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Una versión española del canon (9)

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Yolanda Morató (Huelva, 1976) es poeta y Licenciada en Filología Inglesa y en Filología Hispánica por las Universidades de Huelva y Sevilla, respectivamente, Máster en Traducción e Interculturalidad por la Universidad de Sevilla, Máster “Modern Literatures in English” por el Birkbeck College (University of London) y Doctora en Filología por la Universidad de Sevilla, donde obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado con una edición y traducción del libro inglés de vanguardia El dibujo del califa (1919), de Wyndham Lewis. Ha sido profesora de lenguas extranjeras, civilización y literatura en SUP EUROPE y ESITC (Francia), así como en Harvard y MIT (EE UU) y en el departamento de Filología y  Traducción de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla, España). Traductora de autores como Rebecca West, José María Blanco White, Martin Amis y Wyndham Lewis (del inglés), y de Maurice Barrès, Francis Carco y Manuel Chaves Nogales (del francés) entre otros, ha traducido y anotado Me acuerdo, de Georges Perec (Córdoba, Berenice, 2006) por el que ganó el premio de Traducción Tormenta en 2006. Por la autobiografía de Wyndham Lewis recibió el premio AEDEAN en 2008. Recientemente ha publicado una edición inédita con traducción de los artículos autobiográficos de F. Scott Fitzgerald, tal como éste se los planteó a Max Perkins, con el título Mi ciudad perdida. Ensayos autobiográficos. Su primer libro de poemas se llama Nadie vendrá a salvarnos (2016).

El triste binomio de nuestros días

Si algo distingue al canon es que consigue entrar en nosotros antes de que nosotros entremos en él. Se cuela y nos marca en esos momentos en los que todo queda grabado a fuego, pues los primeros libros, nuestras lecturas de iniciación al mundo literario, serán, con toda seguridad, parte de nuestro patrimonio inquebrantable. Esa es su principal fuerza: como se nos presenta cuando somos jóvenes, se las ingenia para quedarse entre nosotros por muchas lecturas que le echemos encima.

Para alguien que creció en la época dorada de la colección de Alianza de bolsillo en España, con aquellas simbólicas cubiertas de Daniel Gil, le será difícil olvidar traducciones canónicas que, a pesar de todo lo que hicieron –no sólo por traernos a nuestra lengua las historias que narraban, sino a los propios autores–, no asoman ya estos días. Cantaba Santiago Auserón “Annabel Lee” en un vídeo clip que repetían los sábados por la mañana en el programa La Bola de Cristal, con Alaska, una mexicana que le puso banda sonora a la movida madrileña, cuando me compré los Cuentos de Poe, traducidos por JulioCortázar

En una tienda de Brighton me había agenciado por una libra los poemas de Emily Dickinson, que compré más tarde en la edición anotada de Silvina Ocampo que había sacado Tusquets. Y pronto estaba ya devorando las páginas de Lolita, de Nabokov, en la edición de Anagrama, obra de Enrique Tejedor y que no era otro que Enrique Pezzoni. Ahora que hago este ejercicio mental me doy cuenta de que accedí a las letras en lengua inglesa gracias a la traducción de tres argentinos que publicaron en tres grandes grupos editoriales con sede en España.

Lo que leo en estos días me recuerda a esa cita de Robert Louis Stevenson: “I've a grand memory for forgetting”, que tan apropiada parece aquí. No solo se han olvidado de grandes traductores, hombres y mujeres, que dedicaron sus vidas –sin traducciones anteriores, ni foros, ni Google– a acercarnos a autores que una gran parte del público desconocía, sino que, como sucede en el caso de Pezzoni, han sido suplantados por versiones que, añadiendo aquí y allá, se presentan como novedosas y definitivas, sin ser ni lo uno ni lo otro. La retraducción, ese concepto que tantas veces se pasea con burla por delante de la Ley de Propiedad Intelectual, y el olvido: el triste binomio de nuestros días.





Una versión española del canon (10)

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Probablemente uno de los traductores jóvenes más activos de Argentina, Matías Battistón (Buenos Aires,  1986) es además docente de traducción literaria en la Universidad de Belgrano, y ha dictado seminarios de traducción en la Maestría en Traducción Literaria en el Trinity College Dublin. Ha traducido, entre otros, a John Cage, Marcel Proust, Oscar Wilde, James Joyce, Édouard Levé, Gustave Flaubert, Samuel Beckett, Jean-Luc Godard y Ed Wood. Y éstas son las reflexiones que le ha producido la grotesca lista publicada por ACEtt.

Help a ACEtt

Es difícil medir hasta qué punto condiciona la lectura el título de un texto. De hecho, más de una vez me pregunté si no sería mejor atribuir los títulos de algunas obras a otras distintas, si por ejemplo Pulgarcito no se leería con más entusiasmo de llamarse Abaddón el Exterminador, si Platero y yo no ganaría un poco de necesario suspenso si lo rebautizáramos La bestia debe morir. Creo que algo similar habrá pasado en la redacción de El País para que la lista que publicaron el 30 de septiembre pasado se titule “Traducciones canónicas”.Alguien simplemente le habrá puesto el título que menos se parecía al contenido, a lo mejor tomado de un artículo diferente, para que uno lo lea con la perplejidad y la intriga que generaría cualquier policial posmoderno.

En mi caso, lo primero que pensé es que para celebrar el Día del Traductor, ACEtt (la Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de Escritores de España) había facilitado a El País una lista de veinte traducciones canonizadas, es decir, según supuse, veinte traducciones al castellano que por diversas razones habían perdurado en el tiempo, habían ejercido una influencia y una admiración patente en sus lectores, y merecían descubrirse o redescubrirse. La idea es buena. Recordé el Pessoa de Paz, el Henry James de Bianco, el Joyce de Subirat. O experimentos enormes, como el Shakespearemultilatino tramado por Marcelo Cohen, o más pequeños y secretos, como la Daisy Ashford de Aira. Incluso me imaginé que la lista podría tocar el tema de las traducciones que pasan al canon del idioma de llegada aunque sus originales queden en la periferia, como Las palmeras salvajes en traducción de Borges, quizá el libro por antonomasia de Faulkneren América latina y una obra relativamente menor para sus lectores anglófonos.

Miré la lista por encima. No figuraba ninguna de esas traducciones, ninguno de esos traductores. Supuse entonces que el foco estaría puesto en traducciones ejemplares pero recientes, poco conocidas. Sentí curiosidad. Me gustó la idea de considerar canónicos a traductores vivos y desconocidos, como si viviéramos rodeados de clásicos, como si no pudiéramos sacar el auto sin correr el riesgo de atropellar a una leyenda. Algo, sin embargo, me empezó a inquietar a medida que leía las distintas entradas. Más allá de los cumplidos obligados, intercambiables y quizá adivinatorios (“gran dominio del español”, “muy buen criterio”), de los satisfechos elogios a la docilidad y la invisibilidad (“accesible”, “sin apenas notas”), y hasta las incursiones en el misticismo ucrónico (“la sensación de que Jane Austen habría escrito así de saber nuestro idioma”), poco a poco uno me iba topando con frases como esta, sobre Bilbao-New York-Bilbao: “Que sea Premio Nacional de Narrativa incluso traducido debería ser garantía de calidad de esta conmovedora historia”.

¿Cómo “incluso traducido”? Dejando de lado la enternecedora hipótesis de que un libro debe ser bueno porque ganó un premio nacional, ¿cuál es la idea? ¿“Es tan bueno el libro quese deja leer a pesar de estar traducido”? Toda la lista muestra la misma afición casi atlética a escribir con los pies, a calumniar con una sonrisa perdida lo mismo que dice reivindicar. “Una de las pocas veces en las que la novela negra ha sido traducida sin copiar los giros importados del cine” se lee en otra parte, como quien dijera “Sorprende encontrar una traducción tan poco tilinga”. A veces el elogio es apenas una conjetura: “El español de Orzeszek hace pensar que es posible disfrutar de Kapuścińskisin perderse nada del original”. (Me imagino un primer borrador, todavía más borgeano: “que acaso no es imposible disfrutar…”).En otras, el tono ya es directamente perdonavidas: “la traducción de Fernando Gutiérrez [es] quizá algo literal o encorsetada en ocasiones, pero válida”. Si los que redactaron esta lista fueran del Ministerio de Turismo español, con toda probabilidad se les ocurrirían eslóganes como “Visite Sevilla, ni siquiera parece España”, o “Conozca Bilbao: que la haya premiado la Academia Sueca debería ser garantía de calidad, incluso si está llena de vascos”.

Por supuesto, es perfectamente válido sostener que la traducción en sí es un mal necesario, una condena, un castigo. Dios parece opinar lo mismo en el Antiguo Testamento, y mucha gente todavía tiene la mejor opinión de Él. Sin embargo, no sé si es la actitudmás coherente o sagaz para un grupo que dice defender a los traductores, en un artículo que quiere celebrar la traducción y fomentar su lectura. Siento que si ACEtt vendiera jamón y lo publicitara en El País, encontraría la manera de citar el Levítico.

Como fuere, “traducciones canónicas” no podía referirse, como había pensado, a traducciones canonizadas, canonizables, ejemplares. Después de todo, incluía explícitamente hasta las encorsetadas, las apenas válidas, lo peor es nada. ¿Qué podía significar, entonces? Como en la lista aparecen Nabokov, Flaubert, Dante, Homero, Woolf, Austen, por un segundo pensé que “traducciones canónicas”quería decir “traducciones de obras del canon”. Clásicos traducidos, digamos. Volví a leer la lista. De nuevo, algo no cuadraba. Admito que es posible que, dentro de varios siglos, nuestros descendientes se consuelen de su cruel mundo postapocalíptico aprendiendo y recitando de memoria pasajes de Mi padre es mujer de la limpieza, o tallando largas tesis de doctorado en la ladera de alguna montaña sobre Jules, “un cómic de personajes medio chiflados y divertidos”. Pero nada parece indicar que la lista pretenda que esos dos títulos, ni otros similares que también incluye, sean clásicos ni siquiera en potencia.

Miré con más atención. De las veinte obras originales listadas, solo ocho son previas a 1950. Siete son del siglo XXI. Por lo demás, todas las traducciones se publicaron en España y, salvo contadas excepciones,en los últimos años. De los veintiún traductores, dieciocho presentan al menos la mayoría de los síntomas asociados con estar vivo. Todos, salvo Ricardo Pochtar y Celia Filipetto(argentinos, pero que residen en España desde hace mucho), son españoles. Cuando me di cuenta deduje, como sugerí al principio, que tal vez lo de “canónicas”, lo haya aportado de formainconsultay petardera El País.Porque si uno saca el título,esta listase reduceclara y humildemente a una veintena de obras que ciertos miembros anónimos de ACEtt afirman haber disfrutado en algún momento, al parecer a pesar de estar traducidas, y por ellos mismos.

En cualquier caso, es apenas una suposición. Lo que me gustaría es que los autores de la lista salieran a defenderla, o por lo menos a aclarar el misterio. ¿Por qué omitieron olímpicamente toda traducción latinoamericana? ¿Qué quieren decir con “traducciones canónicas”? ¿Quién decidió incluir esas traducciones, quién (o qué) redactó esas entradas? Lo pregunto de pura curiosidad, con ganas de saber. Entretanto, es la ocasión perfecta para ir armando, menos en espíritu de recomendación comercial o de reproche que recopilatorio y enciclopédico, esa enorme obra futura y que todavía falta, un verdadero Diccionario de traducciones al castellano. El título, claro está, puede discutirse.

Una versión española del canon (11)

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La poeta, ensayista y traductora Ana Franco Ortuño (Ciudad de México, 1969) obtuvo los grados de licenciatura y maestría en Literaturas hispánicas en la UNAM, donde se especializó en poesía mexicana. Como poeta, recientemente publicó El libro de las ideas (Ciudad de México, Ediciones Sin nombre-SCGDF, 2012), la plaquette Peligro de extinción (Barcelona, Carmina in minima re, 2012), y participa en el libro colectivo Enemies/Enemigos. Poesía de la Ciudad de México y Londres (EBL-conaculta, 2014). De 2007 a la actualidad ha sido Coordinadora editorial y Subdirectora del Periódico de Poesía de la UNAM (publicación mensual): www.periodicodepoesia.unam.mx. También coordinó el festival Poesía en Voz Alta en Casa del Lago, del que en 2015 fue también programadora. Como antologadora hizo la selección de poetas argentinos en Animales distintos, muestra de poetas argentinos, españoles y mexicanos nacidos en los sesentas, (Ciudad de México, Arlequín-CONACULTA, 2008); la selección de poetas jóvenes de México para la revista Fórnix 8-9, Lima, Perú, 2009; ha publicado en revistas nacionales como Punto de Partida, P.D., Parteaguas y Blanco Móvil y en España ha publicado en Quimera y Paraíso. Como poeta participado en encuentros y festivales en México, Argentina, España y Portugal. Sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués y mixteco. Recientemente ha publicado Inestibilidad: poesía contemporánea de Francia y México (Veracruz, Intersticios/Universidad Veracruzana, 2016) y coordinado y editado la serie de ensayos Cocina y literatura. Ensayos literarios sobre gastronomía y ensayos gastronómicos sobre literatura (Santiago de chile, LOM, 2017). 

Sobre la traducción, lo canónico y otras inocencias

He escuchado y leído muchas posiciones y debates acerca de las necesidades, características y posibilidades de traducir; sé bien el apasionamiento de los traductores para hablar de lo suyo, probablemente porque los antecede una historia cargada de metáforas morales, como la idea del traductor traidor (que hay quien cita con un envejecido aire de dignidad todavía), o como la ensombrecida posición en ediciones que siguen sin referir el nombre de quien hace tal o cual versión de un clásico.

En nada de esto hay inocencia: detrás de una edición hay una economía, detrás de una lengua hay siempre la jugosa posibilidad de un imperialismo.

El estado oculto de los traductores fue, como el de tantas otras sombras humanas, el de un doble inexistente; hasta que importó, y los traductores ahora se organizan como cualquier otro gremio, y aparecen, discuten, cobran y legislan.

