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Channel: Club de Traductores Literarios de Buenos Aires
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Volvió el Club con una reunión sobre las versiones de los cuentos medievales galeses

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Luciana Cordo Russo abrió la reunión que dio comienzo al séptimo año de actividades del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. Lo hizo con su charla sobre "Las versiones en castellano de los cuentos medievales galeses de Mabinogion". Fue una velada inmejorable que quienes deseen revivirla podrán verla en http://www.ustream.tv/recorded/59492076


Luciana Cordo Russo es Licenciada y Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. En diciembre de 2014 entregó su tesis de doctorado en esa misma universidad sobre traducciones al galés medio de textos franceses medievales, que espera defender en marzo. Su investigación fue dirigida por María Silvia Delpy (UBA) y co-dirigida por Sioned Davies (Cardiff University). Es becaria doctoral del Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas del CONICET y es parte de las cátedras de Teoría Literaria y Literatura Medieval en la Universidad de San Martín. Ha realizado varias estancias de investigación en el País de Gales, aprendiendo sobre la lengua y la cultura, tomando clases en la universidad y trabajando en su tesis. Ha presentado trabajos en congresos y publicado artículos sobre el tema de su especialidad. Entre sus proyectos se cuenta la traducción al castellano de los relatos galeses medievales conocidos como Mabinogion.

Grupo multinacional abusa de los traductores españoles

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Traductor negociando con el editor
de Penguin Random House
Pese a que nuestros colegas españoles nunca han tenido la delicadeza de solidarizarse con ninguna de las causas en las que los traductores latinoamericanos hemos necesitado algún apoyo (empezando por el exiguo pago que las editoriales españolas nos ofrecen cuando contratan nuestros servicios, a valores inferiores que el que perciben los traductores españoles), entendemos que lo que Penguin Random House está haciendo sienta un peligroso precedente que no puede tolerarse. Corresponde entonces apoyar el reclamo de los colegas por un pago más justo y divulgar en cuanto medio sea posible las condiciones de trabajo a las que son sometidos por ese grupo multinacional.

ACE Traductores se opone a la bajada de tarifas de 
Penguin Random House

El día 10 de febrero, el grupo Penguin Random House comunicó a sus traductores que procedía sin negociación alguna a una bajada unilateral de tarifas de traducción, que entraría en vigor el 16 del mismo mes.

Inmediatamente, ACE Traductores se puso en contacto con representantes del grupo para exponer su protesta y sus argumentos en contra de semejante medida. Por desgracia, no hemos recibido una respuesta favorable, lo que nos obliga a dar estado público a nuestra protesta.

Durante estos años de difícil situación económica, los traductores no sólo hemos aceptado nuestra parte del sacrificio, sino el hecho de que las tarifas llevaban mucho tiempo sin subir antes de que esa situación empeorase. Es decir, hemos aceptado una fuerte pérdida de nuestro poder adquisitivo. Nada tenemos que reprocharnos respecto a ese esfuerzo. Es más, hemos contribuido, y mucho, a luchar contra la depresión,  porque el trabajo de los traductores ha representado -solamente hay que echar un vistazo a los catálogos y a las listas de libros más vendidos- un enorme porcentaje de la facturación de los grandes grupos editoriales, como PRH. En los últimos años, los libros traducidos han sido  uno de los pilares fundamentales a la hora de aguantar el bache económico.

Por esa misma razón, ofende oír que se nos pida aumentar el esfuerzo cuando los indicadores empiezan a cambiar, y cuando esos mismos indicadores señalan que los principales beneficiarios de ese cambio son las grandes empresas, algunas de las cuales, como la propia PRH, se han embarcado en una política de expansión que no es compatible con la reducción de ingresos de quienes les proporcionan la materia prima de sus beneficios. Los traductores no podemos ser el precio de un crecimiento al que tanto estamos ayudando.

Una política de bajas remuneraciones solamente puede redundar en un empeoramiento del producto que llega a las manos del lector.  El profesional que cobra menos es un profesional que tiene que trabajar más horas para mantenerse, y eso solo conduce a un descenso de la calidad, al que los traductores nos negamos por razones éticas, profesionales y culturales.

Por todas las razones expuestas, ACE Traductores expresa su rechazo a las medidas de bajada de tarifas, e insta públicamente a Penguin Random House a que reconsidere tal decisión y la revoque.

Che,¿sólo ahora se enteran o es porque les llegó la hora de pedir la escupidera?

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Después de leer y reproducir —con nuestra generosidad acostumbrada aunque no compartida del otro lado del océano— el texto de ACE Traductores sobre la disminución de tarifas (cfr. entrada de ayer), algunos traductores argentinos decidimos opinar con más claridad y, en lo posible, generar un debate. No sabemos si esta vez será posible. El estruendoso silencio de los colegas españoles sólo se interrumpe cuando alguien les pisa los callos (alguna vez ocurrió en este blog con la Sra. Bovary de Gallego, quien después se dedicó a hablar mal de nosotros en las listas privadas de ACEtt, o con algún traductor de Anagrama, o con el intratable y ahora finado Martínez Lage, pero nada más). La cuestión es que hace más de veinte años venimos oyendo esa cantinela de que el mundo editorial español está en crisis. La verdad es la contraria. Y es la contraria hasta tal punto que creemos que llegó la hora de que alguien les explique a los colegas españoles por dónde pasa la cosa ya que ellos, según parece, no lo ven. Creemos que quienes trabajan (y traducen) en España deben saber para quién trabajan (y traducen) y lo que hubieran debido cobrar por hacer posible esa expansión (los libros no los hace el Espíritu Santo) en estos años de enriquecimiento colosal. Asimismo, recordarles una vez más su responsabilidad al traducir ya que sus traducciones se leen más allá del Mar Cantábrico o Ceuta y Melilla, por lo que la falta de ecumenismo de muchas de ellas, asume un tufillo marcadamente imperial. A ver si se enteran. 

¿Para quién se traduce?

Basta entrar en una librería de Uruguay, de Chile, de Argentina, de México o de cualquier otro país del continente para comprobar que el noventa por ciento de las narraciones extranjeras (la mayor parte de lo que entendemos por literatura) están traducidas y publicadas por editoriales españolas, por conglomerados industriales con sede en España o por filiales de editoriales y conglomerados españoles creadas en los últimos veinte años en América Latina. Si el libro es una novedad no se encontrarán sólo algunos ejemplares sobre las mesas principales; habrá una multitud que continuará en las vidrieras y en columnas inestables sobre las paredes. Si la obra salió hace diez o más años, también estará ahí como si el tiempo no pasara jamás y escritores que eran noticia en la Barcelona anterior a los juegos olímpicos harán feliz compañía al best-sellersobre vampiros malcomidos descubierto el año pasado.

Tal es la representación visual de lo que los informes institucionales y académicos peninsulares llaman la “internalización de la industria editorial española”. En esos documentos se registra lo que un lector latinoamericano ve sencillamente con sus ojos: la industria editorial peninsular o los conglomerados con sede en España monopolizan los «mercados»(1)americanos por medio de las exportaciones o por la presencia de las casi doscientas (¡¡¡200¡¡¡) filiales que existen en el continente. Datos de los que se deduce, como puede leerse en El sector del libro en España 2011-2013 (2), que la traducción española de ficción (la mayor parte de lo que entendemos por literatura) tiene como público casi esencial a los lectores latinoamericanos.

¿Cómo describir el fenómeno? En el informe que se menciona arriba, El sector del libro en España 2011-2013, donde se dedican palabras muy elogiosas a los traductores, no se describe el destino latinoamericano del oficio; el Libro blanco de la traducción(3), publicado en el 2010, no mencionaba a América latina; las asociaciones peninsulares de traductores no contemplan esta actividad transatlántica ni hay reflexiones académicas sobre la singularidad de este trabajo multinacional.

Existen además otras anomalías: profesionales de algunos países de América latina traducen (4)  para las editoriales de origen español pero lo hacen a precios más bajos de lo que es usual en España porque se aplican tarifas locales. Los textos se “deslocalizan” para borrar la procedencia y, a menudo, se venden en otros países de habla castellana. Por otra parte, los libros de mayor éxito tienen una versión latinoamericanade la traducción española en la que, por razones comerciales, se cambian algunas palabras del castellano peninsular por otras propias de algunos países divididos en cuatro bloques: ee.uu, México y América Central; Venezuela y Colombia; Argentina y Uruguay; resto de América del Sur.

La exportación de libros o cualquiera de las modalidades comerciales que adopte la industria editorial son, en una sociedad capitalista, legítimas. La legitimidad no significa que estos modelos internacionalizados beneficien a los escritores, a los traductores, a los correctores, a los lectores ni promuevan la circulación literaria entre los países de América latina porque la propia lógica expansiva parceló el continente y los libros americanosson concebidos para mercados estrictamente nacionales.

Protestar porque una editorial haya disminuido las tarifas nos parece perfecto, pero nos llama la atención que se reproduzca, una vez más, la atontada afirmación de que existe una “crisis” del libro español y que no exista una mínima reflexión sobre el objeto “libro español”.

La “internacionalización de las empresas españolas” cuenta con el arrogante silencio de los partidos políticos, incluyendo a Podemos, y probablemente con la complicidad de quienes se han venido (y se siguen) beneficiando económicamente de ese expolio cultural y de la correspondiente degradación y vacua comercialización de la cultura. Ejemplo: los medios de comunicación.

No compartimos ese tráfico internacional de la incultura y esperamos que, esta vez, nos reúna la protesta y el acuerdo.


Notas:
[1] María Fernández: “Editoriales españolas en América Latina. Un proceso de internalización secular”, capítulo del volumen La internacionalización de la empresa española en perspectiva histórica, número monográfico de Información Comercial Española (ICE), 849, julio-agosto de 2009, coordinado por Nuria Puig y Eugenio Torres. En http://www.revistasice.com/cachepdf/ICE_849_65-78__8847B920642349ACFD0111B6E4AF2C9D.pdf




4 Los encargos de traducciones incluyen la exigencia o recomendación de no utilizar localismos. Esa advertencia, desconocida en España, y las correcciones posteriores vulneran o condicionan el concepto de «integridad de la obra» amparado por las leyes españolas de derechos de autor.

De cómo un ladrón se sigue riendo de los italianos, que lo permiten y festejan

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“El grupo Mondadori, que preside Marina Berlusconi, intenta comprar la editorial RCS Libri y la compañía Rai Way, que controla las torres de transmisión televisiva: la compra lo dejaría en posición de controlar el mercado editorial y audiovisual”. Así dice la bajada del artículo publicado por Silvina Friera en el diario Página 12, del 5 de febrero pasado.


Berlusconi al ataque

La pesadilla del mundo imaginado por Ray Bradbury en Fahrenheit 451, donde los libros están prohibidos y el lector es un perseguido político, puede ser superada por la realidad. Aunque parezca exagerado. Cada vez más voces alertan sobre un horizonte lúgubre: los escritores italianos y extranjeros –desde Umberto Eco al francés Thomas Picketty, pasando por el británico Hanif Kureishi– están en estado de alerta y movilización. Es que el dinosaurio que estuvo dos décadas al frente del gobierno italiano y contribuyó al empobrecimiento moral del país puede convertirse en el mayor censor al decidir qué se publica y qué se emite. A los 78 años, Silvio Berlusconi, condenado en 2013 acuatro años de prisión por fraude fiscal, vuelve a mover las piezas del tablero político.

El ex primer ministro italiano, desde el grupo Mondadori, que preside su hija Marina, pretende comprar a RCS Media Group la división especializada en libros RCS Libri, que reúne a las editoriales Rizzoli, Bompiani, Fabbri y el 48 por ciento de Adelphi, entre otras, y la empresa pública Rai Way, que controla las torres de transmisión televisiva, para desestabilizar así al gobierno de Matteo Renzi. Se habla de una operación que rondaría los 120 millones de euros sólo por Rai Way, “moneditas” para quien posee una fortuna superior a los 60.000 millones. El peligro es la concentración en la familia Berlusconi del 40 por ciento del mercado editorial italiano. “Un coloso de estas dimensiones asumiría un preocupante poder contractual frente a los autores y tendría una influencia determinante en las librerías. Supone una amenaza a la libertad de expresión”, subrayó Eco.

Decenas de escritores italianos, como Dacia Maraini, Paolo Giordano –autor de La soledad de los números primos–, Franco Battiato y Furio Colombo, por mencionar apenas un puñado, lanzaron un llamado para impedir que el grupo Mondadori adquiera la editorial Rizzoli (RCS Libri), con lo que monopolizaría el mercado editorial en Italia, en un manifiesto titulado “Esta boda no se debe realizar”. Los escritores advirtieron que la fusión entre los dos grupos haría nacer un coloso editorial sin comparación en Europa. A fines de febrero, Mondadori presentó a RCS Media Group una carta de interés no vinculante sobre una eventual adquisición del 99,99 por ciento de la cuota de RCS Libri, propiedad del diario Corriere della Sera. Con el ingreso de Mondadori en su capital, RCS Libri podría reducir su endeudamiento de 500 millones de euros y evitaría recurrir a un nuevo aumento de capital. En 2013, RCS Libri fue valuada en 216 millones de euros, y considerando los 35 millones de liquidez en caja valdría 180 millones. Por otra parte, la sociedad Ei Towers, controlada en un 40 por ciento por Mediaset –propiedad de Berlusconi–, anunció una Oferta Pública de Adquisición de acciones (OPA) para hacerse con el 66 por ciento de Rai Way, que está participada en un 65 por ciento por el Estado. Sin embargo, esa intención excede los límites marcados por la legislación italiana, en concreto los establecidos por un decreto del Consejo de Ministros de septiembre de 2014 que fija la cuota pública por encima del 51 por ciento de las acciones. Por este límite legal, Ei Towers sólo podrá comprar el 49 por ciento. En el caso de que se lleve a cabo la operación, Mediaset controlaría los cinco canales televisivos de su propiedad y los de La7, que también transmiten con sus torres, e indirectamente otros cinco que gestiona Rai Way. Con 3200 torres que ya posee y las 2300 públicas, por Berlusconi pasaría todo el sistema de comunicación televisiva.

