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Un breve ensayo de Elihau Toker

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En una época en que los acontecimientos que se desarrollan en Medio Oriente llevan a que mucha gente confunda a los judíos y a su cultura con las perversas políticas del sionismo y del partido que gobierna Israel, favoreciendo en diversas partes del mundo una sintomática ola de nuevo antisemitismo, tal vez resulte interesante releer el siguiente artículo del escritor argentino Elihau Toker, como pequeño aporte contra la ignorancia, la mala leche y la estupidez.

El Yiddish es también Latinoamérica

Los idiomas son organismos vivos, complejos, dinámicos, impredecibles, y resulta interesante observar qué sucede cuando dos lenguas, dos culturas, se ponen en contacto. Es con esta mirada que intentamos una aproximación a los puntos de encuentro entre el Yiddish y América Latina, tema que suena tan fascinante como complejo. América Latina sigue siendo un continente amplio, diverso, desconocido, y por añadidura los libros y las publicaciones literarias o periodísticas producidas en Yiddish en Latinoamérica constituyen un territorio intrincado, donde lo que no está perdido permanece disperso u oculto.

Si una primera aproximación a la presencia del Yiddish en América Latina consiste en observar la inserción lingüística del Yiddish en esta parte del globo, posiblemente podamos decir que ocupa muy poco lugar en la lengua coloquial y literaria castellana y portuguesa. No se trata de un caso como el del inglés americano, particularmente el neoyorquino, que adoptó gran cantidad de expresiones del Yiddish[1], quizás debido al parentesco existente entre esta lengua y la inglesa, pero seguramente más debido al lugar que los inmigrantes judíos de Europa Oriental ocuparon, numérica y culturalmente, en los grandes centros urbanos, generadores de pautas culturales. Como señalamos más arriba, en el caso del castellano, tanto en América Latina como en España, a juzgar por los diccionarios, el Yiddish es una lengua inexistente, o casi. En el marco de la literatura latinoamericana, hasta donde pudimos comprobarlo, prácticamente no se incluyen términos tomados del Yiddish como parte del habla corriente. Cuando aparecen es casi siempre en itálica o entrecomillados y con referencia al mundo judío.

Es lo que sucede, en el caso argentino, en algún aguafuerte de Roberto Arlt[2], torrencialmente en las obras de César Tiempo o de Mario Szichman, y por sólo mencionar algunos ejemplos, en Caballos por el fondo de los ojos de Gerardo Goloboff o en Feiguele y otras mujeres de Cecilia Absatz, en Músicos y Relojeros de Alicia Steimberg o en Grietas como templos de Arnoldo Liberman, en el Krinsky de Jorge Goldenberg o en Blues de la calle Leiva de Manuela Fingueret. Con las mismas limitaciones, también se pueden encontrar Yiddishismos, por ejemplo, en varias obras del brasileño Moacyr Scliar, en Las Genealogías de la mexicana Margo Glantz, en El rumor del astracán del colombiano Azriel Bibliowicz, o en La vida a plazos de Don Jacobo Lerner del peruano Isaac Goldemberg.

Resulta interesante observar que la transcripción de los términos Yiddish, en la mayoría de los casos no corresponde a una trasliteración "correcta" --desde lo léxico o gramatical-- sino a un lenguaje familiar recordado, a un sabor oído. Como parte de la leyenda creada alrededor de la experiencia colonizadora judía en la argentina, abundan los relatos acerca de gauchos que, merced a su intenso contacto con los colonos, aprendieron a hablar, o al menos a comprender, el Yiddish. En ese sentido existen, desde sabrosas anécdotas contadas por don Máximo Yagupsky, con gauchos discutiendo entre ellos si un vacuno era kusher o treif, --es decir, apto o no para el consumo, según las normas dietéticas de la religión judía-- hasta ese personaje femenino de El judío Aarón de Samuel Eichelbaum. En el caso del español urbano argentino resulta llamativa la falta, en su lunfardo, de palabras venidas del Yiddish, pese a la presencia prostibularia Yiddishparlante porteña a principios de siglo. En el Diccionario Lunfardo de José Gobello[3] sólo encontramos moishe, como sinónimo de "judío", y papirusa o papusa, por mujer hermosa, como deformación de papjerosy, "cigarrillo" en polaco y en Yiddish.

Conversando con el mismo Gobello, éste atribuía esa ausencia de expresiones lunfardas provenientes del Yiddish a que el puñado de rufianes judíos se habría mantenido apartado y a que, según él, eran pocos los inmigrantes judíos que concurrían a los prostíbulos. Habría que investigar qué sucede con el Yiddish en el argot de otros países de América Latina, como así también qué inserción tuvo y tiene en el lenguaje coloquial y literario de esos países. 

Desde ya que hay aspectos que trascienden lo puramente lingüístico. La inmensa mayoría de los primeros inmigrantes judíos llegados de Europa Oriental al Río de la Plataeran de habla Yiddish, muchos de ellos anarquistas, comunistas o socialistas de diversos matices, por lo que no es de extrañar que La Protesta, el periódico anarquista de la Argentina, publicara en 1908 una página en Yiddish, ni que en este país también llevaran entonces sus libros de actas en esa lengua algunos sindicatos. Pero habrá que estudiar todavía, qué de ese espíritu anárquico, familiar y libertario del Yiddish quedó en la cultura argentina, y qué le quedó de la importantísima experiencia teatral y periodística Yiddish de los años '20, '30, '40. Y cómo fue en el resto de América Latina.

En esta búsqueda de puntos de encuentro entre América Latina y la lengua Yiddish corresponde mencionar, aunque sea tangencialmente, el tema de las traducciones, lugar donde el encuentro entre las lenguas y las culturas se materializa. El argentino Salomón Resnick, redactor de la revista Judaica, fue el primero en proponerse la traducción sistemática de textos de la literatura Yiddish al español, y otros continuaron tras él esta tarea. Pero casi todo lo que vertieron al español o al portugués fueron textos clásicos y en una muy pequeña escala autores Yiddish latinoamericanos, y eso sólo en los últimos años.

América Latina en Yiddish
Invirtiendo el espejo, hubo –y hay– quienes tienden un puente idiomático en la otra dirección, del castellano y portugués al Yiddish. El periodista y crítico literario Pinie Katz cuenta cómo dio comienzo su tarea de traductor: "A poco de mi llegada a Buenos Aires encontré en un quiosco de libros usados un tomito de Leyendas aztecas del mexicano Heriberto Frías. Me puse a leerlas y de inmediato me atrapó su desborde de colores como sólo se ve en sueños. (...) Nunca había encontrado hasta entonces tal riqueza de idioma y colorido, salvo en los profetas, en la más poderosa de las lenguas, la bíblica, y no pude vencer la tentación de sentarme de inmediato a volcar esa magnificencia al Yiddish."

Así comenzó Pinie Katz su intensa tarea de traductor llevando al Yiddish, además del Quijote y de otras obras de autores españoles, el Facundo de Sarmiento, Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes, Nacha Regules de Manuel Galvez, Cuentos de la Selva y Anaconda de Horacio Quiroga, Los Gauchos Judíos de Gerchunoff, Los caranchos de la Florida de Benito Lynch, Pago chico y La vuelta de Laucha de Payró, Huasipungo de Jorge Icaza y una increíble cantidad de obras más. El Martín Fierro de José Hernandez, pese a lo difícil que resulta volcar a otra su lengua gauchesca, tuvo dos traducciones al Yiddish, una de Samuel Glasserman y otra del poeta Kehos Kliguer. Y vaya esto como expresión del interés de los inmigrantes judíos por conocer las creaciones literarias de su nueva tierra.

Ensayando otra aproximación a la inserción de América Latina en la cultura Yiddish se puede observar la manera creativa que encontró el Yiddish, en estas latitudes, de incluir en su estructura al castellano. El inmigrante judío recién llegado a las ciudades de América Latina comenzó, en muchos casos, a ganarse la vida como vendedor ambulante, tal como aparece de un modo magistral en “El día de las grandes ganancias”, ese cuento autobiográfico de Gerchunoff, o desde el título mismo en La vida a plazos de Don Jacobo Lerner, del peruano Isaac Goldemberg, y en Cláper de la venezolana Alicia Freilich. Alguno comenzó como vendedor ambulante de chucherías (cachebáchnik, le decían en Yiddish en Uruguay), otro vendía de puerta en puerta cortes de tela (córtenik) y estaba el que cargando sobre las espaldas una gran canasta o una valija, visitaba a las marías –que así llamaban en su media lengua a todas sus clientas de los conventillos y los barrios miserables– y les vendía a crédito colchas, frazadas, ropas y hasta muebles, registrándolo en su Yiddishñol en unas tarjetas de contabilidad elemental. En el Río de la Plata se lo llamaba cuéntenik o cóntenik, en Brasil, clientélchik, en Venezuela, cláper. Está demás señalar que el neologismo Yiddish cachebáchnikderiva de cachivache, córtenik de corte, cuéntenik de cuenta y clientélchik de cliente. Esto en cuanto a las ciudades.

En las colonias agrícolas del interior argentino, la lengua importada por los gauchos judíos se fue enriqueciendo de modo natural incluyendo en su Yiddish coloquial o en el literario, palabras castellanas referidas al campo, como peón, mate, lazo; pero además conjugando cómodamente, siguiendo las estructuras del Yiddish, los verbos de su hacer campesino: enyugar, enlazar, cosechar, se volvió así en su habla enyuguirn, enlasirn, cosechirn[4] . También en la ciudad, al pasar del castellano al Yiddish, verbos como atender o cobrar, aparecían en medio de una frase en Yiddish, como atendirn, cuvrirn; del mismo modo "se equivocó" era er hot zij equivoquirt.

Esta suerte de castYiddish o Yiddishñol, del que se encuentran innumerables ejemplos a lo largo de toda la literatura Yiddish latinoamericana, incluye una enorme cantidad de sustantivos que cambian por la vocal e las terminaciones en a u o, creando plase, bombiye, balnearie, camisete, coseche, conventiye, asade, quinsene, farmasie, mercade, y así hasta el infinito. Sonará cómico, pero esta Yiddishización del castellano aparecía de manera seria no sólo en el Yiddish coloquial, sino también en el literario de una cantidad de autores Yiddish. Por otra parte hubo un cantor, un personaje de enorme popularidad que durante los años 30 ironizó en el Río de la Plata ese habla gringa. Dedicamos en estas páginas un capítulo especial a las ocurrentes y tiernamente irónicas canciones de Jevel Katz, a sus tangos, rancheras y rumbas en ese peculiar Yiddish-porteño, para extraer de ellas expresivos cuadros del mundo de los inmigrantes judíos latinoamericanos y afinar el oído a esos creativos enlaces idiomáticos que fueron evaporándose junto con la generación primera.

Desde ya que este encuentro entre el Yiddish y Latinoamérica no sólo se expresa lingüísticamente. Corresponde detenerse en algunos rasgos de la literatura Yiddish del continente, pero la mayor parte de las citas y ejemplos van a referirse a la Argentina, en primer lugar porque es, de lejos, el país con mayor producción literaria en Yiddish, y además porque a lo producido en esta lengua en el resto de América Latina apenas se accede mediante algunas antologías y algunas obras sueltas de determinados autores.

El mencionado periodista y ensayista Pinie Katz incluyó entre sus trabajos un tomo, aparecido en 1947, sobre la literatura Yiddish argentina, donde sostiene: "En la Argentinaposiblemente sean los judíos el único grupo nacional inmigrante que creó una literatura propia en su idioma. (...) También se escribió y se escribe aquí en otras lenguas extranjeras: italiano, alemán, inglés, francés y ruso, pero sin pretensiones de conformar una literatura aparte, tal como sucede en el caso del Yiddish."[5]

Ya con anterioridad el poeta Meilej Rávich, tras visitar en 1938 la Argentina, se refirió a lo creado literariamente en Yiddish en este país, acuñando la expresión: "Se trata de la rama Yiddish de la literatura argentina y de la rama argentina de la literatura Yiddish".

¿Qué tiene esta literatura de peculiar? En la primera época expresa la todavía lejana mirada del inmigrante judío sobre su nueva tierra. En su introducción a la primera antología literaria argentina en Yiddish, Oif di bregn fun Plata[6] , el periodista José Mendelsohn, escribiendo en Buenos Aires, se refiere a la Argentina como terra ignota: "Argentina está lejos, lejos del gran mundo judío, lejos de los grandes centros judíos de Europa y de América del Norte, lejanía que se percibe en el concepto que tienen acerca de nosotros, y lejanía que percibimos también en nosotros mismos."[7]

Y más adelante –esto fue publicado en 1919– decía Mendelsohn: "En el campo se conservó más genuinamente la vida de allende los mares, aunque cambió su contenido. Los pequeños comerciantes y pequeños tenderos, vueltos colonos, atados a la tierra, siguen viviendo una vida judía. Los hijos que se acriollan no tienen todavía una influencia demasiado notoria, en un lugar donde los gauchos hablan a menudo en Yiddish. Hasta los animales domésticos son los del shtetl en un ambiente distinto. Zaino y Lobo son Di Kliache, Metushelaj y Rabchik de Méndele y Scholem Aleijem, pese a que los primeros nacieron y se criaron entre colonos judíos en Entre Ríos, La Pampa o Moisés Ville, mientras los otros nacieron y se criaron en Kabtsansk y en Kasrílevke. No es poca diferencia, pero no salta a la vista. A veces podría creerse que los colonos los trajeron consigo del shtetl, mientras que ese mismo zaino en manos del gaucho es un cimarrón, un rebelde, y el perro del colono judío, en manos gauchas es un animal bravo, prepotente, que no perdona liebre ni zorro."[8]

En muchas de las primeras obras argentinas en Yiddish se refleja el impacto del encuentro con el paisaje de la nueva tierra, donde el cielo es mucho más azul, el sol mucho más fuerte y hasta las estaciones guardan un orden diferente del de sus países natales, esos que los expulsaron y a los que siguen llamando di alte heim, el viejo hogar.

También en los demás países latinoamericanos la fuerza del paisaje y del clima cobran entidad en la poesía Yiddish, hasta hacerse metáfora. Canta el mexicano Iankev Glantz:"Rodeada de profundas sombras / la palmera sueña latitudes / estira su cuello de jirafa / para cazar las estrellas / pero el nudo de raíces / la aprisiona a la tierra."[9]

El chileno Itsjok Blumshtein dice ante la cordillera: "Un luminoso gigante se refugió en la montaña / a flagelarse... / Silencio; este momento es sagrado: / ahí en fila están sus acompañantes / vistiendo blancos camisones nevados..."[10]

Pero no sólo el encuentro con el paisaje natural aparece reflejado en esos textos literarios Yiddish; también está el impacto del paisaje humano.

El poeta mexicano Itsjok Berliner publica en 1936 su primer poemario, que ilustra Diego Rivera, y que incluye un texto, Contrastes, que dice en algunas de sus estrofas: "Ciudad de palacios, (...)// Tienes en tus tripas monasterios e iglesias / edificios hechos de piedra y de mármol / y calles polvorientas con casitas de barro / sucios agujeros donde la gente vive como gusanos. // Una soga y un trapo es la cuna de un niño / las camisas que visten son bolsas harapientas / y en palacios de piedra, tras cerrojos de hierro, / pieles femeninas se cubren de sedas // oh, ciudad de palacios..."[11]

El poeta Moishe Dovid Guiser, que vivió tanto en la Argentina como en Chile, pero cuya más importante producción poética es chilena, dice: "Por las calles de Santiago / pasa silbando un coche / como embrujado por una varita mágica / y chiquitos ofrecen en venta / la más desnuda de las tristezas / con vocecitas trágicas."[12]

Habría que mencionar muchísimos otros textos poéticos en Yiddish protagonizados por América Latina; quizás el más impresionante sea Cristóbal Colón, poema de casi 300 páginas, escrito en 1939 por el mexicano Iankev Glantz, pero el poema, a mi juicio, más potente escrito en Yiddish acerca de América Latina pertenece a Itsjok Ianasovich, poeta que llegó a Buenos Aires tras la Segunda GuerraMundial, vivió veinte años en la Argentina y se radicó luego en Israel. Este poema cuya traducción reproducimos íntegramente más adelante, se titula “Lateinamericanish”, "Latinoamericana"[13], y dice en una de sus partes: "Allí donde cada cual es un señor en su fantasía, / y cada cual posee, en sueños, todo lo que desea, / allí florece el orgulloso árbol de la libertad. // Allí donde el cuchillo responde con agudeza a tu ofensor, / allí donde la guitarra reúne a tus amigos / y ablanda el duro corazón de tu amada, / allí mora la fuente de la dicha. // Incluso si inclinas la espalda sobre un campo ajeno / y depositas la cosecha en un granero ajeno, / eres un hombre libre y nadie puede forzar tu corazón / para que estime aquello que desprecias. // Oh, extranjero, / no es una vergüenza vivir en una jaula de madera y lata; / no es humillante criar hijos bajo una enramada; / lo vergonzoso es alquilarse para el trabajo / cuando no se tiene hambre, / cuando la botella de vino aún no está vacía / y es posible prolongar aún la dulce hora del amor / por toda una jornada de Dios. // Malditos sean los malvados / que encendieron en nuestra sangre la envidia / hacia quienes poseen cosas innecesarias / y conseguirlas exige trabajar duro la semana entera..."

Pero no todo es poesía en la literatura Yiddish latinoamericana. Existe también una importante narrativa Yiddish acerca de América Latina escrita en este continente, de la que se incluyen en estas páginas a título de ejemplo algunos textos de Marcos Alpersohn, que tienen por escenario el campo argentino, de Osher Schuchinsky, situados en La Habana, y un relato de Aarón Faierman que se desarrolla en la ciudad de Buenos Aires. Pero todo esto es apenas una introducción al tema. Queda pendiente recorrer, por sólo nombrar unas pocas, las obras de José Rabinovich, Berl Grinberg o Nahón Milleritsky acerca de Buenos Aires, las de Boruj Bendersky acerca del campo argentino, la novela de Leib Malaj ambientada en Río de Janeiro, los cuentos de Pinjas Bérniker, los relatos mexicanos de Moishe Rubinshtein o los chilenos de Noaj Vital.

***

El 19 de febrero de 1995 se apagó en Buenos Aires la vida de Shmuel Rollansky, uno de los últimos –si no el último– de los grandes maestros de la cultura Yiddish-latinoamericana. Somos muchos aún los que pertenecemos a la generación de sus hijos, a una generación nacida en Yiddish y educada en castellano; a una generación que, sin haber sufrido personalmente la Segunda GuerraMundial quedó, a partir del Holocausto, huérfana de aquella cultura y se considera a sí misma parte de los últimos sobrevivientes de la lengua Yiddish, parte de aquellos que en las calles de Montevideo o Santiago, en las calles de Caracas o La Habana, en las calles de Lima o Buenos Aires, todavía se estremecen con el olor y el sabor de una palabra en Yiddish..

Estas páginas pretenden una primera aproximación a un necesario estudio sistemático de lo producido en Yiddish en América Latina, ese tesoro repleto de vida, oculto en cuartos cerrados que esperan abramos sus puertas de par en par y traduzcamos sus textos secretos. Posiblemente exclamemos entonces con el poeta Jacobo Glatshtein: "Había tan poco, ¿cómo es que quedó tanto?" Y podremos decir, parafraseando a Bernardo Verbitsky:  EL Yiddish ES TAMBIÉN LATINOAMÉRICA. 

