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Puig por Gargatagli (I)

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Hace rato que venimos extrañando a Marietta Gargatagli. Por eso, desde hoy y hasta el viernes, tres columnas de ella publicadas en El Trujamán, que tienen como objeto a Manuel Puigy la traducción. La de hoy fue publicada el 6 de febrero pasado.

Manuel Puig y la traducción (I)

Hacia 1976, Joaquín Soler Serrano entrevistó, en aquel programa de estética minimalista llamado A fondo, al escritor Manuel Puig, que acababa de publicarEl beso de la mujer araña, su cuarta novela y la gran novedad de la Feria de Frankfurt de ese año. Mirado desde el presente, aquel diálogo —como los mantenidos con Pla, Borges, Rulfo, Onetti o Cortázar, que desconocían la existencia misma de la televisión—, parece corresponder a un mundo ilusorio: la lentitud, los silencios, la completa falta de divismo. Soler Serrano era un hombre de voz poderosa y dicción de actor que sabía muy bien qué tipo de programa estaba en condiciones de conducir: retratos literarios. Con contundencia mostró a los espectadores del futuro cómo fueron algunos de los grandes escritores del siglo xx y, a la manera de Joe Leyendecker o Norman Rockwell, los hizo tal como eran: exactos.

Con Puig, por ejemplo, —que no puede encender los cigarrillos, que no termina casi nunca las frases— se crea un escenario de fragilidad que podría ser misterioso para los espectadores. Sin embargo, ese marco titubeante resulta la mejor manera de presentar a un escritor (al que no le gustaban mucho las entrevistas y al que se ve como acartonado y poco hábil) porque bastan dos segundos de ese lío con los fósforos y de esas frases a medias para querer saber lo que sigue. Y ese querer saber lo que sigue es lo que define la literatura de Puig. Como Rulfo, como Sánchez Ferlosio, como Bioy, fue unescritor de la oralidad que tenía el poder de que sus historias se oyeran al tiempo que se leían. Talento que no se reduce a entender la dicción como un modo naturalista de representación de los personajes: supone sobre todo que la estructura narrativa de esa dicción tenga el orden y la cadencia de los relatos orales, el vértigo, la atención atrapada, el suspenso, la complicidad del oyente, del lector.

Con la lejanía del país (se fue en 1973), las destrezas verbales de Puig parecieron perderse en una sucesión de voces, como refiere probablemente este fragmento:

Yo oigo una sola voz. Aunque haya dos partes mías hablándose entre sí. Pero no es mi voz… Es una voz joven. Una voz que suena bien, fuerte, segura, y hasta de timbre agradable. Como la voz de un actor. Pero después (…) oigo mi verdadera voz. Cascada, carraspeante, y no me gusta.1

La posibilidad de usar otras lenguas quizá fue una solución para la pérdida de una cadencia familiar, de ese débit que definía su mundo literario. Maldición eterna para quien lea estas páginas se escribió en inglés y de Sangre de amor correspondido existió un borrador en portugués. Traducidas por Puig, o quizás escritas entre lenguas «hablándose entre sí», no son aquel lenguaje perdido de palabras muelles y perfectas: la traducción no restituye el tránsito, sólo devuelve un idioma indisciplinado y rugoso, un idioma de nadie.

Al comienzo de la conversación con Soler Serrano, Manuel Puig pronuncia un encendido elogio de la lengua que se habla en España. La celebración no resulta rara si se piensa que para un latinoamericano es conmovedor que personas vivas y reales hablen del modo que leyó en los libros. Sin embargo, no parece que Puig quiera enaltecer ese descubrimiento. O, en todo caso, el descubrimiento señala un contraste del porvenir: una lengua que pervivió a lo largo de siglos; una lengua, la del escritor, destinada a desaparecerse, a ser otra. La entrevista tuvo lugar en 1976. Empezaba entonces el exilio, para Puig, para América, para la lengua de América.



Puig por Gargatagli (II)

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Segundo artículo de Marietta Gargatagli sobre Manuel Puig y la traducción. La columna de hoy fue publicada en El Trujamán el 13 de marzo pasado.

Manuel Puig y la traducción (II)

Manuel Puig habló el castellano de Argentina, el dialecto rural de Parma-Piacenza,1 el italiano, el inglés, el francés, algo de alemán, el portugués de Brasil. Esos idiomas convivieron en la correspondencia familiar y se combinaron con esplendor en las cartas a los amigos, poco conocidas todavía.

Citar con naturalidad palabras de otros registros o jugar con otras lenguas forma parte de las costumbres orales de algunos países, entre ellos la Argentina. Es un juego verbal que enfatiza la complicidad del pacto comunicativo —se sobreentiende que el interlocutor conoce también esas palabras— y que puede trasladarse a la escritura informal de las cartas. En este sentido, Puig no fue una excepción. La particularidad es el uso de un ideolecto creado a partir de una lengua familiar, lo que llama el parmesano, un idioma de parientes. Por ejemplo: «encima las pachugadas de Navidad…»; «mucho ambiente en la purcaia de Roma»; «el plato son unas cubanas que no hacen más que esguiñazar»; «se despachó a hablar maravillas, inmagunada»; «me insaburí al verlo filmar».2

Posiblemente, porque consideró que se trataba de un idioma privado no lo utilizó en la obra literaria. Tampoco usó, salvo excepcionalmente, el lunfardo —el idioma de la calle— y limitó las peculiaridades verbales a las formas de la clase social a la que dio un estatuto poético: la clase media. Un ejemplo aparece arriba: el plato son unas cubanas… La expresión en cursiva quiere decir en la lengua general «lo divertido» y es bastante maleable: qué plato nos hicimos, fue un plato. Ese giro, entre los muchos que reproducen sus obras, testimonia una época (ya no se usa) y una atmósfera que el lector asocia ahora con Puig.

Con el exilio, el no retorno y la consagración internacional que siguió a la publicación de El beso de la mujer araña, el programa literario fue cambiando. La supervisión minuciosa de las traducciones a las lenguas que dominaba —y de cuya exhaustividad dan cuenta quienes las hicieron, entre otros: Suzanne Jill Levine (inglés), Angelo Morino (italiano), Albert Bensoussan (francés)— le permitió ver cómo funcionaba su prosa en otros idiomas. Y sin que exista una cronología precisa, esas correcciones fueron quizás los preliminares para escribir en otras lenguas: en inglés, en portugués, en italiano y, con cierta ayuda, en el castellano de México.

Desde un punto de vista teórico, los vínculos de los dos itinerarios resultan fascinantes. No tienen la misma relevancia los resultados. De los muchos escritores que han cambiado de lengua, ninguno tenía como punto de partida un mundo tan fuertemente cohesionado por la oralidad. Y esa cadencia no atravesó las autotraducciones ni las escrituras en otros idiomas.

En la última novela de Manuel Puig, Cae la noche tropical, se reproduce, en cierta medida, la perfección narrativa de La traición de Rita Hayworth y de Boquitas pintadas. Sin embargo, el lector no puede dejar de observar muchos deslices, seguramente no conscientes, que describen algo que el escritor no pudo evitar: ser un déraciné. El arraigo y el desarraigo, traducir, ser traducido y escribir traduciéndose son la fenomenología de lo literario. No son, pese a su interés, la literatura.

 Notas
(1) En las cartas a su familia utilizaba palabras de este dialecto (también del italiano general) que se incluyen como glosario al final de la edición de Graciela Goldchluk: Manuel Puig, Querida familia. Tomo 1, Cartas europeas (1956-1962), Buenos Aires, Editorial Entropía, 2005. 

(2) Definiciones tomadas del glosario mencionado arriba, entre paréntesis las formas italianas. Pachugadas (paciugada): comida que se cocina con diversos alimentos, a menudo sobras del día anterior; purcaia: porquería; esguiñazar(sghignasar): hacer guiños de complicidad; inmagunada (magunada): entristecida hasta las lágrimas; insaburirse: antojarse, entusiasmarse.  

Puig por Gargatagli (III)

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Tercer artículo de Marietta Gargatagli sobre Manuel Puig y la traducción. La columna de hoy fue publicada en El Trujamán el 31 de marzo pasado.

Manuel Puig y la traducción (III)

La forma multilingüe y el carácter extraterritorial de la obra de Manuel Puig son atributos que definen a un autor fuerte que —anticipándose al futuro— ejerció una vigilancia exhaustiva sobre sus ediciones, contratos, traducciones y apostó decididamente por la repercusión internacional. 

Aquella decisión, sin embargo, no desmiente que sus lectores naturales sigan estando en su país, donde no deja de crecer un riquísimo aparato crítico y donde se editan con regularidad sus libros, cuyos derechos posee Planeta que tiene filiales en Buenos Aires. Ahora hay obras de Manuel Puig en coreano, chino, letón, ruso y tailandés.

En España, son escasas las ediciones vivas de sus novelas y lo mismo parece ocurrir en países donde, en el pasado, fue ampliamente traducido, como Francia, Brasil, Italia y Estados Unidos.1 Tampoco constan publicaciones de países de América Latina, aunque sí en Canadá.