Nadie cree en Italia que la avanzada berlusconiana se deba únicamente a intereses económicos. Mientras fue jefe del Ejecutivo, dirigió la mitad de los canales que eran de su propiedad como empresario de medios controlado y la otra mitad –los de la RAI, la televisión pública– a través del gobierno. El partido Forza Italia o Pueblo de la Libertad era una correa de transmisión entre sus intereses públicos y los privados. El dueño de la TV controlaba además la producción y distribución cinematográficas, algunos periódicos y un club de fútbol: el Milan. La ruptura de los pactos secretos entre Berlusconi y Renzi, según especulan algunos analistas, abrió las puertas a las empresas del magnate. El ex primer ministro pretende acaparar el mercado editorial y toda la red nacional de repetidores de telecomunicaciones, un escenario inédito si se confirman las operaciones.

El escritor siciliano Andrea Camilleri, creador del comisario Salvo Montalbano, además de manifestarse en cuanta marcha contra Berlusconi se organice –a pesar de sus 89 años–, denunció que el problema de los gobiernos de centroizquierda que sucedieron al ex Cavaliere es que son víctimas de su encantamiento: “Me repugna la política que, con sus pactos, sigue dando la oportunidad a Berlusconi –que ha sido condenado y es un delincuente– de seguir dominando la política italiana”.


¿Qué dirán en el Ministerio de Cultura de la Nación de lo que dispone la Aduana del mismo gobierno al que representa?

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Damián Tabarovsky
Damián Tabarovsky   en su columna del domingo 1 de marzo,  del diario Perfil, da cumplida cuenta de los trámites que hay que hacer para recibir un libro proveniente del exterior en la Argentina de la actual administración peronista. Así, un ítem que en otras épocas tuvo incluso hasta descuentos especiales en el Correo, actualmente merece el tratamiento de los objetos suntuarios. Y lo peor es que lejos de ser un chiste ese simple trámite se ha convertido en una pesadilla (y eso que Tabarovsky no relata la ordalía de ir a buscar el libro a la aduana del correo. Pero ésa es otra historia...).

Poesía y censura administrativa

El gobierno, en un acto que se asemeja a la censura, a la persecución ideológica, al odio por la cultura o, más aún, al resentimiento, acaba de instaurar, como nunca antes, una serie de restricciones y dificultades para recibir… un libro por courrier internacional (por DHL, FedEx o cualquiera de esas empresas). En este momento, tengo parados en Aduana dos libros que una editorial amiga chilena me envío hace 15 días, y un libro que me mandaron desde España, también escrito por una amiga. ¡Tremendo tráfico de ideas! ¡Hace bien el Gobierno en dificultar al máximo esa circulación! De hecho, me siento como un ilustrado de la Revolución de Mayo, de esos que leían a Rousseau en cachée, especie de subversivo que contrabandea ideas revolucionarias sin que la aduana se entere (pero en mi caso se enteraron, soy un desastre).  

Si al menos fuera un poeta de los 90, uno de esos influenciados por el objetivismo, podría haber escrito un poema, de tono lacónico y neutro, sólo tomando al azar algunos fragmentos de los requerimientos. A saber: primero, un mail de DHL que dice: “Estimado. En adjunto le envío el tutorial para poder completar el  formulario, y  a continuación un link con un video explicativo, para que puedan completar el formulario 4550 de la Resolución 3579 de Aduana, el cual es OBLIGATORIO para que podamos entregarles en su domicilio cualquier envío (que no sea documentación) que ustedes vayan a recibir vía Courier”. Y luego, el tutorial de la Resolución de la Aduana, que ocupa… ¡17 páginas! He aquí algunas partes: “Hasta tanto no cargue el formulario, no se podrá entregar la mercadería a su nombre.// Ingresar a la página web de la AFIP: www.afip.gob.ar y hacer click en ACCESO CON CLAVE FISCAL.// Si no tiene clave fiscal (nivel de seguridad 2), deberá dirigirse al centro de atención de la AFIP que le corresponda según su domicilio.// Una vez ingresado en el sistema, deberá hacer click en MIS APLICACIONES WEB. Si usted ingresa por primera vez y no tiene dada de alta MIS APLICACIONES WEB, sencillamente deberá seguir los siguientes pasos por única vez: 1. Haga click en SERVICIOS ADMINISTRATIVOS CLAVE FISCAL.// Seleccione el botón AFIP y en el submenú deberá seleccionar tres ítems más: primero, SERVICIOS INTERACTIVOS y luego, deslizándose hacia abajo, encontrará MIS APLICACIONES WEB. Para facilitar la búsqueda, tenga en cuenta que está ordenado alfabéticamente// Cierre esa ventana emergente, luego su sesión en AFIP, y vuelva a ingresar para comenzar a operar. El servicio ya está dado de alta, para lo cual lo invitamos a continuar con el tutorial// Con su sesión de AFIP abierta, diríjase a MIS APLICACIONES WEB, y en la pantalla emergente haga click en NUEVO. En ORGANISMO, seleccione AFIP.TUTORIAL RESOLUCIÓN GENERAL Nº 3579 En FORMULARIO seleccione el F. 4550 - COMPRAS A PROVEEDORES DEL EXTERIOR VERSIÓN 100.// Con su sesión de AFIP abierta, diríjase a MIS APLICACIONES WEB, y en la pantalla emergente, haga click en NUEVO. En ORGANISMO, seleccione AFIP// Haga click en el último botón BUSCAR asociado a REPRESENTANTE para tipear la CUIT/CUIL de la persona física”.

Pero no creo que pueda escribir ese poema. No estoy dotado para la poseía objetivista. Fracasé por querer cortar y pegar sólo algunas partes, debería haber publicado las 17 páginas completas. Sería ése un gran poema dedicado al fascismo administrativo argentino.

"Pasolini se sentía sobre todo poeta"

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“Se publica una antología de su obra lírica que incluye La religión de mi tiempo (Nórdica)”: así dice la bajada de la nota publicada por Manuel de la Fuente en el diario ABC, de Marid, el 4 de marzo pasado, con motivo de la publicación conjunta de varios títulos de Pier Paolo Pasolini, traducidos por Martín López-Veiga.

Pasolini: el poeta comunista que amaba a Dios

Poeta, cineasta, comunista tan ortodoxo como heterodoxo, marxista convencido pero disidente e independiente del Partido Comunista Italiano en aquellos terribles años de plomo cuando corrían las balas de las Brigadas Rojas y los grupos paramilitares fascistas, homosexual vital militante, autor de la película más bella que se haya realizado nunca sobre Jesucristo, El evangelio según San Mateo, Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 5 de marzo de 1922–Ostia, 2 de noviembre de 1975), se consideraba ante todo un poeta, radical en su mensaje, pero siempre humano, humanísimo.

Sus principales obras, Las cenizas de Gramsci (Garzanti, Milán 1957), Poesía en forma de rosa (1961–1964, Garzanti, Milán 1964) y Trashumar y organizar (Garzanti, Milán 1971) fueron editadas en España hace tiempo. Ahora se ven reunidas en un solo volumen que incluye uno de sus mejores y más emotivos títulos, La religión de mi tiempo (Garzanti, Milán 1961, que fue editado entre nosotros por Icaria en 1997), en Nórdica Libros, con excelente traducción de Martín López–Vega.

Terrible asesinato

Pasolini fue, hasta su terrible asesinato, una de las grandes figuras artísticas del siglo XX. Inconformista, osado, polifacético, su poesía tiene ese don de los escogidos de llegarte al corazón. Como decía Susan Sontag: «Pasolini me parece la figuira más notable que ha surgido en las artes y las letras italianas después de la Segunda Guerra Mundial... Su poesía es una parte importante de su apasionada, poderosa y vulnerable obra, una obra en y con la Historia y del trágico itinerario de su sensibilidad».

Pier Paolo Pasolini, el hombre que amó a Jesús, el poeta comunista que amaba a Dios.

Martín López Vega, profesor en Iowa, nos detalla la obra de Pier Paolo Pasolini y habla de su intensa traducción.

–¿Qué ha sido lo más difícil de esta traducción?
–Pasolini se sentía sobre todo poeta, y desde ese punto de vista entendía todo el resto de su obra, incluso las películas. Esa es una mirada que funciona en ambas direcciones: hay poemas suyos que no siguen las «normas» habituales de la poesía, y que se construyen como secuencias de cine, o incluso como entrevistas. Y, sobre todo, tiene una sintaxis poco habitual, frecuentemente contraria a la norma. O sea, que al traducir un poema suyo hay que estar atento a mil cosas y, a la vez, atento a que el resultado en castellano sea comprensible y realice las mismas desviaciones con respecto a la norma sin dejar de ser comprensible. Preguntarse: ¿cómo hubiera escrito Pasolini en castellano? sin parafrasearlo, reducirlo o interpretarlo demasiado. Es el poeta más difícil que he traducido.

–¿Qué es lo mas significativo del libro?
–Se trata de una antología amplia de su poesía en Italiano. La selección (que no es mía) me parece excelente, la mejor puerta de entrada pra seguir leyéndole. Su obra es muy amplia, llena de variantes y matices, y esta selección los recoge casi todos.

–¿Qué aporta La religión de mi tiempo a la obra de Pasolini?
–Esta edición es, sobre todo, una panorámica (excelente) de la poesía civil de Pasolini, la que escribió en italiano. No sólo son grandes poemas, sino que ayudan a entender la evolución intelectual de la Italia del siglo XX, creadora de un pensamiento único para entender el presente. Además, es un manual de disidencia y de libertad.

–¿Cuál es la importancia de Pier Paolo Pasolini de Las cenizas de Gramsci en la poesía del siglo XX?
–De su obra destacaría su falta de pudor, primero; no se esconde nada a sí mismo. Luego, su lucidez para reflexionar sobre ese material y convertirlo en materia de reflexión política. Su elogio de la diferencia, del derecho a la disidencia absoluta. Su entendimiento de la soledad que eso produce. No sabría decir si PPP ha tenido mucha influencia. Sin duda, es uno de los puntos más altos de la poesía civil. Todo lo que él es capaz de meter en sus poemas, en cuanto a pensamiento, en cuanto a técnicas, es muy difícil de encontrar en otros poetas. Aquello unamuniano de la inteligencia que siente y el sentimiento que piensa está aquí al cien por cien. Es fácil de admirar y difícil de imitar. Tal vez estaba condenado a estar solo, incluso en eso...

–¿Cree que es un poeta conocido en España?
–Diría que sí, al menos entre los poetas, pues ha sido traducido por poetas muy distintos de generaciones diversas, y publicado en editoriales importantes. Otra cosa es que haya influido, eso cuesta más detectarlo. Pero estoy seguro de que en este momento, esta lectura ayudará a interpretar el momento actual, y tal vez su influencia aumente. Quién sabe.


Para tener en cuenta

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XIII Jornada de Derecho de Autor'
28 de Abril de 2015 - Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

El 23 de abril comenzará  la 41.a 'Feria Internacional del Libro de Buenos Aires'.  La misma tendrá lugar en el predio 'La Rural'.

Como todos los años, CADRA (Centro de Administración de Derechos Reprográficos) realizará la “XIII Jornada de Dereccho de Autor en el Mundo Editorial”.  El evento tendrá lugar el día 28 de abril, en la sala 'Victoria Ocampo'.

Esta actividad, está destinada a dialogar sobre la importancia de respetar la Propiedad Intelectual y el Derecho de Autor, y también acerca de la necesidad de fomentar su proteccíón, en pos de mejorar el desarrollo cultural de la nación.

En esta oportunidad, contaremos con la presencia de la Dra. Geidy Lung, en representación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual-OMPI-, entre otras destacadas personalidades del sector del libro, de la cultura y expertos de la propiedad intelectual.

Quienes deseen asistir, deberán enviar un mail a jornada@cadra.org.ar 
o llamar al teléfono (11) 4383-7143.

Valiosos datos para editores y traductores

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La cuestión de las obras libres de derechos es una de las que más preocupan a los editores. De hecho, no es infrecuente que alguno se dirija al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires para conocer cuál es la ley que rige. Justamente, paseando por la web, el Administrador encontró el siguiente artículo de María Eguaras, consultora editorial (http://marianaeguaras.com/), publicado el 24 de febrero de 2014, donde aborda la cuestión con lujo de detalles.

Obra de dominio público:
cuando publicarla sale caro

Muchas personas  —arriesgo a afirmar— de dentro y fuera del sector editorial, consideran queeditar y publicar una obra en domino público es la opción más barata o que publicando este tipo de libros se ahorran “una buena pasta” en costes. Desde mi punto de vista, esto no es así e intentaré argumentarlo en esta entrada mediante la descripción de los profesionales y procesos que intervienen en la creación, producción y comercialización de un libro.

La semana El Confidencial reseñaba y comentaba la publicación simultánea de La iniciación de un hombre: 1917, de John Dos Passos, por parte de las editoriales Gallo Nero y Errata Naturae. Este hecho más el disentimiento que mantengo con un editor, sobre los costes y beneficios de publicar una obra de dominio público, me animaron finalmente a escribir esta entrada sobre este tema que ya rondaba en mi cabeza desde hace un tiempo.

Valga la aclaración que el análisis que pretendo realizar aquí no tiene que ver con la dimensión social y cultural que implica publicar obras de dominio público, sino con el aspecto económico de producción de las mismas.

Qué es el dominio público

Para quien no lo conozca, el 
dominio público lo constituyen todas las obras literarias, artísticas y científicas que no están protegidas por el derecho de autor y que pueden ser utilizadas sin solicitar el permiso de los creadores o sin tener que pagar al autor de la obra por su utilización (art. 10 de la LPI)(*). Por tanto, las obras de dominio público pueden ser copiadas, distribuidas, adaptadas, interpretadas y exhibidas en público sin pagar derechos de autor (art. 41 de la LPI).

El dominio público aplica a los derechos patrimoniales —aquellos relacionados con la explotación de la obra o prestación protegida— ya que el derecho moral (art. 14 de la LPI)—el reconocimiento de la autoría de la obra— es permanente, irrenunciable e inalienable y no se cede mediante contrato alguno.

