Quantcast
Channel: Club de Traductores Literarios de Buenos Aires
Viewing all 2855 articles
Browse latest View live

Edith Grossman habla sobre García Márquez

$
0
0
En varias ocasiones se ha hablado en este blog de Edith Grossman, por lo que eso nos exime de volverla a presentar. Lo que se transcribe a continuación es una serie de afirmaciones suyas publicadas por el Washington Post, el 20 de abril pasado.

“Todo lo que él escribió fue oro”:
traductora de Gabo al inglés

 Grossman lamenta no haber sido la traductora de Cien años de soledad, pues su labor con la obra de García Márquez comenzó con El amor en los tiempos del cólera, de 1985.

García Márquez "no se involucraba mucho en el trabajo de la traducción", contó Grossman y agregó que ella no consulta con un autor hasta que ha terminado la traducción.

"Habitualmente me lleva unos seis meses la traducción de una novela, dependiendo de su extensión y dificultades", explicó.

Una de las dificultades con los textos de García Márquez es que "no le gustaban los adverbios que terminan en -mente" y recuerda: "A veces me sentía como una contorsionista buscando alternativas".

Para Grossman, "todo lo que él escribió era oro. Todo era maravilloso para trabajar en ello y no puedo decir cuál (de las obras de García Márquez) fue más difícil".

"La traducción es la expresión de una idea o un concepto en una forma totalmente diferente del original, dado que cada lenguaje es un sistema separado", dijo Grossman.

"Por eso, de hecho, cuando traduzco un libro escrito en español en realidad estoy escribiendo otro libro en inglés", afirmó.

"Siempre he sentido que uno se mete en la mente del autor al traducir su obra y empieza a ver el mundo a través de los ojos del escritor. Todo lo que necesitas saber acerca de un autor está en lo que escribe".

Darío Jaramillo Agudelo vino y habló en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

$
0
0
Sesión corta en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires por superposición de actividades con la Feria del Libro. Así, nos visitó el escritor colombiano Darío Jaramillo Agudelo para conversar sobre libros traducidos y traducciones.  

La velada, que contó con un público que incluía a los escritores Piedad Bonnett (Colombia), Antonio del Toro (México), Daniel Samoilovich, Jorge Aulicino y Andrés Ehrenhaus (Argentina), entre otros derivó en la situación editorial coloombiana, los traductores de ese país y los problemas que las traducciones foráneas suman a la lectura.

Quien desee ver la velada puede consultarla en este vínculo: http://www.ustream.tv/recorded/47184859

Darío Jaramillo Agudelo (Santa Roso de Osos, Antioquia, 1947) es uno de los más importantes escritores colombianos de la actualidad. Poeta, novelista y ensayista, se graduó como abogado y economista en la Universidad Javeriana de Bogotá. Durante años, desempeñó importantes cargos culturales en organismos estatales y fue miembro de los consejos de redacción de la revista Golpe de Dados y de la fundación particular Simón y Lola Guberek. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Historias (1974),  Tratado de retórica (1978),  Poemas de amor (1986),  Del ojo a la lengua. Ilustraciones para diez grabados de Juan Antonio Roda (1995), Cantar por cantar (2001), Gatos (2005) y Cuadernos de Música (2008), de los cuales, se han hecho tres reediciones completas: 77 poemas (1987), 127 poemas (2000) y Libros de poemas (2003); y cinco selecciones parciales: Antología poética (1991), Cuánto silencio debajo de esta luna (1992), Razones del ausente (1998), Aunque es de noche (2000) y Del amor, del olvido (2009). Su prosa puede leerse en Guía para viajeros (1991), Historia de una pasión (2006), La muerte de Alec (1983), Cartas cruzadas (1993), El juego del alfiler (2002), Novela con fantasma (2004), La voz interior (2006), Memorias de un hombre feliz (2010), Historia de Simona (2010). Escribió y compiló además la monumental Poesía en la canción popular latinoamericana (2009).

Desconcertantes sorpresas desde Cochabamba

$
0
0
Henri Michaux
El 10 de abril pasado, Andrés Ehrenhaus publicó en este blog una entrada donde se leía cómo la editorial Tusquets había arruinado una traducción de Borges echando mano de los servicios del traductor español Cristobal Serra

Hace unos días, el filólogo Darwuin Herrera nos hizo llegar unas líneas desde Bolivia, profundizando aún más las observaciones sobre esa "intervención". Como efecto secundario, nos plantea el problema de averiguar si Ehrenhaus es efectivamente "doctor". Si así fuera, habría que averiguar en qué.

La entrada que desató la polémica:
(http://clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.com.ar/search/label/Henri%20Michaux).

Apreciado sr. Jorge Fondebrider,

me atrevo a dirigirme brevemente a usted con el modesto propósito de echar algo más de leña al fuego de la desinformación bibliográfica en lo tocante a la desigual suerte corrida por las versiones españolas de Un barbare en Asie, del insigne escritor y artista francés Henri Michaux. Pero antes permita que me presente: mi nombre es Darwuin Herrera y soy filólogo licenciado e investigador en el Language Institute of Colonial Studies de Cochabamba. Y ahora, al grano.

Grande fue, le confieso, mi sorpresa al leer el artículo del dr. Ehrenhaus titulado “Michaux, Borges, Serra, reevangelizados” y recientemente publicado en su inestimable blog. No porque los conceptos allí vertidos me asombraran en sí mismos ni porque mis ya desbravados ojos de investigador no pudieran dar crédito al despropósito editorial que describe el artículo sino porque su lectura me sumió en un fulminante y trémulo estado de déjà vu. De inmediato me dije: “¿Dónde he leído esto yo mismo?” Mi sospecha primera recayó, lo confieso, sobre la originalidad de los planteos del dr. Ehrenhaus, pues tenía la casi absoluta certeza de haber tenido entre mis manos un trabajo casi idéntico al suyo, si no en la forma, sin duda sí en el fondo. Estaba seguro de que alguien se le había anticipado; mas, no conociéndolo salvo por su participación en el blog o en las actividades del Club que usted dirige, tampoco podía ni debía poner en duda su honestidad intelectual acusándolo, aunque sólo fuera para mis adentros, de plagiario. Hasta que caí en la cuenta de lo que ocurría.

No abundaré en el misterio, sr. Fondebrider. No había tal trabajo ni nadie había escrito antes acerca de aquello. Vaya ello, aunque tan solo sea para calmar mi mala conciencia, en descargo del dr. Ehrenhaus. Sin embargo, el déja lu era real: yo ya había tropezado, y no hace mucho, con un despropósito tan o más grande que el descrito en el artículo mencionado y relativo a la misma obra de Michaux. De todos es sabido que, desde que el libro se ha “virtualizado”, si se me permite la expresión, existen sitios en internet donde el usuario puede tener acceso libre a textos que no son, en términos estrictos, de dominio público, es decir, que continuán sujetos a la propiedad intelectual de su autor. Tal el caso de la traducción de don Jorge Luis Borges de Un bárbaro en Asia, publicada en dos ediciones, tal como consigna con precisión el dr. Ehrenhaus, por Tusquets Editores en 1977 y 1984, aunque la versión borgiana es bastante anterior, pues data de 1941, y aparece en Argentina en las ediciones de la revista Sur. Toda vez que Borges fallece en 1986, la traducción no está libre de derechos, no obstante lo cual se la puede encontrar sin mayor dificultad –yo mismo doy fe de ello- en más de un portal, aunque en un estado que me veo obligado, cuando menos, a catalogar de “pierremenardesco”.

No abundaré en comentarios al respecto de lo que usted y quienes lean lo que sigue a continuación podrán comprobar con sus propios ojos, pues creo que basta con la mera lectura para comprender el por qué de mi asombro al leer el agudo artículo del dr. Ehrenhaus. Baste decir que el texto virtual que citaré carece de toda información bibliográfica salvo, cómo no, de la mención al encumbrado narrador argentino como traductor al español; en cambio, la persona de Cristóbal Serra desaparece allí al unísono con la de cualquier referencia editorial. Doy paso ya a los fragmentos seleccionados. Juzguen ustedes lo que crean conveniente.

En el segundo párrafo de la página 16 (a fin de no aburrir al respetable con largas parrafadas, he optado por seleccionar no más que los dos casos que me parecen más flagrantes), en un fragmento del “Prólogo a la edición francesa revisada y corregida de 1967”, se lee en la 2º edición de Tusquets: “Desembarcado allí, en el 31, apenas informado, con la memoria saturada de relaciones de pedantes, descubro el hombre de la calle. Me impresiona, me interesa profundamente, no veo sino a él. Me cautiva, le sigo, le acompaño, convencido de que con él, con él ante todo, con él y el flautista y el actor, y el bailarín y el mismo, tengo cuanto es necesario para comprenderlo todo... más o menos” [negritas mías]. El mismo fragmento, descargado gratuitamente de internet, reza: “Desembarcado allí, en el 31, apenas informado, con la memoria saturada de relaciones de pedantes, descubro el hombre de la calle. Me impresiona, me interesa profundamente, no veo sino a él. Me cautiva, lo sigo, lo acompaño, convencido de que con él, con él ante todo, con él y el flautista y el actor, y el bailarín y él mismo, tengo cuanto es necesario para comprenderlo todo... más o menos” [negritas íbidem].
(http://es.scribd.com/doc/64525231/Michaux-Henri-Un-Barbaro-en-Asia)

Vayamos ahora a la página 41 de la edición de Tusquets, segundo párrafo: “Reunid la materia aparente de la miga del pan blanco, de la leche, del polvo de talco y del agua, mezclado y haced con eso un mausoleo excesivo, hacedle una abierta y formidable puerta como para un escuadrón de caballería, pero por donde no ha pasado más que un ataúd. No olvidéis las inútiles ventanas de enrejado de mármol […]”. Y en el texto descargado de internet: “Reúnan la materia aparente de la miga del pan blanco, de la leche, del polvo de talco y del agua, mezclado y hagancon eso un mausoleo excesivo, hacedle una abierta y formidable puerta como para un escuadrón de caballería, pero por donde no ha pasado más que un ataúd. No olvidéis las inútiles ventanas de enrejado de mármol […]”. En este segundo ejemplo, como puede comprobarse, la “pierremenarquez” es aún más arcana: se ha modificado la conjugación de algunos verbos y de otros no, sin un aparente criterio ni la menor contemplación. Aunque… ¿cómo saber qué texto modifica a cuál? ¿Cómo saber si lo que cuelga en la red es la versión borgiana o si la de Tusquets, es adaptada por Cristóbal Serra y luego parcialmente revisitada por no se sabe quién?

Como usted verá, apreciado sr. Fondebrider, tan sólo he podido volver aún más honda la profundidad de las preguntas planteadas por el dr. Ehrenhaus. Lejos de resolverse, el misterio se aquerencia en la lógica de sus forjadores. Tan pronto como mis obligaciones me lo permitan, le prometo que intentaré seguir rastreando nuevas huellas bibliográficas. Pues, ¿quién sabe qué desconcertantes sorpresas ha de depararnos aún nuestroBárbaro en Asia?




Problemas de los editores de T. E. Lawrence

$
0
0
T.E. Lawrence con camello
Guillermo Piro publicó la siguiente columna en su espacio dominical del diario Perfil, el 20 de abril pasado. Salam Waleikum, o Salamalekoum, o Salam Alaikum, o lo que sea.

Lawrence y el árabe

Es sabido que la ortografía de los nombres propios árabes puede variar considerablemente. Eso se debe a que en árabe sólo se admiten tres vocales y que algunas consonantes no tienen equivalente en otros idiomas. Los orientalistas decidieron adaptar una o varias series de signos convencionales para las letras y signos vocales del alfabeto árabe, transcribiendo, por ejemplo, Mahoma por Muhammad, muezzun por mu’edhdhin, o Corán por Qur’an o Kur’an. Ahora bien, este método es útil para quienes conocen suficiente árabe, pero inservible para los demás, por lo que en las traducciones sigue siendo recomendable escribir siempre las mejores aproximaciones fonéticas de acuerdo con la ortografía de la lengua corriente final.

Un mismo lugar, entonces, puede escribirse de distintas maneras, y esto no sólo porque los sonidos de muchas palabras árabes pueden traducirse de distintos modos, sino también porque los mismos nativos con frecuencia discrepan considerablemente entre sí en lo que respecta a la pronunciación de cualquier lugar que todavía no se hizo famoso o aún no quedó fijado por el uso literario (por ejemplo, una localidad próxima a Akaba se llama Abu Lissan, Abu Lisan, Aba el Lissan o Abu Lissal).

Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, tal vez uno de los mejores escritores británicos del siglo XX, para demostrar la sandez de los “sistemas científicos” de transcripción lingüística, a la hora de transcribir nombres propios adoptaba cualquier ortografía, sin ninguna cohesión y sin el más mínimo intento de mantener alguna concordancia. Cuando envió a su editor el manuscrito de Los siete pilares de la sabiduría, donde relata sus desventuras en Arabia durante la Primera GuerraMundial, recibió como respuesta una lista de preguntas en las que se le solicitaba que tuviera a bien anotar las respuestas al margen con el fin de poder corregir las pruebas (los críticos reprochan con frecuencia las faltas de ortografía). Una pregunta del editor decía: “Yeddah y Yidda son usados indistintamente. ¿Es intencionado?”. Lawrence respondió: “¡Claro!”. Otra decía: “Bir Uaheida, ¿es Bir Uaheidi?”. Respuesta: ¿Por qué no? Era el mismo lugar”. Otra decía: “Usted dice que Nuri, Emir del Ruwalla, pertenece a la familia principal de Rualla. En la página 23 habla del caballo de Rualla y en la 38 dice que mató a un Rueli. En todas las menciones siguientes escribe Rualla”. Lawrence respondió: “Podría haber usado también Ruwala y Ruala”. Otra decía: “Yedha, el camello hembra, en la página 40 está escrito Yedhah”. Respuesta: “Era un animal espléndido”. La última pregunta dice: “En la página 53 usted habla de Meleagro, el poeta inmoral. Lo he corregido por el poeta inmortal, pero acaso usted ha querido decir inmoral”. A lo que Lawrence responde: “Sé de la inmoralidad. No puedo decir lo mismo de la inmortalidad. Haga lo que le parezca; de todas formas, Meleagro no nos perseguirá por difamación”


¿Literatura que no se escribe desde la burguesía parisina?

$
0
0
El pasado 4 de mayo, Juan Pablo Bertazza publicó en el suplemento Radar Libros, del diario Página 12, de Buenos Aires, la siguiente entrevista con el escritor francés Laurent Mauvignier. La bajada dice que “a contrapelo de cierta imagen estereotipada de sus colegas, viene trabajando crudos libros que abrevan en traumas sociales e históricos, no lejos de la crónica periodística, pero aprovechando el largo aliento de la literatura. Por estos días vino a la Feriadel Libro, en cuyo marco dio esta entrevista donde reflexiona sobre el panorama de la literatura de su país”. 
Resulta interesante señalar que, a lo largo de la entrevista, y pese a los ingentes y costosos esfuerzos de la ahora desaparecida Secretaría de Cultura de Jorge Coscia, Mauvignier señala la indiferenciación que, desde el punto de vista francés, presenta la literatura latinoamericana. Para más datos, fue traducido por la editorial Anagrama, pese a lo cual merece atención.

No siempre tendremos París

 

Todos los años nos llegan libros y perfiles de un conjunto de escritores franceses que vale la pena leer. Serios, interesantes, con una obra sólida y extensa, varios premios ganados y hasta algún tipo de influencia en lo social, ya sea desde la redacción de discursos para candidatos a cargos ejecutivos o desde su participación en la prolífica actividad intelectual que es marca registrada de la televisión francesa. Tanto es así que, por momentos, esos nombres largos, finos y galos se empiezan a mezclar entre sí, como si hubieran pasado todos por el mismo molde, como si en la actual literatura francesa nadie sobresaliera demasiado de los demás.

“Nosotros en Francia tenemos una sensación parecida”, confirma Laurent Mauvignier, precisamente uno de esos buenos escritores franceses invitado a la cuadragésima edición de la Feria del Libro. Y lo dice con más curiosidad que resignación, desde la aséptica mesa de un hotel en reconstrucción de Recoleta.

“Es difícil encontrar dos o tres nombres que sobresalgan de los demás escritores. Claro, está el caso de Houellebecq, que es complicado porque no es un escritor que les guste a los escritores, despertó muchas pasiones y odios por parte de la prensa, para mí no es lo suficientemente genial que dicen los periodistas ni tampoco tan mal escritor como sostienen sus detractores, pero sí es cierto que sus novelas son eficaces. Es paradójico: si bien Houellebecq intenta criticar al escritor francés clásico, su figura mediática no hace otra cosa que reproducir eso, una figura tradicional y exitosa del escritor francés”, dice Mauvignier, quien destaca, a su vez, a otros colegas como Pierre Michon o Jean Echenoz, aunque con cierta timidez, preocupado, quizá, por olvidarse algún nombre atento a sus declaraciones.

A pesar de los numerosos vínculos históricos culturales entre Francia y nuestro país, Mauvignier encuentra algunas baldosas flojas en el puente tendido entre ambas literaturas: “En Francia suele tomarse América del Sur como un conjunto, no se diferencia mucho un autor del otro, es literatura en español, se toma por idioma, me da un poco de vergüenza decirlo, pero la verdad que es así; además, en Francia, la búsqueda de la literatura extranjera pasa por buscar una alternativa a la literatura norteamericana y, por otro lado, siento que en Latinoamérica suele entenderse por literatura francesa lo que se escribe desde la burguesía más rancia de París”.

También es cierto que, en ese sentido, la literatura de este contador y licenciado en Bellas Artes se diferencia de gran parte del resto: un estilo que toma como gran referencia a Faulkner, desde lo formal, a partir de la recurrencia de monólogos, soliloquios, fluir de la conciencia y otras indagaciones tras la cortina de silencio de los personajes, pero también desde sus tópicos más visitados: la violencia y la marginalidad en todo su esplendor, temas que convergen en Hombres, su novela más exitosa, sobre un soldado de la guerra de Argelia que se convierte en una especie de lacra incluso para su propia familia.

Por otro lado, Lo que yo llamo olvido, último libro de Mauvignier (publicado recientemente por Anagrama), que consta de una única y extensa frase de sesenta páginas que no tiene punto seguido ni punto y aparte, mantiene una notable semejanza con los renombrados casos de linchamiento que sacudieron nuestro país en las últimas semanas. Un hombre entra a un supermercado, roba una latita de cerveza y se la toma inmediatamente, como un único acto impulsivo que no tiene en cuenta la mirada alerta de los demás. Entonces llegan los hombres de seguridad y le propinan una golpiza tan fuerte que lo terminan matando.

“Lamentablemente, yo vengo escuchando cada vez más casos en casi todo el mundo, es algo que me da mucho miedo y de lo cual me resulta difícil hablar, pero me interesa mucho cómo lo colectivo suele generar violencia y hasta termina legitimando esa misma violencia; en otras palabras, cada vez más pasa que cuando un hombre se encuentra en grupo, renuncia a su humanidad”, explica Mauvignier quien, de hecho, ya había escrito en 2006 La foule (La masa), acerca de la tragedia de Heysel, llamada así por el nombre del estadio de Bélgica donde, antes de la final de la Copa de Europa disputada en 1985 en Bruselas, murieron 39 personas por los graves enfrentamientos entre seguidores del Liverpool y la Juventus. EnLo que yo llamo olvido, entonces, Mauvignier volvió a sacar material de los diarios para realizar esta notable y breve novela que toma como punto de partida un hecho periodístico real ocurrido el 28 de diciembre de 2009 en un Carrefour de Lyon, para trascenderlo y ensancharlo hacia el universo de la literatura.

–¿Cuál es la diferencia esencial entre la búsqueda del periodismo y el objetivo de la literatura?
–El periodismo busca volver identificable y claro un acontecimiento. La literatura, en cambio, se centra en la complejidad de las cosas, ofrece mucho espesor y, sobre todo, indaga en todos los misterios. El periodista suele explicar en cuatro líneas lo que pasó; el escritor suele imaginar lo que pasó antes y lo que va a pasar después hasta olvidarse incluso de ese acontecimiento que motivó la creación del libro. Yo creo que la tragedia griega todavía importa tanto porque sirve de arquetipo para los hechos policiales: Medea, por ejemplo, es una mujer que mata a sus hijos, la literatura se encarga de atravesar el hecho policial de la coyuntura y rescatar ese arquetipo mítico que subyace a la noticia. Suelo estar informado porque tengo una relación algo confusa entre la realidad y lo que imagino en mi literatura. Me gustan las noticias porque me dan la sensación de estar siguiendo todos los días una gran serie, por eso me interesa la mundialización, es como si todos participáramos de la misma gran serie: hay una línea principal, incluso una serie de personajes principales, pero luego aparecen montones de historias secundarias que terminan transformándose, a su tiempo, en el argumento principal.

–A propósito, ¿cómo convive un escritor con la idea, tan escuchada por estos días, de que la mejor literatura de hoy está en realidad en las series de televisión?
–Te voy a responder con un proverbio chino: “Cuando no puedas con un enemigo, lo mejor que podés hacer es ir a sentarte con paciencia al borde del río, tarde o temprano vas a ver pasar su cadáver”.


"No tuve tiempo de ser cortés y esas cosas"

$
0
0
A pesar de que el 30 de abril le dedicamos una entrada en este blog, Andrew Wylie resulta un personaje por demás interesante. A diferencia de otros agentes, no parece interesado en el tipo de historia entre testimonial y pedorra que tanto le gusta contar a Juan Cruz, sino que demuestra un verdadero conocimiento de la literatura. Tampoco le interesa ponerse a la altura de sus autores como hacen otros (al tiempo que se zampan un sanguche de butifarra siempre al borde del pasmo debajo del cielo catalán). Y su mala reputación, se debe, entre otras cosas, a que le ha mojado la oreja sistemáticamente a las multinacionales del libro y a las grandes cadenas de distribución, siempre en favor de los autores. Tal vez por eso, volvemos a dar cuenta de su visita a la ya agonizante Feria del Libro de Buenos Aires, ofreciendo la crónica de Guido Carelli Lynch, publicada en Ñ digital del 5 de mayo pasado.

El Chacal Wylie: maldición eterna
a Amazon y al lector digital

Para amenazar a una cadena internacional de librerías y seducir a la viuda de un maestro del siglo XX, para embestir a un gigante como Amazon –con argumentos tradicionalistas, en el país de la innovación tecnológica–, se necesita a alguien como Andrew Wylie, el agente literario más poderoso del mundo.

No es el que “El chacal”, como se conoce al representante de Susan Sontag, Vladimir Nabokov, Jorge Luis Borges, Martin Amis, Philip Roth y Salman Rushdie, entre otros, carezca de escrúpulos. Quizá tiene pocos y se empeña en no traicionarlos si la cuenta le da a favor, o si se trata de sumar una rúbrica a su cartera de autores de indiscutida calidad o de mejorar sus contratos (de los que él, claro, cobra un porcentaje).

Lo dijo él mismo hace unos días, durante la entrevista sutil que condujo Flavia Pitella, en la que fue la actividad más esperada de las jornadas profesionales de la Feria del Libro. Por eso lo escuchaban la plana mayor de los editores argentinos. Desde Juan Boido, director de Penguin Random House, hasta Augusto Di Marco, director de Santillana. Desde Ana María Cabanellas, ex presidenta de la Unión Internacionalde Editores, hasta Leonora Djament, responsable editorial de Eterna Cadencia.

Wylie hizo valer hasta el último centavo de la entrada a su charla. A pesar de su fama de antipático, mostró un sentido fino de la ironía, imitó a Henry Kissinger y recitó la Odisea en griego antiguo. No se olvidó de la pirotecnia y las bombas de estruendo.

El secreto de su antipatía, por la que se granjeó el mote de “Chacal”, lo reveló rápido: “Yo no tuve tiempo de ser cortés y esas cosas. Yo analizaba las desventajas de los agentes y se las transmitía a los autores. Y sigo haciéndolo. Y funciona”, explicó.

Pitella quiso saber qué observó a la hora de montar su agencia. “Cuando comencé, en los 80, noté que a los peores autores se les pagaba bien y a los buenos, mal. Los malos autores aportan muy poco a la calidad duradera, que es lo que mantiene vivo este negocio”.

Su obra preferida de Shakespeare es Rey Lear, pero desde que se subió al avión que lo trajo a Buenos Aires está leyendo a Borges. En su anterior visita al país selló un acuerdo con María Kodama para negociar los derechos del escritor más grande de la literatura argentina. Kodama estaba preocupada porque no podía impedir que se montara una obra de teatro sobre Borges. “Yo soy tu agente, vamos a detenerlos”, le dijo y cumplió. Al poco tiempo vendió los derechos del escritor a Random House por 2 millones de euros, según se dijo.

Pitella quiso saber qué pasó con el libro Principiantes, de Raymond Carver. Y entonces, por fin, empezaron las clases de extorsión. Se sabe, la viuda de Carver contactó a Wylie, para publicar Principiantes, la versión original del libro De qué hablamos cuando hablamos de amor, la obra que lo consagró pero en la cual su anterior agente y editor, Gordon Lish, había metido demasiado las manos. “Gordon Lish intimidaba y generaba inseguridad en sus autores”, definió Wylie. Entonces nadie quería publicar o vender la nueva versión y tener una demanda de Lish. “Por eso le mandé el original a Philip Roth y le pregunté cuál es era su opinión. Era mejor tenerlo de mi lado”, recordó Wylie, quien envió la opinión de Roth al “New York Times” para ir preparando el terreno. “Cuando de la (cadena de librerías) FNAC me dijeron que no venderían el libro, les comenté que esa historia es la que le habría gustado escribir al diario Financial Times. Es un gran libro, esa es la historia”, concluyó como si no hubiera habido ninguna amenaza.

Por fin llegó el turno de hablar de Amazon. “Se volvieron locos, querían cargarse a la industria editorial como Apple se cargó a la música. Este señor (Jeff Bezos) vio que su competencia era Walmart. Sólo puedo decir que todos lo que leen digital se les van a morir a Amazon. Todo va a terminar en la nada. Es muy trágico, pero es lo que se merecen”, dijo un rato antes de definir al Kindle como “un dispositivo perturbador, letal y cancerígeno”.

No es simpático. Insulta por teléfono a los diseñadores que arruinan algunas tapas de libros, según contó. “Algunos lo entienden y otros se lo toman muy a pecho”, reconoció con una sonrisa imperturbable. Acerca de su apodo, el Chacal concluyó que no le sugiere “nada”.