________________________________________
[1] Ver, entre muchos otros: Steinmetz, Sol, Yiddish and English, A century of Yiddish in America, The University of Alabama Press, Alabama, 1986, pp. 173. 
[2] Arlt, Roberto, Nuevas aguafuertes, Comerciantes de Libertad, Cerrito y Talcahuano, Ed. Losada, Buenos Aires, 1975, pp. 10/14. 
[3] Gobello, José, Diccionario Lunfardo, Peña Lillo Editor, Buenos Aires, 1982, pp. 138 y 157. 
[4] Alpersohn, Marcos, Colonia Mauricio, Comisión Centenario Colonización Colonia Mauricio - Carlos Casares, Buenos Aires, 1991, 402 pp. Introducción, versión española
y notas de Eliahu Toker. 
[5] Katz, Pinie, Yiddishe literatur in Arguentine (Literatura Yiddish en la Argentina), tomo VII de sus Gueklibene Shriftn (Obras Elegidas), Comité Institucional en la Editorial IKUF, Buenos Aires, 1947, 213 pp.
[6] Oif di bregn fun Plata (En las Orillas del Plata), Ed. Yiddishe Tzaitung, Buenos Aires, 1919, 194 pp. 
[7] Mendelsohn, José, "Undzer svive un undzer gestalt” (“Nuestro ambiente y nuestra imagen”), Oif di bregn fun Plata, op. cit. p.4. 
[8] Ibídem, pp. 11/12 
[9] Rollansky, Samuel, Mexikanish, urugvaish, cubanish antologuie (Mexico, Uruguay y Cuba en la literatura Yiddish), Obras Maestras de la Literatura Yiddish, tomo 92. Ateneo Literario en el Instituto Científico Judío IWO, Buenos Aires, 1982, p. 22. 
[10] Rollansky, Samuel, Chilenish antologuie (Al pie de los Andes. Poesía y prosa Yiddish de Chile), Obras Maestras de la Literatura Yiddish, tomo 54. Ateneo literario en el Instituto Científico Judío IWO, Buenos Aires, 1972, p. 15. 
[11] Rollansky, Samuel, Mexikanish, urugvaish, cubanish antologuie, op. cit. p.22/23 
[12] Rollansky, Samuel, Chilenish antologuie, op. cit. p. 48. 
[13] Toker, Eliahu (Prefacio, selección y traducción), El resplandor de la palabra judía, antología de la poesía Yiddish del siglo XX, Ed. Pardés, Buenos Aires, 1981, pp. 105/110.

Raúl Ortiz sobre Malcolm Lowry: "El idioma se prestaba para eso"

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Raúl Ortiz fue el traductor de Bajo el volcán, de Malcolm Lowry. Recuerda ese trabajo realizado hace cincuenta años, en la siguiente nota de Gustavo Borges, publicada en La Razón, de Bolivia, el 24 de agosto pasado.

El traductor de Bajo el volcán

Hace 50 años, cuando tradujo el libro Bajo el volcán del inglés Malcolm Lowry, al políglota Raúl Ortiz le pagaron poco, pero eso no impidió que lograra en opinión de algunos críticos mejorar el resultado final de esta obra, para muchos la gran novela acerca de México.

“Era candoroso y no tenía el concepto de que no había nada de deshonra en cobrar. Los de la editorial Era me pagaron mal, y nunca recibí regalías cuando vendieron el manuscrito y lo modificaron. No recuerdo cuánto me pagaron, pero fue poco”, cuenta.

La obra de Lowry es una tragedia contemporánea de una belleza y una emoción de altos vuelos, en la cual el autor liga de manera magistral el mito y la poesía con gran musicalidad.

 “Nunca imaginé lo terriblemente arduo que iba a ser mantener la armonía y el ritmo de las frases de Lowry, pero el idioma español se prestaba para eso”, confiesa Ortiz.

La historia empieza en Quauhnáhuac (Cuernavaca, en lengua náhuatl) donde el día de muertos del año 1939 dos hombres hablan de Geoffrey Firmin, cónsul británico alcohólico que muere asesinado.

“Tuve la suerte de ser llamado para traducir la mejor novela sobre México al español”, dice Ortiz al referirse al acto mágico que lo llevó a meterse dentro de la obra de Lowry, como si fuera uno de sus personajes.

Muchos años después, a los 83 años, Raúl muestra alegría al contar la gran aventura de su vida, haber traducido Bajo el volcán. Aquel juego con las palabras comenzaba los fines de semana en un monasterio en Cuernavaca, en el centro de México, donde se refugió para escribir en su máquina marca Olivetti desde las cinco de la tarde de los viernes hasta el amanecer de los lunes; luego, entre semana, lo hacía de cuatro a ocho de la noche.

Ortiz empezó a estudiar inglés en la escuela primaria y a los 30 años hablaba el idioma con la fluidez de un nativo. Por aquel tiempo le buscó la editorial Era y le propuso traducir la novela que Malcolm Lowry empezó a escribir en el año 1934 y publicó en 1947. Raúl Ortiz recibió la ayuda de una hermana mecanógrafa, demoró ocho meses para concluir la primera versión y entonces pidió una prórroga a Era. Minucioso como es, cuidó hasta el último detalle y cuentan que, si la versión en español se publicó en 1964, fue porque la editorial casi le arrebata de las manos los originales.

Aunque hay cansancio en su voz, el mexicano mantiene los sueños intactos y por momentos habla más como un adolescente que recién ha descubierto los libros. “Es la única novela que he traducido; la otra que me gustaría traducir es Viaje al fin de la noche, de (Ferdinand) Celine, pero no hay manera de hacerlo”, lamenta.

Cree que El poder y la gloria, de Graham Greene, es otra novela capaz de reflejar un periodo crítico de México, el de la persecución religiosa, pero opina que Lowry fue más allá. “Fui un elegido al poder traducirlo”, repite en forma de agradecimiento.


El que ve el tiempo

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El 20 de agosto pasado, Marcelo Zapatapúblicó el siguiente artículo en el diario Ámbito Financiero. Allí se habla de Lorenzo Mascialino, profesor de griego y latín, quien acuñó un término que Julio Cortázar hizo famoso en el mundo entero.


Mascialino: un cronopio sin la fama merecida

Entre las muchas cosas que le debe la cultura criolla a uno de sus últimos humanistas, el profesor de griego y latín Lorenzo Mascialino (1914-1988), se cuenta la incorporación al español de un neologismo hoy celebrado, pero que no le ha dado fama a él sino a su colega de los años 40 en Mendoza, Julio Cortázar. Porque fue Mascialino, y no Cortázar, quien acuñó, en una lejana noche de copas e improvisaciones, la palabra "cronopio".

Mascialino (mencionado en dos ocasiones en en el libro del profesor Jaime Correas, Cortázar en Mendoza) coincidió en la Universidad de Cuyo con el autor de  Rayuela por la misma época en que éste llegaba desde Chivilcoy.

Nunca fueron amigos cercanos; Cortázar, que dictaba literatura francesa en Mendoza, era por entonces un librepensador sarmientino de cuño liberal, y Mascialino, un ítalo-argentino de familia numerosa (de aquellas donde nunca faltaba un cura), ya profesaba ese credo nacionalista que lo llevaría, más tarde, a adherir al naciente peronismo.

Sin embargo, sus tenidas filológicas acompañadas por los generosos vinos de la zona ("In vino veritas", era uno de los apotegmas más citados por el prestigioso latinista), y cimentados por su profundo amor por la lengua ("la única forma de entender al  hombre", también decía) no eran infrecuentes.

En uno de esos encuentros, contó años después contó años después Mascialino a algunos de sus  discípulos, se habían puesto a imaginar, junto con Cortázar, un mundo fantástico en el que existieran criaturas que pudieran ver, físicamente, las dos dimensiones: no sólo el espacio, sino también el tiempo.

–¿Y cómo  llamaríamos, para usar una palabra griega, a ese ser capaz de percibir el tiempo con sus propios ojos? –desafió Cortázar a Mascialino.
Éste lo pensó un momento, y respondió sin titubear:
–Cronopio. Se llamaría cronopio, por supuesto.

La síntesis era perfecta. Como explica otro testigo del relato de Mascialino, Luis Ángel Castello, titular de la cátedra de griego en la UBA: "'Cronos', como es bien sabido, es 'tiempo', y la desinencia -opiosviene del verbo horao (que significa 'ver', 'mirar con atención', de cuyo futuro 'hopsomai' (sale 'opsis' (de la que nacen tantas palabras como 'óptica', 'autopsia', etcétera. Cronopio, entonces, es el que ve el tiempo.

No hay testimonios de que Cortázar, después de su festejada Historias de Cronopios y de Famas, le haya reconocido a Mascialino la creación de la que en el futuro de la literatura argentina sería palabra tan célebre. Pero a él tampoco le preocupaba: "Seguramente le gustó y se acordó de ella  cuando escribió el libro", lo disculpaba Mascialino, quien nunca demostró otra preocupación que la de incorporar, a lo largo de su vida, el conocimiento de la mayor cantidad posible de las lenguas llamadas "falsamente" muertas. "La gente sigue hablando latín, y no se da cuenta", como decía en tantas de sus clases.

Inventor del "método inductivo" para la enseñanza de las lenguas clásicas (en el cual los alumnos no eran perseguidos por abrir el diccionario durante los exámenes), creía que la razón y no la memorización, esa costumbre de computadoras y de secretarias, podía llevar al auténtico conocimiento.


Bajito de estatura, amante de la filología y la poesía alemana, de las comedias de Menandro (autor de quien dejó estupendas versiones, consultadas hoy en todas las universidades del mundo), de las causas perdidas, de las bellas mujeres y del vino, Lorenzo Mascialino fue lo más cercano a un "cronopio" viviente, un hombre sabio capaz de ver el tiempo

Otro blog dedicado a la traducción de poesía

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Cirujanos de Wichita es un blog dedicado a la traducción de poesía, administrado por Guido Herzovich.

En la columna de la derecha hay un “Disclaimer”, donde se lee: “los poemas traducidos y/o adaptados en este blog no han sido seleccionados. tal vez los autores no hayan sido nunca compilados ni ganado premio alguno. puede que sus ediciones sean de autor. las traducciones no han sido chequeadas, y ante el silencio de wordreference se ha optado casi siempre por el delirio. lea bajo su propia responsabilidad. /// ningún derecho ni pedido ni reservado: para protestas diríjase a los comentarios.

Esos son los datos principales a tener en cuenta cuando se emprenda la lectura de este blog que puede consultarse en http://cirujanosdewichita.wordpress.com/ 

"El traductor también es una persona..."

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Una breve columna de opinión, publicada sin firma, el 19 de mayo pasado, en el blog de la agencia mallorquí Signe Words..

El traductor en la sociedad

 Un poco de historia
Históricamente, la traducción se ha considerado una aberración. ¿Por qué habríamos permitido que se degradasen los idiomas nobles, como el latín o el griego, al traducirlos a idiomas considerados inferiores? La primera persona que quiso traducir la Bibliaal inglés, William Tynsdale, pagó un alto precio ya que fue quemado vivo.

Entonces había poco (o ningún) reconocimiento para dicho trabajo y el acceso a los recursos culturales y políticos quedaba reservado a una élite de eruditos. La traducción quedó en un oficio en la sombra. En una sociedad donde se han desarrollado los recursos necesarios junto con la comunicación, ¿ha cambiado la situación del traductor y de su trabajo?

La traducción vista por la sociedad
Desafortunadamente, siguen existiendo numerosos prejuicios cuando se habla de traducción, especialmente uno: la traducción no es un trabajo real, sino una tarea de la que cada uno puede encargarse sin mayor dificultad, gracias a las clases de idiomas impartidas durante la etapa escolar. Se puede relacionar eso con otro prejuicio un poco simplista: el traductor es un diccionario, alguien a quien se le puede preguntar cualquier término fuera de su contexto. ¿Significa eso que se podría sustituir al traductor por herramientas de traducción automática? Hay numerosos ejemplos que muestran las consecuencias de este tipo de traducción sobre la imagen de la empresa que optó por la solución más rápida y más barata.

De aquí podemos sacar otra idea preconcebida sobre la traducción, como que es una tarea que se hace fácil y rápidamente si tienes un diccionario bilingüe a mano. Es lo que puede llevar a la incomprensión entre el traductor y el cliente, especialmente en una sociedad que nos pide que seamos cada vez más eficientes, con plazos cada vez más cortos. Todo eso ayuda a construir una imagen poco gratificante de esta profesión y de la persona que lo cumple.

Sin embargo…
La traducción es un trabajo mucho más complejo que la imagen que de él tiene la sociedad. El filósofo Franz Rosenzweig así lo resume: “traducir es servir a dos señores a la vez”.

No se trata sólo de transcribir un enunciado con toda la sutileza que tiene el idioma del que proviene, sino también de reproducir un enunciado tan rico y fluido en el idioma de llegada como en el idioma original. No se trata de transferir una palabra de un idioma al otro, sino el sentido, respetando a la vez el idioma original y el idioma de llegada en toda su complejidad respectiva, sea a la altura de la gramática o de referencias culturales más precisas. La traducción palabra por palabra como si de un puro mecanismo se tratara es una visión simplista que minimiza un trabajo que requiere numerosas búsquedas y mucha creatividad por parte de la persona que lo lleva a cabo.

El traductor también es una persona cuyo trabajo es relacionar los pueblos y las culturas. La traducción es un medio esencialmente útil para la comprensión intercultural. El traductor es el vínculo entre los actores, la persona que permite que una relación se establezca entre dos personas de un idioma y de una cultura diferente. Algunos le darían el nombre de ‘oficio más viejo del mundo’, porque es gracias a este contacto entre los pueblos que se ha hecho la historia de la humanidad. Tras la necesidad de comunicar y el ambiente multicultural, nuestra sociedad debe favorecer una revalorización de la traducción y, por consiguiente, una revalorización del antiguo oficio de traductor. Según dice Le Clézio, “la traducción reúne los pueblos y favorece la paz”. Entonces, ¿por qué no pensar en este como uno de los oficios más hermosos del mundo?


Hacerle decir a las cosas lo que nos conviene

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El 6 de julio de 2014, el periodista Héctor M. Guyot publicó la siguiente columna en el diario La Nación, de Buenos Aires. 
El problema de las malas traducciones

Modiin, Israel, 1° de julio de 2014. La imagen de una mujer leyendo en un bosque puede resultar bucólica. Pero las apariencias a veces esconden y así desacreditan al sentido de la vista. En este caso, estamos ante un drama. Uno que encierra dos realidades humanas que existen desde que el mundo es mundo y que resultan más desoladoras cuando se tocan. La muerte, por un lado. Y el odio a lo distinto, por el otro. Aquí ambas van juntas, aunque ninguna se muestre en la figura de una mujer que lee abstraída en medio de un bosque agreste.

La mujer, en verdad, reza. Reza durante el funeral, celebrado el martes, de tres jóvenes israelíes secuestrados y asesinados en Cisjordania. El ejército israelí acusó del crimen al grupo islamista Hamas. Entonces, la venganza se descargó sobre un joven palestino. Fue encontrado sin vida el miércoles, en otro bosque, cerca de la ruta que une Jerusalén con Tel Aviv. Había sido secuestrado al amanecer, frente a su casa, cuando se dirigía a una mezquita. Iba a rezar. Como la mujer. Pero con otro libro.

Estos libros, los de unos y otros, así como aquellos que encierran las enseñanzas de otras religiones, son sin duda sagrados y sabios. Tanto como cada cual estime. Pero también son maderos sobre el mar encrespado de la vida, a los que nos aferramos para no hundirnos, o para que no nos trague el vacío o la sensación de vacío, que tal vez sean la misma cosa. De esto último, y de inequidades más concretas, se aprovechan quienes los enarbolan para erigirse en dueños de una verdad detrás de la cual encolumnar a los náufragos.

Tal vez esos libros, todos, digan más o menos lo mismo. O, sabiamente, no lo digan. Porque en última instancia todos apuntan, como la poesía, a lo que escapa de las palabras. Estamos entonces ante un problema de traducción. En todos lados hay gentes que se empeñan en hacerles decir a las cosas lo que les conviene. En todos lados hay otros que lo aceptan. Al final, eso es tomado como bueno. Y ya nadie lee de verdad. Y las divisiones crecen y matan.


Nuevos motivos para desconfiar de la RAE y no usar sus diccionarios tendenciosos

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El 24 de mayo pasado, Gemma Aguilerapublicó el siguiente artículo en NacióDigital.cat. Pueden entenderse aquí algunas de las razones por las cuales este diccionario poco confiable merece nuestro mayor desprecio.

La RAE define un nuevo régimen
social y económico en España

 El Estado del bienestar ya no «luchará contra las injusticias de la economía de mercado», los bancos no serán «establecimientos de crédito» sino entidades dedicadas a la especulación financiera, y el dinero negro será, de ahora en adelante, «sucio». La actualización del Diccionario de la Real AcademiaEspañola (DRAE), que será válida a partir de octubre de 2014, establece cambios sustanciales en conceptos clave que definen el modelo económico y social del Estado español que tendrán efectos en la administración de justicia –el diccionario de la RAEes una referencia legal a la hora de dictar sentencias [en los países hispanohablantes]– y en la atribución de responsabilidades de los gobiernos en la administración de los presupuestos públicos.

Los académicos de la RAEhan introducido miles de enmiendas y adendas a la edición del DRAE de 2001, algunas de carácter ideológico y jurídico que pueden tener una incidencia negativa en el proceso catalán . Pero también se detectan otras modificaciones que parecen hechas a medida para justificar un nuevo régimen social y económico marcadamente neoliberal, en que el Estado se verá legitimado para abdicar de algunas de sus funciones de protección social y el sistema bancario se centrará más en la especulación financiera que en la misión de hacer llegar crédito a la economía productiva.

El cambio más sustancial, por su trascendencia en la vida cotidiana de los ciudadanos, es la definición de Estado de bienestar. Si hasta ahora la definición de la RAEadmitía que las reglas del libre mercado pueden tener efectos negativos en el principio de igualdad y justicia –sistema social de organización en el que se procura compensar las deficiencias e injusticias de la economía de mercado con redistribuciones de renta y prestaciones sociales otorgadas a los más favorecidos–, la nueva definición suprime la referencia a la economía de mercado y convierte al Estado del bienestar en una acción de carácter caritativo : «Organización del Estado en que este tiende a procurar una mayor distribución de la renta y mayores prestaciones sociales para los más desfavorecidos».

El nuevo DRAE recogerá la acepción «caja B», un concepto últimamente muy recurrente, pero en cambio suprimirá de sus páginas la referencia a dinero negro, que definía como «dinero obtenido ilegalmente, o bien que no se declara a la Haciendapública». Ahora el dinero negro será «dinero sucio», y sólo hará referencia a «dinero que no se declara a la Hacienda pública», sin que aparezca el la acepción «obtenido ilegalmente».
También sorprenden los cambios en la definición de banco, porque desaparece la palabra crédito. Una supresión nada inocente si se tiene en cuenta que la concesión de créditos ha sido históricamente la principal función de las antiguas cajas de ahorro y los propios bancos . Así, un banco pasa de ser «un establecimiento público de crédito, constituido en sociedad por acciones», a «una empresa dedicada a realizar operaciones financieras con el dinero procedente de sus accionistas y de los depósitos de sus clientes» . Entonces, ¿un banco no concederá nunca más un crédito y sólo se dedicará a la especulación financiera?

Del mismo modo, la entrada «banca» sufre una modificación para hacerla coherente con la de «banco», y si ahora se define como «el conjunto de entidades que tienen por objeto básico facilitar la financiación de las diferentes actividades económicas», es decir, conceder créditos, a partir de octubre la banca significará« actividad económica de operaciones financieras que se realiza mediante los bancos».

Las hispanistas Silvia Senz y Montserrat Alberte siguen analizando a fondo las modificaciones que la RAEestá haciendo de su diccionario, que como se puede comprobar, no siempre tienen una justificación estrictamente académica.

Rufino José Cuervo y Juan Valera se siguen peleando

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Rufino José Cuervo
El escritor y periodista colombiano Enrique Santos Molano publicó la conferencia que sigue en La Hojarasca. Alianza de Escritores y Periodistas de febrero/marzo de 2011. Pese al tiempo transcurrido, entendemos que sigue teniendo interés.

La polémica de Rufino José Cuervo con Juan Valera

Un episodio literario-lingüístico que tuvo fuerte resonancia a finales del siglo XIX y comienzos del XX, fue la polémica entre el escritor y filólogo colombiano, Rufino José Cuervo, y el escritor español Juan Valera. Caídos hoy en el olvido, ambos fueron celebridades mundiales en su tiempo. Juan Valera y Alcalá-Galiano, nacido en 1824, pertenecía a esos “cuatro o cinco escritores” españoles que, según Rufino José Cuervo, se leían con gusto y provecho en la América de habla castellana. La gente culta de Bogotá, por ejemplo, lucía en sus bibliotecas las obras de Valera. Quien no hubiese leído en la capital colombiana la novela Pepita Jiménez o las Cartas Americanas, pasaba por simple analfabeta. Las columnas de Juan Valera se publicaban en los principales diarios de las capitales latinoamericanas.