Como hemos visto en esta serie de entradas de Una versión española del canon, Librotea celebró el 30 de septiembre (Día Internacional del Traductor), con una lista de traducciones recomendadas por la ACETT, de España. Desde luego, cualquier institución puede hacer su lista de favoritos y cualquier lista de favoritos es válida, como lo es cualquier antología, en el entendido de que la propuesta o la reunión es ésa y no otra (es decir, ese universo, en tanto código de selección trata de los incluidos y no de los faltantes). Con todo, las listas tampoco son inocentes y los lectores confían en la recomendación, a sabiendas de que la hace un experto (o una asociación de expertos, en este caso, no sólo en traducción, sino evidentemente en lengua y literatura).

El artículo de Matías Battistón (décima entrada de esta serie), nos deja bien clara la definición de la palabra ‘canon’, y su autor articula algunas de sus posibilidades para entender las sugerencias de Librotea y la ACETT. Los nueve autores que lo preceden problematizaron la situación de América Latina frente a España en tema de la traducción, y han demostrado con un montón de razones la malintencionada sordera de una publicación tan prestigiada como el diario el País y su recomendador de libros.

Pensemos que el supuesto error se encuentra entonces en el título de la lista. Sin embargo, al avanzar en la propuesta (el elogio) que justifica a los títulos y traductores elegidos, la lectura continúa en su enrarecimiento:

1) cuando se refiere a las versiones de las ‘señoras’ Daloway y Bovary, la sorprendida ACETT afirma la idea (“bastante absurda”, dice, con una sonrisa) de que las posibilidades de una traducción entre géneros (hombre-mujer, por supuesto), sí existen, y lo demuestra con las menciones de López Muñoz, quien no solo logra esa odisea de traducir la voz de una mujer (aunque sea un personaje), sino ¡de dos!, en Mrs. Dalloway, en osada intuición de la sensibilidad del Otro (históricamente indecodificable); y de Gallego Urrutia, quien encuentra el “vocabulario adecuado” para traducir a Flaubert (autor), aunque sea un hombre. Es decir, la ACETT no distingue entre autores y personajes para maravillarse con el arrojo de sus traductores favoritos, quienes viajan con éxito al enfrentar el evidente opuesto humano.

2) otra sorpresa que se llevan estos lectores profesionales es la de la “rabiosa actualidad a pesar de los años que tienen” los poemas de Amor, duelo, contradicciones, de Erich Fried, en traducción de Jorge Riechmann “pese a que su traducción no es nada fácil”. El libro data del final de los años 70. La actualidad de Homero debe congelar a quienes escribieron el artículo; la dificultad de Joyce, ni se diga.

3) una tercera maravilla es la de la credibilidad del lenguaje en Mi padre es mujer de la limpieza, de Saphia Azzeddine, en traducción de Begoña Díez Zearsolo.

¿Qué decir? Es posible que quien escribió este artículo, a nombre de una institución que dice “defender los intereses y derechos jurídicos, patrimoniales y de cualquier otro tipo de los traductores de libros”, sea más bien, un entusiasta. Pero, como dije, a estas alturas (y a esos niveles) no creo en inocencias. Retomar la discusión del lenguaje propio de lo masculino y lo femenino, o recomendar libros por su credibilidad y su rabiosa actualidad pese a los años, resulta indignante, en el mercado de la imposición simbólica y económica de idiomas y de ventas millonarias.

El anticuado pero efectivo adueñamiento de una lengua y sus formas será siempre un modo del fascismo. Debiera ser ya innecesario luchar contra estupidez tan evidente y, no obstante, estamos aquí, empezando de nuevo a clamar que todas las palabras tienen alma.


Una versión española del canon (12) y (13)

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Despacio, sin estridencias, discretamente y con un tesón extraordinario, la poeta y traductora Silvia Camerotto (Lomas de Zamora, Pcia. de Buenos Aires, 1959), tanto por el alcance de sus elecciones como por la calidad de sus versiones, se ha ido convirtiendo en una de las más consecuentes traductoras de poesía de la Argentina. Tanto en su blog De Sibilas y Pitias (http://desibilasypitias.blogspot.com.ar/) como en su reciente sitio web (https://caligrama59.wixsite.com/silviacamerotto) ha ido publicando sus versiones de Emily Dickinson, Christina Georgina Rossetti,Robert Browning, Edna St. Vincent Millay, Ezra Pound, T. S. Eliot, Edwin Arlington Robinson,Carl Sandburg, D. H. Lawrence, William Carlos Williams (de quien prepara una edición de Paterson), Wallace Stevens, Amy Lowell,  Basil Bunting, Charles Causley, Dylan Thomas, Elizabeth Bishop, Sylvia Plath, Adrienne Rich,Raymond Carver, Audre Lorde, Edwin Brock,Charles Wright, Billy Collins, Anne Carson, William Wadsworth, Jude Nutter, Ron Padgett,Sam Shepard, Mark Strand, Tiffany Atkinson y, muchos más (la lista es realmente asombrosa), dando a conocer nuevas versiones de poemas ya traducidos así como poemas nunca antes vertidos al castellano. Su última libro de poemas publicado es La Grosse Fuge (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2012). 

Nec spe nec metu

¿Es España acaso ruta y destino del español? No. Pero ella se ve a sí misma como la única y verdadera manifestación del activo cultural hispanohablante. Cualquier iniciativa de promoción y difusión es avara y centralizadora. Un hecho de usura que deriva del miedo.

Han publicado una lista en la que la traducción no es patente de todos los hispanohablantes. Una lista que defrauda los intereses verdaderos de la lengua y de los usos de la lengua. Que defrauda, no por menos, al genio creador latinoamericano, que impulsa –sobre todo y más que ninguna otra cosa- la discriminación lingüística.

No resulta inaudito que España ejerza su latrocinio o monopolio, ni que desconozca olímpicamente los factores de riqueza intelectual que aportan todos y cada uno de los hablantes y de las comunidades que hablan el español lejos de la ex madre patria. Tampoco es inaudito que ignore adrede el trabajo de los traductores no españoles.

La manipulación tiene un valor económico que pareciera reportar beneficios a los únicos y aparentes dueños del idioma: los españoles de España.

Ni listas como esta, ni el hecho de que editoriales como Cátedra manejen los derechos exclusivos de publicación en español en Argentina y quizá en otros países hispanohablantes son novedad. Lo peor es la complicidad entre España y los otros monopolios que le ceden los derechos.

El canon referido no es nada más soberbia, sino también temor a enfrentar las amenazas de otras áreas lingüísticas.

¿De qué temor hablamos? Del temor a ser superados y sobrepasados. De temor a la pérdida de la hegemonía apostando a una política unificadora, pero con el pie encima. Una política que ejerce lo peor de la globalización. Una bajeza, en fin.

Y lo hacen, como diría Pound “sin dignidad, ni tragedia […] obstructores del conocimiento, obstructores de la distribución”.


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Traductor de Andréiev, Afanásiev, Bulgákov, Chejov, Dostoievski, Tólstoi, Turguéniev, Vigotski, Zamiatín, Lenin y Trotski, entre otros autores, Alejandro González (Buenos Aires, 1973) ganó en 2014 el 1er. Premio en el II Premio Internacional de Traducción Read Russia, Instituto de Traducción de Rusia, por El doble. Dos versiones: 1846 y 1866, de Fiódor Dostoievski. Licenciado en Sociología (UBA), realizó estudios de posgrado en la Facultad de Filología de la Universidad de Petrozavodsk, Rusia. Eslavista, investigador y traductor científico-literario, actualmente enseña en la Universidad Nacional de San Martín, donde forma parte del programa Lectura Mundi.

h) incluidas en esta clasificación

Hace años que dejé de creer en todo listado no ligado directamente a una necesidad específica (productos a comprar en el supermercado, documentos a reunir para un trámite burocrático,medicamentos a adquirir en una farmacia, objetos a llevar/traer en un viaje) y de admirar boba y culposamente las infatigables listas de libros, películas, discos, destinos turísticos, automóviles, mujeres más hermosas de Hollywood y frutas y verduras que sí y casi siempre no he leído, visto, escuchado, visitado, conducido, amado, probado ni jamás haré.

Acaso por eso la lista que nos llega desde ACEtt no me inquieta. En lo personal, no oigo tambores de guerra tras esa abúlica iniciativa de un periódico que, como tal, debe llenar espacios a como dé lugar para sus en muchos casos abúlicos lectores.

Dicho esto, no deja de entristecerme el empobrecedor provincialismo que ha guiado la selección y la falta de voluntad de trascender lo español a la hora de pensar el patrimonio cultural en lengua castellana.

Por lo que hace al listado (a todo listado) y los criterios de clasificación, no me queda sino remitir a los lectores al idioma analítico de John Wilkins e invitara los colegas a reflexionar si no convendría ir desechando esa práctica tan darwinista, autocomplaciente e innecesaria.






Una versión española del canon (14)

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Traductora de francés e italiano a castellano, especializada en arte contemporáneo, ciencias sociales y narrativa contemporánea. María José Furió Liu (Valencia, 1962) es, además de narradora, una de las más lúcidas ensayistas españolas actuales. Reside en Barcelona, ciudad donde cursó estudios de Filología Hispánica, especializándose en Literatura. Cursó el Doctorado en Literatura Comparada (Universitat Pompeu Fabra, 1ªedic., dirigida por Claudio Guillén 1994-1996). Desde 1992 colabora regularmente como crítica literaria en diversas publicaciones. En 1997 la editorial Mondadori publicó la novela  La mentira. Ha publicado además diversos relatos en Renacimiento (Sevilla) y  Galerna (Nueva York). En 2011 la revista mexicana La Tempestad  publicó en su número 80 el relato Tongo. Como fotógrafa, con intención de documentar las novelas que prepara, viajó por  Argelia, Egipto, París, Miami, Cuba, y también a Valencia, Madrid, Teruel y otros puntos de España. En 2003 Cultura/s publicó el foto-poema Los elegidos para ser felices, exhibidó en 2000 en la galería H20 junto con la foto-novela: Est-ce que la vie est un roman? Algunas de sus traducciones son La democracia asesinada (2001),de  J. P. Berdah , Las ambiciones de la Historia (2001), de Fernand  Braudel,  El asesinato de Lumumba (2002), de Ludo de Witte, Arquitecturas, ciudades, visiones (2007), de Gabriele Basilico, entre otros títulos.

Los dueños del idioma, un rapto, 
una intemperie

Formo parte de la lista de personas que han ido abandonado ACETT, disgustada por su política de tolerar la indefensión de todo aquel que tiene algún problema relacionado con la Ley de Propiedad Intelectual, un desencuentro contractual con editores o sufre abuso de posición de editores de mesa o de traductores que usan malas artes para hacerse con la exclusiva de un escritor. Ya desde fuera de la asociación y viendo confirmado mi juicio sobre el grupo, he criticado con dureza su política frente a la bajada de tarifas impuestas por grandes grupos editoriales. En resumen, es una de esas siglas que eludo así la veo aparecer al lado de cualquier noticia o fotografía. Me produce no escepticismo sino aborrecimiento por el recuerdo de la impotencia sufrida, lo cual no impide que varios de sus miembros merezcan mi respeto como excelentes traductores que son y buenos compañeros. Es el caso de Teresa Gallego Urrutia, muy activa en dignificar la profesión de traductor en España, además de muy generosa con sus conocimientos, hecho verificable dentro de la lista de la asociación y en privado.

Como la asociación francesa, ACETT aloja a traductores profesionales allá donde la asociación argentina exige una titulación específica. Sin embargo, ni mi recuerdo de ACETT ni mi opinión sobre el nivel de las discusiones y comentarios dentro de la lista de correos son halagüeños para sus componentes, ni soy aficionada a las listas, así que la ya famosa de “traducciones canónicas” que aquí se comenta me supo a nada. A la intrascendencia deliberada habitual. Al cadáver en el armario. El debate, por otro lado, me pareció un pretexto para activar un rencor contra España que a mi juicio está desplazado del que debiera ser un objetivo más certero.

Dejando al margen algunas afirmaciones que han hecho los colegas que me han precedido, entiendo que uno de los errores es mezclar tiempos. Se reivindican los nombres de Cortázar y de Borges pasando por alto que eran coetáneos de escritores e intelectuales españoles asimismo exigentes con su tarea literaria y que el sentido y el peso mismo de la literatura y de la cultura eran muy diferentes del que hoy tienen.  Hoy no creo que se publicara El erotismo (de Georges Bataille) porque los conceptos de “sagrado” y de “transgresión” parecen desvanecidos pero también, sobre todo, el vínculo entre un deseo profundo, poco transparente, y la actividad creativa. En España, la literatura se ha hecho comercio y comercio de nombres propios. Por usar un término psicoanalítico, es como si el “ello” hubiese sido asesinado e instalado en su lugar su simulacro, suplantado por un superyó que se despliega en ese apetito de posiciones de relieve, de ventas y de galardones. No hay alegría ni transgresión, no hay ruptura ni horizonte de ruptura, todo está mediatizado por la marca: de la editorial, del periódico que promociona, del escritor.

Incluso cuando se presenta a tal o cual escritor como figura contracorriente, como gurú lúcido, no es más que otra mercancía para saciar el apetito de exquisiteces de un sector del mercado. No hay ni que decir que la capacidad transgresora del “disidente” está por completo neutralizada por esa función. Darío Jaramillo ofrecía una lista de dueños del idioma. Me resultó conmovedora como una película antigua porque los reales dueños del español son actualmente los directivos de las grandes corporaciones editoriales, en cuya “cumbre” figuran personas sin un átomo de talento literario.

Aquí se ha afirmado que algunos traductores argentinos lograron romper barreras y establecerse profesionalmente en España: me parece una generalización abusiva, pues probablemente lo hicieron antes de la eclosión del sector editorial como industria en pos del máximo beneficio. Pudieron instalarse cuando no había la competencia feroz actual entre profesionales y cuando un elevado nivel de cultura era un valor en sí mismo y la traducción una tarea casi artesanal. No rompieron barreras: crearon un lugar de la nada, a la par que los traductores españoles de esa época. Asegurar que las traducciones españolas son malísimas es otra hipérbole compensatoria, comprensible, por la autoestima herida del traductor latinoamericano canónico. He reescrito suficientes traducciones salidas de manos de argentinos como para asegurar que en todos lados cuecen habas (no conozco la versión americana de este dicho).