Angelo Morino, el traductor al italiano, contaba que Manuel Puig pedía que le enviaran las páginas a medida que el trabajo avanzaba y solía disputar palabra a palabra cada hoja. Devolvía esos fragmentos con variedad de comentarios —opiniones, elogios y chistes interesantísimos de leer, dicho sea de paso— que reflejaban lo agotador que podía resultar tratar con un escritor incansable y rapidísimo. No obstante, de esas negociaciones y de la calidad innegable de esas traducciones, dependió la fama internacional que lo acompañó en vida.

No creo, sin embargo, que la presente internalización del escritor sea lo mismo. Desconozco la recepción en otros países y dejo a los especialistas en coreano, letón y tailandés el cotejo de esas versiones. No puedo saber, por tanto, qué variaciones de Puig incluye el presente ni definirá el porvenir.

Mis sospechas sobre la nueva identidad nacen de una cuestión lateral. Ilustraba la cubierta de la primera edición de Boquitas pintadas de 1969 una imagen propuesta por la diseñadora y periodista Felisa Pinto, la sobrina nieta de Santiago Rusiñol, la gran amiga de Puig. En Barcelona, en 1974, aquellas dos mujeres estilizadas cambiaron por otras no iguales, pero semejantes. En los años sucesivos, las damas fueron sustituidas por alguien parecida a Anna Pavlova, después por una mujer regordeta, desnuda, que huía sosteniendo un corazón, después o antes por bocas pintadas repetidas en los espejos. Ahora decoran la cubierta los rostros de una pareja, recortados de una vieja postal, se diría, pornográfica, en cualquier caso menos obscena que convencional. No podemos interpretar el hecho, tampoco dejar de hacerlo: atrás quedó el sentido y el resto avanza hacia la literalidad y la conveniencia, una combinación nada favorable para traducir.

Algo semejante ocurre con la foto del autor que figura en la solapa. Parece un hombre anciano, un posible abuelo acartonado, un individuo al que un lector le confiaría su dinero, nunca su imaginación. Lo opuesto exacto al hombre feliz que le decía —con una prosa que sólo promueve la aprobación y la alegría— a su amigo Mario Fenelli: «le escribo primer cartún desde New Yorkún, le escribe Salla desde tierra donde vino a buscar marido. ¿Lo encontrará? Por el momento solo ve legiones de locas y negros y centroamericanos que le dan miedo. Bueno, ¿por dónde empezar? Me parece una ciudad fiabeschissima. Ud.se enloquecería, la gente parece salida de Dickens, esos tipos exageradísimos de las vistas Damon Runyon son tal cual, y belleza y poesía de rascacielos…».2

Notas
 (1) Angelo Morino refiere también versiones al alemán, turco, japonés y polaco, aunque no tengo datos sobre estas traducciones ni cuándo se realizaron. Las informaciones que siguen sobre la forma de colaboración autor-traductor también proceden de la misma fuente: Angelo Morino, «Manuel Puig a través de sus cartas», en http://www.cisi.unito.it/artifara/rivista3/testi/cartas_puig.asp.

(2) Suzanne Jill Levine: Manuel Puig y la mujer araña, Barcelona, Seix Barral, 2000, p. 145. 


Según este informe, "La industria editorial nunca se ha ocupado de educar al ciudadano español"

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El 24 de marzo pasado Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz publicaron la siguiente entrada en el blog español Ser escritor. Según el informe, de 2008 a 2014 la caída de las ventas de libros ya alcanzó un 40%, lo que lleva a los autores a manifestar que "El futuro de la primera industria cultural del país es incierto y muchas empresas están en riesgo de extinción".

El declive de la lectura y sus causas

El mercado editorial español ha vuelto a tener un comportamiento negativo en 2014. Las ventas realizadas por las librerías independientes asociadas a CEGAL ─que representan el 45% del total de los libros vendidos en España─ han bajado un 6’5% con respecto a 2103, con lo cual la caída supera el 40% desde que empezó la crisis en el año 2008. El futuro de la primera industria cultural del país es incierto y muchas empresas están en riesgo de extinción.

Cada día se cierran 2 librerías, sobre todo, las más pequeñas, ya que las grandes tienen más recursos para sobrevivir. Y aunque también se abren algunas ─226 el año pasado, frente a 912 que cerraron─, las que sobreviven lo consiguen porque se aprietan el cinturón… o hasta que a su propietario le llegue la hora de jubilarse.

Este fenómeno no afecta solamente a España, sino a la mayoría de los países llamados “ricos”. Por el contrario, en los países emergentes, el mercado del libro aumenta año tras año, al surgir una clase media con más recursos económicos que demanda libros para la educación y para el entretenimiento. El cuadro siguiente recoge el volumen de facturación de la industria editorial en los 10 primeros mercados del mundo, según el informe realizado por la IPA (Asociación Internacional de Editores) para el año 2013:



El primer país exportador de libros es Reino Unido ─aunque sus ventas al exterior en 2013 descendieron un 4% con respecto a 2012─, no sólo porque su mercado natural se extiende a todos los territorios de habla inglesa, sino porque cada vez existe más público que utiliza el inglés como segunda lengua. El segundo es Estados Unidos, con un incremento global del 7,2% (63% en el libro digital y 1,4% en el libro en papel). Y el tercer puesto lo sigue ocupando  España, con un descenso del 5% en América Latina, que no ha podido ascender en el mercado norteamericano, a pesar de los esfuerzos realizados por las editoriales para atraer a los más de 50 millones de hispanohablantes que residen en su territorio.



Para intentar cambiar esta tendencia, la Federación de Gremios de Editores de España va a proponer al Gobierno un “Plan Integral para el Fomento del Libro y la Lectura”, con el fin de que “la sociedad tome conciencia del valor del libro como centro del conocimiento, la cultura y el ocio, estrechamente vinculados a la educación y al progreso humano”.

En un artículo aparecido en El País el 5 de febrero de 2015 bajo el título “Los editores españoles lanzan un SOS”, su autor, Winston Manrique Sabogal, ofrece unos datos que justifican la preocupación de una industria que, si fue boyante hace unas décadas, no ha sabido reconvertirse a tiempo y se asoma hoy a un abismo al que no debe precipitarse. Como dijo Daniel Fernández, nuevo presidente de la FGEE: “Si no defendemos el territorio en el que somos líderes, estamos condenados a ser colonizados cultural e ideológicamente”.

Se culpa a la crisis económica, se culpa a las nuevas tecnologías, se culpa a la competencia del libro digital que sólo representa el 3,7% de las ventas totales─, se culpa a la piratería. Es verdad que cerca del 90% del consumo cultural “online” en España es ilegal, pero su impacto en el mundo del libro es mucho más bajo. Se estima en 100 millones de euros el lucro cesante por efecto de la piratería, focalizado en la descarga de “bestsellers”. El informe de “El Observatorio de la Piratería2014” ha contabilizado 335 millones de descargas ilícitas, cuyo valor hubiera incrementado en un 12% los ingresos del sector.

Las verdaderas causas del declive habría que buscarlas en otros parajes. En primer lugar, la industria editorial menospreció la irrupción de Amazon y el resto de tiendas digitales, por lo que reaccionó mal y tarde ante un modelo que reducía los costes de intermediación y ofrecía un servicio de entrega rápido y eficaz. Y en lugar de apoyar a su aliado tradicional ─el librero de toda la vida─, lo que ha hecho es abandonarlo, para aliarse con las grandes cadenas de distribución o lanzarse a la captura del lector y venderle el libro directamente. ¿Es posible aún regenerar ese tejido de librerías o estamos ya abocados a vivir en ciudades sin ellas?

En segundo lugar, la industria editorial nunca se ha preocupado de educar al ciudadano español en la práctica de la lectura. Ha pensado más en vender libros que en crear lectores. En las últimas décadas, nadie se ha acordado de formar a las nuevas generaciones en el valor de la cultura, del saber como instrumento para buscar la verdad… y encontrar la libertad. Nadie se ha interesado en inyectar a los jóvenes el hábito de leer, de inculcarles ese respeto a los libros ─incluso veneración─ que yo he percibido en mis mayores cuando era niño.

El 54’6% de españoles no lee nunca o casi nunca, revela la encuesta realizada en diciembre de 2014 por el CIS(pregunta 17). Estamos a la cola de Europa en hábito de lectura, tal y como refleja el cuadro siguiente elaborado a partir del informe “Special Eurobarometer 399” tras una encuesta realizada por la Comisión Europeaen los países miembros de la Unión Europea en 2013, a la pregunta: “En los últimos 12 meses, ¿cuántas veces ha leído usted un libro”.

Este “Plan Integral para el Fomento del Libro y la Lectura” que se va a presentar al Gobierno pretende ─entre otras cosas─ recuperar el valor del libro como agente de progreso y mejorar la comprensión lectora de nuestros estudiantes… y también de nuestros docentes. El futuro de un país depende de la educación que reciban los jóvenes, pero ¿cree alguien que los dirigentes están por la labor? Los recortes presupuestarios que han adoptado no van en esa dirección y, cada vez, queda menos tiempo para rectificar. Si hay algo que debe preocupar a la ciudadanía es la escasa preocupación que manifiestan los políticos para planificar el largo plazo.


