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Channel: Club de Traductores Literarios de Buenos Aires
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2019: el décimo primer año del CTLBA

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Hoy, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires reanuda sus actividades, dando comienzo al décimo primer año de su existencia.


Con el correr del tiempo, el campo de intereses que lo anima se ha ido ampliando. A las cuestiones relacionadas con la traducción literaria a secas se sumó la preocupación por el estado de la(s) lengua(s), y a esto último, el funcionamiento del mundo editorial, que es el ámbito habitual de trabajo de los traductores literarios. No puede ser de otra manera porque, en general, la traducción literaria se hace de una lengua ajena a la propia y porque además no se traduce en abstracto, sino necesariamente para editoriales.

Hemos comprobado, a lo largo de todos estos años, que estas ideas no suelen estar presentes en las currícula de los profesorados de lengua, lo cual genera una serie de confusiones en los jóvenes traductores que muchas veces no tienen la menor idea de a cuál de las muchas variantes de la lengua propia traducen. 

Tampoco saben cómo funciona el mercado editorial porque sus profesores generalmente son profesores de traducción y no necesariamente traductores. Nadie les dice a esos estudiantes, por ejemplo, que con un título de traductor no se consigue trabajo de traductor literario porque eso, precisamente, es lo último que les interesa a los editores. En síntesis, la lógica de la traducción literaria como oficio nada tiene que ver con la de la traducción legal, la científico-técnica y mucho menos con la interpretación. 

Entonces, así como cada una de las variedades mencionadas (a las que podrían sumarse otras, como los estudios de traducción o la traductología) se desarrollan en sus ámbitos correspondientes, la traducción literaria tiene el suyo e implica saberes que exceden las reflexiones de Walter Benjamin sobre el oficio de traducir, las nuevas tecnologías en la producción de instrumental científico y medicamentos, y el uso de determinadas claves para no perder palabra en un discurso que hay que interpretar. 

Con todo, a la hora de las ferias del libro, las conferencias académicas y los congresos, no se habla de estas cosas, sino de Borges como traductor y de otros temas afines porque, lamentablemente para los que efectivamente se dedican todo el año a traducir libros, la traducción literaria es más sexy que la traducción legal, la científico-técnica y los problemas de la interpretación. El público, cuando existe, se siente más a gusto oyendo hablar de Borges que de pasaportes o cefalosporinas

Nuestras reuniones mensuales en la Biblioteca del Goethe Institut de Buenos Aires han reflejado estas cuestiones. Otro tanto puede decirse de los materiales publicados en este blog, sean originales o tomados de la prensa mundial. Y en paralelo, nos hemos ocupado de poner en claro quién es quién en este pequeño mundo que, como el de los dentistas, los carpinteros o los abogados, tiene sus más y sus menos, sus héroes y sus canallas. A los primeros los hemos honrado; a los segundos, los hemos puesto en evidencia. Es lo que vinimos haciendo y lo vamos a hacer en el año que empieza.

Jorge Fondebrider 





Voces contra el CILE: protesta que oír se deja

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“El CILE, que se realizará en marzo en Córdoba, se presenta como una ‘fiesta de la lengua’ a la que asistirá la monarquía española, y un grupo de trabajadores de la cultura lo toma como una afrenta en el panorama económico actual, sin nada que festejar.” Así dice la bajada de la nota publicada por Silvina Friera, en Página 12, el pasado 3 de enero.

“Es una afrenta que agrega hipocresía”

El que nomina, domina”, afirma el editor cordobés Alejo Carbonell, citando una certera definición del sociólogo francés Pierre Bourdieu, con la intención manifiesta de iniciar un gran debate nacional y cuestionar la realización del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que se realizará en la ciudad de Córdoba del 27 al 30 de marzo. Los reyes de España y el presidente Mauricio Macri inaugurarán el CILE en el teatro Libertador. Los trabajadores de la cultura, editores, escritores, traductores, docentes, libreros, advierten “que dada la brutal situación económica a la que el actual gobierno está sometiendo al pueblo argentino en general y al sector editorial en particular –con pérdida de muchos puestos de trabajo, y con editoriales, imprentas y librerías en situación de crisis terminal–, la realización de este congreso, con todas sus pompas, es una afrenta que agrega hipocresía a este hostigamiento económico y social”. La solicitada, que cada vez suma más adherentes, ha sido firmada por los escritores Gabo Ferro, Palo Pandolfo, Laura Devetach, Pablo Ramos, Washington Cucurto, Graciela Bialet, Ricardo Romero, Elena Anníbali, Mariano Quirós, Silvio Mattoni, Damián Ríos, Mariano Blatt, Leticia Obeid, Ariel Bermani, Laura Wittner, Alejandra Correa y Julieta Mortati, entre otros narradores y poetas, además de editores como Víctor Malumián (Godot), Guido Indij (Interzona), Francisco Garamona (Mansalva), Maximiliano Masuelli (Iván Rosado) y la librera Débora Yanover.

Los firmantes de la solicitada impulsada por Carbonell, editor de Caballo Negro, agregan “que la realización del congreso pretende reconfirmar el carácter hegemónico del español peninsular en esta zona del mundo, es decir, afirmar esa versión del español como idioma central para los gobiernos y para el poder. Que el congreso viene a asfaltarle el camino al empresariado español –a facilitarle las comunicaciones para sus negocios–, y a reflotar alguna corriente de simpatía que le permita seguir avanzando por sobre cualquiera de las variantes lingüísticas espontáneas que favorecen y representan nuestra propia riqueza, hasta que no quede ni un rastro de las lenguas originarias o minoritarias en el ámbito público”. El editor de Caballo Negro –que ha publicado los cuentos completos de Daniel Moyano, Mi música es para esta gente; y la poesía completa de Glaude Baldovin, Mi signo es fuego, entre otros títulos– explica a PáginaI12 por qué es una afrenta la realización del CILE. “Desde que esta gente está en el gobierno no hubo una sola medida que favorezca al sector editorial. Por el contrario, la crisis del libro está llevando a cerrar librerías, pero también a que se fundan imprentas, a que haya muchas pequeñas editoriales a un cachetazo de cerrar y muchos puestos de trabajo menos. Todos los informes, todas las declaraciones, dan cuenta de que el libro está para atrás. Y eso solo por hablar de la industria editorial, pero podemos enumerar hasta el infinito y más allá. Entonces, en este marco, que se realice alegremente un Congreso de la Lengua, con la presencia de la monarquía española, con tips como ‘fiesta de la lengua’, es una provocación. No tenemos nada que festejar”.

Carbonell subraya que para la norma hispanoparlante hay un idioma que es “el español bien hablando, es decir el de ellos, y el resto, hacemos lo que podemos”. “Esto, que por momentos parece ser un condimento simpático, de color, resulta ser una condena. Cuando decimos ‘reconfirmar’, nos referimos a que el español peninsular necesita seguir sosteniendo una relación hegemónica, de poder, por sobre todas las expresiones particulares, regionales, y llevarlas a su mínima expresión o que no existan más, porque esa lógica se reproduce en todo: en los negocios, en las relaciones gubernamentales... ‘el que nomina, domina’ es una gran definición”. ¿Por qué en un mundo donde prevalecen repúblicas presidenciales o parlamentarias todavía perduran monarquías como la española?, pregunta este diario. “No sé qué pensarán los españoles, a mí me daría mucha vergüenza tener reyes –confiesa el editor de Caballo Negro–. Viajar a otro país para discutir lo que sea y que te acompañe el rey como respaldo, no sé, es vergonzante... Lo curioso es que entre el anuncio del congreso y la fecha de su realización ellos tuvieron un cambio de gobierno abrupto. Y dan a entender que lo que tienen ahora es un gobierno más progresista, pero toda la cuestión institucional está intacta. Ese colonialismo paternalista está siempre presente, con hitos como el ‘¿por qué no te callas?’. ¿Alguien puede creer de verdad que los reyes de España llegarán a Córdoba para discutir sobre la lengua? De ninguna manera, ellos vienen porque este tipo de encuentros garantizan hegemonía cultural para que el empresariado español haga sus negocios lo más cómodo posible”.

“¿Por qué no te callas?” –no viene mal recordarlo– fue la frase que lanzó el rey de España, Juan Carlos I, contra el entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en Santiago de Chile. Carbonell cuenta que hay un sector de la Universidad Nacional de Córdoba, en Filosofía y Humanidades, que no adhiere al Congreso de la Lengua y que está trabajando activamente en la organización de un Foro multilingüístico. “Sin recursos, cada uno desde donde puede, está levantando su voz contra el Congreso –plantea el editor cordobés–. Creo que finalmente podremos articular todo y confluir en un gran espacio de encuentro no solo de resistencia, sino también virtuoso en cuanto al volumen de ideas y de suma de voluntades para hacer algo superador”.

* La solicitada completa en 
https://sites.google.com/view/rechazo-al-cile

Una observación más bien inculta y exagerada

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El 7 de enero pasado, un periodista anónimo de Clarín glosó de manera más bien pedorra una nota francamente pedorra de la revista National Geographic, donde se habla de la librería Ateneo Grand Splendid, de Buenos Aires, como la más linda del mundo. Y es posible que el edificio sea notable, pero, de ahí a imaginar que “lindo” es sinónimo de “bueno” hay un abismo que ni siquiera la filosofía griega clásica puede salvar. De hecho, se trata de la nave insignia de la cadena de más de 40 librerías Yenny-El Ateneo, propiedad del Grupo Ihlsa. que, a través de las marcas Yenny, El Ateneo, Tematika.com y Editorial El Ateneo se constituye como el operador líder en de venta de libros de la Argentina (al menos a sí se publicitan a sí mismos). Su característica fundamental –igualmente compartida por las liberías Cúspide, del Grupo Clarín– es dedicarse a la venta de libros recientes, y prácticamente nunca apostar a la construcción de un catálogo. Para ello, cuentan con vendedores de buena presencia que, en razón de su incultura, se ven obligados a recurrir a las computadoras para saber de qué libros les hablan los clientes.

El Ateneo Grand Splendid
señalada como la librería más linda del mundo

“Ésta es la librería más linda del mundo”, dice el título que publica la famosa revista National Geographic. Y abunda: “La iluminación es suave, con acentos que muestran lo mejor de la artesanía de principios del siglo XX. Las conversaciones son silenciosas, como en una gran biblioteca; sin embargo el espacio es tan cálido y acogedor que el café, en la parte de atrás de la sala cavernosa, está lleno de clientes que leen y beben capuchinos y submarinos de chocolate. Usted ha entrado a la librería Ateneo Grand Splendid”.

Situada en Santa Fe y Callao la librería, dice el artículo “frecuentemente es citada en los blogs como la más linda del mundo”. Y, agrega, Brian Clark Howard, el redactor, “pueden no estar equivocados”.

El artículo del National Geographic cuenta que el edificio fue inaugurado en 1919 como teatro. Por allí pasaron cantantes como Roberto Firpo (que le dedicó un tango) y hasta Carlos Gardel.

Allí, también, se hacen innumerables presentaciones de libros. La visitaron Rosa Montero y José Saramago entre muchos otros escritores.

“El café –sueña el redactor– está ubicado en lo que fue el escenario, así que uno puede imaginar su nombre escrito en neón mientras se sumerge en la pastelería”.

El National Geographic aconseja a los viajeros visitar el lugar y señala “los magníficos frescos en el techo y el estilo latino”. La cúpula fue realizada por Nazareno Orlandi en 1919, como una celebración de la paz, tras la Primera Guerra mundial. El frente tiene una marquesina de estilo griego con cariátides que sostienen los balcones de granito gris, hombres agobiados por el peso.

Fue sede de Radio Splendid y de la discográfica El Nacional Odeón a partir 1926. Salvo el período 1964-1973, cuando volvió a ser teatro, se convirtió en uno de los cines más importantes de la ciudad y, tal vez, el más bello. Lleno de historias y mística, logró resistir varias crisis pero no pudo competir con las grandes cadenas y cerró en 2000, con futuro incierto. Pero sólo unos meses más la cadena El Ateneo decidió instalar allí la librería más grande de América latina: 2.000 metros cuadrados.

La librería abrió, como tal, en diciembre de 2000. Para transformar el antiguo teatro (y cine) hubo que nivelar el suelo y restaurar la cúpula. Los numerosos palcos fueron usados para instalar salitas de lectura con sillones y mesas. El agregado moderno fueron dos escaleras mecánicas hacia el subsuelo.

Allí donde antes se ubicaban los camarines se ubicó el sector de literatura infantil. 

Es lugar para café, para turismo, para presentaciones y encuentros. Y para encontrarse con unos doscientos cincuenta mil libros, todos juntos. Y darse una panzada.

"Una sensación exactamente en las antípodas de la satisfacción que puede provocar el espacio libre"

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La periodista y escritora Hinde Pomeraniec (foto) es la directora del suplemento Cultura InfoBAE. En la bajada de la nota que publicó en ese medio el pasado 9 de enero, se lee: “En la serie A ordenar con MarieKondo, la bestseller y nueva gurú del orden en la casa asegura que hay que desprenderse de los libros con los mismos métodos que usamos para deshacernos del resto de los objetos que ya no nos hacen felices. El problema es que los grandes lectores no van tras los libros solo para ser felices. Y algo más: para ellos, la satisfacción no es vaciar espacios sino tener cada vez más estantes colmados de mundos posibles”.

En defensa del “tsundoku”:
Marie Kondo no tiene razón

Hola, amigos, mi nombre es Hinde y soy lectora compulsiva. No creo ser víctima de una enfermedad sino de un comportamiento, una forma de vida que a lo largo de los años me dio momentos de intensa alegría y de tristeza imborrable, de placer y conocimientos extraordinarios y también otros de inquietud, desdicha y malestar que sin embargo hicieron de mí quien soy.