Con todo, el problema sigue estando en otros puntos. Se habla de “España” cuando hay dos “frentes” editoriales que funcionan de modo diferente en lo que hace al idioma. El español que se habla en Cataluña está bastante degradado y no podemos fijarnos únicamente en los grandes títulos para determinar la calidad del nivel de traducción de una zona. Es habitual, por no decir la norma, que sean catalanoparlantes lo que estén al mando de los departamentos de edición y me he encontrado más de una vez con que se me pide que rebaje el nivel para adaptarlo a un público distinto de aquel al que el autor del original se dirigía. Percibo una distancia que me violenta y ofende cuando mi editor es alguien que no tiene el español como lengua materna, por no hablar de lo insultante que resulta la convicción, muy extendida aquí, de que un castellanoparlante es socialmente inferior al catalán. Y las consecuencias que se derivan de dicha convicción en términos de desarrollo profesional. He reescrito libros enteros de figuras mediáticas a precio de derribo porque los profesores de mi facultad o los editores y directores de revistas que explotaron mi trabajo han preferido siempre promocionar a catalanes de esa burguesía ilustrada tan típica de Barcelona –no sé si también de Madrid-- que cree ser progresista mientras desarrolla una actividad cultural reaccionaria, de buen tono, historicista, clasista, misógina, antimoderna.

No creo que deba hablarse de “imperialismo” sino de ignorancia o de mala fe. De un lado, existiría la convicción de que España y los países latinoamericanos son independientes y tienen las mismas armas para defender sus mercados –lo cual no es cierto en lo que se refiere a la capacidad invasora de los productos de las grandes corporaciones editoriales y de las dos o tres grandes independientes españolas que puedan quedar, pero esto se compensa con el mayor prestigio del que gozan los escritores latinoamericanos. Basta con seguir el listado de autores premiados por editoriales como Anagrama o Seix Barral y el tratamiento que se les da en prensa para verificar mis palabras.  Obsérvese el lugar y prestigio otorgados a Aira, Piglia, Pron, Fresán, Pauls y Villoro, nombres habituales en España.

El problema principal a mi entender está en los cambios que se produjeron en los años ochenta y noventa en España. Por eso la Barcelona de los 70 es ya solo quimera. Cada vez que se ha pretendido modernizar la cultura se optó por mirar a Estados Unidos y se copiaron sus maneras publicitarias cuando la península debería plantearse un enfoque emancipatorio de nuestros conflictos políticos y culturales, incluido de los que mantenemos con toda América, desde la perspectiva que ofrecen los estudios poscoloniales, que plantean conceptos muy estimulantes. La actividad teórica actual en dos de las grandes zonas poscoloniales, África y el Caribe, son para mí un ejemplo. En los noventa se produjo en España una eclosión de nuevos escritores, que se dio en calificar de “light”; fue una decisión de editores, que en definitiva son quienes eligen qué publican y cómo modelar ideológicamente el mercado. Lo digo desde mi experiencia y como mujer: se promocionó una infantilización de los argumentos, proliferaron como setas escritoras treintañeras y personajes que parecían haberse quedado en la fase anal, para estupor de quienes teníamos otra formación e influencias diferentes del gore o el grungeanglosajón. Decía Walter Benjamin que la moda es una eterna repetición de lo nuevo y que además garantiza que nada cambie en las relaciones sociales. Ese ha sido, según observo, el “proyecto cultural” que ha quedado establecido. En España no hay debate auténtico ni polémica: es teatro; se ha instalado una jerarquización radical que ha provocado una subproletarización infamante de un porcentaje nada desdeñable de los actores de la cultura mientras se publicitan hasta la náusea una pequeña porción de nombres, instalados en la rueda de los prestigios en los años ochenta y noventa, cuando llegó el dinero de Europa que acalló a las elites antaño radicales instalándolas en universidades, organismos de prestigio, periódicos, etc., y que dieron por bueno lo ocurrido porque les benefició.

En España hay grupos editoriales que favorecen el plagio, que premian libros escritos por un grupo de profesionales para provocar algún revuelo mediático, hay editores y agentes literarios que chanchullean con el ministerio de Cultura (o el nombre que actualmente ostente) por ciertos beneficios exclusivamente comerciales, hay agentes editoriales que persiguen repetir el pelotazo editorial equivalente al último de Estados Unidos y sacrifican a escritores literarios, hay escasez de becas para la creación, hay críticos que son, estrictamente hablando, publicistas de sus intereses y de los de sus amigos y que no tienen un solo volumen publicado de teoría crítica –las recopilaciones de reseñas no son teoría literaria—, pero sí poder para hundir carreras y reputaciones; el acoso sexual y la difamación pasan impunemente como males menores o necesarios dentro de una carrera profesional porque en conjunto hoy pervive el sálvese quien pueda y lo mal que esté el otro deja hueco al que quiera instalarse. Por eso, una lista estrambótica como la publicada por El País me parece el síntoma de un problema mayor, estrictamente español, y que ese problema, de numerosas facetas, es el que no se quiere abordar y, sobre todo, no quieren abordar los traductores ni los escritores e intelectuales españoles.


A modo de anticipo de la visita de Sylvia Molloy al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

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El 28 de febrero de 2016, el escritor José María Brindisi publicó en La Nación, de Buenos Aires, una entrevista que realizó con Sylvia Molloya propósito de Vivir entre lenguas, un magnífico y muy singular libro que por esas fechas publicaba la editorial Eterna Cadencia. A un día de realizarse el último encuentro del año, que tiene a ese autora y a ese libro como exclusivos protagonistas, parece entonces oportuno volver a leer el diálogo que en la oportunidad mantuvieron ambos escritores.

“Crítica y narración son para mí proyectos 
paralelos en constante diálogo”

Debe ser extraño eso de no estar y, al mismo tiempo, “estar cada vez más”. Porque a pesar de que hace más de cuatro décadas que vive fuera de la Argentina, en los últimos años –sobre todo– el nombre de Sylvia Molloy pasó de ser un secreto a voces para convertirse, lentamente, en una autora insoslayable. Mucho han tenido que ver las reediciones de los últimos tiempos, que posibilitaron no sólo leerla –En breve cárcel, su primera novela, apenas había circulado aquí en fotocopias de la versión española de Seix Barral, de 1981, hasta que la editó Simurg en 1998– sino que aportaron, además, nuevas miradas, una relectura de parte de su obra a partir de un contexto absolutamente diferente. En breve cárcel se convirtió en una suerte de paradigma, una novela que –acaso por primera vez en el país– narraba sin tapujos y a la vez con extrema sutileza un amor lésbico. “Una historia de encuentros y desencuentros”, como la misma Molloy sintetizó en más de una ocasión, con la particularidad –para la literatura– de que ese amor era entre mujeres. Pero con todo lo que tiene de político ese gesto, leerla desde una nueva perspectiva permite redescubrir, o terminar de descubrir, una escritura. En ese sentido, el reciente rescate de Ricardo Piglia para su Serie del Recienvenido de esa novela –la colección que dirige en Fondo de Cultura Económica–, cuyo objetivo es volver visibles libros que no tuvieron la difusión que merecían, resultó fundamental por su valor simbólico y por sus implicancias literarias. 

Pero en ese estar y no estar de Molloy, que además de producir una obra crítica y ensayística notable ha trabajado durante mucho tiempo en algunas de las más prestigiosas universidades norteamericanas –Yale, Princeton, NYU–, hay un factor que se torna particularmente activo: su condición de trilingüe. Es decir, en ese ir y venir con total naturalidad entre el inglés –en el que le hablaba su padre–, el francés que estudió más tarde y el castellano natal se da un estado de alteración. “El bilingüe nunca se desaltera”, escribe Molloy en su flamante Vivir entre lenguas (Eterna Cadencia) –que presentará en Buenos Aires el viernes 11 de marzo– en el sentido de alguien que no tiene un control completo de sus reacciones, alguien que está momentáneamente en un sitio –una lengua– pero renunciando a otros. Entonces ese vaivén constante, ese escribir “desde una ausencia”, eligiendo un idioma y “afantasmando” los otros –que nunca desaparecen–, es desde siempre para Molloy un entrevero cotidiano, un modo de situarse en una suerte de vacío o no lugar. Una pelea que se da en su relación con el lenguaje, pero que desde luego va mucho más allá. 

–En uno de los pasajes más significativos del libro, usted habla de haber estado en algún momento de su vida “suspendida entre lenguas”, sin poder escribir. ¿Qué significaba exactamente esa crisis, y cómo encontró el antídoto para escapar de ella? 
Creo que no se puede escapar de la crisis sino, de alguna manera, asumirla. Es decir, aceptar que tanto la vida como la escritura son un ir y venir entre lenguas, y que si bien ese vaivén depara complicaciones también es fuente de creación. En el caso preciso que menciona, la única manera de escapar fue convencerme de que no tenía que elegir, que podía comenzar a escribir en cualquiera de mis lenguas porque si no me salía bien siempre me quedaba el recurso de traducirme a otra.

–El título original era Vivir en dos lenguas. El cambio parece revelador en cuanto a esa suspensión de la que hablaba.
–Preferí Vivir entre lenguas porque me parece crucial señalar el intersticio, el lugar intermedio donde se mezclan y contaminan saludablemente las lenguas, que en mi caso no son dos sino tres.


–Le llevó bastante tiempo concretar este libro. ¿A qué se debió? ¿Hubo alguna resistencia, precisamente, algo así como la sensación de estar perdida entre lenguas, países y la experiencia de toda una vida?
–Resistencia, no, tampoco sensación de pérdida, sino una suerte de desconcierto fecundo. Hace mucho que pienso entre lenguas, es lo que le toca al sujeto que maneja más de un idioma como propio. Somos muchos los que vivimos en vaivén lingüístico, especialmente en estos tiempos de desplazamientos, exilios, asentamientos provisorios, derivas de todo tipo. Yo me fui de la Argentina hace más de cuarenta años. No estaba perdida entre lenguas pero sí algo insegura. Había escrito critica en español y francés, y alguno que otro cuento en inglés y en español. ¿En qué idioma iba a escribir una novela?

–Al comienzo, usted menciona el hecho de haber aprendido el idioma francés como un acto de “recuperación” (la lengua en la que hablaba su abuela materna, y que su madre no había aprendido). Pero el inglés, que empezó a hablar apenas murió su abuela paterna, ¿no funcionó de un modo similar?
–No del todo. Aprender francés fue una iniciativa mía (avalada, debo decir, por mi madre, para quien el francés era lengua postergada y por lo tanto objeto de deseo), mientras que el inglés se dio naturalmente, si cabe el término, porque era la lengua activa de mi padre. No tuve que decidir que quería aprenderlo, el inglés que oía en boca de mi padre decidió por mí.

–La particular mixtura que hace entre narración y reflexión la emparienta con autores como Sebald, Cozarinsky, Magris o Piglia. ¿Qué le interesa particularmente de ese mestizaje? ¿Es el contexto en el que puede escribir con mayor libertad?
–Para mí la narración y la crítica son dos proyectos paralelos que están en constante diálogo. Casi siempre manejo dos proyectos a la vez, dejando que se enriquezcan mutuamente, que se contaminen. Cuando escribía En breve cárcel estaba pensando en las diversas formas y objetivos de la escritura confesional y de ahí salió no sólo la novela sino también el impulso para mi libro sobre la autobiografía. Lo mismo con El común olvido, escrito a la par que reflexionaba críticamente sobre narrativas de regreso para un libro que aún no he terminado. Del mismo modo, El común olvido me ha servido para incentivar la reflexión sobre el vivir entre lenguas.

–La palabra y la idea de “switchear”, refiriéndose al zigzagueo entre diversas lenguas, es un concepto central en todo el libro. ¿Ese “switcheo” produce, a veces, cruces inesperados, incluso extraños? Pienso en la referencia a Jorge Porcel, por ejemplo.
–Todo depende del efecto que se quiera obtener. Interrumpir el flujo de una lengua para dejar caer una o varias palabras en otra puede ser una afectación cultural, una manera de lucirse, como es bien sabido. Pero puede ser también una necesidad. Cuando el que vive entre lenguas “switchea”, lo hace porque la palabra en la otra lengua surge primero y se impone, o porque no encuentra la palabra en la lengua que está hablando, o porque la palabra en la otra lengua “lo dice mejor”. Pero una cosa es zigzaguear entre lenguas, y otra cosa es navegar entre referencias culturales. Cuando la narradora de Vivir entre lenguas habla de Porcel no es, desde luego, para impresionar al lector con la referencia cultural ni, en este caso, para impresionar a las gallinas a quienes les canta “A la cama con Porcel” cuando las hace entrar al galpón. Es una suerte de travesura, una especie de nonsense a la que se entrega cuando nadie la oye.

–El suyo es un caso muy diferente, pero ¿qué piensa de los escritores –como sucede hoy con frecuencia en América Latina– que se instalan en Estados Unidos detrás de una mayor circulación o, sobre todo, legitimación?
–No creo que las cosas se den en ese orden; es decir, no creo que los escritores latinoamericanos vayan a Estados Unidos con el propósito principal de encontrar mayor circulación y legitimación. La mayoría de los escritores latinoamericanos que conozco han llegado a Estados Unidos por necesidad: una beca de estudios, un empleo, un puesto en una universidad. Son exiliados, no siempre por razones políticas, cuya motivación principal es escribir y no necesariamente encontrar mayor circulación o legitimación. Porque ¿quién se las daría? Como es bien sabido el mercado editorial norteamericano está cada vez más restringido para el escritor extranjero a quien, salvo excepciones, tiende a ignorar. No se lo traduce, no se lo publica. Las grandes editoriales se dan el lujo de promover uno o dos escritores extranjeros como máximo para lucirse –pongamos por caso César Aira y Roberto Bolaño en New Directions o Bolaño, póstumamente, en Farrar, Straus & Giroux–, pero eso de la mayor circulación es, más bien, un mito.

