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Esos tipejos de la RAE, ¿se lo dirían en la cara a Carlos Fuentes y a Mario Vargas Llosa?

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Empezamos la semana bien arriba, con un trabajo del lexicógrafo, dialectólogo y traductor Andre Moskowitz, originariamente publicado en “Manual de dialectología hispánica: verbos variables II” (páginas 312-317) , incluido en Proceedings of the 54th Annual Conference of the American Translators Association, y recientemente vuelto a publicar en el blog elcastellano.org.

Antojos y caprichos de la RAE

Con el pasar de los años y el haberme convertido en un cincuentón para el que quedaron atrás los años “ardorosos” –aquellos referidos en el bambuco Yo también tuve veinte años de José. A. Morales– tal vez se pensaría que mis críticas y reclamos a la Real AcademiaEspañola se habrían comedido y suavizado pero, por suerte o por desgracia, ha sucedido lo contrario, pues parecería que cuanto más viejo me pongo (o “más viejo me hago”, como diría un español), más recias y audaces se hacen mis recriminaciones a la docta casa, hasta el punto de tener el objetivo de zamarrear a los pobres académicos de Madrid para convencerlos de sus errores y que sientan la urgencia de corregirlos. Me doy cuenta de lo inútil de dicha empresa, de lo incorregibles que somos (tanto los académicos de la RAE como yo mismo), y de la casi imposibilidad de que los leopardos cambiemos nuestras manchas, sean como fueren. Pero a pesar de ello sigo en estas andanzas por costumbre, acaso por diversión y porque, a diferencia de cuando era más joven, ahora me permito esos desahogos sin preocuparme por el qué dirán. Como en muchas cosas, en esto el paso de los años tiende a mejorar lo bueno y empeorar lo malo. No obstante, espero, con este artículo, dar a los académicos, y al público en general, la oportunidad de considerar otras perspectivas sobre algunas cuestiones relativas a la “norma” del español.

Comillas y paréntesis
La RAE insiste en que los puntos se coloquen siempre después de los paréntesis y comillas de cierre, es decir, que se escriba “).” y “».”, nunca “.)” y “”. No estoy de acuerdo con que siempre deba ser así. Por ejemplo, no me parece que tenga sentido que los comentarios parentéticos y las citas que constan de más de una oración tengan su último punto después del cierre de comilla o del cierre de paréntesis; para mí esto se ve poco estético, por no decir feo. La RAE no aborda el caso específico de los enunciados parentéticos o entrecomillados que constan de varias oraciones ni en el Diccionario panhispánico de dudas ni en la Ortografía.

En cuanto a la supuesta necesidad de poner siempre los puntos después de los paréntesis y las comillas de cierre, el argumento de los académicos es que el punto no puede ir antes porque en una oración tiene que ser el último signo de puntuación. Por lo tanto, una secuencia como (No entendía el problema.) es incorrecta porque es necesario que la oración termine en punto y no en cierre de paréntesis. Pero eso es fácil de refutar. En el ejemplo anterior, el punto es efectivamente el signo que cierra la oración. Los paréntesis no son parte de la oración, son signos que aíslan y enmarcan la oración. La oración es: No entendía el problema. Igual sucede con los enunciados entrecomillados.

También me molesta que en los respectivos apartados del DPD y de la Ortografía no se haga ninguna mención del hecho de que (oninguna mención al hecho de que…) en obras de autores de la talla de Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes frecuentemente hay puntos seguidos antes del paréntesis o de la comilla de cierre. Los siguientes ejemplos, con secuencias entrecomilladas, son de Terra nostra, novela de Carlos Fuentes de 1975:

Al oír estas noticias, el rey Herodes se turbó primero, luego se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo, pero antes el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto.” Y allí permanecieron hasta la muerte de Herodes, a fin de que se cumpliera lo que había pronunciado el Señor por su profeta, diciendo: “De Egipto llamé a mi hijo.” (p. 93). 

Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto y tentado allí por el diablo durante cuarenta días. No comió nada en aquellos días, y pasados, tuvo hambre. Díjole el diablo: Si eres hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Jesús respondió: “No sólo de pan vive el hombre.” (p. 101). 

…para el perro la escalera no existía porque el can no podía ver en ella al Señor y sin embargo olía su presencia, pero esa presencia no era la del momento que el perro vivía, sino la de la hora que el Señor había encontrado por accidente; el fuego se apagó en sus entrañas, no pudo creer más en el retorno de su exaltación juvenil, maldijo la noción de la madurez y la identificó con la corrupción; maldijo la ciega voluntad de acción que un día le había alejado y, ahora, separado para siempre de la única eternidad posible: la de la juventud. “La manzana ha sido cortada del árbol. Su único destino es pudrirse.”(p. 107).

Con los lujosos ropajes con que aquí me vistieron, pero con mis rasgadas ropas de marinero pegadas a mi piel temblorosa, di la espalda a esta compañía, descendí lentamente las gradas, mirando hacia mi nueva meta, el volcán que en el atardecer se distanciaba y esfumaba y tornaba del color del aire, como si me rechazara ya, como si me advirtiera: “Mira, me alejo de ti, envuelto en el aire transparente del atardecer. Haz tú lo mismo. Toma otro rumbo. Conviértete en aire, para que yo no te convierta en hielo.” (p. 444).

¿Cómo es posible que, en un análisis serio del tema, no se tomen en cuenta estos ejemplos (y los de otros autores que se podrían presentar) y que, dadas estas evidencias, la RAE plantee lo del tema del orden de signos de puntuación como una regla fija, monolítica y estándar, sin admitir discrepancia ni disidencia algunas? Quien haga estas preguntas, asombrado e incrédulo, no sabe de lo que la RAEes capaz. Como hemos visto, el ignorar y suprimir evidencias y verdades inconvenientes que no respalden su posición sobre determinado tema es una de sus especialidades. Tradicionalmente, lo hacía sin mayores críticas porque pocos la cuestionaban, pero parecería que eso está cambiando y en estos tiempos la RAE ya no puede evitar que sus afirmaciones carentes de solidez susciten rechazo. Los que detentan el poder no siempre se salen con la suya por la fuerza o “por sus pistolas”.

Ahora bien, será posible descartar los textos citados de Carlos Fuentes, emitiendo el siguiente tipo de juicios: 

Carlos Fuentes podrá ser un gran escritor y todo lo que quieras, pero lo cierto es que ignoraba las reglas básicas sobre el orden de las comillas y los puntos, las cuales están explícitamente indicadas en las obras de la RAE.¡Ahí están, tan claras como el agua! La culpa no se la echo a Fuentes –que en paz descanse y que obviamente no sabía– sino a su corrector de textos que no tuvo el valor de señalarle el error.

Pero se podrá tomar, igualmente, la actitud contraria: 

¿Por qué he de seguir lo que dice la RAE, ese antro de prepotencia y perdición? Pues, no. Yo me atengo a lo que hace Carlos Fuentes, autoridad tan importante y digna de seguir como la que más. Y si la RAE padece de tanta inseguridad que carece de la valentía para citar y reconocer a autores de prestigio que violan sus reglas “sagradas”, eso, para mí, le quita cualquier autoridad que podría tener.

Convencer (de) que
Otro ejemplo de la rigidez y testarudez de la RAE es el caso de convencer (de) que. La RAE insiste en que la única forma correcta es convencer de que y tilda a convencer que de uso incorrecto, inculto, “desaconsejado”, queísta, lo que se quiera, algo siempre negativo. Por un lado, los académicos hacen caso omiso del hecho de que autores de prestigio como Mario Vargas Llosa han escrito convencer que; ese hecho lo callan, o bien lo desconocen (si nunca han leído a Vargas Llosa). Por otro lado, para respaldar su posición, sostienen que hay que decir convencer de que porque se dice convencer de algo y no *convencer algo.

Pero si este argumento fuera 100% válido, no se debería decir nunca, como muchos hispanohablantes cultos efectivamente dicen y escriben, antes que, después que, darse cuenta que, acordarse que, olvidarse que, estar seguro que, caber duda que, con tal que y otras locuciones sin de debido al hecho de que se dice antes de algo, después de algo, darse cuenta de algo y acordarse de algo, etc. en vez de *antes algo, *después algo, *darse cuenta algo y *acordarse algo, respectivamente. Tampoco tiene mucho sentido que se pueda decirseguro que tal cosa pero no *estoy seguro que tal cosa, o fíjese que tal cosa pero no *se fijó que tal cosa: los académicos insisten en que solamente se diga estar seguro de que tal cosa y fijarse en algo porque no se dice *estar seguro algo ni *fijarse algo. Según el DPD,antes (de) que y después (de) que son casos aparte porque las formas más tradicionales son las que no llevan de (antes que, después que), las cuales derivan del latín ante quam, post quam, y en el pasado antes de que y después de que eran tildadas de dequeístas por aquellos más lingüísticamente conservadores.

Las siguientes citas con convencer que son de La guerra del fin del mundo, novela de Mario Vargas Llosa de 1981 [los resaltados son míos]:

«Se convenció que João había hecho pacto con el Maligno y temió que, para seguir haciendo méritos, lo sacrificara a él como había hecho con la señorita.» (p. 39). || «El Consejero los ha convencido que mientras más cosas posea una persona menos posibilidades tiene de estar entre los favorecidos el día del Juicio Final.» (p. 57). || «Al comienzo del atardecer, cuando figuras rojiazules y verdiazules comenzaron a perforar las líneas de los elegidos, João Abade convencióa los otros que debían replegarse o se verían cercados.» (p. 112). || «Los había convencido João Abade que debían atacar ahora mismo, ahí mismo, todos juntos, pues ya no habría después si no lo hacían.» (p. 113). || «El hecho es que al terminar el espectáculo preguntó por su casa, la encontró, se presentó a los padres y los convenció que se lo dieran, para volverlo artista.» (p. 150). || «Pero la primera vez que João Abade trató de convencer a los yagunzos que usaran uniformes de soldados había habido casi una rebelión.» (p. 436).

Sobre este tema, doy por concluido mis alegatos o, como diría en inglés, I rest my case.

De acuerdo a versus de acuerdo con
acuerdo 3 De acuerdo con, a Conforme a, en concordancia con, según: “De acuerdo con la ley”, “De acuerdo con tus criterios…”, “De acuerdo a las estadísticas…” (Definición del Diccionario del español usual en México y del Diccionario del español de México).

Ahora que hemos podido apreciar la definición citada en dos diccionarios mexicanos (ambos dirigidos por el lingüista y lexicógrafo Luis Fernando Lara), en la que de acuerdo con y de acuerdo a se presentan sin preferencia alguna, como equivalentes lisos y llanos, quisiera analizar lo que el DPD sostiene sobre de acuerdo con y de acuerdo a. He aquí la “alhaja” en cuestión:

de acuerdo con. Locución preposicional que significa ‘según o conforme a’: «El agente, de acuerdo CON el sumario, se llamaba Leandro Pornoy» (GaMárquez Crónica [Col. 1981]); «Todo sucedió de acuerdo CON el plan previsto» (Pombo Metro[Esp. 1990]). Esta es la forma preferida en la lengua culta, tanto de España como de América, aunque existe también la variante de acuerdo a, más frecuente en América que en España, surgida posiblemente por influjo del inglés according to y solo válida si lo que introduce se refiere a cosas: «Aquello que en la vida real es o debe ser reprimido de acuerdo A la moral reinante [...] encuentra en ella refugio» (VLlosa Verdad [Perú 2002]); «Nosotros continuaremos de acuerdo A lo planeado»(Allende Ciudad [Chile 2002]). Cuando la locución introduce un sustantivo de persona y significa ‘con arreglo o conforme a lo que dice u opina esa persona’, el uso culto solo admite de acuerdo con: «De acuerdo CON Einstein, esta debía de ser de 1.745 segundos de arco» (Volpi Klingsor [Méx. 1999]).

Los académicos de la RAE afirman que de acuerdo con “es la forma preferida en la lengua culta, tanto de España como de América” y luego, en el mismo párrafo, ¡nos informan que Mario Vargas Llosa e Isabel Allende utilizan de acuerdo a! Entonces, nos quedamos rascándonos la cabeza y preguntándonos: ¿cuán poca cultura debe tener un hispanohablante para que diga o escriba de acuerdo a? Por lo visto, podría tener tanta como Mario Vargas Llosa e Isabel Allende y –no cabe duda– ¡muchísima más que muchos miembros de número de la Real Academia Española! De acuerdo con es la forma preferida entre hablantes cultos de España y también entre muchos de Hispanoamérica pero, más importante, de acuerdo con es la forma predilecta de los académicos de la RAE, lo que no quieren confesar. En vez de admitirlo, indican, sin vacilar, que es la preferida de los hablantes cultos en todo el ámbito hispánico. Pero del dicho al hecho hay gran trecho. ¿Dónde está la prueba de que, en la lengua culta de América, se prefiere de acuerdo con en lugar de de acuerdo a? ¡La RAE no la presenta porque no la tiene!

También porque la RAE está acostumbrada a mandar y no a justificarse; su forma de entender la labor lingüística es decretar que las cosas son así o asá, no presentar las evidencias disponibles y, con base en ellas, tratar de persuadirnos de que así son o de que así no son pero deberían ser. Ese es, lamentablemente, su estilo: autoritario, terminante, oscurantista. ¿Hasta cuándo se lo vamos a aguantar? En algún momento alguien, o algún grupo, tendrá que decirle: ¡Basta! Ustedes, los de la docta casa, no tienen ninguna autoridad en estas tierras. ¡Lárguense! ¡Académicos go home!


Tal vez México, Colombia, Argentina, Perú o Venezuela, por ser los países hispanoamericanos con mayor población, deberían ser los primeros en plantárseles. Pero como la RAEtiene comprado y hechizado a casi todo el mundo hispánico es difícil que esto vaya a suceder. Desde luego, existen excepciones, por ejemplo, científicos, lingüistas, ensayistas, traductores y otros especialistas que no veneran a la RAE ni piensan que es la última coca cola del desierto (o la última chupada del mate o del mango), pero estos constituyen una pequeña minoría.

Lo que sí es cierto con respecto a de acuerdo con y de acuerdo a es que, hoy en día, gracias en gran medida a la minicampaña de terror que ha llevado a cabo la RAE(y otros) en contra de esta última frase, existen muchísimas personas que utilizan de acuerdo con y que tratan con desdén el uso de de acuerdo a. En cambio los que usan de acuerdo a y miran con malos ojos de acuerdo con son muy contados o, dicho de otra manera, los que emplean de acuerdo con suelen acarrear más prejuicios que los que utilizan de acuerdo a.

En vez de limpiar la lengua, fijarla o darle esplendor, su campaña en contra de de acuerdo a logra dos objetivos fatuos: por un lado, aumenta la inseguridad lingüística de los que usan esta variante, haciéndoles creer erróneamente que no es aceptable o que lo es menos que de acuerdo con. Por otro, fomenta la altivez –y quizás también la inseguridad– de aquellos que emplean de acuerdo con y se imaginan, a menudo sin mucha convicción, que por eso son superiores. ¡Qué panorama más absurdo!

Antes que indicar que de acuerdo a es peor que de acuerdo con, lo cual es subjetivo, si no directamente falso (no respaldado por los hechos presentados), deberían presentar las dos variantes en pie de igualdad y tratar un tema mucho más interesante: ¿quiénes son los hispanohablantes que tienden a usar de acuerdo a más que de acuerdo con? Por ejemplo, en la pequeña muestra que expusieron, vimos que García Márquez, colombiano, usó, en la cita, de acuerdo con, mientras que Vargas Llosa y Allende, un peruano y una chilena, respectivamente, usaron de acuerdo a. ¿Estos datos son sólo casuales o pertenecerán a alguna pauta general? De acuerdo a lo usan muchísimos hispanohablantes cultos –eso ya lo sabemos– pero… ¿qué rasgos tienen los que lo emplean y de dónde son oriundos? Abordar el tema de quiénes y en dónde sería mucho más jugoso y provechoso que pronunciarse, como el Papa, sobre la idoneidad o falta de idoneidad de de acuerdo a. ¡Y cuánto más valdrían las obras de los académicos si investigaran más, cuentearan menos y dejaran de sermonear! Pero soñar no cuesta nada, ¿verdad?