El período de vigencia de protección de las obras por derecho de autor varía de país a país según sus legislaciones. El período de vigencia del derecho de autor comprende el tiempo de vida del autor y unas cuantas décadas después de su muerte.

Según el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artística las obras protegidas por el derecho de autor pasan a dominio público a los 50 años de la muerte del creador. Este convenio reconoce el derecho de los países firmantes a ampliar el plazo de la protección. La mayoría de los países suscriben 70 años después del fallecimiento del autor, como España (aunque para los autores fallecidos antes del 7 de diciembre de 1987 son 80 años), Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos, entre otros. Esta protección puede incluso llegar a los 100 años después de la muerte del autor, como es el caso de México.

Para conocer el período de vigencia de protección de los derechos de autor de un país determinado basta con consultar la ley de propiedad intelectual de ese país, ya que allí debería estar consignado el número de años. Como guía, también se puede consultar este artículo.


Cómo añadir valor a una obra de dominio público

¿Para qué publicar una obra de dominio público si puede leerse gratis, sin pagar? Gratuitamente puede leerse en Internet, ya que hay una gran cantidad de 
sitios donde encontrar una obra de dominio público, pero cosa diferente es leerla en soporte papel, ya que implica un proceso de edición, publicación y distribución como cualquier otro libro.Por tanto, publicar una obra de dominio público lo que conlleva, a priori, es que una editorial no paga por los derechos de autor, pero sí por los diferentes procesos de edición, el coste de impresión y los gastos de distribución y comercialización.

¿Qué debe tener una obra de dominio público para destacar, sea publicada por una editorial, una institución, una organización o cualquier persona? La obra debe tener un valor agregado, algo por lo que destaque; un valor que puede darse a través de diferentes recursos:

Incorporando una introducción o prólogo de algún personaje de renombre, o varios, a la obra de dominio público (personalmente creo que agregar solo una introducción o prólogo, por más que sea de una autoridad en la materia, no agrega demasiado valor, a menos que este profesional aporte más contenido a la obra de domino público, con notas o comentarios).

Transformando la obra de dominio público mediante:
anotaciones o comentarios (edición anotada o edición comentada).
una adaptación o reinterpretación de la misma (por ejemplo, adaptando los textos a un lenguaje más actual).
una revisión y actualización de la obra (por ejemplo, incorporando textos censurados por cuestiones políticas).

Realizando una nueva traducción si la obra de dominio público original fue escrita en otro idioma.

Haciendo una edición ilustrada de dicha obra.

Desde el momento que se modifica la obra de dominio público, por algunas de las acciones nombradas arriba u otro procedimiento, la obra resultante es una obra derivada y es objeto de propiedad intelectual (art. 11 de la LPI); es decir, que sus autores (quienes han hecho las anotaciones, actualizaciones, adaptaciones, traducciones, ilustraciones, etc.) deben cobrar por su trabajo en concepto de derechos de autor y la obra no es de dominio público.

Si una editorial o profesional desea publicar obras de dominio público en versión electrónica, y obtener algún rédito económico de ellas, también tendrá que enriquecer la obra original de algún modo. Tendrá que sumarle algún valor añadido para que el lector se sienta lo suficientemente atraído y compre el libro digital. Caso contrario, el lector irá directamente a alguna de las plataformas que lo ofrecen gratuitamente, lo descargará y leerá sin necesidad de pagar por ello. Por supuesto, también se pueden publicar obras en dominio público en versión digital de forma gratuita, como lo hace Ganso y Pulpo.

Cuadro comparativo de procesos y profesionales

He elaborado un cuadro donde intento comparar los procesos y profesionales que intervienen en el desarrollo de la edición, publicación y comercialización de una obra de domino público y una protegida por derechos de autor, en castellano y en idioma extranjero.

Este cuadro pretende ser solo orientativo y una especie de organizador de ideas —principalmente, de las mías— para argumentar por qué publicar obras de dominio público puede no resultar rentable o, por lo menos, no se produce un ahorro importante de costes y gastos.





Como puede verse, abunda el SÍ se paga por derechos de autor, procesos o labores editoriales, y escasea el NO. Por tanto, algunas conclusiones que derivan del análisis de este cuadro son:

Si la obra de dominio público está originalmente escrita en castellano…

…y se publica, no será necesario pagar al autor ni al traductor, pero sí al maquetador, al diseñador de la portada, a los correctores y revisores, a la imprenta, al distribuidor y al punto de venta.

…habrá que otorgarle un valor añadido para que posea atractivo para el lector y este se transforme en comprador del libro; por tanto, habrá que pagar a un prologuista, a un ilustrador, a un fotógrafo, etc.

…igualmente necesita corrección y revisión del texto (a menos que quien publique sea un descabezado y realice un burdo copia-pega del original).

…también necesita corrección y revisión posterior a la maquetación: una corrección ortotipográfica como mínimo.

…también necesita el diseño de una portada y maquetación del contenido.
…y se imprime, también tendrá que ser distribuida y comercializada, con los debidos costes y gastos.

Si la obra de dominio público está escrita en otro idioma que no es castellano…

…habrá que pagar una traducción.

…y se opta por utilizar una traducción que también esté en dominio público (caso contrario se considera obra derivada y aplican los derechos de autor), esta necesitará al menos de una revisión o adecuación de estilo editorial acorde a la casa editora.

… traducirla puede resultar considerablemente oneroso: si se traduce del inglés, francés, catalán, portugués o italiano la tarifa de traducción por palabra rondará los 0,6/0,8 €; pero si se trata de traducir una obra del chino, del árabe, los idiomas nórdicos o lenguas balcánicas la tarifa costará el doble o más.(**)

…la traducción resultante debería ser revisada.

…la traducción resultante habrá que transformarla en libro; por tanto, necesitará de maquetación, diseño de portada, revisiones y correcciones ortotipográficas.

…se ha traducido y se desea obtener rédito económico por su venta, habrá que sumar los costes de impresión y los gastos de distribución y comercialización.

Dos salvedades:
En el caso de las ediciones digitales o electrónicas, se suprimen los costes de impresión, pero no los de distribución y comercialización, hecho que explico con más detalle en Hacer un ebook no es gratis, tiene costes.

¿Algunos de los procesos mencionados pueden no realizarse? Por supuesto, con la consiguiente pérdida de calidad que, además, no justifica la inversión en los demás procesos de edición.

Al considerar que existe un ahorro en el pago de los derechos de autor, pero se suman otros costes, ¿es realmente rentable editar y publicar obras de dominio público? Insisto en que el análisis es puramente comercial y cuestiono la dimensión social y cultural de publicar obras de dominio público.


Agradecería que algún editor que haya publicado libros de dominio público expusiera su opinión en esta entrada para saber si mis apreciaciones son atinadas o no.

Un entrevista con Mario Muchnik

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Karina Sainz Borgo publicó la siguiente nota en Vozpópuli, de España, en algún momento del año pasado.

"Admiro a los editores jóvenes: echan a nadar al mar
y los recibe el ministro del interior con pelotas de goma”

Visitó por primera vez una imprenta a los seis años. Le llevó su padre, el publicista y editor Jacobo Muchnik. Había un ejército de linotipistas, recuerda. “Todos eran italianos refugiados en Argentina”. Uno de los impresores se acercó a él y compuso su nombre en un cliché: Mario. Pero al chico algo no le cuadraba. “Es mi nombre, pero está al revés”, le dijo. Entonces el linotipista dio la vuelta al tipo y lo estampó en un papel. Ahora sí, su nombre aparecía correcto. “Así se hacen los libros”, le dijo al pequeño.

A sus 83 años, Mario Muchnik (Buenos Aires, 1931) recuerda aquella estampa vieja; parece que la paladea, incluso la soba como a la estampita de un tiempo extinto. Lo hace en una apretada librería Rafael Alberti, que esta tarde reúne a lectores y editores en uno de sus acostumbrados encuentros. Como casi siempre en la Alberti, no cabe un alma. Pero hoy todavía más. Muchnik ha participado en los Encuentros de editores que la librera Lola Larumbe organiza una vez al mes, y lo ha hecho sosteniendo el cliché imaginario de un nombre al revés. “Todo lo que sé de edición me lo dijo aquel impresor en Fabril: así se hacen los libros, así se hacen los libros”, repite en su conversación pública con Javier Jiménez, editor de Forcola.

Físico, autor, editor, lector –también magnífico fotógrafo–, Mario Muchnik lleva el oficio como su acento. No lo escogió y tampoco puede esconderlo. Siendo un adolescente, Ernesto Sábato le explicó matemáticas y veía a Borges tomar el té en su casa. Nacido en Buenos Aires, en 1931, Muchnik piensa que “las esquinas son un invento porteño, ese lugar donde deben hablar los hombres, como en los cuentos de Borges”. Justo antes de comenzar esta charla se entretiene el editor hablando en el vértice que forman al cruzarse las calle Tutor y Benito Gutiérrez.

Su primera traducción literaria la hizo con su padre, aquel hombre que se empeñó en encontrar en las páginas amarillas el teléfono de Arthur Miller. “Buscó todos los A. Miller que había en el listín”. Y lo consiguió. Tras una breve conversación, Jacobo fue hasta la casa del dramaturgo. Lo encontró reparando una radio. De aquella conversación salió no sólo un puñado de buenas migas, sino también la traducción de Las brujas de Salem, publicada en Buenos Aires en 1955 por el sello Jacobo Muchnik Editor.

Años más tarde –después de terminar Física en la Universidad de Columbia– Muchnik empezó a trabajar en París con Robert Laffont. Ya en los años sesenta, en Barcelona, fundó con su padre, Muchnik Editores, una empresa familiar que pasó a llamarse El Aleph, la misma que edita sus memorias y que pertenece ahora al grupo Planeta. Muchnik, que también trabajó en Anaya y con Carlos Barral, fue el primero en España en editar a Elias Canetti, Elie Wiesel, Primo Levi, Ismail Kadare o Bruce Chatwin. “Dar consejo sin ejemplo es echar abajo el templo”, dice el argentino. “Pero la verdad es que a mí me habría gustado tener fortuna antes de empezar a editar. Me hubiese permitido tener más aplomo y una edición más cultural. Eso sí: odo lo que edité fue a sabiendas, nada lo edité por casualidad”.

Reconoce Muchnik, eso sí, que sólo dos libros le han dado pérdidas. Una biografía de Menotti, el ex entrenador del Barça –“no vendimos ni uno, dice”– y Confidencias, la televisión por dentro (1985), del periodista Manuel Campos Vidal. “Fue un verdadero desastre. Conseguimos que el libro lo presentara el entonces alcalde de Madrid, Tierno Galván, quien dijo en el acto: ‘En un comienzo me interesó este libro. Pero, Manolo, todo esto que cuentas aquí ya yo lo sabía’ –el editor suelta una risa chisposa y malévola–. No vendimos ni un ejemplar”.

Pasando revista a qué demonios es un superventas, Muchnik recuerda cómo muchos de sus libros: La metamorfosis de Kafka o incluso libros de Elías Canetti, no llegaban a vender más de 400 ejemplares. Eso dice este hombre de barba blanca, ese a quien los lectores deben, entre otras, apuestas como la que hizo por Ifigenia –aquella señorita caraqueña que escribía porque se aburría– de Teresa de la Parra.

 “Cuando un libro vende un millón de ejemplares, no es un éxito editorial, es un éxito comercial. Eso no quiere decir que a un editor no le importen las ventas. Pero un editor debe velar por su editorial como lo haría un panadero con sus hogazas. No puede hornear más de las que se venden… –hace una pausa y retoma la misma idea–: Si yo hubiese tenido capital…”, afirma Muchnik como quien contempla una cerilla ya consumida. No hace mucho, el argentino le dijo al periodista Peio Riaño, amargo y sincero: “Tengo 83 años y busco trabajo”. Los años, sí, le han pasado factura; y de las buenas. Está en bancarrota, debe abandonar su enorme piso de lector impenitente y no consigue un reflejo en el panorama editorial que él, hace años, contribuyó a crear.

Esta tarde en la Alberti, Muchnik recuerda muchísimas otras cosas. Ha venido a eso, a recordar –¡como si fuera tan sencillo!–. Cuenta el argentino cómo Carlos Barral llegó a reprochar a su padre que le arrebatase todos los libros en la Feria de Frankfurt. “Cada vez que llego a por un libro, usted se lo ha llevado, le dijo Barral. Será porque me levanto más temprano que tú, le respondió mi padre”. Vaya años en que a Frankfurt iban editores de verdad y la Balcells pedía a voces a Barral que le pagara lo que le debía. “Era más humano, más cercano. Ahora eso está lleno de lobos de Wall Street”.

 “Ahora en Frankfurt, y en las editoriales en general, lo que hay son horteras. Hablan de libros que no se han leído. Y si hablan es para decir cuánto les costó. Estos tipos no saben de eso. Los editores que leen ya no existen. Hay libros de provocación y libros de consolación. O como decía Einaudi –Giulio Einaudi, mítico editor italiano y maestro de Muchnik–: hay editores sí y no. Yo soy un editor sí, aunque eso me haya traído penurias económicas”, recuerda el argentino, quien entre idea e idea suelta un silencio que suena a suspiro, a pitido, a respiración difícil.

Son casi las nueve de una tertulia inusualmente larga. Concurrida como la que más. Si Muchnick pudiera volver a decidir, no se dedicaría nuevamente a esto. Prefiere la fotografía. “Hoy no sería editor. Admiro a los editores jóvenes, que echan a nadar al mar y los recibe el ministro del interior con pelotas de goma... ”. El apretado auditorio ríe, con esa carcajada dolida que producen los chistes puñeteros. El encuentro termina. La gente comienza a levantarse de sus sillas cuando Mario Muchnik alza la voz, así como quien apura un vino antes de una invitación. “¿Alguien está interesado en tener una biblioteca? ¡Vendo la mía!”. La tarde ya se ha vuelto noche y en las esquinas no hay hombres hablando. Están silenciosas, despobladas. Y entonces viene a la mente el pequeño artilugio de plomo fundido; el reverso de un nombre que se endereza al ser impreso en un papel. “Así se hacen los libros”.