Juan Valera
A Rufino José Cuervo, residente en París desde 1881, lo calificaba el mundo intelectual europeo como un sabio cuyas opiniones, en materia de filología y lingüística, tenían valor de autoridad. 

La polémica se desató entre Cuervo y Valera a raíz de una expresión que estampó aquel en carta de julio de 1899 al poeta argentino Francisco Soto y Calvo, carta que apareció a finales de ese año como prólogo del poema “Nastasio”. Llegó el libro a manos de Juan Valera. No más leer la carta-prólogo, el escritor hispano montó en indignación y escribió en El Imparcial de Madrid, de 24 de septiembre de 1900, un artículo socarrón para refutar lo aseverado por Cuervo en su carta a Soto y Calvo. 

¿Qué dijo Cuervo en esa carta, que le saltó el bloque a Juan Valera? El propio Cuervo nos lo aclara en la respuesta a Valera, publicada en el Bulletin Hispanique, de Burdeos, correspondiente al tercer trimestre de 1901: “En una carta que escribí a mi amigo don F. Soto y Calvo con ocasión de su bello poema ‘Nastasio’, y que el egregio escritor argentino honró poniéndola al principio de su libro, expresé estos conceptos: ‘Díceme usted que al fin del libro pondrá usted un glosario de términos poco conocidos fuera de su país, como en Colombia han tenido que hacerlo autores y editores; y esto me hace pensar en otra despedida amarga en medio del festín de la civilización, como la de la novia que a hora desconocida deja la casa paterna entre los regocijos de la boda. Poco ha me dio usted a leer en La Nación [de Buenos Aires] el parecer de un sabio lingüista francés [posiblemente Luis Duvau, autor de El idioma nacional de los argentinos] sobre la suerte de la lengua castellana en América, parecer ya antes expresado por otros no menos competentes, y que a la luz de la historia es de ineludible cumplimiento. Cuando nuestras patrias crecían en el regazo de la madre España, ella les daba masticados e impregnados de su propia sustancia los elementos de la vida moral e intelectual, de donde la conformidad de cultura, con la única diferencia de grado en el continente hispano-americano; cuando sonó la hora de la emancipación política, todos nos mirábamos como hermanos, y nada nos era indiferente de cuanto tocaba a las nuevas naciones: fueron pasando los años, el interés fue resfriándose, y hoy con frecuencia ni sabemos en un país quien gobierna en los demás, siendo mucho que conozcamos los escritores más insignes que los honran. La influencia de la que fue metrópoli va debilitándose cada día y fuera de cuatro o cinco autores cuyas obras leemos con gusto y provecho, nuestra vida intelectual se deriva de otras fuentes, y carecemos pues casi por completo de un regulador que garantice la antigua uniformidad. Cada cual se apropia lo extraño a su manera, sin consultar con nadie; las divergencias debidas al clima, al género de vida, a las vecindades, y aún qué sé yo si a las razas autóctonas, se arraigan más y más y se desarrollan; ya en todas partes se nota que varían los términos comunes y favoritos, que ciertos sufijos o formaciones privan más acá que allá, que la tradición literaria y lingüística va descaeciendo y no resiste a las influencias exóticas. Hoy sin dificultad y con deleite leemos las obras de los escritores americanos sobre historia, literatura, filosofía; pero en llegando a lo familiar y local, necesitamos glosarios. Estamos pues en vísperas (que en la vida los pueblos pueden ser bien largas) de quedar separados, como lo quedaron las hijas del imperio romano: hora solemne y de honda melancolía en que se deshace una de las mayores glorias que ha visto el mundo, y que nos obliga a sentir con el poeta: ¿Quién no sigue con amor al sol que se oculta?’

“El señor Valera en los lunes de El Imparcial (24 de septiembre de 1900) [aquí pone Cuervo una nota que dice: ‘vuelve a la carga en La Nación de Buenos Aires de 2 de diciembre del mismo año], ha tomado muy a mal algunas de las frases anteriores, e ingenuamente confieso que lo he sentido: por una parte los años, con su penoso acompañamiento [Cuervo tenía en ese momento cincuenta y siete años, pero los médicos le habían diagnosticado envejecimiento prematuro] han obliterado en mí el órgano de la combatividad, aun en la forma de la discusión más cortés y mesurada, dejándome sólo el deseo, ya que no de agradar a todos, a lo menos de no herir a nadie; y por otra, he sido desde mi juventud, apasionado de las obras de este docto y ático escritor, las cuales he citado a cada paso, como tipo del buen castellano en nuestros días.

“Desecha y aparta el señor Valera como mal pensamiento la idea de que al castellano pueda sucederle en América lo que al latín en el imperio romano; pero lo que más le ha dolido es que yo haya dicho que ‘fuera de cuatro o cinco autores cuyas obras leemos los americanos con gusto y provecho, nuestra vida intelectual se deriva de otras fuentes’; y entiendo que es lo que más le ha dolido, porque recalca repetidas veces en las palabras gusto y provecho, aun poniéndolas en bastardilla. [aquí viene otra nota de pie página que dice: ‘Escribe, por ejemplo ‘Y no se me diga que no bien nos lancemos a hablar, en la antigua metrópoli y en todas las repúblicas sus hijas, diez y ocho lenguas nuevas, desaparecerá la esterilidad de nuestro ingenio, se nos aclararán las entendederas, y en vez de cuatro autores que escriban cosas de gusto y de provecho, tendremos cuatrocientos o quinientos. Desengáñese el señor Cuervo: si en el día y hasta el día hemos sido poco ingeniosos, provechosos y gustosos, lo seguiremos siendo, aunque se repita el milagro de la Torre de Babel’. Por más que reciba yo siempre con agradecimiento los consejos de personas a quienes respeto, en el caso presente podrá cualquiera pensar que la amonestación carece de una las principales condiciones que han de acompañarla, y es la de la discreción, pues ni ahora ni nunca he dicho que con la multiplicación de las lenguas hayan de aguzarse los ingenios, y por tanto no tiene el señor Valera por dónde saber si yo estoy en ese engaño o no’] Sin embargo, no debo insistir en esta desazón del señor Valera, ya que, pocas líneas adelante, se queja él propio de que en España mismo tendrían que andar hoy con fatigas para encontrar el número de los cuatro o cinco autores cuya lectura trae gusto y provecho a los americanos: ‘Ni siquiera en España caemos en gracia’. Yo lamento también como el que más, y sin poderlo remediar, que si en América quiere alguno estar al tanto del progreso científico y literario, desde la gramática hasta la medicina, la astronomía o la teología, no se le ocurra acudir a los libros españoles, y que si tiene los recursos necesarios para trasladarse a las universidades europeas, no escoja las de Madrid o Salamanca.

“Sea de esto lo que fuere, juzgo asunto interesante y que merece tratarse despacio, averiguar el estado del castellano en América y en vista de él conjeturar su suerte en lo venidero. Pero antes de intentarlo conviene recordar algunos hechos reconocidos como ciertos en la historia del lenguaje. Por sí solas, con el mero andar del tiempo y con las transformaciones ordinarias de las sociedades, pueden modificarse las lenguas, hasta el punto de convertirse en otras; como lo vemos con sólo comparar los primeros monumentos de nuestro castellano, los de las lenguas de oily de oc o los del alto alemán, con lo que hoy se habla y se escribe en España, Francia o Alemania. De modo que el latín pudo trasformarse también sin que hubieran intervenido los grandes trastornos que precedieron al nacimiento de las modernas nacionalidades; y la lengua castellana podrá seguir pasando por alteraciones sucesivas que aun paren en lenguas muy diferentes de las que hoy hablamos, sin que para eso se requiera, como supone el señor Valera, cosa parecida a la invasión de los bárbaros o al llamado letargo de la edad media, y menos todavía el que la lengua antigua sea sustituida por otra diversa, como si dijéramos el quechua o el chibcha. Los que cultivan la lengua literaria, acostumbrados a entender los libros de varias generaciones, padecen con frecuencia una ofuscación que les oculta las diferencias de cada época, haciéndoles creer que pueden fijarse los idiomas; pero no es necesario observar espacio tan largo como el que separa el Fuero Juzgo castellano o los poemas de Berceo de la elegante prosa del señor Valera, para descubrir diferencias sustanciales. Dejo aparte la pronunciación y ruego al mismo señor me diga si él emplearía los pronombres vos y quien como Cervantes, o si diría hiciéredes, quisiérades; o si usaría muchas construcciones, términos o expresiones del Quijote que hoy son malsonantes, o están olvidadas o con dificultad se entienden”.

El primer día del primer año del Siglo XX, escribió a Cuervo su amigo el farmacéutico y escritor catalán Ángel Sallent y Gotés una carta que termina con frase en apariencia insólita: “Valera es sin género de duda quien con más autoridad y más cariño ha pregonado los incomparables escritos de usted”. Puede que a Cuervo lo haya dejado impávido, y con razón, la revelación halagadora del farmacéutico, pero la frase de Sallent y Gotés es la llave que nos abre la puerta original de la polémica entre Cuervo y Valera.

Valera, en efecto, había escrito en 1896 [dos años antes de la polémica] en un artículo titulado “Los Literatos españoles en el Siglo XIX”: “En el profundo conocimiento de nuestro idioma, nadie hay ahora en España que compita con don Rufino Cuervo. El padre Blanco García llama, con sobrada razón, labor ciclópea de que pudiera ufanarse cualquiera literatura el Diccionario de Construcción y Régimen de la lengua castellana, del que ya ha publicado dos gruesos tomos el referido e ilustrado hijo de Colombia”. El elogio de Valera no se circunscribe a Cuervo, sino que se entusiasma con la literatura colombiana, y añade: “Muchos son los poetas y prosistas de que puede además gloriarse aquella república, descollando los dos Caros, padre e hijo, que hemos citado; Julio Arboleda, Gregorio Gutiérrez y González, famoso por su Memoria sobre el cultivo del maíz; Rafael Pombo, Diego Fallon y no pocos otros, debiendo hacer singular mención de don Antonio Gómez Restrepo, actual Secretario de la Legación de Colombia en Madrid”. El mismo año, en análisis de la obra póstuma de Juan Montalvo, Valera reafirma su opinión sobre Cuervo: “Tal vez sea en nuestra época, un colombiano, Rufino Cuervo, quien sabe, teórica y gramaticalmente, más lengua española, pero [un pero que a Cuervo no le debió caer en gracia] sin duda, quien la maneja con más castiza abundancia de vocablos, frases y giros, y quien la escribe con más primor y limpieza, como quien borda rico dechado, es, a mi ver, este para nosotros extranjero y acaso semiindio [Juan Montalvo].

De ahí que la aserción de Cuervo en su Carta-prólogo al poema del argentino Soto y Calvo, de que “en España no había más de cuatro o cinco autores que se leyeran en América con gusto y provecho”, le cayese a Valera como un puñetazo que no se esperaba. El famoso escritor español tomó como ofensa personal que, cuando el había dicho que Cuervo era el más profundo conocedor de nuestra lengua, y que en Colombia había muchos prosistas y poetas de renombre, de los cuales cita como ejemplo a siete, Cuervo le agradeciera con la afirmación humillante de que en España no había más de cuatro o cinco escritores importantes. No pienso que Cuervo albergara intención soslayada de molestar a Valera (ni existía motivo visible para ello, salvo el pero de la nota sobre Montalvo), sino que, con su característica de decir sin dobleces lo que piensa, quiso dejar constancia de lo que para él era un hecho evidente: que en España no había más de cuatro o cinco escritores vivos que pudieran leerse en América con gusto y provecho. Ese hecho no era tan evidente para Juan Valera, que resintió el golpe y lo devolvió con otro no menos doloroso para Cuervo.

En su réplica del 24 de septiembre de 1900, (“Sobre la duración del habla castellana”, con motivo de algunas frases del señor Cuervo) lo de menos importancia para Valera es la duración de la lengua castellana. Parece más interesado en herir a Cuervo y lo consigue con destreza. Comienza Valera por auto alabar su condición de optimista: “A Dios gracias yo soy por naturaleza poco inclinado a la melancolía y al desaliento. Hasta en las circunstancias más tristes procuro hallar algo que me traiga esperanza y consuelo. Como los niños de los cuentos de hadas, cuando se pierden en oscura y tempestuosa noche, en medio de un bosque lleno de malezas, precipicios y tal vez fieras, veo siempre a lo lejos resplandecer la lucecita que ha de guiarnos a un espléndido alcázar, donde genios bienhechores han de albergarnos, restaurarnos y regenerarnos. “A pesar, no obstante, [aquí hay una especie de pleonasmo. A pesar y no obstante tienen el mismo significado de sin embargo] de esta dichosa condición mía, como son tantos los Jeremías y las Casandras que andan por ahí pronosticando nuevos males, y como brillan con frecuencia ante mis ojos, a modo de siniestros relámpagos, terribles avisos y ominosas señales, confieso que me desazono, la postración se apodera de mi espíritu y me pongo muy compungido”.

Después de algunas consideraciones sobre su confianza en la perdurabilidad de la lengua castellana, perdurabilidad que creía asegurada porque lo hablaban en diecisiete repúblicas que habían permanecido como colonias en poder de España por cuatro siglos, Valera lanza el grueso de su artillería contra Cuervo: “Pero mi gozo en un pozo. Yo esperaba que seguirían siempre siendo hispanoparlantes cuantas naciones se extienden desde el Norte de México hasta el estrecho de Magallanes. Yo esperaba que seguiríamos hablando la lengua española cincuenta o sesenta millones de seres humanos [en ese momento el total de la población iberoamericana]; gran porvenir para nuestra literatura, por poco que dichos seres escriban y lean. Pero lo repito: el gozo en un pozo. Y ha venido a arrojarme en él, con sus dudas y temores, nada menos que el más profundo conocedor de la lengua castellana (y bien podemos afirmarlo sin temor de que nadie nos desmienta) que vive hoy en el mundo”.

Valera hace a continuación un recuento del poema “Nastasio”, y vuelve a machacar que en la carta-prólogo “hay una idea harto contraria a la condición, vida y carácter de quien la emite. Imposible parece que desconfíe tanto del porvenir en América del idioma castellano quien ha consagrado toda la vida a su estudio y está erigiéndole el maravilloso monumento de un Diccionario de construcción y régimen. Quizá exprese don Rufino J. Cuervo, pues ya se entiende que éste es el autor de la carta, no ya una convicción, sino el temor, propio de quien mucho ama, de que aquello que ama desaparezca o muera”.

El resto del artículo de Valera, del cual cita Cuervo algunos párrafos para iniciar su respuesta, no contiene mucha sustancia y se reduce a lanzarle a su contrincante pullas más o menos ingeniosas, como con la que termina. Hace una larga digresión sobre la novela “del escritor polaco Sienkiewicz” Quo vadis? que “está teniendo en España un éxito tan grande de librería” como “no le ha tenido ningún novelista español”. Y de la parrafada, algo farragosa, le clava a Cuervo la banderilla final: “En suma: yo no quiero decir más sino que la novela Quo vadis? se lee con gusto y con provecho como dice el señor Cuervo que sólo se leen en América cuatro o cinco de nuestros autores”.

A primera vista, Valera había puesto a Cuervo contra las cuerdas. ¿Cómo podría explicar don Rufino José la contradicción flagrante de haber dicho en el famoso prólogo a la primera edición de las Apuntaciones Críticas de 1872 [reiterado en las numerosas ediciones subsiguientes] que “Nada, en nuestro sentir, simboliza tanto la patria como la lengua: en ella se encarna cuanto hay más dulce y caro para el individuo y la familia, desde la oración aprendida del labio materno y los cuentos referidos al amor de la lumbre hasta la desolación que traen la muerte de los padres y el apagamiento del hogar; un cantarcillo popular evoca la imagen de alegres fiestas, y un himno guerrero, la de gloriosas victorias; en una tierra extraña, aunque halláramos campos iguales a aquellos en que jugábamos desde niños y viéramos allí casas iguales a donde se columpió nuestra cuna, nos dice el corazón que, si no oyéramos los acentos de la lengua nativa, deshecha toda ilusión, siempre nos reputaríamos extranjeros y suspiraríamos por las auras de la Patria. De suerte que mirar por la lengua vale para nosotros tanto como cuidar los recuerdos de nuestros mayores, las tradiciones de nuestro pueblo y las glorias de nuestros héroes.; y cuando varios pueblos gozan del beneficio de un idioma común, propender a su uniformidad es avigorar sus simpatías y relaciones, hacerlos uno solo. Por eso, después de quienes trabajan por conservar la unidad de creencias religiosas, nadie hace tanto por el hermanamiento de las naciones hispano-americanas, como los fomentadores de aquellos estudios que tienden a conservar la pureza de su idioma, destruyendo las barreras que las diferencias dialécticas oponen al comercio de las ideas”, y decir en 1899 la cosa contraria? La contradicción se resalta porque en 1900 el señor Valera le replica al señor Cuervo con las mismas ideas que el señor Cuervo había planteado en 1872. 

Para explicar que su contradicción se resolvía en sí misma, Rufino José Cuervo, a continuación del párrafo introductorio que dedica a contestar las directas o indirectas de Juan Valera, se olvida de él y escribe El Castellano en América, uno de los grandes ensayos científicos, filológicos y lingüísticos de la lengua castellana. Demostrará en primer lugar, que en una edad todavía remota, el idioma castellano se habrá transformado en otra lengua, o en varias lenguas distintas, como sucedió con el latín; pero que, como con el latín, el fenómeno de extinción del castellano no ocurrirá antes de un amplio período de expansión; en segundo lugar que los síntomas de evolución del castellano se pueden observar ya en los vocablos propios de cada región, no sólo de la Américahispana, sino de la propia España y que serán cada día más evidentes y abundantes; y en tercer lugar que sus obras, desde las Apuntaciones Críticas hasta el Diccionario de Construcción y Régimen sólo han pretendido darle al idioma español las herramientas filológicas y lingüistas necesarias que le permitan, en ese período de expansión, preservar su pureza mediante la inclusión enriquecedora de los vocablos originales de los pueblos americanos.

Cuervo tenía una mentalidad literario científica, mientras que Valera circunscribía su pensamiento a lo estrictamente literario. Era difícil que pudiera sostenerse entre ellos una polémica de iguales. Valera ni poseía los conocimientos, ni el método de análisis científico, ni las herramientas de lingüística y filología en las que Cuervo abundaba. Valera se habría visto a gatas para contestar un escrito denso y profundo, sin dejar de ser ameno, como la respuesta de Cuervo, que se convierte en un ensayo. Por eso Valera no se le mide a polemizar con Cuervo sobre lo que él plantea en El Castellano en América, sino que sustituye la discusión científica por unas cuantas pullas que le lanza a su contendor. En prólogo para el libro de Santiago Pérez Triana, Reminiscencias Tudescas, dice Valera con la evidente intención de molestar a Cuervo por el hecho de que este hubiese preferido Paris para sus estudios y residencia, antes que Madrid. “…y ya que la madre España se halle atrasada y decadente, y valga poco para ilustrar y educar a sus hijos emancipados del otro lado del Atlántico, bueno es que no se ilustren, ni se eduquen en Francia sólo, sino que tomen también de Alemania y de Inglaterra. Saciando así, no en una sola fuente, sino en varias, la sed de sabiduría, el ser castizo, solicitado por distintos y aun opuestos objetos y movido por distintas propensiones, permanecerá firme en lo sustancial, no se descartará y conservará su naturaleza genuina.