Una lectura diferente del problema español

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El 26 de enero pasado, en su blog, el agente editorial Guillermo Schavelzon subió a su blog  la siguiente entrada que, desde otra perspectiva, ofrece un punto de vista distinto de lo que diferentes participantes del mundo editorial español vienen diciendo de muy diversas maneras. Quien desee leer el original, puede hacerlo en (https://elblogdeguillermoschavelzon.wordpress.com/)

Malestar en el mundo de la edición. El editor, el autor

La larga crisis económica y la gran caída en la venta de libros (en España), vienen enmascarando un malestar, una sensación de confusión que se vive en el mundo de la edición, al principio erróneamente atribuido a la llegada del libro electrónico.

El editor enfrenta hoy una divergente y a veces desconcertante presión, tanto de las exigencias del mercado –a las que tiene que atender para mantener su trabajo–, como las que son consecuencia de una nueva forma de funcionamiento y organización, producto del gran crecimiento de los grupos editoriales, para los que la mayoría de los editores trabaja.
Esta presión se ejerce desde todas partes. Desde arriba, por los accionistas, para obtener mayor rentabilidad (más ventas y menos gastos). Desde los costados por los agentes comerciales, que aunque no lean, parecieran saberlo todo sobre qué hay que publicar y qué no, y desde abajo (la ubicación es sólo un esquema) por los lectores. Pero no por los lectores de toda la vida, que siguen comprando libros cuando les interesan. La presión sobre el editor viene de los lectores que no conoce ni llegará nunca a conocer, esa gran masa de compradores ocasionales que, cuando se moviliza, cambia el resultado económico de todo el año.

Encontrar a esos lectores eventuales no es una operación literaria, sino comercial. Tiene que ver con el marketing, el posicionamiento, los estudios de mercado, un sofisticado trabajo de seducción fallido la mayor parte de las veces: encontrar escritores trabajables como Brand Business (negocio de marca), un concepto que hasta hace unos años era ajeno al mundo editorial.

El malestar del que hablo no es producto de la llegada de la edición digital, ni del avance de la piratería, como dicen algunos editores cuando los lectores no les favorecen con sus elecciones. La llegada del e-book, esta innovación perturbadora, como lo llama Clayton Christensen, no cambió demasiado las cosas, pero las complicó, funcionando como un acelerador de esa confusión general, generando una crisis de identidad en muchos editores, que llegaron a pensar si su saber tendría futuro laboral.

La crisis es algo inherente a la edición
No podemos, mirando hacia atrás, atribuir a la crisis económica lo que sucede, porque en realidad la edición está siempre en crisis.  No es una cuestión coyuntural, es identitaria, lo que diferencia a la edición de cualquier otra actividad industrial: los valores intangibles con los que trabaja.

La edición está en constante cambio. Los editores a veces no llegan a comprender la inestabilidad de su profesión, es un trabajo turbulento que requiere abundantes dosis de adaptación, improvisación y flexibilidad. Tres habilidades de por sí difíciles de aplicar, más aún si están atravesadas, como en la gran empresa de hoy, por reuniones de presupuestos, de organización, presentaciones a diversos comités, convenciones, y decisiones colectivas tomadas con muy diversos criterios de racionalidad, que absorben casi todo el tiempo laboral. Sin embargo, los grandes éxitos casi siempre llegan gracias a las intuiciones de un editor, no a las adquisiciones decidas en un comité. Sin embargo, al editor de hoy, no le queda tiempo para lo esencial.

Por eso –en todos los países– las editoriales que más rápido muestran capacidad de adaptación, improvisación y flexibilidad, son las de menor tamaño, las que suelen tener un solo propietario-editor que toma las decisiones. También son las que corren más riesgos, se pierden cuando crecen, el propietario no sabe delegar decisiones secundarias, o se hacen inmanejables y las tiene que vender.

Esa innovación perturbadora, la edición digital, comenzó hace unos años cuando presionados por los fabricantes de dispositivos electrónicos de lectura, grandes consultores de Estados Unidos convencieron al sector editorial de que el e-book tendría un efecto arrollador, y en poco tiempo acabaría con la edición tradicional. Lograron su objetivo: una venta millonaria de dispositivos, y la movilización de grandes inversiones en el desarrollo de plataformas digitales de las cuales, en unos años, la mayoría dejó de existir. Porque el gran negocio ha sido vender dispositivos, tabletas, no e-books.

El propietario de Facebook acaba de decir que en el mundo digital  lo normal es fracasar, pero no dijo lo caro que se paga ese fracaso. Tenemos muy presente los grandes éxitos del iPad, el Kindle, los pocos nombres propios (Apple, Google, Amazon) que lideran en dispositivos de lectura (no en e-books)  Pero ¿quién se acuerda de Papyre, Rocket, Softbook, iLiad, Librius, EveryBook, Ebookman, Hanlin, los fracasos de Sony, Phillips, Samsung y tantos más?

Es cierto que en Estados Unidos el 25% de los libros que se venden son de formato digital, sin embargo la venta de libros en formato tradicional  sube un 5% cada año. En el mundo hispanoamericano pasan los años, y el libro electrónico no llega al 3% anual.

Una de las consecuencias de mirar tanto al modelo de negocio de Internet, fue el traslado inmediato de algunas de sus verdades indiscutibles. Presionados por la exitosa estrategia comercial y el crecimiento vertiginoso de Amazon, el mundo de la edición decidió que lo esencial era estar más cerca del cliente, lo más enfocado posible en el consumidor.

Así para el editor su cliente es el lector, y en ese esfuerzo descomunal por acercarse (del que todavía no queda claro el resultado final), se alejó del autor, relación que durante más de un siglo había sido fundamental. La  relación del editor con el autor está desestabilizada, dice Michael Bashkar.

El mundo digital también exportó a la edición tradicional el término contenidos, sin considerar que no se hablaba de algo nuevo. Se trataba de información, textos, ilustraciones, manuscritos,  historias que contar. Muchas cosas cambian de nombre, sin que dejen de ser lo mismo. Sería como no comprender que el selfie existe desde que se inventó la fotografía, con el nombre de autorretrato, o fotos de uno mismo. Poco importa que cada tanto las cosas cambien de denominación, mientras no se pierda lo conceptual. Contenidos es exactamente con los que, desde hace cien años, vienen trabajando los editores.

Otra nociva importación del mundo online, fue la idea de eliminar la intermediación, lo que cuesta comprender, ya que entre el autor que se auto-publica en digital y el lector que adquiere el e-book, ¿qué es lo que hacen Amazon, Apple, Google, sino intermediación? Lo que estuvo detrás de esta declaración, fue la decisión de quedarse con lo que tenían otros, para incorporar esos márgenes a su negocio y así ganar más.

El asunto es qué intermediarios agregan valor y cuáles no. Si eliminar la intermediación es ofrecer a los lectores libros difíciles de leer, mal escritos, sin edición porque no han pasado por el proceso de valor que aporta un editor, no parece que sea muy ventajoso para el lector. Los malos libros ahuyentan a los lectores, incluidos los del mundo digital.

El gran peligro de esta estrategia de eliminar intermediarios, que podría sonar tan bien si eso bajara los precios de venta y aumentara la difusión, es que los que  las empresas de venta directa quieren eliminar –y están haciendo todo lo posible por lograrlo– es ese intermediario que llamamos librerías, porque consideran que el margen que tienen (30 al 40% del precio de venta) es el mayor de toda la cadena comercial del libro. Ni el editor, ni el impresor, ni el autor, ganan un porcentaje similar, pese a lo cual a las librerías les está costando sobrevivir. Eliminar las librerías sin duda sería muy bueno para la cuenta de resultados de Amazon, pero destructivo para todos los demás, desde el autor al lector.

La actividad editorial se compone de una fragmentación de funciones, no importa que se realicen o no inhouse. No hay tecnología que haya podido reemplazar a un buen traductor ni a un buen diseñador, y mucho menos al autor. Con la librería es igual.

El agente literario
Hace quince años, cuando los editores no pudieron más con la cantidad de propuestas que recibían, las grandes editoriales, desde su página web, sugerían a los autores dirigirse a “un agente literario establecido”, delegando así el papel de filtro inicial, de validador de posibilidades editoriales, de sustitución –de alguna manera–, del trabajo del antiguo comité editorial, aquel en el que los comerciales no podían ni entrar (Gastón Gallimard). Esa política la tomaron las grandes editoriales cuando una casa líder como Doubleday de Nueva York, estaba recibiendo más de diez mil manuscritos no solicitados al año. Gallimard, cinco mil.

Hasta hace unos años la misión principal del agente era conseguirle editor a sus clientes. Hoy los mayores esfuerzos del agente están en ayudar a que no se desestabilice la relación entre el autor y su editor.