La necesidad de un defensa común de los traductores ante los monopolios multinacionales

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El 5 y 6 de marzo pasados se publicaron en este blog dos entradas referidas a la situación por la que están pasando los traductores españoles en razón de la disminución de tarifas que sufre su trabajo por parte de la multinacional Penguin Random House.

La primera entrada da cuenta del comunicado emitido por ACE Traductores, una de las varias organizaciones que nuclea a los traductores peninsulares.

La segunda entrada --un verdadero record, con más de 600 visualizaciones diarias, 450 de ellas correspondientes a España, pero sin la menor reacción de los españoles, con la excepción de Silvia Senz y un traductor del turco, de apellido Carpintero, que leyó mal el posteo-- contiene una reflexión sobre el derrotero seguido por el mundo editorial español y por las responsabilidades que les caben a quienes participan de él.

Buscando reforzar lo dicho, hete aquí que nos topamos con una serie de publicaciones correspondientes a los últimos dos años, que tal vez deberían haberles dado algún indicio a los trabajadores del sector de con qué gente se está lidiando.

Así, el 21 de 1 de 2014, Claudio López de Lamadrid, director de la división literaria de Penguin Random House, desmentía a Karina Sainz Borgo, de Vozpópuli, la compra de Alfaguara por parte del grupo en el que él trabaja. Lo hacía en estos términos:
-¿Nos está adelantado, al fin, la compra que hará Random House de Alfaguara que tanto desmentís?
-¿Random House comprar Alfaguara? Eso pasó de moda ya. Dile a los de El Confidencial que desde junio estamos esperando el cierre del acuerdo, como decían que se firmaba en una semana.
-El Mundo también lo publicó en diciembre.
Y lo que nos hemos reído nosotros! En esos días hablé con Manu Llorente –López Lamadrid se refiere al jefe de Cultura de El Mundo- y se lo dije: ‘Si yo fuera Pedro J., te habría echado a la calle!’. Pero es la verdad... ¡que no pasa nada! Si fuera así, lo sabríais. Puede pasar todo, pero no es un tema que esté sobre la mesa.


Luego, el 29 de marzo de 2014, Manuel Rodríguez Rivero publicaba en El País, un diario de Madrid, perteneciente al Grupo Prisa (el mismo que integraba Alfaguara), una columna titulada “Los gigantes siempre tienen hambre”, de la que reproducimos el siguiente párrafo: “La venta de uno de los más prestigiosos sellos literarios del mundo hispánico deja la parte mollar del mercado de la ficción en los países hispanohablantes en manos del duopolio Planeta / Penguin Random House: dos grupos —ambos reestructurados recientemente con vistas a sucesivas adquisiciones— propietarios en bloque de ochenta y tantos logos editoriales, y que van a controlar, como mínimo (extrapolo datos de 2012, que incluyen los de Alfaguara), el 80 % de los títulos más vendidos y de los autores más leídos. Sí, ya sé que hay tejido editorial suficiente: quedan los grupos del segundo escalón, las editoriales independientes medianas y la pléyade de pequeñas y diminutas, pero pásense por las librerías y comprobarán que la presencia de esos ochenta y tantos sellos resguardados bajo los dos más grandes paraguas empresariales de la edición es absolutamente apabullante, sobre todo en el caso de la ficción, que sigue siendo la reina del negocio. En fin, eso es lo que hay. Ahora a ver quién mueve ficha, porque no crean que la partida se ha acabado y que Gargantúa y Pantagruel han calmado su hambre”.


El 1 de julio de 2014, ya cerrada la venta, el diario El País, de Madrid, publicaba una nota sin firma, donde se lee: “La venta de los sellos de Santillana Ediciones Generales (Alfaguara, Taurus, Suma de Letras, Aguilar, Altea, Fontanar y Punto de Lectura) por parte del Grupo Prisa (editor de EL PAÍS) a la multinacional Penguin Random House se ha cerrado este 1 de julio. Queda pendiente la ejecución de la venta de Objetiva, de Brasil, prevista para el segundo semestre del año.  Se trata del punto final del proceso que ambas compañías dieron a conocer el pasado 19 de marzo, valorado entonces en  72 millones de euros.
“El anuncio de la firma ha sido realizado por Markus Dohle, consejero delegado de Penguin Random House (constituido por Bertelsmann,53%, y Pearson, 47%) y Miguel Ángel Cayuela, consejero delegado de Santillana. Núria Cabutí Brull, dirigirá la empresa continuando como directora general de Penguin Random House Grupo Editorial. Armando Collazos, hasta ahora director global de Prisa Ediciones, se convertirá en asesor ejecutivo de Cabutí y del equipo directivo de Penguin Random House Grupo Editorial”.

(http://cultura.elpais.com/cultura/2014/07/01/actualidad/1404231400_894449.html)

El 15 de septiembre de 2014, la colombiana Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, le decía ¿con ingenuidad? a Karina Sainz Borgo, en una entrevista imperdible: “Alfaguara seguirá siendo lo que es, así me ha sido transmitido


Cuando uno lee lo que cada una de estas personas declaró a la prensa, la primera impresión que se tiene es que uno no les compraría un auto usado, ya que sus dichos, a muy poco de producidos, quedaron desmentidos por la realidad. Entonces, o mintieron, o estaban tan despistados que no se merecen confianza alguna. Por lo tanto, dada esta secuencia, cabría preguntarse si las autoridades de ACE Traductores no se la vieron venir. Y si no se la vieron venir, ¿en qué consiste su defensa de los intereses de sus asociados?

Luego de las entradas aludidas al principio de este blog, una traductora peninsular que, por temor a represalias, pidió mantenerse en el anonimato, envió en forma privada al mail del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires el siguiente texto: “Con la compra de Alfaguara, Madrid envió a un ejecutivo a Barcelona. El tío, prepotente, ordenó bajar los costos un 10 %. Encima, cuando vio las tarifas de los traductores de Barcelona opinó que se les había terminado el bien vivir. En Madrid se cobra menos y por tanto, amenazó a los de Barcelona con que, si no bajaban los precios, las traducciones se harían en Madrid. Unos aceptaron y otros no, pero al hombre le dio lo mismo porque bajó las tarifas por ‘decreto’. El próximo paso es que, si no bajamos la cabeza, las traducciones pasan a hacerse en Sudamérica”. Entonces, ¿pensó ACE Traductores lo que ocurriría con sus asociados de producirse esta opción? ¿No será hora de que actúe más orgánicamente con sus colegas hispanoamericanos? ¿No debería también empezar a defenderlos de los abusos hoy tan frecuentes en España?

Ya se ha dicho en este blog, y de hecho también en el de nuestros amigos del Círculo de Traductores de México, que el problema que se plantea con Penguin Random House involucra a la traducción, y no sólo a las traducciones que se hacen en España. La idea entonces es defender a nuestros colegas españoles de un modo en que la mayoría de ellos jamás nos han defendido a nosotros. No es sólo por generosidad –la misma que exhibimos cuando les dimos de comer y los educamos durante el franquismo, para luego recibir su desprecio cuando los españoles empezaron a comprender que formaban parte de Europa (para nosotros siempre fueron parte de Europa)–, sino también por una necesidad común de defendernos ante los monopolios.

Para esto sí sirven las academias

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La Academia Mexicana de la Lengua prevé que la biblioteca que el poeta y traductor de textos clásicos reunió esté disponible para todo el público en 2016”, dice la bajada de la nota publicada por el diario Excelsior, de México, el pasado 31 de enero.

Adquieren acervo de Bonifaz Nuño

CIUDAD DE MÉXICO, 31 de enero.- A dos años del fallecimiento del poeta y clasicista mexicano Rubén Bonifaz Nuño, la Academia Mexicana de la Lengua (AML) ha adquirido la biblioteca del veracruzano, fallecido el 31 de enero de 2013.

De acuerdo con Jaime Labastida Ochoa, presidente del organismo, el acervo que el traductor de textos clásicos reunió a lo largo de su vida estará disponible para todo el público el próximo año, en la nueva sede que se construye para la institución.

“(Hemos adquirido) su biblioteca y vamos a tenerla en la nueva sede como un acervo propio, en el Fondo Rubén Bonifaz Nuño”, afirmó Labastida.

El nuevo espacio que ocupará la AMLestá situado en la calle de Francisco Sosa 440, esquina Panzacola, en Coyoacán.

El inmueble, conocido como Arboretum Miguel Ángel de Quevedo, fue adquirido con una inversión de 100 millones de pesos, que efectuó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

A través de un comunicado, la dependencia dio a conocer la noticia de la adquisición del acervo. Aun cuando la institución que dirige se ha hecho de la biblioteca particular del poeta, Labastida consideró que su gran legado “es su gran poesía, yo creo que hay dos o tres libros, ya no digo poemas, dos o tres libros suyos que son verdaderamente excepcionales:Los demonios y los días, El manto y la corona y Fuego de pobres.

En sus versos, añadió, Rubén Bonifaz intentaba responder al ritmo que tiene la poesía latina, a través de la utilización de construcciones de las lenguas clásicas, como los hipérbatos (figura de construcción, consistente en invertir el orden que en el discurso tienen habitualmente las palabras, de acuerdo con la definición de la RAE).

Fue un personaje que “no solamente fue traductor de las lenguas clásicas, también fue nahuatlato, esto se nota muy claramente a partir de Fuego de pobres, pero además fue un hombre importante en la cultura nacional y en la cultura universitaria, duramente un largo tiempo él influyó de manera directa en el rumbo de la cultura nacional”.

Para el crítico y también poeta Marco Antonio Campos, la última etapa poética del autor, que nació en Córdoba, Veracruz, el 12 de noviembre de 1923, deriva en dos líneas, una que abreva de la literatura clásica y otra de la cultura popular mexicana.

“La parte latina de Catulo y Propercio o el amor desdichado que se correspondía con la canción mexicana, que podía ser José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez o Tomás Méndez”, explicó.

El poeta “vivía en continuo deslumbramiento por las mujeres, en eso el peor castigo para él fue la ceguera. En su obra, hay la casi totalidad de la presencia o de la ausencia triste de la mujer, él mismo se consideraba un amador de las mujeres”, agregó Campos.

Bonifaz Nuño fue elegido miembro de número de la AML el 19 de agosto de 1962, tomando posesión de la silla V un año después. Para el escritor René Avilés Fabila, fue “un humanista, un hombre preocupado por multitud de reflexiones culturales, intelectuales y estéticas” que provenían de su interés por la música, la danza y su formación científica.

“El resto es muy evidente, como gran poeta, traductor de los clásicos grecolatinos, profesor universitario, ensayista brillante, analista de un sinfín de temas, era asombroso, era abrumadora su buena educación, su gran cultura, no es un hombre fácil de definir, más que así, como una especie de gran humanista renacentista que, en efecto, no le era ajena ninguna parte de la cultura”, agregó.

Tras estudiar Derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, Bonifaz Nuño obtuvo el doctorado en Letras Clásicas. Se inició como profesor de latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde ocupó diversos puestos, desde jefe de Redacción de la Dirección Generalde Información, hasta fundador y director del Instituto de Investigaciones Filológicas, así como de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, la más completa colección de literatura clásica hecha en México.

Bonifaz Nuño, considera por su parte Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Conaculta, “ha sido uno de nuestros grandes maestros. La cultural nacional se ha visto enriquecida de muchas maneras por el influjo de su pensamiento y su obra. Como pensador ha contribuido de manera central a fortalecerla”.

“Desde sus estudios de la Coyolxauhqui, pasando por sus importantes interpretaciones de la Coatlicue, hasta la importante lectura que ha hecho de la poesía náhuatl y de nuestros grandes textos fundacionales —el Popol Vuh y el Chilam Balam— la curiosidad intelectual de Bonifaz Nuño por las raíces de México nos ha ayudado a engrandecer y afinar la visión que los mexicanos tenemos de nosotros mismos”.


De un libro a otro

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El 16 de marzo pasado, el traductor cubano José Aníbal Campos publicó la siguiente reflexión en El Trujamán.

De la precariedad de un oficio

¿En qué otra profesión artesanal se ve uno tan a menudo obligado a pactar con su mala conciencia cuando dice: «He acabado este trabajo»? No se me ocurre ninguna. «Cerrar» una traducción, acabarla, es un acto tan inevitable, necesario y fatal (notwendig) como temerario y, casi podría decirse, mendaz. Una puerta que se cierra de golpe y que, con el cajón de aire que genera, abre de pronto la ventana situada en el otro extremo, advirtiéndonos que hay espacios que no admiten encierros definitivos, mucho menos el reservado a las palabras.

Por un lado el traductor, al «cerrar» un nuevo libro con un suspiro de alivio, sabe que si pudiera contar con un plazo más cambiaría aún algunas cosas. Está seguro al menos, si se trata de un libro complejo, de que ciertos pasajes merecerían muchas más horas de reflexión o de búsqueda. Por otro lado, ese «cierre» implica a la vez, aparte del alivio temporal, el levantamiento de un dique, la liberación de las líquidas masas de palabras que irán ahora a inundar las mentes de decenas, centenares o miles de lectores, cada uno con una visión distinta del libro, en una nueva fase de filtrado que, como sabemos, nunca se detiene.

Es como el émbolo de una jeringuilla. El pulgar oprime el pistón e inocula el último resto de líquido, pero esas aguas cobran vida propia en el cuerpo en el que han sido inoculadas, se expanden, se funden con otros fluidos, pasan de un cuerpo a otro, crean viscosidades, transparencias, iridiscencias, nuevos colores, dan lugar a reacciones visibles, a espasmos, a risas, a vómitos o, simplemente, dilatan las pupilas y propician el asombro. O el tedio. O el disgusto. En fin, que inoculan nuevos estados, nuevas variables.

