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Una gran novela argentina traducida al checo

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El 28 de noviembre de 2013, Dominika Bernáthovápublicó en Radio Praga un artículo dedicado a una mesa redonda que tuvo lugar en la República Checaa propósito de la reciente edición de Zama, del autor argentino Antonio Di Benedetto (1922-1986), traducido por Jan Hloušek.




El desafío de traducir al checo Zama
del argentino Antonio Di Benedetto

La vida es una gran espera. El hombre lleva esperando toda su vida algo y cuando por fin llega, resulta ser una cosa que en su vida nunca se había esperado. Con estas palabras inició el editor de la editorial Rubato, Petr Januš, la presentación de la traducción checa de la novela Zama, que también tuvo que esperar mucho tiempo hasta llegar a ver la luz en checo.

Tras 57 años desde su surgimiento, los lectores checos por fin pueden conocer esta obra existencialista, que incorpora en sí elementos típicamente latinoamericanos y está escrita en un lenguaje conciso, pero a su vez polisémico. Petr Januš relata cómo llegó a descubrir esta joya de la literatura hispanoamericana, que va más allá de las apariencias.Nos lo recomendó un hispanista, amigo nuestro. Cuando se puso a leerlo, se quedó muy entusiasmado. Sin embargo, unos días más tarde nos dijo que no merecía la pena publicarlo, ya que estaba esperando que en la novela pasara algo y no pasaba nada. Y más tarde volvió arrepentido, diciendo que todo había cambiado y que era una obra extraordinaria. Entonces, nos pusimos a buscar más información sobre el autor, y ya que nos parecía un tema tan interesante, no vacilamos en traducirlo. 

Aunque coetáeno de los escritores del boom latinoamericano y anticipando en su obra extraordinarios métodos narrativos característicos para esta generación, Antonio di Benedetto es un autor casi desconocido entre lectores checos, al igual que a nivel europeo.

Según señaló la hispanista Anna Housková, algunos lo atribuyen al carácter personal del autor, ya que se apartaba de la vida pública, impidiendo así la promoción de su obra, algo que también le dificultaba su residencia en la provincia de Mendoza, ya que la vida literaria se centraba en la capital argentina.

Sin embargo, los críticos no dudan de la originalidad y excepcionalidad de su novela Zama, que se considera su mejor obra. Por su extraordinaria invención literaria, acompañada de imágenes inolvidables y la invención literaria, hay quien la compara con obras existencialistas de Albert Camus o Jean Paul Sartre. En cuanto al panorama literario hispanoamericano hay relación con la obra de Julio Cortázar, Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato. Su estilo narrativo único, y una variedad de nuevos métodos compositivos forman los elementos más destacados de su obra.

La novela Zama retrata diez años de una historia absurda en la que se ve envuelto un ˝asesor letrado“ de la corona española, que fue trasladado desde Buenos Aires a una zona inespecificada, situada en el Virreinato de la Plataa finales del siglo XVIII. La vida del protagonista está rodeada de una gran espera. Desde la espera de que por fin le paguen el sueldo, que le trasladen a un lugar no tan lejano de su familia hasta la espera de cambiar su destino en general. La resultante frustración de esta espera infinita le va paulatinamente destrozando hasta llevarle a perder su propia identidad.

Aunque el argumento se desarrolla en una época situada dos siglos atrás, el tema sigue siendo muy actual. Según destacó la catedrática Anna Housková, es precisamente la ubicación de la trama a una época histórica, la que indica la inmortalidad de algunos temas. “Está situado en una colonia a finales del siglo XVIII, lo cual no importa en cuanto al género de una novela histórica. No lo es. Más bien se trata de ver este temade lo que tiene uno en sí mismo, de las posibilidades de la existencia humana, es eterno.

Hay aspectos bastante interesantes de lo americano. Se distingue quien es el español y quien es el americano. Además, la última parte tiene lugar en una zona de las misiones. Se ven ciertas consecuencias de la expansión y la cristianización europea. Es una visión muy escéptica en cuanto al ser humano y en cuanto la civilización occidental, pero a su vez hay una cierta confianza en la energía y en la vitalidad de la vida”.

Esta vitalidad es un elemento que según la profesora Housková hace su estilo diferente del del escritor Franz Kafka con cuya obra también muchos críticos comparan esta novela de Benedetto. Aunque sí comparte con este escritor un estilo de narración que no se implica en el argumento, y observa el destino del protagonista.

Aunque el argumento no es precisamente rico en acción, no impone que en la novela se dé desde el principio hasta el final una gran dosis de tensión. Esta llega a su cumbre en el momento, cuando el argumento se traslada inesperadamente de un ambiente burocrático hacia la selva amazónica, que está descrita de una manera extraordinaria y muy plástica. Según Anna Housková, la omnipresente tensión en la novela no se debe solamente al hecho de que el protagonista no deja de ser amenazado por algún peligro, sino que es también el efecto del extraordinario lenguaje utlizado que despierta tirantez en el lector. En esta novela lo más interesante para mí es su lenguaje lo cual en la literatura es siempre, pero en este caso es un texto conciso, muy transparente y a su vez hay una polisemia extraordinaria. El tema es aparentemente sin acción, pero en realidad todo el tiempo hay algún peligro, que acecha. Hay alguna tensión”.

Según prosiguió la profesora, este lenguaje polisémico puede recordar al de la literatura española del Siglo de Oro, encubriendo en sí además todo un mundo mágico. Y precisamente este lenguaje complicado puede ser una de las razones de por qué Antonio di Benedetto no ha llegado a lectores checos hasta la actualidad. Las rebuscadas y a veces arcaicas expresiones, incorporadas además en una métrica típica para poesía pudieron ser el motivo de los numerosos rechazos por parte de traductores checos de sacar a la luz esta joya de la literatura hispanoamericana. Sin embargo, el valiente traductor y diplomático Jan Hloušek se enfrentó finalmente al desafío, que consiguó llevar a cabo tras un año de trabajo. Para mí ha sido una tarea exhaustiva, ya que la lengua de esta novela es muy elaborada e insólita, es una especie que no se puede encontrar en la literatura latina de este siglo. Además es una novela de tipo que poco se puede comparar con otros escritores europeos y latinoamericanos. En los primeros minutos me faltapa el ímpetu para iniciar este trabajo tan arduo, pero más tarde me encontré una satisfacción personal. Es algo comparable con un escritor checo, Vladislav Vančura. Escribía novelas con expresiones y estilo arcaizante. En cierto sentido, de mismo modo se puede hablar, se encuentra un estilo arcaizante en la obra de Antonio di Benedetto".

Según agregó Jan Hloušek, está en espera que los lectores encuentren en esta obra literaria una joya. Sin embargo, según el editor Pavel Januš, acercar al público checo una novela así no siempre resulta una tarea fácil. La gente aquí necesita que se le recomienden las obras que leer. Cuando Bolaño tuvo éxito en los Estados Unidos, luego fue también vendido aquí. Así que en cuanto Benedetto sea publicado en inglés y se haga famoso en los Estados Unidos, a lo mejor lo leerán también los lectores checos. El lector checo está desorientado. No sabe qué voz es relevante para leer una buena literatura. Creo que es algo general, resultado de la publicidad omnipresente del espacio público. No es excepcional, pero sí muy sofocante”.

El escritor y periodista Antonio di Benedetto nació en 1922 en Argentina. Su obra narrativa fue galardonada con varios premios nacionales e internacionales. Sin embargo, según su compatriota, el escritor Juan José Saer, Argentina sigue teniendo una gran deuda con él.

¡Leanlon que éste se la sabe lunga!

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El 7 de abril pasado, Eduardo Parise publicó en Clarín la siguiente nota, donde se refiere a una serie de expresiones, típicas de Buenos Aires, cuyo significado, sin embargo, no es evidente para toda la lengua castellana.

Breve diccionario de frases que decimos
sin saber de dónde vienen

Son tan clásicas que uno suele repetirlas, con tanta naturalidad, que muchas veces se aplican como si fueran el programa automático de un moderno lavarropas. Es verdad: uno sabe qué significan y qué se quiere representar al decirlas. Pero, por lo general, se desconoce su origen. Son esas frases populares que andan de boca en boca desde hace mucho y que también son parte del habla de la Ciudad. Lo que sigue es una breve lista de algunas de esas frases y la historia de sus orígenes.

Le metieron la mula”. Se traduce como le hicieron trampa. O hacer trampa “metiendo la mula”. Viene de los tiempos en que los carreros llegaban con su carga al mercado. Para saber cuánto pesaba la mercadería, subían con su carro a una gran balanza, después se descontaba el peso del carro vacío y así se sabía la diferencia. Pero algunos, en el pesaje, solían hacer que la mula que tiraba el carro pisara un poquito la balanza para agregar algunos kilos. Es decir: metían la mula.

Sin decirle agua va”. Algo que ocurre por sorpresa, sin ningún aviso previo. La cuestión tiene que ver con una vieja costumbre de la época colonial, que llegó a Buenos Aires con los españoles. Por las noches, en las casas solía juntarse la orina en vasijas que estaban en los dormitorios. Y a la mañana, para deshacerse de esos líquidos, se los arrojaba a las calles de tierra por una ventana. Por lo general, la operación se advertía previamente con un grito: “agua va”.

A cada chancho le llega su sanmartín”. Significa que a todos los alcanza algún momento de sufrimiento. Para algunos el origen tiene relación con el día de San Martín de Tours (11 de noviembre), un santo de origen francés, patrono de Buenos Aires. Cuentan que en esa fecha del otoño europeo era habitual carnear un chancho o comer carne de ese animal. Otros sostienen que “sanmartín”, era el nombre de un filoso cuchillo que se usaba para trozarlos.

Por interés baila el mono”. Se aplica para definir a quienes hacen todo para lograr un beneficio, ya sea económico o de otro orden. Viene de los tiempos en que los antiguos organilleros que andaban por la calle llevaban a un monito, atado con una larga cadena. El animal solía bailar al compás de la música. Al final de cada interpretación, el mismo mono solía pasar un jarrito metálico para que los espectadores dejaran alguna moneda.

Estás papando moscas”. La expresión se suele utilizar para aquella persona que está distraída, mirando sin mirar y con la boca abierta. Papar es un viejo verbo que casi no se usa y que significa masticar algo blando. Y cuentan que en la catedral de Burgos, en España, hay una figura humana con una cara algo grotesca. Colocada sobre un gran reloj, hace sonar la campana que marca las horas, mientras abre y cierra su boca. Lo conocen como “el papamoscas”.

Este no quiere más lola”. Alude a aquella persona que se rindió a cumplir con determinado proyecto o que ya no tiene fuerzas para seguir con un objetivo. Cuentan que el origen viene de que en los hospitales a los enfermos se les solía dar una galletitas marca Lola, que fabricaba Bagley. Dicen que su elaboración era tan cuidada y sin agregados artificiales que por eso la recomendaban los médicos. Sin embargo, cuando uno de esos pacientes moría, algunos aplicaban la frase para definir el trágico final. Es un clásico porteño.

Por supuesto que hay muchas más y que el ingenio popular siempre aumenta la lista. Y hasta se han recopilado en libros como el titulado “Del dicho al hecho”, que editó el profesor Esteban Giménez. Entre las más curiosas hay una que se usa mucho entre los artistas para el día del estreno. Se les desea “mucha merde”. Viene de los tiempos en que la gente iba a los teatros con carruajes tirados por caballos. Pero esa es otra historia.

De cómo Tusquets malogró a un autor y a dos traductores por la ineficiencia de sus editores

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Andrés Ehrenhaus se le dio por revisar una traducción de Henri Michaux hecha por Jorge Luis Borges e intervenida por Cristobal Serra a instancias de Tusquets Editores y resulta este artículo que desafía la necedad de los editores y pone las cosas en su lugar... o, al menos, en algún lugar.

Michaux, Borges, Serra, reevangelizados
  
Los otros días, por razones que no vienen a cuento (y que, conociéndome, suelen ir de lo azaroso a lo inoperante), me puse a revisar la segunda edición de Un bárbaro en Asia, el maravilloso diario de viaje hipermétrope de Henri Michaux traducido, anuncia la portada de Tusquets Editores, por J. L. Borges. En la página del título, debajo de este insistente anuncio: “La traducción de la primera edición francesa es de J. L. Borges”, se añade un curioso párrafo aclaratorio: “La adaptación al castellano de la edición revisada y corregida por el autor en 1967 es de Cristóbal Serra”. Cristóbal Serra, mallorquí nacido en 1922, era un autor de los que en España se cataloga de “raros”, algo de lo que dieron cuenta incluso los obituarios cuando Serra hizo, a los 89 años, lo que Evaristo Carriego: “Muere Cristóbal Serra, el raro más raro de nuestras letras”, reza el títular de El Cultural del 6 de septiembre de 2012. Con esta taxonomía al uso, habitual en un medio literario que es alérgico y desconfiado por naturaleza, se suele purgar toda responsabilidad de sordera y ningunismo, como si fuera un consuelo ser ignorado por raro, o como si catalogar de raro más raro fuera algo que decir y no una fórmula vacía de compromiso, toda vez que siempre habrá lugar para el “raro más raro + 1”, y así sucesivamente, en la interminable secuencia infinitesimal del ninguneo.

Algo del germen de esa raridad ulterior que urticó a la crítica se atisba en las honradas palabras del mismo Serra: "Mi literatura no es una literatura de género. Para mí, los géneros no tienen fronteras definidas, sino que se interfieren, un fenómeno, por otro lado, característico de la modernidad literaria. Piense en el ocaso del verso a partir de Rimbaud. Ya no existen fronteras delimitadas entre prosa y poesía. El género no tiene en mí un carácter absoluto, de ahí la dificultad en clasificar mis libros. El mío es un libro de espacios trabajados, una literatura salteada y continua. Yo pertenezco a los fragmentarios como Montaigne o De Maistre. Una literatura que, como el periodismo, informa, pero a diferencia del periodismo posee una estética que, en mi caso, es la inventiva. No tengo nada en contra de la novela, sino del novelismo, de la exigencia de que todo lo escrito tenga carácter narrativo. ¿Por qué? Yo hago lo que hicieron los Evangelistas con Jesús, ese héroe discontinuo de los Evangelios" [citado por Vicente Luis Moras, Diario de Lecturas, septiembre de 2012].

No sé la crítica literaria y otros oficios culpófilos, pero la pequeña historia de la traducción tiene a Serra por un operador nada “raro” sino más bien prolijo, atento y aguerrido, con una lista envidiable de autores trasladados, como hizo Eneas con Anquises, a sus espaldas: Swift, Butler, Bloy, Blake, Jacob, Melville, Emerson, Lao Tse, Chuang Tsu (estos dos diría que pasados por el francés) y el propio Michaux, cuya traducción de Ecuador en la antedicha editorial Tusquets le pertenece. Dotado de tales antecedentes, es decir, de la rara virtud de la rareza literaria y de un buen ramillete de traducciones de fuste, no sorprende que en Tusquets delegaran en él la tarea de revisar la edición de Un bárbaro en Asia que Michaux había decidido revisitar treinta y cinco años más tarde y a la que no había, según se lee en el prólogo, hecho apenas “otra cosa que corregir cuatro nonadas”. Lamentablemente, no hay en esta segunda edición de Tusquets una nota del editor o del corrector/adaptador que aclaren qué parte de la traducción debemos enrostrarle a J. L. Borges y qué parte a Cristóbal Serra. Para despejar esta duda, al lector obsesivo compulsivo (o, como es mi caso, meramente curioso), no le queda otra que ir a la nueva edición francesa, cotejarla con la antigua y, luego, buscar en la española aquellos pasajes en los que se reflejan (o deberían reflejarse) los cambios originales; y aún así, uno no sabría a ciencia cierta a quién atribuir la traducción cuya autoría borgiana la editorial se apresura por destacar en cubierta.