Pérez Reverte ladra un poco, pero no muerde la mano que le da de comer

$
0
0
El 11 de mayo pasado, en su columna dominical del diario Perfil, el narrador y editor argentino Damián Tabarovsky escribió lo que sigue del irascible charlista y plagiario español Arturo Pérez Reverte.

Un trabajador de la cultura

A la salida del franquismo, el Estado español y los grandes grupos económicos tomaron la decisión estratégica de ocupar un lugar de hegemonía en la industria cultural en castellano (una de las primeras políticas consistió precisamente en abolir cuanto se pudiera la palabra “castellano” y reemplazarla por “español”). Ayudados por las sucesivas crisis argentinas y por la pereza mexicana por disputar ese sitio y, también, por una evidente capacidad propia para generar productos culturales mediáticos y un nuevo estilo de consumidores modernizados, hoy, cuarenta años después, nadie duda de que el objetivo fue alcanzado. La industria editorial fue parte central de ese proceso de reorganización capitalista, como también lo sabemos bien. En algún momento, entrados ya los años 80, el mercado editorial español percibió que no tenía best sellers propios, grandes vendedores españoles, lo que significaba un problema. Pronto entendieron que traducir a los Umberto Eco, Stephen King, John Grisham o las sagas de policiales suecos o de libros porno soft para mujeres no era suficiente para hacer funcionar la industria, y que eran necesarios best sellers locales. Esa situación también hoy está resuelta. Alcanza con ver las cifras de ventas de Carlos Ruiz Zafón, Almudena Grandes o Arturo Pérez-Reverte, entre otros, para confirmar el dato. Ninguna industria editorial vive sin grandes best sellers propios, y el hecho de que la literatura argentina no los tenga señala ya un rasgo de debilidad estructural del mercado local. Precisamente, Pérez-Reverte pasó recientemente por Buenos Aires, donde fue entrevistado por varios medios, en particular un reportaje excelente en ADN, a cargo de Martín Rodríguez Yebra. En un momento de la entrevista, ante la pregunta de si está “enojado con España”, Pérez-Reverte aporta una aguda definición: “Estoy más enojado con los 99 malos estúpidos que con el vil (…) los otros son cobardes, estúpidos, acomodaticios, borregos que se dejan arrastrar. Despreciando como desprecio a los nazis, desprecio más al ciudadano común que quiere congraciarse con el nazi (…) la mayor parte del daño lo hacen las ratas, no el verdugo”. Esa y otras frases por el estilo, dichas a lo largo de la entrevista, me hicieron entusiasmar. Si se presta atención, de alguna forma lo que está haciendo Pérez-Reverte es poner en cuestión a sus propios lectores, esa inmensa mayoría silenciosa, esa marea de clase media cotidiana gris, esos “ciudadanos comunes” que compran sus libros. ¡Pérez-Reverte, el escritor que muerde la mano que le da de comer! No pueden saber ustedes el entusiasmo, la curiosidad y, casi diría, la alegría que sentí al leer esas frases. Luego continúa con una serie de críticas también muy intensas al mundo del arte, hasta que le preguntan si “pasa algo parecido (…) con la industria del libro”. Pérez-Reverte contesta: “No. Son mundos muy distintos. El arte moderno (…) son operaciones comerciales. En la literatura es distinto (…) el mundo del libro es mucho más auténtico”. Y de golpe, en un segundo, mi entusiasmo se deshizo. El mundo es una porquería, pero el mercado editorial es bueno. Rápidamente recordé de qué trabaja Pérez-Reverte, qué encarna, qué literatura escribe y cómo funciona la moralina del intelectual progresista de mercado. No, jamás Pérez-Reverte va a morder la mano que le da de comer.

"No tenemos tiempo para tratar con gente"

$
0
0
Como al Adminstrador de este blog le interesa la novedad sólo parcialmente, se puede permitir el lujo de publicar noticias viejas. Por eso aquí se habla de la “flamante” edición de los cuentos completos de Edgar Allan Poe, traducidos por Julio Cortázar, a la luz de la correspondencia del escritor argentino. El autor del artículo es Juan Pablo Cinelli, y lo públicó en el diario Tiempo Argentino, del 26 de junio de 2012.

Las cartas de Cortázar que cuentan

cómo fue la cocina de la traducción


Entre los próceres más notables de la historia de la literatura universal, entre los más queridos no sólo por su obra, sino por el espíritu romántico, dolido y misterioso que habita en su leyenda, se encuentra el estadounidense Edgar Allan Poe. Notable cuentista con alma de poeta, Poe es virtual y unánimemente considerado el padre del cuento moderno, quien le dio el perfil definitivo que aún rige ese formato, y una referencia ineludible para todos aquellos que deseen atreverse al arte de contar historias. Tal vez sólo Anton Chejov, una figura mucho menos popular, pueda ser considerado tan influyente como él entre sus colegas cuentistas. 

Hace algunas semanas Edhasa lanzó una nueva reedición de los Cuentos Completos de Edgar Allan Poe. Una noticia que casi no lo es: el mercado está atestado de diferentes versiones de los cuentos de Poe, más completos o menos completos, en ediciones baratas u otras más caras; grandes, chicos, medianos; tapa dura o tapa blanda. Sin embargo esta edición cuenta con un punto extra a favor, uno muy valioso e imposible de igualar: la traducción estuvo a cargo nada menos que de Julio Cortázar, uno de los escritores y cuentistas más importantes e influyentes de la literatura argentina y latinoamericana de todos los tiempos. Admirador de Poe en diferentes grados a lo largo de toda su vida, Cortázar realizó esta traducción durante 1953 en Francia, donde se había establecido algunos años antes. Como es sabido hoy en día a partir de diferentes ediciones póstumas (aunque el hecho puede ser entrevisto en algunos de sus cuentos, como “La salud de los enfermos” o “Cartas de mamá”), Cortázar era un ávido corresponsal y la distancia potenció su inclinación a sostener sus vínculos afectivos a través de las cartas. Recientemente publicadas, las Cartas de Julio Cortázar ocupan cinco volúmenes de más de 600 páginas cada uno, que ciertamente pueden ser leídos como una suerte de heterodoxa autobiografía. Lo interesante es que desde sus páginas es posible tener algunos detalles del proceso de traducción llevado a cabo por él, en la omnipresente compañía de su esposa y hoy albacea universal, Aurora Bernárdez.

Como hacía con casi todo lo que le iba ocurriendo océano de por medio, Cortázar mantenía informados a los suyos a través de un flujo incesante de correspondencia. Entre esas noticias, el 10 de julio de 1953, el escritor le da la buena nueva a su amigo Eduardo Jonquières, uno de los destinatarios más frecuentes de sus primeros años en París. “Primero de todo el notición:” anuncia Cortázar sin disimular su emoción. “Puerto Rico ha aceptado mi enérgica propuesta para la traducción de Poe, y me paga 2500 dólares.” La frase pinta un panorama muy completo de cuánto significaba para él ese proyecto: cuánto en lo literario, pero sobre todo cuánto significaba en lo económico. Basta recordar que por entonces Cortázar no era todavía el escritor consagrado tras la publicación de Rayuela, y se sostenía con su trabajo como speaker (locutor) de radio y con sus traducciones para la Unesco. Tantosignificaban tal cantidad de dólares, que le permitieron mudarse seis meses a Italia con Aurora, para dedicarse a la traducción a tiempo completo. “En octubre nos plantamos en Roma […] y nos quedamos a pasar el invierno y a traducir a Poe como dos enanos. ¿No te parece absolutamente genial?”, concluye con esperanzada alegría, pues ve en ese encargo una puerta de entrada a futuros trabajos. Un Cortázar al que, como a cualquier hijo de vecino, lo preocupa su situación económica y la continuidad laboral.

Tres meses después, le cuenta a Jonquières que ya está metido “hasta las orejas en Poe. Hoy traduje diez páginas de los crímenes de la rue Morgue. ¡Br…!” La traducción los ocupa por completo: “No tenemos tiempo para tratar con gente, pues entre Poe y Roma nos comen el día y parte de la noche.” Ya en diciembre de 1953 la traducción es su única alternativa: “No trabajo en nada que no sea Poe, con el cual ando un poco atrasado, aparte de que da bastante trabajo. Quisiera escribir una novela, pero lo intentaré cuando [haya] terminado la traducción, y tenga tiempo en París.” En la primera carta de 1954 asu amigo, Cortázar es definitivamente claro respecto del complejo trabajo que ha asumido: “Te escribo con retardo […] La razón central es Poe, cuya traducción ha entrado en lo que un mal escritor llamaría el período crucial pero que yo, más purista, califico de quilombo desatado.” El humor y la enorme calidad de Cortázar para no temerle a la palabra justa, fuera esta cual fuese. Y concluye: “Hace dos meses calculé que me faltaban unas 600 páginas. Traduzco diez diarias como promedio. Anoche saqué cuentas y me faltan unas… 600 páginas.” Un mes después reconocerá a su amigo que ese era un trabajo para hacer en Buenos Aires, “sin los hilos de la tentación que te cuela Roma por la ventana”, pero que aun así “traducir a Poe es una gran experiencia, y me he divertido mucho.”

El 24 de Mayo, desde Venecia, le confirma a Jonquières que su labor ha dado por resultado más de 2000 páginas. Aunque todavía le quedaba el estrés de mandar el material y rezar para que llegara sin problemas. Los más jóvenes tal vez no puedan imaginar un mundo sin los envíos instantáneos que permite una herramienta hoy irreemplazable como Internet, pero en la década del ’50 la única forma de hacer llegar esas 2000 páginas de París a Puerto Rico, era por correo, por barco o avión. Dos mil originales, porque tampoco existía la fotocopia (extendida comercialmente recién en 1959) y cualquier pérdida o deterioro era definitivo. Cortázar escribe a Damián Bayón en julio de 1954: “¡No sabes qué suspiro di al enterarme por tu carta que los paquetes habían llegado! Todo este tiempo estuve temiendo vagamente que alguno de los paquetes se perdiera, y se pusiera verde por la humedad, o una rata se comiera un pedazo… la sola idea de tener que rehacer un pedazo me daba nausea.” 

Algunos años después, aquella traducción de Poe fue publicada en dos volúmenes y durante muchos años poco es lo que se dice de ella en la correspondencia de Julio Cortázar. Sólo una referencia interesante, una carta a Guillermo Cabrera Infante de 1965, donde el escritor argentino le avisa que le manda los dos enormes libros. “Dado el extraño parecido que la edición tiene con una pareja de elefantes (enanos, en todo caso), dile a Miriam que acepte el envío. No hay que darles de comer, duermen en un rincón, y lo único que dicen, de cuando en cuando, es: Never more.” La edición publicada por Edhasa es una corrección de aquel trabajo realizada por el propio Cortázar y que Francisco Porrúa le encargó para editorial Sudamericana en 1966. Cortázar ya no estaba conforme con su trabajo original. “Sé veinte veces más inglés que en el ’53, y cincuenta veces más español”, le dice al editor. Una gran excusa para leer a Poe como si nos lo contara Cortázar. 

"Se necesita un hombre duro para enternecer un pollo"

$
0
0
A lo largo del tiempo, este blog ha publicado de todo; incluso, pavadas. Por eso, que nadie se sorprenda por la siguiente serie de traducciones fallidas de sloganspublicitarios procedentes de la web. Hay de todo. Sin embargo, faltan las malas traducciones del inglés al castellano made in Hong Kong, que, según se recuerda, entre otras barbaridades llamaban “cajeta” a los hoy desaparecidos cassettes.

Grandes éxitos publicitarios

1) El nombre Coca-Cola al principio se leía en China como "Kekoukela", que literalmente significa "Muerde el poste de cera" o "Yegua llena de cera", dependiendo del dialecto. Coca-Cola entonces investigó entre 40.000 caracteres hasta encontrar un equivalente fonético, "kokoukole", que se traduce como "Felicidad en la boca".

2) General Motors tiene un fiasco muy famoso por tratar de promocionar el auto Nova en América del Sur y América Central. Después de todo, ¿quién compraría un auto que "No va"? 

3) La muy conocida campaña de la Asociación de Lácteos, "Got Milk?" (¿Tienes leche?) llegó a México. Pronto la campaña empezó a llamar la atención, ya que los carteles decían "¿Estás mamando?". 

4) Un realizador de remeras en Miami sacó remeras para el mercado español para promocionar la visita del Papa. En vez de poner "Ví al Papa", las remeras salieron con la inscripción "Vi la Papa". 

5) Cuando American Airlines quiso hacer propaganda de sus nuevos asientos de cuero de su primera clase en México, tradujeron su "Fly in leather" muy literalmente, logrando el slogan "Volá en cuero". 

6) El pollo de Frank Perdue tenía el slogan"It takes a strong man to make a tender chicken" (Se necesita un hombre fuerte para lograr un pollo tierno), que fue traducido al español como "Se necesita un hombre duro para enternecer un pollo". 

7) Colgate introdujo al mercado francés una pasta de dientes llamada Cue, que era el nombre de una muy popular revista porno. 

8) Cuando Gerber comenzó a vender comida para bebés en África, usaron el mismo envase que en US, con el bebé sonriente en la etiqueta. Más tarde aprendieron que en África, las compañías rutinariamente ponía en las etiquetas imágenes de lo que había en el interior, ya que la mayoría de la gente no sabe leer. 

