El editor y abogado Enrique Redel, director de la editorial española Impedimenta, pasó por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Por lo menos, fue entrevistado dos veces por distintos medios. Por un lado, la poeta y narradora Valeria Tentoni conversó con él para el blog de Eterna Cadencia; por otro, participó de una charla colectiva para Cultura InfoBAE, con el periodista Diego Rojas, conjuntamente con Santiago Tobón, editor de Sexo Piso de España, y con Silvia Salgado, de Nórdica.
En la charla con Tentoni, titulada “La buena literatura es la expresión de una insatisfacción”, cuando se le pregunta cómo selecciona a los traductores y qué valor le dan a su trabajo en Impedimenta, responde: “Lo primero que hay que decir es que son todas traducciones directas. Aquella traducción de Cărtărescu de la que hablé fue una traducción indirecta del alemán, y eso se notaba mucho; había partes que se perdían, partes que se interpretaban de manera diferente. Ahora con él trabaja la traductora Marian Ochoa de Eribe, que es una traductora que está entre las mejores en nuestra lengua. Logra darle una altura y una fuerza a los textos de Cărtărescu que hacen que sea emocionante. No es una traductora todavía premiada, porque no está en los círculos de poder de los traductores; es una profesora de instituto en Bilbao, que es una excelente narradora también. Y ahí tuvimos suerte. Luego, tenemos otros muy buenos traductores, pero creo que como Marian Ochoa no existe nadie. Es alguien que es capaz de transmitir esa sensibilidad, al punto de que conoce a Cărtărescu casi mejor que él mismo. En Impedimenta no hay ninguna traducción indirecta. Del japonés, del polaco... Del checo, Patricia Gonzalo de Jesús, maravillosa, increíble; del estonio, Consuelo Rubio Alcover, la única traductora del estonio. Yo nunca contrato un traductor al que no le guste la obra. Necesito que haya esa especie de plus. Las traducciones indirectas son poco honestas, porque ahora mismo existen buenos traductores en cualquier idioma, entonces ¿qué ocurre? Que traducir del inglés, del francés o de cualquier idioma más usual es más barato. Aparte de que se pierde parte del sentido, es una traducción como de prestado. Creemos además que es lo correcto, porque si no es una falta de respeto al lector”.
Otro dato interesante de esa misma entrevista es cuando Tentoni le pregunta a Redel si se le da por escribir: “Se me da bien redactar, pero no soy escritor. Escribí un par de cuentos, plagiados completamente, de Georges Perec, por ejemplo”.
En cuanto a la nota de Diego Rojas, titulada “Editoriales españolas independientes: cómo es el trabajo artesanal para conquistar lectores a ambos lados del Atlántico”, en un momento de la charla el periodista pregunta: “¿Cómo se maneja en España esta relación de la cadena de producción del libro?”. A lo que Redel responde: “Todas las partes tienen su servidumbre pero también su privilegio. Si se ahorran los derechos de autor o se ahorra en pagar al traductor o al ilustrador, se está jugando con ese equilibrio. Si alguna editorial lo hace, el resto de los miembros del campo editorial los debería penalizar. La librería debería ser consciente de que no puede hacer trampas, así como la prensa, como las editoriales, Conozco muchos autores que cuando empiezan dicen: ‘Hombre, que esta editorial me va a publicar, ¿por qué cobrarles?’ y yo les digo: ‘Nunca hagas eso, tienes que cobrar por tu trabajo, como yo por el mío’. Los autores, como los traductores e ilustradores, son los eslabones más frágiles de la cadena. Si se establecen buenas prácticas la cuestión se clarificará y no dependerá de un editor más listo o más pícaro la ruptura de ese equilibrio”.
Todo lo que se lee estaría muy bien, si no existiera el antecedente de lo sucedido con la traducción de Me acuerdo, de Georges Perec, publicada por Impedimenta en versión de Mercedes Cebrián, de la cual, hasta el día de hoy, existen severas sospechas de plagio en relación con la traducción previa de Yolanda Morató. Y el punto es que Redel, luego de plantear la posibilidad de que ACEtt de España, entidad que reúne a los traductores de la Península, llevara a cabo una comparación para juzgar si había o no plagio, a pedido de Cebrián se echó atrás, sembrando de dudas la validez de esa traducción y la seriedad de su editorial. Más todavía, cuando la lectura, ya no del texto, sino del prólogo de Morató revela que muchas de las ideas allí expuestas fueron usadas posteriormente en el texto de contratapa de la edición de Cebrián. Como la práctica de escribir solapas y contratapas no compete a los traductores, pero sí a los editores, cabe la posibilidad de que el mismo Redel haya sido autor de ese segundo plagio.
Nada de eso ha sido probado hasta la fecha por lo oneroso que es comenzar un juicio por plagio en España, pero toda la secuencia de acusaciones y sospechas, con sus respectivas idas y venidas, y la opinión de varios intelectuales españoles, puede ser leída en este mismo blog, en las entradas correspondientes a los días 9, 19 y 26 de febrero, y 5 y 6 de marzo de 2017. Con esa luz, las palabras del Redel cobran otro color y se ven sujetas a una interpretación que, generosamente, podríamos calificar de ambigua. Y en la medida que esta situación –que de ninguna manera cae en el olvido– siga sin aclararse, sus dichos no se ven respaldados por la seriedad que acaso les correspondería; algo que él mismo, de tener voluntad de hacerlo, podría remediar. De no hacerlo, se hace muy difícil creerle y las dudas que pesan sobre lo que Impedimenta le ofrece a los lectores persisten.