Un carpintero trabaja con notoria ventaja. Acude a la casa del cliente, mide las paredes donde quienes lo contratan desean colocar un mueble, escucha las expectativas de la esposa, los anhelos de sus hijos o las manías del marido, que quiere un rinconcito en el mueble donde colocar las llaves cuando llega del trabajo.

Un carpintero es un intermediario entre unos trozos de madera y unos anhelos casi siempre bastante concretos. Un traductor es una entidad (también anhelante) que ha de despojarse de sus propios deseos para mediar entre anhelos muchas veces divergentes y vagos. Y sin derecho a visitas para encuestar a los potenciales clientes. ¡Por suerte!

Pero, en fin, el libro ha sido «acabado». Y llega entonces el momento cumbre, el instante en el que la precariedad del oficio se vuelve más tangible, concreta, numérica: ha llegado el momento de cuantificar las palabras, las líneas, los caracteres y convertirlos en una factura. Y es en ese instante cuando el traductor, casi un filósofo en pijama, comprende, con vértigo, el abismo del tiempo. Y para no despeñarse en el agujero negro que se abre ante él, da unos pasitos hasta su escritorio, titubea una o dos veces y termina aferrándose a las páginas de un nuevo encargo: el libro siguiente.


Una vieja revista de libros, ahora en castellano

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Ayer, 19 de marzo, Silvina Friera publicó el siguiente artículo en el diario Página 12, donde se habla del lanzamiento de Review, la versión argentina de la New York Review of Books. “La publicación sale cada dos meses y trae una selección de los mejores artículos de la revista estadounidense, considerada una referencia por la izquierda cultural norteamericana, y textos escritos para la ocasión por autores

Con un interés vivo en los libros

El ensayo de ideas o su pariente cercano, el texto periodístico de largo aliento y lectura, padece una especie de proscripción desde que impera el prestigio de la brevedad a través de las redes sociales. Quizá no venga mal recordar cómo empezó hace 52 años The New York Review of Books, una de las revistas que más han contribuido, en el ámbito anglosajón, a la discusión literaria, política, económica y social. Elizabeth Hardwick, integrante del grupo de escritores y editores que impulsaron la publicación junto con Barbara y Jason Epstein y Robert Lowell, denunció que proliferaban “articulitos inofensivos” en las revistas culturales y calificó al periodismo literario de entonces como víctima de una “lobotomía” y sin ningún “interés vivo en los libros”. El primer número salió en febrero de 1963 con artículos firmados por Mary McCarthy, W. H. Auden, Norman Mailer y Susan Sontag; y en sucesivos números se añadirían las firmas de Truman Capote, Hannah Arendt, Gore Vidal y Saul Bellow, entre otros escritores. Ya está en los kioscos del país Review. Revista de Libros, la versión argentina de la emblemática publicación –que saldrá cada dos meses y tendrá una tirada de 15 mil ejemplares–, dirigida por José Natanson y la contribución de Ricardo Piglia y Juan Gabriel Tokatlian en el consejo editorial, con una selección de los mejores artículos de la revista de la izquierda cultural estadounidense y textos escritos para la ocasión por escritores argentinos y latinoamericanos.

“Partimos del diagnóstico de que la prensa cultural atraviesa una etapa de crisis, que es un subproducto de la crisis general de los medios gráficos, pero que tiene su especificidad, un estrés particular, consecuencia de la competencia digital que a menudo lleva a los editores a adaptar los textos a lo que se supone son los nuevos lenguajes, con el resultado de artículos que pierden extensión y aparecen cada vez más intervenidos por recuadros y copetes, minibiografías, fotos y frasecitas”, escribe Natanson en el primer editorial de la Review, que incluye artículos de Paul Krugman sobre la desigualdad en el siglo XXI –su lectura de El capital en el siglo XXIdel economista francés Thomas Piketty–, un “trabajo comparativo” de Amartya Sen entre India y China, una crónica de la mexicana Alma Guillermopietro acerca de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, una formidable lectura de Piglia sobre Sarmiento, Escribir en Cuba en el siglo XXI, de Leonardo Padura, un análisis del futuro de la clase media por el escritor Carlos Godoy y un texto extraordinario de la narradora Joyce Carol Oates sobre Mike Tyson, entre otros.

El principio del ensayo de Oates, autora de esa joyita imperdible que es “Del Boxeo”, es una maravilla para coleccionar. “La vida de un campeón de boxeo tras el retiro trae a la memoria la frase de Karl Marx según la cual la historia se repite primero como tragedia, después como farsa. Aun cuando el boxeador logre retirarse sin recibir heridas de gravedad, no es improbable que los golpes reiterados en la cabeza tengan a largo plazo consecuencias neurológicas, y que la agresión acumulada de un entrenamiento arduo y de peleas ganadas con esfuerzo precipite el deterioro natural debido al envejecimiento; y sin duda es probable que el boxeador haya sido testigo de episodios muy desagradables en las vidas de otros boxeadores, o que incluso los haya causado. Como alguna vez dijo Fritzie Zivic, campeón de peso welter: ‘Estás boxeando, no estás tocando el piano’.”

Natanson cuenta a Página/12 que siempre leyó The New York Review of Books, por Internet o en papel. “Aunque algunos artículos se publicaban sueltos en algunos medios culturales argentinos, no había nadie que seleccionara y sistematizara lo mejor de esa revista y a partir de ahí hiciera una publicación. Negociamos los derechos y decidimos editarla. No pretendemos instalar un canon literario, ni crear un programa de lectura ni ordenar el campo de la crítica literaria. Lo que nos proponemos es más sencillo: elegir lo que nos parece mejor de la Review of Books y agregarle algunos textos interesantes para el lector argentino y latinoamericano”, resume el director, que cuenta con un equipo de editoras integrado por Jorgelina Núñez y Silvina Cucchi, y un equipo de traductores con Ignacio Barbeito, Carlos Díaz Rocca, Leonel Livchits y Dennis Peña a la cabeza. En los próximos números habrá artículos de Naomi Klein sobre el cambio climático, de Timothy Garton Ash acerca del libro de Robert Darnton sobre la historia de la censura, de Stephen King por la novela El jilguero de Donna Tartt, del Premio Nobel Orhan Pamuk sobre John Updike, de John Banville sobre Kafka y de Sergio Ramírez sobre el canal de Nicaragua, entre otros.

“La idea es poner a disposición del lector local un material que no está traducido al español –plantea Natanson–. Una parte de la prensa cultural está muy tensionada por la competencia con las redes sociales. Nosotros publicamos textos largos, de cinco, seis o siete páginas. Sabemos que es una apuesta exótica, pero creemos que hay un público interesado en este tipo de revista. El principal enemigo de una publicación de calidad no es la plata sino el tiempo. El texto de Krugman sobre Piketty tiene como 30 mil caracteres, te lleva un rato leerlo; es el artículo que convirtió a Piketty en un fenómeno del pensamiento económico en el mundo, porque cuando había sacado el libro en Francia pasó medio inadvertido. Krugman escribió el artículo en la Review y a partir de ahí el libro de Piketty se convirtió en el libro de economía más importante de las últimas décadas. Sabemos que vamos un poco a contramano, pero nos gusta el desafío.”








Considerando que los británicos se divierten barato, ya que estamos, nosotros, también

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Los errores de traducción son inevitables y, en oportunidades, difíciles de salvar. Y dado que a los británicos les gustan estas trivia, BBC Mundo recogió a principios de este mes algunos de los más célebres.

Los peores errores de traducción de la historia

Se estima que hay unos 7.000 idiomas diferentes en todo el mundo, y aunque el 90% de ellos son hablados por menos de 100.000 personas y –según la Unesco– 2.500 se encuentran en "peligro de extinción", todos son testimonios de la increíble habilidad humana para la comunicación.

Pero estas cifras también permiten imaginar el enorme potencial para la incomunicación: ¿qué pasa cuándo queremos que un mensaje en nuestro idioma sea comprendido en los otros 6.999?

A continuación, algunos de los ejemplos más célebres recopilados por BBC Culture.

LOS INGENIEROS MARCIANOS
Cuando el astrónomo italiano Giovanni Virginio Schiaparelli comenzó a registrar en un mapa la superficie marciana en 1877, provocó sin querer un malentendido de magnitudes galácticas.

El director del observatorio Brera de Milán llamó "mar" y "continente" a las áreas oscuras y claras en el mapa, y se refirió también a una serie de "canales" (del italiano canali) que creyó observar en la representación del planeta.

Desafortunadamente estos canales llamaron la atención de sus colegas, y pronto surgió la teoría de que habían sido creados por vida inteligente marciana.

Convencido de que los canales eran reales, el astrónomo estadounidense Percival Lowell describió cientos de ellos entre 1894 y 1895. En las siguientes dos décadas publicó libros explicando que estos canales eran estructuras artificiales para transportar agua construidas por brillantes ingenieros marcianos.

Un escritor influenciado por estas teorías incluso publicó un libro sobre vida inteligente en el planeta.

Ahora los astrónomos están de acuerdo en que no hay tales estructuras en Marte, y que fueron un producto de la imaginación y de los errores de traducción.

DESEO CARNAL
El expresidente estadounidense Jimmy Carter sabía cómo atraer la atención de las masas. En un discurso pronunciado en Polonia en 1977, supuestamente expresó deseos sexuales por el país entonces comunista.

O al menos eso es lo que dijo su traductor. Al final resultó que lo que Carter quería expresar su interés por conocer los "deseos para el futuro" de los polacos.

Ganándose un lugar en la historia, su traductor convirtió "esta mañana dejé Estados Unidos" en "dejé Estados Unidos, para no volver jamás".

Según señaló la revista Time, incluso una inocente frase sobre lo feliz que le hacía estar en Polonia se convirtió en estar "feliz de ver las partes privadas de Polonia".

"LOS ENTERRAREMOS"
Ni siquiera Google Translate pudo haber evitado un error que bajó la temperatura varios grados durante la Guerra Fría.

En 1956 el líder soviético Nikita Khrushchev supuestamente dijo que "enterraría" a los embajadores occidentales presentes en un banquete en la embajada polaca en Moscú.

La frase se hizo eco en todos los medios y contribuyó a un mayor enfriamiento entre las relaciones de la Unión Soviética y Estados Unidos.

Pero cuando fue puesta en contexto, la frase se parecía más a "aunque no lo quieran, la historia está de nuestro lado. Los venceremos."

Con ello quería dejar claro que el comunismo viviría más que el capitalismo, que acabaría autodestruyéndose, como señala un pasaje del Manifiesto Comunista de Karl Marx ("lo que la burguesía produce, sobre todo, son sus propios enterradores").

INMUNIDAD DIPLOMÁTICA
Los errores de traducción en las negociaciones siempre han causado controversia. La confusión sobre el significado del término francés demander, que significa "pedir", provocó revuelo en las conversaciones entre París y Washington en 1830.

Después de que un secretario tradujese un mensaje para la Casa Blanca como "el gobierno francés exige", cuando la frase decía en realidad "el gobierno francés pide", al presidente de Estados Unidos no le gustó el tono y congeló las negociaciones.

Cuando el error fue aclarado las negociaciones continuaron.

Algunas autoridades han sido acusadas de usar las diferencias del lenguaje en beneficio propio. El tratado de Waitangi, un acuerdo entre la Corona Británicay el pueblo Maorí de Nueva Zelanda, fue firmado por 500 líderes tribales en 1840.

Pero las diferencias entre las versiones inglesa y maorí del tratado crearon controversia, e incluso hubo muchos que consideraron el tratado un fraude.

EN PERSPECTIVA
Durante la visita del presidente estadounidense Richard Nixon a China en 1972, el líder del país asiático, Zhou Enlai, dijo que "era muy pronto todavía" para evaluar las consecuencias de la Revolución Francesa.

Fue alabado por sus sabias palabras, que se creyó reflejaban la filosofía china de evaluar la historia a largo plazo; pero a la revolución a la que se refería era a los eventos del Mayo Francés de 1968.

Según el retirado diplomático estadounidense Charles W. Freeman Jr. –el intérprete de Nixon durante el viaje– el comentario malinterpretado fue uno de esos "malentendidos convenientes que nunca se corrigen".

Freeman señaló que "no puedo explicar la confusión sobre los comentarios de Enlai si no es en los términos de que contribuyó a reforzar el estereotipo de que los hombres de Estado chinos son líderes con una amplia mirada en la historia que piensan en términos más longevos que sus homólogos occidentales".

"Era lo que la gente quería escuchar, así que cuajó". Explica Freeman.


El Quijote para gente ocupada que no tiene tiempo para usar el diccionario, aunque sea el de la RAE

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Andrés Trapiello
El 20 de marzo pasado, el diario El Comercio, de Ecuador, reproduce la siguiente noticia distribuida por la agencia EFE. El escritor español Andrés Trapiello(1953) se suma así a los esfuerzos encabezados por el plagiario Arturo Pérez Reverte para hacer comprensible el Quijote a los votantes del PP. Muy probablemente, habrá alguien más que pronto ordene los versos de Luis de Góngora para hacerlos comprensibles o que le ponga el acento a “médulas” en el famoso soneto de Francisco de Quevedo, aunque ello implica modificar el contenido para evitar el ripio.

Andrés Trapiello tradujo a castellano actual
Don Quijote de la Mancha

"Lanza en astillero, adarga antigua" es "lanza ya olvidada, escudo antiguo" en la "traducción" al castellano actual que el escritor Andrés Trapiello ha hecho de Don Quijote de la Mancha, una edición que saldrá a la venta en junio de 2015  y que prologa Mario Vargas Llosa, informó hoy 20 de marzo a Efe Destino.

Trapiello, autor, entre otras, de Al morir don Quijote y El final de Sancho Panza y otras suertes, ha vertido "íntegra y fielmente" la obra de Miguel de Cervantes y el resultado, asegura el Nobel peruano, es que ha "rejuvenecido", "sin dejar de ser ella misma, poniéndose al alcance de muchos lectores".

Muchos lectores, explican desde la editorial, "renuncian a leer" la obra cumbre de las letras españolas y una de las más importantes de la literatura mundial porque el texto, en el castellano que se hablaba hace 410 años, "les resulta demasiado difícil".