Si volvemos a la aclaración de la página de títulos, donde se afirma que lo que pertenece a Serra es la “adaptación al castellano de la edición revisada y corregida” (cursivas mías) por Michaux, el misterio se ahonda. ¿Qué diferencia hay, para el editor responsable del volumen, entre “traducción” (atribuida a Borges) y “adaptación al castellano” (atribuida a Serra)? Porque, ¿en qué quedamos: tradujo Serra los pasajes y correcciones de la segunda edición o sólo los adaptó al castellano? ¿Y qué hizo con el resto? ¿No tocó una coma? ¿Podemos suponer entonces que los leísmos, el uso del vosotros como segunda persona del plural y la conjugación correlativa, así como algunas decisiones lexicográficas y prosódicas dispersas corresponden a la castellanizaciónde la segunda versión, en cohabitación con la traducción de Borges? ¿Tradujo Borges al castellano o al español? ¿Quién trazó la línea y dónde? Porque abundan en el texto lo que en la edición española se suele estigmatizar claramente como argentinismos: prolijo en el sentido de ordenado y no de prolífico, escribano en lugar de notario, laucha por ratón, manteca por mantequilla, diferencias yo diría que idiosincráticas en el regimen proposicional, incluso alguna errata pudenda clásicamente argentina: ¿pudo Borges decantarse por eruptado para evitar la grosería del participio correcto?

Ojo, amigos. Que nadie se deje llevar por la maledicencia. Acá no estamos juzgando la calidad de una traducción o de una adaptación o del mish mash resultante sino tan sólo poniendo en tela de juicio la intención del editor y, por tanto, su responsabilidad lingüística y, en mayor medida, cultural, en lo que a ellas respecta. ¿Qué le encomendó exactamente Tusquets a Serra? ¿Quién en la cadena de edición no reparó en que trufar de leísmos una bomboplatillada traducción de J. L. Borges era un despropósito o, cuando menos, una mala broma borgiana? ¿Por qué se le tendió a un escritor y traductor honesto como Cristóbal Serra una emboscada tan inelegante? ¿Acaso porque se atrevió a identificarse (en cuanto a metodología narrativa) con los evangelistas? ¿Fue él el trufador de leísmos y vosotrismos o ya venía castellanizada la primera edición traducida por Borges? ¿A quién le sirve un libro en el que se encuentran y desencuentran sin concierto dos variantes de una lengua cuando el original está escrito en una única variante? ¿Hasta dónde, Catilina, puede llegar la naturalidad con que se reevangelizan (en cuanto a metodología correctiva), a veces distraídamente y otras con férrea convicción, los textos que produce el Otro, aún cuando ese Otro es tan reconocible como para funcionar a modo de reclamo en cubierta?

Perdemos la inocencia al advertir con desencanto que no leemos a Michaux cuando leemos una traducción de Michaux sino que leemos a Michaux traducido por X. ¿Qué perdemos entonces cuando advertimos con estupor que tampoco leemos del todo la traducción de X?

Noam Chomsky y el inglés caradura

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El escritor uruguayo, Jorge Majfud (Tacuarembó, 1969) enseña en el College of Arts and Sciences de la Jacksonville University. Ayer, 10 de abril, publicó la siguiente columna de opinión en la contratapa del diario Página 12, de la Argentina. Aunqueparezca rara su inclusión en este blog, hay que señalar que, finalmente, trata sobre la utilización de las palabras, ese instrumento del que nos servimos, entre tantos otros, los traductores.

Noam Chomsky y Tony Blair
se cruzan en el aeropuerto

En octubre pasado, Noam Chomsky dio una conferencia en la Universidad de Florida titulada Policy and Media Prism (Las políticas y el prisma mediático). Durante más de una hora, con su voz pausada y su incansable osadía de desarticular narraciones oficiales, Chomsky analizó el uso del lenguaje en la prensa tradicional, la información mutilada con fines políticos por parte de los medios que repiten y ocultan como estrategia para crear o justificar una realidad. “Si el público estuviese realmente informado no toleraría algunas cosas”, comentó. Al menos parte del público.

Si los estudiantes de lingüística lloran por la complejidad de sus teorías, por lo hermético y abstracto de algunas de sus explicaciones, el público general que asiste a sus conferencias no puede decir lo mismo: nada hay en ellas de abstracto; cada una de sus afirmaciones es concreta y precisa. Se puede estar en completo desacuerdo con las interpretaciones que hace Chomsky de la realidad, pero nadie puede acusarlo de ser elusivo, cobarde, complaciente o diplomático.

Rara vez se puede decir lo mismo de un líder mundial. Si sus acciones son bien concretas, sus justificaciones abundan en la vaguedad y la distracción, cuando no son meras construcciones verbales. Lo cual no deja de ser una trágica paradoja: aquellos profesionales de lo concreto son especialistas en crear mundos virtuales, construidos en su casi totalidad de palabras. Son ellos los más importantes autores de ficción de nuestro mundo.

Exactamente 24 horas más tarde y a unos pocos kilómetros de distancia, el ex primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, dio su conferencia en una sala del Florida Times Union de Jacksonville. El día anterior recibí en mi oficina a alguien (un prodigio europeo al que estimo mucho y que conocía al líder británico) con una invitación especial para asistir.

En una elegante sala, Tony Blair se extendió por casi dos horas. A diferencia de Chomsky, Blair no bombardeó a los presentes con observaciones incómodas, sino con frases prefabricadas, complacientes hasta la indigestión, más una plétora de lugares comunes capaces de provocarle pudor hasta a un estudiante de secundaria. Todo sazonado con una dosis tóxica de bromas, algunas muy ingeniosas.

Ni siquiera tuvo un momento de autocrítica cuando alguien le preguntó si no se había sentido humillado por el fiasco de la guerra en Irak. Después de pensar por varios segundos, o fingir que pensaba para la risa de los que estaban allí, repitió el mismo menú de siempre: “Hay momentos en que un líder debe tomar decisiones difíciles...”. Una y otra vez, con palabras diferentes. En ningún caso consideró que el presidente o el primer ministro de una potencia mundial siempre tienen que tomar decisiones difíciles, que para eso están, pero que el hecho de que la decisión sea difícil no significa que estén excusados de cualquier error.

No obstante, ésta fue y ha sido repetidamente la actitud del ex premier británico: ni una sola vez en la noche tuvo una palabra de arrepentimiento, de autocrítica. Por el contrario, la misma soberbia de siempre: nosotros somos los que salvamos y cuidamos al mundo, los que debemos educar a las nuevas masas de jóvenes (los cambios demográficos fue uno de los temas que parecían preocuparlo especialmente) y somos tan buenos que hasta toleramos a los primitivos que no entienden lo que es una democracia. Nunca, jamás, el reconocimiento de toda la brutalidad antidemocrática de la que fueron capaces.

Ni una palabra que aceptara la posibilidad de algún error. El propio George Bush, con todas sus limitaciones intelectuales, llegó a reconocer que la guerra había sido lanzada en base a información errónea. Un error, compadre. El propio José María Aznar, con sus limitaciones intelectuales, llegó a reconocer sus limitaciones intelectuales. “Tengo el problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido antes”, dijo en 2007 sobre los argumentos erróneos que se usaron para lanzar al mundo a una guerra de diez años.

El más dotado intelectualmente de la Santísima Trinidad que desencadenó el armagedón que costó cientos de miles de vidas y el descalabro económico, Tony Blair, en cambio, nunca tuvo este atisbo de humildad. Por el contrario, más de una vez repitió esa noche que no se arrepentía de nada. Su rostro parecía estar de acuerdo con sus palabras, que nunca alcanzaron el mínimo de autocrítica. Casi me daba la impresión de estar ante el Mesías, de no ser por su vocación de comediante: “Desde que dejé de ser primer ministro en 2007 he ido a Jerusalén más de cien veces. Mi esposa me dice que lo que cuenta no es la cantidad de veces que he estado allí, sino la cantidad de progreso que haya logrado en el conflicto. A veces ella no me estimula demasiado”.

Ninguna autocrítica. Ninguna palabra de arrepentimiento. Ninguna muestra de imperfección humana. Sólo una broma tras otra, como si en realidad de eso se tratase su trabajo: hacer reír al público, como en algunos circos del siglo XIX se hacía reír a los asistentes usando anestesia.

Es interesante que a los intelectuales disidentes se los califique invariablemente de radicales por el mero uso de palabras, mientras que a los líderes que sumergen en la guerra a pueblos enteros se los considere responsables y moderados. Seguramente la respuesta es la del comienzo: la realidad está hecha de palabras, aunque otros la sufren con los hechos. El divorcio y la contradicción entre realidad y palabra no sólo es una forma de justificar los hechos pasados sino, sobre todo, la mejor forma de preparar los que vienen.

Esto, que debería llamarse dictadura, se llama democracia. El problema, entiendo, está en la democracia, pero no es la democracia. Hay esperanza: todavía se puede estimular la crítica, ese motor original de la democracia, aunque sea con abono. Tiemblo de sólo pensar en el día que nos falte Noam Chomsky, ese gran amigo, ese gladiador de nuestro tiempo. Porque los Tony Blair van a sobrar. Eso es seguro.

No, Chomsky y Blair no se cruzaron en el aeropuerto de Jacksonville. Me reservo las palabras del primero sobre ese hipotético encuentro.



Mientras Andrés Neuman piensa cómo se llama la maniobra que había que hacer, su traductor se ahoga con un pedazo de bife en Oklahoma

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Andrés Neuman y George Henson
La siguiente entrada, poco menos que increíble –pero a Andrés Neuman le pasan estas cosas– fue publicada el pasado 4 de abril en el blog Microrréplicas, que es una suerte de bitácora sobre dónde anda la cabeza del agudo Andrés en cuestión. 

Speechless

Mientras cenábamos en espera del discurso final del Puterbaugh Festival, los comensales repartidos en floridas mesas como en las bodas, media Oklahoma masticando con moderada ebriedad, corbatas, pajaritas, escotes y collares, mi traductor George Henson soltó de golpe sus cubiertos y comenzó a toser y jadear y retorcerse. Intentó ponerse en pie, trastabilló, volcó dos vasos. Con los ojos muy abiertos, progresivamente enrojecido, movía los labios sin articular palabra. Enseguida apareció un profesor de lengua que alzó en brazos al corpulento George, con una facilidad menos atribuible al gimnasio que a la desesperación, y se puso a aplicarle violentos apretones. George no parecía reaccionar. Su mirada adquirió cierta fijeza vítrea, como la fotografía de un espanto. Sus facciones dejaron de temblar. El rubor de las mejillas dio la impresión de opacarse. Cuando lo tumbaron en el suelo para masajearle el pecho, di dos pasos atrás, intentando abarcar la desgracia, y me preparé para la aguda simpleza de lo peor. Los zapatos de mi traductor asomaban, divergentes. El silencio de la sala era quirúrgico. Noté cómo las lágrimas me pinchaban los ojos. Entonces las piernas de George se flexionaron, se lo oyó regurgitar, aullar, y finalmente se incorporó. La sala se elevó con él en un suspiro. Un bocado de carne le colgaba de la solapa, al modo de una rosa quemada en el ojal. En cuanto recuperó el aliento, miró a su alrededor y dijo con asombrosa calma: «I’m afraid I was enjoying too much my dinner». Corrí a abrazarlo. El profesor de lengua se retiró con la discreción calculada de los salvadores. Los invitados regresaron a sus mesas y la cena se reanudó. Además de reordenar nuestras prioridades, George nos recordó drásticamente otras tres cosas. Que los traductores merecen mucha más atención de la que suelen recibir. Que de ellos depende la respiración del relato. Y que, si algún día nos faltasen, de pronto el mundo entero se quedaría sin palabras.


Olivia de Miguel conversó con Marietta Gargatagli

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Ayer tuvo lugar una nueva reunión del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires y nos dimos el lujo de contar con Olivia de Miguel y Marietta Gargatagli. Ambas hablaron sobre la enseñanza de la traducción y su factibilidad, las diferencias que constituyen la figura del traductor en España y Latinoamérica, los traductores escritores y los traductores de oficio y otras cuestiones igualmente interesantes, tal como puede verse en este link: http://www.ustream.tv/recorded/46162187

Nacida en Logroño (La Rioja, España), Olivia de Miguel Crespo es licenciada en Filología inglesa y doctora en Teoría dela Traducción por la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde 1992 hasta 2013 ha sido profesora de traducción literaria en la Facultad de Traducción de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Desde 2001 es directora del Máster en  Traducción Literaria y audiovisual del IDEC/Pompeu Fabra. Desde hace unos años dirige también la versión on line del postgrado en traducción literaria del Idec/Pompeu Fabra. Ha dirigido la colección de literatura “Palabra de Mujer” de la editorial Global Rhythm Press. Es vicepresidenta de la Asociación de traductores ACEtt. Ha publicado Antología y Traducción de la poesía de Marianne Moore: una propuesta metodológica para la reescritura del discurso modernista norteamericano (Universitat Autónoma de Barcelona, 1998). Asimismo, Paradoja y genio: aforismos de Oscar Wilde (EDHASA, Barcelona, 1993), Poesía completa de Marianne Moore (Ed. Lumen, Barcelona, 2010), El despertar y otros relatos de Kate Chopin (Ed. Alba. Barcelona, 2011), Seis a-conferencias, de e.e cummings (Ed. Elba, Barcelona 2011),“La balada de la cárcel de Reading” en De profundis y otros escritos de la cárcel, de Oscar Wilde (Random House Mondadori, Barcelona, 2013), Ensayos de Henry James. (Ed. Lumen, Barcelona 2014), además de volúmenes de Joan Didion, Willa Cather, Edward W. Said, G.K. Chesterton, George Orwell, etc.

Marietta Gargatagli, profesora emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona, profesora del programa del Doctorado de Teoría Literaria y Literatura Comparada dela Universidad de Barcelona y del Postgrado on line de Traducción Literaria y audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Autora y coautora de artículos y libros sobre crítica literaria, traducción e historia de la traducción. Entre ellos: Borges y la traducción (UAB, 1993); La traducción en América Latina, Buenos Aires, Paidós/Typa, Buenos Aires, 2012; El tabaco que fumaba Plinio (con Nora Catelli, Serbal, 1998); Escrituras de la traducción hispánica (Universidad Austral de Chile, 2009); École, culture et nation (Université Paris X, 2005); Los traductores en la historia (Antioquía, 2005/Editions Unesco). Codirige 1611. Revista de historia de la traducción. Ha traducido, entre otras obras, Cartas del fervor de Jorge Luis Borges.


El Salon du Livre de París 2014 (I)

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Durante el mes de marzo pasado, la Argentina fue el país invitado al cada vez más alicaído Salon du Livre de París. Éste, que hace algunos años se extendía por dos semanas, se fue encogiendo y de diez días pasó a cinco, con la consiguiente merma de público. Digamos que, pese a sus 34 años de existencia, es una manifestación más de las tantas que celebran en Francia, acaso uno de los países más lectores de la tierra, de la literatura propia y extranjera.