Otro tema importante es el origen de de acuerdo a: ¿surgió por influjo de la frase inglesa according to, o no? Es posible que se haya acuñado independientemente del inglés, considerando que existe conforme a, locución, a veces sinónima, que nadie achaca al inglés. Como hemos visto, también existen asociar(se) a / con, contactar(se) a / con y corresponder(se) a / con y nadie alega que ninguna de ellas haya surgido porque en inglés se use to, with o ninguna preposición en las frases equivalentes. De ahí que convenga preguntarnos: ¿Por qué a la lengua española le hubiera hecho falta recurrir al inglés para formar de acuerdo a? ¿Acaso no es capaz de crearla por sí sola, sin ayuda de nadie, y menos que menos de los gringos? (Me refiero a los de habla inglesa). Tal vez la clave para resolver la etimología de de acuerdo a, establecer o bien su alcurnia, abolengo, pedigrí y estirpe honrosa –o su ignominia, genealogía bochornosa o linaje bastardo– está en determinar a qué fecha se remonta el primer documento en el que esta frase aparece: cuanto más antiguo sea dicho texto menos probabilidad hay de que el inglés sea el seductor y corruptor que engendró de acuerdo a. No descartemos la posibilidad de que, en esta ocasión, el inglés sea inocente, un chivo expiatorio que no tuvo nada que ver con el nacimiento de la frase.

Cierro este artículo con una cita del filólogo, dialectólogo y ensayista Ángel Rosenblat que parece ser tan cierta hoy como cuando la escribió a mediados del siglo xx:

En el terreno gramatical, cuando coexisten dos formas se tiende hoy a considerar una de ellas como incorrecta: haiga era en la época clásica tan legítimo como haya (se apoyaba además en la analogía con caiga y traiga), y hoy es evidente vulgarismo. En la lucha por la existencia triunfa siempre una de las dos, y no siempre la más legítima. (Rosenblat, Estudios sobre el habla de Venezuela. Buenas y malas palabras. Tomo I. p. 300).


Notas
1Este trabajo fue publicado originalmente en “Manual de dialectología hispánica: verbos variables II” (páginas 312-317) de Andre Moskowitz en Proceedings of the 54th Annual Conference of the American Translators Association, San Antonio, Texas, EE.UU., del 6 al 9 de noviembre de 2013. Caitilin Walsh, comp. CD-ROM. American Translators Association, 2013.

2En este texto, cuando se alude al DRAE, se refiere a la vigésima segunda edición (publicada en el 2001), pero con los avances de la vigésima tercera que aparecieron en la versión en línea hasta mediados del 2013.

BIBLIOGRAFÍA
Asociación de Academias de la Lengua Española (2010): Diccionario de americanismos (DA). 1a edición. Lima (Perú): World Color Perú, Santillana Ediciones Generales.

— (2005): Diccionario panhispánico de dudas (DPD). 1a edición. Madrid (España): Santillana Ediciones; en línea: <http://buscon.rae.es/dpdI>.

Colegio de México (en línea): Diccionario del español de México: <http://dem.colmex.mx>.

Lara, Luis Fernando (1996): Diccionario del español usual en México. 1a edición. México (México): El Colegio de México.

Real Academia Española (2001): Diccionario de la lengua española (DRAE). 22a edición. Madrid (España): Editorial Espasa-Calpe; en línea: <http://buscon.rae.es/draeI>.

Rosenblat, Ángel (1993 [1956]): Estudios sobre el habla de Venezuela. Buenas y malas palabras. Tomo I. Caracas (Venezuela): Monte Ávila Editores.

Para traductores del francés con experiencia

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9ème Séminaire International 
de Traducteurs Littéraires 2014 /
Session spéciale pour traducteurs confirmés
  
IFAL Ambassade de France au Mexique
24 novembre - 3 décembre 2014

Objet : Appel à candidature pour le 9ème séminaire international de traducteurs littéraires hispanophones, Mexico 24 novembre - 3 décembre 2014.

Résumé : L’Institut Français d’Amérique Latine (IFAL) de Mexico organisera du 24 novembre au 3 décembre 2014 le 9ème séminaire de traduction littéraire pour traducteurs hispanophones, session spéciale pour traducteurs chevronnés. Les traducteurs ayant participé aux éditions précédentes et publié depuis des ouvrages littéraires peuvent poser leur candidature.

Ce séminaire est destiné à professionnaliser et promouvoir la traduction français-espagnol d’œuvres littéraires et perfectionner la formation des traducteurs hispanophones d’Espagne et d’Amérique Latine.

Date limite de dépôt des dossiers par les candidats: 21 juillet 2014

Chaque année, l’Institut Français d’Amérique Latine de Mexico, avec l’appui de l’Institut Français, invite une quinzaine de jeunes traducteurs venus de divers pays hispanophones (Argentine, Bolivie, Chili, Colombie, Costa Rica, Equateur, Espagne, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panama, Paraguay, Pérou, Salvador, Uruguay, Venezuela) à suivre une formation d’une semaine, organisée par son Centre Professionnel de Traduction et d’Interprétation (CPTI).

Cette formation est également appuyée depuis 2011 par les Coordinations régionales Amérique Centrale, Cône Sud et Pays Andins, et par l’Institut Français de Madrid depuis 2013.

Ce séminaire se déroule en deux temps :

 Une formation constituée :

- d’ateliers pratiques
- d’une approche des aspects professionnels de la traduction
- de séances sur la connaissance de la littérature française et de la francophonie
- de débats sur l’histoire et la critique de la traduction
- de rencontres avec des traducteurs, écrivains, éditeurs.

 Une participation des traducteurs aux Journées professionnelles de la Foire Internationale du Livre de Guadalajara (FILG)

Objectifs généraux

Destinée à enrichir le vivier des traducteurs hispanophones en français, à promouvoir l’échange entre jeunes traducteurs et à leur offrir un espace de réflexion et une connaissance plus précise du milieu professionnel et des techniques de la traduction, cette formation s’adresse à des traducteurs ayant déjà publié la traduction de plusieurs ouvrages.

Seront prioritaires les candidats ayant un projet de traduction d’un auteur français contemporain (sous contrat ou non avec un éditeur), susceptible de bénéficier d’un Programme d’Appui à la Publication (PAP) local ou régional.

Le séjour à la Foire Internationaledu Livre de Guadalajara permettra d’une part aux traducteurs de rencontrer les professionnels du livre, notamment ceux d’Espagne et d’Amérique latine et, d’autre part, de participer aux différentes activités proposées durant ces trois journées.

Organisation du séminaire

 35 heures de formation intensive, du lundi 24 au vendredi 28 novembre 2014 de 9h à
13h30 et de 15h à 18h.

 Journées professionnelles de la FILG, du dimanche 30 novembre au mercredi 3 décembre 2014.

Organisateurs

 Institut Français d’Amérique Latine (IFAL)

Profil des candidats

 Traducteurs littéraires hispanophones ayant traduit depuis le français au moins trois
ouvrages publiés.
Lieu


Plate-forme éducative de l’IFAL
Río Nazas 43, Col Cuauhtémoc, México DF
Tél : (00 52) (55) 55 66 07 77, poste 125

Dates

24 – 28 novembre 2014 : Formation à l’IFAL de Mexico
30 novembre – 3 décembre 2014 : Foire Internationale du Livre de Guadalajara

Prise en charge

Les billets d’avion en classe économique sur le trajet Ville ou Capitale d’origine-Mexico-Guadalajara-Ville ou Capitale d’origine seront pris en charge.
Les frais d’hébergement à Mexico, du 23 au 29 novembre inclus et les repas de midi durant le séminaire seront pris en charge par l’IFAL de Mexico. Tout comme les frais d’inscription des candidats au séminaire et la rémunération des intervenants. Les frais d’hébergement à Guadalajara du 30 novembre au 02 décembre inclus et les droits  d’entrée à la FILG seront pris en charge par la FILG.

Procédure de candidature

Les candidats doivent adresser leur candidature au plus tard le 21 juillet 2014 aux contacts mentionnés dans le tableau ci-dessous, selon leur pays de provenance.

Les dossiers de candidature devront inclure :
- CV détaillé en français
- Coordonnées exactes (adresse, téléphone, courriel actualisé)
- Lettre de motivation en français
- Pour tous les candidats (sauf Mexique): copie scannée du passeport valable encore six
mois après la fin du séminaire.

Sur la base de ces informations, de l’implication du candidat et du projet professionnel décrit dans sa lettre de motivation, la Coordination régionale correspondante ou l’Institut Français de Madrid procèdera à une présélection de candidats d’Espagne et d’Amérique latine, qu’elle transmettra à l’IFAL au plus tard le 23 juillet 2014 en vue de la sélection finale. Les candidats retenus seront avisés personnellement le 28 juillet 2014 par l’IFAL et la Coordination régionale correspondante ou l’Institut Français de Madrid.

Contacts

Coordonnées de la Coordinationrégionale / de l’Institut Français de Madrid :

Coordination Régionale Amérique Centrale (IFAC)pour les candidats issus des pays suivants : Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua et Panama
Jean-Claude Reith
jean-claude.reith@diplomatie.gouv.fr
+506 22 24 41 05

Coordination Régionale Pays Andins pour les candidats issus des pays suivants : Bolivie, Colombie, Equateur, Pérou et Venezuela
Claude Castro Gimenez
claude.castro-gimenez@diplomatie.gouv.fr
sophie.gaillard@diplomatie.gouv.fr
+511 2158407

Coordination Régionale Cône Sud pour les candidats issus des pays suivants :  Argentine, Chili, Uruguay et Paraguay
Pascal Delisle
pascal.delisle@diplomatie.gouv.fr
+56 (2) 24 70 80 07

Institut Français de Madrid  pour les candidats espagnols
Guillaume Juin
guillaume.juin@institutfrancais.es
+91 700 78 21
IFAL Mexico pour les candidats mexicains
Arturo Vázquez Barrón/ Valérie Juquois
cpti_ifal@yahoo.com.mx
cpti@casadefranciadigital.org.mx
Téléphone: +52 (55) 55 66 07 77 poste 125
Fax: +52 (55) 55 66 86 13

Calendrier
 TIMING DES PROCÉDURES

21 JUILLET 2014 : Date limite de dépôt des dossiers par les candidats

23 JUILLET 2014 : Date limite de réception par l’IFAL Mexico des candidatures retenues par les Coordinations régionales et l’Institut Français de Madrid

24 JUILLET 2014 : Liste des candidats retenus par l’IFAL Mexico transmise aux Coordinations régionales et à l’Institut Français de Madrid

28 JUILLET 2014 : Transmission par l’IFAL Mexico des résultats définitifs aux candidats retenus

6 AOÛT 2014 : Envoi de leurs contrats aux candidats retenus

22 AOÛT 2014 : Date limite de réception par l’IFAL des contrats signés par les candidats sélectionnés

5 SEPTEMBRE 2014 : Date limite d’inscription à la FIL de Guadalajara

Roberto Raschella en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

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Roberto Raschella pasó por el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires con una charla que tituló “Traducir: decisión estilística, inspiración, sospecha”. A lo largo de su exposición, recorrió las distintas etapas de su trabajo como traductor y se refirió a los distintos textos con los que se topó.

Quien desee saber cómo fue puede hacerlo siguiendo este link:


Roberto Raschella nació en Buenos Aires en 1930. Desde 1959 y durante más de treinta años fue maestro de escuela primaria. Poeta, novelista, ensayista, guionista y crítico de cine, traduce prosa y poesía del italiano. Publicó las novelas Diálogos de los patios rojos (1994), Si hubiéramos vivido aquí (1997) y La historia que nunca les conté (en colaboración con Mariano Fiszman) y los libros de poesía Malditos los gallos(1979), Poemas del exterminio(1988), Tímida hierba de agosto(2001) y La casa encontrada(2011), su obra reunida, incluido el libro hasta entonces inédito que le da título al volumen. Recibió el Premio Boris Vian (1999) y el Premio Nacional de Novela (2004).

Entre sus muchas traducciones se mencionan El príncipe y Discurso sobre la primera década de Tito Livio, de Nicolás Maquiavelo,Rousseau y Marx, de Galvano Della Volpe, Categorías de lo impolítico, de Roberto Esposito, El pan salvaje, de Piero Camporesi, eHistoria de la ciudad de Dios, de Pier Paolo Pasolini. Tradujo además, entre otros autores, a Italo Svevo, Gabriele D´Annunzio, Giovanni Verga, Luigi Pirandello, Alessandro Portelli y Aldo Zargani.Asimismo, colaboró traduciendo poesía italiana con las revistasDiario de Poesía, Ballena Blanca, El Jabalí e Innombrable.


"Detritus, despojo, resto abandonado a sí mismo"

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En su columna dominical del diario Perfil, Guillermo Piro publicó lo que sigue el domingo 29 de junio pasado.

La traducción como tributo

“Cualquier cristiano que no es un héroe es un cerdo”, dijo Léon Bloy, frase con la que se ganó el odio de Emile Zola, Guy de Maupassant, Renan y Anatole France. A esta altura me preocupa poco ganarme más odios, de modo que aquí va mi variante: “Cualquier escritor que no es un traductor es un cerdo”. No sé si Bloy se dedicó a justificar su afirmación, pero es así como yo justifico la mía.

 Desconfío enormemente de cualquier escritor que no considera que el fruto de su pluma es mierda. Mierda en sentido figurado, naturalmente, pero mierda al fin. Mierda en el sentido de detritus, de despojo, de resto abandonado a sí mismo y del que es necesario alejarse lo antes posible. Mierda. Cultivar la propia obra como un huerto sagrado es signo de muchas cosas, pero entre todas esas cosas están el cretinismo, la inseguridad, la estupidez, la ignorancia, la necedad y hasta cierta suspicacia.

El modo que muchos escritores tienen y tuvieron para pagar la deuda que implica lanzar la propia mierda al mundo sin que nadie se lo pida consiste en colaborar para poner en circulación la obra de otros. Algunos lo hacen editando, otros corrigiendo, pero está bien visto que un escritor, al menos una vez en la vida, se ocupe de traducir. Peter Handke lo hizo una vez, dedicándose a volcar al alemán un par de novelas de su amado Emmanuel Bove: después de eso, pudo seguir publicando su mierda en paz. Hasta Mario Benedetti, el prototipo del escritor que nadie debe ser, tuvo la suficiente altura moral como para equilibrar el peso de su propia mierda con la traducción de Tres mujeres, de Robert Musil. Es sabido que Julio Cortázar tradujo a Gide, a Yourcenar, a Poe y a Daniel Defoe: otro buen modo de equiparar los tantos. Borges tradujo a Whitman, y la cuenta está saldada. Alejandra Pizarnik, a Marguerite Duras. Cabrera Infante tradujo a Joyce (no el Ulises, sino Dublineses). Haruki Murakami tradujo a Raymond Carver, a John Irving y a Paul Theroux. Thomas de Quincey, a Ludvig Holberg. La lista es interminable. Todos ellos son de algún modo grandes fabricantes de mierda. Se me dirá que lo que querían esos autores era medirse con los grandes frutos que ha dado la literatura universal, pero yo creo que no, que lo que querían era pagar una deuda.

Naturalmente, están los traductores que sólo traducen y que se privan de seguir llenando de mierda el mundo. Mi más sincero respeto para todos ellos. Mi más sincero respeto también para todos aquellos preocupados por poner en circulación una literatura mejor que la propia, que antecede a la propia, o que la explica o la comenta, o que simplemente la anula. Pero esos escritores que se dedican solamente a escribir, como si eso fuera importante, como si hiciera falta o como si estuviéramos esperando tal cosa, bueno, esos escritores pueden ser llamados lisa y llanamente cerdos. Porque otra vez, como decía Léon Bloy, “el peor mal no es el delito cometido, sino no haber obrado el bien que uno podría haber hecho”


Cuanta depresión...

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El blog Patrulla de Salvación se dedica a los libros y sus alrededores. Su objeto es claro. Dicen:  "El libro está en peligro. Desde este blog, la sargento Margaret y sus amigas estarán atentas a lo que ocurre en el mundo editorial en castellano para denunciar todo aquello que pueda hacer daño al libro."

Parte de la cosa puede leerse en su entrada del 1 de julio pasado, cuyo título dice: "Penguin Random House y Planeta: condenados a 'fusionarse'". Quien desee enterarse puede hacerlo recurriendo a este link: http://patrulladesalvacion.com/2014/07/01/penguin-random-house-y-planeta-condenados-a-fusionarse/

Del otro lado de la cordillera

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El pasado 10 de junio, en Santiago de Chile, tuvo lugar un encuentro de traductores y editores convocado por la traductora chilena Pola Iriarte, quien, con el auspicio de la Universidad Diego Portales (en cuya sede se desarrollaron las actividades), el Instituto Goethe y la Embajada de México en Chile, reunió a traductores argentinos, chilenos y mexicanos, con el objeto de reflexionar conjuntamente sobre la traducción en los respectivos países. A lo largo de esta semana se ofrecerán en este blog fragmentos de algunas de las ponencias. Comenzamos hoy con el programa y con las palabras de bienvenida de anfitriona. 