La obra de Cervantes "se ha rejuvenecido y actualizado (...) poniéndose al alcance de muchos lectores a los que el esfuerzo de consultar las eruditas notas a pie de página o los vocabularios antiguos, disuadían de leer la novela de Cervantes de principio a fin", indica Vargas Llosa en el prólogo.

Ahora, añade, "podrán hacerlo, disfrutar de ella y, acaso, sentirse incitados a enfrentarse, con mejores armas intelectuales, al texto original".

La nueva edición no reproduce la obra original sino que está adaptada al castellano actual y añade notas a pie de página para aclarar los pasajes que pueden resultar más oscuros, ya sea por la distancia histórica y de costumbres, ya sea por una cuestión lingüística.

Así, "en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor" es ahora "en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía no hace mucho un hidalgo de los de lanza ya olvidada, escudo antiguo, rocín flaco y galgo corredor".

O el párrafo "el resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino" es "el resto de ella lo concluían un sayo de velarte negro y, para las fiestas, calzas de terciopelo con sus pantuflos a juego, honrándose entre semana con un traje pardo de lo más fino".

Don Quijote de la Mancha se estructura en dos partes y su originalidad estriba en que es la primera obra genuinamente desmitificadora de la tradición caballeresca y cortés por el tratamiento burlesco que le da, además de iniciar la novela moderna y la polifónica.

Andrés Trapiello es un experto cervantista, autor, entre otras, del ensayo Las vidas de Miguel de Cervantes (1993), es Premio Nadal y Premio Nacional de la Crítica. 



Se publica en Ecuador una nueva traducción de la poesía de Pasternak

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Mercedes Mafla (Latacunga, 1966), profesora de literatura de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y ensayista, publicó en la revista Alkmene. Literatura y traducciónel siguiente artículo, que se apoya en la reciente traducción de Boris Pasternak realizada por Katerina Ignatova.

Boris Pasternak en Quito

Katerina Ignatova nació en la Unión Soviética y fue educada para patinar sobre hielo, hacer gimnasia olímpica, y celebrar, religiosamente, el día del astronauta. Sin embargo, en sus planes de estudios literarios, Boris Pasternak nunca constó. Pero su madre, al igual que miles de rusos, veneraba al poeta y lo conocía de memoria. Incluso quienes lo odiaban políticamente lo leían en secreto. La opinión de Pablo Neruda, a propósito de Pasternak, puede ser un referente de las contradicciones que suscitaba el poeta en muchos intelectuales que profesaban su entusiasmo por el comunismo. Con su tono de papa maledicente de las letras latinoamericanas, Neruda confiesa, como quien le perdona la vida a un condenado: “Pasternak fue un gran poeta crepuscular, de la intimidad metafísica, y políticamente un honesto reaccionario que en la transformación de su patria no vio más lejos que un sacristán luminoso. De todas maneras, los poemas de Pasternak me fueron muchas veces recitados de memoria por los más severos críticos de su estatismo político”.

García Márquez, por su parte, al visitar por segunda vez el país, se sorprende de la enorme popularidad de la que goza el poeta entre los intelectuales soviéticos: “No hubo una conversación con escritores y artistas en la que no se evocara el nombre de Pasternak, siempre sin escondrijos y con la admiración más entusiasta. Pero nadie podía decir en realidad qué era lo que había pasado antes para que fuera repudiado, ni qué había pasado después para que dejara de serlo”.

Desconcierta el comentario del escritor latinoamericano. ¿Qué había pasado para que Pasternak se ganase el odio de las autoridades soviéticas? Todos lo sabemos: escribió El doctor Zhivago, su poesía no podía considerarse, en las décadas anteriores, “soviética”, ganó el Premio Nobel, que no aceptó porque le habría costado un destierro que el poeta, sabía, no podría soportar, y mantuvo inquebrantable su libertad interior en un mundo diseñado para la muerte del arte entendido como manifestación individual. No era poco por aquellos años. Era, más bien, un asunto de vida o muerte. Resulta hipócrita desentenderse de la  persecución en contra de Pasternak; pero García Márquez y sus amigos prefieren mirar a otra parte. Quizá les haya convenido olvidar hechos tan oprobiosos como los cinco años que Olga Ivínskaya, el gran amor del poeta, fue recluida (acontecimiento que Pasternak entendió siempre como una represalia en su contra) o la resolución de la Unión de Escritores, luego del escándalo suscitado en la URSS por la publicación, en Italia, de El doctor Zhivago, y en la que se dice, entre otras cosas: “Apartado desde hace tiempo de la vida y del pueblo, esteta engreído y decadente, B. Pasternak en el presente se ha desenmascarado a sí mismo como enemigo de lo más sagrado para cada uno de nosotros, hombres soviéticos, de la Gran RevoluciónSocialista de Octubre y de sus inmortales ideas”.

La relación de la madre de Ekaterina con Pasternak era muy diferente: el poeta vivía con ella como una presencia cotidiana y un guía sabio. Un consuelo ante las desventuras, como suelen ser los grandes poetas. Esta hermandad le fue transmitida a su hija. Ekaterina recuerda que las constantes despedidas entre ellas estaban acompañadas con los versos de “Estación”, uno de los primeros poemas de Pasternak (es imposible imaginar a Rusia sin trenes). Ekaterina repite los dos primeros versos en ruso. Según su traducción éstos dirían: “Estación, la caja fuerte / de mis despedidas,encuentros y despedidas.” Su madre fue por años régisseur, es decir, se encargaba de la puesta en escena de las obras teatrales que se presentaban en muchos lugares de la enorme Unión Soviética. También fue crítica teatral. Ekaterina la recuerda como alguien que reconocía la verdad estética. Solía acompañarla a las variadas funciones y viajó en su infancia a lugares tan remotos como Siberia. Ver el mar, como lo hizo tantas veces en la niñez y juventud, para ella es invocar al Pasternak de “Olas” (Segundo nacimiento, 1931) y repetir interiormente unos versos que ahora se ha esmerado en traducir:

Aquí estará todo: lo vivido
y lo que es aún mi vida.
Mis anhelos y mis convicciones
y lo que vi al despertar.

Delante de mí: las olas del mar.
Son muchas. Su recuento es impensable
Son una multitud y fluyen en tono menor.
La marea las hornea como wafles.

En este poemario, y especialmente en el poema “Olas”, formado de trece partes, Pasternak, según Ignatova, transita desde la poesía compleja a la sencilla. Y en ella se percibe la tensión íntima del poeta que lucha por creer en un proyecto ideológico, que de a poco se va volviendo aterradoramente peligroso. Quizá la tentativa de una poesía más clara sea la razón de las particulares dificultades que encierra este largo poema en su traducción. Son las paradojas del lenguaje. El proyecto de traducción le ha llevado años a Ekaterina Ignatova, quien hizo en Ecuador su vida desde hace décadas y en donde se ha dedicado a la enseñanza de literatura y lenguas. Es conocida la enorme dificultad que implica traducir a Pasternak. Max Henríquez Ureña da pistas sobre las razones: “suele valerse de la rima, lo mismo que de la aliteración, para producir raros efectos de sonido […]y los que conocen el idioma ruso señalan además en su poesía el empleo de formas de expresión arbitrarias que a veces desarticulan la sintaxis […] la poesía de Pasternak propicia a las elipsis violentas y a los retorcimientos de expresión”.

La  selección antológica que prepara Ignatova es, desde luego, subjetiva o emocional: treinta poemas amados y bien conocidos. La labor está por concluirse y se sumará a un interés renovado en la poesía del gran poeta ruso. El año anterior Visor publicó la última selección de poemas de Pasternak titulada Días únicos. Antología poética, realizada por José Mateo y Xénia Dyakonova.

Ekaterina Ignatova publicó, años atrás, La desconocida y otros poemas, Selección de poesía y prosa de Aleksandr Blok (Orogenia, 2009). Su traducción fue también el trabajo de años y el resultado de una admiración que comparte con Pasternak. Quizá la traducción del aristocrático poeta del simbolismo ruso haya sido una secreta y meticulosa preparación para emprender su más ardua aventura: trasladar del basto y personalísimo ruso, al español, al poeta tutelar, el asombroso Pasternak. Ella sugiere que la dificultad entre el maestro (Blok) y el discípulo (Pasternak) es muy considerable. Blok es más sencillo, afirma; Pasternak, arduo. Parecería extraño para un lector extranjero, pues ambos tienden a lo diáfano; pero la secreta claridad de Pasternak es exquisitamente elaborada (se me ha explicado, y lo presiento), especialmente en su inasible musicalidad, imposible de trasladarse a otra lengua. Alguien ha sugerido que para iniciarse en este misterio habría que escuchar a Scriabin, amigo e inspirador de Pasternak.  En efecto, he creído entrever en la “fulgurante armonía del Prometeo” (en palabras del propio Pasternak, al referirse a la obra sinfónica de su maestro) el aura misteriosa de la naturaleza rusa y, al mismo tiempo, las sombras de lo humano en las ciudades nacientes y amenazadas que también Pasternak enlazaría, jubilosa y profundamente, en su poesía.

Pasternak (diez años más joven) reconocía cuánto habían aprendido él y sus contemporáneos de Blok. Apreciaba la importancia que éste le daba a la ciudad, la trasfiguración de la prosa en su poesía, su “impetuosidad”; pero, especialmente, su elaboración retórica del secreto. Así representa Pasternak, en uno de sus libros autobiográficos, la simbiosis estilística entre el espíritu de Blok y la circunstancia en la que ésta se escribió: “Adjetivos sin sustantivos, predicados sin sujetos, un juego de escondite […] un proceder a saltos. ¡Cómo se adaptaba este estilo al espíritu de la época, escondido, secreto, clandestino, que apenas asomaba fuera de los sótanos, que se expresaba con el lenguaje de los conspiradores, que tenía como protagonista a la ciudad y, como acontecimiento, la calle!”.

Pero no todos coincidían con Pasternak. En el Moscú de los albores del odio o la revolución, Blok era ya presa escogida por los justicieros que se abrían camino entre las trincheras de la Historia. Pasternak recuerda que una noche el poeta debía realizar una serie de recitales poéticos. Maiakovski le advirtió que un grupo contrario había preparado un “beneficio” para Blok, es decir “un asalto, un verdadero escándalo”. Pasternak se propuso impedirlo, pero llegó tarde. La turba de fanáticos (futuros censores y burócratas de la cultura) habían acusado a Blok, en los peores términos, de infinidad de horrores y especialmente de ser “anticuado y haber muerto interiormente” (¡Ay los revolucionarios de todos los tiempos y su amor por“lo nuevo”!, ¡Como si hubiera algo nuevo bajo el sol!). Blok, por su parte, aceptó calmadamente las acusaciones y las corroboró. Meses después murió decepcionado del bolcheviquismo, aunque sin todavía adivinar el horror que se avecinaba y que sí alcanzó a Pasternak, a una pléyade de grandes artistas y a millones de rusos. Pasternak, al igual que su amiga entrañable, la poeta Tsvetáyeva, le dedicó algunos poemas a Blok. A continuación, el fragmento de uno de estos poemas de Pasternak, traducido por Fernando Gutiérrez:

Pero cuando sobre una gran capital
aparece con esa herrumbre y púrpura el borde del cielo,
algo le sucederá al gran Estado.
Se abatirá un huracán sobre el país.

Blok veía en el cielo estas señales.
El horizonte le auguraba
una gran tormenta, mal tiempo,
una tremenda tempestad, un ciclón.

Blok esperaba esta tempestad y sus sacudidas.
Sus rasgos encendidos,
con miedo y sed de desenlace,
se han grabado en su vida y sus versos.

Es probable que los escritores sigan diferenciándose entre sí en el hecho de que unos creen en el lenguaje y otros desconfían de él. La “simplificación” es borgiana y le sirve al maestro para diferenciar a los clásicos de los románticos de todos los tiempos. Pasternak empieza, como suele suceder (como le sucedió al propio Borges), siendo un desconfiado. A los veinte y tres años publica El gemelo en las nubes (era 1913). Años después calificará el título de pueril, hecho “a imitación de las sabidurías cosmológicas que caracterizan los títulos de los escritos simbolistas y los nombres de sus casas editoriales.” Había, para entonces, abandonado su primer sueño, el de ser músico.  Quiso serlo como su madre, quien había sido una gran pianista, pero supo que no tenía el suficiente oído. Más adelante desistirá también de la filosofía. Se sentía tardío a la temprana edad en que publica su primer libro. No es de extrañar. Pasternak proviene de una familia de artistas judíos. Su padre es un pintor renombrado, cercano a Rilke y amigo y colaborador de Tolstoi (realizó, entre otras, las ilustraciones de la novela Resurrección) y, desde luego, cultor del trabajo entendido como una hazaña cotidiana, rasgo que el hijo, convertido en poeta, emulará, incluso en los momentos de silencio creativo que eran sustituidos por su trabajo (ampliamente alabado) como traductor de los SonetosHamlet, Romeo y Julieta, El Rey Lear, entre otras obras de Shakespeare o del Fausto, de Goethe.

Pasternak confiesa que, en aquellos primeros años de poeta, “trataba de evitar la teatralidad romántica”. Sin embargo, escribe sus primeros poemas bajo un gran abedul que descansaba cerca del río. Lo hace a lo largo del verano. La imagen es romántica, pero los versos aspiran a caminar a la par del presente que se anuncia joven y prometedor. Pasternak hará un mea culpa años después, recordando la inevitable arrogancia: “el sentido de la verdad, la modestia, y el reconocimiento, no estaban de moda entre los jóvenes seguidores de las tendencias artísticas de izquierda, y eran consideradas como una señal de sentimentalismo y debilidad. Lo frecuente era arrugar la nariz, pavonearse, mostrarse insolente […] yo también seguía a los demás”.