“Ha dicho el señor don Rufino Cuervo que sólo hay ya cuatro o cinco libros en castellano que pueden leerse con deleite y provecho por los habitantes de la América española. Sea muy enhorabuena. No trataré yo de demostrar que el señor don Rufino Cuervo, o nos trata con adusta severidad, o anda muy equivocado. Iré más allá que él: no concederé sólo que es exacto lo que dice, sino que afirmaré que no hay un solo libro español que enseñe nada ni que merezca ser leído. Pero si no los hay ni los hubo, ¿por qué hemos de asegurar también que nunca los habrá? Si por acá en Europa no los escribimos ni somos capaces de escribirlos, ¿hemos de reconocer y de proclamar la inferioridad intelectual de nuestra raza hasta el extremo de que ni en América han de aparecer ya escritores que diviertan o que enseñen, que puedan ser leídos con deleite o con provecho? Si el mal está en nuestra natural condición inferior, el mal no se remedia con salir escribiendo en otro idioma que no sea el castellano, o con incurrir en los más serviles y constantes galicismos de pensamiento, lo cual casi es peor. Así, pues, yo aplaudo y celebro como eficaz antídoto contra la galomanía que el señor Pérez Triana haya estudiado en Alemania, sepa tanto de la literatura de aquel país…”
Como se ve el señor Valera está respondiendo con tópicos los planteamientos trascendentales del señor Cuervo, y además refutando cosas que Rufino José no ha dicho. Esto le disgusta al señor Cuervo mucho más que las pullas del señor Valera. Cuervo lo expone con claridad en carta que en 18 de julio de 1903 le escribe al filólogo italiano Emilio Teza para remitirle el folleto titulado “Fin de una Polémica”, que viene a ser la segunda parte de El Castellano en América. Le dice Cuervo a Teza: “Con pena le remito el fin de la polémica con Valera: este señor me ha sacado de mis casillas, con la pretensión de burlarse de mí, y no sé si he hecho mal en no aguantárselo. Por de contado que a la ciencia nada le importa que el entienda de lingüística o no, o que yo haya dicho esto, o lo otro, o lo de más allá. Por eso he enviado el folleto a poquísimos amigos del oficio”. En nota inserta en el mismo cuaderno que le envía a Emilio Teza, el señor Cuervo comenta: “Está visto que el señor Valera no quiere entender de qué se trata”.

La pulla de Valera que sacó a Cuervo de sus casillas, es la que cierra un artículo, “La Españaliteraria de Boris de Tannenberg”. Es más sutil, y por consiguiente más venenosa que las anteriores. Dice el autor de Pepita Jiménez: “Por dicha no es sólo el señor Boris quien hoy en esto se emplea. El número de buenos hispanófilos va aumentando en Francia. De ello dan testimonio la Revista Hispánica, que se publica en París; El Boletín Hispánicoque se publica en Burdeos, y la actividad del editor Eduardo Privat, de Tolosa, cuya Biblioteca Española ha dado a luz ya varios interesantes volúmenes y tiene en preparación muchos otros, debidos al saber y al ingenio de los señores Morel-Fatio. Piñeyro, Farinelli, Cuervo, Ernesto Merimée y otros”.

Aquí no habría, para un lector desprevenido, ninguna pulla, ni nada que pudiera ofender al señor Cuervo. Antes bien Valera lo menciona elogiosamente entre un grupo de ilustres hispanófilos que van a ser incluidos en una colección del editor francés Eduardo Privat. Pero la intención de Valera sí es la de burlarse de Cuervo, al poner en español nombres franceses, como Revista Hispánica por Revue Hispanique y Boletín Hispánicopor Bulletin Hispanique, así como Eduardo Privat por Edouard Privat, y Tolosa por Toulouse. Esto era para burlarse de lo que Valera llamaba la galomanía de Cuervo, burla que Valera remacha incluyendo a Cuervo como hispanófilo, que era el último título que Cuervo habría deseado tener, y ubicándolo a machete en una colección de hispanófilos a la que Cuervo no pertenecía.

En septiembre de 1902 Cuervo le anunció al director del Bulletin Hispanique de Bordeaux, Alfred Morel-Fatio, un nuevo artículo para completar la respuesta a Valera y replicar a sus nuevos comentarios. Morel-Fatio le respondió a Cuervo: “Muchísimo me alegro de que continúe la polémica con D. Juan Valera porque la contestación de usted será como suya y pondrá al alcance de los aficionados un nuevo tesoro de erudición y de sana crítica. Excuso decirle a usted que la redacción del Bulletin considera como su gloria publicar todo lo que cae de la pluma de usted. El número 4 está ya en pages, de modo que tendrá usted que esperar el 1º de 1903, pero usted puede mandarme el manuscrito que se imprimirá inmediatamente”. Cuervo le mandó el manuscrito, que contenía también una “amable alusión al Bulletin”, pero llena de invectivas contra Valera. Recibió respuesta de Morel-Fatio el 3 de noviembre de 1902: “He recibido y leído de un tirón su preciosa contestación a Valera que tan magistralmente pone las cosas como deben estar. Le mandaré mañana a Cirot para que se imprima desde luego”.

Sin embargo, al releer el artículo de su eminente colaborador, Morel-Fatio se asustó por la ferocidad de las críticas de Cuervo contra Valera, y volvió a escribirle el 7 de noviembre: “Réflexion faite, creo que la alusión tan amable de usted al Bulletin, en su contestación a Valera, tiene ciertos inconvenientes y podría dar prise a tal o cual personaje poco simpático a nuestra modesta publicación. De modo que contando con su buena amistad, vengo a pedirle a usted suprimir la frase. Además y auque haya algunos motivos de creer que Valera puso Boletín Hispánico de Burdeos con cierta intención despreciativa, no aparece la tal intención con tanta claridad que necesite la paliza que usted le administra: más vale no menearlo”.

Cuervo accedió a no menearlo y suprimió la frase. El Fin de una polémica se publicó en el Bulletin Hispanique del primer trimestre de 1903. Ni Valera, ni Cuervo volvieron a cruzar palabra por la prensa. Valera murió en 1905 y Cuervo en 1911. Al escribir en un diario de París la nota necrológica del sabio bogotano, su colega el filólogo francés Raymond Foulché Del Bosc hizo un espléndido resumen de lo que había sido la polémica con Juan Valera: “A un sudamericano amigo nuestro que lo vio en París pocos años antes de su muerte, en 1908, le decía sonriendo: ‘Tengo escrúpulos de vieja. Es algo morboso que me impide escribir. He reunido muchos materiales pero encuentro siempre que algo falta a las afirmaciones más sólidas para ser científicas, que el saber, cuanto más intenso, es también más tímido y lento’. “Contribuyeron a aumentar tales escrúpulos infundadas críticas que herían la quebradiza susceptibilidad de Cuervo. El primer tomo del Diccionario fue elogiado por la crítica francesa y por las sumidades intelectuales de España también. Pero no siempre le perdonaron en Madrid que fuera él, un americano, la primera autoridad en cuestiones de filología española. Más de un ‘energúmeno’, como le decía don Manuel Tamayo y Baus en una carta fechada el 22 de noviembre de 1886, le atacó sin nombrarse, con mal reprimida cólera. Y don Juan Valera, el impertinente don Juan Tenorio de las letras españolas, que comenzaba a extender su ‘protectorado’ en América, sintió celos del americano magistral. ‘Figurándose tener aun el imprescriptible derecho a la represión violenta de los insurgentes, como decía agudamente Cuervo, amonestaba al filólogo con enfadosa insistencia, en La Naciónde Buenos Aires, en El Tiempo de México, etc. ¡Singular contienda aquella! Por un lado la presuntuosa ‘erudición a la violeta’; por el otro el saber humilde y formidable. Como las cosas subieran de punto, don Rufino castigó la altanería en un artículo vengador. Era quizás la primera vez que se enfadaba. “A lo que parece –escribía entonces—no tiene el señor Valera más idea de lo que se habla en América que la que le dan los libros de sus admiradores”. Concluía don Rufino por censurar al censor: ¡hallaba errores gramaticales en la respuesta de Valera!”.

Está claro hoy, ciento diez años después de la sonada polémica entre Rufino José Cuervo y Juan Valera, que quien de lejos tuvo la razón fue el señor Cuervo, como lo vamos viendo a diario en la evolución del lenguaje. Las previsiones idiomáticas de don Rufino José Cuervo respecto al castellano se han venido cumpliendo con precisión matemática.

Memoria de un traductor catalán

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Francisca Bahima y Toha, de la  Cátedra Libre del Pensamiento y Cultura Catalanes Universidad Nacional de la Plata, publicó en Olivar (vol.12 no.15  La Plata ene./jun. 2011) el siguiente artículo sobre el traductor catalán Jordi Arbonès, que, por su interés, se ofrece a continuación.


Jordi Arbonès en Argentina.
Un traductor del inglés al catalán

Datos imprescindibles sobre Jordi Arbonès
El 17 de julio de 1929, en una casa de la calle Cortines de Barcelona, nacía Jordi Arbonès. Pertenece a una generación llamada los niños de la guerra. Proviene de una familia de origen campesino. Cuando se aproximaban las tropas franquistas a Barcelona, en el año 1939, su padre tomó el camino del exilio hacia Francia y a su regreso fue a parar al campo de concentración de San Jorge (Horta), en Barcelona, y no salió hasta que su madre consiguió unos avales. 

Asistió al Colegio Pelayo, donde cursó sus estudios primarios. Ésta fue la única escuela en su formación, era de pago. Al implantarse la dictadura del general Franco se inicia una persecución del uso público de la lengua catalana, se siente afectado por esta prohibición y piensa que le habían robado su lengua, "como si me hubiesen efectuado una lobotomía", según lo expresa el mismo Arbonès en la entrevista realizada por Marcos Rodríguez Espinosa (2002). Conoce, entonces, a un ex cura, Antoni Jaume, un gran conocedor de la lengua y la literatura catalana que le da clases de forma clandestina. Por esta época, estudia también inglés por su cuenta y después con un profesor particular sin título. Empieza a leer revistas y libros en esta lengua; luego la literatura inglesa y norteamericana estarán presentes en su obra, a través de las traducciones. 

A los catorce años, trabaja de aprendiz en una distribuidora de materiales eléctricos y estudia Teneduría de Libros en la Academia Fernández.A los dieciséis, empieza a hacer teatro, y actúa en "Germanor Barcelonina". Cuando regresa del servicio militar, integra la Comisión de Cultura de la "Penya Cultural Barcelonesa". Editan Inquietud, una revista mimeografiada, bilingüe: la tapa y la contratapa en castellano y el interior en catalán, con la advertencia de que era de uso privado. Sin embargo, es suspendida por la censura, por lo que sólo aparecieron tres números. 

En el verano del año 1955, conoce en Lloret de Mar a un matrimonio anglo-alemán que lo invita a pasar las navidades en su casa. No lo piensa dos veces y aprovecha la ocasión para quedarse a trabajar en Inglaterra pero no puede porque sólo tiene visado de turista. Aprovecha su estancia en la isla para mejorar su conocimiento del idioma. Al poco tiempo regresa a Barcelona y se embarca con destino a Buenos Aires. Fue un exilio de carácter voluntario más que político, ya que los motivos que lo llevaron obedecían a razones personales. 

En 1956 llega a Buenos Aires, después de trabajar dos años en un despacho entra en la Editorial Poseidón. Más tarde, para no perder su identidad catalana inicia sus actividades en el Casal de Catalunya, donde fue uno de los miembros más activos y donde en 1966 participó en la fundación de la Obra CulturalCatalana.

Labor de un traductor a la distancia
La vida de Jordi Arbonès nos ofrece dos rasgos significativos para mantener viva la lengua y la cultura catalanas. Ambas sufrieron diversas situaciones de opresión y desarrollo a lo largo de la historia.1 En primer lugar, fue un traductor al catalán desde la distancia, desde Argentina; esto es, vivió la traducción como un acto renovador, mediante el cual contribuyó a fundar cimientos culturales que enriquecieran la literatura catalana, con obras importantes de la literatura universal en lengua inglesa. 

En segundo lugar, la calidad de su labor como traductor. Cuando las circunstancias lo ubicaron en Argentina, inmediatamente le asaltó la necesidad de mantenerse ligado a su tierra natal para no sentirse tan lejos de ella y la traducción fue el camino. Contribuyó al enriquecimiento de las letras catalanas con la incorporación de numerosos clásicos universales y permitió, además, a muchos lectores acceder a dichos autores, cuyas obras no se habían dado a conocer aún en su lengua. 

Fue un traductor prolífico, puesto que tradujo unas cien obras al catalán y unas cincuenta al castellano, especialmente novelistas y dramaturgos de la literatura inglesa y norteamericana de los siglos XVIII, XIX y XX.

Escribió, además, tres obras inéditas y como ensayista, cuatro artículos dedicados a los aspectos prácticos de la traducción porque no se consideraba un teórico de la misma. Decía que todo lo que un traductor cuenta sobre su experiencia puede ser útil para otros traductores o para estudiantes del traductorado.2 

Debido a las circunstancias que vivió, acumuló una correspondencia de más de dos mil cartas que sirven para introducirse en múltiples facetas de su personalidad, en la vida cultural de Barcelona y en los criterios para la normalización de la lengua catalana. 

Por los años cincuenta, todavía en Barcelona, inicia su primera actividad como traductor en el teatro. Antes de marchar a América, Ricard Salvat -fundador de la Escola d'Art Dramàtic Adrià Gual- le había encargado la traducción de L'home que va néixer per morir penjat, una obra de teatro en un acto, que se había de representar de forma clandestina y sin esperar ninguna retribución. Esta traducción, según dijo Arbonès, "s'ha perdut per sempre" (Farrés, 2005:42). 

Es también a principios de los cincuenta que lee libros en inglés y se siente tentado de hacer algunas traducciones de ciertos cuentos de Oscar Wilde, que no se han encontrado pero que quizá se encuentren entre su legado, cedido a la Facultad de Traducció i d'Interpretacció de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Como adelantábamos, en 1958 en Buenos Aires, entró a trabajar en la editorial Poseidón de Joan Merli, un catalán exiliado en 1939. Aquí, "hacía de lector de originales, de corrector de estilo y de pruebas, y aprendió todo lo referente a la edición de libros", según se explica en la entrevista realizada por Marcos Rodríguez Espinosa (2002). 

En 1960, Merli funda, paralelamente, la editorial Malinca que publica novelas policíacas con distribución en quioscos; Jordi Arbonès tradujo algunas de ellas al castellano, en las que no constaba su nombre como traductor; lo hacía como complemento de su trabajo. 

Cuando Poseidón cierra sus puertas (1971) estuvo haciendo traducciones como free-lance para las editoriales Emecé y Paidós durante un tiempo. Luego, entró a trabajar en la editorial Marymar como lector y corrector. Unos años antes, por la década del sesenta, siguiendo su experiencia de traductor teatral en Barcelona, a instancias de Joaquín Moreno -que dirigía el cuadro escénico del Casal de Catalunya de Buenos Aires- hizo la versión catalana Del pont estant de Arthur Miller, publicada muchos años más tarde, en 1986. Esta obra fue todo un éxito porque fue muy bien recibida por el público. Al año siguiente, estimulado por el buen recibimiento que el público da a la innovación -se rompía la tradición de representar sólo obras de autores catalanes- le pide que traduzca una obra de Tennessee Williams, que publicó en 1983: Un tramvía anomenat desig. Un año después, se repetía el ruego y entonces tradujo del mismo autor otra obra publicada en 1987: La gata damunt la teulada.3 

Una vez puesta en escena la obra de Miller, decide enviar una muestra de su traducción a Joan Oliver, que era director de la editorial Proa. Oliver, después de leer la versión, dictaminó -según testimonio del mismo Arbonès- que no hacía "olor de traducció" (Farrés, 2005:43). Se entiende que parecía escrito originalmente en catalán, que no era una traducción. 

Después de la contestación de Oliver, recibió los primeros encargos editoriales para que tradujera obras de Ernest Hemingway, William Faulkner y Henry Miller. En la entrevista que tuvo con Marcos Rodríguez Espinosa explicó cómo fue el proceso de traducción y cuáles fueron las mayores dificultades a la hora de traducir estos autores universales de la primera mitad del siglo XX. Después de superar toda clase de dificultades, en 1970 se publicó Primavera Negra de Henry Miller. Era éste un autor por el cual sentía una profunda admiración, quería dar a conocer en su lengua a uno de sus autores predilectos, a un autor casi fetiche de quien tradujo nueve obras en catalán a lo largo de más de treinta años, entre 1970 y 2001. 

Seguirán en la década del setenta, Per qui toquen les campanes de Ernest Hemingway (1971); otras obras de Miller: El temps dels Assassins (1975), Tròpic de cáncer (1977), Tropic de capricorn (1978); Escales cap al foc (1976) y Afrodisíac: selecció de textos eròtics (1979) de Anaïs Nin. Algunos de estos textos constituyeron una avanzada del tema erótico en la cultura escrita española posfranquista. 

A partir de 1975, comienza a publicar traducciones en castellano, pero se siente como un intruso en este campo, a pesar de que la mayor parte de sus estudios los hizo en castellano. Aquí, aparece sólo como un traductor profesional como explica Ramón Farrés (2005:42) en un artículo sobre "Les traduccions de Jordi Arbonès: una visió de conjunt". Basta recordar títulos como Los perros, Adolescencia y aprendizaje, Hitler vuelve. Estas versiones en castellano las alternará con traducciones al catalán. 

Según Victoria Alsina (2008), en un artículo sobre "Les traduccions de Jane Austen", fue el traductor que más contribuyó a la introducción de la literatura en inglés al catalán en los años 80. El autor cuenta sus experiencias de cuando traduce a Henry James calificándolo como un autor paradigmático y complicado, ya que su prosa resulta difícil de traducir por su permanente ambigüedad, sobre todo en Washington Square(1981). A Faulkner lo considera un autor con un universo muy peculiar, le respetó el arte de escribir; bajo ningún concepto hizo enmiendas. Fue un traductor que se esforzó por respetar lo que estaba traduciendo, como puede verse en El soroll i la fúria (1984) y Les palmeres salvatges (1985). 

Por entonces, muchas editoriales adoptaron el criterio de incluir un prólogo en algunas colecciones y solían pedirlo al traductor. A Jordi Arbonès le gustaba hacerlo cuando conocía lo suficiente al autor y su obra: escribió el prólogo de Les palmeres salvatges, El temps dels assassins y Sexus de Miller; Escales cap al foc de Anäis Nin y L'amant de Lady Chatterley de David Herbert Lawrence. Dichos prólogos están muy bien documentados y aportan datos para conocer al autor y a su obra, sin quitarle al lector la magia de la lectura. 

Sigue traduciendo a Miller porque lo admiraba y lo sentía muy cercano, así publica En tombar la vuitantena(1984) y El colós de Marussi (1987). La traducción de Ada o l'ardor: una crònica familiar (1987) de Vladímir Nabòkov supuso todo un desafío para su carrera profesional; tanto es así que, cuando terminó la traducción, prometió que nunca más traduciría ninguna obra de este autor, cosa que cumplió sólo en parte. 
En 1984 publica La taronja mecànica de Anthony Burgess y también La fira de las vanitats de William Thackeray. Esta última obra fue premiada dos años más tarde. 
Se destacan en esta época las traducciones que hizo al castellano de Danielle Steel, de quien tradujo ocho novelas entre 1982 y 1986. 

A finales de los ochenta, su dedicación a la traducción llegó a ser exclusiva. Coincide con una crisis económica en Argentina, es la época de la hiperinflación y la devaluación del peso; deja su trabajo de ocho horas diarias en una editorial local para dedicarse exclusivamente a la traducción para editoriales catalanas, según el artículo de Ramon Farrés (2005:44). Esta circunstancia hace que en la década de 1990 aumente aún más su producción. 

Continúa la alternancia de traducciones en castellano y en catalán, pero las últimas le sacan una ventaja importante a las primeras. En castellano, traduce textos de mejor calidad, respecto a la década anterior, El clamor de las brujas de Salem (1994) de Ann Rinaldi y El Libro de Daniel (1997) de Edgar Lawrence Doctorow. En catalán, se mantiene con la pasión de traducir a Milller y publica el Gall foll y Sexus, ambas obras en 1992. Cabe destacar también La copa daurada de Henry James (1995), que se caracteriza por la extensión extrema de las frases, con incisos dentro de los incisos, que no siempre parecen justificados. Con el tiempo, los editores le empezaron a encargar obras clásicas del siglo XIX e incluso del siglo XVIII. Así tradujo L'abadia de Northanger (1991) de Jane Austen. Esta obra forma parte de las primeras incursiones en lengua inglesa anterior al siglo XX. Se trata de la lengua más antigua con que trabajó, con todas las dificultades que esto le acarreaba, ya que el inglés de esta obra era muy diferente del que él estaba acostumbrado a traducir. Se comprueba por el artículo de Victoria Alsina (2008) que las traducciones de Austen se producen en un momento de transición en la carrera de Arbonès, ya que está pasando de la literatura norteamericana e inglesa del siglo XX a obras clásicas de siglos anteriores y a otros tipos de literatura, como la literatura infantil y juvenil, y más adelante la novela negra y los best-sellers. Incorporó a su extensa producción escritores contemporáneos como Philip Larkin, Paul Bowles y David Lodge. 