Encuentro “Diagnóstico, posibilidades y perspectivas de la traducción literaria en Chile”

Martes 10 de junio
Auditorio Udp (Vergara 240 1er piso)

09.00-09.15 hrs.:  Palabras inaugurales. Pola Iriarte

09.15-10.00 hrs.:  Charla inaugural: “Por qué necesitamos nuestras propias traducciones?” Magdalena Cámpora (45 minutos)

10.00-11.30 hrs.:  Mesa redonda: “Pasado y presente de la traducción al castellano. España y América Latina”. Moderadora: Marisol Vera (Presidenta Asociación de Editores de Chile). Expositores: Jorge Fondebrider (Argentina), Pedro Serrano (México), Andrés Ehrenhaus (Argentina). 20 minutos por expositor, 30 minutos de diálogo con el público.

11.30-11.45 hrs:   Café

11.45-13.15 hrs.:  Mesa redonda: “Traducción literaria en Chile. Un pasado olvidado y un presente en deuda”. Moderador: Paulo Slachevsky (Director LOM Ediciones). Expositores: Cristóbal Joannon (editor), Armando Roa (traductor) y Oscar Luis Molina (editor y traductor). 20 minutos por expositor, 30 minutos de diálogo con el público.
13.15-14.30 hrs.:  Pausa almuerzo

14.30-16.00 hrs.   Mesa redonda: “Fomento a la traducción de autores nacionales”. Moderador: Pedro Pablo Guerrero. Participantes: Diego Lorenzo (Argentina), representante Fondo del Libro y la Lectura (Chile). 20 minutos por expositor, 30 minutos de diálogo con el público.



Del otro lado de la cordillera (2)

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FOTO: Paulo Slachevsky

Luego de las palabras de apertura de Pola Iriarte, las actividades de "Diagnóstico, posibilidades y perspectivas de la traducción literaria en Chile" se abrieron con una charla de Magdalena Cámpora, que se transcribe parcialmente a continuación.




Notas para contestar 
una pregunta de Pola Iriarte:
¿Por qué necesitamos 
nuestras propias traducciones? 

¿Qué quiere decir tener una traducción propia? ¿Qué está hecha acá? ¿Qué tiene un léxico vernáculo? ¿Es nuestra la traducción (hablo como argentina) porque hay voseo? ¿Es nuestra la traducción (hablo como latinoamericana) porque no decimos vosotros? ¿Esto quiere decir que hay que defender a rajatabla las particularidades dialectales, que constituyen lo propio? En principio, habría que contestar que no. Creo incluso que unir el problema de lo propio con el de las particularidades dialectales es hacerle el juego a las imposiciones editoriales que nos vienen de España.

Para empezar, la identificación de la especificidad de la lengua con la pertenencia nacional es una problemática que es histórica, y que en realidad ya está superada: reenvía a las discusiones transatlánticas de las décadas del 20 y del 30 sobre el meridiano intelectual de Hispanoamérica, que los españoles querían naturalmente hacer pasar por Madrid, por motivos ideológicos y sobre todo económicos.

Lejos quedó el tiempo en que España podía considerar, como lo quería Guillermo De Torre, “al área intelectual americana como una prolongación del área española[i]” y en el que, tanto en América como en España, se sobreentendía que la lengua literaria no debía hacerse eco de las grandes diferencias dialectales orales. Lejos quedaron, también, las discusiones sobre el nombre del continente: Hispanoamérica, Latinoamérica, según se buscara defender la tradición ideológica de la llamada lengua común o, al contrario, se buscara abrir hacia otras tradiciones ya más genéricamente latinas que, en casos como el de la Argentina con Italia o Francia, iban casi de suyo.

Quiero decir: el tener traducciones que respeten las particularidades de nuestra habla ya nada tiene que ver con el gesto histórico de la emancipación colonial. Hay un consenso, de ambos lados del Atlántico, sobre la naturaleza pluricéntrica del español como lengua que no posee una norma y un uso únicos, sino dos o más, iguales en prestigio[ii].

A esto me contestarán que si ya no existe el problema de la legitimación de la variante dialectal que hablamos, sí persiste el problema de la distribución y de la aceptación de las variantes de traducción americanas en un mercado editorial amplio, cuyas pautas en muchos casos se rigen por las normas hispánicas: como todo traductor americano que haya trabajado para España sabe, la aceptación pasa por su adaptabilidad al oído peninsular.

[Un comentario al margen respecto de esto: a ningún editor español se le ocurriría pedirle a García Márquez que descolombianice sus textos, pero sí se lo pedirá a un traductor colombiano. En épocas pasadas, la práctica era de hecho directamente “fusilar” la traducción peinándola de cualquier marca gramatical, léxica o prosódica latinoamericana.

Si viviéramos en un mundo donde la traducción tuviera el mismo estatuto que el texto original como trabajo de creación, esa limpieza lingüística sería impensable. Es de hecho impensable esa limpieza cuando el traductor es un autor: ¿quién se atreve acaso en Francia a tocar las traducciones de Poe hechas por Baudelaire, o en la Argentina la traducciones que hizo Borges de Faulkner o de Virginia Woolf, o incluso hoy en día las que hace Aira? El problema no está en el texto final, sino en el nivel de legitimación de quién lo produce.]

Pero volviendo más pragmáticamente a los problemas de distribución, es un hecho que las traducciones demasiado localistas, si bien son interesantes desde un punto de vista traductológico, son poco vendibles. Pienso por ejemplo en una versión de Pantagruel que salió hace tres o cuatro años en Buenos Aires, por Dedalus Editores, en la que el faubourg Saint-Marceau se convierte en el arrabal Saint-Marceau, y los comentarios soeces de Panurgo son traducidos por juegos de palabras sacados del mundo escolar argentino, por ejemplo la repetición muy rápida de la expresión “lápiz japonés”.

Se calcula que la literatura argentina contemporánea tiene en la Argentina 20.000 lectores potenciales: ¿cuántos de ellos estarán dispuestos a apostar por una traducción tan localista de Rabelais? Si uno reduce lo propio a las particularidades lingüísticas, hay menos lectores. Y eso es un problema, porque las traducciones, que están el inicio de la cadena editorial, dependen de su último eslabón, que es la venta.

Es evidente que por nuestras propias condiciones (lectorado finalmente pequeño y cautivo) no podemos ser todo lo etnocéntricos que queremos.

Lo que me lleva a la pregunta inicial: ¿qué es entonces una traducción propia? Podría ser interesante considerarlo en dos niveles, uno individual y el otro colectivo.

Desde lo individual, pensar la traducción como la construcción de un entramado que contiene muchas y variadas cosas que constituyen lo propio:

-Primero, obvio, la bajada de línea editorial que pega sobre la versión propuesta y que siempre va a ser específica, circunstancial, y va a estar adscripta a un espacio propio (qué es lo que se pacta con la editorial respecto del nivel de localismo lingüístico)

-Segundo, el propio idiolecto del traductor, que por más invisible que sea no deja de ser quien elige las palabras y su disposición gramatical en la lengua de llegada. Todo traductor tiene mañas, giros, señas que surgen de su historia, de su saber y de sus circunstancias de producción; el traductor argentino Marcelo Cohen[iii] llega incluso a comparar la traducción con la identidad: ambos son, dice, siempre un “agregado”, y “muchos de sus componentes provienen de elecciones o adherencias azarosas”;

-Tercero, la historia de las traducciones anteriores de ese texto. Mariana Dimópulos –a quien quiero nombrar porque discutí muchas de estas ideas con ella– siempre marca cómo la traducción de textos filosóficos tiene que tomar en cuenta la historia y los circuitos de transmisión de los términos. También: hay títulos, hay incipits que tienen una historia que hay que considerar– La metamorfosissiendo el caso más célebre;

Por último –y quizás este último punto del entramado sea un poco vaporoso, pero quiero decirlo igual porque es fruto de mi propia experiencia como traductora– creo que la traducción es propia cuando se arma una relación conciente entre el texto original y la lengua a la que se lo traduce. Me parece (pero es del orden de la intuición) que existen afinidades electivas entre ciertos textos y ciertas variantes dialectales cuya presencia termina negociándose en el texto traducido. Doy muy brevemente un ejemplo personal, que viene de la experiencia de traducción con Rojo y Negro:

Creo que Le Rouge et le Noirestá escrito en un francés que contiene a priori, de antemano, su propia traductibilidad al español rioplatense; es una obra que se halla en el español rioplatense, aunque sin caer por supuesto en dialectismos exagerados (ni che, ni voseo). Esto, por varias razones que identifiqué en la práctica de traducción, por ejemplo 1) un sistema de tiempos verbales que encastra bien con el que usa Stendhal: formas simples en vez de compuestas, perfectos simples connaturales al Río de la Plata en vez pretéritos perfectos compuestos peninsulares que recargan; futuros perifrásticos que refuerzan el coloquialismo stendhaliano; 2) también (es consecuencia de lo primero), un patrón rítmico y tonal, una prosodia, que hace que cierta oralidad de superficie del estilo de Stendhal se trasluzca en la entonación, en la dicción, en el débit rioplatense; 3) finalmente, el léxico argentino que se nutre de palabras extranjeras y que tiene un eco perfecto en el rol de los extranjerismos[iv] en la prosa de Stendhal: los críticos[v]hablan de babeylismo, haciendo un juego con el apellido real del escritor, Beyle. Hay en Stendhal una superposición de la morfología de las lenguas que es constante; ese fenómeno se da, como bien se sabe, en el español de Argentina, donde abundan calcos gramaticales y sintácticos, en particular del italiano.

Posibilidad de pensar esta intimidad entre ciertas variables dialectales y el estilo de un texto, o en cualquier caso –y eso quizá sea más interesante- intentar justificar formalmente esa intimidad.

Esto entonces en cuanto a lo propio como entramado individual, que no necesariamente remite al localismo extremo, a la problemática excluyente de las variantes dialectales.

La segunda perspectiva para pensar lo propio es desde lo colectivo, cuando lo propio surge de un conjunto de acciones entre los distintos actores del campo editorial, entre las cuales pueden contarse: el desarrollo de un campo editorial fuerte, con capital, que pueda comprar derechos; elegir títulos; pagar traducciones nuevas; pagar propuestas, informes, lecturas de scoutinga los traductores, que son muchas veces los primeros en manejar lo nuevo; permitir en consecuencia una circulación verdadera de textos, ideas, libros, y con ellos de autores y lectores, desde las Ferias de Libros donde se da el encuentro lector-autor, hasta los peregrinajes privados de lectores.

En suma: constituir lo propio al poder armar nosotros mismos el catálogo de títulos que traducimos, editamos, comercializamos, leemos.


[i] Guillermo De Torre, “Madrid, Meridiano intelectual de Hispanoamérica”, 1927.
[ii] Tener en cuenta quand même que para el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), el 70% de los “errores” que se sancionan corresponde a usos americanos. Ver al respecto “Para una soberanía idiomática”.
[iii]“Nuevas batallas por la propiedad de la lengua”, 2007.
[iv]Artículo 3, Privilèges : « Cent fois par an, il saura pour vingt-quatre heures la langue qu’il voudra ».
[v]Éric Bordas, « Le babeylisme scriptural de Stendhal, ou le style comme langue étrangère », 2011.

Del otro lado de la cordillera (3)

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FOTO: Paulo Slachevsky - De izquierda a derecha: Marisol Vera, Andrés Ehrenahus, Jorge Fondebrider y Pedro Serrano
La segunda mesa de "Diagnóstico, posibilidades y perspectivas de la  traducción literaria en Chile", cuyo título fue "Pasado y presente de la traducción al castellano. España y América Latina", fue moderada por Marisol Vera, actual presidente de la Asociación de Editores de Chile y responsable de la editorial Cuarto Propio. El primer expositor fue Jorge Fondebrider, el Administrador de este blog.

Un estado de situación

Empiezo con estadísticas: en la Argentina tenemos una tasa de analfabetismo del 1,9%. En buena medida esto se debe a que la educación es obligatoria (hasta la escuela secundaria incluida) y, fundamentalmente, gratuita (aunque se puede optar por las universidades privadas, que claramente son muy inferiores a las nacionales y, para muchos, una señal de que no se quiere hacer esfuerzos).

La cantidad y variación interanual (%) de títulos y ejemplares según registro de ISBN. Argentina entre los años 1994 y2012 son las siguients: 

Año                          Títulos                                           Ejemplares
.                      Cant.               Var. (%)                      Cant.               Var. (%)
1994                9.640                                      48.089.996

2012           27.661              -12,72%         96.977.765                 -18,30%

Por lo demás, la última  encuesta indica que cada argentino lee un libro y medio por año.

Estos se adquieren en las 2000 librerías (antes de la dictadura de 1976, eran cerca de 6.000), distribuidas por todo el país, que, a pesar de la disminución de locales, sigue siendo la mayor red de Latinoamérica.

Debe observarse que, al menos dos veces por año, los chicos reciben gratuitamente libros en las escuelas a través de los Ministerios de Educación y de Cultura de la Nación y del Ministerio de Cultura de la Ciudadde Buenos Aires. Además, una y otra administración compran libros para las redes de Bibliotecas Públicas y Bibliotecas Municipales, dependientes de una y otra institución.

 En términos de eventos, además de varios festivales de literatura que tienen lugar a lo largo del año, tanto en la capital como en las provincias (FILBA, Festival de Rosario, Festival de Córdoba, etc.) hay una gran Feria del Libro anual en Buenos Aires (que recibe a más de un millón y media de visitantes), así como diversas ferias provinciales y municipales en casi toda ciudad del país.

Luego, todos los diarios de circulación nacional y buena parte de los de circulación provincial tienen su suplemento cultural, donde se promocionan y reseñan las novedades bibliográficas y donde tienen lugar buena parte de las polémicas más significativas.

Por último, existen asimismo programas de ayuda a la traducción, de los cuales ya se ocupará de hablar Diego Lorenzo en la mesa que le corresponde.

Dadas estas cifras y estos datos, hablar de la traducción en la Argentina, un país que, en razón de la diversidad de los orígenes de sus habitantes, podría decirse fundado sobre traducciones, implica hacer un poco de historia. Ésta se remonta al final de la colonia, donde, como en casi toda Latinoamérica, por más de un siglo la literatura y la traducción estuvieron en manos de sus gobernantes y de las clases ilustradas. A modo de ejemplo, recuérdese que en el Virreinato del Río de la Plata, en 1794, Manuel Belgrano tradujo las Máximas generales del gobierno económico de un reyno agricultor, de François Quesnay, un texto de naturaleza económica, publicado primero en España y luego en Buenos Aires. Luego, en 1810, a poco de realizada la Revolución de Mayo, se publicó localmente El contrato social, de Jean-Jacques Rousseau, traducido –y expurgado– por Mariano Moreno, también traductor de Constantin de Volney y del marqués de Condorcet. Así a través de un proceso de adaptación, apropiación y recontextualización, la literatura y el pensamiento europeos se acriollaron. Ese proceso ya se ve con toda claridad en Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría y José Mármol, quienes tradujeron y encontraron las palabras para describir el territorio de la patria en los textos de los visitantes británicos que, a su vez, habían descrito a la futura Argentina, tomando como modelo la prosa del naturalista alemán Alexander von Humboldt, y en ese curioso juego de influencias  –como bien señala Adolfo Prieto en Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina. 1820-1850– plantaron el germen de nuestra primera literatura. Domingo Faustino Sarmiento, en cambio, exploró acaso involuntariamente las posibilidades literarias del error: ya en la primera página de Facundo, anota “On ne tue point les idées”, frase de origen dudoso que atribuye a Hippolyte Fortoul –aunque otros atribuyen al Conde de Volney y, en otras oportunidades, a Denis Diderot–, que dice haber escrito con carbón al pasar por los baños de Zonda, en su huída a Chile, escapando del tirano Rosas, y que el autor de Recuerdos de provincia tradujo mal (“A los hombres se degüella, a las ideas no”).

Más adelante está Bartolomé Mitre, traductor de Dante, pero también de Victor Hugo, de Henry Wadsworth Longfellow, de Lord Byron, de Pierre-Jean de Béranger y de Horacio. Hay una anécdota que también habla del espíritu traductor argentino. A Mitre lo visita Lucio V. Mansilla, el gran escritor autor de Una excursión a los indios ranqueles. Al cabo de una larga espera, Mansilla recibe las disculpas de su anfitrión, quien se excusa manifestando lo ocupado que estaba con la primera traducción argentina de la Divina Comedia. Mansilla entonces lo exhorta: “Hay que darles duro a los gringos, mi general”. Más allá del chiste, eso era justamente lo que Mitre estaba haciendo: le estaba dando duro a los gringos, cuando, en la década de 1890, traducía al castellano culto de su época, empleando, acaso por influjo de la incipiente inmigración, italianismos que después se harían carne en el habla argentina. Y no me quiero olvidar aquí del político socialista Juan B. Justo, quien en 1898 tradujo en Buenos Aires el primer tomo de El Capital, de Karl Marx.