Esta última mención no es menor. Las cifras encuestadas por  el Observatoire de l’économie du livre du Service du livre et de la lecture de la DGMIC para los años 2011-2012 (que pueden ser leídas aquí: file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Chiffres-cles_Livre_2011-2012%20(1).pdf), hablan a las claras de la cantidad de títulos que se publican en Francia cada año  70.109 títulos en 2011 (o sea, +4,2% respecto de 2010) y 72.139 títulos en 2012 (vale decir, +2,9% respecto de 2011), en ambos casos, con tiradas promedio de 7.630 ejemplares.

Corresponde asimismo señalar que, del total de libros vendidos, en 2011 hubo un 15,9% (equivalentes a 10.226 novedades traducidas) y, en 2012, un 17,3% (que se corresponden con 11.313 nuevas traducciones). De acuerdo con las estadísticas del año 2012, estos son los títulos y porcentajes sobre el número total de traducciones:
1) inglés: 6.653 títulos, o sea un 58,8% del total),
2) japonés: 1.191 títulos (10,5%),
3) alemán: 5.754 títulos (6,7%),
4) italiano: 5.554 títulos (4,9%),
5) castellano: 5.403 títulos (3,6%),
6) lenguas escandinavas : 5.242 títulos (2,1%),
7) ruso: 5.117 títulos (1,0%),
8) neerlandés: 5.102 títulos (0,9%),
9) árabe 5.191 títulos (0,8%),
10) coreano 5.187 títulos (0,8%).

De todos estos números vale la pena retener que los 5.403 títulos publicados en 2012 corresponden a todos los países de lengua castellana, lo cual constituye una cifra ínfima respecto del total. Y no es que Francia no haya hecho bien las cosas. De hecho, el Administrador de este blog, realizó en 1985 una investigación sobre libros de autores argentinos traducidos en Francia entre 1890 y 1984. La lista, que se apoyaba en investigaciones previas (como la tesis de doctorado de Sylvia Molloy, por ejemplo), se completó con una serie de entrevistas con Héctor Bianciotti (a la sazón, responsable de la parte de castellano de Gallimard), Severo Sarduy (con igual puesto, pero en Le Seuil), Laure Bataillon (una de las más activas traductoras del castellano en Francia), etc. El resultado no pasaba los 250 títulos.

Esas mismas estadísticas fueron reforzadas algunos años más tarde, cuando Jean-Yves Merian creó Les Belles Etrangères, una manifestación que consistía en invitar a Francia a un grupo considerable de escritores de un país determinado (sin la mediación de las secretarías o ministerios culturales de los países en cuestión, lo que aseguraba una mayor transparencia) para que los autores elegidos se presentaran en toda Francia, impulsándose de ese modo la política de traducciones al francés. Toda Latinoamérica y España fueron invitadas a lo largo de varios años, y el número de libros traducidos efectivamente creció.

Luego, se acabó la imaginación y sólo quedaron las ferias del libro, entre ellas, el tan cacareado Salon que, con más pasado que presente, se convirtió en una suerte de mínima vitrina si se lo compara con, por ejemplo, las grandes ferias como Frankfurt, Guadalajara o Londres, acaso las tres más importantes de Occidente.

Ahora bien, a no engañarse: las ferias del libro no son lo que impulsa la literatura, sino apenas un negocio. Principalmente, para quienes las organizan. Cualquier país que disponga de dos, tres o cuatro millones de euros –las tarifas varían de feria en feria– puede ser invitado y disfrazar la inversión de homenaje ajeno, aunque es pagano por uno mismo. A decir verdad, se trata de un  curioso homenaje donde todo está pautado, desde el precio del metro de stand, al valor de las pantallas o teléfonos que en él se instalen, los traductores (si fueran necesarios), los botellones de agua, los vasitos, y así sucesivamente hasta llegar a los clips.

En 2011, el Salon, que ese año “homenajeaba” a Escandinavia, decidió tener como ciudad invitada a Buenos Aires. Hubo una nutrida delegación de escritores y, al menos desde el punto de vista del público, fue un éxito. Un año después, el Ministro Hernán Lombardi decidió repetir, esta vez poniendo el énfasis en humoristas e historietistas, y también hubo una buena acogida a los argentinos. Y en 2013, con el acento puesto en los 30 años de democracia en la Argentina y en la poesía nacional, hubo nuevamente una muy buena recepción. Fue justamente ese año, en que el presidente François Hollande y el ex Ministro de Cultura Jacques Lang pasaron por el stand porteño a saludar a Lombardi, cuando se vio a Jorge Coscia, Secretario de Cultura de la Nación, deambulando por los pasillos del Salon con la foto que se había sacado con la Ministra de Cultura francesa, sellando el compromiso de la invitación al Salon en 2014. Dicho de otro modo, todo parecía ser cuestión de tener una foto y que esa foto rebotara en la prensa local, aunque la suma que se fuera a invertir superara enormemente lo que había gastado en todos los años anteriores juntos el Ministerio de Cultura de la Ciudadde Buenos Aires. En una y otro caso, aclaramos que se trata de dinero público; vale decir, el recaudado con nuestros impuestos.

Para muchos de los editores franceses, fue una operación más que conveniente: la Argentina pagó para que los escritores que ellos ya habían publicado se hicieran presentes en Francia y participaran en lanzamientos, mesas redondas y demás manifestaciones públicas, sin tener que invertir prácticamente nada. En otros casos, se trataba de tentar a hipotéticos editores para que, acaso deslumbrados por algún autor que no conocían, fueran a publicarlo. Pero, una de dos: el deslumbramiento se produce porque existió una lectura previa (puede tratarse de un informe de lectura, por ejemplo), o porque el autor, dominando perfectamente el francés, fue capaz de una performance extraordinaria que despertó curiosidad sobre lo que escribía. Y no se discute aquí sobre quién fue y quién debió ir (ese capítulo, aún no cerrado, ya tuvo suficiente eco en la prensa internacional), sino sobre la correcta evaluación de lo que le significa para el erario público esta curiosa aventura un tanto provinciana, cuyo reflejo parece fundamentalmente destinado a deslumbrar más a los argentinos que, en este caso, a los franceses.

Si bien es más que comprensible que quienes se beneficiaron con el viaje estén contentos y así lo digan (al fin y al cabo, Salon o no Salon, París es una ciudad deslumbrante), lo que hay que preguntarse es si como política pública tuvo sentido. Porque, al fin y al cabo, el hecho de que los libros de autores argentinos se exhiban en las vidrieras de las librerías (algo que, más discretamente, pasa todo el año) o que algunos de los invitados hayan pasado por la radio, no cambia nada. Más bien entra en las generales de la ley hasta que, para la semana siguiente, los diarios y revistas comenten la megaexposición de bonsai venida desde Japón, o el encuentro de coleccionistas de estribos mongoles, o la presentación del Ramayama con subtítulos en francés. Ésa es la dinámica, no otra.

Sin embargo, como contrapartida, el Programa Sur de ayuda a la traducción, surgido en el seno del mismo gobierno que propició la cruzada –pero no en el marco de la Secretaría de Cultura, sino de la Direcciónde Cultura de la Cancillería– con muchos menos recursos y mucha más inteligencia sigue abonando la publicación de autores argentinos en el exterior. Dicho de otro modo, su presencia en foros internacionales tiene un valor inestimable, aunque no precisa viajar con más de cuarenta personas.

Finalmente, dado que la cobertura mediática publicada en los diarios argentinos dio cuenta de un número limitado de actos, este blog le ha solicitado a una serie de participantes y testigos de lo ocurrido en París que comentaran sus impresiones para completar la imagen. Es eso lo que se publicará en los próximos días.

Jorge Fondebrider

El Salon du Livre de París 2014 (2)

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Paula Klein
El 25 de marzo pasado, Paula Klein, investigadora asociada a la Bibliothèque Nationale de Francia, publicó una crónica desde París, en el blog de la librería y editorial Eterna Cadencia. Allí cuenta lo que pasó en las mesas “Literatura emergente” y “Los escritores argentinos en la coyuntura internacional” en las que participaron los escritores Miguel Vitagliano, Selva Almada, Lucía Puenzo, Pía López, Martín Kohan, Samantha Schweblin y Leandro Ávalos Blacha.

Literatura argentina anti for export


Entre el 21 y el 24 de marzo las letras argentinas recibieron todos los honores en el Salón del libro de París. Una Babel de lectores ávidos de entender por qué esta literatura está hoy en el centro de la escena literaria internacional inundó el stand de la Argentinaubicado en el inmenso predio de la Porte de Versailles. Las actividades previstas por el centenario de Cortázar, los homenajes y mesas de discusión en torno a la obra de Gelman, Borges y Saer atrajeron, como era de esperarse, una cantidad considerable de lectores. Pero también resultó significativo el interés que la literatura que los franceses llaman “del extremo contemporáneo”, suscitó entre los visitantes del Salón. Varias mesas redondas se propusieron reflexionar acerca de las causas de la creciente proyección internacional de las letras argentinas.

Los escritores invitados al Salón recordaron, en varias ocasiones, la crisis que atravesó la industria editorial argentina en los años 90 como una de las paradójicas causas de la riqueza y la variedad que se refleja en los catálogos de las pequeñas y medianas editoriales argentinas.

Samanta Schweblin (Premio Juan Rulfo por La pesada valija de Benavides, 2010) describió así la particular configuración que dio lugar al boom de editoriales independientes tras la crisis de 2001. De una parte –afirmaba Schweblin– “había una demanda creciente de parte de los lectores por el encarecimiento de los libros importados”, prácticamente inaccesibles después de la devaluación. La crisis veía nacer, por otra parte, la primera camada de flamantes egresados de la carrera de edición. Verdes, quizás. Pero voluntariosos.

La aparición de unas 150 editoriales independientes forma hoy parte del saldo positivo de la crisis. Adriana Hidalgo, Eterna Cadencia, Caja Negra, Mar Dulce, Eloísa Cartonera, Entropía, Pánico el Pánico, son sólo algunas de las incontables editoriales que eligen publicar autores que los grupos más grandes rechazan.

Al mismo tiempo, el diálogo entre escritores, editores y lectores dejó en claro que el auge de las editoriales argentinas independientes (“¿independientes de qué?” preguntaba, con ánimo discutidor, un asistente a la mesa sobre los escritores argentinos en la coyuntura internacional) durante los últimos 15 años no es una excepción local. Las crisis económicas parecen generar, al menos en Francia, un caldo de cultivo particularmente favorable para el surgimiento de pequeñas editoriales.

En una entrevista reciente, Leonora Djament, editora de Eterna Cadencia, mencionaba un cierto desaliento al constatar que, hasta hace apenas unos años, las editoriales extranjeras buscaban un canon o una literatura for export, imaginándose cierto exotismo argentino o latinoamericano muy alejado de la literatura que publican las editoriales independientes. La situación empezó a cambiar en los últimos años, en parte gracias a ciertas editoriales extranjeras que se interesan por una literatura con un imaginario menos estereotipado de lo que sería la Argentina.

En Francia, es el caso de Stock, L. Levi o Ed. Métailié, sólo algunas de las numerosas y jóvenes editoriales que privilegian la publicación de autores nóveles y, al mismo tiempo, proponen nutridos catálogos con traducciones de literatura hispanoamericana contemporánea.

Ni tan jóvenes ni tan emergentes
Abriendo el debate de la mesa sobre “Literatura Emergente”, Miguel Vitagliano -autor de Tratado sobre las manos (2013) y profesor de teoría literaria-, invitaba a cuestionar ciertas ideas preconcebidas en torno a la categoría de lo “emergente”. Sin estar necesariamente ligado a una tendencia literaria ni a un corte generacional (alguien mencionaba, para el caso, la literatura de Aurora Venturini), el fenómeno debía plantearse -según el autor- en términos de ciertos “cortes temporales, de ciertos momentos en los que los autores adoptan una determinada posición”. Una posición que provoca una ruptura respecto de la tradición o de las corrientes literarias dominantes.

Luego de un repaso de ciertas tendencias en alza en la narrativa argentina contemporánea, algunas líneas dominantes comenzaron a esbozarse en el horizonte parisino. Se discutió, por ejemplo, el caso de cierta literatura que apuesta por topografías alejadas del costumbrismo urbano: novelas de countries (Claudia Piñeiro), textos que plantean recorridos por los barrios porteños (Daniel Link) o por el conurbano (Leandro Ávalos, Washigton Cucurto, Gabriela Cabezón Cámara, Leonardo Oyola), relatos que transcurren en pueblos y ciudades del interior (Selva Almada, Hernán Ronsino, Federico Falco) y que apuestan a darle una vuelta de tuerca a la tradición de la literatura rural.

Se habló igualmente de la gran experimentación con los géneros: del policial, pasando por los géneros íntimos hasta las novelas de zombies, de escrituras que apuestan a la experimentación lingüística y a la búsqueda de fuentes orales (María Pía López), de una literatura que se propone una revisión crítica de la tradición literaria y de los mitos nacionales. Respecto del relato fantástico, se destacó la irrupción en un plano más realista de la narración del elemento fantástico bajo la forma de lo extraño cotidiano o de lo siniestro (Sergio Bizzio, Samanta Schweblin, Lucía Puenzo).

Las llamadas “narrativas de la memoria”, estuvieron también presentes en los debates. Se discutió, entre otros procedimientos, la articulación entre documentación y pura invención a la hora de dar cuenta de hechos de nuestro pasado reciente. Pienso, por ejemplo, en la discusión en torno al tratamiento literario de hechos históricos a partir de ciertos “mitos” que pueblan nuestro imaginario nacional –tema que surgió a partir de una de las preguntas formuladas por Annick Louis, especialista en literatura argentina, en torno al tratamiento del “mito del tesoro” de los exiliados nazis en la Patagonia, tal como éste aparece en Wakolda (2011) de Lucía Puenzo.

Otro de los casos mencionados fue la utilización por parte del escritor de ciertos motivos que forman parte de nuestro imaginario nacional y que pueden funcionar como disparadores de una reflexión histórica “en clave” por parte de los lectores. Así, por ejemplo, caracterizaba Martín Kohan la referencia al combate Firpo-Dempsey que aparece en su novela Bahía Blanca (2012), cifrando el mito de aquel glorioso destino nacional que se ve continuamente frustrado por fuerzas misteriosas y omnipotentes.

La Internacional Argentina
Interrogados, finalmente, sobre las dificultades de lectura que puede experimentar un lector extranjero no familiarizado con el universo referencial de las novelas, los escritores coincidían en que la pertenencia a una determinada tradición literaria, histórica o política no hace sino contribuir a la diversidad de las lecturas.

Ciertamente, un lector del Facundo traducido al árabe no leerá el mismo texto que nosotros pero acaso su lectura capte algo que al lector local se le escapa.

Hacia el final de la mesa en la que se abordaban estas cuestiones, un lector francés arremetió contra el título de la última novela de Kohan: “¿Por qué decidió ponerle Bahía Blanca? Ningún extranjero va a entender”. Con humor, el autor le responde que, posiblemente, ese malentendido inicial haga de él un mejor lector de la novela de lo que podría ser un lector oriundo de Bahía Blanca. Es más –agrega-, “posiblemente el de Bahía Blanca sea el peor lector, estafado como podrá sentirse al descubrir que la ciudad de Bahia Blanca no se parece en nada a su ciudad real”. En un brote de infinita sabiduría, la mujer sentada al lado del impertinente lector francés (y que casualmente era de Bahía Blanca) se limitó a señalar que a ella le había gustado la novela.

