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Sobre inutilidades gratuitas e inútiles rentados

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“Sólo 4 de los 19 que han trabajado con la nueva gramática siguen sus recomendaciones”. Así dice el siguiente artículo, firmado por Pelo H. Riaño, publicado por El Confidencial, de España, el 15 de enero de este año. En buen criollo, ¿para qué prestarles atención y seguir sus consejos, si dicen una cosa y hacen otra?

Académicos insumisos

El erudito Salvador Gutiérrez tenía razón: los consejos de la Academia en la nueva Gramática española, publicada hace casi tres años, no tienen predicamento. La prueba está en que ni siquiera sus académicos comulgan con las normas que ellos mismos han pactado antes de abandonar la costumbre de poner el acento gráfico en el adverbio sólo o en los pronombres demostrativos, como éste. Si acaban de leer con tilde es que este periódico ha hecho una excepción para explicarles la división en el órgano que vela por el idioma, porque la prensa y los libros de texto acatan órdenes y consejos de la Real AcademiaEspañola (RAE) hasta sus últimas consecuencias.

El incumplimiento no tiene falta ni penalización, porque no son artículos que figuren en las nuevas leyes como las “propuestas normativas”, es decir, están al margen de las normas que tratan de poner orden y precisión en este instrumento común que es la lengua. Pero no deja de ser paradójico que los mismos que dan consejos dentro de la gran casa de la palabra, una vez la abandonan los rechazan y mantienen fidelidad a su forma de ser –de escribir– anterior a 2010, cada vez que ofrecen una novedad a sus lectores.

Ni están fuera de la ley ni son académicos del mal ejemplo, simplemente se aferran a la autenticidad de su identidad. “El efecto de la escritura debe estar en lo que se escribe y no en cómo se escribe”, escribe Carlos Castilla del Pino en sus pensamientos póstumos titulados Aforismos (Tusquets).

Es difícil saber si Salvador Gutiérrez se refería a su entorno más cercano cuando sintió un ataque de sinceridad ante las preguntas del periodista de la agencia EFE, pero de los académicos que le acompañan en las sesiones, y que han trabajado con la nueva Gramática en su escritorio, únicamente cuatro siguen la recomendación. El resto, 15, mantienen las tildes por todo lo alto. La RAE ha sido derrotada en casa.

Revuelta silenciosa
El venerable José Luis Sampedro, académico en el sillón “F”, trazó en el prólogo de Indignaos (Destino) –el best seller de no ficción de Stéphane Hessel– un panorama democrático desolador pero sin perder la esperanza de rebautizarlo, al tiempo que dejaba claros cuáles son sus accidentes gramaticales: “Esto es Europa, cuna de culturas. Sí, ése es el escenario y su decorado. Pero ¿de verdad estamos en una democracia? ¿De verdad bajo ese nombre gobiernan los pueblos de muchos países? […] La culpabilidad del sector financiero en esta gran crisis no sólo no ha conducido a ello; ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos y operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni se acometen reformas importantes del sistema”.

Tampoco ha querido aceptar los consejos Javier Marías, sillón “R”, quien en la nota previa del libro de cuentos de reciente aparición, Mala índole (Alfaguara), asegura: “Sólo concibo escribir algo si me divierto, y sólo puedo divertirme si me intereso. No hace falta añadir que ninguno de estos relatos habría sido escrito sin que yo me interesara por ellos”.

Arturo Pérez Reverte no ha perdido ni una de sus tildes en su asiento “T”. En El tango de la guardia vieja (Alfaguara) vemos a su protagonista Max Costa abordar a una mujer que pasea sola a lo largo de la borda de un barco, cuando el académico se salta el consejo:

Fue agradable– dijo inesperadamente.
Max logró reducir su propio desconcierto a sólo un par de segundos.
–También para mí– respondió.
La mujer seguía mirándolo. Curiosidad, era tal vez la palabra.

De los académicos que han trabajado con la nueva Gramática en su escritorio, únicamente cuatro siguen la recomendación. El resto, 15, mantienen las tildes por todo lo alto. La RAE ha sido derrotada en casa

La revuelta silenciosa de los académicos continúa por Antonio Muñoz Molina, de quien leímos en La noche de los tiempos(Seix Barral): “No está bien que tú digas eso. Los militares y los falangistas se han levantado contra la República. Sólo porque tienen la ayuda de Mussolini y de Hitler no han sido derrotados todavía”. En las próximas semanas aparecerá Todo lo que era sólido, su nuevo libro, un ensayo en clave autobiográfica y explosiva como unas crónicas, con las que revisa los últimos treinta y siete años en España para entender por qué el país se hunde. El escritor recuerda y apunta: “Pero el pasado es otro país, como dice ese escritor británico, del que yo sólo conozco esa frase memorable, con su segunda parte: el pasado es otro país y allí las cosas se hacen de otra manera”.

Sólo en pruebas
Salvador Gutiérrez aclara que la decisión de aconsejar abandonar el uso de estas tildes se basó en criterios científicos. Lo que no explica es cómo es posible que éstos –lamento el arraigo a estas tildes– se incumplan por sus propios integrantes. Si son los usuarios los que marcan el hábito de la lengua y encuentran el modelo leyendo a los escritores en castellano más científicos –y más célebres– no es extraño que lo que podría haber llegado a ordenanza quedase en sugerencia.

Cuando el académico Francisco Rico (sillón “p”) publicó uno de los tratados más importantes sobre el Quijote (editorial Acantilado), no dudó en cómo debía comportarse. En el prefacio avisa de la actualidad perenne de la obra de Cervantes: “No sólo y a cada lector: cada tiempo tiene su Quijote y sus razones para que éstesea diverso del de otros tiempos”. De hecho, en las librerías hay tantos Quijotesdistintos como normas lingüísticas se le apliquen.    

A la mayoría de los insumisos, los correctores les aplican la rectificación de los adverbios y los pronombres demostrativos de manera inmediata. Luego, cuando los autores que se niegan a claudicar leen pruebas de su libro, aclaran que éstos deben ser restituidos en su versión final.

Otros académicos fieles a los amenazados acentos gráficos son Soledad Puértolas (“g”), en Mi amor en vano (Anagrama); Francisco Nieva (“J”), en la obra de teatro No sé cómo decirlo. Malditas sean Coronada y sus hijas (Huerga y Fierro); Luis Goytisolo (“C”), en El lago en las pupilas (Siruela); Carme Riera (“n”), gracias a Naturaleza muerta (Alfaguara); Luis Mateo Díez (“I”), en  Fábulas del sentimiento (Alfaguara); Martín de Riquer (“H”), en el extraordinario Reportajes de la historia. Relatos de testigos directos sobre hechos ocurridos en 26 siglos (Acantilado); o el filólogo Francisco Rodríguez Adrados (“d”), con Nueva historia de la democracia (Ariel), del que queremos recoger este avance tan ilustrativo de nuestros días: “Y la democracia siempre fue y es problemática; es un compromiso siempre en crisis, fruto de un acuerdo delicado, siempre amenazado por desviaciones, pero muchas veces lo es sólo de nombre; está expuesta a cambios y riesgos mil”.

Los dos poetas Pere Gimferrer (“O”) y Francisco Brines (“X”) siguen siendo dueños de sus propias reglas. En Rapsodia (Seix Barral), Gimferrer anota una extravagante declamación: “El viento sólo sabe sostenerse/ en las pañolerías del azul/ quiebros y tientos dicen el topacio/ con que tus ojos ven las alabardas/ de la tarde vencida por la propia puerta/ del sol vendimiador de tanta luz”.

Por su parte, Brines en Aún no (Bartleby) dedica un poema a “Las noches del abandono”: “Hace tiempo que callo,/ y son tristes las noches de nuestra juventud,/ y el alba llega muerta./ Rodeado de frío vuelvo a la hostil ciudad,/ y el clandestino amor me despide furtivo/ desde las rotas sombras de los descampados,/ y el día se alza lívido/ como si sólo un muerto lo hubiera de habitar./ Con el recuerdo sólo de tu vida, porque fuiste mi vida,/ qué abandonado estoy/ ¿y a quién le contaré lo que ahora siento?”. Pero en esta pelea importa el cómo más que el qué o a quién.

Abajo el criterio 
El premio Nobel Mario Vargas Llosa (“L”), en su ensayo La civilización del espectáculo (Alfaguara) se muestra horrorizado por lo que lee en la sección de cultura de su periódico habitual. Cree que esas noticias son el final de la cultura tal y como entiende. “El hecho es tanto más sorprendente cuanto que la cultura, en el sentido que tradicionalmente se ha dado a ese vocablo, está en nuestros días a punto de desaparecer. Y acaso haya desaparecido ya, discretamente vaciada de su contenido y éste reemplazado por otro, que desnaturaliza el que tuvo”.  

Frente a este batallón de académicos contra los indicaciones a avanzar hacia otra manera de componer la comunidad de la lengua, se encuentran José María Merino (El río del Edén, Alfaguara), Álvaro Pombo (El temblor del héroe, premio Nadal, Destino), Emilio Lledó (La filosofía hoy, RBA) y, claro está, Víctor García de la Concha, director de la RAE cuando se aprobó la nueva Gramática, que en Cinco novelas en clave simbólica(Alfaguara).

Entre los dos mundos, el que escribe con leyes de antes y el de las normas de hoy, está Ana María Matute. La académica del sillón “K”, en el prólogo de sus cuentos completos, publicados por Destino y titulados La puerta de la luna, se muestra creyente en la nueva Gramática de la RAE al explicar lo que para ella es un cuento: “He llegado a creer que solamente existen media docena de cuentos. Pero los cuentos son viajeros impenitentes. Las alas de los cuentos van más allá y más rápido de lo que lógicamente pueda creerse”.

Pero la gran Matute no fue así siempre, antes tenía tildes. La misma edición que acaba con ellos en el prólogo, decide brindarles respeto en las tripas. En su primer e inquietante libro Los niños tontos (1956), podemos leer en una parte de La sed y el niño: “El niño se volvió ceniza. Sólo era un montoncito de sed. El viento lo esparció, lejos. ¡Quién sabe adónde lo llevará!”. ¿A cuál de las dos Ana María Matute debemos seguir, a la de antes o a la de ahora? Aunque ella quiere, su obra se resiste.

¿De quién hay que recoger el consejo si los mismos que difieren en una parte coinciden en otra? Si el lenguaje es actuación y mutación, los amantes de los acentos gráficos tienen la revolución perdida. 



Desde China, Petrecca cuenta cómo es la cosa

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Contemplando un desfile de la aviación china
Publicada por Ñdigital el martes 2 de julio pasado, la siguiente nota del poeta, editor y traductor Miguel Ángel Petrecca (foto) da cuenta de un universo desconocido en Occidente. “El autor de esta nota –reza la bajada–, especialista en cultura china, viajó al país milenario para entender cómo funciona este mercado del libro inmenso, signado por subsidios, proyectos alternativos y un estado fuerte”.

Un viaje al centro del mundo editorial chino

A un congreso de escritores en México, cuenta el escritor español Vila Matas en una entrevista, asiste una comitiva china integrada por un novelista, su traductor y un tercer personaje presentado como poeta, pero cuya apariencia hace sospechar a los demás que se trata de un comisario político. Cuando le preguntan acerca de qué tratan sus libros, el novelista chino, que un rato antes los ha sorprendido con el dato astronómico de las cifras de ventas, se queda dudando un instante y luego responde crípticamente, traductor mediante: tratan acerca del color azul. La historia, sea verdadera o inventada, juega con el misterio y el desconocimiento que rodea a la literatura china y su mercado editorial, un sistema dinámico y en plena transición, caracterizado por una compleja interrelación entre actores privados y estatales.

Empresas culturales
Cao Kou es un narrador de poco más de 30 años, de la ciudad Nanjing, que este año acaba de publicar su tercer libro de narrativa. Como muchos autores de su generación, su carrera comenzó en internet, en donde fue haciéndose conocido y terminó por llamar la atención de los editores. Antes de convertirse en un escritor freelance , Cao Kou trabajó durante casi diez años como profesor de lengua en una secundaria rural del área de Nanjing y luego, cuando decidió dedicarse a la literatura, comenzó a escribir para un diario y a colaborar como editor en una “Empresa de libros”. “Empresas de libros” es uno de los tantos nombres que pueden tomar en China las editoriales privadas. Puesto que las estatales son las únicas legalmente habilitadas para tramitar un ISBN y por ende para editar libros, las editoriales privadas, llamadas también “el segundo canal”, sólo pueden existir bajo la condición de asociarse con alguna de las 581 editoriales oficialmente registradas. Bajo el nombre de “empresa de libros”, “club cultural” u otro similar, realizan todas las actividades propias de una editorial (la elección de autores, diseño de colección y de libro, corrección, etc.), pero lo que el lector ve en la tapa del libro es el nombre de su socio estatal.

Un caso de las llamadas editoriales de “canal alternativo” es la Chu Chen Cultura, una editorial con base en Pekín. Su fundador, Chu Chen, es un periodista que fue adquiriendo contactos durante sus años de trabajo en los medios gráficos y televisivos, y que en el 2000, como fruto de esos contactos, terminó fundando en Nanjing la empresa Nanjing Maitian Wenhua. Su empresa actuaba como editora en las sombras de varias de las colecciones de una editorial estatal de la provincia de Henan, pero luego de un par de años la colaboración se cortó abruptamente debido a un cambio de autoridades, y Chu Chen decidió mudarse a Pekín. Empezó a colaborar con otra editorial estatal, diseñando y editando varias colecciones, aunque siempre con la insatisfacción de que su trabajo como editor permanecía invisibilizado ante los lectores. Finalmente, en 2009 volvió a cambiar de socio estatal y a refundar su empresa, a la que rebautizó como Chu Chen Wenhua (Chu Chen Cultura).

La mezcla de volatilidad y constancia que se observa en la biografía profesional de Chu Chen es típica de muchos editores del sector privado. Sus editoriales son las responsables de algunos de los catálogos más arriesgados, pero también de la mayor parte de la literatura más comercial que empezó a aparecer en la década del 90. Las editoriales del Estado, por su parte, aunque en términos generales más conservadoras o cautas, también han contribuido en muchos casos a ampliar el panorama literario. Fue una editorial estatal de Yunnan, una provincia del sur de China, la que por la década del 80 lanzó una colección de autores de Latinoamérica que dio comienzo a un pequeño “furor latinoamericano”.

Censura y retromanía
Aún sin entender palabra de lo que se escucha, un zapping de canales de televisión puede llevar rápidamente a la conclusión de que en China hay un nivel importante de retromanía. La cantidad de telenovelas históricas es sorprendente: desde las múltiples historias ambientadas en tal o cual dinastía, hasta el amplio repertorio del ciclo revolucionario que arranca con el derrocamiento de los manchúes en 1911 y llega hasta la fundación de la República en 1949. Es una retromanía, sin embargo, que excluye premeditadamente buena parte del pasado más reciente: la Revolución Cultural, el movimiento democrático de 1976, o los incidentes de la plaza Tiananmen en 1989. Aunque la literatura goza de mayor libertad que la televisión y el cine, los límites existen, para el tratamiento ya sea de estos o de otros temas sensibles como la religión y el sexo; cuando los límites se sobrepasan, puede haber consecuencias.

Lo más habitual, sin embargo, es que sea la misma editorial la que ejercite, interiormente, la autocensura, a partir de una evaluación de esos límites. En una “editorial privada”, esta evaluación va a surgir de la interacción entre el editor-fantasma y el editor estatal o lingdao (jefe). Las “editoriales privadas” son, también, las que empujan esos límites, pues a diferencia de las estatales, que cuentan con un presupuesto y con la meta de vender una cuota de libros, las privadas están frecuentemente dispuestas a arriesgarse en pos del rédito económico. El riesgo es concreto, pues la prohibición puede incluir, aparte de la confiscación de los libros, la aplicación de una multa que duplique las ganancias obtenidas y el cierre de la editorial.

Como suele pasar, en muchos casos la prohibición del libro no sólo no impide su circulación sino que incluso la favorece. Un caso paradigmático es el de la novela La capital abandonada, de Jia Pingwa, un escritor de Xi’an. Publicada en 1993 por la Beijing Chubanshe, la novela fue un éxito inmediato, en gran parte debido a su contenido sexual, y pese a que este había sido parcialmente expurgado por la editorial. Antes de fin de año la novela ya había vendido casi un millón de ejemplares y el gobierno decidió prohibirla y retirar los ejemplares de circulación. Pero el libro no dejó de circular por eso. Las ediciones y reimpresiones piratas podían conseguirse fácilmente en los puestos ambulantes y librerías de saldo.

Aparte de las editoriales oficiales o semioficiales, y de la circulación fantasmal de parte de sus libros en forma de ediciones piratas, hay otro tipo de libros y emprendimientos que se encuentran directamente afuera del sistema. Se trata de los libros y revistas minjian, es decir, aquellos realizados totalmente por actores privados, sin fin comercial ni cooperación con el estado.

Las publicaciones minjian, que no suelen pasar de los 400 o 500 ejemplares, fueron tradicionalmente el canal de circulación de la poesía, a partir de mediados de la década del 70, pero también la narrativa utiliza este medio para dar a conocer autores nuevos. El primer libro de Cao Kou, un volumen de unas cuatrocientas páginas, bien encuadernado e impreso, con el título de Los cuentos completos de Cao Kou , fue editado por una editorial minjian. Sacaron 200 ejemplares, que fueron vendidos a conocidos o a través de internet.

Entre lo minjian y lo oficial hay oposición pero también, cada vez más, canales de comunicación. Gu Gang es un poeta y narrador nacido en Shanghai, que trabaja en una editorial del Estado. A pesar de trabajar dentro un espacio oficial, Gu Gang tiene una identidad más ligada a lo minjian, y se encarga desde hace años, junto con un amigo, de la edición de una revista-libro que circula de mano en mano entre escritores. En el 2005, un funcionario del Departamento de Publicaciones de Shanghai los citó a su oficina para decirles que lo que estaban haciendo era ilegal y les exigió el pago de una multa de 30.000 rmb (alrededor de US$ 5.000), una suma equivalente a lo que puede costar la compra de un ISBN. Gu Gang y su amigo se negaron, y finalmente las amenazas del funcionario quedaron en la nada.

Asociación de escritores
Hasta la década del 80, la opción principal para quienes querían dedicarse a escribir profesionalmente era pertenecer a la Asociaciónde Escritores, el organismo que se dedicaba a reclutar, encuadrar y sostener económicamente a los escritores. Esta situación cambió rápidamente en los años siguientes, con la introducción de la economía de mercado que permitió el surgimiento de una figura distinta de escritor profesional, ya no dependiente del Estado sino de la venta de sus libros, pero también debido al veloz achicamiento presupuestario de la Asociación de Escritores, que dejó de ejercer muchas de sus funciones tradicionales. A pesar de esto, la Asociación continuó cumpliendo un rol importante dentro del Estado, y muchos de los escritores más exitosos en términos de venta y de crítica, como Mo Yan, Jia Pingwa o Wang Anyi, ocupan cargos altos en la estructura burocrática.