¿De qué habla todo esto? Probablemente, entre otras cosas, de un fenómeno con consecuencias mucho más perdurables de lo que en principio podría imaginarse y que, más adelante, se hará patente cuando Roberto Arlt convierta en potente prosa argentina el castellano de las malas traducciones españolas de Dostoievsky que él leía editadas por el sello TOR. O cuando el argentino José Salas Subirat (1900-1970), anticipándose en varias décadas a los traductores ibéricos, tradujo en 1945 por primera vez a un castellano periférico el Ulises, de James Joyce, sacándole provecho a esa circunstancia ya que, como señala el escritor Carlos Gamerro, “el Ulises original está escrito, no en una lengua o dialecto, sino en la tensión entre una variante desprestigiada (el inglés de Irlanda) y otra dominante (el inglés británico imperial) – relación que puede compararse, aunque no homologarse, a la que existe entre el español de España y el de los demás países de habla hispana”.

Y aquí entonces vale la pena hacer una importante afirmación que no es evidente para todo el mundo: las buenas traducciones realizadas en cualquier país son parte de laliteratura de ese país y entran en una serie que comparten con los textos producidos por los escritores nacionales. Llevando entonces este caso a Chile, diría que tanto Egidio Poblete, como Angel Flores, Angel del Río, Eugenio Florit, María Angélica Grau, Pablo Neruda, Nicanor Parra, Juan Salas, Orestes Vera, Braulio Arenas, Humberto Díaz Casanueva, Jorge Teillier, Miguel Castillo Didier Armando Uribe, Rosamel del Valle, Waldo Rojas, Verónica Zondek, Gonzalo Millán, Pedro Ignacio Vicuña, Armando Roa Vial, Pablo Oyarzún, Oscar Luis Molina, Rodrigo Olavarría, Marcelo Pellegrini, Andrés Anwandter, Leonardo Anhueza, Braulio Fernández, Kurt Folch han hecho que su trabajo fuera literatura chilena.

Ahora bien, a esta historia hay que asociar la historia editorial argentina, que está íntimamente ligada a la historia de la traducción en el país. Muy en el principio, , los libros que llegaban a la Argentina se publicaban en casas de Francia (Hachette, Garnier, Viuda de Ch.Bouret, Armand Colin, A. Roger y F. Chernovitz, Louis-Michaud), Alemania (Herder), el Reino Unido (Thomas Nelson) o de los EE.UU. (Appleton), pero nunca de España.

Esas editoriales ofrecían libros en castellano, traducciones y originales que se importaron, hasta que, primero tímidamente y luego, en virtud de la progresiva alfabetización, los libros dejaron de ser un producto suntuario para convertirse en productos de primera necesidad. Por ejemplo, entre noviembre de 1901 y enero de 1920, con frecuencia semanal, el diario La Nación, de Buenos Aires, editó, a 50 centavos la edición en rústica y a un peso la de tapa dura, la colección “La Biblioteca de La Nación”, que constituye el primer proyecto editorial persistente en el tiempo del país. Luego, en 1916, Juan Carlos Torrendell (1895-1961) un catalán que había llegado a la Argentina siendo niño, funda la editorial a la que inicialmente bautiza con su apellido, denominación que se acorta luego a Tor, y que publica desde su fundación a 1971 unos 12.000 títulos. Luego, en 1922, el andaluz Antonio Zamora funda la editorial Claridad, a partir de la cual se conocieron cientos de títulos en el país.

El negocio, a la distancia, se veía bien. Por eso, en 1922, se instaló en Buenos Aires una delegación de Espasa-Calpe. Alentados por el impacto inicial de esta operación, los representantes de Emanuele Maucci, Ramón Sopena y Pablo Salvat, entre otros, empezaron a viajar a la Argentina, a Chile y a México desde España y ayudaron a capitalizar a sus casas matrices de la Penínsulagracias a las ventas americanas, que equivalían al 50 por ciento de la producción editorial española.

En 1928, Gonzalo Losada llegó de España. Venía a hacerse cargo de Espasa, pero diversas diferencias con la casa matriz lo llevaron a separarse de ésta y a crear su propia editorial. Otro tanto ocurrió con Julián Urgoiti, quien pasó a ser director de la flamante Sudamericana. La tercera empresa que se creó en 1939 fue Emecé, fundada por el gallego Mariano Medina del Río. Tanto Emecé como Sudamericana tuvieron origen en capitales nacionales. Jacobo Saslavsky, Antonio Santamarina, Alejandro Shaw, Eduardo Bullrich, Carlos Mayer, Alejandro Menéndez Behety, Victoria Ocampo y Oliverio Girondo fueron los socios capitalistas de Sudamericana; la familia Braun Menéndez, de Emecé. Desde entonces, Losada, Sudamericana y Emecé fueron consideradas empresas argentinas (ahora ya no lo son).

El resto de la historia es conocida: entre las décadas de 1940 y 1970, las editoriales argentinas dominaron el mercado editorial en lengua castellana. Cada etapa de esa historia esta marcada por una intensa actividad traductoril. Mucha está ligada las editoriales antes mencionadas. Otra, a la revista y editorial Sur, de Victoria Ocampo. Hay también una gran labor desarrollada por pequeñas editoriales hoy desaparecidas (Viau, Assandri, Santiago Rueda, Juan Goyanarte, Siglo XX, Schapire, Columba, Jorge Álvarez, Del Mediodía, Rodolfo Alonso Editor, Marymar, Fausto, Calicanto, Goncourt, etc. ), cuyos catálogos fueron saqueados por las editoriales españolas y sus traducciones españolizadas para que los peninsulares pudieran entenderlas. También, una enorme masa de traducciones argentinas publicadas por sellos extranjeros con filiales en el país (como, por ejemplo, Espasa Calpe, Alianza Editorial, Monte Ávila, Siglo XXI, Fondo de Cultura Económica, etc.). Finalmente, llegó la debacle de los militares y sus quemas de libros, lo cual le dejó vía libre a España, que para esos mismos años salía de la dictadura de Franco. Ellos ocuparon todos los espacios que las editoriales argentinas iban dejando libres. Luego llegaron sus abusos. Primero, el dumping; vale decir la venta a precio vil en Latinoamerica del remanente de las ediciones españolas, lo cual aseguraba que las cuentas cerraran en las casas matrices e inundaba el mercado de nuestros países con ofertas con las cuales no se podía competir. Luego, la territorialización para la venta de derechos globales; las diferencias de tapa dura, tapa blanda, bolsillo y etcétera. En ambas operaciones intervinieron los agentes literarios españoles, quienes establecieron quién y cómo se repartían los derechos de autor y de traducción. De esa distribución quedaron cartas emblemáticas como las que enviaba la agencia de Carmen Balcells a las editoriales argentinas en 1978, en plena dictadura militar: “Me permito reiterarles a ustedes, porque al parecer no ha quedado suficientemente claro en nuestra comunicación anterior, que siguiendo los expresos deseos del señor Graham Greene se ha procedido ya a la división del mercado para esta obra”.

Para coronar esta catástrofe vino otra: la neo-liberal de la década de 1990, que desembocó en la gran crisis económica de 2001. Y como las multinacionales del libro ya se habían comprado todo y no publicaban libros en el país, y mucho menos de autores argentinos, vino entonces un lento resurgir que, en la actualidad, tiene como principales protagonistas a los pequeños y medianos sellos independientes (Bajo la luna, Eterna Cadencia, La Bestia Equilatera, Adriana Hidalgo, Caja Negra, Cactus, Cebra, Interzona, Cuenco de Plata, Katz Editores, Winograd, etc.), que son los que hoy traducen y retoman la vieja tradición argentina.

Llegados entonces a este punto, no nos queda otro remedio que admitir que, cuando se discute el tema de la traducción en ámbitos compartidos por editores, traductores y otros actores del mundo del libro, los problemas suelen enfocarse desde una perspectiva meramente económica: qué se traduce, qué tipo de derechos se compran –vale decir, para un país, para un territorio, para toda la lengua y, en todos esos casos, para una tirada de cuántos ejemplares–, cuánto cuesta comprar esos derechos, cuánto se paga la traducción, etc. Pero saber cuánto hay que invertir y evaluar cuánto se puede ganar es una parte del asunto que hace, fundamentalmente, a la perspectiva económica; el problema se resume así en una cuestión de mercado, con lo que lo único que se tiene es una  perspectiva de mercachifles y nada más.

Podemos también pasar a otra dimensión de naturaleza más política. Las preguntas, entonces, son otras. Por ejemplo, desde qué lugares se traduce, qué es lo que se traduce desde los lugares que traduce, para quién se traduce, con qué objeto y con quiénes. Porque, convengamos, no es lo mismo traducir a Platón o Ludwig Wittgenstein que a Paulo Coelho, Osho o Pilar Sordo: los traductores y los lectores en uno y otro caso serán otros. De hecho, ni siquiera hace falta irse a tales extremos: no es lo mismo traducir filosofía que historia, y no es lo mismo traducir literatura que antropología. En cada caso, así como habrá lectores con un determinado perfil, será necesario que haya traductores que puedan hacerse cargo de solucionar los problemas que cada especie determina. Por supuesto que, en cada caso particular, las expectativas de ganancia de los editores, serán diferentes. Un libro de Coelho se traduce rápido y sin diccionario. Con Hegel hace falta otra formación. Elegir publicar a uno u otro implica asimismo dotar a la editorial en cuestión de un sesgo determinado: en el primer caso se apuntará a ventas rápidas y masivas; en el segundo, a ventas acotadas y continuadas a través del tiempo, generalmente sostenidas a partir de una idea distinta que la de ganar dinero. Luego, traducir a Coelho es más barato que traducir a Hegel. Traducir mal a Hegel es carísimo.

Como se ve, el problema de mercado sigue estando presente, pero lo que pasa a ocupar un primer plano ya no es de manera exclusiva el dinero que se invierte y el que se gana o el que eventualmente se pierde, sino el impacto que esas traducciones tendrán en los lectores, con lo que también se abre la posibilidad de influir ideológicamente sobre otra realidad. En síntesis, hacer que un país o una región imponga sobre otras una manera propia de percibir la realidad a través de la lectura, así como unos valores determinados sobre otros valores posibles es una manera de simplificar el mundo y dominarlo para que el flujo de capitales circule en una única dirección.

Ésta no es una formulación general ni tampoco una hipótesis. Aquí van algunas estadísticas concretas: desde hace al menos tres décadas asistimos a un prolongado proceso de transformación del mundo editorial que se inició en los Estados Unidos contagiando luego a Europa. Si por un momento consideramos que España forma parte de Europa (no siempre los españoles, naturalmente acomplejados, lo ven así), desde allá llegó a las filiales latinoamericanas de los sellos editoriales españoles que, si uno analiza la actual composición de sus directorios, comprobará que tan españoles no son.

¿De qué hablan las estadísticas? Según los especialistas, las tendencias fundamentales pueden resumirse así: 1) un notable aumento en la cantidad de títulos y una importante disminución de las tiradas; 2) un cambio en las modalidades de venta; 3) una enorme concentración empresarial. Para abundar sobre este último punto, si echamos una mirada al mercado norteamericano –el mayor de Occidente– comprobaremos que está controlado por seis grupos que concentran el 80% de la torta. Estos grupos son 1) Bertelsman/Random House (división del  consorcio alemán Bertelsman), multimedia que nuclear radio, televisión, prensa periódica, música (BMG) y más de sesenta sellos editoriales sólo en los Estados Unidos (además de filiales en al menos doce países);  2) Holztbrinck/ GmbH: grupo alemán que posee medios electrónicos, prensa periódica y más de cuarenta sellos editoriales; 3) Hachette Book Group (subsidiaria de Lagardère) con prensa periódica (en Francia), radio, televisión y más de 17 sellos editoriales en los Estados Unidos; 4) Murdoch/Harper Collins (de Murdoch’s Corporation) que posee la cadena de televisión Fox, productoras cinematográficas como 20th Century Fox, televisión, prensa periódica y más de 30 sellos editoriales en los Estados Unidos, además de filiales en UK, Canadá, Australia e India; 5) Pearson Group (también multimedia con divisiones en los mismos países que Murdoch) y más de 16 sellos en USA, entre los cuales se cuenta Penguin Books (editores de la obra de Borges),  y 6) CBS/Simon & Schuster, multimedia con más de trece sellos en USA.  En este escenario, el espacio para la edición independiente es mínimo: apenas el 5% del mercado.

Este fenómeno, que, como he dicho, tiene su correlato en Europa, determina que, en términos del mercado global del libro (que incluye impresión, distribución, comercialización y venta, y donde los montos por traducciones ocupan un lugar más periférico) el primer lugar lo ocupen los Estados Unidos, con un mercado valuado en 27.445 millones de euros; el segundo lugar, China, con 10.602 millones de euros, y el tercero, Alemania, con 9.734 millones de euros. España se ubica en noveno lugar, con 2.891 millones de euros. Reunidos, Estados Unidos y Gran Bretaña (es decir, los países centrales de producción en lengua inglesa) suman un total de 31.525 millones de euros. (Datos tomados del informe Global Publishing Market, realizado por la consultora Rüdiger Wischenbart y presentado en la Feria del Libro de Londres en abril de 2012).

Estas estadísticas son para libros publicados. ¿Qué porcentaje de esos libros son traducciones? En líneas generales, el porcentaje de libros traducidos desde cualquier otra lengua al inglés en Gran Bretaña y los Estados Unidos apenas roza un 3% de la producción total. En cambio, en términos de extraducción –termino más bien feo que significa “traducción de libros propios al exterior” –, los autores de habla inglesa (en especial norteamericanos y británicos) se encuentran al tope de las listas de best-sellersen España, Italia, Francia y, por supuesto, en varios países de América latina.

Sólo para tener en cuenta en el panorama general, apuntemos que Francia, uno de los países con mayor tradición de extraducción del mundo, realiza el 60% de sus traducciones del inglés; en este marco, tres de cada cuatro novelas publicadas en Francia son traducidas del inglés. En tanto en Alemania, en 2007, el inglés mantuvo una posición de liderazgo, con el 60.2% de las traducciones (3.691 títulos), en especial novelas. En Italia, el panorama es semejante, aunque con ligeros ajustes: el inglés se lleva el 54.5% de las traducciones, seguido del francés, el alemán y el español (en ese orden).

En América Latina, de acuerdo con la formación del mercado editorial continental y con políticas culturales de larga data, los países que más traducen son Brasil, Argentina y México, en ese orden (aunque los volúmenes y niveles de facturación son significativamente menores que los europeos).

Supongo que no se puede esperar que la gran industria tome en cuenta a los traductores. En prácticamente todo el mundo la cosa es igual: se trata de un trabajo mal pago, realizado generalmente en condiciones precarias y no siempre por la gente más idónea. Se especula –vale decir, los editores especulan– con el hambre, el amor propio y la incomunicación de los traductores con sus pares para así poder fijar los valores del mercado cortando la cadena por el eslabón más débil, ya que nunca los argumentos utilizados para pagarles mal a los traductores podrían emplearse para el trato con las papeleras, las imprentas y, mucho menos, las distribuidoras. Sin embargo, así como los porcentajes de los autores tienden a bajar o son liquidados discrecionalmente, en el caso de las traducciones, sin ese eslabón no hay cadena, razón por la cual, por ahora resultamos imprescindibles, tenemos un saber que quienes están del otro lado del mostrador no comprenden y por el cual, aunque mal, tienen que seguir pagando.  Hasta aquí, entonces, el estado general de las cosas en el mundo entero.


Del otro lado de la cordillera (4)

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FOTO: Paulo Slachevsky - Pedro Serrano exponiendo
El segundo expositor de la mesa "Pasado y presente de la traducción al castellano. España y América Latina" fue el poeta y traductor mexicano Pedro Serrano, de quien, a continuación, se ofrece un fragmento de su intervención. 