El Salon du Livre de París 2014 (3)

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Jorge Consiglio, poeta y narrador, fue uno de los integrantes de la delegación oficial enviada al Salon du Livre de París. Se le pidió una suerte de balance de la experiencia para este blog.

El Salón del libro tuvo aciertos 
y oportunidades de mejora

Empiezo por lo bueno:1) Los integrantes de las mesas, por lo general, representaban estéticas diferentes, en muchos casos opuestas. Este hecho favoreció el contrapunto de opiniones y permitió abordajes poliédricos de los temas en cuestión. 2) La asistencia de público a las mesas fue masiva en todos los casos. El auditorio (en su mayoría franceses, pero también muchos argentinos residentes en Francia) se mostró activo y curioso. 3) Las traductoras simultáneas fueron muy efectivas. Ofrecieron al auditorio una síntesis precisa –y muy fidedigna− de las exposiciones de los panelistas. 4) El stand de Argentina (que tenía la forma de una síntesis de Moebius) fue muy funcional. Tenía dos zonas de cortesía, un gran salón de exposición con buena cantidad de libros y un salón auditorio de excelente capacidad y acústica para lo que es una feria. Es para destacar también el mural de Rep sobre Cortázar y las fotos de Sara Facio. Además, el stand ocupaba un lugar central en el salón y contó con muy buena circulación de público durante todo el evento.  

Las oportunidades de mejora: 1) En las mesas (fue mi experiencia), no hubo demasiado tiempo para el debate. Cada panelista exponía su punto de acuerdo a la pregunta disparadora, pero no había demasiado tiempo para el intercambio de opiniones. 2) Fue muy pobre el intercambio con los escritores franceses. Si bien estuvieron presentes en las mesas, creo que no hubo un verdadero cruce. 3) No hubo ninguna actividad dedicada al teatro. El foco estuvo puesto en la narrativa y muy lateralmente en la poesía. 4) Las actividades fueron muchas y, en algunos casos, se superpusieron. Hubiera sido interesante, tener algún tipo de reporte (a cargo de un periodista especializado) que relevara las charlas y ofreciera una síntesis de los hechos.


Por su parte, Miguel Petrecca, poeta, periodista y traductor argentino residente en París, prefirió destacar una actividad realizada en el stand de Gallimard, planteada por fuera de los intereses de la delegación oficial. En ella, participaron Marie-Claude Char y Marta Aguirre, respectivamente viudas de los poetas René Char y Raúl Gustavo Aguirre, quienes, conjuntamente con Magdalena Cámporay Gustavo Guerrero (este último director del la sección de autores de lengua castellana de Gallimard) presentaron la correspondencia entre ambos poetas, recientemente publicada en Francia.

Una mesa de poetas
 Prefiero no hablar en general, porque tampoco vi tanto, sino destacar específicamente una actividad: la presentación de la correspondencia entre René Char y Raúl Gustavo Aguirre, recientemente editada por Gallimard. En la mesa estaban las viudas de ambos poetas (Marta Aguirre y Marie-Claude Char), Magadelana Cámpora (que fue quien propició el encuentro), una especialista en la revista Poesía Buenos Aires y Gustavo Guerrero de Gallimard. Fue muy lindo escuchar a Marta Aguirre recordar su primera visita a Europa junto con su marido, que venía carteándose con René Char desde hacía ya algunos años, sin que nadie lo supiera. Marta contó emocionada que había sido una de las mejores experiencias de su vida y recordó cómo René Char le regaló una rosa que sacó de su jardín (rosa que todavía conserva, según agregó). Después recitó de memoria un poema de su esposo. 


Finalmente, Inés Garland, otra de las invitadas al Salon du Livre,.brinda, a pedido de este blog sus impresiones de lo que vivió y de lo que vio durante esos días.

Las vidrieras de las librerías decoradas con libros  Argentinos

¿Quién más, en el avión esperaba preguntas difíciles en las entrevistas que habría en París? Las semanas previas hacían pensar en la necesidad de tomar posturas o inventar discursos evasivos, inteligentes –porque no es cuestión de ir al Salón de París a  hacer papelones, y en la imaginación los jueces son implacables. La circulación por los pasillos del avión no daba la sensación de conflicto, pero los diarios habían dicho, ¿no habían dicho los diarios? No sé si habrá habido tensiones, posiciones, cuchicheos en las mesas de desayuno del Hotel Bedford o en los pasillos de la feria. Yo lo que sí sé es que París tenía las vidrieras de las librerías decoradas con libros argentinos, títulos en francés con los nombres de mis vecinos en vidrieras míticas del otro lado del océano. Y que en un mismo espacio andábamos nosotros con Victor Hugo, Dumas y Proust por nombrar algunos de los monstruos sagrados. La editora de L’École des Loisirs (la editorial que publicó Pierre contre Cisseaux, o sea Piedra, papel o tijera, o sea mi novela) fabricó una foto: Proust, Victor Hugo, Dumas, Garland en el mismo estante. Ya sé que podría haberla armado yo en una librería en Buenos Aires, pero convengamos en que no es lo mismo. No fue así nomás para mí estar en la vidriera de L’Écume de Pages, trae ecos de importancia. Está bien cada tanto sentirse importante. El cachetazo de la mortalidad y esas otras vivencias llega igual, y soñar un rato por estar caminando las mismas calles que la legión romana y todos los que vinieron después no es para nada despreciable. También está la experiencia de comer en el As de Falafel, recomendación de Fondebrider que me toma examen a ver si hice los deberes, si caminé los recorridos minuciosos que me dictó, si miré las vidrieras de las librerías que me recomendó y, sí, fui al museo de Cluny a visitar a  la dama del  Unicornio y estuve frente a la ruina medieval y me senté en las sillitas alrededor de la fuente con Claudia Piñeyro y Eduardo Saccheri y tomé té de menta en la mezquita de París con Liliana Bodoc y otra vez Claudia, los gorriones volaban  bajo el techo abovedado. Y dejé que se me fugara la vista por las perspectivas larguísimas, por el Sena con las barcazas. También fui a la Biblioteca Nacionalde París, la nueva que parece haber llegado desde el futuro con sus explanadas de madera y sus esquinas de edificios que imitan cuatro libros abiertos.

En la Feria nos topábamos los unos con los otros por los pasillos. En el stand argentino estaba el mural de Rep con su homenaje a Cortázar, y Rep andaba subido a escaleras con los pinceles pintándole los ojos de celeste a Julio que él dibujó con esos ojos celestes, separados, enormes; Cortázar atado al cordón umbilical de su madre flotando por primera vez en el espacio del mundo, de guayabera y sandalias en Cuba, fumando de traje, las fechas, los hitos de su vida que inspiraron los dibujos. Bajo el mural nos agolpamos para saludar a la presidenta, bajo el mural hubo entrevistas varias de a ratos y de a ratos gente que se cansaba de caminar y se sentaba en el living blanco a descansar. Mucha gente en el Salón, mucha gente en las charlas en el stand Argentino y en los otros espacios dedicados a las mesas redondas.

Nunca se vendieron tantos libros de un país visitante, dijo la FNAC. Toda esa gente que visitaba el Salón parecía muy consciente de que la Argentina era el país invitado. Más consciente que los que de este lado del océano se quedaron con la sensación de conflicto que se instaló en los primeros tiempos. ¿O seré yo? Estuvimos en L’Express, en las radios, en las vidrieras, como dije. Era para alegrarse. Yo me alegré.

París es ella y las imágenes de ella misma, los ojos que la miraron antes, las palabras que la describieron, los cuadros que la pintaron, los artistas de todos los tiempos que la vivieron, la sufrieron, la amaron. Es imposible sustraerse de ese vértigo de asociaciones. En París podemos ser generosos y acercarnos los unos a los otros, los escritores salidos de sus cuevas para jugar. Debe haber habido varios Paris entre nosotros. Había ¿o me pareció a mí? una tregua en las cosas  para disfrutar del regalo de estar ahí.

En París la primavera recién empezaba. Los cerezos en flor y los brotes nuevos brillaban al sol. En París, una ciudad habitualmente gris, esa semana hubo cielo azul. Si me pongo muy Argentina, capaz que me creo que fuimos nosotros los que les llevamos a los franceses el cielo de nuestro país.  Le quedaba muy lindo nuestro sol a París.

Salon du Livre de Paris (4)

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La colombiana Fabiola Rodríguez López es la encargada de colecciones de literatura latinoamericana hispanohablante en la Bibliothêque Nationale de Francia. Como tal, estuvo a cargo de algunos de los programas que, en paralelo al desarrollo del Salon du Livre, se llevaron a cabo en esos días en París. Lo que sigue es su testimonio de esas jornadas.

Un resumen

Hubo una jornada organizada por La Joepar les Livres, que es una institución dedicada a estimular el acceso de los niños al libro, a la lectura y a la cultura. Como tareas conexas, se ocupan de descubrir lo mejor de la producción editorial, promover una literatura infanto-juvenil de calidad, proponer a los profesionales del libro la información y la formación necesarias a través de publicaciones, de análisis críticos, jornadas de estudio y reflexión sobre la literatura juvenil, estimular el desarrollo de las bibliotecas para la juventud, tanto en Francia como en el mundo, incluyendo especialmente a los países más pobres.

El jueves 20 de marzo hubo una jornada en la que participaron Denis Bruckman (Director General Adjunto y Director de Colecciones de la Bibliothêque Nationale de Francia) y Horacio González (Director de la Biblioteca Nacionalde la República Argentina). Hubo luego una introducción a la literatura infanto-juvenil de la Argentina, a cargo de Viviana Quiñones, y posteriormente una mesa con Ana María Shua y Perla Suez. Después, un encuentro con Liliana Bodoc, al que siguió un diálogo entre Inés Garland y su traductora al francés Sophie Hofnung. Siguió una presentación de Clara Huffman, responsable de libros infantiles para la editorial Adriana Hidalgo y una charla de  Mempo Giardinelli. A la tarde, la actividad prosiguió con la presentación del Programa de promoción del libro y la lectura de la Secretaría de Cultura de la Nación, a cargo de Daniela Allerbon, y de las actividades propuestas a los niños en el Museo del Libro y la Lengua, a cargo de María Pía López, directora de la institución. Esa primera mesa redonda de la tarde, sin comentarios : no se entendió ni de qué hablaban ni para dónde iban... Al final, la antropóloga Michèle Petir, comentó sus impresiones luego de los encuentros que tuvo con los profesionales del libro de la Argentina. Comocierre Jean-Pierre Mercier habló de Mafalda, Manolito y los otros personajes de la historieta de Quino.

Por la noche, el día de la inauguración, supimos que la Presidente estaba pero creo que se quedó en el stand de la Argentinaúnicamente. El Primer Ministro y la Ministrade Cultura pasaron solos por el sitio de la BnF, como es de costumbre, pero la señora Presidente no estaba con ellos. Nos extraño que no visitara el Salon.

El sábado por la mañana asistí a la presentación del libro de Inés Garland. La clase de chicos con su profesora de español llegó un poco tarde porque había mucha gente haciendo cola para entrar. La actividad fue corta pero hubo participación de los alumnos. Luego los vi correr a comprar el libro para que Inés se los dedicara y se agotó rápidamente.

El domingo estuve primero en el stand de la Argentina para oír a las tres poetisas Silvia Baron Supervielle, Luisa Futoransky y Diana Bellessi. Había bastante gente. Contaron un poquito sus vidas, muy discretas y señoras, y leyeron sus poesías. Una hora se pasa volando.

Enseguida estuve en la mesa redonda, en el espacio del CNL, sobre “Novela y memoria”, con Mempo Giardinelli, Lucia Puenzo, Tununa Mercado, Elsa Osorio y dos franceses: Colombe Schneck y Alexis Jenni. No me gustó: la presentadora francesa poco interesante; después, no fue una buena idea combinar dos franceses con los argentinos, con la consecuente traducción del castellan o al francés y del francés al  español vuelve pesado el diálogo: demasiado para tampoco tiempo (1 hora). Por otra parte, este auditorio era abierto y se combinaba el ruido del salón que a las 14h estaba al tope,. Mi crítica positiva: muchísima gente interesada y varias preguntas de los asistentes. Cada escritor explicó su cuento, y eso estuvo bien. Sinceramente había mucho interés por la literatura argentina.

El lunes solamante asistí a un concierto precioso de Raúl Barboza. Mucha gente.

En la prensa nacional francesa, Argentina estaba "à la Une"; en la radio, igualmente. Oigo con frecuencia el programa de Katleen Evin en France Inter a las 20h. Entre las entrevistadas estuvo Selva Almada (puede oríse en http://www.franceinter.fr/emission-lhumeur-vagabonde-selva-almada). También, Laura Alcoba, quien se ha vuelto muy famosa.

En otro orden, L'Express le dedicó 3 páginas a la Argentina. Elcotidiano católico La Croix, sacó varios artículos. Le Monde del jueves dedicó todo el suplemento de libros a Argentina, Libération, también. ActuaLitté, les univers de livres, otro tanto. .

Sé que hubo mesas redondas en otros lugares pero no pude asistir, en el Instituto Cervantes, en el Instituto de América Latina, en la Maisonde l'Amérique latine, que tiene por cierto en este momento una exposición sobre Victoria Ocampo et La France...
El I. Cervantes creo en su sitio internet una ruta Rayuela y otra Cortázar. Esta mañana estuvimos recorriendo el París de Cortazar: rue Martel, galerie Vivienne, le Louvre, Pont Neuf... 3 horas de caminata.


Diego Lorenzo es uno de los más activos colaboradores de Magdalena Faillace, la responsable del Programa Sur, dedicado a fomentar la traducción de libros de autores argentinos en otras lenguas. Lo que sigue es su crónica de los días parisinos.

Presentaciones en París

El PROSUR realizó presentaciones de sus objetivos, características y resultados en tres ocasiones durante el Salón del Libro de París.

La primera, durante un Encuentro entre editores franceses y argentinos organizado por el BIEF (Bureau Internacional de la Edición Francesa) en la sede del Centro Nacional de Libro, estuvo dirigida a compradores y vendedores de derechos de editoriales francesas. Se comenzó con un video institucional del PROSUR, donde escritores y editores argentinos cuentan su experiencia con PROSUR así como su opinión sobre esta política de internacionalización del libro argentino, y luego concluyó con una exposición de la Embajadora Magdalena Faillace. Se aprovechó la ocasión para invitar al panel a los responsables de los programas de ayuda a la traducción de Francia para reforzar lazos comunes y debatir diferencias y alcances de cada uno de los programas. Esto fue el día 19 de marzo, un día antes de la inauguración del Salón.