Soy lo que soy por los libros y soy mucho más que mi propia vida gracias los libros, que son, como decía Umberto Eco, la inmortalidad hacia atrás. Y resulta que ahora, en su manía insaciable por ponerle orden al mundo –en estas últimas semanas, desde Netflix– la experta japonesa Marie Kondo dice que hay que desprenderse de ellos cuando ya no tienen que ver con nuestra felicidad: que hay que decirles adiós igual que como debemos hacerlo con un vestido de quince o una bufanda apolillada del abuelo. Con todo respeto: ¿de qué habla esta mujer? Solo alguien que no es lector puede pensar que desprenderse de libros es una tarea equiparable a la de deshacerse de tarros de cocina con leyendas corroídas por el tiempo o de cajitas inútiles que hace rato no guardan nada. Querida Marie: me temo que no sos una lectora.

Nací en una casa en la que había bibliotecas y libros. No eran libros heredados de las familia de mis padres, inmigrantes judíos de Europa del Este con modesta impronta cultural: eran libros que mi padre –lector curioso y de intereses múltiples– compraba semana a semana durante la década del 60, un tiempo en el que Argentina todavía era el faro de las traducciones y las ediciones latinoamericanas y en un país en el que había editores que se ponían a la cabeza de la promoción de la lectura.

La mayoría de los libros con los que crecí y con los que en muchos casos seguí estudiando eran títulos editados en las diferentes colecciones del Centro Editor de América Latina, que dirigía Boris Spivacow. (Gracias, Boris, sería sin dudas buen título para un libro de memorias, si alguna vez emprendo algo así). Muchos de esos libros –chiquitos, destartalados y con letra imposible para la presbicia de hoy– aún me acompañan, sé dónde ubicarlos, reconozco sus lomos breves y el diseño de sus cubiertas: me llaman todavía. 

Durante la adolescencia compré y me regalaron mis primeros libros propios y ya en la universidad seguí comprando como novedades o en librerías de viejo aquellos títulos que iban a marcarme para siempre desde la licenciatura en Letras que, en definitiva, es una suerte de profesionalización de la figura del lector. Muchos años después tuve también la fortuna de producir libros: escribí los míos, edité los de otros y siempre seguí leyendo. Cada tanto regalo o dono libros, pero las cuentas indican que siempre son más los libros que entran que los que salen, es regla.

Soy lectora desde que aprendí a leer con los carteles de la calle o los titulares de los diarios; leo de día y de noche y adquirí el don de adivinar el perfil de las personas a través de sus bibliotecas, que recorro en diagonal en cuanto entro a una casa, en una práctica de “cata de lomos” desarrollada a través de los años. Soy de las que lee en el transporte público, aviones o salas de espera; pertenezco a la raza de personas que siempre tienen lectura en papel o electrónica a la mano para matizar esperas y también a esa otra raza de curiosos malsanos que, mientras leen su propio libro, pispean por encima lo que lee el de al lado, tomando nota mentalmente si se trata de un objeto de interés. Leo al derecho y al revés todo lo que está a mi alcance. Sucumbo ante las vidrieras, mucho más si son extranjeras y con materiales que desconozco. Recibo libros por mi trabajo pero compro libros porque me gusta hacerlo. Leo siempre, todo el tiempo. A veces creo que leo, incluso, cuando duermo.

En mi casa hay bibliotecas en varias habitaciones –no soy la única lectora, muchos de los libros por las manos de varios de los miembros de mi familia, a veces durante una misma temporada– y no alcanzan los espacios, por lo que hay libros apilados no solo al lado de mi cama sino también en los rincones más insólitos. Estoy convencida de que si mi hogar todavía no implosionó es porque en los últimos años muchos títulos los leo en su versión electrónica y es que, en el caso de los libros más nuevos, lo que me interesa es llegar a esa historia o a ese ensayo de la manera más rápida y cómoda posible. No tengo necesariamente vínculo afectivo con todos los libros, esto también es algo que se crea, se construye. Un libro es un objeto pero es también un manantial de contenido y no solo de recuerdos.

No me alcanzan los libros, nunca alcanzan, los lectores somos cazadores insaciables. Tengo pilas de libros clasificados según urgencias profesionales o intereses personales; tengo también la pila destinada al ocio y las vacaciones. Me desespera no tener tiempo para leer todo lo que me interesa y al mismo tiempo sigo sumando pendientes. No es solo fetichismo –no tendría nada de malo que lo fuera–, es una ansiedad lectora que apenas logró atenuarse en los últimos años, cuando decidí que el tiempo que tengo por delante es muchísimo menos que el que ya viví y por eso decidí no leer nunca más ni siquiera por obligación profesional nada que no me provoque curiosidad o interés genuinos. No hace mucho supe que esta especie de síndrome de devoción por los libros y por la lectura tiene un nombre en japonés. La palabra es tsundoku y define la bibliomanía o práctica de acumulación de lecturas, que uno podría extender a la necesidad de tener más y más libros porque sí, por placer, aunque sepamos que jamás, ni en siete vidas, podremos terminar de leerlos.

Todavía no había terminado de asumir como propia la manía llamada tsundoku en japonés cuando Marie Kondo decidió llevar su magia japonesa del orden a los libros. En uno de los capítulos de la serie, Marie y su intérprete llegan con su método KonMari a la casa de una pareja de escritores que necesitan desesperadamente acomodar sus objetos y su espíritu. A la hora de los libros, Marie les asegura en su clásico tono zen que hay que despedirse de los libros que ya no tienen que ver con nosotros, que hay que decirles gracias y adiós porque ya no tendrán un lugar en nuestro futuro y que hay que pensar que “los libros son un reflejo de nuestros pensamientos y nuestros valores”. Ay, no. No. No es así, Marie.

En primer lugar, parece extraño tener que aclarar que uno no lee solo por identificación: leer es ir en busca de mundos posibles, enamorarse de personajes que sentimos cercanos pero es también vivir intensamente la vida de otros personajes que están en el lado contrario de la vida en donde estamos parados, tanto en materia de ideas como de conducta. Si siguiéramos la idea de que “los libros son un reflejo de nuestros pensamientos y nuestros valores”, nadie podría leer novelas policiales o de terror, sería imposible leer biografías de asesinos en masa o historias de incestos y solo leeríamos ensayos que hablan de lo que pensamos y no de lo que está pensando el mundo o de las ideas con las que, a través de los siglos, se gestó el pensamiento de la civilización.

Por todo esto y tanto más, se complejiza aplicar a los libros la teoría de Kondo de quedarnos solo con aquello que tiene que ver con nuestro presente o con lo que nos hace felices. O pensar que si hace años conservamos ejemplares de libros que nunca leímos es porque en realidad no los necesitamos. Y es que los libros no nos atraen por una necesidad ni son solo la memoria de un momento feliz sino que son, además, la posibilidad latente de un fulgor que aguarda ahí, a la espera. Tenemos más y buscamos más porque no hay satisfacción posible.

No es un tema de métricas, ni de identificación o valores; no se trata de la pura dicha o el regocijo de la tarea realizada. El célebre lema de Marie Kondo “conserva solo lo que te haga feliz y despréndete de lo demás” puede ser un buen criterio para aplicar en objetivos elementales como hacer espacio en un armario o en un mueble de cocina o cuando llega el momento duro de desprenderse de recuerdos que pesan al punto de no permitirnos avanzar luego de un duelo de cualquier tipo.

Te juro, Marie, que para un lector no hay nada más maravilloso que una librería colmada de ejemplares o una habitación con estantes llenos de promesas: como ves, una sensación exactamente en las antípodas de la satisfacción que puede provocar el espacio libre y despejado de otra clase de objetos. Y es que los libros no tienen nada que ver ni con la eficiencia, ni con el feng shui ni con los tips ingeniosos: la buena literatura no tiene propósitos y la biblioteca de un lector no es un mueble más sino una personal hoja de ruta, un singular mapa de su vida construido a través de sus gustos en el tiempo.

"¿Por qué conservamos los libros que ya leímos?"

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En sintonía con Hinde Pomeraniec, pero por otras razones, Guillermo Piro (foto)también reflexiona sobre lo que propone Marie Kondo, o como se llame esa ignorante que dobla toallas. Lo hace en su columna del diario Perfil, del 13 de enero pasado.

La acumulación como factor de riesgo

En Esperando a Godard, de Michel Vianey, hay una escena memorable. Vianey persigue a Jean-Luc Godard y al elenco de Masculino-Femenino (estamos en 1965) a Suecia, y en el viaje en tren, mientras todos duermen o charlan, Godard lee. Lee Crimen y castigo, de Dostoievski. Llegado un momento, Godard llega al final del libro, entonces, satisfecho, lo cierra y pregunta en voz alta: “¿Alguien quiere leer Crimen y castigo?”. Y como nadie responde, él se pone de pie, abre la ventana del tren, lanza la novela lejos y vuelve a tomar asiento, como si nada hubiera sucedido.

Siempre intenté emular esa relación con los libros, una relación hecha de usufructo y egoísmo, esa idea un poco espartana de que a los libros debemos quitarles todo y no darles nada a cambio, tan acostumbrado estoy a hacer lo contrario, dándoles más de lo que recibo. Es una relación despareja, que recuerda un poco al reloj del que habla Cortázar en el preámbulo de “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”: “Cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”. Creo que en general nos comportamos como si fuésemos los regalados, como si los libros fueran nuestros amos.

¿Por qué conservamos los libros que ya leímos? Por manía coleccionística, tal vez, o quizá porque abrigamos la secreta esperanza de que alguna vez, algún día, sintamos necesidad de volver a leerlos y nos tranquiliza saber que allí estarán, esperando. Es ridículo. Sobre todo cuando, en mi caso, creo que solo releí en mi vida pocos libros: El nombre de la rosa, de Eco; Fragmentos de un diario en los Alpes, de Aira; Los novios, de Manzoni, Los siete pilares de la sabiduría, de T. E. Lawrence, la Divina Comedia, de Dante; La luna de los asesinos, de Richard Stark; Socorro, estoy prisionero, de Donald Westlake; el Quijote... y no muchos más. De modo que mi biblioteca podría consistir tranquilamente en esos ocho libros.

Un amigo que trabaja en una biblioteca pública estuvo en casa el otro día e hizo una estimación a vuelo de pájaro. Dice que tengo ocho mil libros. ¿Por qué tengo ocho mil libros si solo releí ocho?

Marie Kondo no tiene razón. La japonesa maniática del orden opina que deberíamos deshacernos de toda nuestra biblioteca y conservar solamente treinta libros. Son demasiados. Con diez alcanza y sobra. Cuenta el escritor Ruggero Guarini en el prólogo a La sinagoga de los iconoclastas, de J.R. Wilcock, que el argentino poseía además de “una casita sencilla, con pocos muebles y escasos cacharros”, un estante de libros. ¿Cuántos libros significa eso? ¿Quince? ¿Diez? Sabemos que Wilcock amaba a Wittgenstein, de modo que sin duda contaba al menos con las Observaciones filosóficas y con el Tractatus logico-philosophicus. ¿Cuáles serían los otros?

Acumular libros como si fueran zapatos, al igual que el consumo de harinas, es resultado del sedentarismo. El hombre paleolítico, nómade, no leía ni consumía harinas. Y se movía por la vida con aceitada agilidad y gozando de buena salud. Acumular libros es uno de los principales factores de riesgo en el desarrollo de muchas enfermedades crónicas, como la diabetes y la hipertensión arterial.

¡Panhispanismo los cojones!

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Una noticia sin firma, publicada en el diario Clarín, del 10 de enero pasado, da cuenta de una medida tomada por la plataforma Netflix para la proyección de la película Romaen España, y rápidamente abandonada, dado el rechazo de la comunidad internacional. “En la versión del sitio de streaming–dice la bajada–, la película hablada en español de México se veía en su versión adaptada al español de España. Eso había enojado a su director, que considera ‘innecesaria y ofensiva’ la transcripción”. No es la primera vez que esto ocurre en la historia. Por caso, cuando Ken Loach estrenó su película Riff Raff, hablada en inglés por obreros de la construcción, con múltiples acentos procedentes de distintos grupos étnicos, en los Estados Unidos se proyectó subtitulada “al inglés”.  

Netflix cambia los subtítulos 
de Roma en su plataforma

Netflix ya cambió los subtítulos en español para la película Roma, de Alfonso Cuarón, tras la polémica surgida por la diferencia entre las partes habladas con expresiones del español de México y los rótulos "adaptados" al español de España, una cuestión que había enojado al propio director, que consideraba "muy ofensiva para el público" esta transcripción. "El color, la empatía funciona sin los subtítulos. Me parece muy, muy ridículo. A mi me encanta ver, como mexicano, el cine de Almodóvar y yo no necesito subtítulos al mexicano para entender a Almodóvar", había dicho Cuarón.

Ahora, sin embargo, los usuarios de la plataforma que accedan a la película desde este jueves podrán ver la correspondencia entre las partes habladas por los actores y los subtítulos. La película también incluye subtítulos para las conversaciones en mixteco, una lengua indígena.

Otra de las críticas que habían abonado la polémica provino del académico de la RAE Pedro Álvarez de Miranda, quien consideraba "sorprendentes e innecesarios" los subtítulos en español para los cines de Madrid, que además suponían "una pérdida de tiempo y dinero" para los responsables de la distribución de la película. 

"No se trata tampoco de poner el grito en el cielo en estos casos, porque no es para tanto, pero sí que alguien tendría que decir a los distribuidores que en cierto modo están perdiendo el tiempo y el dinero subtitulando una cosa que ya estamos entendiendo y que podría ser chocante fuera de España, en otros países hispanohablantes", señalaba en declaraciones recientes Álvarez de Miranda. "Simplemente recordar que no es necesario, nunca lo ha sido, y desde luego la asociación de academias insistimos en que es un gran beneficio mutuo la unidad de la lengua española, por encima de la diversidad".

Finalmente, el asunto se resolvió en favor de la voluntad de Cuarón y quienes habían apoyado su postura. Y sienta un precedente a futuro: no hace falta traducir el castellano -aun con los localismos propios de una región o país- a otra forma del castellano.  

