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Channel: Club de Traductores Literarios de Buenos Aires
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Che,¿sólo ahora se enteran o es porque les llegó la hora de pedir la escupidera?

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Después de leer y reproducir —con nuestra generosidad acostumbrada aunque no compartida del otro lado del océano— el texto de ACE Traductores sobre la disminución de tarifas (cfr. entrada de ayer), algunos traductores argentinos decidimos opinar con más claridad y, en lo posible, generar un debate. No sabemos si esta vez será posible. El estruendoso silencio de los colegas españoles sólo se interrumpe cuando alguien les pisa los callos (alguna vez ocurrió en este blog con la Sra. Bovary de Gallego, quien después se dedicó a hablar mal de nosotros en las listas privadas de ACEtt, o con algún traductor de Anagrama, o con el intratable y ahora finado Martínez Lage, pero nada más). La cuestión es que hace más de veinte años venimos oyendo esa cantinela de que el mundo editorial español está en crisis. La verdad es la contraria. Y es la contraria hasta tal punto que creemos que llegó la hora de que alguien les explique a los colegas españoles por dónde pasa la cosa ya que ellos, según parece, no lo ven. Creemos que quienes trabajan (y traducen) en España deben saber para quién trabajan (y traducen) y lo que hubieran debido cobrar por hacer posible esa expansión (los libros no los hace el Espíritu Santo) en estos años de enriquecimiento colosal. Asimismo, recordarles una vez más su responsabilidad al traducir ya que sus traducciones se leen más allá del Mar Cantábrico o Ceuta y Melilla, por lo que la falta de ecumenismo de muchas de ellas, asume un tufillo marcadamente imperial. A ver si se enteran. 

¿Para quién se traduce?

Basta entrar en una librería de Uruguay, de Chile, de Argentina, de México o de cualquier otro país del continente para comprobar que el noventa por ciento de las narraciones extranjeras (la mayor parte de lo que entendemos por literatura) están traducidas y publicadas por editoriales españolas, por conglomerados industriales con sede en España o por filiales de editoriales y conglomerados españoles creadas en los últimos veinte años en América Latina. Si el libro es una novedad no se encontrarán sólo algunos ejemplares sobre las mesas principales; habrá una multitud que continuará en las vidrieras y en columnas inestables sobre las paredes. Si la obra salió hace diez o más años, también estará ahí como si el tiempo no pasara jamás y escritores que eran noticia en la Barcelona anterior a los juegos olímpicos harán feliz compañía al best-sellersobre vampiros malcomidos descubierto el año pasado.

Tal es la representación visual de lo que los informes institucionales y académicos peninsulares llaman la “internalización de la industria editorial española”. En esos documentos se registra lo que un lector latinoamericano ve sencillamente con sus ojos: la industria editorial peninsular o los conglomerados con sede en España monopolizan los «mercados»(1)americanos por medio de las exportaciones o por la presencia de las casi doscientas (¡¡¡200¡¡¡) filiales que existen en el continente. Datos de los que se deduce, como puede leerse en El sector del libro en España 2011-2013 (2), que la traducción española de ficción (la mayor parte de lo que entendemos por literatura) tiene como público casi esencial a los lectores latinoamericanos.

¿Cómo describir el fenómeno? En el informe que se menciona arriba, El sector del libro en España 2011-2013, donde se dedican palabras muy elogiosas a los traductores, no se describe el destino latinoamericano del oficio; el Libro blanco de la traducción(3), publicado en el 2010, no mencionaba a América latina; las asociaciones peninsulares de traductores no contemplan esta actividad transatlántica ni hay reflexiones académicas sobre la singularidad de este trabajo multinacional.

Existen además otras anomalías: profesionales de algunos países de América latina traducen (4)  para las editoriales de origen español pero lo hacen a precios más bajos de lo que es usual en España porque se aplican tarifas locales. Los textos se “deslocalizan” para borrar la procedencia y, a menudo, se venden en otros países de habla castellana. Por otra parte, los libros de mayor éxito tienen una versión latinoamericanade la traducción española en la que, por razones comerciales, se cambian algunas palabras del castellano peninsular por otras propias de algunos países divididos en cuatro bloques: ee.uu, México y América Central; Venezuela y Colombia; Argentina y Uruguay; resto de América del Sur.

La exportación de libros o cualquiera de las modalidades comerciales que adopte la industria editorial son, en una sociedad capitalista, legítimas. La legitimidad no significa que estos modelos internacionalizados beneficien a los escritores, a los traductores, a los correctores, a los lectores ni promuevan la circulación literaria entre los países de América latina porque la propia lógica expansiva parceló el continente y los libros americanosson concebidos para mercados estrictamente nacionales.

Protestar porque una editorial haya disminuido las tarifas nos parece perfecto, pero nos llama la atención que se reproduzca, una vez más, la atontada afirmación de que existe una “crisis” del libro español y que no exista una mínima reflexión sobre el objeto “libro español”.

La “internacionalización de las empresas españolas” cuenta con el arrogante silencio de los partidos políticos, incluyendo a Podemos, y probablemente con la complicidad de quienes se han venido (y se siguen) beneficiando económicamente de ese expolio cultural y de la correspondiente degradación y vacua comercialización de la cultura. Ejemplo: los medios de comunicación.

No compartimos ese tráfico internacional de la incultura y esperamos que, esta vez, nos reúna la protesta y el acuerdo.


Notas:
[1] María Fernández: “Editoriales españolas en América Latina. Un proceso de internalización secular”, capítulo del volumen La internacionalización de la empresa española en perspectiva histórica, número monográfico de Información Comercial Española (ICE), 849, julio-agosto de 2009, coordinado por Nuria Puig y Eugenio Torres. En http://www.revistasice.com/cachepdf/ICE_849_65-78__8847B920642349ACFD0111B6E4AF2C9D.pdf




4 Los encargos de traducciones incluyen la exigencia o recomendación de no utilizar localismos. Esa advertencia, desconocida en España, y las correcciones posteriores vulneran o condicionan el concepto de «integridad de la obra» amparado por las leyes españolas de derechos de autor.

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