9) La campaña de Pepsi, "Come alive with the Pepsi Generation" (Sentite vivo con la Generación Pepsi) se tradujo a "Pepsi revive a tus ancestros" en China. 

10) Coors tradujo su slogan, "Turn it loose" (Largalo) como "Aflojalo", dando la idea de un consejo hacia alguien con problemas intestinales... 

11) Clairol introdujo al mercado alemán el "Mist stick" (palo de niebla), un rulero de hierro, para encontrarse con que la palabra "mist" se utilizaba en slang para significar "manure" (fertilizante, bosta). El "Manure Stick", palo de bosta, no tuvo mucho éxito. 

12) La fábrica escandinava de aspiradoras Electrolux uso el siguiente eslogan en una campaña estadounidense: "Nothing sucks like an Electrolux" (textual: "Nada chupa más que una Electrolux", pero el verbo to sucktiene un significado del slang que lo haría significar "Nada apesta como una Electrolux".

13) Cuando la lapicera Parker llevó al mercado mexicano una lapicera con ball point (punta redondeada), su aviso debía ser la traducción de "It won't leak in your pocket and embarrass you", que textual significa: "No perderá en tu bolsillo ni te avergonzará", pero pensaron que embarrass se traducía distinto, consiguiendo el slogan: "No perderá en tu bolsillo ni te embarazará". 

El académico plagiario, dos veces en una semana

$
0
0
Escondiéndose detrás de un libro para que no lo descubran
El Facebook de Cadena Ser, de España, colgó el audio de una entrevista con Arturo Pérez Reverte, en la que afirma  que "la red social es el lugar natural del indeseable" y por eso apoya al ministro de Interior, quien quiere buscar un medio para ejercer algún tipo de censura. 

Entre otras cosas, el académico plagiario dice en perfecto castellano: "En las redes sociales hay una gran cantidad de hijos de puta que aprovechan la red para desahogar su vileza"


El audio puede oírse a continuación:

http://www.cadenaser.com/espana/audios/perez-reverte-redes-sociales-hay-gran-cantidad-hijos-puta-aprovechan-red-desahogar-vileza/csrcsrpor/20140514csrcsrnac_30/Aes/

Interesan, sin embargo, los comentarios de los oyentes. Captain, por ejemplo, escribe: "Lo habrá dicho mirándose al espejo". Por su parte, Almudena se exalta: "Pero qué dice este desalmado. Arturo Pérez Reverte no desperdicia ni una ocasión para hacer lo que ahora está criticando. El subsconsciente le saca su bajeza moral y su zafiedad con el poder establecido". Juan d Valencia, en cambio observa: "Reverte se ha tomado la misma pastilla que el Ministro del Interior. Ven enemigos por todas partes, parece que al vivir en Democracia les entra la mala leche". Gregorio manifiesta: "Parece mentira que a este señor (por llamarle algo) le permitan decir estas barbaridades y que 'nuestro ministro de los líos' no haga una investigación sobre él". Más severa, Carmen dice: "¿A este tipo no le 'regañan' por insultar a las personas? Hay que ver cómo les gusta a estos fachas medir con varas distintas". María Jesús aporta: "Pérez Reverte usa tanto la historia para pontificar sobre el presente y hacerse el durillo contra el buenismo social que acaba perdiendo la perspectiva de la realidad. Puede que haya mucho 'hideputa', que lo hay, en las redes y fuera, pero el Sr. Reverte hace tiempo que dejó de distinguier a unos y otros". Para Inmaculada es más fácil: "Arturo Pérez Reverte siempre me ha parecido un oportunidsta y además, para ser todo un escritor culto (creo...) un poco mal hablado y maleducado. Me gustaba poco. Ahora, nada". Rafael va más lejos: "A lo mejor, si no tuviéramos unos políticos tan denigrantes y unos intelectuales tan integrados al sistema, los ciudadanos no estarían tan cabreados y no se tendrían que desahogar en las redes sociales". 

Si bien los comentarios siguen un rato largo, quisiéramos interrumpirlos aquí y señalar que los que los escribieron son todos ciudadanos españoles que no pueden ser sospechados de sudacas. Y la aclaración vale por si alguna vez al tipo se le ocurre empezar a hablar mal de los inmigrantes.  


"Quien traduce, también decide"

$
0
0
Traductor de Jonathan Swift, Charles Dickens, Robert Louis Stevenson, Henry James, Edith Wharton, Willa Cather y John Banville, entre muchísimos otros, en la siguiente columna de opinión, publicada el pasado lunes 12 de mayo en El Trujamán, el español Ismael Attrache, reflexiona sobre las razones de lo que hace.

Por qué traduzco

Todas las profesiones afectan profundamente a quien las practica, informan su existencia, la condicionan, permiten que ésta crezca en unos aspectos y hacen que se atrofie en otros; de forma inevitable, el ejercicio diario al que sometemos nuestras mentes y nuestros cuerpos tonifica, desarrolla o agarrota ciertos músculos, y hay oficios cuyos practicantes solo parecen tener los bíceps muy desarrollados, pero poco sostén en las piernas para aguantar tal exceso de masa superior; no creo que existan muchos trabajos que, bien ejercidos, puedan dar equilibrio a toda una vida y no causar desajustes interiores que, a la larga, acaban manifestándose de un modo u otro. Trabajos que obliguen continuamente a cuestionar todo lo conocido y que, al mismo tiempo, ofrezcan la libertad de inventar una solución nueva para resolver lo imposible, todo ello sustentado (y menos mal) por las intrincadas y cambiantes leyes y límites de la gramática y del texto original. Hablo de la traducción, evidentemente.

Seguramente todas las personas que, por un motivo u otro, viven una relación particularmente intensa, o tensa, u obsesiva, o cercana con las palabras sienten de forma cotidiana una insidiosa sensación de frustración que en muchos momentos puede convertirse en verdadero malestar. Las palabras nos acosan, nos asedian, nos cautivan y también nos prometen cosas que jamás cumplen, se erigen en definidoras de un mundo tan desesperante y complejo que será mejor no seguir abundando ahora en estos rasgos; de forma que, si nos hemos dado cuenta íntimamente de que tenemos una relación con las palabras que resulta interesante, problemática, estimulante y cargada de deseos insatisfechos que a la vez nos empujan a la acción y también, siempre, a cierto desencanto, a la imposibilidad de conseguir lo anhelado (sí, precisamente como una relación amorosa; de hecho, creo que podría definir todas las relaciones amorosas que he vivido en función del particular estado de mi relación con las palabras en ese período), también acabaremos dándonos cuenta, tarde o temprano, de que, al decidir construir nuestra vida, o al menos una parte muy importante de ella, en torno a nuestro vínculo con el lenguaje, esa herramienta tan característica y contradictoria de la condición humana, también nos estamos abocando, sin que nadie nos incite a ello, a una lucha cotidiana en la que nunca va a haber un vencedor ni un vencido, en la que tampoco se va a producir una batalla que arroje un desenlace demasiado nítido ni en la que se pueda proclamar un resultado definitivo. Nos estamos abocando a vivir en una incertidumbre continua e irresoluble mientras manejamos, manipulamos y forzamos el instrumento que justamente, en teoría, servía para borrarla.

Hay algo que quizá se intuye al empezar a traducir, al notar ciertas mareas de pensamiento que, de forma inopinada, conectan unos pensamientos con otros, que crean instantes de significado allí donde el significado no existía, un fenómeno que, con el paso del tiempo, no sólo se confirma (y que seguramente constituye una de las pocas certezas a las que puede asirse un traductor), sino que crece y también adquiere reflejos y densidades nuevos a medida que el ejercicio de la traducción progresa y se sostiene en el tiempo. Y es que (y aquí nos adentraríamos en el ámbito de la psicología, en la cuestión de por qué determinados individuos eligen dedicarse cotidianamente a una labor para la que no hay mapas y que casi parecería condenada a un eterno fracaso) quien traduce también decide, diariamente y porque le da la gana, que no hay nada imposible. Traducir es un acto de resistencia frente a lo imposible.


Lo que mejor saben hacer estos tíos

$
0
0
El viernes 16 de mayo, Verónica Chiaravelli ha publicado en ADN, el suplemento de cultura del diario La Nación, de la Argentina, el siguiente comentario sobre Las 500 dudas más frecuentes del español, que el Instituto Cervantes ha publicado en Espasa Calpe, sello del Grupo Planeta. Se trata de una reseña algo tibia que, no obstante deja entrever el cansancio con que los lectores latinoamericanos tomamos estas cosas españolas.

Para hablarte mejor

El Instituto Cervantes ha publicado, con el sello Espasa, Las 500 dudas más frecuentes del español. La finalidad, loable, fue ayudar a aquellos hispanohablantes que se preocupan por usar adecuadamente la lengua, despejando el camino de incertidumbres y malos hábitos cristalizados por el tiempo.

Para acotar el número de preguntas que la obra se proponía responder, los especialistas no sólo acudieron a los trabajos ya publicados sobre el tema, sino que revisaron minuciosamente las secciones de consultas lingüísticas que aparecen en Internet y relevaron su propio entorno, animando a colegas, amigos y familiares a que les revelaran cuáles eran esas piedras del lenguaje con las que invariablemente tropezaban. El resultado es un trabajo de más de quinientas páginas con recomendaciones sintácticas, gramaticales, ortográficas, de pronunciación y puntuación.

Es todo un signo de estos tiempos, caracterizados por verdades relativas y principios de autoridad debilitados, la modulación de consejo o sugerencia que se le quiere imprimir a una cuestión que, en el fondo, no deja de ser normativa. En el tono cauto con que enuncia sus conclusiones, se vislumbra que la gente del Cervantes parece temer, sobre todo, que los tachen de autoritarios, elitistas o eurocéntricos. Así, intentan desactivar viejas y estériles discusiones ("la pregunta no es 'dónde' se habla mejor sino 'quién' habla mejor. El mejor empleo del lenguaje suele ir asociado con el interés personal y también con la formación individual") y, con más frecuencia que "incorrecto", usan el calificativo "desaconsejado". Sólo pierden la flema a la hora de rechazar el uso de menusescomo plural del sustantivo menú: lo consideran un término "profundamente desprestigiado". En ese sentido, resulta notable la importancia que le dan al prestigio como piedra de toque para distinguir lo correcto de lo incorrecto: "El criterio que sigue una comunidad de habla para considerar si un uso lingüístico es correcto o no tiene que ver con el prestigio que se le otorgue a ese comportamiento. Las razones por las que algo puede tener prestigio pueden ser muy diversas [...]. No obstante, es frecuente que el prestigio de las personas se traslade a sus usos lingüísticos, de manera que el modo de hablar de los grupos sociales mejor valorados suele ser considerado el mejor".

Si bien la obra abunda en ejemplos principalmente españoles y tiende a subsumir en la generalidad de los usos americanos las particularidades del habla argentina, es un volumen de consulta valioso y de gran utilidad. Con sus notas risueñas también, por ejemplo, cuando propone que en español al whisky se lo llame wiski, término "que conserva la w y la k originales. La forma güisqui, que se recomendó hace algún tiempo, ha tenido escaso seguimiento", reconocen con lacónico candor


En el SPET se dilucida qué cambió, cómo y cuándo

$
0
0
En el próximo encuentro, que tendrá lugar el miércoles 28 de mayo a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515), nuestra invitada Valeria Añón se ocupará del tema
"Políticas editoriales y extraducción: ¿un cambio de perspectiva?"

Valeria Añón es Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, Magíster en Literaturas Española y Latinoamericana por la misma institución e Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de la Argentina. Esprofesora adjunta de Literatura Latinoamericana I en las Universidades de Buenos Aires y La Plata. Esautora de numerosos capítulos de libros y artículos en revistas con referato, vinculados en especial con el análisis de crónicas novohispanas (siglos XVI y XVII) y con la historia del libro y la edición en América Latina. Fue profesora invitada en la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Complutensede Madrid, donde dictó diversas conferencias así como un curso de doctorado sobre el libro, la edición y las políticas editoriales en América Latina. En este marco, participa del Proyecto “Editores y políticas editoriales: articulaciones y redes entre Argentina, América Latina y España”, radicado en la Universidad Nacionalde La Plata. Realizónumerosas investigaciones en torno al libro y la edición, la intraducción y la extraducción en Argentina y América Latina en el marco del Programa Letras de la Fundación TyPA. La primera de ellas, dirigida por Gabriela Adamo, fue publicada en 2009. Recientemente se publicó la actualización de dicha investigación, con el título Interpretar silencios. La extraducción en la Argentina (2008-2012).

Lectura sugerida:

Añón, Valeria: Interpretar silencios: La extraducción en la Argentina 2008-2012. Buenos Aires: Fundación TyPA, 2014. (E-Book.) Segunda parte: La Argentina (pp.59-102).

El libro se puede consultar online o descargar gratuitamente en formato PDF, ver la página web Publicaciones de la Fundación TyPA, donde también se puede consultar la publicación anterior: La extraducción en la Argentina. Venta de derechos de autor para otras lenguas. Un estado de la cuestión / 2002-2009. Investigación e informe: Gabriela Adamo, Valeria Añón y Laura Wulichzer.

A los que quieran obtener un certificado de asistencia les pedimos que se acerquen a nosotros después de la reunión.




Un poco de traductología

$
0
0
Publicado en El genio maligno nº 5, septiembre de 2009, el siguiente artículo de Laura Santana Burgos repasa las diversas traducciones de el Quijote a distintas lenguas, con principal atención a las ediciones inglesas y francesas.