Romarecibió el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia en 2018 y es la aspirante mexicana a los Óscar en la categoría de mejor película en lengua extranjera. El domingo pasado logró dos Globos de Oro como mejor película de lengua extranjera y por mejor dirección.


El gobierno iletrado de Buenos Aires removió a los libreros del Parque Rivadavia para abrir una calle

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La noticia fue publicada por todos los diarios argentinos el pasado 10 de enero y permite entender cómo el actual Gobierno de la Ciudad, en sintonía con el actual gobierno del país, realiza todo tipo de negocios invocando la calidad de vida de los ciudadanos, pero a estos no los escucha, a pesar del maquillaje republicano. Así, según señala la bajada de la nota publicada por Nicolás Romero en el diario Página 12, “el gobierno porteño empezó el traslado de los puestos de libros del Parque Rivadavia para abrir la continuación de la calle Beauchef. Los libreros fueron forzados a un acuerdo. Desde la escuela lindante cuestionan no haber sido consultados”.

Menos plaza, más asfalto

A pesar de la oposición de las asociaciones de vecinos de la comuna Caballito y de los libreros de la feria del Parque Rivadavia, el gobierno porteño avanzó con la apertura de la calle Beauchef entre Rosario y avenida Rivadavia, que atravesará el parque que funciona como pulmón verde de la comuna 6. Al desprolijo operativo de desmantelamiento y traslado de los puesteros se sumó el reclamo de la comunidad educativa del Normal N°4 y el Liceo N°2, que comparten un edificio adyacente a la obra, porque no fue consultada sobre la nueva vía vehicular que pasará frente al sector de salida de los estudiantes.

La obra para abrir la calle, habilitada por el nuevo Código Urbanístico aprobado en diciembre, comenzó el jueves pasado, cuando operarios municipales empezaron a remover árboles en el corredor donde desde hace años funciona la feria de libros. El lunes avanzaron con el traslado de los puestos de libros a la vereda sobre la avenida Rivadavia. En ese sector funcionarán mientras duren los trabajos de apertura de la calle, que recortará 600 metros cuadrados al parque para “mejorar la accesibilidad”, según sostuvo el Ministerio de Ambiente y Espacio Público a cargo de la obra. Una vez finalizada la nueva calle, los puesteros volverían al lugar original. Ese es el forzado acuerdo al que llegaron los cien libreros con las autoridades durante las rondas de diálogo que mantuvieron, y que Fabián Torres, uno de los delegados de los libreros de la feria del parque, espera que se respete.

Fue bastante desprolijo porque iban a empezar con los puestos del lado de Rivadavia y al segundo día movieron a los que estaban sobre Rosario. Hubo gente que se quedó a dormir en la feria porque no nos dieron tiempo.” “Las obras van a durar unos seis meses. El problema ahora es que no tenemos suministro eléctrico. Y la gente de Ferias y Mercados nos dice que no vamos a tener luz durante todo ese tiempo. Hablamos con dos comuneros para ver si podemos lograr que nos conecten algún medidor de los que se utilizan para las ferias o cuando se hacen eventos dentro del parque. Pero, paradójicamente, Fernanda Moro, de Cambiemos, nos dijo que eso lo tiene que resolver Espacio Público, que es el ministerio encargado de la obra, que ya nos cortó la luz. Y la necesitamos porque a las seis de la tarde dentro de los puestos no se ve nada y, además, el gobierno exige que tengamos posnets, y no todos tienen un inalámbrico”, contó el delegado que hace 29 años trabaja en la feria.

“La verdad, es una tristeza absoluta. Venimos peleando hace mucho tiempo porque no está bueno que se pierda espacio público para abrir una calle. Fuimos a la Legislatura, hablamos en la Comisión de Patrimonio y juntamos más de cinco mil firmas en solo dos meses, y la calle la terminan abriendo por un pedido que hace el ministro de Ambiente, (Eduardo) Macchiavelli, tras una encuesta online en la que votaron 111 vecinos pidiendo la apertura.” 

“Caballito tiene un metro y medio de espacio verde por habitante y la Organización Mundial de la Salud recomienda 15 metros. Y por otra parte,  objetivamente, no va a servir. Beauchef termina en la calle Rosario, después tenés el trayecto del parque hasta Rivadavia. Cruzás y empieza Ambrosetti que a los 400 metros se hace contramano. Es decir, trasladás el problema cuatro cuadras. Encima, donde se hace contramano y se va a complicar el tránsito está el plan de emergencia del Hospital Durand que tiene todo sincronizado para el ingreso a guardia.”

Por otra parte, hacia la nueva calle tiene la salida el edificio que alberga el Normal 4 y el Liceo 2.

La presidenta de la cooperadora del Normal 4, Carla Martínez, dijo a este diario que “nunca nos comunicaron nada. El viernes pasado vino Edesur y cortó la luz a los puestos y el lunes empezaron a trasladarlos para abrir la calle que llaman de ‘convivencia’ donde los autos deberían circular a un máximo de 20 kilómetros. Pero a nosotros como institución nadie nos informó, y la escuela es perjudicada. El ingreso es por Rosario, pero la salida es por el parque. Y estamos hablando de una comunidad educativa muy grande. La escuela tiene cinco niveles: jardín de infantes, con sala de 2 a 5, primario, secundario y terciario. Por eso estamos viendo la posibilidad de presentar un amparo”.

"Si veía sonrisas, sabia, que estaba en lo correcto"

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El pasado 10 de enero, Lorenzo Herrero, en el sitio Publishnews, publicó con su firma la siguiente noticia.

Mafalda llega a Armenia

La argentina más célebre, Mafalda, la hija de Quino llega a Armenia de la mano de la editorial Antares. Con la publicación del libro Mafalda y sus amigos (Antares, 2018), el título escogido en armenio para 10 años con Mafalda (Ediciones de la Flor, 1974), las historietas de Mafalda, Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Guille y Libertad ya han sido traducidas a 28 lenguas. El proyecto ha salido adelante a través del Programa Sur de la Dirección General de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto  argentino, que desde 2009 tradujo y editó más de 1.000 obras a 43 idiomas diferentes, 

La traducción, ha corrido a cargo de la periodista y traductora Alice Ter Ghevondian. Ter Ghevondian es autora de un manual sobre los verbos español-armenio y un ensayo La cinta de Moebius y los cuentos de Julio Cortázar. Tradujo al armenio Rayuela de Cortázar, así como la compilación de cuentos de Diego Tatian, los poemas de Ana Arzoumanian y Mario Sampaolesi y la serie de "Microbac" de FUNCEI. Además ha realizado diversas traducciones de la literatura y poesía moderna armenia al español.

Alice Ter Ghevondian, en declaraciones a Diario Armenia reconocía que Mafalda es universal, sin embargo, ha encontrado dificultades a la hora de traducir que van más allá de los juegos de palabras propios del español de argentina “En la narrativa uno tiene lugar para maniobrar, en los casos más difíciles el traductor se salva con las notas de pie, pero no es el caso de las tiras, donde el juego de las palabras llega a su extremo en un texto re corto. Además, las palabras de armenio son largas, y había que hacerlas entrar en los globito sin sacrificio de la claridad visual. Durante la traducción trataba de adivinar la reacción de los lectores sobre las tiras ya pasadas al armenio, y si veía sonrisas, sabia, que estaba en lo correcto”.


Una librería montevideana que, a diferencia de El Ateneo-Grand Splendid, además de linda es buena

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De acuerdo con los datos que de él se dan en el sitio Publishnews, “Omar de Souza es periodista y editor brasileño. A sus espaldas pasan años trabajando en los principales periódicos de Brasil y en las más importantes casas editoriales del país como el Jornal do Brasil, el Grupo Record y Harper Collins Brasil, entre otros”. Su columna de opinión se publicó el pasado 14 de enero.

La librería de los sueños de Montevideo

Cualquiera que aprecie los libros considera la librería El Ateneo Grand Splendid un encanto, y con razón. Inaugurada en el año 2002 en el mismo lugar donde antes funcionaba el Teatro Grand Splendid, en Buenos Aires, fue considerada por el diario The Guardian una de las más bellas librerías del mundo. Es la joya de la corona de la ciudad que posee el mayor número de librerías por habitante: 25 para cada grupo de cien mil porteños. 

Pero en el área histórica de Montevideo, muy cerca de la Plaza de la Independencia y del Teatro Solís, hay una librería menor, pero igualmente encantadora, llamada Más Puro Verso. Además de una obra arquitectónica estupenda de art nouveau, preservada en su casi totalidad, mantiene un acervo fantástico. Entre los mármoles italianos de la escalera, las maderas de ley de las estanterías y el amplio vitral al fondo de la tienda, el lector encuentra desde obras clásicas y de referencia a best sellers y novelas gráficas. 

El edificio fue construido hace más de un siglo, y durante la mayor parte de su historia abrigó a una distribuidora de equipos médicos y de precisión, que cerró las puertas en 1999. Nueve años después, fue restaurado y reabierto como librería, y de ahí en adelante se convirtió en una referencia no sólo para los habitantes de Montevideo, sino también para los turistas. Algunas empresas y sitios especializados en paseos por la ciudad, también pródiga en librerías, pasaron a incluir la Más Puro Verso en su tours. 

Las amplias vitrinas que bordean la puerta dan una idea de la diversidad de títulos, autores y géneros que el lector va a encontrar. Los estudios de Filosofía, los libros de arte, las novelas en estilo chick-lit, Goethe, Marx, Alighieri, Atwood: todos están allí, como si invitaran al visitante a una velada en el acogedor café del segundo piso. El trato atento de los empleados sólo refuerza la buena impresión.

No muy lejos, en una esquina de la bulliciosa avenida 18 de julio, la librería Puro Verso no tiene aires vintagecomo la hermana mayor, pero también es fascinante a su manera rústica. En ambas, la clave es la singularidad que ni siquiera los algoritmos de Amazon consiguen replicar, y que garantiza la larga vida de las librerías independientes: tratamiento con un toque de curaduría.

Mario Levrero bien traducido al francés por Robert Amutio y bien leído por Guillaume Contré

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No estamos seguros de si Damián Tabarovsky fue el introductor de los comentarios bibliográficos mezclados con la propia biografía, pero, en todo caso, es uno de sus más destacados cultores. Acá, en esta columna, publicada como siempre por el diario Perfil, el pasado 12 de enero, se ocupa de una novela del uruguayo Mario Levrero, de su traductor al francés y de un escritor, traductor y crítico que la reseñó.

Dos novelas en Francia

Leí por primera vez El discurso vacío, de Mario Levrero, por recomendación de Fogwill, en la edición original en la editorial Trilce de Montevideo. Luego lo volví a leer en la  primera edición argentina, en la vieja Interzona. Si se examina el recorrido de la obra de Levrero hasta el reconocimiento en la crítica y el mercado del que goza hoy en día, hay que darle un lugar muy destacado a esa edición. Todo un lectorado que había leído (o no) a un primer Levrero más cercano al fantasy, a un mundo de toques kafkianos, o incluso también a la estética del cómic, descubrió con la edición de Interzona a uno de los más grandes escritores contemporáneos. El discurso vacío, extraordinario en sí mismo, funcionaba también como introducción, como preparación para lectura de La novela luminosa, para muchos su obra maestra (aunque para mí ambos libros están a la misma altura). Por lo que sé del tema (muy poco), una vez que terminó el contrato con Interzona, la novela se habría vuelto a publicar en una de esas multinacionales del entretenimiento que tiene billetera y no mucho más (una vez vi una edición –tal vez sea ésa, no estoy muy seguro– que tenía un perro en la tapa. Pensé que era un libro de veterinaria, pero no, era la novela de Levrero. Curioso). Ahora acaba de publicarse en Francia bajo el título de Le discours vide, en la buena editorial Notabilia, traducido por Robert Amutio. Acabo de leer esa versión: es extraordinaria. Amutio es, discretamente, uno de los mejores –sino el mejor– traductor de literatura hispanoamericana al francés. Borges decía que muchas veces las traducciones mejoran el original. Pues Amutio lo hizo con las traducciones de Bolaño para la editorial Christian Bourgois (no es un gran mérito escribir mejor que Bolaño, pero mejorarlo en la traducción, sí). Publicada en octubre del año pasado, la edición francesa de El discurso vacío comienza a tener buena recepción crítica. Entre ellas, la buena reseña que Guillaume Contré escribió en la revista Le matricule des anges.

No es casual. Contré, además de crítico y traductor, es también escritor y acaba de publicar una muy buena novela: Discernement(Editions Louise Bottu, 2018). Por lo que leo en la contratapa, el libro fue escrito originalmente en castellano, luego traducido por él mismo al francés, publicado entonces en esa lengua, mientras espera la edición en español en la editorial Pre-Textos. Y si no es casualidad que a Contré le interese Levrero es porque Discernement es una novela que coloca a los pensamientos, al acto de pensar, a la novela mental, en el centro de la narración. Como el motor del texto. Escrito sin puntos aparte, de semejante recurso podríamos esperar lo peor (¡Thomas Bernhard!), pero por suerte no. Al contrario. El arte de Contré consiste en que los pensamientos del protagonista (un tal Fréderic, nombre sin atributos si los hay) se vuelven por momentos etéreos, suaves, delicados, pero nunca débiles. Bajo el modo de la repetición y el absurdo, aquí también encontramos una veta kafkiana, aunque expresada de un modo diferente a la de Levrero. Mientras en Levrero todo es concentración, encierro, e ironía asfixiante, en Contré es asunto de caminatas, vagabundeos, derivas urbanas, el recorrido por la ciudad como un paseo que no conduce a ninguna parte. Solo al texto, escenario final de todo Discernement.

El poeta Miguel Ángel Bustos traducido al inglés

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A la izquierda, Miguel Ángel Bustos; 
a la derecha, su traductora  al inglés Lucina Schell
“La publicación de una edición bilingüe de Fragmentos fantásticos y Visión de los hijos del mal, reunidos en el volumen Vision of the Children of Evil, empieza a saldar una cuenta pendiente con el enorme poeta desaparecido por la dictadura.” Así dice la bajada de la nota, firmada por Silvina Friera, en el diario Página 12 del 21 de enero pasado.