El autor
Aunque la función del autor ha cambiado menos que la del editor, no puede sustraerse  a la sensación de malestar y confusión. Solo por considerar el estado de las cosas, ya está inmerso en ellas. Bastante trabajo le dio el cambio de las herramientas de trabajo, pero eso poco modificó su función, y menos aún su producto final.

El autor siente la presión de sus editores por un lado, y la del saldo de la cuenta bancaria por el otro. Además de las cuestiones de la vanidad, la frustración y todo lo que se pone en juego en un creador cuando quiere encontrar su público, o cuando siente que lo está perdiendo. También cuando no quiere hacer concesiones, pero tiene que encontrar alguna forma de vivir, todo lo que lo somete a una gran tensión.

El editor
Lo que ha cambiado para el editor es mucho, y afecta a su identidad: ya no puede definirse como un publicador, alguien que pone contenidos en circulación. “Publicar” pasó a ser una operación informática sencillísima, casi un click, como puede comprobarse en cualquier blog o programa gratuito de auto-publicación.

En la diferencia notable, sustancial, entre cualquier texto o libro auto-publicado, y un libro que llega a una librería o a una plataforma digital luego de atravesar el sofisticado camino al que lo somete el proceso editorial, está la explicación del rol y el valor que agrega el editor.

En 2012 la casa de subastas Christie’s de Nueva York vendió un libro en 8 millones de dólares. Se trataba de un ejemplar de The birds of América, de John James Audubon, publicado en 1827, el producto final de un proyecto industrial. ¿Qué fue lo que se vendió?¿Qué adquirió el comprador?  Ciertamente, no el contenido, disponible en Amazon por 7,90. Compró el libro físico, un formato, una edición en papel, de excepcional calidad.

A nivel educativo y cultural, los especialistas insisten en señalar el lugar esencial del libro de papel. Incluso para copiar, como sería el caso de un trabajo escolar, requiere ser leído y vuelto a escribir. En la no lectura digital del mal usado cortar y pegar, se encuentran gran parte de los problemas de aprendizaje de hoy.

La conclusión de Michael Bhaskar, editor digital sin trayectoria anterior en el mundo de la edición tradicional, y por lo tanto sin nostalgia por “una era dorada de la edición”, no ofrece dudas: Hasta ahora los editores han sobrevivido. Incluso han prosperado. La mayoría de los lectores están muy felices con los libros impresos que descansan en sus libreros. El modelo de negocio es sólido.

Nota:
La originalidad de cualquier idea de este texto, como muchas de las cuestiones comentadas, se debe atribuir al libro de Michael Bhaskar, La máquina de contenido. Hacia una teoría de la edición desde la imprenta hasta la edición digital. México, Fondo de Cultura Económica, 2014






Hay más Marina Tsvietáieva vía Selma Ancira

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José Oliva–que tuvo la osadía de llamar “poetisa” a una poeta– publicó en La Vanguardia, de Barcelona, del 4 de abril pasado, esta nota-entrevista (o reprodujo un cable de EFE, no está claro) anunciando la aparición de un nuevo texto de Marina Tsvietáieva, traducido por la mexicana Selma Ancira.

Selma Ancira traduce los 
Diarios de la Revolución de 1917  de Tsvietáieva

Barcelona, 4 abr (EFE).- La filóloga y eslavista mexicana Selma Ancira ha publicado la traducción de los Diarios de la Revoluciónde 1917, de la poetisa rusa Marina Tsvietáieva, que, según ha explicado, "tienen el atractivo del estilo literario, que no es menor al que utiliza en su prosa u otros relatos autobiográficos".

Diarios de la Revolución de 1917 (Acantilado) reúne fragmentos de los diarios de Tsvietáieva durante uno de los períodos más dramáticos de la historia de Rusia, ante el cual expresa su tremenda peripecia vital: la soledad, las estrecheces y las penurias que la revolución trajo consigo.

"No son unos diarios en el sentido vital, sino que con su capacidad observadora da cuenta de lo que se está viviendo en el momento de la revolución", ha explicado a Efe Selma Ancira.

Estos diarios tienen, indica Ancira, un atractivo añadido, pues Tsvietáieva "los intentó publicar en vida y antes de proponérselos al editor, los reescribió y revisó, por lo que, además de la inmediatez recogida en la observación, están escritos con un estilo literario muy cuidado".

Para esta edición, Ancira ha tenido la oportunidad de trabajar "a partir del original retrabajado por la propia Tsvietáieva, con sus notas".

En el texto, Tsvietáieva no toma partido frente a la revolución: "No dice quiénes son los buenos, sino que simplemente retrata lo que pasa en 1917, 1918 y 1919 como testigo e invita al lector a extraer conclusiones".

Aunque en una frase señala que "de los bolcheviques no he recibido más que bondades, en realidad el lector va viendo que fueron unos años desgarradores, aunque nunca pierde la alegría, la pasión por la vida".

Uno de sus aforismos no deja mucho espacio a la duda cuando dice en Moscú en 1919 que "la política es sin duda una infamia, y de ella no se puede esperar más que infamias", y añade a continuación: "Que la infamia sea alemana o rusa -no veo la diferencia y nadie la puede ver. Si la Internacional es un mal, el Mal es internacional".

Tsvietáieva vivió en Rusia hasta 1922, año en que se exilió, primero en Bohemia y luego en Francia, pero en 1939 volvió a la Unión Soviética, donde dos años más tarde, condenada al ostracismo, puso fin a su vida.

Después de traducir Viva voz de vida y Mi Pushkin, ambas de Tsvietáieva, Ancira publicará próximamente la abundante correspondencia con Anna Teskova, que fuera directora de la Unión checorrusa.

En Acantilado tiene previsto publicar otros tres libros a lo largo de 2015: Orestes de Yannis Ritsos en junio, Vida y andanzas de Alexis Zorba de Nikos Kazantzakis en septiembre y Después del baile, de Tolstoi en noviembre, anuncia Ancira.

En relación a Tsvietáieva, una de las grandes poetisas del siglo XX, remarca Ancira, le queda por traducir prácticamente toda la prosa, muchos diarios y correspondencia, sus obras de teatro, sus cuadernos de trabajo y mucha de la poesía.

"Tsvietáieva me seduce, me hechiza, me obliga a trabajar con mi español, a encontrar su estilo, a pesar de las diferencias que hay entre el ruso y el español", confiesa Ancira, quien distingue "las diferencias de cadencias y melodías del ruso de Tsvietáieva, Tolstoi y Pushkin..





Sol Gil presenta sus dos traducciones de Annie Ernaux

Para olvidarnos aún más de la Real Academia Española

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La Academia Argentina de Letras acaba de publicar el Diccionario Gramatical de la Lengua Española. La norma argentina, de Alicia María Zorrilla.

Según la información de la misma AAL, "Libro de consulta que reúne los contenidos que debe desarrollar gradualmente el docente de los niveles primario y secundario acerca de la Sintaxis y la Normativa de nuestra lengua, y que el alumno de nivel secundario debe estudiar con su guía.

El subtítulo, La norma argentina, indica que la norma lingüística ha dejado de ser monocéntrica, es decir, no hay una sola Academia que difunde las normas, sino policéntrica, pues, además de la norma general, panhispánica, debe darse importancia a las normas locales, deben respetarse los usos de cada país, pues estos responden también a su idiosincrasia. Los contenidos sintácticos y normativos se fundan en la Nueva gramática de la lengua española (2009), en la Ortografía de la lengua española( 2010) y en El buen uso del español (2013). Respecto de la norma argentina, se han estudiado las coincidencias de uso en la escritura procedente de los distintos ámbitos profesionales.

La obra fue compuesta en forma de léxico o vocabulario. Los artículos referidos a las distintas normas o campos semánticos de la gramática están ordenados alfabéticamente para que el lector los consulte de manera rápida y precisa. Contribuye a este objetivo un índice temático en el que figuran todos los temas desarrollados en el libro.



Muestra dedicada a la traducción en la Argentina

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Tal vez sorprenda a muchos, pero, esta semana, en el Museo del Libro y de la Lengua, dirigido por María Pía López, comienza una gran muestra dedicada a la traducción en la Argentina. A los objetos que se exhiban, habrá que sumar charlas, conferencias, documentales y, en algunas ocasiones, presentaciones teatrales y musicales. La cita es el jueves próximo. Mañana, la programación completa. 

Se aclara, para anticipar eventuales reclamos que todo esto se organiza sin el permiso de la Real Academia Española.

Casi lo mismo
Alrededor de la traducción

La muestra tendrá tres partes: una exposición en el Museo, una serie de actividades en el auditorio –entre ellas, la discusión del proyecto de ley, presentaciones, jornadas, cine, teatro– y un archivo audiovisual consistente en entrevistas a traductores y pensadores de la traducción que estará a disposición del visitante en Trapalanda, la biblioteca digital de la Biblioteca Nacional. En la exposición habrá juegos, libros, videos, para rodear y pensar ese hecho fundamental y a la vez siempre un tanto desviado.  La traducción: que no es lo mismo, ni siquiera de otra manera. Es casi lo mismo.