Las traducciones del Quijote: 
ediciones y primeros viajes 

Fue en el año 1605, cuando por primera vez los lectores españoles tuvieron el placer de conocer las aventuras del caballero más famoso de la historia. Desde entonces, y hasta nuestros días, sus hazañas y peripecias no han cesado de inspirar creaciones en todos los géneros de las artes. El Quijote ha experimentado gran número de ediciones, traducciones y estudios y se ha convertido en la obra de ficción por antonomasia dentro y fuera de nuestras fronteras. Su difusión ha sido tan absoluta que hoy en día todo el mundo conoce a don Quijote y Sancho Panza, la cuerda «locura» del primero y, por supuesto, el mundialmente recitado: «En un lugar de la Mancha...».

Edición y primeros viajes 
En los últimos días de diciembre de 1604, el Quijote se convirtió por primera vez en libro [1], gracias a que el madrileño Francisco de Robles pusiera a la venta la obra impresa por Juan de la Cuesta. A pesar de que se trataba de un volumen que presentaba numerosas deficiencias en su edición, el éxito no se hizo esperar y sus publicaciones se multiplicaron en todas sus formas. Unas ediciones que rápidamente traspasaron las fronteras llegando incluso hasta América.

A lo largo de esta primera década del siglo XVII, el Quijote realiza su primer viaje a Europa. Tal es el éxito del que disfruta que, muy pronto, los no conocedores de la lengua de Cervantes querrán disfrutar también de las aventuras de don Quijote y Sancho Panza. Consecuencia directa de esta imperiosa necesidad es la traducción realizada por Thomas Shelton en 1612, cuatro años antes de la muerte del autor. Se trata del primer extranjero que se atrevió a llevar el mundo quijotesco a una lengua distinta de la española. Se le hacen numerosas críticas, entre ellas, una excesiva literalidad en su proceder. Carmelo Cunchillos afirma lo siguiente:

La premura con que Shelton se vio obligado a realizar su trabajo: cuarenta días, según nos dice él mismo en la dedicatoria a Lord de Walden, produjo uno de los rasgos más característicos de su modo de traducir, el de seguir fiel y literalmente al original. Esto hace que se contente con la primera palabra que encuentra, con tal de que se asemeje a la castellana en su sonido o en su forma. Evidentemente, Shelton no perdió el tiempo consultando diccionarios ni léxicos, pues traduce sin pestañear 'Palomeque el zurdo' por 'Palomeque the deafe', 'duelos y quebrantos' por 'griefes and complaints' y el 'sastre del Cantillo' por 'The Taylor that dwells in a corner' [2].

Sin embargo, la obra de Shelton goza de un gran valor histórico e incluso actualmente se la considera como una de las más reputadas. Entre otras razones, el hecho de que haya sido llevada a cabo por un isabelino y coetáneo de Shakespeare, la utilización de un inglés propio de la época de dicho autor e incluso su discutida «literalidad» justifican el interés de esta traducción entre los cervantistas españoles y extranjeros [3].

A Inglaterra le sigue Francia, con la primera traducción de César Oudin, publicada en París en 1614. Entretanto, los dos personajes se habían hecho ya famosos y el público esperaba impaciente la continuación de sus aventuras. Así, en 1615 se presenta la segunda parteen España y, fuera de ella, empiezaésta a traducirse a partir de 1618 [4], edición que se complementaba, sin duda para su venta, con la de la primera parte, lo que ocurre con la versión francesa escrita por François de Rosset o con la inglesa de Thomas Shelton, aparecida en 1620.

Un florecimiento en las traducciones del Quijote
Para aportar una visión objetiva al análisis de la repercusión traductológica de la famosa novela en tierras francesas e inglesas, nos parece imprescindible compararla con la de otros países. Deberemos tener en cuenta que a partir del siglo XVII, y más concretamente en el XIX, se dispara el número de traducciones en las diferentes lenguas. Nos parece muy interesante el estudio de Justo García Soriano y Justo García Morales, quienes describen, gracias una tabla que exponemos a continuación, «cómo en tres siglos –desde el XVII hasta el XIX– el número de ediciones delQuijote, tanto en lengua española como en lenguas extranjeras, asciende a 690, una cifra muy respetable; sobre todo si consideramos que el número de lectores era, en comparación con nuestros tiempos, considerablemente inferior. Cultos y analfabetos, todos participan a su manera en el engrandecimiento de la inmortal obra» [5]. Los autores eluden el siglo XX, ya que el número de éstas sería tremendamente elevado «como lo demuestra el hecho de que fuesen diecinueve los idiomas en los que se tradujo El Quijote desde el siglo XVII al XIX y que la cifra aumentase a cincuenta y cuatro durante el siglo XX».

A los idiomas reflejados en la tabla, construida partiendo de los datos disponibles hasta 1993, habría que añadirle otros como el árabe, bajo alemán, búlgaro, coreano, croata, chino, eslovaco, esloveno, esperanto, estonio, finlandés, flamenco, gaélico, hebreo, irlandés, islandés, javanés, japonés, kashmiri, letón, lituano, mallorquín, manchú, maratí, mogol, noruego, polaco, rumano, ruso, sánscrito, serbio, sudafricano, tagalo, tailandés, tibetano, turco, ucraniano, valenciano, vasco, galés e ydich [6].

Veamos, por tanto, la síntesis numérica realizada por los dos autores mencionados. Carmelo Cunchillos añadió los porcentajes finales de las ediciones españolas y de las extranjeras; nosotros presentamos este porcentaje también para dos idiomas que, además de sernos muy cercanos, presiden junto al español el ámbito de la traducción literaria quijotesca: el inglés y el francés.

IDIOMA
S. XVII
S. XVIII
S. XIX
TOTAL
Español
30
41
227
298
Alemán
1
7
17
25
Bohemio
0
3
3
Catalán
6
6
Danés
0
0
2
4
Francés
10
40
105
155
Griego
0
2
2
Holandés
1
2
0
3
Húngaro
0
3
3
Inglés
8
29
119
156
Italiano
3
3
11
17
Japonés
0
1
1
Latín
1
1
Portugués
5
5
Provenzal
1
1
Ruso
5
5
Serbio
1
1
Sueco
3
3
Políglotas
1
1
TOTAL EDICIONES
53 ediciones 
124 ediciones 
513 ediciones 
690 ediciones 
TOTAL ESPAÑOL
56,6%
30 ediciones
33% 
41 ediciones
44,2%
227 ediciones
43,2% 
298 ediciones
TOTAL FRANCÉS
18,9% 
10 ediciones
32,2% 
40 ediciones
20,5%
105 ediciones
22,5% 
155
ediciones
TOTAL INGLÉS
15,1%
8 ediciones
23,4% 
29 ediciones
23,2%
119 ediciones
22,6%
156 ediciones
TOTAL EXTRANJERAS
43,3% 
23 ediciones
66,9%
83 ediciones
55,7% 
286 ediciones
56,8% 
392 ediciones

En primer lugar, hemos de constatar que el número de ediciones del siglo XVII se duplica en el XVIII y aumenta hasta nueve veces más durante el XIX, lo que es un indicio claro del éxito de nuestra obra. El 43'2% de todas las ediciones hechas durante los siglos XVII, XVIII y XIX están escritas en nuestra lengua; el 56'8% restante corresponde a traducciones en otros idiomas [7].

El francés, comprende casi un 23% de las ediciones totales realizadas, en los tres lustros, a nuestro juicio, un porcentaje muy destacable. El caso inglés es muy parecido: 22,6%; obsérvense también los porcentajes en el español: parece que decrecen a medida que pasa el tiempo, mientras que en inglés van aumentando hasta estancarse y en francés se incrementan experimentando finalmente un ligero retroceso. Este aumento en los porcentajes podemos interpretarlo como un interés del público, no solamente constante, sino siempre progresivo, por las aventuras de don Quijote y Sancho Panza.

Apréciese, además, cómo el predominio de ediciones inglesas y francesas es ciertamente abrumador con respecto al resto. Ambas lenguas ocupan aproximadamente el 45% de las traducciones extranjeras del Quijote. Asimismo, sorprende que un país como Italia, cuya lengua y cultura son muy similares a la nuestra, ocupe el quinto lugar en número de ediciones, por detrás de las hechas en inglés, francés e incluso en alemán [8].

La cuerda locura de don Quijote parecía constituir una premonición de lo que posteriormente se convertiría en un mito universal que inspiraría tantas creaciones en los diferentes ámbitos. Sin embargo, podríamos preguntarnos cuáles son las claves para que nuestro ingenioso hidalgo haya gozado de tal difusión. He aquí algunas respuestas:

En primer lugar, su carácter de excelencia universal, válido en todo el planeta.

El protagonista es un loco ejemplar movido por el más alto de los ideales: el amor.

La fragmentación en capítulos, aventuras, historias y escenas permite que el lector pueda acercarse a la obra desde diferentes perspectivas.

La permanente actualidad del texto desde su aparición, que lo transforma en objeto de interés para cualquier corriente estética.

Por todas estas razones, sin agotar evidentemente, no nos extraña que el Quijote forme parte del patrimonio cultural de la humanidad [9]. Baste señalar a modo ilustrativo el ámbito de la creación musical. Observamos cómo la nómina de compositores que se han visto inspirados por las aventuras de este ejemplar resulta impresionante. Nuestra novela ha impregnado todos los estilos desde su nacimiento y, por supuesto, también ha alcanzado a través de la música un número impresionante de países y culturas. Víctor Espinós lo ilustraba así:

Nadie imaginará que del Quijote pueda pensar lo mismo el ingenioso español, el humor británico, la metafísica germana, que más bien quiso confirmar que negar el espíritu caballeresco, o la burla ligera, a veces inverecunda, del esprit galo, que hace de Dulcinea una moza del partido. Y así hemos de hallar una extensa gama de interpretaciones que va de la profunda, o audaz, parodia, a la facecia de un bailete intrascendente y frívolo [10].

No podríamos finalizar esta exposición sin citar algunas de las obras operísticas que muestran perfectamente cómo la música de temática quijotesca y el genio cervantino se encuentran profundamente unidos: The Comical History of Don Quixote (1694-1695) de Henry Purcell, la deliciosa ópera de cámara El retablo de maese Pedro (1923)de Manuel de Falla o Don Quijote de Cristóbal Halffter (1996-1999). Constatamos así cómo estos vínculos no constituyen una moda pasajera, sino que aún en pleno siglo XXI, el caballero andante sigue siendo una fuente inagotable de inspiración para numerosos compositores.

Notas
[1] DEXEUS, Mercedes. Introducción. En: El Quijote. Biografía de un libro. Ed. de Mercedes Dexeus. Madrid, Biblioteca Nacional, 2005, p. 21.
[2] CUNCHILLOS, Carmelo. Traducciones inglesas del Quijote. En: De clásicos y traducciones. Clásicos españoles en versiones inglesas: los siglos XVI y XVII. Edición a cargo de Julio-César Santoyo e Isabel Verdaguer. Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias, 1987, p. 89.
[3] SANTANA, Victoriano. Breve aproximación a las traducciones inglesas del Quijote en el siglo XVII. En: Cervantófila teldesiana. Ed. a cargo de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria. Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1997, p. 52.
[4] DEXEUS, Mercedes. Op. cit.p. 34.
[5] GARCÍA, Justo. Los dos Don Quijotes. 2ª reimpresión de la edición de 1990. Madrid, Aguilar, 1993, pp. 17-18.
[6] Lista presentada por Carmelo Cunchillos en el artículo detallado anteriormente y que nosotros hemos completado gracias en su mayor parte a la obra citada «El Quijote. Biografía de un libro».
[7] CUNCHILLOS, Carmelo. Op. cit., p. 90.
[8] Ibíd,p. 89.
[9] COLOMÉ, Delfín. «El Quijote en la música y la danza».
[10] ESPINÓS, Víctor. El «Quijote» en la música. Con un apéndice de Diether de la Motte. Adaptación a cargo de Joaquín Chamorro Mielke. Madrid, Akal, col. «Akal música», nº 10, 2001, p. 54.


Una melancólica columna surgida de la gran crisis española que advierte sobre lo que va a pasar

$
0
0
El 20 de mayo pasado el escritor y traductor español Ramón Buenaventura–quien, entre otros ha traducido a Arthur Rimbaud, Prosper Mérimée, Alain-Fournier, Sylvia Plath, Anthony Burgess, Kurt Vonnegut, Philip Roth, Jonathan Franzen, Don DeLillo, Francis Scott-Fitzgerald– escribía en El Trujamán la siguiente columna, donde imaginaba que, crisis mediante, en pocos años España iba a asimilarse al modelo cultural estadounidense “con todo lo que ello implica de control de la creatividad por el Dinero”. Una de las consecuencias previstas es, claro, la disminución de traducciones.

La GC se niega a traducir

Esta Gran Crisis (GC en adelante, para recortar gastos) se distingue de las restantes crisis que uno recuerda por una peculiaridad: no tiene expertos verdaderos, ni especialistas más que en provocarla, ni la explica nadie de modo que los demás entendamos. Mi cabeza le va moldeando explicaciones y diagnósticos —casi todos malignos—, porque las cabezas están para eso, para cavilar, pero lleva años, ya, haciéndolo sin esperanza de acertar en nada, por ocupar un poco las neuronas, por nutrir la indignación imprescindible ante una estafa.