–Usted menciona a W. H. Hudson, quien luego de treinta años se fue a Inglaterra a convertirse en un “escritor inglés”. Hay algo muy doblemente argentino en la relación que tenemos con él: o nos lo apropiamos –olvidando que escribía en inglés–, o lo vemos como una suerte de traidor?
–Creo que más bien nos lo apropiamos, ¿no? En efecto elegimos olvidar que lo leemos en traducción, olvidar que eligió ser un escritor inglés, olvidar que el título completo de la primera edición de La tierra purpúrea era The Purple Land that England Lost, título que luego acortó, sabiamente despojándolo de sus connotaciones imperiales que, para un lector argentino, traicionaría la admiración que le inspira el autor.

Vivir entre lenguas es uno de los libros en que su yo ha quedado más expuesto. ¿Ha logrado, aun así, establecer esa distancia que muchas veces le ha resultado indispensable para poder escribir?
–Me gusta la idea de exponerme a través de la lengua, a través de los cambios de lengua. Hay algo un poco louche (ya ve, no puedo con mi tendencia a mezclar) en la idea de descubrirse, en los dos sentidos del término, a través de esos cambios.

–En más de una ocasión ha planteado la práctica de la escritura como traslado, como “traducción”. ¿Cómo actúa esa doble traslación, en su caso, cuando escribe en inglés? ¿El castellano sigue siendo ese idioma “desde” el que es trilingüe?
–Totalmente. Si bien el ir y venir entre lenguas complica la escritura, también la estimula. Cuando me cuesta empezar un texto que he elegido escribir en español, lo hago en inglés (o, rara vez, en francés), la lengua relegada, para luego traducirme.

–En algún pasaje se refiere al “desamparo lingüístico” de su madre. ¿En verdad le otorga ese peso o se refiere a la lengua materna que a ella se le había negado?
–Me refiero a la lengua materna que le fue negada, el francés que sus padres hablaban con los hijos mayores pero que dejaron de hablar con los menores y que ella extrañaba. Sólo quedaban resabios de ese francés en el habla de mi madre, términos de costura, nombres de platos de comida, de algún mueble, mínimos pedacitos de la lengua materna afantasmada.

–Como mínimo, usted regresa a la Argentina una vez al año. ¿Logra sentirse en casa, es decir, convertirse en esa otra que no desea que la “agarren desprevenida”?
–Logro sentirme en casa justamente porque me fui de casa, y los retornos son maneras de convencerse –o de casi convencerse– de que uno nunca se fue. Pero el que vuelve siempre, de algún modo, muestra la hilacha: se sorprende de algún cambio que cree reciente cuando ese cambio ocurrió hace tiempo, o usa una palabra de otra época, o sigue pensando que la avenida Santa Fe es calle de mano única.

–El libro cierra con una pregunta, sencilla pero de múltiples significaciones: “¿En qué idioma soy?” ¿Ha podido responderla? ¿Hay una respuesta posible?
–No, no hay respuesta posible. Lo más que puedo decir es que no “soy” en este idioma o aquel, sino en el cruce mismo de mis idiomas, sitio imperceptible y precario donde una lengua desemboca en la otra y luego vuelve “en sí” contaminada por el desliz. No recuerdo qué escritor francés de origen ruso decía de sí mismo y de otros bilingües que eran todos “infectados de la lengua”, usando el término “infectar” como se usa en francés, al hablar de pintura: se dice que un color “infecta” a otro queriendo decir que tiñe el otro, que lo penetra, lo mancha. Es en ese precario cruce lingüístico donde me siento por fin en casa: es decir, donde soy.


Con la presencia de Sylvia Molloy se cierran las actividades públicas del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires en 2017

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Finalmente Sylvia Molloy estuvo en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires para cerrar las actividades públicas de 2017. La excusa fueVivir entre lenguas, un libro del todo inclasificable, donde a través de una serie de textos de muy diverso orden, pero generlamente con un profundo sentido autobiográfico, la autora reflexiona sobre las lenguas en que vivimos y comparte con el lector sobre su propia experiencia trilingüe.

La charla se desarrolló en un clima francamente amable e informal y el público participó muy activamente con preguntas que la invitada contestó detalladamente y con mucho sentido del humor. 


Luego, aprovechando que la editorial Eterna Cadencia trajo ejemplares de varios de los títulos que Molloy publicó allí, se formó una cola para que cada uno de los presentes recibiera la correspondiente dedicatoria. 

En los próximos días aquí podrá verse el video de la reunión.

Sylvia Molloy (Buenos Aires, 1938) es una de las más importantes escritoras de la lengua. Doctorada en Literatura Comparada en La Sorbonne, fue becaria de la Fundación Guggenheim, del National Endowment for the Humanities, del Social Science Research Council y de la Fundación Civitella Ranieri. Fue profesora en las universidades de Yale y de Princeton y, en 2007, creó la maestría en escritura creativa en castellano de la New York University. Su obra crítica incluye La Diffusion de la littérature hispano-américaine en France au XXe siècle (1972), Las letras de Borges (1979), Acto de presencia: la literatura autobiográfica en Hispanoamérica (1997)y Poses de fin de siglo. Desbordes del género en la modernidad (2012). De su obra estrictamente creativa se mencionan En breve cárcel (1981), El común olvido (2002), Varia Imaginación (2003), Desarticulaciones. (2010) y Vivir entre lenguas (2016). En la actualidad es Albert Schweitzer Professor in the Humanities Emerita por la New York University.

El SPET revisa el 68 con Lydia Schmuck

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En el próximo encuentro, que tendrá lugar el martes 28 de noviembre a las 18:00 en el Aula 400 del IES en Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515, edificio nuevo), nuestra invitada Lydia Schmuck (Deutsches Literaturarchiv, Marbach) disertará sobreTransatlantische Übersetzungen der Idee von “1968”(Traducciones transatlánticas de la idea de “1968”)

Conferencia del SPET en el marco del XVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Estudios Germanísticos (ALEG): Germanística en Latinoamérica: nuevas orientaciones – nuevas perspectivas (Más información...), y, a su vez, cuarta y última exposición en el marco del Ciclo II/2017 del SPET: “Programa Sur, carnaval, políticas editoriales y 1968: Cuatro investigaciones en torno al objeto traducción”.

 Sobre el proyecto de investigación
Las revueltas trasnacionales de fines de los años 60 fueron acompañadas de una trasnacionalización de la lectura, no sólo en el ámbito de la teoría sino también de la literatura. En América latina se produjo la recepción de los textos de Sartre, Barthes y Camus, pero también de las obras de Habermas y Marcuse. Europa, a su vez, vivió el famoso “boom latinoamericano”; entre 1966 y 1980 se publicaron por primera vez en alemán numerosas obras de autoras y autores de Latinoamérica y el Caribe. De modo que no sólo los intelectuales y los escritores, sino además las editoriales tienen un papel clave en la historia de las ideas de 1968 desde una perspectiva latinoamericana y caribeña.

Un análisis del entramado global de acontecimientos políticos, historia de las ideas y producción literaria proporcionará conocimientos sobre las vías de comunicación entre América Latina, el Caribe y Europa, y permitirá a la vez adoptar una posición crítica respecto de la global intellectual history, pensada con tanta frecuencia desde una perspectiva eurocéntrica.


Lydia Schmuck trabajó de 2005 a 2009 en el Instituto de Ibero-romanística de la Universidad de Basilea, donde se doctoró en el marco del proyecto “Contacto cultural, conflicto cultural. Construcción y puesta en escena literaria de las relaciones luso-españolas”. Entre 2012 y 2016 trabajó en el Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Hamburgo, donde desarrolló un proyecto de investigación propio, financiado por la DFG (Deutsche Forschungsgemeinschaft), sobre la idea de Europa en el ensayo español y portugués. Desde junio de 2016 se desempeña en la sección Investigaciones del Archivo Alemán de Literatura (DLA Marbach), con un proyecto de investigación sobre “1968” en el contexto latinoamericano y caribeño desde la perspectiva de la historia literaria y la historia de las ideas. Sus áreas de investigación son la historia literaria y la historia de las ideas entre América Latina y Europa, los círculos intelectuales internacionales, las plasmaciones literarias de las ideas políticas, las concepciones poscoloniales del espacio, la memoria y la identidad.

Norte, una de las principales librerías porteñas, cumple seis décadas y desde aquí la felicitamos

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El pasado 15 de noviembre, Daniel Gigena publicó en La Nación, de Buenos Aires, un artículo por los sesenta años de la Librería Norte, una de las tres mejores librerías de una ciudad famosa en el mundo entero por la cantidad y la calidad de sus librerías. “Es una de las librerías preferidas por los poetas, aunque su amplia oferta trasciende ampliamente los límites de la poesía y busca atender las necesidades de todo tipo de lectores”, dice la bajada de la nota, en la que hablan Débora Yánover, propietaria de la librería, y Sandro Barella, poeta y encargado.

Librería Norte: sesenta años con libros

Breve historia
Es una de las librerías más prestigiosas de la ciudad de Buenos Aires, el "norte" al que se dirigen bibliófilos porteños, de las provincias argentinas y de países extranjeros con los que se comparte la lengua española. Desde 1967, está ubicada en la avenida Las Heras 2225, frente a una de las sedes de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires y de la plaza Emilio Mitre. Antes, se encontraba en un local de la avenida Pueyrredón y Santa Fe.

Débora Yánover
"Ya desde entonces se llamaba Librería Norte cuenta Debora Yánover, una de las pocas libreras porteñas. Siempre tuvo un equipo de libreros con mucha experiencia." La lista de visitantes ilustres de Norte no para de crecer: de Quino a Julio Cortázar, pasando por Adolfo Bioy Casares, Gonzalo Rojas, Fabio Morábito y el impar poeta santafesino Hugo Gola.

Norte es una de las librerías preferidas por los poetas. Su sección de libros de poesía, situado al fondo a la derecha del local, es uno de las más completas de cualquier librería de América latina. "Las jóvenes generaciones de poetas acuden también a la librería", agrega Yánover, hija de Héctor Yánover (Alta Gracia, 1929-Buenos Aires, 2003), librero–poeta y autor de la célebre autobiografía Memorias de un librero, publicada en 1994 por Ediciones De la Flor y reeditada en 2014 por Trama Editorial. Yánover publicó también varios libros de poemas.

En Norte, ocasionalmente, se presentan libros, como ocurrió con la exhaustiva edición de Obra completa del poeta Francisco Madariaga, publicada por Eduner. Participaron del encuentro Diana Bellessi, poeta del río y de la naturaleza como Madariaga, Reynaldo Jiménez y Liliana Ponce.

Sandro Barella
Las perlas del catálogo 
Hay para todos los gustos. "Solamente no vendemos libros de ideología nazi", señala Sandro Barrella, también librero y poeta, autor de Los pájaros, entre otros títulos.

"En general, son libros que van más allá de lo estandarizado, aunque también tenemos ese material –agrega Yánover–. Ya sea por tratarse de libros que importamos, en general de poesía, ensayos, algo de narrativa y filosofía que no tienen distribución en Buenos Aires, o de editores independientes de nuestro país, cuyos materiales no siempre encuentran lugar en las 'grandes superficies' de las cadenas de librerías. Esas editoriales, en los últimos años, dinamizaron el mercado editorial argentino."

En Norte se puede encontrar la poesía de Elizabeth Bishop; la poesía reunida de Williams Carlos Willimas, iluminada de nuevo por Jim Jarmusch en el film PatersonLa práctica de lo salvaje, un libro de ensayos de Gary Sneider; El pulso de la luz, poesía escogida de Lawrence Ferlinghetti; Los hijos de Atenea, de la erudita Nicole Loraux y los Cuentos completos de Amy Hempel.

Cómo conseguir clientes
Norte tiene la marca del fundador, el sello que Héctor Yánover le imprimió a la librería. "Se mantiene la idea de un lugar con la más amplia oferta en libros, para las posibilidades de una librería independiente, donde estén a disposición libros sobre los temas más diversos que puedan interesar a diferentes lectores –dicen a coro Yánover y Barella–. Desde la novela de entretenimiento hasta libros de jardinería, de cocina, infantiles, de actualidad, mitología, psicoanálisis, literatura, historia... Para poder cubrir las necesidades de un lector sofisticado, sin desatender a un lector que a primera vista puede parecer menos exigente, pero que sin embargo encarna también un ideal de lector."En Norte la atención es personalizada y, con el tiempo, se conformaron planteles de libreros con oficio. "Es común escuchar de boca de nuestros clientes el agradecimiento por la atención recibida", confiesa Yánover.

Un diagnóstico sobre el sector de las librerías 
"Te respondo con el título de un libro de Hannah Arendt –arriesga la librera en la primavera de 2017–: Hombres en tiempos de oscuridad, un título acaso sexista para nuestra época... Pero no perdemos la esperanza." Ese libro de Arendt reúne ensayos sobre distintos intelectuales, de Karl Jasspers a Isak Dinesen y de Walter Benjamin a Hermann Broch, que padecieron condiciones extremas, tanto sociales como morales, y sin embargo desarrollaron obras formidables.

¿Cuál es el perfil de los clientes de Norte? 
“Desde el lector universitario, el ligado a las artes, poetas y narradores, hasta el lector más llano, que no por eso es menos lector. Hay un tipo de lectores que está representado por esas personas que, casi literalmente 'devoran' los libros. Que no leen con otro afán que no sea la lectura, y eso, por supuesto, es muy valioso."

Adaptados a la cultura digital que se impone por las buenas y por las malas, Norte tiene su propia página web: www.librerianorte.com.ar. "Vendemos mucho por ese medio –cuentan los libreros–. Incorporamos hace tiempo Facebook, con posteos y reseñas que son muy interesantes y tienen mucha llegada a los usuarios." Recientemente, además, sumaron Instagram como otro modo de tener presencias en las redes. Démosle like a Norte.

Cambios en Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM

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El 4 de octubre pasado, Virginia Bautista publicó en Excelsior, de México, la siguiente entrevista con Joaquín Díez-Canedo, editor y traductor, ex director editorial del Fondo de Cultura Económica, ahora al frente de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México. Según la bajada de la nota: “El timón de Publicaciones y Fomento Editorial de la máxima casa de estudios asume un “compromiso radical”, que implica acrecentar la venta de libros”

Joaquín Díez-Canedo fija meta ambiciosa


CIUDAD DE MÉXICO.
El editor Joaquín Díez-Canedo Flores (1955) acepta “el compromiso radical”, “la meta ambiciosa”, de duplicar en dos años las ventas de los libros que publica la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Al frente de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM desde el pasado 23 de febrero, el también traductor busca que “la gran productora de conocimiento del país” plasme esta labor en sus libros y que éstos lleguen verdaderamente al público en general, además del universitario.