Inauguración: jueves 16 de abril a las 19 hs.

Pequeño escenario de lecturas. A partir de las 18 hs.
Los asistentes podrán elegir de un "menú", obras traducidas en el escenario cultural rioplatense. Una fascinante intérprete las leerá especialmente para ellos.

Museo del Libro y de la Lengua
Entrada libre y gratuita
Av. Las Heras 2555 (CABA) | 4808-0090

museodellibro@bn.gov.ar | www.bn.gov.ar

Algunas de las actividades que acompañarán la muestra de traducción "Casi lo mismo", organizada por el Museo del Libro y de la Lengua

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Para empezar, se anuncian a continuación algunas de las actividades que acompañarán la muestra anunciada en el día de ayer en este blog.


Abril

16/4

18 hs. Pequeño escenario de lecturas. Actuación: Victoria Roland - Arte y coordinación técnica: Luciana Passerini - Dramaturgia y coordinación artística: Halima Tahan.

19 hs. Inauguración

22/4

19 hs. La traducción en los bordes: traducir poesía clásica china.
La obra poética clásica china presenta problemas muy especí­ficos para el traductor, relacionados no sólo con la forma de la lengua clásica, sino además con los medios expresivos que habilita el sistema de escritura, de los que a priori parece imposible dar cuenta en la traducción. A estas cuestiones se referirán, en intercambio abierto con el público, los traductores de la obra Ecos y Transparencias, una traducción directa del chino en edición bilingüe, publicada recientemente por la Editorial De Todos los Mares. Rubén Pose, Lelia Gándara y Ángeles Ascasubi.

23/4

19 hs.Para una historia de la traducción de los clásicos en la Argentina: un diálogo.
¿Qué implica traducir un clásico desde la Argentina? ¿Cuál es la relación entre los clásicos y el campo académico? ¿Cómo se inscribe la práctica actual de traducción en la tradición nacional de traducción y comentario de clásicos? Mariano Sverdlo, Mario Caimi, Miguel Vedda, Nora Sforza, Eugenio López Arriazu y Eduardo Sinnott.

30/4

19 hs.Traducción: del símbolo a la realidad. Proyecto de Ley de Traducción autoral.
Conversación entre Andrés Erenhaus, Maximiliano Papandrea, Valeria Castelló-Joubert, Luis Seia. Modera: Silvina Friera.


Mayo

7/5

19 hs.Presentación de Spinoza, poema de pensamiento de Henri Meschonnic, traducción Hugo Savino, edición Cactus/Tinta Limon.
Hugo Savino, traductor de Meschonnic al castellano, ha escrito: “Traduzco en la Argentina. Contrala chifladura de borrar el poema para que sólo quede la declamación”, “Contra el concepto de literatura latinoamericana. Que nos encierra identitariamente. Nos aísla en bloques de identidades. En el bosque de las identidades”. Con Hugo Savino, Perla Sneh y Diego Sztulwark.

 14/5

18 hs. Pequeño escenario de lecturas - Actuación: Victoria Roland - Arte y coordinación técnica: Luciana Passerini - Dramaturgia y coordinación artística: Halima Tahan.

19 hs. El Club de Traductores Literarios de Buenos Aires presenta un debate sobre "Lectores y empresarios: el diálogo irreconciliable entre España y Argentina", con Andrés Ehrenhaus, Jorge Fondebrider y Marietta Gargatagli.

21/5
19 hs. Presentación del libro Traducir poesía. Mapa rítmico, partitura y plataforma flotante. El libro reúne investigaciones sobre la práctica de traducir poesía y las proyecciones de algunos conceptos teóricos a otras artes comparadas. Violeta Percia, Walter Romero, María Celeste Cabré y Alejandra Vignolo.


Las actividades de los meses de junio y julio se presentarán más cerca de sus fechas de realización

Rusia en la Feria del Libro de Buenos Aires

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Se supone que 2015 es, por designio del gobierno ruso, el año de la literatura rusa. Justamente por ello, existe la decisión de enviar a escritores rusos a diversos foros internacionales; entre ellos, la Feria del Libro de Buenos Aires. Por ello, el traductor Alejandro González y su colega ruso Vsévolod Bagnó (Director de la Fundación Cervantesde San Petersburgo y del Departamento de Literatura Comparada del Instituto de Literatura Rusa) han preparado una serie de actos que tendrás lugar en el predio ferial de Palermo, a lo largo de abril y mayo. .

A los efectos específicos de este blog, se informa que Natalia Vánjanen (poeta y traductora de poesía española) y Omar Lobos participarán junto con Bagnó y González de una mesa redonda que se anuncia como “Rusia traduce argentino. Argentina traduce Rusia”. Ésta tendrá lugar en la Sala Bioy Casares, el sábado 25 de abril, de 18.30 a20 hs.

México en la Feria del Libro de Buenos Aires

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Gabriela Adamo, durante su breve gestión al frente de la Feria del Libro de Buenos Aries, dejó instaurada la saludable costumbre de tener una ciudad invitada que, con gran esfuerzo, trae a sus escritores, intelectuales y artistas a Buenos Aires para que estos presenten su producción ante el público argentino. Así, Amsterdam primero y San Pablo después, tuvieron en 2013 y 2014 ese honor. Hoy le corresponde a México D.F. que, gracias a su Secretaría de Cultura, presidida por Eduardo Vázques (para mayores datos, un poeta) hace el esfuerzo de venir a nuestra ciudad con un contingente de casi 70 escritores. A lo largo de la las tres semanas de la Feria, sus visitantes podrán presenciar mesas redondas, lecturas y conferencias de muchos de los más importantes autores mexicanos actuales. 

En lo que hace a la traducción, se contempla una mesa con Fabio Morábito y Francisco Segovia, moderada por el Administrador de este blog, sobre la labor de ambos poetas y ensayistas puestos a traducir. La cita será el martes 28 de abril de 18 a 19 hs. en lugar todavía a definir. 

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David Hockney y una de sus creaciones
A veces El Trujamán sorprende gratamente, como por ejemplo, con la siguente columna de María José Furió, publicada el 8 de abril pasado.

La traducción de crítica de arte contemporáneo,
código secreto

El arte contemporáneo posee un léxico específico, como la mayoría de disciplinas artísticas; puede que no esté establecido definitivamente, ya que con frecuencia se crean neologismos o se incorporan términos de otros idiomas tras haberse generalizado su uso en su ámbito de actuación, mientras otros términos caen en desuso y quedan para el archivo a la par que los objetos y las técnicas a los que designan quedan obsoletos. El traductor encuentra en los glosarios y diccionarios especializados ayuda para sacar adelante su texto. Sin embargo, la dificultad más llamativa no se refiere al léxico del arte, que en textos descriptivos puede afinar hasta el detalle indiferenciable a ojo del profano; la mayor dificultad está en la jerga y, muchas veces, en la sintaxis de la crítica del arte contemporáneo (que incluiría la pintura, el videoarte, el cine documental de última generación, la fotografía de desnudo…).

Si no se está familiarizado con la materia, es fácil creer que ciertos textos de presentación de exposiciones, de crítica o de reflexión universitaria son puros galimatías escritos por un petulante, o un texto en código secreto cuya clave ignoramos. En tales textos una cantidad no pequeña de palabras cultas aparece transformada mediante sufijos o prefijos en otra palabra que parece arcaica o extranjera, verbos muy usuales ven multiplicado el número de sílabas y hasta siguen complementos verbales que no mantienen la concordancia. Este mejunje va sazonado con adjetivos calificativos insólitos que invitan a creer que el arte contemporáneo está más cerca del esoterismo y del misticismo que de cualquier filosofía del arte accesible a un lector instruido medio.

Lo fácil ha sido atribuir a la escuela estructuralista y a semiólogos como Umberto Eco la invención de esa indigesta sopa de letras que un editor nos pide que traduzcamos. La teoría de la crítica de arte posee reglas definidas;«Prospettive di una semiotica delle arte visive», artículo de Eco recogido en Teorie e pratiche della critica d’arte, encontró un traductor que navegó con soltura por la terminología semiótica del italiano quien, razonando sus palabras dentro de la misma exposición, explica por qué el lenguaje del arte contemporáneo se hace complejo: es un «ejercicio metalingüístico», un «laboratorio semiótico», y por ello, en conclusión, elabora una gramática y unos códigos propios.

Artistas como David Hockney emplean para describir los resultados de su trabajo, sus motivaciones y su técnica, un lenguaje que combina la precisión terminológica con la inspiración poética. Algo similar hacían Dubuffet o Zao Wou-ki, quien manejaba códigos de la cultura china y del expresionismo abstracto de principios del siglo xx, que cuentan con glosarios y diccionarios.

