso, solo ‘literario’? Traducir del coreano al inglés implica pasar de una lengua más adaptable a la ambigüedad, la repetición y la prosa simple, a otra que favorece la precisión, la concisión y el lirismo.

Esto es una generalización grosera y un fenómeno observable al mismo tiempo. Porque el estilo individual de cada autor se distingue por el grado en que diverge de este término medio, y porque el sentido del estilo es, por lo tanto, inseparable del lenguaje, y su traducción parece imposible. Lo que podemos hacer, al menos, es reconocer que el ‘polo’ de lo que se registra como, por ejemplo, repetición o prosa poética se establece en diferentes puntos en las lenguas de origen y de destino –y también que si las convenciones de la lengua de origen se transfieren tal como están, es probable que se confundan con la idiosincrasia del autor, o peor aun, con una mala escritura. La calidad es otra cosa a la que los traductores pueden elegir ser fiel; muchos creen que deberíamos, cuando sea posible, resistir la domesticación, y Kitchen Table Translation, editado por Madhu Kaza, es una lectura obligada sobre la política generativa de la ‘traducción errática y desobediente’.

Con La vegetariana tomé conciencia de que si me alejaba demasiado de las convenciones literarias de la lengua inglesa disminuiría y me desviaría de la fuerza de la escritura como un todo, que tiene un considerable poder disruptivo en sí misma.

La razón de ser de cada traducción es el lector que no podría acceder al original de otro modo. Y Daniel Hahn, nominado para el MBI 2016 y jurado en 2017, así lo explica, los jurados ‘no comparan el original y la traducción y evalúan el proceso (las decisiones, las ingenuidades, los deslices…) de pasar de una lengua a otra’, sino que tratan de evaluar el trabajo terminado en inglés en sus propios términos’. Esta es un modo de evaluar la calidad de la traducción; no es el único. La traducción literaria puede tanto resistir como perpetuar el imperialismo cultural; como traductores es necesario ser conscientes de nuestros propios perjuicios, y de la pluralidad de enfoques propugnados por aquellos cuyos perjuicios y objetivos son distintos a los nuestros.

Ganar un premio no hace de mi enfoque sobre la traducción el mejor o el único, y también hay una política, en el sentido de que habrá sido moldeada en gran parte por vivir y trabajar en el Reino Unido, donde el ansiado éxito (para algunos) es terminante.

En parte porque la evaluación de traducciones literarias en Corea del Sur implica, por lo general, una comparación; algunos no comprendieron por qué esos ‘errores’ que Hahn menciona no invalidaron mi traducción para el elogio y los premios. Todos los traductores se preocupan en profundidad por la precisión; todos los traductores cometen errores, porque somos humanos. Como principiante, ser bombardeada con artículos y correos con listas de errores me dejó preocupada. ¿Era real que había traicionado la obra de Han Kang por negligencia o arrogancia? No conscientemente, porque la amo hasta la reverencia y creo que su obra es objetivamente genial, ¿o fuepor atreverme a traducirla de un idioma que aun no dominaba? Han pasado cuatro años desde que traduje La vegetariana, siete desde que comencé a estudiar coreano, y comprendo ahora lo que entonces no sabía: que aprender un idioma no es el camino hacia el ‘dominio’, y que nada te enseña a traducir como el hacerlo. Estoy feliz de haber presentado la obra de una escritora brillante a una audiencia internacional, de una manera lo suficientemente fiel para una recepción cualitativa, si no cuantitativa a su vez. Algunas personas me dicen que debo estar orgullosa, pero para ser honesta estoy feliz de sentirme conflictuada: esta actitud es más útil para aquellos en posición de privilegio, alentándonos a actuar con responsabilidad y generosidad hacia los textos, autores, y otros traductores.