Quiero tomar el compromiso de vender bastante más, el doble de lo que vendemos. Esto es posible, porque realmente los libros de la UNAM se distribuyen y se venden muy poco. Se puede vender más porque los contenidos son muy pertinentes. Aquí está la gente más preparada y talentosa”, comenta.

En entrevista con Excélsior, el director general de la dependencia detalla que actualmente venden más o menos 20 millones de pesos al año, cuando deberían vender cien millones. “Vendemos 150 mil ejemplares al año, cuando deberían ser medio millón de ejemplares sin mucho problema”, afirma sin dudar.

Quien realizó  estudios de Física en la UNAM y de traducción en El Colegio de México explica que la meta de distribución para el año que entra “es por lo menos crecer un 25 por ciento, vender unos 30 mil ejemplares más, incluso un 50 por ciento. Y en el 2019, en dos años, duplicar el volumen de ventas”.

Admite que la máxima casa de estudios del país, que publica unos dos mil títulos al año, entre novedades y reimpresiones, “que representan 10 por ciento de la producción total de la industria editorial mexicana”, nunca ha distribuido sus títulos lo suficientemente bien.

Creo que hay una fama de que los libros de la universidad no son fáciles de encontrar, más allá de las librerías universitarias y de las ferias. La distribución es el mayor reto, pues se debe mover la producción que realizan 120 dependencias universitarias”, agrega.

El exdirector de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos de la SEP destaca que, con un catálogo histórico de unos 21 mil títulos, de los cuales 6 mil son acervo vivo, la UNAM es “una especie de federación de editoriales, porque cada facultad, cada instituto, tiene su propio programa de publicaciones”.

Dice que las dependencias que publican el 80 por ciento de lo que venden son Fomento Editorial, la Coordinación de Humanidades, la Dirección de Literatura, los institutos de investigaciones Jurídicas, Estéticas, Históricas, Antropológicas y Filológicas; así como las facultades de Economía, Filosofía y Letras y Ciencias Políticas y Sociales.

Con una planta laboral de 174 personas, esta dependencia es el producto de la fusión de dos organismos ocurrida el 6 de febrero de 1997: de la Dirección General de Publicaciones, que nació en 1955, y la Dirección General de Fomento Editorial, que se creó en 1986.

DISTINTOS FRENTES

Quien dirigió el sello paraestatal Fondo de Cultura Económica encabeza ahora una dirección que trabaja en varios frentes: publica, promueve y distribuye los libros que producen 120 dependencias, capacita al personal de éstas relacionado con la edición, coordina seis librerías, representa a la UNAM en las ferias del libro del país, digitaliza el acervo y procura dar mayor movilidad al almacén.

Lo que le corresponde a Publicaciones y Fomento Editorial es organizar y coordinar toda la producción de la UNAM. Cada instituto o facultad es totalmente autónomo de publicar lo que le convenga. Lo que sí se les pide es que haya comités editoriales y que las obras estén dictaminadas, que tengan ISBN”, explica.

El nieto del poeta Enrique Díez-Canedo e hijo del reconocido editor Joaquín Díez-Canedo Manteca —fundador de la editorial Joaquín Mortiz—, narra que siempre ha existido un intento pormenorizado de ordenar la actividad editorial en la universidad. “Se elaboraron unas normas editoriales a seguir, que son obligatorias, aunque no hay sanciones si no se cumplen”.

Destaca que esto se complementa con una tarea de capacitación sobre temas como derechos de autor, producción editorial y libros electrónicos. “Tenemos además centralizada la plataforma donde están en línea todas las revistas de la UNAM, que son 140. Y también aquí damos capacitación en el uso de una plataforma para producir estas publicaciones”.

Para agilizar la distribución, Díez-Canedo planea, dependiendo del tipo de título, utilizar las librerías físicas y la electrónica para los libros de papel; las plataformas en línea y la edición de libros electrónicos, así como la publicación a pequeña escala.

Tenemos canales para distribuir libros bajo demanda, pero existen pocos títulos. Básicamente por una cuestión de formatos; pero, sobre todo, de derechos de autor. Es decir, no tenemos la certeza de que todos esos títulos tengan autorización para reimprimirse en pequeña cantidad bajo demanda, o para publicarse de manera electrónica”, detalla.

Entonces, también procuramos ayudar a las dependencias a ponerse al corriente en esto. Les solicitamos que escojan los cinco libros de más amplio interés para convertirlos en electrónicos, sólo que tienen que resolver el tema de los derechos”, agrega.
Afirma que actualmente sólo tienen 90 libros electrónicos a la venta y que él quisiera que este acervo sume rápidamente 500 o mil títulos.

 

LIBRERÍAS Y FERIAS

El exdirector editorial de la Universidad Veracruzana admite que, a pesar de que la UNAM tiene acuerdos de distribución con la mayoría de las librerías del país, sus libros no poseen una buena presencia en ellas.

Tal vez porque es un catálogo muy amplio. Además, nuestro almacén no es tan ágil para mover las novedades. Ese es otro reto, tener un almacén con un mejor servicio, que recoja con celeridad las devoluciones, que las procese, que haya alguien que muestre a los compradores de estas grandes cadenas los libros nuevos, que los persuada”, asegura.

En este sentido, prosigue el editor, la comunidad universitaria está bien atendida, pues tienen seis librerías, tres dentro de la UNAM y otras tres en zonas clave de la ciudad; pero “debemos reforzar nuestra presencia en las librerías para llegar al público en general”.

Las librerías de CU, detalla, se localizan en la Tienda de la UNAM, la Enrique González Casanova a un costado de Rectoría, y la Jaime García Terrés, a la entrada del campus. Y las externas se ubican en la Casa del Libro, en la colonia Roma, en el Pasaje Zócalo-Pino Suárez y en el Palacio de Minería.

Está además la Julio Torri, en el Centro Cultural Universitario, que depende aún de la Coordinación de Difusión Cultural”, apunta.

Joaquín Díez-Canedo confiesa que desea cambiar la dinámica de participación de la UNAM en las 46 ferias del libro en las que participa, incluidas las propias. “Representamos a la universidad en las ferias del libro del país. Debemos tener la capacidad de dar un buen servicio de promoción y difusión y también de comercialización y distribución a las 120 dependencias que publican”.

Señala que evaluarán a qué ferias irán todos los años y en cuáles alternarán su presencia un año si y otro no. “Nos interesa apoyar a las ferias, pues algunas son organizadas por universidades, pero a veces no salen los costos. No queremos perder la presencia en ninguna y llevaremos más libros a las más importantes”.

Adelanta que en la FIL de Guadalajara la UNAM exhibirá este año unos 50 mil ejemplares, más las 140 revistas, “que al menos una vez al año tengan visibilidad en su conjunto”. Y agrega que en la distribución de los libros en el stand se verá la estructura de publicaciones que tiene la universidad, para que los lectores se familiaricen con las dependencias editoras.


Sacrebleu! Estas cosas con De Gaulle no pasaban

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El 19 de noviembre pasado, Guillermo Piro publicó en el diario Perfil la siguiente columna a propósito de la concordancia de sustantivos y adjetivos, que hará las delicias de todos y todas, o de todas y todos, lo que no es lo mismo, pero es igual.

Manteles y sillas blancas

Desde hace semanas se está discutiendo en Francia sobre la “escritura inclusiva” y una regla gramatical que muchas personas proponen superar y otras defienden. La regla, válida también en español, está resumida en la frase le masculin l’emporte sur le féminin, es decir, “el masculino prevalece sobre el femenino”. En nuestra lengua, la gramática también prevé que cuando en una frase un adjetivo se aplica a dos o más sustantivos se deben seguir dos reglas: si los sustantivos son todos masculinos o todos femeninos, el adjetivo mantiene el mismo género y se declina al plural, y si los sustantivos son de distinto género, el adjetivo se declina al masculino plural.

La edición francesa de Slate publicó un divertido artículo de Titiou Lecoq en el que cuenta que cuando cursaba la escuela primaria y le fue explicada la regla de la prevalencia del masculino, todas las niñas protestaron, mientras que los niños aplaudían: “Habían entendido perfectamente lo que estaba en juego y que la ilustración del libro decía claramente. Las chicas habíamos perdido”. La ilustración a la que se refiere Lecoq era, efectivamente, elocuente: un niño tirando de la soga con la sola ayuda de un perrito vencía a tres niñas que tiraban del extremo opuesto. El maestro trató de calmarlos diciendo que se trataba de una mera regla gramatical, pero los chicos comenzaron a canturrear algo así como “nosotros somos más fuertes”. “Pero nosotras –sigue Lecoq– veíamos que la regla nos estaba diciendo otra cosa: que los chicos habían ganado. Y los chicos habían entendido exactamente lo mismo”.

Se trata de una regla que no siempre existió en la lengua francesa. Hasta el siglo XVII prevalecía la concordancia por proximidad: el adjetivo asume el género del sustantivo más cercano. Fue después que se la reemplazó por la regla de la superioridad del masculino.

Algunos días atrás, más de trescientos docentes apoyados por un centenar de intelectuales firmaron un manifiesto en el que declaran que de ahora en adelante enseñarán ignorando la regla de la prevalencia del masculino. Los motivos son tres: 1) la regla de prevalencia es reciente en la historia de la lengua y no tiene utilidad alguna; 2) el objetivo de los promotores de la regla de prevalencia no era lingüístico sino político: la nueva fórmula fue usada para afirmar el orden de los valores que debían fundar la República francesa, un orden que “les negó a las mujeres los derechos políticos hasta 1944”; 3) la repetición de esta fórmula a niños y niñas induce a que ambos realicen representaciones mentales que llevan a aceptar el dominio de un sexo sobre otro.

La Academia Francesa –fundada en 1635 por el cardenal Richelieu, que dicta las reglas sobre cuestiones lingüísticas y que admitió por primera vez a una mujer entre sus miembros en 1980– reaccionó enfáticamente con una declaración firmada unánimemente por sus cuarenta miembros: la propuesta inclusiva de la lengua francesa es una “aberración” y pone “en peligro de muerte a la lengua francesa”.

Muchas personas hacen notar que la regla de proximidad es mucho más simple, más lógica y más fácil de enseñar. La ventaja de esta regla es además que quien la entiende como un duro golpe a la identidad nacional siempre podrá escribir, en vez de “los manteles y las sillas son blancas”, “las sillas y los manteles son blancos”.

Nota bene: esta columna fue escrita según las reglas de la escritura inclusiva. Si nadie se dio cuenta, tanto mejor. Significa que es posible no excluir a nadie sin provocar por eso un desbaratamiento lingüístico que ponga en peligro de muerte a la lengua española.

Pedro Serrano y su crónica sobre un encuentro de traducción que tuvo lugar en el sur de Chile

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De izquierda a derecha, Carlos López Beltrán, Pedro Serrano, Marina Serrano
Jorge Fondebrider, Jorge Aulicino, Richard Gwyn y Andrés Ehrenhaus



El poeta y traductor mexicano Pedro Serrano tiene sus tiempos. Por eso, a dos meses y medio de terminado el coloquio sobre traducción que tuvo lugar el 6 y 7 de septiembre pasados en la ciudad de Valdivia (Chile), publicó su crónica de esas jornadas en las páginas del Periódico de Poesían°103, correspondiente a octubre de este año, que, como se publica en México, salió en noviembre.

La troupe y los escolares: el Tercer Coloquio de Traducción
y Literatura en la Universidad Austral de Chile

Podría haber titulado esta crónica o acertijo “The academy & els comediants” y el efecto descriptivo sería el mismo, el de un tránsito virtuoso entre quienes se dedican a la práctica de la traducción, quienes la inquieren desde la trinchera de sus conocimientos de lenguas y aquellas avocadas a su reflexión teórica. Este enroque de posiciones entre la institución y los personajes está señalando una serie de dicotomías, de los agentes y su performancia por un lado, los troperos y el teatro por el otro, y el archivo y sus custodios por otro más, que está empezando a cambiar, saliendo todos de sus trincheras a participar en un carnaval festivo y rico.

Pero esto no ha sido siempre así, porque la traducción también produce sus descontentos. En un texto hilarante en el que desarrolla distintas viñetas de traductores fallidos, Mark Strand narra un diálogo con un profesor de portugués al que no le interesa la poesía en su propia lengua pero que se siente plenamente calificado para traducir al mejor poeta en portugués. “Ustedes los profesores de idiomas son todos iguales”, le contesta Strand personaje. “Conocen la lengua original y quizá un poco la suya, pero eso es todo. Lo más probable es que sus traducciones sean interpretaciones literales, palabra por palabra, sin el carácter ni el sentimiento de la poesía. Ustedes son los primeros que proclaman la imposibilidad de la traducción, pero no le dedican ni un pensamiento a como minimizar su dificultad.”

A pesar de parecer a la vez un balancín y un desbalance, un ajuste de cuentas y un estiramiento de posiciones y actitudes, en una aparentemente irreconciliable distancia entre aquellos que se empeñan por estudiar el fenómeno de la traducción y aquellos que se dedican a representarla, en realidad la traducción es algo en lo que todos los que la practican son a la vez creadores, críticos, teóricos y enseñantes. Y eso es algo que se vio en este coloquio. No todo, por supuesto, fue fluido y suave y comedido, porque si no qué chiste, pero sí estimulante y enriquecedor. 

Amalia Ortiz de Zárate
Y no solo eso, sino que, me parece, muestra por dónde no solo deben ir, sino que ya van enrumbados, los caminos de convergencia entre estas actividades antes exclusivas y excluyentes y ahora destinadas a conversar. Porque a diferencia de otros espacios en los que todo chirría y rechina, durante el tercer coloquio de traducción y literatura organizado por la traductora, escritora y directora de la carrera de lengua inglesa en la Universidad Austral de Chile Amalia Ortiz de Zárate, lo que aconteció allí fue la triple expansión y urdimbre de esas actividades. 