“A través de su poesía, 
sus ideas perduran potentemente”

Los poemas de Miguel Ángel Bustos –el poeta que desapareció dos veces, cuando lo secuestraron, el 30 de mayo de 1976, principio de lo que sería luego la posterior desaparición simbólica de su obra– “tiemblan” por primera vez en inglés con la publicación completa de dos de sus libros: Fragmentos fantásticos (1965) y Visión de los hijos del mal (1967), reunidos en el volumen Vision of the Children of Evil, edición bilingüe traducida por Lucina Schell, publicada por una pequeña editorial independiente de Estados Unidos co•im•press, de la ciudad de Chicago. Antes de llegar a la 45° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Schell presentará el libro en Chicago y varias ciudades estadounidenses. “Quise que la edición sea bilingüe para que la obra de Bustos esté disponible en español para los muchos lectores hispanohablantes en los Estados Unidos, o para los lectores latinos cuyo nivel de castellano no es muy culto, entonces la traducción les permite acceso a los poemas de Bustos. Mi traducción es solo una interpretación que espero pueda facilitar la lectura de una obra incontenible”, plantea la traductora a Página 12

Vientre profeta sin tiempo
Schell llegó en 2010 a la Argentina para estudiar en Córdoba, dos años después de que Argonauta publicara la Poesía completade Bustos (2008). “Tuve una pasantía en el Museo Emilio Caraffa de arte contemporáneo y una mañana cuando no tenía muchas tareas, vi el libro, que pertenecía a una de mis colegas, en la mesa, y lo empecé a leer. De inmediato me cautivó su voz a la vez inocente y profética. Supe que estaba ante la presencia de un verdadero poeta. Había ido a Argentina con el propósito de encontrar un poeta para traducir. Entonces, el proyecto comenzó con la traducción de una selección de 35 poemas y una introducción crítica a la obra de Bustos”, recuerda la traductora. Schell se contactó con Emiliano Bustos, también poeta y dibujante como su padre, y entabló un diálogo que se ha extendido en el tiempo. “Empecé a publicar algunos poemas en revistas literarias y luego a pensar en proponer un libro a una editorial. Como Bustos es poco conocido fuera de Argentina, algunos me aconsejaron proponer una antología, pero me resultó problemático seleccionar poemas dispersos de libros realmente narrativos, épicos. Ya había traducido muchos poemas de Fragmentos fantásticos, entonces me comprometí a completar el libro. Pero veo Visión de los hijos del mal como una extensión del mismo proyecto. Tienen las mismas estructuras, hay personajes e incluso frases que se reiteran. Emiliano estuvo de acuerdo y, por suerte, también estuvo de acuerdo el editor de co•im•press, Steve Halle”. 
¿Por qué la primera traducción de dos libros completos de Bustos (1932–1976) llega más de 50 años después de la publicación de Visión de los hijos del mal (1967)? “La demora para una traducción sistemática de la obra de mi padre está asociada a otras demoras”, aclara Emiliano. Tuvieron que pasar más de 20 años desde su secuestro y desaparición, en 1976, para que se reeditara su poesía con la antología Despedida de los ángeles (Libros de Tierra Firme, 1998), y más de 30 para la edición de Visión de los hijos del mal. Poesía completade Miguel Ángel Bustos (Editorial Argonauta, 2008). Luego de esas ediciones comenzaron a publicarse algunos trabajos, como Miguel Ángel Bustos, en el filo de todo, de la investigadora María Amelia Arancet Ruda, o Miguel Ángel Bustos. Biografía de un poeta militante, de Jorge Hardmeier. En cuanto a los traducciones al inglés, en los 60 Bustos fue incluido en Contemporary Argentine Poetry, de William Shand, antología publicada por la Fundación Argentina para la Poesía (1969), y en la revista TriQuarterly (1968/ 69), de Northwestern University, en una muestra de poesía Argentina preparada por Patricio Morgan. Más de 30 años después, en 2002, la traductora Joan Lindgren realizó un trabajo de investigación y versionó algunos de sus poemas. Interesada en la poesía argentina, Lindgren había publicado Unthinkable Tenderness. Selected Poems(University of California Press, 1997), de Juan Gelman. Vision of the children of evil es la primera traducción íntegra de Fragmentos fantásticos (1965) y Visión de los hijos del mal (1967). “El trabajo de Schell es un punto de inflexión porque permite una lectura completa de todo un ciclo de la poesía de mi viejo, que vio interrumpida su vida y la trascendencia de su obra, víctima del terrorismo de Estado”, subraya Emiliano y agrega que a principios de los años 90, el músico Hans–Jürgen von Bose compuso Siete textos de Miguel Ángel Bustos(1991), pieza “para soprano, acordeón y violoncelo” a partir de algunos poemas traducidos al alemán y que en 2015 fue publicada en Francia la antología Archipel du tremblement, en traducción de Stéphane Chaumet.
El temblor de las voces
“Es difícil traducir a Bustos porque escribe en varias voces, estilos y formas –advierte la traductora–. Tuve que distinguir entre la voz de un conquistador español, la voz de un indígena, la voz de Bustos como profeta, como ángel caído, como hombre desconsolado. Hay ciertos rasgos muy comunes a la poesía de Bustos que desafían al traductor, por ejemplo emplea mucho hipérbaton sin puntuación en los poemas en prosa para que la frase se lea distintamente hacia adelante y al revés: ‘una vibrante rama de acero estará en las venas el amor que / hoy tengo un grito brutal olvidado muerto’. Este efecto proviene del fragmento, que no importa cuál largo o pequeño sea, siempre tiene este giro lingüístico en el centro que le da su fuerza”. Schell cuenta también que tuvo desafíos importantes como traductora en los poemas más experimentales como “Lomo y voz” de Fragmentos fantásticos o en las “Alucinaciones infantiles” de Visión de los hijos del mal, donde juega con el proceso de adquisición de lenguaje. “El título ‘El piano se muerde la cola’ no se traduce porque los pianos no tienen cola en inglés; entonces tuve que encontrar algo más o menos equivalente y me quedé con The Wind Chases Its Tail(el viento persigue su cola), que es un poco más existencial, pero cabe con el tono filosófico de Bustos”, explica la traductora. 
Schell pondera que Bustos era “un lector extremadamente prolífico en muchos idiomas francés, alemán, portugués, inglés…; era muy erudito, así que su poesía se nutre y toma inspiración de muchas tradiciones, de varios movimientos literarios”. “Para traducirlo, tuve que estudiar estas tradiciones para capturar sus ecos en la poesía de Bustos, sobre todo los poetas malditos franceses. Escribe en formas diversas poesía en prosa, fragmentos aforísticos –y yo soy muy fanática del aforismo–, verso libre e incluso muy experimental. Por eso también me interesó de inmediato la poesía de Bustos”, reconoce la traductora. Habría al menos tres vertientes decisivas en la poesía de Bustos: el surrealismo –y los autores franceses, Nerval y Baudelaire–, el romanticismo alemán –Novalis y Hölderlin– y la generación del 27 en España: Lorca, Cernuda, Alexaindre. “No creo que haya una voz parecida en la poesía contemporánea de lengua inglesa –admite Schell–. Para aproximar su voz en inglés, estudié las traducciones al inglés de los autores franceses y alemanes, también de Vallejo, que es otro referente como maldito de lengua castellana, los poetas del siglo de oro español y las crónicas de los conquistadores y aventureros españoles del siglo XVI. Pero es importante recordar que los malditos fueron influenciados por Edgar Allan Poe a través de las traducciones de Baudelaire. Bustos lo cita en uno de los epígrafes de Fragmentos fantásticos. William Blake es otra figura antecedente de la poesía inglesa por su voz profética y la relación entre su poesía y su arte plástico. Bustos intentó traducir su poema ‘The Tiger’ que figura entre su Prosa”. 
En cuanto a la influencia de la literatura anglosajona, Emiliano recuerda que su padre fue lector, entre los ingleses, de Milton, Keats, Coleridge, Wordsworth y Percy Bysshe Shelley. También de Carroll, a quien cita en El Himalaya o la moral de los pájaros. De Coleridge, Wordsworth y Shelley tenía ediciones en inglés, como también de Alicia en el país de las maravillas. “En la biblioteca que heredé de él pude ver un estudio sobre el romanticismo inglés, The romantic imagination (Oxford University Press, 1964), de Maurice Bowra, y la voluminosa biografía crítica de Keats (1967) de Walter Jackson Bate –precisa Emiliano–. A esos libros se suma Les romantiques anglais, una edición belga de 1955. Pero de los poetas ingleses, entiendo que su preferido era William Blake, de quien llegó a traducir su poema ‘El tigre’. De Blake admiraba, además, su obra gráfica. Por supuesto, Shakespeare, de quien tenía las obras completas. Entre los estadounidenses, leyó mucho a Poe, a quien cita en Fragmentos fantásticos. A Poe tal vez lo haya leído más en francés; tenía un ejemplar de las traducciones de Baudelaire y un estudio crítico de Marie Bonaparte, publicado en París en 1958. También lo leyó en castellano. Mi viejo conservaba una edición de Eureka publicada en los 40. Es interesante ver la influencia que pudo tener Poe en su poesía, particularmente en pasajes de Fragmentos fantásticos. También fue lector de Whitman, como muchos poetas de su generación, y consultó las traducciones de poetas estadounidenses hechas por Ernesto Cardenal. Desconozco si tuvo oportunidad de leer a Henry Thoreau y Herman Melville en su idioma original, pero tenía una preciosa edición de Walden (Emecé, 1945), traducido por Julio Molina y Vedia, y de Moby Dick, en versión de su amigo Enrique Pezzoni para la colección del Fondo Nacional de las Artes”. 
Emiliano –autor de Trizas al cielo (1972), Falada (2001), 56 poemas (2005), Cheetah 2007), Gotas de crítica común (2011) y Poemas hijos de Rosaura (2017)– revela que su padre acostumbraba firmar y fechar los libros que leía. “En alguna oportunidad el poeta y crítico Ricardo Herrera me ‘devolvió’ un libro que había comprado en una librería de viejo, con la firma de mi padre. Era una pequeña edición en italiano sobre la poesía de Safo. Por las fechas de las ediciones y las fechas en que firmó algunos de estos libros, entiendo que la lectura de los románticos ingleses, como también la de Poe, pudo ocupar parte de su juventud. Si bien fueron mayores para él las influencias de la poesía francesa y del romanticismo alemán, no podría decir que haya sido poco importante la lectura de algunos de estos autores. En cuanto al libro que me regaló Herrera, me hace pensar que las bibliotecas son construcciones, y también destrucciones; en ellas operan las opciones personales, el tiempo y la ausencia. No sé qué otros libros de mi padre pueden andar por ahí. Tal vez tradiciones enteras, como la lectura de Safo, que no tenemos, al menos por ahora, posibilidad de recuperar”. 
En “Vientre profeta sin tiempo”, uno de los poemas de Visión de los hijos del mal, el poeta propone una relación compleja con el tiempo: “Yo no soy de ningún siglo./ Vivo ausente del tiempo. Soy mi siglo como soy mi sexo y mi delirio./ Soy el siglo liberado de toda fecha y penumbra”. Schell destaca que Bustos es un poeta “fuera del tiempo”, “un poeta de todos los tiempos”. “Tiene una mirada histórica que reflexiona sobre el presente y hacia el futuro que ahora es nuestro presente. Pero era un hombre de su tiempo con un compromiso político ligado a los movimientos revolucionarios de los años sesenta y setenta. Estoy segura de que si no hubiera desaparecido habría seguido luchando por un mundo mejor. Y su poesía, aunque no parece concretamente política en la superficie, es lo más político de todos sus actos porque investiga en el nivel del lenguaje el proceso colonial y el papel de la Iglesia, un proceso que todavía no se ha completado, aunque hablamos de poscolonialismo. Sus ideas perduran de manera mucho más potente a través de su poesía, que ahora sale a conocer nuevos lectores en otras partes del mundo.” 

Subsidios colombianos a la traducción literaria

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El 25 de enero pasado, Lorenzo Herrero publicó la siguiente noticia en el sitio Publishnews, donde se da cuenta de que diez de las obras que integraban el catálogo Reading Colombia se traducirán a cinco idiomas distintos

El programa Reading Colombia repartió
12 bolsas de apoyo a la traducción

El proyecto Reading Colombia. A selection of contemporary colombian authors, finalizó el pasado 15 de enero cumpliendo sus objetivos y entregando las 12 bolsas de traducción que se ofrecían. El proyecto Reading Colombia del que pudimos conversar con Martín Gómez, promotor del catálogo, el pasado noviembre, ha sido la primera iniciativa para internacionalizar la literatura colombiana a través de bolsas de ayuda a la traducción y sigue la línea del trabajo que ya llevan a cabo las industrias editoriales de otros países. En esta primera edición de Reading Colombia los resultados son halagüeños, se traducirán 10 de las 28 obras que integran el catálogo a cinco idiomas distintos. 