No obstante la posterior autocrítica, Pasternak consiguió conmover a exigentes lectores contemporáneos (“Los versos de ‘Éstación’: ‘Alargábase a veces el horizonte en maniobras de lluvias traviesas’, gustaron a Bobrov”, cuenta) y se convirtieron en himnos para muchos lectores futuros. Ekaterina Ignatova es fiel a una costumbre que han asumido, desde el comienzo, sus antologías: empezar con el poema “Febrero” cuyas dos primeras líneas, así como las dos líneas finales, forman parte de una tradición popular entre los lectores rusos. La primavera aparece como tópico del renacimiento, el temblor y la invocación. Transcribo la traducción de Ignatova de las dos primeras líneas “tan citadas y tantas veces interpretadas”: “Febrero. ¡Tomar la tinta y llorar! /  Escribir de febrero sollozando”. Y los versos finales: “Y mientras más casuales, más certeros / se componen los versos a punta de sollozos”.

Quizá en el fragmento siguiente del poema “Festines”, también del primer poemario, puedan sentirse, en español, algunos rasgos más audibles de los experimentos futuristas del primer Pasternak. También usamos la traducción de Ignatova:

Pisos barridos. Sobre el mantel, ni una migaja.
Como beso infantil, tranquilamente respira el verso.
Y la Cenicienta corre, en los días de suerte, en las carretas,
y cuando ya está sin un cuarto, tan sólo corre a pie.

Será gracias a sus primeros poemarios que Pasternak conoce a Maiakovski, poeta destinado a convertirse, para alivio de Pasternak, en el gran poeta del estalinismo. Pero antes de las traiciones y los suicidios, los dos poetas comparten una mutua admiración, aunque atravesada por una reconocida distancia. Quizá por aquello de que el uno estaba destinado a convertirse en un clásico (Pasternak, desde luego) y el otro viviría y moriría como un romántico. O para decirlo en palabras del propio Maiakovski, dirigiéndose a su colega y futuro antagonista: “¡Qué le vamos a hacer! Ciertamente somos distintos. Usted ama el rayo en el cielo y yo en la plancha eléctrica”. Graciosa manera de resumir un viejo asunto: aquel de la devoción por la novedad que ya mencionamos. Se habla de la tendencia (especialmente latinoamericana) a vivir presos del concepto de vanguardia o, lo que se está haciendo aún peor: asociar la idea de vanguardia a lo ideológico por sobre lo estético. La supuesta novedad es la cifra a la que apela cuanta literatura se inclina ante el fetiche de la moda y hace loas a un presente que, así como parece no existir con estabilidad para la física, tampoco existe, sino como una fatalidad o como máscara ineludible, para el arte que apuesta por la trascendencia. El rayo en la plancha ahora resulta un divertido anacronismo. Es el destino de tanta “poesía nueva”. César Vallejo, auténtico innovador de la poesía en español y admirador sincero de Pasternak y de Maiakovski, tenía, ya en 1926, gran claridad sobre el conflicto:

Poesía nueva ha dado en llamarse a los versos cuyo léxico está formado de las palabras “cinema, motor, caballos de fuerza, avión, radio, jazz band, telegrafía de hilos”, y en general, de todas las voces de las ciencias e industrias contemporáneas, no importa que el léxico corresponda o no a una sensibilidad auténticamente nueva […] La poesía nueva a base de palabras o metáforas nuevas se distingue por su pedantería de novedad y, en consecuencia, por su complicación y barroquismo. La poesía nueva a base de sensibilidad nueva es, al contrario, simple y humana y a primera vista se la tomaría por antigua, o no atrae la atención sobre si es o no moderna.

Por alguna alquimia que la historia repite, poetas como Maiakosvski terminan convirtiéndose en símbolos, en banderas de religiones y promesas que no se cumplirán en este mundo imperfecto e infeliz. Pasternak se aparta y más tarde confiesa, a propósito del poeta a quien admiró por sus primeros poemas, pero al que: “No comprendía [por] su celo propagandístico, la integración forzada de sí mismo y de sus compañeros en la conciencia social, la manía asociativa y cooperativa, la sumisión a la voz de la actualidad”. Pasternak romperá con Maiakovski porque su nombre seguía figurando en la revista Lef, en la que había declarado explícitamente que no quería escribir. Una pequeña trampa por la que Maiakovski recibió, de su antiguo colega, una carta definitiva, y años más tarde, un juicio implacable:

El último Maiakovski, a partir de Misterio bufo, fue inaccesible para mí. No logro comprender esas pequeñas frases temáticas de caligrafía toscamente rimadas, esa alambicada vacuidad, ese revoltijo tan chato y artificioso de lugares comunes y perogrulladas expuestos tan artificialmente. Éste, a mi entender, es un Maiakovski nulo, inexistente. Y es extraño que se haya querido considerar revolucionario justamente a un Maiakovski inexistente.

Pasternak era valiente. Stalin había proclamado pocos años antes “dos frases célebres: que la vida comenzaba a hacerse mejor, más alegre, y que Maiakovski había sido y seguía siendo el mejor y más genial poeta de la época”. Pasternak, no obstante, es compasivo con la muerte trágica de Maiakovski, aunque atribuye su suicidio al orgullo. Le dedicará el poema “La muerte del poeta” (Segundo nacimiento, 1931). La lista de muertes por mano propia es pavorosa en la Rusia de Stalin. Pasternak perderá a la querida y admirada amiga Marina Tsvetáyeva, y a su amigo y también poeta Paolo Iashvili cuyas muertes fueron para él, en sus palabras, “el mayor dolor de mi vida”.

La debacle que conlleva la revolución rusa para el arte es incalculable. Destruiría un espléndido renacimiento que no alcanzó a concretarse. No obstante, en sus inicios hay en Pasternak, como en todos, una necesidad de creer. En 1915 el poeta publica Por encima de las barreras. Había vivido un año en los Urales. Ignatova ha traducido uno de los más bellos poemas de aquella época: “Los Urales por vez primera”. En él se siente la fuerza de la descomunal naturaleza, la inmensidad de los bosques y las nieves y, a pesar de las dificultades insoslayables de la lengua, se escucha la voz (siempre autobiográfica) de un hombre conmovido religiosamente ante los misterios del mundo, un hombre que siente optimismo por el destino de la Rusiarevolucionaria que se acerca:

Sin partera, en la oscuridad, sin memoria,
sus manos tropezaban contra la noche,
la roca de los Urales bramaba y, cayendo muerta,
cegada por el dolor, paría el amanecer.

Y quién sabe qué moles y gigantes de bronce,
casualmente rozados, se derribaban tronando.
Jadeaba el tren de pasajeros. En alguna parte, espantados,
caían los fantasmas de los pinos.

Casi dos décadas después de aquella primera visita (en 1932), Pasternak regresó a los Urales, invitado por el comité del lugar para apreciar las grandes obras que se construían ahí. Todo había cambiado irremediablemente. Su hijo Yevgueni Pasternak relata la experiencia del padre, quien confesó haberse sentido ante las muestras de “la más vulgar de las estupideces humanas”, y añade:

Pasternak no pudo tomar contacto directo con la realidad, aunque sí comprobó las monstruosas consecuencias de la colectivización, el cinismo descarado de las autoridades. Todo ello puso a Pasternak al borde de la postración. Pasternak mostró sin ambages su indignación a sus anfitriones y regresó a Moscú antes de lo previsto. El enfurecido comité de Sverdlovsk le exigió una compensación por los inútiles gastos que le había ocasionado el poeta invitado.

En 1922 Pasternak había visto salir a su familia del país para ya no regresar. Sólo él y su hermano Aleksandr permanecerán en Moscú. Es el año en el que se publica el poemario Mi hermana la vida (dedicado al poeta Lermontov) y es también el año de su matrimonio con Yevguenia Vladímirovna Lurié. El Pasternak de este poemario es del que Osip Mandelshtam dijo: “Leer los versos de Pasternak es limpiar la garganta, / fortalecer la respiración, / renovar los pulmones: / versos como estos pueden curar la tuberculosis”. Pasternak describió la experiencia de escribirlo como un momento en el que “todo lo que fue nombrado y anotado, todo lo querido y recordado se coloca por sí solo y hace su voluntad”. Marina Tsvetáyeva dijo que de leerlo “nadie querrá siucidarse, y nadie querrá fusilar”. “En ruso es un juego de palabras, ya que suicidarse y fusilar tienen la misma raíz, con diferentes afijos”, me aclara Ekaterina Ignatova).

Pasternak siguió escribiendo hasta el final, a pesar de interludios de doloroso silencio y melancolía. En 1935 asiste al Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en París. Intenta ver a sus padres que se habían trasladado a Londres, pero es imposible. Se halla profundamente deprimido. El insomnio lo acosa. Ante los escritores pronuncia estas palabras que lo retratan de cuerpo entero. En ellas se escucha el idealismo de su espíritu, su fe en el poder transformador del arte y su apego a la libertad individual:

Yo comprendo que este congreso de escritores tiene como meta organizarse para hacer resistencia al fascismo. Lo único que podría decirles es ¡no se organicen! La organización del arte equivale a su muerte. Lo único que importa es la independencia personal […] La poesía por siempre tendrá más altura que los afamados Alpes y, al mismo tiempo, es ella la que está bajo nuestros pies, en la hierba. La poesía es demasiado sencilla para ser tema de los debates en las concentraciones; ella será siempre una función orgánica de la felicidad del hombre con su divino lenguaje. Mientras más felicidad haya sobre la tierra, más fácil será ser un artista.

A su regreso a la patria, le espera el “Gran terror”. En 1937 Stalin desoye los pedidos de Pasternak y envía a Mandelshtam a un campo de concentración. Son años atroces, pero el movimiento no se detiene, como no lo hace en el ritmo incesante de la poesía de Pasternak, enamorado de los otoños y las primaveras. Como un niño bendecido, atraviesa un campo minado. ¿Quién le perdona la vida? ¿Stalin, el Dios del cristianismo al que se acerca? Quizá su misma poesía le permite seguir viviendo en el desierto espiritual que le rodea. Él confiesa que se siente feliz de su obra recién a partir de lo que escribe en los años 40. Son los años de la novela de Zhivago y sus poemas, y de los poemarios En los trenes de madrugada (1943) y Espacio terrestre (1945), ambos recibidos muy mal por la crítica de su país. A estas alturas, su fe en el paraíso diseñado por los demonios de Dostoievsky le resulta lejana: “Ahora entiendo que detrás de todo lo que repugna, por su vacío y su vulgaridad, no se esconde nada que lo ennoblezca o lo explique. Lo único que existe es una mediocridad organizada y no hay que buscar nada más. Y si antes yo no tenía miedo, a lo que me es ajeno, mucho menos ahora, que tengo las cosas claras”.

En 1957 publica Cuando se desenfrena, su último poemario, junto a él aparece Un intento de autobiografía. Nuevamente Feltrinelli (el editor que hizo famoso a Pasternak al publicar El doctor Zhivago, hecho que le obligó a salir del Partido Comunista Italiano) será quien difunda este libro del cual he tomado numerosas referencias a propósito del pensamiento del poeta y sus experiencias. En 1960, en Peredélkino (aldea de residencia de los escritores soviéticos) muere Pasternak. El silencio de la prensa es total. Ni una palabra. En la estación de Kiev, en Moscú, alguien cuelga en la pared un tímido anuncio notificando su muerte. Así como en 1958 Pasternak fue expulsado “unánimemente” de la Unión de Escritores; en 1989 fue restablecido también “unánimemente”. “Nada de qué extrañarse, ya que la literatura rusa está acostumbrada a las rehabilitaciones post morten”, sentencia Ekaterina, la traductora.

En uno de los poemas de Zhivago llamado “En Semana Santa”, Pasternak sigue, con sus palabras, el vía crucis de su pueblo en la doliente procesión. Al finalizar se asoma con serenidad y alborozo la luz de una madrugada purificadora. La Resurrección espera ineludiblemente a los justos y a los poetas:

Sobre la multitud    de inválidos del atrio,
deja que se derrame    su nieve el mes de marzo,
como si un hombre hubiese    brotado en el espacio
y poseyera un arca    que hubiese destapado
y todo regalase,  hasta vaciarla.

Hasta el amanecer    se demoran los cantos
y, tras haber llorado   en abundancia,
llegan a los solares    que hay bajo el alumbrado,
de dentro de la iglesia,    en tono quedo y bajo,
los Salmos o la letra consagrada.

Pero habrán de callar,    a medianoche, seres
y criaturas. En cuanto salga el sol
y de la primavera    el eco reverbere,
será posible al fin    derrotar a la muerte
con el vigor de la Resurrección.

BIBLIOGRAFÍA
Ekaterina Ignatova, ”Pasternak en los espejos latinoamericanos”, (artículo inédito), 2011.
Boris Pasternak, La infancia en Liuvers, El salvoconducto, Poesías de Yuri Zhivago, Barcelona, 2000.
Boris Pasternak, “Estación” en El gemelo en las nubes, 1913, traducción inédita de Ekaterina Ignatova.
Boris Pasternak, “Olas”, Segundo nacimiento, 1931, traducción inédita de Ekaterina Ignatova.
Max Henríquez Ureña, De Rimbaud a Pasternak y Quasimodo, México, Tezontle, 1960.
Boris Pasternak, Vida y poesía, Barcelona, Editorial Noguer, 1963.
Boris Pasternak, “Febrero” en El gemelo en las nubes, 1913, traducción inédita de Ekaterina Ignatova.
Boris Pasternak, “Festines” en El gemelo en las nubes, 1913, traducción inédita de Ekaterina Ignatova.
César Vallejo, “Poesía nueva”, Historia de la Literatura Latinoamericana, Editorial Oveja Negra, Bogotá, 1984.
Boris Pasternak, “Los Urales por vez primera” en Por encima de las barreras, 1915, traducción inédita de Ekaterina Ignatova.
Osip Mandelstam, traducción inédita de Ekaterina Ignatova.
Marina Tzvietaieva, comentario traducido por Ekaterina Ignatova.
Traducción inédita de Ekaterina Ignatova del discurso de Pasternak en París.





La probable etimología de "pipí cucú"

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Alberto Olmedo
Es probable que los lectores no argentinos de este blog jamás hayan oído la locución que motiva esta entrada, proveniente de la pluma de Susana Anaine y aparecida en la revista Ñ el 13 de marzo pasado. También es dable imaginar que no sepan quiénes fueron Carlos Monzón, Tito Lectoure, Ernesto Cherquis Bialo y Alberto Olmedo. De todos esos nombres, sin duda el último es el más importante. 