El término “Asociación de Escritores” puede traer reminiscencias de asociaciones similares que existen en otros países, como por ejemplo la SADE en Argentina, y en algún punto tiene elementos en común. La diferencia fundamental es que la Asociación de Escritores se inserta dentro del marco del Estado y constituye una de las herramientas de la política cultural del gobierno. Una de las funciones principales es la de repartir prebendas y jerarquías dentro del sistema literario, a través de los premios literarios y otros incentivos. Los dos premios más importantes de China son otorgados por la Asociación de Escritores. El Mao Dun, el más antiguo de los dos premios, había sido otorgado a Mo Yan en 2011, justo un año antes de que recibiera el Nobel.

También en lo que respecta a la promoción de la literatura china en el exterior, algunos escritores se quejan de que un autor que no pertenece a la Asociación de Escritores se encuentra en desventaja con respecto a sus colegas miembros de la Asociación, aunque la queja suena, en parte, algo desactualizada: en el catálogo de autores de China Book International, un organismo que se dedica a promover la traducción y publicación de literatura china en el exterior, conviven escritores oficiales y no oficiales. Una señal de que los tiempos están cambiando.


Manuel Borrás, un editor excepcional

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Creador y dueño de la editorial española Pre-Textos, el editor valenciano Manuel Borrás visitó el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires para dialogar con los traductores argentinos. La charla, que transcurrió en los mejores términos posibles, confirmó una vez más la excepcionalidad de Borrás, su profundo humanismo y su don de gente para tratar todo tipo de temas, incluso los más sensibles. Así, dejó frases memorables, como cuando expresó que los textos que realmente valen la pena no deben ser apurados, sino que deben escribirme y traducirse a su propio ritmo.

Quien desee ver la charla completa puede hacerlo en
http://www.ustream.tv/recorded/35892545

A contrapelo de aquellos que llegan al mundo de la edición vía la administración de empresas o el marketingy terminan aplicando la misma lógica a Joyce o a Borges que a Movistar o Pepsi, el valenciano Manuel Borrás viene del mundo de la universidad y de los libros. Licenciado en Filología Alemana e Inglesa, junto a Manolo Ramírez y Silvia Pratdesaba, hace prácticamente cuarenta años fundó la editorial Pre-Textos que, con un catálogo vivo que supera los mil títulos, se ha constituido en una de las más importantes editoriales independientes de España. Así lo entendió la Feria del Libro de Guadalajara (FIL), que en 2008, le concedió el Reconocimiento al Mérito Editorial, premio otorgado por pares, que se entrega desde 1993 y que han recibido, entre otros, Armando Orfila Reynal, Joaquín Díez-Canedo, Antoine Gallimard y Christian Bourgois.

Otro blog dedicado a la traducción

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El 10 de julio pasado, Marcos Cánovas, profesor de la Facultatd'Educació, Traducciò i Ciències Humane,s publicó en El Trujamán la siguiente información a propósito de Tradiling, un blog multilingüe de la Universidad de Vic. Ponemos entonces este dato al servicio de los lectores.

Un blog multilingüe

El blog Tradiling comenzó su andadura en enero de 2011. Desde entonces, se han ido publicando colaboraciones sobre temas de lengua y traducción.

Este blog lo gestiona el profesorado de Traducción e Interpretación de la Universidad de Vic y la idea de partida es que trata de «Translation and language resources and events in and around Vic»; por lo tanto, desde la perspectiva en principio local de la ciudad de Vic, situada en el centro de Cataluña, los recursos de lengua y traducción y los acontecimientos de que se habla pueden tener también un alcance global.

En enero de 2013, con motivo del segundo aniversario, Tradiling decidió ir más allá del entorno de redacción que le había dado origen y abrirse a las colaboraciones de los lectores, de manera que cualquier persona interesada puede rellenar el formulario de contacto y enviar una propuesta para que sea publicada.

Siempre en el ámbito general de las lenguas, la traducción y la interpretación, los temas que se han tratado hasta ahora son diversos: cuestiones sobre la profesión de traductor e intérprete, reseñas de publicaciones, normativa lingüística, tecnologías de la traducción, enseñanza de lenguas, anécdotas y curiosidades sobre temas lingüísticos, estudios de grado y de postgrado, etc.: la lista, ciertamente, no se cierra aquí.

Un aspecto fundamental de Tradiling es su carácter multilingüe: las colaboraciones están en catalán, español, inglés, francés o alemán, que son los idiomas vinculados a los estudios de Traducción e Interpretación que dan origen al blog. Pero también se contempla la inclusión de otras lenguas en el futuro, a partir de la idea de que un entorno en el que coexisten diversas lenguas no es una torre de Babel en la que nadie entiende nada, sino un lugar de intercambio y respeto por la diversidad. Se lo puede pasar bien tanto quien lee con facilidad las diversas lenguas en que están redactadas las contribuciones como quien no conoce alguna de ellas: un pequeño esfuerzo y un nivel de comprensión que nunca será el cero absoluto nos acerca al mundo que abre cada idioma. La diversidad y la convivencia de lenguas es lo que une, no lo que separa. Por otro lado, no hay un control de la proporción entre unas y otras lenguas, las iniciativas de las personas colaboradoras son las que determinan los textos. No sorprende, por lo tanto, que en la trayectoria de los dos primeros años tengan más presencia los artículos en catalán, pero las propuestas que van llegando marcan la pauta.

Lengua y traducción, debate, colaboraciones abiertas, de lo local a lo universal, multiplicidad de idiomas. Estas son las características con que Tradiling se sitúa en la blogosfera.

Un plagiario en la Academia

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Antonio González Vigil
"El guionista perjudicado pide, también, que el escritor deje su sitio en la Real Academia. Papelón internacional y multa para un best seller ", dice la noticia publicada en Ñ, que, al menos a partir de su descargo publicado el 16 de julio pasado en su sitio web, parece causarle tanta gracia, al plagiario Arturo Pérez Reverte. Curiosamente, en "Sobre jueces, plagios y gitanos", el reo no desmiente haber robado ideas ajenas firmándolas como propias. Más bien se limita una ironìa ramplona, propia de su pluma, y a descalificar a su denunciante en el mejor estilo Rajoy.

A Pérez Reverte el plagio de un guión 
le costó 212 mil euros

En 2003 saltaba el escándalo: el escritor español Arturo Pérez Reverte, autor de best sellers como Trafalgar (Alfaguara 2004) o la saga que narra la de las aventuras del Capitán
Alatriste (Alfaguara 1996-2011), era denunciado por plagio por el cineastea Antonio González-Vigil, que alegaba que el guión de la película Gitano, escrito entre otros por Pérez Reverte, era un plagio de una trama escrita por él en 1996 y titulada Gitana. Corazones púrpuras.
Reverte peleó pero perdió: tuvo tres resoluciones a favor y una en contra, la última: la Audiencia Provincial de Madrid, lo condenó a pagar más de 200.000 euros de multa. “Mis abogados lo hicieron muy bien”, bromeaba el escritor ayer en Twitter, “pero el último abogado de los malos era mejor que los míos”. El escritor terminó de pagar en abril.
Ayer el tema copó de nuevo los medios y las redes sociales tras una conferencia de prensa ofrecida por González-Vigil en la Academia del Cine, en Madrid, realizada para informar que la sentencia contra el escritor es firme. En realidad, lo era desde noviembre, pero –dijo ayer Gónzalez Vigil– esto prácticamente no se había dado a conocer.
El cineasta fue más lejos: ayer le pidió al escritor que abandone su puesto en la Real Academia Española (RAE). Cree que es “indecente” que siga siendo académico.
El cineasta dijo también que la compensación económica no fue suficiente y calificó de “lamentable” la actitud del escritor de El club Dumas durante los 11 años que ha durado el proceso.
La charla se puso dramática cuando la procuradora de Pérez Reverte, Amparo Laura Diez Espi, presente en el acto, trató al cineasta de “chantajista” y dijo que sólo quería “sacar más dinero”.
En su blog, el escritor colgó ayer a la tarde un escrito en el que afirmaba que la información sobre la sentencia es vieja y que ya cumplió con el pago. Allí afirma estar convencido de que “en la vida y en asuntos de justicia, a veces se gana y a veces se pierde”, y que si esta vez “le ha tocado perder, económicamente”, dice estar satisfecho, en lo judicial, “de haber conseguido tres sentencias favorables frente a una en contra”.
En la web del autor se afirma también que, desde el año 2010, González-Vigil, no satisfecho con la cantidad establecida por la sentencia, “viene procediendo a llamadas, intento de visitas, acoso continuo y amenazas” contra el escritor y que su respuesta ante las preguntas de los abogados de Pérez Reverte ha sido siempre que quiere más dinero “a título personal”, y que si no se lo dan, continuará removiendo indefinidamente el asunto. Reverte le pide desde la web que “busque otra fuente de ingresos”. En Twitter respondió así a una de sus lectoras: “Sencillamente querían más dinero, a cambio de “un acuerdo de confidencialidad”.


Sobre jueces, plagios y gitanos

En relación con lo difundido en las últimas horas y con las manifestaciones efectuadas por el Sr. González Vigil y el Sr. García Pelayo respecto a la sentencia dictada en 2011 por la Audiencia Provincialde Madrid, don Arturo Pérez-Reverte puntualiza lo siguiente:

1-La sentencia sobre el guión de la película Gitano es vieja, del año 2011, y no se ha producido ninguna novedad desde entonces, pues se trata de un asunto judicial hace tiempo definitivamente resuelto. Por aquel entonces, en la fecha de su publicación, esa sentencia ya obtuvo una amplia publicidad en la prensa, y don Arturo Pérez-Reverte hizo declaraciones puntuales en las que manifestaba su desacuerdo con ella y su opinión sobre el particular.

2- La sentencia de la Audiencia Provincialde Madrid no se refería sólo a don Arturo Pérez-Reverte, sino también al director  de la película don Manuel Palacios y a don Arturo Pérez-Reverte solidariamente, como coguionistas, y su importe y costas ya fueron debidamente satisfechos por ambos en noviembre de 2012, con lo que el asunto quedó completamente cerrado. Es falso, por tanto, que como se ha publicado en algún medio informativo (Interviú y diario ABC), el pago se haya efectuado en las últimas semanas. En poder de los abogados del Sr. Pérez-Reverte existen recibos que lo prueban.   
  
3-Hay que subrayar que la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid es del año 2011. Todas las anteriores resoluciones y sentencias firmes, incluidas vía penal y Primera Instancia, decían justamente lo contrario: que no había habido plagio. Asimismo, todos los peritos independientes, no los traídos por el Sr. González Vigil, sino requeridos directamente por los jueces, afirmaron exactamente lo mismo: que no hubo plagio.     

4-El principal "perito" aportado por el Sr. González Vigil, el Sr. Garcia-Pelayo (jugador profesional de casinos con currículum comprobable en las hemerotecas), fue en los múltiples procedimientos, primero  testigo y luego "perito " en otro procedimiento. Una sociedad perteneciente a su hermano fue la que emitió las facturas de los gastos para probar que  DATO Sur (la sociedad del Sr. Gonzalez Vigil) había invertido dinero en el guión. Eso supone, cuando menos, un conjunto de extraordinaria polivalencia: testigos, peritos y facturas, todo en la misma familia.   
   
5-Pese a todo ello, por motivos que a ella conciernen, una juez de la Audiencia Provincialde Madrid decidió ignorar las anteriores sentencias firmes favorables al Sr. Pérez-Reverte y fallar a favor del Sr. González Vigil con una nueva sentencia que recogía, casi literalmente, el contenido de su demanda. Esta sentencia, al no ser recurrible, fue acatada en su momento por el Sr. Pérez-Reverte.

6-El Sr. Pérez-Reverte está convencido de que, en la vida y en asuntos de justicia, a veces se gana y a veces se pierde. Si esta vez económicamente le ha tocado perder (junto con el director don Manuel Palacios, que paga la mitad de la cuantía impuesta por la juez), en lo judicial está satisfecho de haber conseguido tres sentencias favorables frente a una en contra.

7-Desde el año 2010 el Sr. González-Vigil, no satisfecho con la cantidad a percibir establecida por la sentencia, viene procediendo a llamadas, intento de visitas, acoso continuo y amenazas al Sr. Pérez-Reverte y a sus abogados (no al director don Manuel Palacios, sino sólo al Sr. Pérez-Reverte). La explicación que ha dado siempre a esos intentos de extorsión, manifestados ante testigos, es que quiere más dinero, ahora a título particular, y que si no  se le da ese dinero continuará removiendo indefinidamente el asunto (en ese contexto se sitúan las declaraciones hechas hoy por los Sres. González Vigil y Garcia Pelayo). En todas las ocasiones, el Sr. González Vigil fue despedido por el Sr. Pérez-Reverte o por sus abogados de modo enérgico.  
    
8- El Sr. Pérez-Reverte comprende que, dada la escasa actividad laboral conocida del Sr. González Vigil y los malos tiempos que corren, el Sr. González Vigil se vea obligado a buscarse la vida como pueda. Pero cree que ya es momento de que el Sr. González Vigil busque otras fuentes de ingresos o de financiación ajenas al Sr. Pérez-Reverte. Dado que la profesión declarada del Sr. González Vigil es la de guionista de cine, el Sr. Pérez-Reverte se inclina a sugerirle que escriba guiones. Por lo demás, y a estas alturas, para el Sr. Pérez-Reverte y sus asesores legales se trata de un asunto antiguo y por completo zanjado.  



"¿Jugamos como caballeros o como lo que somos?"

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Como de costumbre, Marietta Gargatagli pone las cosas en su lugar y, recurriendo a la historia y a documentos que cualquiera que supiera realmente investigar podría consultar (claro, siempre y cuando tuviera voluntad y capacidad de hacerlo y no se limitara a robar ideas ajenas), pone en negro sobre blanco algunas cuestiones que, aunque le pesen a muchos de nuestros amigos peninsulares, deben ser debidamente discutidas a la luz de estas evidencias.  

I
Pluto en el Plata

En un trabajo reciente sobre las primeras traducciones de Albert Camus en España la autora reflexiona del siguiente modo:

“El hecho de que se tradujera a Camus siempre en países americanos podría indicarnos que, en un principio, las traducciones fueron más bien pensadas para el público latinoamericano, porque de hecho, desde España se sigue percibiendo el español de América (por poner una sola etiqueta a todas las variantes del español de los distintos países hispanohablantes), como un español de peor calidad, comprensible, pero secundario. Pero esto no es en absoluto exacto, ya que cualquier libro que se editase en lengua española era susceptible de ser distribuido en cualquier país de habla hispana. En los Congresos de Editores de la América Española (sic) y de España, celebrados en Santiago de Chile en 1946 y en Buenos Aires en 1947, se acuerda considerar todo el ámbito del idioma español como un solo país en lo referente a las áreas idiomáticas, por lo que los contratos de traducción se hacen para toda el área lingüística.”

Invirtiendo el orden del párrafo, aunque como se verá no el orden de los argumentos, resulta curioso que los congresos de editores a los que se refiere el texto sean los descriptos por Daniel Cosío Villegas, el fundador del Fondo de Cultura Económica, en “España contra América en la industria editorial” (1949).

El primero de ellos, el de Chile, fue una reunión de editores latinoamericanos que debía tratar, entre otros asuntos, los varios millones de dólares (de la época) que España adeudaba a las editoriales de América y las trabas administrativas y, sobre todo, la censura que imponía el fascismo desde 1938, antes incluso del fin de la guerra.

Según Cosío: “El gobierno y los editores españoles no debían tener por entonces su conciencia muy tranquila, pues sin haber sido invitados a la Reunión de Chile ni habérseles notificada siquiera que se celebraría, en Santiago se encontraban por “casualidad” tres importantes editores españoles y el secretario general del Instituto Nacional del Libro Español, es decir, un funcionario oficial del gobierno de España. Fueron invitados a asistir a una reunión privada con sus colegas hispanoamericanos, y aun cuando los españoles tenían derecho a suponer que éstos debían ser particularmente candorosos, puesto que habían tolerado durante siete años una situación lesiva a sus intereses y de una notoria injusticia sin decir una palabra, pronto se convencieron que pisaban un terreno deleznable, sobre todo cuando vieron reír sanamente a los hispanoamericanos ante todos los esfuerzos de los españoles para argumentar que en cuanto ocurría no había ni mala fe, ni culpa ni responsabilidad alguna que colgar a nadie como no fuera “la maldita suerte de cada quien”. Por eso, los españoles llegaron a admitir de mala gana que no podía ya diferirse una solución a la falta de pago de los libros hispanoamericanos.”

En la reunión del año siguiente, en Buenos Aires, a la que los representantes españoles sí fueron invitados, se trató el tema de la deuda y sólo se obtuvo la promesa de un pago diferido dos años. Como el fundador del fceobservó, nadie desconocía que España tenía dificultades con la transferencia de divisas; sin embargo, tampoco nadie desconocía que no faltaban divisas para pagar derechos de traducción de autores extranjeros, comprar papel (17 millones de dólares) o satisfacer los contratos con los escritores nacionales. En resumen, para mantener una industria editorial que deslocalizada en parte —en Argentina se instalaron Espasa-Calpe, Juventud, Gili, Aguilar, Labor, Sopena— no estuvo ni un solo día inactiva pese al conflicto bélico; más aún, siguió vendiendo libros al 100 % del mundo castellanohablante mientras los editores latinoamericanos tenían que conformarse con el 60 % de ese espacio lingüístico porque no podían vender a España y cuando lo hacían no lograban cobrar. El compromiso firmado en Buenos Aires en 1947 no fue cumplido jamás.

II
Cantinflas

Como reflexionó Cosío Villegas: “Si los editores hispanoamericanos hubieran apreciado la honda filosofía que hay en la pregunta que Cantinflas hace a sus compañeros de juego al iniciar una partida de naipes: “¿jugamos como caballeros o como lo que somos?”, habrían entendido desde un principio que España lucharía usando todas las armas no sólo para rehacer una industria que significa millones de capital, sino la hegemonía espiritual y política sobre la América española. Y si los gobiernos y los propios editores hispanoamericanos hubieran entendido que la defensa y el éxito de la industria editorial nuestra no sólo significaba los millones de pesos invertidos, sino la verdadera independencia espiritual de América, otro habría sido el resultado”.