En los meses que ha durado el proyecto, Martín Gómez, promotor del catálogo ha estado presente en las más importantes ferias internacionales del libro dando a conocer la literatura colombiana y llamando a las puertas de editoriales desde Dinamarca hasta los Emiratos Árabes para presentar las obras y autores que forman parte del Catálogo Reading Colombia 2018. Los resultados son claramente satisfactorios para el poco tiempo que ha durado la iniciativa, el catálogo se conformó a finales del mes de julio y en apenas 5 meses se ha despertado el interés de una docena de editoriales de 6 países diferentes. La Cámara Colombiana del libro, promotora del proyecto junto al Grupo de Emprendimiento del Ministerio de Cultura colombiano y la Biblioteca Nacional de Colombia, en un comunicado de prensa manifestaba su orgullo por formar parte de este proyecto y anunciaba su deseo de continuar con el mismo en años venideros. "Esperamos que este sea solo el inicio de un proyecto completo y robusto de internacionalización de la industria editorial en el país". La lista de obras del catálogo Reading Colombia que han sido adquiridas por editoriales extranjeras para su traducción las pueden consultar en la siguiente tabla:



Una de intermediarios que se llaman a sí mismos interlocutores, aunque nada tengan que ver con la literatura y sólo les interese la plata

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Máquina de polinizar

Daniel Gigena publicó la siguiente nota en La Nación, del 19 de enero pasado. En ella se habla de las eventuales ventajas que implica para los escritores tener un agente literario. Por suerte no son obligatorios, todavía. Por otra parte, en esta nota se habla de "literatura argentina", como si literatura fuera solamente la novela y eventualmente el cuento, como si fueron los únicos dos géneros que importan. Sería interesante saber cuántos de estos agentes "literarios" se ocupan de vender textos de poesía, dramaturgias y ensayos, especies que nadie menciona en el texto que sigue. ¿Será porque no reportan dinero?

Superagentes literarios:
los polinizadores de la literatura argentina

Negocian los contratos de los escritores, los asesoran legalmente, facilitan el “pase” de un autor de una editorial a otra e incluso consolidan el prestigio literario de sus representados con participaciones en concursos, festivales y giras internacionales. En especial, las agencias literarias se ocupan de vender derechos de obras de autores argentinos en el extranjero para expandir las fronteras de la ficción y la no ficción más allá del ámbito nacional. A su modo, y a cambio de un porcentaje en las ganancias, son gestores culturales. Si la literatura fuera un jardín, los agentes serían entonces vectores de polinización, al acercar a otras geografías las obras de narradores, poetas y ensayistas nacidos en el país.

Con sede en el primer mundo
Varias de las agencias que representan a gran número de escritores argentinos están en el hemisferio norte, sobre todo en Madrid y Barcelona, pero también en Nueva York y en Frankfurt. “Mi agente se llama Nicole Witt, era la mano derecha de Ray–Güde Mertin, que murió hace unos años –cuenta Ana María Shua a La Nación–. La agencia está en Frankfurt y se especializa en literatura latinoamericana”. Para la autora de Hija, un agente hace falta por muchas razones. “En la mayor parte de las editoriales del mundo un autor no puede presentarse directamente, necesita un intermediario. A veces ese papel lo hacen los traductores, pero solo en las editoriales chicas. No hay ningún mal ni desdoro en buscarse agente. Los agentes solo te buscan a vos si tenés éxito de ventas o un prestigio importante. Tampoco hay que esperar todo de ellos. Uno de mis refranes preferidos es 'Ayúdate, y tu agente te ayudará'“, concluye la escritora argentina.

“Hace veinte años que trabajo con Guillermo Schavelzon, en la agencia Schavelzon–Graham , que adopta un método distinto con cada autor. Entrego el libro y me olvido, dejo que ellos hagan las elecciones, y por supuesto me consulten a la hora de decidir. No soy particularmente ambicioso”, revela Leopoldo Brizuela, premio Alfaguara de Novela 2012 por Una misma noche. “Quiero un agente para que me sustituya en las cosas que no puedo hacer, por timidez e incapacidad para los negocios. Un buen agente defiende la obra ante los editores, sobre todo a la hora de firmar el contrato”, agrega. La lista de autores representados por la agencia Schavelzon–Graham, que tiene sede en Barcelona, sorprende: de Ricardo Piglia a Elsa Bornemann, pasando por Claudia Piñeiro, Sergio Chejfec y Alberto Manguel, por mencionar solo a autores argentinos.

Según Schavelzon, los autores eligen la agencia, y la agencia elige a sus autores. “Los principales referentes, para ambas partes, son otros autores de la agencia. Se requiere afinidad personal, responsabilidad y buenos resultados. Con el tiempo, la relación entre el autor y su agente se va haciendo más cercana en los terrenos creativos, administrativos y financieros”, detalla. “El escritor, cuyo trabajo es extremadamente aislado y aislante, necesita un interlocutor, alguien que lo pueda escuchar, y resuelva los aspectos de la gestión de su trabajo. El agente debe saber elegir la editorial más adecuada para cada autor, tanto en su país como en el resto del mundo, y obtener lo mejor para su representado”. Según este editor argentino devenido agente internacional, la editorial que más anticipo paga no es necesariamente la mejor opción. “Tiene que haber muchas otras afinidades entre el autor y el catálogo de la editorial, y sobre todo, tiene que haber un editor entusiasmado”.

Casanovas & Lynch fue fundada en 1981 por Mercedes Casanovas. “Era una agencia ya establecida y respetada en el ámbito español y en el internacional cuando llegué –dice María Lynch a La Nación–. Empecé muy joven, con veintidós años, por una combinación extraña de azar y vocación, y me asocié en 2010”. Pocos años atrás, Lynch asumió la dirección de la agencia. “Lo que más me gusta de mi trabajo es estar lo más cerca posible de la escritura, de la gestación y el desarrollo de un libro. Una de las cosas que aprecio es ver cómo una idea que sobrevuela un almuerzo va tomando forma y se convierte en una obra, poder seguirla en su trayectoria hasta que, no solo se publica, sino que a veces también se traduce a varias lenguas o se adapta al cine”.

Con casi cuarenta años de andadura, la agencia trabaja con sesenta autores, entre ellos las escritoras argentinas Pola Oloixarac, María Gainza y Betina González. “Se podría considerar una agencia boutique. Está enfocada en representar a voces españolas y latinoamericanas y siempre ha tenido la vista puesta en América. Nací en España pero soy hija de argentinos. Tengo gustos más bien literarios y eso se refleja en mi lista, pero es tan ecléctica como para integrar a autores que por un motivo u otro me han llamado la atención. Para mí es muy importante la calidad, tanto en lo literario como en lo comercial”, dice Lynch, que define la tarea del agente con una metáfora química. “Un agente literario es como un catalizador. Unas veces acelera una reacción que se daría de todas formas, aunque a menudo sin la enzima la reacción no se da”. Lynch admite que la circulación y difusión de libros de autores latinoamericanos en los países de lengua española no es tan sencilla como cabría esperar.

Una figura tan necesaria como polémica
En tiempos de crisis, los negocios no fluyen como en las épocas de abundancia. Algunos editores critican el trabajo de intermediación de los agentes. “Hay casos de agentes buenos, que te ayudan a pensar tu catálogo, que conocen las obras de sus autores y piensan una estrategia de largo plazo para sus carreras, pero en general abundan los que quieren forzar al límite el negocio de los editores”, dice a este diario un editor que prefirió mantener el anonimato. Son famosas las anécdotas de agentes cuya principal virtud es la intransigencia.

“El lugar del agente es el que el escritor le otorga –argumenta Schavelzon–. El libro no atraviesa su mejor momento en ningún país y la concentración en grandes grupos presiona al editor, exigiéndole rentabilidad más que descubrimientos literarios. El agente trata de obtener, para una misma obra, diversos ingresos, en otros países, medios y soportes”. Su agencia cobra un honorario del 15% de todo lo que obtiene para su cliente en lengua española, y un 20% de países de otros idiomas y contratos de cine y televisión (derechos subsidiarios), en el momento que el autor cobra. Los gastos, como pueden ser los viajes al exterior para promocionar un título, corren por cuenta de la agencia.

“En nuestro país, algunos autores contratan a un agente para que negocie los derechos de su obra en el extranjero y se quedan con la facultad de negociar en persona con los editores locales –dice Paola Lucantis, editora del sello Tusquets en la Argentina–. Ese modelo de trabajo mixto, que permite salir al mundo y a la vez mantener el vínculo con el editor, es un modelo más sano de relación personal y comercial”. Para Lucantis, la figura del agente literario es, como la de todo intermediario, tan polémica como necesaria. “Los agentes aparecen cuando la escala sobrepasa la posibilidad de la relación personal”, agrega. Pocas editoriales argentinas han desarrollado un área de ventas de derechos en el exterior. En el caso de las editoriales independientes, son los propios editores los que viajan a ferias o encuentros en el exterior para establecer contacto con sus colegas extranjeros.

“Tengo muy claro que la figura es de intermediario y que lo importante son los dos extremos que participan –dice Lynch, desde Barcelona–. Los agentes tienen que estar para facilitar, no lo contrario, aunque evidentemente siempre defenderé los intereses de un autor por encima de todo. El agente es un cómplice incondicional del autor, que conoce bien su obra, pero también del editor, al circular información entre ambos. Esa faceta de vocero es muy importante cuando se trata de difundir una obra en el extranjero, ponerla en contexto y facilitar su publicación en otros países”. Por otro lado, la agencia asegura que los contratos sean legalmente aceptables para los autores, y que los pagos y las liquidaciones se hagan a tiempo. “Es una tarea nada despreciable, por cierto”, acota.

La primera agencia en suelo argentino
Las agencias literarias cumplen un papel cada vez más notable en el ecosistema editorial local. La creación, a fines de 2016, de la primera agencia literaria con sede en el país confirma esa evidencia. Pampa Agency, con base en la ciudad de Villa María, coordina su tarea con la editorial de la Universidad Nacional de Villa María, Eduvim. “Con Carlos Gazzera, vimos la necesidad de aportar un grado de profesionalización al campo literario argentino y, a la vez, de poner en valor el rol del agente como un mediador especializado en la circulación de obras, tanto a nivel internacional como multimedial, es decir, la transformación a otros formatos de la obra”, dice Luis Seia.

Al momento de la fundación de la agencia, se hizo una selección de autores del catálogo de Eduvim. Obras de Javier Chiabrando, Andrea Rabih, Clementina Quenel, Sergio Gaiteri, Adrián Savino formaron parte de Pampa desde el inicio. “Luego sumamos a aquellos autores cercanos que considerábamos valiosos, como Osvaldo Aguirre, Andrés Rivera, Antonio Tello. Tuvimos muy buena recepción en las ferias de Frankfurt y de Guadalajara, dado que se trataba de una agencia de autores argentinos y latinoamericanos con sede en la Argentina y no en las capitales literarias españolas”, agrega Seia.

Con el correr del tiempo, las ferias y las relaciones, varios autores se acercaron a Pampa Agency. “Incorporamos las propuestas que consideramos de mayor calidad y que ocupaban segmentos de mercado que no teníamos, con autores como Paula Varsavsky, Gabriela Fleiss y David Wapner, así como también a ilustradores con potencial en el mercado internacional, como Javier Solar”. Asimismo, Pampa inició un trabajo de representación y asesoría en el scouting o adquisición de contenidos a editoriales como La Parte Maldita y de producción de audiolibros con Audioserial.

Salir del territorio
Desde Madrid, la argentina Claudia Bernaldo de Quirós, de la agencia internacional CBQ, cuenta que conoce bien las tareas del ambiente editorial. “Siempre me moví en ese mundo; he trabajando haciendo prensa para distintas editoriales, he sido correctora de estilo, he hecho informes de lectura, he sido editora dentro de un sello y también freelance”, destaca. Creó la agencia hace diez años. “Monté CBQ porque había visto en mi país las dificultades que tenían los autores para salir de su territorio, no solo para ser traducidos sino también para que al menos sus textos se conocieran fuera de su entorno más próximo. Siempre tengo en mente que los derechos de autor están contemplados en el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Entre otros autores, la agencia CBQ gestiona la obra de María Teresa Andruetto, Francisco Bitar, Iosi Havilio, Selva Almada y Gabriela Cabezón Cámara. Obras de los autores con los que trabaja ya fueron traducidas al inglés, el italiano y el francés.

Bernaldo de Quirós admite cierta preferencia por los escritores de América Latina. “Creemos que allí se produce la mejor literatura. Siempre hemos apostando por aquellos textos que anuncian la presencia de un autor con pensamiento y voz propia. Entiendo por eso alguien que tiene sus propias señas de identidad, un universo más allá de las modas y las corrientes literarias establecidas, alguien con una aguda mirada narrativa. Me atraen los textos más arriesgados y menos pasteurizados”. Para ella, la solidez de una agencia no se construye con uno o dos autores célebres sino con la suma de muchas voces.
“Pienso que la pregunta de si un autor tendría que buscarse a un agente o no depende estrechamente de qué tipo de escritor es, qué clase de literatura produce, qué expectativas tiene en relación con ella, etcétera –dice el rosarino Patricio Pron desde Madrid, ciudad donde reside desde hace varios años–. Mi propia experiencia con los agentes es buena, pero diría, resumiendo mucho, que, más que un agente, lo que un escritor necesita es un interlocutor, y este puede ser un agente, un editor que confíe en su trabajo, buenos amigos o cualquier otra figura”. Acaso también, sin saberlo, los lectores ejercemos ese rol de agentes vocacionales de la literatura que amamos.


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“El director de la Academia Argentina de Letras explicó por qué en el próximo Congreso Internacional de la Lengua, que se realizará en Córdoba, el lenguaje inclusivo no tendrá una presencia estelar en los debates: ‘Históricamente, los cambios lingüísticos se han producido de abajo hacia arriba, es decir, los impone la gente o el uso y no un grupo determinado’.” Tal es la bajada de la entrevista realizada por la agencia TELAM a José Luis Mouré, presidente de la Academia Argentina de Letras, reproducido el 29 de enero pasado por Cultura InfoBAE.

“Ningún grupo minoritario se puede arrogar
el derecho de cambiar unilateralmente una lengua”

A pesar de su fuerte impronta en los medios y las redes sociales, el lenguaje inclusivo no tendrá una presencia estelar en los debates que integrarán la próxima edición del Congreso Internacional de la Lengua que se realizará en Córdoba, motivada por el hecho de que esta modalidad es impulsada por un grupo minoritario “que no debe arrogarse el derecho de cambiar unilateralmente una lengua hablada por 500 millones de personas”, según analiza José Luis Moure, director de la Academia Argentina de Letras.