Jordi Arbonès murió en 2001. Terminó su carrera con una obra de Henry Miller, Els llibres de la meva vida.

Premios y Cátedra
Arbonès fue un traductor que realizó una vasta labor con calidad y compromiso; algunas de sus traducciones fueron distinguidas con prestigiosos premios, como el Premio de Traducción en Prosa de la Generalitat de Catalunya por la Fira de la vanitats de William Thacderay en 1986 y el Premio Nacional de Traducción de la Institució de les Lletres Catalanes por Una historia de dues ciutats de Charles Dickens en 1993. 
A la muerte de Jordi Arbonés en el 2001, la familia del traductor donó su legado personal a la Facultatde Traducció i d'Interpretació de la Universitat Autònomade Barcelona. Para rendirle un homenaje que perdurara y que se convirtiera en un estímulo permanente para la profesión, la Facultad creó el 21 de mayo de 2003 la "Càtedra Jordi Arbonès", de carácter honorífico. Es la primera del Estado español dedicada a un traductor. 

Dicha Cátedra representa un reconocimiento del mundo académico a la tarea de la traducción, un interés de la comunidad universitaria y de la sociedad por todo tipo de trasvases culturales. El objetivo de la Cátedra es el de velar por la conservación, la difusión y el estudio de la obra de Jordi Arbonès y promover la interacción entre traducción y literatura. Una de las actividades de la Cátedraes organizar cada dos años unas jornadas sobre "Traducció i Literatura". 

En la conferencia de la inauguración de la Cátedra, Joaquim Carbó (2003), escritor y amigo del traductor, expresó: "Sus papeles y sus libros quedarán en esta Universidad como el testimonio de una vida dedicada a la traducción con un máximo de tenacidad y pasión y con un entusiasmo atado del todo al rigor".

Reflexión final
Al cabo de un año de la publicación de La fira de les vanitats, Arbonès recibe una carta del traductor Joaquim Mallafrè (3/12/85) donde lo felicita por el resultado de su trabajo con estas palabras:“La teva traducció és d'una correcció extraordinària. Ja saps que sempre he admirat la teva seriositat, la teva professionalitat, procurant sempre servir l'autor i els resultats són sempre d'una eficàcia exemplar (...) Hi ha una feina humil -el traductor queda entre bastidors, no es veu, i això es difícil-, tenaç que dóna el to que la traducció necessita”. (Rodríguez Espinosa, 2005:74)

Su gran mérito es por un lado, haber incorporado numerosos clásicos universales a las letras catalanas; por el otro, haber permitido a muchos lectores acceder a dichos clásicos. Todo ello lo llevó a término, prácticamente, fuera del ámbito lingüístico del catalán. Venció sus propias dificultades y colaboró para mantener viva la esencia de una lengua y de una cultura. 

Como decía Mallafrè, es momento de "sacarlo de los bastidores", de dar a conocer su figura y su labor, para que sus traducciones se continúen reeditando y leyendo tanto en el mundo de habla hispana como en Cataluña.

Notas
1 Las historias de la lengua plantean que ya en el siglo VIII era una lengua diferente a la latina, y accede a la escritura en el siglo XII. Después de alcanzar una época de esplendor en el siglo XV, sufre una fuerte represión en el siglo XVIII. En el siglo XX se dispone de una normativa lingüística y, en su primer tercio, Cataluña vive una efervescencia política y se constituye la Generalitat, que facilita la normalización de la lengua. Este futuro prometedor se rompe a causa de la Guerra Civil(1936-1939). Entre 1960 y 1975 aparecen indicios de resurgimiento de la lengua, hasta que en 1979 el catalán vuelve a ser lengua oficial y propia en Cataluña y comparte el nivel de lengua oficial con el castellano.
2 Dichos artículos aparecieron publicados en Revista de Catalunya entre 1995 y 1996.
3 Arbonès pensaba que en la obra teatral, al ser todo diálogo y más coloquial, las frases debían conservar la entonación y el ritmo de la palabra hablada. Cuenta que asistió a ensayos de obras que había traducido y eso le permitió suavizar frases -que podían sonar demasiado rápidas- o bien cambiar el orden de la oración, así como sustituir una palabra más literaria por otra más corriente con el fin de facilitarle al actor la expresión sin contemplación alguna.
4 En este artículo, se presenta una bibliografía completa de las traducciones de Jordi Arbonès.

ANEXO: Información sobre la obra de Jordi Arbonés
Fuente
PIIJUAN, ALBA, 2003. "Entrevista a Jordi Arbonès". Quaderns. Revista de Traducció 10,153-163.http://www.raco.cat/index.php/QuadernsTraduccio/article/view/25379/25/213
I. Obras traducidas al Catalán
HORNEY, KAREN, 1969. La personalitat neuròtica del nostre temps. Barcelona: Edicions 62 (Llibres a l'Abast, 73).
MILLER, HENRY, 1970. Primavera negra. Barcelona: Aymà (Tròpics).
HEMINGWAY, ERNEST, 1971. Els primers quaranta-nou contes. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de la Literatura Universal.Segle XX; 36).
HEMINGWAY, ERNEST, 1971. Per qui toquen les campanes. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 158).
O'FLAHERTY, LIAM, 1973. El delator. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 162).
MILLER, HENRY, 1975. El temps dels assassins. Barcelona: Proa (La Mirada).
SALIVAROVA, ZDENA, 1975. Estiu a Praga. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 171).
NIN, ANAÏS, 1976. Escales cap al foc. Barcelona: Aymà (Tròpics).
MILLER, HENRY, 1977. Tròpic de càncer. Barcelona: Aymà (Tròpics).
MITCHELL, MARGARET, 1977. Allò que el vent s'endugué. Barcelona: Aymà (Zènit).
MILLER, HENRY, 1978. Tròpic de capricorn. Barcelona: Aymà (Tròpics).
LAWRENCE, D.H., 1979. L'amant de Lady Chatterley. Barcelona: Proa (A Tot Vent, 185).
NIN, ANAÏS, 1979. Afrodisíac: selecció de textos eròtics. Barcelona: Proa.
JAMES, HENRY, 1981. Washington Square. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 225).
WILLIAMS, TENNESSEE, 1983. Un tramvia anomenat desig. Barcelona: Edicions del Mall (Biblioteca Teatral; 19).
BURGESS, ANTHONY, 1984. La taronja mecànica. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 214).
DURRELL, LAWRENCE, 1984. Clea. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 206).
FAULKNER, WILLIAM, 1984. El soroll i la fúria. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 219).
MILLER, HENRY, 1984. En tombar la vuitantena. Sabadell: Edicions dels Dies (Plecs; 10).
THACKERAY, WILLIAM, 1984. La fira de les vanitats. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de la Literatura Universal; 38).
FAULKNER, WILLIAM, 1985. Les palmeres salvatges. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 226).
FORSTER, E.M., 1985. Viatge a l'Índia. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 227).
VIDAL, GORE, 1985. Washington D.C. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 236).
MAUGHAM, W. SOMERSET, 1986. De la servitud humana. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 256).
MILLER, ARTHUR, 1986. Del pont estant. Barcelona: Edicions del Mall (Biblioteca Teatral; 46).
MILLER, HENRY, 1987. El colós de Marussi. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
NABÒKOV, VLADÍMIR, 1987. Ada o l'ardor: una crònica familiar. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de la Literatura Universal. Segle XX; 13).
NABÒKOV, VLADÍMIR, 1987. L'encantador. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
WILLIAMS, TENNESSEE, 1987. La gata damunt la teulada. Barcelona: Edicions 62 (El Galliner; 99).
ANDERSON, ROBERT WOODRUFF, 1988. Te i simpatia. Barcelona: Institut del Teatre (Biblioteca Teatral; 55).
AUSTEN, JANE, 1988. Persuasió. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
BIERCE, AMBROSE, 1988. Faules fantàstiques. Vic: Eumo (Narratives; 11).
PURDY, JAMES, 1988. Cambres estretes. Barcelona: Edicions 62 (El Balancí; 205).
TOLKIEN, J.R.R. 1988. El ferrer de Wootton Major. "La fulla" d'en Niggle. Barcelona: Edhasa, Clàssics Moderns).
DURRELL, GERALD, 1989. El jardí dels déus. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
BELLOW, SAUL, 1990. El llegat Humboldt. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de la Literatura Universal.Segle XX; 42).
GRAHAME, KENNETH, 1990. El vent entre els salzes. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
LARKIN, PHILIP, 1990. Noia a l'hivern. Vic: Eumo (Narrativa; 18).
LAWRENCE, D.H., 1990. Dones enamorades. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
ALBEE, EDWARD, 1991v. Qui té por de Virginia Woolf? Barcelona: Institut del Teatre (Biblioteca Teatral; 76).
AUSTEN, JANE, 1991. L'abadia de Northanger. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
DICKENS, CHARLES, 1991. Una història de dues ciutats. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
DURRELL, GERALD, 1991. L'excursió i altres maremàgnums. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
LEWIS, C.S., 1991. El lleó, la bruixa i l'armari. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
LEWIS, C.S., 1991. El nebot del mag. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
ISHERWOOD, CHRISTOPHER, 1992. Adéu a Berlín. Barcelona: Columna (Columna; 95).
LEWIS, C.S., 1992. El cavall i el seu noi. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
MILLER, HENRY, 1992. El gall foll. Barcelona: Edicions 62 (El Confident, 19).
MILLER, HENRY, 1992. Sexus. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de la Literatura Universal. Segle XX; 65).
KIPLING, RUDYARD, 1993. L'home que volia ser rei i altres contes. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de la Literatura Universal. Segle XX; 78).
LEWIS, C.S., 1993. El príncep Caspian. Barcelona: Proa (A Tot Vent).
BOWLES, PAUL, 1994. El cel protector. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de la Literatura Universal.Segle XX; 89).
CHANDLER, RAYMOND, 1994. Adéu, nena. Barcelona: Edicions 62 (Seleccions de la Cua de Palla; 146).
RIPLEY, ALEXANDRA, 1994. Scarlett. Barcelona: Edicions B.
SHAFFER, PETER, 1994. Equus. Barcelona: Edicions 62 (El Galliner; 137).
STEINBECK, JOHN, 1994. La perla. Barcelona: Vicens Vives (Aula Literària; 4).
TAN, AMY, 1994. El club de la bona estrella. Barcelona: Muchnik (La Finestra).
WESTLAKE, DONALD E., 1994. Els mercenaris. Barcelona: Edicions 62 (Seleccions de la Cua de Palla; 145).
ALONSO, PEDRO; SANTAMARIA, JOSEP, 1995. Antologia del relat policíac. Barcelona: Vicens Vives (Aula Literària; 17).
DALY, CARROLL JOHN, 1995. El bram de la bèstia. Barcelona: Edicions 62 (La Cua de Palla; 161).
DICKENS, CHARLES, 1995. Cançó de Nadal. Barcelona: Vicens Vives (Aula Literària; 16).
DINESEN, ISAK, 1995. Set contes gòtics. Barcelona: Columna (Clàssica; 167).
DURRELL, GERALD, 1995. Mare per merèixer i altres històries. Barcelona: Proa (Clàssics Moderns).
ELIOT, GEORGE, 1995. Middlemarch. Barcelona: Columna (Clàssica; 160).
HEMINGWAY, ERNEST, 1995. Les neus del Kilimanjaro i altres contes. Barcelona: Edicions 62 (Petita Biblioteca Universal; 10).
HUNTER, EVAN, 1995. Veure'ls morir. Barcelona: Edicions 62 (Seleccions de la Cuade Palla; 159).
JAMES, HENRY, 1995. La copa daurada. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de laLiteratura Universal. Segle XX; 100).
KIPLING, RUDYARD, 1995. Més enllà del límit. Barcelona: Edicions 62 (Petita Biblioteca Universal; 5).
LODGE, DAVID, 1995. Notícies del paradís. Barcelona: Proa (A Tot Vent; 324).
LE CARÉ, JOHN, 1996. El talp: calderer, sastre, soldat, espia. Barcelona: Edicions 62 (Les Millors Obres de la Literatura Universal.Segle XX; 107).
POE, EDGAR ALLAN, 1996. El gat negre i altres contes. Barcelona: Vicens Vives, 1996 (Aula Literària; 20).
WALLER, ROBERT JAMES, 1996. Puerto Vallarta: la fugida cap al nord. Barcelona: Columna (Columna; 205).
WILLIAMS, CHARLES, 1996. El biquini de diamants. Barcelona: Edicions 62 (Seleccions de la Cuade Palla; 162).
MELVILLE, HERMAN, 1997. Billy Budd, el mariner. Barcelona: Deriva (Gàrgola; 4).
NABÒKOV, VLADÍMIR, 1997. L'encantador. Barcelona: Edhasa (Clàssics Moderns).
SPARKS, NICHOLAS, 1997. El quadern de Noah. Barcelona: Muchnik.
STEVENSON, ROBERT LOUIS, 1997. L'illa del tresor. Barcelona: Vicens Vives, Aula Literària; 18). CHRISTIE, AGATHA, 1998.Assassinat al camp de golf. Barcelona: Columna (Agatha Christie/Columna; 20).
GIBRAN, KAHLIL, 1998. Cartes d'amor. Barcelona: Columna (Clàssica; 234).
IRISH, WILLIAM, 1998. Aprenent de detectiu. Un robatori molt costós. Barcelona: Vicens Vives Primària (Cucanya; 3).
LE CARÉ, JOHN, 1998. La gent de Smiley. Barcelona: Edicions 62 (Èxits 62; 6).
SPAKS, NICHOLAS, 1998. Missatge en una ampolla. Barcelona: Edicions 62 (Èxits 62; 9).
GOLDEN, ARTHUR, 1999. Memòries d'una gheisa. Barcelona: Edicions 62 (El Balancí; 354).
MACDONALD, ROSS, 1999. El cas Galton. Barcelona: Edicions 62 (Èxits 62; 13).
YOLEN, JANE, 1999. La sang del drac. Barcelona: Deriva (Elogi de la Paraula; 1).
BRADDON, MARY ELIZABETH, 2000. El secret de Lady Audley. Barcelona: Columna (Clàssica; 373).
HAYNES, MELINDA, 2000. Mareperla. Barcelona: Proa (Proa Beta; 47).
WOOLRICH, CORNELL, 2000. L'ull de vidre. Charlie sortirà aquesta nit. Barcelona: Vicens Vives (Cucanya; 8).
BRONTË, CHARLOTTE, 2001. Jane Eyre. Barcelona: Columna (Clàssica; 454).
COLLINS, WILKIE, 2001. El riu culpable. Barcelona: Columna (Clàssica; 434).
MILLER, HENRY, 2001. Els llibres de la meva vida. Barcelona: Deriva (Elogi de la Paraula; 3).
II. Obras traducidas al castellano
NEWMAN, MILDRED; BERKOWITZ, BERNARD, 1975. Cómo ser el mejor amigo de ti mismo: diálogo de Jeane Owen con dos psicoanalistas. Madrid: Ultramar.
SALIVAROVA, ZDENA, 1976. Verano en Praga. Barcelona: Aymà (Grandes Novelas).
SPICER, BART, 1976. El adversario. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
CALDER, ROBERT, 1977. Los perros. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
JAFFE, RONA, 1977. El juego de la fama. Barcelona: Martínez Roca.
AA. VV., 1977. Los mejores relatos de ciencia ficción: la era de Campbell (1936-1945). Barcelona: Martínez Roca (Super Ficción; 19).
BARNARD, CHRISTIAN; STANDER, SIGFRID, 1978. Tiempo de nacer, tiempo de morir. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
WINTER, GERALD D.; NUSS, EUGÈNE M., 1978. Adolescencia y aprendizaje. Buenos Aires: Paidos (Biblioteca de Psicología Evolutiva. Serie 2,15).
DICK, PHILIP, 1979. Los tres estigmas de Palmer Eldritch. Barcelona: Martínez Roca (Super Ficción; 43).
HOFFMAN, ALICE, 1979. Propiedad de... Barcelona: Martínez Roca (Fontana Joven).
REITER, B.P., 1979. Urgencias sábado noche. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
RJNDT, PHILIPPE VAN, 1979. Hitler vuelve. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
SHAFFER, PETER, 1979. Equus. Barcelona: Aymá. (Voz Imagen. Serie Teatro; 27.)
BISSELL, ELAINE, 1980. Justicia para tres esposas. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
CHESLER, PHYLLIS, 1981. Diario de una maternidad. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
KANE, HENRY, 1981. Casi una violación. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
BLOCK, THOMAS H., 1982. Emergencia. Barcelona: Círculo de Lectores.
STEEL, DANIELLE, 1982. Amando. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
STEEL, DANIELLE, 1982. Ansia de amor. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
STEEL, DANIELLE, 1982. El anillo. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
STEEL, DANIELLE, 1982. Regreso al hogar. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
COLLINS, MICHAEL, 1983. Acto de terror. Barcelona: Bruguera (Club del Misterio; 122).
O'FLAHERTY, LIAM, 1983. El delator. Barcelona: Argos Vergara (En Cuarto Mayor; 146).
STEEL, DANIELLE, 1983. Remembranza. Barcelona: Martínez Roca (Nueva Fontana).
BLOCK, THOMAS H., 1984. Aterrizaje forzoso. Barcelona: Martínez Roca (Libros Récord).
STEEL, DANIELLE, 1984. Su gran deseo. Barcelona: Mundo Actual.
STEEL, DANIELLE, 1984. Una perfecta desconocida. Barcelona: Mundo Actual.
STEEL, DANIELLE, 1986. Una vez en la vida. Barcelona: Martínez Roca (Libros Récord).
GREELY, ANDREW M., 1987. Ángeles de septiembre. Barcelona: Martínez Roca (Libros Récord).
TAYLOR, CHRISTINE, 1988. Días de odio, días de amor. Barcelona: Martínez Roca (Grandes Autoras Románticas).
BENTINE, MICHAEL, 1993. El templario. Barcelona: Apóstrofe (Novela Histórica).
RINALDII, ANN, 1994. El clamor de las brujas de Salem. Barcelona: Martínez Roca (Novela Histórica).
ALEXIE, SHERMAN, 1995. Blues de la reserva. Barcelona: Muchnik (Novela).
VOLLMAN, WILLIAM T., 1995. Historias del mariposa. Barcelona: Muchnik (Novela).
DOCTOROW, E.L., 1996. Poetas y presidentes. Barcelona: Muchnik (Pensamiento).
NARAYAN, R.K., 1996. El cuento de la abuela. Barcelona: Muchnik (Relatos).
ALEXIE, SHERMAN, 1997. Indian Killer. Barcelona: Muchnik (Novela; 48).
DOCTOROW, E.L., 1997. El libro de Daniel. Barcelona: Muchnik
HUXLEY, ALDOUS; ISHERWOOD, CHRISTOPHER, 1998. Las manos de Jacob. Barcelona: Muchnik.
RAWN, MELANIE, 1999. El príncipe dragón. Libro I. Barcelona: Apóstrofe (El Silmaril; 12).
ROBINSON, JONATHAN, 1999. Atajos hacia la felicidad. Barcelona: Robinbook (Vida Positiva; 75).
RABB, JONATHAN, 2000. El señor del caos. Barcelona: Ediciones B (La Trama).
WOOLRICH, CORNELL, 2000. El ojo de cristal. Charlie saldrá esta noche. Barcelona: Vicens Vives (Cucanya; 8).
MARGOLIN, PHILLIP, 2001. Justicia salvaje. Barcelona: Ediciones B (La Trama).
STEWART, FRED MUSTARD, 2001. Pasajeros del viento. Barcelona: Plural (Nueva Novela Histórica).
SHARP, MARILY. Operación girasol. 2
MAAS, PETER. Underboss. RABB, JONATHAN. El supervisor.
Traducciones inéditas
MILLER, HENRY. En contra de Barcelona.
MILLER, HENRY. Pintar és tornar a estimar.
HUGHES, RICHARD. L'home que va néixer per morir penjat.