El Congreso de Editores de 1947 además de servir para hablar sobre esta deuda, que no se pagó, tuvo otro centro de interés: el rechazo de toda forma de censura, moción aceptada con la excepción del representante español, Alfredo Sánchez Bella, un conocido fascista que despertó las iras de la colonia republicana que vivía en la Argentina. Losacuerdos de Buenos Aires contienen un último aspecto singular: el secretario de la Cámara del Libro de la Argentinaera el entonces poco conocido escritor Julio Cortázar.

Resulta muy difícil sostener (más bien repetir) que en este congreso de editores se acordó establecer “que todo el ámbito del idioma español sería como un solo país”. Aquel congreso de editores no representaba más que los intereses económicos de quienes participaban y no era el lugar para dirimir tales cuestiones ni establecer cómo se regularían los derechos de autor o de traducción. La recomendación de Buenos Aires no pasó de ser algo escrito en esos papeles y estuvo lejísimo de representar verdaderas relaciones contractuales. Basta mirar los catálogos de las editoriales peninsulares desde la década de 1940 para ver que no faltan —sin contrato alguno que sepamos—traducciones publicadas en la Argentina y cuyos derechos debían corresponder a ese país. Esa presencia, en algunos casos, dura hasta el presente.

La territorialización, la venta de derechos globales, las diferencias de tapa dura, tapa blanda, bolsillo y etcétera quedaron aclaradísimos cuando agentes literarios españoles, en los años setenta, establecieron quién y cómo se repartían los derechos de autor y de traducción. De esa distribución quedaron cartas emblemáticas como las que enviaba la agencia de Carmen Balcells a las editoriales argentinas en 1978, en plena dictadura militar: “Me permito reiterarles a ustedes, porque al parecer no ha quedado suficientemente claro en nuestra comunicación anterior, que siguiendo los expresos deseos del señor Graham Greene se ha procedido ya a la división del mercado para esta obra”[1]?

En el 2010 (sin incluir las ganancias de las 168 filiales de editoriales peninsulares que hay ahora en América), la cifra obtenida en España por la venta de derechos de autor se incrementó un 183,5% y alcanzó los 394,1 millones de euros, casi el equivalente de lo que se ingresó por las exportaciones de libros: 457,79 millones de euros[2]. La suma de las cifras (más las ganancias desconocidas de las filiales) muestra que aquella restauración neocolonial de la que hablaba Cosío Villegas no fue una quimera económica: los conglomerados, las editoriales y agentes literarios españoles gestionan los derechos de autor de casi todos los escritores latinoamericanos, entre ellos los más importantes de la lengua castellana del siglo xx;venden esos derechos de traducción o de edición por el mundo; venden, en el mercado latinoamericano previamente parcelado, país por país, las obras de esos autores; venden, en el mercado latinoamericano ya sin parcelar, traducciones como novedad o como rezago; venden libros, enciclopedias, gramáticas y diccionarios escolares; vender libros electrónicos y aspiran a crecer en este sector promocionando a través de redes educativas ad hoc[3] la imperiosa necesidad de la digitalización en las escuelas; venden libros de autoayuda a los que emigran de América latina a ee.uu y confían que esos posibles lectores, sus hijos, nietos y hasta sus choznos no abandonen el castellano jamás[4] aunque esa actitud implique escasas posibilidades laborales, aislamiento y fracaso.

III
El turista de la lengua

Decía arriba que iba a invertir el orden de los argumentos del párrafo inicial porque en realidad las dos partes querían decir lo mismo. Sí. La “lógica militar de ocupar espacios, sin importar demasiado con qué”, metáfora que Horacio Zabaljáuregui[5]del fce aplicó a los conglomerados industriales españoles que se instalaron en los noventa, ilumina magistralmente todas las operaciones culturales de este largo ciclo que empezó hace más de cien años. Una parte culminante de este sainete es (pre)ocuparse del castellano de América. Describirlo, interpretarlo y, sobre todo, corregirlo.

La tradición del paseante español, fuera filólogo o turista, escribiendo sobre la lengua americana o argentina es tan corriente que alguien debería hacer un libro que reúna esas interminables reflexiones sombrías. El procedimiento general para observar a los hablantes del Plata es la aplicación sin reservas de un instinto básico: la amnesia. Por ejemplo, Américo Castro atribuyó la peculiaridad lingüística rioplatense (y su destino histórico) a la anarquía reinante. Para escribir tal cosa, en 1943, Castro tuvo que sufrir un violento ataque de amnesia que borrara los 25 asonadas militares y golpes de estado que había habido en España desde mediados del siglo anterior, el último pocos años antes de que escribiera ese libro. Hoy, otro procedimiento es no consultar la abundante bibliografía que ya existe y armar una gramática contrastiva espontánea: unos cadáveres exquisitos combinando a Quinquela Martín con Moreno Carbonero que siempre se equivocaba de indígenas o de estación del año y tenía que volver a pintar una y otra vez el día que se fundó Buenos Aires.

En 1940, antes de que las editoriales españoles instaladas en Buenos Aires comenzaran las exportaciones hacia los otros países de América, Amado Alonso advertía: “¿Qué el español hablado en Madrid por las personas ilustradas es hasta ahora el más satisfactorio en términos generales? Conformes; pero, por un lado, eso es consecuencia del reflujo de la lengua literaria sobre el lenguaje oral de los madrileños ilustrados (beneficio que aguarda ahora a los porteños) […] Sería desastrosa para la calidad de nuestra lengua la eliminación de España en su gobierno.”

Nadie, que yo sepa, en América o en Argentina, pretendió siquiera remotamente disminuir la calidad de la lengua común. Tampoco eliminar a España de ningún gobierno. Más bien esos países contemplaron (y siguen contemplando) estupefactos lo contrario. ¿Son acaso los únicos afectados?

IV
Comizi d´amore

Se está haciendo en Barcelona una exposición extraordinaria dedicada a Pier Paolo Pasolini organizada por la Cinémathèque Française, el Palazzo delle Esposizioni de Roma, el Martin Gropius Bau de Berlín y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (cccb). Los dos lugares, el propio cccb y la Filmoteca de Catalunya están rodeados de excelentes librerías. No están en ellas los grandes libros de Pasolini: los más importantes están descatalogados y nadie pensó en reeditarlos. ¿Por marxista?, ¿por libertario? ¿por homosexual?, ¿por poco rentable? Chi lo sa.

A esos vacíos, cráteres culturales se diría, les sigue una pregunta. ¿los profesionales de la escritura —traductores, escritores, correctores— de España, poseedora de esta industria exportadora de dimensiones colosales, no deberían cobrar en consonancia con esas cifras?

Quizá si esos honorarios se hubieran hecho realidad —están congelados hace más de diez años y en vías de disminuciones escalofriantes— los profesionales de la escritura sabrían dónde se venden los libros que traducen o escriben o corrigen, cobrarían como corresponde y nadie pondría como título Chavales del arroyo a Ragazzi di vita, uno de los libros más sorprendentes y hermosos que leí en mi preadolescencia, cuando lo editó Muchnik (Los libros de Mirasol) y se llamaba Muchachos de la calle. Ocurría en un barrio de Roma no en Pan Bendito.




[1]Madrid, El País, 17/11/2011.
[2] Datos de El sector del libro en España 2010. Observatorio de la lectura y el libro. Gobierno de España. Ministerio de Cultura. http://www.mcu.es/libro/docs/MC/Observatorio/pdf/Sector_libro_2010.pdf
[3] Divulga esa necesidad, por ejemplo, la Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la ciencia y la cultura que tiene su sede en Madrid, propone cursos que se imparten en universidades españolas y vende bibliografía editada por grupos editoriales también españoles. http://www.oei.es/noticias/spip.php?rubrique8
[4]http://www.icex.tv/index.php?MetaDataID=12443. Dirección de Icex. España. Exportación e inversiones.
[5] Citado por Malena Botto: “La concentración y la polarización de la industria editorial”, en José Luis de Diego (director): Editores y políticas editoriales en Argentina. 1880-2000, fce, Buenos Aires, 2006. 

Nuestros amigos del Círculo de Traductores de México cumplen un año y les hacemos llegar nuestros mejores deseos

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Queridos colegas,

En estas fechas, el Círculo de Traductores está cumpliendo un año. En este año han ocurrido muchas cosas, planeadas y no planeadas, pero todas buenas. Hemos conocido a muchos colegas nuevos, gente que nos ha escrito a la cuenta desde muy diversos lugares y con quienes hemos podido entablar intercambios de lo más interesantes. Muchas gracias a todos. El Círculo de Traductores es básicamente una red de colegas que comparte información, ideas, invitaciones, convocatorias y oportunidades que puedan resultar útiles e interesantes para el surtido de gente que formamos este gremio, así que a las cuatro que lo animamos nos resulta muy gratificante que crezca y se fortalezca.

Como regalo de cumpleaños para todos ustedes y para ampliar la red, dimos un gran paso tecnológico y estrenamos una personalidad en facebook, como pueden ver en este enlace:
https://www.facebook.com/pages/C%C3%ADrculo-de-traductores/422052597910785?hc_location=stream O simplemente busquen Círculo de Traductores en el facebook y entablen amistad con un simple clic.

Este es un buen momento para que inviten a más personas a unirse a la red del Círculo. Aquellos de ustedes que son maestros en alguna institución, inviten a sus alumnos a sumarse, ya sea por las redes sociales o escribiendo a esta cuenta de correo, para que les lleguen los materiales y avisos. Si son alumnos, inviten a sus compañeros y profesores. Si son traductores independientes, freelanceros, inviten a los colegas que conozcan. También hágannos sus sugerencias de temas para las charlas, envíen material para circular, etc. Para todo eso es la red.

Una parte central del Círculo son las charlas mensuales sobre temas específicos relacionados con traducción. En este primer año se realizaron doce sesiones presenciales en el Centro Cultural de España, sobre muy diversos temas. Hasta el momento, estamos en deuda con los videos de estas sesiones, que esperábamos ir subiendo sobre la marcha. Es un asunto que está en manos de alguna deidad tecnológica que al parecer no sabemos invocar como es debido, puesto que no nos responde, pero esperamos que esto no tarde mucho más, para que podamos ver y oír nuevamente a quienes este año fueron compartiendo su experiencia, conocimiento y entusiasmo, siempre de manera generosa y solidaria. Sirva este mensaje para reiterarles nuestro agradecimiento. En nuestro blog pueden consultar los datos de las próximas sesiones: circulodetraductores.blogspot.com

Como saben, un importante modelo y fuente de inspiración para el Círculo es el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, diligentemente dirigido por Jorge Fondebrider, así que aprovechamos también para enviarles un saludo a nuestros colegas del otro hemisferio y a la gente del Club. Otra inspiración determinante fue 17, Instituto de Estudios Críticos, en particular Francisco Pérez. Con 17 incursionamos en los cursos y talleres de su área de Extensión, que está siendo una experiencia intensa e interesante. También los próximos cursos y talleres los pueden consultar en el blog.

Como en todo cumpleaños, llegó la hora de la piñata, que en este primer cumpleaños trae un surtido rico de archivos adjuntos que nos han enviado los colegas. Esta piñata no viene muy caramelosa, sino que trae un aire de desafío a las políticas lingüísticas de las instancias españolas que se erigen en dueñas y recaudadoras de una lengua que construimos día a día entre todos. Creo que la van a disfrutar mucho:

1. Silvia Senz y Jorge Fondebrider enviaron un artículo de Juan Jesús Zaro cuyo título ya lo dice todo: "El 'desafío' austral: las relaciones entre las industrias traductoras argentina y española”; es el capítulo 4 del libro de M. C. C. Vidal Claramonte y M. R. Martín Ruano (eds.), Traducción, política(s), conflictos: legados y retos para la era del multiculturalismo (Granada: Comares, 2013). (Se publicará en el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires en los próximos días.).

2. Estos debates entre España y sus ex colonias americanas se vienen arrastrando más o menos con los mismos argumentos desde el siglo XIX, como muestra el artículo de Graciana Vázquez, “La lengua española, ¿herencia cultural o proyecto político-económico? Debates en el Congreso literario hispanoamericano de 1892”, publicado en Revista Signos 41(66), 2008, pp. 81-106 (disponible en:http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=s0718-09342008000100004&script=sci_arttext). Va adjunto.

3. También los desafíos a la norma tienen su historia, como lo vemos en el artículo de Gerta Payás que envió también Silvia Senz y que va adjunto: "Tradukzión i rrebelión ortográfika”, publicado en TRANS: revista de traductología núm. 12 (2008), pp. 15-28 (disponible en: http://shial.colmex.mx/docs/Tradukzion_2.pdf).

4. Y desde la literatura de nuestra frontera norte también vienen desafíos, como en la nota de Heriberto Yépez sobre la nueva postura de Luis Humberto Crosthwaite respecto de las editoriales españolas, una nota que envió Miguel Ángel Leal: http://circulodetraductores.blogspot.mx/2013/07/un-escritor-norteno-contra-las.html

5. Y desde la misma academia actual salen actitudes desafiantes, como lo vemos en la charla que ofreció José Luis Moure, nuevo presidente de la Academia Agentina de Letras, en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires: http://circulodetraductores.blogspot.mx/2013/06/jose-luis-moure-en-el-club-de.html

Hasta ahí la piñata y el cumpleaños, amigos. Pasen la voz y hagamos crecer la red ahora que comienza el segundo año del Círculo. Va con un abrazo para todos y hasta pronto,


Lucrecia Orensanz

Cómo se ordena una biblioteca/discoteca (IV)

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Después de Eduardo Stupía, de Luis Chitarroni y de Sergio Renán, el ciclo "Cómo se ordena una biblioteca/discoteca" continúa el jueves 25 de julio, a las 19 hs, con  entrada libre y gratuita como siempre, con la presencia del escritor y crìtico musical Diego Fischerman, lector empedernido y poseedor de una inmensa discoteca, cuyos secretos compartirá con los presentes.

La cita es, como siempre, en CCEBA . Florida 943 - C.A.B.A 

Diego Fischerman es autor de Efecto Beethoven: complejidad y valor en la música de tradición popular (Paidós, 2004, reeditado en versión ampliada en 2013), Escrito sobre música (Paidós, 2005, reeditado en versión ampliada en 2012), Después de la música. El siglo XX y más allá(Eterna Cadencia, 2011) y, en colaboración con Abel Gilbert, Piazzolla. El mal entendido. Un estudio cultural (EDHASA, 2009). Publicó el volumen de cuentos El principio del terror (Mondadori, 2010). Se desempeña como crítico musical y periodista en Página/12, y en diversas publicaciones argentinas y extranjeras. Fue editor de Revista Clásica entre 1999 y 2001. Coordinó las ediciones discográficas completas de Astor Piazzolla y Mercedes Sosa para los sellos Universal, Sony y Lantoower. Conduce los programas radiales Historias en modo mayor, en La 2x4, La discoteca de Alejandría, en Radio Nacional Clásica y Tren de noche (un programa de jazz con desvios y ocasionales descarrilamientos), en la Radio de la Universidad de Buenos Aires. Administra el blog Fischerman’s Tales (www.cuentosdelpescador.blogspot.com).
Ha participado en congresos sobre periodismo cultural invitado, entre otras instituciones, por la Fundación NuevoPeriodismo Iberoamericano, presidida por Gabriel García Márquez. Ha dictado clases en distintas casas de estudio, entre ellas la Universidad“Adam Mickiewicz” de Polonia y la Universidad Austral de Chile. 

De perros rabiosos, pomeranias y chihuahas

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Céline (a la izquierda) y un amigo
El 21/07/2013, Guillermo Piro, fiel a su estilo, publicó la siguiente columna de opinión en el diario Perfil, de Buenos Aires. En ella habla del destino que tuvo en nuestra lengua la que acaso sea la más importante novela francesa publicada en el siglo XX.

Los traductores de Céline

La primera vez que sucumbí al influjo de Céline fue por el 81, cuando era feliz, trotskista y documentado. Internet no existía, de modo que podía pasar largas horas leyendo, en trance. Adolfo Bioy Casares, que digan lo que digan sus acérrimos defensores era un dandy pero de literatura no entendía nada, decía que los lectores de Céline eran gente a la que le gustaba que le gritaran. Una estupidez inolvidable, por más vueltas piadosas que le demos. Lo cierto es que los amantes de la literatura de Céline pocas veces tienen una idea clara de lo que es la literatura de Céline (algo extensible a casi toda la literatura traducida, pero hablemos de Céline). En aquel entonces había leído por primera vez Viaje al fin de la nocheen la traducción del argentino Armando Bazán. Juan Carlos Onetti se ocupó oportunamente de destriparla diciendo, palabras más, palabras menos, que Bazán había conseguido apartar, amansar, adecentar, licuar a Céline. “Cualquier burgués progresista –decía Onetti–, cualquier buen padre de familia, puede comprar este Céline-Bazán, leerlo y darle permiso a su señora esposa para que lo haga.” Tremendo. Y, como si no hubiera quedado claro, se preguntaba cuánto tendría que ver el sucio perro rabioso llamado Céline con esa traducción, más parecida a un “bien criado pomerania”. Viaje al fin de la noche es de 1932 y Bazán traduce a Céline a comienzos de los años 60, por lo que su traducción cuenta con el gran peso que ejerce el estilo posterior de Céline. Para dar un ejemplo, la novela comienza con un “Ça a débuté comme ça. Moi, j’avais jamais rien dit. Rien. C’est Arthur Ganate qui m’a fait parler”, algo fácil de traducir hasta por alguien que no sepa francés (“La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada. Nada. Fue Arthur Ganate el que me hizo hablar”). Pero Bazán traduce: “La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada. Fue Arturo el que me tiró de la lengua”. Probablemente ése es el comienzo de la novela que Céline hubiera escrito a comienzos de los años 60, pero no en 1932.

La suerte de las traducciones al español de Viaje al fin de la nochees una historia de derrotas, al punto que podríamos asegurar que la novela todavía está esperando ser traducida. En los años 70 una novelista española, Carmen Kurtz, pergeñó una abominación que editó Seix Barral y que todavía puede verse en algunas librerías de viejo. Les recomiendo que le escapen a esa edición como si todos los ejemplares hubieran sido meados por elefantes. O cómprenlo y atesórenlo, como yo, para tenerlo a mano como prueba del día que decidamos mandar a los editores españoles a la hoguera.

Luego de un largo silencio, durante el que los traductores dejaron a Céline en paz, apareció en los 80 otro esperpento firmado por Carlos Manzano, editado por Edhasa. Si la traducción de Bazán parecía un pomerania, la de Manzano parece un chihuahua. De modo que, ignorantes en torno a lo que de Céline se trata, si efectivamente a ustedes no les gusta que les griten, vayan y aprendan francés. No es tan difícil y vale la pena si lo que se proponen es leer un libro como ése.