Vamos, que la culpa no la tiene Eco ni la inefabilidad del arte contemporáneo. Sin embargo, qué hacer cuando leemos, literalmente, esto: «Microespacios que manifiestan un extraño misterio con múltiples enigmas, en el sentido de qué hay detrás aunque sepamos su inexistencia en cada cuadro» (ilustrados con fotografías en blanco y negro de desnudo artístico). Cómo traducir «abordaje cognitivo de la obra de arte contemporánea» o «referencia demostrativa» (vemos un objeto horroroso elaborado con hilos y madera que cuelga del techo en una sala sin público). Cómo traducir una redacción contaminada, además, de catalanismos: «un condensado de respuestas desiguales a la contemplación de un vacío, que se le personaliza en la propia e inmensa Naturaleza, en la misma potencialidad de su hábitat materno». Intuimos, y verificamos al terminar la lectura, que el autor ha juntado palabras que estrictamente no significan nada pero evocan diversos códigos vigentes en el ámbito artístico. Ya que lo poco y mal que se entienda el texto parecerá responsabilidad de un traductor inútil o vago, procede corregir a fondo el estilo, tras plantear (dramáticamente) la necesidad a los editores, especialmente si el esoterismo abstracto del arte contemporáneo incluye errores gramaticales de diverso calibre. 

Como resume el profesor Ovidi Carbonell, al referirse a La estandarización de la terminología especializada en el arte contemporáneo, el discurso artístico y de la crítica de arte «presenta los mismos problemas de sistematización que podemos encontrar, en mayor o menor grado, en cualquier otra área de especialidad: inexactitud terminológica, impropiedad léxica, sinonimia, etc. La traducción al castellano refleja tales problemas a la vez que añade la cuestión sociolingüística de la aceptación de extranjerismos». Teniendo presentes estas premisas y dificultades, el traductor debería ofrecer una versión lo más diáfana posible, discerniendo entre la mala redacción y la terminología especializada de público minoritario; debería asimismo buscar la coherencia del conjunto articulando el sentido más plausible, considerada la ambigüedad de los discursos de la crítica de arte comparados con los de otras disciplinas técnicas, pero sin renunciar al vocabulario consolidado ni simplificar el texto a un nivel meramente divulgativo.


Ya está en librerías la segunda traducción argentina del "Ulises", de James Joyce

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Si hubiera justicia, se trataría de una de esas noticias espectaculares que recorren el mundo. Pero sabemos que justicia no hay. Pensando más modestamente entonces, habrá que decir que se trata de uno de los grandes acontecimientos editoriales del año: acaba de distribuirse la nueva versión argentina del Ulises, de James Joyce.

Hasta la fecha, y sin contar la que acaba de salir, se habían efectuado tres versiones del  Ulises al castellano. La primera (Buenos Aires, Rueda, 1945), la realizó José Salas Subirats, quien, a lo largo del tiempo, tuvo que sufrir los excesos del español Eduardo Chamorro, encargado de “españolizar” lo que, de otra forma, según la tortuosa lógica peninsular, hubiera sonado demasiado argentino; la segunda (Barcelona, Lumen, 1976), fue traducida por José María Valverde; la tercera (Madrid, Cátedra, 1999) es labor conjunta de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas.

Según señalaba oportunamente el escritor y especialista español Eduardo Lago (cfr. entradas de este blog del 12 y 13 de febrero pasados), “es mérito de Salas Subirats el haber abierto el camino, y de hecho, su influencia sobre las traducciones subsiguientes es muy considerable”. Pese a esta afirmación, en “Ulysses in Spanish” –el penúltimo artículo de Assessing the 1984 Ulysses, un volumen editado por Georges Sandulescu y Clive Hart–, con típico salero, Franciso García Tortosa, muestra allí la poca estima en que tiene a la primera traducción al castellano “por los supuestos defectos, errores y omisiones en los que incurriría el traductor argentino Subirá […]”, según se cita al final del prólogo de la nueva y flamante edición argentina, publicada por la editorial El Cuenco de Plata.

Se trata de una nueva traducción a cargo de Marcelo Zabaloy, con la colaboración de Edgardo Russo, y notas del primero y Eugenio Conchez. A su vez, participaron de distintas etapas de lectura y revisión Teresa Arijón, Anne Gatschet y nuevamente Conchez. Será cuestión de leerla, compararla con las versiones precedentes y, claro, comenzar un nuevo debate. Entre otras cosas, para eso sirven los libros.


Leonora Djament, Premio a la Editora del año

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La Fundación El Libro premió a Leonora Djament, directora editorial de Eterna Cadencia Editora, por su trabajo y su compromiso con el mundo del libro. Queremos compartir con ustedes la alegría por este reconocimiento.

Leonora Djament es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Publicó el libro de ensayo La vacilación afortunada. H. A. Murena: un intelectual subversivo (Colihue, 2007). Dicta clases en la carrera de Letras de la UBA desde el año 1996 y participó de diversos proyectos de investigación. Trabaja en el sector editorial desde comienzos de 1996. Hizo prensa y fue editora de las líneas de ensayo en Alfaguara. Desde enero de 2000 hasta octubre de 2007 estuvo a cargo de la Dirección Editorial de Grupo Editorial Norma. Desde noviembre de 2007, es Directora Editorial de Eterna Cadencia Editora.

Desde el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires queremos hacerle llegar nuestras  más sinceras y cálidas felicitaciones 

Por sexta vez consecutiva nos asociamos a la Semana del Editor de la Fundación TyPA

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Por sexta vez consecutiva el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires se asoció con la Semana del Editor de la Fundación TyPA y recibió a Ilide Carmignani y Kristin Lohmann, quienes nos contaron sobre la situación de los traductores en sus respectivos países.

Quien desee saber más, puede hacerlo en http://www.ustream.tv/recorded/61384792


Ilide Carmignani (Italia), nació en Lucca. Se licenció en Filología Hispánica en la Facultad de Letras dela Universidad de Pisa (summa cum Laude). Desde 1984 ha trabajado como traductora, lectora, asesora y correctora para las editoriales Adelphi, Anabasi, Besa, Bompiani, BUR, Fabbri, Feltrinelli, Gallucci, Guanda, Marietti, Longanesi, Marcos y Marcos, minimum fax, Mondadori, entre otras. Algunos de los autores que tradujo del español son: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Rodolfo Fogwill, María Teresa Andruetto y Roberto Bolaño.


Kristin Lohmann (Alemania) vive en Munich. En 2009 fundó Language Services Agency WortSchatz. Tradujo del español al alemán tanto libros de ficción como de no ficción. Hanser Verlag ha publicado sus últimas traducciones. Actualmente trabaja en la traducción de tres títulos que esperan ser publicados en 2015.

Eso: ¿quién?

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El 8 de noviembre de 2013 el SPET dedicó una sesión especial a la presentación del proyecto de Ley de traducción autoral para la Argentina. El proyecto, que actualmente se encuentra en una fase decisiva para mantenerse en el proceso legislativo en el que entró en 2013, harecibido un amplio apoyo (verleydetraduccionautoral.blogspot.com.ar/) por parte de traductores, docentes, estudiantes, investigadores y académicos en general, pero también críticas. Para seguir intercambiando opiniones el SPET, por primera vez en una sesión especial organizada junto con el Centro de Estudiantes del Terciario del Lenguas Vivas (CETLV), invita a una mesa de diálogo:

¿Quién puede traducir?
En torno a la definición del traductor
en el proyecto de Ley de traducción autoral

el día 24 de abril a las 18:30 en el I.E.S. en Lenguas Vivas “Juan R. Fernández”.

Integran la mesa
Andrés Ehrenhaus (LDTA), Ana María Gentile (FaHCE, UNLP), Elena Marengo (Lenguas Vivas) y Natalia Lobo (SíntesisFL, UNC)


La moderación estará a cargo de Griselda Mársico (SPET), Federico Gianotti (CETLV) y Milagros Vilar (CETLV)


Una de efemérides: hoy, "La metamorfosis"

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Una adaptación del cuento al ballet
El domingo 19 de abril pasado, Laura Venturapublicó el siguiente artículo en el diario La Nación, de Buenos Aires. Allí se lee en su bajada: “Publicado en 1915, La metamorfosis, el breve relato que cambió la literatura e influyó en artistas tan disímiles como García Márquez y Woody Allen, define también la condición del hombre del siglo XXI”.

La criatura más inquietante de Kafka
cumple cien años
Gabriel García Márquez recordaba en su autobiografía Vivir para contarla que una noche, cuando era un joven estudiante, un amigo le prestó un libro para que le hiciera compañía hasta que lograra conciliar el sueño y atravesar así, tras la lectura, la velada de modo apacible: “Pero esa vez logró todo lo contrario: nunca más volví a dormir con la placidez de antes”. Ese libro era La metamorfosis, precisaba el premio Nobel de Literatura, y agregaba que esta nouvelle de Franz Kafka marcó por entonces un nuevo camino en su vida y en su escritura. Una mañana, sin ningún tipo de explicación racional, Gregor Samsa, viajante de comercio, amanece convertido en un animal –la palabra insecto no le parece precisa a la abultada crítica que ha estudiado esta pieza– y comenzará un proceso de deshumanización que lo llevará hacia su muerte.