La segunda presentación específica tuvo lugar en el Maison de l'Amerique Latine, donde pequeñas editoriales de poesía de Francia, que han recibido subsidios del PROSUR, realizaron presentaciones de los libros editados y lecturas de poesía ante un público mayormente lector, y ante algunos traductores y editores de poesía invitados. Se vendieron los libros publicados a varios de los invitados en una mesa dispuesta afuera del salón y se armó un panel entre los editores franceses, los traductores y la Embajadora Faillacesobre la importancia de este tipo de subsidios para la publicación de poesía en Francia. Para el PROSUR fue una oportunidad para acercarse a pequeñas editoriales francesas que aún no han trabajado con nosotros y ampliar el mapa de potenciales traducciones de autores/poetas argentinos. Ya han llegado pedidos de nuevas editoriales tales como L'Inventaire, Espaces&Signes y L'atelier du tilde.  Esta actividad se realizó el 21 de marzo.

La tercera actividad específica tuvo lugar en el stand del Institute Francais en el Salón del Libro el 24 de marzo, día destinado únicamente a profesionales. Esta vez se compartió el panel con el director del Programa Victoria Ocampo de la Embajada francesa y con una investigadora francesa que habló sobre el tráfico de publicaciones académicas entre Argentina y Francia. Los asistentes fueron mayormente traductores y estudiantes de Edición de Universidades francesas. 

Además, el sábado 22 se realizaron mesas redondas con autores argentinos sobre el PROSUR (Claudia Piñeiro, Ana M. Shua, Divinsky y Noé Jitrik) y sobre Cortázar (Sacheri, Neuman y Luisa Valenzuela, estos tres invitados por Cancillería directamente). Además, un actor francés, Vincent Berger, leyó fragmentos del El Perseguidor y se cerró con dos espectáculos musicales a sala repleta en la Grand Scene: el trio de jazz Astarita y Susana Rinaldi. 

En cuanto a resultados, si bien es un poco pronto, sí se puede decir que debido al interés que produjo Argentina País Invitado, en 2013 se pidieron 26 traducciones al francés por parte de editores que querían publicar sus libros para venderlos en el Salon. De ese modo, el francés fue el segundo idioma más solicitado en 2013 detrás del italiano con 33 pedidos. En total, el PROSUR ha subsidiado 81 obras al francés, 75 en Francia y 6 en Canadá, lo que lo coloca como el tercer idioma más pedido luego del italiano (124) y el alemán (100). 


Salon du Livre de París (5)

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Curiosa ilustración de lo que es el tango, según el imaginario francés

Jorge Aulicino, además de ser uno de los principales poetas argentinos y un gran traductor de poesía italiana, es periodista cultural. De hecho, hasta su reciente retiro, fue director de la revista Ñ, del diario Clarín, en su período de mayor esplendor. Precisamente en los años 2011 y 2012 le tocó viajar a París para realizar la cobertura de las actividades que se llevaron a cabo en el standde la ciudad de Buenos Aires, y en 2013, cuando la ciudad decidió dedicarse ese año a homenajear a la poesía argentina integró la delegación oficial en carácter de invitado. Escribe entonces con conocimiento de causa sobre lo que representa esa feria para los escritores argentinos.

¿La literatura argentina 
tiene alguna chance más en París?


Mi impresión general sobre la presencia de la Argentinaen el Salón del Libro de París es que se ha gastado demasiado dinero en una operación de promoción política que, por añadidura, produjo mayores efectos en la vidriera local que en la francesa y europea en general. Que el Gobierno apareciera asociado al apoyo de la literatura en el exterior sólo se logró, en el mejor de los casos, en el mercado político argentino. Está bien, sería legítimo como meta si la operación realmente se hubiera apoyado en un acto de presencia externa proporcional al beneficio. Pero para lograr la más que moderada repercusión de prensa habida en París, así como para atraer el interés del lector ocasional que visita el Salón, no hacía falta tanto: tres o cuatro mesas redondas, diez escritores en lugar de más de 40 habrían logrado efectos parecidos. No creo que los lectores franceses se hayan sentido particularmente impresionados por el tamaño de la delegación argentina ni por el tamaño del stand. Tampoco los editores. Por otra parte, el Salón del Libro no es una feria de negocios editoriales, es una feria para el público parisino, mucho más breve en el tiempo, y más chica en espacio, que la de Buenos Aires. Y por lo demás, con muchísimo menos impacto en los medios. No creo que la presencia de la presidente de un país latinoamericano mueva la aguja del interés francés por la literatura de ese país ni un milímetro. ¿Tienen ahora mayores chances de ser traducidos al francés los escritores que viajaron? En general, ¿la literatura argentina tiene alguna chance más en París? Responderán los interesados. A mí me parece que todo ha sido desproporcionado. No digamos faraónico, más bien estilo Emiratos, para estar más a tono con la época. Se logró sí que algunos medios franceses importantes reflejaran un pasajero y banal conflicto interno del medio literario argentino acerca de quiénes integraban la lista de escritores invitados. Pero ese costo tampoco hacía falta pagarlo: el despliegue tal vez haya sido contraproducente en el orden local. La fastuosidad siempre es sospechosa de rastacuerismo. Por suerte nadie se llevó una vaca atada a la butaca del avión rumbo a aquel "faro de la cultura" que fue París.

Una forma innata del nacionalismo

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Actualmente radicado en París, donde perfecciona sus conocimientos, Miguel Ángel Petrecca, además de muy buen poeta, es traductor del chino. Fruto de alguno de esos viajes que cada tanto hace por el extremo oriente es una entrevista que le hizo al poeta Yu Jian, de la cual ofrecemos un fragmento, sacado del blog Como una mosca de zancas largas (http://comounamoscadelargaszancas.blogspot.com.ar/)

Pound y los ideogramas chinos, según Yu Jian

La primera vez que leí a Pound fue en unos poemas suyos traducidos al chino. En ese momento yo no tenía idea de su relación con la poesía china, simplemente me gustaban algunos de sus poemas cortos. De manera muy directa, describía un cuadro, un poco como lo que decía Su Dongpo, un poeta de la dinastía Song: que en el cuadro hay un poema y en el poema hay un cuadro. La comprensión que tenía Pound de la poesía china antigua era muy limitada, pero basándose en su intuición poética logró dominar con precisión varias cosas de esa poesía. Algunos poemas de Pound se parecen a los poemas de ciertos poetas chinos contemporáneos que escriben una poesía en baihua (chino moderno) pero con imaginería antigua.

El chino, hablando ya del idioma, no sólo tiene el sentido del sonido, sino que también está la escritura, los ideogramas (hanzi). Los ideogramas definen a qué sentido corresponde tal sonido, y esto es sumamente importante. Es la existencia de los ideogramas lo que explica que el chino puede aceptar tanta cantidad de homófonos, sin caer en la confusión. Los ideogramas son una fusión entre la vista y el oído, a veces el oído no alcanza y hay que mirar para ver de qué ideograma se trata, ver el origen de este ideograma. Los ideogramas están siempre misteriosamente unidos con su origen. De hecho, los poetas chinos todavía estamos usando los mismos ideogramas que hace 7 mil años para escribir. En los ideogramas, la vista es incluso más importante que el oído. Eso asegura que las personas se puedan entender mutuamente al leerse, aún si no siempre pueden entenderse mutuamente al hablar. La metáfora está por todos lados en los ideogramas, porque cada uno de estos es un signo con varias capas de sentido. El ideograma es significante a la vez que significado, y siempre el significado es mucho más amplio que el significante, no están al mismo nivel. Esta desigualdad conduce a una ambigüedad en la interpretación espacial del ideograma: el significante no alcanza para entender su significado, también hay que ver su lugar en la oración. El significado varía con la posición que tiene el ideograma en la frase, aún si el significante permanece igual. Creo que Pound no podía entender del todo esto. El percibía la relación espacial entre los ideogramas, la existencia de la metáfora, pero esta relación espacial está fundada sobre una vasta red social, un transfondo cultural común, experiencias y costumbres. Esta percepción del espacio está fundada sobre un antiquísimo saber local. Pienso que los ideogramas son una forma innata de nacionalismo.

Se presentó la Semana del Editor por quinta vez consecutiva, en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires y Silvia Camerotto tradujo

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Por quinta vez consecutiva, los editores y traductores invitados por la Fundación TyPA para su Semana del Editor visitan el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires. En la ocasión, son de la partida Alexandrine Duhin (Francia), Bill Swainson (Gran Bretaña) y Kate Marshall (Estados Unidos), quienes van a referirse a la situación de la traducción y de los traductores en sus respectivos países, contestando además a las peguntas del pùblico.

Quien desee ver y oír la sesión puede hacerlo en este link: http://www.ustream.tv/recorded/46550722

ALEXANDRINE DUHIN
Fayard, Francia

La historia de Fayard empieza en 1857. Un siglo y medio después de su creación, la editorial cuenta con distintas colecciones y 6500 títulos. Publicó considerables ensayos sobre ciencias humanas, filosofía, historia y musicología. Entre los autores traducidos que figuran en su catálogo están Sergio Álvarez (35 muertos) y Andrés Neuman (El Viajero del Siglo). Alexandrine Duhin es responsable editorial. En el marco de la Petite Collection(libros de bolsillo) - departamento de Mille et une nuits- publica textos inéditos de no ficción.

BILL SWAINSON
Bloomsbury, UK
Eminente editorial independiente fundada en 1986, Bloomsbury tiene sedes en Londres, New York, Sydney y Delhi. La editorial incluye cuatro sellos: Bloomsbury Academic and Professional Division, especializado en humanidades y ciencias sociales;Bloomsbury Information, Bloomsbury Adult Publishing yBloomsbury Children's Publishing.Bill Swainson empezó a trabajar en Bloomsbury en el año 2000 y actualmente es su responsable editorial. Publicó obras de Javier Cercas, Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez y Juan Gabriel Vásquez, entre otros. Fue asesor del British Centre for Literary Translation, miembro delArts Council Translation Advisory Group y delWriters in Translation Committee.También es miembro de The Poetry Translation Centre y asesor de Santa Maddalena Foundation (Italia).

KATE MARSHALL
University of California Press, EE.UU.
Fundada en 1893, University of California Press es una de las más prestigiosas editoriales académicas de los EEUU Cada año publica alrededor de 200 libros y 40 revistas sobre humanidades, ciencias sociales y ciencias naturales. Su catálogo incluye destacados autores latinoamericanos, entre ellos Carlos Fuentes y Pablo Neruda. Antes de ser editora, Kate Marshall estudió historia y antropología latinoamericanas enla Universidad de Berkeley. Realizó varios proyectos de investigación en Ecuador, Cuba, España y Argentina. Actualmente, es responsable del departamento académico dedicado a los estudios sobre Latinoamérica, enfocado en sociología y antropología.  

El SPET discute en abril

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En el próximo encuentro, que tendrá lugar el miércoles 30 de abril a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515), presentaremos la enciclopedia Übersetzung – Translation – Traduction. Ein internationales Handbuch zur Übersetzungsforschung / An International Encyclopedia of Translation Studies / Encyclopédie international de la recherche sur la traduction, editada por Harald Kittel, Armin Paul Frank y otros, 3 vol., Berlín, de Gruyter, 2004-2011.

Retomando temas tratados en reuniones anteriores (por ej., 067/2013 y 076/2014) proponemos discutir los siguientes artículos:

--Lieven D’hulst: “Cuestiones de historiografía de la traducción ” (2007)

--José Lambert: “Translation and the globalization of the modern world” (2007)

El material se encuentra disponible en la fotocopiadora del Lenguas Vivas (en el subsuelo, junto a la Biblioteca central) y será enviado por mail a quienes lo soliciten confirmando asistencia.

Lieven D’hulst, “Cuestiones de historiografía de la traducción”. Traducido del francés por Nancy Roggier en el marco de la Residencia de Traducción del Traductorado en Francés del I.E.S.L.V. “J. R. Fernández”. 2013 (Versión original : Lieven D’hulst, “Questions d’historiographie de la traduction”, en Harald Kittel, Armin Paul Frank y otros (ed.): Übersetzung – Translation – Traduction, vol. 2, sección XVI: “La traduction dans et entre les cultures: données de base et effets”, de Gruyter, Berlín, 2007, pp. 1063-1073).

José Lambert, “Translation and the globalization of the modern world”, en Harald Kittel, Armin Paul Frank y otros (ed.): Übersetzung – Translation – Traduction, vol. 2, sección XXIII: “Translation within and between cultures in Modern Times: Historical and regional dynamics, innovation and diversity”, de Gruyter, Berlín, 2007, pp. 1680-1700.

Pablo Katchadjian traducido en Francia

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Desde Francia nos llega la noticia de la traducción de la particularísima novela Qué hacer, de Pablo Katchadjian. Quoi faire, tal su título en francés, fue traducida por Mikaël Gómez Guthart y Aurelio Diaz Ronda para la editorial Le Grand Os (24 rue Raymond IV - F-31000 Toulouse ; Tél : 05 61 63 64 04 / 06 77 89 68 89 - ed.legrandos@yahoo.fr – http://legrandos.blogspot.fr/).

Pablo Katchadjian (Buenos Aires, 1971) es el autor de El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (2007), El Aleph engordado (2008), Gracias (2011) y La libertad total (2013) entre otros títulos

Déjalo ser

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Oscar Jalil publicó la siguiente nota en la Rolling Stone (edición argentina), de abril de este año. Según la bajada, “Antes, todos los títulos eran castellanizados con un criterio dudoso”. Sin embargo, todo indica que no había criterio alguno.

Por favor, yo: pequeñas anécdotas sobre la mala traducción en la música


En agosto de 1963, llegó a las disquerías porteñas un simple de Los Grillos editado por la filial local de EMI con los tracks "Para ti" y "Gracias nena", que no vendió casi nada. Unos meses después, EMI editó otro single de Los Grillos, con las canciones "Amame" y "Por favor yo", pero las cosas ya habían cambiado: la fiebre ya había empezado a levantar temperatura. Los Grillos eran Los Beatles y esos dos tracks, eran "Love Me Do" y "Please Please Me". En EMI no sólo habían obviado una traducción cercana para la nueva banda inglesa sino que habían abusado de una imaginación afiebrada y, sobre esa base de malas traducciones y la necesidad de adaptar al castellano sin siquiera considerar el sentido original de un título, surgió una auténtica saga del espanto que llegó hasta la década del 80 e incluye tantos desaciertos como jugadas de autocensura en tiempos de dictadura y traducciones desopilantes que convirtieron a muchos vinilos en piezas valiosísimas dentro del mercado del coleccionismo.

"A principios de la década del 60 existía la cultura de minimizar las letras y a los grupos nuevos como The Beatles. Mucha gente suponía que todo esto respondía a una moda pasajera", explica Daniel Lewi, uno de los autores de A, B, C, D, Paul, John, George y Ringo, un libro que repasa con minuciosidad quirúrgica las primeras ediciones nacionales de todos los discos de los Fab Four. "En la investigación no me queda claro si la gente que traducía era porque no sabía inglés o por una extraña razón inventaba nombres." El ejemplo clásico de una traducción infame es "Please Please Me", que aquí adquirió un nuevo sentido a través de "Por favor, yo", perdiendo el filo sexual del juego de palabras de Lennon.

Por esos días, Ben Molar era la figura clave en materia de difusión de la música popular argentina y responsable de lanzar al mercado nombres como los de Mercedes Sosa, Palito Ortega o las Trillizas de Oro, entre muchos otros. Molar, que en realidad se llama Moisés Smolarchik Brenner y tiene 99 años, también abusó de las adaptaciones y traducciones ligeras desde su trabajo en diferentes sellos discográficos: Little Richard, por ejemplo, fue rebautizado Ricardito y The Who fueron editados bajo el nombre Los Búhos. "En realidad no era que traducía mal, él adaptaba la canción para que luego la interpretara alguno de las voces del Club del Clan", explica Lewi. "Blackbird" fue de las más terribles: en castellano sería "Mirlo", pero acá se editó con el título "Míralo".