El Conde de Cheste no es chiste y el marqués de Molins, tampoco

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Blas Matamoro publicó el siguiente artículo en la revista Cuadernos Hispanoamericanos. Más tarde, recogió ese texto y lo incluyó en Cine y Letras. Nosotros lo encontramos en el blog The Cult  en la entrada correspondiente al 5 de julio de 2010.


Dante, Pezuela y Mitre

En 1868, el general Juan de la Pezuela, conde de Cheste, acabó una traducción en verso rimado de la Divina Comedia.

Por razones probablemente políticas, no se publicó hasta 1879, con un prólogo de Mariano Roca de Togores, marqués de Molíns.

En rigor, el texto contiene una parva biografía de Dante (de quien apenas se sabe nada), un comentario del Infierno y un encomio a la traducción.

En 1891, otro general, el argentino Bartolomé Mitre, también terminó su traducción dantesca, que se publicó tres años más tarde. Don Bartolo no compartía la admiración del marqués.

Consideraba la versión de su colega «...inarmónica como obra métrica, enrevesada por su fraseo, y bastarda por su lenguaje.

Sin ser absolutamente infiel, es una versión contrahecha, cuando no remendona, cuya lectura es ingrata, y ofende con frecuencia el buen gusto y el buen sentido. Esto justifica por lo menos la tentativa de una nueva traducción en verso». Ahí queda eso.

En 1946, la editorial Tor de Buenos Aires (Tor no es, en este caso, nombre de un dios germánico, sino apócope del apellido Torrendell, correspondiente al dueño de la empresa, catalán de ultramar) reeditó el trabajo de Mitre.

Como prólogo, el texto de Molíns, aunque aliviado de los elogios a Cheste, tan vapuleado por el traductor argentino. De tal modo, Molíns aparece adherido a las consideraciones de Mitre.

El patchwork es digno de Borges, o de Pierre Ménard, o de Herbert Quain.

El pasado es, en buena medida, como relato, una ficción. El general Mitre dio buena prueba de ello.

Su biografía de San Martín, por ejemplo, fue traducida a leyenda por historiadores como Rodolfo Terragno y José Ignacio García Hamilton.

Lo que Mitre no pudo prever fue que el señor Torrendell pusiera al marqués de Molíns de su lado y que esta proximidad alargara de modo inopinado la historia de Dante.


Japón y la literatura hispanoamericana

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Publicada en el blog Ciudad Letralia por el poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano Alberto Hernández (Calabozo, 1952), la siguiente crónica da cuenta de la estadía del poeta venezolano Gregory Zambranoen Japón y del libro que allí publicó a propósito de la literatura hispanoamericana en ese país.

El horizonte de las palabras:La literatura hispanoamericana en perspectiva japonesa (Conversaciones con académicos y traductores)

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El avión que lleva al poeta y académico venezolano vira hacia un espacio donde las palabras se reencuentran. Se ven cara a cara. Se hacen dos idiomas totalmente separados, pero a la vez hermanados gracias a la poesía, a las voces que cuentan, a las que revisan sus secretos. Más allá de cualquier raya en la distancia, aparece otro mundo, las llamadas antípodas, el mundo del otro lado de la tierra. Gregory Zambrano, viajero impenitente gracias a sus logros universitarios, vuela sobre el globo terráqueo: lo espera la cultura del Sol Naciente, lo espera la enigmática Japón, una tierra plena de islas en medio de un mar de ruidos y silencios, inviernos y veranos que hincan más en el alma que en la piel. Una vez en ese lugar, gracias al Instituto Cervantes de Tokio y a la Fundación Japón, quienes tomaron como becario a nuestro poeta, gracias también a las bondades del Programa de Estudios Japoneses, Gregory Zambrano se dedicó a estudiar, a dar clases, pero sobre todo a aprender de aquella gente de ojos rasgados, de piel clara de sol marcada por los trazos delineadores del talco de la memoria.

De esa experiencia —que duró un año—, el investigador logró entrevistar a un importante grupo de académicos y traductores nipones, dedicado a bucear en la literatura y cultura nuestras. Digamos que Gregory Zambrano fue a revisarse —a pasar por el tamiz de variadas opiniones que le rozaban el espíritu, los cartílagos de su nacionalidad americana— las ansias de saberse también mundo, universo, pluralidad. Pues bien, por esa pasión buscadora Zambrano produjo el libro El horizonte de las palabras: la literatura hispanoamericana en perspectiva japonesa (Conversaciones con académicos y traductores), editado en Tokio en 2009 por el mencionado Instituto de la capital de ese lejano y bello país asiático.

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La aventura de este libro comienza con unas palabras del autor en las que destaca la presencia de la Asociación Japonesade Hispanistas, creada en 1955, y que “cuenta con unos 400 hispanistas japoneses y extranjeros residentes en Japón”. Otro dato nos acerca a la Asociación Japonesade Estudios Latinoamericanos, entre otras. De modo que estamos hablando de una importante población académica dedicada a la cultura de nuestro continente, a nuestra lengua, a nuestra literatura. Cuenta Zambrano que del trabajo de ambas instituciones han nacido las traducciones de libros de García Márquez, Vargas Llosa, Borges, Cortázar, Neruda, Onetti, Fuentes, Puig, Arguedas, entre otros más. Esta labor comenzó en los años sesenta. De modo que se trata de un largo trecho que ha dado como resultado el acercamiento entre dos mundos que ya se reconocen. Por eso dice Zambrano en la presentación: “Estas conversaciones revelan la disposición y el ánimo tendientes a fortalecer el estudio de la lengua castellana y a impulsar en las jóvenes generaciones de japoneses el rico legado de la cultura hispánica”.

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No supimos la hora de los encuentros. Ni el lugar o los lugares, pero Gregory Zambrano logró hablar con Tadashi Tsuzumi, un viejo profesor de la Universidad Hosei de Tokio, quien ha traducido de Carpentier Guerra del tiempo, Concierto barroco, Los pasos perdidos; de García Márquez Cien años de soledad, El otoño del patriarca, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. También ha trabajado a Puig, Borges y Onetti. Zambrano estableció una plática fluida y abierta con este hombre que sabe mucho de nosotros. Fumiaki Noya es otro de los contactados para esta obra. Es profesor de la Universidad de Tokio en la Facultadde Filosofía y Letras en la Escuela de Postgrado de Humanidades y Sociología. Ha traducido a García Márquez (Crónica de una muerte anunciada), a Cortázar (Queremos tanto a Glenda), a Vargas Llosa (La tía Julia y el escribidor), a Borges (Siete noches), a Paz (Águila o sol), a Neruda (Alturas de Machu Picchu), a José Donoso, etc.

En estas páginas también están Yoko Imai, quien trabaja en la Universidad de Kyoto Sangyo en literatura latinoamericana. Es graduada en Lenguas Extranjeras en Osaka, Departamento de Español. Esta mujer tiene una relación estrecha con Argentina, con Madrid y con Chile. Ha escrito sobre Cortázar, Donoso, Isabel Allende y Juan Rulfo. Con el traductor Akira Sugiyama el discurso también es fluido y denso. Este japonés nació en Perú. Vive en Tokio. Ha hecho doctorados en Japón, México y España. Es profesor en la Universidad Seisen.Y ha trabajado a Vargas Llosa (La ciudad y los perros), Rulfo (Pedro Páramo, El llano en llamas), Arguedas (Los ríos profundos, Yawar fiesta), Rodrigo Rey Rosa (Que me maten si..., El salvador de buques, La orilla africana)...

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Más adelante conversan con Gregory Zambrano Noriaki Takabayashi Iwasaki, quien también ha trabajado temas de autores de nuestro patio, corrientes como el realismo mágico, para ubicar a Asturias en Guatemala, entre otras personalidades del mundo de las letras. Ayako Saitou es profesora de la Universidad de Tokio. Hizo un Máster en Arte en Estados Unidos. Ha escrito sobre la literatura latinoamericana y ha elaborado antologías de novelas de autoras como Luisa Valenzuela, entre otras. Cernuda fue traducido al japonés por esta mujer.

Otros entrevistados fueron Takaatsu Yanagihara, Kenji Matsumoto, Makoto Onishi yRyukichi Terao, quienes también han estudiado y escrito sobre nuestros escritores, secretos y enigmas culturales.

Muy bien lo dijo Gregory Zambrano en la entrada a su libro: “Nuevos escritores han visto sus obras traducidas y han podido visitar el ‘país del sol naciente’ gracias al apoyo de diversas instituciones, entre ellas muy especialmente la Fundación Japón.La labor emprendida por tantos académicos y traductores, con soporte institucional, ha tenido continuidad en el tiempo y se ha visto reforzada en los últimos años gracias al Instituto Cervantes, cuya sede en Tokio ha acogido a un conjunto apreciable de escritores representativos de América Latina y ha propiciado encuentros para la difusión de las letras...”.

Si bien el autor más traducido en Japón es García Márquez, también es cierto que el resto de América Latina ha aportado una gran cantidad de nombres notables, ya celebrados en Occidente, pero también de autores menos consagrados, quienes en Japón han comenzado a ser pronunciados.


La palabra "tesina" es fea, pero la solicitud es válida

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Estimados traductores:

Mi nombre es Noelia Baccaro. Soy Traductora Científico-Técnica y Literaria, y actualmente estoy cursando el último año de la carrera de Traductor Público de Inglés en la Universidad de Morón. 

Estoy trabajando en mi tesina, en la cual decidí abordar el tema de la traducción literaria en América Latina en general, en Argentina y en España; y el uso del español neutro en estas distintas regiones. De más está decir que todos los artículos publicados en el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires sobre el tema han resultado un gran material de referencia para mi investigación.

El objeto de este correo electrónico es solicitar, de ser posible, que se publique en el blog del CTLBA una copia de este mismo correo o un enlace al blog que yo creé para volcar la recolección de datos de mi tesina. En la columna derecha del mismo hay una encuesta dirigida a traductores literarios; puede completarse en la misma página sin redireccionar en menos de cinco minutos. Los datos que pueda recolectar de dicha encuesta son fundamentales para el avance de mi investigación
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El enlace a mi blog es el siguiente:
http://tesinaum2013.blogspot.com.ar/

Desde ya, agradezco muchísimo toda la ayuda que puedan brindar a una colega, y pido disculpas por las molestias que este pedido pueda ocasionar.

Saludos,

Noelia Baccaro

Dos traductoras traducen conjuntamente literatura brasileña, vienen y lo cuentan

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Teresa Arijón y Bárbara Beloc estuvieron en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires y contaron cómo es traducir a cuatro manos. Quien desee ver y escuchar lo que se dijo  puede recurrir a este link:
http://www.ustream.tv/recorded/36573417

Teresa Arijón (Buenos Aires, 1960) publicó, entre otros, Teoría y práctica de la tragedia (con Manuel Hermelo, 2012), Óstraca (2011), Os (2009), El perro continuo (con MH, 2007), Poemas y animales sueltos (2005), Orang-utans (con Bárbara Belloc, 2000),Teoría del cielo (con Arturo Carrera, 1992). Con Bárbara Belloc, las traducciones del portugués: El método documental, de Ana Cristina Cesar (2013), El collar del perro y Los prisioneros, de Rubem Fonseca (2013), Cerca del corazón salvajeFelicidad clandestina,Dónde estuviste de noche y La manzana en lo oscuro, de Clarice Lispector (2012), Los Malaquias, de Andréa del Fuego (2012),MedianocheMediodía53 poemas, de Ana Cristina Cesar (2012), Cerca del corazón salvaje y Felicidad clandestina, de Clarice Lispector (2011), y Hélio Oiticica. Qual é o parangolé?, de Waly Salomão (2009). También coordinó y tradujo gran parte de Puentes-Pontes (2003), primera antología bilingüe de poesía argentina y brasileña contemporánea. Algunas traducciones del inglés: Un cuarto propio (Virginia Woolf, 2013),Jugador (Alexander Baron, 2011),La muerte de la polilla y otros ensayos (Virginia Woolf, 2011),Roxana (Daniel Defoe, 2009).


Bárbara Belloc (Buenos Aires, 1968) publicó ocho libros de poesía, entre ellos Andinista(2009), Espantasuegras (2005), Orang-utans (con Teresa Arijón y traducción al inglés de Hillary Gardner; 2000) e Ira (1999), Ambición de las flores (1997), y las traducciones del portugués, con T. Arijón, de El método documental, de Ana Cristina Cesar (2013),  El collar del perro y Los prisioneros, de Rubem Fonseca (2013), Cerca del corazón salvajeFelicidad clandestinaDónde estuviste de noche y La manzana en lo oscuro, de Clarice Lispector (2012), Los Malaquias, de Andréa del Fuego (2012), Medianoche Mediodía. 53 poemas, de Ana Cristina Cesar (2012), y Hélio Oiticica.Qual é o parangolé?, de Waly Salomão (2009). Por su parte, ha publicado traducciones de lírica griega clásica y poesía estadounidense contemporánea en libros y revistas


Fotos: Javier Cánepa

El «desafío» austral (I)

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Doctor en Filología Inglesa por la Universidad de Granada (1983) y M.A. en Enseñanza de Inglés como Lengua Extranjera, por la New York University (1985), Juan Jesús Zaro es catedrático en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga. Autor de varios libros, entre los que destaca uno dedicado a las traducciones de William Shakespeare, ha publicado recientemente el texto que se reproduce a continuación, incluido como Capítulo 4 del libro Traducción, política(s), conflictos: legados y retos para la era del multiculturalismo (Granada: Comares, 2013). de M. C. C. Vidal Claramonte y M. R. Martín Ruano (eds.). Dadas sus dimensiones, se ofrecerá en este blog a lo largo de varios días. Esta primera parte pone el acento fundamentalmente en algunas  traducciones latinoamericanas de Shakespeare. Entendemos que, dada la naturaleza de muchas de las afirmaciones vertidas en este artículo –detrás de las cuales se adivinan relecturas e interpretaciones sobre lo que han dicho pública y privadamente muchos de los frecuentes colaboradores de este blog– habrá mucho para discutir.

El «desafío» austral: las relaciones entre
las industrias traductoras argentina y española

Este trabajo está basado en los sucesivos viajes que he llevado a cabo a la República Argentinadurante los últimos 10 años, en las conversaciones que he entablado a lo largo de todos estos años con amigos y colegas argentinos traductores, profesores y especialistas en traducción (sobre todo literaria o ensayística; no me voy a referir a otros tipos de traducción), y en el seguimiento que procuro hacer a los medios de comunicación  argentinos desde España.

Parto de la constatación de que la Argentinaes hoy el cuarto país del mundo con el castellano como lengua oficial en número de hispanohablantes, a muy poca distancia de España, que actualmente es el tercero después de México y Colombia. Parto también de la evidencia de que la República Argentinaes un país con una tradición traductora que  se remonta al final del siglo XIX (1) y que, con momentos de esplendor y declive, se ha  mantenido hasta la actualidad. Esta tradición la diferencia en gran medida de México y, sobre todo, de Colombia, los otros dos grandes países hispanohablantes, y por supuesto de la población hispanohablante de los Estados Unidos de América, y sin embargo la acerca a España de una manera muy concreta. Podría decirse, sin temor a equivocarnos mucho, que España y Argentina son hoy los dos únicos países del hemisferio hispano que poseen una industria traductora sólida, activa y arraigada en sus respectivas sociedades.

Una industria de la traducción en la que, en sucesivos períodos históricos, a uno y otro lado del Atlántico, han participado conjuntamente traductores argentinos y españoles. Y una industria, también, como veremos, cuya lengua de traducción ha sido puesta en cuestión, con mayores o menores matices, en el otro país receptor, esto es, la argentina en España y la española en Argentina.

Pero también estas dos industrias de la traducción se han ido desarrollando de manera separada: las dos han ocupado posiciones de supremacía en épocas concretas, al igual que posiciones secundarias dentro del extenso universo hispanohablante. Hay que resaltar la singularidad de este hecho, que no tiene parangón en ninguna de las lenguas occidentales importantes que conocemos. En el caso del portugués, las dos principales variedades, la brasileña y la peninsular, se «armonizaron» por decreto en 2008, viéndose obligado Portugal, que fue el país que más perdió en la unificación, a aceptar un 1,5% de palabras brasileñas. Y, hoy en día, cuando el período de transición llegó a su fin aparentemente el portugués utiliza para traducir un único código escrito, las cosas no parecen funcionar del todo bien. La serie «Harry Potter», por ejemplo, ha tenido dos versiones, una brasileña y una peninsular. En el caso del inglés, una lengua que traduce muy poco, no existe rivalidad entre las pequeñas industrias traductoras del Reino Unido y de los Estados Unidos, que parecen complementarse casi perfectamente.

Según mi experiencia, los británicos suelen leer traducciones hechas en su país, mientras que los escasos norteamericanos que leen traducciones, que son una minoría intelectual, no sólo no ponen objeciones a leer inglés británico sino que valoran este hecho como un atractivo adicional que las hace más interesantes. En el del francés, la supremacía de la industria traductora de Francia sobre los demás países francófonos parece asegurada para mucho tiempo. Es verdad que territorios francófonos como Québec han reivindicado, a veces de manera exigente y combativa, un espacio propio en el mundo de la traducción hacia el francés; lo cierto es que, en términos de población y de influencia cultural, la traducción en Québec no puede, al menos de momento,competir con la de la metrópoli.

Pero anticipemos aquí, brevemente, (y volveremos a ello después) que, a diferencia de Francia o de Reino Unido, España, por razones históricas, no goza como antigua potencia colonial en los países hispanoamericanos del mismo prestigio cultural que estos dos países europeos en Québec o Estados Unidos respectivamente.

Para ilustrar lo que está sucediendo en estos momentos en el ámbito de la lengua castellana y de la traducción en Argentina, voy a utilizar cuatro noticias recientes. Una, la primera, es una novedad bibliográfica, mientras que las otras tienen un carácter heterogéneo pero nos van a ayudar a percibir el estado de la cuestión. La primera está relacionada con una nueva traducción de Shakespeare aparecida recientemente en la Argentina.

Durante muchos años, la rica tradición traductora de Shakespeare en Latinoamérica, y en concreto en algunos países como México, Chile, Uruguay, Costa Rica y, por supuesto, Argentina, ha sido, y sigue siendo, prácticamente invisible en España. Estas traducciones, o no eran distribuidas en las librerías españolas, o lo eran en cantidades mínimas que pasaban prácticamente desapercibidas. En México destacan por ejemplo las traducciones de la profesora María Enriqueta González Padilla, publicadas por la Universidad Nacional Autónoma. En Uruguay, país con una rica y refinada tradición teatral, merece la pena destacar, entre otras, la traducción de  Twelfth Night  (Noche de Reyes) del conocido intelectual y profesor Emir Rodríguez Monegal, así como las muy notables, más recientes, de Idea Vilariño, publicadas por Losada. En Chile, además de traducciones menos conocidas, podemos citar  Romeo y Julieta  de Pablo Neruda o  Lear Rey & Mendigo  de Nicanor Parra, sólo publicada en España tras la concesión del premio Cervantes de 2011 al escritor chileno (2).