Hace un siglo se publicaba este relato fundamental de la literatura que sigue esparciendo sus patas y sus alas en autores como Haruki Murakami, cuya influencia explícita, luego de Kafka en la orilla, se palpa en la reciente Hombres sin mujeres, una colección de relatos donde incluyó uno llamado “Samsa enamorado”. Murakami, que bien conoce la biografía de su colega checo, apeló en su texto al nombre del protagonista de La metamorfosis y al estado y motor que impulsó la escritura de este relato de 1915: el amor.

Daniel Desmarquest, en la biografía Kafka y las muchachas, precisa que el autor checo comenzó a darle vida a este relato a fines de noviembre de 1912 y recoge una carta que le escribe Kafka a su musa Felice Bauer: “Cuanto más escribo, más me libero, y tal vez sea más puro y digno de ti; pero seguro que todavía hay en mí muchas cosas rechazables”. Kafka le confiesa a su amada que la relectura de algunos párrafos de La metamorfosis lo hizo llorar, “hasta el punto de verse sacudido en su silla”.

Los lectores hispanos tardarían algunos años en leer este relato, “Die Verwandlung”, tal es su nombre original en alemán, que fue traducido al español con un sustantivo de origen griego, decisión anónima y hoy criticada por los expertos. La influencia que Kafka generó en Borges es incuestionable, pero no fue el argentino quien llevó a cabo la traducción de este relato trágico sobre Samsa, publicado en 1938 por la editorial Losada (sí tradujo y publicó ese año en la revista El Hogar el texto “Ante la ley”). Fue la española Revista de Occidente, dirigida por entonces por José Ortega y Gasset, en 1925, un año después de la muerte de Kafka, quien publicó una traducción anónima. El hijo de este intelectual atribuiría luego a una académica española de origen judío, Margarita Nelken, esta labor, para la cual se habría inspirado en la traducción previa de este texto al francés. Los archivos de esta revista fueron destruidos durante la Guerra Civil, así que esta posibilidad es una hipótesis, con gran consenso académico, pero sobre la cual se conservan aún algunas dudas.

Iris Bruce, quien dictó el mes pasado una serie de conferencias en Tel Aviv para rendirle homenaje a esta ficción, escribió en su ensayo Kafka y la cultura popular que el relato sirve de intertexto para Zelig, de Woody Allen, ya que ambos hacen visibles las “condiciones deshumanizantes” para el hombre en el siglo XX.

Pietro Citati precisa que el álter ego de Gregor Samsa se refugiaba en su madriguera nocturna de Praga, velado por tinta y papeles. “Sentía horror de muchos animales [.] y, al mismo tiempo, sentía que aquellas bestias estaban ocultas en su interior.” La pluma de Kafka supo crear, como ninguna otra, personajes y situaciones asfixiantes, en un grado extremo tal que la crítica califica varios de sus textos y los ubica dentro del género de lo fantástico, es decir que este elemento no es percibido como tal en el universo que habitan los personajes. Sin embargo, existe otra interpretación que sostiene que nada en La metamorfosis lo es, ya que el dolor es real y la muerte de Gregor también lo es. Otro premio Nobel influido por el legado de Kafka, Albert Camus, escribió en El mito de Sísifo: “Todo el arte de Kafka consiste en forzar al lector a releer. Sus finales o la ausencia de finales sugieren explicaciones, que, sin embargo, no están reveladas con un lenguaje claro, pero antes de que parezcan justificadas requieren que se relea la historia desde otro punto de vista. A veces aparece una doble posibilidad de interpretación y esto es lo que el autor quería. Sería incorrecto interpretar todo lo que dice Kafka en detalle”.

Milan Kundera, compatriota de Kafka, y “el otro K. de Checoslovaquia”, como lo definió Carlos Fuentes, escribió que la virtud de Kafka fue la de tomar material antipoético, propio de una sociedad altamente burocratizada, para convertirlo en la gran poesía de esa novela. Esa posibilidad de lograr la belleza en lo absurdo es su mérito. Cada una de las líneas que escribe Kafka es un clamor de libertad. La respuesta que halla Kafka a la existencia del hombre es sombría, pues en realidad no lo hace, sólo describe la tortuosa periferia, las infinitas y laberínticas preguntas que no tienen una solución ni siquiera en un mundo comandado por el racionalismo.

La germanista Martha Robert, una minuciosa estudiosa de la vida y obra de Kafka, escribe: “Frente a los complicados absurdos de la vida durante la guerra y en el período de posguerra, frente a falsos misterios de la burocracia y de la política, se halló una suerte de consuelo en el hecho de poder decir «eso es kafkiano» y así la gente devengaba la impotencia en que se encontraba ante un poder ciego, análogo a lo que Kafka había descripto de una manera tan magistral. El nombre de Kafka penetró de ese modo en el lenguaje popular y adquirió muy pronto el valor de eslogan”. Así, fuera de la ficción, y en el siglo XXI, Gregor Samsa sigue en realidad vivo y cada año goza de mayor salud y vitalidad.



El traductor es un autor

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Natalia Blanc publicó la siguiente nota en el diario La Nación de Buenos Aires, el 22 de abril pasado. En ella repasa una serie de cuestiones que hacen al oficio y plantea un estado de situación.

El traductor, ese escritor que recrea universos ajenos

Una  forma de escritura. Una interpretación de cierta manera de pensar el mundo. El arte de la "transmigración verbal", según Nabokov. Son definiciones posibles de la traducción, ese ejercicio literario que propicia el acceso a obras escritas en otras lenguas y que, sin embargo, ocupa un lugar poco visible para la mayoría de los lectores. Alrededor de estas cuestiones, y también de la ley de protección de los derechos del traductor como autor, que espera tratamiento en el Congreso, gira la muestra Casi lo Mismo, inaugurada el jueves pasado en el Museo del Libro y de la Lengua. Sobre el proyecto de ley también se hablará en las II Jornadas de Traducción en el ámbito editorial, organizadas por la Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes, que se realizan hoy y mañana en la Feriadel Libro.

"La traducción no es lo mismo, ni siquiera de otra manera. Es casi lo mismo", sostienen los organizadores de esta exposición, que tiene tres ejes: una exhibición de libros clásicos de géneros variados, textos comparados, videos y juegos interactivos; un archivo digital con testimonios de traductores y escritores; charlas, proyecciones y espectáculos. Abierta hasta el 26 de julio, los jueves, a las 18, tendrá lugar el ciclo "Pequeño escenario de lecturas". El 11 de junio Cristina Banegas interpretará Molly, su versión del monólogo de Molly Bloom del último capítulo de Ulises, de Joyce.

"Soy traductor. Profesional. Esto quiere decir que traduzco varias páginas la mayor parte de los días de mi vida y que, como todo lo que uno hace habitualmente por necesidad o elección, traducir se me ha vuelto un hábito, incluso una dependencia que no se alivia escribiendo, por más que me considere escritor", dice Marcelo Cohen en el inicio de "Música prosaica", uno de los cuatro ensayos sobre la traducción que integran el libro homónimo publicado en 2014 por Entropía. En esos textos, Cohen cuenta las dificultades que tuvo como traductor al español para lectores de España. "Yo era un extranjero en una lengua madre que no era mi lengua materna", recuerda el autor.

Cada lengua tiene sus características y dificultades. Pero el arte de la traducción literaria abarca mucho más que palabras. Para Jorge Fondebrider, "lo que se traduce son también idiosincrasias, maneras de percibir el mundo, de pensarlo. Y, dado que cada texto reclama para sí un determinado modo de escritura, a veces se reescribe, a veces se transcribe, a veces se interpreta. No existe un único modo de encarar el trabajo". Fondebrider tradujo durante un tiempo sólo poesía del francés y del inglés. "Madame Bovary fue una excepción y una de las experiencias más ricas que tuve como traductor. Es un libro en prosa escrito con el mismo rigor que la poesía. Ahora voy a seguir con los Tres cuentos, de Flaubert."

Alberto Silva, traductor de Diarios de viaje, de Matsuo Basho, y director del espacio Zen Buenos Aires, considera que la traducción es una forma de escritura. "Es una reescritura que se beneficia de la riqueza de dos archivos lingüísticos, a los que debe la lealtad de la exactitud. La traducción imagina un tercer término, un puente que une dos orillas incomunicadas. Para conseguirlo, «construye» una lengua capaz de ser aceptada en ambas orillas." Pero más allá de ideogramas o sentidos, para Silva es requisito fundamental conocer a fondo la cultura que se aborda. "El traductor respetuoso y acertado hace suya la consigna del antropólogo: «con un ojo mirar su terreno, con el otro mirarse al espejo». Tan difícil menester lleva tiempo e investigación sobre «el contexto del texto». Así procedí con El libro del Haiku, de Bajo la Luna."

En el marco de las jornadas profesionales de la Feria del Libro, habrá un encuentro con editores, escritores e ilustradores para abordar, entre otros temas, la búsqueda de una mayor visibilidad del traductor en el mundo editorial. Participará, entre otros, Gabriela Stöckli, directora de la Casa de Traductores Looren en Suiza, que tiene un programa especial para América latina. También estará el alemán Kristof Magnusson (traductor del islandés), que presentará el viernes en la Feria Novela médica, en diálogo con Ariel Magnus.