Sin embargo, si al menos me hubiera me hubiera acercado a esa perfección imposible, ¿habría obligado a los críticos a involucrase más con el libro en sí? ¿Lo harían ahora que Han y yo hemos tenido tiempo de corregir el texto para futuras publicaciones? Tal vez sí, tal vez no, dado que mucho de lo que fue catalogado como ‘error’ no era otra cosa que una diferencia. Han misma se ha tomado el tiempo para explicar que los traductores consultan tanto a sus editores como al mismo autor, y que ella leyó mi traducción y la amó sobre todo por capturar el tono de su propia escritura, pero eso no impidió que algunas personas hablen sobre ella.

Las traducciones deben ser criticadas, absolutamente; con interés, el compromiso crítico forma parte de una cultura de la traducción floreciente. Pero sin tener en cuenta cómo las normas de traducción varían entre países y contextos, y cómo esto puede afectar el enfoque individual, es difícil avanzar sobre la diferencia en lugar de solo remarcarla.  A esta altura, lo que un determinado crítico declara como admisible no nos dice mucho más allá de las preferencias personales. Además, es difícil, y con certeza, engañoso, evaluar el efecto retraduciendo al idioma original, o comparando con una traducción literal imaginaria; al fin y al cabo, ambos métodos alternativos implican tanta subjetividad como una traducción considerada liebre o creativa.

Espero que todos sigamos hablando de la traducción, porque siempre hay algo más para decir, especialmente lo placentero que es, y porque necesitamos enfocarnos si queremos hacer que esté a la altura de su potencial, para romper las hegemonías, trabajar sobre la diferencia sin borrarla, y desafiar el mito del genio solitario –para dar lugar a nuevos encuentros a voces y perspectivas que de otro modo podrían ser silenciados o vituperadas, y obras de arte, sin las que nuestras vidas se verían disminuidas.

Como traductores, debemos aprovechar estos logros, que tienen un impacto directo en nuestra habilidad para exigir un salario digno, en lugar de ser intimidados. Es esta combinación de salarios bajos justificados por el abandono de la creatividad y la insistencia en la ‘humildad’ que significa que, con frecuencia, se hable de la traducción como una profesión feminizada. La humildad no es igual a auto-modestia; no es arrogancia estar orgullosos de nuestro trabajo.

No existe mejor manera de traducir, pero hay algunas propuestas con respecto a la traducción que, si son aceptadas en términos generales, pueden lograr charlas más constructivas: el cambio no es traición; los editores existen, por lo general con opiniones arraigadas; elogiar una traducción no es devaluar el original. En conclusión, ninguna traducción es definitiva. Es solo un modo de ‘Fracasar otra vez. Fracasar mejor.’ Creo que fracasé bien.




Sobre algunas políticas del F.C.E. de México

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Vista de la librería "Rosario Castellanos", del F.C.E. de México
Se sabe que España, México y la Argentina son los tres países que más libros publican en castellano. También, que van a la cabeza de la traducción de textos a nuestra lengua. A esta breve lista, en los últimos años se han sumado Colombia y Chile, países que han visto una verdadera explosión de buenas editoriales independientes, aportando asimismo su cuota de libros traducidos.

España se autoproclama como poseedora de gran industria. Detrás de tanta pujanza, sin embargo, no hay tantos lectores como se supone, sino más bien, la posibilidad de que distintas empresas europeas, poseedoras de grupos editoriales ubicados en la Península, puedan realizar la correspondiente desgravación impositiva gracias a las leyes de la Comunidad Europea. Así, un mismo título puede salir en seis colecciones distintas con diferentes precios, sin que importe si se vende o no. Dicho de otro modo, no se edita para que se lea, sino para que cumpla con la cuota requerida para evadir impuestos. Los libros en cuestión, al cabo de tres meses, ya serán nuevamente pasta para que la maquinaria siga funcionando. El sobrante posiblemente termine comprado por las filiales latinoamericanas de esas mismas multinacionales que, en muchas oportunidades, recurren a subsidios de la Comunidad Europea para publicar lo que competirá deslealmente con los libros de Latinoamérica. Una vez cumplido el año, los gerentes, muchas veces salidos de escuelas de administración de empresas, podrán entonces jactarse de balances impecables.