Otros intentos recientes y loables de popularizar traducciones de Shakespeare realizadas desde Latinoamérica, como la colección de la editorial panamericana Norma titulada «Shakespeare por escritores», dirigida por el conocido traductor argentino Marcelo Cohen, que ha publicado más de veinte obras, tampoco han sido distribuidas en España, a pesar de encontrarse entre ellas traducciones tan meritorias e interesantes como Hamletdel español exiliado en México Tomás Segovia, Macbeth del chileno Armando Roa, Cimbelino del argentino César Aira o la selección de Sonetos traducidos por el colombiano William Ospina, al lado de otras, a mi juicio menos conseguidas.

La originalidad de este proyecto estriba en que pretende utilizar precisamente un castellano «neutro» o «general», alejado de una excesiva literalidad y tan sólo salpicado de matices dialectales correspondientes a los distintos países de la América hispana de los que proceden los traductores. Un español «híbrido», «compromiso entre el español clásico y formas clásicas del respectivo idioma local» (Pomeraniec 1999). Quizá un ejemplo señero sea la traducción de Omar Pérez de As You Like it  titulada Como les guste (1999). Esta traducción incluye, además de la tercera persona del plural en el título, palabras americanas como «nomás» (p. 103), «entremetido» (p. 83), «sabrosura» (p. 75), «papaya» (p. 60 por «vaina de guisantes») o «guisaso» (palabra cubana por «arbusto», p. 42). Estas palabras no dejan de constituir una anécdota en medio de una notable traducción que no se aleja, por lo demás, de utilizar un castellano perfectamente comprensible a este lado del Atlántico.

Volviendo a la Argentina, las primeras traducciones de Shakespeare se remontan a finales del siglo xix. Como en el caso de España, Shakespeare se populariza en el país en gran medida a través de las óperas representadas por compañías italianas cuyos libretos se basan en obras de Shakespeare. Son dignas de mención las traducciones de Mariano de Vedía y Mitre (Sonetos y Venus y Adonis), Miguel Cané (Enrique IV), y Patricio Canto (Hamlet) y, mucho más recientemente, las de los traductores Rolando Costa Picazo, publicadas por la editorial Colihue; las de Pablo Ingberg, Cristina Piña y Delia Pasini, publicadas por Losada, y las de Miguel Ángel Montezanti, al que volveré más adelante. Y es precisamente en Argentina donde encontramos traducciones más «rupturistas» con respecto a la norma escrita del castellano «peninsular» (3). La primera muestra escrita de esta tendencia en la historia de las traducciones de Shakespeare en Argentina parece ser, a falta de más datos, la de  Hamlet  efectuada por el crítico y escritor Rafael Squirru en 1976, si bien es muy posible que, en el marco general de las obras teatrales y de las traducciones no publicadas y destinadas directamente a la escena, como lo era ésta, esta ruptura venga produciéndose desde hace mucho más tiempo (4).

Reproducimos a continuación el comienzo de la obra:

Bernardo: ¿Quién va?
Francisco: No, contestame a mí; alto y descubrite.
Bernardo: ¡Viva el Rey!
Francisco: ¿Bernardo?
Bernardo: Soy yo.
Francisco: Llegás muy puntualmente a tu hora.
Bernardo: Acaban de dar las doce; andá a dormir, Francisco.
Francisco: Muchas gracias por este relevo; hace un frío cruel y me siento deprimido.
Bernardo: ¿Has tenido una guardia tranquila?
Francisco: Ni un ratón se ha movido.
Bernardo: Bien, buenas noches. Si te encontrás con Horacio y Marcelo, mis compañeros
de guardia, deciles que se apuren.
Francisco: Me parece oírlos. ¡Alto! ¡Eh! ¿Quién va?

Esta traducción, que está destinada a la escena y de hecho fue representada en su momento, emplea la variedad oral del castellano empleada en Argentina y Uruguay y conocida como «rioplatense», pero únicamente en el empleo del pronombre «vos» y de verbos compatibles con él. Hago aquí un pequeño inciso para hablar de esta característica.

Hasta bien entrada la década de los 70, el voseo era considerado todavía una desviación de la correcta dicción del castellano y, de hecho, la Academia Argentinade Letras no recomendó su empleo de forma regular hasta 1982 (Ramírez Gelbes 2011:566). Américo Castro (1971: 122) señaló que el «voseo» surgió en la Argentina de la época del tirano Rosas, época en la que «Buenos Aires fue dominado por la más baja canalla y por asesinos de toda clase; se olvidaron las maneras finas y educadas y se arraigaron formas plebeyas de hablar que duran hasta hoy («vos tenés», «vos sos», etc.)». La irrupción y legitimación del voseo y de sus formas verbales en la lengua escrita comenzó por la publicidad, donde hoy es la norma. Se trata, por tanto, de un fenómeno relativamente reciente, que da idea de un aspecto quizá poco considerado en España: la drástica separación entre lengua hablada y escrita que lleva aplicando el castellano argentino, en mayor o menor grado, prácticamente desde la independencia del país.

En la «Introducción» (p. 13), Squirru no hace la menor alusión a este hecho y sin embargo reconoce explícitamente su deuda con la versión de Hamletdel polígrafo español Luis Astrana Marín con las siguientes palabras:

Esta traducción ha utilizado como referencia permanente la de Luis Astrana Marín, editadapor Aguilar, Madrid, 1949, en su novena edición. Si bien es cierto que esta traducción resulta un tanto anacrónica y de un castellano que mal se adapta al oído latinoamericano que yo he procurado servir, también es cierto que en su literalidad resulta un valioso documento de referencia. Cuando Astrana coincide con exactitud en un vocablo, no he buscado uno diferente para ser distinto, sino que he aceptado su palabra y su giro.

Es difícil encontrar el voseo en otras traducciones de obras teatrales publicadas en Argentina en fechas cercanas al texto de Squirru, ni siquiera en las traducciones de «Norma» hechas por traductores argentinos (como la de Cimbelino de César Aira).

Sin embargo, la publicación, el año pasado, de una nueva traducción del traductor y profesor argentino Miguel Ángel Montezanti de los Sonetosde Shakespeare titulada Sólo vos sos vosha puesto de relieve de nuevo este asunto. Se trata de otra traducción al castellano «rioplatense» en versos endecasílabos largamente anunciada, si bien, en esta ocasión, estamos ante un texto cuyo fin principal es la lectura, y de ahí su novedad.

Montezanti es ya autor de otra traducción de los Sonetospublicada por la Universidad Nacional de La Plata en 1987 y editada de nuevo en 2003 (Buenos Aires: Longseller) realizada según «cánones más ortodoxos», según él mismo refiere en el prólogo del libro recién publicado. Es decir, ajustada a la norma literaria «peninsular», sin apartarse de la tradición que han seguido hasta ahora la mayoría de los traductores argentinos de Shakespeare (por ejemplo, Vedía y Mitre o Jofré en los Sonetos y los ya mencionados Cané, Ingberg o Costa Picazo en las obras dramáticas).

No resulta frecuente que un mismo traductor produzca dos versiones tan distintas de una misma obra. En esta, a diferencia de la anterior, Montezanti recurre también al voseo y a las conjugaciones verbales que implica su uso. Pero no es el único elemento de la variedad rioplatense que se incluye ni, probablemente, el más importante: entre otros procedimientos utilizados se encuentran el empleo deliberado de monosílabos, pronombres pleonásticos, dativos éticos, diminutivos y un gran número de términos y frases coloquiales. Reproduzco aquí, a título de ejemplo, la traducción del Soneto 14:

No saco mi saber de las estrellas
aunque un poquito sé de astronomía:
no es anunciar la buena o mala estrella
ni plagas ni mudanzas ni sequías.

No me le atrevo a profecía alguna
marcando a cada cual su trueno o hielo
ni a los príncipes canto la fortuna
por una asidua observación del cielo.

Son tus ojos más bien los que me apuntan
y veo en esos astros tal constancia
que belleza y verdad triunfarán juntas

si prestás atención a tu abundancia
O bien te pronostico, y vos fijáte,
tu muerte es de las dos fin y remate.

Montezanti justifica teóricamente su modo de proceder amparándose en el concepto de «parodia» o «auto-parodia» que ha guiado algunas traducciones de los Sonetos a otras lenguas; por cierto, ninguna de ellas, que sepamos, al castellano. Quizá sea una justificación innecesaria, válida exclusivamente desde el punto de vista universitario y académico. He podido comprobar personalmente la cálida acogida que el público argentino ha dispensado a esta versión de los Sonetos (5). Es posible que, desde España, consideremos esta traducción ante todo como un experimento, audaz e inédito (no olvidemos aquí la tradicional renuencia del castellano escrito, a ambos lados del Atlántico, a reproducir el castellano hablado), pero lo cierto es que en Argentina adquiere otros matices que, desde este lado del Atlántico, no podemos pasar por alto: allí se subraya el carácter híbrido, cercano, entrañable y doblemente irreverente del texto, que cuestiona tanto la supuesta intangibilidad de los versos de Shakespeare como la de la norma escrita procedente de España. Con decisiones como la de Squirru o la de Montezanti, el coloquial «voseo» se convierte así en elemento clave de una lengua literaria «transculturada», siguiendo el conocido concepto del uruguayo Ángel Rama, a la que Montezanti legitima al utilizarla en la traducción de una obra de un escritor del prestigio de Shakespeare. Según Rama (1983: 42), esto ya había sucedido antes en la literatura de creación. El factor lingüístico, junto con la estructuración literaria y la cosmovisión constituirían los tres elementos que caracterizan a la moderna novela sudamericana en castellano y la separan definitivamente del modelo peninsular:

(Esta transculturación) es visible en uno de los mejores exponentes del cosmopolitismo literario, en el Julio Cortázar que unifica el habla de todos los personajes de Rayuela, sean argentinos o extranjeros, mediante el uso de la lengua hablada de Buenos Aires.

La traducción de Montezanti es, además, una «retraducción activa» (Pym 1998: 82), al haber surgido en contraposición a otras traducciones del mismo texto contemporáneas o cercanas en el tiempo, como las muy recientes de Christian Law Palacín o Andrés Ehrenhaus, ambas publicadas en 2009, pero, sobre todo, a su anterior versión de 1987. El propio traductor ha calificado su nueva versión como «una señal de madurez» (6), frase que podría parafrasearse diciendo que se trata de una muestra inédita de confianza en las posibilidades de la variedad rioplatense. Es verdad que esta traducciónpodría compararse, evidentemente con muchos matices, a la que en 1978, Michel Garneau hizo de Macbeth al quebequés, ampliamente citada en la literatura de los estudios de traducción, con la salvedad de que, en este caso, el recurso a la variedad lingüística local fue uno de los elementos que utilizó el traductor canadiense para «tradaptar» la obra e inscribirla en la agenda nacionalista de este territorio francófono.

NOTAS
(1) Con destacados nombres como Leopoldo Lugones o Baldomero Sanín Cano, además de los traductores de Shakespeare del siglo xix citados más adelante.

(2) En N. Parra, Obras completas. Barcelona: Círculo de lectores, 2011.

(3) Aunque no es una denominación afortunada, la utilizo aquí por ser aquella que, por lo  general, se utiliza para designar a la variedad lingüística española del castellano en Argentina.

(4) Algunos traductores argentinos han expresado abiertamente su oposición a este modo de traducir. Por poner un ejemplo, Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich (2000: 12-13) dicen en el  prólogo a su traducción de The History of Henry the Fourth (part 1): «La voluntad de no presentar un Shakespeare arcaizante, ni banalmente modernizado, ni naturalísticamente coloquial, ni artificioso cuando a menudo es asombrosamente directo, ni absurdamente virado a un lenguaje local rioplatense (…): todas esas exigencias sumadaspodrían paralizar a cualquier traductor.»

(5) Véase, por ejemplo, la reseña de Solo vos sos vos de Dolores Gil aparecida en Ñ. Revista de Cultura el 26/03/12: http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/resenas/William-ShakespeareSolo-vos-sosvos_0_670733112.html.


(6) Ver http://www.ustream.tv/recorded/15421623, minuto 12.

El «desafío» austral (II)

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Segunda entrega del artículo de Juan Jesús Zaro, incluido como Capítulo 4 del libro Traducción, política(s), conflictos: legados y retos para la era del multiculturalismo (Granada: Comares, 2013). de M. C. C. Vidal Claramonte y M. R. Martín Ruano (eds.). Aquí se habla de varias manifestaciones de independencia lingüística por parte de los argentinos, de una supuesta sorpresa por parte de los españoles, del rechazo de los lectores locales a las traducciones peninsulares, de la poca atención que prestan los traductores españoles al castellano de los públicos que van a leerlos fuera de España y  de la variedad del castellano utilizada por los traductores argentinos.

El «desafío» austral: las relaciones entre
las industrias traductoras argentina y española
(II)

 Me referiré ahora a las otras tres noticias, no estrictamente literarias ni relacionadas directamente con la traducción, sucedidas en los últimos meses en Argentina o fuera del país, pero que tienen que ver con él. Para la primera cito a Francisco Javier Elena, que el pasado 14 de octubre de 2011 publicó lo siguiente en el blog El confidencial digital (7):

El pasado mes de noviembre, Cristina Fernández de Kirchner inauguró en Buenos Aires el Museo del Libro y de la Lengua. Es el primer centro de este tipo que se abre en la  América hispanoparlante. Inspirado en el Museo de la Lengua Portuguesa de São Paulo, allí donde el original brasileño adjetiva para que no haya duda, el museo argentino prefiere una vaguedad nada inocente. Y no es inocente por el modo como se ha llevado a cabo el proyecto, por las declaraciones que lo han acompañado y por los propios fondos que se exhiben. Según informó El Mundo, la Real AcademiaEspañola no tenía conocimiento de la creación del museo, no se le consultó nada y, por supuesto, no recibió ninguna invitación para el acto inaugural (…) Cristina Fernández dijo en la inauguración: «Estamos muy contentos de estar inaugurando este nuevo espacio en un país que sufrió mucha agresión cultural de todo tipo». Ahí ya tenemos bastante información implícita. Por si no estuviese clara, la directora del museo, María Pía López, concretó un poco más en el ámbito del idioma: «Hay algo que es necesario discutir todavía: la pretensión durante muchísimo tiempo de que España funcionara como centro rector de la norma estándar de la lengua.»

La segunda noticia, que refleja otro suceso reciente, acaecido el pasado mes de septiembre de 2011, fue la detención de miles de libros de importación (muchos de ellos españoles) en la aduana de Buenos Aires, un hecho que no es nuevo en la historia de las relaciones intelectuales entre España y América Latina (Larraz 2010: 186). Las posibles razones de esta detención se explicaban en una crónica de Javier Lewkowicz publicada en Página 12 (8):

En 2010 se comercializaron en Argentina 75,5 millones de libros. La industria gráfica imprimió en talleres nacionales sólo 16,7 millones, de manera que fueron importados 59,8 millones, casi el 80 por ciento del total. La baja participación de la industria nacional y el desajuste comercial que esa situación provoca hizo que el Gobierno, de forma similar al mecanismo utilizado en otros sectores, frenara, al menos temporalmente, las importa ciones y forzara de ese modo a negociar a los empresarios (…) Para un editor extranjero, es más rentable realizar la impresión en el exterior que encargarla a empresas nacionales, ya que los libros importados están exentos de IVA, mientras que los materiales que utiliza la producción nacional están gravados, lo que impacta de forma negativa sobre la  competitividad local. Las multinacionales españolas y de otros países que operan en el país imprimen en China, Uruguay y Chile.

Y, finalmente, la tercera noticia es una anécdota sucedida a este lado del Atlántico. Cito al conocido traductor argentino afincado en Barcelona Andrés Ehrenhaus y su artículo «Traducir a Messi», reproducido en la página web del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires (18/01/2012), con ocasión de la entrega del «balón de oro» a Lionel Messi en Zurich el pasado mes de enero de 2012.

Messi dijo ante el público: «Xavi, es un honor jugar con vos, vos también te lo merecés». Doblemente sorprendente resultó advertir, en cambio, que no solo los periódicos y medios ranciamente castellanos se dedicaban a traducir del rosarino al español sino que los dos principales referentes mediáticos de Cataluña y, por ende, adscritos sin condiciones al Barça, se abocaban a lo mismo. En la edición correspondiente del Mundo Deportivo, tanto real como virtual, se podía (y todavía se puede, claro) leer en letras de molde esta emotiva frase: «Xavi, es un honor jugar contigo, tú también te lo mereces». También el Sport, el otro periódico deportivo de referencia en Cataluña, tradujo las palabras de Messi; en cualquier caso, la sorpresa doble se debe a que ambos medios —redactados, eso sí, en castellano— parecen, quizás por exigencias del target, algo más sensibles al ninguneo y la prepotencia jerárquicas de la meseta en cuestiones de lengua y, por tanto, más predispuestos, en principio, a aceptar variedades lingüísticas como, por ejemplo, el rosarino messiano.

Estas cuatro breves referencias son muestras, a mi juicio bastante reveladoras, de la actual postura argentina en relación con el castellano, si bien la última demuestra también,con toda claridad, cierta actitud residual española hacia el castellano argentino.

Podrían citarse otras noticias relacionadas, como el cúmulo de críticas y protestas surgidas en Argentina contra la Academiay su pretendido prescriptivismo, que desde los medios del país rioplatense (prensa digital, periódicos, blogs, etc.) se han venido  sucediendo con inusitada crudeza desde hace unos meses, sobre todo a partir de la disputa entre el uruguayo Ricardo Soca desde su página web  el castellano.org  y la RAE (recuérdese que Soca reivindicó el libre acceso a los contenidos de las publicaciones editadas por la Real Academia). Desde los medios oficiales de nuestro país se ha mantenido un discreto, y quizá excesivo, silencio ante estos comentarios, con alguna excepción como la del autor y académico Arturo Pérez Reverte que confirmó en Twitter que «hay una ofensiva de demagogia y política en la Argentina respecto a la RAE y el español» según público Ñ. Revista de Cultura (24/03/2012). Pero también se ha oído alguna que otra voz discrepante con las palabras de Pérez Reverte, como la de la lingüista Silvia Senz, cuyo nombre suele unirse sistemáticamente a las protestas antiacademia de los medios argentinos. Senz (2011) escribe:

(La) concepción genealógica y dinástica de las lenguas es la que convirtió el castellano centro-norteño en la única modalidad geográfica en que se basaría la norma académica durante siglos. En el periodo poscolonial, todas estas creencias contribuyeron a cimentar
la idea de que ‘las hablas criollas americanas eran formas degeneradas de español’ que, desamarradas de España, irían distanciándose del tronco común hasta hacerse  irreconocibles e inútiles como lenguas de cultura, y alimentaron la certeza de que, para evitar taldestino, era necesario someterlas a control, una labor que sólo podía seguir ejerciendo la Real AcademiaEspañola, como depositaria y garante de la lengua genuinamente española: la de Castilla, que, por su antigüedad y pureza, conservaba las esencias del idioma.