¿Cómo se posiciona la Academia de la Lengua frente al lenguaje inclusivo, que para algunos es una herramienta para acelerar el cambio social y para otros por el contrario la convierte en una jerga en minoría?
–Es un tema complejo porque el lenguaje inclusivo es un fenómeno que pretende generar un cambio social a partir de un cambio sustancial en la morfología y gramática de la lengua. El español es hablado por 500 millones de hablantesningún grupo humano minoritario se puede arrogar el derecho de cambiar unilateralmente una lengua porque previamente sería necesario que todos nos pusiésemos de acuerdo acerca de lo que hay que cambiar.

Y agrega: “Históricamente, los cambios lingüísticos se han producido de abajo hacia arriba, es decir, los impone la gente o el uso y no un grupo determinado. Cada uno de los cambios en la lengua han sido resultados de siglos de evolución. Que haya una 'A' o una 'O' no es una cosa arbitraria que haya que suplir fácilmente por una 'E'. Si tomamos como ejemplo el motor de un auto, esta operación de reemplazo equivale a poner un fierrito determinado que puede llegar a descomponer el conjunto. La lengua es un sistema y no se pueden introducir los cambios que a una minoría le parezcan”.

Los defensores del lenguaje inclusivo sostienen que reproduce estructuras atávicas que a la luz de las nuevas perspectivas de género es necesario erradicar…
Las estructuras atávicas son la historia de la lengua. No podemos ir contra eso. Una lengua que se ha desarrollado a través de mil años no tiene más remedio que ir actualizándose a través del tiempo. Creo que el error fundamental está en suponer que ese cambio en la lengua va a fundamentar un cambio en la conducta.

Me parece magnífico todo movimiento social que implique una reivindicación de cualquier naturaleza pero tiene que hacerse desde los lugares en que corresponda y no intentando violentar un sistema que hoy no admite esa intervención. Probablemente esto se va a diluir en el tiempo. Por otra parte, este cambio está alentado por un sector minoritario, un sector ilustrado de la clase media que propone un cambio para todo el mundo hispanoparlante. La lengua tiene otros recursos para lograr que no se invisibilice el género.

¿Qué ocurre con la penetración cada vez mayor, sobre todo a partir de la incidencia de contenidos televisivos, de expresiones vinculadas al español neutro? ¿El español de cada región se deforma o se enriquece con estas incorporaciones?
–Estos procesos son los que se han manifestado siempre en la historia de todas las lenguas. La diferencia sustancial que tiene el español respecto de otras lenguas es la cantidad de paí­ses en las que se habla. Cada uno de ellos polí­tica y culturalmente autónomos, que podrí­an optar por tener variedades propias y distintas. Sin embargo, con gran inteligencia histórica, el mundo hispanoamericano ha optado por mantener la misma lengua.

Para Moure “el purismo puede ser a veces una suerte de enfermedad de la cultura por cuanto supone la existencia de variedades que no tienen que estar contaminadas por otras variedades. Yo creo que el idioma se enriquece permanentemente con el intercambio y no se empobrece. La idea de un español que no debe contaminarse con extranjerismos es un absurdo lingüístico porque la historia misma del idioma está hecha del influjo de otras lenguas. No vamos a renunciar nunca a nuestras formas naturales de expresión y al mismo tiempo tenemos que aprovechar la posibilidad de conocer otras formas y hasta usarlas”.

“Las lenguas están para comunicarse, de la mejor manera posible, intentar tutelar el español exento de impurezas que puedan estar maculándolo, puedan estar deformándolo, es un miedo inútil. El idioma se encarga de filtrar, de que algunas palabras duren un tiempo y luego desaparezcan”, finalizó.

Cadenas de librerías chilenas: ahora se acuerdan de que lo relevante es el catálogo

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En Chile el libro es un bien suntuario. El IVA y otros impuestos, más los valores que fijan las editoriales multinacionales, distribuidoras y librerías hacen que la relación entre los lectores y el libro sea en la república trasandina del todo distinta que en otras provincias de la lengua castellana. Y la estafa y el desinterés por lo propio están a la orden del día. Por caso, todo el mundo recuerda una elegante librería del barrio de Lastarria que compra sus ediciones de Anagrama impresas en la Argentina para venderlas allá al precio de España, sacando así una jugosa diferencia. Luego, en otra cadena de librerías cuyo nombre es una pregunta, el Administrador de este blog, hace menos de dos meses, preguntando por autores chilenos, descubrió que sólo se vendían aquéllos publicados por las multinacionales y no por las editoriales chilenas, aunque el dueño esté preocupado por el catálogo. Por eso no sorprende que ahora que el alcalde de la Municipalidad de Recoleta abrió una librería que vende a precios populares, todo el mundo haya puesto el grito en el cielo. Eso se deja entrever en la bajada del siguiente artículo, publicado por Javier García en el diario La Tercera, el 29 de enero pasado: “Según el municipio de Recoleta, sus títulos costarán entre 40 y 70 por ciento menos. Paralelamente, los libreros reclaman una 'competencia desleal'”. Caraduras.

Recoletras, la librería que tensa el mercado editorial


Una de las características más apreciadas de ferias de libros como la de Santiago, que se efectúa cada año en la Estación Mapocho, son los descuentos. Habitualmente los stand mantienen un 20% en promedio más barato por ejemplar, equivalente al impuesto del IVA del libro (19%).

Ayer, en Santiago, se inauguró una particular librería que desafía el mercado editorial al mantener una singular oferta permanente.

“Recoletras busca reducir el precio final de los libros entre un 40% y un 70%, dependiendo de cada obra”, dice el alcalde de la Municipalidad de Recoleta, Daniel Jadue, quien acompañado de la reciente Premio Nacional de Literatura, Diamela Eltit, inauguró ayer la librería ubicada en el municipio en Av. Recoleta 2774. Estará abierta, desde las 11 am, de lunes a sábado.

“Este es un proyecto abierto, pueden comprar personas de cualquier comuna. Además, ya estamos conversando con los alcaldes de Macul, Cerro Navia y Quilicura, ya sea por la vía de copiar el modelo o colocar otras sucursales”, comenta Jadue, quien dice que esta semana 6.500 títulos estarán a la venta, incluyendo los bestsellers Homo Deus, de Yuval N. Harari a Historia secreta de Chile, de Jorge Baradit.

“Esto funciona porque vendemos a precio de costo y nosotros asumimos como municipalidad los costos operacionales. Le estoy haciendo un favor a la industria del libro, porque abrimos la posibilidad a que se expanda”, añade Jadue y descarta abrir otras sucursales en Recoleta.

La llamada librería popular compra directamente a las editoriales como la Furia del Libro (60 sellos independientes), Ocho Libros, Catalonia, Ediciones UDP, Zig-Zag, Fondo de Cultura Económica y LOM. De los dos grandes grupos de Hispanoamérica, hasta hoy solo participa Penguin Random House. Esta semana debería sumarse Planeta. “Ya hay una relación comercial y esta semana firmamos el contrato”, señalan desde Planeta.

Según el último informe sobre Circulación y difusión del libro en Chile (2017), en Santiago hay 184 librerías.

Paula Barría, socia de librería Metales Pesados, cree que la propuesta de Jadue es “una competencia desleal y me parece una medida populista”. Y agrega: “los costos de arriendo de local, sueldo de personal, los asume el presupuesto municipal. El problema mayor es que se naturalice una visión de que las librerías falsean el precio del libro. ¿Por qué no mejor refuerza las bibliotecas?”.

Por otra parte, Juan Carlos Fau, quien hace 15 años creó la marca de librerías Qué Leo, dice que “en San Diego también hay libros al costo, en Buscalibre (librería en internet) igual hay precios bajos. Una librería no puede aspirar solo a que le importe el precio, porque el precio solo es un factor. Lo relevante es el catálogo, la gente busca lo atractivo más allá del precio”.


Variaciones de precio

Historia secreta de Chile
Jorge Baradit
$ 11.000 (librerías) | $ 6.000 (Recoletras)
Homo Deus
Yuval Noah Harari
$ 15.000 (librerías) | $ 9.000 (Recoletras)
La razón de estar contigo 3
W. Bruce Cameron
$12.000 (librerías) | $ 8.400 (Recoletras)


Rodolfo Biscia entrevista a Barbara Cassin

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Especialista en retórica de la modernidad, directora de investigación en el CNRS, traductora, filóloga y directoras de colecciones dedicadas a la filosofía, Barbara Cassin (Francia, 1947) pasó por la Argentina, en el marco de La Noche de las Ideas, un ciclo que las distintas embajadas francesas realizan en todo el mundo en las mismas fechas. Según se señala al pie de la entrevista publicada por Rodolfo Biscia en Cultura InfoBAE el 7 de febrero pasado, “Esta conversación con Barbara Cassin tuvo lugar el sábado 2 de febrero, en el Museo MAR de Mar del Plata, dentro del marco de "La Noche de las ideas", en su jornada final. La entrevista se publica en la presente traducción española con la aprobación expresa de la autora. Es lo que se reproduce a continuación.

 

“Si hay Dios, es más bien un Dios traductor”


El efecto sofístico (1995) sigue siendo el mejor vademécum para introducirse en el mundo de la autora.  Nos ayuda a comprender hasta qué punto los sofistas griegos –GorgiasProtágoras, entre otros– fueron pioneros en defender la capacidad de las palabras para alumbrar un mundo: para hacerlo comparecer en sus facetas éticas y políticas, y en la radiante superficie retórica de la lengua. (Por lo general, estamos habituados a considerar al sofista como el alter ego negativo del filósofo. A contrapelo de ese lugar común, la historia de la filosofía que propone Cassin reivindica la figura de esos profesores a sueldo que, en palabras de Hegel, fueron "los auténticos maestros de Grecia".)

Por otra parte, este interés sofístico condujo a Barbara Cassin a profundizar en el fenómeno de la traducción. De inmediato comprendió que, lejos de limitarse a ser transmisores de un contenido, los traductores son "coproductores de sentido". Así, durante una década, la filósofa coordinó y dirigió, junto a 150 especialistas, el monumental Vocabulario europeo de las filosofías: diccionario de los intraducibles (2004). (Recientemente, Siglo XXI Editores publicó la versión española del Vocabulario.)

En lugar de centrarse en los conceptos para hablar de las palabras, este Diccionario filosófico honra la dimensión pragmática del lenguaje, partiendo de las palabras para pensar los conceptos. ¿Y si en los términos renuentes a la traducción encontráramos las "huellas dactilares" de cada lengua, los síntomas de la diferencia entre los idiomas? En ese caso, la experiencia de Babel dejaría de ser un castigo y podría presentarse como una oportunidad: "Si hay Dios, es más bien un Dios traductor".

Elogio de la traducción. Complicar el universal (2016), el libro que este año publica El Cuenco de Plata, en versión de Irene Agoff, recoge y formaliza la experiencia del Vocabulario. En sus páginas, Cassin dialoga a menudo con Hannah Arendt, rescata la filosofía del lenguaje de Wilhelm von Humboldt y no cesa de discutir con Martin Heidegger. Retoma, pero también matiza y expande, los enunciados de Lacan y de Jacques Derrida. O analiza los progresos y los puntos ciegos de Google Translate, así como el aristotelismo que impulsa WordNet, base léxica de datos desarrollada por la Universidad de Princeton.

En lo fundamental, el libro se compone de una seguidilla de elogios. La introducción es una alabanza del griego, que a la autora le permitió comprender qué cosa es un lengua y una cultura. Sus tres capítulos son, respectivamente, un encomio de los términos intraducibles, del fenómeno por el cual la equivocidad se sitúa en el corazón de todo idioma, y de eso que Cassin denomina "relativismo consecuente":una concepción que surge de comprender con sutileza la famosa frase de Protágoras, para quien "El hombre es la medida de todas las cosas". Ni bien descubrimos que cada lengua supone una cartografía diferente de lo real, también nos comprometemos políticamente a respetar la diversidad: porque "la traducción es a las lenguas lo que la política es a los hombres". 

Sobre estas y otras cuestiones, tuvimos el placer de conversar con Barbara Cassin en la última jornada de La Noche de las Ideas 2019, en el Museo MAR de Mar del Plata.

Su Elogio de la traducción se inscribe en un género sofístico por excelencia, precisamente el del elogio o encomio: eso que los Antiguos llamaban "género epidíctico". ¿Por qué es tan importante para usted este género del discurso?
– En primer lugar, porque es un género olvidado, y es el género esencial de la retórica de la Antigüedad. Era esencial, por un lado, porque permitía comunicar valores. Y sigue siendo así: por ejemplo, cuando recientemente Simone Veil entró al Panteón, hubo un elogio que comunicaba los valores de la República: Simone Veil en tanto mujer, Simone Veil en tanto judía, Simone Veil en tanto europea. En la Antigüedad, ese género estaba muy codificado: se comenzaba aludiendo a los orígenes, los antepasados, la ciudad. Hoy en día, es algo que casi no es hace: se lo ha olvidado. Pero sin embargo se siguen comunicando valores. Lo que me interesa es el modelo, que es el modelo del Elogio de Helena, del sofista Gorgias. Allí Gorgias parece comunicar valores, pero en realidad los transforma: los dos primeros parágrafos de su Elogio expresan esto. De ese modo, la epídeixis [declamación o conferencia pública] produce un nuevo objeto: en este caso, una nueva Helena de Troya…

– ¿A la manera de un performativo?
–Absolutamente, se trata de eso: por eso traduzco el término griego  epídeixis como performance. Y el siguiente libro que escribí versa precisamente sobre este tema: Cuando decir es realmente hacer (2018).