III. Enlaces importantes
1. Páginas de instituciones:
http://pagines.uab.cat/catedrajordiarbones/content/introduccio Corresponde a la "Càtedra Jodi Arbonès" de la Facultat de Traducció i d'Interpretació de la Universitat Autònomade Barcelona, España. Contiene la biografía de Arbonès, entrevistas y actividades.
http://www.escriptors.cat/autors/arbones/pagina Corresponde a "l'Associació d'Escriptors en Llengua Catalana". Contiena fotos, biografía, premios, obra, comentarios, entrevistas y vínculos.
http://traces.uab.cat Corresponde a "Traces base de dades de llengua i literatura catalanes" que edita "Visat, la revista digital de literatura i traducció del PEN català". Contiene traducciones, fragmentos y artículos.
2. Temas específicos:
http://www.traduccionliteraria.org/1611/art/alsina.htm http://www.raco. cat/index. php/QuadernsTraduccio Corresponde a "Les traduccions de Jane Austen al Català". Alsina, Victoria. Quaderns. Revista de Traducció, 12 (2005), 47-58.
http://www.barcelonareview.com/37/c-jc.htm Corresponde a "Jordi Arbonès i Montull a la Universitat" Carbó, Joaquim
http://ddd.uab.cat/pub/quaderns/11385790n12p77.pdf Corresponde a "Arbonès, Miller i Nin". Tree, Matthew. Quaderns. Revista de Traducció 12 (2005), 77-81.
http://www.barcelonareview.com/27/c-ja.htm Corresponde a "Record de Jordi Arbonès" por Clapés, Antoni i Tree, Matthew.
Bibliografía
1. ALSINA, VICTORIA, 2008. "Les traduccions de Jane Austen al català". Llengua i estilística en la narrativa de Jane Austen. Les traduccions al català. Barcelona: Eumo Editorial, 115-148. Disponible en http://www.traduccionliteraria.org/1611/art/alsina.htm        [ Links ]
2. ARBONÉS, JORDI, 1995. "Reflexions sobre aspectes pràctics de la traducció". Revista de Catalunya, 94 (març 1995), 73-86.         [ Links ]
3. ARBONÉS, JORDI, 1995. "La censura sobre les traduccions a l'època franquista". Revista de Catalunya, 97 (juny 1995), 87-96.         [ Links ]
4. ARBONÉS, JORDI, 1996. "Més reflexions sobre aspectes pràctics de la traducció". Revista de Catalunya, 103 (gener 1996), 85-100.         [ Links ]
5. ARBONÉS, JORDI, 1996. "Encara més reflexions sobre aspectes pràctics de la traducció". Revista de Catalunya, 104 (febrer 1996), 112-120.         [ Links ]
6. BADIA, JOAN I ALTRES, 1994. Curs de llengua catalana. Barcelona: Castellnou Edicions S.L.         Links ]
7. CARBO, JOAQUIM, 2003. "Jordi Arbonès i Montull a la Universitat". Conferencia d'obertura de la Càtedra JordiArbonès a la Universitat Autònoma de Barcelona. 25/05/2003, mimeo.         [ Links ]
8. FARRÉS, RAMÓN, 2005. "Les traduccions de Jordi Arbonès; una visió de conjunt". Quaderns. Revista de Traducció 12 (2005), 41-46.         [ Links ]
9. PIJOAN, ALBA4, 2003. "Entrevista a Jordi Arbonès. Aproximació bibliogràfica a la seva obra". Quaderns. Revista de Traducció10,153-163.         [ Links ]
10. RODRIGUEZ ESPINOSA, MARCOS, 2010. "Identidad nacional y traducción: Entrevista con Jordi Arbonès i Montull". Disponible en:http://pagines.uab.cat/catedrajordiarbones/content/entrevista.         [ Links ]
11. ARBONÉS, JORDI, 2005. "Jordi Arbonès, taductor de La fira de les vanitats (1984) de Williams Thackeray". Quaderns. Revista de Traducció 12 (2005), 59-75.         [ Links ]


"Vivimos una época incierta y desdibujada"

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Ismael Attrache ha publicado la siguiente columna en El Trujamán deñ 30 de julio pasado. Vale la pena reproducirla.


Leer traducciones

Con frecuencia he comentado con varios colegas la perplejidad que me causan ciertas declaraciones de algunos traductores, que, cuando se les pregunta, aseguran que no suelen leer traducciones, que prefieren recurrir al original, especialmente cuando el texto está escrito en la lengua en que ellos trabajan. Más frecuente es todavía que los lectores de a pie (por llamarlos de alguna manera) lamenten verse obligados a recurrir a una traducción, cosa que, según ellos, les priva del sabor original, de la pureza, de la integridad de una obra que, por lo que se deduce de sus palabras, se ha visto corrompida, casi pisoteada.

Cuando empecé a traducir profesionalmente, hace quince años, también me obsesionaba esta idea de la integridad del texto original, esa noción, no sé si platónica o romántica, de que en algún lugar existía una obra incólume a la que yo debía aspirar. Esa idea, ahora mismo, casi me parecería ingenua si pudiera obviar la tensión innecesaria que causa a quien la alberga. Creo que también subyace en ella no sólo un cierto esnobismo, sino también una cierta tentación de trascendencia, de convertir nuestro oficio en una especie de coyunda sublime con las musas, en un pretexto para darse importancia, para adquirir un prestigio social que nos haga acreedores de la admiración de los demás. Motivos muy comprensibles, por otro lado, para entregarse a una profesión, pero que acaban entorpeciendo su desarrollo. 

Página traducida tras página traducida, se fue erosionando en mí esa idea de lo original, de lo intocable y de lo sublime; mi manera de ejercer la profesión fue saliendo del panteón de las cosas inmutables y grandiosas para irse situando, o más bien internando, en un terreno mucho más problemático pero también más interesante y más ambiguo: el de una exploración nunca concluida, el de una investigación a la que no se puede poner el punto final (nunca mejor dicho), sino cuya puntuación, por razonada y coherente que sea, siempre puede volver a revisarse. O discutirse.

Vuelvo a manifestar el asombro que me causa que un traductor, un lector, se vanaglorie de no leer traducciones. Porque al estudiar la obra de otros colegas, no sólo percibimos nuestras propias limitaciones y descubrimos soluciones nuevas a problemas que quizá habíamos dado por resueltos de un modo demasiado precipitado, sino que estamos haciendo otra cosa que tiene mucho que ver con todo lo que es literatura y lenguaje: estamos poniendo a prueba nuestro mundo interior, ése que hemos ido construyendo y amarrando a base de palabras; es decir, nos estamos abriendo a otras versiones, a las palabras del otro, a la deconstrucción de nuestros prejuicios y, quizá, al desarrollo de otras construcciones mentales nuevas y también perecederas. ¿Cuántos traductores, al consultarle una duda al autor al que traducen, han descubierto que éste no tenía la menor idea de por qué había puesto determinada palabra en cierto lugar? ¿Significa esto que existe un original inmutable? ¿Significa esto que sería más conveniente optar por lo ideal o por una incertidumbre consciente y razonada?

Creo que estas cuestiones reflejan posturas ideológicamente contrapuestas, por decirlo de algún modo, del ejercicio de la traducción y de la lectura. Quien prefiere leer únicamente lo que considera original se aferra a la seguridad ficticia de lo definitivo. Quien contempla el ejercicio de la lectura, de esa hiperlectura que es la traducción, como un proceso siempre inacabado en el que las voces de los demás desempeñan un papel crucial, en el que aportan un oxígeno imprescindible para que ese proceso siga teniendo sentido, se mudan a un lugar que resulta mucho más confuso pero también estimulante. Vivimos una época incierta y desdibujada en la que, con una frecuencia que de forma preocupante es cada vez mayor, unos y otros se lanzan con cierta desesperación a las seguridades de lo absoluto, a las fauces de eso que suele llamarse populismo. De forma modesta, página a página, quizá leer traducciones y enfrentarnos a las diversas construcciones de lo real pueda servir, en parte, para contener esa marea sucia.


Presentación de Madame Bovary, anotada

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Como leerán en el anuncio que precede, el jueves 11 de septiembre próximo, a las 19 hs. Eterna Cadencia presentará en la sede central de la Alianza Francesa (Córdoba 936/946) una traducción anotada de Madame Bovary, llevada a cabo por el Administrador de este blog. 

La presentación estará a cargo de Magdalena Cámpora (quien, como de costumbre, aportará sabiduría, elegancia y simpatía, en partes iguales) y de la extraordinaria Marilú Marini (quien, con enorme generosidad, leerá algunos fragmentos).  


Quedan todos invitados.

La Real Academia al servicio del Ku Klux Klan

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En la entrada del 3 de septiembre pasado, este blog hacía referencia a la manera impúdica en que el desprestigiado Diccionario de la Real Academia se ponía a las órdenes del neo-liberalismo que ha llevado a España a su bancarrota, modificando las acepciones de los términos socio-políticos según soplan los actuales vientos en la Península. Ese mismo día Luis Silva-Villar publicaba en La Opinión, de España, el siguiente artículo a propósito de nuevas evidencias de racismo por parte de la Real Academia, lo cual puede leerse a continuación.

Blanco como central

El panorama social está revuelto y la lengua no ayuda. Con motivo del reciente estallido social protagonizado por grupos afroamericanos se ha puesto otra vez de actualidad el cómo designar a los miembros de esta comunidad. Se insiste en que el uso de "negro" es lo apropiado. Se dice "si se es negro, negro, si morao, morao". Se habla de un falso sentido del pudor en la lengua y de un innecesario recurso a eufemismos. Sin embargo, la gente sesuda que nos dice que se debe decir "negro" no explica por qué el que no lo es se ve incómodo diciéndolo, que es parte consustancial del problema.

Se puede constatar en lo que sigue que para dar soluciones satisfactorias aplicables al multiétnico mundo hispánico no se puede uno fiar demasiado de la Real Academia Española (RAE). Que grupos tan variados pertenezcan a un único mosaico cultural es un éxito colectivo del que la cultura hispana debe presumir. Y de lo que es pionera. La forma en cómo un dominicano es hispano no se asemeja a aquella en cómo un nigeriano se siente parte de la comunidad británica. Para unos es su lengua, para los otros un préstamo colonial a modo de lingua franca.

Las entradas del diccionario de la RAE (DRAE) las deberían escribir redactores con capacidad para ponerse en el lugar de cada grupo de los que conforman el espectro hispano. La lectura de las entradas de "negro", "blanco", y "moreno", deja poco margen para el error: es un diccionario de "blancos" y para "blancos". Podrían incluir en el diccionario "blanquismo": 'tendencia a ver el mundo a través (del color) de la lente europea'.

De acuerdo con la RAE "moreno" es el oscurecimiento de la piel del "blanco". Los "negros" se da a entender que no se pueden poner morenos. Es un "blanquismo". Los que redactaron el diccionario viven en una burbuja o, peor, no lo consideraron de interés "para blancos": o quizás pensaran que solo se pueden poner "más negros". No tiene justificación que primen estas euroexcentricidades cuando el 90% de los hablantes de español no son europeos. Otra curiosidad: "moreno" con "blancos" se aplica a la piel; con los (que llaman) "negros", a las personas.

Observen esta definición: "negro": 'Dicho de una persona: cuya piel es de color negro'. Entonces, ¿si se ven en otro color, pongamos "marrón", qué se debe decir? ¿Y a los ciegos que lean el diccionario en braille cómo les ayuda lo del color? En la película de Avatar, algunos de sus personajes naví son de apariencia africana pero… ¡son azules!

¿Por qué en "blanco" se escribe 'se dice del color de la raza europea o caucásica' pero en "negro" no se pone 'se dice de la raza africana' o: 'de la aborigen de Australia'? Aparte de llamar raza a lo que no lo es el "blanquismo" es patente. Los "blancos" tienen un espacio, sus "negros" solo pasaban por allí.

"Negro" y "blanco" son términos asociados desigualmente. Esta definición es del DRAE: Bajo "blanco": 'Tratamiento que daban los esclavos o servidores a sus amos'. Las denominaciones vejatorias perpetúan las relaciones esclavistas. Y esto lo rechaza el hablante que lo percibe.

El racismo ha dejado connotaciones difíciles de borrar, no solo porque "negro" sea una palabra acuñada (para personas) por "blancos", sino por lo que entraña en cuanto a la desigual dependencia entre ambos grupos.

Se vienen las becas Looren, se vienen

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¿Traducir en un ambiente idílico y propicio para el trabajo concentrado? ¿Intercambiar experiencias entre colegas en un contexto internacional? ¿Consultar nuestra biblioteca especializada? Una estadía en la Casa de traductores Looren, en Suiza, favorece la traducción literaria en múltiples aspectos.

La asociación Casa de traductores Looren, con el apoyo de Avina Stiftung, convoca a las Becas Looren para traductores latinoamericanos

Entre 2014 y 2017, la Casa de traductores Looren lleva a cabo un programa especial dedicado al intercambio entre traductores europeos y latinoamericanos, al apoyo de la formación continua para traductores profesionales de América Latina y al crecimiento de sus redes de contacto y cooperación.

Las becas están dirigidas a traductores literarios profesionales que están traduciendo una obra literaria de cualquier idioma al español o al portugués y que cuenten con un contrato editorial para la traducción. Se privilegiarán las postulaciones de traductores que tengan experiencia en la enseñanza de la traduccion literaria, en tareas de organización y dirección de talleres o en actividad sindical o gremial.

Se otorgarán tres becas. Cada una de ellas consta de una estadía de un mes en la Casade traductores Looren, más un subsidio de 1.500 francos suizos. Además se reintegrarán los gastos del viaje.

La estadía tendrá lugar del 5 de enero al 4 de febrero de 2015.

Las postulaciones pueden ser presentadas en español o portugués y deberán enviarse por correo electrónico a:  info@looren.net.

Los requisitos son los siguientes:

1. CV profesional y lista de publicaciones

2. descripción del proyecto de traducción

3. contrato de traducción

4. contrato de licencia de derechos provisto por la editorial o carta de la editorial confirmando la adquisición de los derechos para la traducción

Para consultas: Gabriela Stöckli, directora

Casa de traductores Looren – 8342 Wernetshausen (Suiza)

Tel.: +41 (0)43 843 12 43 – E-Mail: a info@looren.net – Web: www.looren.net

Fecha límite para las postulationes: 15 de octubre de 2014.


La resolución del jurado se dará a conocer antes del 1 de noviembre de 2014.

¡Felicitaciones para Alejandro González por el premio Read Russia!

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El Premio fue establecido en 2011 por el Instituto de la Traducción, organismo independiente, sin ánimo de lucro, que tiene como fin promover la teoría y práctica de la traducción literaria, bajo los auspicios de la Agencia Federal de Prensa y Medios de Comunicación y la colaboración del Centro del Presidente Boris Yeltsin.

Los objetivos del Premio son:

-Promocionar las obras de la literatura rusa;

-Incrementar el interés por las mejores obras de la literatura rusa clásica y moderna;

-Promocionar a los traductores de la literatura rusa extranjeros y de las editoriales que publican dichas traducciones;

-Fortalecer y desarrollar las relaciones culturales entre Rusia y el resto de países.

El Premio se otorga en las siguientes modalidades:

-La literatura rusa clásica del siglo XIX;
-La literatura rusa del siglo XX (obras escritas antes de 1990);
-Literatura rusa moderna (obras escritas después de 1990);
- Poesía.

Los ganadores del Premio en cada modalidad serán el traductor (o traductores) y la editorial que publicó el libro. Los ganadores recibirán un diploma, una medalla y un premio en metálico de 5 000 euros para el traductor (o traductores) y 3 000 euros para la editorial, que cubrirán los gastos de traducción de otra obra de la literatura rusa, acordada con el Instituto.

La convocatoria del Premio «Lee Rusia / Read Rusia» está abierta durante dos años. Las nominaciones para el Premio pueden ser realizadas por las editoriales o  instituciones educativas, culturales y de investigación, asociaciones profesionales,  así como por personas físicas, incluidos los propios traductores.

En 2014, el Premio se otorgó a traducciones a las siguientes lenguas: el árabe, el chino, el español, el francés, el inglés, el italiano, el japonés y el polaco.

Se aceptaron traducciones, publicadas por editoriales extranjeras durante los años 2012 y 2013. Los ganadores fueron proclamados en septiembre de 2014 en la II Ceremonia oficial de entrega del Premio en Moscú.

Los finalistas de este año para la categoría Literatura clásica rusa del siglo XIX fueron:

1. Vera Bischitzky por su traducción de Oblomov, de la novela de Ivan Goncharov (Alemania);

2. Alejandro  Gonzáles por su traducción de la nouvelleEl doble, de Fiódor Dostoevsky (Argentina)

3. Jorge Ferrer Diazpor su traducción de la obra Mi pasado y pensamientos,  de Alexander Herzen(España).



El primer premio de esta categoría correspondió a Alejandro González (5 mil euros) y a la editorial Eterna Cadencia (3 mil euros, con la obligación de ser invertidos en otra traducción del ruso) por El doble. Dos versiones: 1846 y 1866, de Fiódor Dostoievski.








La ceremonia de entrega puede verse en





Un tal Piro dice que un tal Cortázar se entusiasmó con un tal Michaux

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El siguiente texto de Guillermo Pirofue publicado, con el sentido de la oportunidad que caracteriza a su autor, en su columna dominical del diario Perfil, el 7 de septiembre pasado. Habrá quien se sienta ofendido, pero los argumentos aquí presentados son irrefutables y también se refieren a uno de los posibles usos de la traducción.

Cortázar y Michaux

Siempre me llamó la atención el plagio flagrante que Cortázar hizo del escritor belga Henri Michaux. Naturalmente no hablo del plagio descarado de un Bryce Echenique o de un Jorge Bucay, porque los escritores de verdad plagian de otro modo. Algunos hablarán de influencia y de homenaje, pero hablar de plagio es menos hipócrita, sobre todo hablando de Cortázar, el escritor menos hipócrita que conozco –estaba por decir el único que no lo es.

Las semejanzas existentes entre Historias de cronopios y de famas y “Retrato de los meidosems” son, de hecho, abrumadoras –y hasta un poco vergonzantes. Y lo mismo ocurre con Un tal Lucas y Un tal Pluma (Un certain Plume) cuyos parecidos se extienden hasta en el título de los diferentes relatos. Le comentaba esto hace unos días a Carles Alvarez Garriga, un filólogo español que junto con Aurora Bernárdez se está ocupando desde hace años de la edición de los papeles inéditos del escritor argentino. Yo pensaba que estaba metiendo el dedo en la llaga, pero para mi sorpresa Carles me habló de un pasaje de los Diarios de Alejandra Pizarnik donde la poeta tilda a Cortázar de “gran plagiador” (como Eliot) y de “gran calculador”, y parece extender el plagio a Michaux y el cálculo a un libro donde yo ese plagio y ese cálculo no llegué a verlos, La vuelta al día en ochenta mundos (creo que por “cálculo” Pizarnik entiende la rara habilidad de Cortázar por apelar a la copia de obras que aún no habían sido traducidas al español; de hecho, Un tal Pluma sigue sin haber sido traducido). Historias de cronopios y de famas es de 1962, y La vida en los pliegues, libro de Michaux que incluye el “Retrato de los meidosems”, fue traducido espléndidamente por Víctor Golstein y publicado por Ediciones Librerías Fausto en 1976. Un tal Lucas, en cambio, es de 1979, y los incautos no tienen razones para no creer que asignarle una serie de aventuras alocadas y surrealistas a un personaje es una buena idea para construir un libro.

Rebuscando un poco más en la web encontré que los escritores Joaquín Pérez Tejada, Manuel Durán, Oscar González Hernández  (académico de la Universidad de Medellín), Jerzy Kühn y Guillermo Mayr también notaron antes que yo esa poderosa influencia, aunque Durán, mucho más benévolo, equilibra las semejanzas entre Cortázar y Michaux con las diferencias (y tiene razón).

Encontré también que Cortázar, en una entrevista concedida a Sara Castro-Klaren, en 1980, dice de Un tal Pluma que esos “pequeños cuentecitos tienen que haber ejercido una influencia en mis cronopios que iban a nacer muchos años después. Son esas cosas de las que uno se da cuenta más tarde; no sé si algún crítico lo ha visto, pero yo creo que, sin esos textos de Michaux, a mí tal vez no se me hubiera ocurrido escribir a los cronopios”.