Pero volvamos, de nuevo, al ámbito de la traducción. Un paseo por las gigantescas y bien surtidas librerías bonaerenses nos demuestra sin lugar a dudas que la mayor parte de la literatura extranjera que leen los argentinos está traducida en España y recogida en libros bien importados o bien impresos en ediciones específicas para Argentina, más baratas (por ejemplo, la calidad del papel es mucho peor) que las que se pueden adquirir en España. Sin embargo, las airadas reacciones contra la maquinaria prescriptivista de la Academia española recién mencionadas incluyen también críticas hacia estas traducciones e incluso han surgido «blogs» como Iberiado, que podrían evidenciar un menor grado de tolerancia en la actualidad hacia el castellano peninsular como lengua de traducción. Se trata de un curioso blog sobre «españolismos literarios» donde se disecciona el significado, indescifrable para los sudamericanos en general, de palabras españolas actuales como «pijo», «canguro» y de expresiones coloquiales como «de buten», «del copón» o «para más inri», empleadas en traducciones hechas en España. Estas críticas adquieren a veces tintes particularmente agresivos desde páginas tan señaladas como la del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires publicada por Jorge Fondebrider. En un pequeño artículo titulado «Basta de pollas y gilipollas, queremos pijas y pelotudos», (13/01/2012), un lector anónimo escribe:

Los lectores argentinos apreciamos mucho el hecho de que nuevamente se consigan en Argentina libros importados, especialmente porque la mayoría de las editoriales no los vende al mismo precio que en Europa, sino que tienen un precio competitivo con los editados en Argentina. Se trata de políticas de los grandes grupos editoriales que prefieren vender los libros más baratos aquí, antes que perder un mercado importante. Estas complejas políticas editoriales nos favorecen gracias a una peculiar alineación de los astros. Pero la emoción ante la ampliación de la oferta editorial en Argentina, se disipa ante las traducciones españolísimas que pueden llegar a opacar el placer de la lectura. El nuevo libro de Tom Wolfe, Yo soy Charlotte Simmons, es un buen ejemplo. Que un libro que afuera se cobra venticinco euros ($90) pueda conseguirse en Argentina a $39 alegra a cualquiera, pero los coños, las pollas, los gilipollas, los hijoputa frustran la lectura de hasta el más fervoroso lector. En definitiva, lo que no se puede comprender es por qué no se realizan traducciones más neutras si el mercado es tan importante como para venderle a precios preferenciales. De hecho Argentina y México son los mayores compradores de libros fuera de España. No está bueno leer un pasaje erótico de un libro con un diccionario de españolismos en mano para advertir cuáles son las partes del cuerpo aludidas.

En otro artículo reproducido también en la página del Club, «Traducir», (17/01/2012), Diego Fischerman expresaba también sus quejas, pero en este caso con cierta resignación, a propósito de la traducción de la novela de Jonathan Franzen Libertad, publicada en España por Salamandra:

Me parece que no es la mejor novela de todos los tiempos pero sí una muy buena novela. Pero no es a eso a lo que voy sino a sus jóvenes «enrollados», a su música «súper guay» y, por supuesto, a sus «capullos» y «gilipollas» distribuidos de manera pareja a lo largo de más de 600 páginas. A la molestia inicial frente a los modismos españoles para traducir modismos estadounidenses juveniles, sobrevino una pregunta. ¿Habría una  alternativa mejor? Finalmente, los dialectos urbanos de Madrid ya son casi convencionales. Es posible que entienda más el «gilipollas» o el «soplapollas» que algún equivalente  dominicano o del Perú. Preferiría (y en realidad no estoy demasiado seguro) el local «pelotudo» pero entiendo que sería incomprensible o por lo menos violento para la gran mayoría de lectores en español de todo el mundo. Y tampoco sería deseable un neutro y educado español para la traducción de la acalorada puteada de un matrimonio en crisis o de dos amigas al borde del ataque de nervios.

Por otra parte, el prestigioso editor español Manuel Borrás (Pre-textos) respondía así a las preguntas de Jorge Fondebrider en Ñ. Revista de Cultura (13/10/2011):

—Luego, la mayoría de las editoriales españolas no traducen para la lengua, sino para el barrio y nos tiran por la cabeza libros incómodos e incluso ilegibles que ni siquiera tienen corrección de estilo en las filiales latinoamericanas.
—Es cierto. Y es una demostración de soberbia pensar que el único español válido sea el de 40 millones de ibéricos contra el de 360 millones de hispanoamericanos. Además, es ridículo. Mi generación se ha educado leyendo traducciones mexicanas y argentinas.

La afirmación de Borrás puede ser totalmente cierta, pero no puedo dejar de recordar que las traducciones a las que se refiere el editor respondían en gran medida al modelo de castellano que ahora se pone en cuestión. En esta «época de oro» (sobre todo los años finales de la década de los cuarenta y los primeros de la de los cincuenta (9) de la edición en Argentina, donde se llegó a exportar el 70% de la producción (Larraz 2010: 83), participaron tanto traductores argentinos como españoles afincados en Argentina por razones políticas. No olvidemos nombres, entre los españoles, como los de Salvador de Madariaga, Aurora Bernárdez, Guillermo de Torre, Rosa Chacel, Isabel Oyarzábal o el gran Ricardo Baeza. Todos ellos tradujeron libros en Argentina utilizando el castellano «peninsular» sin problema alguno. Y recordemos también a los grandes traductores argentinos coetáneos de los anteriores: José Bianco, Jorge Luis Borges, Estela Canto, Julio Cortázar, Silvina y Victoria Ocampo, Enrique Pezzoni, José Salas Subirat… que también tradujeron siguiendo, básicamente, el castellano «peninsular» con ligeros matices dialectales. Autores como Camus, Durrell, Faulkner, Gide, Hesse, James, Joyce, Kerouac, Mann, Miller, Moravia, Nabokov, Osborne, Proust, Sartre,   Yourcenar, Woolf y muchos otros se leyeron en España y en toda Sudamérica (no olvidemos este hecho, puesto que España no fue el único país receptor de estas traducciones) traducidos y publicados en editoriales argentinas como Argos, Ayacucho, Emecé, Lautaro, Losada, Paidós, Sudamericana, Santiago Rueda o Siglo xx. Eustasio Antonio García (1965: 54) escribía a mediados de los sesenta, final de dicha época:

Hispanoamérica siente la irradiación del libro argentino. Sus autores al llegar así a los claustros de América hacen que la Argentinapase a ser rectora de ese ámbito intelectual.

Sucesos posteriores, lamentablemente, incidirán negativamente para que ese puesto no pueda mantenerse.

Como apunta Patricia Willson (2004: 257), estos traductores de los años cuarenta y cincuenta, argentinos y españoles, configuran sus propias estrategias de traducción: el anclaje en un español fluido y correcto —suavemente marcado, en caso de los argentinos, por la variedad diatópica argentina—, un nuevo tratamiento de la onomástica, una mayor presencia del cronotopo, el recurso a la nota al pie, etcétera. Tienen en mente a un lector capaz de aceptar la extranjeridad del texto y disponen de un mejor conocimiento de la lengua fuente. Como resultado, sus traducciones gozan hoy en día de plena legibilidad.

Pero hay un dato conocido que debo reseñar y que tuvo lugar después, con motivo de la primera «apertura» política de la Españafranquista en torno al final de la década de los sesenta. Un dato que se asemeja mucho a las protestas de los actuales lectores argentinos por la supuesta «ilegibilidad» de las traducciones procedentes de España, pero esta vez situado a este lado del Atlántico. Muchas de las traducciones argentinas de la época de oro, publicadas aquí luego por editoriales españolas, fueron objeto de revisión, de conversión a un estricto castellano «peninsular», un proceso que llegó en ciertos casos a un extremo ridículo. Se trata de un asunto poco investigado que merecería ciertamente más atención por parte de los estudiosos de nuestro ámbito. Pongo por caso la revisión efectuada a la traducción de Victoria Ocampo de la obra de Camús Los poseídos, publicada en Buenos Aires por Losada en 1960 y en España por Alianza Editorial en Madrid en 1983 con el título Los posesos. En la traducción revisada, además del cambio en el título, se llegó al extremo de introducir modificaciones como la de sustituir «señoras y señores» (p. 11) por «señoras y caballeros» (p. 11), «sala lujosa» (p. 10) por «salón lujoso» (p. 9) o «la gran sala» (p. 10) por «el gran salón» (p. 9). Sin embargo, otras traducciones de Ocampo publicadas en España, como  El troquel  10, traducción la de la novela de T. E. Lawrence The Mint, que describe la instrucción militar de los aviadores de la RAF en un cuartel inglés y contiene términos militares y de argot cuartelero, a veces soez, no fue revisada en absoluto. El porqué se encuentra en la nota que Ocampo sitúa al comienzo de su traducción:

Las dificultades de traducción deThe Mint parecían a primera vista casi insolubles. Han sido parcialmente vencidas gracias a la buena voluntad y a la ayuda preciosa de  antiguos miembros de la RAF y de otras personas familiarizadas con el argot de la aviación inglesa (…) Pero el argot argentino (si echábamos mano de él) corría el riesgo de no ser comprendido en México, o en España, o en Perú, etcétera. Ni siquiera se trataba, pues, de adoptar otro argot para salir del paso, ya que el remedio hubiera sido ineficaz. Nos hemos visto en la necesidad de adoptar términos más o menos comprensibles para todos los países de lengua española, lo que, naturalmente, quita fuerza y color local al texto.

Algunos traductores argentinos que hoy trabajan, o han trabajado, en España (la nómina es muy extensa: Andrés Ehrenhaus, Mario Merlino, Marcelo Cohen, Silvia Komet, Celia Filipetto…) se han quejado también del esfuerzo de «españolización» que tuvieron que desarrollar para poder ejercer su labor aquí.

Lo cierto es que, en general, las traducciones hechas en España han contemplado poco, o no han contemplado en absoluto, el ámbito geográfico de circulación del texto traducido. La cuestión es si ello responde a un etnocentrismo subliminal pero, o quizás por eso, escasamente dialogante, ejercido siempre desde España, o si es más bien un síntoma, insisto, poco concienciado, de un etnocentrismo vivo y real, heredado de otras épocas, que las airadas reacciones del otro lado del Atlántico han puesto ahora de manifiesto. Recuerdo en estos momentos los comentarios que me hicieron en Buenos Aires amigos argentinos sobre la traducción que Federico Corriente hizo de la novela Trainspottingde Irvine Welsh en 1996. Los fragmentos en los que Corriente recurría ingeniosamente al argot «cheli» de la época para traducir los diálogos de la juventud urbana de Edimburgo resultaban ininteligibles y, por tanto, carentes del efecto que el traductor había intentado causar, con mayor o menor éxito, en el público lector español del momento.

Desde el lado argentino, se perfilan dos tipos de traducción, siguiendo a Patricia Willson (2004: 187). Una sería la traducción «identitaria», empeñada en establecer sin equívoco el lugar específico de enunciación (…) Este tipo de traducción apunta menos a incorporar la otredad del texto fuente respecto de la cultura receptora que a afirmar las propias peculiaridades respecto de otras zonas de la comunidad hablante de pertenencia, por ejemplo, la ex metrópolis.

Un buen ejemplo de esta traducción sería la de los Sonetos de Shakespeare efectuada por Montezanti. La otra (Willson 2004: 187) es crear una lengua de traducción, una lengua cuidada y neutra que obedece a un imaginario del decoro en la expresión, según el cual las diferencias locales son un obstáculo para la eficacia en la transmisión de sentido, y la modalidad apropiada es el uso de una «lingua franca» que las excluya. Es decir, traducciones más «ecuménicas», como El troquel de Victoria Ocampo, que acaba de mencionarse. Creo que la teoría de la traducción no tiene respuestas inmediatas a este dilema, pero lo que parece cada vez más necesario es un debate a fondo sobre esta cuestión en la que participen todos los agentes implicados, incluyendo, por supuesto, a los españoles, hasta ahora, como ya se ha dicho, un tanto refractarios a tratar este asunto. Si se desecha, por impracticable, la idea del «castellano neutro» o incluso la fórmula «híbrida» de «Shakespeare por escritores», habría que preguntarse si el público lector español actual aceptaría leer las traducciones «rioplatenses» hechas en Argentina del mismo modo que los argentinos leen las que se hacen aquí. Es cierto que, cada vez más, españoles y argentinos leemos novelas, y vemos obras teatrales, películas y series de uno y otro país (cabe resaltar que en el campo del cine se ha logrado una ejemplar colaboración entre las dos industrias cinematográficas), pero la traducción es, probablemente, otra cosa: quizá el último bastión de una activa intransigencia lingüística a ambos lados del Atlántico. Es conocido que, por su propia naturaleza, la traducción literaria o audiovisual, al ser una actividad «ancilar», no binaria y susceptible de repetición, parece estar sujeta al envejecimiento y a la  intolerancia, a diferencia de la escritura de creación.

Con todo, la variedad del castellano que utilizarían los traductores argentinos no estaría tan alejada de la lengua de traducción utilizada en España. Es verdad que sería mucho más proclive y favorable a la contaminación de otras lenguas, y por tanto incluiría calcos («aplicar» por «solicitar», «casual» por «informal») y préstamos («week-end» por fin de semana, «placard» por «armario empotrado», «mouse» por «ratón») no  aceptados, por lo general, en España; que podría contener palabras no conocidas aquí, correspondientes, en su mayoría, precisamente a los ámbitos donde se encuentran las palabras «castizas» que los argentinos no entienden de las procedentes de nuestro país: jergas, por ejemplo juveniles, fuertemente marcadas, y términos de carácter emotivo, afectivo, sexual; que podría reflejar un empleo ligeramente distinto de los tiempos verbales, sobre todo en el discurso hablado, que tiende a reducir tanto el subjuntivo como las formas compuestas; y, finalmente, que adoptaría ciertos usos ortotipográficos distintos a la norma «peninsular»: cursivas de énfasis, gentilicios en mayúsculas, topónimos no naturalizados, etc., utilizados en Argentina, sobre todo, en el lenguaje periodístico.

Lo que sí parece claro es que ciertos integrantes del campo traductor argentino —básicamente, críticos, editores y, por supuesto, traductores (no olvidemos que en las universidades argentinas hay 16 grados y 4 posgrados en «Traductorado»)— parecen deseosos de detener la inercia que domina el contacto entre las dos «tradiciones»  traductoras desde hace más de tres décadas, «desafiando» el predominio total del  modelo español, que siguieron en su momento, en mayor o menor grado, todos los grandes traductores argentinos como Victoria Ocampo o Jorge Luis Borges —por cierto, todos utilizaron «tú» y alguno de ellos incluso utilizó «vosotros»; el propio Borges sólo utilizó «vos» en la traducción que hizo de la última página del Ulisesde Joyce en 1925 (Waisman 2005:188)—, y que continúan en la actualidad otros traductores de este país. La aspiración legítima de los traductores argentinos, que ahora mismo trabajan en una precariedad mucho mayor que los españoles, sería traducir desde Argentina en pie de igualdad con éstos y ver distribuidas sus traducciones por todo el ámbito hispanohablante.

NOTAS:


(9) Según José Luis de Diego (2004), Argentina proveyó en algún momento el 80% de los  libros que importaba España.

(10) Madrid: Alianza Editorial, 1975.

El «desafío» austral (III)

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Tercera y última entrega del artículo de Juan Jesús Zaro, incluido como Capítulo 4 del libro Traducción, política(s), conflictos: legados y retos para la era del multiculturalismo (Granada: Comares, 2013). de M. C. C. Vidal Claramonte y M. R. Martín Ruano (eds.). En esta parte se habla del comienzo de una nueva etapa y de un posible déficit de credibilidad de la marca España, también del desinterés español por el estudio de la historia de la traducción hispanoamericana y, en particular, argentina. Finalmente, y no podía ser de otra manera, surge el tema económico y sus alternativas.

El «desafío» austral: las relaciones entre
las industrias traductoras argentina y española
(III)

Hasta el momento, la industria traductora española, y con ella sus traductores, detentan la exclusividad de traducción de las obras de ficción, sobre todo de la más reciente y, por ende, actúan como «consagradores» de escritores y obras extranjeras en todo el universo hispanohablante, la misma labor que desempeñó la industria argentina cuando Buenos Aires fue el centro de la la traducción literaria al español (Larraz 2010: 86).

Si nos encontramos, por tanto, en los albores de una nueva etapa, convendría analizar cuáles son sus causas. Por un lado, el reciente cuestionamiento de las traducciones procedentes de nuestro país sería una señal más del cacareado «déficit de credibilidad» de la marca España, en este caso de una de sus industrias más exportables.

En otras palabras, del progresivo debilitamiento de España como referente cultural o, si se prefiere, del deseo de los argentinos de reconstituir la relación con nuestro país en términos de igualdad. Pero también podría leerse como una reacción más del nacionalismo cultural tan tradicional en Argentina desde los tiempos de Sarmiento y Gutiérrez y todavía tan presente en la sociedad actual, deseosa de reafirmar su condición de país emergente y de prestigiar en todo lo posible la variedad lingüística rioplatense para convertirla en lengua de cultura, a la misma altura que el «castellano peninsular», que, de momento, sigue siendo el modelo «culto» para el resto de países de la Américahispana, y que no ha sido, de momento, desbancado. Y cito aquí las palabras de Bourdieu (1985), quien señaló que la legitimación de la lengua estándar no sería posible sin la aquiescencia de la población a que se dirige la planificación, cuya complicidad es imprescindible para perpetuar las relaciones de poder.

No se trata tampoco de nada nuevo en la historia cultural de Argentina. El poeta Juan María Gutiérrez, citado por Catelli y Gargatagli (1998:365), decía en 1837 en Buenos Aires:

Nula, pues, la ciencia y la literatura española, debemos nosotros divorciarnos  completamente con ellas, emanciparnos a este respecto de las tradiciones peninsulares, como supimos hacerlo en política, cuando nos proclamamos libres. Quedamos aún ligados por el vínculo fuerte y estrecho del idioma; pero éste debe aflojarse de día en día, a medida que vayamos entrando en el movimiento intelectual de los pueblos adelantados de la Europa. Para esto es necesario que nos familiaricemos con los idiomas extranjeros, y  hagamos constante estudio de aclimatar al nuestro cuanto en aquéllos se produzca de bueno, interesante y bello.