– En ese libro, usted estudia el poder del lenguaje para transformar lo real, a través de una relectura de la teoría de los performativos de John L. Austin. En Francia, también Jacques Derrida se ocupó de discutir esa filosofía pragmática del lenguaje. ¿Qué novedad presenta su propio enfoque?
– Mi interrogación parte de una frase de Austin que Derrida comenta muy poco. Al final del libro de Austin Cómo hacer cosas con palabras, el autor dice: "Estoy muy feliz de hacer trizas dos fetiches: 1) el fetiche verdad-falsedad, y 2) el fetiche valor-hecho". Y eso que hace Austin es, exactamente, lo mismo que hacía el sofista Gorgias. Entonces, intenté pensar la relación entre la performatividad de Austin –que es sólo la puntita de una aguja– y la performance en un sentido más amplio. "Los declaro marido y mujer", por ejemplo, es una frase muy pequeña, que sólo funciona, que sólo es feliz si, como ocurre en Francia, es el alcalde quien la pronuncia. Entonces, me planteé la cuestión de la relación entre esta punta de aguja de la performatividad y la performance en el sentido más amplio de la epídeixis. Es uno de los recorridos que hago en el libro. Porque la discursividad sofística es el paradigma de un discurso que "hace cosas con palabras".

–En su Elogio, usted celebra los matices de la lengua griega, los términos intraducibles, los equívocos que no cesa de producir el lenguaje. Y también elogia la postura que llama "relativismo consecuente". ¿Cómo la definiría, en contraposición con un relativismo "inconsecuente"?
– Es un relativismo para el cual todo es relativo. Sin jerarquía de puntos de vista y, sobre todo, sin juicio. El modelo de lo que yo llamo "relativismo consecuente" es, por el contrario, el de Protágoras. Él sostiene que hacer pasar a alguien de una opinión falsa a una verdadera no es algo factible, tampoco es interesante. Pero lograr que alguien pase de una opinión menos verdadera a una opinión más verdadera, eso sí es algo que puede hacerse. Pasamos del superlativo–verdadero– al comparativo, y pasamos de la verdad absoluta a una verdad-para.

–Con su teoría sobre las múltiples perspectivas sobre la verdad, ¿Nietzsche sería un relativista consecuente?
– Sí, eso depende de las frases de Nietzsche que tomemos en consideración. Pero sí, podría ser el caso de Nietzsche, aunque no necesariamente el de los nietzscheanos.

– En otro pasaje de su Elogio, usted considera que jefes de la Iglesia como Juan Pablo II y J. Ratzinger defendieron, de manera coherente, una posición antirrelativista. Sin embargo, al actual Papa argentino representaría una postura alternativa. ¿Por qué razón?
– En este momento, no recuerdo bien ese pasaje. ¿Podría recordarme lo que decía?

–En una nota al pie, usted sostiene que ciertos actos y discursos del Papa Francisco podrían seducir, no tanto a quienes se oponen al relativismo de los valores, sino a los relativistas consecuentes.
– ¡Si, sí, es verdad! Pero no todos sus actos, y cada vez menos

– Ha pasado cierto tiempo desde entonces. ¿En qué estaba pensando en el momento en que escribió esa nota?
–Debería releer la frase, pero recuerdo ciertos actos que, verdaderamente, yo había admirado: por ejemplo, cuando el Papa acogió a los refugiados para conducirlos a Roma. De esa manera, él intentaba mostrar un camino un poco más complejo que el que plantea un modo estándar de comprender lo universal. A distancia de aquellos que piensan que "amar a su prójimo como a sí mismo" puede ser suficiente, prescindiendo de brindar acogida a quienes ni viven ni piensan "como nosotros". (La tradición de convertir a otros a mi universal –puesto que el universal es siempre el universal de alguien determinado– ha causado muchos muertos.)

–A continuación, me gustaría hacerle algunas preguntas sobre su biografía intelectual. Usted conoció al filósofo argentino Ezequiel de Olaso, gran especialista en Leibniz, ¿no es cierto?
– Sí…, lo conocí muy bien. Era un amigo.

–¿Puede contarme algo de esa relación?
– Ezequiel de Olaso era una persona adorable. Y, en efecto, había trabajado mucho sobre Leibniz. Nos conocimos en la UNESCO y luego nos volvimos a ver en la Argentina, y creo que también en Brasil, una vez; y en París. Compartí el momento en que él tomó la decisión de operarse, puesto que murió del corazón…

–¿Su vínculo intelectual se relacionaba con un interés en torno a Leibniz? Porque usted hizo su tesis sobre ese filósofo.
– Sí, en efecto yo hice mi tesis sobre la filosofía de Leibniz. Pero, de manera general, con Ezequiel de Olaso también compartíamos la misma distancia respecto de Heidegger, la misma manera de reflexionar sobre los "composibles" [término técnico leibniziano, que alude a las cosas que son posibles en conjunto]. Y también el mismo interés por la "característica universal" en su imposibilidad [la "characteristica universalis" es una lengua universal y formal ideada por Leibniz].

–En su libro Jacques el sofista (2012), usted alude a la ocasión en que Lacan la llamó, hacia 1975, para que lo instruyera sobre doxografía y filosofía antigua.
–Sí: en esa época, yo era pedagoga de adolescentes psicóticos y trabajaba con psicoanalistas. Algunos incluso eran amigos míos y yo me ganaba la vida explicándoles la filosofía de Platón, el diálogo Parménides de Platón, etc., y ellos me pagaban para que yo les explicara esas cosas. Yo también les explicaba Hesíodo, un autor que ellos no conocían, un autor al que Lacan prácticamente no se refiere, si bien es esencial para el psicoanálisis: ¡Freud debería haberlo leído con mucho detalle!

–Usted se refiere a la Teogonía.
Sí, claro, la Teogonía de Hesíodo es extraordinaria: la manera en que los hijos matan a los padres, los castran, y a su vez los padres se comen a los hijos, etc.: bueno, es evidente que todo eso es interesantísimo para un psicoanalista… Creo que estos amigos se analizaban con Lacan y le hablaban de mí. Y como Lacan era realmente alguien muy indiscreto… (risas), un día recibí un llamado telefónico. Relato esa anécdota en el prólogo de Jacques el sofista. Fue raro porque yo pensaba que era mi tío (mi tío tenía la misma edad que Lacan, también era médico, también podía trabajar el domingo con su secretaria). Así que tomé el teléfono. "Hola, el doctor va a hablarle", dijo la secretaria. Me pasó con el doctor y yo respondí "¡Hola!, ¿cómo estás?" Y él: "¡Qué bueno que me reconozcas!". Ése fue el primer equívoco. Por otra parte, al final de todo ese tiempo en que intenté explicarle, a pedido suyo, qué era la "doxografía" griega, él me dijo: "Usted es Stéphanie Gilot, ¿no?" Así terminamos con otro equívoco: el bucle estaba cerrado, podía irme.

–¿Y no reanudó su vínculo con él?
– No.

–¿Cuánto tiempo duraron esas clases? 
–Casi un año.

–¿Lacan le pagó?
–No.

–Usted era muy joven y él…
– … él estaba ya un poco reblandecido. Al principio, él me miraba al hablar y, más adelante, estaba delante de su escritorio haciendo sus nudos borromeos; y de pronto giró hacia mí y me dijo: "Usted es Stéphanie Gilot, ¿no? Vaya a ver a Gloria" (Gloria era su secretaria). "¡Ah, entonces va a pagarme!", pensé. Pero no: él me había confundido –¿desde hacía cuánto tiempo?–con Stéphanie Gilot.

–En varios argumentos de sus últimos libros, usted combina los aportes de Lacan con los de Jacques Derrida. De Lacan, podríamos decir que representó la presencia del sofista en nuestra época. ¿Ése también sería el caso de Derrida?
–Yo no diría eso de Derrida. Sí de Lacan: de hecho él dice eso de sí mismo: "El psicoanalista es la presencia del sofista en nuestra época".

–Sin embargo, en su Elogio de la traducción y en otras obras, usted combina ciertas tesis de Lacan con las de Derrida: una doble herencia…
– ¡Sí!

– …desde un punto de vista sofístico.
–Sí, pero la herencia de Derrida es mucho más moral que la de Lacan. Derrida dice: "Más de una lengua" y dice: "Una lengua no pertenece". Eso es más moral y más político. En el fondo, mi relación con Derrida se da cuando puedo mediatizarlo a través de Hannah Arendt.

–¿O sea que Derrida sería menos sofista que Lacan?
–Sí, claro. El jamás habría dicho: "El derrideano –o el filósofo– es el sofista de nuestra época". Jamás habría dicho eso.

–Aunque era antiplatónico…
–Sí, pero era antiplatónico de manera heideggeriana, una manera que no es para nada la mía. Y que tampoco es, para nada, la manera de la sofística.

–En relación con Heidegger, usted asistió a uno de los seminarios dictados por el filósofo alemán en Le Thor, en 1969. ¿Podría contarme alguna anécdota de esa época?
–¡Un montón…! Me limitaré a una, en relación con René Char. En realidad, conocí almismo tiempo a Heidegger y a Char. Yo había trabajado sobre Leibniz, y ése era un seminario sobre Leibniz. La anécdota que más me marcó fue la de Heidegger diciéndole a Char, en una conversación: "Usted, poeta, yo, filósofo, estamos sobre montañas, cara a cara, y nos comunicamos a través de grandes signos". Y Char dijo: "Hmm…, yo diría más bien que somos dos prisioneros en celdas, que se comunican a través de un pequeño agujero e intentamos murmurar cosas".

–Hace tiempo escribió un libro sobre Google. Ahora, en Elogio de la traducción usted fantasea con la posibilidad de una "Wikipedia de términos intraducibles", una suerte de enciclopedia digital en colaboración.
–Bueno, es que el Diccionario de los intraducibles mismo es una colaboración loca. Son 150 personas de todos los países y lenguas. Y luego este diccionario se tradujo en alrededor de 10 lenguas, en algunas de las cuales ya ha sido publicado. ¡Y en cada caso se trata de una reinvención! De la misma manera que vamos a reinventar la exposición "Después de Babel, traducir" aquí en la Argentina, en el año 2020. Hay que volver a pensar todo. Reinventar incluso la intención misma, la dirección… También se inventan nuevas entradas en cada diccionario. Colocar juntos todos estos diccionarios en sus diferencias, aumentándolas, eso sería una Wikipedia de los intraducibles. Manteniendo mi idea general de que la traducción es un "saber-hacer con las diferencias".

–¿De Wikipedia le interesa el formato en construcción incesante?
–Sí, es el flujo permanente, eso me interesa… Lo que me inquieta de Wikipedia, sin embargo, es que verdaderamente necesitaría contar con moderadores geniales. De lo contrario, nos mantenemos al nivel de la opinión, del WhatsApp o de las redes sociales. Para que Wikipedia se vuelva algo mejor, tendría que haber detrás un trabajo loco: un trabajo delirante.



Un volumen escrito a cuatro manos y publicado en Uruguay sobre el trabajo del traductor

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El escritor Carlos María Domínguez, en el número del 3 de febrero pasado de El Cultural, suplemento del diario uruguayoEl País, de Montevideo, comentó El traductor, artífice reflexivo, un volumen de ensayos publicado en 2018 a cuenta de autor por las traductoras Eliane Hareauy Lil Sclavo (foto). Lo que sigue es la reseña.

Los puntos ciegos en la traducción

El trabajo del traductor, su invisibilidad, los criterios, las opciones, los puntos ciegos en que caen las palabras al cruzar de una lengua a otra, ocupan el centro de las reflexiones de Eliane Hareau y Lil Sclavo en un libro que reúne sus trabajos en foros y congresos. Ambas cuentan con trayectoria académica y profesional, y parten de las concepciones del filósofo francés Antoine Berman para profundizar en una actividad que expande su campo teórico a destiempo de la desatención de la industria editorial sobre el valor intelectual de la mayoría de sus productos.

El mundo de la traducción, sin embargo, la complejidad de sus operaciones, ha convocado el interés de Eugenio Coseriu, Jacques Lacan, Paul Ricoeur y A. Rodríguez Monroy, entre otros, bajo el reconocimiento de que el traslado de los significados y las formas entre los idiomas pone en juego factores culturales, éticos y subjetivos cuya relevancia ha sido ignorada. Las autoras registran el dominio de una tradición francesa que no dudan en calificar de anexionista, por la actitud de borrar las huellas de la alteridad en la incorporación de los signos extranjeros a su lengua, y una tradición alemana que se distingue por la hospitalidad de recibir y preservar las diferencias. Conciben la traducción como una reescritura con todos los derechos de interpretación que habiliten la finalidad del trabajo, y no dudan en reclamar una crítica de la traducción y un espacio en las páginas preliminares de los libros para explicitar los criterios con que ha trabajado el traductor.

Nacidos del mundo académico, los trabajos reiteran temas, citas, referencias, y si expanden en forma espiralada un rico abanico de problemas, a menudo dan por evidencias lo que apenas son premisas, con un énfasis militante que convoca a la discusión. A los tópicos más generales suman apartados específicos, como los problemas de traducción de Rayuelaal francés, o la historia y análisis de las sucesivas traducciones del Ulises de James Joyce al español, desde la presentación de las últimas páginas de la novela por Jorge Luis Borges en la revista Proa (1925), pasando por la traducción completa de José Salas Subirat, la de Valverde, la de García Tortosa y Venegas, y finalmente la de Zabaloy. No se comenta la última traducción del argentino Rolando Costa Picazo.

Es un libro especialmente atractivo para el mundo académico pero ajeno a los públicos no familiarizados con el arte de seguir la piedra detrás de los muros del idioma.

Estadísticas del libro chileno en 2018

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El 30 y el 31 de enero pasados, el sitio Publishnews, con firma de Lorenzo Herrero, publicó sendas notas, referidas a la publicación de libros en Chile. Acá se presentan unificadas en un único informe.


El libro digital, el infantil 
y la autoedición sustentan 
la publicación en Chile


1 (30 de enero)

La Cámara Chilena del Libro presentó ayer, 29 de enero, el Informe Estadístico 2018 de la Agencia Chilena del ISBN. En él se constata un constante crecimiento de la publicación desde 2014. El número total de libros publicados en 2018 fue de 8.165. En 2018 se publicaron en Chile 931 libros infantiles. Por otro lado, aunque baje el peso de la autoedición con respecto al año anterior, esta representa el 13,26% del total de los libros publicados en 2018.