Un recuento brevísimo

Durante la Colonia en México, y hasta bien entrado el siglo XIX, la traducción que se hizo fue de textos latinos. Con la Independenciaempezaron a aparece traducciones del francés, inglés, italiano y alemán. No es casual entonces que hasta hace muy poco las lenguas que se estudiaban en las carreras de Letras Modernas de la UNAM hayan sido precisamente esas, y sólo hasta hace muy poco se introdujeron estudios de Letras Portuguesas. No fue sino hasta mediados de ese siglo, con la entrada al español de la poesía romántica, que empezaron a hacerse traducciones de poesía contemporánea, principalmente del francés. Para entender el salto abismal que se dio en unas pocas décadas, y que, como lo mostró Ángel Rama, abarca a todo el ámbito de Hispanoamérica, mencionemos nada más que el primer Manifiesto Futurista de Marinetti, publicado en el diario Le Figaro en París, fue traducido inmediata y simultáneamente por Rubén Darío y por Amado Nervo, y publicado respectivamente en Buenos Aires y en la Ciudad de México. No sólo ellos lo tradujeron, pero me interesa subrayar la atención modernista por la modernidad que se avecinaba, síntoma de que ellos ya eran parte de lo que pasaba en el mundo, que es la condición indispensable para que haya traducciones. Esta historia tiene su culminación en la revisión que en 1914 hizo Vicente Huidobro de la versión de Darío. Marietta Gargatagli la cuenta rápidamente en El Trujamán en 2002, y el Blog de Traductores Literarios de Buenos Aires, siempre atento y siempre reactivando lo necesario, el 11 de septiembre de 2011 recogió su nota. 1914 es un año revulsivo que no hemos terminado de investigar. No todo sucedió ahí pero todo ahí hizo cresta. Darío murió en 1916 y Nervo en 1919, ambos de 49 años. Fueron otros, Huidobro entre ellos, quienes tomaron la estafeta y continuaron lo que, con la muerte de ambos, desdibujó la proyección que el propio modernismo habría tenido en sí mismo, de haber continuado.

Pero esa es otra historia. Lo traigo ahora a cuento porque es síntoma de la urgencia de traducciones que empezaban a aparecer en español, y que desde entonces no ha parado. En el caso de México, y en el siglo XX, escribir poemas va casi junto con pegado con intentar traducir poemas. Gabriel Zaíd, en su Asamblea de poetas jóvenes  de 1980, notaba cómo casi todos los poetas reunidos habían ejercido la traducción. Dado que los mayores en esa recolecta no llegaban a los 30 años, supongo que casi todos querían decir que habían traducido uno o dos poemas. Pero la tradición venía de lejos. José Juan Tablada, un modernista que siguió avanzando, fijaba su atención en Japón e intentaba los primeros haikús en México. Y Alfonso Reyes, como lo señala Adolfo Castañón en su ensayo “Alfonso Reyes y la traducción”, publicado por la Revista de la UNAM daba mandobles en el griego de la Ilíada, en la lírica medieval inglesa y en la francesa, pero también en los poemas no tan anteriores de Robert Browning y de Stéphane Mallarmé. Junto con Reyes vino, terminada la Revolución Mexicana, el impulso cultural de muchos alrededor de José Vasconcelos. A Reyes le siguieron los Contemporáneos. Y Octavio Paz, que quiso recoger en un solo haz las aventuras de todos ellos, continuó con la encomienda. No se puede entender la poesía de Tomás Segovia, Gerardo Deniz, Ulalume González de León y José Emilio Pacheco sin su largo afán traductor. Tampoco se puede entender el entramado traductor sin mencionar a Rubén Bonifaz Nuño, traductor de La Ilíaday de La Eneida, y a Miguel León Portilla, introductor de la poesía prehispánica. Después de ellos, y ahora, en secuela de aquella Asamblea, han venido Alberto Blanco, José Luis Rivas, Silvia Eugenia Castillero, Selma Ancira, Francisco Segovia, Pura López Colomé, Aurelio Asiain, Francisco Torres Córdova y muchos otros, traduciendo ya de diversas lenguas. Una de las incursiones recientes en la traducción ha sido la fascinante entrada de poetas en lenguas originarias, que establece un nuevo diapasón de relaciones entre el español que se habla en la mayoría del país y las diversas lenguas que persisten en distintos puntos del territorio. Al mismo tiempo, la traducción de lenguas clásicas no ha dejado de producirse. La Biblioteca Scriptorum Graecorium y Romanorum de la UNAM acaba de publicar una nueva traducción de la Odisea, en versión de Pedro Tapia Zúñiga. Y el Centro de Estudios Clásicos de dicha universidad acaba de abrir una nueva colección de textos en sánscrito. Hubo durante cierto tiempo, en los años ochenta, un Premio de Traducción Literaria Alfonso X, que reconocía la mejor traducción hecha en el año correspondiente, pero no sé bien quién lo daba y hace mucho que desapareció sin dejar huella ni información (Tomás Segovia lo recibió en tres ocasiones, en 1983, 1984 y 1985, quizás por eso lo clausuraron). En su descargo, el año pasado se instituyó un Premio de Traducción Literaria Tomás Segovia, con 150 mil dólares otorgados a Selma Ancira. Tengo la impresión de que será de edición única, lo cual no me parece mal. Sin medra al valor de trabajo de Selma, el monto es escandaloso y no sirve para reconocer el esfuerzo de los traductores sino para que la funcionaria en turno se luzca premiando de manera discrecional a sus favoritos. Debería reducirse a una cantidad razonable y reconvertirse en un premio anual que revisara las traducciones literarias y de manera abierta decidiera entre los mejores libros traducidos en México durante ese periodo. Como mera anécdota cabe añadir que el premio se iba a llamar en un principio Sergio Pitol, pero éste no aceptó que se utilizara su nombre para un proyecto que no le gustaba y al que además ni siquiera se le había consultado). La Universidad Veracruzanasí tiene una colección que lleva el nombre de Sergio Pitol, y la Universidad de Nuevo León publica también una colección de traducción de poesía llamada El Oro de los Tigres, en homenaje a Rubén Bonifáz Nuño. La labor que las editoriales independientes están realizando por la traducción de poesía es en estos momentos central para entender el entramado de la poesía en México. La editorial Aldus con el Paterson de William Carlos Williams, o la editorial Trilce con la poesía de Seamus Heaney, son algunas de las muchas instancias en donde la poesía en español está viendo cómo florecen, en la suya, las otras lenguas. No quiero terminar sin mencionar el Periódico de Poesía de la UNAM que se publica en línea desde 2007, y que desde entonces ha publicado traducciones, y reseñas de traducciones, en cada uno de sus números.

Ver: 
Revista de la UNAM

Periódico de Poesía de la UNAM

Del otro lado de la cordillera (5)

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La mesa "Pasado y presente de la traducción al castellano. España y América Latina" se cerró con la participación del narrador y traductor Andrés Ehrenhaus, quien, al cabo de más de 35 años de vida en España, se refirió a la situación de los traductores en la Península. 

Traducir en España:
la leyenda del santo traductor profesional

Voy a empezar partiendo mi intervención, como nos pedía un profesor de dibujo en el colegio secundario, en dos mitades iguales y agarrando, acto seguido, la más grande. Antes supongo que conviene que aclare un aspecto crucial del título, es decir, que defina qué entiendo por profesional en lo que hace a la traducción literaria o, como prefiero llamarla tautológicamente, la traducción autoral. Entiendo por profesional a aquel traductor, titulado o no, con o sin estudios específicos, etc., que intenta denodadamente ganarse la vida traduciendo (y en la mayoría de los casos no lo consigue). Es decir, al traductor que considera la traducción como su actividad principal, aún a pesar de que en la práctica sólo consiga que sea esporádica.

Tomo por ejemplo mi caso: yo doy clases en una universidad y, entre los cursos presenciales y los cursos online, la docencia ocupa cierta parte de mi tiempo; sin embargo, y aunque en algún momento mi actividad traductora decline un poco, diré siempre sin dudarlo que soy traductor antes que docente, e incluso antes que escritor. Así, de lo que se trata es de cómo se sitúa cada uno ante las contingencias del mundo, y cómo esas contingencias nos van perfilando.

Tengo la seguridad de que el hecho de haberme planteado la traducción como un modo de subsistencia en España no es ajeno a esta visión pragmática del objeto. No porque la cultura española sea pragmática en sí sino porque las características de la traducción ahí están íntimamente ligadas a -y condicionadas por- la realidad industrial de la edición de libros, lo cual tiene dos claras consecuencias: a) ofrece una posibilidad potencialmente más palpable de profesionalizar la traducción que en marcos menos industriales como Argentina o Chile, y b) dificulta o inhibe la ineludible necesidad de pensar en esa profesión en progreso de un modo no exclusivamente profesional o, para seguir con la taxonomía, “industrial”. Puesto que a) y b) son en cierto modo antagónicas, podemos decir que, por paradójico que suene, el profesionalismo se opone a la progresiva formación de una conciencia de la traducción en el profesional en ciernes.

Ya hemos delineado, pues, las dos mitades aludidas y la fricción con que conviven. Examinemos un poco más a fondo la mitad más obesa, la de la industria de la traducción en España. Para eso me voy a remitir a los números y su interpretación más palmaria, disculpándome de antemano por las ocasiones en que me pueda pasar de grueso en aras del expresionismo dialéctico. De todos modos, los datos que voy a citar son oficiales, provienen de los informes anuales de la FGEE, están publicados por el ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y corresponden a los ejercicios 2013 o, en su defecto, 2012. Estos datos anuales han venido experimentando una mengua general de un 3 aun 5% anual a partir del pico de 2009; aún así, su envergadura, como se puede apreciar, sigue siendo considerable.

En España hay unas 2.300 editoriales privadas, que facturaron en 2012 unos 2.400 millones de euros; si eso estuviera repartido de burda manera matemática, estaríamos hablando de un millón anual de facturación por editorial, pero evidentemente no es así: en el desglose, se llevan la mayor parte las editoriales grandes que son, además y como es obvio, menos numerosas y, por tanto, facturan muy por encima del millón de euros anuales. El volumen de la facturación no implica un beneficio proporcionalmente mayor pero sí, como también es obvio, una mayor incidencia en el mercado en sí, que no sólo se manifiesta en la cantidad de títulos publicados o en sus tiradas sino también en una mayor capacidad de regular las prácticas consuetudinarias del sector. Quien más publica, contrata, imprime, vende, etc., más presiona y decide.

Veamos cómo. En 2013 se publicaron en España unos 80 mil nuevos títulos, de los cuales 10 mil corresponden a libros de texto. Del resto, un 22% son traducciones, es decir, el 22% de 70 mil = 15.400. Si consideramos que el traductor profesional promedio puede o suele o necesita traducir entre 3,5 libros al año (entendiendo por libro estándar un volumen de entre 200 y 300 páginas), podemos comprobar fácilmente que esa industria puede dar trabajo a unos 4.400 traductores al año. Por supuesto, el traductor estándar no existe o, si existe, no es necesariamente el más numeroso, así que encontraremos en este heterogéneo mercado laboral potencial desde traductores eventuales o esporádicos hasta verdaderos titanes de la traducción, súperprofesionales capaces de traducir 6 o más libros al año. Una industria así, con ese poder de producción, distribución, venta y promoción, requiere de unas condiciones muy determinadas para funcionar. A saber:

1-Los plazos de entrega, producción, etc., son cortos, a veces cortísimos.

2-El traductor no elige la obra sino que se la encarga el editor.

3-El traductor no se especializa ni profundiza en determinados autores o movimientos estéticos; a veces ni siquiera en determinados géneros.

4-Las tarifas están reguladas por el mercado y la libre competencia.

5-A pesar de que la LPI es elocuente y clara en su defensa del autor, no establece mecanismos eficaces de control de tirada y liquidación de derechos.

6-En general, los criterios de edición y traducción no están consensuados sino que vienen impuestos por la práctica consuetudinaria de la editorial.

7-Las facultades de traducción, en lugar de formar traductores profesionales, están generando un sector laboral titulado pero sin experiencia y, por consiguiente, dispuesto a aceptar tarifas amateurs.
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8-La traducción no goza de prestigio intelectual (por múltiples razones que podríamos o deberíamos revisar) y está constantemente sospechada.

9-La política cultural ligada a la edición se ha convertido (de hecho, lo viene siendo desde Nebrija) en cuestión estratégica de estado y es, por tanto, etnocéntrica e impermeable a los cuestionamientos o polémicas.

10-El traductor, en contra de lo que dice el siempre disponible Berman (se puede concebir la traducción sin teoría pero no sin pensamiento), es invitado a no pensar.

Así, el mercado ofrece un atiborrado panorama de oportunidades laborales en un marco de competencia acérrima y escaso margen de elección. Pero ni siquiera la sumisión a esas reglas le garantiza la subsistencia al santo traductor profesional. Imaginemos al traductor asiduo, que no llega a titán pero casi, porque es capaz de traducir sin problemas 4 libros al año. Digamos que estos libros son volúmenes promedio de unas 250 pp traducidas. Siendo como lo es que la tarifa media estándar es de 9 a10 euros por página de 2100 caracteres (ojo: ni la más alta, que puede –o podía- llegar a los 18, ni la más baja, que ronda los 6), este traductor habría ganado unos 9.500 euros brutos al año, es decir, si les quitamos el 21% de impuesto a la renta, 7.410 euros, o sea, 617 euros por mes. A ello hay que restarle aún la cuota mínima de autónomo, que ronda los 290 euros. ¿Qué nos queda? 324 euros, que es lo que cuesta alquilar una habitación en un departamento compartido en Madrid o Barcelona. Ni hablar de comer, vestirse o, ¡detente lucifer!, comprar un libro o ir al cine. Ni, por supuesto, de tener hijos.

Hasta ahí los números que marcan a fierro la cotidianeidad “industrial” del traductor en España. Repasemos ahora brevemente la segunda mitad, la de la mirada sobre la profesión en sí, que es esencialmente más magra. De entrada, lo es porque el profesional en general, en tanto ser-ahí, no tiende a tomarse seriamente como objeto de análisis o, si lo hace, es desde una estricta perspectiva laboral (la profesión en el mercado) o, en todo caso, académica (no soy como pienso que soy o debería ser o en lo que soy o debería o podría o no quisiera ser sino cómo me dicen que debo de ser quienes se ocupan de estudiarlo y que a mí, en realidad, apenas me afecta). Ni siquiera la profesión en sí es digna de ser revisitada periódicamente si no es, en el caso específico de los santos traductores, para constatar y reafirmar los lugares comunes que la definen y confinan, el más paradigmático de los cuales es la invisibilidad. Puesto que la invisibilidad parecería redundar de manera directa en las condiciones laborales (legales, económicas, etc.) del profesional, ésta sí es objeto de queja. Puesto que de lugares comunes se trata, la casuística de la invisibilidad tiende a relacionarse causal y proporcionalmente –cuando se la relaciona- al prestigio cultural y la dialéctica de la fidelidad y la traición.

Hay excepciones. Como bien señala Alejandrina Falcón en su interesante y pormenorizado artículo sobre la experiencia de los traductores latinoamericanos (y, en especial, argentinos) en las décadas del 70 y 80 en España (y, en especial, en Barcelona) y sus repercusiones actuales en el campo de la traducción hispanoamericana, esta tensión entre las mitades a) y b) produjo en ciertos sectores del traduccionismo sudaca la necesidad de una reflexión más profunda o, para quitarle todo matiz ético, más urgente o deseperada acerca del papel del traductor como agente activo doble o triple en el escenario de las políticas editoriales, culturales y, sobretodo, lingüísticas. Vale la pena leer a fondo el artículo (Traductores del exilio: el caso argentino en España (1976-1983), revista Mutatis Mutandis, vol. 6, No. 1, 2013 http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/mutatismutandis/article/view/15174).

De manera tímida o balbuceante al principio, esta reflexión ha ido ganando cuerpo y a enviar mensajes que llegan en forma de olas cruzadas a unas costas y otras. Profesionales sensibles, no sólo del ámbito de la traducción sino correctores, lingüistas, académicos e incluso editores españoles empiezan, aunque más no sea por mero principio de contigüidad, a abrir los oídos al rumor descentralizante que se siente zumbar tanto desde dentro del macrosistema editorial y cultural peninsular como desde los centros de producción editorial y, por tanto, de traducciones de América Latina. Un rumor que, como apunta Falcón, pareció tender a resolverse al principio en favor de la mitad a) y que ahora, quizás porque la crisis europea obligó al sector editorial español a revisar la política de “burbuja inmobiliaria” y a perder ímpetu comercial (aunque no ideológico, toda vez que la Marca España sigue empujando tozudamente a contramano), vuelve a entrar en liza.

Sin duda esta perspectiva de alto condicionamiento profesional contrasta con la casuística latinoamericana. El traductor que acaba profesionalizándose ahí, en la medida de las posibilidades y oportunidades que la realidad editorial ofrece, arranca de un sustrato mucho más próximo a la materia de la traducción que a la traducción misma: se trata de poetas que empezaron a traducir a otros poetas afines, investigadores que se interesan por los ensayos de otros investigadores, narradores que traducen la narrativa que constituye su lectura habitual. Está, por tanto, bastante más cerca de la figura del traductor “literato” o “pulsional” que describe el ya citado Antoine Berman. Sin embargo, en estos mercados, donde la mitad a) no está tan al alcance de la mano y la fricción se resuelve aparentemente en favor de la mitad b), el santo traductor no sólo no garantiza para sí una mayor visibilidad cultural sino que, en cierto modo, la disuelve o nebuliza en el medio inestable del sistema libresco local, sumando a sus precariedades y vaivenes político-culturales los de los propios autores, cuyo aparente prestigio no alcanza para hacerles un lugar alimenticio en el mercado.