Y Borges, citado por Waisman (2005:23), señalaba más o menos un siglo más tarde: «La historia argentina puede definirse sin equivocación como un querer apartarse de España, como un voluntario distanciamiento de España».

Esta es una diferencia notable con el nacionalismo quebequés, que reivindica, aún con grandes matices, el papel de la metrópoli y hasta su intervención política frente al Canadá anglófono. Podría decirse, como señaló en su momento Annie Brisset con respecto a la postura más ortodoxa del nacionalismo de Québec, que esta actitud refuerza el aislacionismo y la falta de curiosidad hacia todo tipo de alteridad. Sin embargo, desafortunadamente, este es también, en el fondo, el mismo tipo de comportamiento que se puede achacar a las decisiones editoriales tomadas en España desde hace mucho tiempo, que han pasado por alto, o no han hecho prácticamente nada, por oír las necesidades del público lector del otro lado del mar. Es también sintomático, a este respecto, comprobar los escasísimos estudios e investigaciones académicas desde España sobre la historia de la traducción en Hispanoamérica, las traducciones hispanoamericanas y argentinas, en particular, y sus relaciones entre sí y con nuestro país, desde una perspectiva sociológica. Este «desafío», o expresión de resistencia, como hemos dicho, es un fenómeno singular, que de momento se circunscribe a Argentina, pero que podría extenderse a otros países hispanoamericanos decisivos, como México o Colombia.

Por otro lado, desde un punto de vista comercial, Argentina constituye un mercado importantísimo para la industria traductora de España, un aspecto de la política cultural y editorial española al que pocas veces se alude (11). El bloqueo de libros de importación que se ha mencionado antes está claramente relacionado con este asunto. Según una nota aparecida en la página del Club de traductores literarios de Buenos Aires (edición del domingo 2 de octubre de 2011) las ventas de libros traducidos en España en Argentina hasta el mes de agosto de dicho año ascendían a 32 millones de euros. Hay también, por tanto, en la postura nacionalista recién descrita, una motivación económica indudable. La industria editorial argentina quiere renacer, y con ella la traducción y los traductores, y rescatar a su propio público lector, sometido, según las opiniones más radicales, como hemos visto, a un proceso intolerable de «colonización» lingüística inapropiado para la época que vivimos. Ya se han oído voces en los blogs y páginas web citados que abogan por la compra de derechos de traducción de obras extranjeras, sobre todo de obras de ficción, por parte de las editoriales argentinas; algo que sólo podrán hacer si sus presupuestos, y las editoriales españolas, siempre que mantengan su actual potencia económica, se lo permitan. Esto tampoco es una novedad: en el primer congreso de editores de América Latina, España y Portugal, celebrado en Buenos Aires en 1947 (Larraz 2010: 171), se propuso que los derechos de traducción y autoría resultasen indivisibles para todos los países de habla española, lo que, en aquellos momentos, hubiera favorecido especialmente a la industria argentina.

El otro asunto por resolver sería el carácter de las traducciones hechas en Argentina. La primera modalidad de traducción descrita por Willson (traducir a la variedad  rioplatense) no parecería una solución totalmente satisfactoria y, de hecho, hoy en día es practicada de forma minoritaria (Fólica y Villalba 2011: 260). Su ámbito estaría naturalmente limitado a Argentina y a Uruguay, un territorio demasiado estrecho que, además, aislaríaal país del Río de la Platadel resto de Sudamérica. La alternativa, traducir a un castellano «cuidado y neutro», al estilo de las traducciones de los cuarenta y cincuenta, que es, en realidad, lo que las editoriales argentinas llevan intentando hacer desde hace muchos años (12), obtendría, con toda seguridad, una mayor proyección. A diferencia de España, donde, al menos en la traducción de novelas, no se cuestiona en la práctica el uso de la variedad nacional, los traductores argentinos se mueven desde hace tiempo, sobre todo en géneros como el ensayo, en un terreno «desterritorializado» impulsado desde las editoriales con el objetivo de ampliar sus cuotas de mercado, especialmente en Sudamérica.

En todo caso, la posibilidad de que se imponga el criterio de fluidez (Venuti 1995) sobre todos los demás y se terminen haciendo dos versiones de la obra traducida, una para España, en castellano «peninsular», y otra para Latinoamérica, en castellano «neutro», no parece desearla nadie. Pero, para evitarla, editoriales y públicos de ambos lados del Atlántico tendrían que ser en el futuro menos refractarios a las traducciones procedentes del otro lado del mar, y también a proyectos «híbridos» al estilo del de «Shakespeare por escritores» (13). Quizá, también, habría que replantear la idea de un espacio comercial único para el libro en lengua española que incluyese los derechos de traducción y la  distribución de obras traducidas. En todo caso, sea lo que depare este futuro, lo cierto es que España y su industria traductora no pueden continuar en su ensimismamiento con respecto a este y otros fenómenos contemporáneos. El «desafío» planteado desde Argentina, aunque pueda parecer más ruido que nueces, requiere una respuesta, y ésta no puede ser ni el silencio ni el desdén, enseguida interpretados desde allí, sin mucho fundamento, como arrogancia, imperialismo, más económico que cultural, o un anticuado afán colonizador.

Como señalaba Nora Catelli (2012) en la reseña del libro Otras Asiasde Spivak, en el colapso de su imperio, en los inicios del siglo xix, España conservaba el poder, pero no la autoridad, a diferencia de Francia y Gran Bretaña en el ocaso de sus respectivos imperios coloniales. No la recuperó, y a pesar de los arrestos, un poco patéticos, del panhispanismo actual, ya no puede recuperarla, ni tiene por qué. Argentina, cuyo «campo» literario, en términos de Bourdieu, ha sido siempre relevante en relación con el de otras literaturas nacionales sudamericanas y está dotado de una fuerte idiosincrasia propia, estaría buscando legítimamente una mayor autonomía y simetría con respecto al español, hasta ahora excesivamente determinante en el subcampos específico de la traducción. Si, hasta ahora, España ha detentado en este espacio una posición predominante, sin competencia, al menos en cuanto a los números se refiere, aspectos como la debilidad económica que parece estarse instalando en nuestro país, el incuestionable carácter «transnacional» del castellano, el ya mencionado «déficit de credibilidad» de la «marca» España, los nuevos formatos de edición electrónica, que rompen con los canales de distribución tradicionales, y la presunta falta de sensibilidad o empatía de los editores y traductores de nuestro país hacia el público no español, son elementos que habrá que examinar y sopesar a la hora de rediseñar el futuro de la industria traductora de España.


NOTAS:
(11) Sin embargo, Argentina, que recibe el 6,2% del total de libros exportados desde España, no es el primer receptor de libros españoles, sino el quinto, tras Francia (que recibe el 25,5%), Portugal (el 10,00%), México (el 12,1%) y Reino Unido (el 8,4%). Los libros importados de Argentina a España constituyen sólo el 0,5 del total, aunque debe tenerse en cuenta que muchos títulos traducidos en España se imprimen en Argentina o en países cercanos, por lo que no constan en España como exportaciones. Son datos de 2010 del Anuario de Estadísticas Culturales publicado  on line  por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España.

(12) Véase el trabajo de Laura Fólica y Gabriela Villalba, «Español rioplatense y  representaciones sobre la traducción en la globalización editorial», citado en la bibliografía.

(13) Iniciativas como la impresión en España de obras de ficción clásicas traducidas y  editadas en Argentina contribuirían a ello. Un ejemplo reciente es la edición española del Retrato del artista adolescente de James Joyce traducido por Pablo Ingberg y publicado por Losada en enero de 2012.

BIBLIOGRAFÍA
Bourdieu, Pierre. (1985) ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Madrid: Akal.

Castro, Américo. (1971) Iberoamérica, su historiy su cultura (cuarta edición). NuevaYork: Holt, Rinehart and Winston.

Catelli, Nora. (2012) «Es el imperio, estúpido/a». Reseña a Otras Asias de Gayatri Chakravorty Spivak. Babelia. Suplemento cultural de El país. 17-03-2012, p.15.

Catelli, Nora y Marietta Gargatagli. (1998) El tabaco que fumaba Plinio. Barcelona: Ediciones del Serbal.

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 Última consulta: 11-03-2012.

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Waisman, Sergio. (2005) Borges y la traducción. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, editora.


Willson, Patricia. (2004) La constelación del sur. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

En respuesta al artículo del profesor Zaro

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El artítulo del profesor Juan Jesúz Zaro, publicado consecutivamente en tres partes durante el 31 de julio y el 1 y 2 de agosto pasados, ha motivado en el Administrador de este blog las siguientes críticas y reflexiones.

¿Desafío? ¿Qué desafío? 

En la entrada correspondiente al 19 de julio pasado, apelando a una cita de una autora que reflexionaba sobre las traducciones de Camus al castellano, Marietta Gargatagli recordaba una serie de circunstancias cuyas consecuencias resultarían fundamentales a la hora de considerar el estado de la edición en Latinoamérica y España, y las consecuencias que éstas iban a tener sobre la traducción de obras al castellano: “En los Congresos de Editores de la América Española (sic) y de España, celebrados en Santiago de Chile en 1946 y en Buenos Aires en 1947, se acuerda considerar todo el ámbito del idioma español como un solo país en lo referente a las áreas idiomáticas, por lo que los contratos de traducción se hacen para toda el área lingüística.”

A continuación, Gargatagli observaba que “Invirtiendo el orden del párrafo, aunque como se verá no el orden de los argumentos, resulta curioso que los congresos de editores a los que se refiere el texto  sean los descriptos por Daniel Cosío Villegas, el fundador del Fondo de Cultura Económica, en ‘España contra América en la industria editorial’ (1949). El primero de ellos, el de Chile, fue una reunión de editores latinoamericanos que debía tratar, entre otros asuntos, los varios millones de dólares (de la época) que España adeudaba a las editoriales de América y las trabas administrativas y, sobre todo, la censura que imponía el fascismo desde 1938, antes incluso del fin de la guerra. Según Cosío: ‘El gobierno y los editores españoles no debían tener por entonces su conciencia muy tranquila, pues sin haber sido invitados a la Reunión de Chile ni habérseles notificada siquiera que se celebraría, en Santiago se encontraban por ‘casualidad’ tres importantes editores españoles y el secretario general del Instituto Nacional del Libro Español, es decir, un funcionario oficial del gobierno de España. Fueron invitados a asistir a una reunión privada con sus colegas hispanoamericanos, y aun cuando los españoles tenían derecho a suponer que éstos debían ser particularmente candorosos, puesto que habían tolerado durante siete años una situación lesiva a sus intereses y de una notoria injusticia sin decir una palabra, pronto se convencieron que pisaban un terreno deleznable, sobre todo cuando vieron reír sanamente a los hispanoamericanos ante todos los esfuerzos de los españoles para argumentar que en cuanto ocurría no había ni mala fe, ni culpa ni responsabilidad alguna que colgar a nadie como no fuera ‘la maldita suerte de cada quien’. Por eso, los españoles llegaron a admitir de mala gana que no podía ya diferirse una solución a la falta de pago de los libros hispanoamericanos.”

“En la reunión del año siguiente –prosigue Gargatagli–, en Buenos Aires, a la que los representantes españoles sí fueron invitados, se trató el tema de la deuda y sólo se obtuvo la promesa de un pago diferido dos años. Como el fundador del FCE observó, nadie desconocía que España tenía dificultades con la transferencia de divisas; sin embargo, tampoco nadie desconocía que no faltaban divisas para pagar derechos de traducción de autores extranjeros, comprar papel (17 millones de dólares) o satisfacer los contratos con los escritores nacionales. En resumen, para mantener una industria editorial que deslocalizada en parte —en Argentina se instalaron Espasa-Calpe, Juventud, Gili, Aguilar, Labor, Sopena— no estuvo ni un solo día inactiva pese al conflicto bélico; más aún, siguió vendiendo libros al 100 % del mundo castellano hablante mientras los editores latinoamericanos tenían que conformarse con el 60 % de ese espacio lingüístico porque no podían vender a España y cuando lo hacían no lograban cobrar. El compromiso firmado en Buenos Aires en 1947 no fue cumplido jamás”.

Dicho lo cual, podría afirmarse que sólo siendo muy deshonesto sería posible argumentar que las reglas del juego, hablando aquí desde una perspectiva estrictamente comercial, fueron desde siempre las mismas a uno y otro lado del Atlántico en el campo de la traducción literaria. Si uno continúa leyendo el muy fundamentado artículo de Marietta Gargatagli hasta el final, comprobará que España siempre jugó con las cartas marcadas. Por ello, resulta asombrosa, y hasta cierto punto hipócrita, la presunta sorpresa de los españoles a la hora de reflexionar sobre las relaciones traumáticas entre España y la Argentinaen materia de traducción.

Sin embargo, que se pongan a hacerlo tiene algún mérito que sería justo reconocer. De ahí, entonces esta respuesta al artículo del profesor Juan Jesús Zaro, incluido como Capítulo 4 en Traducción, política(s), conflictos: legados y retos para la era del multiculturalismo (Granada: Comares, 2013). de M. C. C. Vidal Claramonte y M. R. Martín Ruano (eds.). 

II

El artículo del profesor Zaro, colgado en el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, a lo largo de tres días consecutivos de la semana pasada, tal vez debiera leerse como uno de los primeros esfuerzos peninsulares por tratar de entender la asimetría de las relaciones entre lo que él llama “las industrias traductoras argentina y española”.

Lamentablemente, sus reflexiones carecen de un eje claro y parecen, más bien, un amontonamiento inorgánico de datos, opiniones ajenas y juicios de valor veladamente encubiertos que, al intentar abarcar muchos campos, terminan presentando numerosos flancos débiles de diversa índole. Trataré de detallar algunos.

En uno de los primeros párrafos de la primera parte, el profesor Zaro sostiene que, a diferencia de lo que ocurre entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, Portugal y Brasil, o Francia y Quebec, la “lengua de traducción ha sido puesta en cuestión, con mayores o menores matices, en el otro país receptor, esto es, la argentina en España y la española en Argentina”. La afirmación de la excepcionalidad española-argentina, que él apoya en su experiencia, es sólo parcialmente cierta. Vale decir, experiencias personales hay muchas y no todas coinciden con las del profesor Zaro. De hecho, en forma sistemática –y puede leerse en muchas entradas de este blog–, los traductores británicos se quejan amargamente de la manera en que los editores estadounidenses corrigen y deforman sus traducciones cuando se publican en los Estados Unidos. Más amargas todavía son las quejas de los traductores de Quebec, quienes, además, reclaman contra la hegemonía de los franceses a la hora de comprar derechos de traducción, impidiéndoles así acceder a la realización de traducciones en la propia versión del francés candiense, que no es el de Francia. Los argumentos parecen calcados de lo que ocurre en el caso de los argentinos que traducen para España y de los problemas con los que se encuentran los editores argentinos a la hora de competir con sus pares españoles. Entonces, las experiencias dependen del lado del mundo en el que uno se encuentre y del dinero que se tenga. 

En segundo lugar, como bien declarara en más de una ocasión el traductor español Miguel Sanz, durante décadas el castellano de España y las distintas realizaciones latinoamericanas de la lengua se comprendieron sin mayores problemas a ambas márgenes del Atlántico. El problema empezó más recientemente, cuando dejó de haber una idea culta del castellano y cuando, sobre todo en España, los traductores, acaso alentados por editores venidos del la administración de empresas y el marketing, empezaron a traducir como se hablaba en sus barrios sin considerar que esos libros viajarían muy lejos del lugar donde habían sido publicados. Tal circunstancia –de la que, por cierto, se quejan los mismos españoles que viven fuera de Madrid o Barcelona– fue leída desde aquí como una pretensión imperial, aunque el tiempo permite mitigar esa suposición, llevándonos a considerar que se trata solamente de ignorancia, estupidez y soberbia, todas cualidades propias de los nuevos ricos.

III

Entre los argumentos de los que va a servirse el profesor Zaro para juzgar la situación de estas conflictivas relaciones, destaca la noticia de la novedosa circulación en España de versiones de Shakespeare traducidas en Latinoamérica. Digamos que, para nosotros, nunca fue una novedad leer a Shakespeare traducido en España, lo cual ya estaría marcando una gran diferencia. De hecho, hemos tolerado largamente los muchos despropósitos de Moratín y de Astrana Marín, quienes nos han ofrecido un palídisimo reflejo de lo que es Shakespeare.

Ahora bien, el dato que nos brinda el profesor Zaro, que se pretende objetivo, viene teñido por su propia evaluación de la calidad de las traducciones. Así, lamentándose por la falta de circulación en la Penínsulade la colección “Shakespeare por escritores”, dirigida por Marcelo Cohen, se permite señalar que hay allí versiones “tan meritorias e interesantes como Hamlet del español exiliado en México Tomás Segovia, Macbeth del chileno Armando Roa, Cimbelino del argentino César Aira o la selección de Sonetos traducidos por el colombiano William Ospina, al lado de otras, a mi juicio menos conseguidas”. Esas versiones “menos conseguidas” –comentario acaso impertinente en el marco de su exposición– son las firmadas por la uruguaya Circe Maia, el mexicano Pedro Serrano, los argentinos Andrés Ehrenhaus, Daniel Samoilovich, Mirta Rosenberg, Arturo Carrera, Martín Caparrós, etc., para no mencionar al propio Cohen. La pregunta es, en primer lugar, si efectivamente las leyó. Luego, ¿cuál era la necesidad de abrir un juicio cuando, en el contexto de la nota, éste no era necesario? ¿O se trataba de abrirlo para justificar la ausencia de circulación de la colección en cuestión? En todo caso, si esas versiones le parecieron deficientes, hubiera hecho falta una explicación más pormenorizada. Sin embargo, si la hubiera incluido, se habría hecho evidente la falta de equilibrio del artículo en cuestión que, insisto, trata de demasiadas cosas sin la debida profundidad, avanzando de ese modo a los bandazos.

Para concluir con este tópico, si bien Miguel Ángel Montezanti publicó una versión completa de los Sonetos de Shakespeare previa a su experimento de traducción al rioplatense, sólo este último merece atención por apartarse de una supuesta “norma” castellana. Otro tanto ocurre con la versión del crítico y poeta Rafael Squirru. Vale decir, una traducción argentina se vuelve visible para el lector español cuando, por tratarse de su adaptación para la escena local o por presentar irregularidades respecto de lo que se supone debe ser “el” castellano. Acaso por ello, a la hora de historiar traducciones argentinas de Shakespeare, la lista que ofrece el profesor Zaro resulte un tanto mermada. Faltan, entre otras, las versiones de Bartolomé Mitre, Guillermo Whitelow, Manuel Mujica Láinez, Alfredo Martínez Howard, Javier Adúriz, Carlos Gamerro, Alejandro Beckes, etc. Y si se arguyera acá que la idea no era trazar una historia de la traducción de Shakespeare en la Argentina, podría retrucarse que entonces no se entiende por qué tanto detalle en las menciones de las ediciones de Colihue y Losada, con enumeración de traductores incluida. ¿Será acaso porque son ésas las que conoce el profesor Zaro? Si no es así, haría falta una explicación de otro orden.