Respecto a los soportes, el libro electrónico disminuye con respecto al año anterior pero representa un considerable 13,99% del total de publicaciones. Mientras, los audiolibros (39), cuadriplican sus cifras de 2017 aunque todavía es un formato minoritario. El peso de los libros en formato digital aumenta si extraemos de la ecuación los libros no comercializables, alcanzando un 18%.

La literatura representa el 42,5% de los libros publicados, sin embargo, el número de nuevas publicaciones en esta materia disminuyó respecto a 2017. Por otro lado, las materias que más crecieron fueron Derecho, Educación y Lenguas. Dentro de la Literatura resulta interesante ver el peso que tiene la poesía en las nuevas publicaciones, un 34%, frente al 54% que representa la narrativa.

Por su parte, los títulos traducidos durante el año 2018 llegaron a 454, representando un 5,56% del total de los registros. Siendo las traducciones desde idioma inglés al español la que contabiliza la mayor parte con 193 títulos.

La concentración de la edición en la Región Metropolitana de Santiago de Chile es clara, el 84,5% de los libros fueron registrados allí. Igualmente, el informe arroja el crecimiento de nuevos agentes editoriales (163), de los cuales, la mayoría pertenecen a la Región Metropolitana (112). El universo editorial chileno se compone por 3.311 editores según los datos que arroja el informe de la Agencia del ISBN.

Resulta interesante ver como las tiradas de las nuevas obras registradas son pequeñas. el 57% de las nuevas publicaciones tuvieron tiradas entre 1 y 500 ejemplares y el 19,23% entre 500 y 1.000 ejemplares. Solo 310 títulos registraron tiradas superiores a 5.000 ejemplares.


2 (31 de enero)

El universo editorial chileno es diverso y amplio. Al cierre de 2018 existen, según los datos del Informe Estadístico de la Agencia del ISBN, 3.311 agentes editores en el país. En relación con el censo de habitantes, podemos decir que existe un editor por cada 5.600 chilenos. Durante el año 2018 se registraron 163 nuevos agentes editores, una cifra similar a la de los últimos cinco años. El crecimiento continuado del número de agentes editores es algo muy interesante. Desde principios de la década los agentes editores chilenos han aumentado un 62,6%.Los agentes registrados en 2018 suponen el 5% del total de editores chilenos. Penguin Random House sigue siendo la editorial que más publicaciones nuevas lanza al mercado chileno; no obstante, sus libros solo suponen el 5,49% de los libros editados en Chile durante 2018.

La fuerza editora en Chile fue especialmente diversa en el año 2018. Los libros publicados en 2018 por los 10 principales editores representan el 28,4% de los libros editados en el país. Además, el 32,9% de los libros publicados en 2018 han sido editados por editoriales que publicaron nueve o menos libros en el año (19,64%), o a través de la autoedición (13,26%). 136 agentes editores publicaron 10 o más libros en 2018. Los dos gigantes de la edición, Planeta y Penguin Random House, mantuvieron su dinámica de publicación anual con un ligero crecimiento, un 5,6 y un 1% respectivamente. Sobre todo destaca el aumento del número de publicaciones de MAGO Editores (96,2%) SM Chile (62,2%) y de Ediciones Jurídicas Olejnik (343) que dobla sus números respecto a 2017. Ediciones Jurídicas Olejnik fue, en 2018, la segunda fuerza de publicación chilena. Entre las editoriales con más de 100 títulos publicados hubo varias que aumentaron de manera ostensible sus publicaciones: Ocho Libros Editores (56,4%), Red Internacional del Libro (47%), Editorial Catalonia (42,5%), y Santillana del Pacífico (41,5%). Por otro lado, hay que resaltar la aparición de Libertad S.A., dedicada a la comercialización de libros y diccionarios escolares bajo sellos como Sopena o Libsa.

En el lado contrario de la balanza nos encontramos determinados sellos editoriales que redujeron de forma notable sus nuevas publicaciones durante el año 2018. Este es el caso de Origo Ediciones (- 85,5%),  Pehuen Editores (- 82,3%), o Don Bosco Chile (- 57%).

Por último, destacar que el peso de las editoriales universitarias fue muy importante el año 2018. En total, la edición universitaria, con 840 títulos, supuso el 10,3% de los libros publicados en Chile el año pasado. La Pontificia Universidad Católica de Chile publicó el 25%.de los libros universitarios editados en 2018.


"Los libros leídos, esos que causan la impresión más poderosa, pueden, con el tiempo, disipar en el recuerdo el efecto consciente de su influjo"

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Daniel Guebel, último Premio Nacional de Novela de Argentina, es columnista del diario Perfil. Ésta es su última columna a la fecha. Fue publicada el pasado 22 de febrero y trata sobre lo que hacen los escritores con lo que tal vez podrían ser las influencias.

Oriente a medias

Hablando en criollo, quizás no exista período más fructífero para un escritor que aquel en que descubre los libros que construyen su zona. Momentos de lectura que marcan el campo donde su obra se extenderá a lo largo de su vida, lo sepa él o no. Por supuesto, esa zona está hecha tanto de lo que desea como de lo que ignora (y tal vez la ignorancia sea el punto de deseo más poderoso, porque extiende como la garra suave de un sueño la figura del anhelo futuro). Los libros leídos, esos que causan la impresión más poderosa, pueden, con el tiempo, disipar en el recuerdo el efecto consciente de su influjo, y allí es como mejor operan.

Escribir, en el fondo, es escribir la obra de otro, solo que éste otro está hecho de incontables fragmentos de autores distintos, de frases o palabras que impactaron en el momento justo, de imágenes o escenas o situaciones que se van deslizando de tal modo que apenas resultan narrables. La literatura es un solo libro múltiple extendido como un tapiz brillante, solar.

Me acuerdo como si fuera ayer de una entrevista que en la revista-libro Lecturas Críticas le hicieron a Osvaldo Lamborghini hace ya, ¿cuarenta años? Lamborghini decía dos cosas que me llamaron mucho la atención: “Hay que sacar al artista del lugar de boludo en que se lo ha puesto”, formulación que para mí resultaba misteriosa, porque no imaginaba a un actor colectivo dirigido a manipular el imaginario social para pensar en los artistas de un modo determinado (y entendí mucho después lo que Lamborghini quería decir), y otra frase, también singular, y que no puedo citar textualmente: “Cuando Rimbaud dice que se va para allá (África), nosotros tenemos que leer que se viene para acá”. Es decir, cuando un europeo dice que del centro del mundo se va a un extremo, nosotros (los argentinos) no deberíamos ubicarnos imaginariamente en Francia, identificarnos con el autor y pensar en un viaje exótico, sino pensar que él viene hacia nosotros, tan exóticos también por distantes.

"Una versión para la gente de acá"

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Rolando Costa Picazo
“Una edición crítica y comentada del argentino Rolando Costa Picazo, en dos grandes tomos.” En estos términos anuncia El Cultural, de el diario uruguayo El País, la publicación de la tercera traducción argentina de Ulises, de James Joyce, en una nota firmada por Lazslo Elderyi el pasado 24 de febrero.

James Joyce rioplatense entre la mujer y la luna

Con el Ulises de James Joyce, quizá la mejor novela jamás escrita, pasa en estos días algo curioso: es percibida, con suerte, como una obra bellísima pero de gran complejidad que solo pueden disfrutar un puñado de especialistas y que yo, lector común, algún día tendré la suerte de disfrutarla, aunque sea en parte. Con suerte, porque hay importantes núcleos de lectores que ignoran su existencia. ¿El Ulises? ¿Qué es eso? Entonces, entre mirarla con devoción desde lejos, o no saber qué es, lo que queda es un verdadero desastre. Casi un apocalipsis cultural, pues se trata de una novela clave para la modernidad, la que inventó todos los géneros de la literatura que se desarrollaron a lo largo del siglo XX y el actual, la que todavía parece escrita hoy, la que provoca con revulsión, pero no como las catarsis que ocurren en redes sociales: la que le saca a cada lector la mierda que lleva bien adentro y, al exponerla, lo convierte en mejor persona. Es una novela terapéutica.

SONORIDAD POÉTICA 
Hay formas de entrar al universo del Ulises de a poquito, sin verse abrumado. Es un libro que transcurre en Dublín durante un solo día, el 16 de junio de 1904, donde cada capítulo relata lo que sucede en cada hora de ese día, una tras otra. Tiene tres personajes centrales, el viejo Bloom, el joven Stephen y la esposa adúltera del primero, Molly, pero es una novela de una enorme complejidad. Como explicó luego el propio Joyce, “he incluido tantos enigmas y acertijos que mantendrán atareados a los profesores durante siglos acerca de lo que quise decir, y esa es la única manera de asegurarnos la inmortalidad”.Error; no es la única manera. El Ulises posee pasajes de tal belleza, sonoridad poética y provocación intelectual que pueden llevar a cualquier lector, incluso a los más desprevenidos, por un viaje de descubrimiento y fascinación. “Es un libro de autoayuda” llegó a decir Declan Kiberd, quizá el mayor especialista vivo sobre el Ulises. Una novela que supo sobrevivir a múltiples censuras, porque ciertas personas la consideraron obscena.

La cuestión es dónde están esos pasajes mágicos, las llaves que permiten entrar al Ulises. El gran debate actual en este hemisferio se centra en sus traducciones al español. El País Cultural dedicó en 2015 una nota de tapa a la nueva versión en español rioplatense del Ulises, la del argentino Marcelo Zabaloy (El cuenco de plata). No era la primera, estaba la clásica de hace 70 años, la del también argentino Salas Subirat, un vendedor de seguros (Zabaloy, a su vez, es instalador de sistemas eléctricos), a la que siguieron versiones ibéricas como la de Valverde o la de García Tortosa y Venegas, que sonaban muy “españolas”. Zabaloy insistió en traducir la obra a un español rioplatense, no tanto porteño como uruguayo y del interior argentino. Es una versión que fluye magnífica, sobre todo porque mantiene con vigor la sonoridad poética del original. Es música para cualquier oído lector.

Cuando se publicó la versión de Zabaloy se sabía que había otra traducción argentina en proceso, la del profesor Rolando Costa Picazo, que acaba de publicarse. La cuestión entre especialistas volvió con pasión al terreno futbolístico: son tres versiones argentinas contra dos españolas. Y sin Messi.

EL JUICIO DEL TRADUCTOR
A diferencia del Ulises de Zabaloy que se publicó en un solo tomo (como el Ulysses original de 1922), la editorial Edhasa sacó la versión de Costa Picazo en dos tomos, con un total de 1.800 páginas y un peso 2,250 kgs. Está acompañada con muchas notas al pie de cada página, 2, 3 o hasta 7, aclarando referencias o brindando pistas para entender qué quiso decir Joyce cuando escribió, por ejemplo, sobre “el amor que no se atreve a pronunciar su nombre” (la nota explica que es sobre la homosexualidad), que a su vez remite a otras notas en diferentes partes del libro, una sobre Oscar Wilde. A diferencia de la versión de Zabaloy, que nos tira la versión del texto con poca ayuda (igual que el Ulysses más difundido hoy, la versión en inglés de Penguin Classics, prologada por Declan Kiberd), la de Costa Picazo viene con mucha ayuda, tanto que cada página se divide casi en dos, arriba con el texto del Ulises en letra grande, y abajo las notas al pie en letra más chica. La tentación de ir de arriba hacia abajo y volver, de forma permanente, tratando de entender qué quiso poner Joyce, es un obstáculo para que los lectores nuevos disfruten de la sonoridad poética del texto. Y es esa sonoridad, precisamente, la que convierte a la novela en acto poético, pues envuelve y transporta, colocando al lector frente a los misterios que llaman para ser descubiertos, interpretados.

Pero si olvidamos las notas al pie, la traducción de Costa Picazo fluye en líneas generales casi con el mismo espíritu que la de Zabaloy. Es una versión para la gente de acá, de Uruguay, Argentina, Colombia, Chile y, por qué no, del resto de Hispanoamérica. Cantarán loas todos los que sufrieron con la españolísima traducción de Valverde. Llegar a esto, claro, no es un trámite sencillo.

Uno de los párrafos de mayor belleza que contiene el Ulises es aquél donde Bloom reflexiona sobre las similitudes entre la mujer y la luna: “¿Qué afinidades especiales le parecía que existían entre la luna y la mujer? Su antigüedad en preceder y sobrevivir a sucesivas generaciones telúricas; su predominio nocturno; su dependencia satelital; su reflejo luminar; su constancia bajo todas las fases, el salir y ponerse a sus horas fijadas; la forzosa invariabilidad de su aspecto; su respuesta indeterminada a una interrogación inafirmativa; su potencia sobre aguas afluentes y refluentes; su poder de enamorar, de mortificar, de revestir de belleza, de enloquecer; de incitar y ayudar a la delincuencia; la tranquila inescrutabilidad de su rostro; lo terrible de su aislada, dominante, implacable, resplandeciente propincuidad; sus augurios de tempestad y de calma; la estimulación de su luz, de su movimiento y de su presencia; la admonición de sus cráteres, sus áridos mares, su silencio; su esplendor, cuando visible; su atracción, cuando invisible”. (Tomo II, página 702, traducción de Costa Picazo)

El nuevo traductor argentino decide, al igual que Zabaloy, traducir de forma literal el término propinquity como propincuidad, palabra que existe en español y refiere a algo allegado, cercano, próximo, pero que en realidad a usted, lector, lo deja afuera porque es un término que no entiende. Podrían haberlo traducido como “cercanía”, y la frase habría quedado así: “lo terrible de su aislada, dominante, implacable, resplandeciente cercanía”. Mejor, ¿no? Aun así, Zabaloy le dijo una vez a este cronista que él prefería la palabra propincuidad, porque existía y porque sonaba lindo. A Joyce, esto, le habría encantado.


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