Una parte de la GC, sin embargo, está clarísima y no requiere explicaciones causales, porque se ve y se toca: la cultura y la educación están sufriendo el expolio más riguroso de los tiempos modernos. Si los designios de los ricoshombres siguen cumpliéndose, dentro de unos años habremos abandonado nuestra historia de cultura y educación sostenidas con los impuestos de los ciudadanos para ingresar en la cultura rentable o sostenida por mecenas. Dicho en otras palabras: habremos pasado al modelo americano, con todo lo que ello implica de control de la creatividad por el Dinero. (El control de la creatividad por el Dogma político tampoco es bueno, pero tiene al menos la ventaja de que puede cambiar de intención, cuando el poder cambia de manos).

Ustedes saben que en Estados Unidos apenas se traduce de ningún idioma al inglés: no les trae cuenta, levanta suspicacias en los controladores culturales, que no tienen el menor interés en contaminar con ideas ―casi siempre peligrosas, por no decir rojas― su impoluto mundo mercantil. De vez en cuando, claro, surgen excepciones: del español están traducidos muchos del equipo boom y algunos más modernos (recordemos el sorprendente caso de Roberto Bolaño). Tienen, incluso, una buena página web de literatura internacional —Three Percent— en que se presta especial atención a las traducciones que van surgiendo. Pero el gran público lector americano (incluido don Haroldo Bloom: es broma) desconoce casi totalmente la literatura universal no escrita en inglés y, por falta de información y promoción, tampoco la echa de menos. Como, en realidad, apenas hay ningún otro sector editorial en que podamos desde otros países aportarles nada a los cives americanorum, la traducción languidece. Podríamos afirmar que la cultura está en inglés, y aquí paz y en el cielo gloria.

Pero la cultura vigente no está en castellano, ni en ningún otro idioma europeo (a no ser que pretendamos ensanchar la noción de Europa hasta incluir en ella al Reino Unido), y aquí tenemos que traducir si queremos enterarnos de algo. Ya antes de la GC estábamos acumulando un espectacular retraso en todas las asignaturas del conocimiento (hasta el punto de que hoy no se pueda en España ser biólogo, sociólogo, químico, físico, etc. sin leer bien el inglés), pero ahora podemos conseguir la parálisis también en el campo literario. Las perspectivas son escalofriantes, porque a los gastos que normalmente acarrea la publicación de un libro hay que añadir, para los escritos en lenguas extranjeras, el estipendio del traductor. Teniendo en cuenta que las ventas de literatura han caído a plomo, que una novela de autor no bestselero vende lo que antes vendía un poemario de poeta exquisito, ya me dirán cómo va una editorial a pagar (pongamos una tarifa discreta) 10 €/página por un libro de 300, es decir 3000 €, bastante más de lo que cobraría en concepto de adelanto un escritor literario español por una obra nueva. Crecerán los recortes.

Los franceses, al menos, pueden presumir de que todo está traducido a su lengua: la ciencia y la literatura. Nosotros, en este milenio, tendríamos que haber emprendido una tremenda labor de recuperación de nuestro retraso secular, y quizá lo hubiéramos hecho si la burbujosa situación económica hubiera seguido como estaba (imposible, ya lo sé). Ahora, la GC se lleva por delante cualquier esperanza de puesta al día.

Lo peor, como sugería al principio, es que nadie nos lo explica, o sólo nos lo intentan explicar los culpables inconfesos.



La más difícil e ingrata manera de leer

$
0
0
El pasado 2 de mayo, Lourdes Arencibia publicó el siguiente artículo en la sección Tradutore Tradittore de la publicación digital Cuba Literaria. Lo reproducimos por su interés, a pesar de que se refiera al escritor Gabriel García Márquez como "el Gabo".

El Gabo y la traducción

Corría el año 2003, los almanaques en La Habanamarcaban concretamente el 12 de junio. Por aquellos días me encontraba más que enfrascada, junto a un equipo de colegas del ICAIC, en la ingente tarea de transcribir —casi descifrar y, si venía al caso, traducir al español—, con miras a su selección y ulterior publicación, del epistolario —de ordinario manuscrito— que había sostenido durante años Alfredo Guevara con los más variopintos correspondientes que alguien pudiese imaginar, personalidades destacadas, en su mayoría del mundo de las artes, la literatura, el pensamiento científico y social, la política, la vida cotidiana…

Estaba allí por aquella razón. Era ya tarde-noche, y el motivo que nos congregó de pronto fue la presencia de un conjunto de músicos griegos que, de paso por La Habana, iba a regalarnos la interpretación de melodías de su país. Al decir “nos”, me obligo a referirme a la composición de aquel plural “inclusivo” que me sumaba “como el pelo en la sopa”, por puro azar y ninguna pertenencia real, a un reducidísimo grupo de personas donde estaban nada menos que Costa Gavras y Gabriel García Márquez. Al imaginar aquel puñadito de personas, que se contaban con los dedos de una mano —y sobraban dedos—, no hace falta decir que la comunicación era casi obligatoria, de la más elemental cortesía, pues, como suele suceder en círculos tan restringidos, cada quien supone que “al otro” también le corresponde estar allí y, por tanto, la integración suele darse espontáneamente, con la mayor desinhibición.

Así me sucedió. Y de repente, me ví conversando con Costa Gavras —uno de aquellos cuya correspondencia con Alfredo debía descifrar— de mis aficiones por la música de Mikis Teodorakis, del inolvidable concierto en la Plaza de la Catedral y su versión del Canto general de Neruda, de mis dos viajes a Chipre, donde no dejaba de visitar los centros nocturnos donde se interpretaba y se bailaba la música griega y hasta ensayé unos “pasillos” tomados por los hombros, con los brazos extendidos, como se suele bailar esa música según había visto hacer ¡¡¡en Zorba el griego!!! Naturalmente, me presenté como lo que soy: traductora e intérprete, a secas. Y hablando sobre traducción, se nos sumó García Márquez, a quien fui presentada “como una insólita fémina cubana que traduce, baila danzas griegas y sabe de vallenato!”.

Con García Márquez hablé, más que nada, de traducción y de mis gratas experiencias como profesora de interpretación en la universidad Los Andes de Bogotá. De los “cachacos” y los “costeros” y, por supuesto, de música, de lo cual él era un real experto. Me contó que, cuando joven, muchas veces se había ganado el pan con la traducción, una nobilísima actividad que no desdeñaba porque —si aceptable— era el mejor vehículo de universalización del pensamiento intercultural que relativamente existía, pues, hasta ahora, el hombre, con todas sus tecnologías, no había encontrado una mediación mejor para comunicarse con sus semejantes de otras culturas. Me confesó que, pese a ciertas prevenciones, solía leer curiosa y críticamente —con frecuencia, aburrido— las traducciones de su obra, las autorizadas y las piratas, las mejor y las peor logradas, que eran muchas —en su artículo “Los pobres traductores buenos” (21 de julio de 1982), publicado por ACI, ya le había leído decir: “Para mí no hay curiosidad más aburrida que la de leer las traducciones de mis libros en los tres idiomas en que me sería posible hacerlo. No me reconozco a mí mismo, sino en castellano”—. Luego me alentó a continuar amando y enalteciendo mi “misión”. Y sentí que no lo decía como un cumplido, sino por convicción. Por eso, lo tomé como enseñanza y compromiso.

Fueron dos interlocutores inolvidables, de una gentileza, sabiduría y encanto más allá del lenguaje, por descriptivo que pretenda ser. Al final, ambos me firmaron un ejemplar del Pedro Páramo de Juan Rulfo que acababa de comprar en Bogotá y llevaba en mi bolso por casualidad. García Márquez lo hizo con particular y generosa admiración por ese otro gigante de la literatura universal. Aquí reproduzco su autógrafo, un emocionado recuerdo de su extraordinaria personalidad. Para mí —como para todos—, García Márquez no ha muerto. Seguirá vivo para siempre en la memoria, en sus libros y en mis traducciones.

Aprovecho para reproducir otros fragmentos del conocido artículo:

“Alguien ha dicho que traducir es la mejor manera de leer. Pienso también que es la más difícil, la más ingrata y la peor pagada. Tradittore, traditore, dice el tan conocido refrán italiano, dando por supuesto que quien nos traduce nos traiciona […] todo lo contrario: es un cómplice genial. Como lo han sido los grandes traductores de todos los tiempos, cuyos aportes personales a la obra traducida suelen pasar inadvertidos, mientras se suelen magnificar sus defectos. […] Es poco probable que un escritor quede satisfecho con la traducción de una obra suya. En cada palabra, en cada frase, en cada énfasis de una novela hay casi siempre una segunda intención secreta que sólo el autor conoce. Por eso es sin duda deseable que el propio escritor participe en la traducción hasta donde le sea posible. […] Cuando se lee a un autor en una lengua que no es la de uno se siente deseo casi natural de traducirlo. Es comprensible, porque uno de los placeres de la lectura — como de la música— es la posibilidad de compartirla con los amigos. […] Dos de los escritores que me hubiera gustado traducir por el solo gozo de hacerlo son Andre Malraux y Antoine de Saint-Exupery, los cuales, por cierto, no disfrutan de la más alta estimación de sus compatriotas actuales. Pero nunca he ido más allá del deseo. En cambio, desde hace mucho traduzco gota a gota los Cantos de Giaccomo Leopardi, pero lo hago a escondidas y en mis pocas horas sueltas, y con la plena conciencia de que no será ese el camino que nos lleve a la gloria ni a Leopardi ni a mí. Lo hago sólo como uno de esos pasatiempos de baños que los padres jesuitas llamaban placeres solitarios. Pero la sola tentativa me ha bastado para darme cuenta de qué difícil es, y qué abnegado, tratar de disputarles la sopa a los traductores profesionales. […] El conde Entico Cicogna, que fue mi traductor al italiano hasta su muerte, estaba traduciendo en aquellas vacaciones la novela Paradiso, del cubano José Lezama Lima. Soy un admirador devoto de su poesía, lo fui también de su rara personalidad, aunque tuve pocas ocasiones de verlo, y en aquel tiempo quería conocer mejor su novela hermética. De modo que ayudé un poco a Cicogna, más que en la traducción, en la dura empresa de descifrar la prosa. Entonces comprendí que, en efecto, traducir es la manera más profunda de leer. Entre otras cosas, encontramos una frase cuyo sujeto cambiaba de género y de número varias veces en menos de diez líneas, hasta el punto de que al final no era posible saber quién era, ni cuándo era, ni dónde estaba. Conociendo a Lezama Lima, era posible que aquel desorden fuera deliberado, pero sólo él hubiera podido decirlo, y nunca pudimos preguntárselo. La pregunta que se hacía Cicogna era si el traductor tenía que respetar en italiano aquellos disparates de concordancia o si debía verterlos con rigor académico. Mi opinión era que debía conservarlos, de modo que la obra pasara al otro idioma tal como era, no sólo con sus virtudes, sino también con sus defectos. Era un deber de lealtad con el lector en el otro idioma. […] Pero he leído alguno de los libros traducidos al inglés por Gregory Rabassa y debo reconocer que encontré algunos pasajes que me gustaban más que en castellano. La impresión que dan las traducciones de Rabassa es que se aprende el libro de memoria en castellano y luego lo vuelve a escribir completo en inglés: su fidelidad es más compleja que la literalidad simple. Nunca hace una explicación en pie de página, que es el recurso menos válido y por desgracia el más socorrido en los malos traductores. En este sentido, el ejemplo más notable es el del traductor brasileño de uno de mis libros, que le hizo a la palabra astromelia una explicación en pie de página: flor imaginaria inventada por García Márquez. Lo peor es que después leí no sé dónde que las astromelias no sólo existen, como todo el mundo lo sabe en el Caribe, sino que su nombre es portugués.”


Desempolvando a Pitol

$
0
0

Publicado en La Jornada, de México, allá por el 19 de septiembre de 2008, el siguiente artículo de Andrés Timoteo Morales da cuenta de la aparición de los que entonces eran dos nuevos volúmenes de la colección de la Universidad de Veracruz que reúne las traducciones completas del escritor y traductor mexicano Sergio Pitol


“Si no hubiera sido traductor,
hoy sería un novelista malísimo”

Jalapa, Ver., 18 de septiembre. A Sergio Pitol le fascina ser escritor más que traductor de obras ajenas, pero transcribir e interpretar la literatura universal fue su mejor escuela.

Al respecto, comparte: “Si no hubiera sido traductor, ahora sería un novelista malísimo”.

Traductor de unas 45 obras del húngaro, polaco, checo, inglés, ruso e italiano, el premio Cervantes de Literatura afirma que los escritores, cuya obra llevó al español, le develaron el secreto de “atrapar el tiempo y los personajes en un texto”.

En este sentido, la maestra Nidia Vincent resume el quehacer de Pitol como traductor al “desentrañar el mensaje cifrado de los autores para llevarlo a la lengua de El Quijote y en reciprocidad, ellos convertidos en sus maestros, le regalaron sus secretos, las trampas y el engranaje de sus tramas”.

La tarde del miércoles, en el contexto de la Feria Internacional del Libro Universitario 2008, la editorial de la Universidad Veracruzana presentó los dos nuevos títulos de la colección “Sergio Pitol traductor”, que son Corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y Madre de reyes, de Kazimierz Brandys.

Vislumbres capitales
En la mesa de presentación, el escritor y crítico literario Álvaro Enrigue expuso que el arte de la traducción consiste en “recrear el espíritu de un libro, perseguirlo en términos de sentido con empeños de lobo y renovar la lengua propia forzándola a sonar como la lengua original”.