Sí, Julio, lo vimos.



Autores de todo el mundo se unen para frenar el avance de la librería virtual.

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La noticia –seguramente un cable, porque no lleva firma– fue publicada por Ñ el 7 de agosto pasado. Se trata de una guerra entre hampones –Amazon y Hachette, pero podrían haber sido cualequieras otras distribuidora global y multinacional del libro– en la que los escritores quedan en el medio. Del lugar que le cabe a los traductores en esta pugna entre truhanes, mejor ni hablar.

Escritores unidos contra Amazon

Casi 900 autores de todo el mundo han firmado una carta protestando contra las tácticas de Amazon en sus agresivas negociaciones comerciales con la casa editorial Hachette, la cuarta más grande de los Estados Unidos. La lista incluye best-séllers y autores de prestigio y reconocimiento mundial como Paul Auster, Donna Tartt, John Grisham y Stephen King. El autor de thrillers tecnológicos, Douglas Preston, ha sido el creador de esta iniciativa.

A través de The Authors Guild, una organización estadounidense fundada en 1912 que milita por los derechos de autor, se publicó la carta que declara que –en el último mes– Amazon a) boicotea autores de Hachette; b) rehúsa aplicar descuentos a los títulos de Hachette; c) demora la entrega de títulos de Hachette por semanas.

La carta dice lo siguiente: “Como escritores, sentimos fuertemente que ningún vendedor debería bloquear la venta de libros o disuadir a clientes de comprar los títulos que desean. No es justo que Amazon, como parte de sus represalias, perjudique a un grupo de autores que no tienen parte en la disputa.” En su pulseada con Hachette, Amazon retruca que no hay motivos para que un libro electrónico cueste más de diez dólares. Lo justifica argumentando que un e-book no se imprime, no tiene gastos de distribución ni de depósito ni se corre el riesgo de hacer libros de más: una vez pagados los costos de edición, todo es ganancia. Para Douglas Preston: “Por mucho tiempo, Amazon ha estado abusando de su poder de una forma prepotente y creo que los autores están hartos. Nos sentimos traicionados porque ayudamos a Amazon a convertirse en una de las corporaciones más grandes del mundo. Lo apoyamos desde el comienzo, contribuimos con blogs gratis, reseñas no pagadas y todo tipo de tareas que Amazon nos pidió hacer sin recompensa.” Acerca de la protesta de los autores dijo: “Nunca en mi vida he visto a autores unirse como lo están haciendo en este caso.” Philip Jones, editor de Bookseller –una de las publicaciones más importantes sobre la industria editorial en los Estados Unidos– declaró: “Todo el mundo piensa que esta negociación va ser crucial para lo que viene. No sabremos cuáles sean los términos que se firmen cuándo eventualmente se pongan de acuerdo, pero eso será una línea dibujada en la arena con la cual todos tendremos que vivir.” Jones agregó: “Amazon es tan grande y tan dominante que esto tendrá un efecto global. Especialmente en el mercado de los libros electrónicos, en el cual si no estás siendo vendido o activamente promocionado por Amazon, estás muerto.” Ya ha habido disputas parecidas pero esta es la primera vez que se ha despertado la ira colectiva de los escritores. “Ser señalado como una empresa que es irrespetuosa hacia los autores no es nada bueno para Amazon.” dijo Jones.

Amazon ha intentado ganar terreno en la disputa ofreciendo darle el ciento por ciento de las regalías a los autores de Hachette mientras que dure la disputa, pero el sello editorial rechazó esta oferta.

Por su lado, Amazon dice que está luchando para ofrecer mejores precios a sus clientes. En una reciente entrevista con el Wall Street Journal, Russ Grandinetti, el vice presidente de contenidos de Kindle –el dispositivo de lectura electrónica de Amazon– afirmó: “Esta discusión es sobre los precios de los e-books. Los términos bajo los cuales establezcamos acuerdos comerciales determinarán el nivel de los precios que podremos ofrecer a nuestros clientes.” Nadie estima que la disputa Amazon-Hachette se resolverá pronto. Por su lado, Preston ha prometido seguir luchando por los derechos de autores.

Un llamado a corregir y editar los contenidos torpemente españolizados de la Wikipedia

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El 11 de septiembre pasado, en el portal Cibersur se publicó la siguiente noticia: “La sede de la Biblioteca Nacional de España en Madrid acogerá el próximo 27 de septiembre la I Editatónde Wikipedia que se organiza en España, un acto en el que "wikipedistas" expertos y noveles editarán artículos sobre la lengua y la literatura en español publicados en esta web”. Traducido, esto quiere decir que nuevamente las tres instituciones van a intentar copar esta herramienta de consulta, ensuciándola con los contenidos de la RAE y con informaciones meramente peninsulares, como muy fácilmente se puede comprobar en muchas entradas. Desde este blog, entonces, se llama modestamente a los wikipedistas latinoamericanos a que corrijan muchos de esos contenidos claramente hispánicos. Por caso, en las entradas referidas a escritores, suelen señalarse nada más las traducciones españolas, aun cuando muchas veces éstas fueron realizadas primero por latinoamericanos. Para no hablar de las definiciones de las palabras o de las malas traducciones de artículos escritos originariamente en inglés.

La Biblioteca Nacional, el Instituto Cervantes y la RAE
participarán en la I Editatón de Wikipedia

Los directores de la Biblioteca Nacional de España, Ana Santos Aramburo; del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha; y la Real AcademiaEspañola, José Manuel Blecua, darán la bienvenida a los participantes de esta convocatoria que busca "crear y actualizar" contenidos sobre el español y en castellano, en la "mayor enciclopedia de Internet", según informa una nota la BNE.

En este "maratón de la edición", que estará patrocinado por Telefónica, las tres instituciones colaborarán proporcionando documentación bibliográfica in situ y virtual a los participantes.

Los contenidos a editar, que elegirán libremente los participantes, irán desde artículos sobre "el español en el mundo" o "el turismo idiomático", a la creación o ampliación de documentos sobre los escritores que han obtenido el Premio Cervantes. Además, se actualizarán los artículos propios de cada una de las tres instituciones.

Antes de dar comienzo a la I Editatón se realizará una breve introducción sobre cómo incorporar y modificar contenidos en Wikipedia y otros proyectos Wikimedia.

Los participantes, que podrán ser hasta 140, tendrán que llevar un ordenador portátil y contarán con la ayuda de "wikipedistas veteranos", que servirán de apoyo a los asistentes al acto.


Tomemos acciones concretas sobre las entradas españolizadas de Wikipedia

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En la entrada de ayer se hacía un llamamiento a corregir las entradas de Wikipedia redactadas por españoles. 

A quien esto parezca excesivo, se le recomienda investigar las siguientes palabras de uso cotidiano en la Argentina, Uruguay y otros países de Latinoamérica: "diagramación", "manteca", "medias","torta", "banana", "pollera", "medialuna", "bife", "birome", "arquero", "basquet". La lista, por supuesto, podría ser mucho más larga, así como también la manera de nombrar en otras partes del continente americano a lo que aluden estos sustantivos. La pregunta es simple: ¿qué autoridad se arrogan los idiotas de la RAE y sus adláteres para condicionar los contenidos de Wikipedia al mero punto de vista español?

Como señalábamos ayer en este blog, sería interesante que se hiciera correr la voz por toda Latinoamérica para que espontáneamente los usuarios del continente tomemos cartas en el asunto y comencemos a corregir las entradas españolizadas poniendo en pie de igualdad la información. Y, claro, no se trata sólo del vocabulario. Como decíamos ayer, libros publicados en nuestros países que no figuran en la información, títulos de películas y de series, y todo lo que los usuarios consideremos necesario mejorar.

Y para que las cosas sean todavía más equilibradas, ¿qué tal si se empezara a juntar firmas en toda Latinoamérica para advertir a los administradores de Wikipedia sobre la tramposa actitud de la tan cacareada "marca España" y su adulteración de la realidad de la lengua? 

Traducción, autoría, autoridad (parte I)

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Lo que tiene hoy a su disposición el lector de este blog es la primera parte de un sesudo artículo de Andrés Ehrenhaus a propósito de una de las materias más intricadamente sensibles que hacen a la labor del traductor. Por su naturaleza eminentemente administrativa y por la importancia que reviste a la hora de defenderse de los abusos de los editores y editoriales, se recomienda especialmente su detallada lectura. Aquí, sin ir más lejos, se encontrará también la justificación de por qué los traductores debemos apoyar este proyecto de ley.

Traducción, autoría, autoridad.
Hacia una fundamentación dialéctica
del Proyecto de Ley de Traducción Autoral


1. Palabra de ley

Hablemos claro. En Argentina, la traducción como actividad profesional está recogida –por ahora– en dos leyes. No más.

Una de ellas, sancionada hace ya más de 80 años, para ser más precisos el 26 de septiembre de 1933, es el Régimen Legal de la Propiedad Intelectual, familiarmente conocido como “la 11.723”. Se trata, sin duda, de una ley decana en la materia y, en muchos aspectos, avanzada para la época. Su artículo 4º dice textualmente: “Son titulares del derecho de propiedad intelectual: a) El autor de la obra; b) […]; c) Los que con permiso del autor la traducen, refunden, adaptan, modifican o transportan sobre la nueva obra intelectual resultante; d) […]”. O, lo que es lo mismo, al traductor, en tanto autor de una nueva obra derivada de la obra original, lo asisten los mismos derechos que al autor de esta última. Más claro, el agua. La ley aludida, en consonancia con los criterios universales en materia de propiedad intelectual, se ocuparía antes de definir con detalle lo que debemos entender por obra escrita: Artículo 1°.– A los efectos de la presente Ley, las obras científicas, literarias y artísticas comprenden los escritos de toda naturaleza y extensión”, para luego continuar delimitando los campos de las restantes disciplinas creativas. De este modo, la Ley11.723 recogía una recomendación del Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas (1886, con sucesivas revisiones y enmiendas hasta la definitiva de 1979), concretamente la de su artículo 3º, inciso 3): “Estarán protegidas como obras originales, sin perjuicio de los derechos del autor de la obra original, las traducciones, adaptaciones, arreglos musicales y demás transformaciones de una obra literaria o artística”. Ergo, una traducción no sólo es una obra derivada de otra sino que ha de considerarse, a su vez y a efectos legales, también como una obra original.

Bastante tiempo después, la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, reunida en Nairobi en noviembre de 1976, emite la Recomendación sobre la Protección Jurídicade los Traductores y de las Traducciones y sobre los Medios Prácticos de Mejorar la Situaciónde los Traductores. Allí, entre otras muchas cosas, se recomendaba en II. SITUACION JURIDICA GENERAL DE LOS TRADUCTORES, inciso 3., que: “Los Estados Miembros deberían extender a los traductores, por lo que respecta a sus traducciones, la protección que conceden a los autores de conformidad con las disposiciones de las convenciones internacionales sobre derecho de autor en las que son partes o de su legislación nacional, o de unas y otras disposiciones, y esto sin perjuicio de los derechos de los autores de las obras preexistentes”. Desde entonces, son numerosísimas, por no decir todas, las leyes de propiedad intelectual y protección de derechos de autor que reconocen la condición autoral de pleno derecho del traductor. Incluso las ríspidas y nada patronizantes leyes de copyright, i.e. el Copyright Act estadounidense, reconocen que algunas obras derivadas como las traducciones pueden quedar bajo la misma protección que las obras originales… siempre que puedan dar muestras de suficiente originalidad. En cualquier caso, la Societyof Authors del mismo país, que acoge en su seno a los traductores, entiende que una traducción (literaria, aclara) posee la suficiente “naturaleza original” como para gozar de la protección del copyright.

Pero no toda la legislación en materia de traducción se inscribe en el ámbito de la propiedad intelectual y las obras así llamadas de creación. Un sector importante y muy específico –y justamente, además, muy próximo a la letra de las leyes– de la profesión, cual es el de los traductores públicos o jurados, cuenta con un marco legal propio, tanto a nivel nacional como internacional. En Argentina la figura está recogida con sumo detalle, desde abril de 1973, por la Ley 20.305 (una de las últimas promulgadas por el gobierno del entonces presidente Lanusse), que distingue claramente al traductor a secas del traductor público, delimita sus funciones, deberes y atribuciones y señala, entre sus obligaciones sinecuanónicas, las de recibir formación académica específica y pertenecer a un Colegio que pueda fiscalizar su labor. Puesto que se trata de una actividad fedataria, es lógico y lícito que requiera de una formación habilitante y una licencia que la autorice, y la Ley 20.305 se ocupa de consignar las funciones y límites de estos profesionales: “Art. 5 – Es función del traductor público traducir documentos del idioma extranjero al nacional, y viceversa, en los casos que las leyes así lo establezcan o a petición de parte interesada”. Asimismo detalla largamente las competencias y características indispensables que deben reunir las entidades fiscalizadoras de la actividad; así, por ejemplo, y a pesar de ser “persona jurídica de derecho público no estatal” (Art. 9), es decir, de carácter privado, los Colegios deben no obstante dar cumplida información al Estado acerca de sus miembros inscritos.

Y ahí se acaban las leyes, tanto en Argentina como en la mayoría de países del universo mundo, dedicadas a ofrecer un marco legal al ejercicio profesional de la traducción de cualquier tipo. Nada hay, en el estricto terreno legal, que defina otras prácticas; ni una palabra acerca de la traducción técnica, comercial o médica, por ejemplo. La Ley26.522, conocida como Ley de Medios (2009), establece normas para que ciertos contenidos de la comunicación audiovisual se emitan en el idioma oficial o en las lenguas originarias y el lenguaje de signos y fija cupos detallados en cada caso, pero no regula ni comenta en absoluto las condiciones laborales, profesionales o económicas en que se debe llevar a cabo esta actividad ni se detiene a definir la figura, las funciones o requisitos del traductor audiovisual; tampoco lo obliga (ni invita) a colegiarse o formarse de un modo determinado. Otro tanto ocurre con la Ley de Doblaje, sancionada con el número 26.316 en 1988 y reglamentada y puesta en vigencia por el decreto 933 de julio de 2013, que hace un despliegue normativo ad hoc en el que brilla en todo momento por su ausencia el papel, tanto ideal como real del traductor. En definitiva, y a instancias de la ley, o se es un traductor jurado de documentos (sujeto, por tanto, a los requisitos formulados por los órganos directivos del Colegio de su respectiva jurisdicción) o se es un traductor a secas, es decir, un autor de obra derivada de una obra original. Insisto, a instancias de la ley. Porque veremos que, en la realidad, no todo el oreganato es monte.

2. Ser o no ser (autor)

Para ordenarnos, entonces, y tal como plantea con meridiana claridad –entre muchas otras– la LPI española, cuya actual versión es bastante reciente, por cierto (data de 1996), es el propio y mero hecho generador de la obra el que convierte legalmenteal autor en autor –verbigracia, al traductor en autor. Subrayo una vez más esta condición legal porque, más allá de cuestiones éticas, filológicas o metafísicas, que podrían someterse a toda clase de valoraciones y juicios más o menos subjetivos, la letra de la ley no admite ambigüedades al respecto. Se acepte o no la jerarquía autoral del traductor, se la respete o no, se la ignore o desoiga, se la discuta o cuestione, el caso es que las leyes de los seres humanos de todo el planeta Tierra insisten en que esasí y así debe (o debería) ser. Para esa instancia significante que es la Ley lo que importa, independientemente de cuál sea la realidad de la traducción en el mundo, es que entre lo real (la cosa–traducción) y lo simbólico (la condición autoral), no haya fisuras. Pero tampoco rizomas: la autoría legal no puede ni debe ir más allá ni más acá de la obra nueva derivada, ni siquiera aunque apelemos al argumento benjaminiano de que cada obra contiene necesariamente su traducción. Así, toda obra de creación está sujeta a derechos, que las leyes distinguen entre morales y patrimoniales, pero también a obligaciones y responsabilidades; el autor (y aquí nos estaríamos refiriendo, por supuesto, al autor real de Bajtín, al autor empírico de Eco, a ese que se hace garante final de las voces y lecturas implícitasen la obra) es propietario de su obra pero también debe rendir cuentas por ella, sobre todo si, ejerciendo su derecho como autor, decide hacerla pública y ponerla a disposición de la sociedad, que es, como se verá, un acto mucho más complejo y significativo de lo que a primera vista parece.

Pero volvamos al monte y al orégano. Sería cínico negar que, en la realidad, hay traductores que no generan nuevas obras derivadas y, sin embargo, tampoco son ni necesitan ser, para ello, traductores públicos o jurados. De hecho, no sólo sería cínico sino intolerable, puesto que se trata de un sector amplísimo de la profesión y, además, el que más cobertura académica –junto con el de la traducción pública– tiene. Tal es así, que en Argentina, de manera similar a lo que ocurre en el resto del planeta, hay mucha más oferta formativa para esta faceta “no–autoral–no–jurada” de la profesión que para la faceta “autoral”, por así llamarlas. Y esto es así porque hay mercado para ello, verbigracia, porque ese monte da para el oreganato. Con circunstanciales altibajos, con cumbres y quebradas, la traducción así denominada “técnica” ha proporcionado y proporciona salida laboral y alimentación a muchos profesionales. A la vez, la vertiginosa evolución tecnológica y los constantes cambios e innovaciones en materia informática parecen incidir de un modo paradójico en el sector, puesto que el propio profesional parece estar dando de comer a las máquinas, programas y motores de traducción que, al mismo tiempo que le “facilitan” la labor, son sus más duros competidores. Si sumamos las exigencias de capacitación tecnológica a la especialización temática que caracteriza al sector (el traductor de manuales mecánicos necesita conocer y someter a constantes actualizaciones tanto la retórica al uso como la terminología específica de la materia; el de textos médicos, otro tanto; etc.), no resulta sorprendente que la formación sea un pilar fundamental de este tipo de actividad traductora, toda vez que la competencia laboral es tan elevada como la velocidad a la que evolucionan las herramientas lexicográficas y los métodos de trabajo.

Este vasto, valioso e insoslayable sector no ve recogida su realidaden un marco legal propio sino que, ajeno a la lógica de la traducción entendida como obra y a la traducción pública reglada por estrictas normas colegiales, se desempeña al amparo de leyes comerciales y laborales no específicas: el traductor “técnico” acaba siendo más un empleado en relación de dependencia o un dador autónomo de servicios a terceros que un generador de obra nueva cuya protección y regulación ha de sustentarse necesariamente en fundamentos de derecho relativos a la propiedad intelectual. A decir verdad, la lógica laboral del sector mencionado se aproxima bastante más a la de los traductores jurados que a la del traductor–autor; de ahí, probablemente, la tendencia casi podría decirse “natural” a adoptar la colegiación como intento o manera de ordenar y controlar la buena práctica profesional, puesto que dejarla librada puramente a las dinámicas de mercado podría redundar en detrimento de la calidad y en favor de advenedizos y “revientaprecios”; al menos, ese es el temor que se trasunta. Al que se añade un tercer factor “de riesgo”: ¿a quiénes les darían clases los profesores de traducción si cualquier osado pudiera ofrecer “servicios especializados” al peor postor sin pasar por ninguna instancia formadora ni someterse a las normas éticas de ninguna instancia reguladora? Y una apostilla: ¿de qué le sirve pelear por los derechos patrimoniales de la traducción –no digamos ya los morales– a quien ni produce una obra ni la cede para que sea reproducida y vendida, y no devenga, por tanto, derechos de autor o regalías que eventualmente podría llegar a cobrar?

No, la verdad es que no tiene ningún sentido que un traductor que no cede temporalmente el derecho a publicar su traducción sino que la enajena enteramente una única y definitiva vez pierda tiempo y energías en reclamar la propiedad intelectual de algo que, tal vez no legalmente pero sí realmente, ni es ni jamás será obra. Se entiende, por tanto, que para estos profesionales la autoridad de su quehacer cotidiano no emane del mismo lugar del que emana la autoridad del traductor–autor. Incluso en el caso de que ambos tradujesen el mismo texto (y, a más inri, de la misma manera), el derrotero de su labor, la dinámica laboral y comercial, los sistemas de remuneración, las repercusiones y consecuencias serían totalmente distintos. También las exigencias y los criterios de selección. ¿Cómo así? Hagamos un poco de traducción–ficción. Imaginemos a uno de los paradigmas de la traducción “a secas” argentina (juicios estéticos de valor al margen) como fue J. L. Borges en la tesitura de solicitar trabajo de traductor en alguna editorial. No el joven Borges que apenas despuntaba sino el Borges maduro, con una sólida obra (y varias traducciones) detrás.