Jorge Fondebrider, Jorge Aulicino
y Verónica Zondek
Por supuesto, estas cosas no las logra una persona sola. Al estrambótico entusiasmo y capacidad organizativa de Amalia se aunó la mesurada puntuación de la poeta y traductora radicada en Valdivia Verónica Zondek, que vio bien cómo debían irse dando las cosas y a quién podían ir poniendo en qué lugar. Zondek, quien acaba de publicar su traducción de Red Doc de Anne Carson para la editorial Trilce de México, fue acompañada también por las recomendaciones e imposiciones de Jorge Fondebrider, el tropero mayor, quien fue responsable de congregar una troupe no solo variopinta sino también impresionante, casi una selección Resto del Mundo, diría yo, si no fuera porque al incluirme estaría pecando no tanto de inmodestia sino de presunción, que es cosa fea. 

Carlos López Beltrán durmiendo
durante el "tejido de actividades"
El tejido de actividades elaborado por estos tres organizadores mágicos logró que de verdad fuera, más que un coloquio, un encuentro. Su virtud radicó en la composición del encuentro, que no fue ni extenuante ni enciclopédico pero sí puntual e ilustrativo, en donde coincidieron académicos de la propia universidad, estudiantes de la universidad, traductores venidos de varios lados y escritores in situ, no todos dedicados a las tres disciplinas pero todos abiertos a las proposiciones de las otras. 

El Tercer Coloquio de Traducción y Literatura fue una joya, de la que no solo se beneficiaron los estudiantes de la Universidad Austral de Chile, sino también los que en él participamos, y no solo ellos y nosotros, sino todos los que se atrevieron a cruzar el continuo chipi chipi que caía en Valdivia para llegar a la Isla Teja, donde está el campus de la Universidad Austral, quienes tuvieron la oportunidad de escuchar conversaciones y exposiciones que casi fueron fuegos artificiales. 

Díganme si no es impresionante que en una sola reunión de tan solo dos días coincidieran los autores en español de La divina comedia, de Madame Bovary, y de los Sonetos de Shakespeare (y de paso de toda su poesía lírica), todo esto acompañado de una impresionante antología de poesía latinoamericana en inglés titulada The Other Tiger, con todo y poetas incluidos. Nada más con esto está servido un banquete de degustación ejemplar.

Amalia Ortiz de Zárate y
Andrés Ehrenhaus
Pero no solo eso, porque al pairo iban, para comentar y discutir, profesores de la Universidad Austral de Chile, tales como Roberto Matamala, investigador en teatro y profesor de letras clásicas, quien habló con Jorge Aulicino de los recovecos políticos de Dante, y Luis Bocaz, quien fuera diplomático en París durante el gobierno de Salvador Allende y posteriormente, allí mismo y durante el exilio, editor de la revista La Araucaria, quien instigó a Jorge Fondebrider, tropero mayor ya dije pero también palafranero de la Catedral de Reims, a explicar por qué había eliminado ciertos términos en su traducción, y a la anfitriona Amalia Ortiz de Zárate que hizo sacar astillas a Andrés Ehrenhaus de donde él solo se planteaba bailar un vals que le salió tango. 

Estas tres digamos conferencias magistrales, no por así tituladas sino porque en verdad fueron magistrales, pautaron las actividades de dos días intensos de trabajo, mañana y tarde, los días jueves y viernes, 7 y 8 de septiembre pasados. Pero para que tal festín resulte redondo se necesita un postre digno, y como la triple corona de los más importantes hándicaps del mundo, fue un acierto incorporar a este diálogo de traducciones la antología de Richard Gwyn.

Richard Gwyn y Marina Serrano presentando The Other Tiger
Ello hizo por un lado que los estudiantes de la Escuela de Pedagogía en Inglés participaran activamente en el Coloquio (además de ya estar activísimos en su organización) leyendo los poemas en inglés, en lo que podemos llamar un diálogo de ida y vuelta, y por el otro, que se invitara a participar a varios de los poetas incluidos en este Otro tigre, tales como los ya mencionados como traductores Jorge Aulicino y Jorge Fondebrider, pero también Carlos López Beltrán de México, Damaris Calderón de Cuba (que, bueno, no llegó, pero invitada estaba), Marina Serrano de Argentina y Damsi Figueroa y Jaime Pino de Chile.

Andrés Ehrenhaus, Pedro Serrano, Marina Serrano,
 J. Fondebrider, Damsi Figueroa, J. Aulicino
y, sentados, Verónica Zondek y Richard Gwyn
Reflexiono un poco sobre lo que sucedió en Valdivia y me digo que quizás más bien lo que está pasando ahora es que ese doble filo de traductores y académicos se está convirtiendo en una punta de lanza, en la que las acciones de traducir, investigar y hacer crítica convergen en una sola figura tripartita. La traducción es cada vez más central en las conversaciones literarias y en los debates sobre literatura en todo el mundo, debido a una convergencia de la idea del traductor como escritor (Amazon lo sabe: siempre que hay un libro en la traducción, que siempre el nombre de sus traductores como "autores" de los libros que venden), su creciente visibilidad y una mayor conciencia de su relevancia en la acción de un texto en una lengua distinta.

Reacciones unánimes contra una ley

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“Fuerte rechazo de la comunidad editorial a la llamada ‘Ley Pinedo’”, dice la volanta del artículo publicado el pasado 23 de noviembre en Página 12 por la periodista Silvina Friera. Allí se da cuenta de las muchas reacciones despertadas por una ley a punto de ser sancionada en la Cámara de Diputados del Congreso nacional argentino. Según la bajada, “Distintas entidades denuncian que el proyecto está hecho a medida para las grandes plataformas de la red. ‘El sector del libro y la cultura toda esperan ser defendidos y no condenados por ustedes’, plantearon desde la Fundación El Libro, en una solicitada.

A continuación del artículo mencionado, puede leerse el texto de la carta enviada por CADRA (Centro de Administración de Derechos Reprográficos de Argentina) a la Cámara de Diputados de la Nación.

“Una violación al derecho de autor”

La cultura está unida contra un aspecto del proyecto de ley “Regulación a los proveedores de servicios de enlace y búsqueda de contenidos alojados en Internet”, hecha a medida para las grandes plataformas de la red, que podría sancionarse esta semana en la cámara de Diputados. “El Libro Argentino le dice No a la Ley Pinedo. ¿Sabés que si se aprueba esta Ley tu creación intelectual puede piratearse y venderse impunemente?”, plantean desde la Fundación El Libro, que ayer publicó una solicitada en este diario en la que se dirige a los diputados de la Nación: “El sector del libro y la cultura toda esperan ser defendidos y no condenados por ustedes”. El actor Luis Brandoni, presidente de Inter Artis Argentina, asociación de artistas audiovisuales argentinos –que incluye a actores, actores de rodaje y bailarines–, en una carta dirigida a Mario Negri, jefe del bloque de diputados de la UCR y jefe del Interbloque de Cambiemos, cuestionó que los titulares de derecho deban interponer una acción judicial por cada infracción que sufran. “Esto no solo equivale a poner a los artistas en el lugar de gendarmes de nuestros propios derechos, sino también a aumentar –de forma exorbitante– el costo y la litigiosidad para poder distribuir nuestras obras de forma lícita”. También CADRA, entidad que protege los derechos de autor, presidida por Federico Polak, manifestó su preocupación porque la acción judicial “impide garantizar una eficaz protección a los titulares del derecho”.

En la solicitada de la Fundación El libro se afirma que de aprobarse el proyecto se estará consagrando “la más flagrante” violación al derecho de autor. “Esta ley, hecha a medida para las más importantes plataformas de la red, impedirá que autores y editores defiendan sus derechos, por los que invirtieron creación, tiempo y esfuerzo”, señalan desde la fundación y agregan que es una “ley en favor de los más poderosos y en contra de uno de los sectores más importantes y necesarios de la cultura: el de la creación intelectual y artística”. Hay razones suficientes para encender las alarmas. “La edición y comercialización de contenidos piratas digitales que esta ley favorecería, además de pulverizar económicamente al sector del libro todo y a sus legítimos actores, vulnera el principio de completitud y confianza frente a contenidos genuinos, cuidados por autores y editores. Se recorta, se omite, se falsea y se impostan identidades. La ilegalidad como estrategia comercial de empresas de ‘primera línea’–se lee en esta parte de la solicitada donde el tono de preocupación deviene ironía-. Un negocio ilegal de venta de copias piratas no puede ser puesto a resguardo por una ley, que exime a las plataformas de toda responsabilidad”.

Martín Gremmelspacher, presidente de la Fundación El Libro, advierte que es una ley para las grandes plataformas. “(Federico) Pinedo dijo que Google no es el comisario del mundo de la cultura. Pero para proteger sus contenidos, nos exigen a nosotros, los poseedores de los derechos de autor, los editores, los autores, los músicos, los artistas y demás, iniciarles una demanda legal por cada uno de los artículos que veamos que están mal puestos en su plataforma. Esta es una ley hecha claramente a favor de Google, Facebook, Taringa, Twitter o cualquier otro portal. Es loco que por un libro de 300 pesos tenga que hacer un juicio que me sale 20.000 pesos. Nadie haría un juicio con lo cual ellos quedan libres de hacer lo que quieren”, explica Gremmelspacher a Página 12. “No estamos en contra de la libre circulación ni demás –aclara el presidente de la Fundación El Libro–. Ante una flagrancia, uno puede hacer una denuncia como está estipulado en Estados Unidos, en Brasil, en un montón de lugares. El mecanismo es muy simple: el titular del derecho comunica que tal libro en Mercado Libre no posee los derechos y no puede estar ahí. Y lo tienen que levantar. Hacer un juicio por cada libro pirata sería imposible”.

Ecequiel Leder Kremer, dueño de la librería Hernández, objeta el mismo asunto de la llamada “Ley Pinedo”. “En los últimos años la comercialización de contenidos piratas digitales ha aumentado exponencialmente al abono de las nuevas tecnologías. Redes sociales, plataformas y sitios de comercio electrónico constituyen el territorio virtual de la piratería. No se trata de espacios improvisados, contienen sofisticados mecanismos de pago, acciones de marketing y elaboradas construcciones de identidades digitales, para saber qué cosa ofrecer a quién”, describe el librero. “La edición pirata que en ese ámbito florece y se comercializa no reconoce un solo céntimo a toda la cadena del libro. Autor, traductor, corrector, diseñador, compositor, arte de tapa, en fin todo el proceso que organiza un editor se ignora tranquilamente al amparo de un pseudo anonimato digital. Sin embargo los sitios  donde esto pasa se llevan una parte de lo pagado. Plataformas legales, conocidas por todos, cobran una comisión por alojar y vender contenidos truchos, libros piratas.  Así las cosas los damnificados, a través de las cámaras del sector, han elaborado mecanismos para solicitar a las plataformas en su calidad de distribuidores y almacenadores  responsables, la baja de estos archivos ilegales. La plataforma debe entonces actuar inmediatamente en consecuencia, haciéndose cargo de esto”.

Leder Kremer, también vicepresidente de la Cámara Argentina de Librerías (Capla), critica que la llamada “ley Pinedo” intenta colocar a las plataformas más allá de toda responsabilidad y cita un fragmento de los fundamentos del proyecto: “Internet tendería a desaparecer, porque es imposible para cualquier prestador de servicios hacerse responsable por todas las cosas dañosas que se digan en la red y por sus eventuales consecuencias económicas”. El librero concluye con una reflexión. “La protección del trabajo generado por el universo de la ciencia, la literatura, en fin la cultura, debe ser concreta. El trabajo de miles de personas del sector de la cultura no puede ser ofrecido como prenda de sacrificio para el beneplácito de los grandes jugadores de Internet que facturan miles de millones en todo el mundo. Este proyecto de ley no es para la gente, no es para mejor educación, no es para mayor bienestar del pueblo argentino ni mayor libertad. Sus destinatarios tienen nombre y apellido y  es su poder de lobby el que ha marcado su letra y su espíritu”.

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El texto que sigue fue dirigido por CADRA a los integrantes de la Cámara de Diputados de la Nación.

CADRA pide a la Cámara de Diputados de la Nación
no aprobar una nueva forma de notificar 
a proveedores de Internet

Mediante una nota de nuestro presidente Federico Polak, CADRA hizo llegar su preocupación a cada uno de los integrantes de la Cámara de Diputados de la Nación, a raíz de un proyecto de ley que será tratado el próximo miércoles 29 de noviembre, en el que hay un artículo que beneficia a los grandes servidores, buscadores y plataformas de Internet, en detrimento del derecho de autor.

Dicho artículo plantea la necesidad de interponer una acción judicial, como forma de notificación, para que los proveedores de servicios de Internet tengan conocimiento efectivo al infringir la ley de Propiedad Intelectual.

CADRA, junto con otras cámaras, sociedades de gestión, investigadores y trabajadores de la cultura, advierte que la necesidad de interponer esta acción judicial, cada vez que -en forma ilegal- se suban contenidos o se pongan en circulación obras protegidas por el derecho de autor, impide amparar de manera eficaz a los titulares del derecho, ya que dificultará y encarecerá el procedimiento, imposibilitando eliminar los contenidos ilegales con la misma velocidad con la que se agregan.

La mayoría de los países exigen que los sitios web incluyan un mecanismo de notificación para la inmediata baja de contenidos en infracción, o bien establecen mecanismos administrativos rápidos, efectivos y económicos.

De aprobarse el mencionado proyecto, los autores y editores de libros argentinos,  se verán perjudicados por no contar con un sistema adecuado para evitar la piratería en Internet. Por esto, se solicita a los diputados de la Nación, que no aprueben esta norma en trámite “express” y consideren la eliminación de la notificación mediante orden judicial, a fin de garantizar una adecuada protección de los derechos de los creadores, y la conveniente subsistencia de la industria cultural argentina.

Se trata del Dictamen de Comisión Conjunto por el Proyecto de Ley “Regulación a los proveedores de servicios de enlace y búsqueda de contenidos alojados en Internet” (Número de Expediente 0112-S-2016).


Con todas las palabras y de manera clara y expresiva, no hay poronga que nos venga bien

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Está claro que todos somos hijos del rigor. Y al cabo de tantas quejas (de las que este blog no ha sido ajeno), parece que algo empieza a moverse en la política editorial de las empresas multinacionales, acaso afectadas en sus ventas en este lado del mundo. 