Alfredo Rosso, pionero del periodismo de rock en Argentina y melómano consumado, a mediados de los 70 trabajó en el sello Music Hall y desde diferentes puestos conoció la cocina de las traducciones surrealistas y más de una vez vivió de cerca los efectos de la censura. "Era muy común que los discos en los 60 salieran con un comentario, como sucedía con los primeros álbumes de Los Beatles y Los Rolling Stones. Eso lo hacía un traductor, pero cuando se dejó de realizar ese trabajo nadie iba a molestar a un profesional para que le tradujera diez títulos de canciones, entonces comenzaron a hacerlo los propios encargados del departamento internacional ayudados de un diccionario. Ahí empezaron los problemas", explica Rosso. "Hay traducciones como Mean Business del grupo The Firm, la banda que formaron Paul Rodgers y Jimmy Page de mediados de los 80. «Mean» quiere decir «malvado» en una de sus acepciones y la canción podía traducirse como «Un negocio sucio» o «Un negocio malvado», pero ellos lo tradujeron «Significa negocio». Terrible."

De la simple inexactitud de una traducción a los terribles niveles de censura y autocensura que vivió la industria del disco durante la última dictadura militar, hubo momentos en los que se llegó al disparate. "Hot Legs", una canción clásica de Rod Stewart desde 1977, aquí pasó a llamarse "Piernas sugestivas". "Al día de hoy, es tan absurdo que no lo podes creer. Ya me gustaría encontrar, deben ser muy viejitos estos tipos, pero habría que decirles «Discúlpeme, pero usted, además de ser cruel ¿cómo podía ser tan pelotudo?»", dice Rosso.

A partir de 1976, comenzó a regir una especie de abecedario de palabras prohibidas promovido por una comisión de censura previa del gobierno de facto, entre las que figuraban por ejemplo "aguja" y "cocaína". "Por eso cuando salió «Needles And Pins», un cover que interpretaban los Ramones aquí no se le pudo poner «Agujas y alfileres», que es el título original, además la letra dice que cuando el flaco ve a la chica siente que se le clavan agujas y alfileres. Hubo que ponerles «Espinas y alfileres». ¡Increíble!"

La lista es interminable: "Cocaine", por ejemplo, en la versión de Eric Clapton sufrió una serie de mutaciones hasta que finalmente desapareció de la edición nacional de Slowhand ("le pusieron como si fuera en fonética "Kokein" con doble k, a ver si pasaba y no pasó, por supuesto, lo sacaron"). Y en 1978, mientras el proceso celebraba el Mundial en Argentina con "We Are The Champions" como banda de sonido de los festejos, prohibía del mismo disco de Queen (News of The World) una la canción "Lay Down Make Love", censurada por su alto contenido erótico.


Descubrimiento

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El 22 de abril pasado, Pablo Ingberg firmó la siguiente nota, publicada en la revista Ñ. En ella se habla de unos fragmentos aparentemente de Safo, recientemente aparecidos. La bajada dice: “Hallazgo.  Los expertos debaten si dos fragmentos atribuidos a Safo, hasta ahora desconocidos, pertenecen o no a la gran poeta de la isla de Lesbos”.

Safo reencontrada

La reciente difusión del hallazgo de presuntos versos de Safo antes perdidos agitó el avispero y envolvió en una pequeña novela con visos de policial la figura de la inmensa poeta de Lesbos (isla próxima a Asia Menor) que vivió en torno al 600 aC. Admiradísima en Grecia y Roma, su vasta obra poética dejó de recopiarse cuando su dialecto eólico era ya muy arcaico, y sólo sobrevivió lo que citaron de ella otros autores de obras sí conservadas. Ediciones de esos pasajes y sus traducciones al inglés la revivieron a la admiración del siglo XIX, cuando su leyenda dio origen al significado sexual de su gentilicio “lesbiana”. A fines de ese mismo siglo, con Egipto bajo dominio británico, egiptólogos ingleses encontraron allí enterrados en la antigua ciudad de Oxirrinco gran cantidad de papiros escritos, preservados alrededor de dos milenios por las secas arenas del lugar aunque algo deteriorados por el tiempo y los roedores. Tantos eran que todavía es un proyecto de edición en marcha, hoy dirigido por Dirk Obbink en la Universidad de Oxford. En esos papiros se hallaron muchos fragmentos de Safo, ninguno con pasajes muy enteros. En 2004 el helenista Martin West unió un fragmento de Oxirrinco con otro en posesión de la Universidad de Colonia y logró formar un pasaje completo. Hoy la novedad es que hace poco un coleccionista anónimo de Londres mostró a Obbink lo que éste acaba de difundir como fragmentos desconocidos de Safo: uno de veinte versos bastante completos al que le faltaría el principio y otro de ocho versos poco legibles.

Máscaras y sarcófagos de momias egipcias se moldeaban en “cartonaje” ( cartonnage , palabra franco-inglesa), especie de papel maché (cartón piedra en España) elaborado, entre otros materiales, con papiro usado, esto es, escrito. De piezas de “cartonaje” se rescataron el fragmento de Colonia y estos nuevos. Pero he aquí un viso policial. Algunas de tales piezas fueron sacadas “lícitamente” durante cierto tiempo del Egipto británico; muchas otras fueron objeto de pillaje y posterior venta en el mercado negro. ¿Qué origen tiene la que se da ahora a conocer? Aún no se sabe, y hay revuelo.

Otro costado policial del asunto es el de la autenticidad. ¿Son fragmentos de Safo o falsificaciones? Falsificaciones de textos antiguos hubo alguna muy sonada hace tiempo, pero es difícil que sea el caso: Obbink no echaría por la borda su trayectoria, y engañarlo exigiría una suma de talentos diversos y sutiles en la elaboración del objeto y en la de sus contenidos. Queda entonces por ver la evidencia interna, los textos en sí.

Ambos fragmentos están escritos en dialecto eólico, que conocemos básicamente por Safo y su colega y compatriota Alceo. Luego, están compuestos en estrofa sáfica, así llamada por la recurrencia con que la usó ella: tres endecasílabos más un pentasílabo. Por último, el segundo está dirigido a Cipris (Afrodita), algo no infrecuente en Safo, pero más relevante aún es que en el primero aparecen dos nombres asociados a ella en otras fuentes: Caraxo y Lárico.

Obra de Safo nos ha llegado muy poca; datos biográficos fidedignos, prácticamente ninguno. No es imposible, por ejemplo, que en realidad no haya sido lesbiana en sentido sexual y que la derivación del término sea tan desviada como la de “onanismo”, actividad que no es exactamente la que practicaba Onán según la Biblia (“... si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra...”, Génesis, 38.9). La fuente más antigua para datos sobre Safo es Heródoto, un siglo y medio posterior a ella; como si el primer documento biográfico sobre la escritora argentina Juana Manso (1819-1875) estuviera fechado ayer. Por lo demás, ningún historiador serio tomaría la maravillosa prosa de Heródoto como fuente histórica fidedigna. ¿Por qué tomarla entonces como fidedigna fuente biográfica?

Lo mismo vale para fuentes posteriores, en gran medida inspiradas en versos de la propia Safo; como si atribuyéramos literalmente a Proust hechos del personaje Marcel de En busca del tiempo perdido . Hechas estas salvedades, que no niegan toda validez a tales datos sino que invitan a tomarlos con pinzas, digamos que Heródoto ( Historias, 2.135) cuenta que Caraxo, hermano de Safo, compró en Egipto la libertad de una cortesana y por eso su hermana lo criticó en un poema. Un fragmento de Safo ( 5 LP ) ruega por el regreso de un hermano. Un papiro de Oxirrinco con pasajes de una biografía (1800, c. 200 dC.) y la enciclopedia bizantina Suda (siglo IX dC.) atribuyen a Safo tres hermanos, dos de ellos Caraxo y Lárico, éste el menor según el papiro (según la Suda, dicho sea de paso, la poeta tuvo marido e hija). Estrabón (Geografía, 17.1.33, de la época de Augusto) dice que Caraxo iba a Egipto a vender vino. Ateneo (siglo III dC., frag. 203 LP) dice que Safo se enorgulleció de cierto privilegio aristocrático concedido al joven Lárico. Todos estos datos guardan alguna relación con el primero de los dos nuevos fragmentos. O formulado al revés: esos “datos” podrían provenir de poemas como el ahora recuperado. Queda clara, en cualquier caso, la relación también temática de los “nuevos” fragmentos con la poeta de Lesbos, más allá de que un tal Caraxo o un tal Lárico hayan sido hermanos suyos. Personalmente, veo además rasgos estilísticos propios de la fina arquitectura que caracteriza lo que conocemos de ella, y que mi traducción (incluida en esta página) en estrofa sáfica procura retener: una estructura sólida que fluye delicada entre el rezo y el canto con toques de monólogo dramático y de reflexión, y palabras clave que recurren (reina y rey para dioses supremos, deidades para otras potencias superiores, un adverbio y un par de verbos, uno de ellos con variación de prefijo en griego). No es lo mejor que le conocemos, pero no desentona para nada y además expande temas.

Los interesados encontrarán en la web el artículo de Obbink en el Times Literary Supplement (anticipo de una pronta publicación más exhaustiva en una revista especializada), los debates suscitados, un par de traducciones al inglés, otro par al italiano y hasta un par al castellano.


(Quienes deseen leer la versión de Pablo Ingberg pueden hacerlo en http://www.pabloingberg.com.ar/pdf/traduccion-breves/Safo%202014.pdf

Por fin un agente que dice las cosas como son y no se da aires diciendo que es amigo de los editores

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La siguiente entrevista con el agente literario Andrew Wylie, firmada por Patricia Kolesnikov, se publicó en la revista Ñ del 26 de abril pasado. La bajada dice: “Es el agente literario más poderoso del mundo. Maneja los derechos de Borges, Nabokov, Sontag, Rushdie... Los editores le temen. En sus respuestas, se entiende por qué”. ¿Acaso por la claridad que lo diferencia de las viejas obesas atiborradas de butifarra? ¿O porque no se trata de un vivillo del montón?

El feroz optimismo del “Chacal” Andrew Wylie

Antes de conocerlo en persona, uno se imagina que Andrew Wylie entra a un lugar como una espada. Brillante, helado, cortando el aire: una espada eficaz y sin firuletes. Por algo, piensa uno, lo llaman el “Chacal”. El contacto por mail con él es más o menos así. El agente literario más poderoso del mundo vino a las Jornadas Profesionales de la Feria del Libro. Una semana antes aceptó recibir preguntas, las contestó en pocos minutos, con convicción, con –la espada– una quirúrgica precisión. Las respuestas a las repreguntas volvieron en segundos.

Wylie (Boston, 1947) representa a escritores y a sus herederos. En la lista están Jorge Luis Borges, Martin Amis, Roberto Bolaño –que le ganó a la otra gran agente, Carmen Balcells–, Italo Calvino, Raymond Carver, Philip Dick, Susan Sontag, Vladimir Nabokov. Jorge Amado, Alessandro Baricco, Saul Bellow, Salman Rushdie, Orhan Pamuk, ¡Martín Sivak! y siguen firmas, siguen hasta unos 700 escritores.

Ha dicho que un buen grupo de escritores hace la fuerza del agente, que para él los editores no son nada, nada, nada, que no le gusta que agentes y editores sean amigos, que esa camaradería le parece algo cercano a la corrupción. Su tarea es sacarles para sus clientes los mayores porcentajes, los mayores beneficios. Y no ser amigo de los editores.

El agente tiene, hoy en día, una batalla por los derechos digitales y una batalla contra Amazon. En la primera, dice que hay que establecer un monto fijo por “copia” digital vendida. Y que después si el distribuidor (¿estamos pensando en Amazon?) quiere vender el ebook baratísimo y perder plata, eso no afecta a los escritores. Contra Amazon la cosa es más a fondo. En 2010 lanzó Odyssey Editions, para publicar en formato digital, sin pasar por las editoriales y directamente en Amazon, algunos clásicos como Nabokov. Esto le serviría, también, para pararse en ese mundo y negociar derechos digitales desde un lugar más sólido: quería llevarlos del 25 al 50%. El mundo editorial reaccionó: Random House, una de las editoriales más grandes del mundo, dijo que si Wylie publicaba sin editoriales, no haría ningún negocio con Wylie, con ninguno de sus autores. Y a pulsear: Calvino, Sontag, Baricco, Borges de un lado; Random del otro. Odyssey no llegó a puerto. Y Wylie empezó a hablar del negocio de Amazon. Su clave, decía, no está en la edición sino en la distribución. “¿Le vendería un libro a Amazon?”, le preguntaron hace poco. “Si uno de mis hijos fuera secuestrado, estuvieran amenazando con tirarlo de un puente y yo les creyera, podría”, exagera.

Habla de literatura. Si Amazon se impone, dice, el mundo será de los best-séllers. Y dice que se trata de leer. De leer buenos libros. Eso. Y es optimista.

–Cada vez hay menos lectores. ¿Cambiará la literatura para adaptarse a esta escasez?
–No creo que haya menos lectores, eso es un mito. Hay cada vez más lectores y la gente dedica más tiempo que nunca a la lectura. Ahora bien; algunos de esos lectores son inteligentes, son los lectores que un escritor espera tener. Y otros están interesados en los chismes, en los deportes, en las vidas privadas de los actores. Estos lectores no le sirven a nadie, salvo a ellos mismos.

–¿El negocio no depende de que haya éxitos masivos como “Cincuenta sombras de Grey”?
Cincuenta sombras... es como La caldera del diablo ; son cosas que llegan y se van. No tienen ninguna importancia, salvo la de poner dinero inmerecido en las manos equivocadas. Y el negocio editorial no descansa en estas modas baratas, pero pasa mucho tiempo tratando de encontrarlas. Es como alguien que compra una casa en el campo y destroza todo el jardín para buscar oro. ¿Qué le queda? Barro, no un jardín. Y una casa es mejor con un jardín.

–Pero los encuentros de escritores, los festivales literarios, los congresos se multiplican. ¿Eso no tiene que ver con la pérdida de lectores? ¿Los escritores deberán hacer tours, como los músicos, para atraer lectores?

–No comparto su pesimismo. Los encuentros, los festivales, son un signo de salud, no de declive. Y no, los escritores no tendrán que recurrir a las lecturas públicas para llegar a lectores interesados. El libro es una maravilla tecnológica, como la bombita de luz. Me va a sobrevivir a mí, a mis hijos y a mis nietos también.

–¿Cuál es el futuro de las ferias del libro, donde se exhiben libros de papel. ¿Las amenaza el libro digital?
–El ebook amenaza sólo a los diarios y a los libros de entretenimiento, o de información, que no querés o no necesitás conservar.

–¿Crecerá la lectura de ebooks? Y si lo hacen, ¿eso cambiará la forma en que la literatura se transmite, en tanto no se pueden prestar o dejar en herencia o que caducarán con su dispositivo?
–Creo que la lectura de libros electrónicos, que llega al 30% en los Estados Unidos, que es donde más se lee, contra el 70% de lectura en papel, existirá para la lectura “desechable”: diarios, novelas comerciales de baja calidad, no ficción vinculada a noticias pasajeras. Los libros electrónicos no tienen nada que ver con una biblioteca, no tienen que ver con la preservación sino con transmitir y desechar.