Sin duda, la manera en que se le haga frente y se trabaje para resolver la fricción entre conciencia profesional y responsabilidad cultural del traductor resultarán determinantes para la evolución y la pervivencia de la actividad sobre la que se sustenta la construcción sensible de una biblioteca universal en todas direcciones. parafraseando el viejo adagio marxista, también no pensar en lo que se hace es una forma activa de pensamiento.

Del otro lado de la cordillera (6)

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El moderador Paulo Slachevsky, director de la editorial LOM
La segunda mesa redonda de "Diagnóstico, posibilidades y perspectivas de la traducción literaria en Chile" estuvo conformada por Armando Roa Vial, Cristobal Joannon y Oscar Luis Molina, tres conocidos traductores chilenos y, en el caso de los dos últimos, también editores. La moderación de esa mesa, preentada como "Traducción literaria en Chile. Un pasado olvidado y un presente en deuda", estuvo a cargo de Paulo Slachevsky, director de la editorial LOM. Se reproducen, a continuación, el texto de inicio del moderador y un fragmento de la intervención de Roa Vial.

Traducción literaria en Chile.
Un pasado olvidado y un presente en deuda

El título de la mesa que nos reúne da bien cuenta del camino y desafíos de la traducción  en Chile.

Un pasado olvidado. En nuestro país se realizaron y publicaron muchas traducciones entre los años 30 el golpe. Zigzag, Nascimento y Ercilla jugaron un rol clave en ello. Los libros traducidos entonces circulaban por Hispanoamérica. Años atrás, cuando visitaron Chile Jose Emilio Pacheco y Sergio Pitol, recordaban que cuando niños leían en México los libros chilenos. Destaco en esos años la presencia de refugiados de la guerra civil española  y del intelectual peruano Luis Alberto Sanchez que dirigió Ercilla.  Durante la Unidad Popular, Quimantu las masificó. El golpe puso un abrupto fin a ese periodo.

Un presente en deuda. Sin duda que en estos años, hay un renacer en el ámbito  de la traducción. Con traductores y editoriales, particularmente las independientes y universitarias, que buscan reimpulsar este que hacer. Pero aún falta mucho por hacer. Existe clara conciencia de que no es posible pensar una industria nacional del libro consolidada sin un impulso significativo de la traducción en el país. En Chile, con 6045 títulos nuevos según el ISBN del año 2012, apenas se editaron 255 traducciones, solo 131 al español, 3 al mapudungun. 4,2% del total de publicaciones son traducciones, y apenas 2,2% a lenguas locales. Se traduce menos que en los países de la lengua central del sistema internacional de traducciones, Estados Unidos de Norteamérica e Inglaterra, que se destacan justamente por dejar un menor lugar a la traducción, donde estas representan menos de un 5 % del total de las publicaciones.

El castellano ya es en sí un idioma semi periférico en este sistema, el que se caracteriza por ser fuertemente jerarquizado y con una estructura centro periferia como da cuenta Johan Heilbron en su artículo “el sistema mundial de traducciones” (en “les contradictions de la globalisation editoriale” sous la direction de Gisele Sapiro. Nouveau Monde editions, Paris, 2009).  En países semi periféricos normalmente las traducciones representan  más del 15% del total de las publicaciones. En tal sentido, por el dominio de la lógica colonial en nuestros países, vivimos una doble periferia, la del español en el sistema internacional, y la de Chile, dentro de la lengua, realidad que comparten muchos de los países del continente frente a España.

Sin una clara conciencia del rol de la traducción en el fortalecimiento de las industrias nacionales del libro, y estrategias para impulsar este que hacer, difícilmente cambiaremos la realidad del dominio de España en la industria de la lengua, con todo el costo que ello tiene a nivel de la creación en la palabra escrita y de la diversidad cultural que aporta este que hacer.

Son en tal sentido múltiples los desafíos que tenemos en la región, para lo cual una acción mancomunada de traductores, editores junto al Consejo Nacional del Libro y la Lectura, puede sentar las bases de otra realidad, apostando creativamente en proyectos más comunitarios y creativos como son las coediciones con traducciones y la compra de derechos compartidos, junto a políticas públicas que fomenten este que hacer hacia el castellano y desde el castellano. Nos corresponde descentrar la periferia y a la vez, pensando desde Latinoamérica,  colaborar en multiplicar los “centros” periféricos.

También es necesario, poner en cuestión desde el mundo de la traducción la sacralización del derecho a propiedad y la excesiva criminalización en les leyes de propiedad intelectual y derechos de autor, en particular la lógica de la exclusividad, que posibilita en general la circulación de solo una traducción de las obras contemporáneas. Siendo la traducción también una obra, no es posible que se autorice solo una versión de un poemario.

Para profundizar estos y otros temas en relación a la realidad de la traducción en Chile, tenemos el gusto de poder compartir con tres destacadas figuras de este que hacer, todos traductores y ensayistas: Cristóbal Joannon; Armando Roa Vial y Oscar Luis Molina quien sin duda ha jugado un rol de maestro en la materia.


FOTO: Paulo Slachevsky - De izq. a der., Roa Vial,  Molina y Joanon
Un fragmento de la intervención de Roa Vial

Ezra Pound no se equivocaba cuando afirmaba que las grandes épocas de la literatura correspondían a grandes épocas de traducción. Muchos textos seminales de nuestra cultura son traducciones y, sin lugar a dudas, la presencia de éstas ha sido fundamental para la circulación de las ideas y para articular diálogos que han enriquecido diversas tradiciones autóctonas. La traducción, lejos de ser un ejercicio derivativo, es un género con credenciales propias, que vincula la literatura a la noción de obra abierta, inacabada, susceptible de infinitas relecturas y reescrituras. En Chile el trabajo traductoril irrumpe desde los albores de la república con las versiones que Camilo Henríquez hiciera de textos de Milton, y se sostiene luego con figuras tan relevantes como Andrés Bello y sus traducciones de Victor Hugo; ya en el siglo XX la importancia de la traducción es plenamente asumida por nuestros poetas más importantes, como Neruda o Huidobro, iniciándose un trabajo sistemático que va a continuar con Nicanor Parra, Armando Uribe y Jorge Teillier hasta nuestros días. Este trabajo, a pesar de su relieve, se debe abrir paso silenciosamente y sorteando diversas dificultades. A las ya consabidas restricciones que significa la ausencia de una cultura del libro y del fomento lector, se añade en Chile un paupérrimo nivel de comprensión de lectura. Los estímulos a la traducción son nulos y urge tomar cartas en el asunto. Por lo pronto debería implementarse un sistema de recursos públicos destinados a incentivar la traducción y, también, las editoriales deberían ampliar sus fondos con colecciones que facilitaran el cultivo del género 


Del otro lado de la cordillera (6)

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FOTO: Paulo Slachevsky
Ante la ausencia de último momento de los otros miembros de la última mesa, le tocó cerrar a Diego Lorenzo, responsable del Programa Sur de la Cancillería agentina. Su intervención consistió en responder a las preguntas formuladas por Pola Iriarte.

Programa Sur de subsidio a las traducciones
(Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto)


 En el año 2009 se creó el PROGRAMA SUR de Subsidio a las Traducciones: una política cultural del Estado argentino abocada a la promoción de la literatura y el pensamiento nacional en el exterior. Su implementación en vísperas de la presencia argentina como País Invitado de Honor en la Feriadel Libro de Frankfurt en 2010 y su continuidad como política permanente de la Cancillería, a través de la Resolución Ministerial73/11,  ha permitido que, hasta la fecha, en un hecho sin precedentes para la historia de nuestro país, se hayan traducido 704 obras de más de 320 autores argentinos en 44 países y a 38 idiomas.

Estos resultados lo han transformado en uno de los programas de subsidios más importantes en el continente americano, tal como se lo reconoce en cada participación argentina en las Ferias del libro más importantes del mundo, como la Feriadel Libro de Frankfurt, La Feriadel Libro de Guadalajara y el Salón del Libro de París, entre otras, y que además es reconocido como un logro cultural por todos los sectores de la vida cultural argentina.

 Esto se debe a que una política pública como el PROSURha resultado un aporte importante para el acrecentamiento del patrimonio literario del país, la defensa de nuestra variedad idiomática en el mundo y la notoria ampliación del mercado potencial de nuestros autores. Además, la intervención del Estado en la subvención de obras de alta calidad contribuye a la difusión de la excelencia literaria por encima de su posible baja rentabilidad en el mercado literario.

En cuanto a sus efectos sobre el campo editorial, el PROSUR ha funcionado como una herramienta igualadora de oportunidades para las pequeñas y medianas editoriales  argentinas que son las que han vendido casi dos tercios de los derechos de las obras que han recibido subsidios para la traducción, una actividad reservada en el pasado a las grandes editoriales o a los agentes literarios mejor informados.

Más allá de de la evidencia de los resultados, la participación del PROGRAMA SUR en este encuentro de traductores y editores de Chile permite gatillar ( para que el disparo se oiga) preguntas tales como el lugar que ocupa el capital literario argentino – y latinoamericano- en el orden fuertemente jerarquizado de la traducción global; de qué español se traduce además de a qué español traducimos y – por último – qué otras herramientas hacen falta para que política, cultura y lengua se convaliden en una misma estrategia de gestión en nuestros países.


Del otro lado de la cordillera (8-final)

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FOTO: Paulo Slachevsky
A modo de corolario de "Diagnóstico, posibilidades y perspectivas de la traducción literaria en Chile", unas palabras de Pola Iriarte, su tenaz organizadora, quien con su trabajo ha plantado un poderoso antecedente en su país.

Palabras finales

Para nadie que ejerza el oficio de traductor (literario) es un misterio que se trata esta de una actividad solitaria, en la que el traductor o traductora debe lidiar individualmente con el texto, acompañado/a de más o menos herramientas materiales o virtuales y guiado/a fundamentalmente por el instinto, las vivencias, los recuerdos de lecturas pasadas, las numerosas dudas y las escasas certezas.

En un país como Chile, con una industria editorial relativamente pequeña, un IVA del 19% al libro y una población con alarmantes índices de analfabetismo funcional, la soledad del traductor se transforma en invisibilidad. Y es que pareciera que en Chile nadie traduce literatura, ni poesía, ni narrativa, ni teatro, ni filosofía. Y no es cierto. Lo que ocurre es que se trata de experiencias aisladas, esfuerzos individuales de algunas editoriales que no logran articularse en líneas de trabajo sólidas y sostenibles regularmente en el tiempo. Hay algunas excepciones, es verdad, pero por lo mismo no logran romper el cerco ni resonar mucho más allá. Recientemente, la traducción que Óscar Luis Molina hiciera del Gran Gatsby para Editorial Tajamar fue publicitada como tal de manera sorprendente en varios medios de prensa. No tengo ninguna duda de la gran calidad de trabajo de Óscar, sin embargo me atrevo a afirmar que si llegó a los diarios fue más por la coincidencia con el entonces reciente estreno de una nueva versión cinematográfica del libro de Scott Fizgerald que por el interés de la prensa especializada de acometer una crítica a la traducción. 

Y fue a partir de esa sensación de inexistencia, que nos acecha incluso a los que buscamos los intersticios para ejercer este oficio esquivo, que nació la motivación por crear una instancia de encuentro para generar un diagnóstico y reflexionar sobre las posibilidades y perspectivas de la traducción literaria en Chile.

El camino hasta el encuentro del 10 de junio de 2014 en la Universidad DiegoPortales no fue corto. Como suele pasar, muchos encontraban interesante, necesaria, urgente incluso, una instancia de este tipo, pero de allí a reunir los medios y convocar las voluntades concretas que se necesitaban para su realización había una distancia considerable. También estaba el problema de definir los contornos de una discusión que por incipiente (si es que siquiera cabe el epíteto), planteaba un inmenso campo de posibilidades. Finalmente los escasos medios financieros de que dispusimos junto a, debo reconocer, mis propias preferencias, dieron forma a un encuentro de una (larga) mañana centrado en cuestiones más políticas y gremiales que técnicas o teóricas.

La convocatoria alcanzada fue muestra suficiente de que hay en Chile muchas personas interesadas en esta discusión. A la Universidad DiegoPortales llegaron esa mañana unas sesenta personas, entre editores, traductores, alumnos de la carrera de literatura creativa y escritores, y estoy convencida de que con mayores medios se hubiera logrado una convocatoria aún mayor.

Las intervenciones del público y los comentarios de pasillo dejaron también en evidencia que en Chile hay mucho por discutir en torno a la traducción literaria, y que de haber habido capacidad de gestión y financiamiento, hubiera sido muy bienvenido un encuentro  que hubiese considerado también otros aspectos que los que cupieron en la mañana del 10 de junio.

Quedan tareas pendientes, entonces, muchas, en realidad. Y seremos los propios traductores literarios, junto a los editores independientes, a quienes nos corresponda continuar con la posta. El primer desafío sería visibilizar a aquellos que hacemos traducción literaria en Chile y generar una instancia que nos permita establecer un diálogo constructivo para el futuro desarrollo de nuestro trabajo. Otro gran actor, hasta ahora ausente en este debate, es el sector gubernamental, que tendría mucho que aportar, específicamente a través de sus instituciones encargadas de las políticas culturales y del libro. Porque a la hora de hablar de traducción literaria, no solo está  juego la traducción al castellano (o al chileno) de obras escritas en otros idiomas, sino también la traducción y publicación de nuestros autores y autoras en otras lenguas.

Y si este encuentro tuvo una significación, más allá de dar inicio a una reflexión que esperamos encuentre continuidad, fue la de aunar voluntades y generosidades a un lado y al otro de las fronteras chilenas. Las institucionales desde ya, como las de la Asociación de Editores de Chile, el Goethe Institut de Santiago, la Universidad Diego Portales y el Fondo del Libro, pero también las de los colegas traductores argentinos, mexicanos y chilenos que aportaron comprometidamente a este debate.  





Mohsen Emadi: "El exilio es un problema existencial"

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FOTO: Claudia Aréchiga
Juan Carlos Talavera conversó con el escritor y traductor iraní Mohsen Emadi, actualmente exiliado en México, y publicó su entrevista en Excelsior, el 13 de julio pasado.

Gorostiza, en persa

El escritor iraní Mohsen Emadi, quien vive exiliado en México, expresa en entrevista sus conceptos sobre poesía, y anuncia que trabaja ya en traducir a Juan Gelman y a José Emilio Pacheco

CIUDAD DE MÉXICO, 13 de julio.- Cuando el escritor iraní Mohsen Emadi tradujo al persa el poema Muerte sin fin, de José Gorostiza, conoció el verdadero significado de la vida mexicana. Fue después de ese acto cuando volvió a blandir el lápiz y retomó su propia poesía, luego de permanecer en silencio desde 2012, tras su exilio en la Casa RefugioCitlaltépetl de la Ciudadde México.

Ahora prepara dos poemarios, uno sobre su visión de la guerra entre Irán e Irak y otro sobre su concepción filosófica del mundo. También continúa la traducción al persa de la poesía de César Vallejo, Antonio Gamoneda, Juan Gelman, José Emilio Pacheco y Cristina Peri Rosi, porque “la traducción también es un acto de amor”, dice a  Excelsior.

¿Podría hablar sobre sus traducciones?
Hay bastantes poetas que en Irán no se conocían. De la poesía latinoamericana se sabía de Octavio Paz, y de la española únicamente de Federico García Lorca. Entonces he ido traduciendo bastantes poetas del castellano al persa, como César Vallejo, Antonio Gamoneda, Ángel González, Juan Gelman, José Emilio Pacheco y Cristina Peri Rosi, entre otros. Incluso no conocían la poesía de Luis Cernuda, aunque ahora estoy revisando una traducción del poeta checo Vladimir Holan.

¿Qué significado tiene la traducción en su producción literaria?
La traducción es un acto de amor, es tocar la visión y la experiencia de la poesía dentro de cada poema… y cuando consigue tocarlo, entonces es posible traducirlo y transformarlo.

¿Prefiere una traducción más interpretativa?
Sería imposible una traducción literal de la poesía. Lo que quiero es traducir fielmente, como te digo, la sensación de cada poema. Pero no me refiero a fidelidad de las palabras, porque como dice Vladimir Holan, las traducciones de palabra a palabra matan la poesía. Por eso el traducir es un acto peligroso, pues es un viaje que nos lleva a tocar la visión y experiencia de la poesía dentro de un poema.

¿Podría hablar sobrelos poemarios queestá preparando?
Son dos poemarios en español. Uno se llamará Contra el lector, que inicia cuando yo estaba en el servicio militar, en Irán, y del tiempo de la guerra entre Irán e Irak. Aunque también estoy haciendo traducción de mi propia poesía al español.Y el segundo incluirá poemas más de concepción filosófica, éste tendrá un título en finés, sobre el viaje que hice desde Finlandia a México. Su título no lo traduciré al español, pero la idea será bordear el exilio desde diferentes lugares, incluyendo la vida cotidiana, será un tipo de amplificación del exilio como fenómeno que sucede en la vida diaria de mucha gente.