Lo que el lector puede ver en la séptima línea de la foto que ilustra esta página, es una serie de créditos presentes en Según venga el juego (Play It As It Lays es su título original), de la escritora Joan Didion, bien traducida por traductora española Cruz Rodríguez Juiz, y recientemente publicada localmente por Penguin Random House. Allí, en la séptima línea, se lee que la traducción ha sido "revisada para el Cono Sur" (vale decir para Argentina, Chile y Uruguay), por lo que los lectores locales, por una vez, se salvan del refranero español y su gracejo. 

Ahora falta que en los créditos figure el nombre de quien estuvo a cargo de la revisión porque, más allá de que la traducción original nos guste o no, resulta importante saber quién llevó a cabo las correcciones y, eventualmente, quien pudo haber introducido algún error no presente en la labor de Rodríguez Juiz. No se trata de ser quisquilloso, sino justos, y para eso nada mejor que cuidar el detalle. 


La malicia como una de las bellas artes

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El 18 de noviembre pasado, en su columna del diario Perfil, de Buenos Aires, Damián Tabarovsky  toma como excusa el último libro de Sylvia Molloy y reflexiona sobre “la malicia”, aparentemente una de las destrezas argentinas.

Citas maliciosas

Los mejores momentos de Citas de lectura, de Sylvia Molloy, recientemente editado por Ampersand en la colección Lectores, son los que pone en juego una cierta malicia. Lo hace con elegancia, evidentemente con humor, pero también con una leve maldad cariñosa, que logra pasajes notables. Por ejemplo, en la página 41, en la que describe su primer encuentro con José Bianco –de quien se haría gran amiga– en la redacción de Sur, situación que implicó también su primer encuentro con Victoria Ocampo. Molloy estaba siendo recibida por Bianco, en el momento justo en que irrumpió Ocampo (“como valkiria malhumorada”) en el escritorio del propio Bianco, acusándolo, a los gritos, por la desaparición de un libro de Jean Giono que se había hecho enviar desde París y que hacía tiempo debía haber llegado. Ocampo le dijo a Bianco: “Usted me lo ha robado y se lo voy a contar a su madre”, ante lo cual, irónico, Bianco respondió: “A quién se le ocurre leer a  Giono”. Luego Bianco le señaló que estaba atendiendo a Molloy, y entonces Ocampo agregó: “Me importa un carajo la señorita” y salió dando un portazo. El encuentro con Bianco prosiguió como si nada, y Molloy termina rematando con un pensamiento: “No me atreví a decirle que a mí tampoco se me había ocurrido leer a Giono”.

O en la página 56, un recuerdo con la otra Ocampo, con Silvina, a quien describe con admiración. Molloy le cuenta que acaba de escribir su primera novela, y Ocampo le pregunta por el título: “En breve cárcel, le dije (…) ‘No me gusta’, fue el dictamen. Molesta le contesté que a mí sí me gustaba (…) era una cita de Quevedo”. Entonces Ocampo empieza a retroceder, y le pregunta nuevamente por el título. Molloy se lo repite secamente, y Ocampo exclama: (“como aliviada”) “Ay, yo había entendido En breve cán cer”. Y luego Molloy remata con otra situación en la que tampoco se animó a hablar: “Tampoco me atreví a preguntarle cómo se imaginaba una novela que se titulara En breve cáncer (¿Acaso como un anuncio de un acontecimiento, como se anuncia un espectáculo, por ejemplo: ‘En breve: cáncer’)?”. Hay otros pasajes con igual tono, pero dejo aquí para no glosar todo el libro, que además es breve.

La malicia forma parte de una gran tradición literaria argentina (y seguramente de otras partes), que incluye maravillosos momentos, en un arco que va de los textos de Mansilla al Borges de Bioy Casares. Malicia doble este último: la de Bioy al escribir el diario, la de Borges al actuarla. Borges encarna en sí mismo la malicia literaria toda entera. Todavía no entiendo por qué a nadie se le ocurrió compilar un libro con todas las ironías maliciosas de Borges (aunque lo intuyo: implicaría exponerse a María Kodama y a su ejército de abogados).

Volviendo a Molloy, Citas... incluye también una muy bella lectura de la relación amorosa (o no) entre Madame Arnoux y Frédéric Moreau, en La educación sentimental, de Flaubert. Flaubert hizo de la malicia una parte central de su proyecto literario. Su Dictionnaire des idées reçues es majestuoso en ese sentido. A mí me gustan especialmente sus entradas breves, de no más de una oración cargada de ironía, como “Almirante: siempre valiente”, o “Padres: (…) ocultarlos cuando no son ricos”, o “Fusilar: más noble que guillotinar”, o “Wagner: cuando se escucha hablar de él hay que hacer bromas sobre la música del futuro.”

Estos son los presupuestos de cultura para el 2018

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El 22 de noviembre pasado, Daniel Gigena publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, el siguiente artículo a propósito de los presupuestos de cultura para la Argentina en 2018. Según la bajada, “Nación, provincia y ciudad planean el 2018 sin reducción de actividades; no obstante, las ‘actualizaciones’ previstas no alcanzan para ganarle a la inflación del año que se va”. 

Los presupuestos que vienen: números 
para arriba en una tendencia a la baja

Los ministerios de Cultura de la nación, la provincia de Buenos Aires y la ciudad de Buenos Aires dieron a conocer en los últimos días sus respectivos presupuestos para 2018. Como se sabe, las tres jurisdicciones están administradas por la alianza Cambiemos, que en Ciudad es Vamos Juntos.

En atención al pedido presidencial de austeridad, los ministerios nacionales aumentarán en general sus partidas en un 16%, pero el presupuesto del Ministerio de Cultura de la Nación es uno de los que crecerán el año próximo. Desde la cartera que dirige Pablo Avelluto informaron que en su caso será del 17%. Además, aclararon que para 2018 el gobierno nacional tuvo en cuenta una inflación del 10%, según la meta del Banco Central. Mientras que el presupuesto asignado para 2017 fue de 3827 millones de pesos, el de 2018 alcanzará la suma de 4481 millones de pesos.

En términos reales, el "aumento" es una actualización, dado que la inflación hasta octubre de 2017 alcanzó, según datos del Indec, el 19,4%. El aumento del presupuesto, entonces, queda rezagado respecto del ajuste por inflación de este año. Por otro lado, el porcentaje del presupuesto nacional asignado a Cultura está muy por debajo del estándar del 1% que recomienda la Unesco: alcanza apenas el 0,2%.

En Cancillería, que estima números similares, hablan con preocupación de una "reducción" presupuestaria que necesariamente impactará en su Dirección de Cultura, limitando el alcance de sus actividades.

Varios eventos serán promovidos por el Ministerio de Cultura el año próximo. Entre otros, se pueden destacar la participación argentina en la Feria del Libro de Bogotá, donde el país será invitado de honor; "Ideas 2018", la segunda edición del encuentro internacional de pensadores para abordar temas claves del presente; la presencia argentina en el Micsur 2018, el mercado de industrias culturales del sur, que se hará en San Pablo, y el impulso del programa "Pueblos auténticos", que pondrá en valor el patrimonio cultural de distintas comunidades.

Variaciones del ajuste
La Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM), que depende del Ministerio de Cultura de la Nación, en 2017 contó con un presupuesto de 553 millones de pesos. Para 2018, se contemplan 650 millones de pesos (lo que también representa un 17% más respecto de este año). Las cifras ya fueron publicadas en la ley de presupuesto.

Durante este año, en la BNMM circularon versiones de nuevos despidos y ajustes. "En 2018 se seguirá analizando el desempeño del personal mediante las evaluaciones pertinentes -respondieron las autoridades de la biblioteca a la pregunta de La Nación sobre la veracidad de esos rumores-. Al mismo tiempo, ya se implementó un sistema biométrico de control de presentismo por medio de la instalación de molinetes".

Desde la institución que conduce Alberto Manguel, anticiparon que habrá una muestra homenaje a Landrú, una dedicada a las revoluciones de 1968 y otra a Frankenstein y los monstruos de la literatura. Además, proseguirán los avances en el plan de catalogación y digitalización.

En tierras bonaerenses
En el gobierno de la provincia de Buenos Aires, cuyo Ministerio de Gestión Cultural está a cargo de Alejandro Gómez, han previsto un incremento del presupuesto "equivalente a la estimación de la inflación". Ese cálculo, en las tierras de María Eugenia Vidal, oscila entre el 10 y el 15% más que en 2017, una cifra otra vez alejada de la inflación de 2017 y que incluso queda por debajo de la estimada para 2018. Desde ese ministerio, aseguraron a La Nación que no habrá reajustes ni despidos de personal.

Sobre los planes culturales que la provincia lleva adelante, en 2018 seguirán, entre otros, "Leer hace bien", el plan de promoción de la lectura, y comenzará "Arte en barrios", programa diseñado para llegar a las zonas menos favorecidas del conurbano a través de talleres de capacitación, artísticos y de reciclado. "AcercArte" es otra de las propuestas que tendrá continuidad. Tiene como objetivo llevar actividades artísticas y espectáculos a localidades bonaerenses, gratis y para toda la familia. Desde mayo de 2016, recorrió 89 municipios, con más de 800 artistas en 11 disciplinas. En 2018 aspiran a llegar a los 135 municipios de la provincia.

El Festival Provincia Emergente, que se realiza en La Plata, o el Festival Cultura Campo (en Junín), tendrán nuevas ediciones. Debido a la última etapa de la obra de infraestructura que se realiza en el Teatro Argentino de La Plata, y que obligará a mantener la sala cerrada, los cuerpos estables tendrán una temporada en gira, con producciones propias del teatro.

En la ciudad
El ministro de cultura porteño, Ángel Mahler, solicitó al Ejecutivo 4265 millones de pesos para 2018. En su defensa del presupuesto ante el Poder Legislativo, la semana pasada Mahler recibió cuestionamientos de diputados de la oposición porque, en términos reales, el presupuesto se redujo poco más de un 3%. Desde el ministerio, estimaron que el aumento rondaría el 10% respecto de 2017. En el marco del presupuesto total propuesto por el gobierno de ciudad, Cultura decrecerá al 1,9 por ciento.

Mahler adelantó a La Nación hitos del año cultural que vendrá, como la muestra (y visita) de Vasco Szinetar, fotógrafo venezolano que retrató a los más importantes escritores de los últimos treinta años; los ciclos de homenaje a las obras de Alfonsina Storni y Leopoldo Lugones; un ciclo interdisciplinario de actividades con eje en el género de ciencia ficción, debido a que, hace cincuenta años, se publicaron varias obras importantes de ese género, como 2001. Odisea del espacio y Un mago de Terramar, ambos de 1968.

Seguirá en la ciudad el plan de puesta en valor de varias bibliotecas, como la Evaristo Carriego (ubicada en el barrio de Palermo), la Biblioteca Leopoldo Lugones (Belgrano) y la Biblioteca Antonio Devoto (en Villa Devoto). Además, se creará una nueva biblioteca en uno de los barrios más jóvenes: la número 31 de la Red de Bibliotecas Públicas se inaugurará en la villa 31.B

Varios eventos serán promovidos por el Ministerio de Cultura el año próximo. Entre otros, se pueden destacar la participación argentina en la Feria del Libro de Bogotá, donde el país será invitado de honor; "Ideas 2018", la segunda edición del encuentro internacional de pensadores para abordar temas claves del presente; la presencia argentina en el Micsur 2018, el mercado de industrias culturales del sur, que se hará en San Pablo, y el impulso del programa "Pueblos auténticos", que pondrá en valor el patrimonio cultural de distintas comunidades.



Sarah Maguire (1957-2017): "La traducción es lo opuesto a la guerra"

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El siguiente obituario de la poeta y traductora Sarah Maguire (1957-2017) fue publicado en el diario inglés The Guardian, con firma de Kate Clanchy, el pasado 14 de noviembre. Aquí se ofrece en traducción de la poeta y traductora Silvia Camerotto.

Sarah Maguire, Poeta y traductora.

Sarah Maguire, que murió a los 60 años de cáncer de mama, fue durante veinticinco años una figura capital como poeta y traductora en la poesía británica. Sus tres series de poesía, Spilt Milk (1991), The Invisible Mender (1997) y The Pomegranates of Kandahar (2007), fundaron un nuevo campo poético referido a la preocupación por la naturaleza, el crecimiento y el cuerpo. En 2004, Sarah creó el Poetry Translation Centre (PTC) de la Universidad de Londres, cuyo objetivo es presentar a los principales poetas del mundo ante un nuevo público.

El PTC surgió de los talleres que inauguró durante una residencia en el Royal Literary Fund en Soas, entre 2001 y 2003. El centro difundió la práctica de Sarah de unir a un poeta y un lingüista y lograr así un poema en un inglés satisfactorio; el PTC ha traducido poetas de Corea del Sur hasta Somalía, con la participación de cientos de escritores. Como resultado, el PTC es una organización próspera e independiente, legado conforme a esta mujer vital, capaz y destacada.

Sarah, de madre irlandesa, nació y se crió en el oeste Londres, y fue adoptada por Edith y Eugene Maguire, ambos maestros de escuela, de un orfanato porque, según la leyenda familiar, ella era la bebé que sonrió al que iba a ser su padre. Brillante, sensible y rebelde, siendo becaria, abandonó Notting Hill y la escuela secundaria de Ealing para convertirse en la primera mujer jardinera de la municipalidad de ese distrito londinense, abriéndose camino por medio de una formación exigente que incluía largas listas de nomenclatura latina, así como también muchas horas dedicadas a rastrillar las hojas en el frío.

Sarah conservó el interés por la jardinería a lo largo de toda su vida, editando con posterioridad una antología, Flora Poetica (2003), de poemas hortícolas, pero a fines de la década de 1970 sus otros intereses –política radical, feminismo, salud mental y poesía–, la llevaron a involucrarse con Release, la agencia que asesora y representa a quienes son acusados por posesión de drogas. Allí Sarah se convirtió en trabajadora de la salud mental y conoció a espíritus afines como el del poeta Ian Duhig.