IV

Para abonar sus argumentos, el profesor Zaro da cuenta de tres noticias no literari referidas al campo de la traducción que, en su momento, causaron un cierto revuelo en España.

La primera se refiere a la apertura, en Buenos Aires, del Museo de la Lengua, institución dependiente de la Biblioteca Nacional de la Argentina, sobre el cual, se señala, no tuvo noticia la Real Academia Española. Este blog se ocupó largamente de la cuestión, señalando la impertinencia de los comentarios vertidos por los medios peninsulares sobre un acto del todo soberano de un país independiente. La Real Academia, muchas de cuyas decisiones ni siquiera son colegiadas con las academias americanas, nada tiene que hacer aquí. Tampoco la Embajada de España. Ni el Real de Madrid, el Barcelona –con o sin Messi–, Joselito o los Parchís.

La segunda tiene que ver con las trabas aduaneras impuestas a la producción editorial española. Más allá de todas las voces que se alzaron invocando una libertad de expresión detrás de la cual habría apenas preocupaciones de naturaleza económica, lo cierto es que la falta de reciprocidad entre el volumen de libros que Argentina importa desde España respecto del volumen de libros que España importa desde la Argentina resulta llamativa. Basta visitar cualquier librería española y cualquier librería argentina para percibir palmariamente ese desequilibrio. Y lo peor es que, en muchos casos, los libros que vemos en las librerías locales son el excedente de lo no vendido en España, artilugio que las filiales argentinas llevan a cabo para así ayudar a disimular el déficit de ventas de las casas matrices. A éstas, de este modo, los números terminan cerrándoles y la basura se esconde debajo de esa alfombra que para muchos ejecutivos españoles era, hasta el comienzo de la crisis española, Latinoamérica. Y el verbo va en pasado porque, crisis mediante y con la progresiva quiebra de muchas editoriales peninsulares, Latinoamérica vuelve a ser un mercado importante. Que la Argentina haya puesto trabas a esa estrategia espuria plantea un precedente inquietante para los amigos españoles. Tal vez si México, Colombia y Chile siguieran ese ejemplo a más de uno se le bajarían los humos y se cuidaría mucho más de invocar razones morales y pseudo filosóficas donde lo único que en verdad cuenta es el bolsillo.

El tercer ejemplo se basa en un artículo publicado en este blog por Andrés Ehrenhaus sobre cómo los medios españoles “tradujeron” al castellano lo que Messi dijo en su variante rosarina. Es evidente que se trata de una falta de respeto, y quien lo señala es un argentino residente en España desde hace más de treinta y cinco años. Habría sido bueno que algún español se hubiese manifestado al respecto. 

El profesor Zaro sigue con sus ejemplos referidos a los cuestionamientos que desde la Argentina se le han hecho a la gangsteril hegemonía española sobre la lengua y se refiere sumariamente a la polémica planteada entre el uruguayo Ricardo Soca y la Real Academia, vía un abogado de Planeta devenido en matón. También al número especial de la revista Ñ, producido y editado por el administrador de este blog, donde un medio de circulación masiva se preguntó con todas las letras de quién es el castellano. Luego, a las frecuentes y criteriosas intervenciones de Silvia Senz Bueno, co-autora de El dardo en la Academia, un brillante trabajo sobre esa institución española y sus muchas utilizaciones políticas de la lengua y malversaciones a través del tiempo. Asimismo, a los dichos del editor español Manuel Borrás, quien tuvo la valentía de admitir lo que la mayoría de sus colegas niega, lo cual el profesor Zaro parece reprocharle.

No es todo. El profesor Zaro dedica, asimismo, un párrafo especial para este blog y su administrador: “Estas críticas adquieren a veces tintes particularmente agresivos desde páginas tan señaladas como la del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires publicada por Jorge Fondebrider”. Y es cierto, esta página “tan señalada” ha sido en más de una oportunidad agresiva, pero no contra España, sino contra la estupidez en general, de la que no están exentos muchos argentinos, chilenos, mexicanos, ingleses, franceses, rusos, chinos, congoleños y también españoles. Sin embargo no son ni los argentinos, ni los chilenos, ni los mexicanos, ni los ingleses, ni los franceses, rusos, chinos o congoleños quienes se arrogan el derecho de querer legislar sobre nuestra lengua, como si eso fuera posible. Fuerza es admitir que esas bravatas no vienen de Latinoamérica, sino de España. Y dado el número de estupideces que nos llegan de la Real Academia, de la Fundeu, del Banco Santander, de Telefónica, del diario El País, Arturo Pérez Reverte, el PP, Rajoy, ese rey que visita amantes en motocicleta y caza elefantes o el yerno real que pone cara de yo-no-fui, no queda otro remedio que confesar que esa versión de España resulta irritante. Y se convierte en blanco de nuestro mal humor porque interfiere a diario en aspectos insospechados de nuestras vidas. Esa versión de España es el país de los pelandrunes con ínfulas, de los vivillos que pretenden sacar alguna tajada económica de nuestra propia corrupción, de los zoquetes diplomados que sólo ven la paja en el ojo ajeno.

Sin embargo, quisiera dejar en claro que la presunta agresividad de la que se acusa a este blog, no está dirigida a la otra España; vale decir a aquélla que es apenas uno más de los tantos países que hablan el castellano, que ha sabido mantener un diálogo de igual a igual con nosotros y que es la patria de Miguel Sanz, Manuel Borrás, Silvia Senz Bueno, Yolanda Morató, Elena Medel, Juan Gabriel López Guix, Juan Bonilla, Olivia de Miguel, Javier Marías, José María Álvarez, Érika García,  Ricardo Ramón, Eduardo Mendoza, Lidia Blanco, Luis Felipe Alegre y tantísima otra gente inteligente, honesta y generosa.

Y vuelvo al principio: me parece muy bien que desde España se empiece a reflexionar sobre estas cuestiones. Era hora. No importa que ello ocurra cuando, como durante la dictadura franquista, cuando los recibíamos y les matábamos el hambre, ese país parezca hoy volver a necesitar de nosotros para sobrevivir.

Luego, sería igualmente deseable y justo que ese mismo empeño en reflexionar sobre nosotros lo pusieran en tratar de justificar y disculparse por las muchas injusticias pergeñadas por la industria editorial española en Latinoamérica, que van desde la desleal práctica del dumping a las políticas mafiosas de traducción, pasando por otras lindezas similares.

Acaso el trabajo del profesor Zaro, con todos sus defectos, sea una buena oportunidad para la discusión y para tratar de llegar a alguna forma de entendimiento entre provincias de una misma lengua.    











Sobre títulos chambones y lectores decepcionados

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Otra vez Guillermo Piro. En la oportunidad, en su columna del diario Perfil, de Buenos Aires, del 27 de julio pasado.

El horror de todos 
estos años

Estoy cansado de contar historias tristes, pero lamentablemente son las únicas que conozco. Las historias son como la música: las buenas son tristes. Esta vez voy a contar dos. La primera atañe a Julio Verne y una novela suya titulada  El secreto de Wilhelm Storitz
La novela comienza con un personaje que emprende un viaje en barco por el Danubio para asistir en Budapest al casamiento de su hermano. Desde el inicio, este personaje empieza a presentir cosas raras, como si alguien lo estuviera vigilando. De pronto siente sobre él una mirada, se gira, pero detrás de él no hay nadie. Eso sucede varias veces e in crescendo, de modo que el lector piensa que el personaje en cuestión está loco. Pero llegados a la mitad de la novela nos enteramos de que un sujeto llamado Wilhelm Storitz inventó una poción que al beberla lo vuelve invisible. Enterarse de eso a la mitad de la novela provoca algo en el lector que solamente Hitchcock podía lograr; esto es un efecto de descompresión que nos obliga a revisar todo lo leído y corregirlo in mente: el pobre personaje no está loco: alguien, efectivamente, lo estaba vigilando. Ahora bien, el editor español tuvo una idea genial: titular la novela de Verne El hombre invisible. De tal manera que a la primera sospecha de vigilancia yo, o sea el que era entonces, pensé: “Ahí está el hombre invisible”. Puede parecer una tontería, pero siento que ese editor español me privó de una experiencia de lectura única, irrecuperable e intransferible. En un grado mínimo podría decir que me cagó la vida.

Otro caso, tal vez peor. Elmore Leonard, por quien experimento un amor reverencial, único e intransferible, como todo amor, publicó en 1992 una novela formidable: Rum Punch, que se tradujo con el título Cóctel explosivo. Luego de que fuera traducida, Quentin Tarantino dirigió en 1997 la versión cinematográfica. Como es su costumbre (no fue en Django la primera vez que decidió convertir a un personaje blanco en negro), Tarantino convirtió a la protagonista de la novela, una azafata rubia y bella llamada Jackie Collins, que aprovecha su impunidad en los aeropuertos para contrabandear dinero, en una azafata negra y bella llamada Jackie Brown. Hasta aquí todo está en orden. Para aprovechar el frenesí tarantiniano, Ediciones B decidió reeditar la novela de Leonard. Y en la tapa reprodujo el afiche de la película. Y el libro pasó a llamarse Jackie Brown. El asunto es que al leer la novela, y a medida que yo avanzaba en ella, me sorprendía el hecho de que no había ninguna Jackie Brown. Había una Jackie Collins, que era rubia y que necesariamente debía ser otra. Por un momento pensé que Leonard se había vuelto un autor vanguardista, capaz de llamar a su libro con el nombre de un personaje que recién aparece después de la mitad de la novela. Pero tampoco aparecía ninguna Jackie Brown una vez pasada la mitad de la novela. El misterio develado es que no hay ninguna negra llamada Jackie Brown en el libro. Es como si alguien leyera Anna Karenina bajo el título Anna Sambusetti.

A pesar de los años que pasaron, esos editores nunca dejan de horrorizarme.


Un informe objetivo y deprimente sobre lo poco que se traduce en el Reino Unido y en Irlanda

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Literature Across Frontiers es una institución que trabaja en paralelo con el Wales Literature Exchange, cuyos programas se encargan de promover la literatura galesa en todo el mundo. Con base en el Mercator Institute, de la Aberystwyth Univeristy, sus resultados pueden leer on line en http://www.lit-across-frontiers.org/Lo que se reproduce a continuación es una de las primeras investigaciones realizadas en el Reino Unido para dar cuenta del ínfimo porcentaje real de obras traducidas allí. A continuación del breve artículo, que se ofrece aquí en versión de Julia Benseñor, entrando al link puede leerse el detalle de los libros traducidos. Nótense los errores de adscripción (ejemplo: Gabriela, clavo y canela, de Jorge Amado, al dominio de la lengua castellana).   

¿El tres por ciento?

Nueva investigación de Literature Across Frontiers Publishing Data and Statistics on Translated Literature in the United Kingdom and Ireland es el informe de una nueva investigación que revela por primera vez y con la exactitud que imponen las cifras la cantidad de títulos traducidos en las Islas Británicas. Asimismo, recomienda un mecanismo para recabar más datos al respecto.

En este nuevo informe se presenta el resultado de un estudio de factibilidad llevado a cabo por Literature Across Frontiers en 2012 con el respaldo del Arts Council England, la Fundación CalousteGulbenkian y el Programa de Cultura de la Unión Europea. El propósito de tal estudio era recomendar una solución a los actuales problemas a través de una propuesta que permitiera mejorar los mecanismos por los cuales se recaba y difunde la información sobre las traducciones literarias publicadas con miras a facilitar la investigación y evaluación de  tendencias en el futuro.

Las estadísticas derivadas del análisis de los datos suministrados por la  Biblioteca Británica a lo largo de los tres años tomados para la muestra — 2000, 2005 y 2008 — nos brindan las primeras cifras exactas sobre la publicación de literatura traducida en las Islas Británicas.

Estas cifras muestran un crecimiento paulatino de las traducciones de obras literarias:

- 1.721 libros traducidos en 2000, de los cuales 529 títulos corresponden a poesía, ficción y teatro;

- 2.014 libros traducidos en 2005, de los cuales 605 títulos  corresponden a poesía, ficción y teatro;

- 2.207 libros traducidos en 2008, de los cuales 753 títulos corresponden a poesía, ficción y teatro.

Estas cifras equivalen a los siguientes porcentajes: se traduce el  2,5% aproximadamente de todo lo que se publica y el 4,5% de lo que se publica en el rubro ficción, poesía, teatro (literatura).
  
Detalle de los libros traducidos:

Lo que Ángela Merkel y la crisis les hacen a las lenguas (porque a la gente, ya sabemos)

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El pasado 6 de agosto la revista Ñ publicó un artículo de Rapahel Minder, previamente aparecido en The New York Times el 26 de julio de este año. Según la bajada de la revista argentina, muy similar a la del orginal en inglés, “En un país tras otro de Europa, la crisis también ha dado lugar a un argot que refleja el humor sombrío empleado por muchos para hacer frente a sus persistentes problemas”. Eso sí, el título es otro: A Continent Mired in Crisis Coins a Language of Economic Pain”. Tampoco se consigna el nombre del traductor.  

¿Tiempos difíciles? Hay como describirlos

Los portugueses tienen una nueva palabra grandolar, que surgió de la crisis del euro y significa "someter a un ministro de gobierno a una protesta con cantos utilizando un himno revolucionario". Pero ahora, después de tres años de austeridad, hasta los niños portugueses grandolan a sus padres cuando no quieren bañarse.

Los italianos, que en este momento siguen la diferencia entre los rendimientos de los bonos italianos y alemanes con una pasión que antes reservaban al fútbol, juegan con palabras como spreaddite, definida sin rigor por La Repubblica, un diario de Roma, como la "intensificación del sufrimiento causado por el margen elevado".

En Grecia, las expresiones nacidas de la crisis salpican las conversaciones en los cafés y las oficinas y en los vagones del subte, particularmente el uso emblemático de expresiones o slogans lanzados por dirigentes políticos, como una afirmación que hizo en 2009 George A. Papandreou, el entonces primer ministro, de que había dinero, cuando claramente no era así. "No se preocupen, lo conseguiré", dijo recientemente un griego a sus amigos mientras celebraban su cumpleaños en una taberna de Atenas cuando empezaron a sacar sus billeteras. "Eh, el dinero está. 

¿Se acuerdan?" En un país tras otro de Europa, la crisis también ha dado lugar a un argot que refleja el humor sombrío empleado por muchos para hacer frente a sus persistentes problemas. Los cambios en el idioma son lo bastante numerosos como para que en junio, la Real Academia Española, custodio del idioma español, diera los últimos toques a un diccionario actualizado con 200 palabras que se agregaron o adquirieron nuevos significados. 

Entre éstas figuran la preocupante "prima de riesgo", con una oración común que la ilustra: "La prima de riesgo de nuestra deuda soberana subió varios puntos". 

Los españoles emplean ahora estos términos de manera tan habitual que es tan probable que surjan en la conversación con un taxista como escucharlas en el informativo de la noche. En lo que al idioma se refiere, una cosa es "poukou", que los griegos utilizan para referirse a la época previa a la crisis, y otra cosa es ahora. 

"La crisis está teniendo un enorme impacto en la sociedad y su uso del idioma, llevando a la gente a hablar sobre la economía de una manera que no tenía ninguna relevancia hace apenas unos años", dijo Darío Villanueva, secretario general de la Real Academia Española, integrada por 46 miembros, en su mayoría escritores pero también científicos, historiadores, economistas y abogados. 

Para actualizar el diccionario español, la academia confió en un sistema informatizado de datos para medir la frecuencia de millones de palabras utilizadas en la televisión, la radio y los diarios así como también en otros textos. También aceptó los cambios de academias gemelas, principalmente en América latina, para armonizar los avances lingüísticos en todo el mundo hispano parlante. 

Entre las palabras que se abrieron paso, una fue "bonus" que no se utilizó comúnmente en español hasta que la atención se volcó a los banqueros de España en problemas y el dinero que ganaban. También ingresó "burbuja", como la que estalló en el mercado inmobiliario y "población activa", es decir con edad suficiente para trabajar, que comenzó a usarse debido a la considerable proporción que no trabaja. 

Asimismo, varios términos arraigados en la crisis económica figuraron entre las 5.000 palabras agregadas a la versión actualizada del Duden, la obra definitiva del idioma alemán, que salió en julio. Figuran Schuldenbremse, literalmente "freno a la deuda", y eurobond, una referencia a las propuestas de la Unión Europea de emitir bonos para cubrir la deuda de los países que utilizan el euro. 

Un sociólogo francés, Denis Muzet, publicó recientemente un libro Les Mots de la Crise (Las palabras de la crisis). Su lista incluye perte du triple A, o sea la pérdida de AAA (según la calificación de los bonos de Francia); suppressions de l’emploi o recortes en el empleo: y choc de compétitivité, es decir un shock de competitividad.

"La forma en que hablamos de la crisis contribuye al pánico; contribuye al `depresionismo’ nacional", dijo Muzet, acuñando una palabra propia. 

La austeridad está tan generalizada que la palabra propiamente dicha se aplica en algunos lugares prácticamente a todo. Si una mujer portuguesa lleva puesta una falda corta, un admirador puede llegar a preguntarle divertido si está en "austeridad", y ahorra el resto de la tela. 

La crisis de Europa lleva tanto tiempo que está definiendo a una generación, que ha recibido nombres como "Ni-Nis" en España por las legiones de jóvenes que ni estudian ni trabajan. O la geraçao à rasca (generación afligida), como se los llama en Portugal.

"Conozco lamentablemente muy bien a los Ni-Nis porque he tenido que lidiar con una en casa", dijo Carmen Blanco, de 43 años y desocupada, refiriéndose a su hija de 20. La expresión, dijo Blanco, "realmente define la situación de nulidad y desesperanza". 

"Le he dejado bien claro que sin ningún tipo de título escolar corre el riesgo de ser Ni-Ni para el resto de su vida", dijo la madre. 

La nomenclatura para los afligidos no termina con los jóvenes. 

En Grecia, donde los recortes salariales y un desempleo del 27% obligaron a una nueva clase amplia a reducirse hasta lo más básico, se habla de los neoptohi o sea los nuevos pobres ­un juego de palabras en griego a partir de nouveau riche. La única palabra que comparten casi todos en toda Europa es troika, en referencia a los tres acreedores internacionales ­el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea­ que para los agobiados ciudadanos desde Lisboa hasta Atenas tienen la culpa de sus problemas
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