En la Argentina el Estado no interviene en la producción de libros. De hecho, salvo el caso de alguna de las pocas editoriales universitarias, siempre ha sido ajeno a los avatares del libro, aunque en la actualidad, al suspender las compras para Ministerios y bibliotecas, parece más ausente que nunca. El sector, como ha podido leerse repetidamente en las entradas del último año y medio en este blog, vive una crisis profunda, pero, al mismo tiempo, la carencia de subvenciones y la naturaleza de la crisis misma han permitido una bibliodiversidad como acaso no exista en otras latitudes. Por supuesto que no es consuelo.

La cafetería de la librería "Rosario Castellanos", del F.C.E.
En México el mecanismo de publicación de libros presenta otro tipo de perversión. Acá no se trata de grupos multinacionales, sino del Estado mismo. De hecho, el 70 % de todos los libros que se editan en México lo publica el Estado a través de sus editoriales. Esos libros, que raramente llegan a las librerías y que sólo parecen visibles en las muchas ferias del libro que existen en ese país de pocas librerías, luego son vendidos por esas mismas casas editoriales al mismo Estado que puso el dinero, creando así la ficción de una pujanza que realmente no existe. 

El 30 % restante del mercado, que corresponde a las editoriales independientes, tiene así que competir en desventaja contra el Estado mismo. Se da entonces la paradoja de que una editorial, a lo largo de treinta años, publica con gran esfuerzo a un autor que, de buenas a primeras, es tentado con un dineral por una de las editoriales del Estado que luego vende las obras completas de ese autor a un precio muy similar al de cada libro unitario publicado por un independiente. 

Para continuar con estas fealdades, están también la distribución y la comercialización. En el caso de México, un país con más de 130.000.000 de habitantes para los cuales apenas existen 250 librerías (las estadísticas son oficiales), las librerías del Estado, como las varias que posee el Fondo de Cultura Económica, por ejemplo, resultan vitales. Sin embargo, como le fue dado comprobar al Administrador de este blog, por una curiosa política gerencial, éstas privilegian los libros de esa única casa editorial y los de las multinacionales españolas, en desmedro de todo el resto de la producción local, incluido lo producido por otras editoriales estatales, como la UNAM, el Colegio de México y los muchos sellos que co-editan con CONACULTA. Habrá quien ponga el grito en el cielo y diga que esto no es así. La respuesta es simple: tres títulos de la UNAM y cinco del Colegio de México no constituyen una verdadera distribución. Las bodegas y depósitos de una y otro están llenos de títulos que sólo ven la luz en las ferias, cuya importancia radica en que, dado el bajo número de librerías en proporción al número de habitantes del país, resultan cruciales para muchas ciudades del país porque se constituyen casi en la única oportunidad en el año para adquirir libros. 

Otra vista de la librería "Rosario Castellanos" del F.C.E.
Sin ir más lejos, en la librería del FCE "Rosario Castellanos", ubicada en la calle Tamaulipas, al final del la Colonia Condesa, en el Distrito Federal, uno puede observar que las primeras mesas corresponden exclusivamente al FCE y, en paralelo, a Penguin Random House y Planeta, lo cual constituye una muy curiosa manera de cuidar el patrimonio nacional. Es, para decirlo de algún modo, una manera de aumentar las subvenciones que esos grupos reciben en España, con otras subvenciones indirectas que se les otorga en Latinoamérica a través de un Estado nacional que se dice soberano.

Más sorprendente aún es que, cuando uno quiere fotografiar todo eso para documentarlo, un guardia de seguridad se acerque para indicar que es política de la empresa no autorizar fotografías en la librería, como si en ésta se estuviera realizando algún tipo de operación secreta. 

Cabe agregar que, cuando el Administrador de este blog se dirigió al encargado para indicarle lo escandaloso de la medida, éste, a regañadientes, accedió a permitir las fotografías, que, según aclaró una vez más, estaban prohibidas por la gerencia. 

¿Qué es mejor? Entendemos que debe existir un punto medio entre todas las prácticas mencionadas en esta entrada que hasta ahora parece no haberse alcanzado
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