Este trabajo a su vez la llevó a obtener un título en Inglés en la Universidad de East Anglia, donde se graduó con honores e hizo muchos amigos. Comenzó un doctorado en Cambridge sobre la construcción de la feminidad en la novela del siglo XVIII, pero decidió centrarse en su floreciente carrera poética. A lo largo de la década de 1990, la lucidez de Sarah y sus opiniones tenaces y enérgicas la convirtieron en presencia vivaz en fiestas y en una crítica habitual y popular en el programa Kaleidoscope de la BBC Radio 4.

En 1996, ella fue la primera escritora enviada a Palestina por el British Council. Sarah vio la poesía del Medio Oriente y conoció poetas, en el centro de la vida política y cultural, y regresó con el compromiso de llevar al Reino Unido de dar a conocer todo eso. Comenzó a traducir poesía árabe contemporánea, trabajando con los poetas de ese origen y con la traducción literal, para crear un poema que, como ella dijo simplemente, "funcionara": un poema que conservara su significado original, pero que ganara un carácter auténtico en inglés. Sean cual fueren sus pruebas –Sarah que estaba obsesionada con la depresión–, nunca dudó de que el significado de la vida consistiera en ayudar a otras personas. Durante los siguientes veinte años, gran parte de esta ayuda fue dirigida a su proyecto de traducción.

En una conferencia en el festival de poesía Stanza, en 2008, Sarah describió la traducción como “lo opuesto a la guerra”, desarrollando por naturaleza propia las habilidades para negociar. Para ella también fue un proceso de adopción: posibilitando las relaciones entre lingüistas y poetas, y trasladando tanto poetas extranjeros como poemas a su familia creativa. Sarah tradujo e hizo versiones del poeta palestino Mahmoud Darwish, del poeta sudanés Al-Saddiq Al-Raddi y del poeta afgano Naderi Partaw, entre otros, y su propia obra fue traducida al árabe y al malayo. De las muchas relaciones que Sarah forjó con los poetas a través de la traducción, la más cercana fue con el poeta afgano, ingeniero y ministro de gobierno, Yama Yari, a quien conoció en 2003 y con quien tradujo una novela afgana, así como una cantidad de poesía.

Montar el PTC requirió de tenacidad, visión y de una gran generosidad de tiempo. Sarah demostró ser igualmente generosa, ya que hizo frente con su franqueza característica a su enfermedad final, para dejarse ir. Nunca fue fácil, pero siempre fue sincera, ingeniosa, amable y profundamente comprometida con los demás. Sarah es llorada por muchos amigos y poetas de todo el mundo cuyas voces fueron escuchadas gracias a su ayuda. 

La traducción, ¿un oficio de sobrevivientes?

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Si, un suponer, el próximo miércoles 6 de diciembre usted se encontrara en las inmediaciones del 4 de la rue de la Forge Royale, en el distrito XI de París, y tuviera ganas de escuchar algún tipo de reflexión sobre la traducción, podría decirse que tiene suerte, porque a las 19 hs francesas, en la librería Cienfuegos–hoy en día, la única librería latinoamericana de París–, los traductores Guillaume Contré, Ariel Dilon, Miguel Ángel Petrecca y Edgardo Scott van a estar dilucidando si la traducción es o no un oficio de sobrevivientes. Ahora, si nada de esto le interesa y quiere tomar vino gratis, también podría decirse que tiene suerte, pero ahí va a tener que calcular el tiempo que dure la mesa redonda para sólo entonces entrar y, previa felicitación a los traductores, brindar con ellos. Recuerde llevar abrigo: en París está haciendo frío. 

Los mentecatos de la RAE maquillan su diccionario para verse políticamente correctos, pero todos se dieron cuenta de que no es así

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Con firma de Pedro Badahmondes Ch.,La Tercera, de Chile, publicó el siguiente artículo el pasado 29 de noviembre. Trata sobre la curiosa idea que tiene de lo que es actualizarse la precámbrica Real Academia Española, anacrónica y risible institución que, como bien decíaJorge Luis Borges, debe asimilarse a superstición española.

Redefiniciones en la RAE:
expresión “Sexo débil” será considerada como “despectiva”

Hasta hace algunos años era usual leer u oír expresiones como “sexo débil” o “sexo fuerte” en medios de comunicación, publicidad e incluso en la literatura, para referirse coloquialmente a los universos femenino y masculino, respectivamente. Llama la atención, sin embargo, que la mismísima Real Academia Española (RAE), institución que pretende velar por el correcto uso del idioma en los tiempos que corren, aún conserve en su Diccionario de la Lengua las definiciones de “Conjunto de las mujeres” para la primera, y “Conjunto de los hombres” para la segunda.

Pero todo esto, según han dicho, cambiará a contar de diciembre.

Ya lo había anunciado la misma Academia en marzo pasado: cuando entre en vigencia la nueva versión de su diccionario, la expresión “sexo débil” –acuñada por primera vez en 1790– tendrá una marca de uso que indicará que ésta se utiliza “con intención despectiva o discriminatoria”, mas no será excluida, “dado que su uso está documentado”, han explicado desde la RAE. Algo similar ocurrirá con “sexo fuerte”, 30 años mayor que la anterior, y que dentro de pocos días aparecerá con la indicación de que se emplea “en sentido irónico”.

No es primera vez que la institución española debe añadir matices a su diccionario: en 2014, la palabra “gitano” aparecía asociada a “trapacero”, persona que “con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto”, se lee en el mismo. Desde entonces, a “trapacero” le sigue la nota: “Usado como ofensivo o discriminatorio”. Esta vez, sin embargo, la discusión en torno al uso específico de “sexo débil” ha traspasado los límites de lo lingüístico, convirtiéndola incluso en una de género.

En febrero pasado, la española Sara Flores, de 19 años y estudiante de segundo año de Marketing e Investigación de Mercados y Turismo en la Universidad de Cádiz, inició una campaña a través de internet, en la plataforma change.org. Bajo el lema #Yonosoyelsexodébil, la petición encabezada por la joven oriunda de Huelva pasó de las 73 mil firmas en marzo pasado, a las 159 mil durante los últimos días.

Ante la reacción y decisión de la Academia, sin embargo, la joven escribió en el mismo sitio web: “La RAE ha dado una respuesta que no es la esperada. Por eso quiero que juntos sigamos compartiendo y haciendo que esto no pare. Como mujer que soy, es normal que me sienta ofendida y también pienso que es una gran ofensa para todas las mujeres y para todas las que han luchado por que hoy en día tengamos derechos”.

Los ecos de la polémica en España se han vuelto tema de sobremesa y debate incluso entre los miembros de la Academia Chilena de la Lengua. “¿Qué es lo que pretende la RAE, hacer una compensación histórica?”, ironiza la poeta y miembro de la Generación del 50, Delia Domínguez. “Yo estoy absolutamente de acuerdo con quienes dicen que hasta cuándo con eso del ‘sexo débil’. Es una expresión machista y anticuada. De todas formas, yo he notado que se está usando menos aquí en Chile, no sé allá, pero es bueno que ambas estén de capa caída. Yo nunca las he usado, por cierto. Al final se trata de la mujer y el hombre, para qué darse tanta vuelta. Como dicen en el pueblo, la galla y el gallo”, agrega.

Distinto piensa el también poeta y Premio Nacional 2004, Armando Uribe: “No son las academias ni los supuestos especialistas los que deben regular el uso que se hace en el lenguaje de las expresiones y giros vividos por quienes hablan el idioma castellano”, opina. “El uso de la expresión ‘sexo fuerte’, por ejemplo, es antiguo y forma parte de los conocimientos básicos del idioma castellano, como un refrán, y los refranes no son cosa de la voluntad de los académicos sino de lo vivido por el pueblo que habla el idioma en cuestión. El calificar de ironía lo que no lo fue según su uso real desde hace siglos, es una broma de mal gusto realizada por académicos que no merecen ser escritores. Y el ‘sexo débil’ también está firmada por generaciones, y de ninguna forma es peyorativa, sino más bien protectora y auspiciadora del valor real de las seres humanos mujeres en nuestra lengua”, concluye.

NOTA:
Por si no quedó claro, "mentecato" significa "necio,tonto,falto de juicio o entendimiento". Puede usarse tanto como adjetivo o sustantivo.

Laura Wittner se dio el gusto y nosotros, también

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Laura Wittner (1967) es, además de traductora, poeta. Y en estos días la editorial Gog & Magog acaba de publicar Lugares donde una no está (Poemas 1996-2016), suerte de poesía reunida, que se cierra con una serie de traducciones (de Patrizia Cavalli, Nicole Sealy, Frank O'Hara, Lydia Davis, Billy Collins, Giusi Quarenghi, Giorgio Vasta, Dylan Thomas y Raymond Carver) y con tres breves ensayos, el último de los cuales se reproduce a continuación. 

El volumen se presentará, conjuntamente con Viaje sentimental, de Sandro Barella, también publicado por la misma editorial, en la Casa de la Lectura, Lavalleja 924 (Villa Crespo), el próximo jueves 14 de diciembre, a las 19 hs.

Una locomotora llamada melopeia

(Publicado originalmente en La música de la poesía, de Ediciones Del Dock, en 2012).

¿Por qué me tira tanto la temática ferroviaria? ¿De dónde me viene esa constante inclinación a usar imágenes relacionadas con el tren? Porque me tira, me tira... ¿O será que en realidad tira de mí, igual que la locomotora da tracción a los vagones que la siguen? Tal vez es eso: un motor que impulsa mi escritura y mis lecturas. Delante va el motor y detrás los vagones, dejándose llevar. Pero dejándose llevar con cierta musiquita: ta-tán, ta-tán, quetrén, quetrén... Sí; es posible que me identifique con los trenes porque, como yo, tienen locomotora: la que los mueve y les propone un ritmo. Y a mí se ve que tienen que moverme, y moverme con ritmo.
           
La poesía que me gusta tiene tracción a música. Está hecha de versos que se pueden canturrear. Guardo en la memoria (entre tantas otras cositas sueltas) una colección de partes de poemas que sé que me gustaron o me gustan pero que no recuerdo palabra por palabra. Lo que recuerdo es su música, y ciertas características sonoras que vuelven a desplegarse en su totalidad cada vez que los releo. Y son muchas las veces que el impulso de releerlos lo provoca la aparición espontánea de su musiquita, como desde un almacén mental de larga data que se autoactiva en randomen los momentos más inesperados –en la calle, caminando, bajo influencia de unos mazazos contra la pared o invocados por el traqueteo del carrito de bebé sobre diferentes modelos de baldosas–  y me ofrece pintorescos popurrís. (De larga data, aclaro, porque los elementos incorporados en la infancia y la adolescencia no sólo no se borran, sino que suelen ser los primeros en aparecer).
           
Para armar un ejemplo:*

Wanted, wanted: Dolores Haze.
Hair: brown. Lips: scarlet.
Age: five thousand three hundred days.
Profession: none, or "starlet".

Brillan las moreras y los carolinos,
se hinchan los sarmientos de las viñas prietas,
y hay en los caminos
y en las ríspidas sierras violetas
una triste alegría pagana
que es oro en la tarde y oro en la mañana.

Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.

Rage, rage, against the dying of the light.

allá va
allá va
un satélite en el cielo...

Rage, rage, against the dying of the light.

Y ya que lo cité: igual que Dylan Thomas, me enamoré primero del sonido de las palabras. También a mí me sedujeron, al principio, las formas sonoras de las rimas infantiles más que las peripecias de sus personajes. Y poco a poco pude ver que esas formas sonoras entraban en contacto produciendo toda clase de música. No sólo la agradablemente melodiosa, la de métrica regular y rima exacta, la equipada con acentos internos que vuelven a un poema “poema cantable” (como el cantabilísimoWanted, wanted de Nabokov). También la musical rispidez con que ciertas palabras se miden entre sí, se entrechocan o se suben una encima de otra:

What are the roots that clutch, what branches grow...

O esas líneas sueltas que se nos instalan como si fueran estribillos, resurgen una y otra vez convocadas por ¿qué? Nunca se sabe: una idea que se mueve por el mismo camino sonoro, la intención de decir alguna cosa con iguales altibajos... la intención, incluso, de moverse con iguales altibajos:

El pasto, el sábado, surcado por las huellas...

A esta hora dignísima de la noche...

La tuairrequietudine mi fa pensare
agliuccelli di passocheurtanoaifari
nelleseretempestose...**

¡“Nelleseretempestose”! Acá Montale, sin duda por medio de la alquimia, logra una música tan  breve y tan exacta que repetir esta sucesión de tres palabras es casi como comer un caramelo. Y no es sólo el sonido (hay frases donde sí); me parece que interviene, además, otra cuestión, que es la musicalidad surgida del feliz alineamiento de una idea con la manera en que es expuesta (cuando forma + contenido = música). Comparar una sensación de inquietud con pájaros que se chocan contra los faros en las noches de tormenta es ya, en mi opinión, una forma de composición musical. Decirlo con las palabras de Montale es lograr que esa composición ofrezca no sólo placer intelectual y auditivo, sino también una cierta voluptuosidad gustativa.

Y hablando de ponerse frases en la boca, pienso que existen incluso palabras que funcionan como microcanciones. Cada uno tiene, según su gusto, una serie de palabras que disfruta pronunciar, como quien canta o tararea. Sílabas incluso o, para oídos sutiles, sonidos sueltos. Cuando se escribe siempre están ahí a mano, como recurso para impregnar el entorno con su posibilidad musical, para impulsar la frase (quetrén-quetrén) o para dar la nota.

Esta muy breve reflexión me llevó del poema a la estrofa, de la estrofa al verso suelto, y de ahí a la frase aislada, a la palabra tentadora, al fonema solitario y sin embargo cantor. Sólo me queda incluir el silencio, que arma y desarma melodías a un lado y otro de la barrera de mutismo. Silencio músico que gira entre las ruedas del
                        quetrén...   
                                             quetrén...
                                            enlenteciéndolas, cuando vamos llegando a la estación,

cuando volvemos a arrancar.                    



*Se puede imaginar, entre fragmento y fragmento, el chillido de la púa sobre el vinilo cuando el disc-jockey lo mueve hacia atrás y hacia delante.

** (Los versos que cité pertenecen –en orden– a Vladimir Nabokov, Alfredo R. Bufano, Jorge Teillier, Dylan Thomas, Leónidas Lamborghini, T. S. Eliot, Jorge Aulicino, Rodolfo Edwards y Eugenio Montale).

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