Rulfo, un encantador
Una de las presencias de la literatura latinoamericana más importantes para Mohsen Emadi ha sido Juan Rulfo, esencialmente Pedro Páramo, libro que leyó muy joven y que le pareció una especie de mago literario.

¿Rulfo es una presencia relevante?
¡Mucho! Leí Pedro Páramo a los 17 años. Me pareció un encantador de historias. Me parecía que él estaba hablando de mí, sobre lo que yo estaba viviendo, pues vengo de una familia donde por un lado hay patrones y, por el otro, campesinos pobres. Por eso, en mi opinión lo que se dice acerca del realismo mágico en los cuentos latinoamericanos me parece un término falso.

¿Por qué es falso?
Porque es una literatura que también habla de mi vida cotidiana. Si yo escribiera los recuerdos de mi infancia parecerían cuentos latinoamericanos. Eso hizo que me identificara con la literatura de Juan Rulfo, pues de alguna forma le daba voz a mi propia infancia.

¿El realismo mágico contiene una imprecisión de origen?
El realismo mágico es una forma de lectura más del colonialismo, una interpretación imprecisa, porque esta literatura no es exclusiva de América Latina, quizá de lugares rurales donde los secretos caminan por la calle en forma de vida cotidiana. En Oriente Medio, por ejemplo, hay bastantes lugares similares. “Recuerdo que en Sári, el pueblo donde nací, no conocíamos los coches y entonces cuando llegó uno, las personas suponían que era un tipo de animal o de vaca, así que el ponían comida enfrente y le decían: “Anda, come”. Parece gracioso si lo escribes, pero era la realidad.

¿Cómo enfrenta hoy el tema del exilio?
De muchos lugares he escapado, pero no me gusta que utilicen el término exilio como una forma de categorizar. Para mí, el exilio es un problema existencial. Es una realidad existencial. Pienso que un escritor es un exiliado especialmente cuando es poeta, es exiliado dentro de su propio idioma.Vladimír Holan dice que lo que mata la poesía es la poética, pues ésta es un espacio común. Así que cuando un poeta escribe algo diferente, siempre será un exiliado dentro de su propio idioma..

¿De qué forma conviven exilio y poesía?
Para mí la poesía no es un género literario. Es la realidad. Desde este punto de vista la vida de un poeta es la vida de un exiliado en su propia sociedad. En mi espacio también tiene una dimensión política, porque cuando un gobierno invade todos tus espacios personales, tus espacios de ser, la cárcel se amplifica. He sido exiliado en mi propio país, pero tampoco tengo refugio en otro país, porque cuando soy un extranjero. Así que mi lugar de refugio es un tipo de condenación que me regala la poesía.

¿Poesía y políticacoexisten en usted?
Cuando hablamos de política, debemos tener cuidado. ¿En qué términos hablo de política? Hablo de política en términos antiguos griegos, como un acto político para la ciudad. No se trata de un partido político. Yo nunca estaré dentro un partido político porque huyo de la categorización y la reducción. “El acto del poeta no es un acto de conceptos, sino un acto de vida. Quizá por eso me identifico con los cuerpos muertos de todas las personas que están muriendo en estos días en Palestina.”

¿Volverá pronto a Irán?
No, no lo creo.

¿QUIÉN ES?
Mohsen Emadi (1976) es poeta, escritor y traductor. Nació en Sári, capital de la provincia de Mazandarán, al norte de Irán, cerca de las orillas del mar Caspio. Su primer libro lo compiló, en 2003, la poeta y traductora Clara Janés en La flor de los renglones. Cuatro años después publicó No hablamos de sus ojos y Las leyes de la gravedad. Su antología más reciente es Visible como el aire, legible como la muerte. En 2010 obtuvo el Premio Internacional de Poesía de Miedo y obtuvo la IV Beca Internacional Antonio Machado. Llegó a México en 2012, donde  vive exiliado en la Casa RefugioCitlaltépetl.


"La renuncia de la autoría de una traducción no sólo no es legal, sino que es ontológicamente imposible"

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El viernes 11 de julio pasado, mientras millones de personas se comían las uñas tratando de adivinar si Alemania o la Argentinaiban a ser campeones, Andrés Ehrenhaus, ocioso como siempre y a espaldas de sus connacionales, mientras en una esquina de Barcelona se dedicaba a vender las últimas banderitas argentinas (y alemanas) que les había obligado a pintar de apuro a sus hijos, se dedicaba a publicar el siguiente texto en El Trujamán. Hoy, porque se nos da la gana, lo reproducimos.

Como lluvia que cae. Un decálogo de cajón

1-Decir traducción literaria es incurrir en pleonasmo. Toda traducción es intrínsecamente literaria, del mismo modo que todo texto lo es, al menos para una de las tres patas que componen el hecho textual: la poética, la estética y la catártica. Un texto que no ha sido producido por nadie, que no es recibido por nadie y que no comunica nada sencillamente no es un texto.

2-No hay traducción sin autor, del mismo modo que no hay texto sin alguien o algo que lo hayan generado. Ni siquiera una máquina, virtual, analógica o mecánica (verbigracia, su creador u operador), está exenta de responsabilidades y derechos autorales.

3-La comunicación de toda traducción en el sistema ultramercadista genera una plusvalía que no es percibida por su o sus autores, como si éstos cesaran de existir a partir de la poiésis o, incluso, como si la traducción no ocurriese en un tiempo y un espacio reales y, por tanto, careciera a efectos prácticos de autoría.

4-La renuncia de la autoría de una traducción es, pues, un acto de birlibirloque económico, de ventriloquía o de enajenación ideológica. No sólo no es legal sino que es ontológicamente imposible. Así, el texto parececarecer de autor pero, de hecho, jamás dejará de tenerlo.

5-Toda traducción es un acto de violencia sanguinaria. El paradigma del traductor es Macbeth, que tras su victoriosa asonada vive con las manos manchadas de sangre. Ni siquiera su alter ego Pierre Menard ha conseguido no manchárselas. Ergo, la necesidad exime al traductor de la culpa, pero no de la responsabilidad de la sangría.

6-Toda traducción implica una voluntad cultural y, por consiguiente, política. Asimismo la edición, distribución y venta de toda traducción, responsabilidad que deberían asumir con todas sus consecuencias quienes, al emprenderlas, retienen la plusvalía que estas acciones generan.

7-La traducción fija la lengua de su ámbito de influencia cultural en mayor medida que la producción original de esa misma lengua. La responsabilidad lingüística de quien traduce y quienes difunden esa traducción es, por tanto, crucial e irrenunciable. En este terreno, hacerse el sueco es ser literalmente un zoquete.

8-En tanto no sean los propios traductores —ni siquiera los traductólogos— quienes ejerzan la crítica de la traducción, ésta estará librada a los caprichos de la peor de las ignorancias, cual es la que se siente autorizada para ejercerla impúdica y libremente. La falta de una crítica rigurosa y honesta deja el terreno abonado para la comida basura.

9-La traducción es una profesión particular que se aprende con el estudio y la práctica constantes; por tanto, ningún título garantiza la excelencia del traductor, puesto que traducir bien no es acertar sino errar con oficio y arte. Quien se maree ante un miembro amputado, que ni se le ocurra comprarse el delantal ni hojear catálogos de serruchos.

10-El traductor no debe preocuparse por hacerse visible sino, en todo caso, digno de una modesta cuota de respeto. No por ser traductor se es héroe o mártir; tan sólo se es autor de una traducción. Y eso no es motivo de premio.



De cómo el rumbero se convierte en explorador...

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El artículo, mal titulado, comienza con un par de lugares comunes más que remanidos, pero después tiene lo suyo. Publicado por la revista colombiana Arcadia el 4 de marzo pasado, con las firmas de Margaret S. de Oliveira Castro y Conrado Zuluaga,  trata sobre errores detectados en distintas traducciones de Gabriel García Márquez a diversas lenguas. En la bajada se lee: “Las traducciones de García Márquez han dado pie a un sinnúmero de disparates. Aquí algunos de los más extravagantes”.

Elogio a una traición

Hay un viejo dicho italiano que dice, Traduttore, traditore, es decir, “Traductor, traidor”. ¡Pobres traductores! De seguro preferirían que se dijera: “Traduttore, trasformatore”.

En árabe, difieren en algunos aspectos las versiones, se le llamaba turyuman o torjoman a quien se dedicaba al complejo arte de “interpretar” lenguas, es decir, al traductor. Con el paso de los años la expresión en español se convirtió en truchimán o trujimán. Y de significar “intérprete” pasó a designar a la “persona sagaz y astuta, poco escrupulosa en su proceder”.

Y mientras en México ser un trucha es ser muy listo y taimado, y en Argentina y Uruguay significa falso, fraudulento, en Colombia el trucho es un tipo astuto, pícaro. En El general en su laberinto García Márquez pone en boca de Bolívar la siguiente expresión: “Claro que todos son unos santos varones al lado del truchimán de Santander”. Los traductores de la obra al inglés, francés y alemán, tradujeron este truchimán como “bastardo escurridizo” en inglés; como “crápula” en francés –o sea, según la academia española, ‘hombre de vida licenciosa’– y, por último, como “tramposo” o “tunante”, en alemán. Aquí ya puede el lector hacerse una idea más precisa de las trampas insidiosas de la traducción. Ahora bien, a la luz de este ejemplo, ¿los traductores al inglés y al francés en la cuestión de “el truchiman de Santander”, traicionaron a García Márquez? Si bien es cierto que no le atinan con la precisión del traductor alemán, logran reflejar la carga negativa que encierra el término.

Y con ese consuelo se tendrán que conformar los lectores de García Márquez en Australia, Uganda y la Conchinchina. Y, claro está, todos los lectores monolingües. Porque sin la traducción no tendríamos acceso a gran parte del patrimonio literario mundial. Sólo a través de los aciertos y de las aproximaciones –que en muchas ocasiones son errores crasos de los traductores- es la única forma de acercarse a laa literaturas de otros idiomas, sin tener que aprender, al menos, una docena de idiomas. Es la única posibilidad de que aquellos talentos maravillosos que fueron capaces de recrear una atmósfera y penetrar una intimidad puedan ser leídos por lectores de otras latitudes, ansiosos por alcanzar, así sea desde la distancia insoslayable de la lectura, las alturas alcanzadas por esos creadores.

Así como los conductores cuentan con la Virgen del Carmen para que los libre de las acechanzas de la carretera y las imprudencias de los demás conductores, los traductores también cuentan con un santo patrón, San Jerónimo, para que los ponga a salvo de la exuberancia lingüística de un autor o de la proliferación de expresiones de un idioma. San Jerónimo sostenía que bastaba con captar el sentido de la palabra en un idioma para poder traspasarla a otro. Para él todo era traducible. Por su parte, Gregory Rabassa, traductor al inglés de García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Asturias y otros más –y del cual el Nobel colombiano ha dicho con una de sus frases pontificales que su versión de Cien años de soledad es mejor que el original en español– afirma que la traducción perfecta es imposible, que la gente pretende tener una reproducción exacta, pero lo más que el traductor puede lograr es apenas una aproximación. Sin embargo, se dice que fue gracias a las traducciones al inglés de Gregory Rabassa que fue posible la selección de García Márquez para el premio Nobel.

En cuanto a errores, hasta el traductor más experimentado puede cometer uno o varios desaciertos. El mismo San Jerónimo es responsable de uno de los más célebres en la historia. Al traducir el Antiguo Testamento del hebreo al latín, en el pasaje cuando Moisés desciende del Monte Sinaí con las tablas de la ley en sus manos, el libro de El Éxodo dice que el rostro de Moisés ‘brillaba’, ‘resplandecía’. Pero resulta que la palabra hebrea para brillo, resplandor, karán, tiene un gran parecido fonético con keren, que significa cuerno (recordemos que en hebreo se escribía sin vocales). El santo optó por la opción alterna y el pobre Moisés pasó de iluminado a cornudo. De ahí los dos pequeños cuernos que adornan la frente de Moisés en la prodigiosa escultura de Miguel Ángel en la basílica de San Pedro Encadenado en Roma. Sin duda, se trata de uno de los pocos errores de traducción inmortalizados en mármol, tal vez el único.

Después de eso hay que perdonar disparates como los siguientes:

•    En La mala hora, el empresario del circo declara “compramos a peso todo gato que nos lleven sin preguntar de dónde salió, para alimentar a las fieras”. Los traductores al inglés y al alemán tradujeron respectivamente: “compramos por libra”, el primero; “compramos según el peso”, el segundo. Aquí también, en la versión francesa el bollo limpio se transforma en tostada de pan blanco, las cananas en armas y un mosquitero de punto en mosquitero de encaje. En inglés será bordado.

•    Cuando en El otoño del patriarca se describe a los indios nativos, repitiendo el texto una frase de Colón: “son de la color de los canarios, ni blancos ni negros”, en inglés serán “canarios” como los pájaros. Eso sí, ni blancos ni negros. De la misma forma la burundanga se convierte en fruta (inglés), el coralibe en pescador de corales (alemán), la marimonda en homosexual (inglés), el rumbero en explorador (alemán), las tiendas en cantinas (francés) o carpas (alemán), las trinitarias no son buganvilias sino pensamientos (inglés y alemán), las cantinas de vereda son cafés con terraza (inglés), los labios yertos son delgados (francés y alemán) un zambapalo no es un riña o gresca sino una danza (francés e inglés) y las zapatillas no son zapatos de calle sino pantuflas (francés y alemán)

•    En Crónica de una muerte anunciada, el hermano del narrador “no olvidó nunca el trago mortal que le ofreció Pedro Vicario: “‘Era candela pura’, me dijo”. En la traducción francesa esa candela pura se convierte en cera hirviendo y el café cerrero en café de los cerros.

•    En El amor en los tiempos del cólera el lector se entera de que las mujeres de la clase de Fermina Daza “solían encerrarse en grupos a hablar de hombres y a fumar, y aun a beber aguardiente de a dos cuartillos hasta quedar tiradas por los suelos como una marimonda de albañil”.  No lo pondrán en duda ni un instante los lectores de la versión en inglés, en donde resultan bebiéndose hasta dos litros de aguardiente. Y las mujeres salen a la calle y soportan el sol abrasador del Caribe “sin más protección contra el sol que los paraguas de diario”. En la versión francesa dice literalmente “paraguas de papel periódico”.

•    En La mala hora “el camellón” donde los hombres se reunían a conversar, se convierte en la versión alemana en el abrevadero o bebedero de los animales.

•    En el cuento Blacamán el bueno, vendedor de milagros el narrador tiene “camisas de gusano legítimo”. Bien se sabe que eso significa que son de seda pura. Pero como en Cuba un “gusano” es un contrarrevolucionario, en la traducción alemana, Blacamán habla de sus “elegantes camisas de reaccionario”.

•    En El otoño del patriarca un “macaco” se convierte en la versión alemana en un “papagayo”, es decir que de mico se transforma en loro. Al viejo dictador “se le pasó la ventolera de preguntar si lo querían o no lo querían”. En inglés al patriarca se le pasó “la pedorrera”. Y la pava no es la mala suerte sino la hembra del pavo (francés y alemán).

•    En El general en su laberinto las “callecitas yertas” se convierten en la versión al inglés en “calles tiesas y angostas”. Y la mestiza en mulata (inglés), los zamarros son abrigos de lana de cordero (francés) y el huevo tibio no es ni frío ni caliente (francés y alemán).

•    En Los funerales de la mamá grande un personaje está tan peludo que parece un capuchino, pero ningún traductor lo asocia con el mono capuchino y lo traducen como religioso de la orden de san Francisco. Y los mamadores de gallo de la Cueva son criadores de gallos (inglés) o cebadores de gallos (alemán). Una franela no es una camiseta sino una camisa hecha de la tela de ese nombre (francés, inglés, alemán).

Esta relación podría eternizarse a la manera del cuento del gallo capón –una de las entretenciones en Macondo durante la peste del insomnio– pero como no se trata de elevar contra nadie un pliego de cargos, sino apenas de mostrar las dificultades insalvables que afrontan los traductores, es bueno recordar, aunque sea brevemente, otras desventuras de este oficio tantas veces vilipendiado.

Vera Székács, la traductora oficial al húngaro de toda la obra de García Márquez cuenta cómo tuvo que hacer grandes esfuerzos e intercambiar con el autor una nutridísima correspondencia para logar con éxito la traducción de Cien años de soledad, cuando todos los traductores del español de la editorial en donde trabajaba se negaron a hacerlo y debió ser ella quien afrontó el desafío y pasó de ser lectora en español a traductora oficial.