Un premio pipí cucú


El alcalde era Valery Giscard d´Estaing, luego presidente de Francia. El homenajeado, Carlos Monzón, campeón mundial de box que debía agradecer la plaqueta que se le entregaba por haber sido distinguido como mejor deportista del año. (El 17.06.1972 y el 29.09.1973 venció a Jean-Claude Bouttier). Tito Lectoure le había pedido que simplemente dijera merci beaucoup (mersi bocú). Cuenta el periodista Ernesto Cherquis Bialo que Monzón, aterrorizado por tener que hablar en francés, transformó la frase en pipí cucú. El galicismo acriollado a las trompadas no le pasó inadvertido al actor Alberto Olmedo, que comenzó a calificar de pipí cucú a personas, objetos o situaciones. 

A ver: pensemos todos juntos en el siguiente problema que no es ni literario ni artístico

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Publicado en el blog español Verba volant scripta manent (https://scriptaverba.wordpress.com/) de Bernat Ruiz Domènech, el siguiente artículo, fechado el 26 de marzo pasado, retoma, desde una perspectiva peninsular, la serie de entradas referidas a la baja de tarifas de traducción por parte de las grandes multinacionales de España y presenta la perspectiva de un futuro negro, que tarde o temprano puede llegar a alcanzarnos a todos. Una última observación: acaso el tema de la calidad literaria de las traducciones merecería unas cuantas aclaraciones por parte de quienes opinan en esta nota. O hay un problema de redacción o en el caso de los autores citados se deja entender que el descenso de las tarifas eliminaría a los buenos traductores españoles, dejando la tarea en manos de los malos traductores latinoamericanos. Como dice el refrán: el que se quema con leche, cuando ve una vaca llora.

Tras la senda de la deslocalización de la traducción literaria

El pasado 10 de febrero Penguin Random House en España comunicó a los traductores con los que suele trabajar una bajada unilateral de las tarifas sin posibilidad de negociación. Sin ser los primeros –RBA y Grupo Planeta llevan tiempo haciendo cosas parecidas con sus colaboradores– sí han levantado la liebre de un problema que va mucho más allá de una cuestión de tarifas y de un abuso de posición dominante.

Los editores que sacrifican la calidad de las traducciones se hacen un flaco favor a sí mismos y a sus lectores pero en este artículo no me centraré en la calidad literaria sino en las tendencias de la industria. La traducción literaria española está inserta en una industria que hace tiempo que muestra una clara tendencia a deslocalizar todos los servicios posibles. PRH y compañía no bajan las tarifas sólo porque su tamaño y poder de coerción se lo permitan: pueden porque tienen alternativas.

Según desvelaba recientemente la Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de Escritores de España, la sucursal de Penguin Random House en Barcelona comunicó a los traductores con los que usualmente trabaja una reducción unilateral de tarifas: Susan Bernofsky, que aporta algo más de información que la propia ACE, lo cuenta así en su blog:

On February 10, 2015, Penguin Random House’s headquarters in Spain sent around an e-mail to all the translators whose work it publishes informing them that the rates paid for literary translations would be decreased starting on February 16, 2015. According to Carlos Fortea, president of ACE Traductores […], further correspondence with PRH representatives revealed that rates would be decreased between 6% and 15% depending on genre (fiction, nonfiction, etc.), and that the policy shift was non-negotiable.

Matilde Humarán, presidenta de la International Association of Professional Translators and Interpreters, también se opone a la exigencia de PRH porque dice que afectará a la calidad. Tal como indica en su carta de protesta en solidaridad con los traductores españoles:

The fact is that it takes many years to train and develop a translator who, in the end, contributes thousands of readers to your value chain, even creating new consumers from childhood. On the other hand, it might take only a few months to convince translators who are shown so little appreciation for their invaluable task to find work in another field with more reasonable prospects and remuneration

En ACE Traductores también ven la bajada unilateral de tarifas como un problema centrado en la calidad. Así reza el penúltimo párrafo de su comunicado:

Una política de bajas remuneraciones solamente puede redundar en un empeoramiento del producto que llega a las manos del lector. El profesional que cobra menos es un profesional que tiene que trabajar más horas para mantenerse, y eso solo conduce a un descenso de la calidad, al que los traductores nos negamos por razones éticas, profesionales y culturales.

Unir la remuneración a la calidad es un argumento comprensible pero se olvida que el español es un idioma hablado por más de cuatrocientos millones de personas. El mercado español de la traducción no comprende sólo España; en América Latina hay muchos y muy buenos traductores que trabajan a un precio sensiblemente menor que el peninsular. Los grandes grupos lo saben y tienen alternativas más baratas tal como se desprende de la lectura de este párrafo de un artículo aparecido en el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires:

[…] una traductora peninsular que, por temor a represalias, pidió mantenerse en el anonimato, envió en forma privada al mail del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires el siguiente texto: “Con la compra de Alfaguara, Madrid envió a un ejecutivo a Barcelona. El tío, prepotente, ordenó bajar los costos un 10%. Encima, cuando vio las tarifas de los traductores de Barcelona opinó que se les había terminado el bien vivir. En Madrid se cobra menos y por tanto, amenazó a los de Barcelona con que, si no bajaban los precios, las traducciones se harían en Madrid. Unos aceptaron y otros no, pero al hombre le dio lo mismo porque bajó las tarifas por ‘decreto’. El próximo paso es que, si no bajamos la cabeza, las traducciones pasan a hacerse en Sudamérica”.

Bajen o no la cabeza, tarde o temprano la mayor parte de las traducciones pasarán a hacerse en América Latina. Las tarifas, en España, sólo podrán bajar hasta un punto por debajo del cual ya no será rentable ni siquiera encender el ordenador. Los traductores españoles, al menos muchos de ellos, pasarán a dedicarse a otra cosa porque con las tarifas de México, Colombia, Argentina o Chile apenas se puede vivir en España. Así de sencillo. Hace treinta años se deslocalizó la industria textil española y dejó de ser rentable fabricar la ropa aquí. Hace más de un lustro que los grandes grupos mandan buena parte de sus libros a imprimir a China. Dentro de poco esos grandes grupos mandarán sus traducciones a América Latina. Bueno, de hecho llevan mucho tiempo haciéndolo, aunque de una forma bastante peculiar, según cuenta Jorge Fondebrider[1], traductor argentino y editor del mencionado blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires:

La práctica de traducir para España es, para los traductores latinoamericanos, muy vieja. Somos claramente más baratos. Mi propia experiencia se remonta a los últimos veinte años. Sistemáticamente he traducido basura (nunca buenos libros) para editoriales grandes, medianas y pequeñas, que me han pagado significativamente menos que a los colegas españoles. Por darte un caso, donde ustedes cobraban 12 euros la cuartilla, a mí me pagaban entre 8 y 7. La explicación que siempre tuve fue que, a pesar de todo el cuidado que puse para “sonar” español, tuvieron que invertir en correctores de estilo para españolizar mi traducción, como si los lectores españoles fueran idiotas y no pudieran leer otras variedades de la lengua. La cosa no se reduce al léxico, sino, lo que es mucho peor, a la prosodia. Y ahí he visto desdibujarse textos que, en ocasiones, me tomé el trabajo de hacer sonar como correspondía. Ahí hay otro problema, porque, muchas veces, para justificar su presencia, el corrector de estilo ha alterado la traducción introduciendo cambios innecesarios (“cara” por “rostro” y “rostro” por “cara”, “ir a comprar pan” por “ir a por pan” que no funciona en ningún otro lugar más que en España) y, en más de una oportunidad, errores que no cometí. Por esa razón, porque el nombre que aparece es el mío y no el del corrector o el del editor, desistí de seguir firmando con mi nombre y empecé a multiplicar los seudónimos.

La bajada de tarifas no es un problema eminentemente literario o artístico. Eso sólo es la punta del iceberg. Lo verdaderamente importante es la tendencia que hay tras esa bajada. Las editoriales que puedan van a seguir deslocalizando todas las actividades posibles a aquellos países donde encuentren el talento a un precio más barato que el peninsular. Ya lo están haciendo –y seguirán en ello con mayor empeño– las grandes editoriales que tratan su producto con mentalidad industrial pero no debería sorprendernos que a medio y largo plazo también lo hagan las medianas y pequeñas editoriales. Para los grandes es una cuestión de mejorar sus márgenes; para los pequeños puede tratarse de una cuestión de supervivencia.

La deslocalización del grueso de las traducciones llevará parejo la paulatina pérdida de la centralidad del dialecto peninsular en las industrias culturales hispanohablantes. Poco a poco se irá imponiendo una realidad que muchos editores españoles han negado y que es la pesadilla de la RAE: las traducciones de allende los mares son tan buenas –o tan malas– como las peninsulares y no necesitan ningún tratamiento castizo para ser aceptadas por el poco más del 9% de hablantes del español que pueblan España. Porque ese es otro tema: la edición en español está dominada por un dialecto que habla una pequeña minoría del total de los hablantes. Los que se llenan la boca hablando de “la lengua común” suelen referirse a su particular variante dialectal.

Si en su día fue imposible luchar contra la industria textil china, turca o tunecina porque a igual calidad sus costes eran imbatibles, a corto plazo no hay nada que hacer ante la deslocalización de las traducciones literarias. Clamar por la calidad literaria es estéril, hay quien puede hacerlo igual de bien a mejor precio; intentar darle una solución industrial es imposible, la traducción literaria es algo que (todavía) depende de seres humanos. Lo que pasa es que ya no es necesario que esos seres humanos trabajen desde la península a precios peninsulares. Tal como decimos en Catalunya, país con antigua tradición textil: la traducció té mala peça al teler.
Nota para picajosos: que yo vea las cosas de esta manera no implica que me gusten. La deslocalización sucede a causa de las lógicas de un sistema que no comparto en muchos de sus aspectos. Lo preferible sería pagar a todos los traductores las mismas tarifas vivieran donde vivieran, pero mientras el precio del servicio lo siga marcando quien lo contrata con el ojo puesto en quien lo presta, las cosas no van a cambiar.

[1] Comunicación vía e-mail


¿Es verdad que sirven para eso?

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Publicada en el diario Perfil del día de ayer, la siguiente columna de Damián Tabarovsky, a partir de una reflexión sobre Roberto Calasso y la editorial Adephi, trata sobre el lugar que le corresponde a las editoriales en el pasado y en el presente.

La edición dice presente 

En L’impronta dell’ editore, traducido por Anagrama como La marca del editor, Roberto Calasso –escritor e histórico editor de Adelphi– escribe acerca de La cripta de los capuchinos de Joseph Roth, publicado en su editorial en 1974: “Con sorpresa constatamos el modo en que, en un momento en el que la misma palabra ‘literatura’ era infamada, esta novela fue clandestinamente adorada por muchachos de extrema izquierda”. Debemos reparar en la idea de que la literatura, en esos años, era “infamada”. Eran los tiempos del gauchisme, de la radicalización de las ideas de izquierda, que en Europa en los 60 todavía tenían un aura festiva y libertaria (con el Mayo del 68 a la cabeza), pero que ya en los 70, con el surgimiento de diversos grupos de lucha armada y acción directa, habían tomado un giro sectario y mortal. La literatura –la novela como género– era vista como una manifestación burguesa, la herencia degradada de un pensamiento reaccionario que no podía encarnar los conflictos de la lucha de clase y de la revolución en ciernes. En términos editoriales, ese horizonte político implicó una primacía del ensayo –especialmente de las ciencias sociales– sobre la narrativa, es decir, del conocimiento de las “leyes de la sociedad” –que había que conocer, precisamente, para poder cambiar el poder– antes que el de la lectura –siempre sospechosa de hedonista– de una novela. Las palabras y las cosas, de Foucault, publicado en 1966, fue el libro más vendido delaño, y aún hoy es el libro más vendido de Francia en los doce meses posteriores a su salida.   

Calasso –y Adelphi– tomó un camino opuesto y, como un cuerpo extraño a la época, apostó especialmente por la narrativa centroeuropea de fines del siglo XIX hasta la Segunda GuerraMundial –y en “no ficción” por las obras completas de Nietzsche– antes que por las diversas variantes del marxismo o del estructuralismo o de la novela “experimental”, tan en boga en esos años. El tiempo le dio la razón, y Calasso, en un ejercicio de autocomplacencia, no deja de mencionarlo sin cesar a lo largo del libro. No cabe duda de que Adelphi, ya desde su primer libro en 1963 (las obras completas de Büchner) construyó un gran catálogo narrativo. Flota, no obstante, la pregunta por la tensión entre una editorial y su época. Otras editoriales que luego también se volverían grandes y célebres, como la francesa Christian Bourgois Editeur, por citar sólo un caso entre muchos otros, no siguieron ese camino, y sus catálogos de principios de los 70 se nos vuelven hoy casi ilegibles (¡Bourgois llegó a publicar en cuatro tomos el Tratado de economía marxista de Ernest Mandel!). Pero ya en los 80 abandonaron esa línea, volvieron a la ficción, y publicaron buena parte de la mejor literatura actual y del siglo XIX. ¿Por qué? Porque estuvieron siempre abiertas a la época, arriesgando en el presente, incluso en sus peores desatinos. En cambio, Adelphi poco a poco se fue convirtiendo en lo que es hoy: el museo delbuen gusto. Hace mucho que Adelphi no dice nada interesante sobre nuestra época (y cuando lo pretende, apuesta por lo obvio, como traducir a Bolaño).

Las editoriales sirven para intervenir en el presente, en el aquí y ahora, aun a riesgo de equivocarse. Sirven para dejar una marca en nuestro tiempo, incluso cuando reeditan libros escritos hace un siglo. Esa es la impronta del editor.


Les avisamos: Juan Villoro, Pedro Serrano, Owen Sheers, W.H. Herbert, Richard Gwyn y Francesca Rydderch, por si alguno anda por Cardiff

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