Esto lo ha logrado Pitol “al perseguir, asediar, morder una novela escrita en otra lengua e incorporar nuevas herramientas, expresiones que por artificiales resultan poderosas. Estrategias narrativas simplemente impensables en la lengua original”.

Citó como ejemplo lo logrado en la traducción de Madre de reyes, del autor polaco Kazimierz Brandys, cuyos recursos se plasman también en la obra literaria de Pitol.

“Gracias al trabajo duro, poco glamoroso de Sergio Pitol, hoy podemos invocar el nombre de Brandys, y con él, el del misterio de toda una literatura de la que ya habíamos tenido vislumbres, hoy capitales para nuestra propia lengua, en el Tañido de una flautaJuegos florales y El viaje.”

A su vez, Vincent resalta que el papel de traductor es sólo “de mirador, de puente invisible que lleva a la otra orilla de forma natural para que nos haga creer que el libro ha sido escrito en nuestra lengua”.

Y este papel debe ser por demás modesto, pues “su presencia deberá diluirse, cumplirá su labor y dejará las luces del escenario para el autor original, en cuyas ideas y estilo está dirigido el interés de los lectores”.

Pitol, afirma Nidia Vincent, cumplió este papel, pero de paso se alimentó de los autores húngaros, polacos, checos, ingleses, italianos y rusos, para el deleite de sus lectores en habla hispana. Recordó que en El mago de Viena, el narrador insiste en la necesidad de que un joven escritor aprenda de autores consagrados.
“Sergio afirma: no conozco mejor enseñanza para estructurar una novela que la traducción, y compara la actividad del escritor como un simio que imita o de un detective que investiga.

“A los autores a los que tradujo, los sostuvo sin titubeos en la lengua del Quijote y ellos, en reciprocidad, le regalaron sus secretos, sus reflexiones, mostrándoles los recursos de su escritura, las trampas de sus procedimientos y el engranaje de sus tramas. Como el mono mimético, el aprendiz del que habla, tomó para sí lo que la gran escuela del ejercicio de la imitación le ofreció y siguió por su cuenta, llevándose lo que era ya suyo.”

Pasión y escuela
Pese a que Sergio Pitol no emitió ningún mensaje en la mesa de presentación, debido a un problema en las cuerdas vocales, el narrador aseguró a La Jornada, que su pasión es escribir, pero su escuela fue la traducción.

“Hice el oficio de traductor por 15 años, tengo 45 títulos traducidos, algunos muy difíciles, y cuando tuve un tiempo de retiro, comencé a escribir novelas”, dijo en breve charla.

–¿Qué disfrutó más, ser traductor o escritor?
–Ser escritor es mi pasión, pero si no hubiera traducido creo que hoy sería un novelista malísimo.

–Entonces, la traducción fue importante.
–Me alimentó, sí, porque ahí ve uno cómo se atrapa el tiempo en una novela, en un texto y cómo se colocan los personajes, los grandes y los pequeños, todos son imprescindibles.

Los tres libros que más le sirvieron a Sergio Pitol en su crecimiento como escritor y que disfrutó más al traducir al español son El buen soldado, de Ford Madox Ford; Las puertas del paraíso, de Jerzy Andrzejewski, y Los papeles de Aspern, de Henry James. “Los sigo leyendo”, concluyó el autor de Domar a la divina garza.


El arribista Parra no pierde las mañas

$
0
0
Publicada en La Tercera, de Chile, el 13 de abril pasado, la siguiente entrevista de Roberto Careaga C. con el poeta y traductor Nicanor Parra se refiere, entre otras cosas, a una frustrada traducción de Shakespeare En la bajada se lee: “A poco más de cuatro meses de cumplir 100 años, Nicanor Parra resiste estoico el paso del tiempo frente al mar. Pasa el día escribiendo, es capaz de recitar de memoria y cantar. Aquí cuenta por qué rechazó la oferta de Farkas para la traducción de Hamlet y que hoy está más interesado en Diego Portales. Sobre su siglo no habla, tampoco de las fiestas que lo celebrarán.”

Nicanor Parra: "La Violeta siempre fue abajista,
yo siempre fui arribista"

Es un cuaderno universitario de hojas blancas que todos los días, a cada rato, gana una anotación. Una frase, un dibujo. Una pista. Es otro más de una colección que crece todos los días desde hace años. Nicanor Parra no lo suelta. La mañana del miércoles pasado, mientras la gata Rosita entraba y salía de la casa sin que nadie la llamara, el antipoeta detuvo la lectura del diario y empuñó su Bic negro para garabatear una idea al vuelo: una elemental portada de un libro que sólo lleva el título en la parte superior, Otro libro, y abajo el nombre de su autor, Nicanor Parra. “Lo acabo de hacer”, dice mostrándolo. “El título es todo. Tiene que ser vendedor. El poeta tiene que ser un empresario”, añade.

Envuelto en chalecos y camisas, Parra está sentado en el living de su casa en Las Cruces, iluminado por el tibio sol del mediodía. Está rodeado de diarios, algunos libros, a ratos también de la gata.  Su vista al mar es inmejorable: “Ni los empresarios viven así”. Y sigue. “Los poetas les piden becas a la municipalidad, al Departamento de Literatura de la Universidad de Chile, se hacen socios de la Sech… Tienen que ser negociantes. Empresarios de empresarios. Casi no hay, salvo Neruda, que se metió al bolsillo al capitalismo y al marxismo, con los premios Nobel y el Stalin. Pero eso era otra época”. 

A menos de 150 días de cumplir un siglo de vida, Parra desafía estoico al tiempo. El lumbago del año pasado, por decir algo, hoy está en calma. El autor de Versos de salón aún funciona por los mismos impulsos que hace 60 años lo llevaron a desmantelar los engranajes de la poesía y el lenguaje. Es capaz de recitar poemas de memoria, citar autores –de Heiddegger a Enriqu Lihn– e incluso cantar sin desafinar. En una esquina del living hay un afiche de un recital que se realizó en la playa en enero pasado, celebrando anticipadamente sus 100 años, que cumple el 5 de septiembre. Lo colgó uno de sus hijos, el Chamaco. A él no le interesa mucho el tema. 

–Se vienen los 100 años –dice indiferente. Luego mira de frente, cierra la boca y pasa dos dedos por los labios como si corriera un cierre. Termina con un shisst. 

La fecha atrae a todo tipo de visitantes a Las Cruces, cuenta Rosa Avendaño, su celosa empleada y guardiana. Muchos más que antes. No hace mucho, un bus se estacionó frente a la casa de Parra: era un tour de la tercera edad que venía a conocer la casa del ganador del Premio Miguel de Cervantes 2011. También se aparecen magnates. En noviembre del año pasado llegó a verlo el empresario Leonardo Farkas: “Llegó con una maleta llena de billetes con un millón de dólares”, cuenta el poeta, recordando que no hacía mucho él había pedido a un mecenas para trabajar en su famoso proyecto de traducir el Hamlet de William Shakespeare. Pidió públicamente un millón de dólares y, según dice, Farkas se lo tomó literal. 

La colaboración no prosperó.  Esa misma tarde se aguó. Parra prefiere un gesto: cierra el puño y le pega a un extremo con la otra palma abierta, haciendo tapa. También pasó que el autor de Sermones y Prédicas del Cristo del Elqui ya no está para traducciones.  “Yo estuve trabajando en el Hamlet durante 40 años, me lo sabía de memoria. Después pasó lo que pasó y lo dejé”, dice. Luego eleva el tono. “Dejé al Quijote, dejé a Hamlet. Dejé a todos los personajes. Dejé la ficción. Qué me importan las voladas personales de Shakespeare o Cervantes.  Me quedé con Diego Portales”, añade. 

Muchas cosas le interesan a Parra de Portales, pero disfruta sobre todo de su lado oscuro: “Le gustaba ir a La Chimba, al otro lado del Mapocho. Ahí era más rápido el amor”, dice, y recuerda a la “señorita Z”, una mujer que engañó a Portales falseando su virginidad. Todo eso está en la correspondencia del político, la más preciada lectura del poeta por estos días: “En las cartas de Portales, y también en las de O’Higgins, está la realidad–realidad. Eso no es literatura. Es la historia de Chile, de la República”, asegura.

–¿Piensa escribir algo sobre Diego Portales? 
–Yo, ya no ya… –dice sin terminar la frase. Y la repite, degustándola: “Yo, ya no ya”. 

No, no escribe. Regularmente, al menos, no. Hoy lo de Parra son chispazos, notas al pie de una obra que redefinió la poesía a la luz del habla popular y la duda radical. Ya se sabe: bajó a los poetas del Olimpo y los dejó a la intemperie. El primer disparo de su revolución fue Poemas y antipoemas, publicado en 1954 y que está cumpliendo 60 años. Precisamente ese hito será el que dé la partida para un año consagrado al antipoeta: el 28 de abril la Biblioteca Nicanor Parra, de la UDP, inaugurará la exposición "Antiprofesor. 60 años de Poemas y Antipoemas", preparada por Marcelo Porta, y que recoge la historia del volumen en fotografías y documentos. En el segundo semestre, en tanto, la editorial de la universidad reeditará el libro, inaugurando una colección de clásicos latinoamericanos.

Las fiestas continúan con una nueva edición de los Artefactos(1972), impulsada por la Municipalidad de Santiago junto a Aguas Andinas, la que será distribuida gratuitamente entre los habitantes de la comuna para que en septiembre se hagan exposiciones en la calle con las postales. En agosto, en tanto, la Biblioteca Parra recibirá “Obras públicas”, la misma exposición que antes estuvo en Guadalajara y Madrid y que recoge su largo coqueteo con las artes plásticas, desde los Quebrantahuesos (1952). Poco después, el GAM abrirá una muestra curada por el nieto de Parra, Cristóbal Ugarte, el “Tololo”, con fotografías y documentos desconocidos. 

“¿Fiestas?”, pregunta Parra incrédulo, descartando alguna visita a Santiago para las actividades. No es que no le gusten, pero prefiere los libros sobre su obra. Los “evangelios”, les llama bromeando, y pide más, justo antes de que golpee la puerta el editor de La antipoesíade Nicanor Parra, un legado para todos & para nadie (Ed. Museo Histórico Nacional), de César Cuadra. Nicanor revisa un ejemplar y lo pone junto a La poesía de Violeta Parra, de Paula Miranda, recién publicado por la Universidad Católica.“Pero ahora me di cuenta que el genio de la familia es otra: Clara Sandoval. La top one”, dice el poeta, recordando a su madre, fallecida en 1982.

El poeta agarra vuelo y recita, sin repetir ni equivocarse, un poema de cuatro estrofas de su mamá: es la historia de un matrimonio y un funeral, el de la hija y una madre: “Uhhhh… Devastador”, dice el terminar. Después de una pausa se pone a cantar una tonada de su padre. “A ese hay que descubrirlo ahora”, asegura, y trae del pasillo de la casa una foto antigua donde aparece su papá con un traje elegante. “Propietario, pues. ¿Ve? La Violales hizo creer a todos que éramos forajidos, pero éramos más propietarios. La Violeta siempre fue abajista, yo siempre fui arribista”, lanza.



Excelente criterio para una colección de traducciones

$
0
0
El escritor y cronista Rodolfo Mendoza
Con el pelo corto y sus gafas de pasta gruesa, deportivas, Rodolfo Mendoza me recibe en su mesa habitual de un conocido café del centro de la ciudad. A pesar de la inagotable lista de pendientes que suele tener su agenda, me propone reunirme con él durante un breve descanso de una hora, y además él invitará el café. Así ocurre. Al llegar a la reunión, puntual en hora y fecha, Rodolfo acababa de despedirse de otro invitado.” Así comienza la entrevista que el poeta Diego Salas (Xalapa, Veracruz, 1984)mantuvo a propósito de la colección de traducciones que se publica en Veracruz, México, alrededor de la figura del escritor y traductor Sergio Pitol, quien por segunda vez en esta semana aparece en este blog. El texto procede de la revista Tierra Adentro, publicada por la Conaculta, el 26 de octubre de 2013.