LAS HUELLAS DEL ESTILO
Cortázar, Piglia, Borges, Arlt y Aira son los escritores argentinos más traducidos en los últimos años, según datos del Programa Sur. Este proyecto del Ministerio de Relaciones Exteriores otorga subsidios (de hasta US$ 3200) a editores extranjeros. Desde 2009, fueron seleccionados más de 800 títulos para ser traducidos a 38 idiomas.

"El traductor es un autor. Eso lo reconoce tanto la actual ley 11.723 de propiedad intelectual como el proyecto de ley que está en la Cámara de Diputados desde septiembre de 2013. Si no se trata antes de septiembre, pierde estado parlamentario", explicó Griselda Mársico, integrante del Seminario Permanente de Estudios de Traducción del Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández.

Fondebrider, director del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, donde se debaten y comparten cuestiones vinculadas con el oficio, cree que "a pesar de que la Argentina es un país construido sobre traducciones, la sociedad parece no percatarse de nuestra silenciosa labor". Se refiere a, entre otros problemas, que en muchos casos en los libros no se consignan los nombres de los traductores. "Las editoriales, en líneas generales, pagan mal y discuten con los traductores. Los periodistas tampoco ayudan: hablan de una traducción sólo cuando parece francamente mala, sin considerar que a veces el original es malo. Todo esto es posible porque se trata de una profesión solitaria, de gente que, con tal de no perder el trabajo, acepta lo inaceptable."

El Club de Traductores organiza todos los meses encuentros en el Centro Cultural de España en Buenos Aires. Del próximo, que se realizará el martes 21, participan la alemana Kristin Lohman y la italiana Ilide Carmignani, que tradujo a Borges, Cortázar y Fogwill, entre otros autores.

"Si hablamos de traducción literaria, no diría que es una tarea, sino un arte. Nabokov definía poéticamente la traducción como una «transmigración verbal»: es el espíritu del texto lo que debe traducirse, no la forma", asegura Mónica Maffia, especialista en la obra de Shakespeare y Marlowe. "Son autores que me resultan atrapantes y difíciles, claro. Representan un hermoso desafío, no sólo por la riqueza del lenguaje, la profundidad de pensamiento, la estructura de las obras, la construcción de los personajes, sino por esta cuestión casi lúdica de tener que resolver problemas. Hay compuestos adjetivales siempre diferentes que caracterizan el lenguaje shakespeareano. Además, lo que Shakespeare plantea en cuatro o cinco sílabas, en castellano requiere toda una explicación y al hacerlo se pierde el timingdel escenario. O sea que presenta un interesante desafío. Hay algo sagrado en este ejercicio que implica una gran cuota de amor por el trabajo que se está encarando."

El lugar del traductor en el texto, si debe aparecer alguna marca de su voz y su estilo, es una cuestión que suelen debatir quienes ejercen el oficio. La figura de Borges aparece una y otra vez alrededor de este asunto. "No siempre es así, pero a veces el traductor deja una impronta muy fuerte (Borges), o alcanza una perfección inusitada (Bianco). Por caso, el Faulkner de Borges –Las palmeras salvajes– rebotó con tanta fuerza que posibilitó a García Márquez, a Vargas Llosa, a Onetti y a Saer, entre otros", opina Fondebrider.

Tiempo atrás, en un seminario que dictó en la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, Ricardo Piglia analizó la traducción de Borges de Las palmeras salvajes y remarcó el esfuerzo de Borges por cambiar el estilo barroco de Faulkner. "Borges lo controla cambiándole la puntuación. Ahí se ve algo que en las traducciones habitualmente no se percibe: la tensión entre la escritura del traductor y la escritura del original", dijo Piglia, quien en el libro Respiración artificial se permite bromear con el tema de las influencias cuando define a Juan Carlos Onetti como un "Faulkner traducido por Borges".



Animales poéticos

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Silvina Frierapublicó la siguiente crónica en el diario Página 12 del domingo 26 de abril pasado. En la bajada se lee: “La socióloga y antropóloga francesa Michèle Petitanalizó la importancia de las palabras, más allá de su significado, en una formación humana que encuentre mejores vínculos con el mundo circundante. ‘Necesitamos el arte, no somos sólo variables económicas’, señaló”.

“La realidad necesita de la fantasía”


 “Somos animales poéticos; desde la más temprana edad necesitamos del arte y la literatura para habitar el mundo que nos rodea”, afirmó la socióloga y antropóloga francesa Michèle Petit en la memorable conferencia “Las palabras habitables (y las que no lo son)”, en el marco del Encuentro Internacional ¿Qué leemos? ¿Cómo hablamos?, en la 41ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. “Necesitamos el arte porque no somos solamente variables económicas más o menos ajustadas a un universo productivista. Más que ver en los libros y en la lectura una inversión para futuros más rentables, veámolos como espacios en los que vivir, de tanto en tanto, un presente más vasto, más intenso, donde conciliarnos con el mundo y con los otros”, agregó la autora de Leer el mundo (FCE), que presentó ayer en el predio de La Rural, donde la literatura oral y escrita y las prácticas artísticas se revelan como componente esencial del arte de habitar.

Petit se siente como en casa en Buenos Aires. Vino por primera vez en 2000. Luego cerró el II Encuentro Nacional de Bibliotecas Populares, organizado por la Conabip en la Feria del Libro, en 2009. Desde 1992 investiga sobre la lectura y el papel de las bibliotecas públicas en la lucha contra la exclusión. Aboga por la puesta en marcha de una educación artística y cultural que contribuya a “una presentación poética del mundo” y a la construcción de un sentimiento de pertenencia. “El desafío no es sólo formar lectores en un momento en que su número iría disminuyendo. A nadie se le ocurre que se les canta a los niños para que se conviertan en grandes músicos. Se trata más bien de vivir experiencias esenciales para el desarrollo psíquico, emocional, intelectual, estético; experiencias que abren espacios propicios al juego, al sueño, a la exploración de sí mismo, de los otros, del mundo, al compartir, al diálogo, al pensamiento, y que hacen que el mundo se vuelva un poco más habitable”, planteó.

Escuchar a Petit es un placer que conjuga la pasión con la inteligencia. Empezó hablando de la adquisición del lenguaje en los bebés, cuando la palabra vale por sus modulaciones, su ritmo, su canto. “En todas las culturas se aprende primero la música de la lengua, su prosodia, que no se enseña pero que se transmite”, subrayó. “De la primera infancia a la vejez, nuestras vidas están tejidas por relatos que ligan entre sí elementos discontinuos. No dejamos nunca de contar, a los que nos rodean o en el secreto de nuestra vida interior.” Un bellísimo ejemplo le permitió ilustrar la importancia de la oralidad, el de Fátima Sissani, cuyos padres habían partido de la Kabylia–en el norte de Argelia– para ir a trabajar a Francia. Sissani decidió hacer un film, El idioma de Zahra, cuando se dio cuenta de que la lengua que hablaba su madre no era un mero instrumento de comunicación. Durante unas vacaciones a su tierra, Zahra recita poemas con sus hermanas y amigas. “Zahra y sus amigas interpelan a la montaña, al halcón, a la perdiz, a los ancestros. Esta lengua las relaciona con el universo que las circunda; las palabras conforman un mundo muy habitable”, reflexionó Petit.

Aunque está convencida de que los libros “son un tesoro al cual acudir para llenar los bolsillos de los niños de conocimientos”, Petit es consciente de que ese tesoro todavía se encuentra en el blanco de los fanáticos. La antropóloga francesa enumeró una lista de víctimas: el escritor y bloger Avijit Roy, asesinado este año en Dacca, Bangladesh; hace poco más de un mes, ISIS bombardeó la Biblioteca de Mosul, en Irak, y destruyó 8000 libros raros y manuscritos del siglo XVIII. En Africa, la secta Boko Haram inscribe en su nombre el horror a los libros –Boko es por “book”; haram, “lo que está prohibido”–; sus miembros secuestran colegialas para someterlas a esclavitud sexual. Diseñadores, humoristas gráficos y periodistas franceses fueron asesinados en el atentado terrorista a Charlie Hebdo. En México, 43 normalistas, futuros maestros, fueron masacrados. En Kenia, asesinaron a 148 estudiantes.

“No se habitan los números, como no se habitan las palabras estigmatizantes de los medios o de los políticos que hablan de personas como de tantos problemas sociales”, advirtió la autora de Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, Una infancia en el país de los libros y El arte de la lectura en tiempos de crisis, entre otros títulos. “Uno habita en medio de objetos que proyectan un poco de belleza sobre la cotidianidad. Uno habita una lengua cercana al cuerpo, a las sensaciones, una lengua atenta a los detalles de la realidad que evoca, pero que da lugar también a otro sitio, un más allá de lo inmediato, un pasado o un futuro imaginado, una parte soñada. La realidad necesita de la fantasía para ser deseable. Esa parte imaginada, invisible, es vital.”


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