–El mundo editorial está cada vez más concentrado. ¿Esto tendrá consecuencias en la diversidad de lo que se publique?
–El mundo se está encogiendo y expandiendo a la vez. Encogiéndose en términos de tiempo y espacio, expandiéndose en términos de penetración. El mundo editorial debe responder a la agresión de la expansión veloz del sector de la distribución –representado especialmente por Amazon– consolidándose, para proteger el negocio de la erosión que sufrió la industria de la música con la incursión de Apple. A los escritores les conviene más trabajar con editoriales fuertes. En pocas palabras: la concentración es necesaria y positiva y no afecta de manera adversa las negociaciones.

–¿Hay contenidos que se venden más que otros? ¿Usted discute contenidos con sus autores?
–Es más una cuestión de expresión que de contenido. Uno de los más fascinantes trabajos de este siglo XXI es una inusual novela de seis volúmenes titulada Mi lucha , del novelista noruego Karl Ove Knausgård. ¿Quién se hubiera imaginado que el material de esa novela –la vida del autor– sería suficiente para alimentar seis volúmenes de una obra maestra? Así que no, lo que busco es una página inteligente, no presumo de hacer que un autor se adapte para satisfacer cierto preconcepto de lo que debería “funcionar” para una editorial.

–¿Tampoco influye respecto de la extensión? Hoy se ven libros muy cortos o muy largos.
–No se me ocurriría sugerirle a un autor serio que alargue o acorte un libro. Hay libros completos en 120 páginas, otros necesitan 600. Safo sobrevive en unos cuantos fragmentos, como Heráclito. No quisiera estar en el lugar de sugerirle a Beethoven, por razones comerciales, que los primeros compases de la Quinta Sinfoníason suficientes y que puede descartar el resto.

–¿Está al tanto de lo que ocurre hoy en la literatura argentina?
–Francamente, no. Pero trataré de informarme durante mi visita.


Para leer con mucha atención y sin sonreírse (I)

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Bernat Ruiz Domènech es, por formación, Diseñador Industrial de la Escuela Superior de Diseño Elisava (1998). Tras unos años dedicados al diseño industrial y de interiores, en marzo de 2005 se incorporó a la agencia de publicidad Sintagma donde ejerció de Director Creativo hasta diciembre de 2007. Allí, entre otros proyectos, desarrolló revistas y otras publicaciones corporativas. A partir de enero de 2008 desempeñó las labores de Editor de Publicaciones Corporativas en Abertis Infraestructuras S.A., puesto que ocupa actualmente, adscrito al departamento de Gestión de Marca. En el blog Verba volant, scripta manent (scriptaverba.worpdpress.com) escribe sobre la edición digital, con vocación crítica y divulgativa. Allí, el pasado 28 de abril, publicó un largo artículo, dividido en dos partes, sobre la gigantesca crisis que está sufriendo el mercado editorial español.

Esa crisis que está sufriendo España, nos permitimos agregar nosotros,  no sucede por designio divino (Franco, dicen, sigue muerto), sino por las malas políticas de sus políticos –tanto de izquierda como de derecha– y la mala administración de sus administradores. Ese baño de realidad, que le crea a la Península la necesidad de cercanía con la despreciada Latinoamérica, y que la aleja nuevamente de la rubia Europa, obliga a su gente a empezar a reflexionar, por primera vez en mucho tiempo, no sólo sobre qué deben hacer, sino también sobre quiénes son. Afortunadamente, con todos nuestros errores (que son muchos y, en oportunidades, terribles), desde este lado del charco, eso siempre lo tuvimos claro. 

Ocaso en el imperio editorial español (I): 
Una situación imposible 

 España perdió la hegemonía económica y política europea durante los siglos XVI y XVII, y su imperio de ultramar durante todo el siglo XIX. El desastre de 1898 no fue el final del camino. Todo parece indicar que el siglo XXI verá el ocaso de la hegemonía editorial española en América latina y, con ella, perderá la centralidad cultural hispánica. Aquellos que deberían evitarlo, no pueden hacer nada. 

 Immanuel Wallerstein, en su obra El moderno sistema mundial (1974; Ed. Siglo XXI, 2010), mostró cómo y por qué el Imperio perdió la centralidad económica en favor de las que, en aquella época, eran potencias menores como Inglaterra y los Países Bajos. Aunque entre el principio del fin y la pérdida de Cuba y Filipinas transcurren más de trescientos años, las decisiones tomadas durante los reinados de Carlos I y Felipe II sitúan al Imperio en una posición estratégicamente imposible. Sólo las enormes posesiones ultramarinas y sus aparentemente inagotables recursos permiten mantener la ficción imperial durante tres siglos de derrotas, retrocesos, bancarrotas, renuncias y honra sin barcos. El motor económico imperial se rompió –lo rompieron– ya durante el siglo XVI y luego no hubo quien supiera repararlo. 

 Tres siglos dan para mucho y permiten construir un enorme imperio cultural. A lomos de los caballos de los conquistadores y las biblias de los misioneros el Imperio impuso y propagó el castellano, devenido español en América. Culturalmente hablando, América Latina no se perdió durante el siglo XIX, aunque la influencia del gigante del norte empezó a erosionar la herencia –amada u odiada, ese es otro tema– ya desde las batallas de Cavite y Santiago. 

 Los procesos de descolonización británico y francés no fueron un crucero de placer; hubo guerras y sangre pero en comparación con el trágico siglo XIX fueron breves y permitieron a sus respectivos imperios salvar los muebles. La Commonwealth y la Francophonie, cada una a su modo y por motivos muy diversos, son buenos ejemplos de cómo se puede reinventar una relación provechosa con las antiguas colonias. 

¿Tiene España una Hispanofonía? 
España nunca ha tenido una Hispanofonía o una Comunidad de naciones hispánicas, ni ha tenido nunca ningún interés en crear nada parecido. La única forma que tuvieron las colonias españolas de independizarse fue la guerra; una vez pasado el desastre del 98, España fue incapaz de mantener ni una sombra de su papel económico y quedó reducida a Estado paria durante las décadas más negras del siglo XX. España debe mucho de su preeminencia cultural al exilio republicano y a las estructuras culturales que les dieron cobijo allende el Atlántico, mucho más que a la labor de la mayoría de gobiernos españoles durante el pasado siglo.

La diferencia entre perder un imperio –el español– y desmontarlo a tiempo –el francés y el británico– está en lo que puedes hacer luego con tus antiguas posesiones pero llegados a cierto punto eso tampoco importa mucho; lo importante es qué haces y cómo tratas a tus antiguas colonias, aquellas con las que compartes un idioma común y un montón de supuestos referentes culturales. 

Aunque la propaganda cultural española siempre ha hablado del castellano como de lengua común, en realidad ha tratado al español, a los dialectos americanos, como variantes de segunda. De otro modo no se entiende el rancio empecinamiento de la Real Academia Española en regir los pasos del idioma cuando las variantes peninsulares son tan minoritarias y en cierto modo exóticas en comparación con las americanas. Esta actitud ha soliviantado a la Academia Mexicana que ha empezado a cuestionar seriamente la autoridad de la RAE. México, con 120 millones de habitantes, es el país con más hablantes de español. Otras academias también han mostrado cierto enojo. 

Si el trato lingüístico es imperial, lo del libro español en América Latina toma tintes coloniales: los grandes y medianos grupos editoriales españoles hace décadas que venden espejitos y abalorios de colores a los que consideran unos parias culturales. Siguiendo la carpetovetónica costumbre de parasitar el poder político, nuestra muy extractiva industria del libro se ha dedicado a construir un emporio educativo (sic) en español en connivencia con los gobiernos de turno; a nuestros próceres culturales e industriales les ha dado igual que lloviera, hiciera sol, brillaran las democracias o camparan las dictaduras. 

La cosa literaria no nos deja mucho mejor. Nuestros grupos llevan décadas instalados en los países más rentables de América Latina; antaño abrieron sucursales para mantener mercado y abrir el que se pudiera. Con honrosas excepciones han inundado el mercado latinoamericano de best–sellers. Se podría objetar que así creaban industria editorial en dichos países; siento decepcionarles: su política industrial ha empujado a la pequeña industria gráfica local a bajar los precios hasta niveles insostenibles, hundiendo a aquellos que no han podido seguir el paso e ignorando, en general y salvo escasas excepciones, a los autores locales. Inundando las librerías con títulos de alta rotación han impedido el normal desarrollo de editoriales autóctonas. No han reinvertido lo ganado, lo han repatriado a España. 

Esos grandes grupos no lo imprimen todo allí; lo que sobra de lo que imprimimos aquí lo mandamos allí cuando ya ningún peninsular lo quiere, lo vendemos a precio de saldo o a precio de lujo si tenemos en cuenta la diferencia de rentas y los costes de exportación al otro lado del Atlántico. Vender lo que la metrópoli (sic) no quiere a precios de derribo, o vender a precios de metrópoli aquello que sólo las élites podrán comprar, es típicamente colonial y distorsiona gravemente los mercados locales. 

En la Península tenemos parte de culpa, no crean. ¿Cuántos editores españoles ponen mala cara cuando ven un manuscrito o una traducción mexicana, colombiana o argentina? Salvo en contadas ocasiones, un libro escrito o traducido en México DF, Bogotá, Buenos Aires o Santiago de Chile será normalmente legible en España, así como un libro escrito en Ciudad del Cabo, Canberra o Detroit lo será en Londres o Nueva York. Aún así, muchos editores se muestran remisos a editar o importar obras provenientes de Latinoamérica sin darle un buen repaso con el cepillo castizo por miedo a que algún lector les llame la atención. 

Para terminar este collar de perlas bastará fijarse en la cantidad de autores latinoamericanos que editamos en España últimamente. Si anduviéramos ocupados publicando un raudal de genios patrios la cosa tendría su excusa, pero a la burbuja editorial española no la ha acompañado ni la calidad ni la inquietud en editar a autores del otro lado del charco. ¿Para qué estar implantado en varios países de Latinoamérica si uno no aprovecha para descubrir talento? ¿Debemos creer que son tan pocos los que escriben bien entre cuatrocientos millones de habitantes tal como Peio H. Riaño muestra en un reciente artículo? 

Uno piensa en todo esto, uno se acuerda del Boom de autores latinoamericanos y entiende muchas cosas. El imperio editorial español se asienta sobre una parte fundamental del genio latinoamericano del siglo XX, trágico espejo histórico; lo que se conoció como el Boom, fabricado por algunos editores y agentes españoles avispados tal como reconoció en su momento Carmen Balcells en una entrevista, se basó en aquellos autores que aquí gustaban, haciendo las Españas a lomos de nuestra intelectualidad de la época, tan afrancesada, tan izquierdosa, tan divina ella. El Boom tiene tanto de operación de marketing como de operación colonial: traigamos de ultramar unos tipos de cálido acento, calidad literaria tan contrastada como domesticada y posiciones políticas fácilmente defendibles; estamos en los años sesenta y setenta del siglo XX, ya no vienen con pintorescos atuendos pero, en si, el hecho es pintoresco; también es efímero, lamentablemente, porque más allá de los autores del Post–Boom, nacidos en los años cuarenta, poca cosa. ¿Dónde están los grandes autores latinoamericanos actuales? Puede que en Alfaguara o Anagrama tengamos algunos pero, ¿qué edad tienen? Decir que la muerte de Gabriel García Márquez nos deja un poco más solos no es sólo poesía. 

La debilidad estructural de la gran edición española 
Nuestros grandes grupos editoriales lo están pasando entre mal y peor. El Grupo Planeta da beneficios, no así el conjunto de sellos editoriales, que ya arroja pérdidas. Hace años que el Premio Planeta dejó de ser un gran negocio. Las inversiones digitales del Grupo pueden calificarse de dispersas; una cosa es diversificar el riesgo y otra muy distinta jugar todas las fichas a todos los números de la ruleta en su obsesión reverticalizante. Nubico sufre lo indecible para que los sellos del propio grupo le cedan contenidos. Cual perro del hortelano, en Planeta han enredado todo lo posible para retrasar el libro digital en España con la colaboración ocasional –¿en el papel de saboteador?– de Bertelsmann y algunos medianos; pronto empezaremos a ver que esta decisión estratégica, tan coherente como equivocada, les ha dejado en una posición industrial y comercial imposible. 

Santillana bien, gracias. Prisa vendió sus sellos literarios por un plato de lentejas –72 millones de euros, cuando en otoño se barajaban doscientos– a Penguin Random House y con dicha operación cambió el equilibrio en Libranda; es cuestión de tiempo que los sellos educativos de Santillana –lo que queda de lo que fue el vigesimoquinto grupo mundial– también se vendan a saldo. Sospecho que antes de fin de año tendremos nuevas noticias. 

El resto de grandes grupos españoles… bueno, no hay más grandes grupos españoles. Con el derrumbe de Prisa sólo queda Planeta en una muy insegura séptima posición mundial en volumen de ingresos. Se supone que sólo disponemos de un gran grupo para liderar (sic) la edición española en América Latina. Personalmente no me gusta el capitalismo de matones basado en unos cuantos gigantes con los que amedrentar los mercados al estilo de ladiplomacia de las cañoneras del siglo XIX, pero puestos a jugar a esto, veamos en qué situación estamos: 

Grupo Planeta, un enano entre gigantes: que Planeta es un gran grupo es algo que nos creemos porque lo comparamos con otros grupos editoriales literarios españoles y con algunos extranjeros; el panorama cambia trágicamente si la comparación la establecemoscon los conglomerados a quienes pertenecen esos grupos editoriales y con otros grupos editoriales no literarios. 

Grupo Planeta ocupa la séptima posición y facturó 2.597 millones de dólares en 2012. Por delante, las cuatro primeras son gigantes por derecho propio (entre paréntesis la facturación en 2012, en millones de dólares): Pearson (9.158) en el campo de la educación, Reed Elsevier (5.934) en el de revistas y publicaciones académicas, Thomson Reuters (5.386) propiedad de The Woodbridge Company y en cuarta posición Wolters Kluwer (4.766). Penguin Random House es propiedad de Bertelsmann (53%) y de la ya mencionada Pearson (47%). Hachette Livre factura algo más que Planeta (2.833) pero pertenece a Lagardère, un coloso mediático . Corrección: Lagardère vendió su participación del 7,5% en EADS en 2013. 

El resto de grandes sellos literarios son modestos en comparación, pero no así los grupos mediáticos e industriales a los que pertenecen. Por citar sólo un par de ejemplos conocidos: Harper Collins (1.189) no aparece hasta el puesto nº19, pero pertenece a la News Corp. de Rupert Murdoch. Simon&Schuster (790) se sitúa en la posición nº29, pero pertenece a la CBS. Aparecen multinacionales de todo pelaje, nacionalidad y condición –se repiten especialmente los grupos norteamericanos, británicos, alemanes y franceses– pero la única española es Planeta. No es recomendable sacarla para ver quién la tiene más grande. 