Seguramente, salvo que se tratase de obras de lenguas absolutamente ignoradas por él, nadie dudaría en ofrecerle alguna perla negra editorial –siempre y cuando las condiciones, se entiende, sus condiciones no fueran inaceptablemente onerosas. A nadie, ni al más inexperto y despistado de los redactores ni al más recalcitrantemente celoso de los editores se le ocurriría ni por asomo preguntarle al solicitante (por descolocado que pareciera) por su formación, sus estudios, su colegiación o sus garantías oficiales. Y bien que harían, ¿no es cierto? Pero imaginemos ahora al mismo Borges ofertándose a un laboratorio químico como traductor de prospectos farmacéuticos: difícilmente saldría con un encargo en mano. ¿Por qué, si su capacitación académica es la misma en ambos casos? Fácil: porque la que no es la misma en ambos casos es su autoridad. Borges no podría acreditar un conocimiento de la lexicografía farmacéutica al uso ni podría recurrir a ninguna instancia profesional que lo respaldase; en cambio, sí podría acreditar, por su mera condición de autor de traducciones, una capacitación mucho más objetivable que la que podría garantizar, en su caso –en todas las acepciones– paradigmático, una formación universitaria ad hoc o la pertenencia a un Colegio Profesional. Y esto también forma parte de la realidad de la traducción.

De acuerdo, quizás el ejemplo borgiano sea un tanto supraparadigmático. Es casi como apelar con poca elegancia a la mística para blindar un argumento y hacerlo irrefutable. Pero Borges no es en modo alguno el único personaje que encaja a la perfección en nuestro ejercicio ficcional. Quien dice Borges puede decir perfectamente José Salas Subirat, Luis Esteban Fassio o Matilde Horne, por citar a algunos de nuestros “traductores puros” más visibles. En cualquiera de estos casos, y de innúmeros otros, la autoridad que los respalda no descansa en la condición de autores de obra original (pues no lo son, no lo fueron) sino en su mera y probada condición de autores de traducciones.

Traducción, autoría, autoridad (parte II)

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Segunda parte del artículo de Andrés Ehrenhaus, comenzado a publicar el 17 de septiembre pasado.





Traducción, autoría, autoridad.
Hacia una fundamentación dialéctica 
del Proyecto de Ley de Traducción Autoral

3. Lugares de autoridad

Así, la autoridad del autor (que parecerá una perogrullada pero no es ni un pleonasmo ni una tautología) no pertenece tan solo al campo metafísico o retórico sino que se sustenta y manifiesta asimismo en terrenos bastante más concretos. Desde el momento en que el autor, una vez generada la obra, decide ejercer plenamente sus derechos y responsabilidades, adquiere autoridad pública sobre su cosa creada y las implicaciones y repercusiones que de esa exposición se deriven. La puesta–en–el–mundo de la obra, con todas sus consecuencias, autoriza al autor y lo convierte en autoridad. Y quien dice autor dice traductor, ¿verdad? Sin embargo, y a pesar de la insistencia de las leyes del mundo en recordarle al propio mundo que el traductor es, a todos los efectos, un autor munido de los mismos derechos –en lo relativo a su obra– que los del autor de la obra original de la que aquella deriva, el mundo tiende a perder la memoria al respecto, tiende a contemplar con perezosa miopía al traductor y acaba perdiendo de vista su silueta, siempre inquietante, siempre desenfocada, siempre más próxima a las dudas que a las certezas, siempre más próxima al Otro que al sí mismo. Pero más preocupantes que las reticencias del mundo o los lectores a aceptar esta realidad factual son las de quienes forman parte de la realidad laboralde la profesión: editores, críticos, libreros, académicos, los propios traductores.

A ello contribuyen varios factores. De algún modo, el sistema mediante el cual la obra se hace pública ha avasallado la autoridad del autor, a tal punto que a veces esas obligaciones y responsabilidades (lingüísticas, culturales, epistemológicas) se nos presentan apelmazadas, hechas un amasijo, apretujadas por el empuje de la maquinaria industrial y comercial que ocupa, en muchos casos, el lugar de quienes recurren a ella para dar a su obra valor de cosa–ahí. Para entendernos: hasta que Gutenberg no puso en marcha su imprenta, el autor era también un artesano y creación e industria eran inseparables; a partir de entonces, la maquinaria tuvo que idear sistemas de cesión (y a menudo de enajenación y apropiación) de la obra original para poder reproducirla, de tal modo de alimentarse antes a sí misma que al propio proveedor de “materia prima” –y quizás sea en este truco de prestidigitación, que pretende y a menudo logra disfrazar de producto natural lo que ya de por sí es una elaboración compleja y única, donde se obra el giro que permite la suplantación del autor por la industria. Y a nadie escapa que el traductor es un autor frágil, precisamente porque su condición de autor de obra derivada, de obra subsidiaria de otra, impone una distancia virtual extra entre él y su obra que, con enorme frecuencia, acaba cayendo, aunque sea de manera forzada o “trucada” en la órbita de la máquina, cuyo campo gravitatorio es bastante mayor (a modo de ejemplo rápido: es más fácil que se cite –técnica pero también coloquialmente– la editorial que acaba de publicar o ha publicado una traducción que al propio traductor). Aun así, es decir, aun a pesar de que la realidad de la traducción dista mucho de ser la ideal (a los ojos ciegos de la ley), a pesar de la frecuente figuración de enajenación total de la obra a manos de la industria, es esa puesta de la obra en el mundo –y todo lo que conlleva– la que autoriza al autor, verbigracia, al traductor. Ni la formación ni la acreditación ni la pertenencia a tal o cual entidad fiscalizadora le confieren indefectiblemente esa autoridad, que en el caso de los autores de obras originales parece indiscutible (¿quién le va a discutir a Roberto Arlt –por poner un ejemplo paradigmático también– su autoridad como autor?). En eso, tanto la realidad como la instancia simbólica que prescribe lo real (la traducción–ahí) coinciden.

No se me malinterprete: no es mi intención abundar en la tediosa polémica acerca de la conveniencia o la factibilidad de que la traducción se enseñe y aprenda en la academia; más bien, todo lo contrario. Puesto que se enseña y, con frecuencia, aprende a traducir en la academia, discutir su factibilidad es un acto de pura necedad; discutir su conveniencia, un anacronismo absurdo. Nada que redunde en la capacitación y el crecimiento profesionales debería rechazarse de plano, venga de donde venga, y si es de instancias sobradamente solventes y contrastadas, menos aun. Como tampoco tiene sentido negar la validez de una formación teórica sólida, de un amplio conocimiento de toda suerte de materias y disciplinas, de una perspectiva cultural tan alta como ancha; en definitiva, de buenos maestros y vigorosas y siempre renovadas referencias. El traductor autoral está condenado a formarse sin solución de continuidad, a prepararse para todas las batallas, a tocar, como en el flamenco, todos los palos, y para ello todos los recursos son dignos de consideración. No negaré, tampoco, sino todo lo contrario, la importancia no siempre manifiesta o reconocida de la investigación y los estudios de traducción para la buena marcha de la profesión. Sin un sólido y vigoroso aparato crítico, sin teóricos e investigadores capaces de revisitar y repensar la profesión desde perspectivas históricas, lingüísticas, sociológicas, sin instancias dedicadas a articular el tejido consuetudinario, apremiante y proteico, y darle un sentido más amplio, la profesión carecería de marcos de referencia y cajas de resonancia ajenos a la lógica selvática del mercado. Dignificar la traducción, otorgarle la visibilidad justa y necesaria, pasa inevitablemente por ahí. Y este trabajo también corresponde, en gran medida, a la academia.

En nuestro país, son varias las instancias oficiales donde se imparten clases de traducción, ya sea como carrera de grado, como asignatura complementaria o como capacitación para posgraduados. A la ya mencionada carrera de Traductor Público, que pertenece al currículo de la Facultadde Derecho de la UBA, se añaden, entre otros, los Traductorados en Inglés y en Francés de la UNLP, los Traductorados Públicos de la UCA, USAL (que tiene un grado de Traducción Científico–Literaria, como el ISPA de Rosario), UM, UB, UNLA, UNCA, UNLAR, CAECE de Mar del Plata, UAP, UNR, UCASAL o Universidad del Comahue, el grado de Traducción e Interpretación de la Universidad de Córdoba, los Traductorados en diversos idiomas del IES en Lenguas Vivas “J.R. Fernández” y las maestrías y posgrados de la UNC, UBA, etc. Esta variedad da cuenta, sin duda, del arraigo y, a la vez, la proyección de estos estudios. No obstante, ni salamanca ni natura prestan (léase garantizan) lo que sólo el duro y honesto trabajo generador logra poner en juego. En tanto autor, la validez del traductor como profesional en ejercicio dependerá de su capacidad para generar obras capaces de ser–en–el–mundo antes que de su educación y su titulación académicas. Porque autor y obra están indisolublemente ligados y no se conciben el uno sin el otro del mismo modo que, sin público, la obra tampoco es obra–en–el–mundo.

 4. Donde no hay obra

Detengámonos ahora una vez más en el punto álgido, volvamos a la arena candente en la que se celebra el gran levantamiento de ronchas: ¿qué ocurre con la traducción que, más allá o más acá de lo que le exija la instancia simbólica, nace sin voluntad de obra, se niega o resiste a serlo; qué pasa con el traductor que, al no reivindicar una obra, tampoco se considera autor? Como pudo apreciarse en el repaso que hicimos más arriba, para la legislación al uso el traductor (no–público–no–jurado) es siempre un autor, la traducción es siempre una obra. Pero ya vimos también que esto no siempre es así en la realidad, que la cosa–traducción no siempre es una obra “de creación”. Es algo que salta a la vista: cualquier persona que aborde el tema con un mínimo de sensatez sabrá distinguir de manera automática y hasta natural la traducción autoral de la traducción que, en la realidad, no genera derechos de autor. En principio, esta distinción “natural” nos lleva a atribuir la condición autoral a quienes se dedican a eso vago y amplio conocido como “traducción literaria”, en tanto que la no autoral correspondería a quienes se dedican a eso también vago y amplio conocido como “traducción científico–técnica”: parecería, visto así, que son las materias, los “contenidos”, los que decantan la cuestión e inclinan la balanza hacia la “obra derivada” en un caso  y hacia la “mera traducción” en el otro. Algo similar a lo que sucede en fotografía, donde la huella autoral parece depender más de la materia capturada que de la captura en sí. Eppur…

Regresemos, en nuestra búsqueda de criterios objetivables, a la letra de la ley. Tal vez escarbando allí demos con indicios de por qué lo que resulta evidente y natural a simple vista, por qué lo que fenomenológicamente resulta discernible de manera tan clara, no se ve reflejado de manera igualmente clara en las normas, recomendaciones, convenios y, por fin, en la jurisprudencia universales. Si retomamos el primer artículo de la 11.723, en el que se definía que “las obras científicas, literarias y artísticas comprenden los escritos de toda naturaleza y extensión (en coincidencia casi textual con los de la mayoría de las leyes internacionales en la materia) encontraremos, en su segundo párrafo, la siguiente y casi esotérica aclaración: La protección del derecho de autor abarcará la expresión de ideas, procedimientos, métodos de operación y conceptos matemáticos pero no esas ideas, procedimientos, métodos y conceptos en sí.” Entiendo, entonces, que si esas ideas (et al.) se expresan, es decir, si se ponen, digamos así, negro sobre blanco, entonces se las considera protegidas por el derecho de autor; en cambio, si existen de algún modo inexpresado, bien en el acervo general o bien en el cerebro de quien sea, no hay modo de protegerlas porque no se han materializado. El derecho de autor requiere, por tanto, de una materialización de esas ideas (et al.), de una puesta en cosa–ahí –tanto si esta expresión se hace mediante un soporte físico como si se hace al aire ante un público testigo. Es el testimonio del receptor el que da cuenta de la materialización. ¿Porque, supongo quizás demasiado arriesgadamente, esa materialización cobra una formaúnica y exclusiva, aunque reproducible?

¿Se deduce de aquí, entonces, que es la “forma” que adquiere el contenido y no –como parecía derivarse de la distinción a simple vista entre autoral y no autoral– el “contenido puro”, es decir, la idea (et al.) no expresada, lo que debe protegerse? ¿Esa forma que a duras penas podemos definir insatisfactoriamente como “literaria”, “original”, ¨personal”, “artística”, “intelectual”, “creativa”, y que late entre el soporte y la idea, es decir, que es la “manera” de expresar y no el “medio” de expresión? Si el medio es el mensaje, está claro que lo que protege el derecho de autor no es ese mensaje sino la forma particular, condicionada por el medio o no, en que el mensaje se materializa. Así, podríamos intentar a partir de esta aclaración inicial de la ley 11.723 una primera objetivación de lo que es autoral y lo que, en la realidad (pero ahora también, indirectamente, en la ley) no lo es y aventurar que la distinción está más asentada en el cómo se expresa que en el qué se expresa. Es evidente, y también lo es para el ojo inexperto o lego, que la traducción autoral se ocupa, a la larga, más del cómo que del qué. De entrada, porque en el cómo viene implícita la lengua original y no necesariamente en el qué. ¿Podemos decir entonces que la traducción autoral pide una formación más centrada en las maneras de expresar, mientras que la traducción no autoral debería centrarse más a fondo en las materias y conocimientos que pretende expresar que en los modos en que puede expresarlos? Y aún más: ¿no es así como está organizada y orientada la formación académica al uso?

La legislación en propiedad intelectual parece desentenderse de los contenidos puros; la academia, en cambio, parece desentenderse de las formas de expresión. En la realidad, el divorcio se sirve frío (de todos modos, como bien dice Gabriel Celaya en Inquisición de la poesía, “Nadie, ni siquiera una persona que sólo quiere informar, habla neutra y mecánicamente. Toda voz es expresiva, pone una vibración en el aire y convierte el organismo entero en un diapasón”). Pero de todo esto se sigue, quizás un poco forzadamente, que es lógico y esperable que la autoridad que el traductor–autor adquiere (con suerte y buen viento) sobre todo en la puesta–en–el–mundo de su traducción radique, para el traductor–no autor, en la formación centrada en los contenidos. Ojo nuevamente: no estoy hablando de gramática, de corrección gramatical, ortográfica, sintáctica, etc., sino de retórica en su sentido más extremo. El traductor–autor debe tratar un texto enfermo (de expresión, si se quiere) con cuidado de no curarlo; el traductor–no autor debe tratar un texto sano con cuidado de no enfermarlo. Y subrayo que en todo momento, haciéndome eco de la letra (¡universal!) de la ley, no entiendo al traductor–autor como sinónimo de “literario” o “ligado a la estética” sino como traductor de obras científicas, literarias y artísticas. Aquí, volvería a ser cínico pretender que alguien puede traducir de manera rigurosa y honesta un ensayo científico o filosófico sin tener nociones sólidas de lo que en ese ensayo se cuece; también lo sería suponer que esas nociones sólolas proporciona la formación académica.

Pero hay otros considerandos respecto de la traducción que no se tiene a sí misma por obra o que, si lo es de derecho, no se adscribe ni somete –sí, señor, en la realidad– a la propiedad de su eventual autor. En la LPIespañola (y quien dice en la española dice en la mayoría de las que se han promulgado en las últimas décadas a lo largo y ancho de Latinoamérica) hay rendijas por las que la propiedad intelectual y los derechos que la sustentan podrían difuminarse. Hilando fino, eso sí. Por ejemplo, en su Artículo 8º leemos textualmente: Se considera obra colectiva la creada por la iniciativa y bajo la coordinación de una persona natural o jurídica que la edita y divulga bajo su nombre y está constituida por la reunión de aportaciones de diferentes autores cuya contribución personal se funde en una creación única y autónoma, para la cual haya sido concebida sin que sea posible atribuir separadamente a cualquiera de ellos un derecho sobre el conjunto de la obra realizada.Salvo pacto en contrario, los derechos sobre la obra colectiva corresponderán a la persona que la edite y divulgue bajo su nombre”. Así, e hilando, repito, muy muy fino, podríamos inferir que la traducción de una obra –es decir, la obra derivada de esa otra– se vuelve no autoral cuando las aportaciones son tantas o tan indiscernibles unas de otras que la propiedad finalmente le pertenece a quien la edita o divulga bajo su nombre; por ejemplo, la empresa que edita y publica el manual de usos de una máquina. Es tal la “inexpresividad” de la obra derivada que ni siquiera es obra: es puro mensaje. Sin embargo, la LPI continúa hablando de derechos, incluso en ese caso, y dice que no sólo existen sino que le corresponden al divulgador, verbigracia, la empresa. Un poco a la manera de las leyes anglosajonas de Copyright. Que ni siquiera cuando desatienden al autor olvidan que hay algo que pide ser protegido por un derecho de copia. Tal vez ese modelo, que deslinda, a efectos comerciales, al autor de la obra, deje más campo abierto a la “desautoría” y a la posibilidad de pensar la traducción como un traslado de ideas o contenidos puros de un sistema cultural a otro, como un mensaje encerrado en una botella cuya propietario es más quien la lanza al agua que quien le pone el barquito dentro. Sin embargo, tampoco esas leyes regulan o fiscalizan la formación ni las señas de autoridad de los no–autores.

5. Una, dos, muchas traducciones

Sería de una ingenuidad ruborizanteinsistir, a esta altura, en que la diferencia crucial entre traducción autoral y traducción no autoral reside en la separación de forma y contenido, por más que disfracemos los conceptos o los adornemos con epítetos quiméricos. Es evidente a todas luces que el traductor traduce siempre dentro del complejo sistema de la lengua y que el fruto de su labor será siempre un material complejo, atravesado por tensiones y librado a la intemperie de mil lecturas distintas. Podemos continuar distinguiendo matices entre unas prácticas y otras pero ¿nos bastarán para hacerlas reposar en una taxonomía que aclare y ordene el espacio común en vez de complicarlo? Es preciso establecer un paradigma que describa de manera coherente y aceptable lo que la realidad da por hecho: hay dos, tres, muchas traducciones profesionales (o no) que conviven en relativa armonía y no se impiden ni contradicen la una a la otra. Hay instancias simbólicas que se ocupan de unas, instancias que se ocupan de otras, pero no todas están sujetas a leyes propias. La academia trata, a su modo, de abarcarlas todas. Y el mercado las requiere a todas por igual.

Resignémonos, amigos: tal vez no haya, por ahora, mejor manera de ordenar el meollo conceptual que recurriendo a la inmarcesible solidez del argumento tautológico. Es autor el traductor que traduce a autores; no es autor el traductor que no traduce a autores. La traducción autoral es una obra; la traducción no autoral no es una obra. O, dicho de otro modo menos antipático, aunque no toda traducción derive de una obra, no deja por eso de ser traducción: es traducción no autoral; aunque no toda traducción requiera legalmente de una formación y una fiscalización que la autoricen, no deja por eso de ser traducción: es traducción autoral. Así, a la secuencia lógica obra originalàtraducciónàpuesta en el mundoàautoridad se opondría la secuencia lógica texto no autoralàtraducción autorizadaàautoridad, de modo tal que ambos caminos hacia la autoridad del traductor no sólo no se cruzan necesariamente sino que no se contradicen o interponen, e incluso pueden echar mano de los recursos formativos (no sólo académicos, también bibliográficos o prácticos) que ofrecen y generan uno y otro. Formarse de manera constante forma parte de la ética de todos los traductores, sean autorales o no, públicos o privados, técnicos, científicos o poéticos, y es una responsabilidad personal que debería ir adherida a la conciencia del profesional. Y entre las obligaciones de esa formación no puede faltar nunca la reflexión abierta, permeable y rigurosa acerca de la función del traductor en la cultura y en la sociedad, de modo que esa reflexión se vea, precisamente, reflejada en posturas que ayuden a entender la realidad de la traducción y a reconfigurarla, si cabe, en beneficio de todos.






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