Los autores son conscientes de esos escollos que se les presentan a los traductores. A veces su opiniones ayudan, aunque a veces también confunden. En la edición brasileña de Cien años de soledad hay dos episodios que ilustran esta circunstancia mejor que nada. En el último capítulo, cuando el sabio catalán pretende llevar consigo los baúles con sus cuadernos manuscritos, “se soltó en improperios cartagineses contra los inspectores del ferrocarril que trataban de mandarlos como carga,…” En la nota de pie de página dice: “Explicación del autor a la traductora: ‘Es una arbitrariedad mía: supongo que la lengua catalana es la misma que se usaba en Cartago, lengua fenicia de mercaderes malcriados. La traducción debe ser literal’”.

Unas páginas atrás, en el penúltimo capítulo la primera frase dice “Amaranta Úrsula regresó con los primeros ángeles de diciembre…” En la edición brasileña hay una maravillosa nota aclaratoria: “Explicación del autor a la traductora: ‘La traducción debe ser literal, porque todo el mundo sabe que los ángeles llegan en diciembre. ¿Acaso usted no los ha visto nunca?’”.

En el libro de Umberto Eco Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción, el autor italiano empieza por hacerse la pregunta ¿qué significa traducir?, para responderse él mismo: ‘Quisiéramos dar esta primera respuesta que tranquiliza: dccir lo mismo en otra lengua. Sin embargo, para comenzar –continúa Eco– nos cuesta definir lo que significa ‘decir lo mismo’ (…) Luego, frente al texto por traducir, no sabemos qué es la ‘cosa’. Por último, en ciertos casos, dudamos hasta de lo que significa ‘decir’”. Trescientas páginas más adelante, en las conclusiones, anota: “La ‘fidelidad’ evidente de las traducciones es más bien la convicción de que la traducción siempre es posible, cuando el texto original se interpreta con una complicidad apasionada, en el empeño de identificar lo que representa el sentido del texto, y capacidad de negociar a cada instante la solución que parece más exacta”.

Sería muy ilustrativo que un día los propios traductores contaran sus desvelos y pesadillas mientras intentan, solícitos, el traspaso de una lengua, una forma de mirar y de contar, de una cultura a otra. Los lectores –entre tanto– debemos dar gracias de su existencia, incluso los que despotricamos contra ese oficio, el de los intérpretes, pues sin ellos nos habríamos perdido muchos buenos libros aunque en el empeño terminen por traicionar a los autores.


¿Para qué necesitamos leyes claras y justas?

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La semana pasada el Administrador de este blog se encontró casualmente, al cabo de una conferencia, con una señora que lo felicitó por su defensa pública de la traducción y de los traductores. La paradoja quiso que esa mujer trabajara en una de las editoriales que les exigen a los traductores que con ella firman, la cesión definitiva de sus derechos de autor. El Administrador le señaló a la mujer la ilegalidad de su práctica y ella, súbitamente ofendida, dijo pagar mejor que otras editoriales y obrar legalmente y de buena fe. Lo sucedido, entonces, llevó al Administrador a buscar esta noticia que, aunque antigua, tiene actualidad. En la misma se lee una bajada que dice: “Las relaciones entre editoriales y traductores siempre podrían ser mejores: en algunos casos rozan la ilegalidad”. La nota fue oportunamente publicada el 26 de julio de 2009, por Jesús Rocamora en Público.es. Su lectura, pese al tiempo transcurrido, ayudará sin duda a entender que a veces los editores son unos rufianes que mucho se parecen a Montgomery Burns.

¿Quién se comió el queso del traductor?

"Obviamente, bombazos como El señor de los anillos, Harry Potter o Ken Follett hay muy pocos. Y hay que tener en cuenta que para llegar a cobrar derechos de autor, un libro tiene que superar, más o menos, los 60.000 ejemplares vendidos; lo cual son muchos ejemplares si tenemos en cuenta que la tirada media de un libro está entre los 4.000 o 5.000 ejemplares", reconoce Robert Falcó, del estudio de traductores Anuvela.
Según la Ley de Propiedad Intelectual, los traductores son autores y, como tal, reciben un porcentaje de la explotación de derechos. Sin embargo, "aún hay editoriales que no hacen contratos de traducción o que no especifican el porcentaje de derechos de autor que nos corresponde", avisa Falcó.

Un pelotazo no esperado
¿Quien se ha llevado mi queso?

El caso de Montserrat Gurguí ha sido uno de los más sonados, aunque no se considera traductora de best sellers porque de los 120 libros aproximadamente que ha traducido en 23 años de carrera, sólo el 5% le ha dado derechos. Su mala experiencia viene precisamente de uno de esos superventas por los que nadie parecía apostar: ¿Quién se ha llevado mi queso?, de Spencer Johnson (Ediciones Urano). "Lo hice sin contrato, gracias a una modalidad que contempla la LPIque se llama a tanto alzado y por la que el traductor cobra lo estipulado (por página) y el editor sólo puede sacar una única edición. Si quiere sacar más, debe hacer contrato".

El libro se publicó por primera vez en febrero de 2000. En otoño de este año, Guiguí vio que iba por la octava edición y que empezaba a aparecer en la lista de más vendidos. "En  La Vanguardia se decía que se habían vendido 100.000 ejemplares. Me puse en contacto con el editor, le dije que la edición estaba fuera de la ley y le invité a que regularizáramos la situación. Me aseguró que él no creía en los contratos, como si fuera una cuestión de fe".

Después de un tira y afloja, pactaron un 0,50% de royalties y firmaron un contrato en noviembre de 2000. Pero en Navidades del mismo año, había otra edición en la calle con el nombre de otro traductor. "Era prácticamente igual que la mía. Se habían dedicado a cambiar cuento por relato, luego por después, etc. El autor de la nueva traducción era un colaborador de la casa, amigo personal del editor. Se había saltado el contrato en función de una cláusula que llevan todos los contratos y estaba explotando otra traducción. Lo rompió y tuvo que indemnizarme".

Un clásico sin derechos
Tolkien y su versión española

Falcó recuerda también "uno de los casos más sangrantes", el de Matilde Horne, traductora de Las dos torres y El regreso del rey, de la trilogía El señor de los anillos. Horne que murió a mediados del año pasado recibió tan sólo el pago de 6.000 euros en concepto de derechos de autor por sus traducciones cuando el editor Franciso Porrúa vendió Minotauro al gigante editorial Planeta. "Y cuando reclamó a Planeta, le ofrecieron 1.200 euros al año", recuerda Falcó, que propone jugar con los números: "Imaginemos que en 2001 [tras el boom de la primera película] se vendieron 500.000 ejemplares y que cada uno podía costar unos 20 euros. Eso equivale a 10.000.000 de facturación". Si le hubieran pagado "un simple 0,5%, el total asciende a 50.000 euros en concepto de derechos de autor. Y eso sólo teniendo en cuenta lo que debería haber cobrado en el año 2001".

Posteriormente, y gracias a la intervención de las asociaciones de traductores, Planeta acabó liquidándole los derechos que le correspondían desde la compra de Minotauro.

Inglés en las alpujarras
Chris Stewart, el escritor que fue batería de Genesis

Gurguí subraya un caso reciente y "muy flagrante de impagos y malos tratos": el de Chris Stewart, batería del grupo Genesis, británico enamorado del paisaje de Las Alpujarras al más puro estilo de Gerald Brenan. Stewart publicó en 1999 Driving among lemons. An optimistic in Andalucía, un best seller en Reino Unido y EEUU que en España ha sido editado por Almuzara bajo el título Entre limones.

Según denunciaba el propio autor a El diario de Córdoba en febrero, no ha cobrado "nada" por el libro, que en España ha vendido 250.000 ejemplares. Es la cabeza visible de una situación con el grupo Almuzara que, según ACEtt asociación fundada en 1983 para defender los intereses y derechos de los traductores de libros afecta a nueve de sus afiliados.


El SPET, en agosto, subtitula

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En el próximo encuentro del SPET, que tendrá lugar el lunes 4 de agosto a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515), la doctora Mariana Salgado hablará sobre“Subtitulado de Aficionados en Finlandia. Resultados Preliminares”

Mariana Salgado es diseñadora e investigadora. Trabaja en el grupo de investigación Arki  (Cotidianeidad), en el departamento de Media, Laboratorio de Medios, de la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad de Aalto, en Helsinki.

Del 2011 al 2013 trabajó como directora de la maestría en Administración de Empresas con orientación en Diseño Centrado en el Usuario, en la Laurea University of Applied Sciences.

Del 2002 al 2009 colaboró con el grupo de investigación Sistemas de Representación en la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad de Aalto. Le interesan las metodologías de investigación en diseño, en especial las prácticas relacionadas con la participación. Su investigación de doctorado (Designing for an Open Museum, Helsinki, Aalto ARTS Books, 2009) se centró en temas relacionados con las nuevas tecnologías en museos y está especialmente dirigida a diseñadores de interacción y profesionales de los museos. Más información sobre su investigación, en el blog Piñatas digitales, que publica junto con Andrea Botero.

En el último año estuvo estudiando prácticas de subtitulado hecho por aficionados en relación con la traducción de material audiovisual. 
  
Lectura sugerida:
Jorge Díaz Cintas y Pablo Muñoz Sánchez: “Fansubs: Audiovisual Translation in an Amateur Environment”. En: The Journal of Specialised Translation, núm. 6 , julio de 2006, pp. 37-52. (Disponible en línea.)

Por favor, no se olviden: Esta vez nos reuniremos un lunes.


El día en que Coleman Hawkins se hizo trompetista

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Geoff Dyer (1958) es uno de los más interesantes escritores británicos del presente. Se maneja perfectamente bien en la ficción como en la no ficción (acaso su fuerte) y es sinónimo de seriedad a prueba de modas (tal vez por eso no publique en Anagrama…). Entre los muchos libros que publicó, los amantes del jazz destacan But Beautiful. A book about jazz (1991), que en 1992 se hizo acreedor del Somerset Maugham Prize. 

Acaso por ello, en 1997 fue publicado por Amaranto, de Madrid, traducido por María Luisa Capella y Ceferino Caro López, con el título Pero hermoso. Un libro de jazz. Hasta aquí, nada más que datos.

Ahora bien, en la página 8 del original se habla de Lester Young y de Coleman Hawkins. Se lee: “… Hawk walked off the stand, threw his horn in back of his car, and gunned it all the way to St Louisfor that night’s gig”. Lo cual Capella y Caro López traducen en la página 22 de su versión: “…Hawk se bajaba del escenario, arrojaba la trompeta en el asiento trasero del coche y salía disparado hacia Saint Louis al espectáculo de esa noche”.

Hawk es el apodo de Coleman Hawkins. El fragmento en cuestión trata sobre él y sobre Lester Young. No hace falta ser una autoridad ni un erudito en jazz para saber que ambos fueron los dos saxos tenores más importantes de la primera mitad del siglo XX. Cada uno definió un estilo del que luego saldrían prácticamente todos los saxofonistas posteriores. Pero hasta esta traducción nadie sabía que tocaban trompeta.

Podría decirse que el error viene de haber considerado la palabra inglesa horn por lo que dice el diccionario (“corno”, “trompeta”, “trompa”, “trombón”, “claxon”, “cuerno” entre muchos otros significados) y no por la manera de hablar de los músicos. De hecho, en varios diccionarios de slang se define horn como a musical instrument through which air is blown, horn being a term commonly used amongst jazz musicians (“un instrumento musicar a través del cual se sopla aire, siendo un término comúnmente utilizado entre músicos de jazz”). En síntesis, cualquier instrumento de la familia de los bronces o de las cañas puede ser un horn para un músico de jazz. Y si la duda persistía, se hubiera disipado fácilmente acudiendo a la entrada correspondiente en cualquier diccionario o enciclopedia sobre el jazz. No se hizo.

Supongamos ahora que los dos traductores fueron ineptos por desconocimiento o simplemente porque tenían que entregar el trabajo rápido para cobrarlo sin más. ¿No hubo en la editorial Amaranto, de Madrid, ningún corrector que haya advertido el error, a esta altura, de cultura general? Y el que compró los derechos de autor, cuando vio el libro publicado, ¿no pensó ni por un momento la burrada que le hacían decir en castellano a Geoff Dyer, quien publicaba “un libro sobre jazz”?

Todo esto viene a cuento porque seguramente los derechos que se compraron de este libro plagado de errores de traducción y malentendidos como el que acabamos de apuntar debieron ser exclusivos para la lengua. O sea, ésa es la versión que desde 1997 hasta el año pasado se leyó del libro. Así, un par de malos traductores y un mal editor no sólo le infligieron un daño importante a un autor talentoso y francamente interesante, sino también a todos los posibles lectores de ambas márgenes del océano. Y así es como funcionan las cosas en el mundo editorial.

Ahora hay una nueva versión española de Pero hermoso, debida a Cruz Rodríguez Juiz. Acaba de distribuirla Random House-Mondadori, con recomendación explícita en la tapa, con firma del pianista Keith Jarrett. Justamente, en la cubierta está Lester Young que, como puede apreciarse, no toca una trompeta. Tampoco Coleman Hawkins. Ojalá lo haya advertido el nuevo traductor.

Esto dicen los del Cervantes

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“Según un estudio del Instituto Cervantes, lo hablan 548 millones.”. La nota sin firma se refiere al castellano, al que el diario Claríntambién insiste en tildar de “español”, y fue publicada en el día de ayer.

El español, la segunda lengua más hablada

El idioma español continúa su imparable ascenso en el mundo y –según un estudio realizado por el Instituto Cervantes– es hablado o estudiado por unas 548 millones de personas en todo el planeta, entre las que 470 millones lo dominan plenamente, más de 50 millones lo habla con alguna limitación y cerca de 20 millones están en proceso de aprendizaje. Según el citado informe, la lengua de Cervantes reina detrás del mandarín y por primera vez, por delante del inglés, alcanzando así el rango de segunda lengua franca en el mundo: el 67% de la población mundial es ya hispanohablante.

Estados Unidos es el país que más ha visto crecer el uso del español en los últimos años, empujado por el crecimiento de la población hispana en el país. El estudio calcula que, en el año 2050, Estados Unidos será el primer país hispanohablante del mundo y tendrá, al menos, 133 millones de hispano parlantes (ya hay 52 millones). Pero no es el único país en el que nuestra lengua avanza: en Brasil, son 30 millones de personas las que tienen el español como segunda lengua. Este crecimiento viene de la mano de los intercambios comerciales de Brasil con sus vecinos de habla hispana y también con España. Algunos estudios indican que el uso del español en el país latinoamericano favorece las relaciones comerciales en un 290%, mientras que el inglés lo hace en un 240%.

Si hablamos de los estudiantes, cabe destacar que el Instituto que lleva el nombre de Cervantes y que tiene 86 centros en 42 países de todo el mundo, duplicó, en cinco años, la entrega de sus Diplomas de Español como Lengua Extranjera y, España es el país que más estudiantes de español acoge. A la cabeza en este sentido siguen los Estados Unidos, que hoy cuentan con 7.82 millones de estudiantes de castellano, detrás viene Brasil, con 6,2 millones, seguido de Francia, país en que el estudio registra 2,33 millones de estudiantes. Por detrás quedan Italia y Reino Unido y Alemania, con 0,5 millones cada uno, seguidos de Suecia (0,3), Costa de Marfil (0,2), España (0,1) y Senegal (0,1). En total, hay en el mundo 19,7 millones de estudiantes de español.

Si hablamos de redes, el español es la tercera lengua más hablada en Internet, con 7,8 millones de internautas de todas partes del mundo, por detrás del inglés, que ocupa el primer puesto con 26,8 millones y del chino, que se queda en el segundo lugar con 24,2 millones. En cuanto a las redes sociales, cabe destacar que la lengua española es la segunda que más twits publica, después del inglés, y la tercera más usada en Facebook, tras el inglés y el chino. Según concluye el estudio, el futuro del español es prometedor: está entre las cinco primeras lenguas del mundo en cuanto a número de hablantes y en cuanto a número de países donde es oficial: México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Chile, Argentina, Venezuela, Puerto Rico, Cuba, República Dominicana y, claro, España.

Pero mientras los idiomas que hoy se encuentran por delante, como el chino –gracias a la enorme población de China– o el inglés –por la universalización alcanzada en los últimos siglos– van a experimentar un descenso por motivos demográficos, el español seguirá creciendo. Se calcula que para el año 2030, el 7,5% de la población mundial hablará español.

El idioma español es, además, el segundo más hablado en el trabajo a nivel mundial, siendo el que más se usa en los ambientes laborales de los Estados Unidos, Reino Unido o Brasil según una encuesta realizada por IPSOS, la tercera compañía global de investigación de mercados, en 24 países de todo el mundo.


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