El español, un mercado atrasado y en retroceso: los sellos literarios de Planeta se nutren, esencialmente, del público español. El total agregado de facturación en Latinoamérica es apreciable, pero la mayoría de la facturación en términos tanto cuantitativos como cualitativos se genera en España y eso es todavía más cierto en el caso de las editoriales medianas. Nuestro país se encuentra en una crisis económica que ha contraído el consumo hasta magnitudes de finales de los años noventa del siglo pasado. El libro, aunque no ha retrocedido tanto, no ha sido una excepción. 

Al retroceso económico y comercial se une el atraso tecnológico y conceptual del sector. Ya he mencionado cómo los errores de los grandes grupos que operan en España han postergado la aparición y el crecimiento de un mercado digital en castellano digno de tal nombre. También es más que sabida la obsesión de nuestra nomenklatura editorial con la piratería y cómo este debate ha asustado a muchos pequeños y medianos que, de otro modo, hubieran hecho antes los deberes. Tampoco es necesario extenderse mucho en la perniciosa defensa numantina del actual modelo comercial del libro en España, blindado por nuestra obsoleta legislación. Para terminar de alegrarles la tarde les recordaré la cortedad de miras de la intelligentsia que gobierna las principales instituciones de la edición, empezando por los gremios regionales y terminando por la Federación de Gremios de Editores de España. Atención a lo que su director ejecutivo, Antonio María Ávila, dijo en la comisión de cultura del Senado español (pág. 21, primer párrafo) en junio del año pasado: 

En lo que sí somos muy buenos es en los contenidos. En los contenidos sí podemos ganar. Obviamente, si —entre comillas— estas empresas [se refiere a Google, entre otras]parasitan los contenidos es porque ellos no son capaces de hacerlos y nosotros sí. Ese es un dato importante que tenemos que tener en cuenta. Nosotros lo que podemos desarrollar y en lo que podemos ser líderes es en el software; olvídense ustedes del hardware, el retraso es demasiado grande; pero en el primero podemos ganar. Ellos no son tan buenos como nosotros; y no hablo solo de España sino de Francia o de los editores alemanes. 

¿De veras, señor Antonio Maria Ávila, dijo usted en sede parlamentaria que las empresas estadounidenses no son capaces de hacer buenos contenidos? El problema no es de inteligencia, ni de preparación, ni de formación: el problema es de aquello a lo que algunos llaman Weltanschauung o, si lo prefieren, cosmovisión o, todavía mejor: enterarse del asunto. Sobra mentalidad imperial y falta pragmatismo. 

Nos falta tamaño, nos falta un mercado interior que tire del carro, al mercado exterior lo hemos maltratado durante décadas, nos faltan grandes grupos, nos falta dinero y nos falta visión de la jugada. Lo único que nos sobra es talento –como en cualquier sociedad occidental– pero no está donde debe. La gran edición española está en una situación estratégica insostenible. ¿Y ahora qué?

Para leer con mucha atención y sin sonreírse (II)

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Segunda parte del artículo de Bernat Ruiz Domènech publicado en el día de ayer, tomado del blog Verba volant, scripta manent.



Ocaso en el imperio editorial español (II):
Perdiendo público, idioma y contenidos

Hay grandes grupos –en su mayoría anglosajones– que disfrutan de un tamaño óptimo, sus mercados interiores y exteriores gozan de relativa buena salud, tienen acceso a suficiente financiación y, habiendo ordenado su patio digital, han decidido mirar por encima de la cerca para ver qué sucede en otros mercados y en otros idiomas. Esos grandes grupos ya se han dado cuenta que, en un mercado digital, quedarse los derechos en inglés y vender los de otros grandes idiomas a editoriales de otros lugares es una tontería.

Alguien me dirá que esto no es nada nuevo y que el acuerdo entre Bertelsmann y Pearson que ha dado a luz a Penguin Random House refuerza precisamente esta política. Es cierto. Pero este acuerdo demuestra que las cosas están cambiando y que, poco a poco, ya no serán las sucursales de grandes grupos en España las que se dediquen a la traducción y comercialización en castellano de los títulos en inglés, la matriz podrá hacerlo por si misma. Por cierto, la promesa que hizo Penguin Random House de asegurar la independencia de los sellos recién adquiridos ya sabemos dónde podemos archivarla. Nadie compra una empresa para que ésta siga trabajando como siempre.

Los mismos que en su día encontraron insustituibles el olor del papel, de la tinta y de la cola me dirán que no, que ninguna editorial de la pérfida Albión, que ningún entertainer norteamericano, es capaz de producir un buen producto en castellano. Y puede que tengan razón, pero es que ellos no van a editar en castellano, editarán en español.

Hacia una España culturalmente periférica
La edición española camina hacia la periferia del mercado cultural latinoamericano. A medio plazo –suelo equivocarme en el calendario y no voy a concretar más– nuestra descentrada posición geográfica se corresponderá con la futura posición de nuestra industria cultural y de nuestra variante lingüística.

Pongámonos en la piel de los directores editoriales, financieros y de marketing de algunos grandes sellos norteamericanos. Han hecho los deberes –disruptores como Amazon les han obligado– y en los EEUU la industria editorial digital es una realidad que copa el 30% del mercado y, aunque ha moderado el ritmo, sigue creciendo. La convivencia y transición entre el libro digital y el analógico deberá gestionarse con tino, pero el proceso está encarrilado.

El actual mercado internacional de venta de derechos sólo tiene sentido si el libro es de papel. Editar un libro en inglés es tan barato como hacerlo en castellano o en cualquier otra lengua. Cuando los libros sólo eran de papel la distribución y la comercialización eran las grandes pesadillas que aconsejaban ceder derechos a aquellos que pudieran editar las traducciones en otros mercados. El idioma de un libro es una barrera comercial cuando su explotación implica imprentas, camiones, contenedores, barcos, almacenes y furgonetas.

El libro digital acaba con todo esto. Da igual si edito el libro en Barcelona, Nueva York, Addis Abeba o las Seychelles, no importa si lo edito en castellano, inglés, ruso o swahili, lo importante es contar con una buena conexión a Internet y la capacidad de leer, evaluar, editar y vender los libros en cada idioma. Todo eso, hoy, se compra. Y se compra a buen precio. Encontrar talento no es un problema, ¿recuerdan?

El reto no sólo es tecnológico; tan fácil como comprar conocimiento y buenos servicios es poder vender los libros digitales. Aquí también es indiferente la localización del servidor donde se aloje el archivo del libro digital, lo importante es que sea capaz de satisfacer las órdenes de compra de todo el mundo. Ya no importa el color o el origen del gato: lo importante es que cace ratones.

Si puedo editar desde donde quiera, en el idioma que quiera y puedo vender desde donde me apetezca, también puedo publicar lo que yo considere oportuno sin que el idioma en que haya sido escrito sea un problema: puedo contratar en origen la obra de escritores que escriben en otros idiomas. El único criterio será la rentabilidad.

Pongamos que somos alguno de los directivos mencionados y que vemos el mundo desde nuestra mesa de trabajo en algún punto de la costa este norteamericana. Pongamos que hacemos el mismo análisis que estamos haciendo aquí, aunque el suyo puede ser mejor porque disponen de más y mejor información que un servidor. Tienen el dinero, el conocimiento, el mercado y el talento. Por mucho que le pese a Antonio Maria Ávila, tienen una cantidad colosal de buen contenido en inglés. Y tienen la capacidad de comprar, en origen, cualquier contenido en cualquier otro idioma. Ahora están mirando hacia el sur y viendo un mercado en crecimiento, desatendido, cuyo consumo de información se digitaliza a marchas forzadas y con unas economías que despiertan tras décadas de letargo. Un par de detalles más: en España traducimos uno de cada cinco títulos y la mayoría viene del inglés, mientras que en mercados como el británico o el norteamericano sólo traducen uno de cada cincuenta. Sufrimos una balanza cultural muy negativa.

Ante este panorama, tres cuestiones van a marcar el futuro próximo: público, idioma y contenidos

¿Dónde está la gran masa de público hispanohablante? 
En Latinoamérica. El último tercio del siglo XX fue nefasto para buena parte de los países latinoamericanos, pero hace ya varios años que hay claros síntomas de recuperación en muchos de ellos y de algunos puede decirse ya que han alcanzado un crecimiento económico sostenido, como Chile o Colombia. Países como Perú y Bolivia están reduciendo rápidamente sus altas tasas de analfabetismo y la lectura digital será más importante que la lectura en papel, pues en esos remotos lugares donde nunca han visto una librería ya hay telefonía móvil e Internet y, con ella, el libro digital en cualquiera de sus formas. Lo mismo sucederá en lugares más poblados pero dejados de la mano del mercado, donde nadie se ha ocupado nunca de abastecerlos con una variada oferta editorial.

¿Qué hablan en Latinoamérica? 
No hablan castellano, hablan español. Lo primero que harán –ya lo están haciendo– los grandes grupos norteamericanos es buscar un estándar lingüístico que puedan aceptar los más de cuatrocientos millones de hispanohablantes americanos. El español de México y especialmente el de Colombia son dos buenos candidatos a ser la base de este español estándar para la confección del cual no se está contando –ni se contará– con la intervención de la Real Academia Española. La elaboración de esta variedad de español se hará con criterios comerciales e industriales para que pueda ser aceptado por el público hispanohablante y utilizado sin problemas por los traductores, porque este español estándar se utilizará para la traducción directa de las obras en inglés. Que ese español coincida más o menos con las variedades peninsulares es algo que tendrá más que ver con el azar que con el pequeño volumen de negocio que podamos aportarles. Nuestro dialecto castellano no importará porque demográficamente hablando somos prescindibles. Que nos hayamos creído –nos hayan hecho creer– que nuestro castellano era el ombligo del mundo no implica que tuviéramos razón.

¿Qué se necesita para comprar directamente los derechos en origen? 
Un agente comercial local y dinero suficiente. El resto de estructura, como por ejemplo los lectores profesionales y el adecuado asesoramiento legal, puede ser free–lance. Con un noqueado Grupo Prisa y un Grupo Planeta en graves dificultades financieras, es cuestión de tiempo que empiecen a comprar los derechos de nuestras mejores plumas. Ya hay algún agente literario husmeando el mercado a cuenta del otro lado del Atlántico.

Ignoro cuánto tardaremos en ver todo esto; puede que la venta a saldo de los sellos literarios de Santillana sea uno de los primeros síntomas –quien compra sellos compra derechos–, pero la imposible situación estratégica de la gran edición española nos aboca a perder el público, el idioma y los contenidos y, con todo eso, la industria editorial entendida como hasta ahora. De aquí a fin de año nos aguardan sorpresas y 2015 será todavía más interesante.

¿Será mejor para los ecosistemas editoriales latinoamericanos quedar en manos norteamericanas? 
No lo sé. No creo que sea peor y, desde un punto de vista lingüístico y de acceso a una gran oferta cultural en su idioma, sí puede que sea mejor; las grandes editoriales anglosajonas, al menos una parte sustancial de ellas, ya están trabajando con criterios totalmente digitales, con las ventajas que eso reporta a unos países con las complejas circunstancias económicas y geográficas –póngase usted a distribuir libros de papel en el Altiplano andino o la Pampa argentina– como los latinoamericanos. El libro digital garantiza un acceso a la cultura realmente universal a cambio de inversiones relativamente modestas y a un precio mucho más acorde con las posibilidades económicas de ciertas economías. Nadie les vendrá con las monsergas del “encuentro de culturas” o del “acervo común” y los norteamericanos, que no son unos corderitos, son suficientemente listos como para ahorrarse la versión 2.0 del clásico “América para los americanos” aunque sigan teniendo igual de claro su “destino manifiesto”. Incluso puede que la incipiente industria editorial de algunos países latinoamericanos tenga alguna oportunidad de prosperar. A corto plazo no es para tirar cohetes, pero creo que algo mejor les puede ir.

Una oportunidad para los editores independientes y las lenguas minoritarias
Cuando en el siglo XX se hundía una industria importante –como le pasó a la industria textil catalana o a los altos hornos del País Vasco– se hundía todo el entramado que la conformaba, desde las grandes empresas hasta los pequeños talleres y servicios auxiliares porque toda la cadena de valor caía por efecto dominó. La lógica digital, afortunadamente, es diferente; aunque el Götterdämmerung de papel al que se enfrentan Planeta y otros grupos medianos españoles dejará a mucha gente en la calle –ya está sucediendo– eso no arrastrará en su caída a toda la industria, sólo aquella que no haya sido capaz de reconvertirse.

Los editores independientes y aquellos que trabajen en lenguas minoritarias como el catalán, el vasco y el gallego, están en una muy buena posición estratégica para salir fortalecidos, siempre que den los pasos adecuados y trabajen bajo la lógica digital del público y los contenidos; es muy importante tener esto presente: dependen de sí mismos. Los públicos de los editores independientes son y serán siempre modestos –por eso incluyo las otras lenguas del Estado– y es el trabajo al detalle sobre esos públicos lo que un gran grupo no puede hacer por cuestiones de economía de escala.

La cercanía con el público y su profundo conocimiento también será otra baza importante, pero no como hasta ahora, de forma anecdótica y a través de terceros, sino de forma sistemática y con las herramientas digitales adecuadas. Hay que ser capaz de construir los públicos con nombre y apellidos siempre que sea posible y hay herramientas que ya lo permiten. Hay que fidelizar a una profundidad imposible para cualquier gran grupo.

Tras el público vienen los contenidos y eso invierte la lógica del libro de papel. Sólo el conocimiento profundo del público –dónde está, qué le gusta, qué busca, qué dinero invierte en libros, etc.– permitirá armar un plan editorial coherente y a largo plazo, capaz de ofrecer un catálogo rentable. También ahí se puede superar la competencia del gran grupo, porque hay contenidos a la escala de los pequeños públicos que nunca serán rentables para un gigante pero sí pueden serlo para los independientes.

Finalmente, las lógicas digitales trascienden fronteras y permiten vender allí donde antes era imposible llegar. Esa es una realidad que justo ahora empezamos a ver: pequeños y medianos editores vendiendo sus libros digitales en América Latina. Nadie ha dicho que los pequeños públicos deban ser los de tu pueblo. Nadie dijo, tampoco, que dichos públicos no pudieran contarse por miles.

La cultura española se enfrenta a una grave crisis de la que saldrá más diversa y, a largo plazo, puede que fortalecida. Perder los últimos trapos del Imperio será muy sano para nuestro ego –¿acabaremos con vacuidades como la Marca España y con ciertas mentalidades imperiales?– y para nuestro entramado cultural, aunque el precio a pagar sea convertirnos en un país sin grandes grupos editoriales que produzcan los productos culturales industriales en su idioma. En realidad la situación actual ya es precisamente esta: nuestras propias multinacionales culturales se han mostrado incapaces de renovar la industria del país, incapaces de basar su oferta en la calidad e incapaces de adaptarse a las nuevas realidades, incapaces de sobrevivir mientras nosotros nos hemos mostrado incapaces de controlarlas. La mayoría de países del tamaño de España no tienen gigantes culturales y no les va tan mal.

Este será el Santiago y Cavite de nuestra generación. Puede que nos convenga que otras multinacionales, con otras lógicas, desde otros lugares, nos traten de otro modo. No será muy diferente, pero quizás sea mucho más realista. Puede, incluso, que como sociedad, como ciudadanos, nos lo tengamos merecido. Otra forma de editar es posible y dentro de poco no va a ser una opción, será la única alternativa disponible. A sus botes salvavidas, las editoriales independientes primero.



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