Entrevista con Rodolfo Mendoza,
Director de la colección “Sergio Pitol Traductor”

–¿Cuándo y cómo nace la colección Sergio Pitol Traductor?
–La colección nació en 2007. Fue una idea que tenía yo de reunir las traducción que Sergio Pitol había hecho a lo largo de su vida. Como sabemos, él había comenzado a traducir en los años sesenta, con traducciones emblemáticas. A él se debe, por ejemplo, las primeras traducciones de muchos autores polacos. Para 1967 tenía ya preparada la Antología del cuento polaco contemporáneo, donde había alrededor de 20 autores, muchos de ellos, con su primera traducción al español; pero también, para ese momento, Sergio ya había hecho traducciones del inglés y del italiano. Y todas ellas habían quedado diseminadas en varios países, entre México, Argentina y España, traducciones que, al paso del tiempo, se volvieron emblemáticas, como aquellas de Henry James (Los papeles de Aspern y Washington Square) o, para seguir hablando del inglés, de Firbank con Las excentricidades del cardenal Pirelli o la famosa traducción de El corazón de las tinieblas de Conrad. Entonces, Sergio, el Sergio viajero que también conocemos, lugar al que llegaba, lugar donde devoraba la literatura, y al devorarla, descubría que había autores que no se conocían en español. Es decir, aunque tradujo, del ruso, Un drama de caza, la única novela de Chejov, se dio cuenta que no estaba traducido, por ejemplo, Pliniak. Al pasar por Italia, traduce a Luigi Malerba o Elio Vittorini, que tampoco estaban en español. Pero te decía que muchas de esas ediciones habían quedado dispersas en todas partes o ediciones inencontrables. Por citarte un caso, la de Witold Gombrowicz, que después sería Bakakai, habían aparecido, los tres primeros cuentos, en un librito que se llama La virginidad y otros cuentos, en una edición que el dirigía para Tusquets. De tal manera que, cuando me di cuenta, durante mi camino de editor, tenía treinta o cuarenta títulos traducidos por Sergio, que no  estaban en ningún lado, y que no circulaban, salvo Cosmos, El corazón de las tinieblas y algunas cosas de Henry James. No circulaba lo de Lu Hsun, por ejemplo, ni El ajuste de cuentas de Tibor Déry ni La señora Z de Kazimierz Brandys. No circulaban muchas cosas que, según yo, valía la pena que el lector en español conociera. Así que, previo consentimiento de Sergio, le propuse hacer la colección a la Editorial de la Universidad Veracruzana.Aceptaron hacerla. Comenzamos a ver toda la parte de trámites de derechos de autor, obtuvimos el permiso de los diecinueve autores que conforman actualmente la colección. Y se hizo.

–¿La colección va a crecer?
–Hasta veinticinco.

–¿Serán todos los autores que tradujo Pitol?
–No, evidentemente no, porque tú sabes que el tiempo, la época y el mundo editorial van poniendo cosas en su lugar, y los que a Sergio le parecieron autores interesantes en los 60 y los 70, la verdad es que ya no lo son tanto, no aguantaron el paso del tiempo.

–Es evidente que esta colección, visualmente, no se parece nada a las demás colecciones de la Editorial. Tampoco se mueve igual. ¿Cuál fue el proceso para decidir esto?
–No es que estuviera yo pensando en hacer algo que no se pareciera a la universidad, pensaba en hacer libros que me gustara hacer. Cuando uno emprende la edición de un libro, como editor, cuando vas a preparar una colección, la edición misma se empieza a conformar en tu cabeza a los títulos que vas a tener. Lo que se me ocurría era hacer algo muy pegador, algo que jalara mucho la vista, algo que pudieras tener en una mesa de novedades de cualquier lado y que, como lector, voltearas y quisieras ver qué es, sobre todo, tratándose de una colección nueva. Ahí tenemos los grandes aciertos de grandes editores como Jonathan Cape, en Inglaterra; como Wagenbach, en Alemania; como la New Directions, en Estados Unidos, ¿no? Son ediciones que se vuelven emblemáticas por el carácter y el perfil que agarran. Si uno ve, por hablar de los editores en español, un libro de Anagrama a diez metros de distancia en una librería, se nota que es Anagrama. Lo mismo pasa con Acantilado o con Pretextos. Son colecciones o editoriales que logran su carácter. Lo que quise hacer fue precisamente eso, hacer una colección que tuviera su carácter a los tres o cuatro números de creada. Que tuviera su personalidad, y que tú voltearas y la distinguieras.
Creo que la misión de cualquier proyecto editorial es rebasar sus propias fronteras, que los libros sean distinguibles en cualquier parte del mundo, y en ese sentido, el carácter y el perfil de la edición ayuda mucho.

–Ese es otro gran mito sobre las casas editoriales universitarias, aunque producen libros con buenos contenidos, su posicionamiento no suele vencer las barreras geográficas. Y que, en parte, tal vez se deba al formato de su producción…
–Sí, tienes razón. Y además, es un mito absurdo eso de que las editoriales universitarias reduzcan su producción a libros como que muy caseros. Porque “el problema” de estas casas no es un problema en sí mismo, sino que las editoriales universitarias, no todas, obviamente, creen que tienen como labor solamente cubrir la producción editorial de su universidad. Sin embargo, hay casos donde no es así. Si ves Oxford Press o Cambridge Press, te das cuenta de que hay universidad que hacen libros fantásticos. No está divorciada la idea de hacer buenos libros, como objetos, libros visualmente comerciales, de editar libros universitarios y con contenidos de calidad. De tal suerte que, cuando pensé en esta colección, pensé en lo que, no es ninguna novedad, piensa cualquier editor: que fuera una tipografía bonita, una caja grata, que el papel te permitiera leer con mucha o poca luz, con portadas mate, que fuera cosido, que fuera fuerte, que trajera solapas, que si lo traías en tu coche, el sol no lo doblara ni lo hiciera “taquito”, en fin, en algo hecho para el lector.

–Aquí, lo que parece una novedad es considerar al lector, por parte del editor universitario…
–Al lector es al primero al que debes de considerar. No siempre sucede, sobre todo en algunas editoriales; pero si piensas como lo hacen las grandes editoriales, sí. Y sí, a veces las editoriales universitarias no piensan en el “gran lector”. Hacen libros con buenos contenidos, con buenos autores; pero se olvidan un poco de la parte del libro como tal.

–Se dice por ahí que tienes tu propio equipo para trabajar esta colección…
–Sí, claro, uno trabaja con su propio equipo. Es como los médicos. El médico opera con su anestesiólogo y su instrumentista y con su enfermera. Igual yo. Soy un hombre de manías. Me gusta trabajar con mi propio equipo, porque además ya lo tengo muy probado. Con ellos trabajo esto, y también  La Nave y los demás proyectos. Eso no quiere decir que no vaya descubriendo gente nueva y buena, porque a veces tenemos tanto trabajo que hay que ampliar el equipo.

–Por la formación del libro, por la selección de autores y contenidos y por su distribución, podemos decir que la colección Sergio Pitol Traductores uno de los proyectos más ambiciosos que ha tenido la Editorial de la UV en estos últimos años. ¿No te enfrentaste con reticencias cuando planteaste el proyecto? Desde políticas, económicas o de cualquier otro tipo.
–No, en absoluto. Alguna mínima reticencia que ahora no vale la pena ni siquiera mencionarlo, porque, como nos decían varios amigos editores, es una colección que hubiera querido albergar cualquier editorial. Lo que pasa es que no hay otra, hasta donde sé, al menos en español, no hay otra colección dedicada a un traductor, aun cuando tenemos traductores tan potentes en lengua española. A nadie se le había ocurrido hacer una colección dedicada a un traductor. Además, para ampliar un poco esto, tendré que decirte que la idea conceptual de donde nace es que, al ser lector de la obra de Sergio Pitol, me di cuenta de la importancia de sus traducciones. Las traducciones no van ni siquiera en paralelo, son parte de su obra misma. Cuando uno lee a Sergio Pitol decir que estaba atorado con la elaboración de Cuerpo presente, y que fue la traducción de El buen soldado de Ford Madox Ford la que lo hizo ver una estructura de novela y le permitió escribir su novela, te das cuenta de cómo la traducción era parte del trabajo creativo de Sergio. Encima de eso, le ayudó a desarrollar un manejo y un sentido del español como pocos. Su manejo del español, para poder, no calcar, sino mutar de un idioma a otro es espléndido. De ahí que sean tan respetadas sus traducciones. Fabio Morábito decía que cómo le hizo Sergio para traducirSalto mortal de Malerba, cómo logró esos juegos gramaticales y sintácticos del italiano al español. Ahí está justamente el aporte de Sergio. Si tú ves la lucha con el ángel, en el capítulo aquel del Arte de la fuga, cuando él está traduciendo a Andrzejewski, con la endiabladamente difícil Las puertas del paraíso, que es una gran frase, te das cuenta de todas las horas y todo el trabajo que le llevó lograr esta traducción esta traducción tan importante para la lengua española.

–¿Crees que esta colección, como efecto colateral, impacte en un mejoramiento de las condiciones de trabajo del traductor en México?
–Eso ya depende de cada quién. Yo creo que sí se está haciendo mucha traducción y muy buena. Por alguna razón, se sigue traduciendo más en España y quizá en Argentina. Por alguna razón, las editoriales mexicanas apuestan un porcentaje menor a la traducción. Hay cosas que siguen sin traducirse. Por ejemplo, cosas que en España sí voltean mucho a ver. Es de envidia lo que están haciendo con los autores árabes. Muy pocas editoriales están volteando hacia la India o Asia Ahí es donde habría que voltear a ver. Aunque seguimos teniendo muchas deudas de traducción. A mí me parece sorprendente que no circulen en español más que algunos títulos por ahí perdidos de lo que yo llamaría el “canon de la crítica literaria anglosajona”. Ojalá que esta idea de reconsiderar la importancia de un autor como traductor, como en el caso de Sergio Pitol, despierte un poco el interés entre editores y traductores para seguir haciendo eso que son los vasos comunicantes que conocemos desde que Ptolomeo III junto a setenta y dos cuates a traducir.

–¿Tienes pensado armar otra colección?
–Sí, tenemos dos colecciones atoradas. Una de ellas, que nos entusiasma mucho pero no hemos logrado cuajarla, es sobre literatura latinoamericana. Desde hace muchos años tenemos ya un listado de lo que quisiéramos hacer, y espero que en algún momento se logre. Porque, a estas alturas, resulta ridículo que un autor costarricense no sepa de literatura venezolana o que lector y hasta escritores peruanos te pregunten si vale la pena leer a José Emilio Pacheco o que un autor argentino sepa más de literatura inglesa o francesa que de literatura colombiana. Ésa es una cuestión muy curiosa en nuestro continente, que habiendo tantos autores imprescindibles en Costa Rica, Venezuela, Cuba, Chile, Perú, Argentina, Paraguay, etcétera, no los conozcamos. De tal suerte que queremos hacer, sin que eso sea un canon, una colección desde nuestra perspectiva de lo que vale la pena leer de la literatura latinoamericana del siglo XX. Por ejemplo, está Ednodio Quintero, José Balza, Maria Luisa Bombal o Armonía Somers.
Te lo puedo asegurar, cuando el lector mexicano, en principio, (porque eso ha complicado un poco la cosa, ya lo habríamos podido sacar para México, pero estamos buscando que sí tenga una distribución muy buena en toda Latinoamérica, porque si no, el único ganón va a ser el lector mexicano), lea a Armonía Somers, va a decir “¿por qué no había leído esto antes? Si es una autora tan importante como lo puede ser Virginia Woolf”; cuando lea a Juan Filloy, dirá “¿por qué nos habíamos perdido de un autor de esta naturaleza?; cuando lea a Maria Luisa Bombal va saber por qué le tenía tanta admiración y casi reverencia Juan Rulfo. De esa manera es que la tenemos planeada.


Andrew Wylie sucumbe ante el olor a butifarra

$
0
0
Esto, con firma de Winston Manrique Sabogal fue publicado por El País, ese diario madrileño, el 28 de mayo pasado. Una lástima: el Chacal nos caía bien.

Carmen Balcells y Andrew Wylie
se unen para crear la ‘superagencia literaria’

Carmen Balcells y Andrew Wylie, han dado el primer paso para convertirse en la agencia internacional más potente y con los autores más codiciados del mundo: desde V. S. Naipaul a Philip Roth o Martin Amis, hasta los autores del boom latinoamericano, como García Márquez y Vargas Llosa. El 27 de mayo los dos agentes firmaron un acuerdo de intenciones con el fin de crear una agencia internacional que se denominará Balcells&Wylie.

"Nos hemos seguido y admirado mutuamente durante años, y deseamos trabajar estrechamente a partir de hoy. Nuestro objetivo es dar mayor fuerza, alcance y duración a la representación de los clientes, y estamos entusiasmados y totalmente comprometidos con las oportunidades que se nos presentan", han declarado Balcells y Wylie, conocido como El chacal.

"Se trata de un movimiento muy inteligente por parte de las dos agencias", asegura Claudio López de Lamadrid, director literario de Penguin Random House. Los dos se aseguran sus entradas y consolidación en nuevos espacios, por un lado, añade López de Lamadrid, "Wylie entra en el mundo hispanohablante, y Balcells asegura la continuidad de la agencia y sus autores salen ganando".

La creación de esta superagencia literaria era un rumor desde hace varios meses. Dos agentes que han apostado por autores, consolidado otros, ojeado el panorama internacional en busca de talentos e influido en el sector literario y editorial. La unión de estas dos agencias responde a la reorganización del mundo editorial, movimiento de piezas en el tablero, en momentos del cambio de paradigma del sector, la irrupción de grandes grupos globales como Amazon, Google y Apple que tocan varias partes de la cadena de valor del libro y la propia crisis económica. Las alianzas y las fusiones son la norma para poder afrontar la reconversión del sector que afronta los retos de los nuevos tiempos.

Balcells&Wylie quedaría conformado por un catálogo envidiable que incluye autores clásicos del siglo XX como Vladimir Nabokov, Yasunari Kawabata o Jorge Luis Borges; premios Nobel como García Márquez, Orhan Pamuk, Kenzaburo Oé o Mario Vargas Llosa; autores clave del momento como Philip Roth, Milan Kundera, Roberto Calasso, Antonio Muñoz Molina, Javier Cercas, Juan Marsé, Salman Rushdie; y nombres con gran potencial como Teju Cole, Helen Oyeyemi o Chimamanda Adichie.


Viewing all 2855 articles
Browse latest View live


<script src="https://jsc.adskeeper.com/r/s/rssing.com.1596347.js" async> </script>